1. SOBRE LA IDENTIDAD ENTRE AGRESION Y VIOLECIA EN EL PENSAMINETO
DE FREUD
POR:
DARÍO FERNANDO ACOSTA
TRABAJO DE GRADO PRESENTADO COMO REQUISITO PARCIAL PARA
OPTAR AL TÍTULO DE LICENCIADO EN FILOSOFÍA
ASESOR: DR. JULIO CESAR VARGAS
UNIVERSIDAD DEL VALLE
FACULTAD DE HUMANIDADES
DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA
CALI, 2010
tesis corregida para ùltima presentaciòn por Dario Fernando Acosta Rojas se distribuye
1
2. bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0
Internacional.
2
3. INDICE
1. Introducción............................................................................................Pág. 3
1. El Problema en el Trabajo de Freud…………….................................Pág. 5
1.1. Distinción conceptual entre Pulsión e Instinto.....................................Pág. 9
2. Un Repaso por la Historia de la Conceptualización Pulsional de Agresividad y/o
Violencia freudiana......................................................................................Pág.15
3. Tras una Segunda Claridad Conceptual...............................................Pág.25
3.1. Primeros Aspectos Metodológicos........................................................Pág.25
3.2. Segundos Aspectos Metodológicos y Delineamiento de la Estrategia de
Apropiación Conceptual...............................................................................Pág.29
3.3. Preámbulo al Texto Matriz....................................................................Pág.30
4. La Semántica de la Agresividad y/o la Violencia..................................Pág.32
5. La Pulsión de Agresividad y/o Violencia en la Dinámica de las Psicologías
Individual y Colectiva....................................................................................Pág.33
5.1. La Pulsión de Agresividad y/o Violencia en la Dinámica Colectiva. Pág.34
5.2. La Pulsión de Agresividad y/o Violencia en la Dinámica Individual. Pág.45
6. Bibliografía..............................................................................................Pág.60
INTRODUCCION
3
4. Las siguientes líneas se adentran en la estructura conceptual de Freud en torno a los conceptos
de instinto y pulsión, de cara a desentrañar las particularidades de una Pulsión específica, la de
la agresividad y/o violencia. Todo ello enmarcado en un intento por acercarnos a una noción de
humanidad más incluyente, conceptualmente, que no tropiece ni con esencialismos ni con
cualquier otro dogmatismo que no revele la noción más adecuada de hombre.
Para tal propósito se procedió encarando el problema a partir de tres pasos, el primero, se
propone clarificar los conceptos primeramente enunciados, de instinto y pulsión, pero
igualmente se propone clarificar semíticamente, lo que podríamos definir como agresividad por
una parte y violencia por otra. Y si bien estos aspectos no están ligados consecutivamente en el
texto, se abordan en distintos espacios del mismo. Ello como un requisito necesario antes de
proseguir con el resto de la temática, en aras de evitar confusiones en torno a nociones
“mentales” fundamentales en el desarrollo investigativo de la temática de él autor en cuestión y
de otros que sobre este aspecto trabajan.
En el segundo paso son dos las cosas que se desarrollan, primeramente se hace un recuento
histórico de la conversión del pensamiento freudiano, en lo referente a la transición que hace
Freud entorno a la agresividad y/o violencia, porque estas energías “anímicas” no ocuparon el
mismo estatus conceptual, en tanto que pasan de ser una energía “auxiliar” de las demás
pulsiones, a constituirse como una particular. Además de lo anterior se desarrolla un resumen
del texto eje, “eEl malestar en la cultura”, mostrando algunos de los pasos que dio Freud
encarando el problema de las pulsiones de “destrucción” que tratamos en el texto presente.
Por último se trabaja analizando la pulsión identificada, dentro de el desarrollo de las dinámicas
individual como colectiva, ello al interior de una confrontación de las nociones básicas de
Freud y los estadios o etapas psicológicas que experimentan los distintos individuos y
colectivos dentro del “juego” pulsional.
Lo anterior sigues caminos que buscan una noción más “adecuada o relista” del “hombre”,
porque si bien el “hombre” ha sido una de las preocupaciones cardinales de la “Humanidad”,
también es cierto que los acercamientos que ha hecho la misma no han estado exentos de
problemas de sesgos, de abusos y demás. Con lo cual se ha contribuido a crear más confusión
que a resolverla. A la ves esto nos permitirá observar lo que le esta “permitido” alcanzar a
dicho “hombre” así como los costos que tiene que asumir, bien sea en un desenlace a favor o en
contra, de cara a las posibilidades que le brinda su “real” constitución.
Porque todos alguna vezs nos enfrentamos a la contradicción que representa que el hombre
ostente el mayor desarrollo de actividad cognitiva, entre todas las especies que habitan el
planeta, pero que dicho logro no se consecuente con las condiciones que éste cree para si
mismo y para los demás. Lo anterior, más que señalar los problemas que suponen la
racionalidad del hombre, indica que se ha tenido una noción de hombre que ha excluido
elementos inherentes a éste, sin los cuales no se puede abordar adecuadamente al mismo, pero
que han obrado en la elaboración de un sujeto inadecuado a las condiciones que se observan de
sus desarrollos y logros, así como de sus fracasos. En esa medida la anterior investigación nos
permitió acercarnos a un hombre más “carnal” menos mítico, uno que nos evita enfrentarnos a
supuestos antagonismos entre hombres buenos y malos. O si nos enfrenta a esto, por lo menos
nos permite reducir los sesgos a que estamos acostumbrados a caer en lo que respecta a los de
juicios de valor que sobre otros congéneres elaboramos. Y, a la vezs que intentamos acercarnos
4
5. a una interpretación de hombre más incluyente conceptualmente, también nos acercamos a una
noción de sociedad con los mismos intereses conceptuales que intentamos aplicar para el
primer sujeto de investigación.
Por ello al final de presente texto, aunque se haya propuesto en un inicio ser más incluyentes,
descubriremos que nos quedaraán algunos rasgos por fuera, que también tendrán algo que decir,
si lo observamos detenidamente, porque igualmente nuestro acercamiento no dejara de estar
suscrito a la noción occidental de hombre y de sociedad desde donde nos desenvolvemos. Lo
anterior no está exento de polémica, tal como lo estuvo en su momento los postulados de esté
pensador, y como lo siguen resultando, en tanto que sostienen unas tesis que resultan opuestas
a la idea de racionalidad con que se ha cubierto el género humano.
La clarificación conceptual sigue la línea de pretender contribuir a dicho debate, con el
propósito definido de no estancarse en lo meramente conceptual, y adentrarse en otras
posibilidades que pueda brindar su estudio.
5
6. 1. EL PROBLEMA EN EL TRABAJO DE FREUD
Uno de los elementos introducidos por el pensamiento freudiano a las ciencias sociales y
humanas, desde las investigaciones del psicoanálisis, que reviste una importancia elevada, tanto
por su valor explicativo y descriptivo, así como por la ampliación que logra del marco
conceptual entorno de las practicas humanas, es sin duda el de las pulsiones. Pensadores como
Hume, Nietzsche, Schopenhauer, en las humanidades del periodo moderno, ocupaban sus
reflexiones en dicho aspecto especifico de el actuar humano Su importancia recae o radica,
tanto porque logra ampliar las perspectivas de investigación del hombre, por cuanto no
restringe la exploración que se hace sobre éste a un solo paradigma, sino que por el contrario,
tal individuo, es abordado desde diversos paradigmas investigativos en un intento por aportan a
la comprensión de la complejidad inherente a su naturaleza biológica como cultural. Adicional
a lo anterior, porque es el referente para las últimas conceptualizaciones políticas, que intentan
apelar más a un realismo y menos a una intuición especulativa, en la medida que su pretensión
pasa por superar toda interpretación antropológica subjetiva y superficial, que surja de las
meros juicios interpretativos individuales. Aunque a estos últimos podría objetar de igual
forma, sosteniendo que las afirmaciones y tesis del psicoanálisis también especulan mucho en
torno a la mente del hombre, en tanto que no poseerían un objeto concreto llamado “mente”,
manipulable en el sentido de poder tocarlo verlo y demás. No obstante hay que reconocerles
que estas afirmaciones y estas tesis pasan por unas observaciones profundas de las distintas
manifestaciones de la “mente” del hombre, que pretenden ante todo salirse de cualquier
subjetivismo conceptual que le reste objetividad a las investigaciones. Más como lo corroboran
las últimas investigaciones sobre este aspecto, ese “objeto” llamado mente es igualmente
susceptible de la experimentación científica y por tanto, las disciplinas que sobre ello trabajan,
son susceptible de alcanzar el estatus de aquellas otras disciplinas que ostentan dicho adjetivo.
Tal situación –la de la interpretación antropológica superficial, por nombrar una, aun que
seamos injustos dado el contexto desde donde se postularon sus ideas es la de Rousseau- se
estaría dando, porque estas observaciones se reafirman en la dicotomía de las dos naturalezas
del hombre, una de tipo corporal y otra espiritual, que al contrario de contribuir a la
comprensión, coloca elementos que divorcian dos realidades -con sus propias situaciones
conceptuales, las cuales les permiten existir por separado- que tienen una relación estrecha en la
construcción del hombre. Cuando lo cierto es que “La tradicional frontera entre la psicología
6
7. por un lado y la filosofía social y política por el otro ha sido invalidada por la condición del
hombre en la era presente: los procesos psíquicos antiguamente autónomos e identificables
están siendo absorbidos por la función del individuo en el Estado, por su existencia pública”1
.
Dando se a entender con ello la interdependencia en la construcción y constitución, además de
la continua conjugación, de los diferentes estamentos o realidades con las que se enfrenta e
interviene el hombre. La racionalidad que otrora suponía unas condiciones de exclusión de
muchos aspectos con los que se enfrentaban los individuos da paso a una racionalidad más
moderada, donde se comprende y se acepta el papel que juegan los diferentes agentes y
situaciones, en la construcción y deconstrucción del hombre. Lo que hace evidente la necesidad
de trabajar lo político desde una perspectiva más ecléctica y menos disciplinar. Aunque si bien
es cierto la teoría política gira en torno a otro orden conceptual, no puede dejar de ser
pragmática como consecuencia de los asuntos que le competen, los de la convivencia del
hombre.
No obstante el amplio espectro teórico de Freud, el elemento conceptual de las pulsiones, es el
que concentra la atención del presente escrito, por cuanto aborda y explica en gran medida
satisfactoriamente, un número importante de conductas desarrolladas por los seres humanos en
las prácticas sociales. Pero, de todas las pulsiones que expone Freud o de las que aborda en su
desarrollo intelectual, particularmente la pulsión de agresividad, considero reviste una
importancia atractiva que hace merecer la atención principal de este escrito. No únicamente por
lo enunciado someramente atrás, también porque ha sido fuente de renovación del debate sobre
la “naturaleza del hombre”, toda vez que le introdujo nuevos elementos a la vieja disputa. De
ahí que sea específicamente sobre esta pulsión que tratara el presente escrito. Y es que, como lo
trataremos de abordar más adelante, dicha pulsión logra apropiar ciertos aspectos humanos que
no habían sido tenidos en cuenta antes y que dan explicación a otros aspectos del mismo,
porque ésta en el desarrollo conceptual de Freud también sufre metamorfosis que le adicionan
un atractivo más que hace apropiado afrontar de cara a unos estudios humanísticos.
