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Historia de la Filosofía
2.° Bachillerato
Madrid
Cristina Barba Cubelos
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Historia de la Filosofía. 2.º Bachillerato.
Madrid
No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la trans-
misión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro
u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright.
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Nota: Este libro se atiene al artículo 32 del derecho de cita de la Ley de Propiedad Intelectual de 1996
(R. D. Leg 1/1996, de 12 de abril).
Derechos Reservados © 2013, respecto a la primera edición en español, por:
McGraw-Hill/Interamericana de España, S. L.
Basauri, 17
Edificio Valrealty, 1.ª planta
28023 Aravaca (Madrid)
© Cristina Barba Cubelos.
ISBN: 978-84-481-8361-5
Depósito legal:
Equipo editorial: Paloma Sánchez Molina y Ernesto Baltar
Diseño de cubierta: rload.es
Diseño de interior: Diseño y Control Gráfico, S. L. U.
Ilustración: Siro
Composición: Diseño y Control Gráfico, S. L. U.
Impreso en ESPAÑA – Printed in SPAIN
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[3]
Presentación
«Cuando alguien pregunta para qué sirve la filosofía, la respuesta debe
ser agresiva ya que la pregunta se tiene por irónica y mordaz. La filosofía
no sirve (…) a ningún poder establecido. La filosofía sirve para entristecer.
Una filosofía que no entristece o no contraría a nadie no es una filosofía.
Sirve para detestar la estupidez, hace de la estupidez una cosa vergonzosa.
Solo tiene un uso: denunciar la bajeza en todas sus formas.»
(Gilles Deleuze, Nietzsche y la filosofía)
El principal interés de la filosofía, siguiendo a Deleuze, es hacer hombres li-
bres, es decir, personas capaces de comprender el mundo que les rodea y de
comprenderse a sí mismos. «Conócete a ti mismo», reza el aforismo del templo
de Apolo. Comprenderse a uno mismo es comprender a los demás, y vice-
versa, dada nuestra común naturaleza humana. Por eso someter a análisis las
ideas de los distintos autores es, al fin y al cabo, también someter a análisis
las propias convicciones para reafirmarse o quizá para desprenderse de ellas.
La Historia de la Filosofía no es nostalgia vacía del pasado. Su finalidad
es más bien estimular el pensamiento en el presente; poner los problemas ac-
tuales a la luz de los autores antiguos significa comprender su originalidad,
actualidad y potencia transformadora tanto a nivel personal como social. En una
so­ciedad que tiende a la unidimensionalidad y al activismo vacío, resulta estimu-
lante ver la respuesta que dan autores y corrientes distintas en diferentes épocas
a los problemas de la filosofía, que son, al fin, los problemas del ser humano.
Este libro, por otra parte, ha sido pensado para facilitar la comprensión
de la Historia de la Filosofía. Hemos procurado usar un lenguaje sencillo,
sin poner por ello en riesgo la profundidad y el rigor de sus distintos plantea-
mientos teóricos.
El libro está estructurado en doce unidades didácticas en las que se explica
a los diferentes autores y sistemas por orden cronológico. Cada una de ellas
comienza con un texto comentado y a continuación se sitúa el pensamiento
del autor en su contexto, que introduce las líneas fundamentales de su filoso-
fía. La unidad termina con un cuadro comparativo que ayuda a relacionar al
autor con otros autores; por último, se presentan un modelo de examen tipo
selectividad y un mapa conceptual en el que se resumen las principales ideas
de la unidad didáctica.
La Autora
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Índice
 1. Platón.......................................................................	5
 2. Aristóteles.................................................................	21
  3.  Agustín de Hipona....................................................	35
  4.  Tomás de Aquino......................................................	51
 5. Descartes..................................................................	67
 6. Hume.......................................................................	85
 7. Rousseau..................................................................	103
 8. Kant..........................................................................	119
 9. Marx.........................................................................	137
10. Nietzsche.................................................................	151
11.  Ortega y Gasset........................................................	167
12. Wittgenstein.............................................................	181
Anexo ............................................................................	197
[4]
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Hume
UNIDAD 6
[85]
Índice
1. Texto comentado del autor.
2. Vida y obra.
3.  Contexto histórico y social.
4.  Contexto filosófico.
5.  Líneas fundamentales del pensamiento del autor.
5.1. Teoría del conocimiento.
5.2. Metafísica.
5.3. Ética.
5.4. Política.
6.  Correspondencia por temas con otros autores.
7.  Examen de muestra.
8.  Mapa conceptual.
«La razón es, y debe ser,
solo esclava de las pasiones
y no puede aspirar a otro oficio
que servirlas y obedecerlas.»
(David Hume,
Tratado sobre la naturaleza humana)
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1.  Texto comentado del autor
«He aquí, pues, que podemos dividir
todas las percepciones de la mente
en dos clases o especies, que se dis-
tinguen por sus distintos grados de
fuerza o vivacidad. Las menos fuertes
e intensas comúnmente son llamadas
pensamientos o ideas; la otra especie
carece de un nombre en nuestro idio-
ma, como en la mayoría de los demás,
según creo, porque solamente con fi-
nes filosóficos era necesario encua-
drarlos bajo un término o denomina-
ción general. Concedámosnos, pues, a
nosotros mismos un poco de libertad,
y llamémoslas impresiones, emplean-
do este término en una acepción un
poco distinta de la usual. Con el tér-
mino impresión, pues, quiero denotar
nuestras percepciones más intensas:
cuando oímos, o vemos, o sentimos,
o amamos, u odiamos, o deseamos, o
queremos.»
(David Hume, Investigación
sobre el entendimiento humano)
Texto
Las ideas más importantes que aparecen en este texto son:
1  La clasificación de todos nuestros contenidos mentales en impresiones e ideas,
atendiendo a su mayor o menor fuerza o vivacidad.
2  Las impresiones son el producto de la captación de los sentidos a partir de la
experiencia, y son los contenidos mentales más fuertes. Las ideas son copias
de las impresiones, por lo que han perdido parte de esa intensidad.
3  Para Hume, principal representante del empirismo, las impresiones sensibles
tienen, por tanto, prioridad a la hora de definir lo que es el verdadero cono-
cimiento: el criterio de certeza para determinar la verdad o falsedad de una
idea será que le corresponda alguna impresión sensible.
2.  Vida y obra
David Hume nació en Edimburgo (Escocia) en 1711. Siempre quiso dedicarse a la filo-
sofía, pero la situación económica de su familia, que estaba emparentada con la aristo-
cracia, aunque era más bien modesta, no le permitió hacerlo en exclusiva al principio.
Se decidió que lo mejor para él era formarse como abogado y Hume aceptó esta idea
con cierta resignación, incluso llegó a trabajar como tal durante unos meses en Bristol.
Sin embargo, el joven Hume tenía muy claro que sentía «una aversión insuperable hacia
todo lo que no fuera la investigación filosófica y el saber en general», por lo que dejó este
trabajo y se trasladó a Francia, donde permaneció entre los años 1734 y 1737, dispuesto
a dedicarse por fin en exclusiva a la indagación filosófica. Estudió en La Flèche, donde,
como recordaremos, había estudiado también Descartes. Esto ha dado pie a especu-
laciones sobre la intencionalidad de este retiro en el mismo lugar por parte de Hume.
[86]  Historia de la Filosofía
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En estos años escribió una obra que fue fundamental, el Tratado sobre la naturaleza
humana, que sin embargo no tuvo ningún éxito entre sus coetáneos. En 1737 regresa
a primero a Londres, y más tarde a Escocia, donde vuelve a convivir unos años con
su madre y hermano. En 1739 publicó los dos primeros volúmenes del Tratado, al
que siguió el tercero en 1740. La obra pasó completamente desapercibida y Hume
comprendió que su proyecto había fracasado. No sucedió lo mismo con su segunda
obra, publicada en 1742, titulada Ensayos sobre moral y política, que sí tuvo éxito.
Hume se recuperó de la sensación de fracaso anterior y se puso a la tarea de escribir
una versión más corta del Tratado, obra que fue publicada en 1748 con el título
Ensayos filosóficos sobre el entendimiento humano.
En 1745 optó a la cátedra de ética de la Universidad de Edimburgo, pero no ob-
tuvo la plaza debido probablemente a su condición de escéptico y ateo. Esto no le
impidió residir en esta ciudad y ocupar un cargo importante. Después de una estancia
en las cortes de Viena y Turín, donde realizó actividades que mejoraron su situación
económica, volvió a Escocia en 1752 y fue nombrado bibliotecario del Colegio de
Abogados de Edimburgo. Al parecer en esta institución era muy fácil obtener présta-
mos de libros, por lo que Hume tuvo la excusa perfecta para dedicarse al estudio de
problemas históricos, sociales y políticos, y publicó varias obras que trataban estos
asuntos. No obstante, el primer volumen de su Historia de Inglaterra también fue
duramente criticado, cosa que no sucedió con los siguientes.
En 1763 recibió la invitación del conde de Hertford de acompañarle a París como
secretario de embajada. Hume la aceptó y volvió a vivir en París hasta 1766, donde
tuvo ocasión de entrar en contacto directo con los enciclopedistas y los círculos ilus-
trados y de entablar amistad con algunos de los personajes destacados de la época,
como Rousseau, al que acabará acogiendo en su casa durante las horas más bajas
de este último.
A su regreso a Londres fue nombrado «subsecretario de Estado para el departamento
septentrional», que se ocupaba de los asuntos diplomáticos con los países situados al
norte de Francia, cargo que no estaba remunerado y que desempeñó durante dos años,
hasta 1769. Ese año regresa a Edimburgo, donde continúa sus actividades de estudio
e investigación. Allí muere el 25 de agosto de 1776. Antes de morir escribió una breve
autobiografía, anticipando su inevitable muerte. Otras obras importantes que no hemos
citado son Investigación sobre los principios de la moral (1751) y Diálogos sobre la
religión natural, escritos antes de 1752, pero publicados en 1779.
3.  Contexto histórico y social
David Hume, como hemos dicho, nació en Edimburgo (Escocia) en 1711. En esa época
Europa aún estaba inmersa en el Antiguo Régimen, que no finaliza hasta la Revolución
Francesa de 1789. La monarquía absoluta era la constante como forma de organización
política, pero se habían producido algunos avances; por ejemplo, la administración se
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había centralizado y resultaba más eficaz. La Iglesia católica continuaba ocupando un
papel primordial en el reparto del poder y la economía seguía siendo feudal, aunque
ya se empezaban a ver indicios de un nuevo modelo económico: el capitalismo.
En el siglo en el que vive Hume se proclamaron los derechos del hombre y se
luchó contra los privilegios de las élites dominantes, gestándose la Europa moderna.
Tuvo lugar la Guerra de Independencia de Estados Unidos y la Revolución Francesa,
que se inspiró en los ideales ilustrados y revolucionarios, con los que Hume tendrá
un contacto íntimo.
En lo que respecta a la organización de la sociedad, el grupo que ostentaba más
poder seguía siendo la aristocracia, íntimamente ligada con la propiedad de la tierra.
Las clases populares, integradas en su mayoría por campesinos, seguían viviendo en
una situación de pobreza extrema.
En Gran Bretaña, sin embargo, la monarquía era de tipo parlamentario y el po-
der se había ido concentrando en el Parlamento. Sin embargo, no se trataba de un
Parlamento que representase la voluntad popular ni de nada parecido a un sistema
democrático. La cámara estaba formada por nobles fundamentalmente, aunque sí es
cierto que la creencia generalizada era que la soberanía residía en el pueblo.
