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y seguridades. De ahí quE~ como plantea José María Moretones (1998,
8): TI apellído que acompaña a toda fa realidad actual es el de complejidad.
La realidad se nos presenta significativamente muy plural y
entrelazada como una maraña con muchos cabos. Frente a otros
momentos hÍstóricos y culturales, las explicaciones actuales han perdido
la simplicidad. Hoy, en nuestro mundo tardomoderno, nada es
simple ni unívoco ni unilíneal, ni responde a una única causa. Estamos
rodeados por la complejidad". Y la complejidad conduce a la
inestabilidad, a la ausencia de claridad, a la incertidumbre. Hoy ninguno
de nosotros podemos imaginar el futuro cercano, no somos capaces
de responder y por ello cada vez nos atrevemos menos a plantear
la pregunta fundamental de "¿a dónde vamos ?"y nos asomamos
con temor y temblor al horizonte insospechado que nos presenta
la revolución de la informática, las nuevas biotecnologías, la clonación
el genoma humano, la proliferación de las armas nucleares, las nuevas
enfermedades, la acumulación de desechos tóxicos, el recalentamiento
del planeta y efecto invernadero, y en general, el deterioro
ecológico que pone en peligro real/a desaparición de la especie humana
o incluso la vida sobre la Tierra.
Nunca, en verdad, hemos ido tan rápido a ningún lado.
De ahí que, y como ya anotamos más arriba, los tiempos actuales
se nos presentan cargados de incertidumbre. Nos vemos "sin
rÚmbo" {l. Ramonet) y 'sin proyecto" (S. Nora). Edgar Morin propone
que debemos "movernos en medio del azar y del ruido'~ Odavio Paz
plantea que "estamos condenados a buscar la razóá de la sinrazón'~
y Salvador Pániker nos advierte la necesidad de aprender a vivir en la
oscuridad.
La incertidumbre crea inseguridad y angustia, resulta difícil hacer
planes, pero también ofrece la posíbílídad de crea0 de propone!'¡
de inventa0 de nacer ele nuevo. La incertidumbre es compañera de la
libertad y cómplice de la creación. Sí bien suele asociarse al miedo,
podemos, con un simple cambio de las vocales, convertirla en medio
ele creación y proposición, transformar la tensión en tesón para asumir
con vigor y contundencia nuestra vocación de sujetos históricos.
Por todo esto, a los genuinos educadores, que somos militantes de la ·
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esperanza, ios tiempos actuales se nos presentan preñados ele posibilidades,
convocan nuestra osadía y nuestra vocación de entrega y de
servicio. Nunca como hoy se ha evidenciado con mayor radicalidad
el poder transformador y creativo del ser humano, que si bien es capaz
de ocasionar un holocausto cósmico, también es capaz de lograr
una vida digna y plena para todos. Nunca como hoy hubo mayor
conciencia de los derechos humanos ni se le dio tanta importancia a
la educación. Si la humanidad avanzó larga y penosamente de la
Epoca muscular a la Epoca de la energía, hoy nos estamos
adentrando con pasos cada vez más firmes en la Epoca del Conocimiento.
Pero sólo podremos desempeñar apropiadamente nuestra
misión de educadores, si nos adentramos con valor en nuestro mundo
y tratamos de comprender las fuerzas, movimientos y tensiones
que lo sesgan y configuran. Sólo si conocemos bien, poclremos ayudar,
cambia( orientar desde nuestra visión de educadores comprometidos
con la genuina humanización de todos, el rumbo necesario.
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El FENÓMENO DE LA GlOBAUZACIÓN:
CIUDADANOS DEl MUNDO E HIJOS DE lA ALDEA
La globalización es una metáfora que expresa la ruptura
de lo local y la mundialización de todas las esferas de la actividad
~lUmana. Hoy somos todos corresponsables e interdependientes
y es imposible el aislamiento y la verdadera autonomía.
Todo lo que sucede en cualquier rincón del planeta de algún
modo nos atañe. Nos hemos convertido en ciudadanos del mundo,
sin dejar de ser hijos de la aldea. Los procesos sociales se ·.
imponen desde una perspectiva global y traen consigo cambios
vertiginosos en las relaciones económicas, políticas y culturales.
De ahí que no sólo se han derrumbado las fronteras financieras
y se ha globalizado la economía, sino que hay una planetarización
de la información, la cultura, los problemas, las costumbres
y modas. Las fluctuaciones de la bolsa en los países asiáticos
arrastran la seguridad de las economías mundiales, los capitales
financieros golondrinas pueden hundir en cuestión de minutos
la recuperación financiera de algunos países y las veleidades
amatorias de Clinton o la intransigencia de Sadam Husein
o Milosevic pueden provocar una subida o una bajada impresionante
en los precios del petróleo. o incluso ponernos al filo
de una terrible confrontación bélica. El mismo día se ven las
mismas noticias (desde la perspectiva e intereses de los países
del Norte: los países del Sur sólo son noticia sin son devastados
por un huracán o sucede alguna calamidad mayúscula} y los
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mismos videoclips en todos los rincones del mundo, se ext1iben
los mismos ídolos del deporte o la moda, se consumen las mismas
llamburguesas y refrescos, se nos induce a comprar deter~
minados jeans o a distinguirnos con cierta tarjeta de credito. La
globalización representa, en defin itiva, el triunfo del capitalismo
norteamericano y la imposición de su modo de vida. Se ha
globalizado la hamburguesa, impera la dictadura del fast toad,
de las bebidas Jight. El mundo se ha cocafizado, se ha macdonalizado,
se ha convertido, en breve, en una aldea global, donde
todos en cierta forma nos conocemos, pensamos de un modo
semejante y aspiramos a lo mismo. E! viejo sueño de unificar el
mundo, que ya lo intentara Alejandro Magno, parece estarse
realizando. En esta aldea planetaria, la mundialización de todas
las esferas de la actividad humana adquiere dimensiones nunca
vistas. La caída de los muros, la supresión de las barreras
económicas y financieras, los avances de la ciencia y la tecnología,
las increíbles perspectivas abiertas por la información y la
comunicación universal, nos lanzan a un universo prodigioso y
desconocido. "Los massmedia o multimedia nos están haciendo
real y verdaderamente coetáneos de nuestro mundo. Por fin
. tenemos conciencia de lo que sucede en cualquier rincón de ,("
7J nuestro globo, y de que éste es uno" (Mardones, 1998), sin im-portar
que los destinatarios de esta invasión cultural vivan en
una residencia de lujo o en un rancho miserable.
Como nos ha planteado el P. General de los Jesuitas, Peter
Hans Kolvenbach (1998), "la globalización como tal no implica
una connotación negativa; más bien ofrece inmensas posibilidades
para el desarrollo de la humanidad. Pero cuando no se respetan
los valores más fundamentales de la persona humana -como
ocurre en el campo económico con la absolutización del libre
mercado-, la globalización resulta verdaderamente nefasta".
A continuación, vamos a tratar de adentrarnos críticamente
en el proceso de la globalización para desentrañar sus basamentos
económicos, políticos y culturales, con la idea de ir
gestando desde la educación, una cultura que globalice tam-
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lllén la justicia, la solidaridad, la verdmiera t1ermanclad. Es evidente
que, como educadores, no podemos vivir de espaldas a
la realidad. La educación (Kolvenbach, 1998) no puede sustraerse
a la g!oballzación y al fenómeno ele! mercado. Más aún, la
educación corre el riesgo de reproducir en su ámbito los mismos
efectos perversos que se están produciendo en el terreno
{- -< económico: concentración del saber y del poder en unos pocos,
exclusión de los débiles, aumento de las diferencias, inversión
de valores. El discurso de la calidad, la competencia y la eficiencia
- insoslayables en nuestros clías- , puede de hecho lograr
efectos contrarios a los pretendidos, en beneficio de unos y per-
/ juicio de otros. En la nueva sociedad del conocimiento, el abismo
entre quienes saben y quienes no saben, se acentúa cada
día más. Los pobres siempre pierden en la carrera del libre mercado.
Y como planteara hace ya años su santidad Juan Pablo 11
(Encíclica Centesimus Annus, 33}. "para los pobres, a la falta de
bienes materiales se ha añadido la del saber y la del conocimiento".
De aquí el deber que tenemos los ~q_l:f_~ad~res C<2__mpr~~etiqg_~~
QD_kl_ demo_c:racia, la justicia y_la frat~rnLq~Sl_9~_ co_no_cer
nue~!ro actua_!_ m~Qdo p_ara 12_Q_sl~~ont ciQ_!:i_!!_-ª-._ transfo!_marlo. El
víe]o discurso revolucionario, nacido de una realidad que ya no
existe, puede resultar hoy tremendamente reaccionario. Como
también lo es la resistencia al cambio. Es cierto que asumir el
cambio conlleva la posibilidad de equivocarse, pero es igualmente
cierto que, si no cambiamos y seguimos haciendo las
cosas del mismo modo, viviremos equivocados. Si no somos
capaces de entender las exigencias actuales de un nuevo modelo
educativo y no leemos críticamente las reformas educati-
-vas que a nivel mundial se vienen adelantando porque la es-
(
cuela actual no sirve ya a las exigencias de la economía
globalizada, no será mucho lo nuevo que podremos aportar. ' ·
,, Voceando nuestra fidelidad al pueblo pobre y excluido, pode-rnos
con nuestra buena voluntad y nuestra entrega generosa
seguir contribuyendo a mantenerlo en su situación. En nuestros
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tiempos actuales donde ya se adentra con pasos firmes el nue·
vo milenio, los genuinos educadores necesitamos, además de
voluntad y capacidad de servicio, una nueva teoría crítica que
nos posibilite, desde la comprensión de la actual, la gestación
de una democracia integral y de una nueva escuela abocada a
su gestación.
Como aporte a esa necesaria comprensión, vamos a presentar
algunos elementos que nos ayuden a entender la nueva
realidad. En primer lugar presentaremos del modo más claro
posible, el proceso económico y político de la globalización, para
posteriormente desarrollar con más detalle el proceso cultural
de la postmodernidad que como educadores nos atañe directamente.
1.1. Análisis económico de la globalización:
la productividad, eje de la economía globalizada
La nueva economía se orienta fundamentalmente a
maximizar la producción, la rentabilidad y la ganancia. De ahí
el énfasis en lo pragmático y utilitario. Todo aquello que no produzca
un beneficio inmediato no tiene ningún sentido ni valor.
Actividades como la solidaridad, el servicio, la reflexión, el silencio
... , aparecen como desprovistas de sentido, trasnochadas,
demodés. Son buenas tal vez para la retórica humanista, algo
que es conveniente decir en ciertos discursos, pero que no hay
que tomar demasiado en serio, ni organizar la vida sobre ellas si
uno quiere triunfar y tener éxito.
La productividad a su vez, se fundamenta sobre todo en la
competitividad, palabrita muy de moda que resume la vieja moral
.. purÚari'a del'b~raén, la disciplina y el individualismo. "Ser competitivo
-y estas son palabras de Mardones (1998)- significa trabajar
duro, meter los codos y hacerse con un puesto en esta
sociedad. Es el slogan que resume el evangelio del neoliberalismo",
la buena noticia, la verdad suprema que hay que
buscar y defender a toda costa.
