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La educación en la actualidad
1. La educación en la actualidad
Agosto 6, 2013
En estos tiempos se oyen voces desde todo tipo de cátedras exigiendo
que se enseñe más ciencia.
Es impresionante que enemigos irreconciliables, como son el capitalismo
y el comunismo, hagan coro para declarar que la educación está en
crisis, que el sistema es mediocre y deficiente, independientemente del
lugar geográfico en que se encuentren. Todos concuerdan: ¡Hace falta
más ciencia!
Sin embargo, son pocos los que reclaman más filosofía, sin tomar en
cuenta que la misma es considerada la madre de todas las ciencias.
Además se hace necesario recordar que quienes gobernaron la India no
sabían más que Letras, griego y latín. Y es que precisamente de allí
tomaron la prudencia que les permitió tomar las decisiones idóneas. Hoy
en día eso solo sería posible con varios doctorados en Políticas Públicas.
De tal modo que las Humanidades no solo no son inútiles sino que se
convierten en provechosas herramientas para el desarrollo de los
pueblos.
Consiguientemente, el problema no radica allí, empero sí en el hecho de
que no se considera la filosofía como una ciencia. Al escuchar esa
palabra un gran número de personas piensa inmediatamente en un
académico con su bata de laboratorio y rodeado de tubos de ensayo.
Así pues, esto último no está errado, mas sí sesgado ya que la imagen
anterior concuerda con la descripción de la ciencia empírica, es decir,
aquello que es demostrable por el método científico.
De esta manera, cuando aquellos exigen que se enseñe más ciencia, lo
que están pidiendo es más ciencia empírica. Pero cuando se propalaba el
famoso trívium et quadrivium, el cual hacía hincapié en las artes
humanísticas (con la filosofía como cima) los Romanos prosperaron,
porque se centraron en lo esencial.
Y es que si hoy se le puede espetar a la mayoría de los jóvenes una
mala ortografía no es porque no se les alerte de sus fallas, sino porque
no tienen el hábito de la lectura, cosa que sucede porque piensan que es
2. inútil, innecesario o que el tiempo que dedican a ello sería más
provechoso si lo emplearan en otra actividad con frutos más inmediatos.
Pero esa mentalidad cortoplacista no fue la que otorgó a los antiguos
imperios su esplendor.
En síntesis, es necesaria más ciencia y de todo tipo: Tanto empírica
como humanística porque la una no está reñida con la otra, y mientras
esto no quede claro, seguiremos cometiendo los mismos errores del
pasado una y otra vez.
Habríamos de pensar como el rey Salomón, que prefirió la sabiduría a
las riquezas, con lo cual pudo conservar ambas.
La educación que no queremos
El mundo se ha transformado y con él debe cambiar el paradigma
educativo
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Ana Sáenz de Miera
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13 MAY 2015 - 17:10 CEST
Cuando nació mi madre, hace casi 75 años, solo se podían hacer tres llamadas
telefónicas a la vez en una misma ciudad, y se inventaron cosas tan esenciales como el
velcro o el ordenador. Y la escuela era el lugar donde te formabas como ciudadano para,
3. al final de tus estudios, saber hacer algo muy bien. Pues te dedicarías a ello el resto de tu
vida. Cuando nací yo, hace 35 años, se inventó el primer teléfono móvil y el fax. Para
informarte sobre algo tenías que acudir a la Enciclopedia Británica y para escribir tu
opinión en un medio de comunicación tenías que ser periodista. Y la escuela, como en
tiempos de mi madre, era el lugar donde te formabas como ciudadano para, al final de
tus estudios, saber hacer algo muy bien. Había que memorizar, acumular sabiduría y
aprender y respetar las normas. Lo más probable era que a lo largo de tu vida tuvieras 2
o 3 trabajos, en una organización con jerarquías claras, con el poder en manos de unos
pocos, y con tus funciones definidas y estables.
Mi hija Lola ha nacido en 2015, en una sociedad donde se hacen 34.000 llamadas
telefónicas cada segundo, y donde cada día se generan 2,5 trillones de bytes de
información. Donde la definición de las cosas es la que acuerdan los ciudadanos a través
de Wikipedia y donde cualquiera, desde su sofá, puede dar su opinión en Twitter y ser
escuchado por millones de personas. Y muy probablemente la escuela a la que ella irá,
si las cosas no cambian, será un lugar donde aprenderá a memorizar, a acumular
sabiduría y a respetar las normas. Y aquí es donde está el error. Donde está el crimen.