Y ello en parte gracias a que, si bien para nuestros días, las tesis que postulo Freud entorno a
ésta pulsión han sido aceptadas parcialmente, no ha dejado de generar resistencias gran parte de
los postulados que soportan tal presentación. Bien sea porque, como sostiene Marcuse “la
1
. Marcuse, Herbert “Eros y Civilización” editorial Joaquín Mortiz, quinta edición 1981. Prologo a la primer
edición Pág. 15
7
8. proposición de Sigmund Freud acerca de que la civilización está basada en la subyugación
permanente de los ‘instintos’ humanos ha sido pasada por alto. Su pregunta sobre, sí los
sufrimientos infligidos de este modo a los individuos han valido la pena por los beneficios de
la cultura, no ha sido tomada muy seriamente –tanto más cuanto que Freud mismo consideraba
el proceso inevitable e irreversible”2
, lo que de alguna manera implica ver los procesos
asumidos por la organización cultural desde una perspectiva menos optimista, pues no
olvidemos las grandes esperanzas que habría despertado en la comunidad “occidental” los
logros técnicos y tecnológicos alcanzados por ésta, lo que incidió en la visión que de la
humanidad se construyó, toda vez que se extrapolaron tales logros al desarrollo social de la
misma, construyendo un imaginario resplandeciente del porvenir que le devenía. Y ello, en esos
términos, no era factible para Freud -por varias razones, adicionales a la que expone Marcuse,
las cuales vamos a abordar más adelante- básicamente porque encontraba en ello, que la
sociedad occidental, de la cual él hacia parte, en su proceso de civilización, de alguna manera,
en el procesos represivo que implicaba su desarrollo, dio pie para dinámicas diversas, que no
solo se constituían como un obstáculo a los propósitos de satisfacción pulsional, sino que
dieron pie para que emergieran medios diferentes para lograr satisfacciones de este tipo. La
visión tradicional solo privilegio algunas manifestaciones de lo pulsional, y subsumió otras
energías anímicas presentes en las acciones de los individuos, a ser accesorias de ellas. Esta
vertiente conceptual entendía que la cultura y sus procesos, primero no se construyen en el
impulso de un marco pulsional amplio, sino más bien reducido, dado el corte idealista que
imperaba gracias al triunfo que implicaba la racionalidad y sus logros técnicos y científicos. Y
segundo porque la satisfacción anímica de los individuos, no es lograda en la complacencia
plena de las pulsiones y los instintos, sino en una experimentación moderada de los mismos
porque ello suponía un retroceso a la animalidad, etapa que el hombre ya creía haber superado.
Y es aquí donde también vuelve y surge el entusiasmo que despertó los logros intelectuales,
porque esto presumía por un lado una dicotomía cuerpo y mente y por otro lado, la devaluación
de los aspectos instintivos y pulsionales. Cuando por el contrario “el decir y el actuar agresivos
no pueden pensarse como hechos aislados azarosos, que emergen causalmente. Muy por el
contrario, es necesario situar la agresividad en la dialéctica de la constitución subjetiva, en la
perspectiva de desentrañar la naturaleza de los actos agresivos, su fuente, en relación con el
encuentro originario con el otro, que fundan una dinámica particular de relaciones del sujeto
2
. Ibidem Pág. 19
8
9. con su mundo”3
por tanto como un aspecto y un hecho inherente a el ser humano a sus acciones
y a las instituciones que crea y apropia en su experiencia frente al mundo.
También porque para sectores, como el del mismo psicoanálisis, como en un principio lo fue
para el mismo Freud, resulto que otorgar el estatus de pulsión a la agresividad y/o violencia4
, si
bien le dada un estatus relevante a una manifestación de energía psíquica que había mostrado
sus particularidades. Sustraía con esto una fuerza que movilizaba todo el “aparato” pulsional.
Por otro lado como el de las ciencias sociales y humanas, particularmente como es el caso de la
etología, por nombrar alguna disciplina de las anteriores, resulta igualmente controvertible,
aspectos como el que anteriormente se mencionó, de considerar la agresividad o violencia
como una pulsión, junto a ello y en estrecha relación, también está el hecho del supuesto
innatismo de tal pulsión.
Adicional a lo anterior, también resulta fuente de debate, quizás la más importante de entre las
objeciones que se le pueda presentar a la tesis freudiana en torno a las pulsiones de destrucción,
es la ausencia de una diferenciación clara entre los conceptos de agresividad y violencia, que
permita inferir que existen unas diferencias entre las experiencias del orden de lo individual y
lo colectivo y más aun entre las manifestaciones al interior y al exterior del individuo. Tal
apreciación permite colegir que por una parte que existe una diferenciación conceptual entre los
dos términos mencionados que es importante tener en cuenta, pero primordialmente sobre lo
que llama la atención es sobre la diferencia que supone cada experiencia pulsional en particular.
En tanto que espera que no representa lo mismo si tal pulsión se concreta como tal, que sean
equivalentes las manifestaciones de un colectivo a las de un individuo.
Para adentrarnos en el debate, revisaremos ligeramente en un primer momento, las cuestiones
referentes al innatismo en la pulsión freudiana, seguidamente trataremos los aspectos
semánticos en torno a los conceptos de instinto y de pulsión, pues parece un lugar común
referirlos ambos conceptos indistintamente, como si significaran lo mismo, cuando en las tesis
de Freud existe una diferenciación de tales conceptos. Clarificar tales conceptos resulta
3
. López Díaz Yolanda. La agresividad; entre la intención y la tendencia. Revista Colombiana de Psicología.
Universidad Nacional, numero 7
4
. Si bien existe una diferencia conceptual que distancia al termino de agresividad del de violencia, por el
momento se presentaran juntos, teniendo en cuenta que en la presentación o en el uso que hace Freud de esto
términos no hay una diferenciación tajante que permita hacer una exclusión de este tipo, sin embargo más
adelante se abordara dicha temática más a profundidad, haciendo el debido balance de tal situación.
9
10. importante en la medida que aclara el camino a toda posible duda en la conceptualización del
autor en cuestión. Por último abordaré la temática de las pulsiones de destrucción o “Tanatos”
donde se asocian tanto la agresividad como la violencia, lo anterior desde las líneas que nuestro
autor trabaja dichos conceptos, que es a nivel social e individual, y si lo permite la
conceptualización freudiana, tras el análisis anterior, diferenciar los conceptos mencionados,
para por último analizar qué problemas plantea la ausencia o no de tal distinción conceptual, al
estudió de la “violencia” al interior de las dinámicas sociales.
1.1. DISTINCION CONCEPTUAL ENTRE PULSION E INSTINTO
Revisando dichos problemas, daremos el primer paso adentrándonos en el aspecto del supuesto
innatismo pulsional y conjuntamente nos adentraremos en los aspectos semánticos de los
conceptos de pulsión e instinto. En esa medida nos encontramos con que el asunto del
innatismo es precisamente el resultado de una mala apreciación y de la confusión en que suele
caerse al equiparar la pulsión al instinto. Pues si bien Freud plantea la pulsión como una energía
Psíquica básica, que funcionaría como soporte de diversas acciones, lo que en alguna forma
supondría la equiparación mencionada, dicha energía no es exclusivamente del orden de lo
Psíquico sino también de lo somático, si bien dicha “demarcación” en apariencia no introduce
elementos que permitan superar la equiparación de tales conceptos, lo cierto es que lo somático
también abre las puertas a lo externo, y ello si bien suena redundante, lo que intenta significar
es que ello si representa un distanciamiento con la apreciación de lo instintivo, en tanto que éste
rasgo anímico no tendría en cuenta, la información externa en su constitución, toda ves que su
constitución respondería únicamente a los aspectos genéticos. Si bien esto último se tiene que
revaluar, si se tiene en cuenta, que los aspectos genéticos también dependen de lo externo en su
constitución, lo que implica también trasformaciones a la información constituida de esta
forma. Para el aspecto que nos concentra, lo genético representa una incidencia temporalmente
extensa, en la medida que una trasformación o mutación genética que pueda incidir en
cualquier función fisiológica o psicológica pasa por tiempos prolongados de constitución –
aunque esto último se esta trasformando gracias a la ingeniería genética y sus trabajos- de ahí
que sus resultados tienden a ser observables a largo plazo.
Otro aspecto que resalta al concepto de Freud, es la “ubicación” que éste posee- el termino
ubicación esta entrecomillado porque resulta problemático hablar de ubicación en “estadios” o
“partes” de la mente-, en virtud que este concepto, se constituye como límite entre las fuerzas
10
11. psíquicas y somáticas, por cuanto “va ligado, según Freud, a la noción de <representante>,
entendido por tal una especie de delegación enviada por lo somático al psiquismo”5
. Tal
situación en alguna medida pretende dar respuesta a la consideración por el origen de la fuerza
que recibiría la pulsión, si acaso del interior o del exterior, y que de alguna manera decidiría las
características de la misma. Con lo anterior es manifiesta la intención de diferenciar dicha
“fuerza” de la instintiva, atando o más bien desligando a la pulsión de únicamente al energía
psíquica de carácter interno. De ahí que la exposición de lo primitivo, donde Freud plantea que
“en el ámbito del alma (psiqué) es frecuente la conservación de lo primitivo junto con lo que ha
nacido de él por transformación…una porción cuantitativa de una actitud, de una moción
pulsional, se ha conservado inmutada, mientras que otra ha experimentado el ulterior
desarrollo”6
. Si bien se observa cierta ambigüedad en cuanto a la referencia de lo que supondría
lo primitivo en lo pulsional y en porque considerar tal concepto como límite, si acaso algo ya
inserto o algo adquirido, una apreciación nos impulsa a creer que el hecho de plantear la
preservación junto a la trasformación que implica la interacción y el desarrollo posterior,
remiten a factores que no enmarcan a la pulsión en el rango de lo innato, sino por el contrario
que el rasgo de lo adquirido es el determinante y el factor que enmarca la pulsión. El hecho de
una incidencia externa que actúa sobre la psique trasforma la óptica que pueda tenerse sobre el
carácter de similitud de los conceptos, pues lo instintivo está enteramente ligado al patrimonio
de antemano poseído por los sujetos a nivel “mental”, en el caso particular que trabaja nuestro
intelectual.
Una apreciación más “técnica” o especialista, fruto del conocimiento a profundidad tanto de la
disciplina como de las concepciones de Freud, sostiene “la concepción freudiana de la pulsión
conduce al desmantelamiento de la noción clásica de instinto, y ello en dos direcciones
opuestas. Por una parte, el concepto <pulsión parcial> subraya la idea de que la pulsión
sexual existe al principio en estado <polimorfo> y tiende principalmente a la supresión de la
tensión a nivel de la fuente corporal; que, en la historia del sujeto, se liga a representantes que
especifican el objeto y el modo de satisfacción: el empuje interno, al principio indeterminado,
experimentara un destino que le confiere rasgos altamente individualizados. Pero, por otra
parte, Freud, lejos de postular, como fácilmente tienden a hacer los teóricos del instinto,
5
. Laplanche Jean, Pontalis Jean Bertrand “Diccionario de Psicoanálisis”, Editorial Paidos, Barcelona 1996 Pág.
238
6
. Freud, Sigmund “el Malestar en la Cultura”, 1932, Editorial AMORRORTU, Buenos Aires Argentina 1990.
