Satu se siente sola en su isla en Finlandia. ¿Qué puede hacer? Quizá el mago de Rovaniemi pueda ayudarla. ¿Encontrará Sami lo que busca tras su apasionante viaje?
Kiitos paljon a todos mis estudiantes de Finlandia.
1. En un pueblo muy pequeño, cerca de un
lago, vivía una niña que se llamaba Satu.
Era una niña muy guapa y muy buena, lo
cual se podía ver por la claridad de sus
ojos y su sonrisa amable y sincera. Su
mamá peinaba cada mañana su precioso
pelo rubio antes de ir a la escuela. En el
tiempo libre a Satu le encantaba ir al
campo a coger flores, pero a veces se
sentía un poco sola. Quería tener más
amigos, pero donde vivía ella casi no
había niños por lo que a veces una
sombra de tristeza se dibujaba en su
rostro. Pero un día tuvo una idea...
Se acercaba la Navidad y pensó que
podía escribir a Papá Noel contándole sus
problemas y sus preocupaciones. Seguro
que él la ayudaría. Había oído que si un
niño era bueno podía alcanzar sus deseos,
así que no lo dudó. Cogió un papel y con
una pintura roja, pensando que ése era el
color de Papá Noél, empezó a escribir.
Cuando terminó su carta estaba tan
cansada que se quedó dormida. Al
despertar no vio la carta por ningún sitio.
“Tanto trabajo para nada” pensó. Y salió
de su casa con ganas de llorar.
Muy cerca de la casa de Satu, en una
pequeña isla en el lago vivía Sami, un
niño unos años mayor que ella que tenía
su misma afición. Pasear por el campo y
coger ramas y flores era lo que más le
divertía. Un día, mientras estaba cerca de
la orilla, vio un pequeño papel que había
arrastrado el viento hasta la isla. Cuando
lo cogió pudo comprobar que se trataba
de una carta a Papá Noel de una niña
llamada Satu de la que nunca había oído
hablar. La carta era tan emotiva que no lo
dudó ni un momento. Tenía que hacer
llegar aquella carta a su destinatario.
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2. Subió en su barco de vela y navegó todo
lo rápido que pudo hasta llegar al pueblo
más cercano. Allí depositó la carta en un
buzón y volvió rápidamente a su casa
pensando en quién sería aquella pobre
niña que se sentía sola y que necesitaba
amigos. “Me gustaría conocerla” pensó,
“e invitarla algún día a navegar conmigo
en mi barco por este maravilloso lago”.
Sami no podía dejar de pensar en la niña
misteriosa.
Una noche, cuando Sami estaba cenando,
oyó un sonido dulce que entraba por la
ventana de su casa. Salió sin sospechar lo
que iba a encontrar. Un hombre tocaba el
violín mientras cantaba una historia
preciosa. La canción hablaba de un viaje
largo alrededor del mundo y animaba a la
gente a luchar por sus deseos. Sami no lo
dudó: tenía que encontrar a Satu. Le
entristecía la soledad de la niña.
Al día siguiente Sami salió en su barco de
vela. Era el principio de un viaje que no
sabía dónde le podría llevar. Al atardecer
sintió hambre, así que cogió su caña de
pescar y se puso manos a la obra. En
poco tiempo el resultado era magnífico.
Tres enormes peces eran el presagio de
un futuro prometedor. Después de aquella
agradable cena se quedó profundamente
dormido. No tardó mucho tiempo en
empezar a soñar.
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3. El sueño era terriblemente real: Sami
tenía hambre y no encontraba nada para
comer. De repente vio unas frutas rojas y
otras negras en el bosque y unas flores en
el lago. Empezó a comerlas pero a los
pocos minutos su cabeza se convirtió en
metal. Se despertó sudando y con un
miedo que nunca antes había sentido.
A la noche siguiente Sami vio algo que le
dejó absolutamente impresionado. Iba
navegando por el lago intentando olvidar
el terrible sueño de la noche anterior.
Tenía miedo a quedarse dormido y
decidió tumbarse a contemplar el cielo.
Unas luces espectaculares aparecieron de
repente. Los colores eran increíbles.
Pensó que aquello era una señal: debía
seguir luchando por su sueño.
El viaje de Sami continuaba. Los meses y
las estaciones se iban sucediendo pero
una sola idea ocupaba su cabeza. Sabía
que al final del viaje encontraría lo que
buscaba. No le importaba montar a
caballo o remontar ríos de aguas bravas.
No le asustaban los osos que pudiera
encontrar en su camino, ni le preocupaba
desplazarse en trineo en los fríos meses
de invierno. Sin duda todo aquello
merecía la pena.
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4. Había pasado casi un año desde aquel día
en el que comenzó su aventura. No sabía
dónde estaba pero algo le decía que el
viaje llegaba a su fin. De repente vio unos
barcos de vela que le eran familiares.
¡Qué sorpresa! Sin saber cómo ni por
qué, había llegado a la orilla del lago en
el que estaba su isla. Allí, sentada en uno
de aquellos barcos, una niña rubia de ojos
claros y sonrisa amable le saludaba con la
mano. “Hola Sami, sabía que vendrías”.
Desde aquel día Sami y Satu no dejaron
de verse. Cada día Sami cogía su barco
de vela y dejaba su isla para visitar a su
amiga. El tiempo pasó. Aquellos niños
que habían crecido juntos entre juegos,
dejaron de serlo y un día pasó lo
inevitable. Unos días antes de Navidad,
mientras recordaban la carta de Satu y el
viaje de Sami, comprendieron que
estaban enamorados. El sabor dulce de
aquel beso no lo olvidarían jamás.
La isla de Sami acogió una boda
espectacular. Los invitados comieron y
bebieron deliciosos manjares y bailaron
apasionadamente hasta el amanecer.
Multitud de regalos esperaban a Satu y a
Sami. Cuando terminaron de abrirlos, se
encontraron un sobre rojo que venía de
Rovaniemi. Se miraron y lo abrieron sin
decir nada. Una nota decía: “Los sueños
hay que buscarlos. Mirad por la ventana”
Era realmente increíble. Un magnífico
puente comunicaba la isla de Sami con la
orilla del lago. La nota continuaba: “Que
ese puente una para siempre vuestros
corazones.”
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