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La competitividacl extrema lleva a un tomento y alabanza
el el individualismo. Hoy día el egoísmo que triunfa aparece como
el valor absoluto, como la virtud principal que hay que cultivar
para ganar el cielo de las sensaciones infi nitas. El modelo actual
de desarrollo, lo que más desarrolla es el egoísmo. No importa
que en esta sociedad de la competencia extrema, sólo sobrevivan
los más fuertes. Los perdedores lo hacen por su culpa: por
su falta de formación, de empuje o de disciplina. Los pobres son
pobres porque son flojos y no les gusta trabajar. Cada uno vive
como se merece. Todo el mundo, -se dice y se repite sin el menor
pudor-, tiene las mismas oportunidades para competir en
el mercado, ignorando por completo las diferentes realidades
sociales, económicas y culturales, lo que equivale a poner en el
mismo ring a un superpoderoso peso completo con un peso
mosca debilucllo y enfermo. De este modo, la actual sociedad
apoya y fomenta una especie de selectividad de los más fuertes
o de los que están en capacidad de adaptarse mejor a las realidades
del mercado, con lo que estamos implantando una especie
de darwinismo social y moral, abandono total del hombre
como compañero y hermano y seguimiento de la filosofía del
hamo homíní lupus de Hobbes, el hombre un lobo para el hombre. El
hombre meramente oeconomícus, prototipo de esta sociedad de
la productividad y de la competitividad extremas es un ser asocial,
que ve al otro como enemigo, como rival, como lobo.
Sí antes decíamos que todo aquello que no se puede traducir
en beneficio económico no tiene ningún sentido ni valor
("sólo vale", lo que genera productividad y ganancia), al mismo
tiempo todo se permite con tal de obtener el beneficio económico.
Entramos así en el relativismo moral del todo vale si, en
definitiva, sirve al objetivo de la rentabilidad personal, grupal o
nacional, sin importar las consecuencias, la deshumanización
que provoca, la esclavitud que ocasiona. El precio de una franela
(Galeano,1998, 180) con la imagen de la princesa Pocahontas,
vendida por la casa Disney, equivale al salario de toda una semana
del obrero que ha cosido esa camiseta en Haití a un ritmo
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de 375 camisetas por hora. La cadena McDonaicrs (que, por
cierto, en todo el mundo les tiene prohibido a sus trabajadores
sindicalizarse), regala juguetes a sus clientes infantiles. Esos juguetes
se fabrican en Vietnam, donde ios obreros trabajan diez
horas seguidas, en galpones cerrados a cal y canto, por un sueldo
de 80 centavos de dólar. En 1995, la cadena de tiendas GAP
vendía en Estados Unidos camisas made in El Salvador. Por cada
camisa vendida en 20 dólares, los obreros salvadoreños recibían
18 centavos.
Todo, en definitiva, incluyendo las personas, se convierte
en mercancía que adquiere su valor de cambio en el trueque
comercial. Como expresa Pérez Gómez (1998), el valor de cada
objeto, comportamiento o idea depende fundamentalmente de
su valor de cambio en el mercado. Por lo tanto, en principio,
todo tiene cabida en el amplio territorio de los intercambios,
do'nde se mezcla sin identidad al abrigo de la crítica intelectual
o moral. En el mismo sentido se pronuncia Castoriadis al considerar
que es imposible subestimar el crecimiento del eclecticismo,
el collage, el sincretismo invertebrado y sobre todo la pérdida
del objeto y del sentido. Los fines justifican los medios y cualquier
medio es aceptable y bueno si nos lleva a la consecución
de los objetivos previstos. Los resultados pueden identificarse,
medirse y evaluarse con rigor. Como nos recuerda Lyotard (1989),
"en un universo donde el éxito consiste en ganar tiempo, pensar
no tiene más que un solo defecto pero incorregible: hace
perder el tiempo, no es eficiente". La obsesión por la eficacia se
desliga incluso de la calidad de los resultados primando de
manera indiscutible la rentabilidad sobre la productividad. La
especulación financiera, la destrucción de productos agrícolas,
la corrupción política son claros ejemplos de la extensión y legitimación
social de esta obsesiva búsqueda de la rentabilidad y
el beneficio a corto plazo. La eficacia deviene pura eficiencia.
Una economía orientada a maximizar la productividad y
rentabilidad tiene que favorecer al mismo tiempo para su propia
sobrevivencia el consumo ilimitado. Consumo no tanto de
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Jos productos orientados a cubrir las necesidades báslcas de la
gente, -por primera vez en la historia, la humanidad podría, sí
se lo propusiera, por su desarrollo tecnológico acabar con el
hambre y satisfacer las necesidades primarias de toda la población
mundial-, sino u~¡_ consumo orientado a satisfacer los caprichos
que la propia sociedad crea y recrea permanentemente
en esta vorágine de cambio permanente, de trivial idad, de lo
efímero, de hacernos consumidores de las nuevas necesidades
que nos van creando una y otra vez. La televisión se encarga de
convertir en necesidades reales las demandas artificiales que el
mercado inventa sin descanso. La lógica del consumo es la de
la droga. Cuanto más se consume, más se necesita consumir.
Las cosas duran poco para que el hábito que producen dure
mucho y el des-eo de comprar y volver a comprar permanezca.
La cultura del consumo (Galeano, 1998, 272}, "cultura de lo efímero,
condena todo al desuso inmediato. Todo cambia al ritmo
vertiginoso de la moda, puesta al servicio de la necesidad de
vender. Las cosas envejecen en un p~npadeo para ser reemplazadas
por otras cosas de vida fugaz".
Es la cultu ra de lo desechable, del "use y bote", del cambio
permanente, donde el envoltorio es mucho más importante que
el contenido, la cultura de vivir en un ajetreo permanente para
responder á las exigencias de una moda que, para su propia
sobrevívencia, necesita renovarse sin cesar. Es la cultura de la
imagen efímera, del video-clip, del zaping televisivo que, mediante
el control, nos permite cambiar permanentemente de
canal y disfrutar de varios programas al mismo tiempo: un partido
de pelota, un noticiero del éxodo y hambruna de un pueblo
africano, un desfile de modas y una película dramática. Vivimos
en permanente agite, estresados y agotados, sin atrevernos a
plantear la pregunta fundamental de a dónde vamos. Nunca
como hoy, como ya dijimos, la humanidad había viajado a tal
velocidad hacia ninguna parte.
Cada vez más el hombre se vuelve dependiente de los
objetos que crea. Los objetos no son ya producidos para satisfa-
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cer sus necesidades, sino que las necesidades son proclucilias
para satisfacer los objetos. La ética, en definitiva, se transforma
en una estética de la seducción: convencernos de que necesitamos
comprar, obtener, el objeto último del mercado en esta
carrera indetenible dei cambio permanente. Un ejemplo claro
ele esto sería lo que está pasando con los teléfonos celulares
o con cualquier aparato o instrumento que nos proporciona
una tecnología orientada a satisfacer. las necesidades
siempre renovadas y siempre insatisfechas del consumo. Hoy,
el celular más que responder a una necesidad de comunicación,
es un símbolo de status y prestigio. De ahí que lo importante
ya no es tener teléfono celular, sino tener el último modelo,
el más pequeño, y esperar que suene en el momento más
inesperado o en el lugar más inverosímil (cines, salas de conferencia,
iglesias ... , por supuesto, irrespetando al público que
no tiene por qué ser agredido ele ese modo) para que todo el
mundo pueda sentir que eres una persona moderna e importante,
solicitada con urgencia, poseedora del último grito de la
moda en celulares. Con tanto desarrollo tecnológico para comunicarnos,
nunca la humanidad vivió más incomunicada. Sí,
necesitamos llamar y ser llamados a cualquier hora o en cualquier
lugar, decir que ya hemos salido de la oficina o del trabajo,
que ya hemos llegado al aeropuerto, que estamos en camino
... , pero luego, cuando llegamos a la casa, no tenemos nada
profundo que comunicar con la persona a la que continuamente
nos sentimos impelidos a llamar y, después de los saludos de
rigor, nos ponemos a ver televisión, en el mejor de los casos
juntos, por lo general, en televisores y programas diferentes. La
apariencia de la comu-nicación, la expresión continua de lo banal,
de lo trivial, la cháchara superficial y hueca, está impidiendo
la profunda comu-nicación, la apertura al otro, la comunión.
Incapaces de estar en silencio, y por ello incapaces de reflexionar,
vivimos unas relaciones atrapadas en la palabrería, la
apariencia, la super-ficialidad. La forma de expresarse es mucho
más importante que el contenido. Lo importante es hablar y
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aparentar que se habla, aunque no se tenga nada importante
que decir.
Por ello, como plantea Pérez Gómez (1997, 56-57), es abrumador
el poder de la apariencia, la opresión de lo efímero y
cambiante, ia dictadura del diselio, de las formas: "Las exigen·
cias del mercado en !a vida cotidiana y en particular por medio
de !.a publicidad audiovisual confunden cada vez más profundamente
el ser y el parecer: las apariencias sustituyen a la
realidad al conseguir el efecto pretendido; y a su vez la realidad
insatisfecha o insatisfactoria pugna por convertirse en la apariencia
del modelo exitoso. La ética se convierte en pura estética
al servicio de la persuasión y seducción del consumidor y por
supuesto, el contenido desapárece de la escena para dejar paso
triunfal a las formas autosuficientes. Las modas, configuradas
por puras apariencias, se convierten en criterios de valor para
definir la corrección del comportamiento en los más diversos
campos de actuación: el arte, la política, el vestido, el diseño, la
vida profesional, el ocio .. . La exaltación de las formas, de las
apariencias, de los envoltorios, de la sintaxis, se produce a costa
de los significados, de los contenidos, ya sea para ocultar la
ausencia de los mismos o para camuflar la irracionalidad de los
mensajes, la cultura de la apariencia se convierte en un poderoso
eje de la cultura social que arraiga con fuerza en la juventud
por el atractivo de los estímulos que utiliza, relacionados directamente
con la naturaleza concreta de los sentidos, con el contenido
directo de la percepción más sutil y diversificada ... Cuando
la sustitución de la realidad por las apariencias observables
invade el terreno de las relaciones profesionales e incluso personales,
la vida de los individuos se convierte en una continua
actuación".
Vivimos, en definitiva, la vida como actuación. No somos
ya autores de nuestro proyecto vital; sino meros actores de un
guión que escribieron los sacerdotes principales del dios mercado,
cuyos templos fabulosos son hoy los shopping centers o
shopping malls, a los que acuden muchedumbres en verdadera
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peregrinación. Los shoppingcenters, reinos de la fugacidad, ofrecen
la más exitosa ilusión de seguridad. Ellos existen fuera del
tiempo, sin raíz, sin noche y sin día, sin memoria, y existen fuera
del espacio, más allá de la turbulencia de la peligrosa realidad
del mundo (Galeano, 1998, 272).
