SlideShare una empresa de Scribd logo
.í'"-3rr
La fe según San )uan
de la Cruz
Karol Wojtyla
LA FE
SEGUN SAN JUAN
DE LA CRUZ
TRADUCCION E INTRODUCCION DE
A L V A R O H U E R G A
LIBRERIA EDITRICE VATICANA
CITTÁ DEL VATICANO
BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS
MADRID • MCMLXXIX
Título del texto original: Doctrina de fide apud
S. Joannem a Cruce.
© Biblioteca de Autores Cristianos, de EDICA, S. A. Madrid 1979.
Mateo Inurria, 15. Madrid.
© Librería Editrice Vaticana. Cittá del Vaticano 1979.
© Pontificia Universitá San Tommaso. Roma.
Depósito legal M 20143-1979.
ISBN 84-220-0910-2.
Impreso en España. Printed in Spain.
I N D I C E G E N E R A L
Págs.
P rólogo ......................................................................................... xi
N ota biblio g r á fica ............................................................... xxxi
I ntroducción .............................................................................. 3
P rim era p a r te
A N A L I S I S
I. «Subida del Monte Carmelo» ........................... 19
1. Medio de unión .....................................,. 19
2. «Proporción de semejanza»............... 26
3. «Qué cosa sea unión del alma con Dios». 37
4. Fe-entendimiento ........................................ 44
5. «La fe en que está encubierta la Divi­
nidad» .......................................................... 51
6. «Hábito cierto y oscuro»................... 60
7. «La fe que es noche oscura» ................... 94
8. La fe en la noche activa del espíritu ... 109
9. «La inteligencia oscura y general, que es
la contemplación que se da en fe» ....... 150
10. «El Hijo de Dios que se comunica al
alma en fe» ................................................ 174
II. «Noche oscura» ................................................... 187
III. «Cántico espiritual» ........................................... 207
IV. «Llama de amor viva» ...................................... 235
Segunda p a r te
S I N T E S I S
I. Resumen doctrinal ............................................ 245
II. Conclusión: naturaleza de la fe ...................... 272
III. Anexo [La fe en Santo Tomás de Aquinoy
en San luán de la Cruz] ................................... 278
1) [Medio de unión] ...................................... 279
2) [Virtud purificadora] ................................ 280
I X
P R O L O G O
«La Universidad de Santo Tomás de
Aquino, llamada comúnmente EL AN-
GELICUM, que yo tuve la fortuna de
frecuentar durante un laborioso y siem­
pre recordado bienio».
( J u a n P a b l o II, Alocución a los
profesores y alumnos de las Universi­
dades Pontificias de Roma, 3 de abril
de 1979.)
n la producción literaria de Karol Wojtyla, las
primicias se las lleva, al menos cronológica­
mente, San Juan de la Cruz ’. Este dato de simple
constatación bibliográfica resulta precioso a la hora
de intentar una cala en la personalidad científica del
ilustre escritor polaco. Por dos razones: primera,
porque el estudio de sus primicias literarias permite
zahondar en las raíces y en el ambiente de su vo­
cación filosófico-teológica; segunda, porque, partien­
do de ahí, se puede seguir paso a paso el despliegue
de su ‘estilo de pensar’, que ha ido madurando y
proyectándose a nuevos horizontes sin solución de
continuidad. Sin embargo, apenas se repara en ello.
La vocación filosófico-teológica de Karol Woj­
tyla brota en unas circunstancias históricas dramá-
1 Ficha bibliográfica: Carolus W ojtyla, "Doctrina de fide apud
S. loannem a Cruce ms,1948-59 (Archivo Universidad Santo Tomás,
Roma) p.xxin-296+[2]; K arol Wojtyla, Quaestio de fide apud
S. loannem a Cruce: CoUectanea Theologica (Varsovia) 21 (1949-50)
p.418-68; K arol W ojtyla, O bumanizmie sw. Jana od Krzyza ( = El
humanismo de San luán de la Cruz): Znak 1 (1951) p.6-20.
X I
ticas, fragua en clima mediterráneo y produce frutos
en sazón, que le consagran como la figura más re­
presentativa del renacimiento filosófico-teológico po­
laco de la posguerra.
No voy a seguir, por motivos obvios, la trayec­
toria— atlética, lineal, luminosa— del pensamiento
wojtyliano. Me quedaré en el primer recodo de su
carrera, cuando su pluma cosechó los frutos culti­
vados con delicia y primor en el huerto fértilísimo
de San Juan de la Cruz. Sólo quisiera añadir, antes
de iniciar la singladura, que las obras del Doctor
Místico han seguido siendo libro de cabecera de Ka-
rol Wojtyla, como lo patentizan sus escritos más
recientes. Una vieja canción gallega dice que los
«amoriños primeiros» no se olvidan nunca. Signo
de contradicción lo confirma.
Para proceder ordenadamente, eslabonaré la ex­
posición en cinco apartados: 1) El encuentro; 2) El
tema; 3) El análisis; 4) La síntesis, y 5) Conclusión.
1. E L E N C U E N T R O
Santa Teresa de Jesús nos cuenta, en ese delicioso
libro de aventuras a lo divino que se llama Funda­
ciones, su primer encuentro con San Juan de la
Cruz. Ocurrió en Medina del Campo, ancha tierra
de Castilla, allá por el verano de 1568. De dos plu­
mazos evocadores hace una semblanza espiritual del
estudiante de Salamanca, inteligente, menudo, otea­
dor. «Era tan bueno— añadirá— , que, al menos, yo
podía mucho más deprender de él que él de mí».
A la «madre» Teresa le nació aquel día el ‘primero’
de sus hijos, labró la piedra angular de la Reforma
de varones, y no pensó, ni pudo pensar, el futuro.
X I I
A la primera ocasión se lo llevó en el carromato a
Valladolid.
En 1964, Karol Wojtyla encontrará en su cami­
no universitario no al estudiante de Salamanca, sino
al santo y al doctor de la Iglesia. Quizá lo conocía,
de nombre y devocionalmente, desde años atrás,
cuando en su tierra de Wadowice le brotó dentro,
incoercible, la vocación sacerdotal. Pero el encuen­
tro es ahora mucho más comprometido, más difícil
y más exigente. Como se dice en Roma, que es el
locus donde ocurre, era un incontro impegnativo.
Se trataba, ni más ni menos, de entablar una larga
conversación intelectual con el silencioso doctor de
la Iglesia en orden a la elaboración de una tesis de
doctorado en teología.
Dialogar con San Juan de la Cruz, sentarse ante
la cátedra de sus libros, entenderle, exigía resolver
algunos problemas previos muy importantes por su
índole entorpecedora, obstaculizadora. Cuatro nu­
dos tuvo, pues, que desatar el joven estudiante.
1.° El problema crítico de los textos.— Cual­
quier sanjuanista sabe que todas las ediciones de
sus libros son postumas, que no se conocen los ma­
nuscritos originales y que existen «variantes» sus­
tantivas en los textos. Esto último dio pie a una
clamorosa disputa sobre la autoría— digámoslo más
claro: sobre la autenticidad—del textus receptus.
Se airearon hipótesis de culpables interpolaciones.
Polémica aparte, se ha podido escribir en fecha no
muy lejana: «El primer obstáculo serio con que
suelen tropezar los lectores y estudiosos de San
Juan de la Cruz proviene de los escritos: es el de
la autenticidad de sus obras y el de su correcta or­
denación».
Cuando Wojtyla decide estudiar al Doctor Mís­
X I I I
tico, la disputa seguía levantando polvo agrio. En
ella, naturalmente, no va a tener parte ni arte. Opta
por una solución crítica razonable: acepta la auten­
ticidad de los textos, y se basa no en una edición
manual, sino en la monumental silveriana.
2 ° El problema del contexto histórico.— Para
una aproximación comprensiva a San Juan de la
Cruz es preciso desbrozar antes el contexto históri­
co en que vivió, pensó y escribió. La obra del Doc­
tor Místico tiene, sin duda alguna, un paisaje hu­
mano y geográfico al fondo. Hay páginas en Subida
que transparentan, como algunos poemas de Macha­
do, el de Baeza, por citar un ejemplo concreto.
Baeza, campo cultivado por el ardiente celo de San
Juan de Avila, el Apóstol de Andalucía, fue ‘nido
real de gavilanes’ místicos, pero fue también hormi­
guero de alumbrados. La mirada avizora del doctor
Huarte de San Juan, autor de Examen de ingenios
y médico de Baeza, coincide con la de San Juan de
la Cruz, aunque desde distinto punto de vista, en
la observación de aquel extraño y peligroso fenó­
meno.
Karol Wojtyla, con escasos medios a su alcance,
procuró resolver—y, sobre todo, tener presente—
este problema para no embarcarse en un navio abs­
tracto.
3.° El problema del lenguaje.— El Doctor Mís­
tico advierte a cualquier lector que se acerca a Su­
bida: «Y por cuanto esta doctrina es de la noche
oscura por donde el alma ha de ir a Dios, no se ma­
raville el lector si le pareciere oscura». Hay algo
más que una sonrisa irónica en ese juego delicioso
de palabras: está ahí el problema del lenguaje mís­
tico, que aflora abiertamente en el prólogo a Cánti­
xiv
co: «sería ignorancia pensar que los dichos de amor
en inteligencia mística [...] con alguna manera de
palabras se puedan bien explicar». El problema de
la inefabilidad, que fue cruz y aguijón del Doc­
tor Místico y que reaparece en Llama: «por ser de
cosas tan interiores y espirituales, para las cuales
comúnmente falta lenguaje». San Juan de la Cruz
recurre a la poesía, y, en todo caso, su prosa sigue
siendo poética, experimental, sin ceñirse a la línea
del lenguaje escolástico, tan poco poético, aunque
trata de seguir, eso sí, el rigor y la claridad de los
esquemas ideológicos de la ‘escuela’ en la que se
formó.
A esta dificultad, metodológicamente prevista, se
juntaba la del idioma mismo; es decir, la lengua en
que escribe San Juan de la Cruz, que es la castella­
na pura, clásica, cargada de modismos y de arrequi­
ves populares. XJn idioma, en definitiva, extraño
para Wojtyla, que habla y piensa en polaco. A juz­
gar por la obra, entreverada de incesantes textos
sanjuanistas, Karol Wojtyla caló hondo en el len­
guaje castellano de San Juan de la Cruz: no maneja
un texto traducido— recurso fácil, pero sin rango
científico— , sino el texto directo. Demuestra un
conocimiento más que vulgar de la lengua del Doc­
tor Místico, pues se percata de matices estructura­
les, y les aplica una sagaz hermenéutica para obte­
ner el sentido exacto de las palabras y de las frases.
Ello sería impensable sin una previa labor de estu­
dio de la lengua española. Y, a fe, sale airoso, sin
graves tropiezos, del redoblado problema lingüístico.
Dialogará con soltura, manejando el texto sanjua­
nista en el idioma en que fue escrito.
4.° El problema de la expresión.—Karol Woj­
tyla es de Wadowice. Su lengua láctea es la polaca.
xv
El locus de su encuentro con San Juan de la Cruz
fue Roma, como ya dijimos. En la Universidad del
Angelicum se admiten tesis en varios idiomas. Pero
han de ser idiomas conocidos por el moderador o
guía. Entre el italiano y el latín, descartado el po­
laco, Wojtyla optó por expresarse en un latín fun­
cional, liso, de andar a pie; por supuesto, ‘escolás­
tico’ y no ‘ciceroniano’. Dentro de estos límites, en
los que su decir se traba, hay que admirar la noble­
za del esfuerzo expresivo realizado.
2. E L T E M A
Karol Wojtyla, acotando el campo, eligió en la
obra de San Juan de la Cruz un punto concreto: la
fe. Un tema troncal, medular y siempre actual. Emi­
nentemente cristiano y teológico. Difícil en sí y di­
fícil en el Doctor Místico. Bastaría recordar el diá­
logo de Jesús con Nicodemo; el asunto gravísimo,
nuevo, que hace brillar en la noche untuosa los
ojos de Nicodemo es precisamente éste. Bastaría
recordar, en el polo extremo de la despedida, lo
que Jesús dijo a los apóstoles, aupados a predica­
dores de la fe cristiana: El que creyere, se salvará;
el que no creyere, se condenará.
La reflexión teológica sobre la fe traza un arco
cronológico que todavía está inconcluso, pues se
extiende desde la época apostólica hasta el fin de
los tiempos, pasando, claro está, por los nuestros,
en los que es tema vivo. Sin venir tan acá, detengá­
monos en los de San Juan de la Cruz. A nivel de
catequesis popular, el Apóstol de Andalucía expuso
así su lección sobre la fe allá por 1554:
«— ¿Qué cosa es fe?
— Creer lo que no vimos.
xvi
[...]
— ¿Por qué lo crees?
— Porque está escrito en la Sagrada Escritura y
en la Santa Madre Iglesia aprobado».
Los niños españoles—los niños pobres, como San
Juan de la Cruz— aprendían a leer por la cartilla de
la Doctrina cristiana. Es casi seguro que el primer
contacto intelectual, las primeras preguntas y las
primeras respuestas sobre el tema de la fe, las apren­
dió el futuro Doctor Místico de ese modo.
Ese mismo año 1554 ve también la luz un libro
que causará conmovedor impacto en España ente­
ra: el Libro de la oración y meditación, de Fray
Luis de Granada; un libro para adultos; un libro
que en las primeras páginas clava espuelas, exigien­
do al cristiano que rumie su fe, y describe, de refi­
lón, el cuadro existencial: «la causa de nuestros
males no es tanto falta de fe cuanto de considera­
ción de los misterios de nuestra fe». El diagnóstico
de Fray Luis es categórico: los cristianos, «muchos
de los cristianos», no rumian lo que creen, y por
eso no les aprovecha. En la glosa explana la com­
paración fe-medicina: «Porque así como dicen los
médicos que, para que las medicinas aprovechen, es
menester que sean primero actuadas y digeridas en
el estómago con el calor natural [ ...] , así también
para que los misterios de nuestra fe nos sean pro­
vechosos y saludables, es necesario que sean pri­
mero actuados y digeridos en nuestro corazón con
el calor de la meditación, porque de otra manera
nada aprovecharían. Y por falta de esto vemos a
cada paso muchos cristianos muy enteros en la fe y
muy rotos en la vida, porque nunca se paran a con­
siderar qué es lo que creen. Y así se tienen la fe
como a un rincón del arca, o como la medicina en
la botica, sin servirse de ella para lo que es. Creen
X V I I
así, a bulto y a carga cerrada, lo que tiene la Igle­
sia; creen que hay juicio, y pena, y gloria para bue­
nos y malos; mas ¿cuántos hallarás que se paren a
pensar qué tal haya de ser este juicio, y esta pena,
y esta gloria, con lo demás? Pues menester es des­
menuzar estas cosas para sentir y ver lo que den­
tro de ellas hay».
Fr. Luis, discípulo y amigo de Avila, distingue
agudamente; una cosa es «tener fe» y otra «vivir
la fe». Constata además, y no es flaca constatación
si se mira desde nuestro tiempo— tan zarandeado
de crisis— , que el «tener fe» entera es común pa­
trimonio de los españoles del siglo xvi. Algunos
años después, en la memorable ocasión del concilio
de Trento, 1563, D. Pedro González de Mendoza,
obispo de Salamanca, escribirá ufano: «También
se ha dado orden estos días, y Su Santidad lo quie­
re, y todos lo desean, y es cosa muy importante a
la cristiandad, que se haga un Catecismo. Y así han
señalado teólogos para ello, distribuyendo las mate­
rias por ellos. Para el Credo señalaron españoles,
porque parece que son gente a quienes se les puede
encomendar la fe».
Las anteriores citas no son mera gala o adorno;
nos sitúan en el ambiente histórico de San Juan de
la Cruz, niño que va a la escuela de la Doctrina,
joven que estudia teología en las aulas de la Uni­
versidad, místico en ciernes que se abisma en la
consideración de la fe, poeta en flor que la canta y,
para decirlo de una vez, doctor de la fe «viva y
enamorada».
Karol Wojtyla no se anduvo por las ramas. Se
fue directamente al meollo del mensaje doctrinal
de San Juan de la Cruz. Se aproximó a su obra des­
pués de superar los obstáculos aludidos, pregun­
tando inquisitivamente, con los ojos especulativos
X V I I I
abiertos, por la ‘cuestión de la fe’. Así, a nivel cien­
tífico y a son de lenguaje medieval: Quaestio de
fide.
La primera impresión de quien se acerca a la obra
de San Juan de la Cruz para recoger su enseñanza
sobre la fe es la de sentirse desbordado: la fe es
una «noche» invasora, transluminosa, que no se
deja aferrar. Es, en la perspectiva sanjuanista, un
río caudaloso que rompe el cauce agustiniano y el
cauce aquiniano y estalla en versos encendidos y en
‘declaraciones’ de una sutileza enorme.
Un tema tentador. Un tema difícil. Y, por añadi­
dura, relativamente asendereado por los buscadores
de ‘argumento’ para elaborar tesis doctorales. Woj­
tyla supo pronto que se le habían anticipado otros,
en especial Labourdette, que en 1935, bajo la di­
rección de Garrigou-Lagrange— el mismo guía que
va a dirigirle a él— , presentó y defendió una tesis
sobre La fe teologal y el conocimiento místico se­
gún San ]uan de la Cruz. ¿Qué hacer? Sencillamen­
te, buscar una veta nueva, un aspecto no explorado.
Labourdette enfocó su estudio partiendo del prin­
cipio tomista que dice que la función de la fe con­
siste en fundamentar en el homo viator el conoci­
miento sobrenatural. Es un enfoque, advierte Woj­
tyla, dinámico, adherente, desde luego, a la índole
vital y experimental de la obra del Doctor Místico.
Pero cabe desdoblar la pregunta, distinguiendo en­
tre lo que la fe es y lo que la fe hace. Labourdette
ha estudiado la vertiente dinámica de la fe—lo que
la fe hace— , dejando intacto, o tocándolo sólo inci­
dentalmente, el aspecto objetivo, metafísico: qué
es. Wojtyla se halla, por tanto, frente a un tema
original. Y, además, tremendamente difícil, porque
el Doctor Místico no enseñó la metafísica de la fe,
sino la dinámica purificadora y unitiva de la fe.
X I X
3. E L A N A L I S I S
En el epígrafe, en el ‘argumento’ y en el ‘prólogo’
de Subida indicó meridianamente San Juan de la
Cruz cuál era su pretensión o propósito: ayudar al
alma, darle ‘avisos y doctrina’ para ‘desembarazarse
de lo temporal y no embarazarse con lo espiritual’,
guiarla en ‘suma desnudez y libertad de espíritu’ a
la alta meta de la ‘unión’ con Dios; explicarle ‘el
modo de subir hasta la cumbre del monte, que es
el alto estado de la perfección que aquí llamamos
unión del alma con Dios’. El viaje con sus circuns­
tancias y peripecias se llama noche y supone en el
guía ‘ciencia y experiencia’: «Para haber de decla­
rar y dar a entender esta noche oscura por la cual
pasa el alma para llegar a la divina luz de la unión
perfecta del amor de Dios, cual se puede en esta
vida, era menester otra mayor luz de ciencia y ex­
periencia que la mía, porque son tantas y tan pro­
fundas las tinieblas y trabajos, así espirituales como
temporales, por que ordinariamente suelen pasar las
dichosas almas para poder llegar a este alto estado
de perfección, que ni basta ciencia humana para lo
saber entender ni experiencia para lo saber decir;
porque sólo el que por ello pasa lo sabrá sentir, mas
no decir».
Es inútil buscar en la obra del Doctor Místico fi­
nalidades o intenciones que no tuvo. Pero sí es po­
sible observar que utiliza tres ayudas en su labor
de guía: ciencia, experiencia y, sobre todo, fe. Cien­
cia subyacente, experiencia más apta para sentirse
que para decirse, fe para hablar de la fe. «Para de­
cir algo de esta noche oscura, no fiaré ni de expe­
riencia ni de ciencia [ ...] ; mas, no dejándome de
ayudar en lo que pudiere de estas dos cosas, apro­
vecharme he [...] , a lo menos para lo más impor­
xx
tante y oscuro de entender, de la divina Escritu­
ra [...], pues que el que en ella habla es el Espíritu
Santo».
¡Saberlo, sentirlo y no poderlo decir! Es eviden­
te que este ‘no poder decirlo’ constituye un escollo
grave para quien no dispone de otro vehículo que
la palabra para realizar su faena de instructor. En
este escollo tropezaba también Santa Teresa, ávida
lectora de libros espirituales y mujer sacudida por
estupendas experiencias místicas. ¡Qué diferencia
entre lo que dicen los libros y lo que se siente!,
acota al cabo de tantas y tantas lecturas. Y lue­
go deja caer al desgaire una de las más finas ob­
servaciones de su magisterio: «porque una merced
—dice— es dar el Señor la merced, y otra es enten­
der qué merced es y qué gracia; otra es saber de­
cirla y dar a entender cómo es».
San Juan de la Cruz se refugia, para ‘decirlo’, en
la poesía. «Toda la doctrina que entiendo tratar en
esta Subida del monte Carmelo está incluida en las
siguientes canciones». El fenómeno se repite en los
otros libros, cuya estructura-base es también un poe­
ma. Pero el lenguaje poético, para el que sentía una
vocación innata y experta, resulta también ‘ininteli­
gible’. Ana de Jesús, a quien envió y dedicó el poe­
ma del Cántico, se lo ha dicho, obligándolo a una
explicación más llana. Es decir, a la «declaración»
relativa que subsigue al poema. El sublime vate se
cuida de advertir al lector que su prosa no entraña
un valor absoluto, sino un valor relativo. Casi de
tanteo, integrado de ciencia, de experiencia, de fe,
de poesía.
El recurso al símbolo ‘noche’, tan poético y tan
polivalente, es en extremo revelador. «Por tres co­
sas podemos decir— declara— que se llama noche
este tránsito que hace el alma a la unión de Dios:
X X I
la primera, por parte del término de donde el alma
sale [ ...] ; la segunda, por parte del medio o ca­
mino por donde ha de ir el alma a esta unión, lo
cual es la fe, que es también oscura para el entendi­
miento como noche; la tercera, por parte del tér­
mino a donde va, que es Dios, el cual ni más ni me­
nos es noche oscura para el alma en esta vida. Las
cuales tres noches han de pasar por el alma, o, por
mejor decir, el alma por ellas, para venir a la divina
unión con Dios».
Noche equivale, según él, a eso «que los espiri- .
tuales llaman purgaciones o purificaciones del alma».
La equivalencia, sin embargo, se verá desbordada
de punta a punta tanto en la superficie del vocabu­
lario como en el fondo doctrinal. Noche es el todo
y noche es la parte. Noche, además, es la fe que
ilumina toda la noche, y noche, la noche de la mis­
ma fe.
Este es precisamente el punto-clave de la ‘doctri­
na de San Juan de la Cruz sobre la fe’ que Karol
Wojtyla trata de investigar. ‘Declarando’ la noche
de la fe—la segunda etapa del itinerario— , San
Juan de la Cruz brinda no un tratado especulativo,
sino, más bien, una serie de elementos preciosos
para poder determinar qué es la fe y no solamente^
qué hace la fe. Wojtyla tendrá que optar ahora (es
la segunda opción) por el método analítico.
Prefijado, pues, el objetivo— plano de ser o línea
entitativa, que es la base del plano de hacer o línea
dinámica de la fe— , se ve precisado a realizar una
doble faena al filo mismo de los textos descriptivos
de San Juan de la Cruz: primeramente, aislar los
textos que juzga más importantes o de mayor inci-
sividad, procurando no desencajarlos del contexto;
a continuación, someterlos a un largo, lento, sapien­
cial análisis.
xxir
Hay, desde luego, elementos diseminados por
toda la obra del Doctor Místico. Pero donde mayor
acopio puede hacerse es en el segundo libro de Subi­
da. Es ahí, en esa cantera, donde Wojtyla ‘aísla’
nada menos que diez elementos, que luego analiza.
La mayor— me atrevería a decir la mejor—parte
de su faena doctoral consiste en el análisis, que su­
pone un descomunal esfuerzo previo para arrancar
los diez bloques.
No vamos a entretenernos en hacer un análisis
de sus análisis. Sí, en cambio, quiero clavar aquí la
serie eslabonada de los diez bloques, índice de una
fuerza y de una clarividencia mentales extraordi­
narias:
1. El «medio de unión».
2. La «proporción de semejanza».
3. «Qué cosa sea unión del alma con
Dios».
4. Fe-entendimiento.
5. «La fe en que está encubierta la Divi­
nidad».
6. «Hábito cierto y oscuro».
7. «La fe que es noche oscura».
8. La fe en la noche activa del espíritu.
9. «La inteligencia oscura y general, que
es la contemplación que se da en fe».
10. «El Hijo de Dios que se comunica al
alma en fe».
A propósito de este último bloque, la cala ana­
lítica se adentra en las entrañas trinitarias de la fe,
y, al aflorar el discurso a la superficie de la vida
cotidiana, fija los criterios prácticos que deben re­
gular la conducta del creyente, del hombre que ca­
mina en fe. El análisis resulta en extremo denso y
X X I I I
rico, profundo y normativo. Cabría decir linealmen­
te: trinitario-cristológico-eclesial. San Juan de la
Cruz culmina su ‘declaración’ tallando un texto de
una carga teológica estupenda: «Ya que está la fe
en Cristo y manifiesta la ley evangélica en esta era
de gracia, no hay para qué preguntarle [a Dios] de
aquella manera, ni para qué El hable ya ni respon­
da como entonces, porque en darnos como nos dio
a su Hijo, que es una Palabra suya— que no tiene
otra— , todo nos lo habló junto y de una vez en
esta sola Palabra, y no tiene más que hablar».
Este bellísimo texto proyecta luz penetrante para
discernir—y para no aceptar— toda esa serie de su­
puestas ‘revelaciones’ privadas y de fenómenos que
tanto encandilan al vulgo. «Yo conocí— confiden­
cia el Doctor Místico— una persona que, teniendo
estas locuciones sucesivas, entre algunas harto ver­
daderas y sustanciales que formaba del santísimo
sacramento de la eucaristía, había algunas que eran
harto herejía. Y espántome yo mucho de lo que
pasa en estos tiempos, y es que cualquiera alma de
por ahí con cuatro maravedís de consideración, si
siente algunas locuciones de éstas en algún recogi­
miento, luego lo bautizan todo por de Dios y supo­
nen que es así, diciendo: ‘Díjome Dios’, ‘Respon­
dióme Dios’; y no será así, sino que, como habe­
rnos dicho, ellos las más veces se lo dicen».
Karol Wojtyla analiza en profundidad esos y
otros textos sanjuanistas sobre la totalidad de la
Palabra hecha carne. Y subraya la inserción de la
Iglesia en el orden revelante y salvífico de la Pa­
labra, inserción que San Juan de la Cruz ve con
ojos de una lógica dogmática vigorosa, con ojos es­
crutadores de la psicología y de la sociología huma­
nas. Con ojos de fe y de experiencia. El Doctor Mís­
tico, que tan ‘hijo de la Iglesia’ es y se siente y lo
xxiv
proclama, extiende el misterio de Cristo a la Igle­
sia celeste, que es claro día, y a la Iglesia militante,
que camina en noche de fe. Desde una perspectiva
dogmática realmente exquisita, ‘ve’ a la Iglesia como
prolongación e instrumento de la Palabra, y llega a
concluir que es un elemento integral del acto de fe
y no sólo objeto y norma de fe. «En todo nos ha­
bernos de guiar por la ley de Cristo-hombre y de
su Iglesia», dice, aludiendo al entorno de la llamada
fenomenología mística. El análisis de Karol Wojty­
la alcanza aquí una profundidad dogmático-eclesial
pareja al incisivo y gustoso teologizar de San Juan
de la Cruz.
A mi leal parecer, Karol Wojtyla ha escrito, a la
zaga del Doctor Místico, una ‘meditación’ dogmáti­
ca y vital sobre la Iglesia, que, por su robusta con­
textura y por el significado histórico que entraña,
es una de las claves más luminosas de su pensamien­
to. Y lo confirma la valentía con que desbarata, en
una acotación subsiguiente, la frágil e insidiosa hi­
pótesis de Baruzi, que con fina sutileza racionalista
intenta establecer y probar en los textos sanjuanis­
tas una oposición entre ‘fe mística’ y ‘fe dogmática’.
En el análisis del elemento 10 termina y culmina
el ‘comentario’ wojtyliano a los pasajes de Subida
que hablan expresamente de la fe. En realidad, ahí,
en el libro segundo, está dicho todo o casi todo lo
que se podía y convenía declarar sobre la fe; en el
resto de Subida y en las otras obras del Doctor
Místico se tratan ya diferentes temas. «Instruida ya
la primera potencia del alma, que es el entendimien­
to, por todas sus aprehensiones en la primera virtud
teológica, que es la fe, para que según esta potencia
se pueda unir el alma con Dios por medio de pure­
za de fe, resta ahora hacer lo mismo acerca de las
otras dos potencias [...]. Lo cual se hará breve­
xxv
mente [...], porque, habiendo concluido con el en­
tendimiento, que es el receptáculo de todos los de­
más objetos en su manera, en lo cual está andado
mucho camino para lo demás, no es necesario alar­
garnos tanto acerca de estas potencias, porque no
es posible que, si el espiritual instruyere bien al en­
tendimiento en fe, según la doctrina que se le ha
dado, no instruya también de camino a las otras
dos potencias».
Con esta párrafo inicia San Juan de la Cruz el
nuevo periplo. Pero sin perder la conexión con el
punto de apoyo. Es decir, con el tema de la fe. La
trascendencia invasora de la fe en todos sus escritos
es tal, que, aun no tratando de ella, aflorarán aquí
y allá, diseminados, elementos nuevos. Karol Woj­
tyla les sigue el rastro, y, una vez localizados, los
somete al bisturí de sus análisis. Tres son los más
importantes, que me limito a indicar:
1.° La función de la fe en las noches pasivas y
la ‘noche pasiva’ de la misma fe.
2 ° La estrofa 12 del Cántico espiritual:
«¡Oh cristalina fuente,
si en esos tus semblantes plateados
formases de repente
los ojos deseados
que tengo en mis entrañas dibujados!»
La metáfora de la fuente cristalina, que es anhe­
lo y sed de transparencia, se repite, ya en remanso,
en el poema
«Que bien sé yo la fonte que mana y corre,
aunque es de noche».
El paralelismo ideológico, y aun verbal, se per­
cibe a simple observación. Y, si hiciese falta una
clave para la identidad y la exégesis de la estrofa y
X X V I
del poema, la hallaríamos a la puerta: en el epígra­
fe Cantar de la alma que se huelga de conocer a
Dios por fe. San Juan de la Cruz es el poeta de la
fe, el místico de la fe, y también el teólogo de la
fe. El mismo, declarando la estrofa citada, conden­
sa en dos o tres páginas su personal visión de la
fe ‘viva y enamorada’. Casi un tratado, a su aire y
a su modo. «Llama cristalina a la fe por dos cosas:
la primera, porque es de Cristo, su Esposo; y la
segunda, porque tiene las propiedades del cristal en
ser pura en las verdades, y fuerte, y clara, limpia de
errores y formas naturales. Y llámala fuente porque
de ella manan al alma las aguas de todos los bienes
espirituales».
Ante una estrofa que es un estallido de luz y
ante una declaración que es un tratadito de fe, Ka­
rol Wojtyla no ha tenido más remedio que detener­
se y cambiar un poco la metodología analítica; aho­
ra transcribe párrafo por párrafo, y le va haciendo
una exégesis ceñida, honda, certera.
3.° En Llama hay un pasaje famoso: el que des­
cribe los efectos de la «fe ilustradísima», preludio
de paraíso. Con la glosa al célebre texto, concluye
Karol Wojtyla sus análisis. Y pasa a elaborar la sín­
tesis.
4. L A S I N T E S I S
¿ Q u é e s l a f e s e g ú n S an J u a n d e l a C r u z ?
Karol Wojtyla, que ha alargado tanto la faena de
análisis de los bloques textuales, es muy breve a la
hora de la síntesis. Cabía esperarlo, si nos atenemos
a la semántica de la palabra ‘síntesis’, que significa
condensación, suma y compendio, resultado.
Desde su perspectiva programática, Wojtyla re­
X X V I I
sume los ‘resultados’ de sus análisis en una síntesis
muy apretada, y pudiéramos decir también muy me­
tafísica y original:
1. La fe es, según San Juan de la Cruz, la facul­
tad de la trascendencia teologal (facultas transcen-
dentiae theologicae). Porque es la potencia o virtud
infusa que hace que el entendimiento trascienda
hacia Dios, no sólo en cuanto ser— que hasta ahí
puede llegar por sí— , sino en cuanto Dios. Sub ra-
tione ipsius Deitatis, dice Wojtyla, no desdeñando
repetir la clásica fórmula escolástica. Este concep^
to, que a más de un lector se le antojará de cuño
zubiriano’, no se halla así, en forma metafísica y
abstracta, en los textos sanjuanistas analizados; no
se halla en la superficie, observa Wojtyla, pero sí
en el fondo. Está subyacente. Abierto, a través de
los textos, a una abstracción mental. Decir ‘abstrac­
to’ es poner el objeto-idea fuera del sujeto psicoló­
gico en que encarna y anida, sacarlo de su sede y
‘capturarlo’ intelectivamente. La fe misma realiza
la máxima operación intelectiva al potenciar el en­
tendimiento y lanzarlo, trascendiéndose, hacia Dios.
Wojtyla no repara, al menos no alude expresamen­
te, en las ‘coplas’ sanjuanistas, juguetonas y medu­
lares, que cantan la ‘trascendencia’ de la fe:
«Entréme donde no supe,
y quedéme no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo».
De haberlas aludido, tendría que basar en ellas el
primer eslabón de la síntesis. Con todo, la sintonía
es evidente y demostrativa de la autenticidad y de
