TEMA 1. GUERRA INDEPENDENCIA Y CORTES DE CADIZ.docx
1. TEMA: CRISIS DE LA MONARQUÍA BORBÓNICA. LA GUERRA DE LA
INDEPENDENCIA Y LOS COMIENZOS DE LA REVOLUCIÓN LIBERAL. LA
CONSTITUCIÓN DE 1812
1. Introducción
2. Crisis de la monarquía borbónica
3. La guerra de la Independencia
4. Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812
5. Conclusión
1. INTRODUCCIÓN
Durante el reinado de Carlos IV (1788-1804) se inicia una época de profunda crisis en España que
supondrá el principio del fin del Antiguo Régimen y que desembocará en la guerra de la Independencia
(1808-1814), punto de partida de un proceso que culminará con la revolución liberal iniciada en Cádiz.
2. CRISIS DE LA MONARQUÍA BORBÓNICA
El rey Caros IV subió al trono español en 1788 y su reinado estuvo marcado por una profunda crisis. Por un
lado, se produjo una crisis económica que se manifestó especialmente en la agricultura, como
consecuencia de la caída de los rendimientos. Los precios agrícolas subieron provocando el malestar social
y una crisis de subsistencia, que se agravó con una epidemia de fiebre amarilla. Por otro lado, encontramos
el estallido de la Revolución Francesa, que provocó un miedo a la expansión revolucionaria que congeló
todas las reformas iniciadas por el despotismo ilustrado de Carlos III. Para evitar el contagio de las nuevas
ideas, el rey destituyó a los ilustrados del gobierno y nombró como Secretario de Estado a Manuel Godoy,
un joven militar de quien esperaba la fidelidad que no creía tener en el resto de los cortesanos.
Al ser guillotinado Luis XVI en 1793, España había entrado en guerra contra Francia después de un largo
siglo de alianzas. Sin embargo, el conflicto fue desastroso para España y Francia ocupó numerosas plazas en
los Pirineos y en América. En 1795, España firmó con Francia la Paz de Basilea, que convirtió a la España
absolutista de Carlos IV en aliada de la Francia revolucionaria. A partir de aquí, el primer ministro Godoy
sometió a España a los intereses de la Francia de Napoleón, quien había ascendido al poder en 1799. Esta
alianza fue desastrosa para España, pues tuvo como principal consecuencia la batalla de Trafalgar (1805)
contra Inglaterra, que supuso la pérdida de buena parte de la flota española.
Esta situación se deterioró aún más cuando, en 1807, Godoy firmó con Napoleón el Tratado de
Fontainebleau, por el que se autorizaba a los ejércitos napoleónicos a entrar en España para atacar
Portugal. Una vez que éstos atravesaron los Pirineos, las tropas se situaron en puntos estratégicos como
Barcelona, Vitoria y Madrid. Como consecuencia, el 18 de marzo de 1808 estalló un motín popular en
Aranjuez, ciudad donde se encontraban los reyes, aconsejados por Godoy para, en caso de necesidad,
seguir su camino hasta Sevilla y embarcar hacia América. Dicho motín, dirigido por la nobleza palaciega y
el clero, que se habían opuesto a Godoy, precipitó la caída de éste y obligó a Carlos IV a abdicar en su
hijo con el título de Fernando VII. De este modo quedó evidenciada una crisis profunda en la monarquía
española, cuya debilidad quedó demostrada cuando Carlos IV escribió a Napoleón en busca de ayuda.
El enfrentamiento entre Fernando y Carlos IV tenía un único árbitro posible. Con las tropas francesas en
Madrid, Napoleón convocó a padre e hijo a Bayona, donde ambos abdicaron en su figura (5-6 de mayo de
1808). Legitimado por el poder, Napoleón nombró a su hermano José rey de España. A pesar de ello, el
reinado de José I Bonaparte estuvo dominado por la falta de apoyos y por la ausencia de autonomía, siendo
tan sólo destacable la promulgación en julio de 1808 del Estatuto de Bayona, una carta otorgada basada en
el liberalismo moderado, que proclamaba un régimen autoritario basado en el poder real pero que a su vez
2. recogía algunos derechos individuales, como el de imprenta.
3. LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
Ante la evidencia de la invasión francesa, el descontento popular acabó por estallar el 2 de mayo de 1808 en
Madrid, siendo el punto de partida de la Guerra de la Independencia (1808-14). Allí, ante palacio, se
congregó una multitud para impedir la partida de la familia real y se alzó de forma espontánea contra la
presencia francesa, pero la revuelta fue duramente reprimida por las tropas francesas del general Murat. A
pesar de ello, las revueltas antifrancesas se extienden por todo el país.
La primera fase de esta guerra comienza con el levantamiento del 2 de Mayo de 1808 en Madrid y llega
hasta noviembre del mismo año. Se trató de una etapa de protagonismo español que culminó con la victoria
de Bailén (19 de julio de 1808), tras la cual José I tuvo que abandonar Madrid y el ejército francés se
replegó más allá del río Ebro. En esta primera fase se crean las juntas (primero locales y luego
provinciales), con el objetivo de coordinar la guerra. Más tarde las juntas provinciales se unen en una Junta
Suprema Central.
La segunda fase abarca desde noviembre de 1808 a enero de 1812. La derrota en Bailén obliga a Napoleón
a intervenir personalmente en España dirigiendo la campaña peninsular y obteniendo la victoria de Ocaña,
tras la cual acaba con la resistencia organizada en la Península. No obstante, el ejército francés se vio
continuamente hostigado por la presencia de las guerrillas, pequeños grupos armados que hostigaban al
ejército por sorpresa, y cuyos miembros eran labradores, abogados, artesanos y estudiantes, entre otros.
La tercera fase abarcaría desde 1812 hasta el final de la guerra. La campaña de Rusia obliga a Napoleón a
retirar las tropas de España. Ante ello, las tropas españolas, apoyadas por el ejército británico al mando
del general Wellington, consiguen la victoria en la batalla de Arapiles. Incapaz de mantener los dos
frentes, Napoleón decide poner fin al conflicto con la firma del tratado de Valençay, en 1813, por el que
finalizan las hostilidades y Fernando VII es repuesto en el trono.
La invasión francesa obligó a las diferentes corrientes ideológicas a tomar partido frente a la presencia
francesa y a la nueva monarquía. Una minoría de españoles, a los que se conoce como afrancesados, y entre
los que se hallaban intelectuales, altos funcionarios y una parte de la nobleza, apostaban por la
modernización de España y colaboraron con la monarquía de José I. Por otra parte, el grueso de la población
española formó el frente patriótico, formado por los que se opusieron a la invasión. Agrupaba posiciones
muy diferentes, desde absolutistas (clero y nobleza) a liberales.
Asimismo, la guerra contra las tropas invasoras francesas dirigidas por Napoleón conllevó una serie de
consecuencias sociales, económicas y políticas de diversa magnitud: la elevada mortalidad, dado que fue
una guerra muy cruenta; la paralización de las actividades productivas; el abandono de tierras y la
destrucción de numerosos cultivos. En lo político, la situación bélica provocó la asunción de medidas
revolucionarias como la convocatoria de las Cortes de Cádiz y favoreció las aspiraciones independentistas
de las colonias americanas, de tal forma que los primeros procesos de independencia se dieron en 1808 y los
definitivos nada más acabar el conflicto. Por otro lado, la guerra supuso una el expolio y destrucción de
numerosas obras de arte.
4. LAS CORTES DE CÁDIZ Y LA CONSTITUCIÓN DE 1812
Son precisamente las consecuencias políticas, por su relevancia en el proceso de revolución liberal que se
inicia en España, las que precisan de una mayor atención. Debido al vacío de poder creado por las
abdicaciones de Bayona, se habían creado las Juntas provinciales para hacer frente al invasor. En
septiembre de 1808, las Juntas enviaron representantes a Aranjuez para formar una Junta Suprema Central
que coordinase la lucha y dirigiese el país en nombre de Fernando VII. Esto constituye un hecho
revolucionario, pues ante la ausencia del rey la Junta asumió la soberanía en nombre de la Nación. Ante el
avance francés, la Junta huyó a Sevilla y luego a la Isla de León (San Fernando); más tarde, ya formadas las
Cortes, éstas se trasladaron a Cádiz capital, la única ciudad que resistía el asedio francés.