Otra diferencia de Gran Bretaña con respecto a la Europa Continental era la situa-
ción de las masas de campesinos, que ya no formaban parte del sistema feudal todavía
imperante en el resto del continente. Los nobles, propietarios de la mayor parte de
la tierra, la alquilaban a la burguesía rural, que luego intentaba sacar rentabilidad
de la misma introduciendo innovaciones, como la elaboración de las manufacturas.
Estamos hablando de un capitalismo en estado embrionario, que continuaba muy
ligado a las viejas estructuras feudales.
Ya en tiempos de EnriqueVIII (1491-1547) Inglaterra había pasado de ser un reino
débil a convertirse en uno de los más poderosos de Europa. Se había instaurado la
Iglesia anglicana, como consecuencia de las disputas del monarca con el Papa. En
esta época aumentaron incesantemente los ingresos de la burguesía, mientras dismi-
nuían los de los nobles.
Cuando Hume nació, reinaba en Inglaterra, Escocia e Irlanda Ana I, perteneciente
a la casa de los Estuardo. En 1707 se había firmado el Acta de Unión, por la que
Inglaterra y Escocia pasaban a formar parte de un solo reino. Durante el reinado
de Ana I se formó el sistema bipartidista inglés, por el que el poder en el parlamento
se iba trasladando de los tories a los whigs sucesivamente. Ana I murió sin descen-
dencia dejando el trono en manos de un primo lejano, Jorge I.
Jorge I, que pertenecía a la casa de los Hannover, reinó en medio de una gran
impopularidad por parte de sus súbditos e incluso debió afrontar una rebelión. En
1727 le sucedió en el trono su hijo Jorge II, que también tuvo que hacer frente a una
insurrección.
Desde 1760 hasta 1820 reina su nieto Jorge III, con el que Gran Bretaña se convier-
te en la primera potencia mundial. Se produce la conquista de Canadá, se establece
el dominio marítimo mundial y se produce la derrota de Napoleón. Sin embargo, en
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esta etapa también tiene lugar la pérdida de las colonias de lo que luego se llamará
Estados Unidos de Norteamérica.
Ya en la segunda mitad del siglo xviii ha triunfado en Europa la Ilustración y los
monarcas que ascienden al poder, como Carlos III de España o Catalina de Rusia, se
muestran muy influidos por estas nuevas ideas y ponen en marcha proyectos relacio-
nados con el Siglo de las Luces.
4.  Contexto filosófico
Tenemos que hablar de varios movimientos intelectuales que confluyen en la misma
época en Europa: el racionalismo y el empirismo, de los que ya hemos hablado en
el tema anterior, además de la Ilustración, cuyos representantes destacados son inte-
lectuales de la talla de Voltaire, Rousseau, Diderot o Montesquieu.
Este último movimiento triunfa fundamentalmente en Francia. Sus ideas más im-
portantes son el desprecio por cualquier tipo de autoridad que no provenga de la
razón, la invitación a una emancipación intelectual por parte de los sujetos, el triunfo
de los principios de igualdad, libertad y fraternidad en lo que respecta a la forma jus-
ta de organizar una sociedad, y el deísmo en materia religiosa. Esta última corriente se
caracteriza por su tendencia a naturalizar la religión o crear una religión de la razón.
El racionalismo, cuyo máximo representante es Descartes, como vimos en el tema
anterior, triunfa en la Europa continental en el siglo xvii. Su nombre deriva del papel
prioritario que atribuye a la razón sobre los sentidos. Intenta crear un saber universal
que acabe con la pluralidad de saberes. Se basa fundamentalmente en un rechazo
de las sensaciones como fuente de conocimiento, la creencia en las ideas innatas y el
uso de las deducciones lógicas como método de consecución de la verdad, inspirado
en las matemáticas.
El empirismo, por el contrario, cree que el criterio de certeza para que una afir-
mación sea tomada como verdadera es que le corresponda una impresión sensible; la
experiencia, por lo tanto, es un límite, y ya no se admiten temas que vayan más allá
de los sentidos, como la sustancia, Dios o el alma, que anteriormente se estudiaban
tanto. Los empiristas rechazan la presencia en la mente de ideas innatas y compa-
ran al individuo cuando nace con una página en blanco, que comienza a rellenarse
con los contenidos que provienen de los sentidos. El método que se usa para alcanzar
el conocimiento es el propio de las ciencias naturales.
Esta corriente se desarrolló en Inglaterra y sus máximos representantes son Locke,
Hume y Berkeley. Afirman además que todo el conocimiento es subjetivo: no cono-
cemos las cosas en sí mismas, sino las representaciones de estas en nuestra mente.
Se suele asociar el empirismo con otra corriente: el materialismo (La Mettrie),
que tiende a considerar al ser humano como una máquina sin alma, que se rige por
idénticas leyes que cualquier otro elemento de la naturaleza. A su vez la teoría del
conocimiento de Hume desemboca de una manera natural también en el escepti-
Hume  [89]
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cismo y en el solipsismo (la fuente de nuestros conocimientos son las impresiones
que resultan de la percepción, y nuestras percepciones son particulares, por lo que
nuestros contenidos mentales son incomunicables).
5.  Líneas fundamentales del pensamiento del autor
5.1.  Teoría del conocimiento
Como hemos señalado en el epígrafe anterior, la diferencia entre el empirismo y
el racionalismo es que esta última corriente afirma que la razón es la fuente del
conoci­miento, mientras que los empiristas creen que la fuente y el límite de nuestro
conocimiento lo constituye la experiencia. La conclusión inmediata es que no existen
ideas innatas y que cualquier información procede siempre de la experiencia. Cuando
nacemos, la mente es como una página en blanco en la que no hay nada impreso.
Esta página se va llenando con los contenidos que nos aporta la experiencia sensible.
Hume diferencia asimismo entre dos tipos distintos de contenidos mentales: las im-
presiones y las ideas. La diferencia entre ellas simplemente es su grado de intensidad.
Las impresiones son los contenidos mentales más fuertes, y las ideas, los contenidos
mentales más debilitados. La relación existente entre impresiones e ideas es la misma
que la del original y la copia. Todas nuestras ideas son copias de nuestras impresiones
o percepciones más intensas. Incluso las matemáticas se basan en impresiones; en
este caso, en la impresión de semejanza. El papel secundario lo tendrían las ideas,
que serían el resultado de impresiones que han perdido intensidad. La fuente del
conocimiento, por lo tanto, la tenemos en las impresiones. El criterio de certeza
para Hume será el siguiente: una afirmación será verdadera si las ideas que contiene
corresponden a alguna impresión, y falsa si no se da esa correspondencia.
Las impresiones se clasifican en dos tipos: impresiones de sensación e impresiones
de reflexión. Las impresiones de sensación son aquellas que derivan de las percep-
ciones sensibles y se corresponden con la acción de nuestros sentidos (oído, vista,
tacto, gusto, olfato). Las impresiones de reflexión son el resultado de la percepción
de una idea, como cuando sentimos desagrado ante la idea de un olor, por ejemplo.
Por otra parte, las impresiones también pueden clasificarse en simples y complejas;
una impresión simple sería la percepción de un sonido, por ejemplo; una impresión
compleja, la percepción de un paisaje.
Las ideas también se dividen en simples y complejas, ya que la mente combina
de múltiples formas las impresiones que nos llegan a través de los sentidos. Las ideas
simples son la copia de una impresión simple, como la idea de un sonido (la idea que
yo manejo de la nota musical «do»). Las ideas complejas surgen tanto como copias
de impresiones complejas, como la idea del paisaje antes mencionado, cuando yo
pienso en él, o pueden ser también el resultado de las combinaciones de contenidos
mentales que ya teníamos, realizadas a partir de otras ideas simples o complejas (por
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ejemplo, la idea de un unicornio surgiría de combinar la idea de cuerno con la de
caballo, ideas que a su vez se derivarían de ambas impresiones). La forma en la que
los seres humanos combinamos estas ideas es universal, es decir, existe una tenden-
cia común a combinar las ideas en función de las siguientes leyes: la de semejanza,
la de contigüidad en el tiempo o en el espacio y la de causa o efecto. Pero lo que
es realmente importante es que nuestras impresiones o ideas complejas pueden ser
descompuestas hasta llegar a unidades indivisibles que constituirían la materia pri-
ma de nuestro conocimiento.
Por ejemplo, cuando recordamos a un viejo amigo después de ver por casualidad
una foto suya, lo que estamos aplicando es la ley de semejanza. Si alguien menciona lo
limpia que está la clase de 1ºA de Bachillerato, inmediatamente la compararemos con
el resto de clases que la rodean. En este caso lo que está operando es la ley de conti-
güidad en el espacio. Si empezamos a relatar una anécdota que sucedió el sábado por
la noche, nuestro interlocutor probablemente comentará otra anécdota que sucedió
antes o después, movido por la ley de contigüidad en el tiempo. Si alguien acude a clase
con un brazo roto, posiblemente muchas personas le preguntaran qué le ha sucedido,
esto es, cuál es la causa de su mal, actuando en este caso la ley de la causa y el efecto.
Las leyes de asociación son como un cemento que opera de forma automática e
inconsciente, como una tendencia natural de cualquier sujeto humano. Según Hume
estas tres leyes explicarían cualquier forma de interpretar la realidad: toda elaboración
intelectual que llevemos a cabo estará relacionada sin lugar a dudas con alguna de
estas leyes de asociación.
EXPERIENCIA
IDEAS COMPLEJAS
genera
dejan su huella en
CARACTERÍSTICAS
•  Inmediatas.
•  Fruto de la percepción.
IMPRESIONES
basándose en
LEYES
•  Semejanza.
•  Contigüidad.
•  Causa/efecto.
se asocian
creando
CARACTERÍSTICAS
•  Copia debilitada de las
impresiones.
•  Criterio de certeza:
correspondencia con las
impresiones.
IDEAS
Hume  [91]
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Otra cuestión importante en la teoría de Hume es la distinción entre verdades de
razón y verdades de hecho, diferenciación que ya había hecho Leibniz. Cualquier
afirmación puede dividirse en uno de estos dos grupos.
Las verdades de razón son las propias de las matemáticas y la lógica. La caracterís-
tica de este tipo de verdades es que se captan intuitivamente, se presentan como una
visión ante el intelecto, por lo que no necesitan someterse a ninguna comprobación
empírica. Que «el todo es mayor que sus partes» es una afirmación siempre cierta,
que se presenta a la mente con claridad, sin tener que recurrir a la experiencia para
demostrarla. Es un tipo de afirmación que depende exclusivamente de la actividad de
la razón, ya que se limita a expresar una determinada relación que existe entre las
partes que componen una totalidad y esta última, al margen de que exista o no exista
el «todo» en la experiencia. De ahí que sean verdades eternas, universales y a priori
(no necesitamos recurrir a la experiencia para saber que son ciertas).
El segundo tipo de verdades, las verdades de hecho, son a posteriori, puesto que
debemos recurrir a su comprobación en la experiencia. Lo contrario a un hecho cual-
quiera es, en principio, siempre posible, por lo que debemos encontrar ese hecho en
la experiencia para determinar si es verdadero o falso. No hay ninguna contradicción,
dice Hume, en la proposición «el sol no saldrá mañana».
TIPOS DE CONOCIMIENTO
RELACIONES DE IDEAS CUESTIONES DE HECHO
Ámbito de las ciencias formales
Podemos alcanzar certeza demostrativa
Ámbito de la no-contradicción
Alcanzamos certeza racional estricta
Ámbito de los hechos y las cosas
de la vida, de la naturaleza...