la legitimidad ‘sanjuanistas’ de la fórmula wojty-
liana.
2. La fe es una participación de Dios en cuan­
to objeto. Quiere ello decir que alcanza su objeti-
X X V I I I
vo y que constitutivamente, dentro de su oscuridad
propia, es medio próximo de unión intelectual con
Dios, germen de deificación del hombre.
3. Por su trascendencia y su constitución, la fe
es una virtud extraordinariamente dinámica, puri­
ficadora y transformante. En realidad, lo que San
Juan de la Cruz intenta es describir ese dinamismo,
sirviéndose de la palabra noche, tan preñada o car­
gada de posibilidades para el despliegue de un sis­
tema de maravillosa y consistente arquitectura.
4. La ‘fe ilustradísima’ es el ápice de la noche
oscura, y, por tanto, la suprema actualización de la
fe consiste en la contemplación. En ella logra su
máxima intensidad. La noche es ya ‘rompiente’ de
aurora, preludio de mediodía glorioso.
Estos son los rasgos o propiedades que ‘definen’
la fe según la doctrina de San Juan de la Cruz, aco­
tada, aislada, analizada y sintetizada por Wojtyla.
5. C O N C L U S I O N
Al llegar al fin de su faena analítica y sintética,
Wojtyla no lanza las campanas al vuelo. Su estilo
de pensar y de escribir es sobrio, indicador de un
temperamento metafísico innato, con una garra agu­
da para apresar las ideas; mas también con una
sensibilidad y una interioridad deliciosas, general­
mente contenidas, dominadas por la inteligencia. El
método crítico y analítico que eligió le impuso la
relectura de todo el sutil, preciso y precioso siste­
ma sanjuanista: ciencia y experiencia, poesía y mís­
tica, saber y no saber, fe reflexiva. La fe es como
el eje ígneo y radial que da consistencia e imanta el
X X I X
pensamiento sanjuanistaJ Wojtyla se da inmediata­
mente cuenta de esto, y a golpe de análisis llega al
trasfondo metafísico de la doctrina. Al ser de la fe.
Con todo, no halla, ni intenta reconstruirlo, un tra­
tado completo de la fe, sencillamente porque San
Juan de la Cruz no se propuso esa meta. Sin em­
bargo, concluirá Karol Wojtyla, lo que el Doctor
Místico nos enseña sobre la fe vale tanto y más que
muchos tratados especulativos, de ordinario desvi­
talizados y congelantes. Porque la fe es, ante todo
y sobre todo, medula vital, noche luminosa, hilo
conductor del ser y del hacer cristianos. Como can­
ta, jubiloso, el vate de Fontiveros:
¡Oh noche que guiaste!,
¡oh noche amable más que la alborada!,
¡oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!
* * *
Dos palabras finales sobre la versión de la obra
doctoral de K. Wojtyla al romance hispano.
He procurado mantenerme en equidistancia de
dos polos: ni traducción dinámica, para no caer en
subjetivismo traidor, ni traducción ad pedetn litte-
rae, que entorpecería la fluidez. Al optar por un
camino intermedio, se guarda fidelidad a la letra.
Y, sobre todo, fidelidad al estilo de pensar y de ex­
presarse, característico del autor y condicionado por
el tema. Circunstancias históricas de todos conoci­
das dan actualidad a la obra. Sin embargo, su má­
xima actualidad estriba en el tema mismo: la fe.
Roma, 7 marzo 1979.
xxx
N O T A B I B L I O G R A F I C A
San Ju an de l a C ru z, Obras de —, Doctor de la Iglesia,
editadas y anotadas por el P. Silverio de Santa Teresa:
t.l: Preliminares (Burgos, Tipografía de E l Monte Car­
m elo, 1929); t.2: Subida y Noche oscura (1929); t.3:
Cántico espiritual (1930); t.4: Llama de amor viva.
Cautelas. Avisos. Cartas. Poesías (1931); t.5: Procesos
de beatificación y canonización (1931). . .
S an to T om ás de A quino, Summa theologiae (Taurim , Ma-
rietti, 1938); Quaestiones dispútate: Be veritate; Scnp-
tum super IV Libros Sententiarum Petri Lombardi.
A rin te ro , O.P., Juan G., Inanidad de la contemplación
adquirida: La Ciencia Tomista 29 (l924) p.331-49; 30
(1924) p.5-27. ^ , ... ,
B a ru z i, Jean , Saint Jean de la Croix et le probleme de
l'expérience mystique (París 1924; 21929). c .
B o is s e lo t, O.P., Pierre, La lumiére de la fot: La Vie 5>pi-
rituelle, Suppl. 41 (1934) p.34-45.
— La foi, connaissance affective: ibid., p.81-94.
B ru n o de Jé su s-M a rie , O.C.D., Saint Jean de la Croix
(París, Plon, 1929) [San Juan de la Cruz, Madrid, Edi­
ciones Fax, 1943].
C a rro , O.P., Venancio D., La naturaleza de la gracia y el
realismo místico: La Ciencia Tomista 25 (1922) p.362-75.
— ¿Hay más de una contemplación?: ibid., 28 (1923)
p.185-216.
C h e v a lie r, O.S.B., Philippe, Le «Cantique spirituel» inter­
polé: La Vie Spirituelle (1926-1930) (serie de artículos).
— Saint Jean de la Croix en Sorbonne: ibid., 12 (1925)
p.188-212.
— La doctrina ascétique de Saint Jean de la Croix: ibid.,
16 (1927) p.175-96.
Connaissance de Dieu et unión d’amour. Traite attribué st
S. Jean de la Croix. Traduction et notes par le P. Théo-
dore de Saint-Joseph (Bruges 1924).
C risó g o n o de J e s ú s Sacram en tad o, O .C D ., San Juan de
la Cruz. Su obra científica y su obra literaria, 2 vols.
(M adrid 1929).
— San Juan de la Cruz. El hombre. El doctor. El poeta
(Barcelona-Madrid 1935).
E fr é n de l a M adre de D ios, O.C.D., San Juan de la Cruz
y el misterio de la Santísima Trinidad en la vida espi­
ritual (Zaragoza 1947).
X X X I
E u gen io de San Jo sé , O.C.D., La contemplación de fe se­
gún la «Subida del monte Carmelo» (Burgos, E l Monte
Carmelo, 1928).
F a r g e s, Albert, La maniere de poser la question mystique:
Revue d’Ascétique et de Mystique 3 (1922) p.273-82.
— Point d’idées infuses dans la contemplation infuse: La
Vie Spirituelle 8 (1923) p.193-207.
G a b r ie le di S a n ta M a ría M ad d alen a, O.C.D., La mística
teresiana (Firenze 1934).
San Giovanni della Croce, Dottore dell’Amore Divino
(Firenze 1937).
— La contemplazione acquisita (Firenze 1938).
— Visioni e rivelazioni nella vita spirituale (Firenze 1941).
— La contemplation acquise chez les théólogiens Carmes
décbaussés: La Vie Spirituelle, Suppl. 11 (1923) p.277-
— L’union transformante selon Saint lean de la Croix:
ibid., 16 (1927) p.223-54.
G a r d e l, O.P., Ambroise, La structure de l’áme et l’expé-
rience mystique, 2 vols. (París 1927).
— La contemplation mystique est-elle intentionnelle?: Re­
vue Thomiste N.S. 15 (1932) p.226-50 y 379-93.
G arrig o u -L ag ran g e, O.P., Réginald, Perfection chrétienne
et contemplation, 2 vols. (Saint-Maximin [Var], éd. de
L a Vie Spirituelle, 1923).
— Les trois áges de la vie intérieure, prélude de celle du
ciel (París, éd. du Cerf, 1938) [Las tres edades de la
vida interior, preludio de la del cielo, trad. de L. Ses­
ma, O.C.M.Cap. (Buenos Aires, Desclée de Brouwer,
1945) 2 vols.].
— La mystiqnue et la doctrine de S. Tbomas sur la foi:
La Vie Spirituelle 1 (1920) p.361-82.
— La contemplation mystique requiert-elle des idées in­
fuses?: ibid., Suppl. 7 (1922) p.1-21.
— Les vertus tbéologales et la nuit d’esprit: ibid., 17
(1927) p.269-90.
— Saint Thomas et Saint ]ean de la Croix: ibid., Supnl.
49 (1936) p.357-76.
— L'illumination spéciale du don de sagesse suffit a la
contemplation infuse?: ibid., Suppl. 50 (1937) p.l 15-20.
G r o u lt, Pierre, S. Jean de la Croix. Sa doctrine mystique:
Nouvelle Revue Théologique 54 (1927) p.561-91.
H appig, S.I., Bernhard, Die Theologie der Mystik nach dem
bl. Jobannes vom Kreuz: Scholastik 12 (1937) p.481-97.
H o o rn art, Rodolphe, L’áme ardente de S. lean de la Croix
(París 1928).
Jé ró m e de l a M e re de D ieu , O.C.D., La tradition mysti­
que du Carmel: La Vie Spirituelle, Suppl. 9 (1924)
p.61-92 y 133-63.
X X X I I
Jo r e t, O.P., F. D., L’intuition obscure de Dieu: ibid., 5
(1921) p.5-57.
Ju an de J e s ú s M aría, O.C.D., El valor crítico del texto
escrito por la primera mano en el códice de Sanlúcar
de Barrameda: Ephemerides Carmeliticae 1 (1947)
p.313-66.
L a b o u rd e tte , O.P., Michel M., La foi théologale et la con-
naisance mystique d’aprés Saint Jean de la Croix: _Re­
vue 11101111816 (1936-37) (tirada aparte: Saint-Maximin
[1937] p.116).
L e b reto n , Jules, La nuit obscure d’aprés S. Jean de la
Croix: Revue d’Ascétique et de Mystique 9 (1928)
p.3-24.
Louis d e l a T r in ité , O.C.D., La nuit de la foi: Etudes Car-
mélitaines (1937) p.189-224.
— Le docteur mystique (París 1929).
M a r c e lo d e l N iñ o J e s ú s , O.C.D., El tomismo de San
Juan de la Cruz (Burgos 1930).
M a rita in , Jacques, Distinguer pour unir ou les degrés du
savoir (París 1946).
— Une question sur la vie mystique et la contemplation:
La Vie Spirituelle 7 (1923) p.636-50.
M a sso n e t, O .P ., A.-M ., Intuition mystique et foi théolo­
gale: La Vie Spirituelle, Suppl. 51 (1937) p.141-64.
— Fot théologale et dons intellectuels: ibid., Suppl. 54
(1938) p.1-21. .
P a s to u r e l, O.S.B., L ., La doctrine mystique de Satnt
Jean de la Croix: Annales de Philosophie Chrétienne
(1912) p.54-74. .
Win k lh o fe r, A., Die Gnadenlehre in der Mystik des hl.
Jobannes vom Kreuz (Freiburg i.B. 1936).
W ild , Karl, Auf den Hóhenwegen der christilichen Mystik
(München 1935).
— Das Wesen der mystischen Bescbauung nach dem hl.
Jobannes vom Kreuz: Zeitschr. f. Aszese u. Mystique
(1934) p.107-34.
— Die Begleterscbeinungen des myst. Gnadelenlebens: ibid.
(1934) p.306-23.
— Das Hdchstziel des mystischen Gnadenlebens: ibid.
(1937) p.97s.
— Theresianische Mystik: ¿bid. (1937).
2.—La fe en San J. de la Cruz
X X X I I I
LA LE S E G U N S A N J U A N
DE LA C R U Z
I N T R O D U C C I O N
1. CUADRO HISTORICO Y BIOGRAFICO
Sólo de una manera muy general bosquejaremos
el cuadro histórico y biográfico de San Juan de la
Cruz. Existen muchas obras, viejas y nuevas, que
lo describen al detalle, según puede verse en la bi­
bliografía. Un punto interesa subrayar aquí, porque
atañe directamente a nuestro tema: el influjo del
contexto histórico-vital en la teología de la fe que
pretendemos investigar en los escritos del Doctor
Místico. Nadie, en efecto, ignora que esos escritos
constituyen un muro de contención y de reacción
contra algunas corrientes erróneas de su tiempo,
contra falsas doctrinas y contra peligrosas tenden­
cias místicas, cuyos efectos perniciosos se proyecta­
ban y palpaban en la práctica de la vida cristiana.
Las huellas de esa firme y esencial reacción se per­
ciben aún en las páginas de San Juan de la Cruz.
Se opuso a esas corrientes deletéreas la autoridad
eclesiástica; la reacción jurídica fue, a veces, drásti­
ca, y bastaría evocar el nombre de Melchor Cano
para comprobarlo. Se opuso también la viva verdad,
y en este frente se insertan y destacan los pioneros
de la reforma carmelitana. Y así vemos cómo, a
modo de saludable contragolpe, salta una fuente de
purísima vida mística y de luminosa doctrina, que
no sólo es dardo contra los alumbrados, sino tam­
bién luz que alumbrará para siempre la verdadera
Iglesia de Cristo.
Es obvio que no podemos detenernos a hacer un
3
estudio detallado de ese cuadro histórico, ni ver en
él la causa adecuada de la obra de San Juan de la
Cruz; lo que el pretendió de inmediato fue enseñar
y sólo incidentalmente combatir los errores. Nos lo
dice abiertamente en el prólogo de Subida.
Sin embargo, el enclave de su vida y de su obra
en el contexto histórico nos ayuda a comprender
mejor su enseñanza, especialmente en la cuestión
que hemos elegido como tema del presente estudio.
El Doctor Místico, en efecto, reaccionando contra
las corrientes de un misticismo vago y sentimental,
enseñó intrépidamente que la fe es el medio propio
para la unión del alma con Dios; la fe con todas
sus consecuencias, la fe desnuda, la fe en austeridad
y obediencia intelectual.j A este propósito dice el
P. Crisógono de Jesús Sacramentado: «El medio de
hacer reaccionar contra esas inclinaciones y doctri­
nas era glorificar la fe, que se opone a la visión;
hacer de ella el medio único para alcanzar el más
alto grado de unión mística; ponerla sobre toda vi­
sión y revelación; excluir de la mística la visión fa­
cial» 
El contexto histórico descubre este aspecto de la
doctrina sanjuanista como réplica a las tendencias
confusas, que tenían raíces, tal vez, en las teorías
averroístas y en la mística árabe, y que se habían
estimulado mediante la ambigua interpretación de
autores espirituales de Flandes y del Rhin, cuyas
obras fueron traducidas y penetraron hondamente
en la península Ibérica. La mejor réplica consistía
en poner de manifiesto la íntima y auténtica vena
vital de la fe, cuya fuerza saludable y unitiva se
halla glorificada en la Sagrada Escritura y se en­
carna en la Iglesia, animada por el Espíritu. El hu-
• C risógono de J e s ú s Sacramentado, San Juan de la Cruz. Su obra
científica y su obra literaria vol.l (Madrid 1929) p.327.
4
milde solitario de Duruelo fue un instrumento sin­
gular de Dios para desenmascarar los errores y para
iluminar los caminos espirituales con la luz intensa
de un magisterio excepcional.
Pero el cuadro histórico nos permite descubrir
aún otro aspecto más amplio y mucho más signifi­
cativo para el bien de la vida de la Iglesia: nos ha­
llamos en la segunda mitad del siglo xvi, en los
años que siguen a la gran crisis de la Reforma, cuan­
do serpean los errores de los ‘novadores’; nos ha­
llamos, por otra parte, en plena reforma tridentina.
Situando la obra de San Juan de la Cruz en esa
perspectiva eclesial, en ese momento histórico de
la Iglesia, adquiere su profundo valor y su enclave
exacto.
He aquí cómo el P. Bruno de Jesús María enjui­
cia este aspecto:
«Fr. Juan lucha con el amor, no con el fuego.
A raíz del error de Martín Lutero, se nota un apeti­
to desordenado por los gustos sensibles de la gracia,
una perversión de la mística de Taulero que lleva
a la desesperanza de no ser nunca amigo de Dios,
a buscar la salvación en una fe-confianza que salva
sin las obras, que vivifica la caridad.
Juan de la Cruz opone a este cristianismo corrom­
pido la integridad de la vida sobrenatural y su obra
suprema de transformación y de unión de amor con
Dios. Suplica con el ejemplo y con la palabra no
detenerse nunca en el sentido que engaña, sino en­
tregarse a la fe pura, la fe viva, informada por la
caridad y que opera por ella; la fe, único medio
proporcionado a la unión viva con Dios. El ilumi-
nismo herético de los alumbrados, condenado por
primera vez en 1568, no pudo tropezar con mayor
adversario que el Doctor de los Mártires, aquel ver­
5
dadero Pobre que se inmola obedeciendo hasta la
muerte de cruz» 2.
Apreciaciones similares se pueden hallar en otras
obras: verbigracia, en la del P. Luis de la Trinidad,
que destaca la importancia de la doctrina de San
Juan de la Cruz en la historia de la Iglesia, atribu­
yendo a su enseñanza sobre la fe-medio de unión
un peculiar valor no sólo doctrinal, sino también
histórico 3. Por el valor doctrinal ha sido considera­
do digno del título de doctor de la Iglesia.
2. LA DOCTRINA Y LAS FUENTES
El Doctor Místico contaba, si duda alguna, con
una buena preparación intelectual para la creación
de su obra. En primer término, y como fundamen­
to, sus estudios teológicos en la Universidad de
Salamanca en el momento de la gran renovación
tomista, iniciada a fines del siglo xv y llevada a
madura sazón por Francisco de Vitoria. Fijémonos
en los años en que Juan de San Matías sigue allí
los cursos de filosofía y teología: 1564-68. En el
aula de teología tuvo como profesor a Mancio de
Corpus Christi, que explicaba la tercera parte de la
Suma de Santo Tomás.
La huella de la teología escolástica quedó honda­
mente grabada en San Juan de la Cruz, como lo
atestigua el prólogo a Cántico espiritual. No sólo
aprendió una técnica segura4, sino también echó
en su mente los cimientos doctrinales—los princi­
pios— que después desarrollará en su obra, aplicán­
2 B ru n o de Jé su s-M a rie , Saint Jean de la Croix (París, Plon, 1929)
p.94 [San Juan de la Cruz (Madrid, Fax, 1943) p.121].
3 Cf. Louis de la T r in it é , Le docteur mystique {París 1929).
4 Cf. B runo de J é s u s -Marie, o.c., p.42.
6
dolos al campo de la mística. De ahí proviene, como
ha advertido dom Chevalier, la radical conformidad
de su doctrina con la del Doctor Angélico.
Además de los estudios de teología escolástica
— que no hay que limitar exclusivamente a Sala­
manca— , contaba también con una exquisita pre­
paración en el campo de la literatura mística. Apa­
recen vestigios en su obra; por ejemplo: del Pseu-
do-Dionisio, de San Agustín, de San Gregorio Mag­
no. La Imitación de Cristo debió de ser su libro de
cabecera. Y también los autores de la escuela rena-
no-flamenca, de los que tomó elementos varios, que
luego transformará su genio y su experiencia. Los
enumera el P. Crisógono: la doctrina del «toque»
y la de la «advertencia sencilla y amorosa» se hallan
en las obras de Ruysbroeck; la del «fondo del
alma» y de la fe «desnuda y sencilla», lo mismo que
la de las «señales» que indican el «paso» de la medi­
tación a la contemplación, pudo tomarlas de Taule-
ro 5. Existía en España una versión latina de Taulero,
hecha por Surio, y también una española, publicada
en Coímbra, 1551. Igualmente, Ruysbroeck fue ver­
tido por Surio al latín, 1552, haciéndolo accesible.
Innumerables autores más se citan, de los que
recibió, quizá, menos influjo; no consta ciertamente
que leyó a San Bernardo6; tal vez, a Dionisio el
Cartujano, a Herp y a Gersón, y, más probable­
mente, a sus coetáneos Osuna y Bernardino de La-
redo. Y no debemos olvidar a Santa Teresa, madre
e hija espiritual del Doctor Místico.
En cuanto a las citas explícitas o implícitas de
esos autores, conviene tener en cuenta lo que ano­
ta el P. Bruno de Jesús María, y que entraña par­
ticular importancia a la hora de emitir un juicio
5 C f. C r isó g o n o d e J e s ú s S a cram entado, o.c., I p .2 9 s.
6 Cf. ib id ., p .4 5 s.
7
de valor doctrinal, en especial en el tema que es
objeto de nuestra pesquisa; alude el P. Bruno a la
‘afinidad’ y uso de los místicos del Rhin y de Flan-
des, que es asunto de relieve en San Juan de la
Cruz: «Ruysbroeck no ha distinguido tan bien como
Santo Tomás el orden sobrenatural del orden pu­
ramente natural. La teología de San Juan de la Cruz
es muy distinta y ¡cuánto más fiel a Santo Tomás
de Aquino! No ha recibido, a través de la teoría
agustiniana de la imagen de la Trinidad en el alma,
aquellas influencias platónicas que encontramos en
Ruysbroeck. Según él, para que el alma se una a
Dios, no solamente debe ser purificada la naturale­
za por la gracia, sino que debe estar radicalmente
levantada, y la obra de la unión depende toda ente­
ra de las energías esencialmente sobrenaturales de
la fe viva» 7. El mismo autor anota en otra ocasión
que Ruysbroeck otorga sitio ‘intermedio’ en el alma
a la gracia, las virtudes y los dones, pero en San
Juan de la Cruz son precisamente ésos los medios
que integran y realizan la unión con Dios. La dis­
tinción entre «unión sin intermediarios» y los «me­
dios de unión» coloca inmediatamente a San Juan
de la Cruz en la línea propia de la teología de Santo
Tomás, aprendida en la Universidad de Salamanca.
Es un punto que entra de lleno en nuestra perspec­
tiva, pues queremos tratar de la fe como «medio
de unión» del alma con Dios.
Aparte estas dos fuentes, más bien extrínsecas, es
cierto que intervienen otros elementos en la arqui­
tectura del sistema místico de San Juan de la Cruz:
el estudio de la Sagrada Escritura en general, y es­
pecialmente del Evangelio. Cuán hondo caló la Bi­
blia en él, lo testifican sus escritos. Luego, la expe­
7 O .c ., p.348.
8
riencia. Y no nos referimos a la experiencia ajena,
conocida a través de los libros, sino a la experiencia
propia, tanto personal como derivada de la dirección
de almas. Tocamos así uno de los aspectos más tí­
picos de su obra, que no es un tratado de especu­
lación mística, sino un testimonio: el testimonio
de la experiencia. Diríase que la teología le brindó
los principios y que los autores espirituales le ofre­
cieron frases talladas y materia literaria para cons­
truir una obra nueva, original y robusta, basada en
la propia experiencia. Una experiencia honda de la
realidad sobrenatural que se comunica al alma, una
experiencia de vital participación en la vida íntima
de la Santísima Trinidad, una experiencia, en fin, de
la fe como «medio de unión» con Dios.
Teniendo, pues, todo esto a la vista, nos situa­
mos ante un grave problema: he aquí que se nos
presenta, en forma de testimonio de una gran vi­
vencia mística, la cuestión teológica de la fe como
«medio de unión». ¿Qué es esta realidad sobrena­
tural tanto en su condición ontológica— participa­
ción de lo divino— como en su dinamismo psicoló­
gico? ¿De qué manera echa raíces en el alma, cómo
obra en ella, cómo se realiza esa simbiosis del en­
tendimiento humano con la luz divina?
He aquí el campo que vamos a explorar, la pre­
gunta abierta para descubrir el valor vital y expe­
rimental de una categoría teológica. He ahí el inci­
tante tema de nuestro trabajo.
9
3. TEMA DE ESTUDIO. DIFICULTADES Y
METODO DE TRABAJO
Tenemos a mano las Obras completas del Doctor
Místico. Entre ellas destaca—y ahí se va a centrar
nuestro estudio—la famosa tetralogía: Subida - No­
che oscura - Cántico - Llama.
No consta con exactitud la fecha en que estos li­
bros fueron redactados 8. Pero sí es seguro que con­
tienen dentro, y de modo muy explícito, una rica
doctrina sobre la fe como «medio de unión» del
alma con Dios. Para la elección del tema ha sido
determinante el sondeo de esa obra y su encuadre
en el marco histórico. De lo que vamos diciendo se
induce ya que, para el estudio del tema de la fe en
San Juan de la Cruz, partimos del documento-testi­
monio de su obra. Un documento, por otra parte,
que refleja la formación científico-teológica del Doc­
tor Místico; aunque su principal valor está en el
testimonio de la propia experiencia, esto no obsta
para que lo exprese magisterialmente en un lenguaje
escolástico-místico y use términos y conceptos co­
munes en teología. Pero en él se puede captar la
viva y vital realidad de la fe, su dinamismo intra-
intelectual, sus consecuencias y efectos en el camino
8 «El orden cronológico de las obras de San Juan de la Cruz no se
conoce bien, y ello se debe, a mi parecer, al hecho de que las dos pri­
meras quedaron inacabadas» (G a br iel de S anta M aría M agdalena, San
Giovanni' della^ Croce, Dottore delVAmore Divino [Firen2e 1937] p.15).
En lo mismo insiste Baruzi con sobrada razón, pues ese hecho nos ha
privado de partes tan capitales como las prometidas sobre la contem­
plación y la «inteligencia oscura»; cf. J. B aruzi, Saint Jean de la
Croix et le probléme de l’expérience mystique (París 1924). Por su
parte, el P. Efrén de la Madre de Dios (San Juan de la Cruz y el
misterio de la Santísima Trinidad en la vida espiritual, Zaragoza 1947)
dispone así la cronología de las obras mayores de! Doctor Místico:
Subida: 1579-85, en Beas (El Calvario), Baeza y Granada; Cántico
(1 « redacción): 1584, en Granada; Noche: 1583-85, en Granada; Llama
(1.• redacción): hacia 1586, en Granada; Cántico Í2.» redacción): ha­
cia 1590-91, en Segovia; Llama (2» redacción): 1591, en La Peñuela.
Parece oue se inspira en la cronología propuesta por el P, Silverio
de Santa Teresa, editor principal de las obras de San Juan de la Cruz.
10
de la unión con Dios. Por tanto, la elección de tema
de nuestro estudio recae sobre un testimonio vivo.
A continuación trataré de averiguar qué se puede
sacar, a un nivel de teología científica, acerca del
concepto o noción de fe y qué propiedades y funcio­
nes tiene.
Mi trabajo va a consistir, por consiguiente, en
el análisis de los textos, con el fin de establecer
su valor formal; es decir, el contenido doctrinal que
anida en ellos. Toda la primera parte está dedicada
al análisis textual. Y ya se prevé que, junto a va­
liosos descubrimientos, tropezaremos también con
serias dificultades. No me refiero a los problemas
estrictamente textuales y críticos—de los que ha­
blaremos más abajo— , sino a la dificultad prove­
niente del estilo del texto que es objeto de nuestro
estudio.
Las obras de San Juan de la Cruz pertenecen a
un género literario único. No son tratados especu­
lativos. Tienen carácter, como ya observamos, de
testimonio experimental y pretenden servir de guía
en los caminos del espíritu. El santo autor, para
desembarrar e iluminar esos caminos, utiliza la ‘poe­
sía’ y el ‘comentario’. Para la lectura de las obras
de San Juan de la Cruz, Baruzi propone como clave
la hipótesis de que están estructuradas en torno a
un eje: la inspiración lírica, de la que parte, ani­
mando toda la obra, la línea estructural9. Sin en­
trar aquí en la discusión baruziana, hay que admitir
al menos, a la vista de los textos, que el elemento
poético juega un papel importante, sobre todo en
Cántico, que es un comentario a un extenso poema.
En cambio, en Subida y Noche prevalece el comen­
tario explicativo del poema, que viene a ser como
9 Cf. o.c., p.19.
11
el germen de ambas obras. Por otra parte, el Doc­
tor Místico no siempre se ciñe con exactitud al
poema en la exposición. No englobamos en este jui­
cio estimativo, claro está, la obra en sí, en la que
brilla siempre una coherencia intrépida e incompa­
rable y un desarrollo lógico sin fisuras desde el ci­
miento al alero. Incluimos en él únicamente la no
estricta correspondencia comentario-poema, la biva­
lencia de las estrofas y, por supuesto, muchos deta­
lles lingüísticos. Hay que tener en cuenta que se
trata de escritos encaminados a un fin práctico, no
a un fin meramente especulativo. De ahí deriva que
las palabras y las expresiones adquieren en cada
instante un sentido concreto, válido para la finalidad
primordial, pero menos válido para la otra. Por eso,
el primer escollo que hay que salvar en el análisis
es el de precisar el sentido exacto de una palabra, de
una idea o de una expresión en el caso concreto y
en el contexto general: averiguar si es unívoco o
es diverso. Bajo este arco de precisión caen especial­
mente los principios o axiomas de la filosofía y de
la teología escolástica, usados por San Juan de la
Cruz: ¿los usa en el sentido preciso y conocido que
tienen en esa filosofía y en esa teología, o en otro
muy peculiar suyo? Tropezaremos durante el aná­
lisis con este problema. Por ejemplo, cuando leamos
sustancia , esencia’, potencia’, "medio’ y otros mu­
chos vocablos técnicos.
Añadamos aún que el Doctor Místico pretende
explicar la experiencia mística empleando un méto­
do descriptivo. En la descripción abunda el vocabu­
lario escolástico, quizá atribuyéndole a las palabras
un significado con matices nuevos.
Por consiguiente, los análisis se llevarán la mayor
y más larga parte de nuestro estudio, deteniéndonos
12
a veces y extendiéndonos en el examen de una pala­
bra o de una frase. Sólo así será posible llegar a la
comprensión total del sistema de San Juan de la
Cruz.
En cuanto a esto, me parece oportuno notar que
no se puede investigar su doctrina sobre la fe vista
ésta en solitario o aislada. Entendámonos: no sólo
en sentido de aislar la fe y considerarla separada
—cosa absurda, ya que siempre habla de la fe viva,
que, obrando por la caridad, une a Dios— , sino tam­
bién en sentido de problema desgajado de todo el
conjunto doctrinal. Hay, es cierto, ocasiones en que
trata más ex professo de la fe. Pero aun entonces
no la aísla para someterla a un examen especulativo.
Por lo común, el problema va en compañía de los
demás que surgen en torno a la vida mística. Por
ello debemos buscar la noción de fe en el conjunto
del sistema, sin perder de vista los complejos ele­
mentos que lo integran.
Sólo así se podrá arribar a una conclusión, con­
cretándonos ya a la fe, a su índole y a sus funciones.
Pero no pensemos ni imaginemos que el Doctor
Místico nos va a dar un tratado completamente ela­
borado sobre esta virtud, no; él la profundiza y des­
cribe principalmente en su aspecto unitivo. Aquí al­
canza una precisión y una perfección admirables.
Las otras cuestiones que de ordinario se estudian
en los tratados de la fe no las expone, porque las da
por supuestas o, a lo más, haciendo leves indica­
ciones.
Tal es, pues, el tema preciso de nuestro estudio
y tal la intención y el método con que vamos a ela­
borarlo. Por aquí se verá también a qué paso hay
que caminar. Será lenta y sucesiva la faena analíti­
ca, en orden a fijar primeramente el valor textual
y doctrinal, y luego a descubrir el perfil propio de
13
la materia analizada. La exploración sucesiva y pro­
gresiva nos conducirá a unas conclusiones últimas,
que irán aflorando en el camino y habrá que ir sub­
rayándolas antes de la síntesis final. Dedico este
trabajo a la Bienaventurada Virgen María, y le rue­
go lo reciba benignamente como homenaje filial.
4. EL PROBLEMA TEXTUAL.
BIBLIOGRAFIA
Voy a usar en mi trabajo la edición crítica de las
obras de San Juan de la Cruz, hecha por el P. Silve-
rio de Santa Teresa.
Pero conviene inmediatamente advertir que des­
de hace ya muchos años existe una disputa crítica,
aún no apagada, sobre la autenticidad de los textos
sanjuanistas, en especial sobre Cántico. La disputa
surgió a raíz de la edición de Obras completas del
Santo, preparada por el P. Gerardo de San Juan de
la Cruz, que apareció en 1912 e incluyó un texto de
Cántico tomado del manuscrito llamado B. Dom
Chevalier negó la autenticidad sanjuanista del códi­
ce B, sosteniendo que el único texto auténtico era
el del códice A. Al texto B se le conoce también
con el nombre de «códice de Sanlúcar de Barra-
meda» 10.
La diferencia entre uno y otro es notable y con­
siste en variantes de consideración; por ejemplo: el
texto B es más extenso que el texto A; en éste sólo
hay 39 estrofas, mientras en el otro las estrofas
son 40, lo que obliga a enumeración distinta en las
siguientes, etc.
Según dom Chevalier, el texto B no es de San
10 Véase, por ejemplo, Ph ilippe Chevalier, Le «Cantique spirituel»
interpolé: serie de artículos en «La Vie Spirituelle» (1926-30).
14
Juan de la Cruz, sino de algún discípulo suyo, que
habría manipulado el texto A, es decir, el único
auténtico.
Siguió esta opinión J. Baruzi en su gran obra,
varias veces citada, añadiendo parecidas objeciones
contra la autenticidad de Llama B.
En contra de las hipótesis de Chevalier y Baruzi
reaccionaron numerosos carmelitas, especialmente el
P. Silverio de Santa Teresa y el P. Gabriel de Santa
María Magdalena, que defienden la autenticidad
sanjuanista de Cántico B. Las anotaciones margina­
les del códice A indican una reelaboración del texto,
que terminará dándonos una redacción nueva: la
de Cántico B.
La crítica carmelitana ha continuado trabajando
en torno a la cuestión, defendiendo siempre la auten­
ticidad del texto B. En la nota bibliográfica se po­
drán ver algunas referencias a estudios sobre el par­
ticular. Más recientemente, el P. Juan de Jesús Ma­
ría ha intentado resolver en profundidad y en raíz
el problema, a favor de la opinión de su escuela 11.
Desde un punto de vista práctico, vamos a seguir
en nuestro estudio la solución que nos parece justa:
utilizaremos la edición de las obras de San Juan de
la Cruz hecha por el P. Silverio de Santa Teresa,
que incluye ambos textos, el A y el B. Cuando lle­
gue el caso, procuraremos usar sólo aquellos pasajes
que son comunes a una y a otra redacción, y, caso
de haber alguna variante, la anotaremos expresamen­
te. De este modo podremos estar seguros de refle­
jar el pensamiento genuino del Doctor Místico.
Digamos también algo de la bibliografía. Y lo
primero es que, en su gran mayoría, los estudios
11 Cf. J uan d e J e s ú s M aría, El valor crítico del texto escrito por
la primera mano en el códice de Sanlúcar de Barrameda. Las anotacio­
nes del códice de Sanlúcar, ¿son de San Juan de la Cruz?: Ephem erides
Carmeliticae 1 (1947) p.313-66.
15
abarcan la totalidad de la obra de San Juan de la
Cruz: en una visión de conjunto, el tema de la fe
se trata muy en general. Otra serie de estudios ha
ahondado especialmente en el problema de la con­
templación y sus derivados: infusa o adquirida, ín­
dole de una y otra. O sea, que el tema de la fe se
