Resumen del Capítulo 1 de "Historia General del Pueblo Dominicano, tomo 1" de Roberto Cassá:
El capítulo 1 del libro "Historia General del Pueblo Dominicano, tomo 1", escrito por el destacado historiador Roberto Cassá, ofrece una visión panorámica y analítica de la evolución de la historiografía dominicana desde sus orígenes hasta la actualidad. A través de un recorrido cronológico y temático, Cassá examina las principales corrientes, autores y obras que han marcado el estudio del pasado dominicano, así como los contextos sociales, políticos e intelectuales que han influido en su desarrollo.
Resumen del Capítulo 2 de "Historia General del Pueblo Dominicano, tomo 1" de Roberto Cassá:
En el capítulo 2 del libro "Historia General del Pueblo Dominicano, tomo 1", Roberto Cassá nos ofrece un análisis detallado y profundo de los primeros pobladores de la isla de Santo Domingo, desde la llegada de los grupos indígenas hasta el inicio de la colonización española. A través de un examen riguroso de las evidencias arqueológicas, lingüísticas y etnohistóricas, el autor nos presenta una visión compleja y matizada de las sociedades indígenas que habitaron la isla antes de la conquista.
LABERINTOS DE DISCIPLINAS DEL PENTATLÓN OLÍMPICO MODERNO. Por JAVIER SOLIS NO...
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1. 16-03-2024
Henzo Alexanderl Celestino Vanterpool.
Facilitadora: María Teresa González.
Resumen del libro Historia General del Pueblo Dominicano, tomo 1(Cap.1 y
2 de Roberto Cassá).
El capítulo 1 del libro "Historia General del Pueblo Dominicano, tomo 1", escrito
por el destacado historiador Roberto Cassá, ofrece una visión panorámica y
analítica de la evolución de la historiografía dominicana desde sus orígenes
hasta la actualidad. A través de un recorrido cronológico y temático, Cassá
examina las principales corrientes, autores y obras que han marcado el estudio
del pasado dominicano, así como los contextos sociales, políticos e intelectuales
que han influido en su desarrollo.
El autor comienza señalando que la historiografía dominicana, entendida como
la escritura sistemática y crítica de la historia, es un fenómeno relativamente
reciente, que se remonta a mediados del siglo XIX. Antes de ese período,
existían algunas crónicas y relatos históricos, principalmente escritos por autores
extranjeros, pero no una tradición historiográfica propiamente dominicana.
Es a partir de la independencia nacional en 1844 cuando comienzan a aparecer
las primeras obras de historia escritas por autores dominicanos. Cassá destaca
el papel pionero de figuras como José Gabriel García, considerado el "padre de
la historiografía dominicana", quien en su obra "Compendio de la historia de
Santo Domingo" (1867) sentó las bases para el estudio sistemático de la historia
nacional.
Otro hito importante en este período inicial fue la publicación de la "Historia de
Santo Domingo" (1890) de Antonio Del Monte y Tejada, una obra monumental
que abarcaba desde el descubrimiento de la isla hasta mediados del siglo XIX.
Del Monte y Tejada se basó en una amplia investigación documental y aportó
una visión más amplia y detallada de la historia dominicana.
Sin embargo, Cassá señala que estas primeras obras estaban influenciadas por
una perspectiva romántica y nacionalista, que tendía a idealizar el pasado y a
2. resaltar los valores y logros de la nación dominicana. Aún no existía una
metodología rigurosa ni una reflexión crítica sobre los procesos históricos.
Es a principios del siglo XX cuando comienza a desarrollarse una historiografía
más profesional y científica en República Dominicana. Un hito en este sentido
fue la obra de Américo Lugo, quien en su "Historia de Santo Domingo" (1916)
introdujo una perspectiva más crítica y documentada, basada en el análisis de
fuentes primarias y en una metodología más rigurosa.
Lugo fue uno de los primeros historiadores dominicanos en cuestionar las
visiones idealizadas del pasado y en plantear una interpretación más realista y
objetiva de los procesos históricos. Sus obras, como "El Estado dominicano ante
el derecho público" (1916) y "A punto largo" (1947), sentaron las bases para una
historiografía más profesional y comprometida con la verdad histórica.