Los nuevos sacerdotes del mercado determinan cómo debemos
vestí( sentir, hablar, reír, comer, hacer el amor; qué carro
debemos manej ar, con qué celular debemos hablar, qué tarjeta
de crédito poseer. Espían nuestros gustos, nuestros sueños
más íntimos, nuestras fantasías, analizan nuestras compras, para
bombardearnos con su publicidad. Si tll compras algo por
-internet, con seguridad te ofrecerán por correo electrónico enormes
listados de productos pues conocen ya tus gustos o tus
perversiones. Como ha escrito Galeano (1998, 274L "resulta cada
vez más difíci l, por ejemplo, que un norteamericano pueda mantener
en secreto las compras que hace, las enfermedades que
padece, el dinero que tiene o el dinero que debe; a partir de
estos datos, no es difícil deducir qué nuevos servicios podría
contratar, en qué nuevas deudas podría meterse, y cuántas cosas
nuevas podría comprar".
Bajo la ilusión de que vivimos plenamente la vida, somos,
en definitiva, vividos por los demás, La libertad se viene entendiendo
cada vez más como la capacidad de responder a las
sugerencias y orientaciones del mercado y a la satisfacción del
instinto continuamente estimulado por él. Ya no se trata, en consecuencia,
de hacer lo que uno piensa o quiere, sino responder
a los pensamientos y decisiones de los demás, o a las exigencias
del instinto. La libertad se convierte en su opuesto: la total
dependencia, la esclavitud al mercado o al capricho, la vivencia
de un hedonismo que se refleja en palabras de D. Bell en "la
idea de placer como modo de vida" y la "satisfacción del impulso
como modo de conducta". En este sentido, y como asomamos.
antes, los animales, que actúan siempre en respuesta a sus
instintos, se convertirían en el ideal de este especie de libertad
atrofiada.
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Llevado a su extremo, el cambio como va lor absoluto implica
entrar en una arrolladora vorágine del cambio permanen-
. te. Cambio de carro, cambio de televisor por otro de más pulgadas,
cambio de zapatos y ropas (algunos consideran una verda··
dera "raya" que lo vean con el mismo traje o vestido dos veces.
La ropa no responde ya a la necesidad de cubrir el cuerpo o
estar abrigado, sino a la necesidad de aparentar y de que me
vean con nuevos trajes o modelos), cambio ele nariz, cambio de
hombre o de mujer. Todo, incluyendo las personas, se utiliza
como medio para lograr mi satisfacción y expresar mi superioridad.
El mercado que vive del cambio permanente (y por ello, de
la necesidad de cambiar), no produce ya para satisfacer necesi~
dades, sino para obtener beneficio provocando el deseo del
consumo ilimitado y por ello siempre insatisfecho: "Se vive el
instante como trampolín hacia un futuro inmediato de sorpresa
y cambio que promete mayor novedad ahogando las posibilidades
de disfruta r la sorpresa presente. Además de producir
anemia, ansiedad e jnsatisfacción, la tendencia al cambio permanente
provoca fácilmente el desinterés y el hastío. La originalidad
y la novedad o la necesidad del cambio por el cambio
conduce inevitablemente a la rutina de la misma originalidad, a
la banalidad de la búsqueda" (Pérez Gómez, 1998, 58). Siempre
ávidos y siempre insatisfechos, las personas van de objeto en
objeto, y antes de disfrutar lo re cién adquirido ya están pensando
en lo nuevo que necesitan. Los objetos mandan en las personas
y se han enseñoreado de sus corazones. Es la locura de un
mundo al revés. Como ha ridiculizado magistralmente Eduardo
Galeano, los automóviles manejan a las personas y son los dueños
de las calles, las computadoras programan la vida, el televisor
mira y habla a las personas y se ha convertido en el personaje
más importante de la familia, la gente vive para comprar
en vez de comprar para vivir.
El ideal a alcanzar es el individualismo consumista. El consumo
como experiencia vital: consumo, Juego existo. Consumo
de servicios, de bienes, de estéticas y de status. Para ello hay
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que sudar y luchar, competir y adaptarse. El paraíso prometido
será poseer, degustar sensaciones, consumir y volver a consu-·
miren una variación cuasi instantánea, sin término. La realización
de la vida se reduce en definitiva a tener y aparentar que
se tiene. El ser queda aplastado por el poseer y el aparenta r.
Esta cu ltura, sin embargo, produce un cierto cansancio,
una especie de hartazgo, hartazgo de poseer cosas, de buscarlas,
de sentirse a veces, en los pocos momentos de intimidad,
utilizado, manejado, llevado de aquí para allá. La carrera loca
por el tener, conduce inevitablemente a la insatisfacción del ser.
Cuanto más se tiene, más se necesita, más se quiere. De ahí que
la gordura corporal y la depresión y el sinsentido son los compañeros
fieles de la cultu ra del consumo. A pesar de tantas dietas,
de tantos refrescos light, y alimentos jatjree, la obesidad es
uno de los problemas mayores de los norteamericanos: Un gran
porcentaje pasa diariamente cuatro horas ante el televisor, devorando
toneladas de comida chatarra para calmar su ansiedad.
Y no es casual que los estadounidenses, que sólo representan
el 5% de la población mundial, consuman la mitad de las
drogas y tranquilizantes legales y más de la mitad de las drogas
ilegales.
Por eso, los mejores espíritus sienten cada vez más la necesidad
del silencio, de un distanciamiento reflexivo, que les
permita encontrarse consigo mismo y plantearse la pregunta
fundamental del sentido de la vida. Hay un intento, todavía tímido
y que se expresa de rnúltiples formas, de vuelta a la sencillez,
con pocas cosas, al ansia de solidaridad con los marginados
del festín de las sensaciones. La mayoría, sin embargo, sigue
atrapada en la seducción consumista de meras sensaciones,
imaginando que vive pero sin atreverse a vivir.
1.1.1. El mercado, único regulador
Esta economía de la competitividad se debe dejar al libre
juego del mercado. El Estado se achica, hasta prácticamente
desaparecer y en ningún modo -así opinan los defensores del
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neolibera!ísrno "salvaje", afortunadamente ya en declive ante la
constatación ele las terribles consecuencias que J·m ocasionado,
·como veremos más adelante, esta mentalidad y política económica-
debe meterse a regular ln economía ni a compensar las
diferencias o remed iar las clistorsíones. Se acabaron los proteccionismos,
subvenciones y subsidios. Ante la estrepitosa caída
de los socialismos reales, hoy aparecen como tot almente sin
sentido las políticas del Estado Benefactor, de un Estado abocado
a garantizar los derechos fundamentales de las personas,
entre ellos los de sa lud, educación, vivienda, trabajo. Como el
social ismo real fracasó, hay que erradicar de una vez el ideario
socialista, un verdadero estorbo para el pleno desarrollo de la
economía. De este modo, en palabras de Michel Camdessus,
Director Genera l del Fondo Monetario Interna cional, "hemos
pasado de un fundamental ismo del Estado, a un fundamenta li smo
del Mercado".
Sí todo se convierte en mercancía y en va lor de cambio, la
posibilidad de realizar los derechos fundamentales ya no va a
depender de las leyes de un Estado que vela por tod as las personas,
sino que depende exclusivamente de las cualidades de
la persona y de su habilidad para venderlas en el mercado. Todo
entra en el libre juego del mercado, ele la oferta y la demanda.
Todo es mercancía. El mundo, en definitiva se convierte en un
enorme Supermercado, un Gran Templo donde reina el Todopoderoso
Dios Dinero, que promete a sus fieles servidores satisfacer
todos sus instintos, sus más plenas e íntimas necesidades,
sus deseos más recónditos y profundos. De esta forma, el mercado
es el Alfa y Omega, principio y fin de todo (Libanio, 1997);
principio y fin de conocimiento: él y sólo él proporciona conocimientos
significativos e importantes de la realidad económica,
él controla la productividad y la eficiencia; un conocimiento
que no se traduzca en beneficio económico no tiene ningún
sentido ni valor; principio y fin de competencia económica: el
mercado le obliga a uno, para triunfar e incluso sobrevivir, a ser
cada vez más competente y a competir con los demás; princi-
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pi o y fin de política eco~~mica: el mercado condiciona y dete~·mina
las decisiones pol1tlcas que afectan a la economta, deCIsiones
políticas que no se traduzcan en ventajas económicas no
interesan; principio y fin de ética económica: el mercado determina
la validez de los postulados éticos: es bueno todo· aquello
que lleva al logro y al t riUnfo. La bondad se equipara cada vez
más con la eficacia. Los que tienen éxito, no importa cómo, son
admirados y reconocidos. No interesa la bondad del que fracasa.
El achi camiento del Estado implica la f lexibilización
y privatización de la economía. "Flexibilizar" o "desregularizar"
es dejar las leyes más libres, acabar con los controles,
de modo que el capital privado no encuentre impedimentos
para su expansión; es, en definitiva, un llamado a que cada
uno se las arregle como pueda. De ahí que, en nuestros días,
una de las palabritas que está más de moda es la de privatización.
Llegó la hora de las privatizaciones y de las transferencias
a manos privadas de las empresas e instituciones públicas, al
mejor postor. Por consiguiente, todo hay que privatizarlo: hay
que privatizar no sólo las grandes empresas deficitarias, cuyo
mantenimiento supone una verdadera sangría del erario público,
sino que hay que privatizar también la salud, la educación,
los mismos fondos sociales. Lo público se concibe cada vez más
como sinónimo de ineficacia e ineficiencia, como algo que no
sirve, funciona mal o no funciona y que por ello hay que pasarlo
a manos privadas. A su vez, lo privado se percibe como eficiente,
bueno, de calidad. Proliferan como hongos las escuelas,
institutos y universidades privadas como respuesta de la entradéi
de la educación en la órbita del mercado y del marketing. La
püblicos o de agencias mu!i.itaterales, cleberán demostrar que
son "rentables" y que sus resultados son mejores que los de
otros. La tendencia a revertir la gratuidad de la educación, especialmente
la superior, y convertirla en un servicio pagado, es
cada vez más generalizada. Las corrientes descentralizadoras
en educación parecen ser hoy la consigna. En otros países, la
políticé) es la de tra nsferir parcelas enteras de la educación a
manos privadas.
Esta mentaliLi ad privatizadora, aprovechándose del descrédito
en que l1an caído gremios y sindicatos (en gran medida
por sus prácticas corruptas y clientelares, la defensa a ultranza
de unos supuestos derechos de sus afiliados sin la contraparte
del cumplimiento de los deberes, su apego al pasado y su incapacidad
de autocrítica, renovación y transformación a la luz de
las exigencias de los nuevos tiempos), pretende acabar con toda
forma de organización y de lucha cooperativa, llegando incluso
a satanizar estas manifestaciones (todo lo que huela a sindicato,
o lucha gremial, se considera rémora del pasado, freno al
desarrollo, que hay que combatir con decisión), lo que deja al
individuo, sobre todo al débil, inerme y sin defensas frente a la
voracidad del mercado: contratos individuales, salidas individuales,
trabajos temporales, que cada uno vea por sí mismo y trate
de venderse lo mejor posible, de acuerdo a su valía, en el mercado.