Podemos alcanzar certeza vital
Lo contrario de cualquier cuestión
de hecho es concebible; no implica
contradicción
Alcanzamos creencia
Hume afirma que la relación de causa y efecto es la forma habitual de investigar
sobre verdades de hecho. Las regularidades que observamos en la naturaleza y que
sirven para explicar los fenómenos propios de la física o la biología, entre otras
ciencias, se basan en esta ley. Si en la experiencia nos encontramos que un hecho
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siempre va ligado a otro, acabamos por concluir que un hecho causa el otro, que
es su efecto. Las causas y efectos, por lo tanto, no pueden ser descubiertos por la
razón, sino solo por experiencia.
Hume se pregunta en qué consiste exactamente la relación de causalidad, y con-
cluye que cuando pensamos en términos de causa y efecto, en lo que estamos pen-
sando en realidad es en una «conexión necesaria» entre la causa y el efecto, de tal
modo que, conocida la causa, la razón puede deducir el efecto que se producirá, y
viceversa, conocido el efecto, la razón puede remontarse a la causa que lo produce.
Para empezar debemos preguntarnos de qué impresión deriva la idea de causa.
Hume encuentra que deriva de tres impresiones:
1. Contigüidad: inmediata o mediata, si estamos ante una cadena de hechos; es
experimentable.
2. Prioridad temporal: de la causa sobre el efecto; es experimentable.
3. Conexión necesaria: la más importante de las tres y, sin embargo, la única que
no es experimentable.
Recordemos que el criterio de certeza para Hume, con el que podemos determi-
nar si una idea es o no verdadera, es que haya una impresión que le corresponda.
¿Hay alguna impresión que corresponda a la idea de «conexión necesaria»? No,
y por lo tanto no es adecuado su uso para hablar de fenómenos que aún no han
sucedido.
Para explicarnos lo que se oculta detrás del principio de causalidad, Hume nos
pone un ejemplo muy claro: si vemos cómo chocan dos bolas de billar, observamos
el movimiento de la primera bola y su impacto (causa) sobre la segunda, que se
pone entonces en movimiento (efecto); automáticamente el observador espera el
movimiento de la segunda bola al ver a la primera en marcha, porque a partir de sus
experiencias pasadas con bolas de billar, supone que existe una «conexión necesaria»
entre la causa (golpe) y el efecto (el movimiento de la segunda bola). Pero, como
ya hemos señalado, a la idea de «conexión necesaria» no le corresponde ninguna
impresión sensible. Lo único que observamos es la sucesión entre el movimiento
de la primera bola y el movimiento de la segunda; también tenemos una impresión
sensible de la prioridad de la causa sobre el efecto; vemos que el movimiento de la
primera bola de billar y su impacto sobre la segunda (causa) se producen antes de
que se dé el movimiento de la segunda (efecto). Pero por ninguna parte aparece una
impresión que corresponda a la idea de «conexión necesaria», por lo que hemos de
concluir que la idea de que existe una «conexión necesaria» entre la causa y el efecto
es ilusoria y surge en la subjetividad del observador.
El hecho de que estemos tan convencidos de que la segunda bola se va a poner
necesariamente en movimiento al recibir el impacto de la primera es el resultado de
nuestras experiencias previas: el hábito o la costumbre, al haber observado siempre
que los dos fenómenos se producen uno a continuación del otro, produce en nosotros
Hume  [93]
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el convencimiento de que esa sucesión es imprescindible. Pero las creencias son en
realidad sentimientos o instintos, no actos de la razón.
El principio de causalidad solo es válido cuando somos rigurosos y lo aplicamos
a sucesos de los que tenemos impresiones, es decir, solo tiene valor aplicado al
pasado, dado que de los fenómenos que puedan ocurrir en el futuro no tenemos
impresión alguna todavía. Somos capaces de prever el discurrir de hechos futu-
ros porque aplicamos la inferencia causal; pero esas predicciones de hechos futuros
no pasan de ser una mera creencia, por muy razonable que pueda considerarse. Es
razonable pensar que las bolas de billar que sean impactadas se moverán; de hecho,
Hume nos invita a vivir como si realmente fuésemos capaces de inferir el modo en
el que van a suceder las cosas, pero si somos realmente rigurosos, debemos tener
en cuenta que el futuro no tiene por qué comportarse igual que el pasado. Si cam-
biasen las leyes de la física, quizá esa segunda bola de billar dejaría de comportarse
tal y como esperamos.
La idea de necesidad no se encuentra en los objetos mismos o en la conjunción
constante de estos, sino en la observación de una repetición de un número suficiente
de casos semejantes en el pasado. Si cada vez que vemos el rayo oímos luego el true-
no, lo único que podemos saber empíricamente es que el trueno ha estado siempre
unido al rayo en todas las experiencias pasadas. Pero siempre existirá la posibilidad
de que falle la conjunción de hechos en un caso aún inexperimentado.
Que exista una buena razón para creer que un hecho se desarrollará de una de-
terminada forma no significa que se trate de una verdad a priori, porque siempre es
posible que el curso de los acontecimientos cambie.
Por esta razón, la aplicación que ha hecho la metafísica tradicionalmente del
principio de causalidad al conocimiento de entes de los que no tenemos ninguna
experiencia sensible no es legítima. Por ejemplo, la demostración de la existencia de
Dios que realizaba Santo Tomás, remontándonos de los efectos a la causa, no sería
válida para Hume.
En resumen, solo hay dos modos de conocimiento: el conocimiento de verdades
de razón, intuitivo y autoevidente, y la probabilidad o creencia, en la que se incluye
el conocimiento de verdades de hecho. Hume lleva a sus últimas consecuencias
los planteamientos filosóficos de sus predecesores Locke y Berkeley. Esto le hace
desembocar en el escepticismo. Sin los datos sensibles, el entendimiento solo puede
realizar operaciones como las de las matemáticas o la lógica, pero no puede alcanzar
ninguna verdad acerca del mundo.
Otra crítica que realiza Hume es la de los conceptos abstractos. Estos nos sirven
para representar de modo universal la realidad. Pero Hume afirma que si nos para-
mos a pensarlo, nadie puede formarse una idea realmente abstracta. Si ahora todos
pensamos en el concepto abstracto de triángulo, cada uno de nosotros pensará un
triángulo diferente y particular. Nadie será capaz de concebir un triángulo que no
sea isósceles, escaleno, equilátero, pero que sea todos y cada uno de los triángulos
que pueden existir. Cuando hablo del concepto abstracto de triángulo, tengo en la
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mente la imagen, la representación de un triángulo concreto, particular, al que añado
luego la ilusión de que representa cualquier triángulo del mundo. Todas las ideas
son, pues, particulares.
Lo que llamamos conceptos o ideas abstractas son el resultado de una generaliza-
ción inductiva, procedente de la experiencia, por la que terminamos por dar el mismo
nombre a todos los objetos entre los que encontramos alguna semejanza que nos
permita agruparlos en una única categoría. Cuando encontramos repetidamente una
semejanza entre cosas que observamos, solemos aplicarles el mismo nombre aunque
no sean iguales, lo que nos permite, por ejemplo, comunicarnos.
5.2. Metafísica
Los problemas fundamentales para la metafísica han sido tradicionalmente el mundo,
el alma y Dios. Hume se ocupará de estas tres sustancias en las Investigaciones, pero
llegará a conclusiones bien distintas a las de la metafísica tradicional y la cartesiana.
A la crítica del principio de causalidad se unirá la de la idea de sustancia, lo que
lleva a Hume a cuestionar el uso que ha hecho la filosofía de estos tres conceptos.
Pero para llevar a cabo esta crítica Hume empezará por analizar lo que se oculta
tras la idea de sustancia. Si empezamos por su etimología, nos encontramos con que
procede del latín substantia, que es, a su vez, la traducción del griego ousía. Se tra-
duce como «fundamento» de la realidad, «lo que está debajo», lo que «permanece»
bajo los fenómenos, lo subsistente. Este concepto lo encontramos ya en la metafísica
de Aristóteles.
Hume indagará sobre la validez de la idea de sustancia, y lo hará de nuevo re-
curriendo al criterio de certeza que ya hemos señalado anteriormente. Recordemos
que para Hume una idea es verdadera si le corresponde una impresión; si no encon-
tramos ninguna impresión en la experiencia que le corresponda, como sucedía con
la idea de «conexión necesaria», tenemos que considerarla falsa. Si indagamos en
cualquier fenómeno, podremos apreciar enseguida lo que Aristóteles denominaba
sus accidentes (color, olor, forma, tamaño, etc.), pero si eliminamos los accidentes,
¿nos queda algún sustrato? No hay ninguna impresión que corresponda a la idea de
sustancia, ya que esta idea no contiene nada sensible; por tanto, nos encontramos
de nuevo con un concepto vacío; de acuerdo con el criterio de Hume, es una idea
falsa.
La idea de sustancia es un producto del sujeto que observa la realidad; nuestra
tendencia natural es integrar en un objeto que permanece todas las cualidades de
las que tenemos una impresión sensible. Si observamos una mesa, vemos su forma
y tamaño, color, la tocamos y sentimos su dureza, etc., y generamos la ilusión de
que todas esas cualidades que percibimos a través de los sentidos tienen un sustrato
común, que es la sustancia «mesa», sustancia a la que por cierto no le corresponde
ninguna impresión.
Hume  [95]
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Una vez descartada la idea de sustancia, a Hume le resultará muy fácil llegar a la
conclusión de que los conceptos tradicionales de la metafísica también son conceptos
vacíos. Veamos a continuación la crítica que realiza:
a)  El mundo
Descartes la denominaba res extensa y quedaba garantizada su existencia a partir
de la demostración de la existencia de Dios, que nunca permitiría que me engañase
al contemplar los fenómenos de la naturaleza. Pero Hume no acepta en absoluto
esta garantía. Lejos de ello afirma que, si analizamos la cuestión rigurosamente, no
tenemos por qué deducir del hecho de que tenemos percepciones que a estas les
correspondan cuerpos que tienen una existencia independiente de las mismas. No
tenemos reparo a la hora de deducir que nuestras percepciones están causadas por
los objetos, con los que concuerdan en su totalidad, y que tienen una existencia
separada de nosotros.
Pero la realidad es que estamos «encerrados» en nuestro mundo de contenidos
mentales y no podemos ir más allá de él. Todo lo que percibimos son nuestras impre-
siones e ideas, por lo que resulta inevitable no poder sustraernos a ellas.
b)  El alma
Descartes la llama res cogitans, una sustancia espiritual que dotaba de identidad al
ser humano frente a la materia. Hume rechaza mantener la creencia en el alma desde
el punto de vista del conocimiento, desde el mismo momento en el que se hace la
crítica a la idea de sustancia. No existe ese sustrato que daba cohesión a todos nues-
tros contenidos mentales, que supuestamente permanecía inmutable a pesar de que
los contenidos mentales son diferentes en cada momento. Si aplicamos una vez más
el criterio de certeza de Hume, nos encontramos con que no hay ninguna impresión
sensible de la que pueda proceder tal idea de un yo siempre idéntico a sí mismo.
Por el contrario, las impresiones que tenemos nos describen un mundo mental en
constante cambio, más bien una sucesión de instantes atomizados, que solo a través
de una ilusión encuentran un nexo de unión. Hume observa que aquello a lo que
llamamos alma es solo la unificación ficticia de todas nuestras percepciones.
Para los demás no somos nada más que agrupamientos o series de percepciones
que se suceden con rapidez. No hay nada en nuestra alma que permanezca idéntico,
sin ninguna alteración durante un solo instante. La mente es una especie de teatro en
el que se van sucediendo las distintas percepciones.
