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EL IDEAL DE NACIÓN EN MIGUEL TRIANA*
Carlos Augusto Rodríguez Martínez.1, 2,
Resumen:
El ingeniero Miguel Triana no sólo asumió con responsabilidad patriótica los estudios de
ingeniería civil, y la construcción de carreteras, caminos y vías férreas, sino que a la vez
registró la vida social y cultural de los sitios que visitaba. En particular se preocupó por
reflexionar sobre el pasado aborigen de la nación y como ello determina la historia reciente.
Sus trabajos se convierten en verdaderos informes de investigación, pues allí, es posible
entender cómo eran los comportamientos de los habitantes y los usos y costumbres de las
distintas regiones. Por el sur de Colombia (1906), Al Meta (1913) la Revista de Colombia
(1910) y La Civilización Chibcha (1922) son sin duda obras que interrogan por el origen y
destino de la nación.
Esta ponencia busca exponer la noción de Nación que construye Miguel Triana y cómo el
componente mestizo y aborigen es entendido por este intelectual de principio de siglo XX.
*Conferencia leía en el marco del XV Congreso Colombiano de Historia. Julio de 2010.
1
GIPRI, Colombia; 2
Maestría Cuaternario y Prehistoria UTAD, Portugal, Erasmus Mundus.
carlosrupestre@gmail.com
EL IDEAL DE NACIÓN EN MIGUEL TRIANA
Podría narrarse la historia de América Latina
como una recíproca y continua ocupación de
terreno. No hay demarcación estable conocida por
todos. Ninguna frontera física y ningún límite
social otorgan seguridad. Así nace, y se
interioriza, de generación en generación, un miedo
ancestral al invasor, al otro, al diferente, venga de
arriba o de abajo.
Norbert Lechner
Una de las condiciones de la conformación de cualquier país moderno es el reconocimiento
de sus figuras intelectuales. Esto es, hacer balances críticos y certeros de los aportes y
limitaciones de sus pensamientos e ideas. Ello permite entender los contextos y las formas
en que los territorios culturales, sociales y materiales han sido construidos. No se trata, por
lo tanto, de un simple ejercicio de erudición y de poco interés. Allí, están expresadas de
manera clara las ideas imperantes y las formas laberínticas y complejas en que una
determinada sociedad ha dado cuenta de su propio acontecer. Las formas en que estos
intelectuales han entendido el territorio y la nación, como las limitaciones de los trabajos
emprendidos por ellos, son la evidencia del alcance de la sociedad en su conjunto. Ya que
el pensamiento no pude ser entendido como un asunto individual y aislado de la sociedad
en que se produce.
Por eso, el que en determinados momentos se vanaglorie o vitupere los aportes de uno u
otro intelectual es también una expresión social. Esto en el caso Colombiano debe ser
entendido de manera clara y profunda. La historia intima del territorio y de la sociedad
nacional esta atravesada por conflictos que no se han manifestado únicamente en la
incontable lista asesinatos. En muchos casos, se ha realizado un proceso más “sutil”, esto
es, se han eliminado las ideas y pensadores “inconvenientes” por medio del Olvido.
Condenados a la trastienda nacional, aquellos se han convertido en curiosidades o en tema
de especialistas. Uno de esos casos es Miguel Triana, quien con el paso de los años se
convirtió en un extraño para el mundo intelectual del país. Nacido en el momento en que se
funda la Sociedad de Naturalistas Neogranadinos en cabeza de Ezequiel Uricoechea que
coincidió con la muerte de Agustín Codazzi en los calurosos valles del Cesar, se convirtió
en uno de los más brillantes y polémicos ingenieros civiles del país.
Antes de cumplir los 22 años de edad entra al servicio del geógrafo M. Rottel quien en ese
momento (1877-1884) estaba realizando los levantamientos de la hoya del Orinoco. La
forma en que M. Triana relata la experiencia del mencionado trabajo es importante para
entender el proceso posterior de su pensamiento y de sus inclinaciones teóricas. “Vea usted
en el mapa el curso rectificado del río Upía: es preciso rehacer toda la región del Casanare.
La labor es ardua y requiere riguroso método: primero los ríos terciarios; después nos
ocuparemos del Meta, la más importante de las corrientes colombianas del Napo, del Negro
y del Casiquiare; por último situaremos el Orinoco, y con esto habremos delineado esta
gran región.” (Triana 1914). De igual manera, la descripción que Miguel Triana hace del
geógrafo francés es ya un balance de la situación del país y de sociedad de la época: “El
hombre, por otra parte, poco tenía de digno de atención o de curiosidad. Un anciano miope,
un pobretón de sombrero de fieltro y sobretodo parduzco, de apacible andar y continente
humilde; en una palabra, sin ninguno de los signos exteriores que la imaginación de los
criollos atribuyen sin motivo a las notabilidades.”1
Esas tempranas influencias fueron determinantes para M. Triana, quien se dedicó
profesionalmente a la Ingeniería, y que entendería de manera clara que el territorio es
mucho más que la descripción física de los espacios geográficos. Se puede asegurar que la
obra literaria y científica de Miguel Triana continuó y amplió la tradición iniciada por los
cronistas y viajeros, en la cual se quería dar noticia de los acontecimientos, peripecias,
costumbres y tradiciones de los grupos humanos y de la naturaleza de las regiones
visitadas. Sin embargo, para el caso de M. Triana se le debe sumar una preocupación
consciente por el proceso de construcción del país, sus viajes son el resultado de preguntas
concretas y de intereses evidentes. El primer viaje lo realizó hacia los llanos Orientales,
más específicamente “Al Meta” y fue publicado en 1913; el segundo a principios del siglo
XX (1906), bajo el gobierno del General Reyes; el tercero es un viaje buscando la
República en el centenario de la independencia, por ello fue realizado en 1910. Finalmente,
el más difícil de todos, cuya complejidad y problemática se advierte por el mismo tema,
pues pretende reconstruir los espacios sociales, culturales, económicos y materiales de los
Muiscas. Este viaje parece no tener una fecha definida, es el resultado del largo caminar de
un “chibchófilo” como el mismo se definiera en 1906. En todos los casos se advierte un
pensamiento crítico sobre la realidad nacional.