Pensar en los demás, defender los derechos de los otros,
seguir empeñado en un mundo de justicia, resulta trasnochado
y peligroso. Una mercantilización absoluta invade todos los
ámbitos de la vida e impone la lógica de la dominación y de un
individualismo feroz. El egoísmo, el encerrarse en sí mismo y no
pensar en los demás, se considera una virtud fundamental.
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educación (Codina, G., 1998, 8) se considera como mera inver- . ,
sión que, como en toda inversión, deberá tomar muy en cuenta 1· 1.2. Pobreza Y exclusron
la relación costo-beneficio. Los mercaderes están entrando cada Suelen presentarse como indicadores de que la economía
vez con más decisión en el campo educativo, tratando de a pro- globalizada anda por buen camino el aumento del PIB (Producto
vechar mercantilmente el colapso de la educación pública. Las Interno Bruto), el control de la inflación y cierta estabilidad cambiaría.
, instituciones educativas que deseen tener acceso a los fondos Todos ellos indicadores macroeconómicos. Pero la macroeconomía
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13. está produciendo una macropobreza, sin duda alguna, la enfermedad
principal de nuestros días, causa principal de otras innumerables
enfermedades tanto físicas como mentales y espirituales, e
incluso causa de innumerables muertes. La pobreza mata cada
año, en el mundo, más gente que toda la segunda guerra mundial.
Una pobreza deshumanizadora, que genera resentimiento, violencia
y delincuencia al tener que convivir con la opulencia y el
exhibicionismo descarados. La publicidad estimula la demanda
y a la misma velocidad promueve la violencia de los que no
pueden comprar. De ahí que se multiplican los consumidores y
los delincuentes (Galeano, 1998, 25): "La publicidad manda consumir
y la economía lo prohibe. Las órdenes de consumo, obli-
.. gatorias para todos, pero imposibles para la mayoría, son invitaciones
al delito. Este mundo que ofrece el banquete a todos y
cierra la puerta en las narices de tantos es, al mismo tiempo,
igualador y desigual: igualador en las ideas y en las costumbres
que impone, y desigual en las oportunidades que brinda".
Cada día se acrecientan más las desigualdades entre los
países y, dentro de cada país, entre una minoría que disfruta de
todos los caprichos inimaginables y las grandes mayorías que
escasamente pueden vivir con dignidad o que incluso están condenados
a morir de hambre. Como escribe Simón Alberto
Consalvi (1999), en su artículo "Las cifras del desastre humano",
en el que va comentando el Informe sobre desarrollo humano
elaborado por el PNUD en 1998, "El consumo público y privado
de bienes y servicios alcanza la cifra de 24 billones de dólares
en 1998, el doble que en 1975, y seis veces más alto que en
1950. Pero la brecha entre los países ricos y los pobres se amplía
peligrosamente, en una época de demandas insatisfechas y
de grandes necesidades. Cuestión que, a juicio del informe, genera
inquietud popular estimulada por la explosión informativa.
En una palabra, las expectativas se han hecho globales, pero
no así la afluencia. Veamos estas cifras: 20% de la gente en los
países de mayor ingreso consume el 86% del total del consumo
privado. En los más pobres, sólo se consume 1,3%. En Africa, un
24
hogar promedio consume 20% de lo que consumía 25 años
atrás. Las naciones ricas reducen su población, pero aumentan
·el consumo, sobre todo ei consumo artificiaL .. En el año 2050,
se estima que la población mundial alcanzará los 9,5 miliardos
de habitantes; de estos, 8 vivirán en países pobres .. . El evangelio
de la globalización está siendo puesto a prueba antes de
habernos mostrado sus milagros. En suma, derechos humanos
y 'desarrollo inhumano' son términos incompatibles".
Los éxitos de los ajustes macroeconómicos se traducen de
hecho, en crecientes desajustes en los presupuestos cada vez
más micras de las mayorías. El mundo de este final de siglo
funciona para unos pocos y contra muchos. En palabras de
Galeano, "unos pocps tienen de sobra, y los muchos viven de
las sobras". Con la globalización de la economía hay unos ganadores,
los ricos, y unos perdedores claros, los pobres. Y eso lo
dice la ONU. Esto ocurre a nivel mundial - los países subdesarrollados
ganan menos que los industrializados- y a nivel individual
-en un mismo país los más pobres ganan menos que los
ricos-. Para captar la ilusión que se esconde tras la globalización,
el informe del PNUD de 1997, usaba esta metáfora: la globalización
es una marea de riquezas que supuestamente levanta a
todos los barcos; los trasatlánticos y los yates navegan mejor,
los botes de remo hacen agua y, algunos, se hunden rá pidamente.
Y es que, si bien la globalización es inclusiva como mercado,
es decir, el consumo, la información, los productos para el
ocio y la diversión ... , se expanden sin fronteras y su dinámica
tiende a llegar a todos los rincones del mundo, es excluyente
de todos aquellos, que son la mayoría, que no tienen capacidad
de adquirir esos bienes que la publicidad vocea y ofrece a manos
llenas, y que incluso tienen negado el acceso a los bienes y
servicios fundamentales. Todos somos. incluidos por el deseo,
tan insistentemente introyectado en nuestras mentes, de un
consumo que la cultura en boga propone como basamento de
la identidad, pero muy pocos pueden satisfacerlo, ya que la
mayoría tiene vedado el acceso a ese consumo, lo que les lleva
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a desarrollar, ante sí mismos y ante los demás, la conciencia de
su inutílldad, de su no-valía, de su no-ser. A nivel macro, el desa·
rrollo, la calidad de vida, el progreso que ha permitido la nueva
economía, son innegables. A nivel micro, sin embargo; los beneficios
no son para todos, ni se reparten por igual. Y el precio
que hay que pagar es horrendo, aunque algunos traten de disfrazarlo
con el eufemismo de "costo social" o la retórica de los
"sacrificios necesarios".
Asomémonos a algunos otros datos escalofriantes de las
desigualdades, pobreza, muerte y destrucción en el mundo:
-Los 225 personajes más ricos acumulan una riqueza equivalente
a la que tienen los 2.500 millones de habitantes más
pobres, o sea, 47% de la población mundial. El PIB (Producto
Interno Bruto) de China, con 1.300 millones de habitantes, es
superado por el dinero de 84 de los 225 millonarios citados. Los
tres personajes más ricos del mundo tienen activos que superan
el PIB combinado de los 48 países menos adelantados.
- El 20% de la población mundial acapara el 86% de todos
los recursos de la tierra, lo que demuestra la imposibilidad
de que toda la humanidad alcance los niveles de desarrollo de
la minoría privilegiada. Las matemáticas nos demuestran que,
para alcanzar todos los habitantes del planeta el desarrollo de
ese 20%, se necesitarían los recursos de más de cuatro planetas
tierra. El que unos pocos puedan disfrutar del consumo más
desenfrenado es a costa de las necesidades insatisfechas de las
grandes mayorías. Si toda la humanidad tuviera acceso de re·
pente a los niveles de consumo de los países del Norte, el mundo
colapsaría. Como escribe P. Anderson (1992, 352), "el estilo
de vida que disfruta la mayoría de los ciudadanos de las naciones
capitalistas ricas de nuestros días ... depende de su restric·
ción a una minoría. SLtodas las personas de la Tierra poseyeran
el mismo número de frigoríficos y de automóviles que tiene
Norteamérica y Europa occidental, el planeta sería inhabitable.
En la ecología global del capitalismo de hoy día, el manteni-
26
miento de los privilegios de unos pocos exige la miseria de
.muc11os. En la actualiclad, menos de un cuarto de la población
mundial se apropia del 85% ele la renta mundial y la distancia
entre lo que poseen las zonas avanzadas y lo que tienen las
deprimidas ha aumentado durante el pasado medio siglo" .
- E! 25% de la población total del mundo, es decir, 1.442
millones de personas, viven por debajo de los niveles de pobreza,
es decir, en la más atroz de las miserias y no ganan ni siquiera
el equivalente a un dólar diario para vivir. El trabajo es la
única mercancía que continuamente baja de precio, y hoy se ha
acuñado el término de working poors, pobres que trabajan, como
una nueva categoría social.
- 1.600 millones de personas en el mundo se hallan en
condiciones peores que hace ·¡5 años. 89 países están en situacion
económica peor que hace 10 años. 70 países tienen ingresos
inferiores a los que tuvieron en las décadas del 60 y del 70.
- En los últimos 30 años, la participación en el ingreso
mundial del 20% más pobre del mundo se redujo de un 2,3% a
un 1,4% y el 20% más rico del mundo (230 millones de personas)
tiene ingresos 60 veces más altos que los pobres, es decir,
que 4.620 millones de habitantes que viven en el Sur.
- En un mundo intercomunicado por el internet, redes
satelitales y supera utopistas de la información, hay todavía mil
millones de personas analfabetas, de las cuales 600 millones
son mujeres. La pobreza tiene rostro especialmente femenino:
el 70% de las personas que viven en situación de extrema pobreza
son mujeres. A pesar de que las mujeres trabajan hasta
diez horas más a la semana que los hombres (en los países en
desarrollo, la mujer trapaja en promedio de 12 a 18 horas diarias),
sus salarios son un 50 y un 80% más bajos. La mujer es la
única fuente de ingresos para la tercera o cuarta parte de los
hogares del mundo, y su aporte representa más del 50% de los
recursos en por lo menos la cuarta parte de los demás hogares.
En todo el mundo se calcula que las mujeres, que representan el
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~~ 40Df<¡ c1e la fuerza laboral mundial, sólo ocupan el 16% de los
puestos de gestión y menos del 6% de la cúpula de dirección.
-- Mil millones de personas viven sin agua potable. 800
millones sufren desnutrición crónica. 200 millones de niños
menores de cinco años están desnutridos y 11 millone·s de niños
mueren al año de hambre. Por otra parte, uno de los mayo··
res problemas de salud en los países del norte es la obesidad y
las enfermedades que tienen que ver con el exceso de alimentación
y cada año se destruyen millones de toneladas de alimentos,
para evi~ar que caigan sus precios.
- Cerca de 250 millones de niños entre 5 y 14 ai'ios trabajan
en el mundo, de los que 120 millones lo hacen a tiempo completo
y un tercio en ocupaciones peligrosas o de riesgos (respirando
pesticidas, manipulando sustancias químicas peligrosas, llevando
enormes cargas ... ), según datos facilitados por la Organización
Internacional del Trabajo (OIT). A cambio de su trabajo,
sobre todo en zonas rurales, muchas veces los niños sólo reciben
una pobre comida y un alojamiento indigno. Según la OIT, muchos
de los niños que trabajan en el mundo lo hacen en régimen
de esclavitud o servidumbre por deudas, y han de hacerlo para
reembolsar préstamos o librar a sus familiares de otras obligaciones:
Pero el tipo de explotación que más preocupa a la OIT es la
sexual, crimen que, alentado por las posibilidades del internet, se
está agravando y extendiendo en el mundo y muy especialmente
en Asia, donde se calcula que ya hay más de un millón de
niños involucrados en ese mercado.