estudia bajo un aspecto particular o simplemente
se da por supuesto.
Mi intención es abordar el estudio de la fe en la
obra del Doctor Místico, procurando precisar su
meollo y su contorno. Existe una monografía sobre
el tema concreto, la del P. Labourdette ’2, pero lo
que este autor pone de relieve es el conocimiento
místico. Por tanto, ve la fe en su dimensión funcio­
nal, interviniendo en la contemplación. Mi propósi­
to apunta, más bien, a la fe en sí, o sea, a su dimen­
sión ontológica.
¡Ojalá que, con la ayuda de Dios, logre mi in­
tento!
Permítaseme una palabra última, una palabra de
gratitud al P. Reginaldo Garrigou-Lagrange, que ha
dirigido mis pasos con su sabiduría y experiencia.
12 Cf. M. L abourdette, La foi tbéologale et la connaissance mystique
d'aprés Saint Jean de la Croix: Revue Thomiste 42 (1936) p.593-629;
43 (1937) p.16*57 y 191-229.
16
PRIMERA PARTE
A N A L I S I S
I. «SUBIDA DEL MONTE CARMELO»
1. MEDIO DE UNION
A quien se adentra en la lectura de Subida bus­
cando lo que San Juan de la Cruz dice de la fe,
quizá lo que más le sorprende a primera vista es la
reiteración con que la llama ‘medio de unión’ del
alma con Dios.
Este modo de definir o de expresar la función
propia de la fe, tan perceptible en Subida, se enra­
rece en Noche oscura y desaparece casi por comple­
to en Cántico espiritual y en Llama de amor viva.
Diríase, anota el P. Bruno, que el Doctor Místico
quiso destacar en las dos primeras partes de su te­
tralogía lo sobrenatural creado de las virtudes teo­
logales y de los dones, mientras en las dos restantes
se preocupó de poner en relieve lo sobrenatural in­
creado '.
Por consiguiente, el hilo conductor de Subida es
la fe como medio de unión, tema que expondrá de
muy diversas maneras.
Para comprender mejor este hecho textual, va­
mos a seleccionar, entre los numerosos pasajes que
repiten la misma idea, algunos de contenido más
significativo:
a) Repite frecuentemente esa idea con máxima
sencillez hablando de la fe:
«La fe es medio para unir el alma con Dios».
b) No es tampoco raro que diga lo mismo en
expresiones equivalentes, como cuando enseña, ver-
1 Cf. B runo de J é s u s -Ma r ie, Saint Jean de la Croix (París, Plon,
1929) p,270 [San Juan de la Cruz (Madrid, Fax, 1943) p.334].
19
bigracia, que por la fe el alma se aproxima o dirige
a la unión con Dios; «acercarse a la unión»2, «en­
derezar [... ] el alma en fe a la divina unión» 3, «ca­
minar por la fe » 4, «ir» o «subir por la fe » 5. Lo
mismo parece expresar con las palabras que usa atri­
buyendo a la fe la función de «guía» para la unión 6.
c) Otras veces ese puro medio—la fe— aparece
adornado con algún adjetivo, de valor más bien li­
terario y poético que filosófico y exegético. Así, por
ejemplo, cuando llama a la fe «el admirable me­
dio» 7, o le da similares calificativos.
d) Mayor atención exigen otros pasajes, tam­
bién abundantes, en los que la adjetivación de «me­
dio» supone, en el lenguaje teológico, de ordinario,
un valor conceptual determinado. En esos casos es
menester aplicar al texto en cuestión un criterio
exegético. De este tipo son, entre otros, los textos
siguientes:
«Fe es medio próximo para subir a la unión de
Dios» 8; «la fe es propio y acomodado medio para
la unión de Dios» 9; «la fe es el próximo y propor­
cionado medio al entendimiento para que el alma
pueda llegar a la divina unión del amor» 10; «la fe
es sola el próximo y proporcionado medio para que
el alma se una con Dios» 11; «la fe esmedio pró­
ximo para ir adelante» 12, donde, según sededuce
del contexto, la expresión «adelante» no significa
otra cosa que «hacia la unión»; «la fe es legítimo
2 Subida II 4,6.
3 Subida II 26,11.
• Subida II 1,1.
5 Subida II 1,1; cf. ibid., II 29,5.
‘ Subida II 3,6; cf. ibid., II 4,2; II 1,1; II 4,3.
i Subida II 2,1.
8 Subida II (título del libro).
» Subida II 8,1.
i» Subida II 9 (título).
“ Subida II 9,1.
« Subida II 24,8.
20
y próximo medio para la unión de Dios» ’3, donde
«medio legítimo», si se examina atentamente el tex­
to íntegro del capítulo, significa «medio justo».
En fin, todavía hallamos otra expresión de este
tipo, única y aislada, en Noche oscura:
«Caminar en oscura y pura fe, que es propio y
adecuado medio por donde el alma se une con
Dios» u.
Se trata, ciertamente, de calificaciones usuales en
la filosofía escolástica. Pero por esa misma razón,
antes de aseverar o establecer nada a priori, debe­
mos averiguar su exacto sentido en cada caso. Por
esta vía sería factible pasar a saber cómo el Doctor
Místico utiliza la terminología escolástica y cómo
en su obra se entrecruzan elementos filosóficos con
elementos descriptivos y poéticos con el fin de mos­
trarnos, de un modo muy sugestivo, los efectos de
la profunda experiencia mística.
Digamos, pues, de inmediato: en los últimos pa­
sajes que hemos citado, los adjetivos no desempe­
ñan un papel meramente de ornato literario, sino
que sirven para determinar mejor la función de la
fe como medio de unión del entendimiento con
Dios. Así, pues, el alcance de estos adjetivos, tal
como se desprende de la lectura de los textos, nos
brinda un primer rastro luminoso para penetrar en
la naturaleza íntima de la fe. Mas, por otra parte,
esos textos no siempre manifiestan la razón sufi­
ciente de por qué se da a la fe un calificativo aquí,
y allí otro. Evidentemente, el Doctor Místico no
destinó sus escritos a las pesquisas de los investiga­
dores, y menos aún de los doctores o de los estudio­
sos críticos; los destinó principalmente a las almas
contemplativas, con el afán de encaminarlas a la
» Subida II 30,5.
14 Noche oscura II 2,5.
21
unión con Dios, como puede verse en el prólogo a
Subida. Si, por consiguiente, tuviésemos que elegir
algún texto-clave para nuestras pesquisas, nos fija­
ríamos en Subida II 8. Y no en balde, ya que él
nos mete en el corazón de nuestro tema. En reali­
dad, en los capítulos 8 y 9 de Subida II, que expo­
nen una doctrina positiva de la fe, se ve manar un
principio cuyo radio de acción abarcará todo el sis­
tema sanjuanista. De manera análoga, en el mismo
lugar aparece indicada con ejemplos, y a continua­
ción teológicamente explicada, la noción de «me­
dio»:
«Es, pues, de saber que, según regla de filosofía,
todos los medios han de ser proporcionados al fin;
es a saber, que han de tener alguna conveniencia y
semejanza con el fin, tal que baste y sea suficiente
para que por ellos se pueda conseguir el fin que
se pretende» 15.
Tenemos en este texto algo a modo de defini­
ción: el medio proporcionado debe poseer todas
aquellas cualidades que se requieren para conseguir
el fin o lo hagan posible al que tiende a él. Ahora
bien, no se trata de cualesquiera cualidades cuya
propiedad esencial, determinada por el fin mismo,
consiste en hacer al medio ‘proporcionado’, ‘aco­
modado’. En este sentido, leemos en el mismo ca­
pítulo: «medio acomodado» para obtener el fin 1A;
«para que por ellos se pueda conseguir el fin» de­
ben ser suficientes; «tal que baste y sea suficiente».
Por lo tanto, es obvio que las exigencias del fin,
tomado objetivamente, se imponen a tal medio y
queda determinado por las mismas.
Y ya que las referidas cualidades se designan
como «conveniencia y semejanza con el fin», es ne-
>5 Subida II 8,2.
14 Subida II 8,1.
22
cesario averiguar su última razón de ser, prosiguien­
do el análisis del texto hasta que veamos claro cuá­
les constituyen ese medio de unión con Dios.
Los ejemplos, sin embargo, que hemos aducido
hasta ahora, no siempre incluyen con precisión to­
das las cualidades reseñadas. Esto es evidente sobre
todo en el primer ejemplo: quien desea ir a una
ciudad determinada debe caminar por tal vía, y no
por otra; o sea, por la que lleva a esa ciudad.
Ciertamente, podemos hallar en este ejemplo la
razón de cierta «conveniencia» o proporción entre
medio-vía y fin-ciudad; pero ¿en qué sentido la ra­
zón de «semejanza»?
El otro ejemplo evidencia mejor todos los requi­
sitos. Se trata de un ejemplo muy clásico: «Hase de
juntar y unir el fuego con el madero: es necesario
que el calor, que es el medio, disponga el madero
primero con tantos grados de calor, que tenga gran
semejanza y proporción con el fuego».
Por consiguiente, la transformación del madero
en fuego se obtiene mediante el calor, ya que éste,
por su propiedad esencial, dispone el madero para
que tome forma de fuego. Pero esto no ocurre si el
calor no alcanza determinado grado; a saber, que
sea capaz de transformar el madero en brasa.
En este ejemplo se ve óptimamente la razón de
proporción, lo mismo que la razón de semejanza.
¿Qué sacamos, pues, en limpio de estos ejemplos
sobre el medio proporcionado?
Cuando el Doctor Místico habla del «medio»,
parece que está intuyendo una realidad; más aún,
su naturaleza respecto al fin, y que se pregunta por
las cualidades de esta realidad, y que postula para
ella tal índole, que la haga intrínsecamente propor­
cionada al logro del fin.
De todo ello puede inducirse la siguiente conclu­
23
sión: se llama medio proporcionado al que, por su
propia naturaleza, es suficiente para conseguir el
fin. Esto es, en efecto, lo que lo define: lo que le
es propio y tiene dentro— quod est in re— , como
el rumbo en el camino y el poder calentar y quemar
en el fuego, en orden a la consecución del fin.
Sólo el «medio proporcionado» goza de ese pri­
vilegio, que es lo que explica plenamente su razón
de_ser. El resto de los adjetivos, no.
Sin embargo, el Doctor Místico los usa de mane­
ra sustitutiva unas veces y de manera completiva
otras. Así, por ejemplo, en el mismo texto de Su­
icida II 8, un poco más abajo, emplea la expresión
«medio propio» para decir lo mismo, o sea, la fuer­
za innata del calor para transformar el madero en
fuego.
Ateniéndonos a las palabras, no es igual decir
«medio propio» que «medio proporcionado», ya
que el primero significa que, entre otros muchos in­
capaces de conducir al fin, sólo él es capaz; el se­
gundo añade y nos aclara el motivo por el que es
único: la proporción.
Esto es lo que se desprende del análisis del tex­
to sanjuanista. Sin embargo, se trata en ambos ca­
sos de expresar cosas muy parecidas. Y, por lo de­
más, el Doctor Místico no patentiza la menor pre­
ocupación por ulteriores distinciones. Baste, pues,
también para nosotros, con lo dicho.
Algo parecido sucede en Subida II 24,8, donde
hallamos «medio próximo»: reviste las mismas con­
diciones que el «medio proporcionado», expresión
usada en Subida II 8; a saber, la razón de «propor­
ción y conveniencia», que lo hacen apto y útil para
conseguir el fin. En Noche II 2 aparece la expresión
«medio adecuado»; pero ni la fórmula ni el con­
texto en que se halla enclavada añaden nada espe­
24
cial a lo que ya sabemos. Se trata, a nuestro pare­
cer, de una expresión que pertenece a idéntica fa­
milia que las anteriores, y la usa para decir lo mismo.
Nos queda aún otra fórmula: «medio legítimo».
Tal vez estamos ante un matiz nuevo. El contexto
en que se halla—Subida II 30,5— subraya con tra­
zo más fuerte la oposición de ese medio para la
unión con Dios, si justa y adecuadamente disfruta
de tal título, a las «palabras interiores», con las que
lo compara, que, sin fuerza alguna innata, preten­
den análoga función. El Doctor Místico precisa que
la ‘habilidad’ de las «palabras interiores» para esa
función debe examinarse a fondo y contrastarse con
los problemas que derivan y se ven al trasluz de los
efectos, para que, finalmente, se pueda separar bien
lo que es apto y lo que es inepto; y, una vez hecha
la separación, se verá que son muy insuficientes y
muy inferiores al medio legítimo y próximo, que
es la fe.
De lo expuesto anteriormente, se colige, por tan­
to, que las adjetivaciones que en los textos del Doc­
tor Místico acompañan a «medio» tienen fuerte sa­
bor a lenguaje escolástico y por lo común intentan
perfilar la misma idea. Por lo demás, el análisis se­
parado de cada caso no arroja reveladores resulta­
dos. En el texto sanjuanista aparecen los adjetivos
uncidos al sustantivo fe. Posteriormente, es en ese
contexto ideológico donde deben examinarse para
que patenticen su pleno y cabal sentido.
Los análisis previos nos sirven, sobre todo, para
no atribuirles a priori más de lo que entrañan; y,
a la vez, esos análisis nos aproximan a un plantea­
miento más cercano de la cuestión ^fundamental;
nos permiten ver, efectivamente, que la fe, en cuan­
to medio de unión, debe estar dotada de unas cua­
lidades que la proporcionen suficientemente a la
25
consecución del fin. Estas cualidades deben ser tan
peculiares suyas como lo son el rumbo al camino, y
el calor al fuego.
Tenemos, por consiguiente, aislado un primer ele­
mento para definir la naturaleza de la fe según el
pensamiento sanjuanista.
2. «PROPORCION DE SEMEJANZA»
Prosigamos el análisis de Subida II 8. En la ex­
plicación de la idea básica parece que el Doctor Mís­
tico ilumina con mayor claridad que en los dos
ejemplos aducidos el sentido de «medio proporcio­
nado». De pronto, en Subida II 8,3 introduce una
aplicación luminosa: todo medio, del tipo que sea,
ha de unir el entendimiento con Dios.
Estamos ante el planteamiento directo de la cues­
tión de la fe dentro del área de su propia natu­
raleza:
«De donde, para que el entendimiento se venga
a unir en esta vida con Dios según se puede, nece­
sariamente ha de tomar aquel medio que junta con
El y tiene con El próxima semejanza».
He aquí el punto central luminoso, en el que las
cualidades propias del medio proporcionado mani­
fiestan su pleno valor. Se trata aquí, evidentemente,
de medio de unión con Dios, de un medio al que la
razón de semejanza le es imprescindible. Ahora bien,
esa cualidad absolutamente necesaria no la posee
ninguna criatura:
«Entre todas las criaturas superiores ni inferio­
res, ninguna hay que próximamente junte con Dios
ni tenga semejanza con su ser».
Podríamos expresar el aserto en forma causal,
aplicando el criterio antes aludido: ninguna criatu­
26
ra puede unir con Dios, porque ninguna posee se­
mejanza con su ser.
Es, en fin de cuentas, lo que el Doctor Místico
dice a continuación:
«Porque, aunque es verdad que todas ellas tie­
nen, como dicen los teólogos, cierta relación a Dios
y rastro de Dios, unas más y otras menos según su
más principal o menos principal ser, de Dios a ellas
ningún respecto hay ni semejanza esencial, antes la
distancia que hay entre su divino ser y el de ellas
es infinita».
El texto es en extremo valioso, porque permite
interpretar lo que para él significa «semejanza». El
Doctor Místico se adapta al parecer común de los
teólogos, que afirman que entre Dios y las criatu­
ras se da cierta semejanza en cuanto al ser (in ratio-
ne entis, o, mejor, in ratione essendi). O sea, en
cuanto existen, en cuanto tienen ser, las criaturas
son semejanza (analógica) de Dios; más aún: cuan­
to mayor perfección de ser tienen, tanto mejor en
este orden se asemejan a Dios. Lo que se niega es
la «semejanza esencial»: entre lo que Dios es y lo
que es cualquier criatura, por muy alta que sea, no
hay semejanza alguna, sino infinita distancia.
El texto sanjuanista apunta claramente al plano
de las esencias. Sus palabras repiten, casi con idén­
tico sonido, la fórmula del concilio Lateranense IV :
«Entre el Creador y la criatura no puede estable­
cerse tanta semejanza, que la desemejanza entre
ellos no sea mayor» (Inter Creatorem et creaturam
non potest tanta similitudo notari, quin inter eos
maior sit dissimilitudo notanda [D e n z . 4 3 2 ]).
El pasaje citado de San Juan de la Cruz reduce
claramente esa desemejanza al plano de la esencia.
Por consiguiente, ninguna criatura, aun la más per­
fecta, puede igualarse por naturaleza a la divina
27
esencia. Lo que Dios es, sea lo que fuere, es absolu­
tamente desemejante a lo que es cualquier criatura,
porque no hay semejanza esencial posible entre la
Divinidad y cualquier naturaleza creada.
El pensamiento del Doctor Místico está libre de
briznas de ambigüedad. Pero aun entonces conviene
fijarse que en el texto se trata propiamente de la
absoluta distinción entre la realidad divina y la rea­
lidad creada por parte de ambas naturalezas. Y, bajo
este aspecto, lo que el Doctor Místico está propo­
niéndonos es la distinción entre lo natural y lo so­
brenatural. La razón de la ‘distancia infinita’ no se
basa precisamente en que las criaturas distan o se
distinguen infinitamente de Dios, sino en el defecto
de «semejanza esencial». En resumen: la diferencia
de naturaleza fundamenta, en el texto citado, la dis­
tinción absoluta Dios-criatura.
El aserto de la absoluta distinción entre lo natu­
ral y lo sobrenatural desempeña el papel de premi­
sa mayor de un silogismo que en rigor se halla en
el texto y que verdaderamente informa toda la doc­
trina mística de San Juan de la Cruz, constituyendo
un bello ornamento de su lógica incomparable, como
han resaltado y celebrado con frecuencia sus co­
mentadores.
Tratemos, pues, de indagar la premisa menor en
el texto. Para ello será necesario recordar de dónde
brota toda esta cuestión de la «semejanza esencial».
Vimos ya que nace del «medio proporcionado», que
es esencial a la razón de tal medio. Negando, como
hemos subrayado, «semejanza esencial» de cualquier
criatura, por muy perfecta que sea, a Dios, es fácil
poner sobre el tapete la conclusión siguiente: ningu­
na criatura puede servir de medio proporcionado
para la unión con Dios, ya que entre criatura y Dios
se da desemejanza esencial.
28
¿En qué radica la carencia de «semejanza esen­
cial»? Pues en la naturaleza misma, ya que el ser
se constituye por su propia naturaleza. La natura­
leza de la criatura aparece, por tanto, como «el lu­
gar propio» y como la causa de la «desemejanza».
De ahí que cualquier criatura deba quedar excluida
de la función de medio proporcionado para la unión
con Dios. En línea de naturaleza no se da proporción
de semejanza entre el Creador y la criatura. Síguese,
pues, que las criaturas no pueden servir de medio
para la unión con Dios.
Debemos aún añadir: no pueden constituir medio
de unión con Dios respecto al entendimiento:
«Todas las criaturas no pueden servir de propor­
cionado medio al entendimiento para dar en Dios».
Las últimas palabras son una reveladora y bella
sorpresa: «dar en Dios», alcanzar a Dios, meter el
entendimiento de una manera efectiva en la Divini­
dad hasta tocar la íntima esencia de Dios.
La robusta expresión— «dar en Dios»— determi­
na a la vez, de un modo nuevo, la razón de la se­
mejanza, reduciéndola al plano de la representación:
ninguna criatura, invadida por la luz de su propio
entendimiento, es capaz de revelar o desvelar la
esencia divina 17.
Este es el sentido del texto de Subida II 8,3. Ya
hemos indicado cómo esta distancia y esencial di­
ferencia entre Dios y la criatura se repliega aquí al
área dinámica, es decir, por respecto a la potencia
cognoscitiva. Y entonces la razón de la «semejan­
za» adquiere un nuevo valor: pasa del orden real al
orden intencional.
Por consiguiente, todo esto que vamos exploran­
do nos ofrece un ancho panorama para la compren­
17 Subida I I 8,3.
29
sión del tema entero: cómo se plantea y resuelve
el problema de la fe en las obras de San Juan de la
Cruz.
El epígrafe del capítulo ilumina con fuerte luz
la oposición o negación de que las criaturas pue­
dan, por sí, servir de medio para la unión con Dios.
A renglón seguido dice: «No hay semejante a ti en
los dioses, Señor [Sal 85,8], llamando dioses a
los ángeles y almas santas. Y en otra parte: Dios,
tu camino está, en el santo. ¿Qué Dios grande hay
como nuestro Dios? [Sal 76,14]. Como si dijera:
El camino para venir a ti, Dios, es camino santo;
esto es, pureza de fe».
Así, la fe queda inmediatamente elevada sobre
las más altas criaturas. Todas ellas, en efecto, se
excluyen como medio para la unión, papel que se
reserva a la fe. Ella es el medio proporcionado de
unión. Por tanto, entraña una esencial semejanza
con Dios.
Quiere ello decir que se da, en alguna medida,
conformidad entre la esencia de la fe y la Divini­
dad, que hay alguna ‘conveniencia’. Pero de seguida
hay que matizar: esto ocurre en el orden del enten­
dimiento, que se une a Dios por la fe, y, por con­
siguiente, ésta es el medio proporcionado.
En consecuencia, y sin pasarnos de raya, podemos
insinuar: el breve y denso texto de Subida II 8,3
nos plantea meridianamente la cuestión de la fe, in­
dicando a la par, si bien todavía de un modo gené­
rico y confuso, su propia índole entitativa e inten­
cional.
Ya indiqué anteriormente que en el texto de ma­
rras se contiene expresamente formulado el silogis­
mo que viene a constituir como la clave de bóveda
de la «lógica mística» de San Juan de la Cruz. Ca­
30
bría proponer o reducir a forma simplificada ese si­
logismo. Hela aquí:
A) [M ]—Ninguna criatura, vista en su
constitutiva naturaleza, posee semejan­
za esencial con Dios.
[m ]—Mas tal semejanza es necesaria
para ejercer la función de medio propor­
cionado de unión con Dios.
[Concl.]— Por consiguiente, ninguna
criatura, en su ser natural, puede servir
de medio proporcionado para la unión
con Dios.
Este primer silogismo se proyecta a toda la doc­
trina mística de San Juan de la Cruz, invadiéndola
e informándola profundamente.
El segundo silogismo se refiere ya en concreto a
la fe, desgajando del anterior la afirmación funda­
mental sobre su naturaleza:
B) [M ]— La fe sirve de medio proporciona­
do para la unión del entendimiento con
Dios.
[w ]— Ahora bien, el medio proporcio­
nado de unión con Dios debe poseer una
semejanza esencial con El.
[Concl.]— Por tanto, la fe posee tal se­
mejanza con Dios. Es, pues, un medio
poseedor de «la proporción de seme­
janza».
Gracias a esta argumentación, vemos nuestro
tema centrado en su exacta perspectiva. Igualmen­
te, la «semejanza esencial» nos adentra, sin titubeos,
en la entraña y orden de las esencias: al negar la
posibilidad a las criaturas, la negación se refiere
31
3.—La fe en San J. de la Cruz
únicamente a sus esencias; al atribuir la posibili­
dad a la fe, estamos ya tocando su misma esencia.
De este modo queda bien planteada la cuestión so­
bre la naturaleza de la fe según San Juan de la
Cruz: lo constitutivo de la fe es algo que asemeja
a la Divinidad, ya que la fe se funda en esa seme­
janza.
Simultáneamente, en el texto sanjuanista citado
se asigna a la semejanza un orden propio respecto
al entendimiento: la fe tiene valor de semejanza por
su índole intelectual, y, en consecuencia, une esa
potencia con Dios. Desde esta angulación, el texto
es de máxima importancia para resolver nuestro
problema. Tendríamos que partir, par tanto, de esta
tesis: la fe hace que Dios sea ostensible al entendi­
miento, y de eso ninguna criatura es capaz, por muy
encumbrada que sea. La fe, pues, por su esencial
semejanza, puede unir el entendimiento con Dios.
Dicho en términos más sencillos: la fe posee una
esencial semejanza con Dios en cuanto entiende. Y
esto nos sitúa en un orden o plano intencional.
Ambos aspectos, según se desprende del análisis,
están latentes y aun patentes en el texto sanjuanista.
En cuanto al primero, se fijan los límites diferen­
ciales entre lo natural y lo sobrenatural: la fe pe­
netra la frontera de lo sobrenatural. Posee, por tan­
to, aquel «respecto y semejanza esencial con Dios»
de los que carecen incluso las supremas criaturas na­
turales. Con esto se llega a la íntima esencia de la
fe, que le permite desempeñar la función de medio
de unión con Dios.
En cuanto al segundo, ya que la «semejanza
esencial» se le atribuye en relación a su capacidad
intelectiva, la fe se perfila como una virtud que
hace que el entendimiento alcance a Dios según la
esencia divina.
32
Esto anida en el texto sanjuanista, y se verá me­
jor al analizar Subida II 8,4-5. Las otras criaturas
no pueden levantar el entendimiento hasta la esen­
cia divina, ni el entendimiento que les es connatural
es capaz, por sí solo, de lograrlo. Por el contrario,
la fe sí. ¿Por qué? Pues porque las demás criatu­
ras no tienen en sí más que su propia esencia; en
cambio, la fe posee en su esencia una «semejanza»
con la esencia de Dios.
De aquí se deduce que desempeña la función de
medio proporcionado en un plano intelectivo por
dos razones:
— primera, por su esencial semejanza con Dios.
O sea, por pertenecer al orden sobrenatural;
— segunda, por incluir esa semejanza esencial
una relación directa a la virtud o potencia in­
telectiva.
Entrambas dimensiones—la entitativa y la inten­
cional o dinámica— determinan que la fe pueda ser­
vir de medio proporcionado para la unión del en­
tendimiento con Dios.
Y, por esto, el texto de Subida II 8 es, en reali­
dad, clave y eje de nuestra investigación.
A n o t a c io n e s
1.a Escribe el P. Labourdette 18 a propósito de
la noción de «sobrenatural» en las obras de San
Juan de la Cruz:
«Sobrenatural... La diferencia de los dos órdenes
aparece presente en su pensamiento como una di­
ferencia de nivel» ,9. Alude, ciertamente, al pasaje
de Subida II 4,2:
18 Cf. o.c., p.39-45.
19 Ibid., p.40.
33
«Sobrenatural es o quiere decir que sube sobre
el natural; luego el natural abajo queda». Y prosi­
gue el P. Labourdette:
«Tratando de la unión divina, ‘sobrenatural’ ha­
bía sido considerado y definido desde el punto de
vista de su presentación concreta, psicológica, al
alma que lo recibe. Además había sido descrito
como un modo de obrar totalmente diverso del
modo natural». Y después anota: «El término ‘so­
brenatural’ no tiene, en el lenguaje de San Juan de
la Cruz, el significado determinado y único que se
le suele atribuir de ordinario. Por eso, el P. Crisó­
gono (o.c., I p.231-43) advierte con razón que su
sentido debe precisarse cada vez que aflora en el
contexto sanjuanista. Pero el mismo P. Crisógono
emplea un método defectuoso al partir de la noción
teológica de sobrenatural quoad substantiam y de
sobrenatural quoad modum para fijar, al menos en
algunos pasajes, el sentido exacto del término. En
verdad, las realidades de que habla el Doctor Mís­
tico se pueden reducir y comprender, por transpo­
sición, según esa distinción; pero habrá que tener
presente que su vocabulario no se refiere directa­
mente a ella, ya que su punto de vista es siempre
muy concreto».
Sus palabras expresan, ciertamente, lo que ha­
llamos en los textos: en ninguno se da otra noción
de «sobrenatural» más plena que la citada, que es,
como hemos visto, nominal. Si, en cambio, el dis­
curso sanjuanista habla de realidades— que son las
esenciales y constitutivas de toda síntesis— , éstas
resultarían incomprensibles y hasta innominables
prescindiendo de esa distinción. Esto vale también
para el texto en cuestión, ya que sería ininteligible
sin distinguir entre lo sobrenatural y lo natural.
Y lo veremos confirmado cuando más abajo anali­
34
cemos los textos de San Juan de la Cruz que tratan
de la unión natural y de la unión sobrenatural.
Podríamos incluso afirmar que los dos órdenes
—el natural y el sobrenatural— el Doctor Místico
los distinguió con suma precisión y que en esa dis­
tinción se apoya el edificio de su doctrina hasta las
últimas consecuencias.
Es cierto que las palabras son múltiples. Sin em­
bargo, nuestra exploración no va en busca de pala­
bras, sino de realidades. Por otro lado, no es lícito
someter el texto sanjuanista a nociones y distincio­
nes preparadas a priori, forzándolo como a un pri­
sionero entre rejas. Pero, cuando la cosa o realidad
aparece clara a través del análisis, me parece que
no hay inconveniente en retener los nombres. Esto
vale aquí tratando del natural y del sobrenatural, y
valdrá, sobre todo, más abajo, cuando indaguemos
el pensamiento sanjuanista sobre «la noche activa
del espíritu».
En una palabra: ¿Considera el Doctor Místico el
‘sobrenatural’ «desde el punto de vista de su pre­
sentación concreta, psicológica, en el alma que lo
recibe»?
En la mayoría de las veces, sí. Sin embargo, en
otras ocasiones ya no es posible responder tan ca­
tegóricamente. Por ejemplo, en Subida II 5, donde
la unión de semejanza aparece como «Dios», que
«comunica el ser sobrenatural».
Este texto corrobora mi convicción de que el
tema de la fe no ha sido abordado por San Juan de
la Cruz solamente en línea de acción o bajo el as­
pecto dinámico— lo que ocurre principalmente en
la dinámica de la contemplación— , sino que lo en­
foca, ante todo, en línea de ser o bajo el aspecto
entitativo. Y, por tanto, su función en la contempla­
ción depende de su realidad íntima y de ella deriva.
35
Cabe todavía hacer una última observación: el
sentido del término «sobrenatural», que el P. La­
bourdette nos ha ofrecido extrayéndolo de las obras
de San Juan de la Cruz, podría quizá explicarse
desde otra angulación. Consta ciertamente que en
los escritos del Doctor Místico hay pocos elemen­
tos de pura especulación y abstracción. Todo lo que
en la teología teórica se estudia, tiene en los escri­
tos de San Juan de la Cruz un valor primordialmen­
te vital. De alguna manera roza cuestiones especu­
lativas y abstractas, pero siempre argumentando
por la experiencia, y por esta vía las esclarece. Este
enfoque redunda necesariamente en la manera de
presentar y de escribir sobre las realidades místi­
cas 20. Por ello sería inútil buscar ahí un tratado de
pura teología. No obstante, si calamos en la hondu­
ra y sostén de la letra, descubriremos la presencia
de la letra y del alma de la teología clásica.
2.a Cuando se reflexiona sobre la esencial se­
mejanza de la fe con la Divinidad, semejanza abier­
tamente afirmada en el texto de Subida II 8, pa­
rece obligado desechar la teoría propuesta por
J. Baruzi21, que el P. Chevalier llama «mística de
la universalización del entendimiento» 22.
Conviene, sin embargo, distinguir. Hay, efecti­
vamente, algunos textos que, considerados de una
manera aislada— verbigracia, Subida II 16,7— , in­
ducen a pensar que el entendimiento proyectado a la
unión con Dios debe traspasar los límites de cual­
quier frontera. Este ‘traspaso’ se atribuye a la fe.
Pero la esencial semejanza sobrenatural de la fe con
20 Sobre este punto puede verse V enancio Carro, La naturaleza de
la gracia y el realismo místico: La Ciencia Tomista 25 (1922) p.362-75.
21 Jea n B a ru z i, Saint Jean de la Croix et le probléme de Vexpérience
mystique (París 1924).
22 P h ilipp e C h ev a lier, Saint Jean de la Croix en Sorbonne: La Vie
Spirituelle 12 (1925) p.188-212.
36
la Divinidad afirmada paladinamente en Subida II 8,
cierra el paso a la aceptación de la hipótesis que
atribuye a algo natural la capacidad de trascenden­
cia designada como «universalización del entendi­
miento». La hermenéutica exacta del pensamiento
sanjuanista no debe perder de vista lo que en Su­
bida II 8 dice acerca de la índole esencialmente so­
brenatural de la fe. Con absoluta firmeza afirma ahí
que la fe trasciende el orden de la criatura, el orden
de cualquier límite creado, porque es sobrenatural
en su esencia y porque está dotada de una esencial
semejanza con la Divinidad. Por esto puede llevar
el entendimiento a la Divinidad. Y, por consiguien­
te, el sobrepasar cualquier «limitado modo» tiene
en San Juan de la Cruz su radical fundamento en
esta esencial semejanza respecto a la Divinidad.
O sea, en su íntima sobrenaturalidad.
Así se ve, una vez más, que el núcleo de la cues­
tión de la fe según San Juan de la Cruz se halla in­
dicado en el breve y denso pasaje de Subida II 8,3.
La semejanza esencial con la Divinidad y su índole
intelectiva constituyen el cauce ideológico por el
que la fe discurre continuamente en las obras del
Doctor Místico.
Para corroborar el aserto de la sobrenaturalidad
de la fe es oportuno analizar ahora el texto de Su­
bida II 5, donde declara ex professo su concepto de
unión.
3. «QUE COSA SEA UNION DEL ALMA CON
DIOS» (Subida II 5)
A lo largo y a lo ancho de toda la obra de San
Juan de la Cruz, se trata primordialmente de la
unión del alma con Dios: qué es, cuáles son sus
37
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf
Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf

