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Escritos sobre la sociedad de pos guerra y los partidos políticos pos
revolución: 2000-2010.
Por Juan Carlos Espinal

En un momento determinado del último tercio del siglo la gran desigualdad social que
separaba las reducidas minorías gobernantes modernizados u occidentales de nuestro país
del resto empezó a colmarse fruto de la transformación general de la sociedad. Aun
nuestros "reconocidos" intelectuales desconocen como ni cuando la pobreza dominicana
surgió, ni que nuevas percepciones creo esta transformación, ya que nuestro país carece de
los servicios estadísticos gubernamentales adecuados, o de los mecanismos necesarios para
efectuar estudios de mercado o de opinión o de departamentos universitarios de Ciencias
Sociales con estudiantes de doctorado a los cuales poder mantener ocupados.


En cualquier caso, lo que sucede con las comunidades de base es que siempre resulta difícil
describirlo, incluso en los países más documentados, hasta que ya ha sucedido, lo cual
explica porque las etapas iniciales de las nuevas modas sociales y culturales de jóvenes
resultan imprescindibles, y a menudo irreconocibles, incluso para quienes viven a costa de
ellas, como quienes se dedican a la industria de la cultura popular, e incluso para la
generación de sus padres. Lo que estaba pasando, más allá de las conciencias de las élites
de la sociedad dominicana era el fenómeno de la concientización social desarrollada
instintivamente por cada vez mayor cantidad de dominicanos, cuya actitud reflejaba
independencia, aunque hasta entonces fueron colonia, y les pareció necesario ser hostil al
Estado que no les facilitaba siquiera Educación y que para el ojo de la mayoría de
observadores Santo Domingo era "un país rico mal administrado". Esa mentira, mal
interpretada cambiaría de la noche a la mañana cuando las grandes cadenas de televisión y
radio informaban al mundo cuales eran nuestras cerradas políticas de empleos, generador
de nuestra actual pobreza. Llegados los años sesenta y setenta los indicios de una
importante transformación social eran ya visibles en el mundo occidental dominicano, e
innegables en los suburbios violentos, llenos de miseria donde lo indecible se hace
cotidiano.
Paradójicamente en los lugares donde el 'desarrollo' político social se estancaría
corresponde al mundo socialista o liberal dominicano, aunque no suele reconocerse, puesto
que, la revolución comunista fue un mecanismo de conservación que si bien proponía
transformaciones en el modelo económico a favor de la gente, el Estado y la propiedad las
políticas sociales, por ejemplo, apenas se congelaron por su forma pre-revolucionaria, o en
todo caso, el subsidio estatal los protegió de los cambios subversivos y continuos de las
sociedades capitalistas. En cualquier circunstancia, su poder radicaba en el simple poder del
Estado, ineficaz, lleno de una retórica hueca, haciendo referencias de "totalitarismo" a
cuyos líderes contemporáneos aún hoy les encanta creer. Los romanenses y banilejos están
más alfabetizados y secularizados que los fronterizos habitantes de Pedernales y
Montecristi, pero es probable que sus formas de vida no fuesen tan diferentes como se
podría creer al cabo de ideas socialistas.


Las consecuencias culturales de nuestra transformación social es algo a lo que tendrán que
enfrentarse los historiadores.


Esta claro que, incluso en sociedades muy tradicionales los sistemas de obligaciones
mutuas y de costumbres sufrieron tensiones cada vez mayores. La familia dominicana
funciona bajo una tensión sistemática. Sus cimientos están debilitados. Es más, a los an-
cianos del campo y a los jóvenes de la ciudad los separan miles de kilómetros de carreteras
inservibles y siglos de subdesarrollo. Políticamente, desde la sociedad civil, por ejemplo, es
más fácil evaluar las consecuencias difíciles del análisis. Y es que, con la irrupción en masa
de esta población burguesa, o por lo menos de los jóvenes y habitantes de la capital, en el
"mundo moderno" dominicano se desafía el monopolio de las reducidas élites que
configuran la primera generación de la historia colonial, y es por ello que un rasgo ascentral
decadente y el cual nos pinta de cuerpo entero como sociedad encerrada es el estatus de una
persona por su sonoro apellido, no, sólo por distinción sino por diferencias. Además, los
programas e ideologías y el propio vocabulario y la reducida creatividad de sintaxis de los
discursos públicos es una inexplicable y sencilla manera de entender la falta de ciudadanos
instruidos, sobre lo cual está basamentado el porvenir de la República Dominicana. Esto se
debe a que las masas urbanas o urbanizados, incluyendo la enorme clase media aun fueran
cultas, no son, y por su mismo número, miembros de la élite, cuyos miembros se anillaban
para preferir estar al mismo nivel que el español colonizador, o en un caso moderno,
situarse al lado de sus estudios realizados en Europa o Norteamérica.


A menudo, resulta muy evidente que el pueblo, el ciudadano común se siente resentido con
ellos. De manera, que, la gran masa de los pobres no comparte la idea de tener fe en ideas
que desconocía y por ende prefería aspirar a su propio progreso secular. El conflicto
aumentó cuando los antiguos dirigentes dominicanos y la nueva visión global de la
democracia se convertiría en un manifiesto crítico público – dando lugar tras de cada
palabra a truños comprensibles, pues para un cronista de la actual época resulta risible
observar los tropiezos infantiles a los que s ha expuesto a nuestro país. Es decir, algunos
líderes de la izquierda y de la sociedad civil corporativa, con acceso a ciertos patrones
culturales, reducen a su grado mínimo la generalidad del estado cuyos dirigentes pretenden
con sus vagas ideas alimentar conflictos jurídicos políticos superados.


Un ejemplo de ello es el nutrido apoyo de un contado exclusivismo nacional, impregnado
en el conservadurismo de clase. Este conflicto tiene sus raíces en la profunda crisis de
identidad de nuestra burguesía urbano rural, cuyo orden social ha sido reducido a pedazos y
porque el auge de un amplio estrato social de jóvenes mejor preparados con acceso ha roto
el monopolio de las certezas. El pueblo, transformado por la constante migración del campo
a la ciudad, dividido por las diferencias cada vez mayores entre ricos y pobres, que creaba
la economía monetaria, hostigados por la inestabilidad que provocaba una movilidad social
desigual basada en la educación, así como por la desaparición de los indicadores materiales
y lingüísticos de castas y nivel, que separaban a los dominicanos, pero que no dejaban
lugar a incógnitas en cuanto a su realidad, vive en un estado de ansiedad permanente
acerca de su destino. Se han utilizado estos hechos para explicar, entre otras cosas, la
aparición de nuevos ritos, símbolos e ídolos de comunidades nuevas, y como el repentino
surgimientos de congregaciones de culto yoga en los años ochenta, la sustitución de formas
de   cultos particulares y familiares; o la institución de jornadas deportivas escolares
inauguradas con la interpretación del Himno Nacional, irónicamente en cintas
magnetofónicas, impactan en las tradiciones y costumbres autóctonas. Es por ello que Santo
Domingo aun cuando cambia, este último fenómeno no es vigoroso. Nuestro porvenir socio
político es cada vez más inflamable.


Nuestra política nacional de distribución de las riquezas jamás ha existido. En realidad, han
sido grupos que de alguna manera han entendido el poder y se lo ha "repartido"
coyunturalmentey por tanto la contracción no permite que el sistema funcione. En
algunossectores de la política tradicional donde existe aceptación sustancial de la
ciudadanía, la clase política que dirigía sus demandas aun podría mantener cierto grado de
continuidad. Los dominicanos continúan siendo tan liberales y conservadores como lo han
sido durante más de un Siglo (1900-2000) aunque están dispuestos a discrepar de sus
propios intereses si estos están en juego.


El congreso está dividido, ha cambiado, y se ha reformado en apenas 35 años (1966-2000)
pero hasta los    años noventa, en República Dominicana, las elecciones generales con
contadísimas excepciones siguieron           ganándolas quienes apelaban a los objetivos y
tradiciones históricas, lo cual traduce el atraso del sistema político y social dominicano,
encabezado por Joaquín Balaguer. Aun cuando el comunismo se desintegraba en el resto
del mundo, la arraigada tradición izquierdista de algunos dominicanos, así como la
capacidad competente de sus miembros, mantienen vivas la             permanencia de ideas
progresistas en Santo Domingo.
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Apuntes sobre la visión del subdesarrollo en la estructura social y económica del
Estado de pos revolución.
Por Juan Carlos Espinal

Tanto la descolonización como las revoluciones transformaron drásticamente el sistema
político dominicano. Así pues la organización social indígena fue destruida, al menos en su
generalidad. De manera que pasaríamos a ser un pueblo de corte occidental. España nos
transmitiría su lengua, religión, formas de vestir y comer, ganados e instituciones jurídicas
y civiles, aun cuando carecían de capacidad como Estado para ser un imperio
convirtiéndose pues, en una profunda contradicción que nosotros heredaríamos y por
supuesto transmitiríamos de generación en generación, hasta llegar a lo que somos hoy,
incluso en América, por ejemplo, donde la temprana descolonización añadiría una docena
más.

Sin embargo, lo importante de esto no era su número, sino el enorme y creciente peso y
presión demográfica que representaba en conjunto. Desde la primera revolución industrial,
y es posible que desde el Siglo XVI este equilibrio se había inclinado a favor del mundo
"desarrollado". Esta explosión demográfica en los países pobres como la República
Dominicana despertó por primera vez una grave preocupación internacional a finales del
Siglo 19. Nuestra población ha crecido desordenadamente y cada día los gobiernos son más
deficitarios provocando subsidios irresponsables y peor aún con más bocas que alimentar y
con menos capacidad de producción.


La explosión demográfica del mundo pobre es elevada porque los índices básicos de
natalidad suelen ser mucho más altos que los del mismo período histórico en los países
desarrollados y porque los elevados índices de mortalidad que antes frenaban el crecimiento
de la población cayeron a partir de los años setenta a un ritmo cuatro o cinco veces más
rápido que el de la caída que produjo en la Europa del siglo XIX. Y es que, mientras en
Europa éste descenso tuvo que esperar hasta que se produjo una mejora gradual de la
calidad de vida y del entorno, la nueva tecnología barrió con los países pobres en forma de
medicinas y la revolución del transporte.
Así a partir de los años cincuenta las innovaciones médicas y farmacológicas estuvieron
disponibles para salvar las vidas a gran escala, debido a la aparición de los antibióticos y
algo que antes era imposible conseguir, salvo tal vez de las enfermedades como la viruela,
diarreas, etc. Así, mientras los dominicanos vivían más y mejor que décadas pasadas, las
tasas de mortalidad se reducían verticalmente a tal punto, que la población se dispararía aun
cuando la economía y las instituciones fueran inestables.

De manera que la explosión demográfica es el hecho fundamental de nuestra existencia. Al
tratar de estabilizar nuestra población con natalidad y mortalidad bajas con algún tipo de
planificación familiar estamos creando mayores problemas de población y es improbable
que podamos resolver nuestros índices de pobreza. Sin embargo, nuestras preocupaciones
no sólo radican en el fondo, sino en la forma. Asimismo, nuestra sociedad se ha visto
obligada a adoptar sistemas políticos derivados de nuestros conquistadores o amos
imperiales. Así que, una minoría de pensadores políticos, de los que surgieron de las
revoluciones sociales siguió el modelo de la Revolución Soviética.

En teoría, el mundo dominicano estaba lleno de los que pretendían ser repúblicas
parlamentarias con elecciones libres y de una minoría de repúblicas democráticas populares
de partido único. En particular estas etiquetas indicaban como máximo en qué lugar de la
escena internacional querían situarse los partidos políticos como solían serlo nuestras
propias constituciones y por los mismos motivos en la mayoría de los casos, El Estado,
carecería de las condiciones materiales y políticas necesarias para hacer viables nuestro
sistema.
Esto sucedía incluso en los comunistas, aunque su estructura autoritaria y el recurso a un
"partido único dirigente" hacían que resultase menos inadecuado en un entorno occidental
que en las repúblicas liberales. Así, uno de los pocos ideales comunistas era la supremacía
del partido sobre el ejército.

De paso, los mecanismos de control se fueron perdiendo y las fuerzas armadas tendrían
protagonismo semejante o incluso superior al poder civil. Además, la intervención en
aspectos administrativos provocaría el enriquecimiento asombroso de generales y oficiales
medios. Estos recibían cuantiosos subsidios y suministros a través de las intendencias y en
algunos de los casos, existió mayores posibilidades políticas que nunca. A los militares se
les mantendría alejado del poder civil, gracias a la presunción de la supremacía civil a
través del partido.
Las perspectivas fueron pocas y así la transacción hacia la democracia liberal se negociaría
con poco éxito bajo la égida de la intervención y las constantes intentonas golpistas de unos
oficiales recalcitrantes durante los períodos de ciertos aires democráticos.