Lo que nos lleva a pensar en ese yo permanente es el hecho de que observamos
una enorme semejanza entre cada uno de esos «yoes» atómicos, puesto que se suce-
den inmediatamente uno detrás de otro. La memoria, además, nos permite recordar
[96]  Historia de la Filosofía
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impresiones pasadas, que nos recuerdan enormemente a las impresiones de nuestro
yo presente, por lo que decidimos atribuir ambas a un sujeto al que adjudicarle arti-
ficialmente las cualidades de continuidad y persistencia. Además, estos cambios son
tan graduales que nos resulta imposible percibirlos de un momento a otro.
c) Dios
Cuando analizamos la crítica al principio de causalidad, ya señalamos la conclusión
a la que llegaba Hume acerca de las demostraciones de la existencia de Dios a través
de este principio. Si a esto añadimos la crítica a la sustancia que también realiza
Hume, nos encontramos con que la sustancia divina quedará fuera de la teoría del
conocimiento de este autor. La existencia de Dios para Hume no es demostrable ra-
cionalmente (recordemos que fue acusado de ateísmo). No existe ninguna impresión
sensible que se corresponda con la idea de sustancia divina, y por otra parte tampoco
es correcto aplicar el principio de causalidad para deducir su existencia a partir de
la experiencia sensible de sus supuestos efectos, remontándonos desde ellos hasta
Dios como causa y origen de los mismos.
En resumen, la metafísica para Hume no ha sido nunca una ciencia, sino un vano
deseo de penetrar en lo impenetrable. Los conceptos sobre los que se ha edificado
toda la filosofía no son otra cosa que ficciones de nuestra imaginación.
CRÍTICA DE HUME A LA IDEA DE SUSTANCIA
Impresiones
Conjunción continua
Hábito-costumbre
De ninguna
Esa idea de sustancia
¿de qué impresión deriva?
Nos referimos a un «algo»;
a un «sustrato»
Imaginación;
origina la idea de «sustancia»
(propiedades del «oro»)
La idea de sustancia no es sino una colección de ideas
simples unidas por la imaginación, que poseen un
nombre particular asignado a ellas, mediante el cual
somos capaces de recordar esa colección.
+
+
Color Peso Maleabilidad
Ideas
asociadas
¿Cuál es su fundamento?
Hume  [97]
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5.3. Ética
La ética de Hume aparece desarrollada en la obra Investigaciones sobre los principios
de la moral. En este campo también huye del racionalismo, para explicar que la moral
no descansa sobre la razón, sino, muy al contrario, sobre el sentimiento. Cuando
se nos presenta un dilema moral y juzgamos algo como bueno o malo, para Hume
no lo hacemos mediante una operación racional, sino que lo que nos mueve en
nuestra vida moral es el sentimiento. Esta postura se conoce como emotivismo moral
y consiste en confiar en los sentimientos como fundamento de la conducta humana.
En realidad, si buscamos las cualidades de «bueno» o «malo» en los objetos, las
personas o los acontecimientos, jamás los encontraremos. Hume afirma que la mo-
ralidad no se ocupa del ámbito del ser, sino del deber ser: no pretende describir lo
que es, sino prescribir lo que debe ser. Así, de la simple observación y análisis de los
hechos no se podrá deducir nunca un juicio moral, lo que «debe ser». Hay un paso
ilegítimo del ser (los hechos) al deber ser (la moralidad). Tal paso ilegítimo conduce
a la llamada «falacia naturalista».
La falacia naturalista iguala lo «bueno» con una propiedad natural; de esta manera,
«lo bueno» ha sido equiparado falazmente con cosas como «lo deseado», «lo que
satisface un deseo», etc. Pero «lo bueno» no es ninguna cualidad objetiva a la que se
pueda acceder a través de la razón. En realidad, lo que se esconde detrás de esta
supuesta propiedad de los objetos son las propias valoraciones del observador, y lo
que está detrás de dichas valoraciones son los sentimientos de agrado o desagrado que
nos producen esos hechos, objetos o personas. Pero esta sensación de desaprobación
o agrado se encuentra en nosotros mismos, no en el objeto analizado.
Esas afirmaciones parecen conducirnos, una vez eliminada la posibilidad de que
la valoración moral dependa de categorías racionales, objetivas y universales, directa-
mente al relativismo moral. Sin embargo, esto no es así, porque Hume da por supuesto
que la naturaleza humana es común y constante y que esos sentimientos se desprenden
de esa común naturaleza humana, que hace que a todos nos causen agrado o rechazo
el mismo tipo de hechos. Lo bueno despierta una sensación de agrado y es valorado
positivamente por todos los seres humanos, puesto que esta sensación responde a una
especie de instinto o sentimiento universal; por tanto, la aprobación o reprobación
general de un hecho lo convierte en bueno o malo. Es un producto social, resultado de
una convención.Y uno de los factores más importantes a la hora de juzgar una conducta
como buena es, para Hume, la utilidad, que despierta siempre la aprobación moral. Las
conductas socialmente beneficiosas serán entonces interpretadas como buenas por los
integrantes de esa sociedad, y surgirá el sentimiento opuesto ante conductas perniciosas
para la sociedad, que serán moralmente reprobables, tales como el robo.
La originalidad del planteamiento de Hume reside en la importancia que concede
a las pasiones, situándolas por encima de la razón, como rectoras de la voluntad. Lo
que ocurre es que a veces confundimos las pasiones tranquilas con la razón. El hombre
no es una máquina calculadora, sino que es movido por las emociones.
[98]  Historia de la Filosofía
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Hume concede una gran importancia al sentimiento de simpatía, a nuestra pro-
pensión a sentir empatía por los demás, oponiéndose de esta manera a la visión pe-
simista del hombre que tenía Hobbes. Hume dice que nos ponemos en el lugar de
los otros, por distintos o contrarios que sean a nosotros. Una vez más, lo que implica
este sentimiento es la uniformidad que podemos observar en las inclinaciones y en
el modo de pensar de quienes viven en la misma comunidad.
HUME
SÍ
EN EL
SENTIMIENTO
APROBACIÓN
MORAL
OBRA
SENTIMIENTO
SUFICIENTE
TENDENCIAS
APROBACIÓN
MORAL
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EN LA
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sobre
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sean conocidas
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CENSURA
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ya sean
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JUICIOS MORALES
PRODUCIR
o
CENSURA
MORAL
una
PERNICIOSAS
Hume  [99]
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5.4. Política
La protagonista de la filosofía política de Hume es la utilidad, base de las leyes y
de la organización social. Para Hume el estudio de la política se basa en el análisis de
hechos, lo que le otorga un carácter empírico, que hace que en ocasiones la filosofía
política se clasifique junto a disciplinas como la física. También huye de los princi-
pios de justicia abstractos, pues entiende que este análisis se debe hacer pegado a
la realidad y a cada caso particular. En conclusión, el mejor sistema político será el
que mejor se ajuste a cada nación, atendiendo a sus peculiaridades, y por lo tanto la
mejor decisión política será la que resulte más útil para sus ciudadanos.
Por otra parte, su filosofía política es naturalista. No admite la teoría contractua-
lista, según la cual los individuos, antes de firmar el contrato o pacto social, vivían
en un estado de naturaleza, previo a cualquier forma de organización política. Para
Hume este estado previo no existe, ya que los individuos poseen una tendencia na-
tural a unirse en sociedades, empezando por la propia familia, que surge del instinto
sexual, como ya había señalado Aristóteles.
6.  Correspondencia por temas con otros autores
•  Problema del conocimiento (epistemología): ver también Platón y Aristóteles
(Filosofía Antigua), San Agustín y Santo Tomás (Filosofía Medieval), Descartes
y Kant (Filosofía Moderna) y Nietzsche, Ortega y Wittgenstein (Filosofía Con-
temporánea).
•  Problema del alma (antropología): ver también Platón y Aristóteles (Filosofía
Antigua), San Agustín y SantoTomás (Filosofía Medieval), Descartes, Rousseau y
Kant (Filosofía Moderna) y Marx, Nietzsche y Ortega (Filosofía Contemporánea).
•  Problema de Dios (teología): ver también San Agustín y Santo Tomás (Filosofía
Medieval), Descartes y Kant (Filosofía Moderna) y Marx, Nietzsche y Wittgens-
tein (Filosofía Contemporánea).
•  Problema de la virtud (ética): ver también Platón y Aristóteles (Filosofía An-
tigua), San Agustín y Santo Tomás (Filosofía Medieval), Descartes, Rousseau y
Kant (Filosofía Moderna) y Marx, Nietzsche y Ortega (Filosofía Contemporánea).
•  Problema de la sociedad (política): ver también Platón y Aristóteles (Filosofía
Antigua), San Agustín y Santo Tomás (Filosofía Medieval), Rousseau (Filoso-
fía Moderna) y Marx (Filosofía Contemporánea).
[100]  Historia de la Filosofía
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7.  Examen de muestra
«Cuando razonamos a priori y con-
sideramos meramente un objeto o
causa, tal como aparece a la mente,
independientemente de cualquier ob-
servación, nunca puede sugerirnos la
noción de un objeto distinto, como lo
es su efecto, ni mucho menos mos-
trarnos una conexión inseparable e
inviolable entre ellos. Un hombre ha
de ser muy sagaz para descubrir me-
diante razonamiento que el cristal es
el efecto del calor, y el hielo del frío,
sin conocer previamente la conexión
entre estos estados.»
(Hume, Investigación sobre
el entendimiento humano)
Texto
En este texto, su autor reflexiona sobre el problema del conocimiento.
Cuestiones:
1  Exponer las ideas fundamentales del texto propuesto y la relación que existe
entre ellas.
2  Explicar el problema del conocimiento en Hume y desarrollar sistemática-
mente las principales líneas del pensamiento de este autor.
3  Explicar el problema del conocimiento en un autor que pertenezca a la filo-
sofía medieval.
4  Explicar el problema de la moral en un autor o corriente filosófica que no
pertenezca a la filosofía moderna ni a la filosofía medieval.
Hume  [101]
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8.  Mapa conceptual
HUME
METAFÍSICA
PRINCIPIO
DE
CAUSALIDAD
SUSTANCIA
VERDADES
ESCEPTICISMO
desemboca en
DE RAZÓN
•  Matemáticas y lógica.
•  A priori.
DE HECHO
•  Ciencias naturales.
•  A posteriori.
EMPIRISMO
IMPRESIONES
•  Son el principio/límite
del conocimiento.
•  La mente es una
página en blanco.
IDEAS
•  Copia de las
impresiones.
LEYES DE ASOCIACIÓN
•  Semejanza.
•  Contigüidad.
