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FUNDACIÓN UNIVERSITARIA SAN ALFONSO
PROGRAMA: FILOSOFÍA-TEOLOGÍA
ASIGNATURA: ESPIRITUALIDAD
ASESOR: P. OMAR CRISTANCHO
ESTUDIANTE: ALFONSO TARAZONA C. YOVAN ALFREDO RAMÍREZ
ESPIRITUALIDAD
DEFINICIÓN DE LA ESPIRITUALIDAD
De entrada cabe decir que es difícil que se pueda dar una definición
universalmente aceptable de la espiritualidad, y de hecho tenemos muchas. No es
exagerado decir que cada autor tiene la suya propia. Pero a grandes rasgos, la
“espiritualidad” puede tener los significados siguientes1:
La cualidad de lo que es espiritual (por ejemplo, de Dios, de los ángeles).
Es sinónimo de piedad realmente poseída (por ejemplo, de un santo, o de
todo aquel que tiene relaciones de servicio con lo divino, aunque no sea
cristiano).
Es la ciencia que estudia y enseña los principios y las prácticas de que se
compone dicha piedad o dicho servicio de Dios.
Es importante mencionar que el término “espiritualidad” no se encuentra en el
Nuevo Testamento ni en la primitiva tradición cristiana. Esta palabra se empezó a
utilizar en el siglo IV y su contenido se fue elaborando a lo largo de la Edad Media.
Cuando los cristianos hablamos de espiritualidad nos referimos a la forma de vivir
de aquellas personas que se dejan llevar por el Espíritu de Dios2.
I.
PARTICULARIDADES DE LA ESPIRITUALIDAD EN LOS SIGLOS IIVI DE LA ERA CRISTIANA.
En los primeros siglos de la era cristiana, ser cristiano es acoger la Buena Nueva
de Jesús y cambiar de vida dejándose transformar por ella. Los fundamentos de la
espiritualidad cristiana se apoyan íntegra y esencialmente en la doctrina de Jesús,
completada con la de sus apóstoles inmediatos. Los primeros cristianos tuvieron
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Ermanno ANCILLI, Diccionario de espiritualidad, Herder, Tomo II, Barcelona 1983, 12-13.
José María CASTILLO, “El centro de la espiritualidad cristiana”…,165.
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muy vivo el sentido del hombre como hijo de Dios, incorporado en el bautismo de
Cristo, que tiene que hacer visible en su carne mortal y atestiguar si es necesario
con su sangre (2 Co 2, 11ss; Tertuliano, Clemente de Alejandría, Hipólito,
Orígenes, Cipriano).
De manera más concreta las particularidades de la espiritualidad en los siglos II-VI
son3:
a) Martirio y virginidad.
b) El monaquismo.
c) La mística.
¿En qué consiste cada uno de estas particularidades?
a) Martirio y virginidad.
Durante los tres primeros siglos el martirio se consideró expresamente como el
vértice de la perfección y el culto religioso de los mártires se convirtió en una de
las manifestaciones más importantes y significativas de la piedad cristiana. La
espiritualidad se centró en la cruz, pero en la cruz gloriosa. La pasión fue
considerada como una exaltación; don de la vida de Dios a los hombres,
manifestación del mayor amor, victoria de la luz sobre las tinieblas, de la
revelación sobre la ignorancia y sobre el rechazo que a ella se opone. La muerte
ya no era un fracaso sino un don libremente aceptado, una asimilación a Cristo
vencedor. Esta asimilación se realizaba sobre todo en el martirio.
Inmediatamente después del martirio se colocaba la virginidad y el culto a la
pureza. Contra la corrupción ambiental, el cristianismo, que se presentaba como
una fuerza purificadora, ofrecía el milagro de su propia castidad luminosa. Los
continentes voluntarios surgían al interior de la Iglesia y, aunque continuaban
viviendo en sus familias y participando en las actividades normales de su ambiente
social, se separaban de los demás por la profesión de castidad, por la conducta
ejemplar, por el celo en las prácticas del culto y en el ejercicio de la caridad. Junto
a la pureza, la oración y la penitencia había un fuerte incidente en la vida de la
comunidad cristiana. Pero la oración era el elemento esencial de la vida cristiana,
tanto en la forma litúrgica como en la devoción privada.
b) El monaquismo4.
Ermanno ANCILLI, Diccionario de espiritualidad, Herder…, 16-18.