-Millones de niños deambulan sin dignidad por las calles,
solos, sin familia, sin afecto, durmiendo sobre periódicos debajo
de puentes o en las entradas de edificios, inhalando pega para
evadirse de su terrible situación, y caen día a día en las garras
de la prostitución, la delincuencia, la pornografía, el tráfico de
drogas y otras actividades ilí.citas. El obispo boliviano Nino
Marzoli denunció que los cientos de niños abandonados en las
calles de su país son víctimas de los traficantes de órganos humanos,
que les extraen los riñones o pulmones y después los
28
venden en Brasil y Paraguay. También denunció que en el oriente
de Bolivia operan bandas internacionales dedicadas al tráfico
· de niños para adopción ilegal en Estados Unidos, Brasil y Europa,
donde los pequeños son vendidos !lasta en 20 dólares. En
varias ciudades latinoamericanas existen mafias que roban y
secuestran n!i'ios para ponerlos a mendigar por las calles y, para
que impresionen más a la gente y motiven su compasión, les
arrancan un brazo, una pierna o les sacan un ojo. En las ca lles
de Brasil y de Colombia se asesina cobardemente a los niños de ·
la calle por considerarlos una amenaza o, simplemente, porque
ofrecen un paisaje negativo o una mala imagen a los turistas.
Según la organización Human Rights Watch, en1993, los escuadrones
parapoliciales asesinaron a 6 niños por día en Colombia
y a 4 por día en Brasil.
- Bernardo Kliksberg (1999), tras señalar que la pobreza
no es una enfermedad menor, pues la pobreza mata, presenta
los siguientes datos: "mientras que en las 26 economías más
desarrolladas la poblé!ción vive en promedio 78 años, en los 46
países más pobres sólo llega a 53. La brecha entre ambos es de
25 ai'ios de vida. Mientras que en los desarrollados, sólo 5 de
1.000 niños perecen antes de cumplir un ario de edad, en los
pobres son 100 de cada 1.000. La pobreza se paga con deterioros
en la esperanza de vida, mortalidad infantil y altas cifras de
mortalidad materna. Afecta el derecl1o más elemental, el derecho
a la vida".
-A su vez, Fidel castro (1998), en su intervención ante la
Organización Mundial de la Salud (OMS), se pregunta desconcertado:
"Si la economía mundial, según cálculos de prestigiosos
analistas, creció seis veces y la producción de bienes y servicios
pasó de menos de cinco billones a más de 29 billones de
dólares entre 1950 y 1997, ¿por qué r:·meren todavía cada año
12 millones de niños menores de cinco años, es decir, 33 mil
por día que podrían salvarse en su inmensa mayoría? En ningún
lugar del mundo -prosigue Fidel- en ningún genocidio, en
ninguna guerra se matan tantas personas por minuto, por día y
29
16. (_
por hora como las que matan el hambre y la pobreza en nuestro
planeta, 53 aiios después de creada la Organización de las
Naciones Unidas. Los niños que mueren y que podrían salvarse,
son casi en un ciento por ciento, pobres; y de los que sobreviven,
¿por qué cada año 500 mil quedan ciegos por falta de una
simple vitamina que cuesta al año menos que una caja de cigarrillos?
¿por qué 200 millones de menores de cinco ai'ios están
desnutridos? ... ¿por qué dos millones de niñas son prostituidas
cada año? ¿por qué 800 millones carecen de los más elementales
servicios de salud? ¿por qué de los 50 millones de personas
que en total fallecen cada año en el mundo/ adultas o niños/ 17
millones/ es decir/ aproximadamente 50 mil cada día/ mueren
de enfermedades infecciosas que podrían casi todas curarse 0 1
mejor todavía/ prevenirse a tiempo muchas de ellas/ a un costo
que a veces no rebasa un dólar per capita? ¿cuál es el precio de
una vida humana? ¿cuánto cuesta a la humanidad el injusto e
insoportable orden económico establecido en el mundo? Según
estimaciones de las Naciones Unidas/ el costo de lograr el acceso
universal a servicios básicos de salud equivaldría a 25 mil
millones de dólares anuales/ un 3% de los 800 mil millones de
dólares que actualmente se invierten en gastos militares. Y ya
no hay guerra fría. El comercio de armas/ que son para matar/
no se detiene/ y los medicamentos/ que debieran ser para salvar
vidas/ se venden cada vez más caros. El mercado de medicamentos
en 1995 ascendió a 280 mil millones de dólares. Los
países desarrollados/ con el1416% de la población mundiaC 824
millones de habitantes/ consumen el 82% de los medicamentos;
el resto del mundo/ cuatro mil 815 millones/ consume sólo
el 18 por ciento. Los precios son realmente inaccesibles para el
Tercer Mundo/ donde sólo los sectores privilegiados pueden
consumirlos. Algunos antibió~icos de última generación tienen
en el mercado un precio 50 veces mayor que su costo.
- El SIDA ha pasado de ser una enfermedad de promiscuos
y drogadictos en los países industrializados (Agenda Latinoamericana
1999/ 24t a ser la peor enfermedad de los países
30
~-
más pobres. Hasta ahora/ estos países subdesarrollados tenían
casi en exclusiva enfermedades como el cólera/ la malaria, el
·dengue, y la diarrea que mata tres millones de niños al año.
Pero e! impacto del SIDA, que empezó a dejarse sentir hace diez
años/ es ahora más devastador en esos países. Al1ora el SIDA
está íntimamente ligado a la pobreza/ ya que ésta es campo
fértil para la expansión de la epidemia. La infección desata un
torrente de desintegración socia! y económica, y de empobrecimiento.
De los 23 millones de personas que tienen SIDA, el 94%
viven en el mundo subdesarrollado. En algunos países los efectos
de la enfermedad son devastadores hasta el punto de que la
expectativa de vida ha disminuido en diez años. Para el año
2010 la expectativa de vida en Botswana es de 33 años (frente
a los 64 si no tiUbiera existido el SIDA). En palabras de Fidel
Castro/ "o derrotamos el SIDA, o el SIDA acabará con muchos
países del Tercer Mundo. Ningún enfermo pobre puede pagar
los 10 mil dólares por persona al año que cuestan los actuales
tratamientos/ que aunque prolongan la vida/ no curan la enfermedad".
-El afán desmedido de lucro y de riqueza está matando y
agotando al planeta tierra. Como señalara Fidel Castro en su
discurso citado/ "cambia el clima, se calientan los mares y la
atmósfera, se contaminan el aire y las aguas/ se erosionan los
suelos, crecen los desiertos/ desaparecen los bosques/ escasean
las aguas. éQuién salvará a nuestra especie? ¿Las leyes ciegas e
incontrolables del mercado; la globalización neoliberal; una economía
que crece por sí y para sí como un cáncer que devora al
ser humano y destruye la naturaleza? Ese no puede ser el cami-
. no". Y ciertamente no lo es. Al actual ritmo de destrucción/ la
vida sobre la tierra tiene los años contados: Los bosques tropicales
húmedos están siendo quemados y talados a razón de
entre 17 y 20 millones de hectáreas al año. Si esta situación
persiste/ los bosques desaparecerán en pocas generaciones. Por
cada hectárea de bosque talado/ se estima que unas 115 toneladas
de C02 son liberadas a la atmósfera/ contribuyendo consi-
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derablemente al efecto invernadero. Cada día mueren varios
ríos y algunos profetizan que las guerras del futuro serán por el
agua. Una máquina de muerte aniquila las especies vivientes a
ritmo impresionante: si se calcula que entre 1500 y 1850, desapareció
una especie viviente cada diez afias, y entre 1850 y
1990 una especie por año, a partir de 1990 empezó a desaparecer
una especie por día y, si sigue ese ritmo de destrucción, a
partir del año 2.000, desaparecerá una especie por hora.
-El agotamientode la capa de ozono (Bello, 1996, 188) es
el problema más inmediato relativo al patrimonio común de la
humanidad. Los científicos siguen dando cuenta de la presencia
de niveles alarmantemente elevados de sustancias que destruyen
la capa de ozono de la atmósfera. El ozono protege a los
seres vivientes absorbiendo gran parte de las radiaciones
ultravioletas que producen cáncer de la piel, cataratas, y, posiblemente,
daños al sistema inmunológico del ser humano, y
reduce la reproducción de los organismos microscópicos marinos,
que constituyen la base de la cadena alimenticia de los
océanos.
1.1.3. Pobreza e insensibilidad humana
Si graves son los datos a los que nos acabamos de asomar,
tal vez sea todavía más grave la creciente insensibilidad
ante la pobreza. La pobreza y la miseria, la muerte por hambre,
es un paisaje cotidiano al que nos estarnos acostumbrando y ya
no nos causa ni desconcierto ni indignación. La igualdad ya no
es un ideal al que tender, pues la desigualdad se considera motor
de avance, de superación, de cambio. En consecuencia, la
pobreza ya no se liga como hace unos años a algún tipo de
injusticia, sino que se considera únicamente responsabilidad de
los pobres. Ellos son los culpables de su pobreza. Si hay pobres
es porque son flojos, · vagos, irresponsables, ineficientes ... En
consecuencia, los pobres son percibidos cada vez más como
enemigos y amenazas o, como ya denunciara su Santidad el
papa Juan Pablo 11 en su encíclica Centessimus Annus, "como
32
un fa rejo o como molestos e inoportunos, ávidos de consumir lo
que otros 11an producido". La cultura actual que a todo le pone
precio, desprecia a los que no tienen. De allí también que la
delincuencia ya no es considerada como consecuencia de las
políticas económicas y sociales, sino como causa del malestar
social, con lo que se adelantan cada vez planes más costosos
para re¡:Jrimirla y acabar con ella (es decir, con los delincuentes;
el mismo sistema que genera la pobreza quiere acabar con los
pobres), en vez de atacar las causas que la originan. Cada vez
que un delincuente cae acribillado, la sociedad respira aliviada.
Se gastan cada vez cifras más desorbitantes en policías y equipos,
en cárceles, pero no hay dinero para educación, deporte,
creación de fuentes de trabajo, medios más eficaces para combatir
la delincuencia. Que cada uno proteja lo mejor que pueda
los bienes adquiridos con su talento y con su esfuerzo que están
seriamente amenazados por la envidia de los miserables. De
ahí la proliferación de armas, alcabalas, sistemas de seguridad
cada vez más sofisticados y vigilantes privados en las urbanizaciones
exclusivas. En Canadá y Estados Unidos la seguridad privada
gasta el doble que la seguridad pública. Más que otra cosa,
la economía neoliberal ha globalízado el miedo. En palabras de
Eduardo Galeano (1998, 83), "los que trabajan, tienen miedo a
perder el trabajo. Los que no trabajan, tienen miedo a no encontrar
trabajo nunca. Quien no tiene miedo al hambre, tiene
miedo a la gordura. Los automovilistas, miedo de caminar; los
peatones, miedo de los carros. Miedo de la mujer a la violencia
del hombre, y miedo del hombre a la mujer sin miedo. rvliedo a
los ladrones, miedo a la policía. Miedo a la puerta sin cerradura,
al niño sin televisión, a !a noche sin pastillas. Miedo a la multitud,
a la soledad, miedo de vivir, miedo de morir". Y como tenernos
miedo a los demás y vernos al otro como amenaza, las
máquinas sustituyen a las personas: sexo virtual, chat virtual. ..