•  Causa/efecto.
dan lugar a
combinadas
mediante
TEORÍA DEL CONOCIMIENTO
CRÍTICA RAZÓN
SENTIMIENTO
EMOTIVISTA
ÉTICA
AGRADO
BUENO
ÚTIL
TENDENCIA
NATURAL
SOCIEDAD
DESAGRADO
MALO
CONCEPTOS
TRADICIONALES
de la METAFÍSICA
•  DIOS
•  ALMA
•  MUNDO
[102]  Historia de la Filosofía
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Hume

  • 2. Historia de la Filosofía 2.° Bachillerato Madrid Cristina Barba Cubelos MADRID • BOGOTÁ • BUENOS AIRES • CARACAS • GUATEMALA MÉXICO • NUEVA YORK • PANAMÁ • SAN JUAN • SANTIAGO AUCKLAND • HAMBURGO • LONDRES • MILÁN • MONTREAL • NUEVA DELHI • PARÍS SAN FRANCISCO • SIDNEY • SINGAPUR • SAN LUIS • TOKIO • TORONTO w w w .m cgraw -hill.es
  • 3. Historia de la Filosofía. 2.º Bachillerato. Madrid No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la trans- misión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright. Si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra, diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro. org). Nota: Este libro se atiene al artículo 32 del derecho de cita de la Ley de Propiedad Intelectual de 1996 (R. D. Leg 1/1996, de 12 de abril). Derechos Reservados © 2013, respecto a la primera edición en español, por: McGraw-Hill/Interamericana de España, S. L. Basauri, 17 Edificio Valrealty, 1.ª planta 28023 Aravaca (Madrid) © Cristina Barba Cubelos. ISBN: 978-84-481-8361-5 Depósito legal: Equipo editorial: Paloma Sánchez Molina y Ernesto Baltar Diseño de cubierta: rload.es Diseño de interior: Diseño y Control Gráfico, S. L. U. Ilustración: Siro Composición: Diseño y Control Gráfico, S. L. U. Impreso en ESPAÑA – Printed in SPAIN w w w .m cgraw -hill.es
  • 4. [3] Presentación «Cuando alguien pregunta para qué sirve la filosofía, la respuesta debe ser agresiva ya que la pregunta se tiene por irónica y mordaz. La filosofía no sirve (…) a ningún poder establecido. La filosofía sirve para entristecer. Una filosofía que no entristece o no contraría a nadie no es una filosofía. Sirve para detestar la estupidez, hace de la estupidez una cosa vergonzosa. Solo tiene un uso: denunciar la bajeza en todas sus formas.» (Gilles Deleuze, Nietzsche y la filosofía) El principal interés de la filosofía, siguiendo a Deleuze, es hacer hombres li- bres, es decir, personas capaces de comprender el mundo que les rodea y de comprenderse a sí mismos. «Conócete a ti mismo», reza el aforismo del templo de Apolo. Comprenderse a uno mismo es comprender a los demás, y vice- versa, dada nuestra común naturaleza humana. Por eso someter a análisis las ideas de los distintos autores es, al fin y al cabo, también someter a análisis las propias convicciones para reafirmarse o quizá para desprenderse de ellas. La Historia de la Filosofía no es nostalgia vacía del pasado. Su finalidad es más bien estimular el pensamiento en el presente; poner los problemas ac- tuales a la luz de los autores antiguos significa comprender su originalidad, actualidad y potencia transformadora tanto a nivel personal como social. En una so­ciedad que tiende a la unidimensionalidad y al activismo vacío, resulta estimu- lante ver la respuesta que dan autores y corrientes distintas en diferentes épocas a los problemas de la filosofía, que son, al fin, los problemas del ser humano. Este libro, por otra parte, ha sido pensado para facilitar la comprensión de la Historia de la Filosofía. Hemos procurado usar un lenguaje sencillo, sin poner por ello en riesgo la profundidad y el rigor de sus distintos plantea- mientos teóricos. El libro está estructurado en doce unidades didácticas en las que se explica a los diferentes autores y sistemas por orden cronológico. Cada una de ellas comienza con un texto comentado y a continuación se sitúa el pensamiento del autor en su contexto, que introduce las líneas fundamentales de su filoso- fía. La unidad termina con un cuadro comparativo que ayuda a relacionar al autor con otros autores; por último, se presentan un modelo de examen tipo selectividad y un mapa conceptual en el que se resumen las principales ideas de la unidad didáctica. La Autora w w w .m cgraw -hill.es
  • 5. Índice  1. Platón....................................................................... 5  2. Aristóteles................................................................. 21   3.  Agustín de Hipona.................................................... 35   4.  Tomás de Aquino...................................................... 51  5. Descartes.................................................................. 67  6. Hume....................................................................... 85  7. Rousseau.................................................................. 103  8. Kant.......................................................................... 119  9. Marx......................................................................... 137 10. Nietzsche................................................................. 151 11.  Ortega y Gasset........................................................ 167 12. Wittgenstein............................................................. 181 Anexo ............................................................................ 197 [4] w w w .m cgraw -hill.es
  • 6. Hume UNIDAD 6 [85] Índice 1. Texto comentado del autor. 2. Vida y obra. 3.  Contexto histórico y social. 4.  Contexto filosófico. 5.  Líneas fundamentales del pensamiento del autor. 5.1. Teoría del conocimiento. 5.2. Metafísica. 5.3. Ética. 5.4. Política. 6.  Correspondencia por temas con otros autores. 7.  Examen de muestra. 8.  Mapa conceptual. «La razón es, y debe ser, solo esclava de las pasiones y no puede aspirar a otro oficio que servirlas y obedecerlas.» (David Hume, Tratado sobre la naturaleza humana) w w w .m cgraw -hill.es
  • 7. 1.  Texto comentado del autor «He aquí, pues, que podemos dividir todas las percepciones de la mente en dos clases o especies, que se dis- tinguen por sus distintos grados de fuerza o vivacidad. Las menos fuertes e intensas comúnmente son llamadas pensamientos o ideas; la otra especie carece de un nombre en nuestro idio- ma, como en la mayoría de los demás, según creo, porque solamente con fi- nes filosóficos era necesario encua- drarlos bajo un término o denomina- ción general. Concedámosnos, pues, a nosotros mismos un poco de libertad, y llamémoslas impresiones, emplean- do este término en una acepción un poco distinta de la usual. Con el tér- mino impresión, pues, quiero denotar nuestras percepciones más intensas: cuando oímos, o vemos, o sentimos, o amamos, u odiamos, o deseamos, o queremos.» (David Hume, Investigación sobre el entendimiento humano) Texto Las ideas más importantes que aparecen en este texto son: 1  La clasificación de todos nuestros contenidos mentales en impresiones e ideas, atendiendo a su mayor o menor fuerza o vivacidad. 2  Las impresiones son el producto de la captación de los sentidos a partir de la experiencia, y son los contenidos mentales más fuertes. Las ideas son copias de las impresiones, por lo que han perdido parte de esa intensidad. 3  Para Hume, principal representante del empirismo, las impresiones sensibles tienen, por tanto, prioridad a la hora de definir lo que es el verdadero cono- cimiento: el criterio de certeza para determinar la verdad o falsedad de una idea será que le corresponda alguna impresión sensible. 2.  Vida y obra David Hume nació en Edimburgo (Escocia) en 1711. Siempre quiso dedicarse a la filo- sofía, pero la situación económica de su familia, que estaba emparentada con la aristo- cracia, aunque era más bien modesta, no le permitió hacerlo en exclusiva al principio. Se decidió que lo mejor para él era formarse como abogado y Hume aceptó esta idea con cierta resignación, incluso llegó a trabajar como tal durante unos meses en Bristol. Sin embargo, el joven Hume tenía muy claro que sentía «una aversión insuperable hacia todo lo que no fuera la investigación filosófica y el saber en general», por lo que dejó este trabajo y se trasladó a Francia, donde permaneció entre los años 1734 y 1737, dispuesto a dedicarse por fin en exclusiva a la indagación filosófica. Estudió en La Flèche, donde, como recordaremos, había estudiado también Descartes. Esto ha dado pie a especu- laciones sobre la intencionalidad de este retiro en el mismo lugar por parte de Hume. [86]  Historia de la Filosofía w w w .m cgraw -hill.es
  • 8. En estos años escribió una obra que fue fundamental, el Tratado sobre la naturaleza humana, que sin embargo no tuvo ningún éxito entre sus coetáneos. En 1737 regresa a primero a Londres, y más tarde a Escocia, donde vuelve a convivir unos años con su madre y hermano. En 1739 publicó los dos primeros volúmenes del Tratado, al que siguió el tercero en 1740. La obra pasó completamente desapercibida y Hume comprendió que su proyecto había fracasado. No sucedió lo mismo con su segunda obra, publicada en 1742, titulada Ensayos sobre moral y política, que sí tuvo éxito. Hume se recuperó de la sensación de fracaso anterior y se puso a la tarea de escribir una versión más corta del Tratado, obra que fue publicada en 1748 con el título Ensayos filosóficos sobre el entendimiento humano. En 1745 optó a la cátedra de ética de la Universidad de Edimburgo, pero no ob- tuvo la plaza debido probablemente a su condición de escéptico y ateo. Esto no le impidió residir en esta ciudad y ocupar un cargo importante. Después de una estancia en las cortes de Viena y Turín, donde realizó actividades que mejoraron su situación económica, volvió a Escocia en 1752 y fue nombrado bibliotecario del Colegio de Abogados de Edimburgo. Al parecer en esta institución era muy fácil obtener présta- mos de libros, por lo que Hume tuvo la excusa perfecta para dedicarse al estudio de problemas históricos, sociales y políticos, y publicó varias obras que trataban estos asuntos. No obstante, el primer volumen de su Historia de Inglaterra también fue duramente criticado, cosa que no sucedió con los siguientes. En 1763 recibió la invitación del conde de Hertford de acompañarle a París como secretario de embajada. Hume la aceptó y volvió a vivir en París hasta 1766, donde tuvo ocasión de entrar en contacto directo con los enciclopedistas y los círculos ilus- trados y de entablar amistad con algunos de los personajes destacados de la época, como Rousseau, al que acabará acogiendo en su casa durante las horas más bajas de este último. A su regreso a Londres fue nombrado «subsecretario de Estado para el departamento septentrional», que se ocupaba de los asuntos diplomáticos con los países situados al norte de Francia, cargo que no estaba remunerado y que desempeñó durante dos años, hasta 1769. Ese año regresa a Edimburgo, donde continúa sus actividades de estudio e investigación. Allí muere el 25 de agosto de 1776. Antes de morir escribió una breve autobiografía, anticipando su inevitable muerte. Otras obras importantes que no hemos citado son Investigación sobre los principios de la moral (1751) y Diálogos sobre la religión natural, escritos antes de 1752, pero publicados en 1779. 3.  Contexto histórico y social David Hume, como hemos dicho, nació en Edimburgo (Escocia) en 1711. En esa época Europa aún estaba inmersa en el Antiguo Régimen, que no finaliza hasta la Revolución Francesa de 1789. La monarquía absoluta era la constante como forma de organización política, pero se habían producido algunos avances; por ejemplo, la administración se Hume  [87] w w w .m cgraw -hill.es