Fernanda MARÍN IRIGOYEN, Orígenes del monacato cristiano, [Documento en línea]. Disponible
en internet. http://www.monografias.com/trabajos11/origmona/origmona.shtml, [Consulta: 03-112012].
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El surgimiento del Monacato Cristiano es sin duda alguna una cuestión disputada,
ya que el motivo que originó su aparición no está claramente establecido. Ante
esto es preferible dar a conocer todas las hipótesis para así tener una visión de
conjunto sobre el posible móvil que dio origen al surgimiento del monacato
cristiano:
Fundamentación Bíblica: Mateo 19:29 " Y todo aquel que haya dejado
casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi
nombre, recibirá el ciento por uno y heredara vida eterna".
El movimiento monástico surge como una incompatibilidad entre el
cristianismo y el mundo, como protesta ante el relajamiento de la vida
cristiana.
Se atribuye el inicio del movimiento monástico a los cristianos que se
refugiaron en los montes y desiertos durante las persecuciones.
La vida monástica surge como sucedánea del martirio. Se cambia el
martirio físico por un martirio general contenido en la forma de vida
monástica, practicando la abstinencia y el ayuno.
Otras razones más bien alejadas de lo cristiano serian: liberarse de la
servidumbre, de las deudas, etc.
Ante esto lo más razonable es no dar una sola causa todo el peso que implica el
origen del monacato cristiano ya que lo más probable es que sea producto de
muchas razones. Sin embargo si hubiese que atribuir el origen del monacato a una
razón más específica e imperecedera, esta razón seria el ansia de seguir a Cristo.
A este respecto podemos concluir que la aparición de la vida monástica llevó al
florecimiento de una literatura ascética y mística que no se limitó a celebrar la
belleza de la perfección cristiana, sino que enseñó los medios para alcanzarla.
c) La mística.
Luego se empezó a prestar atención a ciertos estados extraordinarios de la
oración, la escuela alejandrina puso los primeros elementos de una teoría del
éxtasis, como experiencia inefable de lo divino, realizada por el proceso catártico
de la ascesis y de la gracia.
La mística cristiana está fundada explícita y conscientemente en la gracia de
Cristo, como participación de la vida trinitaria, que se hace consciente de esta
realidad en la experiencia:
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La experiencia mística cristiana es y aparece como puro don de Dios.
En la mística cristiana no hay “diástasis” o separación entre espíritu y
materia, porque en el designio de Dios.
La auténtica mística cristiana rechaza todo individualismo y tiende siempre
a la comunión de amor que se manifiesta en un aspecto social, eclesial.
Hay que subrayar que mística es también no solo el don, sino también la iniciación
a la comprensión escondida del don recibido.
II.
MATICES DE LA ESPIRITUALIDAD EN LA EDAD MEDIA Y EN EL
RENACIMIENTO.
Los primeros siglos de la alta edad media no añaden nada a la doctrina de los
padres. Son siglos en que la cultura intelectual zozobra, mientras los hombres más
cultos se limitan a salvar lo que pueden de la antigua cultura clásica y religiosa.
Por eso, también desde el punto de vista espiritual el período que va desde fines
del siglo VI a comienzos del siglo XII no tiene particular importancia. En otras
palabras, durante la Edad Media, se señala una enorme decadencia en la vida de
la Iglesia y de las costumbres cristianas. Fueron tiempos de mucha barbarie e
ignorancia.
La vida espiritual se resumió en las siguientes actividades:
Peregrinaciones/ Procesiones/Devoción a los Santos/ Vía Crucis/ Las indulgencias/
Adoración a la Santísima Eucaristía/ Devoción a María/Etc.
Pero no todo fue negativo, a comienzos del siglo XIII, las órdenes mendicantes
llevaron una profunda innovación a la vida religiosa a través de la predicación y de
la enseñanza, la vida de oración y una motivación hacia la santificación.
En la piedad cristiana, del siglo XV al siglo XVI, tuvo lugar, especialmente con la
aparición y extensión del complejo fenómeno renacentista, un cambio notable en
diversas manifestaciones suyas, pero sin interrumpir el contacto con la
espiritualidad precedente. La espiritualidad medieval se transformó lentamente a lo
largo de un siglo, bajo la acción de diversas vicisitudes históricas, humanismo y
protestantismo en primer lugar.
De una concepción teocéntrica, trascendente y teológica se pasó gradualmente a
una concepción humanística, antropocéntrica, inmanentista y finalmente
materialista. La espiritualidad de esta época se caracteriza por: claridad de
conceptos, unión del elemento experimental con el racional y codificación de la
teología espiritual en manuales y disertaciones escolásticas.
