Breve reflexión sobre las nuevas formas de tutela sobre el continente africano. Se plantea la persistencia de la dualidad tradición modernidad en el modelo político del continente
Carta de Sabrina Shorff enviada al juez Kevin Castel
El proyecto modernizador en África continua
1. María
Mercedes
García
Díaz
http://maryambarcelona.blogspot.com
@maryambcn
2.
La
modernización
y
la
tradición.
¿Contradicción
insuperable
en
África?
Para
occidente,
representantes
de
la
civilización,
la
democracia,
la
defensa
de
los
derechos
humanos,
de
la
igualdad
y
representantes
del
Estado
moderno
como
avance
inherente
a
la
visión
teleológica
de
la
historia,
África
ha
de
recibir
el
soporte
necesario
para
formar
parte
del
actual
sistema
internacional.
Esta
inclusión
forzada
nos
remite
una
vez
más
a
reflexionar
sobre
los
limites
de
la
modernización
en
contraposición
a
la
tradición
e
identidad
propias
del
continente
así
como
sus
riegos.
¿Es
una
contradicción
insuperable?
Desde
las
lógicas
panafricanistas,
la
adecuación
de
la
democracia
en
África
equivale
a
la
aniquilación
de
la
tribu,
a
la
aniquilación
de
las
costumbres
primigenias
y
por
tanto
de
la
identidad
de
sus
habitantes.
La
imposición
de
la
modernidad,
de
las
instituciones
democráticas
pone
en
riesgo
el
derecho
a
la
construcción
y
reconstrucción
constante
de
las
estructuras
sociales
anteriores
a
la
colonización.
Superar
el
subdesarrollo
es
entonces
el
correlato
de
la
lucha
contra
las
tradiciones
holistas
y
modelos
políticos
caducos
y
atrasados
en
el
continente.
La
imposición
de
un
parlamento,
la
celebración
de
elecciones,
la
monitorización
de
los
derechos
humanos,
las
intervenciones
militares,
permiten
inmiscuirse
con
sutiliza
algunas
veces
y
con
gran
descaro
en
otras
en
la
implantación
del
modelo
moderno,
mito
discursivo
de
la
civilización
occidental
pero
que
en
su
misma
esencia
es
totalizante
y
excluyente.
Dado
el
carácter
civilizado
y
civilizador
de
la
democracia,
es
importante
cualquier
esfuerzo,
ya
sea
militar,
de
coacción
o
de
condicionalidad
en
el
plano
económico
y
político
para
aniquilar
la
diversidad
–muchas
veces
ofensiva
y
escandalosa
para
el
homos
civilizado-‐
e
imponer
el
modo
de
vida
moderno.
Pero
parece
que
África
se
resiste.
Con
la
colonización
se
inicia
un
proceso
de
transformación,
-‐misión
civilizadora
por
parte
de
Francia,
o
el
mandato
dual
del
imperio
británico
–estableciendo
responsabilidades
paternales
con
las
colonias
a
la
vez
que
explotaban
sus
recursos
naturales.
Para
el
final
de
la
segunda
guerra
mundial,
el
colonialismo
esta
agotado
y
da
paso
al
nacimiento
de
las
nuevas
naciones
africanas
que
guiadas
bajo
el
2
3. ímpetu
del
discurso
nacionalista
emprenden
su
camino
hacia
el
desarrollo.
Durante
más
de
medio
siglo
las
nuevas
naciones
buscaron
generar
crecimiento
bajo
el
modelo
de
mercado
impulsando
la
industrialización.
La
semilla
de
la
emancipación
en
los
países
colonizados,
ya
sembrada
a
raíz
de
la
Gran
Guerra,
se
riega
como
pólvora
en
África
y
Asía,
situación
fundamental
en
el
cambio
de
la
naturaleza
de
la
“foreing
policy”
de
los
países
desarrollados
en
relación
a
los
países
en
vías
de
desarrollo.
Frente
a
la
inminencia
de
las
revueltas
y
lo
inexorable
del
comienzo
del
fin
del
colonialismo
hábilmente
el
tono
de
las
relaciones
exteriores
de
los
países
ricos
cambia
gradualmente
su
naturaleza
de
abierta
dominación
(final
de
los
mandatos),
a
moderada
imposición
–
neocolonialismo-‐.
La
ayuda
oficial
al
desarrollo
(AOD)
ha
sido
desde
entonces
una
herramienta
de
intervención
y
tutelaje
de
los
gobiernos
de
la
región.