  • 9. había centralizado y resultaba más eficaz. La Iglesia católica continuaba ocupando un papel primordial en el reparto del poder y la economía seguía siendo feudal, aunque ya se empezaban a ver indicios de un nuevo modelo económico: el capitalismo. En el siglo en el que vive Hume se proclamaron los derechos del hombre y se luchó contra los privilegios de las élites dominantes, gestándose la Europa moderna. Tuvo lugar la Guerra de Independencia de Estados Unidos y la Revolución Francesa, que se inspiró en los ideales ilustrados y revolucionarios, con los que Hume tendrá un contacto íntimo. En lo que respecta a la organización de la sociedad, el grupo que ostentaba más poder seguía siendo la aristocracia, íntimamente ligada con la propiedad de la tierra. Las clases populares, integradas en su mayoría por campesinos, seguían viviendo en una situación de pobreza extrema. En Gran Bretaña, sin embargo, la monarquía era de tipo parlamentario y el po- der se había ido concentrando en el Parlamento. Sin embargo, no se trataba de un Parlamento que representase la voluntad popular ni de nada parecido a un sistema democrático. La cámara estaba formada por nobles fundamentalmente, aunque sí es cierto que la creencia generalizada era que la soberanía residía en el pueblo. Otra diferencia de Gran Bretaña con respecto a la Europa Continental era la situa- ción de las masas de campesinos, que ya no formaban parte del sistema feudal todavía imperante en el resto del continente. Los nobles, propietarios de la mayor parte de la tierra, la alquilaban a la burguesía rural, que luego intentaba sacar rentabilidad de la misma introduciendo innovaciones, como la elaboración de las manufacturas. Estamos hablando de un capitalismo en estado embrionario, que continuaba muy ligado a las viejas estructuras feudales. Ya en tiempos de EnriqueVIII (1491-1547) Inglaterra había pasado de ser un reino débil a convertirse en uno de los más poderosos de Europa. Se había instaurado la Iglesia anglicana, como consecuencia de las disputas del monarca con el Papa. En esta época aumentaron incesantemente los ingresos de la burguesía, mientras dismi- nuían los de los nobles. Cuando Hume nació, reinaba en Inglaterra, Escocia e Irlanda Ana I, perteneciente a la casa de los Estuardo. En 1707 se había firmado el Acta de Unión, por la que Inglaterra y Escocia pasaban a formar parte de un solo reino. Durante el reinado de Ana I se formó el sistema bipartidista inglés, por el que el poder en el parlamento se iba trasladando de los tories a los whigs sucesivamente. Ana I murió sin descen- dencia dejando el trono en manos de un primo lejano, Jorge I. Jorge I, que pertenecía a la casa de los Hannover, reinó en medio de una gran impopularidad por parte de sus súbditos e incluso debió afrontar una rebelión. En 1727 le sucedió en el trono su hijo Jorge II, que también tuvo que hacer frente a una insurrección. Desde 1760 hasta 1820 reina su nieto Jorge III, con el que Gran Bretaña se convier- te en la primera potencia mundial. Se produce la conquista de Canadá, se establece el dominio marítimo mundial y se produce la derrota de Napoleón. Sin embargo, en [88]  Historia de la Filosofía w w w .m cgraw -hill.es
  • 10. esta etapa también tiene lugar la pérdida de las colonias de lo que luego se llamará Estados Unidos de Norteamérica. Ya en la segunda mitad del siglo xviii ha triunfado en Europa la Ilustración y los monarcas que ascienden al poder, como Carlos III de España o Catalina de Rusia, se muestran muy influidos por estas nuevas ideas y ponen en marcha proyectos relacio- nados con el Siglo de las Luces. 4.  Contexto filosófico Tenemos que hablar de varios movimientos intelectuales que confluyen en la misma época en Europa: el racionalismo y el empirismo, de los que ya hemos hablado en el tema anterior, además de la Ilustración, cuyos representantes destacados son inte- lectuales de la talla de Voltaire, Rousseau, Diderot o Montesquieu. Este último movimiento triunfa fundamentalmente en Francia. Sus ideas más im- portantes son el desprecio por cualquier tipo de autoridad que no provenga de la razón, la invitación a una emancipación intelectual por parte de los sujetos, el triunfo de los principios de igualdad, libertad y fraternidad en lo que respecta a la forma jus- ta de organizar una sociedad, y el deísmo en materia religiosa. Esta última corriente se caracteriza por su tendencia a naturalizar la religión o crear una religión de la razón. El racionalismo, cuyo máximo representante es Descartes, como vimos en el tema anterior, triunfa en la Europa continental en el siglo xvii. Su nombre deriva del papel prioritario que atribuye a la razón sobre los sentidos. Intenta crear un saber universal que acabe con la pluralidad de saberes. Se basa fundamentalmente en un rechazo de las sensaciones como fuente de conocimiento, la creencia en las ideas innatas y el uso de las deducciones lógicas como método de consecución de la verdad, inspirado en las matemáticas. El empirismo, por el contrario, cree que el criterio de certeza para que una afir- mación sea tomada como verdadera es que le corresponda una impresión sensible; la experiencia, por lo tanto, es un límite, y ya no se admiten temas que vayan más allá de los sentidos, como la sustancia, Dios o el alma, que anteriormente se estudiaban tanto. Los empiristas rechazan la presencia en la mente de ideas innatas y compa- ran al individuo cuando nace con una página en blanco, que comienza a rellenarse con los contenidos que provienen de los sentidos. El método que se usa para alcanzar el conocimiento es el propio de las ciencias naturales. Esta corriente se desarrolló en Inglaterra y sus máximos representantes son Locke, Hume y Berkeley. Afirman además que todo el conocimiento es subjetivo: no cono- cemos las cosas en sí mismas, sino las representaciones de estas en nuestra mente. Se suele asociar el empirismo con otra corriente: el materialismo (La Mettrie), que tiende a considerar al ser humano como una máquina sin alma, que se rige por idénticas leyes que cualquier otro elemento de la naturaleza. A su vez la teoría del conocimiento de Hume desemboca de una manera natural también en el escepti- Hume  [89] w w w .m cgraw -hill.es
  • 11. cismo y en el solipsismo (la fuente de nuestros conocimientos son las impresiones que resultan de la percepción, y nuestras percepciones son particulares, por lo que nuestros contenidos mentales son incomunicables). 5.  Líneas fundamentales del pensamiento del autor 5.1.  Teoría del conocimiento Como hemos señalado en el epígrafe anterior, la diferencia entre el empirismo y el racionalismo es que esta última corriente afirma que la razón es la fuente del conoci­miento, mientras que los empiristas creen que la fuente y el límite de nuestro conocimiento lo constituye la experiencia. La conclusión inmediata es que no existen ideas innatas y que cualquier información procede siempre de la experiencia. Cuando nacemos, la mente es como una página en blanco en la que no hay nada impreso. Esta página se va llenando con los contenidos que nos aporta la experiencia sensible. Hume diferencia asimismo entre dos tipos distintos de contenidos mentales: las im- presiones y las ideas. La diferencia entre ellas simplemente es su grado de intensidad. Las impresiones son los contenidos mentales más fuertes, y las ideas, los contenidos mentales más debilitados. La relación existente entre impresiones e ideas es la misma que la del original y la copia. Todas nuestras ideas son copias de nuestras impresiones o percepciones más intensas. Incluso las matemáticas se basan en impresiones; en este caso, en la impresión de semejanza. El papel secundario lo tendrían las ideas, que serían el resultado de impresiones que han perdido intensidad. La fuente del conocimiento, por lo tanto, la tenemos en las impresiones. El criterio de certeza para Hume será el siguiente: una afirmación será verdadera si las ideas que contiene corresponden a alguna impresión, y falsa si no se da esa correspondencia. Las impresiones se clasifican en dos tipos: impresiones de sensación e impresiones de reflexión. Las impresiones de sensación son aquellas que derivan de las percep- ciones sensibles y se corresponden con la acción de nuestros sentidos (oído, vista, tacto, gusto, olfato). Las impresiones de reflexión son el resultado de la percepción de una idea, como cuando sentimos desagrado ante la idea de un olor, por ejemplo. Por otra parte, las impresiones también pueden clasificarse en simples y complejas; una impresión simple sería la percepción de un sonido, por ejemplo; una impresión compleja, la percepción de un paisaje. Las ideas también se dividen en simples y complejas, ya que la mente combina de múltiples formas las impresiones que nos llegan a través de los sentidos. Las ideas simples son la copia de una impresión simple, como la idea de un sonido (la idea que yo manejo de la nota musical «do»). Las ideas complejas surgen tanto como copias de impresiones complejas, como la idea del paisaje antes mencionado, cuando yo pienso en él, o pueden ser también el resultado de las combinaciones de contenidos mentales que ya teníamos, realizadas a partir de otras ideas simples o complejas (por [90]  Historia de la Filosofía w w w .m cgraw -hill.es
  • 12. ejemplo, la idea de un unicornio surgiría de combinar la idea de cuerno con la de caballo, ideas que a su vez se derivarían de ambas impresiones). La forma en la que los seres humanos combinamos estas ideas es universal, es decir, existe una tenden- cia común a combinar las ideas en función de las siguientes leyes: la de semejanza, la de contigüidad en el tiempo o en el espacio y la de causa o efecto. Pero lo que es realmente importante es que nuestras impresiones o ideas complejas pueden ser descompuestas hasta llegar a unidades indivisibles que constituirían la materia pri- ma de nuestro conocimiento. Por ejemplo, cuando recordamos a un viejo amigo después de ver por casualidad una foto suya, lo que estamos aplicando es la ley de semejanza. Si alguien menciona lo limpia que está la clase de 1ºA de Bachillerato, inmediatamente la compararemos con el resto de clases que la rodean. En este caso lo que está operando es la ley de conti- güidad en el espacio. Si empezamos a relatar una anécdota que sucedió el sábado por la noche, nuestro interlocutor probablemente comentará otra anécdota que sucedió antes o después, movido por la ley de contigüidad en el tiempo. Si alguien acude a clase con un brazo roto, posiblemente muchas personas le preguntaran qué le ha sucedido, esto es, cuál es la causa de su mal, actuando en este caso la ley de la causa y el efecto. Las leyes de asociación son como un cemento que opera de forma automática e inconsciente, como una tendencia natural de cualquier sujeto humano. Según Hume estas tres leyes explicarían cualquier forma de interpretar la realidad: toda elaboración intelectual que llevemos a cabo estará relacionada sin lugar a dudas con alguna de estas leyes de asociación. EXPERIENCIA IDEAS COMPLEJAS genera dejan su huella en CARACTERÍSTICAS •  Inmediatas. •  Fruto de la percepción. IMPRESIONES basándose en LEYES •  Semejanza. •  Contigüidad. •  Causa/efecto. se asocian creando CARACTERÍSTICAS •  Copia debilitada de las impresiones. •  Criterio de certeza: correspondencia con las impresiones. IDEAS Hume  [91] w w w .m cgraw -hill.es
  • 13. Otra cuestión importante en la teoría de Hume es la distinción entre verdades de razón y verdades de hecho, diferenciación que ya había hecho Leibniz. Cualquier afirmación puede dividirse en uno de estos dos grupos. Las verdades de razón son las propias de las matemáticas y la lógica. La caracterís- tica de este tipo de verdades es que se captan intuitivamente, se presentan como una visión ante el intelecto, por lo que no necesitan someterse a ninguna comprobación empírica. Que «el todo es mayor que sus partes» es una afirmación siempre cierta, que se presenta a la mente con claridad, sin tener que recurrir a la experiencia para demostrarla. Es un tipo de afirmación que depende exclusivamente de la actividad de la razón, ya que se limita a expresar una determinada relación que existe entre las partes que componen una totalidad y esta última, al margen de que exista o no exista el «todo» en la experiencia. De ahí que sean verdades eternas, universales y a priori (no necesitamos recurrir a la experiencia para saber que son ciertas). El segundo tipo de verdades, las verdades de hecho, son a posteriori, puesto que debemos recurrir a su comprobación en la experiencia. Lo contrario a un hecho cual- quiera es, en principio, siempre posible, por lo que debemos encontrar ese hecho en la experiencia para determinar si es verdadero o falso. No hay ninguna contradicción, dice Hume, en la proposición «el sol no saldrá mañana». TIPOS DE CONOCIMIENTO RELACIONES DE IDEAS CUESTIONES DE HECHO Ámbito de las ciencias formales Podemos alcanzar certeza demostrativa Ámbito de la no-contradicción Alcanzamos certeza racional estricta Ámbito de los hechos y las cosas de la vida, de la naturaleza... Podemos alcanzar certeza vital Lo contrario de cualquier cuestión de hecho es concebible; no implica contradicción Alcanzamos creencia Hume afirma que la relación de causa y efecto es la forma habitual de investigar sobre verdades de hecho. Las regularidades que observamos en la naturaleza y que sirven para explicar los fenómenos propios de la física o la biología, entre otras ciencias, se basan en esta ley. Si en la experiencia nos encontramos que un hecho [92]  Historia de la Filosofía w w w .m cgraw -hill.es