M. Triana no se contenta con describir y traer al frente los temas y las costumbres. Sus
preocupaciones van a un más allá, esto es, buscan mostrar las insuficiencias y precariedades
del mundo social y del territorio. La obra, en su totalidad, es un intento consciente que
pretende construir la consciencia en los ciudadanos de la naciente República. Esto se
advierte en las primeras líneas de la obra. Para M. Triana el país es un espacio aun no
recorrido, pletórico de arcanos y que difícilmente será objeto de trabajo por parte de los
“bárbaros de levita” los cuales a pesar de saber “tantos idiomas europeos” son
“reaccionarios a la civilización” 2
, esto es, al conocimiento racional de los diversos espacios
de la vida material y espiritual de Colombia.
Aquellos temas se convierten en una constante reflexión en las demás obras teóricas y
prácticas de Miguel Triana. No logra entender como en un país con inmensos territorios,
ellos siguen estando sin estudio, siendo ignorados por aquellos que constantemente los
recorren. La despreocupación de los nacionales por su propia realidad se le hace
inconcebible, por ello el esfuerzo se dirige a hacer evidente la necesidad y ventajas de esos
estudios. En otras palabras él se propone “(…) echar las bases positivas de la sociología
nacional, modeladas sobre la raza autóctona formada aquí por la geología y el clima, raza
que se impondrá en nuestra demografía con los atavismos hereditarios, mediante el
mestizaje, por la colaboración de aquel troquel, persistente y eterno.” 3
Así su trabajo busca de manera continua advertir los contrastes de las diferentes regiones y
comportamientos sociales, siempre con la intención de poder construir República. La idea
es que se entienda que los habitantes de América son un resultado histórico, lo que significa
que se han generado procesos de mestizaje que no se pueden negar, ya que el olvido de
dichas circunstancias significa y “(…) explica el desconcierto político y sociológico en las
Repúblicas mestizas; porque son agrupaciones indias disfrazadas con trajes que las
martirizan y las ponen en ridículo ante las que les sirven de modelo.” 4
M. Triana advierte que las relaciones que muchos de los dirigentes de la nación tienen con
el país son apenas formales, ya que no sólo desconocen los hábitos y prácticas sociales,
sino también, su geografía y las riquezas de los diversos espacios. Él reconoce que es
imposible construir una “(…) constitución política de carácter científico (…)” en un
territorio en que las preocupaciones científicas por entenderlo han sido escasas y poco
sistemáticas. “(…) puedo decir que a los viajes en Colombia debo más conocimientos que a
mis escasas lecturas, más sentido indígena que a mis atavismos y más intima noción
patriótica que a mi Escuela.” 5
Este le permite concluir que “El símbolo de la Patria es el mapa.”. Y que la vida política de
la nación debería regirse por un conocimiento expreso del territorio y sus características,
tanto físicas como culturales y sociales. “Que no se pueda ser gobernante ni legislador ni
enviado internacional quien no haya siquiera estudiado el país…Eso si debería consignarse
en la Constitución.” 6
. No se trata de una formula retórica, no es un asunto de poca monta lo
que se consigna allí, de lo que se trata, es de entender de manera precisa la necesidad del
conocimiento expreso de las situaciones sociales, de los espacios geográficos y de los
modos de producción para la administración pública.
Las consecuencias del desconocimiento del territorio y la sociedad son claras. Las políticas
trazadas por parte de los miembros del Estado se encuentran “(…) en abierta oposición con
el medio que los envuelve y enerva”. Las medidas económicas que buscan encontrar
caminos que mejoren el desmedrado patrimonio nacional se pierden en la manigua de los
datos imprecisos y los mapas mal trazados, siempre en medio de informes vagos y de
referencias incompletas que en últimas provocan una “fantasía geográfica”. Las zonas y
regiones del país permanecen aisladas y sin solución a sus múltiples problemas. La
planeación de vías de comunicación expeditas que acerquen las diversas zonas de la
geografía nacional y sus productos no se realizan. Así, “(…) la falta de aplicación a nuestro
terruño hace que lo ignoremos como cosa extraña, cuyos disimulados pasadizos recorremos
a tientas. No sabemos dónde estamos ni para dónde vamos, y lo que es más sorprendente,
no queremos conocer nuestro destino.”
Para M. Triana los dirigentes se desgastan en esa ignorancia, respiran “(…) aire de lejanas
latitudes, saturado de embriagadoras esencias, para alimentar los sueños de una falsa
civilización y mistifican tiempos y circunstancias, en loco desvarío”. Esa falsa civilización
se encuentra atravesada por ríos de desidia y muerte, en donde la mayoría de los habitantes
escasamente saben lecto-escribir, y pocos son los que se asoman a los proceso técnicos
contemporáneos. Los árboles genealógicos con su carga de estática y repeticiones son los
que campean por las incipientes “concentraciones urbanas”. Los grupos que se
autodenomina “élites”, gastan los días imaginando pertenecer a un grupo social extranjero y
alejándose lo más posible de los “pardos”; mostrando que una supuesta pureza de sangre es
más importante que las relaciones efectivas y reales con el medio; viviendo en y de la
tradición, el apellido y las rentas.
Eso es lo que el ingeniero bogotano clasifica como “loco desvarío”, pues la historia
nacional se ha elaborado de un modo amañado, con el fin de mostrar que la nación no
hubiera sido posible sin la participación de tan “insignes” familias. A los miembros de ese
“estrato” social “No les importa estudiar el suelo que pisan ni la naturaleza especial de las
fuerzas locales, abismados como viven en la contemplación mental de paisajes remotos y
problemas de otros pueblos. Son como los poetas que, en pleno tórrido, cantan al otoño con
sus hojas secas y al invierno cano.” 7
Así, el propósito de la obra de Triana es mostrar que las condiciones imperantes no dejan
construir un país con igualdad social y con posibilidades de enfrentarse al creciente
mercado mundial. Que las ideas que se han mantenido desde los tiempos coloniales de poco
o nada sirven en la realidad concreta de Colombia a finales del siglo XIX. Los vestigios de
la contrarreforma, y de las políticas coloniales se hacen patentes a cada paso. La exclusión
y el desarraigo son los comunes denominadores, no se trata de elementos aislados o poco
significativos. Por el contrario, aquél intelectual quiere realizar un balance general y
mostrar cuán lejos y difícil es la tarea de la construcción nacional. Sabe que los que visten
de levita y sombrero poco o nada contribuyen a dicha tarea, aquellos están más interesados
en nivelar la sociedad por lo bajo, pues ello garantiza el mantenimiento del poder, del
control y del privilegio. La construcción de ese nuevo país, significa para M. Triana un
“pueblo bien nutrido” ya que aquello permitiría que sea “(…) vigoroso y equilibrado: ni tan
nervioso que no sirva sino para hacer versos, ni tan famélico que no sirva para cargar
alfalfa: ni soñador ni estólido.” Así, que no es extraño encontrar las siguientes afirmaciones
en la “Revista de Colombia”:
“(…) que si hemos cambiado la residencia de nuestro Gobierno, sus prácticas
de conquista subsisten sobre el elemento indígena, y un régimen aristocrático
ha sobrevivido durante la República, como causa retardataria del movimiento
social. Las perturbaciones que la vida del país ha experimentado durante el
régimen aristocrático de los partidos, han ocasionado el extragamiento y la
relajación orgánica que hoy se palpa con una sola de sus intemperancias, con el
establecimiento del papel moneda como artificio de dominio.”