En
un
principio
la
AOD
basó
sus
recomendaciones
en
el
incentivo
estrictamente
económico
de
promover
el
ahorro
y
la
inversión,
el
fracaso
de
dicho
modelo
condujo
a
la
aplicación
del
Consenso
de
Washington
a
finales
de
los
80
y
principios
de
los
90.
Surge
la
idea
de
la
condicionalidad
de
los
prestamos
a
reformas
políticas
en
la
región.
Pero
a
final
de
cuenta,
si
analizamos
la
situación
actual
de
los
países
africanos,
el
panorama
puede
ser
desesperanzador.
La
globalización
pone
en
evidencia
la
cruda
realidad
de
la
reducción
de
la
participación
de
los
países
del
continente
en
el
comercio
mundial,
la
agudización
de
los
conflictos
étnicos,
y
el
sentimiento
de
fracaso
de
lo
que
otrora
fue
un
proyecto
esperanzador;
la
modernización
y
el
progreso
a
través
del
modelo
democrático
occidental
con
sus
instituciones.
Dicho
fracaso
solo
contribuye
a
poner
en
evidencia
la
contradicción
profunda
entre
modernidad,
democracia
y
tradición.
Después
de
más
de
100
años
de
colonización
todavía
no
podemos
responder
si
es
posible
una
fusión
exitosa
de
los
valores
externos
y
la
formulación
histórica
de
sociedad
del
continente.
3
4. Con
la
globalización
como
telón
de
fondo
se
vive
y
revive
el
problema
del
conflicto
democratizador
(tradición
y
modernidad),
y
a
pesar
de
las
desastrosas
experiencias
tales
como
los
genocidios
de
Ruanda,
los
conflicto
de
Sierra
Leona,
o
de
la
República
Democrática
del
Congo,
la
existencia
de
estados
fallidos
en
Somalia
y
Sudan
ahora
dividida
en
dos
naciones,
se
persiste
en
la
creencia
de
que
solo
desde
la
presión
internacional
los
estados
irán
democratizándose.
La
democratización
obliga
a
dejar
anulado
y
sin
legitimidad
las
relaciones
tradicionales
que
dan
sustento
al
poder
y
la
autoridad.
Supone
sustituir
por
la
vía
de
las
reformas
y
la
implantación
casi
quirúrgica
de
entramados
jurídicos
e
institucionales,
la
concepción
holística
africana
por
el
individualismo
universalizante
de
occidente.
Para
los
expertos
del
BM
el
continente
no
se
democratizará
por
si
mismo
y
por
tanto
no
conseguirán
la
igualdad
y
el
progreso
que
caracteriza
a
las
sociedades
desarrolladas.
Ello
justifica
plenamente
las
nuevas
formas
de
tutelaje
del
continente
en
la
época
de
la
globalización.
El
racionalismo
europeo
que
subyace
a
la
idea
de
igualdad
y
democracia
aparta
drásticamente
la
legitimidad
y
viabilidad
de
cualquier
orden
distinto,
cualquier
particularismo.
Las
practicas
jerárquicas
así
como
cualquier
forma
de
organización
sujeta
a
la
idea
de
etnia
o
vinculada
al
universo
religioso
es
incomprendido
y
criticado
por
los
actores
internacionales
que
influyen
en
el
continente.
Y
como
consecuencia
los
gobiernos
africanos
se
someten
a
relaciones
de
poder
desiguales
que
obligan
como
mínimo
a
simular
la
implementación
de
practicas
deslastradas
de
tradición
subdesarrollada
en
pro
de
la
modernización,
del
progreso,
de
la
integración
económica
y
la
igualdad.
El
proceso
de
desestructuración
de
modelos
de
sociedad
alternativos
que
se
inicia
con
la
colonización,
sigue
aún
vigente
en
medio
de
sociedades
que
se
debaten
entre
sus
practicas
y
la
imposición
de
más
de
un
siglo,
de
un
experimento
de
ingeniería
social
implementado
por
el
Occidente
civilizado.
Recordando
además
que
parte
del
legado
de
la
colonización
lleva
en
su
concepción
primigenia
la
semilla
del
conflicto
que
a
la
postre
se
inició
en
muchas
partes
del
continente,
como
por
ejemplo
las
fronteras
artificiales
creadas
por
los
colonizadores
o
la
adopción
del
hecho
diferencial
que
esta
en
el
origen
del
conflicto
saharaui
o
la
división
étnico
confesional
que
ahora
sacude
a
Nigeria.