Otro autor destacado de este período fue Emilio Rodríguez Demorizi, quien
realizó una valiosa labor de recopilación y publicación de documentos históricos,
especialmente del período colonial y la independencia. Obras como "Cesión de
Santo Domingo a Francia" (1958) y "Documentos para la historia de la República
Dominicana" (1944-1947) son fundamentales para el estudio de estos períodos.
Durante la dictadura de Rafael Trujillo (1930-1961), la historiografía dominicana
enfrentó serios desafíos y limitaciones. El régimen trujillista impuso una visión
oficialista y propagandística de la historia, que exaltaba la figura del dictador y
su papel en la "modernización" del país. Muchos historiadores fueron
perseguidos o censurados, y la libertad de investigación y expresión se vio
seriamente restringida.
A pesar de estas dificultades, algunos historiadores lograron mantener una cierta
independencia y realizar contribuciones importantes. Cassá destaca el papel de
Fray Cipriano de Utrera, quien desde su labor como historiador de la Iglesia
realizó valiosos aportes al conocimiento de la historia eclesiástica y cultural
dominicana.
Otro autor que logró mantener una postura crítica y objetiva durante este período
fue Emilio Cordero Michel, cuya obra "La revolución haitiana y Santo Domingo"
3. (1968) ofreció una visión renovada y desmitificadora de las relaciones entre la
República Dominicana y Haití.
Tras la caída de Trujillo en 1961, la historiografía dominicana experimentó un
renacimiento y una renovación significativa. Cassá señala que en este período
se produjo una "ruptura epistemológica", caracterizada por el cuestionamiento
de los esquemas tradicionales y la búsqueda de nuevas perspectivas y enfoques
en el estudio de la historia.
Uno de los factores que contribuyó a esta renovación fue la influencia de las
corrientes historiográficas internacionales, especialmente el marxismo y la
Escuela de los Annales. Muchos historiadores dominicanos se formaron en
universidades extranjeras y se nutrieron de estas corrientes, que les
proporcionaron nuevas herramientas teóricas y metodológicas para el análisis
histórico.
En este contexto, surge una nueva generación de historiadores que se propone
reinterpretar la historia dominicana desde una perspectiva crítica y
comprometida con la transformación social. Cassá destaca el papel de autores
como Frank Moya Pons, Roberto Cassá, Rubén Silié y Mu-Kien Adriana Sang,
entre otros.
Frank Moya Pons, considerado uno de los historiadores dominicanos más
importantes de la actualidad, ha realizado contribuciones fundamentales en
áreas como la historia económica, social y de la esclavitud. Su obra más
conocida, "Manual de historia dominicana" (1977), se ha convertido en un texto
de referencia para el estudio de la historia nacional.
Roberto Cassá, el propio autor del capítulo, ha desarrollado una amplia obra
historiográfica desde una perspectiva marxista y crítica. En libros como "Historia
social y económica de la República Dominicana" (1989) y "Capitalismo y
dictadura" (1982), Cassá ha analizado las estructuras económicas, sociales y
políticas que han configurado la historia dominicana, con especial énfasis en las
luchas populares y los movimientos sociales.
Rubén Silié, por su parte, ha realizado importantes aportes en el estudio de la
historia de las ideas y la intelectualidad dominicana. Obras como "Economía,
4. esclavitud y población: ensayos de interpretación histórica del Santo Domingo
español" (1976) y "Sociohistórica dominicana: artículos escogidos" (2015)
reflejan su interés por comprender las dinámicas ideológicas y culturales que han
atravesado la sociedad dominicana.
Mu-Kien Adriana Sang, destacada historiadora feminista, ha contribuido a la
visibilización y el análisis de la historia de las mujeres y las relaciones de género
en República Dominicana. En obras como "Buenaventura Báez: el caudillo del
Sur" (1991) y "Ulises Heureaux: biografía de un dictador" (1987), Sang ha
cuestionado los enfoques tradicionales centrados en las figuras masculinas y ha
rescatado el papel de las mujeres en la historia dominicana.
Cassá también destaca el desarrollo de nuevas líneas de investigación y
enfoques en la historiografía dominicana contemporánea. Por ejemplo, se ha
avanzado en el estudio de la historia regional y local, con trabajos que exploran
las particularidades y dinámicas propias de diferentes zonas del país.