Obras completas de Sigmund Freud, volumen 21, Cap. I
11
12. detrás de cada tipo de actividad, la correspondiente fuerza biológica, introduce el conjunto de
las manifestaciones pulsionales dentro de una sola gran oposición fundamental, tomada de la
tradición mítica: oposición entre Hambre y el Amor, y más tarde entre el Amor y la
Discordia”7
. Dicha evaluación lo que en definitiva sostiene, como argumentación que
controvierte la existencia de elementos que podrían hacer creíble la equiparación mencionada,
para el caso de la pulsión sexual, es que la condición de “poliformidad” de alguna manera le
extrae el rasgo de innato, de inherente a la condición mental. Por cuando de serlo, el objeto
sexuado genital no variaría, sino que siempre seríia igual en todos los sujetos, de igual manera
invariable en el mismo individuo. Cosa que no es así como lo observan las distintas tendencias
sexuales cuyo objeto no implica lo genital simplemente, sino formas diversas de representar
dicha “tendencia” de los sujetos. Además de lo anterior le resta el factor de correspondencia,
por cuanto este factor limita la acción de “descarga” a un solo tipo de estimulo, y ello de alguna
manera limita las posibilidades de desarrollo o acción de la pulsión por cuanto si el estimulo no
es equiparable al “estimulo matriz” se cancela la posibilidades de ejecución de una respuesta, lo
que restringe altamente la pulsión como consecuencia de la necesidad de identificación por
parte de los estímulos, y ello no se da necesariamente.
Para los objetantes, Freud pasa por alto la fisiología humana en el desarrollo psicológico, en
tanto que por ejemplo el sistema linfático y su producción hormonal proveen condiciones de
acción a los sujetos. Sin embargo dicha observación no tiene en cuenta aspectos importantes de
la concepción de pulsión que se plantea en Freud, dado que como lo exponía anteriormente, lo
Psíquico está ligado a lo somático, con lo que se desmentiría tal apreciación, porque dentro de
lo somático está incluidos dichos aspectos fisiológicos estrechamente ligados al desarrollo
“mental”. Lo que implica una condición de necesaria correspondencia entre mente y cuerpo, en
tanto que para nuestro autor no existe una distinción excluyente, aunque si bien existen dos
“entidades” diferenciables, las mismas son dependientes necesariamente la una de la otra
porque lo mental en Freud es posible a partir de unos fenómenos fisiológicos al interior de un
organismos llamado hombre, y no de forma independiente.
Como lo venimos mostrando la tendencia a suponer que el concepto pulsión es el mismo de
instinto, parte de errores de apreciación básicos en la estructura conceptual del psicoanálisis. Lo
7
. Laplanche Jean, Pontalis Jean Bertrand “Diccionario de Psicoanálisis”, Editorial Paidos, Barcelona 1996 Pág.
326-327. las cursivas son mías.
12
13. que nos obliga a precisar con mayores detalles esta cuestión, aunque no sea la que nos convoca,
por ello en aras de una mayor claridad textual, para tal propósito el contraste entre
“significaciones” textuales será una herramienta a tener en cuenta al fin que pretendemos. En
esa medida encontramos que en un diccionario básico se sostiene comúnmente sobre la pulsión
que “(Del Lat.; tardío, pulsío, -onis)… es la energía psíquica profunda que orienta el
comportamiento hacia un fin y se descarga al conseguirlo”8
. Dicha definición vaga no aporta
los elementos suficientes como para sobreponer tal obstáculo, basta con observar que la
afirmación “energía psíquica profunda” puede llegar a comprenderse o interpretarse como algo
inserto en la psique de los sujetos, toda vez que nos dice es la que “orienta el comportamiento”,
con lo que nos encontramos en el mismo punto y con un referente que puede contribuir a la
confusión. La oscuridad tiene como fuente, la equiparación que se hace al concepto de pulsión
dentro de las traducciones que se hacen termino alemán Trieb, el cual es el termino preciso del
que se sirve Freud para indicar el fenómeno mental que consideramos, sin embargo a pesar de
la significación especifica que este posee y de la cual se sirve Freud para representar con dicho
termino especifico, este significante suele sufrir trasformación cuando se hace uso de la
traducción de otras lenguas, para las cuales el termino en mención no tienen un equivalente
conceptual que indique o refiera la tesis especifica freudiana, y ello desemboca en suponer
equiparables conceptos que poseen diferencias que además de hacerlos específicos los
distancian sustancialmente en la puesta en escena de lo mental.
Para rebasar tal meollo se hace necesario la orientación más precisa de un especialista en tales
cuestiones, para dicho propósito retomamos el texto diccionario sobre Psicoanálisis de Pontalis.
En él encontramos como primer componente de acceso para la definición de pulsión, el que
plantea los diferentes términos que utiliza ciertas lenguas para traducir el concepto mencionado.
Desde esta confrontación encontramos que, para algunas lenguas, la palabra pulsión traduce
como instinto, como es el caso del ingleés, que traduce instinct y el italiano que también
traduce instinto. ¿Que implicaciones tiene ello? Podría suponerse que ninguna, sin embargo las
cosas cambian cuando –como vemos en la confusión que genera la utilización de un término
como instinto por pulsión- son tomados estos términos de la traducción hecha a estas lenguas.
Consecuentemente la referencia no será la misma, dado que la traducción que se hace al
8
. Diccionario digital Encarta. Si bien la referencia al diccionario digital en cuestión parece poco seria, y de escaso
valor académico. Ella responde al propósito específico de mostrar como un diccionario cualquiera incurre en
errores o mal interpretaciones conceptuales en torno a los conceptos de pulsión e instinto, que contribuyen a
construir suposiciones que oscurecen las verdaderas dimensiones intelectuales del trabajo.
13
14. castellano usa como traducción un término similar, por cuanto esta es una palabra de cognado,
esta emparentada en su forma lingüística en tanto que la similitud en ambas lenguas es mas
bastante explicita. Tal similitudes, más claras en lenguas afines al castellano como son las
“romances” contribuyen, como ya se mencionaba, a crear las dificultades semánticas, sin
embargo para precisar Pontalis nos dice que “desde el punto de vista terminológico, el termino
<<pulsión>> fue introducido en las traducciones de Freud como equivalente al alemán Trieb.
Las traducciones francesas utilizan la palabra pulsión, para evitar las implicaciones de términos
de uso más antiguo, como <<instinto>> y tendencia. Este convenio no ha sido siempre
respetado, a pesar de estar justificado”9
. Lo anterior aunque nos indique la presencia de una
convención del lenguaje poco respetada, no le resta su rasgo de indispensable, no solo por la
especificidad vocálica de los términos sino también por la semántica. Por cuanto poseen
diferencias marcadas a nivel conceptual, como lo señala la explicación de Pontalis, que hace
que no deban confundirse, porque de ahí que su diferenciación sirva para subsanar las dudas
que pueda acarrear una traducción e interpretación subsiguiente. Porque además en la lengua
originaria de los textos, el termino Instinkt existe como equiparable de nuestro termino instinto.
Sin embargo, el término que considera Freud es el de Trieb por el valor significativo que
representa dicho concepto, por cuanto “En la lengua alemana existen las dos palabras Instinkt y
Trieb. El termino Trieb es de raíz germánica, se utiliza desde muy antiguo y sigue conservando
el matiz de empuje (treiben = empujar); el acento recae menos en una finalidad precisa que en
una orientación general, y subraya el carácter irreprensible del empuje más que la fijeza del fin
y del objeto. Algunos autores emplean, al parecer, indistintamente los términos Instinkt y
Trieb (a); otos parecen efectuar una distinción implícita, reservando Instinkt para designar por
ejemplo en Zoología, un comportamiento hereditariamente fijado y que aparece en una forma
idéntica en todos los individuos de una misma especie”10
y ello es significativo a la hora de
considerar el valor significativo del concepto, lo cual fue tenido en cuenta por Freud cuando
construyo sus tesis y es utilizado diferenciadamente en él. Pues como lo atestigua Pontalis “en
Freud, se encuentra ambos términos con acepciones claramente distintas. Cuando Freud habla
de Instinkt, es para calificar un comportamiento animal fijado por herencia, característicos de
la especie, PRE-formado en su desenvolvimiento y adaptado a su objeto”11
la anterior
afirmación da cuenta de la manifiesta distinción existente en la conceptualización freudiana en
9
. Laplanche Jean, Pontalis Jean Bertrand “Diccionario de Psicoanálisis”, Editorial Paidos, Barcelona 1996 Pág.
324.
10
. Ibídem Pág. 324
11
. Ibídem. Pág. 324
14
15. torno a los conceptos mencionados, lo que nos invita a proceder de la misma manera en el uso
que hagamos de los mismos, en procura de evadir problemas que no tendrían porque darse a la
luz de una diferenciación conceptual tacita y explicita dentro del pensamiento de nuestro autor.
El segundo elemento a tomar - que resulta valioso, ya enunciado someramente, para avanzar y
superar la problemática en cuestión, parte de la conceptualización puntual, que Pontalis hace
del concepto citado. Ésta expone que el concepto señala un “proceso dinámico consistente en
un empuje (carga energética, factor de motilidad) que hace tender al organismo hacia un fin”,
tal dinamismo nos refiere o nos señala el factor cambiante de la pulsión, en contraposición con
la dinámica estática del instinto donde siempre el organismo responderá de maneras similares
ante los estímulos no alterados, para este caso los diversos estímulos están “alimentando”
reacciones que no siempre serán las mismas, por consiguiente amplia el marco de referencia a
las fuentes que movilizan la descarga energética mental. Retomando a Freud, esta se
caracterizaría porque “una pulsión tiene su fuente en una excitación corporal (estado de
tensión); su fin es suprimir el estado de tensión que reina en la fuente pulsional; gracias al
objeto, la pulsión puede alcanzar su fin”12
el elemento determinante es externo, de ahí que si
bien existe una gran dependencia del factor interior tanto pulsional como instintivo, ésta recibe
el mayor factor de acción del exterior. Aunque la expresión “orientación general” puede
considerarse ambigua, como consecuencia de la ausencia de una puntualización que determine
específicamente el valor energético que moviliza , más cuando se hace acento en que no es el
fin y el objeto los que son los determinantes. El “objeto” como elemento que permite alcanzar
el fin pulsional, sin ser éste el elemento necesariamente concluyente tiene un valor substancial,
que no puede menospreciarse ni dejarse de tener en cuenta, porque éste forma parte de los tipos
de excitación externa, que junto a los elementos de excitación interna construyen la fuente de
movilidad psíquica. Otro elemento que no puede descartarse es el de empuje, en tanto que éste
término posee en la conceptualización sobre la pulsión, un valor “cuantitativo económico” que
guía la misma en tanto que es una “exigencia de trabajo impuesta al aparato Psíquico”13
, el
empuje hace referencia a una energía que moviliza, que influye al individuo hacia un propósito
x, de donde se deriva que el acento refiere a la carga motora que introduce dicha operación, por
algo resulta siendo cuantitativamente económica, aun con las dificultades que representa
presentar una energía de este tipo, bajo una condición que cuantifica algo incuantificable.
12
. Ibídem Pág. 324. las cursivas y el remarcado se retomaron tal cual aparece en el texto.
13
. Ibídem Pág. 325. tomada de un texto de Freud.