Más contenido relacionado

La actualidad más candente

El Vaticano II y su Propuesta Eclesiologica
El Vaticano II y su Propuesta EclesiologicaEl Vaticano II y su Propuesta Eclesiologica
El Vaticano II y su Propuesta Eclesiologica
Daniel Scoth
 
Catecismo de la iglesia catolica
Catecismo de la iglesia catolicaCatecismo de la iglesia catolica
Catecismo de la iglesia catolica
Humberto Corrales
 
0.1 quadragesimo anno
0.1 quadragesimo anno0.1 quadragesimo anno
0.1 quadragesimo anno
Milton Camargo
 
Iglesia Moderna 01 - Hist-Ec 2.11
Iglesia Moderna 01 - Hist-Ec 2.11Iglesia Moderna 01 - Hist-Ec 2.11
Iglesia Moderna 01 - Hist-Ec 2.11
Miguel Neira
 
Apostolicam Actuositatem.pptx
Apostolicam Actuositatem.pptxApostolicam Actuositatem.pptx
Apostolicam Actuositatem.pptx
RicardoSarayasiUmaa
 
II conferencia general del episcopado latinoamericano
II conferencia general del episcopado latinoamericanoII conferencia general del episcopado latinoamericano
II conferencia general del episcopado latinoamericano
Milady Danaida Velarde Avendaño
 
Valor y efectos de la santa misa
Valor y efectos de la santa misaValor y efectos de la santa misa
Valor y efectos de la santa misa
Pedro Silva Mantilla
 
Bases bíblicas de la santidad
Bases bíblicas de la santidadBases bíblicas de la santidad
Bases bíblicas de la santidad
Alejandro Torres
 
Mariologia
MariologiaMariologia
Mariologia
mmis
 
Ultimos 10 papas de la iglesia católica jayson salas
Ultimos 10 papas de la iglesia católica  jayson salasUltimos 10 papas de la iglesia católica  jayson salas
Ultimos 10 papas de la iglesia católica jayson salas
Yaison Ed
 
Los silencios de la Santa Misa
Los silencios de la Santa MisaLos silencios de la Santa Misa
Los silencios de la Santa Misa
cap.ing
 
La Iglesia - Eclesiología: Introducción a la Teología
La Iglesia - Eclesiología: Introducción a la TeologíaLa Iglesia - Eclesiología: Introducción a la Teología
La Iglesia - Eclesiología: Introducción a la Teología
Pablo A. Jimenez
 
Dei Verbum
Dei VerbumDei Verbum
Dei Verbum
ulsabcr
 
Introducción a la eclesiología
Introducción a la eclesiologíaIntroducción a la eclesiología
Introducción a la eclesiología
Diffusor Fidei
 
San Juan Crisóstomo.pptx
San Juan Crisóstomo.pptxSan Juan Crisóstomo.pptx
San Juan Crisóstomo.pptx
Martin M Flynn
 
Kompendium Konsili Vatikan II
Kompendium Konsili Vatikan IIKompendium Konsili Vatikan II
Kompendium Konsili Vatikan IIGiovanni Promesso
 
El proceso sinodal: Una caja de pandora - José Antonio Ureta
El proceso sinodal: Una caja de pandora  - José Antonio UretaEl proceso sinodal: Una caja de pandora  - José Antonio Ureta
El proceso sinodal: Una caja de pandora - José Antonio Ureta
SergioTrejo40
 
Bab 2 pandangan tokoh pastoral
Bab 2 pandangan tokoh pastoralBab 2 pandangan tokoh pastoral
Bab 2 pandangan tokoh pastoral
Chris Hukubun
 
2. iglesia, pueblo de dios unidad 2
2. iglesia, pueblo de dios unidad 22. iglesia, pueblo de dios unidad 2
2. iglesia, pueblo de dios unidad 2
tulioandres
 
Lumen Gentium comentarios
Lumen Gentium comentariosLumen Gentium comentarios
Lumen Gentium comentarios
Ricardo ZG
 

La actualidad más candente (20)

El Vaticano II y su Propuesta Eclesiologica
El Vaticano II y su Propuesta EclesiologicaEl Vaticano II y su Propuesta Eclesiologica
El Vaticano II y su Propuesta Eclesiologica
 
Catecismo de la iglesia catolica
Catecismo de la iglesia catolicaCatecismo de la iglesia catolica
Catecismo de la iglesia catolica
 
0.1 quadragesimo anno
0.1 quadragesimo anno0.1 quadragesimo anno
0.1 quadragesimo anno
 
Iglesia Moderna 01 - Hist-Ec 2.11
Iglesia Moderna 01 - Hist-Ec 2.11Iglesia Moderna 01 - Hist-Ec 2.11
Iglesia Moderna 01 - Hist-Ec 2.11
 
Apostolicam Actuositatem.pptx
Apostolicam Actuositatem.pptxApostolicam Actuositatem.pptx
Apostolicam Actuositatem.pptx
 
II conferencia general del episcopado latinoamericano
II conferencia general del episcopado latinoamericanoII conferencia general del episcopado latinoamericano
II conferencia general del episcopado latinoamericano
 
Valor y efectos de la santa misa
Valor y efectos de la santa misaValor y efectos de la santa misa
Valor y efectos de la santa misa
 
Bases bíblicas de la santidad
Bases bíblicas de la santidadBases bíblicas de la santidad
Bases bíblicas de la santidad
 
Mariologia
MariologiaMariologia
Mariologia
 
Ultimos 10 papas de la iglesia católica jayson salas
Ultimos 10 papas de la iglesia católica  jayson salasUltimos 10 papas de la iglesia católica  jayson salas
Ultimos 10 papas de la iglesia católica jayson salas
 
Los silencios de la Santa Misa
Los silencios de la Santa MisaLos silencios de la Santa Misa
Los silencios de la Santa Misa
 
La Iglesia - Eclesiología: Introducción a la Teología
La Iglesia - Eclesiología: Introducción a la TeologíaLa Iglesia - Eclesiología: Introducción a la Teología
La Iglesia - Eclesiología: Introducción a la Teología
 
Dei Verbum
Dei VerbumDei Verbum
Dei Verbum
 
Introducción a la eclesiología
Introducción a la eclesiologíaIntroducción a la eclesiología
Introducción a la eclesiología
 
San Juan Crisóstomo.pptx
San Juan Crisóstomo.pptxSan Juan Crisóstomo.pptx
San Juan Crisóstomo.pptx
 
Kompendium Konsili Vatikan II
Kompendium Konsili Vatikan IIKompendium Konsili Vatikan II
Kompendium Konsili Vatikan II
 
El proceso sinodal: Una caja de pandora - José Antonio Ureta
El proceso sinodal: Una caja de pandora  - José Antonio UretaEl proceso sinodal: Una caja de pandora  - José Antonio Ureta
El proceso sinodal: Una caja de pandora - José Antonio Ureta
 
Bab 2 pandangan tokoh pastoral
Bab 2 pandangan tokoh pastoralBab 2 pandangan tokoh pastoral
Bab 2 pandangan tokoh pastoral
 
2. iglesia, pueblo de dios unidad 2
2. iglesia, pueblo de dios unidad 22. iglesia, pueblo de dios unidad 2
2. iglesia, pueblo de dios unidad 2
 
Lumen Gentium comentarios
Lumen Gentium comentariosLumen Gentium comentarios
Lumen Gentium comentarios
 

Similar a Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf

Circular 931 mar_24-18
Circular 931  mar_24-18Circular 931  mar_24-18
Circular 931 mar_24-18
CarlosEduardoSierraC
 
Imágenes del siglo XVIII en la Semana Santa de Écija
Imágenes del siglo XVIII en la Semana Santa de ÉcijaImágenes del siglo XVIII en la Semana Santa de Écija
Imágenes del siglo XVIII en la Semana Santa de Écija
Arte Barroco
 
095 la filosofía se esconde tras los crímenes de la abadía
095 la filosofía se esconde tras los crímenes de la abadía095 la filosofía se esconde tras los crímenes de la abadía
095 la filosofía se esconde tras los crímenes de la abadía
Kath Vanegas
 
11 22 masoneria simbolismo jean palou www.gftaognosticaespiritual.org
11 22 masoneria simbolismo jean palou www.gftaognosticaespiritual.org11 22 masoneria simbolismo jean palou www.gftaognosticaespiritual.org
11 22 masoneria simbolismo jean palou www.gftaognosticaespiritual.org
Gran Fratervidad Tao Gnostica Espiritual Org
 
El mito guadalupano y la ficción milagrosa a
El mito guadalupano y la ficción milagrosa aEl mito guadalupano y la ficción milagrosa a
El mito guadalupano y la ficción milagrosa a
Xochitl Cordova
 
Fransisco de Quevedo
Fransisco de Quevedo   Fransisco de Quevedo
Fransisco de Quevedo
pardis ghasemi
 
Lo cómico serio. el conde lucanor
Lo cómico serio. el conde lucanorLo cómico serio. el conde lucanor
Lo cómico serio. el conde lucanor
blogdevon
 
Cruz s or-juana-ines-de-la-carta-de-sor-filotea-de-la-cruz-ya
Cruz s or-juana-ines-de-la-carta-de-sor-filotea-de-la-cruz-yaCruz s or-juana-ines-de-la-carta-de-sor-filotea-de-la-cruz-ya
Cruz s or-juana-ines-de-la-carta-de-sor-filotea-de-la-cruz-ya
Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades
 
Pithod
PithodPithod
Pithod
info-caotica
 
San lucas evangelista
San lucas evangelistaSan lucas evangelista
San lucas evangelista
monica eljuri
 
El gran viaje del dios sol
El gran viaje del dios solEl gran viaje del dios sol
El gran viaje del dios sol
IGNACIO CASTILLO IAO
 
El gran viaje del dios sol (1)
El gran viaje del dios sol (1)El gran viaje del dios sol (1)
El gran viaje del dios sol (1)
Alicia Ramirez
 
Domingo ramosentiemposdemurillo
Domingo ramosentiemposdemurilloDomingo ramosentiemposdemurillo
Domingo ramosentiemposdemurillo
fjgn1972
 
Anónimo popol-vuh-doc
Anónimo   popol-vuh-docAnónimo   popol-vuh-doc
Anónimo popol-vuh-doc
Carlos Fuentes
 
Códice calixtino, algunas consideraciones
Códice calixtino, algunas consideracionesCódice calixtino, algunas consideraciones
Códice calixtino, algunas consideraciones
Mirsa Acevedo Molina
 
539
539539
Edad Media: Mester de clerecía y prosa didáctica castellana. Teoría y activid...
Edad Media: Mester de clerecía y prosa didáctica castellana. Teoría y activid...Edad Media: Mester de clerecía y prosa didáctica castellana. Teoría y activid...
Edad Media: Mester de clerecía y prosa didáctica castellana. Teoría y activid...
Lidia Aragón
 
Finis gloriae mundi
Finis gloriae mundiFinis gloriae mundi
Finis gloriae mundi
Fernanda Checchinato
 
Fulcanelli: Finis gloriae mundi
Fulcanelli: Finis gloriae mundiFulcanelli: Finis gloriae mundi
Fulcanelli: Finis gloriae mundi
AGEAC Geofilosofia
 
365 días con Juan Pablo II - Aldino Cazzago
365 días con Juan Pablo II - Aldino Cazzago365 días con Juan Pablo II - Aldino Cazzago
365 días con Juan Pablo II - Aldino Cazzago
JasterRogue2
 

Similar a Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf (20)

Circular 931 mar_24-18
Circular 931  mar_24-18Circular 931  mar_24-18
Circular 931 mar_24-18
 
Imágenes del siglo XVIII en la Semana Santa de Écija
Imágenes del siglo XVIII en la Semana Santa de ÉcijaImágenes del siglo XVIII en la Semana Santa de Écija
Imágenes del siglo XVIII en la Semana Santa de Écija
 
095 la filosofía se esconde tras los crímenes de la abadía
095 la filosofía se esconde tras los crímenes de la abadía095 la filosofía se esconde tras los crímenes de la abadía
095 la filosofía se esconde tras los crímenes de la abadía
 
11 22 masoneria simbolismo jean palou www.gftaognosticaespiritual.org
11 22 masoneria simbolismo jean palou www.gftaognosticaespiritual.org11 22 masoneria simbolismo jean palou www.gftaognosticaespiritual.org
11 22 masoneria simbolismo jean palou www.gftaognosticaespiritual.org
 
El mito guadalupano y la ficción milagrosa a
El mito guadalupano y la ficción milagrosa aEl mito guadalupano y la ficción milagrosa a
El mito guadalupano y la ficción milagrosa a
 
Fransisco de Quevedo
Fransisco de Quevedo   Fransisco de Quevedo
Fransisco de Quevedo
 
Lo cómico serio. el conde lucanor
Lo cómico serio. el conde lucanorLo cómico serio. el conde lucanor
Lo cómico serio. el conde lucanor
 
Cruz s or-juana-ines-de-la-carta-de-sor-filotea-de-la-cruz-ya
Cruz s or-juana-ines-de-la-carta-de-sor-filotea-de-la-cruz-yaCruz s or-juana-ines-de-la-carta-de-sor-filotea-de-la-cruz-ya
Cruz s or-juana-ines-de-la-carta-de-sor-filotea-de-la-cruz-ya
 
Pithod
PithodPithod
Pithod
 
San lucas evangelista
San lucas evangelistaSan lucas evangelista
San lucas evangelista
 
El gran viaje del dios sol
El gran viaje del dios solEl gran viaje del dios sol
El gran viaje del dios sol
 
El gran viaje del dios sol (1)
El gran viaje del dios sol (1)El gran viaje del dios sol (1)
El gran viaje del dios sol (1)
 
Domingo ramosentiemposdemurillo
Domingo ramosentiemposdemurilloDomingo ramosentiemposdemurillo
Domingo ramosentiemposdemurillo
 
Anónimo popol-vuh-doc
Anónimo   popol-vuh-docAnónimo   popol-vuh-doc
Anónimo popol-vuh-doc
 
Códice calixtino, algunas consideraciones
Códice calixtino, algunas consideracionesCódice calixtino, algunas consideraciones
Códice calixtino, algunas consideraciones
 
539
539539
539
 
Edad Media: Mester de clerecía y prosa didáctica castellana. Teoría y activid...
Edad Media: Mester de clerecía y prosa didáctica castellana. Teoría y activid...Edad Media: Mester de clerecía y prosa didáctica castellana. Teoría y activid...
Edad Media: Mester de clerecía y prosa didáctica castellana. Teoría y activid...
 