Encerrados en cárceles doradas, cada vez son más numerosos
los que claman por cárceles y muerte para los miserables
y proliferan las armas en las manos de la gente: "Armaos los
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unos a los otros". Se calcula que en Estados Unidos, e! reino de!
mercado y de ia abundancia, hay 230 millones de armas de
fuego en manos de !os ciudadanos, y según datos del Viofence
Policy Center, las ba las matan cada día por crimen, suicidio o
accidente a 14 niños y adolescentes menores de 19 años.
La cul tura de la insensibilidad es también la cultura del
multiloci<, sobre la que van germinando brotes cada vez ·más
vigorosos de nuevos facismos ~ue no dudan en reclamar pena
de muerte para los malandros, como piden las pintas en muchas
ciudades: "Combata la pobreza, mate un mendigo". "Combata
la pobreza y el hambre, cómase un pobre". La quema de
mendigos (Galeano, 1998, 102) es un deporte que los jóvenes
de clase alta brasileña practican con cierta frecuencia. En Colombia,
los grupos de limpieza social mataban mendigos y los
vendían a los estudiantes de medicina que estudian anatomía
en la Universidad Libre de Barranquilla.
El mismo Eduardo Galeano (1998, 88) nos recuerda que
con su proclama de pena de muerte a los malandros fue elegido
diputado en Brasil un exinspector de policía llamado Sivuca.
El diputado mexicano Miguel Ortiz cree que hay que ir mucho
más allá, ahorrar balas y propone que a los delincuentes "los
colguemos en una plaza pública y repartamos alfileres, para
que todos les piquen sus partes nobles hasta que mueran". En
las elecciones legislativas de 1997 en Argentina, la candidata
Norma Miralles se proclamó partidaria de la pena de muerte
pero con sufrimiento previo: "Es poco matar a un condenado,
porque no sufre". Poco antes, el alcalde de Río de Janeiro, Luis
Paulo Conde, había dicho que prefería la cadena perpetua o los
trabajos forzados, porque la pena de muerte tiene el inconveniente
de ser "una cosa muy rápida". Las encuestas de 1997 en
Río de Janeiro y Sao Paulo revelaron que más de la mitad de la
gente consideraba normal el linchamiento de los malhechores.
Sin embargo, si los seres humanos fuéramos capaces de
ver los rostros de nuestros semejantes con ojos misericordiosos
y recobráramos nuestra sensibilidad, la pobreza sería fácilmen-
34
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te derrotada. Así como un día fue derrotada la esclavitud, hoy
puede ser derrotada la pobreza. Sólo hace falta voluntacl y decisión.
Esto supone, en primer lugar, superar una serie de mitos
bloqueadores, como el que en todas partes hay pobres o que,
como señala Bernardo Kliksberg, {'1999) "hay que tener paciencia
y esperar. Haciendo todos los esfuerzos para elevar la tasa
de crecimiento económico, el mismo se derramará, y la pobreza
desaparecerá. La realidad funciona clistinta seg(m numerosos
estudios. Es absolutamente deseable y necesario que haya crecimiento
económico, pero el mismo no se derrama solo. En
muchos casos recientes, no ha llegado a los pobres casi nada
de él. Un factor fundamental es el grado de inequidad reinante
en una sociedad. Si es muy alto, el crecimiento no baja a los
pobres. América Latina, desafortunadamente, es considerada la
zona más desigual del planeta, con la mayor polarización en la
distribución del ingreso. Aquí es difícil que el crecimiento se derrame
solo. La espera y la paciencia no ayudarán".
El pecado más imperdonable de los proyectistas del desarrollo
(Bello, 1996, 113) es "quedar hipnotizados por las elevadas
t asas de crecimiento del PNB, y olvidar el objetivo fundamental
del desarrollo. En un país tras otro, las masas se quejan
de que el desarrollo no influye en sus vidas ordinarias. A menudo,
el crecimiento económico ha significado muy poca j usticia
social y se ha visto acompañado de un desempleo creciente,
del deterioro de los servicios sociales y de un aumento absoluto
y relativo de la pobreza".
Junto a la superación de este mito de la é1bundancia que
se derramará y de otros mitos semejantes que sólo contribuyen
a dejar las .cosas como están e impiden emprender campañas
atrevidas, es urgente que todos nos aboquemos a combatir la
pobreza, como la enfermedad más grave y vergonzosa .de este
fin de milenio. Esto va a suponer unas políticas vigorosas en
salud, educación, vivienda y trabajo, lo que exige una fuerte
intervención del Estado, que debe garantizar a todos comida,
salud, vivienda y educación. Es lamentable que la mayoría de
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los gobiernos de los países en desarrollo gasten más en dotación
de sus Fuerzas Armadas y en el servicio de la Deuda Exte rna
que en salud y educación.
Los ciudadanos de los países del Norte vienen desarrollando
una cu ltura de los derechos humanos que, justamente,
se horroriza de las torturas y muertes ocasionadas por gobiernos
dictatoriales. Pero han avanzado muy poco en incorporar el
derecho a la vida de todos y en condenar las políticas de ajuste
que ocasionan la muerte lenta de millones de personas. Con un
gran cinismo acaban con las fronteras financieras y culturales,
pero levantan sus fronteras físicas y persiguen a los pobres que
ías cruzan (siempre lo harán si los sueldos en Europa o Estados
Unidos son 8 ó 16 veces los de su país) y no ponen fronteras al
éxodo de talentos y de capitales que están desangrando a los
países pobres. Entre 1960 y 1990, Estados Unidos y Canadá recibieron
más de un millón de profesionales y técnicos de países
en desarrollo. El sistema educativo de Estados Unidos depende
en gran parte de ellos. En 1985, en las escuelas de ingeniería
eran extranjeros aproximadamente la mitad de los profesores
auxiliares menores de 35 años.
Por otra parte, siguen exigiendo el pago de los compromisos
de la Deuda Externa (también Eterna), pagada y repagada
varias veces con dinero, con hambre, con miseria y muerte.
Deuda que, como plantea la Agenda Latinoamericana (1999,
28), es pecaminosa, por su carácter de usura. Es inexistente,
porqu~ ya fue pagada varias veces, y porque sus acreedores
fueron más que compensados. Es inmoral, por cuanto está siendo
pagada con la educación, la salud y demás servicios sociales
-que son a la vez derechos humanos fundamentales- que se
niegan a los pobres y a los pequeños: ninguna deuda ha de ser
pagada con la vida ... Sólo el servicio de los intereses -no el
pago mismo de la deuda- grava actualmente la economía de
los países pobres en un 20, 30 y hasta 40% del presupuesto
nacional, que no puede ser invertido en los servicios sociales
esenciales, ni en la inversión para la creación de fuentes de traba- :
36
jo, cuando el sistema actual deja fuera de la economía formal a
más de la mitad efe la población económicamente activa en
América Latina.
Los países del Sur entregan 250.000 dólares por minuto
en servidumt)l'e de la deuda. América Latina ha transferido a los
países ricos cerca de 40.000 millones de dólares anuales en el
Clltimo trienio, como pago de una deuda torpemente contraída,
que de ninguna forma benefició a un pueblo que ahora debe
pagarla con su sangre. De hecho, y contra lo que muchos imaginan,
América Latina es exportadora neta de capitales a los países
industrializados. Como expresa la Agenda Latinoamericana
(1999, 27), "en términos globales, es más la cantidad de dinero
que va de América Latina hacia los países desarrollados que lo
que estos invierten, prestan o regalan a nuestra región ... A modo
de ejemplo, tomemos el lapso de tiempo comprendido entre
1982 y 1990, sobre el cual contamos con datos fidedignos. Si
sumamos toda la cantidad que los países en vías de desarrollo
recibieron de parte de los países desarrollados, ya sea por concepto
de préstamos bancarios, de donaciones, de subvenciones
a entidades benéficas, tanto püblicas como privadas, créditos
comerciales ... , suma un total de 927.000 millones de dólares.
Durante el mismo período de 1982-1990, los países en
vías de desarrollo pagaron, solamente por concepto de servicio
de la deuda (pago de intereses y amortizaciones), la suma de
1.345.000 millones de dólares. Pero lo irónico del caso es que
habiendo transferido a los países ricos mucho más de lo que de
ellos han recibido, todavía América Latina debe a esos mismos
países más de 600.000 millones de dólares.
En términos comparativos, el Plan Marshall apoyó a la Europa
devastada de la postguerra con 70.000 millones de dólares
(al cambio actual) y los países pobres han transferido a los
países ricos, sólo en ese lapso de ocho años, por valor de iiiseis
veces el Plan Marshall!!!"
La lucha contra la pobreza, la enfermedad, el analfabetismo
y el desempleo no puede dejarse en manos del libre merca-
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do. Los Estados deben entender que la inversión en el capital
humano es la inversión más rentable, la única eficaz para acabar
con la pobreza y alcanzar un desarrollo sustentable. Como sei1ala
Atencio Beiio (1996, 300t citando el Informe Anual de ·¡993
del Banco Interamericano de Desarrollo, "difícilmente el creCimiento
económico y la modernización serán duraderos si no hay estabilidad
política y sociat la cual, a su vez, depende de una distribución
más equitativa de los beneficios del crecimiento ... Si se ha
de mantener el crecimiento, es imperativo redoblar los esfuerzos
dirigidos a la reforma social. Hay ejemplos sobre el proceso de
desarrollo económico a largo plazo que sustentan la conclusión
de que al lograrse niveles de educación, salud y nutrición más
altos se produce más y se vive mejor. Es necesa rio, por lo tanto,
que en los próximos ai'ios la inversión en recursos humanos sea
un eje central de la reforma social. El aumento del volumen y la
eficiencia de esas inversiones dará como resultado fuerzas laborales
más productivas y flexibles, patrones de gastos más convenientes,
menores presiones de una población descontenta y un
caudal adicional de inversiones en recursos humanos, generadas
en los propios hogares. Los programas para mitigar la pobreza
deben ser un componente crucial de la reforma social y tienen
que apuntar a elevar la productividad de los pobres, como el
medio más idóneo para aumentar sus ingresos".
En definitiva, los llamados milagros económicos, como el
alemán, el japonés o el español, no son otra cosa que el resulta do
de una conciencia colectiva de trabajo. Esto va a implicar
también una gran cruzada colectiva que considere el trabajo,
con el ejemplo y la palabra, como el medio fundamental de
abatir la pobreza y alcanzar la realización plena, como personas
y como pueblos. Un país no es rico por tener abundantes
materias primas o grandes recursos minerales. Es rico si es capaz
de convertir sus potencialidades, por medio del trabajo, en
desarrollo y vida para todos.
