El documento describe a Dios como un buscador de lo perdido que ama y acepta a todos, incluso a aquellos que son considerados inútiles o indeseables por los humanos. Señala que para Dios, nada es insignificante y que su actitud es perdonar y tener compasión en lugar de condenar. El documento invita a los lectores a adoptar la actitud acogedora y compasiva de Dios.
la Eucaristia es una Fiesta-Explicación para niños
Dios buscador de lo perdido y salvador de todos
1. DIOS, BUSCADOR DE LO PERDIDO.
Queridos amigos: A veces, en la vida, se nos presentan situaciones, duras y
angustiosas (enfermedad, soledad, muerte), que no quisiéramos volver a
encontrarnos con ellas. Preferimos olvidarlas, no revivirlas, ni volver a sentirlas
ni experimentarlas.
Lo más duro, tal vez, sea tener que aceptar a las personas injustas, egoístas,
despreciativas o pecadoras. Lo más difícil y duro, es tener que aceptar a los
perdidos, a los desechados, a los que no son rentables, a los que no son como
nosotros, a los que (según nosotros) son una carga, un estorbo, un obstáculo para
presumir de buena imagen y de buenas maneras.
Agradezco encontrarme en las lecturas de este domingo con “un Dios buscador
y salvador de lo que estaba perdido”. (Lc. 19, 10.
Me alegra encontrarme con un Dios, “que se compadece de todos porque a
todos ama” (Sab. 11, 23 ss.).
Veo a un Dios positivo y acogedor de todos y de todo (hasta lo más
insignificante). “Para el Señor todos y todo es como un grano de arena en la
balanza, o como una gota de rocío en la mañana”. (Sab. 11, 22). Es decir, para
nuestro Dios, todo es útil, válido, aceptable y positivo.
Veo a un Dios amigo de la vida, que desea y busca siempre una vida más digna
y dichosa. Por eso, dice a Zaqueo: “baja enseguida, porque hoy tengo que
alojarme en tu casa”. (Lc. 19, 5). ¡Qué diferencia con nosotros!: hacemos
distinciones, selectividad; “este no me vale, aquél produciría mala imagen y
aquel otro es irrecuperable”. Permanentemente ponemos “númerus clausus” o
hacemos de “colador”.
Me alegra encontrarme, hoy, con un Dios “que ama a todos los seres y no odia
nada de lo que ha hecho. Si hubiera odiado alguna cosa, no la habría
creado”.
(Sab 11,25).
Esta es la gratuidad de Dios, y éste es el Dios a quien uno agrada adorar y seguir.
“Nada hay inútil para Dios. Nada hay insignificante para Dios.
Nada, ni nadie es odiado ni despreciado por Dios. A Todos nos perdona porque
somos suyos y es amigo de la vida.
La actitud de nuestro Dios, es perdonar y ser compasivo.
Si hay que corregir (que habrá que hacerlo en más de una ocasión), ésta es la
pedagogía de Dios: “corregir poco a poco”. No culpabilizando, ni condenando,
sino recordando su pecado para que se convierta y crea.
¿Qué nos suscita esta actitud de Dios y a que nos invita?
A mí, personalmente, “a ensalzarle y bendecirle por siempre jamás”. (Sal.144).
Gabriel.
31º, Domingo Ordinario. Ciclo. C. Madrid. 3 de Noviembre de 2013.