15
16. “Empuje” y “Objeto” se constituyen de este modo en dos elementos constitutivos de la
conceptualización pulsional que revisten una importancia elevada en la construcción de la tesis
que hace nuestro autor de estas energías mentales. Ambos elementos proporcionan los límites
que permiten determinar cómo mayor precisión el valor conceptual que pretendía al autor
particularizar y diferenciar, respecto a aquella otra energía anímica denominada instintiva.
Estos elementos nos permiten vislumbra las características que nos admiten diferenciar instinto
de pulsión, como dos conceptos con cargas conceptuales propias, que apuntan a unos
referentes diferentes, pero por sobre todo que responden a intenciones significativas
diferenciables en fenómenos y respuestas psíquicas disímiles.
2. Un Repaso por la Historia de la Conceptualización Pulsional de Agresividad y/o
Violencia freudiana
Para dar por terminado el asunto de puntualización conceptual, no está de sobra examinar, a si
sea someramente, como la concepción de la agresividad y/o violencia se introducen en el
trabajo intelectual de Freud. En síntesis, como dicho concepto, logro salir de la idea según la
cual se presentaba como una carga adicional de otras expresiones pulsionales, bajo lo que
podría denominarse un rango de accesorio. Para presentarse como una pulsión especifica, con
unas características que la diferencian y definen como una pulsión particular. Y junto a ello
examinar si dicha trasformación teórica esta fuertemente influida por unos eventos
sobresalientes, para la hora que dicha trasformación se da, o si solo son otros sucesos más sin
importancia.
En el anterior sentido, vale la pena señalar que, la introducción del concepto “pulsión” tiene sus
antecedentes en el trabajo sobre la sexualidad titulado “tTres ensayos sobre la teoría sexual” de
1905. Dicho texto se ocupa de mostrarnos “… la distinción que Freud establece muy pronto
entre dos tipos de excitación (Reiz) a los que se halla sometido el organismo y que debe
descargar según el principio de constancia*. Junto a las excitaciones externas, de las que el
sujeto puede huir o protegerse, existen fuentes internas que aportan constantemente un flujo de
excitación al cual el organismo no puede escapar y que construye el resorte del funcionamiento
del aparato psíquico…Así, pues, el concepto freudiano de la pulsión se establece en la
descripción de la sexualidad humana”14
. Las anteriores apreciaciones primarias, revelen la
14
. Ibídem Pág. 325
16
17. existencia, para nuestro pensador, de unas fuerzas o energías anímicas que no solo comprenden
lo instintivo, sino que responden a otras dinámicas diferentes a las que señala tal expresión
psíquica, que si bien para la época se restringían a lo sexual, permitían observar una tendencia a
ampliarse a otras energías anímicas. Y que por tanto revelan la necesidad de apreciar dichas
energías bajo otra construcción conceptual, más adecuada a las nuevas observaciones y las
conclusiones que permitieron inferir.
¿Esta apreciación implicó alguna modificación en las investigaciones de Freud? La respuesta es
afirmativa, y ello por cuanto involucro no solo ver desde otra óptica la “naturaleza” de la
energía psíquica de los sujetos. También requirió una metodología que permitiera observar a
estas fuerzas anímicas con suma atención y cautela, dado lo intrincado que resultan tales
procesos, en virtud a los caminos que transitan tanto en su constitución como en su desarrollo.
Porque lo dual de las excitaciones constituye o estructura formas anímicas diferentes a las que
solo se constituirían en la experimentación de una sola excitación, bien sea esta interna o
externa. Nos encontramos entonces en una primera etapa la introducción de la noción de
pulsión sin que esto haya significado también introducir las pulsiones destructivas al mismo
tiempo.
No obstante la introducción de la noción pulsional en esta primer etapa intelectual, para la cual
todavía no había espacio para la agresividad y/o la violencia como pulsión, por otra parte, y
aunque no ligado estrictamente a lo anterior, lo enunciado líneas atrás, nos muestra como dicha
concepción responde tanto a un proceso de maduración conceptual de corte “progresivo”, como
a la necesidad de sobrepasar los límites que le imponía el concepto del instinto. Estas
respuestas tanto metodológicas como conceptuales son motivadas en una primera instancia en
las observaciones e hipótesis subsecuentes sobre la actividad sexual de los individuos,
primordialmente en aquellos que mostraron manifestaciones sexuales no ajustadas a la
“normalidad”. Porque en éstas manifestaciones comportamentales se observaba un
distanciamiento de la actividad sexual de lo meramente genital -distanciamiento que no se
daría de ser estrictamente instintiva la respuesta que manifestarían los sujetos para este tipo de
estimulación o excitación. Y como vemos, tales respuestas se manifestaban de formas diversas,
en otro tipo de relaciones, con objetos variados y con imaginarios “atípicos”, como lo
atestiguan las diferentes preferencias sexuales de los distintos individuos, que desbordan lo
17
18. meramente genital. Este aspecto es ampliamente tratado en el texto “tres ensayos sobre
sexualidad”.
Como ya lo mencionaba, Freud a partir de tales apreciaciones, nos ubica ante un concepto que
se sobrepone a los límites del instinto, en virtud a que él abarca aquellas manifestaciones que
no tienen cabida en los límites que somete el concepto del instinto, y que por tanto requerían
de un marco más amplio que las incluya, y dicho marco lo constituye la pulsión. La apreciación
de la verdadera dimensión de las excitaciones, proporciono los elementos que permiten la
escapatoria, a los dilemas que incurría las observaciones que concluían desarrollo psíquico
desde lo meramente fisiológico o desde lo meramente mental de forma excluyente.
Sin embargo la adhesión de Freud al concepto de pulsión en una primera etapa, estaba marcado
porque su decisión solo abarca a las pulsiones de corte sexual y de auto conservación. En esta
primera etapa, no existen las consideraciones que planteen la pulsión de destrucción o de
agresividad o violencia, bajo los criterios de una pulsión diferenciada. Es posteriormente que
éste adoptara tal conceptualización para la pulsión de destrucción y con ello para la agresividad
y/o violencia. Y ello aun cuando ya existían antecedentes de otros trabajos que ya postulaban
tal manifestación anímica como pulsión.
Freud en los primeros trabajos donde exhibe las tesis del concepto pulsional, se resiste a ver en
la agresividad una expresión de este tipo, y más bien la asocia a otras pulsiones bajo un rasgo
dependiente. Como lo manifiesta explícitamente en una de sus primeras apreciaciones sobre
este respecto “no puedo decidirme a admitir la existencia, junto a las pulsiones de auto
conservación y a las pulsiones sexuales, que conocemos bien, y al mismo nivel que ellas de una
pulsión agresiva especial”15
refiriendo con “especial” a particular a diferenciable, como las
otras pulsiones que ya se esbozaban o se postulaban como tal. Lo anterior muestra una primera
postura con respecto a la pulsión mencionada, y la ves sentaba posición respecto a quien
podríamos llamar, el precursor de tal apreciación, Alfred Adler. El cual en una conferencia en
junio de 1908, en una de las “sesiones de los miércoles” (grupo de discusión hebdomandario
que reunía en torno a Freud a sus primeros fieles), conferencia publicada en la revista Des
Fortschritte der Medizin. Había sostenido tal tesis en el escrito inicialmente titulado “El
sadismo en la vida y en la neurosis”. Donde básicamente Adler sostenía que el sadismo es una
15
. Ibídem. Pág. 327
18
19. muestra del “entrecruzamiento” de las pulsiones de agresiones con la pulsión sexual, acción
que se realiza entre dos fuerzas análogas, si se quiere ver, dos fuerzas análogas
“energéticamente”.
Este primer acercamiento de Freud a la pulsión de agresividad y/o de violencia, está marcado
por apreciar en ésta, no una expresión pulsional independiente, sino por considerar dicha
expresión anímica como parte de la libido. Al respecto dirá “Me parece que Adler ha puesto
erróneamente como hipóstasis de una pulsión especial lo que es un atributo universal e
indispensable de todas las pulsiones, justamente su carácter “pulsional”, impulsivo, lo que
podemos describir como la capacidad de poner en marcha la motricidad”16
y continua
apreciando y señalando el porqué de estimar accesoriamente el papel de la agresividad “De las
otras pulsiones no quedaría entonces nada más que su referencia a una cierta meta, puesto que
su relaciones con los medios para alcanzarla habrían sido sustraídas por la ‘pulsión agresiva’”17
Freud observa a través de esta primeras afirmaciones, que la agresividad es el combustible o lo
que moviliza las pulsiones, por ello el carácter accesorio de la misma, lo que no implica
secundario, vale la salvedad, porque –en las primeras apreciaciones sobre esta energía- en ésta
radica la fuerza que permite a las pulsiones alcanzar sus objetos de satisfacción. Lo anterior
suponía, que si a las pulsiones se les sustraía el motor que las impulsaba, en este caso para
Freud es la agresividad, se las sometía a la inmovilidad a la falta de acción y entonces ¿Dónde
queda su papel dentro del aparato anímico? O mejor aun ¿Qué movilizara el resto de pulsiones?
Se lee que para Freud ello implicaría dejar sin fuerzas a las pulsiones, que él y otros ya habían
adoptado como tales, por las características que suponían las hacían que fueran tal cosa, entre
ellas la fuerza que impulsa a la consecución de una meta. Como se observa el asunto no era
menor, no era cuestión de simplemente elevar al rango de pulsión una manifestación anímica
particular, era también considerar que si se le sustraía, lo que para el entonces se consideraba,
generaba la movilidad, éstas quedarían condenadas a la inmovilidad y por ende a la inutilidad,
tanto funcional como conceptual. Por tanto implicaba nada menos que reestructurar
substancialmente, toda la teoría que se había construido a partir de los conceptos de pulsión.
En la línea de los primeros acercamientos, continuara sosteniendo “a pesar de toda la
incertidumbre y de toda la oscuridad de nuestra teoría de las pulsiones, prefiero atenerme
16
. Kaufmann Pierre, director, “Elemento Para una Enciclopedia de Psicoanálisis; El aporte freudiano”, Editorial
Paidos, Buenos Aires Argentina 1996. Pág. 43
17
. Ibídem. Pág. 43
19
20. provisionalmente a nuestra concepción actual, que deja a cada pulsión su propia facultad de
convertirse en agresiva”18
no es abusivo deducir, que en esta primer etapa, para Freud resulto
cuestión de pragmatismo, adoptar tal posición, y ¿Por qué de pragmatismo? Pues porque en la
precariedad aun de las investigaciones y de los subsecuentes elementos que permitan
vislumbran un panorama claro al respecto, opto por transitar los caminos ya elaborados, eso si
reconociendo las reservas que se deben tener por los mismos motivos. De ahí que si bien tal
estado, en apariencia, no deja observar la posibilidad de transitar hacia otra postura, aun cuando
existe en la anterior afirmación un énfasis en lo provisional de las evaluaciones que se adoptan.
No obstante, el rasgo de “obscuridad” dejar ver la posibilidad futura –con respecto a él- de
trasformar cualquier apreciación al respecto.