Para los escépticos que siguen pensando que acabar con
la pobreza es imposible, les ofrecer:nos los siguientes datos: Es-
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tamos entrando al siglo XXI (Dhanapaia 1999) con cerca de 36
mil cabezas nucleares y gastos militares mundiales que se esti ..
man aproximadamente en 780 millardos ele dólares anuales.
según el Programa de Desarrollo de la ONU, la inversión de
menos del 10% de esa suma sería suficiente para alcanzar el
acceso universal a la educación, el agua potable, los servicios
de saneamiento y de salud, así como la nutrición, en todos los
países en desarrollo. Bernardo Kliksberg (1999) abunda en esta
misma idea y escribe lo siguiente: "Es hora de pensar en soluciones
para la mayor prioridad cotidiana de la gente, la pobreza. Al
hacerlo, puede ser útil tener en cuenta las cifras proporcionadas
por el Informe de Desarrollo Humano 1998 de la ONU, sobre las
contradicciones del mundo actual en cuanto a asignar recursos.
Dicen que proveer servicios de salud básica y nutrición a los
4.400 millones de personas que viven en los países en desarrollo,
la mayoría con penurias graves en este campo, costaría
13.000 millones de dólares anuales. Actualmente, indica, se gastan
17.000 millones de dólares anuales en alimentos para perros
en Europa y Estados Unidos; 35.000 millones anuales en la
industria del entretenimiento en Japón, y 50.000 millones anuales
en cigarrillos en Europa". A su vez, Richard Jolly (1999, 25)
tras advertir que acabar con la pobreza extrema costaría mucho
menos de lo que se piensa, añade: "Bastaría con el 1% del ingreso
mundial más el 2 a 3% de los ingresos nacionales. Con
80.000 millardos de dólares anuales durante una década, se
puede enfrentar con éxito la lucha contra la pobreza. Esa cantidad
es todavía menor que la de la riqueza total de los siete
hombres más ricos del mundo".
La pobreza es fácilmente derrotable pero, para acabar con
ella, la humanidad requiere convertirse y entender que, además
de ser un problema social y económico, es también un problema
político que va a requerir de decisiones firmes, y un problema
ético que implica volver los ojos a los demás y superar esa
insensibilidad inhumana a la que no le importa el dolor ajeno, y
que puede llevarnos a todos al caos. De ahí que nos ha pareci-
39
21. c1o oportuno cerrar este apartado con las palabras de Ricardo
Diez Hochleitner {Bello, 1996, 295), presidente del Club de Roma:
"Conviene tomar conciencia de que la pobreza en el mundo es
sobre todo un problema ético de solidaridad, pero en caso de
insensibilidad colectiva, también debe quedar patente que esa
dramática pobreza de tantos pueblos ya está empezando a generar
también grandes problemas y daños a los más favorecidos
dada la inexorable interdependencia. En todo caso, como
quiera que en la médula de la mayoría de estos y otros problemas
está latente el tema de la gobern abilidad de un mundo
repleto de egoísmos, amparados en culturas diferentes y encerrados
en fronteras cada día más frágil es, se impone un serio
diálogo de las culturas que haga el mejor uso del creciente conocimiento
humano y de las nuevas tecnologías, al servicio de
un mundo en el que florezca la cooperación frente a la confrontación.
Conviene pensar que este planeta es algo así como un
préstamo que nos han hecho las futuras generaciones a las que
nos debemos y que nuestro primer deber es no sólo no destrui rlo
o esquilmarlo, sino también mejorarlo en todos los órdenes.
El hombre no debe llegar a ser nunca el peor enemigo de su
, especie, como a veces parece amenazar, sino por el contrario,
.::: su mejor amigo".
í De ahí ya la necesidad de una genuina educación, que se
f. aboque a formar personas auténticas y ciudadanos responsa- :). .
, /( bies, dolientes de las miserias ajenas y comprometidos a aca-
;;:· i barias, capaces de globalizar la justicia, la sensibilidad y sobre
, . todo la solidaridad, más que la caridad que consuela pero no
',)) · j cuestiona. Recordemos a Monseñor Helder Cámara que solía
~,·~ j repetir: "Cuando doy comida a los pobres, me sonríen y me lla/
man santo. Cuando pregunto por qué no tienen comida, se mil~-~
an incómodos y me llaman comunista".
1.2. Análisis político: la democracia formal o electoral
El carril sobre el que rueda con fluidez la economía
globalizada es la democracia formal, donde la participación se
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suele reducir al mero ejercicio electoral para eiegir los gobernantes
de turno. No hay lugar hoy para dictaduras (que se lo
. digan a Pínochet), para revoluciones, pero tampoco se van a
permitir, aunque sus propulsores hayan sido elegidos democrá··
ti ca mente, aventuras desestabiiizadoras que se salgan del camino
del libre mercado, e intenten regresar a experiencias (como
las distintas formas de socialismo o del Estado Benefactor), que,
según se repite con insistencia, históricamente han demostrado
su inviabilidad y. han ocasionado el derrumbe de las economías.
Hasta la propia Cuba ha tenido que abrirse a las exigencias de
la economía globalizada para no quedar completamente aislada
y poder sobrevivir.
Hoy, la economía impera sobre la política (Codina, 1998):
Ya no son las naciones-estados o los países en particular quienes
toman las decisiones, sino las grandes redes y poderes económicos.
Ya no es el Estado: es el capital. El margen de decisión,
de autoridad y de autonomía de cualquier nación-estado, especialmente
en los países en desarrollo, es cada vez más restringido.
El dinero es el que manda. Dinero volátil, que no conoce
fronteras, capitales golondrina, que se posan o levantan vuelo
según las conveniencias e intereses de poderes sin rostro .
Al Estado se le reserva fundamentalmente la tarea de velar
por la legislación coherente para la modernización económica.
Los Estados cumplen esta misión, a través del juego democrático
formal, mediante el cual creen promover la participación
de todos los ciudadanos, cuando en realidad sólo se da la
posibilidad de acudir a las urnas para elegir: Diputados, Senadores,
Alcaldes, Gobernadores y Presidentes.
Las autoridades elegidas mediante el ritual electoral (no
importa el porcentaje de votantes ni, por ello, su legitimidad),
tienen la misión de garantizar un ambiente de Paz Social, para
que vengan a invertir los capitales extranjeros que, además de
mano de obra barata y condiciones favorables (reducción de
los impuestos fiscales, liberalidad frente a las leyes anticontaminación
... ), exigen tranquilidad: que no haya paros, revueltas,
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manifestaciones, cualquier cosa que contribuya a disminuir la
productividad y sus ganancias.
Al Estado le toca, pues, acallar Jos ciamores de justicia,
evitar las protestas y convencer a la población que sólo existe
una ünica forma viable de organizar la vida económica, social. y
política, y que no t ienen sentido las alternativas utópicas que,
por inviables, resultan muy peligrosas y deben ser reprimidas
sin consideración. En palabras de Eduardo Galeano{'l998, 97),
"hoy por hoy, la razón de estado es la razón de los mercados
financieros que dirigen el mundo y que no producen más que
especulación. Llegó la hora de la verdad : zapatero a tus zapatos.
El estado sólo merece existir para pagar la deuda externa y
para garantizar la paz social : de los otros servicios, ya se encargará
.el mercado. Marcos, el vocero de los indígenas de Chiapas,
ha retratado lo que ocurre con palabras certeras: asistimos, ha
dicho, al strip-tease del estado; el estado se desprende de todo,
salvo de la prenda íntima indispensable, que es la represión".
La represión puede ser ideológica, presentando como
dinosaurios anclados en el pasado, antihistóricos, desestabilizadores,
tontos ütiles, marxistas trasnochados, profetas del desaliento,
perfectos idiotas ... , a cuantos defienden una genuina
democracia participativa y social que garantice la vivencia de
los derechos fundamentales de todos y tenga en sus cimientos
una economía que no excluya a nadie y se oriente al desarrollo
humano por considerar que es imposible una genuina democracia,
"gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo", si
la economía es gobernada por unos pocos, para ellos y contra
el pueblo.
Si no es suficiente esta represión ideológica, se recurre, sin
ningún problema, a la represión física, policial o militar, aunque
para ello haya que entrarles a golpes a los viejitos que reclaman
sus pensiones, a los maestros para que les paguen sus salarios
de hambre, a los desempleados que solicitan trabajo, o a cualquiera
que tome en serio la constitución y se organice para exigir
el cumplimiento de sus derechos fundamentales. Esto tanto
42
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a nivel nacional, como a nivel internacional. Para esto, se han
creado cuerpos de vigilancia mundial prestos para saltar a cualquier
país (o bombardearlo, las invasiones modernas no requieren
ejércitos terrestres; para ello tenemos !as bombas inteligen-·
tes), y acabar cualquier experiencia que se salga del camino
establecido por los dueños del mundo.
En procura de este ambiente de Paz Social, se debe buscar
la concertación entre políticos y empresarios, se les otorga
a los militares· el papel de guardianes y garantes de dicha
concertación y Paz Social, y se trata de arrinconar a las iglesias
en sus sacristías, exigiéndoles que renunci en a su papel profético
y de denuncia de la injusticia, y que no se metan en cuestiones
como la economía y la política que desconocen por completo.
Lo suyo es el culto, los rezos, la tranquilización de las
conciencias. A Ios pocos curas y obispos cabeza-calientes que
todavía quedan por allí, hay que aislarlos y sacarlos de los
puestos de influencia y de poder. Y hay que favorecer a como
dé lugar a las sectas fundamentalistas que se dedican a lo que
deben dedicarse: a predicar la palabra de Dios y salvar la s al-mas.
De esta manera, a las órdenes del mercado, el Estado se
privatiza. Se privatizan las ganancias, se socializan las pérdidas.
Unos pocos acaparan los beneficios de la política de ajustes, y
los demás debemos pagar los errores. La propiedad y orientación
de los sistemas de producción se concentra día a día en
sociedades e imperios económicos cada vez más poderosos. La
propiedad del Estado pasa a manos de pequeños grupos de
presión que son, en realidad, los que imponen su voluntad y
gobiernan. No son ni siquiera productores; son, con frecuencia,
meros especuladores financieros. Políticos y banqueros entran
a saco en el Estado y se apoderan de él. Así, y son de nuevo
palabras de Eduardo Galeano, cada vez más, en lugar de naciones,
tenemos empresas; en lugar de ciudadanos, consumidores
y clientes. La democracia se convierte en mera oligocracia (el
gobierno de unos pocosL que son los más ricos (plutocraciaL o
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íos que se consideran mejores (a ristocracia). Todo aquel que
queda al margen de la economía, que no tiene capacidad de
comprar y consumir, de hecl1o no sólo ya no es ciudadano, sino
que ni siquiera es.
Impera la economía sobre la política y el pragmatismo más
descarado acaba con las ideologías y al ienta las prácticas
electoreras y los sistemas democráticos. De ahí que cada vez se
difuminan más y más las diferencias entre grupos de electores,
y no tienen mucho sentido las clásicas divisiones entre derechas
e izquierdas, conservadores y liberales, pues todos desarrollan
actitudes y comportamientos que se orientan más a satisfacer
sus propios intereses como instituciones de poder, para
incrementarlo o mantenerlo a cualquier precio, que a satisfacer
los intereses de sus representados o los compromisos de sus
programas (Pérez Gómez, 1998, 99).