“Los españoles miraban la tierra conquistada como un patrimonio, como una
finca de campo donde no habían de permanecer toda la vida; para ellos España
era la patria en definitiva, y los criollos heredamos la indolencia consiguiente y
la necesidad de vivir no como hijos sumisos sino como amos por derecho de
conquista, sobre esta Patria, ya independiente de la Península.”
“La raza de los amos, habituada al trabajo fácil merced al concurso gratuito de
sus esclavos, sufrió tanto demérito como la de éstos; porque quien vive en los
placeres se pervierte en la misma medida en que hace odiosa la vida de los
siervos. Por eso la Conquista primero y la Tiranía después, han sido un
pernicioso principio social para este país, aunque una y otra pretendan justificar
en nombre de la Civilización antaño y ogaño de la paz.” 8
Ese país entendido por las “élites” como una “finca” que se puede y debe explotar
indiscriminadamente esta a la base de lo que denuncia Triana. Así, el arraigo por el suelo
patrio es imposible. La carencia de estudios e investigaciones es el resultado esperado de
aquellos prejuicios. Por ello, afirma que desde los albores de la Conquista el suelo y sus
pobladores han sido objetivados como mercancías, como fuentes de ganancia o como
dependientes sin destino y sin futuro. Lo único que le queda a esa bastardía es recibir y
cumplir órdenes. Condenados a la miseria, desplazados de los suelos más fértiles, se vieron
–y se ven- obligados a pagar impuestos onerosos que nunca son restituidos por vía de la
inversión social. Por ello afirma Triana que, “En Colombia y donde quiera que el pueblo
este formado por una masa subordinada indígena y por una clase superior, dominadora á
virtud de atavismos de conquista, no se pueden echar las bases de la Civilización y la Paz
(…) la idea de Patria no existe entre los oprimidos y no puede existir entre los opresores
(…)” y más adelante concluye: “La lucha entre amos y señores tiene por consecuencia el
menoscabo del rendimiento económico y del aumento de población, con el salario exiguo y
el jornalero desleal al contrato, con el potenciado traidor al país y el ciudadano remiso al
servicio público. En una palabra: la desvinculación nacional es el corolario degradante y
nocivo de la discordia.” 9
Ese balance es el que ve en la construcción de los primeros cien años de historia
republicana, en donde los ciudadanos no son una base efectiva y concreta para la
construcción nacional. Los atavismos que él pone en evidencia provienen de la precaria
formación social, política e intelectual. Los ciudadanos aparecen como un ente inexistente y
la sociedad civil aun es un proyecto por construir; no porque ella en sí misma se haya
resistido a su consolidación, sino porque las condiciones de dicha conformación no se han
dado. Los intereses particulares siguen estando por encima del bienestar general de la
población; los horizontes se cierran en los beneficios privados y los planes a largo plazo
sólo son asumidos en cuanto permitan ampliar los niveles de riqueza de cada grupo
familiar.
Las arcas nacionales siguen estando al servicio de unos pocos y el poder se mantiene por la
fuerza de la tradición, siempre reforzado por el uso efectivo de las armas. Los
descendientes directos o no de las comunidades aborígenes y de los pueblos del África
siguen estando excluidos de las decisiones políticas y de la participación efectiva en el
Estado. Por ello afirma M. Triana que “(…) la república ha sido un huérfano sin tutor,
entregado desde su adolescencia á las fantasías de los peligrosos ensueños.” 10
. Todo esto,
marcado, según el intelectual que se ha venido citando por la absoluta ausencia de una
sociología nacional, por la total indiferencia frente a los trabajos sobre la cultura y los
modos de comportamiento de los diversos grupos humanos que habitan el territorio; lo que
ha llevado a la consolidación de una pirámide social estática que sólo permite el asenso por
la vía de la política, la cual esta entregada al compadrazgo, el amiguismo, el regionalismo y
el gamonalismo.
Como ya se advirtió la “Revista de Colombia” (1910) se convirtió en un medio idóneo para
denunciar y proponer. Ya desde la editorial del primer número se advierte el desolado
paisaje del país. Según M. Triana es poco lo que se ha avanzado y aun menos lo que se
puede celebrar como Independencia. El estado de los caminos y medios de transporte sigue
siendo deficiente, lo que contribuye al atraso nacional y a fomentar la pobreza. Como
ciudadano del país se decide pedir la colaboración de los distintos estamentos
departamentales y municipales, con el fin de acopiar toda la información posible sobre el
territorio. Las diferentes instancias (gobernadores, secretarios de gobernación, directores
subalternos de estadísticas y maestros) dejaron vencer los plazos estipulados e impuesto por
la publicación, para definitivamente no colaborar en aquel proyecto. M. Triana asume que
“(…) por la falta de autoridad en mí para pedirla, por la inercia natural de la raza, porque ha
habido un cambio casi total de empleados de entonces (1909) para acá (1910) ó porque
tuvieron noticia de que se le había cercenado á la Revista la partida del presupuesto con que
contaba para eso.”
Y aquí se puede advertir nuevamente el asunto de la política y las consecuencias que él
denota como características del país. En primera instancia, la falta de autoridad, esto es, que
la burocracia colombiana sólo asume las responsabilidades que le dan aquellos que
considera de mayor jerarquía, lo que significaba que la herencia tantas veces referida del
período colonial vuelve a emerger en las prácticas sociales de la Nación.