Finis gloriae mundi
Finis gloriae mundiFinis gloriae mundi
Finis gloriae mundi
 
Fulcanelli: Finis gloriae mundi
Fulcanelli: Finis gloriae mundiFulcanelli: Finis gloriae mundi
Fulcanelli: Finis gloriae mundi
 
365 días con Juan Pablo II - Aldino Cazzago
365 días con Juan Pablo II - Aldino Cazzago365 días con Juan Pablo II - Aldino Cazzago
365 días con Juan Pablo II - Aldino Cazzago
 

Último

1° T3 Examen Zany de primer grado compl
1° T3 Examen Zany  de primer grado compl1° T3 Examen Zany  de primer grado compl
1° T3 Examen Zany de primer grado compl
ROCIORUIZQUEZADA
 
Evaluacion del tercer trimestre del 2023-2024
Evaluacion del tercer trimestre del 2023-2024Evaluacion del tercer trimestre del 2023-2024
Evaluacion del tercer trimestre del 2023-2024
israelsouza67
 
200. Efemerides junio para trabajar en periodico mural
200. Efemerides junio para trabajar en periodico mural200. Efemerides junio para trabajar en periodico mural
200. Efemerides junio para trabajar en periodico mural
shirherrer
 
Lecciones 11 Esc. Sabática. El conflicto inminente docx
Lecciones 11 Esc. Sabática. El conflicto inminente docxLecciones 11 Esc. Sabática. El conflicto inminente docx
Lecciones 11 Esc. Sabática. El conflicto inminente docx
Alejandrino Halire Ccahuana
 
pueblos originarios de chile presentacion twinkl.pptx
pueblos originarios de chile presentacion twinkl.pptxpueblos originarios de chile presentacion twinkl.pptx
pueblos originarios de chile presentacion twinkl.pptx
RAMIREZNICOLE
 
Liturgia día del Padre del siguiente domingo.pptx
Liturgia día del Padre del siguiente domingo.pptxLiturgia día del Padre del siguiente domingo.pptx
Liturgia día del Padre del siguiente domingo.pptx
YeniferGarcia36
 
MATERIAL ESCOLAR 2024-2025. 4 AÑOS CEIP SAN CRISTOBAL
MATERIAL ESCOLAR 2024-2025. 4 AÑOS CEIP SAN CRISTOBALMATERIAL ESCOLAR 2024-2025. 4 AÑOS CEIP SAN CRISTOBAL
MATERIAL ESCOLAR 2024-2025. 4 AÑOS CEIP SAN CRISTOBAL
Ana Fernandez
 
Carnavision: anticipa y aprovecha - hackathon Pasto2024 .pdf
Carnavision: anticipa y aprovecha - hackathon Pasto2024 .pdfCarnavision: anticipa y aprovecha - hackathon Pasto2024 .pdf
Carnavision: anticipa y aprovecha - hackathon Pasto2024 .pdf
EleNoguera
 
DESARROLLO DE LAS RELACIONES CON LOS STAKEHOLDERS.pdf
DESARROLLO DE LAS RELACIONES CON LOS STAKEHOLDERS.pdfDESARROLLO DE LAS RELACIONES CON LOS STAKEHOLDERS.pdf
DESARROLLO DE LAS RELACIONES CON LOS STAKEHOLDERS.pdf
JonathanCovena1
 
CINE COMO RECURSO DIDÁCTICO para utilizar en TUTORÍA
CINE COMO RECURSO DIDÁCTICO para utilizar en TUTORÍACINE COMO RECURSO DIDÁCTICO para utilizar en TUTORÍA
CINE COMO RECURSO DIDÁCTICO para utilizar en TUTORÍA
Fernández Gorka
 
Power Point: El conflicto inminente (Bosquejo)
Power Point: El conflicto inminente (Bosquejo)Power Point: El conflicto inminente (Bosquejo)
Power Point: El conflicto inminente (Bosquejo)
https://gramadal.wordpress.com/
 
Chatgpt para los Profesores Ccesa007.pdf
Chatgpt para los Profesores Ccesa007.pdfChatgpt para los Profesores Ccesa007.pdf
Chatgpt para los Profesores Ccesa007.pdf
Demetrio Ccesa Rayme
 
CONTENIDOS Y PDA DE LA FASE 3,4 Y 5 EN NIVEL PRIMARIA
CONTENIDOS Y PDA DE LA FASE 3,4 Y 5 EN NIVEL PRIMARIACONTENIDOS Y PDA DE LA FASE 3,4 Y 5 EN NIVEL PRIMARIA
CONTENIDOS Y PDA DE LA FASE 3,4 Y 5 EN NIVEL PRIMARIA
ginnazamudio
 
Presentación simple corporativa degradado en violeta blanco.pdf
Presentación simple corporativa degradado en violeta blanco.pdfPresentación simple corporativa degradado en violeta blanco.pdf
Presentación simple corporativa degradado en violeta blanco.pdf
eleandroth
 
Presentación de proyecto en acuarela moderna verde.pdf
Presentación de proyecto en acuarela moderna verde.pdfPresentación de proyecto en acuarela moderna verde.pdf
Presentación de proyecto en acuarela moderna verde.pdf
LuanaJaime1
 
CONCURSOS EDUCATIVOS 2024-PRESENTACIÓN ORIENTACIONES ETAPA IE (1).pptx
CONCURSOS EDUCATIVOS 2024-PRESENTACIÓN ORIENTACIONES ETAPA IE (1).pptxCONCURSOS EDUCATIVOS 2024-PRESENTACIÓN ORIENTACIONES ETAPA IE (1).pptx
CONCURSOS EDUCATIVOS 2024-PRESENTACIÓN ORIENTACIONES ETAPA IE (1).pptx
CARMENSnchez854591
 
Módulo 1 de didactica de la lecto escritura
Módulo 1 de didactica de la lecto escrituraMódulo 1 de didactica de la lecto escritura
Módulo 1 de didactica de la lecto escritura
marilynfloresyomona1
 
Este documento contiene, el programa completo de un acto para realizar la pro...
Este documento contiene, el programa completo de un acto para realizar la pro...Este documento contiene, el programa completo de un acto para realizar la pro...
Este documento contiene, el programa completo de un acto para realizar la pro...
romina395894
 
APUNTES UNIDAD I ECONOMIA EMPRESARIAL .pdf
APUNTES UNIDAD I ECONOMIA EMPRESARIAL .pdfAPUNTES UNIDAD I ECONOMIA EMPRESARIAL .pdf
APUNTES UNIDAD I ECONOMIA EMPRESARIAL .pdf
VeronicaCabrera50
 

Último (20)

1° T3 Examen Zany de primer grado compl
1° T3 Examen Zany  de primer grado compl1° T3 Examen Zany  de primer grado compl
1° T3 Examen Zany de primer grado compl
 
Evaluacion del tercer trimestre del 2023-2024
Evaluacion del tercer trimestre del 2023-2024Evaluacion del tercer trimestre del 2023-2024
Evaluacion del tercer trimestre del 2023-2024
 
200. Efemerides junio para trabajar en periodico mural
200. Efemerides junio para trabajar en periodico mural200. Efemerides junio para trabajar en periodico mural
200. Efemerides junio para trabajar en periodico mural
 
Lecciones 11 Esc. Sabática. El conflicto inminente docx
Lecciones 11 Esc. Sabática. El conflicto inminente docxLecciones 11 Esc. Sabática. El conflicto inminente docx
Lecciones 11 Esc. Sabática. El conflicto inminente docx
 
pueblos originarios de chile presentacion twinkl.pptx
pueblos originarios de chile presentacion twinkl.pptxpueblos originarios de chile presentacion twinkl.pptx
pueblos originarios de chile presentacion twinkl.pptx
 
Liturgia día del Padre del siguiente domingo.pptx
Liturgia día del Padre del siguiente domingo.pptxLiturgia día del Padre del siguiente domingo.pptx
Liturgia día del Padre del siguiente domingo.pptx
 
MATERIAL ESCOLAR 2024-2025. 4 AÑOS CEIP SAN CRISTOBAL
MATERIAL ESCOLAR 2024-2025. 4 AÑOS CEIP SAN CRISTOBALMATERIAL ESCOLAR 2024-2025. 4 AÑOS CEIP SAN CRISTOBAL
MATERIAL ESCOLAR 2024-2025. 4 AÑOS CEIP SAN CRISTOBAL
 
Carnavision: anticipa y aprovecha - hackathon Pasto2024 .pdf
Carnavision: anticipa y aprovecha - hackathon Pasto2024 .pdfCarnavision: anticipa y aprovecha - hackathon Pasto2024 .pdf
Carnavision: anticipa y aprovecha - hackathon Pasto2024 .pdf
 
DESARROLLO DE LAS RELACIONES CON LOS STAKEHOLDERS.pdf
DESARROLLO DE LAS RELACIONES CON LOS STAKEHOLDERS.pdfDESARROLLO DE LAS RELACIONES CON LOS STAKEHOLDERS.pdf
DESARROLLO DE LAS RELACIONES CON LOS STAKEHOLDERS.pdf
 
CINE COMO RECURSO DIDÁCTICO para utilizar en TUTORÍA
CINE COMO RECURSO DIDÁCTICO para utilizar en TUTORÍACINE COMO RECURSO DIDÁCTICO para utilizar en TUTORÍA
CINE COMO RECURSO DIDÁCTICO para utilizar en TUTORÍA
 
Power Point: El conflicto inminente (Bosquejo)
Power Point: El conflicto inminente (Bosquejo)Power Point: El conflicto inminente (Bosquejo)
Power Point: El conflicto inminente (Bosquejo)
 
Chatgpt para los Profesores Ccesa007.pdf
Chatgpt para los Profesores Ccesa007.pdfChatgpt para los Profesores Ccesa007.pdf
Chatgpt para los Profesores Ccesa007.pdf
 
CONTENIDOS Y PDA DE LA FASE 3,4 Y 5 EN NIVEL PRIMARIA
CONTENIDOS Y PDA DE LA FASE 3,4 Y 5 EN NIVEL PRIMARIACONTENIDOS Y PDA DE LA FASE 3,4 Y 5 EN NIVEL PRIMARIA
CONTENIDOS Y PDA DE LA FASE 3,4 Y 5 EN NIVEL PRIMARIA
 
Presentación simple corporativa degradado en violeta blanco.pdf
Presentación simple corporativa degradado en violeta blanco.pdfPresentación simple corporativa degradado en violeta blanco.pdf
Presentación simple corporativa degradado en violeta blanco.pdf
 
Presentación de proyecto en acuarela moderna verde.pdf
Presentación de proyecto en acuarela moderna verde.pdfPresentación de proyecto en acuarela moderna verde.pdf
Presentación de proyecto en acuarela moderna verde.pdf
 
A VISITA DO SENHOR BISPO .
A VISITA DO SENHOR BISPO                .A VISITA DO SENHOR BISPO                .
A VISITA DO SENHOR BISPO .
 
CONCURSOS EDUCATIVOS 2024-PRESENTACIÓN ORIENTACIONES ETAPA IE (1).pptx
CONCURSOS EDUCATIVOS 2024-PRESENTACIÓN ORIENTACIONES ETAPA IE (1).pptxCONCURSOS EDUCATIVOS 2024-PRESENTACIÓN ORIENTACIONES ETAPA IE (1).pptx
CONCURSOS EDUCATIVOS 2024-PRESENTACIÓN ORIENTACIONES ETAPA IE (1).pptx
 
Módulo 1 de didactica de la lecto escritura
Módulo 1 de didactica de la lecto escrituraMódulo 1 de didactica de la lecto escritura
Módulo 1 de didactica de la lecto escritura
 
Este documento contiene, el programa completo de un acto para realizar la pro...
Este documento contiene, el programa completo de un acto para realizar la pro...Este documento contiene, el programa completo de un acto para realizar la pro...
Este documento contiene, el programa completo de un acto para realizar la pro...
 
APUNTES UNIDAD I ECONOMIA EMPRESARIAL .pdf
APUNTES UNIDAD I ECONOMIA EMPRESARIAL .pdfAPUNTES UNIDAD I ECONOMIA EMPRESARIAL .pdf
APUNTES UNIDAD I ECONOMIA EMPRESARIAL .pdf
 

