Los primeros cristianos se caracterizaban por la comunión entre ellos, la oración y celebración de Dios, y la misión de servir a los demás. Al crecer las comunidades, se nombraron personas para responsabilidades como el ministerio de la palabra y presidir la comunidad. Más tarde se definieron tres ministerios más estructurados: el episcopado, el presbiterado y el diaconado.