De igual manera la pulsión en cuestión, anterior a estos intelectuales ya había formado parte de
debates, claro que no en los términos propios de la disciplina del tiempo de nuestro pensador,
pero si en lecturas o acercamientos intuitivos sobre una antropología que les permitiera elaborar
unas tesis sobre el más adecuado ordenamiento social y político. Tales discusiones si bien lo
hacían más en términos morales, como consecuencia del aun papel preponderante de las ideas
religiosas, llevaban consigo una preocupación latente por la naturaleza de los comportamientos
humanos, pues si atendemos a la afirmación “el hombre es bueno por naturaleza o si es la
sociedad la que lo corrompe” afirmación típica del naturalismo de la época y atribuida a
Rousseau, se observa la tendencia a suponer al hombre bajo unos criterios que excluyen los
rasgos violentos de éste. Independientemente de la polémica si es una lectura adecuada o no de
los postulados de pensador anteriormente citado, como consecuencia de no haber encontrado el
punto especifico de donde suele citarse la anterior afirmación, la idea de sustraer al hombre las
características que se suponen a éste como un ser carente de “maldad” fueron el común
denominador hasta hace poco. Al igual que la otra tendencia a suponer que el proceso cultural
sustrae los rasgos “negativos” o “destructivos”. Estas y otras discusiones similares son el
epicentro de la reflexión de otros pensadores como Hobbes o como Kant, entre otros, que hacen
unos acercamientos a los rasgos del comportamiento humano.
A pesar de las diferencias en el enfoque en que se aborda dicha cuestión, Freud también entra a
participar en dicho debate, aunque en ese primer acercamiento solo haya sido de forma
periférica, en tanto que sus tesis no se proponen en términos morales, que es como se plantea la
18
. Ibídem. Pág. 43
20
21. discusión para cierto sector de los ilustrados, en la idea de una agresividad extra o por fuera de
la “humanidad” y por tanto mala si se encuentra o manifiesta en alguien. La anterior
apreciación es comprensible si se observa el valor que adquiere, para el contexto de la época,
los logros científico y técnico. Tal reestructuración es paradigmática porque logra que los frutos
alcanzados por éstas alcancen a ser criterios análogos a los morales.
Lo sobresaliente sin embargo, es que para estas discusiones, ya se consideraba la agresividad,
como un rasgo sin el cual no puede pensarse al hombre. No obstante que dicho acercamiento se
halla hecho bajo el manto del desarrollo de otras tesis diversas, en esa medida, resulta revelador
el papel que juega la agresividad en el imaginario sobre el hombre. Independientemente de las
diferencias respecto a la perspectiva desde donde se aborda dicha cuestión, nuestro pensador,
podríamos reiterarlo con cierta moderación y reserva, también entra a participar, de algún modo
en dicho debate, al respecto sostendrá “en la historia primordial de la Humanidad domina, en
efecto, la muerte violenta. Todavía hoy, la Historia Universal que nuestros hijos estudian no es,
en lo esencial, más que una serie de asesinatos de pueblos”19
las anteriores palabras explicitan
de forma clara, el papel que ejerce la muerte y la violencia en la historia de la humanidad, papel
que no resulta sin valor o meramente formal. Pues “el pensamiento freudiano se opone a las
consideraciones, hasta entonces universales, que imaginan una humanidad sometida a leyes
divinas y culturales ante las cuáles el hombre sería proclive a la violación; el orden tendría por
función el castigo de esas faltas. En la gran inversión freudiana se afirma que más bien la
humanidad y sus leyes serian el resultado de un crimen original que explicaría la existencia de
los dioses y de las leyes con sus correspondientes castigos”20
el distanciamiento de las
apreciaciones “normales” resulta notorio y significativo, si se aprecia en el marco completo del
aparato conceptual de nuestro pensador. Y si bien éste primer acercamiento, como ya se
mencionaba, solo resultaba de forma periférica, o distante a los términos del debate presentado.
Ya dejaba ver las implicaciones que estaba tomando en la conceptualización freudiana
Es de observar, que para que Freud haya retomado o participado de dicho discusión –así haya
sido de forma accidental- es innegable la incidencia que tiene sobre su pensamiento, la
confrontación bélica a escala global, que se presento en la década de 1910. Pues si bien ya con
19
. Freud Sigmund. Obras completas Vol. 11. Consideraciones Sobre La Guerra y la Muerte. Pág. 2112.
Ediciones Orbis, Buenos Aires Argentina 1993
20
. Oscar Ospina Restrepo. Culpabilidad, Derechos Humanos y Psicoanálisis. Revista Colombiana de
Psicología. Universidad Nacional #7. Pág.208
21
22. anterioridad a dicha guerra, él conoció la tesis de la agresión como una pulsión, es ésta la que
posiblemente, lo induce o lo conduce a tomar dicha línea de pensamiento, como no lo hace ver
el texto anteriormente citado del año 1915, donde parte a considerar una carga “energética”
mental que actúa en los individuos conduciéndolos a procurar la muerte a otros. Dicho
antecedente sentara las bases para luego postular la agresividad como pulsión en un trabajo
posterior, como no lo hace ver la afirmación que hace Pontalis“…a partir de “más allá del
principio del placer” (1920) el término Aggressionstrieb, lo hace dentro del marco de la teoría
dualista de las pulsiones de vida y pulsiones de muerte”21
. De donde se concluye, que no es
mera coincidencia, la opción que toma ante la agresión como pulsión, sino una respuesta ha
unos planteamientos ya analizados con anterioridad, que aunado a las experiencias de la guerra,
generaron las trasformaciones conceptuales que exponemos. Y si bien, es de tener en cuenta
que dicha postura aparece un año posterior a la culminación de esta confrontación armada, aun
con las huellas latentes de dicho proceso. Aun lo anterior, no podemos olvidar que las
consideraciones sobre la agresividad y/o violencia tienen antecedentes anteriores a tal evento,
pero no es descartable la incidencia que el mismo haya ejercido sobre dicho aspecto.
Asimismo, si bien hay quienes opinan que “lo que Freud personalmente lamenta, por encima de
todo, es la perdida de los súbditos de cada nación de su condición de ciudadanos del mundo, de
su derecho de poder desplazarse a sus anchas por todos los países europeos”22
queriendo decir
con ello, que la opción por la que opta, en torno a las pulsiones destructivas, resulta más de la
incomodidad que generaría la guerra, que de las conclusiones que se hayan venido gestando
con anterioridad a la misma, de una incomodidad ante el fracaso que implico al proyecto
cultural de Europa, en el triunfo de los medios bélicos sobre los dialógicos. Sobre esto, nada
concluyente es posible afirmar, no obstante es imposible descartar que la experimentación de
tal situación y sus consecuencias, contribuyeran a que Freud optara por el papel que asumirá la
agresividad en escritos posteriores. Sin embargo mostrada la situación de la anterior manera
resulta reduccionista y hasta simplista, más como no lo muestra el texto elaborado en el furor
de la guerra donde sostiene “los pueblos son representados hasta cierto punto por los Estados
que constituyen, y estos Estados, a su vez, por los gobiernos que los rigen. El ciudadano
individual comprueba con espanto en esta guerra algo que ya vislumbro en la paz; comprueba
21
. Laplanche Jean, Pontalis Jean Bertrand “Diccionario de Psicoanálisis”, Editorial Paidos, Barcelona 1996 Pág.
327
22
. Sampson, Antony. Grupo PRAXIS. “Los Filósofos la Política y la Guerra” Ensayo; “Estado, violencia y guerra
según Freud”. Editorial de la Universidad del Valle, 2002. Pág. 150
22
23. que el Estado ha prohibido al individuo la injusticia, no porque quisiera abolirla, sino porque
pretendía monopolizarla, como el tabaco y la sal.”23
Dándonos da ha entender, que más que una
simple incomodidad ante la perdida de un aspecto sobresaliente en la comunidad Europea de
aquel entonces. Resulta la confirmación de tesis que se estaban madurando con anterioridad,
como ya se había referido líneas atrás. En cuanto a si la guerra es determinante, si la decisión
que asumió el autor fue consecuencia de un accidente o no, no es tema que amerite
profundización, si tenemos presente que es el valor conceptual el que nos llama a trabajar en el
presente texto.
Independientemente de las anteriores consideraciones, lo cierto es que la primer guerra de
carácter global, se convirtió paradójicamente, en una fuente de sufrimientos y desconsuelo, y a
la vez en una especie de gran laboratorio de observación social, psicológico, antropológico,
político etc., que le permitió o le hizo hacer el primer acercamiento a la pulsión que años atrás
la había descartado como tal. Es por ello que no es casual que posterior a tales eventos Freud
reconceptualizara aquella idea de la agresividad como pulsión, idea que anteriormente habían
sufrido resistencia por parte de nuestro autor, sobre la cual tuvo ciertas reservas como lo
señalamos anteriormente. A pesar de lo anteriormente señalado se dice que la “aparición” de la
pulsión agresiva ve la luz para 1920, en lo que supondría el dualismo freudiano, como lo
señala “en 1920, Freud introdujo lo que llego a conocerse como la teoría del dualismo
pulsional y que asigno a la agresión un estatus igual que el de la sexualidad como fuente de la
energía instintiva básica que impulsa los procesos psíquicos”24
. Las apreciaciones de dicha
postura marcaran las subsecuentes tesis planteadas por el autor, y serán la salida a las
objeciones que anteriormente se le plantearon a la idea de la pulsión de agresividad, en cuanto
plantearla en estos términos suponía la sustracción de la energía motora de las pulsiones
consideradas en estos primeros acercamientos conceptuales.
Pero, habría que considerar aunque sea someramente, cuál es el planteamiento que hace Freud
en el texto anteriormente referido, en torno a el tema puntual que tratamos, como para que nos
arroje más elementos de evaluación. En ese sentido, nos encontramos primero con las
23
. Freud Sigmund. Obras completas Vol. 11. Consideraciones Sobre La Guerra y la Muerte. Pág. 2104.
Ediciones Orbis, Buenos Aires Argentina 1993
24
. Stephen A. Mitchell / Margaret J. Black. Traducción de Roberto H. Bernet. “Más allá de Freud; Una Historia
Del Pensamiento Psicoanalítico Moderno”. capitulo; “Sigmund Freud y la tradición psicoanalítica clásica”
Editorial Herder, Barcelona. Pág. 54.
23
24. consideraciones en torno a el principio del placer, referido específicamente a si los sujetos son
expresamente proclives o se inclinan irrestrictamente a la satisfacción de los placeres o si por el
contrario, existen frenos al “interior” de los sujetos que le permiten no estar en función de la
consecución placentera. Estas observaciones, dan pie para postular un estado “tensionante” a
nivel mental, que no solo abarcara estos estado emotivos sino que se abrirá o otros más. En
cuanto a la introducción del estado pulsional dual del que se hacía referencia atrás, éste aparece
tras primero considerar un estado tensionante a nivel biológico, luego un estado de la misma
índole, pero desde la tensión entre las “pulsiones yoicas”, pulsión que reúne a las pulsiones de
muerte, y las “pulsiones sexuales”. Por último planteara como tal, la tensión entre una pulsión
de muerte y una de vida, en palabras de Freud “para empezar, este resultado no estaba en
nuestras intenciones. Más bien hemos partido de una tajante separación entre pulsiones yoicas
=pulsiones de muerte, y pulsiones sexuales =pulsiones de vida. Estábamos ya dispuestos [Cf.