Tesis doctoral wojtyla-la-fe-en-san-juan-de-la-cruz-pdf

  • 1.
  • 3. La fe según San )uan de la Cruz
  • 4. Karol Wojtyla LA FE SEGUN SAN JUAN DE LA CRUZ TRADUCCION E INTRODUCCION DE A L V A R O H U E R G A LIBRERIA EDITRICE VATICANA CITTÁ DEL VATICANO BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS MADRID • MCMLXXIX
  • 5. Título del texto original: Doctrina de fide apud S. Joannem a Cruce. © Biblioteca de Autores Cristianos, de EDICA, S. A. Madrid 1979. Mateo Inurria, 15. Madrid. © Librería Editrice Vaticana. Cittá del Vaticano 1979. © Pontificia Universitá San Tommaso. Roma. Depósito legal M 20143-1979. ISBN 84-220-0910-2. Impreso en España. Printed in Spain. I N D I C E G E N E R A L Págs. P rólogo ......................................................................................... xi N ota biblio g r á fica ............................................................... xxxi I ntroducción .............................................................................. 3 P rim era p a r te A N A L I S I S I. «Subida del Monte Carmelo» ........................... 19 1. Medio de unión .....................................,. 19 2. «Proporción de semejanza»............... 26 3. «Qué cosa sea unión del alma con Dios». 37 4. Fe-entendimiento ........................................ 44 5. «La fe en que está encubierta la Divi­ nidad» .......................................................... 51 6. «Hábito cierto y oscuro»................... 60 7. «La fe que es noche oscura» ................... 94 8. La fe en la noche activa del espíritu ... 109 9. «La inteligencia oscura y general, que es la contemplación que se da en fe» ....... 150 10. «El Hijo de Dios que se comunica al alma en fe» ................................................ 174 II. «Noche oscura» ................................................... 187 III. «Cántico espiritual» ........................................... 207 IV. «Llama de amor viva» ...................................... 235 Segunda p a r te S I N T E S I S I. Resumen doctrinal ............................................ 245 II. Conclusión: naturaleza de la fe ...................... 272 III. Anexo [La fe en Santo Tomás de Aquinoy en San luán de la Cruz] ................................... 278 1) [Medio de unión] ...................................... 279 2) [Virtud purificadora] ................................ 280 I X
  • 6. P R O L O G O «La Universidad de Santo Tomás de Aquino, llamada comúnmente EL AN- GELICUM, que yo tuve la fortuna de frecuentar durante un laborioso y siem­ pre recordado bienio». ( J u a n P a b l o II, Alocución a los profesores y alumnos de las Universi­ dades Pontificias de Roma, 3 de abril de 1979.) n la producción literaria de Karol Wojtyla, las primicias se las lleva, al menos cronológica­ mente, San Juan de la Cruz ’. Este dato de simple constatación bibliográfica resulta precioso a la hora de intentar una cala en la personalidad científica del ilustre escritor polaco. Por dos razones: primera, porque el estudio de sus primicias literarias permite zahondar en las raíces y en el ambiente de su vo­ cación filosófico-teológica; segunda, porque, partien­ do de ahí, se puede seguir paso a paso el despliegue de su ‘estilo de pensar’, que ha ido madurando y proyectándose a nuevos horizontes sin solución de continuidad. Sin embargo, apenas se repara en ello. La vocación filosófico-teológica de Karol Woj­ tyla brota en unas circunstancias históricas dramá- 1 Ficha bibliográfica: Carolus W ojtyla, "Doctrina de fide apud S. loannem a Cruce ms,1948-59 (Archivo Universidad Santo Tomás, Roma) p.xxin-296+[2]; K arol Wojtyla, Quaestio de fide apud S. loannem a Cruce: CoUectanea Theologica (Varsovia) 21 (1949-50) p.418-68; K arol W ojtyla, O bumanizmie sw. Jana od Krzyza ( = El humanismo de San luán de la Cruz): Znak 1 (1951) p.6-20. X I
  • 7. ticas, fragua en clima mediterráneo y produce frutos en sazón, que le consagran como la figura más re­ presentativa del renacimiento filosófico-teológico po­ laco de la posguerra. No voy a seguir, por motivos obvios, la trayec­ toria— atlética, lineal, luminosa— del pensamiento wojtyliano. Me quedaré en el primer recodo de su carrera, cuando su pluma cosechó los frutos culti­ vados con delicia y primor en el huerto fértilísimo de San Juan de la Cruz. Sólo quisiera añadir, antes de iniciar la singladura, que las obras del Doctor Místico han seguido siendo libro de cabecera de Ka- rol Wojtyla, como lo patentizan sus escritos más recientes. Una vieja canción gallega dice que los «amoriños primeiros» no se olvidan nunca. Signo de contradicción lo confirma. Para proceder ordenadamente, eslabonaré la ex­ posición en cinco apartados: 1) El encuentro; 2) El tema; 3) El análisis; 4) La síntesis, y 5) Conclusión. 1. E L E N C U E N T R O Santa Teresa de Jesús nos cuenta, en ese delicioso libro de aventuras a lo divino que se llama Funda­ ciones, su primer encuentro con San Juan de la Cruz. Ocurrió en Medina del Campo, ancha tierra de Castilla, allá por el verano de 1568. De dos plu­ mazos evocadores hace una semblanza espiritual del estudiante de Salamanca, inteligente, menudo, otea­ dor. «Era tan bueno— añadirá— , que, al menos, yo podía mucho más deprender de él que él de mí». A la «madre» Teresa le nació aquel día el ‘primero’ de sus hijos, labró la piedra angular de la Reforma de varones, y no pensó, ni pudo pensar, el futuro. X I I A la primera ocasión se lo llevó en el carromato a Valladolid. En 1964, Karol Wojtyla encontrará en su cami­ no universitario no al estudiante de Salamanca, sino al santo y al doctor de la Iglesia. Quizá lo conocía, de nombre y devocionalmente, desde años atrás, cuando en su tierra de Wadowice le brotó dentro, incoercible, la vocación sacerdotal. Pero el encuen­ tro es ahora mucho más comprometido, más difícil y más exigente. Como se dice en Roma, que es el locus donde ocurre, era un incontro impegnativo. Se trataba, ni más ni menos, de entablar una larga conversación intelectual con el silencioso doctor de la Iglesia en orden a la elaboración de una tesis de doctorado en teología. Dialogar con San Juan de la Cruz, sentarse ante la cátedra de sus libros, entenderle, exigía resolver algunos problemas previos muy importantes por su índole entorpecedora, obstaculizadora. Cuatro nu­ dos tuvo, pues, que desatar el joven estudiante. 1.° El problema crítico de los textos.— Cual­ quier sanjuanista sabe que todas las ediciones de sus libros son postumas, que no se conocen los ma­ nuscritos originales y que existen «variantes» sus­ tantivas en los textos. Esto último dio pie a una clamorosa disputa sobre la autoría— digámoslo más claro: sobre la autenticidad—del textus receptus. Se airearon hipótesis de culpables interpolaciones. Polémica aparte, se ha podido escribir en fecha no muy lejana: «El primer obstáculo serio con que suelen tropezar los lectores y estudiosos de San Juan de la Cruz proviene de los escritos: es el de la autenticidad de sus obras y el de su correcta or­ denación». Cuando Wojtyla decide estudiar al Doctor Mís­ X I I I
  • 8. tico, la disputa seguía levantando polvo agrio. En ella, naturalmente, no va a tener parte ni arte. Opta por una solución crítica razonable: acepta la auten­ ticidad de los textos, y se basa no en una edición manual, sino en la monumental silveriana. 2 ° El problema del contexto histórico.— Para una aproximación comprensiva a San Juan de la Cruz es preciso desbrozar antes el contexto históri­ co en que vivió, pensó y escribió. La obra del Doc­ tor Místico tiene, sin duda alguna, un paisaje hu­ mano y geográfico al fondo. Hay páginas en Subida que transparentan, como algunos poemas de Macha­ do, el de Baeza, por citar un ejemplo concreto. Baeza, campo cultivado por el ardiente celo de San Juan de Avila, el Apóstol de Andalucía, fue ‘nido real de gavilanes’ místicos, pero fue también hormi­ guero de alumbrados. La mirada avizora del doctor Huarte de San Juan, autor de Examen de ingenios y médico de Baeza, coincide con la de San Juan de la Cruz, aunque desde distinto punto de vista, en la observación de aquel extraño y peligroso fenó­ meno. Karol Wojtyla, con escasos medios a su alcance, procuró resolver—y, sobre todo, tener presente— este problema para no embarcarse en un navio abs­ tracto. 3.° El problema del lenguaje.— El Doctor Mís­ tico advierte a cualquier lector que se acerca a Su­ bida: «Y por cuanto esta doctrina es de la noche oscura por donde el alma ha de ir a Dios, no se ma­ raville el lector si le pareciere oscura». Hay algo más que una sonrisa irónica en ese juego delicioso de palabras: está ahí el problema del lenguaje mís­ tico, que aflora abiertamente en el prólogo a Cánti­ xiv co: «sería ignorancia pensar que los dichos de amor en inteligencia mística [...] con alguna manera de palabras se puedan bien explicar». El problema de la inefabilidad, que fue cruz y aguijón del Doc­ tor Místico y que reaparece en Llama: «por ser de cosas tan interiores y espirituales, para las cuales comúnmente falta lenguaje». San Juan de la Cruz recurre a la poesía, y, en todo caso, su prosa sigue siendo poética, experimental, sin ceñirse a la línea del lenguaje escolástico, tan poco poético, aunque trata de seguir, eso sí, el rigor y la claridad de los esquemas ideológicos de la ‘escuela’ en la que se formó. A esta dificultad, metodológicamente prevista, se juntaba la del idioma mismo; es decir, la lengua en que escribe San Juan de la Cruz, que es la castella­ na pura, clásica, cargada de modismos y de arrequi­ ves populares. XJn idioma, en definitiva, extraño para Wojtyla, que habla y piensa en polaco. A juz­ gar por la obra, entreverada de incesantes textos sanjuanistas, Karol Wojtyla caló hondo en el len­ guaje castellano de San Juan de la Cruz: no maneja un texto traducido— recurso fácil, pero sin rango científico— , sino el texto directo. Demuestra un conocimiento más que vulgar de la lengua del Doc­ tor Místico, pues se percata de matices estructura­ les, y les aplica una sagaz hermenéutica para obte­ ner el sentido exacto de las palabras y de las frases. Ello sería impensable sin una previa labor de estu­ dio de la lengua española. Y, a fe, sale airoso, sin graves tropiezos, del redoblado problema lingüístico. Dialogará con soltura, manejando el texto sanjua­ nista en el idioma en que fue escrito. 4.° El problema de la expresión.—Karol Woj­ tyla es de Wadowice. Su lengua láctea es la polaca. xv
  • 9. El locus de su encuentro con San Juan de la Cruz fue Roma, como ya dijimos. En la Universidad del Angelicum se admiten tesis en varios idiomas. Pero han de ser idiomas conocidos por el moderador o guía. Entre el italiano y el latín, descartado el po­ laco, Wojtyla optó por expresarse en un latín fun­ cional, liso, de andar a pie; por supuesto, ‘escolás­ tico’ y no ‘ciceroniano’. Dentro de estos límites, en los que su decir se traba, hay que admirar la noble­ za del esfuerzo expresivo realizado. 2. E L T E M A Karol Wojtyla, acotando el campo, eligió en la obra de San Juan de la Cruz un punto concreto: la fe. Un tema troncal, medular y siempre actual. Emi­ nentemente cristiano y teológico. Difícil en sí y di­ fícil en el Doctor Místico. Bastaría recordar el diá­ logo de Jesús con Nicodemo; el asunto gravísimo, nuevo, que hace brillar en la noche untuosa los ojos de Nicodemo es precisamente éste. Bastaría recordar, en el polo extremo de la despedida, lo que Jesús dijo a los apóstoles, aupados a predica­ dores de la fe cristiana: El que creyere, se salvará; el que no creyere, se condenará. La reflexión teológica sobre la fe traza un arco cronológico que todavía está inconcluso, pues se extiende desde la época apostólica hasta el fin de los tiempos, pasando, claro está, por los nuestros, en los que es tema vivo. Sin venir tan acá, detengá­ monos en los de San Juan de la Cruz. A nivel de catequesis popular, el Apóstol de Andalucía expuso así su lección sobre la fe allá por 1554: «— ¿Qué cosa es fe? — Creer lo que no vimos. xvi [...] — ¿Por qué lo crees? — Porque está escrito en la Sagrada Escritura y en la Santa Madre Iglesia aprobado». Los niños españoles—los niños pobres, como San Juan de la Cruz— aprendían a leer por la cartilla de la Doctrina cristiana. Es casi seguro que el primer contacto intelectual, las primeras preguntas y las primeras respuestas sobre el tema de la fe, las apren­ dió el futuro Doctor Místico de ese modo. Ese mismo año 1554 ve también la luz un libro que causará conmovedor impacto en España ente­ ra: el Libro de la oración y meditación, de Fray Luis de Granada; un libro para adultos; un libro que en las primeras páginas clava espuelas, exigien­ do al cristiano que rumie su fe, y describe, de refi­ lón, el cuadro existencial: «la causa de nuestros males no es tanto falta de fe cuanto de considera­ ción de los misterios de nuestra fe». El diagnóstico de Fray Luis es categórico: los cristianos, «muchos de los cristianos», no rumian lo que creen, y por eso no les aprovecha. En la glosa explana la com­ paración fe-medicina: «Porque así como dicen los médicos que, para que las medicinas aprovechen, es menester que sean primero actuadas y digeridas en el estómago con el calor natural [ ...] , así también para que los misterios de nuestra fe nos sean pro­ vechosos y saludables, es necesario que sean pri­ mero actuados y digeridos en nuestro corazón con el calor de la meditación, porque de otra manera nada aprovecharían. Y por falta de esto vemos a cada paso muchos cristianos muy enteros en la fe y muy rotos en la vida, porque nunca se paran a con­ siderar qué es lo que creen. Y así se tienen la fe como a un rincón del arca, o como la medicina en la botica, sin servirse de ella para lo que es. Creen X V I I
  • 10. así, a bulto y a carga cerrada, lo que tiene la Igle­ sia; creen que hay juicio, y pena, y gloria para bue­ nos y malos; mas ¿cuántos hallarás que se paren a pensar qué tal haya de ser este juicio, y esta pena, y esta gloria, con lo demás? Pues menester es des­ menuzar estas cosas para sentir y ver lo que den­ tro de ellas hay». Fr. Luis, discípulo y amigo de Avila, distingue agudamente; una cosa es «tener fe» y otra «vivir la fe». Constata además, y no es flaca constatación si se mira desde nuestro tiempo— tan zarandeado de crisis— , que el «tener fe» entera es común pa­ trimonio de los españoles del siglo xvi. Algunos años después, en la memorable ocasión del concilio de Trento, 1563, D. Pedro González de Mendoza, obispo de Salamanca, escribirá ufano: «También se ha dado orden estos días, y Su Santidad lo quie­ re, y todos lo desean, y es cosa muy importante a la cristiandad, que se haga un Catecismo. Y así han señalado teólogos para ello, distribuyendo las mate­ rias por ellos. Para el Credo señalaron españoles, porque parece que son gente a quienes se les puede encomendar la fe». Las anteriores citas no son mera gala o adorno; nos sitúan en el ambiente histórico de San Juan de la Cruz, niño que va a la escuela de la Doctrina, joven que estudia teología en las aulas de la Uni­ versidad, místico en ciernes que se abisma en la consideración de la fe, poeta en flor que la canta y, para decirlo de una vez, doctor de la fe «viva y enamorada». Karol Wojtyla no se anduvo por las ramas. Se fue directamente al meollo del mensaje doctrinal de San Juan de la Cruz. Se aproximó a su obra des­ pués de superar los obstáculos aludidos, pregun­ tando inquisitivamente, con los ojos especulativos X V I I I abiertos, por la ‘cuestión de la fe’. Así, a nivel cien­ tífico y a son de lenguaje medieval: Quaestio de fide. La primera impresión de quien se acerca a la obra de San Juan de la Cruz para recoger su enseñanza sobre la fe es la de sentirse desbordado: la fe es una «noche» invasora, transluminosa, que no se deja aferrar. Es, en la perspectiva sanjuanista, un río caudaloso que rompe el cauce agustiniano y el cauce aquiniano y estalla en versos encendidos y en ‘declaraciones’ de una sutileza enorme. Un tema tentador. Un tema difícil. Y, por añadi­ dura, relativamente asendereado por los buscadores de ‘argumento’ para elaborar tesis doctorales. Woj­ tyla supo pronto que se le habían anticipado otros, en especial Labourdette, que en 1935, bajo la di­ rección de Garrigou-Lagrange— el mismo guía que va a dirigirle a él— , presentó y defendió una tesis sobre La fe teologal y el conocimiento místico se­ gún San ]uan de la Cruz. ¿Qué hacer? Sencillamen­ te, buscar una veta nueva, un aspecto no explorado. Labourdette enfocó su estudio partiendo del prin­ cipio tomista que dice que la función de la fe con­ siste en fundamentar en el homo viator el conoci­ miento sobrenatural. Es un enfoque, advierte Woj­ tyla, dinámico, adherente, desde luego, a la índole vital y experimental de la obra del Doctor Místico. Pero cabe desdoblar la pregunta, distinguiendo en­ tre lo que la fe es y lo que la fe hace. Labourdette ha estudiado la vertiente dinámica de la fe—lo que la fe hace— , dejando intacto, o tocándolo sólo inci­ dentalmente, el aspecto objetivo, metafísico: qué es. Wojtyla se halla, por tanto, frente a un tema original. Y, además, tremendamente difícil, porque el Doctor Místico no enseñó la metafísica de la fe, sino la dinámica purificadora y unitiva de la fe. X I X
  • 11. 3. E L A N A L I S I S En el epígrafe, en el ‘argumento’ y en el ‘prólogo’ de Subida indicó meridianamente San Juan de la Cruz cuál era su pretensión o propósito: ayudar al alma, darle ‘avisos y doctrina’ para ‘desembarazarse de lo temporal y no embarazarse con lo espiritual’, guiarla en ‘suma desnudez y libertad de espíritu’ a la alta meta de la ‘unión’ con Dios; explicarle ‘el modo de subir hasta la cumbre del monte, que es el alto estado de la perfección que aquí llamamos unión del alma con Dios’. El viaje con sus circuns­ tancias y peripecias se llama noche y supone en el guía ‘ciencia y experiencia’: «Para haber de decla­ rar y dar a entender esta noche oscura por la cual pasa el alma para llegar a la divina luz de la unión perfecta del amor de Dios, cual se puede en esta vida, era menester otra mayor luz de ciencia y ex­ periencia que la mía, porque son tantas y tan pro­ fundas las tinieblas y trabajos, así espirituales como temporales, por que ordinariamente suelen pasar las dichosas almas para poder llegar a este alto estado de perfección, que ni basta ciencia humana para lo saber entender ni experiencia para lo saber decir; porque sólo el que por ello pasa lo sabrá sentir, mas no decir». Es inútil buscar en la obra del Doctor Místico fi­ nalidades o intenciones que no tuvo. Pero sí es po­ sible observar que utiliza tres ayudas en su labor de guía: ciencia, experiencia y, sobre todo, fe. Cien­ cia subyacente, experiencia más apta para sentirse que para decirse, fe para hablar de la fe. «Para de­ cir algo de esta noche oscura, no fiaré ni de expe­ riencia ni de ciencia [ ...] ; mas, no dejándome de ayudar en lo que pudiere de estas dos cosas, apro­ vecharme he [...] , a lo menos para lo más impor­ xx tante y oscuro de entender, de la divina Escritu­ ra [...], pues que el que en ella habla es el Espíritu Santo». ¡Saberlo, sentirlo y no poderlo decir! Es eviden­ te que este ‘no poder decirlo’ constituye un escollo grave para quien no dispone de otro vehículo que la palabra para realizar su faena de instructor. En este escollo tropezaba también Santa Teresa, ávida lectora de libros espirituales y mujer sacudida por estupendas experiencias místicas. ¡Qué diferencia entre lo que dicen los libros y lo que se siente!, acota al cabo de tantas y tantas lecturas. Y lue­ go deja caer al desgaire una de las más finas ob­ servaciones de su magisterio: «porque una merced —dice— es dar el Señor la merced, y otra es enten­ der qué merced es y qué gracia; otra es saber de­ cirla y dar a entender cómo es». San Juan de la Cruz se refugia, para ‘decirlo’, en la poesía. «Toda la doctrina que entiendo tratar en esta Subida del monte Carmelo está incluida en las siguientes canciones». El fenómeno se repite en los otros libros, cuya estructura-base es también un poe­ ma. Pero el lenguaje poético, para el que sentía una vocación innata y experta, resulta también ‘ininteli­ gible’. Ana de Jesús, a quien envió y dedicó el poe­ ma del Cántico, se lo ha dicho, obligándolo a una explicación más llana. Es decir, a la «declaración» relativa que subsigue al poema. El sublime vate se cuida de advertir al lector que su prosa no entraña un valor absoluto, sino un valor relativo. Casi de tanteo, integrado de ciencia, de experiencia, de fe, de poesía. El recurso al símbolo ‘noche’, tan poético y tan polivalente, es en extremo revelador. «Por tres co­ sas podemos decir— declara— que se llama noche este tránsito que hace el alma a la unión de Dios: X X I
  • 12. la primera, por parte del término de donde el alma sale [ ...] ; la segunda, por parte del medio o ca­ mino por donde ha de ir el alma a esta unión, lo cual es la fe, que es también oscura para el entendi­ miento como noche; la tercera, por parte del tér­ mino a donde va, que es Dios, el cual ni más ni me­ nos es noche oscura para el alma en esta vida. Las cuales tres noches han de pasar por el alma, o, por mejor decir, el alma por ellas, para venir a la divina unión con Dios». Noche equivale, según él, a eso «que los espiri- . tuales llaman purgaciones o purificaciones del alma». La equivalencia, sin embargo, se verá desbordada de punta a punta tanto en la superficie del vocabu­ lario como en el fondo doctrinal. Noche es el todo y noche es la parte. Noche, además, es la fe que ilumina toda la noche, y noche, la noche de la mis­ ma fe. Este es precisamente el punto-clave de la ‘doctri­ na de San Juan de la Cruz sobre la fe’ que Karol Wojtyla trata de investigar. ‘Declarando’ la noche de la fe—la segunda etapa del itinerario— , San Juan de la Cruz brinda no un tratado especulativo, sino, más bien, una serie de elementos preciosos para poder determinar qué es la fe y no solamente^ qué hace la fe. Wojtyla tendrá que optar ahora (es la segunda opción) por el método analítico. Prefijado, pues, el objetivo— plano de ser o línea entitativa, que es la base del plano de hacer o línea dinámica de la fe— , se ve precisado a realizar una doble faena al filo mismo de los textos descriptivos de San Juan de la Cruz: primeramente, aislar los textos que juzga más importantes o de mayor inci- sividad, procurando no desencajarlos del contexto; a continuación, someterlos a un largo, lento, sapien­ cial análisis. xxir Hay, desde luego, elementos diseminados por toda la obra del Doctor Místico. Pero donde mayor acopio puede hacerse es en el segundo libro de Subi­ da. Es ahí, en esa cantera, donde Wojtyla ‘aísla’ nada menos que diez elementos, que luego analiza. La mayor— me atrevería a decir la mejor—parte de su faena doctoral consiste en el análisis, que su­ pone un descomunal esfuerzo previo para arrancar los diez bloques. No vamos a entretenernos en hacer un análisis de sus análisis. Sí, en cambio, quiero clavar aquí la serie eslabonada de los diez bloques, índice de una fuerza y de una clarividencia mentales extraordi­ narias: 1. El «medio de unión». 2. La «proporción de semejanza». 3. «Qué cosa sea unión del alma con Dios». 4. Fe-entendimiento. 5. «La fe en que está encubierta la Divi­ nidad». 6. «Hábito cierto y oscuro». 7. «La fe que es noche oscura». 8. La fe en la noche activa del espíritu. 9. «La inteligencia oscura y general, que es la contemplación que se da en fe». 10. «El Hijo de Dios que se comunica al alma en fe». A propósito de este último bloque, la cala ana­ lítica se adentra en las entrañas trinitarias de la fe, y, al aflorar el discurso a la superficie de la vida cotidiana, fija los criterios prácticos que deben re­ gular la conducta del creyente, del hombre que ca­ mina en fe. El análisis resulta en extremo denso y X X I I I
  • 13. rico, profundo y normativo. Cabría decir linealmen­ te: trinitario-cristológico-eclesial. San Juan de la Cruz culmina su ‘declaración’ tallando un texto de una carga teológica estupenda: «Ya que está la fe en Cristo y manifiesta la ley evangélica en esta era de gracia, no hay para qué preguntarle [a Dios] de aquella manera, ni para qué El hable ya ni respon­ da como entonces, porque en darnos como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya— que no tiene otra— , todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar». Este bellísimo texto proyecta luz penetrante para discernir—y para no aceptar— toda esa serie de su­ puestas ‘revelaciones’ privadas y de fenómenos que tanto encandilan al vulgo. «Yo conocí— confiden­ cia el Doctor Místico— una persona que, teniendo estas locuciones sucesivas, entre algunas harto ver­ daderas y sustanciales que formaba del santísimo sacramento de la eucaristía, había algunas que eran harto herejía. Y espántome yo mucho de lo que pasa en estos tiempos, y es que cualquiera alma de por ahí con cuatro maravedís de consideración, si siente algunas locuciones de éstas en algún recogi­ miento, luego lo bautizan todo por de Dios y supo­ nen que es así, diciendo: ‘Díjome Dios’, ‘Respon­ dióme Dios’; y no será así, sino que, como habe­ rnos dicho, ellos las más veces se lo dicen». Karol Wojtyla analiza en profundidad esos y otros textos sanjuanistas sobre la totalidad de la Palabra hecha carne. Y subraya la inserción de la Iglesia en el orden revelante y salvífico de la Pa­ labra, inserción que San Juan de la Cruz ve con ojos de una lógica dogmática vigorosa, con ojos es­ crutadores de la psicología y de la sociología huma­ nas. Con ojos de fe y de experiencia. El Doctor Mís­ tico, que tan ‘hijo de la Iglesia’ es y se siente y lo xxiv proclama, extiende el misterio de Cristo a la Igle­ sia celeste, que es claro día, y a la Iglesia militante, que camina en noche de fe. Desde una perspectiva dogmática realmente exquisita, ‘ve’ a la Iglesia como prolongación e instrumento de la Palabra, y llega a concluir que es un elemento integral del acto de fe y no sólo objeto y norma de fe. «En todo nos ha­ bernos de guiar por la ley de Cristo-hombre y de su Iglesia», dice, aludiendo al entorno de la llamada fenomenología mística. El análisis de Karol Wojty­ la alcanza aquí una profundidad dogmático-eclesial pareja al incisivo y gustoso teologizar de San Juan de la Cruz. A mi leal parecer, Karol Wojtyla ha escrito, a la zaga del Doctor Místico, una ‘meditación’ dogmáti­ ca y vital sobre la Iglesia, que, por su robusta con­ textura y por el significado histórico que entraña, es una de las claves más luminosas de su pensamien­ to. Y lo confirma la valentía con que desbarata, en una acotación subsiguiente, la frágil e insidiosa hi­ pótesis de Baruzi, que con fina sutileza racionalista intenta establecer y probar en los textos sanjuanis­ tas una oposición entre ‘fe mística’ y ‘fe dogmática’. En el análisis del elemento 10 termina y culmina el ‘comentario’ wojtyliano a los pasajes de Subida que hablan expresamente de la fe. En realidad, ahí, en el libro segundo, está dicho todo o casi todo lo que se podía y convenía declarar sobre la fe; en el resto de Subida y en las otras obras del Doctor Místico se tratan ya diferentes temas. «Instruida ya la primera potencia del alma, que es el entendimien­ to, por todas sus aprehensiones en la primera virtud teológica, que es la fe, para que según esta potencia se pueda unir el alma con Dios por medio de pure­ za de fe, resta ahora hacer lo mismo acerca de las otras dos potencias [...]. Lo cual se hará breve­ xxv
  • 14. mente [...], porque, habiendo concluido con el en­ tendimiento, que es el receptáculo de todos los de­ más objetos en su manera, en lo cual está andado mucho camino para lo demás, no es necesario alar­ garnos tanto acerca de estas potencias, porque no es posible que, si el espiritual instruyere bien al en­ tendimiento en fe, según la doctrina que se le ha dado, no instruya también de camino a las otras dos potencias». Con esta párrafo inicia San Juan de la Cruz el nuevo periplo. Pero sin perder la conexión con el punto de apoyo. Es decir, con el tema de la fe. La trascendencia invasora de la fe en todos sus escritos es tal, que, aun no tratando de ella, aflorarán aquí y allá, diseminados, elementos nuevos. Karol Woj­ tyla les sigue el rastro, y, una vez localizados, los somete al bisturí de sus análisis. Tres son los más importantes, que me limito a indicar: 1.° La función de la fe en las noches pasivas y la ‘noche pasiva’ de la misma fe. 2 ° La estrofa 12 del Cántico espiritual: «¡Oh cristalina fuente, si en esos tus semblantes plateados formases de repente los ojos deseados que tengo en mis entrañas dibujados!» La metáfora de la fuente cristalina, que es anhe­ lo y sed de transparencia, se repite, ya en remanso, en el poema «Que bien sé yo la fonte que mana y corre, aunque es de noche». El paralelismo ideológico, y aun verbal, se per­ cibe a simple observación. Y, si hiciese falta una clave para la identidad y la exégesis de la estrofa y X X V I del poema, la hallaríamos a la puerta: en el epígra­ fe Cantar de la alma que se huelga de conocer a Dios por fe. San Juan de la Cruz es el poeta de la fe, el místico de la fe, y también el teólogo de la fe. El mismo, declarando la estrofa citada, conden­ sa en dos o tres páginas su personal visión de la fe ‘viva y enamorada’. Casi un tratado, a su aire y a su modo. «Llama cristalina a la fe por dos cosas: la primera, porque es de Cristo, su Esposo; y la segunda, porque tiene las propiedades del cristal en ser pura en las verdades, y fuerte, y clara, limpia de errores y formas naturales. Y llámala fuente porque de ella manan al alma las aguas de todos los bienes espirituales». Ante una estrofa que es un estallido de luz y ante una declaración que es un tratadito de fe, Ka­ rol Wojtyla no ha tenido más remedio que detener­ se y cambiar un poco la metodología analítica; aho­ ra transcribe párrafo por párrafo, y le va haciendo una exégesis ceñida, honda, certera. 3.° En Llama hay un pasaje famoso: el que des­ cribe los efectos de la «fe ilustradísima», preludio de paraíso. Con la glosa al célebre texto, concluye Karol Wojtyla sus análisis. Y pasa a elaborar la sín­ tesis. 4. L A S I N T E S I S ¿ Q u é e s l a f e s e g ú n S an J u a n d e l a C r u z ? Karol Wojtyla, que ha alargado tanto la faena de análisis de los bloques textuales, es muy breve a la hora de la síntesis. Cabía esperarlo, si nos atenemos a la semántica de la palabra ‘síntesis’, que significa condensación, suma y compendio, resultado. Desde su perspectiva programática, Wojtyla re­ X X V I I