En este contexto se hace necesario recordar algunas de las ideas que marcan el ideal del
“Hombre de Estado” que propone Triana, pues asegura que “(…) ya el calificativo de
Hombre de Estado no se confiere al soldado político, fiel hasta el delito de la Guerra Civil
en beneficio de su partido, sino al hombre de ciencia que ha estudiado el modo de fecundar
los recursos del país.” (Triana 1910). Así, el Estado requiere de un saber científico; las
medidas que se deben asumir y las decisiones que se han de tomar pasan por el tálamo de la
inteligencia. No pueden ser el resultado del capricho o de la tradición, presupone un camino
marcado el pensar. M. Triana aquí pone en claro lo que significa para él la política, esto es,
la lucha constante por ampliar y mejorar los recursos de la nación, lo cual contribuiría a
cerrar el foso que diferencia y aparta las clases sociales. Por ello “(…) los conocimientos de
un hombre de Estado y no los servilismos y genuflexiones del burócrata ignorante (…)”. Si
el pensamiento rige las determinaciones, ello evitaría gastos innecesarios, pues los trabajos
públicos ya no serían el resultado de una dudosa inspiración o de las buenas intenciones,
que la mayoría de las veces terminan provocando más daños que beneficios.
Esas premisas son las que se encuentran a la base del pensamiento político de M. Triana,
por ello el número de diciembre “Fin del Volumen” de la Revista de Colombia, se conduele
del poco o casi nulo efecto que han tenido los ejemplares anteriores. Eso lo lleva a afirmar
que si la revista
(…) fuera leída por las clases dirigentes, sería capaz de infundirles amor hacia
el país que hoy explotan sin entusiasmo, sin plan y sin esperanzas lisonjeras en
un porvenir opulento, que en su desaplicación no quieren ver. La generalidad
de los que, por medio de la política, se han hecho dueños de los destinos del
país no lo estudian ni se afanan por aprovecharse de los estudios ajenos para
encaminarlos con acierto. Nos ha tocado un mal lote en el reparto, dicen para
excusar los desastres á que los ha conducido su pereza y su desafecto, el
terreno es malo y está lejos de los centros comerciales: es natural que seamos
pobres y atrasados. 11
Por ello es
(…)preciso levantar el nivel de optimismo popular hasta que llegue á los ojos
de las clases dirigentes, de los gobernantes que no tienen gusto ni tiempo para
leer los estudios serios del país, de los sabios que no leen sino los libros
extranjeros, de los escritores que no se preocupan sino de la lucha de los
Partidos alrededor del Presupuesto, de los literatos que cierran los ojos ante el
paisaje propio para abrirlos á través de la novela francesa á escenas de otro
clima mental y de gentes de mundo que sufren la nostalgia de París y piensan
que la civilización nuestra debe recogerse entre las inmundicias de los
Boulevares, brillantes y perfumadas en su concepto estulto. Es preciso
continuar pregonando las opulencias de la Patria hasta que los descastados las
palpen y en vista de ellas se enorgullezcan de la madre á quien menosprecian
creyéndola inferior por ser pobre!. 12
Como en todo pensador que no esta dispuesto a renunciar a la idea de una sociedad más
digna e incluyente, en donde los ciudadanos jueguen un papel definitivo en las decisiones
que más les deben interesar, esto es, las del Estado. Así, M. Triana plasma un proyecto, una
utopía y un deseo:
El segundo siglo de su vida, ya pasado la edad de la adolescencia y sus
pasiones, Colombia verá reemplazarse en el estadio de su política práctica, á
los partidos desenfrenados, olvidadizos de su objeto á la postre para disputarse
á balazos sus dones, por los partidos rivalizantes en efectos y nuevos presentes,
que buscan con ellos el reconocimiento del Pueblo; verá también el
regionalismo, que se había convertido en maleza al descuido del campo patrio,
vuelto á ser, no venenosa antipatía de parroquias, sino saludable emulación de
dones naturales y esfuerzos virtuosos, cuando los hijos de todos sus climas han
comulgado en su amplio altar; y verá que la envidia contra los que procuramos
servirla, no podrá disfrazarse con la máscara del celo farisaico, sino que
aparecerá, desgarbada y tétrica, como un signo de criminalidad, afeando el
rostro de individualidades enfermas de odio. 13
Sobre esto volverá en la Civilización Chibcha en 1921. Allí él advierte que el estudio de los
grupos aborígenes significa entender el presente. No piensa la historia como un arsenal de
anécdotas y momentos cronológicos, sino como un conjunto de elementos que habitan y
determina el ahora. Ello es perfectamente evidente en la página 16 del prólogo, en donde
discute la situación de los aborígenes en las encomiendas y luego en la “vida civil” de la
República:
El patrón que obliga a sus dependientes a un trabajo excesivo y que no les paga
equitativamente; el que los castiga y ultraja; el que los explota codiciosamente,
imponiéndoles condiciones gravosas en sus conciertos; el que los reduce a la
ignorancia, para mejor aprovecharse de su imbecilidad; el que los mantiene en
la miseria y los exprime para amasar la riqueza de dorar los esplendores de que
disfruta con el sudor casi gratuito de sus trabajadores; ese tal es un agente
formidable del régimen de la Conquista, aunque respire el aire benéfico de la
República igualitaria y aunque hipócritamente esté afiliado al partido de la
democracia. Y tal es, a grandes rasgos, lo que sucede en Colombia. 14
Lo que M. Triana advierte más de cien años después del “grito de Independencia”, es la
presencia del gamonal, que tiene la misma actitud del conquistador del siglo XVI y XVII.
La conservación de este y del conquistador se hacen presentes a cada momento, pues se
trata de una “República aristocrática” que considera que la forma idónea de dirección
política es la de un “gobierno autoritario”.
Pies de Página.
1
-TRIANA, Miguel. “La corrección de los mapas”. En: El Liberal Ilustrado. Septiembre 12 1914. p. 202.
2
TRIANA, Miguel. Por el sur de Colombia. Biblioteca popular de cultura colombiana, 1950.
3
TRIANA, Miguel. La Civilización Chibcha. Bogotá: Biblioteca Popular de la Cultura Colombiana. 1951. p.
10
4
Op. Cit., p. 375. Triana 1950.
5
TRIANA, Miguel. Al Meta. Casa editorial de “El Liberal”. 1913. p. 31.
6
Op. Cit., p 5 Triana 1913.
7 Op. Cit. P 27 Triana 1951.
8
TRIANA, Miguel. Revista de Colombia”. Imprenta de J. Casis. 1910. Número 1.
9
Op. Cit. Triana 1910.
10
Op. Cit. Triana 1950.
11
Op. Cit. Triana 1910.
12
Op. Cit. Triana 1910.
13
Op. Cit. Triana 1910.
14
Op. Cit. P 16 Triana 1951.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
TRIANA, Miguel. 1910. Revista de Colombia. Imprenta de J. Casis. Número 1-12.
1913. Al Meta. Casa editorial de “El Liberal”.
1914. “La corrección de los mapas”. En: El Liberal Ilustrado. Septiembre 12.