3. La Junta Suprema Central se había mostrado incapaz de dirigir la guerra y decidió disolverse en enero de
1810, no sin antes iniciar un proceso de convocatoria de Cortes, lo que supone el segundo hecho
revolucionario. Así, la Junta cedió el poder a una Regencia formada por cinco miembros, que actuaba en
nombre de Fernando VII.
El proceso de elección de diputados a Cortes y su reunión en Cádiz fueron difíciles dado el estado de guerra,
y en muchos casos se optó por elegir sustitutos entre las personas presentes en Cádiz. El ambiente liberal de
la ciudad influyó en que gran parte de los elegidos tuvieran simpatías por estas ideas. Las Cortes se abrieron
en septiembre de 1810 y el sector liberal consiguió su primer triunfo al forzar la formación de una cámara
única, frente a la tradicional representación por estamentos. Asimismo, en su primera sesión aprobaron el
principio de soberanía nacional.
En cuanto a la composición social de las Cortes, hay que destacar que una gran mayoría de los diputados
eran clérigos, aunque también predominan las clases medias urbanas y hay escasos representantes de la
nobleza. No figuraron miembros del pueblo llano por lo que se puede decir que la composición de la
asamblea tiene un claro carácter burgués.
Una comisión de las Cortes preparó el proyecto de Constitución desde marzo de 1811, y se promulgó el 19
de marzo de 1812. Era un texto largo, de 384 artículos, y su tramitación se vio afectada por la guerra y las
diferencias entre absolutistas y liberales. La estructura del Estado era una monarquía limitada, basada en la
división de poderes y no en el derecho divino. El poder legislativo, las Cortes unicamerales, representaban
la voluntad nacional y poseían amplios poderes: elaboración de leyes, mando sobre el ejército, etc. El
sufragio era universal masculino e indirecto. El poder ejecutivo residía en el rey, que poseía la dirección
del gobierno y derecho de veto por 2 veces consecutivas. El poder judicial residía exclusivamente en los
tribunales y se establecían los principios básicos de un Estado de derecho.
Otros artículos de la Constitución planteaban la reforma de los impuestos y la Hacienda, la creación de
ejército nacional, el servicio militar obligatoria y la implantación de una educación primaria, pública y
obligatoria. Asimismo, el territorio se dividía en provincias, para cuyo gobierno interior se creaban las
diputaciones provinciales, se formaban ayuntamientos y se creaba la Milicia Nacional. Además, también se
establecía la confesionalidad católica del Estado.
La Constitución recoge asimismo algunos derechos del ciudadano: la libertad de pensamiento y opinión, la
igualdad de los españoles ante la ley, el derecho de petición, la libertad civil, el derecho de propiedad y el
reconocimiento de todos los derechos legítimos de los españoles.
Además del texto constitucional, las Cortes de Cádiz aprobaron una serie de leyes y decretos con el fin de
eliminar el Antiguo Régimen y establecer un régimen liberal. Así, procedieron a la supresión de los señoríos
jurisdiccionales, se decretó la eliminación de los mayorazgos y la desamortización de las tierras comunales,
con el objetivo de recaudar capitales para amortizar la deuda pública. Se votó la abolición de la Inquisición,
la libertad de imprenta, la libertad de trabajo, la anulación de los gremios y la unificación del mercado. Este
primer liberalismo marcó las líneas básicas de la modernización de España.
5. CONCLUSIÓN
La situación de guerra impidió la efectiva aplicación de las leyes y, al final de la guerra, con la vuelta de
Fernando VII se suprimieron todos los decretos de la Constitución, lo que supuso el retorno al
absolutismo. No obstante, la aplicación de lo establecido en las Cortes de Cádiz hubiera supuesto la
implantación del liberalismo. La Constitución de 1812, conocida popularmente como “La Pepa”, es
fundamental en la historia de España. Además de ser la primera, fue una referencia clave para el
liberalismo posterior.