  • 14. siempre va ligado a otro, acabamos por concluir que un hecho causa el otro, que es su efecto. Las causas y efectos, por lo tanto, no pueden ser descubiertos por la razón, sino solo por experiencia. Hume se pregunta en qué consiste exactamente la relación de causalidad, y con- cluye que cuando pensamos en términos de causa y efecto, en lo que estamos pen- sando en realidad es en una «conexión necesaria» entre la causa y el efecto, de tal modo que, conocida la causa, la razón puede deducir el efecto que se producirá, y viceversa, conocido el efecto, la razón puede remontarse a la causa que lo produce. Para empezar debemos preguntarnos de qué impresión deriva la idea de causa. Hume encuentra que deriva de tres impresiones: 1. Contigüidad: inmediata o mediata, si estamos ante una cadena de hechos; es experimentable. 2. Prioridad temporal: de la causa sobre el efecto; es experimentable. 3. Conexión necesaria: la más importante de las tres y, sin embargo, la única que no es experimentable. Recordemos que el criterio de certeza para Hume, con el que podemos determi- nar si una idea es o no verdadera, es que haya una impresión que le corresponda. ¿Hay alguna impresión que corresponda a la idea de «conexión necesaria»? No, y por lo tanto no es adecuado su uso para hablar de fenómenos que aún no han sucedido. Para explicarnos lo que se oculta detrás del principio de causalidad, Hume nos pone un ejemplo muy claro: si vemos cómo chocan dos bolas de billar, observamos el movimiento de la primera bola y su impacto (causa) sobre la segunda, que se pone entonces en movimiento (efecto); automáticamente el observador espera el movimiento de la segunda bola al ver a la primera en marcha, porque a partir de sus experiencias pasadas con bolas de billar, supone que existe una «conexión necesaria» entre la causa (golpe) y el efecto (el movimiento de la segunda bola). Pero, como ya hemos señalado, a la idea de «conexión necesaria» no le corresponde ninguna impresión sensible. Lo único que observamos es la sucesión entre el movimiento de la primera bola y el movimiento de la segunda; también tenemos una impresión sensible de la prioridad de la causa sobre el efecto; vemos que el movimiento de la primera bola de billar y su impacto sobre la segunda (causa) se producen antes de que se dé el movimiento de la segunda (efecto). Pero por ninguna parte aparece una impresión que corresponda a la idea de «conexión necesaria», por lo que hemos de concluir que la idea de que existe una «conexión necesaria» entre la causa y el efecto es ilusoria y surge en la subjetividad del observador. El hecho de que estemos tan convencidos de que la segunda bola se va a poner necesariamente en movimiento al recibir el impacto de la primera es el resultado de nuestras experiencias previas: el hábito o la costumbre, al haber observado siempre que los dos fenómenos se producen uno a continuación del otro, produce en nosotros Hume  [93] w w w .m cgraw -hill.es
  • 15. el convencimiento de que esa sucesión es imprescindible. Pero las creencias son en realidad sentimientos o instintos, no actos de la razón. El principio de causalidad solo es válido cuando somos rigurosos y lo aplicamos a sucesos de los que tenemos impresiones, es decir, solo tiene valor aplicado al pasado, dado que de los fenómenos que puedan ocurrir en el futuro no tenemos impresión alguna todavía. Somos capaces de prever el discurrir de hechos futu- ros porque aplicamos la inferencia causal; pero esas predicciones de hechos futuros no pasan de ser una mera creencia, por muy razonable que pueda considerarse. Es razonable pensar que las bolas de billar que sean impactadas se moverán; de hecho, Hume nos invita a vivir como si realmente fuésemos capaces de inferir el modo en el que van a suceder las cosas, pero si somos realmente rigurosos, debemos tener en cuenta que el futuro no tiene por qué comportarse igual que el pasado. Si cam- biasen las leyes de la física, quizá esa segunda bola de billar dejaría de comportarse tal y como esperamos. La idea de necesidad no se encuentra en los objetos mismos o en la conjunción constante de estos, sino en la observación de una repetición de un número suficiente de casos semejantes en el pasado. Si cada vez que vemos el rayo oímos luego el true- no, lo único que podemos saber empíricamente es que el trueno ha estado siempre unido al rayo en todas las experiencias pasadas. Pero siempre existirá la posibilidad de que falle la conjunción de hechos en un caso aún inexperimentado. Que exista una buena razón para creer que un hecho se desarrollará de una de- terminada forma no significa que se trate de una verdad a priori, porque siempre es posible que el curso de los acontecimientos cambie. Por esta razón, la aplicación que ha hecho la metafísica tradicionalmente del principio de causalidad al conocimiento de entes de los que no tenemos ninguna experiencia sensible no es legítima. Por ejemplo, la demostración de la existencia de Dios que realizaba Santo Tomás, remontándonos de los efectos a la causa, no sería válida para Hume. En resumen, solo hay dos modos de conocimiento: el conocimiento de verdades de razón, intuitivo y autoevidente, y la probabilidad o creencia, en la que se incluye el conocimiento de verdades de hecho. Hume lleva a sus últimas consecuencias los planteamientos filosóficos de sus predecesores Locke y Berkeley. Esto le hace desembocar en el escepticismo. Sin los datos sensibles, el entendimiento solo puede realizar operaciones como las de las matemáticas o la lógica, pero no puede alcanzar ninguna verdad acerca del mundo. Otra crítica que realiza Hume es la de los conceptos abstractos. Estos nos sirven para representar de modo universal la realidad. Pero Hume afirma que si nos para- mos a pensarlo, nadie puede formarse una idea realmente abstracta. Si ahora todos pensamos en el concepto abstracto de triángulo, cada uno de nosotros pensará un triángulo diferente y particular. Nadie será capaz de concebir un triángulo que no sea isósceles, escaleno, equilátero, pero que sea todos y cada uno de los triángulos que pueden existir. Cuando hablo del concepto abstracto de triángulo, tengo en la [94]  Historia de la Filosofía w w w .m cgraw -hill.es
  • 16. mente la imagen, la representación de un triángulo concreto, particular, al que añado luego la ilusión de que representa cualquier triángulo del mundo. Todas las ideas son, pues, particulares. Lo que llamamos conceptos o ideas abstractas son el resultado de una generaliza- ción inductiva, procedente de la experiencia, por la que terminamos por dar el mismo nombre a todos los objetos entre los que encontramos alguna semejanza que nos permita agruparlos en una única categoría. Cuando encontramos repetidamente una semejanza entre cosas que observamos, solemos aplicarles el mismo nombre aunque no sean iguales, lo que nos permite, por ejemplo, comunicarnos. 5.2. Metafísica Los problemas fundamentales para la metafísica han sido tradicionalmente el mundo, el alma y Dios. Hume se ocupará de estas tres sustancias en las Investigaciones, pero llegará a conclusiones bien distintas a las de la metafísica tradicional y la cartesiana. A la crítica del principio de causalidad se unirá la de la idea de sustancia, lo que lleva a Hume a cuestionar el uso que ha hecho la filosofía de estos tres conceptos. Pero para llevar a cabo esta crítica Hume empezará por analizar lo que se oculta tras la idea de sustancia. Si empezamos por su etimología, nos encontramos con que procede del latín substantia, que es, a su vez, la traducción del griego ousía. Se tra- duce como «fundamento» de la realidad, «lo que está debajo», lo que «permanece» bajo los fenómenos, lo subsistente. Este concepto lo encontramos ya en la metafísica de Aristóteles. Hume indagará sobre la validez de la idea de sustancia, y lo hará de nuevo re- curriendo al criterio de certeza que ya hemos señalado anteriormente. Recordemos que para Hume una idea es verdadera si le corresponde una impresión; si no encon- tramos ninguna impresión en la experiencia que le corresponda, como sucedía con la idea de «conexión necesaria», tenemos que considerarla falsa. Si indagamos en cualquier fenómeno, podremos apreciar enseguida lo que Aristóteles denominaba sus accidentes (color, olor, forma, tamaño, etc.), pero si eliminamos los accidentes, ¿nos queda algún sustrato? No hay ninguna impresión que corresponda a la idea de sustancia, ya que esta idea no contiene nada sensible; por tanto, nos encontramos de nuevo con un concepto vacío; de acuerdo con el criterio de Hume, es una idea falsa. La idea de sustancia es un producto del sujeto que observa la realidad; nuestra tendencia natural es integrar en un objeto que permanece todas las cualidades de las que tenemos una impresión sensible. Si observamos una mesa, vemos su forma y tamaño, color, la tocamos y sentimos su dureza, etc., y generamos la ilusión de que todas esas cualidades que percibimos a través de los sentidos tienen un sustrato común, que es la sustancia «mesa», sustancia a la que por cierto no le corresponde ninguna impresión. Hume  [95] w w w .m cgraw -hill.es
  • 17. Una vez descartada la idea de sustancia, a Hume le resultará muy fácil llegar a la conclusión de que los conceptos tradicionales de la metafísica también son conceptos vacíos. Veamos a continuación la crítica que realiza: a)  El mundo Descartes la denominaba res extensa y quedaba garantizada su existencia a partir de la demostración de la existencia de Dios, que nunca permitiría que me engañase al contemplar los fenómenos de la naturaleza. Pero Hume no acepta en absoluto esta garantía. Lejos de ello afirma que, si analizamos la cuestión rigurosamente, no tenemos por qué deducir del hecho de que tenemos percepciones que a estas les correspondan cuerpos que tienen una existencia independiente de las mismas. No tenemos reparo a la hora de deducir que nuestras percepciones están causadas por los objetos, con los que concuerdan en su totalidad, y que tienen una existencia separada de nosotros. Pero la realidad es que estamos «encerrados» en nuestro mundo de contenidos mentales y no podemos ir más allá de él. Todo lo que percibimos son nuestras impre- siones e ideas, por lo que resulta inevitable no poder sustraernos a ellas. b)  El alma Descartes la llama res cogitans, una sustancia espiritual que dotaba de identidad al ser humano frente a la materia. Hume rechaza mantener la creencia en el alma desde el punto de vista del conocimiento, desde el mismo momento en el que se hace la crítica a la idea de sustancia. No existe ese sustrato que daba cohesión a todos nues- tros contenidos mentales, que supuestamente permanecía inmutable a pesar de que los contenidos mentales son diferentes en cada momento. Si aplicamos una vez más el criterio de certeza de Hume, nos encontramos con que no hay ninguna impresión sensible de la que pueda proceder tal idea de un yo siempre idéntico a sí mismo. Por el contrario, las impresiones que tenemos nos describen un mundo mental en constante cambio, más bien una sucesión de instantes atomizados, que solo a través de una ilusión encuentran un nexo de unión. Hume observa que aquello a lo que llamamos alma es solo la unificación ficticia de todas nuestras percepciones. Para los demás no somos nada más que agrupamientos o series de percepciones que se suceden con rapidez. No hay nada en nuestra alma que permanezca idéntico, sin ninguna alteración durante un solo instante. La mente es una especie de teatro en el que se van sucediendo las distintas percepciones. Lo que nos lleva a pensar en ese yo permanente es el hecho de que observamos una enorme semejanza entre cada uno de esos «yoes» atómicos, puesto que se suce- den inmediatamente uno detrás de otro. La memoria, además, nos permite recordar [96]  Historia de la Filosofía w w w .m cgraw -hill.es
