ACERTIJO DE LA BANDERA OLÍMPICA CON ECUACIONES DE LA CIRCUNFERENCIA. Por JAVI...
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1. El rasgo común de todos los dragones es como todo tipo de características de animales de tierra,
mar y aire, se fusionan de una forma tan armoniosa, que siempre resulta ser la criatura más bella e
imponente que se haya visto, y que representa el más perfecto balance entre belleza y terror. Un
animal divino y el único digno de ser el emblema y guardián del poder de la naturaleza.
El simbolismo alrededor del dragón es esencialmente el de la lucha.[2] La lucha entre el dragón y
un héroe o un dios tiene, sin embargo, distintos significados. En estos míticos combates el dragón
asume dos papeles, el de devorador y el de guardián que tienen finalmente una sola raíz: el de un ser
cósmico en espera, cuya acción implica la muerte -o el nacimiento- de un orden universal.[2]
Así, en un principio fueron los devoradores de dioses -algunos mitos se refieren a los dragones
como la causa de los eclipses, por ejemplo-, o sus enemigos -caso de Apofis y Pithon, enemigos del
sol-; posteriormente los dragones fueron fuerzas a la que se les ofrecían doncellas de sacrificio, y no
tardaron en concebirse como comedores de hombres. Mas ese papel no se aleja del de guardián, que
implica la espera y mantenimiento de un orden, sea por una nueva vida para el universo o el de un
lugar sagrado. Justamente porque son guardianes de algo sagrado es que son simbólicamente el
puente a otro mundo o la prueba de todo héroe.
Las actitudes tomadas en las culturas del mundo frente a la figura del dragón y la lucha que supone
se distancian en ocasiones. Particularmente comparando la idea del dragón entre el lejano Oriente y
Occidente. Los dragones chinos (o long), los japoneses (o ryū) y los coreanos son vistos
generalmente como benévolos, mientras que los europeos son generalmente malévolos.
Sin embargo, los dragones malévolos no están restringidos a Europa y se ven también en la
mitología persa y de otras culturas. El tema es, por supuesto complejo, y ha variado a lo largo de la
historia, por ejemplo, entre los romanos, típicos representantes del Occidente antiguo, el dragón era
considerado un símbolo de poder y sabiduría.
Oriente
Oriente cercano
En el Oriente Próximo simbolizaba el mal y la ruina. En Enuma Elish, una epopeya escrita hacia el
2000 a. C., la diosa Tiamat es un dragón que simboliza los océanos y comanda las hordas del mal,
cuya destrucción previa era necesaria para crear un nuevo universo ordenado.
En la Biblia hebrea el dragón representa el mal. En la mitología persa destaca el caso del Azi
2. Dahaka, un dragón malévolo. En Rumanía, el dragón geto-dacio que tenía cabeza de lobo y cola de
serpiente. Esta imagen era empleada en la guerra
El rasgo común de todos los dragones es como todo tipo de características de animales de tierra,
mar y aire, se fusionan de una forma tan armoniosa, que siempre resulta ser la criatura más bella e
imponente que se haya visto, y que representa el más perfecto balance entre belleza y terror. Un
animal divino y el único digno de ser el emblema y guardián del poder de la naturaleza.
El simbolismo alrededor del dragón es esencialmente el de la lucha.[2] La lucha entre el dragón y
un héroe o un dios tiene, sin embargo, distintos significados. En estos míticos combates el dragón
asume dos papeles, el de devorador y el de guardián que tienen finalmente una sola raíz: el de un ser
cósmico en espera, cuya acción implica la muerte -o el nacimiento- de un orden universal.[2]
Así, en un principio fueron los devoradores de dioses -algunos mitos se refieren a los dragones
como la causa de los eclipses, por ejemplo-, o sus enemigos -caso de Apofis y Pithon, enemigos del
sol-; posteriormente los dragones fueron fuerzas a la que se les ofrecían doncellas de sacrificio, y no
tardaron en concebirse como comedores de hombres. Mas ese papel no se aleja del de guardián, que
implica la espera y mantenimiento de un orden, sea por una nueva vida para el universo o el de un
lugar sagrado. Justamente porque son guardianes de algo sagrado es que son simbólicamente el
puente a otro mundo o la prueba de todo héroe.
Las actitudes tomadas en las culturas del mundo frente a la figura del dragón y la lucha que supone
se distancian en ocasiones. Particularmente comparando la idea del dragón entre el lejano Oriente y
Occidente. Los dragones chinos (o long), los japoneses (o ryū) y los coreanos son vistos
generalmente como benévolos, mientras que los europeos son generalmente malévolos.
Sin embargo, los dragones malévolos no están restringidos a Europa y se ven también en la
mitología persa y de otras culturas. El tema es, por supuesto complejo, y ha variado a lo largo de la
historia, por ejemplo, entre los romanos, típicos representantes del Occidente antiguo, el dragón era
considerado un símbolo de poder y sabiduría.
En el Oriente Próximo simbolizaba el mal y la ruina. En Enuma Elish, una epopeya escrita hacia el
2000 a. C., la diosa Tiamat es un dragón que simboliza los océanos y comanda las hordas del mal,
cuya destrucción previa era necesaria para crear un nuevo universo ordenado.
En la Biblia hebrea el dragón representa el mal. En la mitología persa destaca el caso del Azi
Dahaka, un dragón malévolo. En Rumanía, el dragón geto-dacio que tenía cabeza de lobo y cola de
serpiente. Esta imagen era empleada en la guerra
3. Europa
Caballero medieval matando a un dragón.
Las tribus nórdicas de Europa asociaban su folclore con varios aspectos terroríficos del
dragón.[cita requerida]
La mitología germana incluye al dragón (Nidhug o Níðhöggr) entre las fuerzas del inframundo. Se
alimenta de las raíces de Yggdrasil, el fresno sagrado que extiende sus raíces a través de todos los
mundos. Los antiguos escandinavos (los vikingos), adornaban las proas de sus naves esculpiéndolas
en forma de dragón. Usaban esta decoración en la creencia de que así asustarían a los espíritus
(Landvaettir) que vigilaban las costas a las que llegaban. También los dragones aparecen en poemas
germanos: en Beowulf, un poema épico anglosajón, el más antiguo que se conserva. Un hombre
llamado Beowulf, que había librado a su pueblo de un monstruo mitad hombre y mitad diablo,
luego, ya convertido en el rey, lucha contra un dragón, disputa en la que ambos mueren. En el
Cantar de los Nibelungos, un poema épico medieval anónimo, Sigfrido mata a un dragón, llamado
Fafnir, y al ungirse con su sangre se hace inmune a todo mal.