2. Introducción
Este libro ha tenido un proceso de elaboración tan accidentado como la propia vida del autor.
Lo escribí por primer a vez entre los años 1937.1939, mientras eludía la policía política, en la
clandestinidad. N o se publicó entonces porque ningún editor venezolano podía correr el
riesgo de imprimir un libro de quien se encontraba en situación comprometida, y
comprometedora. Y si en épocas posteriores no se edito fue porque en los álgidos años que
condujeron Acción Democrática de la oposición al Poder (1945 – 1948), todo mi tiempo y
atención los absorbía la diaria faena partidista; y ya en el gobierno (1945 -1948) resultaba
más útil al país, y más acorde con mi propio temperamento volcado a la acción creadora,
contribuir a implanta el programa desarrollado en esas páginas que trabajar en rehacerlas y
actualizarlas, para su publicación. La única copia en máquina de ese libro que tenía estaba
entre mis papeles personales y desaparecidos junto con ellos cunado el 24 de noviembre de
1948, a ser derrocado el gobernó constitucional, una patrulla de soldados saqueo la casa
donde habitaba. Por esas circunstancias, no se ha podido utilizar para el libro que ahora se
publica sino algunos datos del primer borrador, los incluidos en el folleto Una Republica en
venta, impreso en 1937.
3. Venezuela, política y petrolera se ha escrito con las dificultades inherentes a la condición
de exiliado trashumante, por añadidura. Papeles, libros de consulta, apuntes, han viajado
conmigo de las Estados Unidos a Cuba, de Cuba a Costa Rica, de Costa Rica a Puerto
Rico. He debido esperar largos meses para reemprender la labor, mientras las cajas que
contienen ese material hacían su demorado transito marítimo. Me faltaron documentos que
solo en Venezuela hubiera podido consultar. Y además, he realizado este trabajo
conjugándolo con la atención a las inaplazables tareas de quien ha entendido el destierro
como obligación de lucha permanente y no como etapa de contemplativo retraimiento.
No obstante esos factores adversos, he procurado documentar todas y cada una de la
apreciaciones que hacen en esta páginas. En ese empeño, así como en el de evitar que se
incurriese en errores de hechos, me ha ayudado con el mayor desinterés personal muchos
compañeros de Partido. Otras personas, compatriotas americanos, leyeron los originales y
e hicieron observaciones valiosas. Tantos cooperaron conmigo en este trabajo que correría
el riesgo de ser injusto olvidando a algunos, al citar sus nombres. Ha quedado
comprometida i gratitud con todos.
4. Considero un deber prevenir al lector de que no leerá páginas escritas con tersa
serenidad. Están algo distantes del elevado tono profesoral. Personas de toda mi
amistad, sincera en su preocupación, quisieran verme escribiendo prosa más fría y
aséptica. Parece que hacer sido jefe de Estado compromete utilizar el cauteloso
lenguaje de los estadistas. No he podido complacerlos. Escribo como pienso y
como siento. Llevo a Venezuela en la sangre y en los huesos; me duelen sus
dolores colectivos, y cuando se trata de hablar de ellos sería un farsante si jugara
a la comodidad de la imparcialidad. De allí la pasión confesa con que analizo los
problemas de mi país. Dirán algunos que con esa actitud nada se “saca”. Y y
podría contestarle con palabras de otro gran apasionado, Don Miguel de
Unamuno, a quien también le dolía su España: “Pero es que no vamos a sacar,
sino a meter; a meter, a enfresar nuestra alma en la de los que la tienen dormida, o
acaso muerta, y que viva allí, y allí hecha como óleo, arda y alumbre. Que no hay
luz sin fuego.
5. Pienso, con íntima frustración, que no podrán leer este libro compañeros y amigos que ya no
viven y quienes me estimularon a escribirlo. Leonardo Ruiz Pineda, en altos de su azarosa
vida de conductor de la resistencia clandestina a la dictadura, me instaba a terminarlo. Alberto
Carnevali alcanzo a trabajar conmigo, en Cuba, algunos de sus capítulos. Antonio Pinto
Salinas y Luis Troconis Guerrero me enviaron, desde sus escondites en Venezuela donde
hacían vida de topos, datos y referencias que les solicite. En mi casa de la Habana, Andrés
Eloy Blanco, el gran poeta. Y Castor Nieves Ríos y Víctor Alvarado – dos hombres de
pueblo, sin lastre universitario- escucharon juntos la lectura que en cierta ocasión les hiciera
yo de algunas de estas páginas. Con Mario Vargas, militar civilista y civilizado, discutí en su
casa de desterrado, en Washington, acerca de un ejército exclusivamente profesional y al
servicio de la democracia y no amenaza permanente para ella, ideas que se esbozan en uno de
los capítulos. Valmore Rodríguez, desde Quilpue, su última instancia en la tierra, alcanzo a
trasmitirme observaciones suyas a originales que le había enviado en consulta. Todos
murieron ya, unos en el exilio, otros en la cárcel, otros victimas de balazos por la seguridad
Nacional. Ellos, y otros muchos más han caído en la trinchera del deber ciudadano, en este
“tiempo de desprecio” que se inició en Venezuela el 24 de noviembre de 1948. Al dedicar este
libro quiero. Merecería el de mis conciudadanos y el juicio implacable de la Historia si
desertare alguna vez de los ideales y objetivos por las cuales ellos lucharon y murieron.
6. Creo que “los muerto mandan”; y no en el sentido que le han dado los reaccionarios de todas partes de la
frase del escritor francés. Mandan, cuando murieron por un ideal de superación humana obligando a
quienes les sobre viven a jalonar las etapas que ellos dejaron truncas, cuando se les fue la vida. Es la
misma interpretación porvenirista que del sacrificio de la existencia por una causa justa hacia José Martí:
“la muerte de jefes, la muerte da lecciones, la muerte no lleva el dedo sobre el libro de la vida.” O la más
reciente de Nehru: “la vida nace de nuevo de la muerte, y los individuos y las naciones que no saben morir
tampoco saben vivir. Solo donde hay tumbas hay resurrecciones.”
Con la actitud sin arrogancias de quien no practica la autosuficiencia y rechaza toda forma de dogmatismo,
entrego este libro a la discusión y al análisis de los que se interesan por los problemas sociales de nuestro
tiempo.
R.B.
Manatí, Mar Chiquita
Puerto Rico
Diciembre, 1955
7. PRIMER PARTE
UNA REPÚBLICA EN VENTA
Entrega de porción del
subsuelo nacional a los
consorcios extranjeros del
petróleo por el despotismo
de Juan Vicente Gómez:
1908-1935