  • 18. impresiones pasadas, que nos recuerdan enormemente a las impresiones de nuestro yo presente, por lo que decidimos atribuir ambas a un sujeto al que adjudicarle arti- ficialmente las cualidades de continuidad y persistencia. Además, estos cambios son tan graduales que nos resulta imposible percibirlos de un momento a otro. c) Dios Cuando analizamos la crítica al principio de causalidad, ya señalamos la conclusión a la que llegaba Hume acerca de las demostraciones de la existencia de Dios a través de este principio. Si a esto añadimos la crítica a la sustancia que también realiza Hume, nos encontramos con que la sustancia divina quedará fuera de la teoría del conocimiento de este autor. La existencia de Dios para Hume no es demostrable ra- cionalmente (recordemos que fue acusado de ateísmo). No existe ninguna impresión sensible que se corresponda con la idea de sustancia divina, y por otra parte tampoco es correcto aplicar el principio de causalidad para deducir su existencia a partir de la experiencia sensible de sus supuestos efectos, remontándonos desde ellos hasta Dios como causa y origen de los mismos. En resumen, la metafísica para Hume no ha sido nunca una ciencia, sino un vano deseo de penetrar en lo impenetrable. Los conceptos sobre los que se ha edificado toda la filosofía no son otra cosa que ficciones de nuestra imaginación. CRÍTICA DE HUME A LA IDEA DE SUSTANCIA Impresiones Conjunción continua Hábito-costumbre De ninguna Esa idea de sustancia ¿de qué impresión deriva? Nos referimos a un «algo»; a un «sustrato» Imaginación; origina la idea de «sustancia» (propiedades del «oro») La idea de sustancia no es sino una colección de ideas simples unidas por la imaginación, que poseen un nombre particular asignado a ellas, mediante el cual somos capaces de recordar esa colección. + + Color Peso Maleabilidad Ideas asociadas ¿Cuál es su fundamento? Hume  [97] w w w .m cgraw -hill.es
  • 19. 5.3. Ética La ética de Hume aparece desarrollada en la obra Investigaciones sobre los principios de la moral. En este campo también huye del racionalismo, para explicar que la moral no descansa sobre la razón, sino, muy al contrario, sobre el sentimiento. Cuando se nos presenta un dilema moral y juzgamos algo como bueno o malo, para Hume no lo hacemos mediante una operación racional, sino que lo que nos mueve en nuestra vida moral es el sentimiento. Esta postura se conoce como emotivismo moral y consiste en confiar en los sentimientos como fundamento de la conducta humana. En realidad, si buscamos las cualidades de «bueno» o «malo» en los objetos, las personas o los acontecimientos, jamás los encontraremos. Hume afirma que la mo- ralidad no se ocupa del ámbito del ser, sino del deber ser: no pretende describir lo que es, sino prescribir lo que debe ser. Así, de la simple observación y análisis de los hechos no se podrá deducir nunca un juicio moral, lo que «debe ser». Hay un paso ilegítimo del ser (los hechos) al deber ser (la moralidad). Tal paso ilegítimo conduce a la llamada «falacia naturalista». La falacia naturalista iguala lo «bueno» con una propiedad natural; de esta manera, «lo bueno» ha sido equiparado falazmente con cosas como «lo deseado», «lo que satisface un deseo», etc. Pero «lo bueno» no es ninguna cualidad objetiva a la que se pueda acceder a través de la razón. En realidad, lo que se esconde detrás de esta supuesta propiedad de los objetos son las propias valoraciones del observador, y lo que está detrás de dichas valoraciones son los sentimientos de agrado o desagrado que nos producen esos hechos, objetos o personas. Pero esta sensación de desaprobación o agrado se encuentra en nosotros mismos, no en el objeto analizado. Esas afirmaciones parecen conducirnos, una vez eliminada la posibilidad de que la valoración moral dependa de categorías racionales, objetivas y universales, directa- mente al relativismo moral. Sin embargo, esto no es así, porque Hume da por supuesto que la naturaleza humana es común y constante y que esos sentimientos se desprenden de esa común naturaleza humana, que hace que a todos nos causen agrado o rechazo el mismo tipo de hechos. Lo bueno despierta una sensación de agrado y es valorado positivamente por todos los seres humanos, puesto que esta sensación responde a una especie de instinto o sentimiento universal; por tanto, la aprobación o reprobación general de un hecho lo convierte en bueno o malo. Es un producto social, resultado de una convención.Y uno de los factores más importantes a la hora de juzgar una conducta como buena es, para Hume, la utilidad, que despierta siempre la aprobación moral. Las conductas socialmente beneficiosas serán entonces interpretadas como buenas por los integrantes de esa sociedad, y surgirá el sentimiento opuesto ante conductas perniciosas para la sociedad, que serán moralmente reprobables, tales como el robo. La originalidad del planteamiento de Hume reside en la importancia que concede a las pasiones, situándolas por encima de la razón, como rectoras de la voluntad. Lo que ocurre es que a veces confundimos las pasiones tranquilas con la razón. El hombre no es una máquina calculadora, sino que es movido por las emociones. [98]  Historia de la Filosofía w w w .m cgraw -hill.es
  • 20. Hume concede una gran importancia al sentimiento de simpatía, a nuestra pro- pensión a sentir empatía por los demás, oponiéndose de esta manera a la visión pe- simista del hombre que tenía Hobbes. Hume dice que nos ponemos en el lugar de los otros, por distintos o contrarios que sean a nosotros. Una vez más, lo que implica este sentimiento es la uniformidad que podemos observar en las inclinaciones y en el modo de pensar de quienes viven en la misma comunidad. HUME SÍ EN EL SENTIMIENTO APROBACIÓN MORAL OBRA SENTIMIENTO SUFICIENTE TENDENCIAS APROBACIÓN MORAL ACCIONES no es esta nos o de o o NO EN LA RAZÓN sobre después de que sean conocidas del es la CENSURA MORAL para ÚTILES CUALIDADES ya sean INSTRUYE que radica de los se pregunta por el MORAL FUNDAMENTO JUICIOS MORALES PRODUCIR o CENSURA MORAL una PERNICIOSAS Hume  [99] w w w .m cgraw -hill.es
  • 21. 5.4. Política La protagonista de la filosofía política de Hume es la utilidad, base de las leyes y de la organización social. Para Hume el estudio de la política se basa en el análisis de hechos, lo que le otorga un carácter empírico, que hace que en ocasiones la filosofía política se clasifique junto a disciplinas como la física. También huye de los princi- pios de justicia abstractos, pues entiende que este análisis se debe hacer pegado a la realidad y a cada caso particular. En conclusión, el mejor sistema político será el que mejor se ajuste a cada nación, atendiendo a sus peculiaridades, y por lo tanto la mejor decisión política será la que resulte más útil para sus ciudadanos. Por otra parte, su filosofía política es naturalista. No admite la teoría contractua- lista, según la cual los individuos, antes de firmar el contrato o pacto social, vivían en un estado de naturaleza, previo a cualquier forma de organización política. Para Hume este estado previo no existe, ya que los individuos poseen una tendencia na- tural a unirse en sociedades, empezando por la propia familia, que surge del instinto sexual, como ya había señalado Aristóteles. 6.  Correspondencia por temas con otros autores •  Problema del conocimiento (epistemología): ver también Platón y Aristóteles (Filosofía Antigua), San Agustín y Santo Tomás (Filosofía Medieval), Descartes y Kant (Filosofía Moderna) y Nietzsche, Ortega y Wittgenstein (Filosofía Con- temporánea). •  Problema del alma (antropología): ver también Platón y Aristóteles (Filosofía Antigua), San Agustín y SantoTomás (Filosofía Medieval), Descartes, Rousseau y Kant (Filosofía Moderna) y Marx, Nietzsche y Ortega (Filosofía Contemporánea). •  Problema de Dios (teología): ver también San Agustín y Santo Tomás (Filosofía Medieval), Descartes y Kant (Filosofía Moderna) y Marx, Nietzsche y Wittgens- tein (Filosofía Contemporánea). •  Problema de la virtud (ética): ver también Platón y Aristóteles (Filosofía An- tigua), San Agustín y Santo Tomás (Filosofía Medieval), Descartes, Rousseau y Kant (Filosofía Moderna) y Marx, Nietzsche y Ortega (Filosofía Contemporánea). •  Problema de la sociedad (política): ver también Platón y Aristóteles (Filosofía Antigua), San Agustín y Santo Tomás (Filosofía Medieval), Rousseau (Filoso- fía Moderna) y Marx (Filosofía Contemporánea). [100]  Historia de la Filosofía w w w .m cgraw -hill.es
  • 22. 7.  Examen de muestra «Cuando razonamos a priori y con- sideramos meramente un objeto o causa, tal como aparece a la mente, independientemente de cualquier ob- servación, nunca puede sugerirnos la noción de un objeto distinto, como lo es su efecto, ni mucho menos mos- trarnos una conexión inseparable e inviolable entre ellos. Un hombre ha de ser muy sagaz para descubrir me- diante razonamiento que el cristal es el efecto del calor, y el hielo del frío, sin conocer previamente la conexión entre estos estados.» (Hume, Investigación sobre el entendimiento humano) Texto En este texto, su autor reflexiona sobre el problema del conocimiento. Cuestiones: 1  Exponer las ideas fundamentales del texto propuesto y la relación que existe entre ellas. 2  Explicar el problema del conocimiento en Hume y desarrollar sistemática- mente las principales líneas del pensamiento de este autor. 3  Explicar el problema del conocimiento en un autor que pertenezca a la filo- sofía medieval. 4  Explicar el problema de la moral en un autor o corriente filosófica que no pertenezca a la filosofía moderna ni a la filosofía medieval. Hume  [101] w w w .m cgraw -hill.es
  • 23. 8.  Mapa conceptual HUME METAFÍSICA PRINCIPIO DE CAUSALIDAD SUSTANCIA VERDADES ESCEPTICISMO desemboca en DE RAZÓN •  Matemáticas y lógica. •  A priori. DE HECHO •  Ciencias naturales. •  A posteriori. EMPIRISMO IMPRESIONES •  Son el principio/límite del conocimiento. •  La mente es una página en blanco. IDEAS •  Copia de las impresiones. LEYES DE ASOCIACIÓN •  Semejanza. •  Contigüidad. •  Causa/efecto. dan lugar a combinadas mediante TEORÍA DEL CONOCIMIENTO CRÍTICA RAZÓN SENTIMIENTO EMOTIVISTA ÉTICA AGRADO BUENO ÚTIL TENDENCIA NATURAL SOCIEDAD DESAGRADO MALO CONCEPTOS TRADICIONALES de la METAFÍSICA •  DIOS •  ALMA •  MUNDO [102]  Historia de la Filosofía w w w .m cgraw -hill.es
  • 24. Telf. contacto: 902 656 439 www.mghbooks.com McGraw-Hill te facilita disponer de tus eBooks y libros ¡No¡No¡No¡No esperes más para tenerlosesperes más para tenerlosesperes más para tenerlosesperes más para tenerlos!!!! Un sistema rápido y cómodo al recibirlo en tUn sistema rápido y cómodo al recibirlo en tUn sistema rápido y cómodo al recibirlo en tUn sistema rápido y cómodo al recibirlo en tuuuu domiciliodomiciliodomiciliodomicilio Contacta con MGHbooksContacta con MGHbooksContacta con MGHbooksContacta con MGHbooks www.mghbooks.com DBM – MGHbooks: Distribuidor de ebook y venta tradicional McGraw-Hill y DBM Logistic colaboran gestionando la librería virtual www.mghbooks.com En esta página web puedes disponer de nuestro fondo actualmente activo w w w .m cgraw -hill.es