Asimismo, se ha producido un creciente interés por la historia de los grupos
subalternos y marginados, como los esclavos, los campesinos, los obreros y las
minorías étnicas. Obras como "El hato y el conuco: contexto para el surgimiento
de la cultura dominicana" (1978) de Carlos Esteban Deive y "Los guerrilleros
negros: esclavos fugitivos y cimarrones en Santo Domingo" (1997) de Rubén
Silié han contribuido a visibilizar y valorar la experiencia histórica de estos
grupos.
Otro ámbito que ha ganado relevancia en las últimas décadas es la historia
cultural, con estudios que exploran las mentalidades, las representaciones, las
prácticas culturales y la vida cotidiana en diferentes momentos de la historia
dominicana. Autores como Dagoberto Tejeda Ortiz, Marcio Veloz Maggiolo y
Carlos Hernández Soto han realizado aportes significativos en este campo.
Cassá también señala el desarrollo de la historia económica, con investigaciones
que han profundizado en el análisis de los procesos de producción, comercio,
trabajo y desigualdad a lo largo de la historia dominicana. Obras como "Tabaco
y sociedad: la organización del poder en el ecomercado de tabaco dominicano"
(1985) de Michiel Baud y "Azúcar y política: el proceso de modernización de la
industria azucarera dominicana, 1870-1930" (1983) de José del Castillo y Walter
Cordero son representativas de esta línea de trabajo.
5. En el ámbito de la historia política, se ha producido una renovación significativa,
con estudios que abordan críticamente los procesos de construcción del Estado,
las luchas por la democracia, los movimientos sociales y las relaciones de poder.
Obras como "Autoritarismo y democracia en la política dominicana" (1975) de
Julio Genaro Campillo Pérez y "Caudillos, caciques y dictadores: crisis del
sistema de dominación tradicional en República Dominicana" (1985) de Roberto
Cassá son ejemplos de esta perspectiva.
Cassá también destaca la creciente profesionalización e institucionalización de
la disciplina histórica en República Dominicana. La creación de programas de
formación universitaria en historia, el fortalecimiento de las asociaciones y redes
de historiadores, y el desarrollo de revistas y publicaciones especializadas han
contribuido a elevar el nivel y la calidad de la producción historiográfica nacional.
Sin embargo, el autor también señala algunos desafíos y limitaciones que
enfrenta la historiografía dominicana en la actualidad. Por ejemplo, la falta de
recursos y apoyo institucional para la investigación histórica, la escasa difusión
y divulgación del conocimiento histórico entre el público general, y la persistencia
de visiones simplistas o distorsionadas del pasado en el imaginario colectivo.
Ante estos desafíos, Cassá plantea la necesidad de fortalecer el compromiso
social y político de los historiadores, y de promover una mayor vinculación de la
investigación histórica con los problemas y demandas de la sociedad dominicana
actual. La historia, argumenta el autor, no es un saber neutro o aséptico, sino
una herramienta de reflexión crítica y transformación social.
En conclusión, el capítulo de Roberto Cassá ofrece una visión panorámica y
analítica de la evolución de la historiografía dominicana, desde sus orígenes
hasta la actualidad. A través de un recorrido por las principales corrientes,
autores y obras, el autor nos muestra cómo el estudio del pasado dominicano ha
estado marcado por diferentes enfoques, influencias y contextos sociales y
políticos.
Desde las primeras obras de carácter romántico y nacionalista, pasando por el
desarrollo de una historiografía más profesional y crítica, hasta la renovación y
diversificación de las últimas décadas, la historiografía dominicana ha
experimentado un proceso de maduración y complejización significativo.
6. Cassá nos invita a valorar los aportes de los grandes historiadores dominicanos,
como José Gabriel García, Américo Lugo, Emilio Rodríguez Demorizi, Frank
Moya Pons, Roberto Cassá, Rubén Silié y Mu-Kien Adriana Sang, entre otros,
quienes desde diferentes enfoques y perspectivas han contribuido a enriquecer
y profundizar nuestra comprensión del pasado dominicano.
Asimismo, el autor nos muestra cómo la historiografía dominicana ha ido
incorporando nuevas temáticas, enfoques y metodologías, desde la historia
económica y social hasta la historia cultural y de género, pasando por la historia
regional y local. Este proceso de diversificación ha permitido una mirada más
compleja y plural sobre la realidad histórica dominicana.