La democracia sería abortada y nuevamente la pobreza se expandiría notablemente. Así, la
amenaza se mantendría aunque en los años setenta se producirían manejos todavía por
explicar en las obscuridades de la infiltración de la CÍA, y los paramilitares supuestos del
servicio secreto y del terrorismo de Estado. Quizás sólo en los traumas de la des-
colonización, los dominicanos llegaríamos a ser intolerantes y la tentación de retener el
poder de parte de los políticos fue inútil al hundirse la economía y pronto caeríamos bajo el
escenario de la confrontación social. La guerra civil será el legado de la miseria dejando
recuerdos en toda la sociedad, recuerdos estos y cicatrices que aún medio Siglo después no
se han borrado.


Los regímenes autoritarios sintieron afición por torturar a sus oponentes, dejando muchas
madres solteras y padres sin trabajo, hundiéndonos de cabo a rabo bajo el peso de nuestra
propia estupidez. La situación era más favorable a una intervención militar, sobre todo en la
República Dominicana donde un grupo de comerciantes era capaz de manejar la economía,
introduciendo conceptos ideológicos parecidos a épocas medievales.


El dominicano aspiraba a esforzarse y vivir en orden con la esperanza (a menudo vana) de
que un Mesías asumiese la redención de sus propósitos. De todos modos el más leve indicio
de que los gobiernos del país cayeran en manos de los comunistas garantizaba el apoyo de
los norteamericanos y como consecuencia no sólo se minó el sentimiento de autoestima,
sino que el vacío que se produciría influiría en la voluntad dominicana de adherir otros
valores extraños anteponiéndolos a los suyos.


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Impacto de las despoblaciones rurales en el desarrollismo capitalista
pos Trujillo: 1970-1974.

Por Juan Carlos Espinal


. El "desarrollo" social y humano del desarrollismo capitalista 1966-1978, dirigido o no por
el Estado, no resultaba del interés inmediato para la gran mayoría de los dominicanos que
vivía del cultivo de sus propios alimentos, pues, nuestras fuentes de ingresos principales
eran uno o dos cultivos de exportación, café, plátanos o cacao, productos que suelen
concentrarse en áreas geográficas muy determinadas. Así pues, emularíamos a los chinos
pobres de la parte Sur y a los indigentes africanos del Norte, quienes continuaban viviendo
de la agricultura.


De manera que la visión occidental del campesinado dominicano, estaba apenas iniciando
una copia en calco de las migraciones en todo el continente del área rural a las urbes,
volcando sobre nuestras ciudades olas de desempleados y que en apenas dos décadas cam-
biarían las estructuras de Santo Domingo y Santiago. En algunas regiones fértiles y con una
densidad poblacional no excesiva, como buena parte del Cibao, La Romana y Baní la
mayoría de la gente se las había ingeniado para mantener un nivel de vida adecuado. La
mayoría de las ciudades con baja densidad y empleo aún precario, no necesitaba del Estado
dominicano, por lo general demasiado débil, y los habitantes de estas zonas prescindieron
de los políticos y el poder, refugiándose en la autosuficiencia de la vida rural.


Curiosamente, pocos países en procesos revolucionarios iniciaron la era de la
independencia con mayores ventajas que los dominicanos, aunque nosotros muy pronto
desperdiciaríamos la capacidad geopolítica del entorno. La mayoría de nuestros campesinos
era mucho más pobre que los del resto del continente, y para colmo, estaban mucho peor
alimentados, y la presión demográfica sobre una cantidad limitada de tierra, era más grave
para la economía que nunca antes.
No obstante, nuestros gobiernos entendieron conjuntamente con sus habitantes que la ma-
yor solución a sus problemas no era mezclarse con quienes les decían que el desarrollo
económico les proporcionaba riquezas y prosperidad sin ningún tipo de bulto, sino
mantenerles pobres.


La experiencia de décadas, tanto colectiva como individual era que nuestros antepasados
nos inculcaron que nada bueno provenía de lo extraño. Generaciones de planificadores
hicieron cálculos donde nos pretendieron asimilar que era mejor minimizar los riesgos antes
que maximizar los beneficios. Esto nos mantendría al margen de la revolución económica
global, que no sólo llegaría hasta los más aislados en forma de camiones viejos, sandalias
de goma y despachos gubernamentales llenos de papeles, sino que además esta revolución,
tendió a dividir a la población de estas zonas entre los que actuaban dentro o a través del
mundo de la escritura y de los despachos y los demás.


En la mayor parte del tercer mundo dominicano y rural la distinción básica era entre la
costa y el interior, o entre la ciudad y los pueblos. El problema radicaba en como los
ciudadanos y el gobierno marchaban juntos hacia la modernidad en un país lleno de cultos
y analfabetos, modernidad y primitivismo, y un montón de estereotipos foráneos. Nuestras
asambleas legislativas en lugar de anteponer la soberanía dominicana o los intereses patrios
se resarcían asimismo con el ensanchamiento de la deuda. Apenas, habían licenciados,
incluyendo pocos doctores, si es que existieron, y muy pocos habían cursado estudios
secundarios o superiores. Por aquella época, nuestro territorio poseía una población
analfabeta, más aún, toda persona que deseaba ejercer alguna actividad dentro del gobierno
"nacional" en un estado pobre y aislado como el nuestro, tenía que saber leer y escribir, no
por obligación, sino por la carencia de este elemental principio básico del ser humano.
Pocos hablaban inglés, francés y esto se convertiría en un privilegio del que muy pocos dis-
frutaban.


Es por ello que los dominicanos que vivían en zonas alejadas y atrasadas se dieron cuenta
de la ventaja de tener estudios superiores, aunque no pudieran compartirlos, o tal vez
porque no podían obtenerlos. Así, conocimiento equivalía literalmente, a poder, algo
especialmente visible en nuestro país, donde el Estado es a los ojos de los ciudadanos una
máquina que absorbía sus recursos y los repartía entre los empleados públicos. Tener
estudios era tener un empleo, a menudo un empleo asegurado, como funcionario y con
suerte, hacer carrera, lo que le permitía al ciudadano obtener sobornos y comisiones y dar
trabajo a parientes y amigos.


Un pueblo como el dominicano, que invierte en los estudios de uno de sus jóvenes esperaba
recibir a cambio ingresos y protección para toda la comunidad, gracias al cargo en la
administración que estos estudios aseguraban. En cualquier caso, los funcionarios que
tenían éxito eran los mejores pagados de toda la población. República Dominicana fue tan
pobre, que los servidores públicos se enriquecieron brutalmente. Incluso, sus habitantes
perderían la capacidad del ahorro y salario real. Donde parecía que la gente pobre del
campo podía beneficiarse de la ventaja de la educación u ofrecérsela a sus hijos, el deseo de
aprender era prácticamente universal, curiosamente en un país cercano a la modernidad y
cerca del colonialismo. Estas ansias de conocimiento explican en gran medida la enorme
migración del campo a la ciudad que despobló el agro y la capacidad productiva del país a
partir de los años cincuenta.
Y es que la ciudad resulta atractiva y ante todo ofrecía oportunidades de educación y
formación de los hijos. La mentalidad vigente era que en la ciudad se podía "llegar a ser
alguien". La escolarización abrió perspectivas más halagüeñas, pero en nuestro atrasado
país, el mero hecho de conducir un vehículo moderno y poseer la piel clara podía ser la
clave de una vida mejor. Lo primero que un campesino enseñaba a sus hijos y sobrinos era
la esperanza de abrir el camino hacia un mundo moderno como "la capital", ya sea
conduciendo un vehículo del transporte público o por el contrario crear un tarantín debajo
de los edificios más modernos de la ciudad. Sin embargo, había un aspecto de la política de
desarrollo económico que habría sido y resultaba atractivo, ya que afectaba a las tres
quintas partes o más de los campesinos que vivían de la agricultura: la reforma agraria, era
la consigna general de los gobiernos dominicanos, aun cuando no significó la gran cosa,
desde la división y el reparto de los latifundios entre el campesinado y los jornaleros sin
tierra, hasta la abolición de los regímenes de propiedad y las servidumbres de tipo feudal,
desde la rebaja en los arrendamientos y sus reformas hasta la nacionalización y
colectivización revolucionaria de la tierra. El agricultor dominicano apenas comenzaría a
abandonar las cosechas y depredar los conucos. Es probable que jamás se hayan producido
tantas reformas agrarias como en la década de los setentas, donde casi la mitad del género
humano se estaba dando cuenta que se hacían más pobres. No obstante, a pesar de la
proliferación de las declaraciones políticas,    República Dominicana tuvo demasiadas
revoluciones, descolonizaciones o derrotas militares como para que hubiese una reforma
agraria exitosa.


Los argumentos a favor de la reforma agraria eran básicamente políticos, para ganar
demagógicamente el apoyo del campesinado de una manera ideológica y en algunas
ocasiones económicamente, aunque no era mucho lo que la mayoría de reformadores
"reformistas" esperaba conseguir con el simple reparto de tierras a campesinos tradicionales
y a peones que tenían poca o ninguna tierra. De hecho, la producción agrícola cayó
drásticamente luego de los repartos, aunque la preparación del campesinado mejoró.


Los argumentos favorables al mantenimiento de un campesinado numeroso eran y son
antieconómicos, ya    que en la historia del mundo moderno el gran aumento de             la
producción agrícola ha ido en paralelo con el declive de los mercados en la medida de la
proporción de agricultores, en especial luego de la Guerra Civil de 1965. La reforma
agraria, sin embargo, podía demostrar que el cultivo podía ser más eficiente y flexible que
el latifundio practicado en tierras despojadas por militares, políticos y empresarios y
ciertamente cualquier intento se consideró una explotación capitalista que hizo que los
productos llegaran más caros y con menos calidad a la población, debido pues, a los
intermediarios.
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Cual es la herencia de las privatizaciones en la era global del
neoliberalismo en RD?

Por Juan Carlos Espinal


Mientras la disparidad de los ingresos de los dominicanos aumentaba el desarrollo
económico se estancaba. La igualdad de la productividad se asemejaba a una distribución
de pobreza. Verdaderamente, la gran desigualdad social de la República Dominicana no
puede dejar de guardar relación con la ausencia de reforma agraria, en tanto esta fuera
acogida por el campesinado, por lo menos hasta que se pasó de la colectivización de las
tierras a la constitución de cooperativas, como fue norma general de los países comunistas.


Sin embargo, lo que los modernizadores vieron en esta reforma no era lo que representaba
para los campesinos a quienes no interesaban los asuntos macroeconómicos sino que veían
la política nacional desde un punto de vista paralelo de los pensadores de las ciudades y
cuyas demandas de tierras no se basaban en principios generales, sino en exigencias
concretas Así la reforma agraria instituida por sectores del gobierno del doctor Joaquín
Balaguer fracasó debido a que las comunidades campesinas han vivido en difícil
coexistencia con las grandes haciendas ganaderas del país, a las que proporcionaran mano
de obra, y la repartición de tierras fue vista simplemente como la justa devolución al
campesino de las tierras despojadas por generales, políticos y terratenientes cuyos límites
habían conservado en sus recuerdos durante siglos y cuya pérdida no habían aceptado.


A los campesinos dominicanos no les importaba ni el mantenimiento de las viejas empresas
como unidades de producción ni los experimentos cooperativistas, ni otras prácticas
agrícolas innovadoras, sino la asistencia mutua tradicional en el seno de las comunidades
que distaban mucho de ser igualitarias.


Después de la reforma las comunidades volvieron a "ocupar" las tierras de las haciendas
convertidas en cooperativas como si nada hubiese cambiado en el conflicto entre haciendas
y comunidades. Para ellos nada había cambiado realmente. La reforma agraria sería pues un
éxito político de los gobiernos de Joaquín Balaguer, pero sin consecuencias económicas de
cara al desarrollo posterior agrícola de República Dominicana.


No ha de sorprender que un estado postcolonial como el nuestro fuera una región
dependiente del viejo mundo imperial e industrializado. Lo que básicamente ocurría era que
para otras sociedades desarrolladas era factible tratar con sociedades pobres en
comparación con el mundo desarrollado e incluso resultaba posible reconocernos como
dependientes.


De manera que se iría formando un pensamiento obtuso en materia económica donde se
llegó a pensar que el mercado mundial del capitalismo o la libre iniciativa de la empresa
privada doméstica proporcionaría el desarrollo social. Además, durante la guerra fría todos
pensarían que era inevitable aliarse a los Estados Unidos o a la Unión Soviética.


Nuestros pensadores en su mayoría no eran más que inspiradores radicales o ex
revolucionarios anticolonialistas quienes se oponían a todo vestigio de crecimiento
humano. Todos ellos, al igual que otros regímenes decían ser socialistas a su manera.


Simpatizaban con la Unión Soviética o por lo menos estaban dispuestos a recibir su
asistencia económica y militar, lo cual no resulta sorprendente ya que los Estados Unidos
habían abandonado su tradición anticolonialista de la noche a la mañana, después de que el
mundo quedase dividido y buscaban ostensiblemente aliados entre los elementos más
conservadores del tercer mundo. No obstante, la diferencia de los simpatizantes de los
Estados Unidos en República Dominicana era de la intención de unirse antes que verse en
conflictos potenciales y crisis políticas.