1950. Por el sur de Colombia, prologo de S, Pérez Triana. Biblioteca popular de
cultura colombiana.
1951. La Civilización Chibcha. Bogotá: Biblioteca Popular de la Cultura
Colombiana.

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  • 1. EL IDEAL DE NACIÓN EN MIGUEL TRIANA* Carlos Augusto Rodríguez Martínez.1, 2, Resumen: El ingeniero Miguel Triana no sólo asumió con responsabilidad patriótica los estudios de ingeniería civil, y la construcción de carreteras, caminos y vías férreas, sino que a la vez registró la vida social y cultural de los sitios que visitaba. En particular se preocupó por reflexionar sobre el pasado aborigen de la nación y como ello determina la historia reciente. Sus trabajos se convierten en verdaderos informes de investigación, pues allí, es posible entender cómo eran los comportamientos de los habitantes y los usos y costumbres de las distintas regiones. Por el sur de Colombia (1906), Al Meta (1913) la Revista de Colombia (1910) y La Civilización Chibcha (1922) son sin duda obras que interrogan por el origen y destino de la nación. Esta ponencia busca exponer la noción de Nación que construye Miguel Triana y cómo el componente mestizo y aborigen es entendido por este intelectual de principio de siglo XX. *Conferencia leía en el marco del XV Congreso Colombiano de Historia. Julio de 2010. 1 GIPRI, Colombia; 2 Maestría Cuaternario y Prehistoria UTAD, Portugal, Erasmus Mundus. carlosrupestre@gmail.com
  • 2. EL IDEAL DE NACIÓN EN MIGUEL TRIANA Podría narrarse la historia de América Latina como una recíproca y continua ocupación de terreno. No hay demarcación estable conocida por todos. Ninguna frontera física y ningún límite social otorgan seguridad. Así nace, y se interioriza, de generación en generación, un miedo ancestral al invasor, al otro, al diferente, venga de arriba o de abajo. Norbert Lechner Una de las condiciones de la conformación de cualquier país moderno es el reconocimiento de sus figuras intelectuales. Esto es, hacer balances críticos y certeros de los aportes y limitaciones de sus pensamientos e ideas. Ello permite entender los contextos y las formas en que los territorios culturales, sociales y materiales han sido construidos. No se trata, por lo tanto, de un simple ejercicio de erudición y de poco interés. Allí, están expresadas de manera clara las ideas imperantes y las formas laberínticas y complejas en que una determinada sociedad ha dado cuenta de su propio acontecer. Las formas en que estos intelectuales han entendido el territorio y la nación, como las limitaciones de los trabajos emprendidos por ellos, son la evidencia del alcance de la sociedad en su conjunto. Ya que el pensamiento no pude ser entendido como un asunto individual y aislado de la sociedad en que se produce. Por eso, el que en determinados momentos se vanaglorie o vitupere los aportes de uno u otro intelectual es también una expresión social. Esto en el caso Colombiano debe ser entendido de manera clara y profunda. La historia intima del territorio y de la sociedad nacional esta atravesada por conflictos que no se han manifestado únicamente en la incontable lista asesinatos. En muchos casos, se ha realizado un proceso más “sutil”, esto es, se han eliminado las ideas y pensadores “inconvenientes” por medio del Olvido. Condenados a la trastienda nacional, aquellos se han convertido en curiosidades o en tema de especialistas. Uno de esos casos es Miguel Triana, quien con el paso de los años se convirtió en un extraño para el mundo intelectual del país. Nacido en el momento en que se funda la Sociedad de Naturalistas Neogranadinos en cabeza de Ezequiel Uricoechea que coincidió con la muerte de Agustín Codazzi en los calurosos valles del Cesar, se convirtió en uno de los más brillantes y polémicos ingenieros civiles del país.
  • 3. Antes de cumplir los 22 años de edad entra al servicio del geógrafo M. Rottel quien en ese momento (1877-1884) estaba realizando los levantamientos de la hoya del Orinoco. La forma en que M. Triana relata la experiencia del mencionado trabajo es importante para entender el proceso posterior de su pensamiento y de sus inclinaciones teóricas. “Vea usted en el mapa el curso rectificado del río Upía: es preciso rehacer toda la región del Casanare. La labor es ardua y requiere riguroso método: primero los ríos terciarios; después nos ocuparemos del Meta, la más importante de las corrientes colombianas del Napo, del Negro y del Casiquiare; por último situaremos el Orinoco, y con esto habremos delineado esta gran región.” (Triana 1914). De igual manera, la descripción que Miguel Triana hace del geógrafo francés es ya un balance de la situación del país y de sociedad de la época: “El hombre, por otra parte, poco tenía de digno de atención o de curiosidad. Un anciano miope, un pobretón de sombrero de fieltro y sobretodo parduzco, de apacible andar y continente humilde; en una palabra, sin ninguno de los signos exteriores que la imaginación de los criollos atribuyen sin motivo a las notabilidades.”1 Esas tempranas influencias fueron determinantes para M. Triana, quien se dedicó profesionalmente a la Ingeniería, y que entendería de manera clara que el territorio es mucho más que la descripción física de los espacios geográficos. Se puede asegurar que la obra literaria y científica de Miguel Triana continuó y amplió la tradición iniciada por los cronistas y viajeros, en la cual se quería dar noticia de los acontecimientos, peripecias, costumbres y tradiciones de los grupos humanos y de la naturaleza de las regiones visitadas. Sin embargo, para el caso de M. Triana se le debe sumar una preocupación consciente por el proceso de construcción del país, sus viajes son el resultado de preguntas concretas y de intereses evidentes. El primer viaje lo realizó hacia los llanos Orientales, más específicamente “Al Meta” y fue publicado en 1913; el segundo a principios del siglo XX (1906), bajo el gobierno del General Reyes; el tercero es un viaje buscando la República en el centenario de la independencia, por ello fue realizado en 1910. Finalmente, el más difícil de todos, cuya complejidad y problemática se advierte por el mismo tema, pues pretende reconstruir los espacios sociales, culturales, económicos y materiales de los Muiscas. Este viaje parece no tener una fecha definida, es el resultado del largo caminar de un “chibchófilo” como el mismo se definiera en 1906. En todos los casos se advierte un pensamiento crítico sobre la realidad nacional. M. Triana no se contenta con describir y traer al frente los temas y las costumbres. Sus preocupaciones van a un más allá, esto es, buscan mostrar las insuficiencias y precariedades del mundo social y del territorio. La obra, en su totalidad, es un intento consciente que pretende construir la consciencia en los ciudadanos de la naciente República. Esto se advierte en las primeras líneas de la obra. Para M. Triana el país es un espacio aun no recorrido, pletórico de arcanos y que difícilmente será objeto de trabajo por parte de los “bárbaros de levita” los cuales a pesar de saber “tantos idiomas europeos” son “reaccionarios a la civilización” 2 , esto es, al conocimiento racional de los diversos espacios de la vida material y espiritual de Colombia.
