16. Nada ni nadie puede autorizar la muerte de un ser humano inocente, sea feto o embrión, niño o adulto, anciano, enfermo incurable o agonizante. Nadie además puede pedir este gesto homicida para si mismo y para otros confiados a su responsabilidad ni puede consentirlo explicita o implícitamente. Ninguna autoridad puede legítimamente imponerlo ni permitirlo (57) Ninguna circunstancia, ninguna finalidad, ninguna ley del mundo podrá jamás hacer lícito un acto que es intrínsecamente ilícito por ser contrario a la Ley de Dios, escrita en el corazón de cada hombre , reconocida por la misma razón y proclamada por la Iglesia. Conclusiones