Págs. 39-9] a computar las supuestas pulsiones de autoconservación del yo entre las pulsiones
de muerte, de lo cual posteriormente nos abstuvimos, corrigiéndonos. Nuestra concepción fue
desde el comienzo dualista, y lo es de manera todavía más tajante hoy, cuando hemos dejado
de llamar los opuestos pulsiones yoicas y pulsiones sexuales, para darles el nombre de
pulsiones de vida y pulsiones de muerte”25
lo dicho en estas líneas, sintetiza de alguna manera,
el transito que da la pulsión de muerte a la “independencia”, y en el marco de dicha pulsión, la
pulsión de agresividad y/o violencia.
Por otro lado, volviendo a lo anterior, resulta relativo considerar como un factor negativo, el
evento sobresaliente mencionado atrás. Sobre todo si se tiene en cuenta la carga emotiva con
que pueden estar cargados los juicios de aquellos que la padecieron. También es cierto, como
de alguna manera quedo referido atrás, suministró escenarios de observación que con la
suficiente claridad científica, condujeron a superar las contingencias u obstáculos ante los
juicios de valor de quien en cuerpo propio experimenta este tipo de situaciones. ¿Pero qué fue
lo que incidió, o lo que observo particularmente como para que la agresividad alcanzara el
rango de pulsión? Los mas disiente fue por una parte que “dentro de cada una de estas naciones
se habían prescrito al individuo elevadas normas morales, a las cuales debía ajustar su conducta
si quería participar en la comunidad cultural”26
las cuales habían sucumbido ante unos impulsos
que la “sociedad civilizada” había dado por dominados, no olvidemos el rasgo que había
25
. Freud Sigmund. Más Alla del Principio del Placer. Obras Completas Volumen XVIII. Amorrortu Editores.
Buenos Aires Argentina 1976. Pág. 51-2
26
. Sampsom, Antony. Pág. 2102.
24
25. adoptado el “desarrollo” técnico científico e industrial, en la Comunidad Europea, como
elemento que por un lado era interpretado como aquel que había proporcionado las
herramientas que permitían dejar atrás la “animalidad” , o que por otro, eran síntoma de un
desarrollo posterior a un estado de naturaleza signado por lo anímico. De donde se supone la
racionalidad es la característica primaria del hombre, la característica que desplazó a las otras
manifestaciones anímicas “naturales”.
Lo anterior podría considerarse un primer aspecto, sin embargo, por otra parte, él autor observa
un rasgo, que también se manifestaba en la pulsión sexual; la separación, digamos, del objeto
particular que le permite satisfacción a la pulsión, para este caso el objeto genital.
Específicamente para el caso de la pulsión de agresividad y/o violencia, Freud observa que ésta
no responde únicamente como una respuesta de defensa ante la acometida que colocaba en
peligro la integridad y la supervivencia del individuo -la cual quedaría a salvo con la muerte del
agresor- también esta pulsión responde a la satisfacción ante un objeto diferente, es decir que
en muchos casos responde al placer por la mera muerte, en otras palabras, la pulsión encuentra
placer en causar la muerte de individuos que no representan un peligro a su propia
supervivencia. O porque también ocasiona muertes o destrucción por el placer que deriva de
esta acción.
El rasgo anteriormente expuesto de satisfacción o de respuesta pulsional por fuera de las
situaciones “normales” que lo hagan necesario actuar, hace concluir por una parte la presencia
de la “poliformidad” también en esta pulsión, al igual que en las pulsiones sexuales. Por otro
parte y encadenado al anterior rasgo, la presencia de una trasformación constante en los
estímulos que representan la satisfacción de dichas pulsiones. Ello representa, que
manifestaciones como que “la venganza es un plato que se sirve frío” idea ampliamente
difundida en el argot común, no solo aluden al placer que disfruta quien la realiza, sino que
además sostiene que la intensidad del mismo depende en gran medida, de las formas que se
utilicen para llevarlo a cabo, como la disposición que lleve consigo el perpetrador. De ahí que
cuando encontramos afirmaciones como que “Nada es tan odioso, ni tan odiosamente humano,
como la guerra: lo llamado inhumano justamente es lo más típicamente humano”27
lo que
hacen es manifestar la concordancia con las tesis freudianas de las pulsiones de destrucción, en
27
. Sampsom, Antony. Grupo Praxis. Pág. 143.
25
26. la medida que no excluye estos rasgos propios del de la constitución anímica del hombre y por
tanto de sus comportamientos.
En la anterior idea citada, encontramos una de varias, posturas intelectuales que corroboran las
conclusiones que alcanzo Freud en torno al carácter anímico en cuestión. Junto a ello, también
se encuentra el proceso de reevaluación de aquellas tesis antropologías, psicológicas y demás,
de corte positivas, no solo porque descartaron el rasgo agresivo de el hombre, sino porque ellas
han mostrado ser el resultado de observaciones parciales, como consecuencia de una posición
de corte dogmático religioso, poco o nada fundamentado en la observación y análisis de las
situaciones dadas. Sobre las consideraciones que en este apartado abordamos podemos
concluir, sosteniendo que en nuestro autor no estuvo exento de la incidencia contextual y
conceptual del marco histórico donde se encontró, sin embargo no fue menor la respuesta que
este proporciono ante el reto intelectual que vivió.
3. TRAS UNA SEGUNDA CLARIDAD CONCEPTUAL
Aclarados ciertos pormenores de temas subsidiarios, se hace pertinente concentrarnos en la
tarea cardinal que nos trazamos líneas atrás; lograr la claridad conceptual en torno al los
conceptos de agresividad y violencia, distinguiendo, si los planteamientos del autor lo permiten,
entre cada uno de ellos su valor conceptual. Tarea oportuna, no solo porque sobre este punto se
entablen objeciones, sino porque además, resulta esclarecedor para el constructo teórico de
Freud, puntualizar sobre estos aspectos cardinales.
3.1. Primeros Aspectos Metodológicos
Es significativo señalar que para Freud existieron dos “sujetos” a observar -y no uno solo como
podría concluirse de la creencia de que las investigaciones sobre la “mente” solo se hacen sobre
agentes particulares- a saber un sujeto “colectivo” y otro “individual”. En tanto que se hizo
innegable, la relevancia que cobra la Psicología colectiva cuando se observan acciones
desarrolladas por colectivos humanos, caracterizadas por la uniformidad de criterios de quienes
las llevan a cabo o las ejecutan. Esa particularidad le permite a dicho “sujeto”, presentarse
como un objeto de investigación que establece sus propias dinámicas, análogamente a como
sucede en el individuo. Por ello las afirmaciones que toman a la agresividad como pulsión, son
consideradas tanto desde el marco de la Psicología individual así como también desde el marco
de una Psicología colectiva o de masas. Y contrario a lo que podría pensarse, no es el sujeto
colectivo el eventual “producto” de la consolidación de individualidades, en núcleos más
26
27. numerosos. Es a la inversa, el sujeto psicológico individual es el que se constituye posterior al
de la masa, consolidándose éste como un desarrollo “evolutivo” de la psicología, en la medida
que permite a un individuo escindirse de la masa apropiándose de una constitución propia. Las
anteriores apreciaciones son sustraídas de considerar el acto del parricidio en la horda
primitiva, como un acto que se constituye de independencia ante la masa, de rebelión, toda ves
que esta no había osado cometerlo, y lo presenta Freud de la siguiente manera “Fue tal vez por
esa época que la privación añorante movió a un individuo a separarse de la masa y asumir el
papel del padre. El que lo hizo fue el primer poeta épico, y ese progreso se consumó en su
fantasía. El poeta presentó la realidad bajo una luz mentiros, en el sentido de la añoranza.
Invento el mito heroico. Héroe fue el que había matado, él solo, al padre (el que en el mito
aparecía todavía como mostró totémico)” y líneas más adelantes define “el mito es, por tanto,
aquel paso con que el individuo se sale de la psicología de masa…en el fondo, este héroe no es
otro que él mismo”28
y aunque quizás las consideraciones referentes a cual de las dos
psicologías se constituyo primero, pueden no ser relevantes, se hace pertinente aclarar dicho
aspecto, en virtud, de que si es notable definir que es lo que consideraría Freud como un
aspecto evolutivo importante en este problema particular, si la constitución de una masa, o la
que lograría un individuo con respecto a está. A ese respecto, lo que se logra apreciar es que es
el evento de constitución de una psicología individual, el que se constituye como un hecho
positivo, un hecho que marca unas pautas valoradas como un alcance a favor, tanto por las
nuevas condiciones que plantea la independencia de el individuo, como porque representa
escenarios mentales que si bien, para nuestro pensador se presentan con grandes similitudes,
también representa toda una “problemática” interesante independientemente, por las
consecuencias que implica para cada uno, la retroalimentación posterior a su constitución, así
como por el génesis que le permitió dar dicho paso.
Pero ¿Cómo hace esto? ¿Este salto resulta útil o simplemente es un salto metodológico poco
importante? Una primera observación, tendería a suponer un procedimiento divagante y hasta
equivoco en el trabajo de Freud, si se toma en cuenta que esté (éste?) desarrolló el mismo
trabajo, sobre los aspectos de la psiqueé (ojo que aquí no dice mente!), en individuos tomados
aisladamente. Sin embargo lo anterior no hace justicia a la conceptualización freudiana, pues si
bien las contingencias profesionales del pensador hicieron inviable tomar en su lugar de trabajo
28
. Sigmund Freud. La Psicología de las Masas”. Obras Completas Vol. XVIII. Amorrortu Editores. Buenos
Aires Argentina 1976. Pág. 128-129.
27
28. a una comunidad entera, con el ánimo de desarrollar las investigaciones de la psiquepsiqué. No
por ello es excluyente un trabajo investigativo que traspasa los límites de la mente del
individuo, por cuanto las tesis a este respecto no son solo es el resultado de la “sumatoria” de
mentes individuales, sino la observación de unos patrones de conducta grupal que hace posible
encaminar la labor desde estos términos. En la introducción al texto “La Psicología de las
Masas” esta cuestión se presenta así “la oposición entre psicología individual y psicología
social o de masas, pierde parte de su nitidez si se considera más a fondo. Es verdad que la
psicología individual se ciñe al ser humano singular y estudia los caminos por los cuales busca
alcanzar satisfacción de sus mociones pulsionales. Pero solo rara vez, bajo determinadas
condiciones de excepción, puede prescindir de los vínculos de este con los otros” 29
. En esa
medida no solo resulta un cambio en las cantidades de “mentes” que se analizan, sino además
un giro metodológico que necesario dadas las condiciones donde la mente llega a
“concretarse”. Además expone la estrecha relación entre individuo y colectividad y la
imposibilidad de hablar de una psicología del primero, si no se consideran las condiciones que
provee las dinámicas colectivas. Por tanto, La estrecha relación que se establece entre ambos
estadios, resulta no solo evidente, a la luz de la observación detallada, sino alcanza aspectos
de necesidad en razón de sus particularidades. En esa medida tal realidad se refrenda en
procesos tan cuestionados como el de “Identidad”, que más que una cuestión de exclusividad de
política, son también el resultado de unos procesos anímicos concretos, observables en los
distintos pasos de los grupos humanos en sus disparejas dinámicas, por cuanto “cada individuo
es miembro de muchas masas, tiene múltiples ligazones de identificación y ha edificado su
ideal de yo según los más diversos modelos. Cada individuo participa, así, del alma de muchas
masas: su raza, su estamento, su comunidad de credo, su comunidad estatal, etc.”30
. Por tanto
son distintos procesos de identificación como diferentes las identidades que se componen en
una comunidad particular, en razón de no ser unívocos los heterogéneos procesos encaminados
por los grupos humanos.