  • 4. Aquellos temas se convierten en una constante reflexión en las demás obras teóricas y prácticas de Miguel Triana. No logra entender como en un país con inmensos territorios, ellos siguen estando sin estudio, siendo ignorados por aquellos que constantemente los recorren. La despreocupación de los nacionales por su propia realidad se le hace inconcebible, por ello el esfuerzo se dirige a hacer evidente la necesidad y ventajas de esos estudios. En otras palabras él se propone “(…) echar las bases positivas de la sociología nacional, modeladas sobre la raza autóctona formada aquí por la geología y el clima, raza que se impondrá en nuestra demografía con los atavismos hereditarios, mediante el mestizaje, por la colaboración de aquel troquel, persistente y eterno.” 3 Así su trabajo busca de manera continua advertir los contrastes de las diferentes regiones y comportamientos sociales, siempre con la intención de poder construir República. La idea es que se entienda que los habitantes de América son un resultado histórico, lo que significa que se han generado procesos de mestizaje que no se pueden negar, ya que el olvido de dichas circunstancias significa y “(…) explica el desconcierto político y sociológico en las Repúblicas mestizas; porque son agrupaciones indias disfrazadas con trajes que las martirizan y las ponen en ridículo ante las que les sirven de modelo.” 4 M. Triana advierte que las relaciones que muchos de los dirigentes de la nación tienen con el país son apenas formales, ya que no sólo desconocen los hábitos y prácticas sociales, sino también, su geografía y las riquezas de los diversos espacios. Él reconoce que es imposible construir una “(…) constitución política de carácter científico (…)” en un territorio en que las preocupaciones científicas por entenderlo han sido escasas y poco sistemáticas. “(…) puedo decir que a los viajes en Colombia debo más conocimientos que a mis escasas lecturas, más sentido indígena que a mis atavismos y más intima noción patriótica que a mi Escuela.” 5 Este le permite concluir que “El símbolo de la Patria es el mapa.”. Y que la vida política de la nación debería regirse por un conocimiento expreso del territorio y sus características, tanto físicas como culturales y sociales. “Que no se pueda ser gobernante ni legislador ni enviado internacional quien no haya siquiera estudiado el país…Eso si debería consignarse en la Constitución.” 6 . No se trata de una formula retórica, no es un asunto de poca monta lo que se consigna allí, de lo que se trata, es de entender de manera precisa la necesidad del conocimiento expreso de las situaciones sociales, de los espacios geográficos y de los modos de producción para la administración pública. Las consecuencias del desconocimiento del territorio y la sociedad son claras. Las políticas trazadas por parte de los miembros del Estado se encuentran “(…) en abierta oposición con el medio que los envuelve y enerva”. Las medidas económicas que buscan encontrar caminos que mejoren el desmedrado patrimonio nacional se pierden en la manigua de los datos imprecisos y los mapas mal trazados, siempre en medio de informes vagos y de
  • 5. referencias incompletas que en últimas provocan una “fantasía geográfica”. Las zonas y regiones del país permanecen aisladas y sin solución a sus múltiples problemas. La planeación de vías de comunicación expeditas que acerquen las diversas zonas de la geografía nacional y sus productos no se realizan. Así, “(…) la falta de aplicación a nuestro terruño hace que lo ignoremos como cosa extraña, cuyos disimulados pasadizos recorremos a tientas. No sabemos dónde estamos ni para dónde vamos, y lo que es más sorprendente, no queremos conocer nuestro destino.” Para M. Triana los dirigentes se desgastan en esa ignorancia, respiran “(…) aire de lejanas latitudes, saturado de embriagadoras esencias, para alimentar los sueños de una falsa civilización y mistifican tiempos y circunstancias, en loco desvarío”. Esa falsa civilización se encuentra atravesada por ríos de desidia y muerte, en donde la mayoría de los habitantes escasamente saben lecto-escribir, y pocos son los que se asoman a los proceso técnicos contemporáneos. Los árboles genealógicos con su carga de estática y repeticiones son los que campean por las incipientes “concentraciones urbanas”. Los grupos que se autodenomina “élites”, gastan los días imaginando pertenecer a un grupo social extranjero y alejándose lo más posible de los “pardos”; mostrando que una supuesta pureza de sangre es más importante que las relaciones efectivas y reales con el medio; viviendo en y de la tradición, el apellido y las rentas. Eso es lo que el ingeniero bogotano clasifica como “loco desvarío”, pues la historia nacional se ha elaborado de un modo amañado, con el fin de mostrar que la nación no hubiera sido posible sin la participación de tan “insignes” familias. A los miembros de ese “estrato” social “No les importa estudiar el suelo que pisan ni la naturaleza especial de las fuerzas locales, abismados como viven en la contemplación mental de paisajes remotos y problemas de otros pueblos. Son como los poetas que, en pleno tórrido, cantan al otoño con sus hojas secas y al invierno cano.” 7 Así, el propósito de la obra de Triana es mostrar que las condiciones imperantes no dejan construir un país con igualdad social y con posibilidades de enfrentarse al creciente mercado mundial. Que las ideas que se han mantenido desde los tiempos coloniales de poco o nada sirven en la realidad concreta de Colombia a finales del siglo XIX. Los vestigios de la contrarreforma, y de las políticas coloniales se hacen patentes a cada paso. La exclusión y el desarraigo son los comunes denominadores, no se trata de elementos aislados o poco significativos. Por el contrario, aquél intelectual quiere realizar un balance general y mostrar cuán lejos y difícil es la tarea de la construcción nacional. Sabe que los que visten de levita y sombrero poco o nada contribuyen a dicha tarea, aquellos están más interesados en nivelar la sociedad por lo bajo, pues ello garantiza el mantenimiento del poder, del control y del privilegio. La construcción de ese nuevo país, significa para M. Triana un “pueblo bien nutrido” ya que aquello permitiría que sea “(…) vigoroso y equilibrado: ni tan nervioso que no sirva sino para hacer versos, ni tan famélico que no sirva para cargar