Aún así buena parte de nuestro país se mantuvo alejado de conflictos tanto globales como
regionales hasta después de la revolución cubana. Cultural y lingüísticamente nuestra
población era occidental, ya que la gran masa de los habitantes pobres eracatólicos. Si bien
nuestro país había heredado de sus conquistadores ibéricos una egoísta jerarquía racial,
también heredamos de los españoles, en su inmensa mayoría de sexo masculino una
tradición de mestizaje en gran escala. Había poca gente que fuese totalmente blanca, salvo
en asentamientos montañosos como Jarabacoa y Constanza y parte de la región sur del país
(Baní) quienes fueron pobladas por inmigrantes europeos y con muy pocos indígenas o
criollos.


En ambos casos el éxito y la posición social borraron las distinciones raciales y ya para
1898 República Dominicana había tenido como presidente a un negro de ascendencia
haitiana, Ulises Heureaux. Hasta el día de hoy nuestro país se ha mantenido al margen del
círculo vicioso de política y nacionalismo étnicos que hace estragos en los demás
continentes.


Además, la mayor parte de la sociedad reconocía ser lo que ahora se denomina una
dependencia "neocolonial” de una potencia imperial única, los Estados Unidos. Es por ello,
por esta idea, que los gobiernos dominicanos están conscientes de lo inteligente que es,
estar de lado de Washington. Si no lo conocen perfectamente, al menos nuestros políticos
instintivamente sólo viéndose en el espejo de Cuba, quien hizo su revolución y estaba
dispuesta a discrepar de los norteamericanos y la OEA la expulsó. Y sin embargo, justo en
el momento en que en la República Dominicana, las ideologías basadas en el apogeo y el
libre mercado comenzaron a eficientizar la economía tan pronto, como sucedió, empezó a
desmoronarse.


En los años setenta se hizo cada vez más evidente que un sistema en declive no podía
abarcar adecuadamente a unos ciudadanos cada vez más diferentes.


El sistema político sería útil para nos cuantos y nos hicieron pensar que el país estaba
dividido entre ricos y pobres.


Desde entonces nos designaron roles que se iban incrementando a los ojos de todos y el
destino estaba plenamente justificado. La diferencia de PNB per cápita entre los ricos y
pobres pasaría de colectivo a individual, es decir, había dos países en uno solo. Así nuestra
sociedad, es evidente que ha dejado de ser una entidad única.
Lo que nos dividió no fueron las ideologías sino fue básicamente el desarrollo económico
que trajo la desigualdad social. Irónicamente la guerra de abril del año 1965 generó una
oleada de desempleados en su mayoría sin formación terciaria, quienes desde cualquier
punto de vista y hasta entonces se convirtieron en padres de familia sumamente pobres a
escala nacional, sobre todo los que no poseían un hogar propio y eran individuos
escasamente instruidos, por lo general obreros. Era pues, manifestamente imposible
avanzar como país con un producto interno por debajo de la línea de la pobreza y con
donaciones y erogaciones del gobierno norteamericano.


A nuestros estados pobres situados en la dependencia casi absoluta y donde el creciente
peso demográfico y baja productividad económica, sencillamente no nos iba tan bien.Pero a
pesar de todo, resultaría evidente que por más desventajas que existiera para convertirnos
en ricos, de esa misma manera casi invariablemente estábamos tentados a tirarlo todo por la
ventana. Al llegar a los años ochenta nos llenaríamos de deudas. En segundo lugar, parte de
nuestro país superaría su entorno tercermundista,            algunos se industrializaban
particularmente y ostensiblemente hasta unirse a ciudadanos del primer mundo, aunque
continuasen muchos más pobres.
Nuestras diferencias cuantitativas eran patentes. La República Dominicana del 1970 no es
la misma de hoy, sin embargo sigue siendo tan pobre como ayer. Y esa es la realidad. Así
que no existe ninguna definición exacta de las justificaciones de algunos teóricos sobre el
tópico de que hemos avanzado colectivamente.
De hecho, en la categoría de países en desarrollo seguimos siendo una economía de
servicios, dependiendo incluso de las materias primas y remesas en dólares.


Si estuviéramos dependiendo más allá de los límites de los países pobres nuestro sentido
estricto hubiera sido la de una economía de mercado real, o sea, de una sociedad capitalista
de derechos sociales y regulación estatal.
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Impacto social y cultural de la inmigración campesina en la
economía urbana

Por Juan Carlos Espinal


Una serie de países emergieron o serían sumergidos en la pobreza. República Dominicana
no escaparía a situarse en la cola de los países atrasados y aceptaría tácitamente el
eufemismo de ser un país "en vías de desarrollo". Alguien tuvo la "delicadeza'" de crear un
sub-grupo de países de renta baja en vías para clasificar a los tres mil millones de seres
humanos cuyo PNB per cápita habría alcanzado un promedio de $330.00 dólares hasta
1989, distinguiéndolos de los quinientos millones de habitantes más afortunados de países
menos pobres, como la República Dominicana, Ecuador y Guatemala, cuyo PNB medio era
varias veces más bajo que el de los privilegiados del tercer mundo (Brasil, México y Mala-
sia) con un promedio ocho veces mayor.


Los aproximadamente ochocientos millones del grupo más próspero disfrutaban en teoría
de un PNB por persona de $18,260.00 dólares, es decir, cincuenta y cinco veces más que
las tres quintas partes de la humanidad, incluyendo obviamente nuestro país. En la práctica,
en la medida que la economía mundial se fue globalizando, en serio, sobre todo tras la caída
de la Unión Soviética, se fue convirtiendo en más puramente capitalización y dominada por
el mundo de los negocios.


Los inversionistas y empresarios descubrieron que gran parte del mundo no poseía ningún
interés económico para ellos, a menos, quizás, que pudiesen sobornar a sus políticos y
funcionarios, para que malgastaran en proyectos de prestigio, y el dinero, nos lo sacarían de
los bolsillos a costa de las "consideraciones de los jefes de Estado".


En nuestro país la cantidad desproporcionada de ciudadanos se encuentra en los mismos
niveles de vida que países africanos. De manera, que, la guerra fría nos privó de ayudas
económicas. Además, con el aumento de la división entre los pobres, la globalización de la
economía produjo movimientos, en especial de personas, que cruzaban las fronteras y
legiones. Turistas de países ricos nos invaden como jamás los habían hecho.
A mediados de los años ochenta, miles de turistas procedentes de Europa motivarían la
economía con una enorme mano de obra, procedente de sectores pobres siempre que las
barreras políticas no lo frenasen. Por desgracia, en los decadentes años setenta y ochenta,
los movimientos migratorios no se dirigían sólo hacia la capital. El número de campesinos
en las grandes urbes rurales creció y se dispararía en millones en apenas 20 años (1965-
1985).


La mayoría emigraba después de abandonar los conucos y las siembras pero una parte
importante venía de la frontera escapando de la miseria y se convertirían en refugiados
cada vez más difíciles de separar de los torrentes de hombres, mujeres y niños que huían
desesperadamente hacia un mundo moderno.


Así que desarraigados de su entorno y enfrentando a ciudadanos similares más capacitados
se convertirían en virtuales refugiados en una capital sin ordenamiento urbano con
excepción del algunos sectores privilegiados cuyos habitantes ni fomentaban, ni permitían,
la entrada masiva de "inmigrantes", de otros barrios o pueblos a quienes consideraban al
menos.


Aún, cuando los teóricos no se refieran a este tópico, este rechazo podría considerarse como
un nuevo síndrome social en la comunidad dominicana, la xenofobia local. De manera que
el asombroso salto de la economía del mundo capitalista y su creciente globalización
provocaría la división del concepto de nación de la República Dominicana, puesto que, el
concepto de tercer mundo sería asimilado por aquellos que se situaron conscientemente en
la práctica totalidad de los habitantes pobres del país y quienes viven en la actualidad en el
mundo moderno.


En realidad, muchos de los movimientos tradicionales y nominalmente conservadores
ganarían terreno en un país con mentalidad oligárquica del tercer mundo, sobre todo, pero
no exclusivamente, en la clase baja, quienes son masas irredentas que se resisten o los han
empujado contra la modernidad y a los cuales se les ha aplicado esta vaga denominación.
La gente sabe ahora que forma parte de un mundo que no era como el de nuestros abuelos.
Los alimentos nos llegaban por autobús a través de avenidas polvorientas, en forma de bi-
dones de leche, en forma de radio de pilas, en donde el mundo les llegaba a través de pilas,
quizás, hasta a los analfabetos, en su propia lengua, o dialecto, no escritos, aunque esto
suele ser un privilegio de las comunidades campesinas.


Pero en un país donde la gente del campo emigra a Santo Domingo por millones, e incluso
en ciudades como Santiago y Puerto Plata donde las poblaciones urbanas superiores a un
tercio eran habituales, casi todos habían trabajado en la capital o tienen un pariente que vive
aquí. Desde entonces, pueblo y ciudad, están unidos. Hasta los campos y regiones más
despobladas, quienes viven en chozas sin electricidad, ni agua potable, se pueden observar-
botellas de Coca Cola vacías y productos de consumo nacional a gran escala, e incluso
relojes de marcas donde además se comercializan.
En cualquier esquina de la capital podemos observar a ciudadanos dominicanos pobres
vendiendo con el mismo nivel de habilidad de ciudadanos del primer mundo. La capital se
ha convertido en el espejo del cambio aunque la verdad es que los capi tálenos no son
modernos por definición, es decir, son atrasados. Aun así, la idea de un joven estudiante de
uno de los barrios de la ciudad con niveles de marginalidad es inscribirse en una
universidad privada, debido a que, sus padres o al menos el instinto, les dice que donde hay
roce social hay progreso.


Por más que los pobres dominicanos utilizasen las herramientas de la sociedad tradicional
moderna para construir su propia existencia urbana, creando y habitando nuevos barrios
"pujantes" en la capital y Santiago resulta demasiado, para, lo que, habían de superar
yademás los hábitos propios de los inmigrantes de los campos entran en conflicto con los
tradicionales. Por eso un cibaeño confrontará a un capitaleño y viceversa. Los estilos de
vida son diferentes y las costumbres del hombre de la ciudad con mayores perspectivas, es
natural, el rechazo regional.
En ninguna otra faceta resultaba todo ello más visible en el comportamiento de las jóvenes
adolescentes de cuya ruptura con las tradiciones de sus abuelas comentan con nostalgia sus
madres. La idea de la modernidad en nuestro país pasó de la ciudad al campo, incluso
donde todavía hoy, se vive del cultivo, de variedades de cereales diseñados científicamente
y que apenas hoy se comienza a difundir, aún cuando tarde, a través del cultivo de
exportación de frutas y vegetales para los mercados mundiales, gracias al transporte por vía
aérea de productos perecederos y a las nuevas modas entre consumidores del mundo
desarrollado.


Los dominicanos no deben subestimar las consecuencias de estos cambios en el mundo
rural. En ninguna otra parte, el choque ha sido tan frontalmente brusco como en los campos
agrícolas y ganaderos, donde los hombres abandonan los cultivos y las mujeres se
convierten en mercado. Además, uno de los casos más llamativos es el aumento del
consumo de drogas narcóticas en la población rural. Ni hablar de los capitaleños, quienes
hoy como moda consumen cocaína. La globalización ha desvirtuado el mercado y nos
golpea despiadadamente colisionando, incluso, las estructuras más débiles de nuestra
nación a través del turismo, la niñez. Además, llegaría la proliferación de cultivos de
marihuana.


¿Cómo puede un agricultor de yuca y batata competir con un cultivo de marihuana? El
modo de vida de la vida rural, ha comenzado a desarticularse. Es inestable, fruto de la
pobreza cuasi donada y donde proliferan los bares y burdeles. El campo dominicano se ha
transformado, pero esto ha dependido de la civilización urbana y las industrias, pues
nuestra economía depende a menudo de las remesas de los inmigrantes como los
denominados peyorativamente "york dominicans" y en el mejor de los casos "dominicanos
ausentes" a quienes les debemos que todavía hoy somos al menos una nación


Paradójicamente, en República Dominicana al igual que los Estados Unidos, la ciudad
puede convertirse en la salvación de la economía rural, que de no ser por el impacto de
aquella, podría haber quedado abandonada por unos ciudadanos que habían aprendido de la
experiencia de la emigración, propia de nuestros campesinos, donde hombres y mujeres no
tienen alternativas. Los dominicanos han descubierto que no es inevitable que tuvieran que
trabajar como esclavos toda la vida sembrando en la tierra, defecando en letrinas, y sudando
la gota gorda sin ninguna fortuna como lo hicieron sus antepasados.