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III.
LA ESPIRITUALIDAD Y EL QUEHACER TEOLÓGICO5.
En los orígenes del cristianismo teología y espiritualidad formaban parte de una
misma realidad, en cuanto la reflexión sobre el Misterio se alimentaba desde una
experiencia orante con un talante sapiencial; posteriormente, con el influjo de la
filosofía, la teología hizo acopio de argumentos racionales, de una sistematización
que aunque necesaria, con el paso del tiempo fue distanciándose de la
experiencia espiritual.
Esta situación ha estado vigente durante siglos,
provocando muy diversas reacciones y modos de comprender y acercarse a la
teología y a la espiritualidad. Al recorrer los pasos de la historia de la teología es
posible identificar este fenómeno:
Según Illanes y Saranyana, en la historia de la teología se encuentran al menos
las siguientes etapas:
Teología de los padres de la Iglesia.
Teología escolástica.
Teología moderna y contemporánea.
La teología de los Padres de la Iglesia se nutría de la Sagrada Escritura,
recurriendo a la alegoría y al símbolo y expresándose principalmente mediante el
género epistolar y la homilética. Hay una conciencia fuerte acerca de la unidad de
la revelación, y por eso los padres de la Iglesia en general han sido reconocidos
por la gran capacidad de síntesis.
En sus inicios, la teología escolástica estuvo fuertemente ligada a la tradición
patrística. Posteriormente, el método analítico y discursivo planteó la posibilidad
de la especulación y de la argumentación desde la fe. Hacia el siglo XIII, las
demandas de índole científica y didáctica condujeron a la elaboración de grandes
síntesis.
La Época Moderna, fruto de una crisis que afectó la vida europea y confrontó a su
sociedad en guerras y conflictos, delineó el pensamiento y proceder científico
fundado en la observación, la experimentación, y su relación con la teoría.
Rosana Elena NAVARRO SÁNCHEZ, “Aproximaciones al quehacer teológico desde la
experiencia mística”, en Theologica Xaveriana, vol. 60, núm. 170, julio-diciembre, 2010, 497-517,
Pontificia Universidad Javeriana Bogotá, Colombia.
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La modernidad ha representado una nueva visión y comprensión del mundo
respecto de lo que había prevalecido como marco de referencia desde el mundo
griego hasta el fin de la Edad Media, y que había sido afianzada por el
cristianismo. Para la modernidad, “se ha llegado al extremo de confiar tanto en la
fuerza del pensamiento, en su capacidad reflexiva y crítica, razonadora y lógica,
que todo lo que no se asiente sobre estas bases es arrojado a la escombrera
irracional. Juan Martín Velasco describe esta realidad como la emancipación de la
ciencia de la tutela de la teología, la emancipación de la razón filosófica iniciada
por el racionalismo del siglo XVII que culmina con la ilustración. Como
consecuencia de lo anterior, se produjo el desplazamiento progresivo de la
religión.
Como consecuencia de las rupturas, de los cambios históricos y culturales, desde
hace un tiempo, a la teología se le plantea la tarea de repensarse, de ir a la raíz de
la fe, de procurar mostrar con novedad y fuerza su verdad y vitalidad.
La producción teológica no puede quedarse en las bibliotecas, y quienes hacen
teología no pueden contentarse con discursos muy ilustrados pero carentes de la
gracia y el misterio que invita a sentir, pensar y a vivir de otra manera.
Una espiritualidad que responda a los desafíos actuales, encarnada, sensible,
solidaria, haciendo eco a la perspectiva bíblica e interpelando al quehacer
teológico para que integre dichos elementos a su reflexión. Por tal motivo, no es
posible dejar planteada esta discusión sin enfatizar en que la labor teológica ha de
comprender e interpretar el mundo desde los “signos de los tiempos”, ha de
asumir proféticamente el seguimiento de Jesús, el Cristo. Esto supone recuperar
la sensibilidad por la vida, el rescate de la dignidad humana, la ternura por la
creación, el valor de luchar por la justicia y la paz, la capacidad de vivir en
comunión. Ello constituye, sin duda, un rasgo característico del aporte que la
teología ha de brindar al mundo de hoy. Y es la expresión sublime y evidente de la
acción del Espíritu de Dios en el mundo. Así pues, la espiritualidad y la teología se
alimentan la una a la otra porque ambos viven la misma única vida: la vida de
Dios. No es sin razón que G. Gutiérrez en el contexto de América Latina afirma
“Nuestra teología es nuestra espiritualidad y nuestra espiritualidad es nuestra
forma de vida”.