La consideración de la psicología colectiva por tanto no es solo un salto cuantitativo sino
cualitativo, como se observo de la anterior afirmación tomada a Freud, y ciertamente refrenda
en la idea de integralidad e interrelaciones de las vidas anímicas, pues es solo a partir de este
tipo de consideraciones que cobra sentido el paso dado, en tanto que no solo se consideran la
sumatoria de sujetos sino la incidencia de ellos entre sí, y de las colectividades entre ellas.
29
Sigmund Freud. La Psicología de las Masas”. Obras Completas Vol. XVIII. Amorrortu Editores. Buenos
Aires Argentina 1976. Pág. 67.
30
. Ibídem Pág. 122
28
29. Pero ¿Qué hace posible que esto se de así? ¿Qué energías anímicas trabajan para que el
colectivo se concrete? Las anteriores consideraciones se hace pertinentes abordarlas, a si sea de
forma escueta, porque brindan elementos complementarios que trabajan para comprender,
quizás mejor el fenómeno de la pulsión que nos concentra. Al respecto es claro marcar que
Freud no señala un solo elemento, como el que brinda las posibilidades de cohesión, por
nombrar uno esta el de la “Identificación”. Sin embargo, para éste hay uno que representa ser
más significativo, y ese resulta ser el sentimiento de amor, pero no cualquier tipo de amor, sino
uno especial, uno de tipo libidinoso con meta inhibida. Al respecto sostendrá “Es interesante
ver que justamente las aspiraciones sexuales de meta inhibida logren crear las ligazones tan
duraderas entre los seres humanos. Pero esto se explica con facilidad por el hecho de que no
son susceptibles de una satisfacción plena, mientras que las aspiraciones sexuales no inhibidas
experimentan, por obra de la descarga, una extraordinaria disminución toda vez que alcanza su
meta. El amor sensual está destinado a extinguirse con la satisfacción; para perdurar tiene que
encontrarse mezclado desde el comienzo con componentes puramente tiernos, vale decir, de
meta inhibida, o sufrir un cambio en ese sentido”31
. Lo anterior clarifica la posición que toma
Freud con respecto al papel que el “amor” tiene en la consolidación de grupos, porque no es el
“Amor al Prójimo” que profesan ciertas confesiones religiosas en sus postulados “idealistas”,
sino aquel que surge del sustrato pulsional de “Eros”. El estatus de dicha energía, radica en la
sublimación que ella permite, y con ello la idealización y el desplazamiento del objeto de
satisfacción. Y es a partir de lo eficiente que logra ser tal proceso, que para Freud resulta
constituirse como el que permite la conformación de masas de una manera que ningún otro lo
logra.
3.2. Segundos Aspectos Metodológicos y Delineamientos de la Estrategia de Apropiación
Conceptual.
Otro aspecto metodológico que se hace necesario abordar y clarificar, tiene que ver con dos
posibles perspectivas de apropiación sobre la conceptualización que nos convoca. Es bueno que
tengamos en cuenta que el problema de la agresividad y/o violencia, habría que abordarlo desde
dos configuraciones o etapas. Y es que para el aspecto especifico de los conceptos de
agresividad y/o violencia, también vale el análisis hecho inicialmente, cuando examinamos los
conceptos de “pulsión” e “instinto” intentando mostrar las diferencias conceptuales que los
distancian o los acercan; en esa medida la primera etapa, se ocupa de la parte semántica,
31
. Ibídem Pág. 109
29
30. particularizando lo que le es propio o define cada término significativamente. Posteriormente,
una segunda etapa abordara, el que resulta ser el aspecto discutible y problemático de la tesis de
la pulsión agresiva; la equiparación, que se supone hace Freud, de los conceptos de agresividad
y violencia, nivelación que supone, alcanza para entenderse que los conceptos en cuestión, en
los escritos freudianos se expresarían sinónima-mente. Un primer acercamiento nos muestra
que dicha objeción, al igual que la referida a la pulsión y el instinto -y que tocamos
anteriormente, concuerdan en presentar el problema en términos semánticos, ello se sustenta,
porque al igual que la temática referida- concentra y otorgan un papel preponderante de las
objeciones al aspecto significativo de los términos mencionados. Lo que significa, que tal
objeción contempla diferencias importantes en la significación y alcance de los términos
expuestos, que de no haber sido tomadas en cuenta por nuestro autor, implicaría una serie de
falencias y huecos a las tesis que el mismo sostiene sobre dicha pulsión.
No obstante los anteriores directrices, no está por demás (se debe ) hacer un acercamiento al
texto sobre el cual se trabajó más enfáticamente en el intento por clarificar conceptual mente la
pulsión en cuestión. Aunque si bien es cierto la bibliográfica del autor en mención es extensa, y
en diferentes segmentos de ella se rastrean nociones que van señalando el trabajo de nuestro
pensador, para cuyo estudio se hace necesario un trabajo mayor al presente. Se opta por tomar
el texto “El Malestar En La Cultura”, porque es en esté donde se exponen más detalladamente
las tesis que nos llaman. Dicho escrito ve la luz, para el periodo final vida de Freud, es por ello
quizás que esté texto logra recoger con mayor claridad los postulados de dicho pensador, o
donde nuestro autor define con mayor precisión la concepción que construyoó en torno a la
pulsión de agresividad y/o violencia. La obra en mención, ve la luz para la década de 1930
(fecha exacta), y en ella recoge las tesis sobre el tema de la pulsión enunciada y recoge además,
otras apreciaciones sobre otros temas relacionados directa o indirectamente.
3.3. Preámbulo al Texto Matriz (mejor referir directamente el título “El malestar…”
Hechas las salvedades pertinentes, resulta útil repasar los otros contenidos temáticos del escrito,
de tal forma que se nos permita desentrañar la estructura del texto y con ello podamos apreciar
con mayor precisión los alcances de los postulados que sustenta nuestro autor. Es importante
señalar que dicho repaso se hace sucinto, en el ánimo de no extendernos demasiado en temas
que requerirían de otro trabajo, porque ellos por si mismos constituyen se constituyen en fuente
de reflexión.
30
31. Básicamente en el texto referido, Freud aborda la problemática anteriormente mencionada
dentro de un marco más amplio, al considerado en otros textos, por ejemplo el texto
“Consideraciones de Actualidad Sobre la Muerte y la Guerra” de 1915, que concuerda
temporalmente con la Primer Guerra Mundial y antecede al escrito “Más allá del Principio del
Placer” de 1920 –texto donde Freud plantea la agresión como pulsión, como lo habíamos
referido anteriormente. Sin embargo el tema de la pulsión que tratamos no es ni el principal, ni
el que da inicio al planteamiento de las tesis. Lo que no significa que este tema se accidental,
pues forma parte de la estructura que le da forma a la tesis central, sobre la cual se hablaráa más
adelante.
Sobre la base de lo anterior, nos encontramos con que, el texto inicialmente trata sobre una
cuestión muy diferente a la aquí se trata, sin embargo este tema subsidiario sirve como pretexto
para empezar a presentar las ideas claves. Específicamente el tema introductorio es el del
origen de la religión, o lo que alguien llamara el sentimiento oceánico. Sobre éste particular se
reflexionara en torno a las condiciones anímicas que posibilitan tal fenómeno, esto se hará en
contraposición a Romain Rolland a quien se le adjudica la idea del sentimiento oceánico32
,
sentimiento que en opinión de Romain, es inherente a la “naturaleza humana”. Analizando el
origen de la religión y confrontando la idea del sentimiento oceánico, es como llega Freud a las
fuentes del sufrimiento, no sin antes considerar lo que en opinión de éste resulta ser las dos
concepciones básicas sobre la felicidad que los individuos sostienen. Es importante exponer
dichas presupuestos conceptuales porque ellos articulan lo que será el siguiente tema del texto.
Resumidamente la concepción de la felicidad intenta responder a consideraciones ya
formuladas por Aristóteles, en la medida que la respuesta por la felicidad intenta responder a la
pregunta por la finalidad que tendría la vida para los hombres, y lo que por medio de ella se
querría alcanzar. Y en esa medida dirá “no es difícil acertar con la respuesta: quieren alcanzar
la dicha, conseguir la felicidad y mantenerla. Esta aspiración tiene dos costados, una meta
positiva y una negativa: por una parte, quieren la ausencia de dolor y de displacer; por la otra,
vivenciar intensos sentimientos de placer”33
a lo cual para Freud supone que dicha búsqueda
32
. Es importante resaltar sobre este aspecto, que Freud no refiere con nombre propio al amigo con quien sostiene la
polémica, sin embargo se hizo esto posible, a partir de una nota pie de página del comentador del texto James
Strachey en colaboración con Anna Freud, quienes citan como fuente una carta de Romain de diciembre 5 de 1927.
33
. Freud Sigmund. “EL MALESTAR EN LA CULTURA” (por qué en mayúsculas?). Obras completas, volumen
21. Editorial Amorrortu. Buenos Aires, Argentina 1990. Pág. 76. las comillas del termino felicidad son del autor .
31
32. pasa por dos caminos diferentes pero no excluyentes, más sin embargo, donde se ha hecho
énfasis en la segunda opción, en los intentos humanos por acercarse al sentimiento de la
felicidad, en la medida que esta asegura grados de satisfacciones mayores a los que proporciona
la simple evasión de las fuentes de sufrimiento. Y dirá líneas posteriores apuntalando lo ya
dicho “lo que en sentido estricto se llama “felicidad” corresponde a la satisfacción más bien
repentina de necesidades retenidas, con alto grado de éxtasis, y por su propia naturaleza sólo es
posible como un fenómeno episódico” lo anterior configura el carácter propio de la noción de
felicidad más apropiado a las condiciones anímicas interpuestas por los sujetos.
Seguidamente al tema de la felicidad le sigue el de las fuentes de sufrimiento, aunque existen
diversas , básicamente son tres las que propone principalmente Freud, y de las cuales se sirve
para utilizarlas como el hilo conductor a partir del cual hace un primer acercamiento a la
pulsión en cuestión. En palabras de él “desde tres lados amenaza el sufrimiento; desde el
cuerpo propio, que, destinado a la ruina y la disolución , no puede prescindir del dolor y la
angustia como señales de alarma; desde el mundo exterior, que puede abatir con fuerzas
hiperpotentes, despiadadas, destructoras; por fin, desde los vínculos con otros seres humanos”34
Seguidamente a partir de la reflexión en torno a la tercer fuente de sufrimiento y la
contradicción que plantea la situación de la organización social, en tanto que es la respuesta a
ciertas limitaciones de los individuos y a la vez la que origina unos estadios anímicos de
“dolor”, Freud considera por una parte los orígenes de la moral tanto individual como colectiva
– esta segunda presupuestada en los lineamientos éticos- por la otra parte el mismo considera
las tensiones anímicas de los distintos individuos al interior de la organización social.
