La película Herencia dirigida por Paula Hernández se centra en el encuentro entre Olinda, una inmigrante italiana que atiende su restaurante en Buenos Aires, y Peter, un alemán que viaja en busca de un viejo amor. A través de la relación de solidaridad y comprensión que van estableciendo, la película explora temas como las segundas oportunidades, el amor, la identidad y las esperanzas a través de los recuerdos y objetos del pasado que definen a los personajes.
1. Herencia
Argentina, 2002
Dirigida por Paula Hernández, con Rita Cortese, Adrián Witzke, Martín
Adjemián, Héctor Anglada y Julieta Díaz.
Herencia no sólo es el título de la ópera prima de Paula Hernández, es
además, y principalmente, una palabra que resume el espíritu de este nuevo
film argentino. Una palabra cargada de sentidos que se irán develando -irán
apareciendo, se irán resignificando- a medida que avance la trama. Esta
“herencia” de la que habla la película remite a los lugares donde nacieron los
personajes centrales; a lo que quieren dejar atrás y buscar en otro lado; es
aquello de lo que no pueden desprenderse; además de aquello que logran
encontrar en los demás y en si mismos para seguir. La herencia es la marca de
lo que fue, pero también el camino de lo que podría ser si se presta atención al
pasado y a la nueva oportunidad que se les presenta.
Y lo mejor es que la narración que construye la directora nunca pone estas
ideas en primer plano. Las mismas se van extrayendo a partir de un relato
intimista, en el que se suceden situaciones cotidianas retratadas con sencillez,
humor y, por momentos, algo de bienvenida nostalgia. En ese sentido aportan
lo suyo los encuadres precisos, la atractiva fotografía; una cámara fija que
nunca está “por encima” de lo que se está contando; la buena música que
acompaña las imágenes y algunas escenas que requieren ciertos climas; y una
excelente dirección de actores que permite que todos se luzcan (aunque Rita
Cortese se lleva todos los aplausos) en favor de la historia.
Herencia se centra en el encuentro casual de Olinda (Cortese) y Peter (Adrián
Witzke). Ella es inmigrante italiana, cocina y atiende su propio restaurante en
un barrio de Buenos Aires y sus días transcurren entre sus charlas con
Federico (Martín Adjemián), sus peleas con Angel (Héctor Anglada), sus
recuerdos del pasado y dudas sobre el futuro. Él es alemán, está de viaje en
busca de un viejo amor adolescente y no tiene más que una dirección, una foto,
algo de dinero y muchas ilusiones. Ganas de partir, ganas de quedarse,
motivos para tomar una u otra decisión se pondrán en juego a partir del cruce
entre ambos y de la relación de solidaridad y comprensión que irán entablando.
El pasado de los personajes, esta “herencia” a la que hacía referencia más
arriba que los va definiendo a lo largo del film, se hace presente a través de la
puesta en escena. Son elementos que se repiten y que aportan valiosa
información como una antigua foto de la protagonista; los dibujos de los
clientes del bar que durante años ha hecho Federico; el propio restaurante de
Olinda que refleja el paso del tiempo; las comidas italianas que allí prepara o
las canciones que recuerda en ese idioma. El “futuro” posible se (re)presenta
en las puertas y persianas que se abren y se cierran; en la llave que Olinda
lleva siempre consigo; en los aviones; en el puente que Peter
-y a su debido tiempo también Olinda- transita una y otra vez.
2. Herencia habla de segundas oportunidades, de amor, de esperanzas. Herencia
habla sobre la identidad, algo para nada desdeñable también a la hora de
hacer cine, de realizar una película. Sentirse identificado con cierta manera de
narrar y de filmar y poder plasmar con inteligencia y sensibilidad esas
intenciones son méritos muy destacables que Paula Hernández -también
guionista del film- logró aprovechar en esta, su primera oportunidad; y no
habría que dejarla pasar.
Yvonne Yolis