No puede ser que ante mundos tan radicalmente distintos, las tres recibamos una
educación tan parecida. Yo no quiero que mi hija, ni los 400.000 alumnos de su
generación, pase 15 años en el colegio para aprender a memorizar, ni a acumular datos.
Porque en su caso, tendrá una media de 15 trabajos a lo largo de su vida y con un 65%
de probabilidad se dedicará a una profesión que hoy todavía ni siquiera existe. Porque
en su mundo no habrá jerarquías, ni jefes al uso, y los diez empleos más demandados en
2013, no existían aún en 2004.
Hace falta un cambio de paradigma. Del mismo modo que hace 100 años se decidió que
todas las personas debían saber leer y escribir, y si no se quedarían atrás, hoy tenemos
que decidir y exigir que todo niño aprenda en el colegio a ser una persona creativa, con
iniciativa, con capacidad de innovar, de crear respuestas a nuevos problemas, de tener
empatía y de saber trabajar en equipo. Si no, se quedarán atrás.
4. Un cambio de paradigma es algo que revoluciona completamente la forma en la que
vemos las cosas respecto a cómo las veíamos antes. Descubrir que la tierra era redonda
o la declaración de los derechos humanos supusieron cambios de paradigma
relativamente recientes, que cambiaron radicalmente la forma de ver y de actuar en la
sociedad. Hay colegios, muchos, en el mundo y en España, que gracias a un equipo
empático y valiente de directores y profesores han entendido en qué consiste este nuevo
mundo y que han dado un salto mortal a sus métodos y sus contenidos.
Colegios como el Amara Berri, una escuela pública (cuyo modelo ha sido replicado en
otros 19 centros de España) donde las matemáticas son un simulacro de un día en el
mercado, o de cómo “pedir un préstamo” en el banco. O Escuela Sadako, que rompió
literalmente sus muros para que los espacios de su centro fueran abiertos, cooperativos y
más unidos. También está la pequeña escuela rural O Pelouro, en Galicia, en la que
todas las mañanas se organiza una asamblea donde los niños deciden lo que quieren
aprender ese día, y donde el 15% de sus alumnos son niños con trastornos del espectro
autista o con diferentes capacidades. O el Padre Piquer, donde no se estudia por
asignatura, sino por “ámbito” y cuyo objetivo es lograr que sus alumnos sean agentes de
cambio: changemakers. A través de un riguroso proceso de selección, Ashoka lleva
seleccionadas 154 Escuelas Changemaker en 26 países, y estas primeras cuatro en
España. Pero no basta con unas pocas. El salto lo tienen que dar el sistema educativo en
general. Para logarlo, los directores, profesores y colegios que ya están en ello juegan
un papel esencial, como ejemplos vivos de que las cosas se pueden cambiar. También
los políticos, los periodistas y los líderes de opinión.
Ashoka creó el concepto de emprendimiento social. Llevamos 34 años seleccionando y
apoyando a personas con ideas revolucionarias resolviendo problemas de la sociedad. A
día de hoy nuestra red cuenta con más de 3.000 Emprendedores Sociales en 87 países,
como el propio Jimmy Wales, fundador de Wikipedia, o Kaylash Satyarthi, Nobel de la
paz en 2014. Todos ellos, más y menos conocidos, trabajando en países ricos y en
países pobres… tienen en común cinco habilidades que les hacen diferentes a los demás,
que marcan la diferencia: empatía, creatividad, trabajo en equipo, liderazgo compartido
5. y capacidad de cambiar las cosas. Pero no queremos que sean los únicos con estas
habilidades. Por eso nos lanzamos al mundo de la educación. Queremos que, igual que
pasó con los emprendedores sociales, el ejemplo de estas escuelas sirva y contagie a
muchos otros colegios, familias, directores, gobiernos, periodistas... para ver que el
cambio es posible.
El objetivo es ambicioso. Nos proponemos que, para septiembre de 2018, ese cambio de
mentalidad en el mundo educativo esté extendido en la gran mayoría de los colegios de
este país. Septiembre de 2018. Casualmente la fecha en que mi hija Lola, y otros
cuatrocientos mil niños más en España, empezarán a ir a la escuela.
Ana Sáenz de Miera es Directora de Ashoka en España y Portugal