Al tener como objetivo fundamental la rentabilidad electoral,
se disuelve todo compromiso de la ética con la política y
todos los medios resultan buenos (promesas mentirosas, abandono
de fidelidades, alianzas con los opositores y contrarios,
lucha fratricida, calumnias ... ) si resultan efi caces para ganar las
elecciones. Con tal de conseguir el poder todos prometen cambiar
la situación, y una vez conseguido, cambian sí, pero cambian
de opinión (Galeano). De hecho, una vez conseguido el
poder, no vacilan en emprender, sin el menor decoro ni vergüenza,
caminos radicalmente opuestos a los que anunciaron
en sus campañas electorales. La ética pragmática de~ todo vale
(si se traduce en aluvión de votos) y sólo vale (lo que se puede
contabilizar en votos) impera soberana en esta democracia
electorera.
En la base del creciente desprestigio en que se hallan los
políticos y la política, (palabras que cada vez se asocian más
con lo sucio, lo falso, lo corrupto ... ), se asienta, sin duda alguna,
la falta de los más elementales principios éticos y el cinismo sin
escrúpulos al servicio de la rentabilidad electoral. De este modo,
los que gobiernan no sólo gobiernan cada vez menos, sino que
44
cada vez se siente menos representado por ei!os el pueblo que
los eligió. Ante el creciente desinterés de las mayorías. la polítí-
. ca se percibe cada vez más acaparada por los pillos, los arribistas,
los cínicos, los sin escrúpulos. Hay un creciente desinterés por la
política y por lo pútJ!ico, y la concepción de que todos son igualmente
fa lsos y corruptos en la vida política, contribuye a la
despolitización, la anornia y a perder el interés del público por
lo público.
Si el objetivo primordial de la estrategia política es alcanzar
el poder o mantenerse en él a corno dé lugar, hay que echar
mano de los meclios electrónicos que son los que crean imagen
e incluso dan existencia a los sucesos y personas. De ahí que,
cada vez más, las grandes batallas electorales se dan en la televisión.
La televisión no sólo vende lo que sea (salchichas, perfumes,
carros, candidatos, ideas, religiones, programas ... ), sino que,
cada vez más, es la que da existencia a los acontecimientos y
las personas. Las cosas existen si aparecen y como aparecen en
la televisión. La realidad real está siendo sustituida por la realidad
virtual, pues los medios electrónicos tienen la misión de
definir la realidad y crear consenso en torno de ella. La auténtica
realidad (la única realidad) es la que aparece en la pantalla
que, bajo pretensión de objetividad, es tremendamente subjetiva
pues responde al ojo y la visión del que selecciona los mensajes
que van a salir al aire. Los que no tienen acceso (personajes,
noticias, acontecimientos ... ) a la televisión, sencillamente
no existen. De ahí que la gente ya no hace política, la escucha.
De este modo y como señala Pérez Gómez {1998, 100) la democracia
parlamentaria se ha transformado en la democracia de la
opinión pública, o mejór publicada. Por consiguiente, el énfasis
ya no se coloca en la convicción, sino en la seducción; ni en la
reflexión, sino en la emoción; en las pasiones, más que en el
análisis. Los genuinos ideólogos e intelectuales son sustituidos
por los constructores de imagen, que deciden cómo debe vestir,
sonreír, hablar y callar el candidato según el público que le escucha:
ropa deportiva y abundantes promesas si se dirige a las
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masas empobrecidas, flux bien elegante, reloj de oro y lenguaje
comedido si les l1abla a los empresarios.
La demagogia, el engai'io, !a seducción carismática, el dominio
de las cámaras y de las técnicas de mercadeo son mucho
más importantes que el contenido de los mensajes que se transmiten.
Aquí también, en la política, triunfa el envoltorio sobre el
contenido, el modo ele decir sobre lo que se dice, la apariencia y
el simulacro, sobre la realidad.
La democracia que se propone e impera en las sociedades
de economía neoliberal y globalizada es una democracia sin
contenido, sin sujetos, sin verdaderos ciudadanos. Es una democracia
hueca, mera formalidad.
1.3. Análisis cultural: el impacto de la postmodernidad.
De Prometeo a Narciso
Para algunos analistas de estos tiempos, el Cambio de
época se expresa fundamentalmente en el creciente dominio
de la cultura postmoderna. Si bien es cierto que la
postmodernidad es un fenómeno más típico de los países del
Norte que de los del Sur (que estamos entrando en la
postmodernidad sin haber sido nunca plenamente modernos),
más urbano que rural, más propio de la clase media alta
que de la popular, y eminentemente juvenil, es indudable
que cada vez está penetrando con más fuerza en nuestros
países, a horcajadas de los medios de comunicación, en especial
la televisión y el internet, que son sus principales vehículos.
Para comprender la postmodernidad debemos conocer los
principios y valores fundamentales de la moderniclad, ya que la
postmodernidad se presenta como una crítica profunda y una
reacción descarnada frente a la modernidad.
La. modernidad, que surge con la ilustración, manifiesta
una fe ciega en la razón, la ciencia y el progreso. La humanidad
avanza a pasos firmes hacia estadios superiores de un mayor
46
desarrollo. Es eminentemente optimista y utópica: tanto ei capitalismo
(la sociedad de la iibertad y la abundancia), como el
. socialismo (Ia sociedad de la igualdad y la justicia) son concebidas
como sociedades del bienestar generalizado.
Profunclarnente antropocéntrica, es decir, centrada en el
hombre; la modernidad se manifiesta muy crítica de la religión
y de los. dioses, por considerarlos opuestos al pleno desarrollo y
a la libertad plena del hombre. Si el l1ornbre es el centro del
universo, hay ql.,le acabar con los dioses que, t1asta ahora, ocupaban
ese puesto. El símbolo de la modernidad es Prometeo, el
héroe de la mitología griega que roba a los dioses el fuego ele!
progreso y se lo entrega a los hombres, por lo que será castigado
a vivir encadenado a una montaña mientras un cuervo le va
devorando los hígados. Por ello, la modernidad fue secularizadora,
deísta y atea, aunque más bien podríamos decir antitea.
Nacida de las entrañas mismas de la modernidad (por
ello, para algunos', la postmodernidad es la culminación de los
principios de la propia modernidad o su radicalización), la postmodernidad
es una crítica a la modernidad y a sus principios y
valores fundamentales. Surge de un profundo desencanto al
palpar los efectos deshumanizadores de la ciencia y del progreso.
Como resume magistralmente Enrique Gervilla {1993;
en Pérez Gómez, 1998, 22), en el siglo de la consolidación definitiva
de la racionalidad, la modernidad, tan orgullosa y segura
del poder de la razón y de la esperanza de la felicidad, ve
frustrados sus proyectos ante acontecimientos históricos tan
desprovistos de razón como: las dos guerras mundiales;
Hiroshima y Nagasaki; los campos de concentración y el exterminio
provocado por los nazis; las invasiones rusas de Berlín,
Praga, Budapest, Polonia; las guerras de Vietnam y del Golfo
Pérsico; la crisis de los Balcanes; Croacia, Servía, Kosovo; el
desastre de Chernobyl; el hambre, el paro; la emigración; el
racismo y la xenofobia; la desigualdad norte-sur; las políticas
totalitarias; la destrucción de alimentos para mantener los precios;
la rarefación, el calentamiento del planeta, el hueco en la
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capa de ozono, los océanos convertidos en grandes potes de
basura.- la desaparición de numerosas especies de planta s y
animales; la carrera de armamentos; las armas nucleares, etc.,
etc.
En definitiva, el anhelado desarrollo y la prometida fe licidad
para todos están cada vez más lejos; la humanidad parece
incapaz de resolver sus diferencias de un modo pacífico y sin
recu rso a la violencia, las armas y la destrucción del adversario;
el desarrollo científico amenaza con acabar con la vida del planeta;
las ideologías libertarias sólo han servido para oprimir al
hombre; y la utopía de la libertad y la igualdad, se ha traducido,
de hecho, en la imposición de la cultura occidental, incapaz de
convivir con las diferencias y que acaba destruyendo las culturas
distintas.
De ahí que la postmodernidad rechaza y se opone a todo
lo que se presenta con pretensiones de totalidad, de verdad, y
tiene horror al dogmatismo. Jurassic Park sería para la postmodernidad
el símbolo del mundo moderno del progreso, que ha
creado monstruos que destruyen a la humanidad: Auscllwitz,
Hiroshima, el Gulag marxista, los genocidios de las dictaduras,
el neoliberalismo, que destruye la ecología y empobrece cada
vez más a los pobres mientras unos pocos disfrutan de fortunas
inimaginables, el caos ...
La postmodernidad anuncia el crepúsculo de la razón y la
explosión del sentimiento. Para algunos es una especie de
neoromanticismo o neoexistencialismo, y señalan entre sus precursores
a Nietzsche y Heidegger. Si bien por su propia esencia
elude ser clasificado y rechaza formar escuela, es evidente que
entre sus representantes más citados podemos señalar a los
postestructuralistas Foucault y Derrida, Gadamer, Lyotard,
Deleuze, lypovetsky, Baudríllard y Richard Rorty (Pérez Gómez
1998, 22}.
Si, como acabamos de decir, es prácticamente imposible
categoriz.ar un pensamiento que se resiste por su propia esencia
a ser comprendido y explicado, intentaremos presentar a con-
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-~···;
tinuación algunas de las características más comunes del pensamiento
postmoclerno, con la idea, sobre todo, de adentrarnos
en el munclo de los jóvenes que, ellos sí, se mueven como peces
en el agua en la cu ltura postmoderna. Sólo si los comprendemos
podremos cumplir con ellos nuestra tarea de educadores.
Para ello, es necesario que abandonemos nuestros miedos y
perjuicios y nos acerquemos a ellos con ojos cariñosos, pues
sólo conoce bien el que ama y la mayor parte de las cosas sólo
se ven bien con los ojos del corazón.
/.3.1. Centralidad del presente
El pensamiento postmoderno se centra en el presente. Un
presente fragmentado, efímero, aparente y muy complejo. No
existe el blanco y el negro: todo está hecho de matices. Se diluyen
las barreras entre el bien y el mal, y todo vale por igual. Si el
mundo moderno era un mundo del esto o aquello, el mundo
postmoderno es del esto y del aquello, del "depende". De ahí
que el rel ativismo, la incertidumbre, la desorientación teórica, el
desasosiego, el desconcierto vital, marcan la existencia
postmoderna.
Se trata de vivir y de gozar el aquí y el ahora, sin planes,
sin futuro. Perdida la fe en el progreso y al asomarse a las
terribles posibilidades de una razón y una ciencia que han perdido
el sentido y andan desrumbadas, el futuro ya no se percibe
como posibilidad de realización, de vida mejor, sino como amenaza.
Se adivina plagado de inseguridad, de incertidumbre; provoca
miedo: miedo al desempleo, · al paro, a la amenaza nuclear,
a no conseguir vivienda, a ser desplazado por las máquinas
... De ahí que hay que refugiarse en el presente y tratar de
disfrutarlo al máximo mientras se pueda. Si los jóvenes hicieron
la revolución del mayo francés del68 por miedo a que los aplastara
el sistema, y sus lemas de "la imaginación al poder" o "prohibido
prohibir" expresan una voluntad radical, utópica y
transformadora, hoy los jóvenes tienen miedo a ser excluidos
del sistema.
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