  • 6. alfalfa: ni soñador ni estólido.” Así, que no es extraño encontrar las siguientes afirmaciones en la “Revista de Colombia”: “(…) que si hemos cambiado la residencia de nuestro Gobierno, sus prácticas de conquista subsisten sobre el elemento indígena, y un régimen aristocrático ha sobrevivido durante la República, como causa retardataria del movimiento social. Las perturbaciones que la vida del país ha experimentado durante el régimen aristocrático de los partidos, han ocasionado el extragamiento y la relajación orgánica que hoy se palpa con una sola de sus intemperancias, con el establecimiento del papel moneda como artificio de dominio.” “Los españoles miraban la tierra conquistada como un patrimonio, como una finca de campo donde no habían de permanecer toda la vida; para ellos España era la patria en definitiva, y los criollos heredamos la indolencia consiguiente y la necesidad de vivir no como hijos sumisos sino como amos por derecho de conquista, sobre esta Patria, ya independiente de la Península.” “La raza de los amos, habituada al trabajo fácil merced al concurso gratuito de sus esclavos, sufrió tanto demérito como la de éstos; porque quien vive en los placeres se pervierte en la misma medida en que hace odiosa la vida de los siervos. Por eso la Conquista primero y la Tiranía después, han sido un pernicioso principio social para este país, aunque una y otra pretendan justificar en nombre de la Civilización antaño y ogaño de la paz.” 8 Ese país entendido por las “élites” como una “finca” que se puede y debe explotar indiscriminadamente esta a la base de lo que denuncia Triana. Así, el arraigo por el suelo patrio es imposible. La carencia de estudios e investigaciones es el resultado esperado de aquellos prejuicios. Por ello, afirma que desde los albores de la Conquista el suelo y sus pobladores han sido objetivados como mercancías, como fuentes de ganancia o como dependientes sin destino y sin futuro. Lo único que le queda a esa bastardía es recibir y cumplir órdenes. Condenados a la miseria, desplazados de los suelos más fértiles, se vieron –y se ven- obligados a pagar impuestos onerosos que nunca son restituidos por vía de la inversión social. Por ello afirma Triana que, “En Colombia y donde quiera que el pueblo este formado por una masa subordinada indígena y por una clase superior, dominadora á virtud de atavismos de conquista, no se pueden echar las bases de la Civilización y la Paz (…) la idea de Patria no existe entre los oprimidos y no puede existir entre los opresores (…)” y más adelante concluye: “La lucha entre amos y señores tiene por consecuencia el menoscabo del rendimiento económico y del aumento de población, con el salario exiguo y el jornalero desleal al contrato, con el potenciado traidor al país y el ciudadano remiso al servicio público. En una palabra: la desvinculación nacional es el corolario degradante y nocivo de la discordia.” 9
  • 7. Ese balance es el que ve en la construcción de los primeros cien años de historia republicana, en donde los ciudadanos no son una base efectiva y concreta para la construcción nacional. Los atavismos que él pone en evidencia provienen de la precaria formación social, política e intelectual. Los ciudadanos aparecen como un ente inexistente y la sociedad civil aun es un proyecto por construir; no porque ella en sí misma se haya resistido a su consolidación, sino porque las condiciones de dicha conformación no se han dado. Los intereses particulares siguen estando por encima del bienestar general de la población; los horizontes se cierran en los beneficios privados y los planes a largo plazo sólo son asumidos en cuanto permitan ampliar los niveles de riqueza de cada grupo familiar. Las arcas nacionales siguen estando al servicio de unos pocos y el poder se mantiene por la fuerza de la tradición, siempre reforzado por el uso efectivo de las armas. Los descendientes directos o no de las comunidades aborígenes y de los pueblos del África siguen estando excluidos de las decisiones políticas y de la participación efectiva en el Estado. Por ello afirma M. Triana que “(…) la república ha sido un huérfano sin tutor, entregado desde su adolescencia á las fantasías de los peligrosos ensueños.” 10 . Todo esto, marcado, según el intelectual que se ha venido citando por la absoluta ausencia de una sociología nacional, por la total indiferencia frente a los trabajos sobre la cultura y los modos de comportamiento de los diversos grupos humanos que habitan el territorio; lo que ha llevado a la consolidación de una pirámide social estática que sólo permite el asenso por la vía de la política, la cual esta entregada al compadrazgo, el amiguismo, el regionalismo y el gamonalismo. Como ya se advirtió la “Revista de Colombia” (1910) se convirtió en un medio idóneo para denunciar y proponer. Ya desde la editorial del primer número se advierte el desolado paisaje del país. Según M. Triana es poco lo que se ha avanzado y aun menos lo que se puede celebrar como Independencia. El estado de los caminos y medios de transporte sigue siendo deficiente, lo que contribuye al atraso nacional y a fomentar la pobreza. Como ciudadano del país se decide pedir la colaboración de los distintos estamentos departamentales y municipales, con el fin de acopiar toda la información posible sobre el territorio. Las diferentes instancias (gobernadores, secretarios de gobernación, directores subalternos de estadísticas y maestros) dejaron vencer los plazos estipulados e impuesto por la publicación, para definitivamente no colaborar en aquel proyecto. M. Triana asume que “(…) por la falta de autoridad en mí para pedirla, por la inercia natural de la raza, porque ha habido un cambio casi total de empleados de entonces (1909) para acá (1910) ó porque tuvieron noticia de que se le había cercenado á la Revista la partida del presupuesto con que contaba para eso.” Y aquí se puede advertir nuevamente el asunto de la política y las consecuencias que él denota como características del país. En primera instancia, la falta de autoridad, esto es, que
