3. Mi niñez ha sido difícil. Mi madre vino de Jauja
y aquí en Lima tuvo a sus ocho hijos. Vivíamos
en un corralón en Jesús María.
Cuando yo tenía 6 años mi padre nos
abandonó, y ese mismo año, el dueño del
corralón -en el que vivíamos 30 familias- nos
desalojó.
Nos fuimos a vivir a Villa El Salvador, allá
estuvimos dos años, y como entonces era
puro arenal y no había agua ni baño, fue peor
que vivir en el corralón.
4. Teníamos que caminar tres cuadras para
conseguir agua, y como la gente de mi
condición no usaba zapatos, la arena nos
quemaba los pies.
Con mis hermanitos corríamos al pozo, pero al
regresar -como ya los baldes nos pesaban-
teníamos que echar agua a la arena para tener
dónde pisar, por eso llegábamos sólo con
medio balde de agua. Esa era nuestra rutina
diaria.
Mi madre era bien luchadora: de ella he
heredado la fuerza para ser lo que soy hoy en
día.
5. Yo tenía un puesto de ambulante en el
mercado. Vendía verduras, frutas, de todo; y
siempre me caractericé por ser transparente
con mis clientes.
Comencé a lavar las manzanas, ¡las dejaba
brillando! Lo mismo con las naranjas, las
acomodaba para que tengan una mejor
presentación, eso marcaba la diferencia con
mis demás compañeros y por eso vendía
más.
Yo tenía fama de vender bien, de tener buena
suerte en las ventas.
6. Un día llegó a mi puesto un cojito: me trajo
unos zapatos Hush Puppies bien bonitos. Te
los dejo, me dijo. Señor, yo no tengo plata le
dije. Sí, ya me han dicho que tienes
problemas, pero tienes buena mano: tú vas a
ser grande.
¿Usted cree?
Si. Te voy a dejar seis pares, regreso mañana.
Ese mismo día los vendí todos. Luego regresó
y me trajo más zapatos. Por último me
interesó la venta de zapatos porque se ganaba
más y ya no tenía que madrugar para ir al
mercado mayorista.
7. Mi hija mayor estudia Economía en una
prestigiosa universidad particular.
Un día encontró unas fotos antiguas en la
que se vio durmiendo debajo de mi carreta,
en una caja de manzanas.
Ella no recordaba nuestra pobreza. Le conté
mi historia, se puso a llorar... Ahora me
admira.
8. Hoy, Vilma tiene siete locales y factura medio
millón de soles cada 30 días
9. PAULINA LUZA OCSA:
UNA LUCHADORA SOCIAL
Presidenta del Centro de Capacitación
para Trabajadoras del Hogar (CCTH).
10. A mí me trajeron como a miles: con el cuento
que la señora era la “Madrina”, de que iba a
estar bien, de que iba a ser tratada como hija,
que me iban a hacer estudiar.
A mí me trataron como si fuese lo peor de la
familia: yo comía en platos oxidados, en la
cocina, nunca en la mesa con ellos, nunca me
compraban ropa nueva, me ponía la ropa que
ya no querían.
11. Uno no se da cuenta, sigues trabajando. No
eres consciente, pese a que ellos te lo
reafirman: ¡Bruta! ¡Ignorante! ¡Tu papá y tu
mamá huelen a llama! Todas esas cosas que
bajan tu autoestima.
Trabajaba de lunes a domingo atendiendo a
una pareja de esposos y sus seis hijos. No
recibía sueldo. Me explicaban que yo era parte
de la familia y por lo tanto no me correspondía
pagarle nada.
12. Tanto el señor como la señora, y hasta los
hijos, me pegaban constantemente. Se me
hacía especialmente pesado lavar la ropa y
hacer la cocina.
Yo quería estudiar, pero sus empleadores le
decían que aprenda viendo un programa
educativo de TV.
Paulina cuenta que aprende “a través de la
figura”, pues no sabía ni leer ni escribir.
13. Hacia los 13, 14 años, tras mucho insistir, logra
el permiso de sus patrones para estudiar en un
colegio ubicado en la propia Residencial San
Felipe, en el turno de noche.
A los pocos días de iniciadas las clases, una
religiosa trata de identificar a las empleadas del
hogar. Entonces pide a las estudiantes que lo
son que levanten la mano. Casi todas sus
compañeras lo hacen, pero Paulina permanece
quieta. No obstante, la religiosa se acerca para
conversar con ella.
14. Paulina no se considera empleada doméstica
sino “parte de la familia”. Ello a pesar de la
situación de práctica esclavitud en la que vivía.
Paulina refiere que la religiosa le hizo “abrir los
ojos”. De allí en adelante su proceso de
concientización fue muy rápido. En muy poco
tiempo se percató de que su situación era
totalmente injusta: trabajaba todo el día, no
tenía salidas, no recibía sueldo y era
constantemente golpeada. “Era normal que me
pegaran” -señala. Comenzó a protestar y sus
empleadores la amenazaron con regresarla a
Puno.
15. Recuerda cómo era su aspecto: vestía como
el “Chavo del Ocho”. Le cortaban con
frecuencia el cabello, lo que sentía como una
humillación. Ni siquiera podía decir algo
sobre su aspecto personal. Ella no es dueña
de nada.
Un día decide fugarse del departamento de
sus patrones y se dirige rápidamente al
colegio, a buscar a la religiosa. Ese mismo
día, es llevada a un albergue de menores. Sus
patrones consiguen unos abogados quienes
pretenden sacarla del albergue. Pero esa
gestión fracasa.
16. A los 18 años, la religiosa le consigue un
trabajo en la casa de una joven estudiante de
Sociología. Allí el trato era totalmente
distinto. Tenía sueldo y un día de descanso a
la semana.
Comienza a ahorrar tenazmente y cuando
consigue suficiente lo primero que hace es
irse a Puno, a ver a su mamá
17. Asiste a charlas y seminarios. Va
capacitándose. Empieza a liderar una
organización que defiende los derechos de
las trabajadoras del hogar.
Pronto llegan las invitaciones para ir a
diversas partes del mundo. Viaja por Europa,
Estados Unidos y América Latina. Recibe
distintos premios y distinciones, como la
Orden al Mérito de la Mujer, otorgada por el
Ministerio de la Mujer.
18. Actualmente es la Presidenta del Centro
de Capacitación para Trabajadoras del
Hogar (CCTH) y viene trabajando en la
defensa de los derechos de las
trabajadoras del hogar.