Numerosas poblaciones rurales de todo el país, en la impresionantes montañas
dominicanas, desdeñan la agricultura y la hermosura de sus paisajes y han abandonado sus
lugares de origen a partir de que se dieron cuenta que en la capital hay un mundo mejor.
Olvidaron sus costumbres, sus tradiciones y prefirieron poner un puesto de frutas que no
tenían que cultivar, aún cuando en sus mentes poseían su carácter agrícola, y saben que con
el paso del tiempo a través de los ingresos procedentes de sus puestos de ventas tendrán
otra procedencia social.
@jcespinal68
enserioonline@hotmail.com
La idea de la dependencia sociocultural en el pensamiento político-
económico del Siglo 21.
Por Juan Carlos Espinal

Los problemas estructurales de República Dominicana podían llevar en sí mismos-a la
situación política dominicana del Siglo 21- por caminos conocidos por ciudadanos del
primer mundo. En nuestros países era probable que surgiese una clase trabajadora industrial
que luchase por sus derechos y por la creación de sindicatos como lo demuestra la historia
reciente.



No tenían porque parecer partidos políticos populares al mismo tiempo, al modo de los
movimientos democráticos de la República Dominicana del Caribe de 1930, aunque no deja
de ser significativo que se produjeran manifestaciones políticas influyentes en el ámbito
nacional, justamente de ese tipo en los años sesenta: el Partido Revolucionario Dominicano
(PRD). Sin embargo, la tradición del movimiento obrero en su lugar de origen, era una
combinación de un derecho laboral de corte populista con la militancia de obreros
comunistas y la tradición de los intelectuales que acudieron en su apoyo con un
izquierdismo sin fisuras como lo era la ideología del clero católico cuyo sostén contribuyó a
llevar el proyecto de partido a buen puerto. Por otro lado, el rápido crecimiento de la
industria tenderá a generar una clase profesional amplia y cultivada que, pese a no ser
subversiva en absoluto, habría acogido con sumo gusto la liberalización de los regímenes
autoritarios diferentes en la sociedad dominicana. No obstante, había amplias zonas del
tercer mundo dominicano donde las consecuencias políticas de la transformación social, era
realmente imposible de predecir. Lo que era seguro era que seríamos inestables e in-
flamables como lo atestigua el medio siglo transcurrido desde el arribo al poder de Rafael
Leonidas Trujillo (1930-l961). La mayor parte de Santo Domingo y Santiago proseguían
siendo descolonizados aun cuando parecían ofrecer un modelo de progreso más adecuado y
esperanzador que el resto de las urbes rurales.


Cuando hubo pasado las guerras de independencia, restauración, primero, y de la guerra
civil, después, y dejó de correr la sangre de los cadáveres y de las heridas, la mayor parte
de lo que hasta 1970 había sido el sistema político dominicano ortodoxo se mantuvo
intacto, pero bajo la autoridad de clanes y consagrado a la construcción de maquinarias
electorales. El Partido Revolucionario Dominicano fue el único de los antiguos partidos
dinásticos que sobrevivió a la dictadura de Trujillo, que hizo trizas al sistema oligárquico
nacional, cuyo representante de todos los fieles trujillistas y que mantenía una relación
especial con la Iglesia de Roma, Joaquín Balaguer, le sucedió. Los partidos políticos
emergentes se desintegrarían bajo el peso de su propia derrota. Que el PRD sobreviviera
como una sola entidad se debió probablemente a la revolución de abril pues las tensiones
que habían acabado con los demás partidos anteriores aparecieron o reaparecieron en la
república hasta finales de los años setenta cuando el sistema democrático abdicó bajo el
régimen de los doce años (1966-1978). Lo que realmente nos trajo el futuro,lo que nació a
principios de los años treinta fue un solo estado, mucho más atrasado que la república del
siglo 19, pero de enormes dimensiones como prefieren presumir los clanes intelectuales
izquierdistas en el período comprendido entre la Guerra de Abril 1965 y los períodos de
postguerra dedicado a crear una sociedad diferente opuesta al capitalismo.


En 1970 las fronteras de nuestro país hacia el mundo capitalista se ampliaron
considerablemente. Europa incluyó la zona comprendida al este, de manera que hasta
Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Yugoslavia, Rumania, Bulgaria y Alemania pasaron a la
zona socialista, así como la parte ocupada de Alemania, ocupada por el ejército rojo
después de la guerra. La mayoría de las ideas progresistas se irían perdiendo como
consecuencia de la guerra y la persecución política (1966-1978) y apenas algunos
reaparecerían en el camino del desarrollo que antes habían pensado para todos.


Los partidos tradicionales fueron invadidos de seguidores socialistas y lograron legitimidad
pública cuando comprendieron que todo estaba perdido.


La entrada al escenario del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) estructurado sobre
bases sociopolíticas justificadas como una "necesidad de la época" amplió el horizonte de
mayor desconfianza para los representantes del status quo dominicano. Gracias al enorme
pensamiento social de Juan Bosch esta entidad política sobrevivió a los embates y
agresiones tan comunes en el cerrado sistema de partidos políticos.
Esta era precisamente la parte del Caribe donde el sistema social, a partir de un momento
determinado de los años sesenta, pasaron a conocerse bajo la terminología "ideológica
soviética", como países "realmente socialistas", irónicamente un término ambiguo que
implicaba o sugería que podían haber otras clases distintas y mejores de socialismo, pero
que en la práctica esta era la única que funcionaba.


Nuestro sistema social y económico, además del régimen político se desmoronaría por
completo hacia el tránsito de la década de los años setenta y ochenta, Antonio Guzmán
(1978-1982) y Salvador Jorge Blanco (1982-1986).


Nuestros partidos políticos se mantenían, aunque, la reestructuración económica que
emprendieron representaba la liquidación de la democracia tal como hasta entonces la
habían entendido los "caudillos" sobre todo en la decadente clase empresarial. Los
regímenes autoritarios pos Lilis, desanimados geopolíticamente y que nosotros imitamos o
nos inspirábamos en ellos, ya no les quedaba mucho de vida. Era obvio que lo primero que
tuvimos que escribir acerca de la democracia es que durante la mayor parte de su existencia
(si que alguna vez existió) formó un subuniverso autónomo y en gran medida unilateral.


Las relaciones de nuestros gobiernos contemporáneos con el resto de la economía mundial,
capitalista o dominada por el capitalismo de los países desarrollados, eran muy escasas.
Incluso en el momento culminante de la expansión del comercio mundial, sólo alrededor de
un 4 por dentro del 100 de las exportaciones de las economías de mercado desarrollados
iba a parar a las "economías planificadas" como la nuestra.


Llegados los años ochenta la proporción de exportaciones a la República Dominicana no
era mucho mayor. Las economías pobres y dependientes exportaban una parte importante
de sus modestas exportaciones al resto del mundo pero jamás lograrían crear riqueza
interna en sus países. Además, dos tercios de nuestro comercio internacional en los años 70
y 80 se realizaban en nuestra propia zona. Por razones evidentes hubo pocos movimientos
sociopolíticos y humanos entre nuestro "primer mundo" y "el segundo" aunque algunos
comenzarían a fomentar la industria turística a partir de los años ochenta. La emigración y
los desplazamientos temporales de nuestros ciudadanos estaban estrechamente vigilados y a
veces eran prácticamente imposibles. Los sistemas de partidos nacionales eran básicamente
imitaciones del sistema soviético los cuales no poseían relaciones equivalentes en el resto
del mundo. Nuestros políticos basaban su liderazgo en fuertes voluntades y caracteres. Un
ejemplo de ello fue José Francisco Peña Gómez quien monopolizaría el poder y gestionaba
una planificación centralizada e impuso - por lo menos teóricamente a lo interno de su
partido- un credo populista a los miembros del PRD. Esto motivaba a la división de clases
entre los intelectuales cuyas incomprensiones mutuas poseían el grado de ignorancia para
gobernar un país "en vías desarrollo". Durante largos períodos fue muy poca la información
sobre nosotros mismos la que conocería el mundo. Rafael Leónidas Trujillo y Joaquín
Balaguer encabezaron este proyecto de aislamiento, apoyados en principio y hasta el final
por los empresarios, militares, iglesia e intelectuales cuyas generaciones aún mantienen
presencia activa en sectores importantes de sus diferentes ramas lo cual nos presenta como
una casta de dase sin propósitos más que individuales. A su vez, incluso, a ciudadanos
cultos y refinados que no entendieron o se hicieron de la vista gorda, poco les resultaba
importante lo que sucede en los sectores marginados de su propio país, debido a que no
poseen conciencia de clase.
Además, es comprensible que luchen por mantener su pasado- presente, sin separar las
fortunas mal habidas y los "rasgos éticos". Conocidos los motivos fundamentales de la
separación clasista de los gobiernos y de los partidos políticos, eran sin duda los residuos
de la tiranía. Luego de la revolución de 1965, la izquierda dominicana veía en el
capitalismo el enemigo que había que derrotar lo antes posible mediante la articulación del
discurso hueco y la revolución urbana. Los izquierdistas se quedaron aislados, rodeados por
una sociedad pobre que deseaba escuchar el aumento de los salarios reales y un pueblo
fascinado por ser parte del inestable sistema político nacional el cual los haría ciudadanos
ricos y honorables de la noche a la mañana. Este último rasgo representa una característica
oculta que a los "pensadores" dominicanos les encanta evadir.


@jcespinal68
enserioonline@hotmail.com
Critica al mito de las doctrinas sociales del desarrollismo
fondomonetarista en RD : 1980-2000
Por Juan Carlos Espinal


A principios de los años ochenta República Dominicana quedó aislada rodeada por un
mundo pre capitalista subdesarrollado, muchos de cuyos gobiernos deseaban impedir la
consolidación de nuestras economías. El mero hecho de que en los años setenta a los
dominicanos se les sellara el pasaporte cuando viajaban a Cuba resultaba una ofensa para
los Estados Unidos. Tal es así, que hasta el reconocimiento diplomático de nuestra
existencia podría considerarse como un reconocimiento, lo cual demuestra nuestra
condición moderna como colonia.
Trujillo, siempre realista, estuvo dispuesto, y hasta ansioso para colaborar con los
norteamericanos en principio, con los europeos después, para luego encontrar con que los
rusos no aceptaron su oferta. Así pues, República Dominicana se vería obligada a
emprender un desarrollo autárquico, prácticamente aislada del resto de la economía
mundial, que paradójicamente pronto le proporcionaría su argumento ideológico más
poderoso: el nacionalismo per se; al parecer inmune a la persecución diplomática que asoló
su régimen luego del asesinato de las hermanas Mirabal.


La política contribuyó una vez más a aislar la economía dominicana en los años treinta y
todavía más en los años sesenta. La guerra fría congelaría las relaciones tanto políticas
como económicas con los países socialistas. A efectos prácticos, todas las relaciones
económicas entre Santo Domingo y la zona izquierdista del mundo aparte de ser triviales o
inconfesables tenían que pasar los controles estatales impuestos por ambos.


El comercio entre República Dominicana, el bloque socialista y demás países capitalistas
estaba en función las relaciones públicas. No fue hasta los años setenta y ochenta cuando
aparecieron indicios de que el universo autónomo del poder político dominicano se estaba
integrando en la economía mundial. Las economías de planificación centralizada y las de
corte occidental podrían estar estrechamente vinculadas como lo demuestra la apertura
hacia Cuba y los países de la "órbita socialista" como lo indicaban nuestras tarjetas de
pasaporte hasta 1978.


Este simple dato indicaba que nos estábamos integrando económicamente. Visto en
perspectiva, puede decirse que ese fue el principio del final de las ideas socialistas en Santo
Domingo. Aún cuando no existe razón teórica por la que la economía dominicana, tal como
surgió de la revolución de 1965 y las expediciones de Maimón y Estero Hondo, no hubiese
podido evolucionar en relación más íntima con el resto de la economía mundial. Los
sectores oligárquicos de la República Dominicana, unidos a reaccionarios de la derecha
conservadora estaban íntimamente vinculados, como demuestra- en la sociedad de 1970-
que en un momento determinado los hombres de empresa obtenían la cuarta parte de sus
importaciones y demandas políticas bajo un proteccionismo sin rodeos.


Sin embargo, la república 'moderna" de la cual hablan los políticos con pensamientos
"nuevos" fue la que surgió a partir de 1990 de la cual se ocuparan de hablarloshistoriadores
y por la cual aún tenemos esperanzas de que podemos existir. El hecho fundamental de que
la República Dominicana persista en sus afanes de "luchar contra la pobreza" significa al
menos de que esperamos sobrevivir al aislamiento y fortalece la identidad de algunos
"idealistas utópicos" de que pudiéramos convertirnos en el centro de liderazgo de una
economía global en el Caribe.