  • 8. la burocracia colombiana sólo asume las responsabilidades que le dan aquellos que considera de mayor jerarquía, lo que significaba que la herencia tantas veces referida del período colonial vuelve a emerger en las prácticas sociales de la Nación. En este contexto se hace necesario recordar algunas de las ideas que marcan el ideal del “Hombre de Estado” que propone Triana, pues asegura que “(…) ya el calificativo de Hombre de Estado no se confiere al soldado político, fiel hasta el delito de la Guerra Civil en beneficio de su partido, sino al hombre de ciencia que ha estudiado el modo de fecundar los recursos del país.” (Triana 1910). Así, el Estado requiere de un saber científico; las medidas que se deben asumir y las decisiones que se han de tomar pasan por el tálamo de la inteligencia. No pueden ser el resultado del capricho o de la tradición, presupone un camino marcado el pensar. M. Triana aquí pone en claro lo que significa para él la política, esto es, la lucha constante por ampliar y mejorar los recursos de la nación, lo cual contribuiría a cerrar el foso que diferencia y aparta las clases sociales. Por ello “(…) los conocimientos de un hombre de Estado y no los servilismos y genuflexiones del burócrata ignorante (…)”. Si el pensamiento rige las determinaciones, ello evitaría gastos innecesarios, pues los trabajos públicos ya no serían el resultado de una dudosa inspiración o de las buenas intenciones, que la mayoría de las veces terminan provocando más daños que beneficios. Esas premisas son las que se encuentran a la base del pensamiento político de M. Triana, por ello el número de diciembre “Fin del Volumen” de la Revista de Colombia, se conduele del poco o casi nulo efecto que han tenido los ejemplares anteriores. Eso lo lleva a afirmar que si la revista (…) fuera leída por las clases dirigentes, sería capaz de infundirles amor hacia el país que hoy explotan sin entusiasmo, sin plan y sin esperanzas lisonjeras en un porvenir opulento, que en su desaplicación no quieren ver. La generalidad de los que, por medio de la política, se han hecho dueños de los destinos del país no lo estudian ni se afanan por aprovecharse de los estudios ajenos para encaminarlos con acierto. Nos ha tocado un mal lote en el reparto, dicen para excusar los desastres á que los ha conducido su pereza y su desafecto, el terreno es malo y está lejos de los centros comerciales: es natural que seamos pobres y atrasados. 11 Por ello es (…)preciso levantar el nivel de optimismo popular hasta que llegue á los ojos de las clases dirigentes, de los gobernantes que no tienen gusto ni tiempo para leer los estudios serios del país, de los sabios que no leen sino los libros extranjeros, de los escritores que no se preocupan sino de la lucha de los Partidos alrededor del Presupuesto, de los literatos que cierran los ojos ante el paisaje propio para abrirlos á través de la novela francesa á escenas de otro clima mental y de gentes de mundo que sufren la nostalgia de París y piensan que la civilización nuestra debe recogerse entre las inmundicias de los Boulevares, brillantes y perfumadas en su concepto estulto. Es preciso
  • 9. continuar pregonando las opulencias de la Patria hasta que los descastados las palpen y en vista de ellas se enorgullezcan de la madre á quien menosprecian creyéndola inferior por ser pobre!. 12 Como en todo pensador que no esta dispuesto a renunciar a la idea de una sociedad más digna e incluyente, en donde los ciudadanos jueguen un papel definitivo en las decisiones que más les deben interesar, esto es, las del Estado. Así, M. Triana plasma un proyecto, una utopía y un deseo: El segundo siglo de su vida, ya pasado la edad de la adolescencia y sus pasiones, Colombia verá reemplazarse en el estadio de su política práctica, á los partidos desenfrenados, olvidadizos de su objeto á la postre para disputarse á balazos sus dones, por los partidos rivalizantes en efectos y nuevos presentes, que buscan con ellos el reconocimiento del Pueblo; verá también el regionalismo, que se había convertido en maleza al descuido del campo patrio, vuelto á ser, no venenosa antipatía de parroquias, sino saludable emulación de dones naturales y esfuerzos virtuosos, cuando los hijos de todos sus climas han comulgado en su amplio altar; y verá que la envidia contra los que procuramos servirla, no podrá disfrazarse con la máscara del celo farisaico, sino que aparecerá, desgarbada y tétrica, como un signo de criminalidad, afeando el rostro de individualidades enfermas de odio. 13 Sobre esto volverá en la Civilización Chibcha en 1921. Allí él advierte que el estudio de los grupos aborígenes significa entender el presente. No piensa la historia como un arsenal de anécdotas y momentos cronológicos, sino como un conjunto de elementos que habitan y determina el ahora. Ello es perfectamente evidente en la página 16 del prólogo, en donde discute la situación de los aborígenes en las encomiendas y luego en la “vida civil” de la República: El patrón que obliga a sus dependientes a un trabajo excesivo y que no les paga equitativamente; el que los castiga y ultraja; el que los explota codiciosamente, imponiéndoles condiciones gravosas en sus conciertos; el que los reduce a la ignorancia, para mejor aprovecharse de su imbecilidad; el que los mantiene en la miseria y los exprime para amasar la riqueza de dorar los esplendores de que disfruta con el sudor casi gratuito de sus trabajadores; ese tal es un agente formidable del régimen de la Conquista, aunque respire el aire benéfico de la República igualitaria y aunque hipócritamente esté afiliado al partido de la democracia. Y tal es, a grandes rasgos, lo que sucede en Colombia. 14 Lo que M. Triana advierte más de cien años después del “grito de Independencia”, es la presencia del gamonal, que tiene la misma actitud del conquistador del siglo XVI y XVII.
  • 10. La conservación de este y del conquistador se hacen presentes a cada momento, pues se trata de una “República aristocrática” que considera que la forma idónea de dirección política es la de un “gobierno autoritario”. Pies de Página. 1 -TRIANA, Miguel. “La corrección de los mapas”. En: El Liberal Ilustrado. Septiembre 12 1914. p. 202. 2 TRIANA, Miguel. Por el sur de Colombia. Biblioteca popular de cultura colombiana, 1950. 3 TRIANA, Miguel. La Civilización Chibcha. Bogotá: Biblioteca Popular de la Cultura Colombiana. 1951. p. 10 4 Op. Cit., p. 375. Triana 1950. 5 TRIANA, Miguel. Al Meta. Casa editorial de “El Liberal”. 1913. p. 31. 6 Op. Cit., p 5 Triana 1913. 7 Op. Cit. P 27 Triana 1951. 8 TRIANA, Miguel. Revista de Colombia”. Imprenta de J. Casis. 1910. Número 1. 9 Op. Cit. Triana 1910. 10 Op. Cit. Triana 1950. 11 Op. Cit. Triana 1910. 12 Op. Cit. Triana 1910. 13 Op. Cit. Triana 1910. 14 Op. Cit. P 16 Triana 1951. BIBLIOGRAFÍA CITADA TRIANA, Miguel. 1910. Revista de Colombia. Imprenta de J. Casis. Número 1-12. 1913. Al Meta. Casa editorial de “El Liberal”. 1914. “La corrección de los mapas”. En: El Liberal Ilustrado. Septiembre 12. 1950. Por el sur de Colombia, prologo de S, Pérez Triana. Biblioteca popular de cultura colombiana.
  • 11. 1951. La Civilización Chibcha. Bogotá: Biblioteca Popular de la Cultura Colombiana.