Sin embargo, Cassá también nos advierte sobre los desafíos y limitaciones que
enfrenta la disciplina en la actualidad, como la falta de recursos y apoyo
institucional, la escasa difusión del conocimiento histórico y la persistencia de
visiones simplistas o distorsionadas del pasado.
Ante estos desafíos, el autor nos invita a reflexionar sobre el compromiso social
y político de los historiadores, y sobre la necesidad de promover una mayor
vinculación de la investigación histórica con los problemas y demandas de la
sociedad dominicana actual. La historia, nos recuerda Cassá, no es un saber
neutro o aséptico, sino una herramienta de reflexión crítica y transformación
social.
En definitiva, el capítulo 1 de Roberto Cassá es una contribución fundamental
para comprender la evolución y los desafíos de la historiografía dominicana. Su
análisis riguroso y comprometido nos invita a valorar el legado de los grandes
historiadores dominicanos, a reflexionar críticamente sobre nuestro pasado y a
asumir el compromiso de construir una historiografía más plural, crítica y
socialmente relevante.
En el capítulo 2 del libro "Historia General del Pueblo Dominicano, tomo 1",
Roberto Cassá nos ofrece un análisis detallado y profundo de los primeros
pobladores de la isla de Santo Domingo, desde la llegada de los grupos
indígenas hasta el inicio de la colonización española. A través de un examen
7. riguroso de las evidencias arqueológicas, lingüísticas y etnohistóricas, el autor
nos presenta una visión compleja y matizada de las sociedades indígenas que
habitaron la isla antes de la conquista.
Cassá comienza señalando que la isla de Santo Domingo, conocida por los
indígenas como Haití o Quisqueya, fue uno de los primeros territorios del
continente americano en ser poblado por grupos humanos. Las evidencias
arqueológicas sugieren que los primeros habitantes llegaron a la isla hace unos
6,000 años, provenientes de otras regiones del Caribe y de Centroamérica.
Estos primeros pobladores, conocidos como "arcaicos" o "precerámicos", se
caracterizaban por una economía de caza, pesca y recolección, y por el uso de
herramientas líticas simples. Cassá destaca que, a pesar de su aparente
simplicidad, estos grupos desarrollaron una relación estrecha y compleja con su
entorno natural, adaptándose a los diferentes ecosistemas de la isla.
Con el paso del tiempo, se produjo un proceso de diversificación cultural y
tecnológica entre los grupos indígenas de Santo Domingo. Cassá señala que,
hacia el siglo V d.C., se desarrolló en la isla la cultura saladoide, caracterizada
por la introducción de la cerámica, la agricultura y la vida aldeana.
Los saladoides, originarios de la cuenca del Orinoco, se expandieron por todo el
Caribe, incluyendo Santo Domingo. Su llegada supuso un cambio significativo
en los modos de vida de los pueblos indígenas, que pasaron de una economía
de subsistencia a una economía más compleja, basada en el cultivo de la yuca,
el maíz y otros productos agrícolas.
Cassá destaca que la cultura saladoide no fue homogénea, sino que presentó
variaciones regionales y temporales significativas. En Santo Domingo, los
saladoides desarrollaron un estilo cerámico propio, conocido como "ostionoide",
que se caracteriza por su elaborada decoración incisa y modelada.
Hacia el siglo VIII d.C., se produjo una nueva transformación cultural en la isla,
con la llegada de grupos portadores de la cultura taína. Los taínos, que se
expandieron desde el este de Puerto Rico hasta el oeste de Cuba, desarrollaron
una sociedad compleja y jerarquizada, basada en la agricultura intensiva, el
comercio y la especialización artesanal.
8. Cassá señala que los taínos de Santo Domingo, conocidos como "ciguayos" en
las fuentes históricas, se destacaron por su rica producción material y simbólica.
Su cerámica, conocida como "chicoide", se caracteriza por su elaborada
decoración pintada y modelada, que incluye representaciones antropomorfas y
zoomorfas.
Los taínos también desarrollaron un complejo sistema de creencias y prácticas
religiosas, centrado en el culto a los cemíes, espíritus o deidades que habitaban
en objetos naturales y artificiales. Cassá destaca la importancia de los bohíos,
espacios sagrados donde se realizaban rituales y ceremonias, y donde se
guardaban los cemíes y otros objetos de poder.