IV.
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RASGOS DE LA ESPIRITUALIDAD LATINOAMERICANA6
Rosana Elena NAVARRO SÁNCHEZ, Espiritualidad en América latina: rasgos de ayer, desafíos
teológicos
hoy,
[Documento
en
línea].
Disponible
en
internet.
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A partir del siglo XVI, al continente latinoamericano fueron llegando muchas
formas de expresión de la espiritualidad cristiana, desde las espiritualidades
propias de los fundadores: agustiniana, franciscana, carmelitana, ignaciana, hasta
las espiritualidades planteadas a partir de criterios antropológicos y psicológicos:
espiritualidad especulativa, afectiva, práctica, espiritualidad desde abajo,
espiritualidad desde arriba.
Hoy en día coexisten espiritualidades tan diversas como las preconciliares,
carismáticas y Nueva Era. Sin embargo, ninguna de ellas ha nacido en América
Latina. Sólo hasta hace unos años, se comenzó a hablar y a divulgar una
espiritualidad propiamente latinoamericana. Esta espiritualidad nace como punto
de partida y referente fundamental de una nueva manera de hacer teología.
Cabe decir que subsisten en nuestra sociedad latinoamericana actual la más
variada gama de espiritualidades, unas cristianas, otras no cristianas, e incluso,
abiertamente ateas. Algunas espiritualidades se sostienen en posturas idealistas,
individualistas, pietistas. Junto a estas espiritualidades conviven expresiones muy
diversas, hasta aquellas que no se plantean el asunto de lo espiritual, que viven la
inmediatez con fuerza e intensidad.
Desde el punto de vista de Gustavo Gutiérrez, la espiritualidad no es algo ajeno a
la realidad del hombre. Tiene que ver con todas las dimensiones de la persona,
su cuerpo, su mente, su alma; se expresa en todo lo que vivimos y hacemos: el
trabajo, el descanso, la oración, los pensamientos. Es asunto vital en nuestra
existencia.
En este contexto latinoamericano, y desde la necesidad de un pueblo sometido
por múltiples fuerzas se pudo evidenciar hace unos años el surgimiento de una
teología hondamente arraigada en la realidad y profundamente soportada en el
seguimiento de Jesús, en una espiritualidad que se constituyó en su fortaleza,
comprendida como “un caminar en libertad según el Espíritu de amor y de vida”.
Por eso G. Gutiérrez habla de la necesidad de una “Espiritualidad de la liberación”.
Se trata de una espiritualidad que echó sus raíces en suelo latinoamericano, que
se plantea “desde abajo” y “desde adentro” de las realidades humanas, de las
carencias, de las no presencias, de las injusticias y dolores sociales, desde los
cuales Dios es elocuente.
Según G. Gutiérrez, los momentos y características de esta espiritualidad se
pueden plantear así:
http://www.missiologia.org.br/cms/ckfinder/userfiles/files/NAVARRO-ROSANA.pdf,
11-2012].
[Consulta: 03-
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La presencia innegable y contundente de la realidad del pobre se constituye
según Gutiérrez, en el punto de partida y en el eje de la nueva
espiritualidad. En el escenario latinoamericano la realidad habla, plantea
preguntas que exigen respuestas, desde las injusticias y dolores sociales
que padecen muchas personas.
El encuentro con el Señor desde dicha realidad se realiza con elocuencia y
provoca el giro del corazón. Puesto que el impulso del Espíritu no termina
al descubrir al herido al lado del camino, sino en el comprometerse con él:
entrar eficazmente en su camino, comprometerse en su liberación. Este
elemento de la experiencia fundante permitió comprender y profundizar la
metanoia, la conversión cristiana a la cual todos somos llamados.
Espiritualidad, que fruto del proceso de conversión, se constituye en una
espiritualidad del seguimiento de Jesús, una espiritualidad de vivir, de
amar, de caminar, de decir, de pensar al estilo de Jesús. Se trata de una
espiritualidad que no “cree a Jesús”, sino que “cree en Jesús” y “como
Jesús”.
Esta espiritualidad se califica con el rasgo de liberación, comprendida ésta
como “proyecto esencial de los cristianos…camino necesario para llegar a
la libertad. Libertad que brota del amor y se expresa en el amor
incondicional a los demás.” El itinerario espiritual de la liberación exige el
amor cristiano como respuesta.