Es importante llamar la atención sobre un hecho que puede considerarse como fútil, no obstante
resulta importante resaltar el reconocimiento que hace el autor sobre dichas consideraciones, en
tanto que dichas observaciones tienen la particularidad de ser (redacción) y de haber sido tema
ampliamente tratado, pues “en ninguno de mis trabajos he tenido como en este la sensación de
exponer cosas archisabidas, gastar papel y tinta, y hacer trabajar al tipógrafo y al impresor
meramente para referir cosas triviales”35
lo anterior refleja el reconocimiento expliícito, de que
no es él, quien inaugura dichas reflexiones, sino que ellas son tema de discusión de la
humanidad entera, de lo que común mente suele llamarse el sentido común, patrimonio que
suponemos cuentan todas las personas sin distingo alguno. Y ello más que un hecho de
34
. Ibídem. Pág. 76
35
. Ibídem. Pág. 113
32
34. sentado que los hombres carecen de esa cualidad, y que por tanto, se hacen violentos por la
acción de la interacción con otros miembros tanto de su especie como de otras especies, que lo
colocan en peligro, lo implica que tal definición se identifica con la lectura antropológica hecha
por Rousseau. Significa además de plano un conflicto con la idea que defiende nuestro autor,
en tanto que para este no existe una normalidad humana que excluya el elemento cuestionado.
Por lo demás, ambos conceptos aluden a una acción con unas características singulares y
compartidas, que de algún modo cuando se refiere al uno implica al otro. El resto, en la
definición de agresión, encontramos que esta lo lleva a la violencia, y ello en concreto no
incluye nada que nos permita inferir una diferenciación tajante en la significación básica de los
conceptos. Quedara pendiente el origen a la situación pulsional de la agresión y/o violencia, la
cual puede resultar pertinente para la temática abordada en este apartado, sin embargo ella será
incluida posteriormente, en las reflexiones que plantearemos a las dinámicas de los dos estadios
psicológicos que postula el autor, aunque no explícitamente en el texto referido.
5. La Pulsión de Agresividad y/o Violencia en la Dinámica de una psicología Individual y
Colectiva
Para adentrarnos en el análisis conceptual del presente texto, se hace pertinente iniciar con el
estudio de la violencia y/o agresividad freudiana, partiendo de otra dicotomía freudiana,
planteada líneas atrás; división planteada en términos de una psicología individual y otra a
nivel colectivo o grupal. Esta dicotomía, a diferencia de la que establece entre “Eros y
Tanatos”, responde más que a una decisión metodológica, en tanto que son expresiones de unas
realidades mentales diferenciables, pero que, sin embargo guarda similitudes amplias, según lo
aprecia Freud, responde a una necesidad conceptual inherente a los procesos mentales. Ello en
virtud de que si bien podría manifestarse fenómenos análogos que identifiquen ambas
manifestaciones psicológicas, existen diferencias que es importante también tratar, en aras de
apropiar adecuadamente la construcción conceptual freudiana en torno a los conceptos en
cuestión, que adicional-mente permita comprender comportamientos o situaciones que
desbordan el entendimiento si solo se observan en la fragmentación de solamente la psicología
individual o colectiva.
En cuanto a los motivos para iniciar por la psicología colectiva, responden al orden de
acometida que establece el autor, más que a cualquier otra iniciativa particular.
34
35. 5.1. La Pulsión de Agresividad y/o violencia en la Dinámica Colectiva
Dispuesto así, se hace pertinente retomar las reflexiones freudianas a partir de lo que éste
considera como la tercera fuente de sufrimiento, en virtud de que es a partir del análisis de ella,
que Freud plantea las primeras conclusiones sobre la agresividad y la violencia, tanto en el
origen como en otros aspectos. El punto significativo sobre este tema específico radica en la
transición que experimentó la fuente de sufrimiento, que da origen al surgimiento de la tensión
pulsional, y de paso se constituye en una herramienta en respuesta a fuentes que le pueden
proporcionar sufrimiento, y paralelamente ella se constituye en otra fuente de lo mismo. Quizás
porque, si bien inicialmente esta pretendió responder a las necesidades que le planteoó un
medio adverso y hostil, posteriormente se convirtió en fuente de sufrimiento ante las renuncias
pulsionales que le exigió dicha asociación. Siguiendo lo anterior nos encontramos con que el
origen de la agresión y la violencia en si mismas, no es claro, y ello porque en entorno a la
organización social que el hombre desarrolla, se plantean dos situaciones contradictorias.
Porque por una parte, esta se desarrolla como un mecanismos de defensa del conjunto contra el
exterior, pero por otra, esta estructura supone la renuncia a actos placenteros, a partir de una
acción que por si misma no es pacifica, sino todo lo contrario, reúne las condiciones que para
nuestro pensador pueden llegar a considerarse como agresivas y/o violenta, porque no de otro
modo se podría lograr la renuncia a los placeres que los sujetos pueden alcanzar por si solos.
Él nos dirá “diversa es nuestra conducta frente a la tercera fuente de sufrimiento, la social. Lisa
y llanamente nos negamos a admitirla, no podemos entender la razón por la cual las normas que
nosotros mismos hemos creado no habrían más bien de protegernos y beneficiarnos a todos”38
la anterior cita explícitamente exhibe, como se venia sosteniendo, la contradicción inherente a
la organización social, porque implica a la vez, la respuesta para evitar unos males y
sufrimientos y a la par se constituye en la origen de otros. Lo anterior ha desembocado en
menospreciar la organización social, como lo hace ver el propio Freud, pero llama la atención
en no caer en la tentación de suponer a los sujetos más felices en su “estado natural”, porque
ello es más para Freud, el resultado de una mala observación, que la realidad de una situación
anímica dada por condiciones más simple de vida.
Parte de los inconvenientes radican en los límites que impone tal realidad, porque los lazos y
vínculos que se entablan en la estructura socio-cultura requieren de renuncias que tiene unos
38
. EL MALESTAR EN LA CULTURA (minúsculas). Pág. 85
35
36. costos anímico intrínsecos -dado que nada es gratuito porque genera costos de diversa índole,
en nuestro caso como se mencionaba de tipo anímico- que desembocan o se constituyen en
fuente de tristeza e infelicidad –concepción de felicidad que se plantea en términos “realistas” y
no de tipo místico y sobre la cual no voy a hacer mayor referencia porque implicaría un desvió
que no me está permitido en vista de los lineamientos trazados inicialmente- pues “el
sentimiento de dicha provocado por la satisfacción de una pulsión silvestre, no domeñada por
el yo, es incomparablemente más intenso que el obtenido a raíz de la saciedad de una pulsión
enfrentada”39
lo que implica que la consolidación de grupos humanos o culturales, representa
un “descenso” o trasformación cuantitativa y cualitativa, en la experimentación de la pulsión.
No obstante que lo anterior, se plantea como una conjetura pertinente, Freud tiene sus reservas
respecto de estas primeras observaciones, pues ellas implicarían que una vida más simple
desembocaría en el desarrollo de una vida más feliz –como se lee en las apreciaciones que se
hicieron de las observaciones de la vida de los aborígenes- en tanto que, como el sostiene
“parece establecido que nos sentimos bien dentro de nuestra cultura actual, pero es difícil
formarse un juicio acerca de épocas anteriores para saber si los seres humanos se sintieron más
felices y en qué medida, y si sus condiciones culturales tuvieron parte en ello (…)” más sin
embargo “la felicidad es algo enteramente subjetivo”40
, con lo que el autor reconoce un aspecto
que no puede pasarse por alto a la hora de considerar las construcciones de “felicidad”, pero a
la vez responde también a aspectos ínter-subjetivos.
Lo anterior sin embargo no evita que surjan cuestionamientos a los postulados, por ejemplo
¿Qué tiene que ver la felicidad con la concepción de violencia o Agresividad? Pareciese que
nada, no obstante, de ella se sirve Freud para plantear que; la consolidación socio-cultural, es
el desarrollo o el logro humano que ha sido posible, en la tensión de dos pulsiones básicas;
Tanatos y Eros41
. Ellas, de gran importancia para la “economía” psíquica de los individuos y de
los colectivos, en tanto que su consecución, por lo general de forma individual y no
consecutivamente, aunque quizás esto no sea enteramente excluyente en situaciones y sujetos
“especiales, permite la experimentación de altas dosis de satisfacción. No obstante el desarrollo
39
. Ibídem. Pág. 79
40
. Ibídem. Pág. 88
41
. Al respecto del origen de esta terminología, Pontalis y Laplanche en su diccionario de Psicoanálisis,
manifiestan por ejemplo, que el teérmino Tanatos no aparece en los escritos freudianos y si en las
conversaciones, y que es Federman quien habría introducido en la literaturea Ppsicoanalítica el mismo. No
obstante lo anterior, la tension pulsional es expresada en una primer instancia, como lo habiamos mencionado,
en el texto “Más Alla Del Principio del Placer”.
36
37. del estadio anteriormente mencionado, nos dice Freud, solo es posible en la ambivalencia o
tensión pulsional, porque si bien cada pulsión particularmente por una parte promueve la
satisfacciones de “necesidades anímicas” particulares a su estructura mental, ellas por si solas
no proveen las condiciones “necesarias” para que la unión en comunidad que plantea la
organización social se dé. La tendencia de cada pulsión a su satisfacción genera ciertas
condiciones de equilibrio anímico que hacen posibles la organización social, sin embargo lo
anterior no implica que no se den periodos donde una pulsión se sobreponga a la otra, como lo
atestiguarían periodos o bien de gran exacerbación conflictiva, como en las guerras, o de gran
exacerbación amorosa, como en los carnavales.
Bajo esas características, el sometimiento que hacen los individuos de sus pulsiones, plantea o
vislumbra diferentes formas de la acción violenta o agresiva, ya sea porque se observan tanto
los estadios individuales como colectivos, o porque esta expresión pulsional se ejecuta al
interior o exterior de los sujetos, tanto colectivo como individual.
Sin embargo lo anterior no explica o no expone el punto donde radica el acto violento, que
Freud propone como dado por la cultura o la sociedad42.
A este respecto encontramos que son
dos los tipos de manifestaciones violentas o agresivas que se desarrollan como rasgo
característicos del proceso social o cultural; la primera de tipo externa y la segunda de tipo
interna.
Para la primer expresión de violencia, encontramos que Freud afirma, aunque su intención no
haya estado expresamente encaminada a marcar diferencias entre el acto individual y el de las
masas, más allá de las diferencias correspondientes a los “juegos” que se establecen en cada
relación, que “la convivencia humana se vuelve posible cuando se aglutinan una mayoría más
fuerte que los individuos aislados, y cohesionada frente a estos…” de tal modo que “… el poder
de esta comunidad se contrapone, como ‘‘derecho’’, al poder del individuo, que se condena
como <<violencia bruta>>”43
aunque la obviedad es latente, se dice que es externa, porque la
42
. En adelante los términos sociedad y cultura serán utilizados indistintamente, como lo hace Freud en el texto,
esperando que ello no traiga inconvenientes. Pues si bien Freud sostiene “… la palabra “cultura” designa toda la
suma de operaciones y normas que distancian nuestra vida de la de nuestros antepasados animales, y que sirve a
dos fines: la protección de ser humano frente a la naturaleza y la regulación de de los vínculos recíprocos entre los
hombres” lo que implica una definición particular de tal concepto, la utilización del concepto de sociedad por el de
cultura y viceversa responde a indicar a una comunidad y no puntualmente lo que conceptualiza cada termino. Y si
bien cada concepto posee su propio patrimonio significativo, también es cierto que ellos no se excluyen y si más
bien se ínter-relacionan. EL MALESTAR EN LA CULTURA. Pág. 88
43
. Ibídem. Pág. 93-94. los entrecomillados de los términos, derecho y fuerza bruta, son del autor.
37