Ninguno de los partidos políticos nacionales y sus seguidores habían considerado
necesarias- para el establecimiento de una economía de mercado- que en nuestro país
estaban presentes las bases para el desarrollo social y económico. Los líderes y "pensadores
nacionales" marchaban al paso de su propio atraso y veían sólo una masa ingente (pueblo),
les protegía y maldecía cada cuatro años. Los gobiernos dominicanos les interesaban
precipitar los estallidos sociales si partimos de sus ejecutorias cotidianas. Las condiciones
previas para la construcción de la democracia no fueron exactamente lo que suponía que iba
a ocurrir entre 1966-1986 y lo que parecía justificar la polémica decisión de trazar una
estrategia para la conquista del poder de los remanentes de Trujillo, que significó en madres
solteras, hijos huérfanos y una economía asistencialista de pobreza.
Los subsidios gubernamentales aumentaron considerablemente en los gobiernos de
Balaguer (1966-1978) y se dispararían en los gobiernos del           PRD Antonio Guzmán
(1978-1982) y Salvador Jorge Blanco (1982-1986). No es ninguna coincidencia que estos
gobiernos serán juzgados severamente por los historiadores contemporáneos.


El Estado se convirtió, por lo tanto, en un programa para enriquecimiento ilícito de los
políticos de turno lo que nos haría atrasados hasta el tope. Por lo tanto, para transformar
países atrasados en avanzados es necesario acentuar discursos de campañas alrededor del
"crecimiento económico" carente de atractivo con un sistema de partidos políticos de
castas, sin planificación, y ni siquiera con los recursos humanos calificados. Esto los obliga
desesperadamente a recuperar las "bases del pueblo" de donde provienen. Además, nuestro
modelo económico todavía no es el más apropiado para nuestras realidades internas con el
resto del mundo, que en su mayor parte aún reconoce la imagen, en el atraso político
cultural rural de nuestros antepasados.


La "fórmula dominicana" del desarrollo económico consiste en la construcción ultra rápida
de grupos de poder alrededor de los líderes políticos dominantes de los respectivos partidos.
Los conceptos de las infraestructuras esenciales para una sociedad industrial moderna son
desconocidos por la mayoría de pre-candidatos presidenciales y está basado en el
personalismo y en el mejor de los casos en su manera "mejor pensada". República
Dominicana no resultaba un modelo atractivo de inversión que Puerto Rico, Jamaica o
Cuba por el hecho de ser pobre, sino que a los inversionistas les parece más adecuado
invertir su capital privado orientado a una mejor seguridad jurídica o por lo menos hacia
una ventaja de persecución de beneficios.


La idea de democracia inspiraría a una serie de líderes que acababan de arribar y
convertirse en poco tiempo, es lo que hoy es la "pujante" clase empresarial dominicana.
Rechazaban en público el proteccionismo y los bajos salarios, pero en privado les
reprochaban a los gobiernos el pago de impuestos. Eso creó fuga de capitales y una evasión
de impuestos que se manifiesta en inestabilidad económica. Luego, al pretender unirnos
comercialmente con otros países la fórmula que habían utilizado para crecer
desorbitadamente de manera económica y particular les pareció poco adecuada, debido a
que se dieron cuenta del sistema primitivo y agrícola con que contaban - en comparación
con   países      globalizados-   con   capacidad   para   competir   con   sus    productos
internacionalmente, era abismal.


Este impacto se traduce hoy diariamente e ilustra fehacientemente nuestra desorientación
política y económica. La tarea de la construcción del desarrollo les pareció descabellada
a los políticos    dominicanos quienes no comprendían lo que sucedía en su entorno. A esto
se uniría el ritmo avasallante del transporte y la tecnología. Nuestros gobernantes en los
períodos de guerra y sobre todo a principios de 1900 emprendieron fórmulas económicas
ineficientes.


El ritmo de crecimiento de la economía dominicana no superaría las expectativas salvo
cuando en los primeros años "creceríamos más de prisa" de lo que éramos "ayer" hasta el
punto de que "dirigentes" dominicanos creían sinceramente que de seguir la curva de
crecimiento al mismo ritmo nuestra democracia superaría la producción en un futuro
inmediato, como lo creían también los economistas de 1970.


Más de un observador económico - de origen dominicano- de los años sesenta se debe estar
preguntando si el desarrollo llegará a ocurrir. Es curioso que en las obras de los más
"reconocidos" intelectuales falte cualquier tipo de discusión acerca de la planificación, que
se convertiría en el criterio esencial de la democracia o acerca de una industrialización con
prioridad para la producción, aunque la planificación esté implícita en una economía de
mercado, pero antes y después de 1930, los pensadores, políticos y teóricos dominicanos
habían estado demasiado tiempo "ocupados" como para pensar en serio en el carácter de la
economía y la democracia, y antes de octubre de 1961 el propio Trujillo, en expresión de su
propia cosecha no hizo ningún intento de "inventar" en lo desconocido. Fue la crisis de la
guerra civil la que nos hizo enfrentarnos directamente con la realidad. La guerra nos
condujo a otra aventura y ya para 1970 se organizó la lucha contra el "capital extranjero".
Nuestra economía de guerra conllevó planificación y economía de Estado. Luego de la
Guerra de Abril, los gobiernos dominicanos, sin excepción aplicarían el centralismo de-
mocrático, y tendían por naturaleza o principio a evadir la gestión privada, asumir la
pública y a prescindir del mercado y del mecanismo de los precios, sobre todo porque
ninguno de estos elementos resultaba útil para improvisar la organización del esfuerzo
nacional para el desarrollo de la noche a la mañana.


@jcespinal68
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Porque el Washington apoyo a las FFAA luego del Golpe del 63 y
después a Balaguer después de la invasión del 1965?
Por Juan Carlos Espinal



Con su habitual realismo, Balaguer introdujo la nueva política económica a partir de 1966
lo que significaba en la práctica el restablecimiento del mercado y suponía una retirada del
populismo de guerra al capitalismo de estado. Fue en ese mismo momento en el que la
economía dominicana ya de por sí retrógrada había quedado reducida al 10 por ciento de su
tamaño de antes de la guerra de abril (1965) cuando la necesidad de proceder a una
industrialización masiva mediante la planificación estatal se convirtió en una prioridad para
los norteamericanos. Y, aunque los organismos de "inteligencia" del Estado desmantelaron
el "terrorismo urbano" el control y la coacción del Estado siguió siendo el único modelo
conocido de una economía en que propiedad y gestión eran un pecado. La electrificación de
la República Dominicana tenía como objetivo la modernización tecnológica, pero la
planificación estatal tenía objetivos más generales y continuó existiendo con ese nombre
hasta el fin de la Corporación Dominicana de Electricidad (CDE), utilizada sin
contemplaciones para enriquecer a grupos económicos alrededor de los partidos políticos,
sin excepción.


Nuestros antepasados se convertirían en "inspiradores" de todas las instituciones estatales
de planificación, o incluso de las dedicadas al control macroeconómico de la economía de
los Estados del siglo XX y XXI. En los círculos de poder de los partidos políticos
nacionales la democracia fue un tema de acalorada discusión. En la República Dominicana
de los años setenta - el debate en las calles continuo - y volvió a serlo en los años de
Balaguer, a principios de 1970, pero por la razón contraria. En los años sesenta se veía ve-
nir una derrota de la derecha de San Isidro, o por lo menos como una desviación en la
marcha hacia la izquierda, fuera del camino principal, al que era necesario regresar de un
modelo a otro.
Los radicales, agrupados tanto en la derecha de los hombres de empresa como en la
izquierda foquista, querían romper lo antes posible con el sistema y emprender una
campaña violenta acelerada, que fue la política que acabó adoptando Joaquín Balaguer
(1966-1978). Los moderados, que habían dejado atrás el ultra radicalismo de los años
sesenta, eran plenamente conscientes de las limitaciones políticas y económicas con que el
sistema de partidos políticos tenía que actuar en un país más dominado incluso por la
agricultura, que antes de la revolución, y eran partidarios una transformación gradual.
Bosch, no puedo expresar adecuadamente su punto de vista - de frente a la oligarquía - y
sobrevivió solamente hasta finales de 1980 pero, mientras pudo hacerlo, parece haber sido
partidario de la postura gradualista. Por otro lado, las polémicas entre Balaguer y Bosch- en
los años ochenta- eran análisis retrospectivos en la busca de una nueva alternativa en la
historia social, una vía hacia una sociedad diferente de la que, ambos se habían propuesto.


Esta polémica es hoy en día irrelevante. Si miramos hacia atrás podemos ver que la
justificación original de la   decisión de establecer un gobierno democrático en Santo
Domingo desapareció cuando los sindicatos, y el "proletariado" lumpen no consiguieron
adueñarse de República Dominicana. Y lo que es peor, República Dominicana, tras la
guerra civil se encontraba en ruinas y mucho más atrasada que en la época de los
trujillistas. Es cierto que Trujillo, y la "nobleza", grande y pequeña, habían desaparecido,
incluso, hasta la celebración cada año del 30 de mayo. Culturalmente hablando, el estado
continuaba siendo trujillista. Cerca de un millón de personas emigraron del país privando
de paso al Estado dominicano de una gran proporción de los cuadros más preparados y
también desaparecieron el desarrollo industrial de la época trujillista y la mayor parte de los
obreros que formaban la base sociopolítica del "Partido Dominicano" muertos o
dispersados por la revolución y la guerra civil, o trasladados a las oficinas del Estado y de
los partidos.


Lo que quedaba era una nación todavía más anclada en el pasado. La masa inmóvil e
inalterable del campesinado - en las comunidades rurales restauradas - a quienes la
revolución había dado tierras, o mejor, cuya ocupación y reparto de la tierra se había
aceptado como el precio necesario de la victoria y la supervivencia. En muchos sentidos, la
edad de oro para República Dominicana jamás ha llegado. Por encima de la masa estaba el
personalismo. De manera que Balaguer, Bosch y Peña Gómez apenas representaban a nadie
- en el término sociológico de la palabra- tal como lo reconocerían más tarde, con su
lucidez individual y habitual, donde todo lo que el "partido" tenía a su favor era el hecho de
haber sido "alguien" y eso significaba un verdadero éxito en sus concepciones políticas
particulares.


Con toda probabilidad, de continuar siendo, el gobierno, "aceptado" y "consolidado" el
país, nada más, era necesario. Aún así, lo que gobernaba de hecho el país era una élite de
burócratas grandes o pequeños,- apoyados militarmente por el Ejercito Nacional y la CIA-
cuyo nivel medio de cultura y calificaciones era aún más bajo que antes. ¿Qué opciones
tenían los gobiernos dominicanos y los capitalistas extranjeros del FMI preocupados por los
activos y las inversiones de Wall Street en el país? Balaguer tuvo un relativo éxito en su
empeño de restaurar la economía dominicana a partir de estado ruinoso en 1966. Al llegar
los años setenta la producción dominicana se había recuperado sustancialmente de lo que
era, aunque eso no quería decir mucho. La población dominicana seguía siendo tan
abrumadoramente rural como en 1900 y de hecho sólo el 12.5 por ciento de la población
trabajaba fuera del sector agrícola. Lo que el campesino quería vender a las ciudades, lo
que quería comprarles, la parte de sus ingresos que quería ahorrar, y cuantos, de los muchos
millones que habían decidido alimentarse, a sí mismos, en los pueblos, antes de enfrentarse
a la miseria en la ciudad, querían abandonar sus conucos.


Todo era determinante para el futuro económico de República Dominicana, pues, a parte de
los ingresos estatales en concepto de impuestos, el país no tenía otra fuente de inversiones y
de mano de obra.
Dejando a un lado las consideraciones políticas, la continuación de la democracia
representativa del Siglo 21, con, o sin enmiendas constitucionales, había producido en el
mejor de los casos un ritmo de progreso modesto. Además, hasta que hubiese un desarrollo
industrial mucho mayor, era muy poco lo que los campesinos podían comprar en las
ciudades y que podían tentarles a vender sus excedentes antes que los intermediarios de los
supermercados y de las haciendas los obligaran a comérselos y bebérselos en los pueblos.
Este hecho sería la soga que acabaría estrangulando la democracia electoral. Cuarenta años
después, circunstancias socio políticas y económicas similares ponen en juego el estado de
derecho en nuestro país, desestabilizando la productividad. Hoy, aun cuando no es nuestra
intención analizar el proceso actual, los trabajadores y las clases medias deben estar
preguntándose por qué deben aumentar su salario real si de todas maneras la economía
dominicana no les produce artículos de consumo para comprar con esos aumentos
salariales. Este sencillo dato ilustra la posible desintegración de la tradicional y oligárquica
democracia dominicana. Pero, ¿Cómo podían producirse esos artículos de consumo a
menos que los trabajadores criollos aumentasen la productividad?