En el ámbito político, los taínos se organizaban en cacicazgos, entidades
territoriales gobernadas por un cacique o jefe, que ejercía su autoridad sobre una
red de aldeas y comunidades. Cassá señala que los cacicazgos taínos de Santo
Domingo, como los de Higüey, Maguá y Xaragua, alcanzaron un alto grado de
complejidad y extensión territorial.
Además de los taínos, Cassá también analiza la presencia de otros grupos
indígenas en Santo Domingo, como los macoriges y los ciguayos. Estos grupos,
menos conocidos en las fuentes históricas, parecen haber tenido una
organización social y política más simple que los taínos, basada en la caza, la
pesca y la recolección.
El autor también dedica un apartado a la cuestión de la lengua y la identidad
étnica de los pueblos indígenas de Santo Domingo. A partir de un análisis de los
términos y topónimos registrados en las fuentes históricas, Cassá sostiene que
en la isla se hablaban al menos dos lenguas diferentes: el taíno, hablado por los
grupos del este y centro de la isla, y el macorí, hablado por los grupos del oeste.
Esta diversidad lingüística y cultural, señala Cassá, refleja la complejidad del
panorama étnico de la isla antes de la llegada de los españoles. Lejos de ser una
sociedad homogénea y estática, los pueblos indígenas de Santo Domingo
formaban un mosaico dinámico y diverso, con identidades y relaciones
cambiantes.
9. Un aspecto central del análisis de Cassá es la cuestión del desarrollo tecnológico
y la adaptación al medio ambiente de los pueblos indígenas. El autor destaca
que, a pesar de no contar con herramientas de metal, los indígenas de Santo
Domingo desarrollaron una tecnología sofisticada y eficiente, basada en el uso
de materiales como la piedra, la concha, la madera y el hueso.
Esta tecnología les permitió aprovechar de manera óptima los recursos naturales
de la isla, desde la pesca en los ríos y mares hasta la caza en los bosques y
sabanas. Cassá también destaca la importancia de la agricultura, especialmente
del cultivo de la yuca amarga, que se convirtió en la base de la dieta y la
economía de los pueblos taínos.
Otro aspecto que Cassá analiza en detalle es el de las relaciones de género y la
organización social de los pueblos indígenas. A partir de un examen crítico de
las fuentes históricas y arqueológicas, el autor cuestiona la visión tradicional que
presenta a las sociedades indígenas como patriarcales y jerárquicas.
Por el contrario, Cassá sostiene que en las sociedades indígenas de Santo
Domingo existía una mayor igualdad y complementariedad entre hombres y
mujeres, tanto en el ámbito doméstico como en el público. Las mujeres
desempeñaban roles importantes en la producción agrícola, la elaboración de
cerámica y el liderazgo político y religioso.
El autor también destaca la importancia de los lazos de parentesco y la
reciprocidad en la organización social de los pueblos indígenas. A través de
prácticas como el intercambio de bienes y servicios, el matrimonio y la filiación,
los indígenas construían redes de solidaridad y cooperación que les permitían
enfrentar los desafíos de su entorno.
Un apartado especialmente interesante del capítulo es el dedicado a la
arqueología de los sitios indígenas de Santo Domingo. Cassá nos ofrece un
recorrido por algunos de los yacimientos más importantes de la isla, como La
Cucama, Boca Chica, El Atajadizo y La Caleta.
A través del análisis de los restos materiales encontrados en estos sitios, como
cerámica, herramientas líticas, restos óseos y concheros, el autor reconstruye
10. aspectos clave de la vida cotidiana, la economía, la tecnología y la organización
social de los pueblos indígenas.
Cassá también aborda la cuestión del impacto ecológico de las sociedades
indígenas en el medio ambiente de la isla. Lejos de la visión idealizada que
presenta a los indígenas como "nobles salvajes" en armonía con la naturaleza,
el autor sostiene que estos pueblos transformaron significativamente su entorno
a través de prácticas como la tala de bosques, la caza y la agricultura.
Sin embargo, Cassá también señala que los indígenas desarrollaron estrategias
de manejo y conservación de los recursos naturales, como la rotación de cultivos,
el barbecho y el aprovechamiento selectivo de especies animales y vegetales.
Estas prácticas les permitieron mantener un equilibrio relativo con su entorno, a
pesar de las presiones demográficas y productivas.
