1. Prof. Rafael Héctor Hugo Freda
La diversidad es el principio rector de la biología, y como precepto
sexosófico y por ende sociocultural se opone a uniformidad. Durante mucho
tiempo, para mencionar a las minorías sexuales, la palabra homosexualidad fue
resistida tanto por la sociedad general como por las minorías; en los últimos
años diversidad sexual ha pasado erróneamente a usarse como sinónimo de
los diversos tipos de homosexualidad del varón y la mujer, aunque en verdad
incluye la heterosexualidad.
La diversidad se reduce a la ya tradicional división de homosexuales,
bisexuales y heterosexuales cuando se toma en cuenta hacia quién se orienta
más frecuentemente el deseo. Esta orientación sexual es la preferencia por
un sexo específico en el individuo con quien se desea mantener relaciones
sexuales, y tiene tres componentes: conducta, fantasía y autodenominación.
La preferencia por los varones es androfilia. La preferencia por las mujeres,
ginefilia.
La mayoría de los varones son ginéfilos, y por lo tanto son
heterosexuales: es decir, eligen el sexo distinto al suyo para tener relaciones
sexuales. La mayoría de las mujeres son andrófilas, y por lo tanto
heterosexuales también. Pero hay una minoría de varones andrófilos y una
minoría menor de mujeres ginéfilas: son los y las homosexuales (cuyas
denominaciones identitarias son gays y travestis los nacidos hombres y
lesbianas las mujeres). Esta clasificación dificulta ver que un gay, una travesti y
una mujer heterosexual tienen en común la androfilia, y que un varón
heterosexual y una lesbiana tienen en común la ginefilia.
Un grupo aún más minoritario siente ginefilia y androfilia
simultáneamente y en paridad: son bisexuales. Este nombre se extiende a
quienes solamente tienen un componente de la orientación, especialmente la
conducta y las fantasías; alguien con conductas homosexuales no es
1
2. necesariamente homosexual, lo que explica parte de la difusión del VIH entre
las clases humildes.
En el continuo genérico de los varones hay una transición de la extrema
masculinidad a la extrema femineidad. El extremo femenino corresponde a
travestis, transexuales y drag queens; su emergencia a la visibilidad forzó la
aparición de un tercer componente de la sexualidad, la identidad genérica,
que es la convicción íntima de pertenecer al sexo varón o al sexo mujer. Unos
pocos individuos que tienen la convicción de pertenecer al sexo contrario al
indicado por su cuerpo pueden decidir modificar su apariencia mediante
vestimenta o implantes quirúrgicos o ambos para aproximarse a la imagen del
sexo opuesto, y reciben el nombre de travestis. Un grupo aún menor decide
recurrir a la cirugía para modificar la anatomía externa y hasta cierto punto la
interna de su cuerpo y aproximarlo al sexo opuesto al de nacimiento, y los
llamamos transexuales. En todos los casos, estos individuos buscan cambiar
su género, y si nacieron varones asumir una apariencia femenina, o si nacieron
mujeres asumir una apariencia masculina. Se propuso el término transgénero
para abarcar a travestis y transexuales. Se les debe dar el trato y nombre
adecuado a su identidad genérica, excepto en los temas médicos de anatomía
reproductiva.
El afeminamiento del varón es predictor de homosexualidad, pero la
masculinidad en la mujer no. Incluso el continuo genérico de la mujer no es
simétrico al del varón. En el 2000, Baumeister probó la plasticidad erótica de la
mujer, a diferencia de la rigidez erótica del varón. La plasticidad o rigidez
erótica es la capacidad de cambiar de orientación sexual a lo largo de la vida.
Esta capacidad es casi inexistente en los varones pero bastante común en las
mujeres.
Esta plasticidad tiene como base una diferenciación cualitativa del deseo
en el prototipo del varón y el prototipo de la mujer. La génesis del deseo del
varón es fundamentalmente visual; la génesis del deseo en la mujer es
fundamentalmente relacional. La superposición de ambos tipos de deseo en
relación con el sexo es muy amplia, sobre todo teniendo en cuenta la existencia
2
3. de un alto porcentaje de mujeres varoneras, y el bajo porcentaje de varones
muy femeninos. La designación “varonera” y “mariquita” se refieren a intereses
y preferencias en sus historias de juego infantil; la indagación de intereses y
preferencias adultas aún está en curso (cfr. Robert Lippa) y es particularmente
importante para establecer las diferencias sexuales entre mujeres y varones.
El conjunto de tipos de homobisexualidad forma las minorías sexuales,
todas ellas objeto de hostilidad o desconfianza en mayor o menor grado. Este
sentimiento de la mayoría heterosexual se llama homofobia, y puede llamarse
lesbofobia y transfobia si se desea marcar una particular aversión a lesbianas o
transgéneros, o subrayar su existencia. Referirse a la homofobia como
discriminación por orientación sexual e identidad de género corre el peligro de
diluir la lucha contra la homofobia en una oposición genérica contra la
discriminación, útil sin duda pero cada vez menos redituable. La expresión más
adecuada es prejuicio sexual, que abarca género, identidad genérica y
orientación sexual, y no devuelve contra los heterosexuales la acusación de
enfermos que aplicaron por siglo y medio a las minorías.
Las raíces de la homofobia no están dilucidadas, pero son sin duda
religiosas y culturales, y en el caso del varón son una forma de ginefobia,
directamente emparentada a la construcción latina del machismo, que hace de
los demás varones jueces de la virilidad, que es definida como la negación de
lo femenino.
Se ha sugerido que la frecuentación y la promoción de valores de
ciudadanía pueden aminorar y hasta erradicar la homofobia, pero no hay
evidencia concluyente en ningún sentido. En tanto, siguiendo los pasos del
feminismo, se promueven medidas de discriminación positiva y derecho de
minorías.
3