Por consiguiente, no resulta muy probable que nuestra democracia lograra un crecimiento
económico equilibrado basado en una economía agrícola de mercado dirigida desde arriba
por el Estado. Para unos regímenes comprometidos con el clientelismo, en todo caso, los
argumentos en contra son contundentes. Las escasas fuerzas dedicadas a la construcción de
la sociedad quedaron a merced de la producción de mercancías en pequeña escala y de la
pequeña empresa, que acabaron regresando al monopolio del capitalismo, que la revolución
acababa de "derrocar", y sin embargo, lo que hizo vacilar a los partidos políticos
tradicionales era el costo previsible de la derrota. De manera que la industrialización
forzosa implicaba una segunda revolución económica, pero esta vez no desde abajo, sino
impuesto por el poder del FMI al Estado, desde arriba. Balaguer, quien presidió la era del
"boato" y la lisonja fue un autócrata feroz, con aptitud hacia la manipulación excepcional o,
a decir de muchos, únicas. Pocos hombres han sumido la personalidad dominicana en tal
escala. No cabe duda de que bajo su liderazgo de alguna manera los sufrimientos del pueblo
dominicano aumentaron. No obstante, cualquier política de modernización acelerada de
Santo Domingo, en las circunstancias de la época, había resultado correcta, aún despiadada
con sus opositores ideológicos, imponiendo en contra de la mayoría de la población- a la
que condenaba a grandes sacrificios- impuestos en buena medida por la coacción. La
economía de dirección centralizada responde mediante los "planes" de llevar a cabo esta
ofensiva industrializadora y estaba más cerca de una operación militar que de una empresa
económica. Por otro lado, al igual que sucede con las empresas militares que tienen
legitimidad moral popular, la búsqueda salvaje de los planes de desarrollo, ganó apoyo
gracias a la irracionalidad apasionada que impuso la colectividad. Con toda certeza, por
difícil que resulte de creer, nuestro sistema político convirtió a los pobres en siervos o
dependientes de un sistema sin rumbo.


@jcespinal68
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Papel político de los empresarios frente al FMI en épocas de crisis
social.
Por Juan Carlos Espinal


La economía planificada de los partidos políticos nacionales que sustituyó el centralismo
estatal ejercido por Trujillo era un mecanismo rudimentario, mucho más rudimentario que
los cálculos de los economistas pioneros de nuestra pobreza inflacionaria de los años se-
tenta - desde Carlos Despradel hasta Bernardo Vega - que a su vez eran más rudimentarios
que los mecanismos de planificación de que disponen los gobiernos y las grandes empresas
a finales del siglo XX. Su tarea esencial era la de crear nuevas industrias más que
gestionarlas dando máxima prioridad a las industrias pesadas básicas y a la producción de
energía, que eran la base de todas las grandes economías industriales: carbón, hierro, acero,
electricidad, petróleo, etc.


La riqueza excepcional de nuestros pensadores políticos - en materia económica- radicaba
más bien en muchedumbres enardecidas quienes cada cuatro años se abalanzaban a
mimarles el más leve criterio aun sea un absurdo de proporciones risibles. De manera que
se irían creando mitos socioculturales que jamás existieron, procurando cálculos específicos
sobre promesas incumplidas y en el mejor de los casos asumir sus responsabilidades
cuando se dieron cuenta que sus estrategias de desarrollo y crecimiento se las había tragado
la deuda y sólo estaban en sus mentes. Al paso que íbamos, de la manera que nos
hundieron, frisados en una pobreza cíclica eterna, no tendríamos alternativas y
comenzaríamos a planificar justificaciones históricas. Balaguer hizo caso omiso de la
democracia, fanfarroneando con objetivos realizados por sus gobiernos sacándole en cara al
pueblo y sus adversarios lo que no fueron capaces de hacer, que hoy motiva a los
pensadores mejor formados a preguntarse qué clase de país era el nuestro cuando un
funcionario se vanagloriaba así mismo de la responsabilidad que estaba obligado a ejecutar.
Este simple dato tipifica la atrasada visión cultural y política del sistema democrático
dominicano. Los objetivos de producción se deben fijar sin tener en cuenta el costo, ni la
relación costo- eficacia, ya que el criterio es si se cumplen cuándo y cómo. Como toda
lucha política a vida o muerte, el método más eficaz para cumplir los objetivos y las fechas
es dar órdenes urgentes que produzcan "efectos" de actualidad; es decir, la crisis en su
forma de gestión. La economía dominicana jamás se ha consolidado como una serie de
procesos rutinarios ininterrumpidos de vez en cuando por "esfuerzo superior de choque".
Juan Bosch se desesperaría más tarde buscando una forma de hacer que el sistema
funcionase sin que fuera a "gritos". Luego, Peña Gómez habría explotado sus métodos
particulares solucionando crisis y fijando métodos a lo interno de un partido sin democracia
a sabiendas que sus prácticas no eran realistas para estimular esfuerzos sobrehumanos.
Además los objetivos, una vez fijados, tenían que entenderlos y cumplirlos, hasta en las
más recónditas avanzadillas de la producción en el interior de República Dominicana donde
administradores, gerentes, técnicos y trabajadores que, por lo menos en la primera
generación, carecían de experiencia y de formación, y estaban más acostumbrados a
manejar arados que máquinas.


Un aventurero de apellido Hazard, que visitó la República Dominicana de siglos pasados,
hizo un dibujo ilustrando la vida dominicana de 1800 simulando probablemente hacia sus
adentros donde realmente se encontraba, intentando por descuido aparentar la sofisticación
de sus análisis, menos en los niveles más altos, que, por eso mismo, cargaban con la
responsabilidad de una centralización cada vez más absoluta. Al igual que la oposición, los
gobiernos dominicanos habían tenido que compensar con becas las deficiencias técnicas de
sus miembros, simpatizantes apasionados - sin apenas formación - que habían sido
promovidos desde las más bajas graduaciones, del mismo modo que todas las decisiones
pasaron a concentrarse – cada vez más - en el vértice del sistema del partido. La fuerte
centralización caudillista de Bosch y Balaguer compensaba la escasez de gestores y lideres.
El inconveniente de este proceder era la enorme burocratización del aparato económico así
como del conjunto del sistema, donde habría que dar instrucciones claras a los "cuadros"
del partido, donde era necesario obedecer "disciplinadamente", no importando cuan grave
sería el desliz del líder del partido, cuyas órdenes consistían en su genialidad intelectual.
Mientras la economía se mantuvo a un nivel de semi-subsistencia nuestros gobiernos sólo
tendrían que poner los cimientos de la industria moderna. Este sistema improvisado- que se
desarrolló sobre todo en los años treinta- funcionó.


Incluso, llegó a desarrollar una cierta flexibilidad, de forma igualmente rudimentaria. La
fijación de una serie de objetivos no interfería necesariamente en la fijación de otra serie de
objetivos, como ocurriría en el complejo laberinto de una economía moderna. En realidad,
para un país atrasado y primitivo, carente de toda asistencia exterior, la industrialización
dirigida, pese a su despilfarro e ineficacia, funcionó de una manera impresionante. La
generación nacida a finales de los años sesenta y que hoy roza los 35 años, debe estar
asombrada de lo que ha logrado el país con tantos niveles de escasez de gestiones. Así
pues,. República Dominicana es aún hoy poco capaz como sociedad, aunque resulte difícil
de entender, que la realidad que nos golpea radica en la incapacidad de gobernantes y
gobernados de creer sinceramente que nuestro desarrollo social está al borde de la esquina.
Hay que añadir que en pocos regímenes la gente no hubiera podido o querido soportar los
sacrificios que todos hemos pagado por vivir en esta tierra.


Pero si el sistema mantenía el nivel de consumo de la población bajo mínimos, les
garantizaba en cambio un mínimo social. El Estado otorgaba trabajo, comida, ropa y
vivienda de acuerdo con precios y salarios controlados, (subsidios), pensiones, atención
sanitaria con un sistema de recompensas y privilegios especiales, con una estructura
descontrolada tras la muerte de Trujillo. Es decir, la creatividad del ciudadano jamás se
premiaba, enseñándoles desde arriba que el Gobierno está dispuesto a sacrificarse por el
pueblo, a cambio de que al cuarto año votaran por una deuda prestada. Eso provocaría aun
más pobrezas. Nuestra economía desde 1940 no garantizaba siquiera un par de zapatos para
cada uno de los ciudadanos. Con mucha mayor generosidad, el Estado, a través de los
partidos, proporcionaba también educación. Visto sin pasiones, se podría decir sin exagerar,
que este dato demuestra que no seremos una nación viable a menos que cambiemos el
modelo económico actual.
@jcespinal68
enserioonline@hotmail.com
Razones instrumentales de la sociedad civil en el escenario de la
lucha política dominicana
Por Juan Carlos Espinal


La transformación de un país - en buena parte analfabeto - en la moderna República
Dominicana, fue un logro gigantesco, para los millones de aldeanos, para los que incluso en
los momentos más difíciles, el desarrollo dominicano representaba la apertura de nuevos
horizontes, una escapatoria de oscurantismo y la ignorancia hacia la ciudad, la luz y el
progreso, por no hablar de la promoción personal y la posibilidad de hacer carrera. Los
argumentos a favor de la nueva sociedad resultaban convincentes. Por otra, tampoco
conocían otra. Sin embargo, este éxito no se hizo extensivo a la agricultura y a quienes
vivían de ella, ya que la industrialización se hizo a costa de la explotación del campesinado.
Poco se puede decir a favor de la política agraria gubernamental, salvo, tal vez que los
campesinos no fueron los únicos que cargaron con la acumulación primitiva de la tierra",
fórmula favorita del balaguerismo a cuyos obreros les tocó asumir en parte la carga de
generar recursos destinados a una futura reinvención. Los campesinos, quienes eran la
mayoría de la población, no sólo pertenecieron a una categoría legal y política inferior por
lo menos hasta la constitución de 1963. La política agrícola les forzaba más impuestos a
cambio de menos protección. El efecto inmediato fue el descenso de la producción de
cereales y la reducción a la mitad de la cabaña ganadera, lo que provocó una terrible
hambruna entre 1914 y 1930, luego del huracán San Zenón. La colectivización hizo
disminuir la ya de por sí baja productividad de la agricultura dominicana.


Así, tras este sinuoso transitar los partidos políticos en manos del FMI - y sus dirigentes -
rechazaban el libre mercado y la seguridad social viéndola desde un ángulo que no les per-
mitía lograr sus objetivos particulares. Aun cuando no se advierte, pocos pensadores
políticos se habrán dado cuenta que la identidad dominicana como sociedad está hecha
pedazos. La familia    tradicional -como núcleo central- está erosionada y sólo existen
hogares aglutinados en entes particulares.
La colosal mecanización que intentó realizar Trujillo, específicamente con la industria
azucarera no pudo compensar nuestras carencias. Después de una etapa prometedora a
finales de 1946, en que la economía dominicana llegó a producir modestos excedentes de
destinados a la exportación, la agricultura dejó de ser capaz de alimentar a la población. A
partir de los años setenta dependió del mercado mundial de cereales para cubrir a veces
hasta la tercera parte de sus necesidades. Debió de ser por la ligera relajación del sistema
colectivista, que permitió a los campesinos- que producían para el mercado en las pequeñas
parcelas de su propiedad- alejarse de los consumidores quienes habían tenido poco que
comer, salvo pan de agua . República Dominicana cambió una cultura campesina
ineficiente por una agricultura de especulación de precios enorme. Como tantas veces
ocurre este hecho reflejaba las condiciones sociales y políticas de la República Dominicana
neo conservadora, más que el carácter cultural del propio proyecto neo trujillista. La
creación de cooperativas y la colectivización, por ejemplo, combinadas en mayor o menor
medida con la agricultura privada o incluso, como en el caso de los "jíbaros"
portorriqueños- quienes operan con mayor eficiencia tecnológica- los dominicanos podrían
tener éxitos, mientras que la agricultura campesina dominicana se ha mostrado con
frecuencia más capaz de sacar subsidios a los gobiernos que beneficios a la tierra.


Sin embargo, en Santo Domingo, no cabe duda de que la política agrícola fue un fracaso,
que, sin embargo, copiaron con demasiada frecuencia, por lo menos en el principio, los
regímenes populistas posteriores. Otro aspecto del "desarrollo" dominicano a favor del cual
puede decirse poco es la enorme e inflada burocratización engendrada por la centralización
estatal con la que no pudo siquiera Trujillo. Se ha sugerido incluso con la más absoluta
seriedad, que el gran terror de la segunda mitad de años cincuenta fue un método
desesperado de Trujillo para vencer la cultura burocrática y la fácil habilidad con que se
eludía la mayor parte de controles y órdenes del Gobierno, o por lo menos para impedir que
la disidencia oligárquica o los liberales acabaran adueñándose del poder, convertido en un
aparato de gobierno disfuncional, como terminó sucediendo en la época de Báez y Santana.
Todo intento de hacer más flexible y eficiente la administración no hacia mas que
perjudicarla y hacerla aún más indispensable para los simpatizantes políticos. A finales de
los años setenta, la administración pública creció cuatro veces y media por encima del
ritmo medio de creación de empleo. Poco antes de la guerra (1965) había ya más de un
administrador por cada dos trabajadores manuales (1962). En época de Lilís, los cuadros de
los niveles superiores del escalafón eran – como ya se ha dicho antes - esclavos de un poder
único, siempre al borde del desastre. Su poder y sus privilegios quedaban oscurecidos por la
presencia constante de una "recompensa política". Después de Horacio Vásquez, o más
bien después de la eliminación del último "Gran jefe"- Ulises Heureaux en 1898-, ya no
había nada en el sistema que impidiera nuestro estancamiento.


