15. “Cuando se acercaba a Jerusalén, Jesús vio la ciudad y
lloró por ella. Dijo:
— ¡Cómo quisiera que hoy supieras lo que te puede
traer paz! Pero eso ahora está oculto a tus ojos”
Lucas 19:41, 42
16. “Las lágrimas de Jesús no fueron derramadas porque presintiera su
sufrimiento […] El pensamiento de su propia agonía no intimidaba a
aquella alma noble y abnegada. Era la visión de Jerusalén la que
traspasaba el corazón de Jesús: Jerusalén, que había rechazado al Hijo de
Dios y desdeñado su amor, que rehusaba ser convencida por sus
poderosos milagros y que estaba por quitarle la vida. El vio lo que era ella
bajo la culpabilidad de haber rechazado a su Redentor, y lo que hubiera
podido ser si hubiese aceptado a Aquel que era el único que podía curar
su herida. Había venido a salvarla; ¿cómo podía abandonarla?”
Deseado de Todas las Gentes (p. 528)
19. “Jonás se levantó y se encaminó a Nínive, como el Señor le ordenó. Nínive era
una ciudad tan grande que se necesitaban tres días para recorrerla. Jonás
entró en la ciudad y la recorrió todo un día, mientras proclamaba: ‘¡Dentro de
cuarenta días Nínive será destruida!». Y los ninivitas creyeron a Dios,
proclamaron ayuno y, desde el mayor hasta el menor, se vistieron con ropa
áspera en señal de arrepentimiento’.
“Al ver Dios lo que hicieron, es decir, que habían abandonado su mal camino,
cambió de parecer y no llevó a cabo la destrucción que había anunciado”
Jonás 3: 3 – 5 y el versículo 10
20. “El mensaje no fue dado en vano. El clamor que se elevó
en las calles de la ciudad impía se transmitió de unos
labios a otros, hasta que todos los habitantes hubieron
oído el anunció sorprendente. El Espíritu de Dios hizo
penetrar el mensaje en todos los corazones, e indujo a
multitudes a temblar por sus pecados, y a arrepentirse en
profunda humillación”
(PR, 201)
22. “Es que todos los atenienses y los extranjeros que vivían allí se
pasaban el tiempo sin hacer otra cosa más que escuchar y comentar
las últimas novedades. Pablo se puso en medio del Areópago y tomó
la palabra:—¡Ciudadanos atenienses! Observo que ustedes son
sumamente religiosos en todo lo que hacen. Al pasar y fijarme en
sus lugares sagrados, encontré incluso un altar con esta inscripción:
a un dios desconocido.
Pues bien, eso que ustedes adoran como algo desconocido es lo que
yo les anuncio”.
“Algunas personas se unieron a Pablo y creyeron. Entre ellos estaba
Dionisio, miembro del Areópago, una mujer llamada Dámaris y otros
más”
Hechos 17: 21 – 23 y el versículo 34
23. “No olvidemos que deben
emplearse métodos diferentes
para salvar a personas que son
distintas”
The Review and Herald,
14 de abril de 1903
27. “Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el
primer cielo y la primera tierra habían dejado de existir, lo
mismo que el mar. Vi además la ciudad santa, la nueva
Jerusalén, que bajaba del cielo, procedente de Dios,
preparada como una novia hermosamente vestida para su
prometido. Oí una potente voz que provenía del trono y
decía: «¡Aquí, entre los seres humanos, está el santuario de
Dios! Él habitará en medio de ellos y ellos serán su pueblo;
Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él enjugará toda
lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte ni llanto, tampoco
lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de
existir».
El que estaba sentado en el trono dijo: «¡Yo hago nuevas
todas las cosas!». Y añadió: «Escribe, porque estas palabras
son verdaderas y dignas de confianza»”
Apocalipsis 21: 1 al 5