  • 15. sume los ‘resultados’ de sus análisis en una síntesis muy apretada, y pudiéramos decir también muy me­ tafísica y original: 1. La fe es, según San Juan de la Cruz, la facul­ tad de la trascendencia teologal (facultas transcen- dentiae theologicae). Porque es la potencia o virtud infusa que hace que el entendimiento trascienda hacia Dios, no sólo en cuanto ser— que hasta ahí puede llegar por sí— , sino en cuanto Dios. Sub ra- tione ipsius Deitatis, dice Wojtyla, no desdeñando repetir la clásica fórmula escolástica. Este concep^ to, que a más de un lector se le antojará de cuño zubiriano’, no se halla así, en forma metafísica y abstracta, en los textos sanjuanistas analizados; no se halla en la superficie, observa Wojtyla, pero sí en el fondo. Está subyacente. Abierto, a través de los textos, a una abstracción mental. Decir ‘abstrac­ to’ es poner el objeto-idea fuera del sujeto psicoló­ gico en que encarna y anida, sacarlo de su sede y ‘capturarlo’ intelectivamente. La fe misma realiza la máxima operación intelectiva al potenciar el en­ tendimiento y lanzarlo, trascendiéndose, hacia Dios. Wojtyla no repara, al menos no alude expresamen­ te, en las ‘coplas’ sanjuanistas, juguetonas y medu­ lares, que cantan la ‘trascendencia’ de la fe: «Entréme donde no supe, y quedéme no sabiendo, toda ciencia trascendiendo». De haberlas aludido, tendría que basar en ellas el primer eslabón de la síntesis. Con todo, la sintonía es evidente y demostrativa de la autenticidad y de la legitimidad ‘sanjuanistas’ de la fórmula wojty- liana. 2. La fe es una participación de Dios en cuan­ to objeto. Quiere ello decir que alcanza su objeti- X X V I I I vo y que constitutivamente, dentro de su oscuridad propia, es medio próximo de unión intelectual con Dios, germen de deificación del hombre. 3. Por su trascendencia y su constitución, la fe es una virtud extraordinariamente dinámica, puri­ ficadora y transformante. En realidad, lo que San Juan de la Cruz intenta es describir ese dinamismo, sirviéndose de la palabra noche, tan preñada o car­ gada de posibilidades para el despliegue de un sis­ tema de maravillosa y consistente arquitectura. 4. La ‘fe ilustradísima’ es el ápice de la noche oscura, y, por tanto, la suprema actualización de la fe consiste en la contemplación. En ella logra su máxima intensidad. La noche es ya ‘rompiente’ de aurora, preludio de mediodía glorioso. Estos son los rasgos o propiedades que ‘definen’ la fe según la doctrina de San Juan de la Cruz, aco­ tada, aislada, analizada y sintetizada por Wojtyla. 5. C O N C L U S I O N Al llegar al fin de su faena analítica y sintética, Wojtyla no lanza las campanas al vuelo. Su estilo de pensar y de escribir es sobrio, indicador de un temperamento metafísico innato, con una garra agu­ da para apresar las ideas; mas también con una sensibilidad y una interioridad deliciosas, general­ mente contenidas, dominadas por la inteligencia. El método crítico y analítico que eligió le impuso la relectura de todo el sutil, preciso y precioso siste­ ma sanjuanista: ciencia y experiencia, poesía y mís­ tica, saber y no saber, fe reflexiva. La fe es como el eje ígneo y radial que da consistencia e imanta el X X I X
  • 16. pensamiento sanjuanistaJ Wojtyla se da inmediata­ mente cuenta de esto, y a golpe de análisis llega al trasfondo metafísico de la doctrina. Al ser de la fe. Con todo, no halla, ni intenta reconstruirlo, un tra­ tado completo de la fe, sencillamente porque San Juan de la Cruz no se propuso esa meta. Sin em­ bargo, concluirá Karol Wojtyla, lo que el Doctor Místico nos enseña sobre la fe vale tanto y más que muchos tratados especulativos, de ordinario desvi­ talizados y congelantes. Porque la fe es, ante todo y sobre todo, medula vital, noche luminosa, hilo conductor del ser y del hacer cristianos. Como can­ ta, jubiloso, el vate de Fontiveros: ¡Oh noche que guiaste!, ¡oh noche amable más que la alborada!, ¡oh noche que juntaste Amado con amada, amada en el Amado transformada! * * * Dos palabras finales sobre la versión de la obra doctoral de K. Wojtyla al romance hispano. He procurado mantenerme en equidistancia de dos polos: ni traducción dinámica, para no caer en subjetivismo traidor, ni traducción ad pedetn litte- rae, que entorpecería la fluidez. Al optar por un camino intermedio, se guarda fidelidad a la letra. Y, sobre todo, fidelidad al estilo de pensar y de ex­ presarse, característico del autor y condicionado por el tema. Circunstancias históricas de todos conoci­ das dan actualidad a la obra. Sin embargo, su má­ xima actualidad estriba en el tema mismo: la fe. Roma, 7 marzo 1979. xxx N O T A B I B L I O G R A F I C A San Ju an de l a C ru z, Obras de —, Doctor de la Iglesia, editadas y anotadas por el P. Silverio de Santa Teresa: t.l: Preliminares (Burgos, Tipografía de E l Monte Car­ m elo, 1929); t.2: Subida y Noche oscura (1929); t.3: Cántico espiritual (1930); t.4: Llama de amor viva. Cautelas. Avisos. Cartas. Poesías (1931); t.5: Procesos de beatificación y canonización (1931). . . S an to T om ás de A quino, Summa theologiae (Taurim , Ma- rietti, 1938); Quaestiones dispútate: Be veritate; Scnp- tum super IV Libros Sententiarum Petri Lombardi. A rin te ro , O.P., Juan G., Inanidad de la contemplación adquirida: La Ciencia Tomista 29 (l924) p.331-49; 30 (1924) p.5-27. ^ , ... , B a ru z i, Jean , Saint Jean de la Croix et le probleme de l'expérience mystique (París 1924; 21929). c . B o is s e lo t, O.P., Pierre, La lumiére de la fot: La Vie 5>pi- rituelle, Suppl. 41 (1934) p.34-45. — La foi, connaissance affective: ibid., p.81-94. B ru n o de Jé su s-M a rie , O.C.D., Saint Jean de la Croix (París, Plon, 1929) [San Juan de la Cruz, Madrid, Edi­ ciones Fax, 1943]. C a rro , O.P., Venancio D., La naturaleza de la gracia y el realismo místico: La Ciencia Tomista 25 (1922) p.362-75. — ¿Hay más de una contemplación?: ibid., 28 (1923) p.185-216. C h e v a lie r, O.S.B., Philippe, Le «Cantique spirituel» inter­ polé: La Vie Spirituelle (1926-1930) (serie de artículos). — Saint Jean de la Croix en Sorbonne: ibid., 12 (1925) p.188-212. — La doctrina ascétique de Saint Jean de la Croix: ibid., 16 (1927) p.175-96. Connaissance de Dieu et unión d’amour. Traite attribué st S. Jean de la Croix. Traduction et notes par le P. Théo- dore de Saint-Joseph (Bruges 1924). C risó g o n o de J e s ú s Sacram en tad o, O .C D ., San Juan de la Cruz. Su obra científica y su obra literaria, 2 vols. (M adrid 1929). — San Juan de la Cruz. El hombre. El doctor. El poeta (Barcelona-Madrid 1935). E fr é n de l a M adre de D ios, O.C.D., San Juan de la Cruz y el misterio de la Santísima Trinidad en la vida espi­ ritual (Zaragoza 1947). X X X I
  • 17. E u gen io de San Jo sé , O.C.D., La contemplación de fe se­ gún la «Subida del monte Carmelo» (Burgos, E l Monte Carmelo, 1928). F a r g e s, Albert, La maniere de poser la question mystique: Revue d’Ascétique et de Mystique 3 (1922) p.273-82. — Point d’idées infuses dans la contemplation infuse: La Vie Spirituelle 8 (1923) p.193-207. G a b r ie le di S a n ta M a ría M ad d alen a, O.C.D., La mística teresiana (Firenze 1934). San Giovanni della Croce, Dottore dell’Amore Divino (Firenze 1937). — La contemplazione acquisita (Firenze 1938). — Visioni e rivelazioni nella vita spirituale (Firenze 1941). — La contemplation acquise chez les théólogiens Carmes décbaussés: La Vie Spirituelle, Suppl. 11 (1923) p.277- — L’union transformante selon Saint lean de la Croix: ibid., 16 (1927) p.223-54. G a r d e l, O.P., Ambroise, La structure de l’áme et l’expé- rience mystique, 2 vols. (París 1927). — La contemplation mystique est-elle intentionnelle?: Re­ vue Thomiste N.S. 15 (1932) p.226-50 y 379-93. G arrig o u -L ag ran g e, O.P., Réginald, Perfection chrétienne et contemplation, 2 vols. (Saint-Maximin [Var], éd. de L a Vie Spirituelle, 1923). — Les trois áges de la vie intérieure, prélude de celle du ciel (París, éd. du Cerf, 1938) [Las tres edades de la vida interior, preludio de la del cielo, trad. de L. Ses­ ma, O.C.M.Cap. (Buenos Aires, Desclée de Brouwer, 1945) 2 vols.]. — La mystiqnue et la doctrine de S. Tbomas sur la foi: La Vie Spirituelle 1 (1920) p.361-82. — La contemplation mystique requiert-elle des idées in­ fuses?: ibid., Suppl. 7 (1922) p.1-21. — Les vertus tbéologales et la nuit d’esprit: ibid., 17 (1927) p.269-90. — Saint Thomas et Saint ]ean de la Croix: ibid., Supnl. 49 (1936) p.357-76. — L'illumination spéciale du don de sagesse suffit a la contemplation infuse?: ibid., Suppl. 50 (1937) p.l 15-20. G r o u lt, Pierre, S. Jean de la Croix. Sa doctrine mystique: Nouvelle Revue Théologique 54 (1927) p.561-91. H appig, S.I., Bernhard, Die Theologie der Mystik nach dem bl. Jobannes vom Kreuz: Scholastik 12 (1937) p.481-97. H o o rn art, Rodolphe, L’áme ardente de S. lean de la Croix (París 1928). Jé ró m e de l a M e re de D ieu , O.C.D., La tradition mysti­ que du Carmel: La Vie Spirituelle, Suppl. 9 (1924) p.61-92 y 133-63. X X X I I Jo r e t, O.P., F. D., L’intuition obscure de Dieu: ibid., 5 (1921) p.5-57. Ju an de J e s ú s M aría, O.C.D., El valor crítico del texto escrito por la primera mano en el códice de Sanlúcar de Barrameda: Ephemerides Carmeliticae 1 (1947) p.313-66. L a b o u rd e tte , O.P., Michel M., La foi théologale et la con- naisance mystique d’aprés Saint Jean de la Croix: _Re­ vue 11101111816 (1936-37) (tirada aparte: Saint-Maximin [1937] p.116). L e b reto n , Jules, La nuit obscure d’aprés S. Jean de la Croix: Revue d’Ascétique et de Mystique 9 (1928) p.3-24. Louis d e l a T r in ité , O.C.D., La nuit de la foi: Etudes Car- mélitaines (1937) p.189-224. — Le docteur mystique (París 1929). M a r c e lo d e l N iñ o J e s ú s , O.C.D., El tomismo de San Juan de la Cruz (Burgos 1930). M a rita in , Jacques, Distinguer pour unir ou les degrés du savoir (París 1946). — Une question sur la vie mystique et la contemplation: La Vie Spirituelle 7 (1923) p.636-50. M a sso n e t, O .P ., A.-M ., Intuition mystique et foi théolo­ gale: La Vie Spirituelle, Suppl. 51 (1937) p.141-64. — Fot théologale et dons intellectuels: ibid., Suppl. 54 (1938) p.1-21. . P a s to u r e l, O.S.B., L ., La doctrine mystique de Satnt Jean de la Croix: Annales de Philosophie Chrétienne (1912) p.54-74. . Win k lh o fe r, A., Die Gnadenlehre in der Mystik des hl. Jobannes vom Kreuz (Freiburg i.B. 1936). W ild , Karl, Auf den Hóhenwegen der christilichen Mystik (München 1935). — Das Wesen der mystischen Bescbauung nach dem hl. Jobannes vom Kreuz: Zeitschr. f. Aszese u. Mystique (1934) p.107-34. — Die Begleterscbeinungen des myst. Gnadelenlebens: ibid. (1934) p.306-23. — Das Hdchstziel des mystischen Gnadenlebens: ibid. (1937) p.97s. — Theresianische Mystik: ¿bid. (1937). 2.—La fe en San J. de la Cruz X X X I I I
  • 18. LA LE S E G U N S A N J U A N DE LA C R U Z
  • 19. I N T R O D U C C I O N 1. CUADRO HISTORICO Y BIOGRAFICO Sólo de una manera muy general bosquejaremos el cuadro histórico y biográfico de San Juan de la Cruz. Existen muchas obras, viejas y nuevas, que lo describen al detalle, según puede verse en la bi­ bliografía. Un punto interesa subrayar aquí, porque atañe directamente a nuestro tema: el influjo del contexto histórico-vital en la teología de la fe que pretendemos investigar en los escritos del Doctor Místico. Nadie, en efecto, ignora que esos escritos constituyen un muro de contención y de reacción contra algunas corrientes erróneas de su tiempo, contra falsas doctrinas y contra peligrosas tenden­ cias místicas, cuyos efectos perniciosos se proyecta­ ban y palpaban en la práctica de la vida cristiana. Las huellas de esa firme y esencial reacción se per­ ciben aún en las páginas de San Juan de la Cruz. Se opuso a esas corrientes deletéreas la autoridad eclesiástica; la reacción jurídica fue, a veces, drásti­ ca, y bastaría evocar el nombre de Melchor Cano para comprobarlo. Se opuso también la viva verdad, y en este frente se insertan y destacan los pioneros de la reforma carmelitana. Y así vemos cómo, a modo de saludable contragolpe, salta una fuente de purísima vida mística y de luminosa doctrina, que no sólo es dardo contra los alumbrados, sino tam­ bién luz que alumbrará para siempre la verdadera Iglesia de Cristo. Es obvio que no podemos detenernos a hacer un 3
  • 20. estudio detallado de ese cuadro histórico, ni ver en él la causa adecuada de la obra de San Juan de la Cruz; lo que el pretendió de inmediato fue enseñar y sólo incidentalmente combatir los errores. Nos lo dice abiertamente en el prólogo de Subida. Sin embargo, el enclave de su vida y de su obra en el contexto histórico nos ayuda a comprender mejor su enseñanza, especialmente en la cuestión que hemos elegido como tema del presente estudio. El Doctor Místico, en efecto, reaccionando contra las corrientes de un misticismo vago y sentimental, enseñó intrépidamente que la fe es el medio propio para la unión del alma con Dios; la fe con todas sus consecuencias, la fe desnuda, la fe en austeridad y obediencia intelectual.j A este propósito dice el P. Crisógono de Jesús Sacramentado: «El medio de hacer reaccionar contra esas inclinaciones y doctri­ nas era glorificar la fe, que se opone a la visión; hacer de ella el medio único para alcanzar el más alto grado de unión mística; ponerla sobre toda vi­ sión y revelación; excluir de la mística la visión fa­ cial» El contexto histórico descubre este aspecto de la doctrina sanjuanista como réplica a las tendencias confusas, que tenían raíces, tal vez, en las teorías averroístas y en la mística árabe, y que se habían estimulado mediante la ambigua interpretación de autores espirituales de Flandes y del Rhin, cuyas obras fueron traducidas y penetraron hondamente en la península Ibérica. La mejor réplica consistía en poner de manifiesto la íntima y auténtica vena vital de la fe, cuya fuerza saludable y unitiva se halla glorificada en la Sagrada Escritura y se en­ carna en la Iglesia, animada por el Espíritu. El hu- • C risógono de J e s ú s Sacramentado, San Juan de la Cruz. Su obra científica y su obra literaria vol.l (Madrid 1929) p.327. 4 milde solitario de Duruelo fue un instrumento sin­ gular de Dios para desenmascarar los errores y para iluminar los caminos espirituales con la luz intensa de un magisterio excepcional. Pero el cuadro histórico nos permite descubrir aún otro aspecto más amplio y mucho más signifi­ cativo para el bien de la vida de la Iglesia: nos ha­ llamos en la segunda mitad del siglo xvi, en los años que siguen a la gran crisis de la Reforma, cuan­ do serpean los errores de los ‘novadores’; nos ha­ llamos, por otra parte, en plena reforma tridentina. Situando la obra de San Juan de la Cruz en esa perspectiva eclesial, en ese momento histórico de la Iglesia, adquiere su profundo valor y su enclave exacto. He aquí cómo el P. Bruno de Jesús María enjui­ cia este aspecto: «Fr. Juan lucha con el amor, no con el fuego. A raíz del error de Martín Lutero, se nota un apeti­ to desordenado por los gustos sensibles de la gracia, una perversión de la mística de Taulero que lleva a la desesperanza de no ser nunca amigo de Dios, a buscar la salvación en una fe-confianza que salva sin las obras, que vivifica la caridad. Juan de la Cruz opone a este cristianismo corrom­ pido la integridad de la vida sobrenatural y su obra suprema de transformación y de unión de amor con Dios. Suplica con el ejemplo y con la palabra no detenerse nunca en el sentido que engaña, sino en­ tregarse a la fe pura, la fe viva, informada por la caridad y que opera por ella; la fe, único medio proporcionado a la unión viva con Dios. El ilumi- nismo herético de los alumbrados, condenado por primera vez en 1568, no pudo tropezar con mayor adversario que el Doctor de los Mártires, aquel ver­ 5
  • 21. dadero Pobre que se inmola obedeciendo hasta la muerte de cruz» 2. Apreciaciones similares se pueden hallar en otras obras: verbigracia, en la del P. Luis de la Trinidad, que destaca la importancia de la doctrina de San Juan de la Cruz en la historia de la Iglesia, atribu­ yendo a su enseñanza sobre la fe-medio de unión un peculiar valor no sólo doctrinal, sino también histórico 3. Por el valor doctrinal ha sido considera­ do digno del título de doctor de la Iglesia. 2. LA DOCTRINA Y LAS FUENTES El Doctor Místico contaba, si duda alguna, con una buena preparación intelectual para la creación de su obra. En primer término, y como fundamen­ to, sus estudios teológicos en la Universidad de Salamanca en el momento de la gran renovación tomista, iniciada a fines del siglo xv y llevada a madura sazón por Francisco de Vitoria. Fijémonos en los años en que Juan de San Matías sigue allí los cursos de filosofía y teología: 1564-68. En el aula de teología tuvo como profesor a Mancio de Corpus Christi, que explicaba la tercera parte de la Suma de Santo Tomás. La huella de la teología escolástica quedó honda­ mente grabada en San Juan de la Cruz, como lo atestigua el prólogo a Cántico espiritual. No sólo aprendió una técnica segura4, sino también echó en su mente los cimientos doctrinales—los princi­ pios— que después desarrollará en su obra, aplicán­ 2 B ru n o de Jé su s-M a rie , Saint Jean de la Croix (París, Plon, 1929) p.94 [San Juan de la Cruz (Madrid, Fax, 1943) p.121]. 3 Cf. Louis de la T r in it é , Le docteur mystique {París 1929). 4 Cf. B runo de J é s u s -Marie, o.c., p.42. 6 dolos al campo de la mística. De ahí proviene, como ha advertido dom Chevalier, la radical conformidad de su doctrina con la del Doctor Angélico. Además de los estudios de teología escolástica — que no hay que limitar exclusivamente a Sala­ manca— , contaba también con una exquisita pre­ paración en el campo de la literatura mística. Apa­ recen vestigios en su obra; por ejemplo: del Pseu- do-Dionisio, de San Agustín, de San Gregorio Mag­ no. La Imitación de Cristo debió de ser su libro de cabecera. Y también los autores de la escuela rena- no-flamenca, de los que tomó elementos varios, que luego transformará su genio y su experiencia. Los enumera el P. Crisógono: la doctrina del «toque» y la de la «advertencia sencilla y amorosa» se hallan en las obras de Ruysbroeck; la del «fondo del alma» y de la fe «desnuda y sencilla», lo mismo que la de las «señales» que indican el «paso» de la medi­ tación a la contemplación, pudo tomarlas de Taule- ro 5. Existía en España una versión latina de Taulero, hecha por Surio, y también una española, publicada en Coímbra, 1551. Igualmente, Ruysbroeck fue ver­ tido por Surio al latín, 1552, haciéndolo accesible. Innumerables autores más se citan, de los que recibió, quizá, menos influjo; no consta ciertamente que leyó a San Bernardo6; tal vez, a Dionisio el Cartujano, a Herp y a Gersón, y, más probable­ mente, a sus coetáneos Osuna y Bernardino de La- redo. Y no debemos olvidar a Santa Teresa, madre e hija espiritual del Doctor Místico. En cuanto a las citas explícitas o implícitas de esos autores, conviene tener en cuenta lo que ano­ ta el P. Bruno de Jesús María, y que entraña par­ ticular importancia a la hora de emitir un juicio 5 C f. C r isó g o n o d e J e s ú s S a cram entado, o.c., I p .2 9 s. 6 Cf. ib id ., p .4 5 s. 7
  • 22. de valor doctrinal, en especial en el tema que es objeto de nuestra pesquisa; alude el P. Bruno a la ‘afinidad’ y uso de los místicos del Rhin y de Flan- des, que es asunto de relieve en San Juan de la Cruz: «Ruysbroeck no ha distinguido tan bien como Santo Tomás el orden sobrenatural del orden pu­ ramente natural. La teología de San Juan de la Cruz es muy distinta y ¡cuánto más fiel a Santo Tomás de Aquino! No ha recibido, a través de la teoría agustiniana de la imagen de la Trinidad en el alma, aquellas influencias platónicas que encontramos en Ruysbroeck. Según él, para que el alma se una a Dios, no solamente debe ser purificada la naturale­ za por la gracia, sino que debe estar radicalmente levantada, y la obra de la unión depende toda ente­ ra de las energías esencialmente sobrenaturales de la fe viva» 7. El mismo autor anota en otra ocasión que Ruysbroeck otorga sitio ‘intermedio’ en el alma a la gracia, las virtudes y los dones, pero en San Juan de la Cruz son precisamente ésos los medios que integran y realizan la unión con Dios. La dis­ tinción entre «unión sin intermediarios» y los «me­ dios de unión» coloca inmediatamente a San Juan de la Cruz en la línea propia de la teología de Santo Tomás, aprendida en la Universidad de Salamanca. Es un punto que entra de lleno en nuestra perspec­ tiva, pues queremos tratar de la fe como «medio de unión» del alma con Dios. Aparte estas dos fuentes, más bien extrínsecas, es cierto que intervienen otros elementos en la arqui­ tectura del sistema místico de San Juan de la Cruz: el estudio de la Sagrada Escritura en general, y es­ pecialmente del Evangelio. Cuán hondo caló la Bi­ blia en él, lo testifican sus escritos. Luego, la expe­ 7 O .c ., p.348. 8 riencia. Y no nos referimos a la experiencia ajena, conocida a través de los libros, sino a la experiencia propia, tanto personal como derivada de la dirección de almas. Tocamos así uno de los aspectos más tí­ picos de su obra, que no es un tratado de especu­ lación mística, sino un testimonio: el testimonio de la experiencia. Diríase que la teología le brindó los principios y que los autores espirituales le ofre­ cieron frases talladas y materia literaria para cons­ truir una obra nueva, original y robusta, basada en la propia experiencia. Una experiencia honda de la realidad sobrenatural que se comunica al alma, una experiencia de vital participación en la vida íntima de la Santísima Trinidad, una experiencia, en fin, de la fe como «medio de unión» con Dios. Teniendo, pues, todo esto a la vista, nos situa­ mos ante un grave problema: he aquí que se nos presenta, en forma de testimonio de una gran vi­ vencia mística, la cuestión teológica de la fe como «medio de unión». ¿Qué es esta realidad sobrena­ tural tanto en su condición ontológica— participa­ ción de lo divino— como en su dinamismo psicoló­ gico? ¿De qué manera echa raíces en el alma, cómo obra en ella, cómo se realiza esa simbiosis del en­ tendimiento humano con la luz divina? He aquí el campo que vamos a explorar, la pre­ gunta abierta para descubrir el valor vital y expe­ rimental de una categoría teológica. He ahí el inci­ tante tema de nuestro trabajo. 9
  • 23. 3. TEMA DE ESTUDIO. DIFICULTADES Y METODO DE TRABAJO Tenemos a mano las Obras completas del Doctor Místico. Entre ellas destaca—y ahí se va a centrar nuestro estudio—la famosa tetralogía: Subida - No­ che oscura - Cántico - Llama. No consta con exactitud la fecha en que estos li­ bros fueron redactados 8. Pero sí es seguro que con­ tienen dentro, y de modo muy explícito, una rica doctrina sobre la fe como «medio de unión» del alma con Dios. Para la elección del tema ha sido determinante el sondeo de esa obra y su encuadre en el marco histórico. De lo que vamos diciendo se induce ya que, para el estudio del tema de la fe en San Juan de la Cruz, partimos del documento-testi­ monio de su obra. Un documento, por otra parte, que refleja la formación científico-teológica del Doc­ tor Místico; aunque su principal valor está en el testimonio de la propia experiencia, esto no obsta para que lo exprese magisterialmente en un lenguaje escolástico-místico y use términos y conceptos co­ munes en teología. Pero en él se puede captar la viva y vital realidad de la fe, su dinamismo intra- intelectual, sus consecuencias y efectos en el camino 8 «El orden cronológico de las obras de San Juan de la Cruz no se conoce bien, y ello se debe, a mi parecer, al hecho de que las dos pri­ meras quedaron inacabadas» (G a br iel de S anta M aría M agdalena, San Giovanni' della^ Croce, Dottore delVAmore Divino [Firen2e 1937] p.15). En lo mismo insiste Baruzi con sobrada razón, pues ese hecho nos ha privado de partes tan capitales como las prometidas sobre la contem­ plación y la «inteligencia oscura»; cf. J. B aruzi, Saint Jean de la Croix et le probléme de l’expérience mystique (París 1924). Por su parte, el P. Efrén de la Madre de Dios (San Juan de la Cruz y el misterio de la Santísima Trinidad en la vida espiritual, Zaragoza 1947) dispone así la cronología de las obras mayores de! Doctor Místico: Subida: 1579-85, en Beas (El Calvario), Baeza y Granada; Cántico (1 « redacción): 1584, en Granada; Noche: 1583-85, en Granada; Llama (1.• redacción): hacia 1586, en Granada; Cántico Í2.» redacción): ha­ cia 1590-91, en Segovia; Llama (2» redacción): 1591, en La Peñuela. Parece oue se inspira en la cronología propuesta por el P, Silverio de Santa Teresa, editor principal de las obras de San Juan de la Cruz. 10 de la unión con Dios. Por tanto, la elección de tema de nuestro estudio recae sobre un testimonio vivo. A continuación trataré de averiguar qué se puede sacar, a un nivel de teología científica, acerca del concepto o noción de fe y qué propiedades y funcio­ nes tiene. Mi trabajo va a consistir, por consiguiente, en el análisis de los textos, con el fin de establecer su valor formal; es decir, el contenido doctrinal que anida en ellos. Toda la primera parte está dedicada al análisis textual. Y ya se prevé que, junto a va­ liosos descubrimientos, tropezaremos también con serias dificultades. No me refiero a los problemas estrictamente textuales y críticos—de los que ha­ blaremos más abajo— , sino a la dificultad prove­ niente del estilo del texto que es objeto de nuestro estudio. Las obras de San Juan de la Cruz pertenecen a un género literario único. No son tratados especu­ lativos. Tienen carácter, como ya observamos, de testimonio experimental y pretenden servir de guía en los caminos del espíritu. El santo autor, para desembarrar e iluminar esos caminos, utiliza la ‘poe­ sía’ y el ‘comentario’. Para la lectura de las obras de San Juan de la Cruz, Baruzi propone como clave la hipótesis de que están estructuradas en torno a un eje: la inspiración lírica, de la que parte, ani­ mando toda la obra, la línea estructural9. Sin en­ trar aquí en la discusión baruziana, hay que admitir al menos, a la vista de los textos, que el elemento poético juega un papel importante, sobre todo en Cántico, que es un comentario a un extenso poema. En cambio, en Subida y Noche prevalece el comen­ tario explicativo del poema, que viene a ser como 9 Cf. o.c., p.19. 11
  • 24. el germen de ambas obras. Por otra parte, el Doc­ tor Místico no siempre se ciñe con exactitud al poema en la exposición. No englobamos en este jui­ cio estimativo, claro está, la obra en sí, en la que brilla siempre una coherencia intrépida e incompa­ rable y un desarrollo lógico sin fisuras desde el ci­ miento al alero. Incluimos en él únicamente la no estricta correspondencia comentario-poema, la biva­ lencia de las estrofas y, por supuesto, muchos deta­ lles lingüísticos. Hay que tener en cuenta que se trata de escritos encaminados a un fin práctico, no a un fin meramente especulativo. De ahí deriva que las palabras y las expresiones adquieren en cada instante un sentido concreto, válido para la finalidad primordial, pero menos válido para la otra. Por eso, el primer escollo que hay que salvar en el análisis es el de precisar el sentido exacto de una palabra, de una idea o de una expresión en el caso concreto y en el contexto general: averiguar si es unívoco o es diverso. Bajo este arco de precisión caen especial­ mente los principios o axiomas de la filosofía y de la teología escolástica, usados por San Juan de la Cruz: ¿los usa en el sentido preciso y conocido que tienen en esa filosofía y en esa teología, o en otro muy peculiar suyo? Tropezaremos durante el aná­ lisis con este problema. Por ejemplo, cuando leamos sustancia , esencia’, potencia’, "medio’ y otros mu­ chos vocablos técnicos. Añadamos aún que el Doctor Místico pretende explicar la experiencia mística empleando un méto­ do descriptivo. En la descripción abunda el vocabu­ lario escolástico, quizá atribuyéndole a las palabras un significado con matices nuevos. Por consiguiente, los análisis se llevarán la mayor y más larga parte de nuestro estudio, deteniéndonos 12 a veces y extendiéndonos en el examen de una pala­ bra o de una frase. Sólo así será posible llegar a la comprensión total del sistema de San Juan de la Cruz. En cuanto a esto, me parece oportuno notar que no se puede investigar su doctrina sobre la fe vista ésta en solitario o aislada. Entendámonos: no sólo en sentido de aislar la fe y considerarla separada —cosa absurda, ya que siempre habla de la fe viva, que, obrando por la caridad, une a Dios— , sino tam­ bién en sentido de problema desgajado de todo el conjunto doctrinal. Hay, es cierto, ocasiones en que trata más ex professo de la fe. Pero aun entonces no la aísla para someterla a un examen especulativo. Por lo común, el problema va en compañía de los demás que surgen en torno a la vida mística. Por ello debemos buscar la noción de fe en el conjunto del sistema, sin perder de vista los complejos ele­ mentos que lo integran. Sólo así se podrá arribar a una conclusión, con­ cretándonos ya a la fe, a su índole y a sus funciones. Pero no pensemos ni imaginemos que el Doctor Místico nos va a dar un tratado completamente ela­ borado sobre esta virtud, no; él la profundiza y des­ cribe principalmente en su aspecto unitivo. Aquí al­ canza una precisión y una perfección admirables. Las otras cuestiones que de ordinario se estudian en los tratados de la fe no las expone, porque las da por supuestas o, a lo más, haciendo leves indica­ ciones. Tal es, pues, el tema preciso de nuestro estudio y tal la intención y el método con que vamos a ela­ borarlo. Por aquí se verá también a qué paso hay que caminar. Será lenta y sucesiva la faena analíti­ ca, en orden a fijar primeramente el valor textual y doctrinal, y luego a descubrir el perfil propio de 13
  • 25. la materia analizada. La exploración sucesiva y pro­ gresiva nos conducirá a unas conclusiones últimas, que irán aflorando en el camino y habrá que ir sub­ rayándolas antes de la síntesis final. Dedico este trabajo a la Bienaventurada Virgen María, y le rue­ go lo reciba benignamente como homenaje filial. 4. EL PROBLEMA TEXTUAL. BIBLIOGRAFIA Voy a usar en mi trabajo la edición crítica de las obras de San Juan de la Cruz, hecha por el P. Silve- rio de Santa Teresa. Pero conviene inmediatamente advertir que des­ de hace ya muchos años existe una disputa crítica, aún no apagada, sobre la autenticidad de los textos sanjuanistas, en especial sobre Cántico. La disputa surgió a raíz de la edición de Obras completas del Santo, preparada por el P. Gerardo de San Juan de la Cruz, que apareció en 1912 e incluyó un texto de Cántico tomado del manuscrito llamado B. Dom Chevalier negó la autenticidad sanjuanista del códi­ ce B, sosteniendo que el único texto auténtico era el del códice A. Al texto B se le conoce también con el nombre de «códice de Sanlúcar de Barra- meda» 10. La diferencia entre uno y otro es notable y con­ siste en variantes de consideración; por ejemplo: el texto B es más extenso que el texto A; en éste sólo hay 39 estrofas, mientras en el otro las estrofas son 40, lo que obliga a enumeración distinta en las siguientes, etc. Según dom Chevalier, el texto B no es de San 10 Véase, por ejemplo, Ph ilippe Chevalier, Le «Cantique spirituel» interpolé: serie de artículos en «La Vie Spirituelle» (1926-30). 14 Juan de la Cruz, sino de algún discípulo suyo, que habría manipulado el texto A, es decir, el único auténtico. Siguió esta opinión J. Baruzi en su gran obra, varias veces citada, añadiendo parecidas objeciones contra la autenticidad de Llama B. En contra de las hipótesis de Chevalier y Baruzi reaccionaron numerosos carmelitas, especialmente el P. Silverio de Santa Teresa y el P. Gabriel de Santa María Magdalena, que defienden la autenticidad sanjuanista de Cántico B. Las anotaciones margina­ les del códice A indican una reelaboración del texto, que terminará dándonos una redacción nueva: la de Cántico B. La crítica carmelitana ha continuado trabajando en torno a la cuestión, defendiendo siempre la auten­ ticidad del texto B. En la nota bibliográfica se po­ drán ver algunas referencias a estudios sobre el par­ ticular. Más recientemente, el P. Juan de Jesús Ma­ ría ha intentado resolver en profundidad y en raíz el problema, a favor de la opinión de su escuela 11. Desde un punto de vista práctico, vamos a seguir en nuestro estudio la solución que nos parece justa: utilizaremos la edición de las obras de San Juan de la Cruz hecha por el P. Silverio de Santa Teresa, que incluye ambos textos, el A y el B. Cuando lle­ gue el caso, procuraremos usar sólo aquellos pasajes que son comunes a una y a otra redacción, y, caso de haber alguna variante, la anotaremos expresamen­ te. De este modo podremos estar seguros de refle­ jar el pensamiento genuino del Doctor Místico. Digamos también algo de la bibliografía. Y lo primero es que, en su gran mayoría, los estudios 11 Cf. J uan d e J e s ú s M aría, El valor crítico del texto escrito por la primera mano en el códice de Sanlúcar de Barrameda. Las anotacio­ nes del códice de Sanlúcar, ¿son de San Juan de la Cruz?: Ephem erides Carmeliticae 1 (1947) p.313-66. 15