4
5. Una
vez
calificadas
las
estructuras
africanas
tradicionales
de
antidemocráticas
se
tienen
argumentos
de
sobra
para
perfeccionar
la
intromisión
en
el
continente
por
la
vía
de
la
ayuda
al
desarrollo,
representada
por
la
comunidad
de
donantes,
o
por
vía
de
la
cooperación
al
desarrollo,
representada
por
las
ONGs
que
monitorizan
y
critican
las
costumbres
que
hieren
la
sensibilidad
occidental.
El
problema
es
que
dentro
del
desarrollo
y
consolidación
del
sistema
internacional
actual,
los
estados
de
los
países
pobres
articulan
su
legitimidad
básicamente
a
través
de
la
aceptación
internacional
de
su
mandato.
Podemos
analizar
como
las
nuevas
formas
de
tutelaje
sobre
la
región,
que
además
están
respaldadas
por
lo
que
Peña
(2000)
llama
la
“externalidad
de
los
estados
africanos,
a
través
de
la
“comunidad
de
donantes”
se
controla
entonces
la
organización
política
y
económica
de
estos
estados.
La
clásica
relación
centro
periferia
sigue
existiendo
y
permite
la
consolidación
de
la
intervención
exterior.
Dicha
externalidad
se
caracteriza
principalmente
por
la
interdependencia
de
los
estados
con
los
miembros
de
la
sociedad
internacional,
dichas
relaciones
son
centrales
para
garantizar
la
estabilidad
y
la
obtención
de
recursos
por
parte
de
la
comunidad
de
donantes.
Deben
entonces
su
existencia
al
soporte
y
reconocimiento
internacional.
A
pesar
de
los
intentos
de
industrialización,
las
economías
africanas
aún
son
principalmente
exportadores
de
materias
primas
e
importadores
de
bienes
de
consumo
final.
Además
como
consecuencia
de
la
dependencia
de
las
economías
de
la
riqueza
del
subsuelo,
nos
encontramos
con
élites
gobernantes
que
reproducen
el
efecto
voraz:
quien
gobierna
es
dueño
de
los
recursos
naturales
y
su
explotación
–
la
maldición
de
los
recursos-‐
las
elites
gobernantes
fijan
su
agenda
política
guiadas
por
la
monopolización
y
apropiación
de
los
recursos
públicos
como
una
lógica
patrimonialista.
Pero
a
pesar
de
los
embates
del
proyecto
moderno,
persisten
y
perviven
los
cimientos
de
la
cosmovisión
tradicional.
Lo
que
encontramos
es
un
conjunto
de
híbridos
entre
tradición
y
modernización.
La
supervivencia
de
la
costumbre
busca
5
6. entremezclarse
con
la
democracia
y
la
sociedad
civil
ejemplar
de
occidente
para
ser
aceptada
por
el
referente
internacional
–legitimidad
externa-‐
aunque
intentando
sostener
en
el
núcleo
la
practica
que
recuerda
el
origen,
la
identidad,
lo
propio,
entendido
como
legado
de
un
devenir
no
impuesto
desde
fuera.
Desde
la
perspectiva
del
lenguaje
político,
muchos
gobiernos
africanos
altamente
dependientes
de
la
ayuda
externa
han
establecido
una
especia
de
simbiosis
con
ella,
fuente
de
ingreso
que
permite
el
sostenimiento
del
régimen
y
buscan
complacer
al
donante
con
proclamaciones
democráticas,
predicas
sobre
los
derechos
humanos
y
planes
de
desarrollo
regionales,
así
como
reformas
políticas
profundas.
Sin
embargo,
por
detrás,
el
modelo
de
autoridad
y
de
ejercicio
del
poder
tiene
poco
que
ver
con
la
practica
democrática
tal
como
es
entendida
en
“el
occidente
civilizador”.
Textos
analizados
Peñas,
Francisco
Javier.
Diplomacia
humanitaria,
protectorados
políticas
cañoneras:
África
Subsahariana,
estatalizada
y
tutela
internacional.
En
Francisco
J.
Peñas
(ed.)
África
en
el
Sistema
Internacional.
Cinco
Siglos
de
Frontera.
Madrid,
Los
Libros
de
la
Catarata
/
UAM
Ediciones,
2000
Iniesta,
Ferran.
Tradición
y
globalización
en
África.
El
fracaso
de
la
revolución
moderna
en
ROCA,
A.
(editor)
La
revolución
pendiente.
El
cambio
político
en
África
Ediciones
de
la
Universidad
de
Lleida,
Lleida
2005,
pp
187-‐210.
6