2. Durante el gobierno de Luis Echeverría Álvarez
(1970-1976).
Se empezaron a definir los nuevos tintes
modernistas de la política nacional y de la
educación pública, no obstante, el discurso
seguía priorizando el desarrollo económico
nacional frente a los intereses internacionales y
globales y, la educación, vinculada con el
desarrollo productivo, seguía considerándose
como vía para lograr la justicia y el desarrollo
social.
3. En su discurso de toma de posesión hace el anuncio de una
reforma educativa a iniciarse:
“Una auténtica reforma educativa exige revisar, profunda y
permanentemente, los objetivos, los conceptos y las
técnicas que guían la docencia. La reforma que iniciaremos
surgirá de cada aula y estará fundada en la veracidad y en el
diálogo. Ningún pueblo puede desenvolverse en plenitud,
atenido exclusivamente a los conocimientos ajenos, ni
decidir su futuro por sí mismo mientras factores externos
sean capaces de frenar o distorsionar, en cualquier
momento, su proceso de desarrollo. Cobra así nueva
vigencia un antiguo principio, según el cual. se es libre por
el saber”.
4. Esta fue coordinada por el secretario de Educación Víctor Bravo Ahuja.
Planteó un extenso conjunto de cambios en prácticamente todas las áreas
del sistema:
expansión de la capacidad instalada de educación básica y secundaria,
un notable crecimiento de la matrícula en los niveles de educación
media y superior, atención educativa a la población de adultos,
actualización de métodos de enseñanza, reestructuración curricular y
reorientación de contenidos educativos, y reorganización
administrativa y descentralización institucional. Un punto culminante
del proceso ocurrió mediante la expedición de la Ley Federal de
Educación (LFE) de 1973, en reemplazo de la anterior Ley Orgánica de
la Educación Pública de 1941.
5. Lo más importante, sin embargo, radica en que tanto
la disposición gubernamental para renovar la
estructura y orientación del sistema educativo, como la
estrategia política del Ejecutivo en el sentido de
restañar la fractura de legitimidad sufrida mediante
una acotada “apertura democrática”, abrieron un espacio
de oportunidad para que intelectuales, educadores,
académicos, y en general la juventud ilustrada de la
generación 68 pudiera expresarse e impulsar proyectos
e inquietudes en los límites del claustro universitario.
6.
7. En este sentido, resultan emblemáticos los proyectos
impulsados en el breve periodo rectoral del doctor Pablo
González Casanova al frente de la UNAM: el Colegio de
Ciencias y Humanidades, la Universidad Abierta, y la
renovación de la extensión universitaria. Asimismo, la
creación de nuevas instituciones como el Colegio de
Bachilleres y la Universidad Autónoma Metropolitana
(1973), la transformación de las escuelas vocacionales del
IPN en Centros de Estudios Científicos y Tecnológicos
(Cecyt) e, incluso, la creación del Consejo Nacional de
Ciencia y Tecnología (Conacyt) en 1970.
8. En el plano propiamente educativo, una generalizada
visión de cambio, modernización y puesta al día del
currículum y las prácticas, en particular la relación entre
profesores y estudiantes. Baste recordar, dato que puede
parecer increíble a estas alturas, que el promedio de edad
de los profesores del CCH en 1971, año de creación de esa
institución, rondaba los 25 años.
9.
10. Otro tanto ocurriría en el Colegio de Bachilleres y la
UAM. Un pujante sindicalismo universitario
independiente, con la inédita presencia de la
corporación académica en sus filas, abriría un nuevo
frente político en las universidades, con
consecuencias positivas, negativas y mixtas, según se
mire a la distancia, en el trayecto de las instituciones.
Y sobre todo, una nueva perspectiva de las
responsabilidades sociales de las universidades.