El tercer inconveniente del sistema, y el que acabó por hundirlo, era su inflexibilidad.
Estaba concebido para generar un aumento constante de la producción de bienes cuya
naturaleza y calidad había sido predeterminada, pero no estaba dotado de mecanismo ex-
tremo alguno para variar la cantidad, ni la calidad, ni para innovar.


En realidad, el sistema no sabía qué hacer con la iniciativa pública, y no los utilizaba en la
economía privada, a diferencia de lo que ocurría en el complejo Estado - Industrial
dominicano. En cuanto a los consumidores - que no contaban ni con el mercado ni con el
estado - qué hacia que las economías extra oficiales no figuren, por definición, en los
documentos oficiales, sólo podemos hacer conjeturas sobre su tamaño, pero a fines de los
años setenta se calculaba que la población urbana dominicana gastaba su dinero en artículos
de consumo y servicios médicos, legales privados y en "propinas" para asegurarse de ser
atendidos. En resumen, el sistema económico estaba pensado para industrializar un país
muy atrasado y subdesarrollado lo más rápidamente posible, dando por sentado que la
población se conformaría con un nivel de vida que garantizaba unos mínimos sociales y que
se hallaba algo por encima del de subsistencia, sí bien su nivel exacto dependía de lo que
sobrara en una economía organizada para una continua industrialización.


Por más ineficiente y derrochador que fuera el sistema estos objetivos se cumplieron.
República Dominicana nunca se transformaría hacia una gran potencia industrial, al menos,
en su área geopolítica y de hecho su condición de dependiencia colonial - en el Siglo 21-
mantenida a lo largo de casi dos siglos, se basaba en el fracaso. Sin embargo, y
contrariamente a lo que esperaban los "demócratas", el motor del desarrollo económico
dominicano estaba diseñado de tal modo que frenaba en lugar de acelerar, cuando, después
de que el vehículo había avanzado cierta distancia, el conductor apretaba el acelerador. El
"dinamismo" de nuestra economía se mantenía en la "vigorosa" capacidad de los gobiernos
hacia la anarquía. Su crecimiento contenía el mecanismo de su propio agotamiento. Y este
era el sistema que, a partir de 1844, se convirtió en un "modelo" para las economías en las
que vivía algo más de la mitad del pueblo dominicano. Sin embargo, las revoluciones
también desarrollaron un sistema político muy especial. Los movimientos populares de iz-
quierda, incluyendo los movimientos obreros y/o socialistas marxistas – a su manera- a los
que nunca pertenecío Juan Bosch, se alimentaban de dos tradiciones: la democracia electiva
pre establecida, y en ocasiones directas, y la ejecución de acciones revolucionarias dirigidas
de forma centralizada, herencia de la etapa colonial de los españoles. Los movimientos
obreros y socialistas de masas que surgieron casi por doquier en Santo Domingo a finales
del siglo XX ya en forma de partidos, sindicatos y cooperativas, ya como la combinación
de todo esto, eran profundamente anti democráticos tanto en su estructura interna como en
sus aspiraciones políticas. En los lugares donde todavía no existía una democratización
basada en un amplio sufragio (sector privado) se encontraban entre las fuerzas que
luchaban con más empeño por ellas. A diferencia de los anarquistas de las famosas
reivindicaciones huelgarias - las del transporte-, los marxistas del CP del PLD estaban
fundamentalmente entregados a la acción política y se preocuparon más bien por dejar a la
posteridad un partido sólido "para servir al pueblo" que continuar siendo una alegoría
revolucionaria sin ser favorable para el país.


Así que si la política era dirigida así también lo sería la economía. Esto refleja por una parte
la historia de nuestras crisis y las peculiaridades donde un telegrafista analfabeto se
convirtió en el dictador de la República Dominicana con el nombre de su propia elección,
"Ciudad Trujillo".


@jcespinal68
enserioonline@hotmail.com
Mirando al futuro constitucional de las leyes sustantivas en el
contexto de la costumbre.
Por Juan Carlos Espinal


Nuestra revolución independentista reflejaba por una parte la historia de la sociedad de los
siglos por venir y también las peculiaridades de nuestros políticos, hijos de pueblo,
provenientes de los estratos sociales más bajos de la nación, quienes se convertirían más
tarde en presidentes y funcionarios y cuyas complejidades serían heredadas por un pueblo
cuasi analfabeto. El modelo político de partidos, era pues, una organización disciplinada y
eficiente de simpatizantes profesionales, con la misión de llevar a cabo tareas que les
asignase la dirección central, potencialmente autoritaria, como señalaron desde el principio
muchos intelectuales dominicanos revolucionarios.


¿Qué podría frenar la tendencia a la sustitución de las masas por el partido que aseguraba
liderarlas, de sus miembros, o mejor, de los congresos en que expresaban sus puntos de
vista, por los comités (elegidos), del comité central, por los dirigentes efectivos, hasta que
el dirigente único (en teoría elegido) Bosch, Balaguer y Peña Gómez acabasen
reemplazándolos a todos? El peligro, como se vio, no dejaba de existir por el hecho de que
Balaguer ni quisiera ni estuviera en situación de ser un dictador ni por el hecho de que el
partido Reformista - al igual que todas las organizaciones de ideología derechista- no
operasen como un estado mayor militar sino corno un laboratorio de discusión permanente.
Ese peligro se hizo más inmediato después de la aventura de manadas (1962), al pasar los
izquierdistas de ser un grupo de unos cientos de activistas clandestinos a partidos de masas
de cientos de miles de nuevos burócratas y al final, de millones de activistas profesionales,
ejecutivos medios, administradores y supervisores de empresa que sumergieron a la "vieja
guardia" en un limbo histórico y que sumergió a los demás pensadores socialistas –de antes
de 1960-, que se les habían unido: Manolo Tavarez Justo.


Esa gente no compartía la vieja cultura política de la derecha. Todo lo que sabían era que el
comité central del partido 14 de Junio tenía razón y que las decisiones de la autoridad
superior debían cumplirse si se quería salvar la revolución. Cualquiera que fuese la
actividad prerevolucionaria de los residuos del neotrujillismo hacia la democracia - dentro y
fuera de los partidos pos revolución-la libertad de expresión, las libertades civiles y la
tolerancia, por ejemplo, en las circunstancias de entre los años 1963 y 1978, impusieron un
modo de gobierno cada vez más autoritario dentro y fuera de un sistema consagrado a
realizar cualquier acción que fuese o pareciera necesario para mantener el frágil y
amenazado poder de los trujillistas. De hecho, al principio no fueron un gobierno de un solo
partido, ni ejercitaban a la oposición, pero utilizaron el golpe de Estado (1963) como una
dictadura monopartidista apuntalada por un poderoso aparato de seguridad que empleaba
métodos terroristas contra los revolucionarios.


En la misma línea, Balaguer abandonó la democracia representativa a lo interno de su
partido al prohibirse la discusión colectiva de políticas alternativas. El concepto caudillista
del "centralismo democrático", por el que los partidos se regían teóricamente, se convirtió
en centralismo a secas, y los partidos dejaron de actuar de acuerdo a los estatutos. Las
convocatorias anuales del congreso de los partidos se volvieron cada vez más irregulares,
hasta que, en época de Peña Gómez, su convocatoria pasó a ser imprevisible y esporádica.
Los años del activismo político de Juan Bosch relajaron la atmósfera de la derecha al
margen de la política, pero no la sensación de que el Partido de la Liberación era una
minoría amenazada que tal vez tuviese de su parte la historia., pero que actuaba al mismo
ritmo de la tesis del orden y del momento presente. La decisión de emprenderla         revolu-
ción democrática desde abajo obligó al sistema capitalista a imponer su autoridad,          de
forma acaso menos despiadada (aunque en los años de la guerra civil fue brutal) , porque
su maquinaria para el ejercicio continuo del poder era ahora mucho mayor.


Bosch fue entonces uno de los últimos vestigios de la vieja separación de poderes; el
modesto margen de maniobra que se reservaba era una oposición a los gobiernos de
Balaguer, Salvador Jorge Blanco y Antonio Guzmán. Su dirección política unificó el
sistema de partidos - aun cuando concentró el poder del PLD en sus manos - subordinando
todo lo demás. Fue en ese punto cuando el sistema, bajo la dirección de Balaguer, se
convirtió en una autocracia constitucional que intentaba imponer su dominio sobre todos
los aspectos de la vida y el pensamiento de los ciudadanos, subordinando toda su
existencia, en la medida de lo posible, al logro de los objetivos del sistema, definidos y
especificados por la autoridad suprema. No era esto por supuesto lo que habían planeado
Bosch y Peña Gómez, ni había surgido en los períodos del PRD (1978-1986) ni en la
mayoría de los partidos. Así, Antonio Guzmán (1978-1982) que junto con Salvador Jorge
Blanco (1982-1986) se convirtieron en los "jefes" del PRD fueron aislados y se disgregaron
uno suicidándose y otro hecho preso por órdenes directas de Joaquín Balaguer.


Esos gobiernos del PRD desembocaron en una desilusión tal, que ni siquiera los más fieles
dirigentes de ese partido, (Jacobo Majluta) y ni siquiera los cuadros políticos y masas del
PRD se proclamaron en rebeldía, pese a que mucho antes de sus respectivas campañas
poseían apoyo popular, lo que reflejaba que el PRD había dejado ser un partido para
convertirse en una multitud de intereses particulares. Los marxistas, pese a ser seguidores
de Bosch, como por arte de magia no tuvieron reparo en asumir el pensamiento "Boschista"
en lugar de sus propias ideas, y hasta cuando se tachaba a alguien de hereje, como a Rafael
Alburquerque - acusado de "divisionista" - se daba por sentado que se trataba de un
"adversario legítimo".


La idea de que un partido socialista de centro tenía que obligar a todos los ciudadanos-
militantes a pensar igual - y menos aun, la de otorgar poder al colectivo de sus dirigentes y
que alguien intentase ejercer esas funciones - en solitario- era impensable y lo sigue siendo,
algo semejante a la infalibilidad papal. Esto no habría pasado por la cabeza de ningún
peledeísta destacado hasta finales de 1994. Podría decirse, a lo sumo, que el socialismo
marxista era para sus adherentes un compromiso personal apasionado, un sistema de fe y de
esperanza que poseía algunos de los rasgos de una religión secular, y que las sutilezas
teóricas acabaron siendo – al PLD convertirse en un movimiento de masas - en un
catecismo, en el mejor de los casos, y en el peor, en un símbolo de identidad y lealtad,
como una bandera que había que reverenciar.


Podía decirse que en el partido Reformista de Balaguer, o más bien en los demás partidos,
tal como fueron concebidos por Balaguer y Bosch, la ortodoxia y la intolerancia habían
sido implantadas, no como valores en sí mismos, sino por razones instrumentales prácticas.
Como un buen general, y Joaquín Balaguer Ricardo fue ante todo un estratega, no quería
discusiones en las filas "rojas" que pudiesen entorpecer su eficacia. Además, al igual que
otros genios pragmáticos, Balaguer estaba convencido de estar en posesión de la verdad, y
tenía poco tiempo para ocuparse de las opciones ajenas. En teoría era un autócrata ortodoxo
de derechas- casi fundamentalista- porque tenía claro que jugar con el texto de una teoría
constitucional o con un discurso social nacionalista -cuya esencia era la democracia - podía
debilitarlo. No dudó en modificar las opiniones de Bosch y Peña Gómez, de la Iglesia y el
empresariado, utilizando a su antojo a los militares a quienes vale decir les agregó ge-
nerosos añadidos de cosecha propia, proclamando siempre la lealtad literal al maestro.


