1. El futuro educativo: niños más creativos,
menos aburridos y estresados
Publicado: 15/01/2015 07:40 CET Actualizado: 16/03/2015 10:12 CET
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Si las cualidades más importantes fueran aquellas que los tests de inteligencia son
capaces de evaluar, nuestra civilización nunca se habría desarrollado como lo ha
hecho. Ken Robinson
2. Los sistemas educativos surgidos de la revolución industrial someten a los niños a
incesantes exámenes donde las matemáticas y la lengua predominan sobre las otras
materias. Ilustración de Ignasi Cusí.
Muchas de las cosas que nos contaron nuestros padres ya no sirven. El modelo "estudia,
consigue un trabajo y asciende dentro de la empresa", ha quedado obsoleto. Además, en
este modelo la felicidad de los individuos no importa para nada. Por eso, mi mensaje de
hoy es el siguiente: dejemos a los niños jugar. Permítanme explicarles por qué.
Nuestra sociedad ha cambiado enormemente en los últimos cincuenta años. El modelo
económico se está transformando desde un paradigma productivo-industrial hacia un
modelo de negocios basados en los servicios, la información y el conocimiento. Por lo
tanto, es lógico pensar que las cualidades requeridas a los individuos en el futuro
también cambien. Esto es, como mínimo, lo que dicen personas como Ken Robinson,
experto en creatividad: en el futuro se necesitarán personas más creativas y empáticas.
Todo esto puede que asuste mucho ya que ahora, aparte de formarnos, tendremos que
ser buenos en otras cosas. Pero en realidad, ésta puede ser una buena noticia para los
individuos: todos hemos nacido con una buena dosis de las cualidades que comenta
Robinson.
3. Educación productiva: ignorando al individuo, perdiendo mucho talento
Los sistemas educativos originados en la revolución industrial han capitalizado la
enseñanza hasta nuestros días. Su finalidad principal: preparar a las personas para
incorporarse al sector productivo. Se caracterizan, por tanto, por varias cosas que,
aunque nos parezcan obvias, puede que no lo sean tanto: separar a los niños por edades,
según su facilidad para las matemáticas y la lengua, distinguir estrictamente entre
"ciencias" y "letras" (dando mayor valor a las primeras) y muy importante: presionar a
los jóvenes para que decidan, tan pronto como sea posible, hacia donde quieren
encaminar su futuro profesional. Y es que el sistema educativo-industrial nació de la
necesidad de preparar a trabajadores cualificados para que pudieran trabajar en las
fábricas y realizaran trabajos mecánicos. El sistema también asumía, por tanto, la
necesidad de una gran estandarización y daba gran valor a la repetición y memorización
de datos. En otras palabras, lo que importaba (y aún importa) son los resultados, el
potencial productivo del individuo. Las necesidades o potenciales "ocultos" de los
estudiantes pasan en el sistema educativo-productivo a un segundo plano.
Consecuencia: muchos niños se aburren en clase, se frustran, se sienten excluidos. Sin
embargo, según algunos estudios, los talentos no curriculares (creatividad, intuición,
flexibilidad, espontaneidad, empatía, competencias interculturales o capacidad
organizativa) van a ser mucho más importantes en el futuro. Las razones: el mencionado
cambio de modelo de negocios pero también de los modelos de carrera profesional
(antes lineal y de larga duración - hoy cambiante y multitarea).
Científicos: intuición, pasión y curiosidad
Edward O. Wilson, catedrático de la Universidad de Harvard, profesor de Biología y
ganador de dos premios Pulitzer, cuenta lo siguiente: "He conocido a un montón de
estudiantes brillantes que no se atrevieron a adentrarse en la carrera científica por miedo
a las matemáticas. Pero, al fin y al cabo, en la gran mayoría de disciplinas
científicas, la pasión y la intuición son mucho más importantes que las
matemáticas". En su libro Cartas a un joven científico, Wilson es aún más explícito:
"Muchos de los científicos de éxito a nivel mundial son, desde el punto de vista
matemático, poco más que semianalfabetos". Y da tal vez con la clave: primero, pasión,
después, preparación. Y en algunos casos, según Wilson y coincidiendo con Robinson,
la preparación se da de manera equivocada.
Pero Wilson no es el único que resalta la importancia de las cualidades "no curriculares"
como prioritarias para un científico: Einstein reclamaba imaginación antes que
conocimiento; Ramón y Cajal, la pasión y perseverancia. Marie Curie estaba
convencida de que "en la mayoría de escuelas se dedica demasiado tiempo a la
enseñanza de la lectura y la escritura y se mandan a los niños demasiados deberes,
mientras que apenas se realizan ejercicios prácticos para completar su formación
científica". Einstein explicaba también que el secreto de su éxito a la hora de desarrollar
teorías tan complejas era el haber conservado algunas de las cualidades de su niñez.
Entonces, ¿cómo hay que educar a los niños?
El modelo productivo-industrial planteaba esto como respuesta a otra pregunta: ¿qué
quieres ser de mayor (médico, mecánico, fontanero)? Por lo tanto, proponía el modelo
"estudiar, trabajar, producir".
4. Es posible que el modelo educativo del futuro, dado que los modelos de carrera van a
ser muy diferentes (no lineales, varios trabajos, multitareas), así como también las
habilidades necesarias (creatividad, empatía, comunicación), trate de responder a otras
preguntas: ¿qué cosas te gusta hacer, te hacen sentir bien (escribir, viajar, componer,
analizar, ordenar)?
Todo esto puede sonar muy abstracto a la hora de pensar en un modelo educativo, así
que permítanme poner un ejemplo de lo que trato de explicar: el otro día hablaba con el
director de un museo científico. Su mayor preocupación era poder conseguir que el
museo pudiera atraer, no solo a los adultos, sino tambien a los más pequeños. Al final
llegó a la conclusión de que el mejor museo sería aquel que permitiera a los niños tocar
y correr libremente, en definitiva, jugar.
Y es que viendo cada día a mi hijo de cuatro años jugar, inventar, comunicarse,
asociarse con otros, buscar soluciones creativas, hacerse preguntas, me convenzo ahora
de algo que mi madre me dijo hace ya muchos años: dejemos a los niños jugar. Qué
idea más bella: puede que una de las claves de la educación del futuro esté en dar a
los niños un poco más de aire, tiempo para que aprendan jugando siendo así más
ellos mismos y, probablemente, más felices. Es posible que esto se consiga, como
sostienen algunos, apostando por el e-learning o por clases asistenciales más prácticas y
menos teóricas. Todo suena muy futurista pero los finlandeses (considerados modelo
educativo de referencia con solo un 1% de abandono escolar) llevan desde los años
setenta del siglo XX aplicando con éxito cosas como escolarización obligatoria a los 7
años (antes no se les exige leer ni escribir) y pausas después de cada clase (descansos
para jugar).
En cualquier caso, ahora tengo que dejarles, la cama me llama. Mañana mi hijo de
cuatro años se levantará, probablemente antes que yo, y vendrá a la cama
preguntándome: papá, ¿quieres jugar conmigo?
Nota del autor: dedico este artículo a Pau Vallverdú, gran amigo y una de las personas
más creativas que conozco. Mil gracias de nuevo a Ignasi Cusí por la fabulosa
ilustración y a Aleix Ruiz-Falqués por las correcciones y comentarios.
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