  • 26. abarcan la totalidad de la obra de San Juan de la Cruz: en una visión de conjunto, el tema de la fe se trata muy en general. Otra serie de estudios ha ahondado especialmente en el problema de la con­ templación y sus derivados: infusa o adquirida, ín­ dole de una y otra. O sea, que el tema de la fe se estudia bajo un aspecto particular o simplemente se da por supuesto. Mi intención es abordar el estudio de la fe en la obra del Doctor Místico, procurando precisar su meollo y su contorno. Existe una monografía sobre el tema concreto, la del P. Labourdette ’2, pero lo que este autor pone de relieve es el conocimiento místico. Por tanto, ve la fe en su dimensión funcio­ nal, interviniendo en la contemplación. Mi propósi­ to apunta, más bien, a la fe en sí, o sea, a su dimen­ sión ontológica. ¡Ojalá que, con la ayuda de Dios, logre mi in­ tento! Permítaseme una palabra última, una palabra de gratitud al P. Reginaldo Garrigou-Lagrange, que ha dirigido mis pasos con su sabiduría y experiencia. 12 Cf. M. L abourdette, La foi tbéologale et la connaissance mystique d'aprés Saint Jean de la Croix: Revue Thomiste 42 (1936) p.593-629; 43 (1937) p.16*57 y 191-229. 16 PRIMERA PARTE A N A L I S I S
  • 27. I. «SUBIDA DEL MONTE CARMELO» 1. MEDIO DE UNION A quien se adentra en la lectura de Subida bus­ cando lo que San Juan de la Cruz dice de la fe, quizá lo que más le sorprende a primera vista es la reiteración con que la llama ‘medio de unión’ del alma con Dios. Este modo de definir o de expresar la función propia de la fe, tan perceptible en Subida, se enra­ rece en Noche oscura y desaparece casi por comple­ to en Cántico espiritual y en Llama de amor viva. Diríase, anota el P. Bruno, que el Doctor Místico quiso destacar en las dos primeras partes de su te­ tralogía lo sobrenatural creado de las virtudes teo­ logales y de los dones, mientras en las dos restantes se preocupó de poner en relieve lo sobrenatural in­ creado '. Por consiguiente, el hilo conductor de Subida es la fe como medio de unión, tema que expondrá de muy diversas maneras. Para comprender mejor este hecho textual, va­ mos a seleccionar, entre los numerosos pasajes que repiten la misma idea, algunos de contenido más significativo: a) Repite frecuentemente esa idea con máxima sencillez hablando de la fe: «La fe es medio para unir el alma con Dios». b) No es tampoco raro que diga lo mismo en expresiones equivalentes, como cuando enseña, ver- 1 Cf. B runo de J é s u s -Ma r ie, Saint Jean de la Croix (París, Plon, 1929) p,270 [San Juan de la Cruz (Madrid, Fax, 1943) p.334]. 19
  • 28. bigracia, que por la fe el alma se aproxima o dirige a la unión con Dios; «acercarse a la unión»2, «en­ derezar [... ] el alma en fe a la divina unión» 3, «ca­ minar por la fe » 4, «ir» o «subir por la fe » 5. Lo mismo parece expresar con las palabras que usa atri­ buyendo a la fe la función de «guía» para la unión 6. c) Otras veces ese puro medio—la fe— aparece adornado con algún adjetivo, de valor más bien li­ terario y poético que filosófico y exegético. Así, por ejemplo, cuando llama a la fe «el admirable me­ dio» 7, o le da similares calificativos. d) Mayor atención exigen otros pasajes, tam­ bién abundantes, en los que la adjetivación de «me­ dio» supone, en el lenguaje teológico, de ordinario, un valor conceptual determinado. En esos casos es menester aplicar al texto en cuestión un criterio exegético. De este tipo son, entre otros, los textos siguientes: «Fe es medio próximo para subir a la unión de Dios» 8; «la fe es propio y acomodado medio para la unión de Dios» 9; «la fe es el próximo y propor­ cionado medio al entendimiento para que el alma pueda llegar a la divina unión del amor» 10; «la fe es sola el próximo y proporcionado medio para que el alma se una con Dios» 11; «la fe esmedio pró­ ximo para ir adelante» 12, donde, según sededuce del contexto, la expresión «adelante» no significa otra cosa que «hacia la unión»; «la fe es legítimo 2 Subida II 4,6. 3 Subida II 26,11. • Subida II 1,1. 5 Subida II 1,1; cf. ibid., II 29,5. ‘ Subida II 3,6; cf. ibid., II 4,2; II 1,1; II 4,3. i Subida II 2,1. 8 Subida II (título del libro). » Subida II 8,1. i» Subida II 9 (título). “ Subida II 9,1. « Subida II 24,8. 20 y próximo medio para la unión de Dios» ’3, donde «medio legítimo», si se examina atentamente el tex­ to íntegro del capítulo, significa «medio justo». En fin, todavía hallamos otra expresión de este tipo, única y aislada, en Noche oscura: «Caminar en oscura y pura fe, que es propio y adecuado medio por donde el alma se une con Dios» u. Se trata, ciertamente, de calificaciones usuales en la filosofía escolástica. Pero por esa misma razón, antes de aseverar o establecer nada a priori, debe­ mos averiguar su exacto sentido en cada caso. Por esta vía sería factible pasar a saber cómo el Doctor Místico utiliza la terminología escolástica y cómo en su obra se entrecruzan elementos filosóficos con elementos descriptivos y poéticos con el fin de mos­ trarnos, de un modo muy sugestivo, los efectos de la profunda experiencia mística. Digamos, pues, de inmediato: en los últimos pa­ sajes que hemos citado, los adjetivos no desempe­ ñan un papel meramente de ornato literario, sino que sirven para determinar mejor la función de la fe como medio de unión del entendimiento con Dios. Así, pues, el alcance de estos adjetivos, tal como se desprende de la lectura de los textos, nos brinda un primer rastro luminoso para penetrar en la naturaleza íntima de la fe. Mas, por otra parte, esos textos no siempre manifiestan la razón sufi­ ciente de por qué se da a la fe un calificativo aquí, y allí otro. Evidentemente, el Doctor Místico no destinó sus escritos a las pesquisas de los investiga­ dores, y menos aún de los doctores o de los estudio­ sos críticos; los destinó principalmente a las almas contemplativas, con el afán de encaminarlas a la » Subida II 30,5. 14 Noche oscura II 2,5. 21
  • 29. unión con Dios, como puede verse en el prólogo a Subida. Si, por consiguiente, tuviésemos que elegir algún texto-clave para nuestras pesquisas, nos fija­ ríamos en Subida II 8. Y no en balde, ya que él nos mete en el corazón de nuestro tema. En reali­ dad, en los capítulos 8 y 9 de Subida II, que expo­ nen una doctrina positiva de la fe, se ve manar un principio cuyo radio de acción abarcará todo el sis­ tema sanjuanista. De manera análoga, en el mismo lugar aparece indicada con ejemplos, y a continua­ ción teológicamente explicada, la noción de «me­ dio»: «Es, pues, de saber que, según regla de filosofía, todos los medios han de ser proporcionados al fin; es a saber, que han de tener alguna conveniencia y semejanza con el fin, tal que baste y sea suficiente para que por ellos se pueda conseguir el fin que se pretende» 15. Tenemos en este texto algo a modo de defini­ ción: el medio proporcionado debe poseer todas aquellas cualidades que se requieren para conseguir el fin o lo hagan posible al que tiende a él. Ahora bien, no se trata de cualesquiera cualidades cuya propiedad esencial, determinada por el fin mismo, consiste en hacer al medio ‘proporcionado’, ‘aco­ modado’. En este sentido, leemos en el mismo ca­ pítulo: «medio acomodado» para obtener el fin 1A; «para que por ellos se pueda conseguir el fin» de­ ben ser suficientes; «tal que baste y sea suficiente». Por lo tanto, es obvio que las exigencias del fin, tomado objetivamente, se imponen a tal medio y queda determinado por las mismas. Y ya que las referidas cualidades se designan como «conveniencia y semejanza con el fin», es ne- >5 Subida II 8,2. 14 Subida II 8,1. 22 cesario averiguar su última razón de ser, prosiguien­ do el análisis del texto hasta que veamos claro cuá­ les constituyen ese medio de unión con Dios. Los ejemplos, sin embargo, que hemos aducido hasta ahora, no siempre incluyen con precisión to­ das las cualidades reseñadas. Esto es evidente sobre todo en el primer ejemplo: quien desea ir a una ciudad determinada debe caminar por tal vía, y no por otra; o sea, por la que lleva a esa ciudad. Ciertamente, podemos hallar en este ejemplo la razón de cierta «conveniencia» o proporción entre medio-vía y fin-ciudad; pero ¿en qué sentido la ra­ zón de «semejanza»? El otro ejemplo evidencia mejor todos los requi­ sitos. Se trata de un ejemplo muy clásico: «Hase de juntar y unir el fuego con el madero: es necesario que el calor, que es el medio, disponga el madero primero con tantos grados de calor, que tenga gran semejanza y proporción con el fuego». Por consiguiente, la transformación del madero en fuego se obtiene mediante el calor, ya que éste, por su propiedad esencial, dispone el madero para que tome forma de fuego. Pero esto no ocurre si el calor no alcanza determinado grado; a saber, que sea capaz de transformar el madero en brasa. En este ejemplo se ve óptimamente la razón de proporción, lo mismo que la razón de semejanza. ¿Qué sacamos, pues, en limpio de estos ejemplos sobre el medio proporcionado? Cuando el Doctor Místico habla del «medio», parece que está intuyendo una realidad; más aún, su naturaleza respecto al fin, y que se pregunta por las cualidades de esta realidad, y que postula para ella tal índole, que la haga intrínsecamente propor­ cionada al logro del fin. De todo ello puede inducirse la siguiente conclu­ 23
  • 30. sión: se llama medio proporcionado al que, por su propia naturaleza, es suficiente para conseguir el fin. Esto es, en efecto, lo que lo define: lo que le es propio y tiene dentro— quod est in re— , como el rumbo en el camino y el poder calentar y quemar en el fuego, en orden a la consecución del fin. Sólo el «medio proporcionado» goza de ese pri­ vilegio, que es lo que explica plenamente su razón de_ser. El resto de los adjetivos, no. Sin embargo, el Doctor Místico los usa de mane­ ra sustitutiva unas veces y de manera completiva otras. Así, por ejemplo, en el mismo texto de Su­ icida II 8, un poco más abajo, emplea la expresión «medio propio» para decir lo mismo, o sea, la fuer­ za innata del calor para transformar el madero en fuego. Ateniéndonos a las palabras, no es igual decir «medio propio» que «medio proporcionado», ya que el primero significa que, entre otros muchos in­ capaces de conducir al fin, sólo él es capaz; el se­ gundo añade y nos aclara el motivo por el que es único: la proporción. Esto es lo que se desprende del análisis del tex­ to sanjuanista. Sin embargo, se trata en ambos ca­ sos de expresar cosas muy parecidas. Y, por lo de­ más, el Doctor Místico no patentiza la menor pre­ ocupación por ulteriores distinciones. Baste, pues, también para nosotros, con lo dicho. Algo parecido sucede en Subida II 24,8, donde hallamos «medio próximo»: reviste las mismas con­ diciones que el «medio proporcionado», expresión usada en Subida II 8; a saber, la razón de «propor­ ción y conveniencia», que lo hacen apto y útil para conseguir el fin. En Noche II 2 aparece la expresión «medio adecuado»; pero ni la fórmula ni el con­ texto en que se halla enclavada añaden nada espe­ 24 cial a lo que ya sabemos. Se trata, a nuestro pare­ cer, de una expresión que pertenece a idéntica fa­ milia que las anteriores, y la usa para decir lo mismo. Nos queda aún otra fórmula: «medio legítimo». Tal vez estamos ante un matiz nuevo. El contexto en que se halla—Subida II 30,5— subraya con tra­ zo más fuerte la oposición de ese medio para la unión con Dios, si justa y adecuadamente disfruta de tal título, a las «palabras interiores», con las que lo compara, que, sin fuerza alguna innata, preten­ den análoga función. El Doctor Místico precisa que la ‘habilidad’ de las «palabras interiores» para esa función debe examinarse a fondo y contrastarse con los problemas que derivan y se ven al trasluz de los efectos, para que, finalmente, se pueda separar bien lo que es apto y lo que es inepto; y, una vez hecha la separación, se verá que son muy insuficientes y muy inferiores al medio legítimo y próximo, que es la fe. De lo expuesto anteriormente, se colige, por tan­ to, que las adjetivaciones que en los textos del Doc­ tor Místico acompañan a «medio» tienen fuerte sa­ bor a lenguaje escolástico y por lo común intentan perfilar la misma idea. Por lo demás, el análisis se­ parado de cada caso no arroja reveladores resulta­ dos. En el texto sanjuanista aparecen los adjetivos uncidos al sustantivo fe. Posteriormente, es en ese contexto ideológico donde deben examinarse para que patenticen su pleno y cabal sentido. Los análisis previos nos sirven, sobre todo, para no atribuirles a priori más de lo que entrañan; y, a la vez, esos análisis nos aproximan a un plantea­ miento más cercano de la cuestión ^fundamental; nos permiten ver, efectivamente, que la fe, en cuan­ to medio de unión, debe estar dotada de unas cua­ lidades que la proporcionen suficientemente a la 25
  • 31. consecución del fin. Estas cualidades deben ser tan peculiares suyas como lo son el rumbo al camino, y el calor al fuego. Tenemos, por consiguiente, aislado un primer ele­ mento para definir la naturaleza de la fe según el pensamiento sanjuanista. 2. «PROPORCION DE SEMEJANZA» Prosigamos el análisis de Subida II 8. En la ex­ plicación de la idea básica parece que el Doctor Mís­ tico ilumina con mayor claridad que en los dos ejemplos aducidos el sentido de «medio proporcio­ nado». De pronto, en Subida II 8,3 introduce una aplicación luminosa: todo medio, del tipo que sea, ha de unir el entendimiento con Dios. Estamos ante el planteamiento directo de la cues­ tión de la fe dentro del área de su propia natu­ raleza: «De donde, para que el entendimiento se venga a unir en esta vida con Dios según se puede, nece­ sariamente ha de tomar aquel medio que junta con El y tiene con El próxima semejanza». He aquí el punto central luminoso, en el que las cualidades propias del medio proporcionado mani­ fiestan su pleno valor. Se trata aquí, evidentemente, de medio de unión con Dios, de un medio al que la razón de semejanza le es imprescindible. Ahora bien, esa cualidad absolutamente necesaria no la posee ninguna criatura: «Entre todas las criaturas superiores ni inferio­ res, ninguna hay que próximamente junte con Dios ni tenga semejanza con su ser». Podríamos expresar el aserto en forma causal, aplicando el criterio antes aludido: ninguna criatu­ 26 ra puede unir con Dios, porque ninguna posee se­ mejanza con su ser. Es, en fin de cuentas, lo que el Doctor Místico dice a continuación: «Porque, aunque es verdad que todas ellas tie­ nen, como dicen los teólogos, cierta relación a Dios y rastro de Dios, unas más y otras menos según su más principal o menos principal ser, de Dios a ellas ningún respecto hay ni semejanza esencial, antes la distancia que hay entre su divino ser y el de ellas es infinita». El texto es en extremo valioso, porque permite interpretar lo que para él significa «semejanza». El Doctor Místico se adapta al parecer común de los teólogos, que afirman que entre Dios y las criatu­ ras se da cierta semejanza en cuanto al ser (in ratio- ne entis, o, mejor, in ratione essendi). O sea, en cuanto existen, en cuanto tienen ser, las criaturas son semejanza (analógica) de Dios; más aún: cuan­ to mayor perfección de ser tienen, tanto mejor en este orden se asemejan a Dios. Lo que se niega es la «semejanza esencial»: entre lo que Dios es y lo que es cualquier criatura, por muy alta que sea, no hay semejanza alguna, sino infinita distancia. El texto sanjuanista apunta claramente al plano de las esencias. Sus palabras repiten, casi con idén­ tico sonido, la fórmula del concilio Lateranense IV : «Entre el Creador y la criatura no puede estable­ cerse tanta semejanza, que la desemejanza entre ellos no sea mayor» (Inter Creatorem et creaturam non potest tanta similitudo notari, quin inter eos maior sit dissimilitudo notanda [D e n z . 4 3 2 ]). El pasaje citado de San Juan de la Cruz reduce claramente esa desemejanza al plano de la esencia. Por consiguiente, ninguna criatura, aun la más per­ fecta, puede igualarse por naturaleza a la divina 27
  • 32. esencia. Lo que Dios es, sea lo que fuere, es absolu­ tamente desemejante a lo que es cualquier criatura, porque no hay semejanza esencial posible entre la Divinidad y cualquier naturaleza creada. El pensamiento del Doctor Místico está libre de briznas de ambigüedad. Pero aun entonces conviene fijarse que en el texto se trata propiamente de la absoluta distinción entre la realidad divina y la rea­ lidad creada por parte de ambas naturalezas. Y, bajo este aspecto, lo que el Doctor Místico está propo­ niéndonos es la distinción entre lo natural y lo so­ brenatural. La razón de la ‘distancia infinita’ no se basa precisamente en que las criaturas distan o se distinguen infinitamente de Dios, sino en el defecto de «semejanza esencial». En resumen: la diferencia de naturaleza fundamenta, en el texto citado, la dis­ tinción absoluta Dios-criatura. El aserto de la absoluta distinción entre lo natu­ ral y lo sobrenatural desempeña el papel de premi­ sa mayor de un silogismo que en rigor se halla en el texto y que verdaderamente informa toda la doc­ trina mística de San Juan de la Cruz, constituyendo un bello ornamento de su lógica incomparable, como han resaltado y celebrado con frecuencia sus co­ mentadores. Tratemos, pues, de indagar la premisa menor en el texto. Para ello será necesario recordar de dónde brota toda esta cuestión de la «semejanza esencial». Vimos ya que nace del «medio proporcionado», que es esencial a la razón de tal medio. Negando, como hemos subrayado, «semejanza esencial» de cualquier criatura, por muy perfecta que sea, a Dios, es fácil poner sobre el tapete la conclusión siguiente: ningu­ na criatura puede servir de medio proporcionado para la unión con Dios, ya que entre criatura y Dios se da desemejanza esencial. 28 ¿En qué radica la carencia de «semejanza esen­ cial»? Pues en la naturaleza misma, ya que el ser se constituye por su propia naturaleza. La natura­ leza de la criatura aparece, por tanto, como «el lu­ gar propio» y como la causa de la «desemejanza». De ahí que cualquier criatura deba quedar excluida de la función de medio proporcionado para la unión con Dios. En línea de naturaleza no se da proporción de semejanza entre el Creador y la criatura. Síguese, pues, que las criaturas no pueden servir de medio para la unión con Dios. Debemos aún añadir: no pueden constituir medio de unión con Dios respecto al entendimiento: «Todas las criaturas no pueden servir de propor­ cionado medio al entendimiento para dar en Dios». Las últimas palabras son una reveladora y bella sorpresa: «dar en Dios», alcanzar a Dios, meter el entendimiento de una manera efectiva en la Divini­ dad hasta tocar la íntima esencia de Dios. La robusta expresión— «dar en Dios»— determi­ na a la vez, de un modo nuevo, la razón de la se­ mejanza, reduciéndola al plano de la representación: ninguna criatura, invadida por la luz de su propio entendimiento, es capaz de revelar o desvelar la esencia divina 17. Este es el sentido del texto de Subida II 8,3. Ya hemos indicado cómo esta distancia y esencial di­ ferencia entre Dios y la criatura se repliega aquí al área dinámica, es decir, por respecto a la potencia cognoscitiva. Y entonces la razón de la «semejan­ za» adquiere un nuevo valor: pasa del orden real al orden intencional. Por consiguiente, todo esto que vamos exploran­ do nos ofrece un ancho panorama para la compren­ 17 Subida I I 8,3. 29
  • 33. sión del tema entero: cómo se plantea y resuelve el problema de la fe en las obras de San Juan de la Cruz. El epígrafe del capítulo ilumina con fuerte luz la oposición o negación de que las criaturas pue­ dan, por sí, servir de medio para la unión con Dios. A renglón seguido dice: «No hay semejante a ti en los dioses, Señor [Sal 85,8], llamando dioses a los ángeles y almas santas. Y en otra parte: Dios, tu camino está, en el santo. ¿Qué Dios grande hay como nuestro Dios? [Sal 76,14]. Como si dijera: El camino para venir a ti, Dios, es camino santo; esto es, pureza de fe». Así, la fe queda inmediatamente elevada sobre las más altas criaturas. Todas ellas, en efecto, se excluyen como medio para la unión, papel que se reserva a la fe. Ella es el medio proporcionado de unión. Por tanto, entraña una esencial semejanza con Dios. Quiere ello decir que se da, en alguna medida, conformidad entre la esencia de la fe y la Divini­ dad, que hay alguna ‘conveniencia’. Pero de seguida hay que matizar: esto ocurre en el orden del enten­ dimiento, que se une a Dios por la fe, y, por con­ siguiente, ésta es el medio proporcionado. En consecuencia, y sin pasarnos de raya, podemos insinuar: el breve y denso texto de Subida II 8,3 nos plantea meridianamente la cuestión de la fe, in­ dicando a la par, si bien todavía de un modo gené­ rico y confuso, su propia índole entitativa e inten­ cional. Ya indiqué anteriormente que en el texto de ma­ rras se contiene expresamente formulado el silogis­ mo que viene a constituir como la clave de bóveda de la «lógica mística» de San Juan de la Cruz. Ca­ 30 bría proponer o reducir a forma simplificada ese si­ logismo. Hela aquí: A) [M ]—Ninguna criatura, vista en su constitutiva naturaleza, posee semejan­ za esencial con Dios. [m ]—Mas tal semejanza es necesaria para ejercer la función de medio propor­ cionado de unión con Dios. [Concl.]— Por consiguiente, ninguna criatura, en su ser natural, puede servir de medio proporcionado para la unión con Dios. Este primer silogismo se proyecta a toda la doc­ trina mística de San Juan de la Cruz, invadiéndola e informándola profundamente. El segundo silogismo se refiere ya en concreto a la fe, desgajando del anterior la afirmación funda­ mental sobre su naturaleza: B) [M ]— La fe sirve de medio proporciona­ do para la unión del entendimiento con Dios. [w ]— Ahora bien, el medio proporcio­ nado de unión con Dios debe poseer una semejanza esencial con El. [Concl.]— Por tanto, la fe posee tal se­ mejanza con Dios. Es, pues, un medio poseedor de «la proporción de seme­ janza». Gracias a esta argumentación, vemos nuestro tema centrado en su exacta perspectiva. Igualmen­ te, la «semejanza esencial» nos adentra, sin titubeos, en la entraña y orden de las esencias: al negar la posibilidad a las criaturas, la negación se refiere 31 3.—La fe en San J. de la Cruz
  • 34. únicamente a sus esencias; al atribuir la posibili­ dad a la fe, estamos ya tocando su misma esencia. De este modo queda bien planteada la cuestión so­ bre la naturaleza de la fe según San Juan de la Cruz: lo constitutivo de la fe es algo que asemeja a la Divinidad, ya que la fe se funda en esa seme­ janza. Simultáneamente, en el texto sanjuanista citado se asigna a la semejanza un orden propio respecto al entendimiento: la fe tiene valor de semejanza por su índole intelectual, y, en consecuencia, une esa potencia con Dios. Desde esta angulación, el texto es de máxima importancia para resolver nuestro problema. Tendríamos que partir, par tanto, de esta tesis: la fe hace que Dios sea ostensible al entendi­ miento, y de eso ninguna criatura es capaz, por muy encumbrada que sea. La fe, pues, por su esencial semejanza, puede unir el entendimiento con Dios. Dicho en términos más sencillos: la fe posee una esencial semejanza con Dios en cuanto entiende. Y esto nos sitúa en un orden o plano intencional. Ambos aspectos, según se desprende del análisis, están latentes y aun patentes en el texto sanjuanista. En cuanto al primero, se fijan los límites diferen­ ciales entre lo natural y lo sobrenatural: la fe pe­ netra la frontera de lo sobrenatural. Posee, por tan­ to, aquel «respecto y semejanza esencial con Dios» de los que carecen incluso las supremas criaturas na­ turales. Con esto se llega a la íntima esencia de la fe, que le permite desempeñar la función de medio de unión con Dios. En cuanto al segundo, ya que la «semejanza esencial» se le atribuye en relación a su capacidad intelectiva, la fe se perfila como una virtud que hace que el entendimiento alcance a Dios según la esencia divina. 32 Esto anida en el texto sanjuanista, y se verá me­ jor al analizar Subida II 8,4-5. Las otras criaturas no pueden levantar el entendimiento hasta la esen­ cia divina, ni el entendimiento que les es connatural es capaz, por sí solo, de lograrlo. Por el contrario, la fe sí. ¿Por qué? Pues porque las demás criatu­ ras no tienen en sí más que su propia esencia; en cambio, la fe posee en su esencia una «semejanza» con la esencia de Dios. De aquí se deduce que desempeña la función de medio proporcionado en un plano intelectivo por dos razones: — primera, por su esencial semejanza con Dios. O sea, por pertenecer al orden sobrenatural; — segunda, por incluir esa semejanza esencial una relación directa a la virtud o potencia in­ telectiva. Entrambas dimensiones—la entitativa y la inten­ cional o dinámica— determinan que la fe pueda ser­ vir de medio proporcionado para la unión del en­ tendimiento con Dios. Y, por esto, el texto de Subida II 8 es, en reali­ dad, clave y eje de nuestra investigación. A n o t a c io n e s 1.a Escribe el P. Labourdette 18 a propósito de la noción de «sobrenatural» en las obras de San Juan de la Cruz: «Sobrenatural... La diferencia de los dos órdenes aparece presente en su pensamiento como una di­ ferencia de nivel» ,9. Alude, ciertamente, al pasaje de Subida II 4,2: 18 Cf. o.c., p.39-45. 19 Ibid., p.40. 33
  • 35. «Sobrenatural es o quiere decir que sube sobre el natural; luego el natural abajo queda». Y prosi­ gue el P. Labourdette: «Tratando de la unión divina, ‘sobrenatural’ ha­ bía sido considerado y definido desde el punto de vista de su presentación concreta, psicológica, al alma que lo recibe. Además había sido descrito como un modo de obrar totalmente diverso del modo natural». Y después anota: «El término ‘so­ brenatural’ no tiene, en el lenguaje de San Juan de la Cruz, el significado determinado y único que se le suele atribuir de ordinario. Por eso, el P. Crisó­ gono (o.c., I p.231-43) advierte con razón que su sentido debe precisarse cada vez que aflora en el contexto sanjuanista. Pero el mismo P. Crisógono emplea un método defectuoso al partir de la noción teológica de sobrenatural quoad substantiam y de sobrenatural quoad modum para fijar, al menos en algunos pasajes, el sentido exacto del término. En verdad, las realidades de que habla el Doctor Mís­ tico se pueden reducir y comprender, por transpo­ sición, según esa distinción; pero habrá que tener presente que su vocabulario no se refiere directa­ mente a ella, ya que su punto de vista es siempre muy concreto». Sus palabras expresan, ciertamente, lo que ha­ llamos en los textos: en ninguno se da otra noción de «sobrenatural» más plena que la citada, que es, como hemos visto, nominal. Si, en cambio, el dis­ curso sanjuanista habla de realidades— que son las esenciales y constitutivas de toda síntesis— , éstas resultarían incomprensibles y hasta innominables prescindiendo de esa distinción. Esto vale también para el texto en cuestión, ya que sería ininteligible sin distinguir entre lo sobrenatural y lo natural. Y lo veremos confirmado cuando más abajo anali­ 34 cemos los textos de San Juan de la Cruz que tratan de la unión natural y de la unión sobrenatural. Podríamos incluso afirmar que los dos órdenes —el natural y el sobrenatural— el Doctor Místico los distinguió con suma precisión y que en esa dis­ tinción se apoya el edificio de su doctrina hasta las últimas consecuencias. Es cierto que las palabras son múltiples. Sin em­ bargo, nuestra exploración no va en busca de pala­ bras, sino de realidades. Por otro lado, no es lícito someter el texto sanjuanista a nociones y distincio­ nes preparadas a priori, forzándolo como a un pri­ sionero entre rejas. Pero, cuando la cosa o realidad aparece clara a través del análisis, me parece que no hay inconveniente en retener los nombres. Esto vale aquí tratando del natural y del sobrenatural, y valdrá, sobre todo, más abajo, cuando indaguemos el pensamiento sanjuanista sobre «la noche activa del espíritu». En una palabra: ¿Considera el Doctor Místico el ‘sobrenatural’ «desde el punto de vista de su pre­ sentación concreta, psicológica, en el alma que lo recibe»? En la mayoría de las veces, sí. Sin embargo, en otras ocasiones ya no es posible responder tan ca­ tegóricamente. Por ejemplo, en Subida II 5, donde la unión de semejanza aparece como «Dios», que «comunica el ser sobrenatural». Este texto corrobora mi convicción de que el tema de la fe no ha sido abordado por San Juan de la Cruz solamente en línea de acción o bajo el as­ pecto dinámico— lo que ocurre principalmente en la dinámica de la contemplación— , sino que lo en­ foca, ante todo, en línea de ser o bajo el aspecto entitativo. Y, por tanto, su función en la contempla­ ción depende de su realidad íntima y de ella deriva. 35
  • 36. Cabe todavía hacer una última observación: el sentido del término «sobrenatural», que el P. La­ bourdette nos ha ofrecido extrayéndolo de las obras de San Juan de la Cruz, podría quizá explicarse desde otra angulación. Consta ciertamente que en los escritos del Doctor Místico hay pocos elemen­ tos de pura especulación y abstracción. Todo lo que en la teología teórica se estudia, tiene en los escri­ tos de San Juan de la Cruz un valor primordialmen­ te vital. De alguna manera roza cuestiones especu­ lativas y abstractas, pero siempre argumentando por la experiencia, y por esta vía las esclarece. Este enfoque redunda necesariamente en la manera de presentar y de escribir sobre las realidades místi­ cas 20. Por ello sería inútil buscar ahí un tratado de pura teología. No obstante, si calamos en la hondu­ ra y sostén de la letra, descubriremos la presencia de la letra y del alma de la teología clásica. 2.a Cuando se reflexiona sobre la esencial se­ mejanza de la fe con la Divinidad, semejanza abier­ tamente afirmada en el texto de Subida II 8, pa­ rece obligado desechar la teoría propuesta por J. Baruzi21, que el P. Chevalier llama «mística de la universalización del entendimiento» 22. Conviene, sin embargo, distinguir. Hay, efecti­ vamente, algunos textos que, considerados de una manera aislada— verbigracia, Subida II 16,7— , in­ ducen a pensar que el entendimiento proyectado a la unión con Dios debe traspasar los límites de cual­ quier frontera. Este ‘traspaso’ se atribuye a la fe. Pero la esencial semejanza sobrenatural de la fe con 20 Sobre este punto puede verse V enancio Carro, La naturaleza de la gracia y el realismo místico: La Ciencia Tomista 25 (1922) p.362-75. 21 Jea n B a ru z i, Saint Jean de la Croix et le probléme de Vexpérience mystique (París 1924). 22 P h ilipp e C h ev a lier, Saint Jean de la Croix en Sorbonne: La Vie Spirituelle 12 (1925) p.188-212. 36 la Divinidad afirmada paladinamente en Subida II 8, cierra el paso a la aceptación de la hipótesis que atribuye a algo natural la capacidad de trascenden­ cia designada como «universalización del entendi­ miento». La hermenéutica exacta del pensamiento sanjuanista no debe perder de vista lo que en Su­ bida II 8 dice acerca de la índole esencialmente so­ brenatural de la fe. Con absoluta firmeza afirma ahí que la fe trasciende el orden de la criatura, el orden de cualquier límite creado, porque es sobrenatural en su esencia y porque está dotada de una esencial semejanza con la Divinidad. Por esto puede llevar el entendimiento a la Divinidad. Y, por consiguien­ te, el sobrepasar cualquier «limitado modo» tiene en San Juan de la Cruz su radical fundamento en esta esencial semejanza respecto a la Divinidad. O sea, en su íntima sobrenaturalidad. Así se ve, una vez más, que el núcleo de la cues­ tión de la fe según San Juan de la Cruz se halla in­ dicado en el breve y denso pasaje de Subida II 8,3. La semejanza esencial con la Divinidad y su índole intelectiva constituyen el cauce ideológico por el que la fe discurre continuamente en las obras del Doctor Místico. Para corroborar el aserto de la sobrenaturalidad de la fe es oportuno analizar ahora el texto de Su­ bida II 5, donde declara ex professo su concepto de unión. 3. «QUE COSA SEA UNION DEL ALMA CON DIOS» (Subida II 5) A lo largo y a lo ancho de toda la obra de San Juan de la Cruz, se trata primordialmente de la unión del alma con Dios: qué es, cuáles son sus 37