1. Sol de noche, la historia de Olga y Luis
Argentina, 2002
Largometraje documental dirigido por Pablo Milstein y Norberto Ludin.
“Ningún entierro es cualquier entierro. Ningún hombre es cualquier hombre”. Olga
Arédez lo sabe desde el día en que desapareció su marido. Cómo en la leyenda
que corre en los campos de Jujuy, que dice que “hay hombres que son tragados
por la tierra antes de la cosecha para que ésta sea buena”, el Dr. Luis Arédez
desapareció repentinamente, nunca fue encontrado, ni pudo ser enterrado por sus
seres queridos. Y aunque su ausencia nada tiene que ver con aquel mito
campestre, su vida y su muerte estuvieron íntimamente relacionadas con la
historia de esa provincia, con esas tierras azucareras, sus trabajadores y sus
gobernantes. Sol de noche es la historia de Olga y Luis. Pero para contar qué hizo
este médico (junto a su mujer) en el noroeste del país, por qué luchó por los que
menos tenían y cómo fue desterrado por los poderosos de turno y desaparecido
por la última dictadura militar, el film debe hablar de una región entera, de su
idiosincrasia y de los intereses económicos que estaban en juego en el territorio
del ingenio Ledesma.
A partir de allí, y guiados por el narrador de la película -cuya voz en off es
interpretada por el periodista Eduardo Aliverti (también productor ejecutivo del
film)-, Sol de noche va intercalando los hechos históricos con los aspectos más
personales de sus protagonistas. La Historia en primera persona resulta más
poderosa y elocuente que la Historia en general. Por eso, en Sol de noche se
decide hablar de la represión genocida de los militares argentinos desde la trágica
“Noche del apagón” de Ledesma (en la que se llevaron a 400 pobladores para ser
torturados), y de la vida de Luis desde el recuerdo de Olga. Cómo ella lo
acompañó y apoyó durante años, cómo se quedo sin él. Cómo marcha sola cada
jueves, desde hace más de veinte años, por la plaza del pueblo Libertador General
San Martín, con su pañuelo blanco (el que identifica a las Madres de
desaparecidos) y su pancarta. Es su forma de lucha y de recuerdo. La imagen
más potente y conmovedora del film.
La película está dividida en seis capítulos titulados “Olga y Luis”, “Olga y sus
hijos”, “Luis”, “Golpe de Estado”, “Democracia” y “Olga sola”. En cada uno de ellos
se hace hincapié en una parte de esta compleja trama en la que se mezclan la
vocación de Luis Arédez por ayudar a los habitantes desprotegidos; con la presión
de la poderosa empresa dueña de la mitad de la ciudad para mantener su imperio
feudal; y el plan de aniquilamiento de la dictadura.
Pocos relatos alcanzan para sintetizar y contraponer las diferentes posturas: Olga,
por supuesto, que fue partícipe de cada acto y va reconstruyendo los hechos en
los que se vieron involucrados su marido y ella. Dos de los hijos del matrimonio
Arédez, cuyos recuerdos aportan una gran cuota de emoción. El ex gerente de
Relaciones Públicas de la azucarera Ledesma, del que bastan escuchar dos o tres
frases pronunciadas con orgullo o desdén, tales como “hay que saber coimear“,
“yo eché a más de 10 mil hombres” o “era un mediquito zurdo”, para comprender
2. el pensamiento siniestro de la empresa a la que representa. Y el cura del pueblo,
un español con pensamientos retrógrados para el que todos eran “comunistas”, en
cambio en la cárcel a Luis le enseñaban la Biblia y “el amor a la sociedad”, y los
hijos de los que iban a llorar a la iglesia desaparecían por la mala educación que
les habían dado los padres.
A los testimonios y entrevistas se suman otros dos recursos propios del género
documental. Las fotos familiares, cuando media el relato y urge la necesidad de
ponerle un rostro al doctor Arédez. Y las imágenes de archivo, en algunos
momentos muy puntuales como el primer comunicado de Rafael Videla, el 24 de
marzo de 1976, o la asunción a Presidente de Raúl Alfonsín, en 1983. Del pasado
al presente, algunas escenas se reiteran, se completan y se van resignificando a
lo largo de la película. Las que ilustran los preparativos de la marcha que lidera
Olga, cada aniversario del “Apagón”, y las vistas panorámicas de Ledesma, con
sus incansables chimeneas de humo.
La de Olga y Luis es una historia dura, pero Sol de noche está construida y
narrada de tal manera que su efecto es lento aunque contundente. La película es
franca, comprometida con lo que cuenta, no escamotea verdad pero tampoco
golpea sino de manera sutil, fuerte pero nunca inesperada, efectista o con golpes
bajos. Para lograrlo, Sol de noche va de lo general a lo particular: comienza
adentrándose en el trabajo de los zafreros de Jujuy, describiendo, por ejemplo, el
olor insoportable de la caña de azúcar de la ciudad; para terminar relatando la
desaparición de Luis y la lucha solitaria de Olga.
Hay varios logros más en este segundo largometraje documental de Pablo Milstein
y Norberto Ludin (Malajunta, 1996). La música original de Pablo Green y Julio
Kladniew, que ilustra con sus melodías momentos de miedo, tensión o
simplemente un hecho en particular o un lugar. Y la voz en off, cuyos textos son
claros, sencillos: el escritor Marcelo Birmajer supo darles forma para que no
dijeran ni una palabra de más ni de menos, y para cargarlos de sentido y emoción.
Decisiones estéticas aparte, el mayor acierto de los directores es haberse
acercado a esta historia -que no deja de tener vigencia con tantas heridas aún
abiertas-. Habernos acercado a Olga, a su vida y a su presente, tan particular, y
tan ligado a su pasado y a Luis.
Yvonne Yolis