El capítulo también dedica un apartado a la cuestión de los contactos y
relaciones entre los pueblos indígenas de Santo Domingo y los de otras islas del
Caribe. A partir de evidencias arqueológicas y lingüísticas, Cassá sostiene que
existieron redes de intercambio y comunicación entre las diferentes islas, que
permitieron la circulación de bienes, ideas y personas.
Estas redes, que se extendían desde las Antillas Menores hasta las Bahamas,
reflejan la complejidad y dinamismo de las sociedades indígenas del Caribe, que
lejos de estar aisladas, formaban parte de un sistema regional más amplio.
Cassá también aborda la cuestión de la resistencia y adaptación de los pueblos
indígenas frente a la llegada de los europeos. A partir de un análisis crítico de las
fuentes históricas, el autor cuestiona la visión tradicional que presenta a los
indígenas como víctimas pasivas de la conquista y la colonización.
Por el contrario, Cassá sostiene que los pueblos indígenas de Santo Domingo
desarrollaron diversas estrategias de resistencia y adaptación frente a los
invasores europeos, desde la lucha armada hasta la negociación y el mestizaje.
Estas estrategias, aunque últimamente insuficientes frente a la superioridad
militar y tecnológica de los españoles, reflejan la agencia y capacidad de acción
de los pueblos indígenas.
11. El autor también destaca el impacto devastador que tuvo la conquista y
colonización española en las sociedades indígenas de Santo Domingo. La
introducción de enfermedades, la explotación laboral, la desestructuración de las
redes sociales y económicas tradicionales, y la imposición de nuevos sistemas
de creencias y valores, llevaron a un rápido declive demográfico y cultural de los
pueblos indígenas.
Sin embargo, Cassá también señala que este proceso no fue total ni uniforme. A
pesar de las presiones y violencias de la colonización, los pueblos indígenas de
Santo Domingo lograron mantener, adaptar y recrear muchos aspectos de su
cultura y modo de vida, que se integraron y mezclaron con los de los
colonizadores europeos y los esclavos africanos.
En este sentido, el autor destaca la importancia del mestizaje y la
transculturación en la formación de la sociedad y cultura dominicanas. Lejos de
ser un proceso unidireccional de aculturación o "deculturación", el encuentro
entre indígenas, europeos y africanos dio lugar a nuevas formas culturales
híbridas y sincrética, que se expresan en ámbitos como la lengua, la religión, la
música y la cocina.
Cassá concluye el capítulo con una reflexión sobre la importancia de estudiar y
valorar el legado indígena en la historia y la identidad dominicanas. Lejos de ser
un pasado remoto y olvidado, la herencia indígena forma parte integral de la
realidad cultural y social del país, y su reconocimiento es fundamental para
construir una visión más compleja y plural de la dominicanidad.
En este sentido, el autor aboga por una mayor investigación y difusión de la
historia y la cultura indígenas, tanto en el ámbito académico como en el educativo
y el público en general. Solo a través de un conocimiento más profundo y crítico
de nuestro pasado indígena, sostiene Cassá, podremos comprender y valorar la
riqueza y diversidad de nuestra identidad como pueblo.
En resumen, el capítulo 2 de "Historia General del Pueblo Dominicano, tomo 1"
de Roberto Cassá nos ofrece un análisis detallado y complejo de los primeros
pobladores de la isla de Santo Domingo, desde los grupos arcaicos hasta los
taínos, pasando por los saladoides y otras culturas intermedias.
12. A través de un examen riguroso de las evidencias arqueológicas, lingüísticas y
etnohistóricas, Cassá nos presenta una visión rica y matizada de las sociedades
indígenas que habitaron la isla antes de la conquista, destacando su diversidad
cultural, su complejidad social y política, y su capacidad de adaptación y
resistencia frente a los desafíos de su entorno y la invasión europea.
El capítulo también aborda cuestiones clave como el desarrollo tecnológico, las
relaciones de género, la organización social, el impacto ecológico, los contactos
interinsulares y el legado indígena en la sociedad y cultura dominicanas,
ofreciendo una perspectiva crítica y actualizada sobre estos temas.
En definitiva, el trabajo de Cassá constituye una contribución fundamental para
comprender y valorar la historia y la herencia indígena de Santo Domingo, y para
construir una visión más compleja y plural de la identidad dominicana. Su lectura
es indispensable para todo aquel interesado en conocer los orígenes y la
trayectoria de los primeros habitantes de nuestra isla.