En una ciudad musulmana hispano-árabe, la bella hija de una importante familia árabe, Fátima, ayudaba a los pobres en secreto. Un día, escondió a un hombre cristiano llamado Sancho en la mezquita cuando huía de algo, y los dos se enamoraron a pesar de que su amistad estaba prohibida. Cuando el padre de Fátima se enteró, quiso encerrarla, pero Sancho le pidió su mano. Al ver que se amaban, el padre accedió y celebraron su unión fusionando las dos

1. Un día en una ciudad musulmana
Cuenta una leyenda que en una pequeña ciudad hispano- musulmana vivía una
importante familia árabe que formaba parte de la élite del poder político y social. Eran
los dueños de los campos que rodeaban la ciudad. El rico señor tenía una hija bellísima
llamada Fátima; Fátima era una muchacha, no sólo bella por fuera, sino también por
dentro. Era muy bondadosa y ayudaba a todos los pobres de la ciudad, aunque para
ello tuviese que dejar el Palacio Señorial y llegar hasta el arrabal. También le gustaba
ir al zoco donde compraba los productos de artesanía pagando más de lo que valía
porque así ayudaba al vendedor. Un día cuando regresaba del zoco se encontró con
un hombre que corría de algo; como Fátima era muy buena se escondió con él en la
mezquita y allí se conocieron y se hicieron amigos.
Por aquella época estaba prohibido la amistad entre un cristiano y un árabe, pero
Fátima y Sancho se enamoraron y desafiaron la ley . Cuando el padre se enteró quiso
encerrarla en la alcazaba, pero Sancho fue a hablar con él y le pidió la mano de su
hija . El padre, al ver que Sancho amaba a su hija, decidió concederle la mano y para
celebrar la unión de los dos enamorados unificaron las dos monedas en una sola
porque dos culturas tan distintas pueden fusionarse en una sola moneda y convivir en
compañía y paz.