El autor argumenta que Dios es real y vivo, no solo un concepto. Explica que Dios quiere tener una relación personal con nosotros en la que podamos sentir su presencia y hablar con Él. Insta al lector a examinar si realmente experimenta a Dios de esta manera tangible en su vida diaria, a través de la comunicación, el consuelo y la compañía. Concluye que si no se siente así, Dios probablemente solo sea un concepto y no una persona real y presente en la vida del lector.