Dado que hasta 1970, Bosch fue sobre todo un líder internacional y representante de una
minoría burguesa atrincherada en el seno de la centro izquierda dominicana - e incluso
dentro de la social democracia peñagomista ganó fama de ser intolerante con los disidentes
y opositores-nunca dudo en castigar con expulsión a sus propios "compañeros de partido"
y cuando cambió la situación política, en 1973, y el caos se apodero del PRD, los denunció
públicamente, e incluso después del golpe de Estado (1963) se apoyó en su recia
personalidad para imponer su autoridad moral y no sólo eso, sino que sus puntos de vista
fueron aceptados sin discusión, salvo una que otra argumentación proveniente de un
abogado inteligente, Euclides Gutiérrez Félix. Bosch, de haber seguido activo en la vida
política, no cabe duda de que habría seguido demandado a sus contrincantes y aliados
mayor compromiso social. Al igual que en el exilio, había demostrado su ilimitada
tolerancia pragmática. Pero no hay prueba de que hubiese concebido, o hubiese tolerado,
esa especie de versión liberal de la economía de mercado del ejercicio gubernamental de
Leonel Fernández (1996-2000), a quien habría llamado una "mina de oro". Es posible que
Balaguer lo intuyera conscientemente y no se limitara a enfrentar a Peña Gómez (1996) no
así al PRD- como tal - sino que apeló al primitivismo de la sociedad dominicana,
dividiendo al PRD y ejerciendo su enorme influencia ortodoxa en las derechas, apareciendo
en público (Pacto Patriótico) seguro de que se habría salido con la suya. Sin embargo, hay
algo que debe quedar claro.
La posibilidad de un régimen autoritario en el Siglo 21 está implícita en cualquier régimen
constitucional basado de partido único e inamovible, tal como ocurrió con la hegemonía
política e institucional del PRD (2000-2004) en la República Dominicana.


@jcespinal68
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Escritos sobre periodismo y libertad II

  • 1. Escritos sobre la sociedad de pos guerra y los partidos políticos pos revolución: 2000-2010. Por Juan Carlos Espinal En un momento determinado del último tercio del siglo la gran desigualdad social que separaba las reducidas minorías gobernantes modernizados u occidentales de nuestro país del resto empezó a colmarse fruto de la transformación general de la sociedad. Aun nuestros "reconocidos" intelectuales desconocen como ni cuando la pobreza dominicana surgió, ni que nuevas percepciones creo esta transformación, ya que nuestro país carece de los servicios estadísticos gubernamentales adecuados, o de los mecanismos necesarios para efectuar estudios de mercado o de opinión o de departamentos universitarios de Ciencias Sociales con estudiantes de doctorado a los cuales poder mantener ocupados. En cualquier caso, lo que sucede con las comunidades de base es que siempre resulta difícil describirlo, incluso en los países más documentados, hasta que ya ha sucedido, lo cual explica porque las etapas iniciales de las nuevas modas sociales y culturales de jóvenes resultan imprescindibles, y a menudo irreconocibles, incluso para quienes viven a costa de ellas, como quienes se dedican a la industria de la cultura popular, e incluso para la generación de sus padres. Lo que estaba pasando, más allá de las conciencias de las élites de la sociedad dominicana era el fenómeno de la concientización social desarrollada instintivamente por cada vez mayor cantidad de dominicanos, cuya actitud reflejaba independencia, aunque hasta entonces fueron colonia, y les pareció necesario ser hostil al Estado que no les facilitaba siquiera Educación y que para el ojo de la mayoría de observadores Santo Domingo era "un país rico mal administrado". Esa mentira, mal interpretada cambiaría de la noche a la mañana cuando las grandes cadenas de televisión y radio informaban al mundo cuales eran nuestras cerradas políticas de empleos, generador de nuestra actual pobreza. Llegados los años sesenta y setenta los indicios de una importante transformación social eran ya visibles en el mundo occidental dominicano, e innegables en los suburbios violentos, llenos de miseria donde lo indecible se hace cotidiano.
  • 2. Paradójicamente en los lugares donde el 'desarrollo' político social se estancaría corresponde al mundo socialista o liberal dominicano, aunque no suele reconocerse, puesto que, la revolución comunista fue un mecanismo de conservación que si bien proponía transformaciones en el modelo económico a favor de la gente, el Estado y la propiedad las políticas sociales, por ejemplo, apenas se congelaron por su forma pre-revolucionaria, o en todo caso, el subsidio estatal los protegió de los cambios subversivos y continuos de las sociedades capitalistas. En cualquier circunstancia, su poder radicaba en el simple poder del Estado, ineficaz, lleno de una retórica hueca, haciendo referencias de "totalitarismo" a cuyos líderes contemporáneos aún hoy les encanta creer. Los romanenses y banilejos están más alfabetizados y secularizados que los fronterizos habitantes de Pedernales y Montecristi, pero es probable que sus formas de vida no fuesen tan diferentes como se podría creer al cabo de ideas socialistas. Las consecuencias culturales de nuestra transformación social es algo a lo que tendrán que enfrentarse los historiadores. Esta claro que, incluso en sociedades muy tradicionales los sistemas de obligaciones mutuas y de costumbres sufrieron tensiones cada vez mayores. La familia dominicana funciona bajo una tensión sistemática. Sus cimientos están debilitados. Es más, a los an- cianos del campo y a los jóvenes de la ciudad los separan miles de kilómetros de carreteras inservibles y siglos de subdesarrollo. Políticamente, desde la sociedad civil, por ejemplo, es más fácil evaluar las consecuencias difíciles del análisis. Y es que, con la irrupción en masa de esta población burguesa, o por lo menos de los jóvenes y habitantes de la capital, en el "mundo moderno" dominicano se desafía el monopolio de las reducidas élites que configuran la primera generación de la historia colonial, y es por ello que un rasgo ascentral decadente y el cual nos pinta de cuerpo entero como sociedad encerrada es el estatus de una persona por su sonoro apellido, no, sólo por distinción sino por diferencias. Además, los programas e ideologías y el propio vocabulario y la reducida creatividad de sintaxis de los discursos públicos es una inexplicable y sencilla manera de entender la falta de ciudadanos instruidos, sobre lo cual está basamentado el porvenir de la República Dominicana. Esto se debe a que las masas urbanas o urbanizados, incluyendo la enorme clase media aun fueran
  • 3. cultas, no son, y por su mismo número, miembros de la élite, cuyos miembros se anillaban para preferir estar al mismo nivel que el español colonizador, o en un caso moderno, situarse al lado de sus estudios realizados en Europa o Norteamérica. A menudo, resulta muy evidente que el pueblo, el ciudadano común se siente resentido con ellos. De manera, que, la gran masa de los pobres no comparte la idea de tener fe en ideas que desconocía y por ende prefería aspirar a su propio progreso secular. El conflicto aumentó cuando los antiguos dirigentes dominicanos y la nueva visión global de la democracia se convertiría en un manifiesto crítico público – dando lugar tras de cada palabra a truños comprensibles, pues para un cronista de la actual época resulta risible observar los tropiezos infantiles a los que s ha expuesto a nuestro país. Es decir, algunos líderes de la izquierda y de la sociedad civil corporativa, con acceso a ciertos patrones culturales, reducen a su grado mínimo la generalidad del estado cuyos dirigentes pretenden con sus vagas ideas alimentar conflictos jurídicos políticos superados. Un ejemplo de ello es el nutrido apoyo de un contado exclusivismo nacional, impregnado en el conservadurismo de clase. Este conflicto tiene sus raíces en la profunda crisis de identidad de nuestra burguesía urbano rural, cuyo orden social ha sido reducido a pedazos y porque el auge de un amplio estrato social de jóvenes mejor preparados con acceso ha roto el monopolio de las certezas. El pueblo, transformado por la constante migración del campo a la ciudad, dividido por las diferencias cada vez mayores entre ricos y pobres, que creaba la economía monetaria, hostigados por la inestabilidad que provocaba una movilidad social desigual basada en la educación, así como por la desaparición de los indicadores materiales y lingüísticos de castas y nivel, que separaban a los dominicanos, pero que no dejaban lugar a incógnitas en cuanto a su realidad, vive en un estado de ansiedad permanente acerca de su destino. Se han utilizado estos hechos para explicar, entre otras cosas, la aparición de nuevos ritos, símbolos e ídolos de comunidades nuevas, y como el repentino surgimientos de congregaciones de culto yoga en los años ochenta, la sustitución de formas de cultos particulares y familiares; o la institución de jornadas deportivas escolares inauguradas con la interpretación del Himno Nacional, irónicamente en cintas magnetofónicas, impactan en las tradiciones y costumbres autóctonas. Es por ello que Santo
  • 4. Domingo aun cuando cambia, este último fenómeno no es vigoroso. Nuestro porvenir socio político es cada vez más inflamable. Nuestra política nacional de distribución de las riquezas jamás ha existido. En realidad, han sido grupos que de alguna manera han entendido el poder y se lo ha "repartido" coyunturalmentey por tanto la contracción no permite que el sistema funcione. En algunossectores de la política tradicional donde existe aceptación sustancial de la ciudadanía, la clase política que dirigía sus demandas aun podría mantener cierto grado de continuidad. Los dominicanos continúan siendo tan liberales y conservadores como lo han sido durante más de un Siglo (1900-2000) aunque están dispuestos a discrepar de sus propios intereses si estos están en juego. El congreso está dividido, ha cambiado, y se ha reformado en apenas 35 años (1966-2000) pero hasta los años noventa, en República Dominicana, las elecciones generales con contadísimas excepciones siguieron ganándolas quienes apelaban a los objetivos y tradiciones históricas, lo cual traduce el atraso del sistema político y social dominicano, encabezado por Joaquín Balaguer. Aun cuando el comunismo se desintegraba en el resto del mundo, la arraigada tradición izquierdista de algunos dominicanos, así como la capacidad competente de sus miembros, mantienen vivas la permanencia de ideas progresistas en Santo Domingo. @jcespinal68 enserioonline@hotmail.com
  • 5. Apuntes sobre la visión del subdesarrollo en la estructura social y económica del Estado de pos revolución. Por Juan Carlos Espinal Tanto la descolonización como las revoluciones transformaron drásticamente el sistema político dominicano. Así pues la organización social indígena fue destruida, al menos en su generalidad. De manera que pasaríamos a ser un pueblo de corte occidental. España nos transmitiría su lengua, religión, formas de vestir y comer, ganados e instituciones jurídicas y civiles, aun cuando carecían de capacidad como Estado para ser un imperio convirtiéndose pues, en una profunda contradicción que nosotros heredaríamos y por supuesto transmitiríamos de generación en generación, hasta llegar a lo que somos hoy, incluso en América, por ejemplo, donde la temprana descolonización añadiría una docena más. Sin embargo, lo importante de esto no era su número, sino el enorme y creciente peso y presión demográfica que representaba en conjunto. Desde la primera revolución industrial, y es posible que desde el Siglo XVI este equilibrio se había inclinado a favor del mundo "desarrollado". Esta explosión demográfica en los países pobres como la República Dominicana despertó por primera vez una grave preocupación internacional a finales del Siglo 19. Nuestra población ha crecido desordenadamente y cada día los gobiernos son más deficitarios provocando subsidios irresponsables y peor aún con más bocas que alimentar y con menos capacidad de producción. La explosión demográfica del mundo pobre es elevada porque los índices básicos de natalidad suelen ser mucho más altos que los del mismo período histórico en los países desarrollados y porque los elevados índices de mortalidad que antes frenaban el crecimiento de la población cayeron a partir de los años setenta a un ritmo cuatro o cinco veces más rápido que el de la caída que produjo en la Europa del siglo XIX. Y es que, mientras en Europa éste descenso tuvo que esperar hasta que se produjo una mejora gradual de la calidad de vida y del entorno, la nueva tecnología barrió con los países pobres en forma de medicinas y la revolución del transporte.
  • 6. Así a partir de los años cincuenta las innovaciones médicas y farmacológicas estuvieron disponibles para salvar las vidas a gran escala, debido a la aparición de los antibióticos y algo que antes era imposible conseguir, salvo tal vez de las enfermedades como la viruela, diarreas, etc. Así, mientras los dominicanos vivían más y mejor que décadas pasadas, las tasas de mortalidad se reducían verticalmente a tal punto, que la población se dispararía aun cuando la economía y las instituciones fueran inestables. De manera que la explosión demográfica es el hecho fundamental de nuestra existencia. Al tratar de estabilizar nuestra población con natalidad y mortalidad bajas con algún tipo de planificación familiar estamos creando mayores problemas de población y es improbable que podamos resolver nuestros índices de pobreza. Sin embargo, nuestras preocupaciones no sólo radican en el fondo, sino en la forma. Asimismo, nuestra sociedad se ha visto obligada a adoptar sistemas políticos derivados de nuestros conquistadores o amos imperiales. Así que, una minoría de pensadores políticos, de los que surgieron de las revoluciones sociales siguió el modelo de la Revolución Soviética. En teoría, el mundo dominicano estaba lleno de los que pretendían ser repúblicas parlamentarias con elecciones libres y de una minoría de repúblicas democráticas populares de partido único. En particular estas etiquetas indicaban como máximo en qué lugar de la escena internacional querían situarse los partidos políticos como solían serlo nuestras propias constituciones y por los mismos motivos en la mayoría de los casos, El Estado, carecería de las condiciones materiales y políticas necesarias para hacer viables nuestro sistema. Esto sucedía incluso en los comunistas, aunque su estructura autoritaria y el recurso a un "partido único dirigente" hacían que resultase menos inadecuado en un entorno occidental que en las repúblicas liberales. Así, uno de los pocos ideales comunistas era la supremacía del partido sobre el ejército. De paso, los mecanismos de control se fueron perdiendo y las fuerzas armadas tendrían protagonismo semejante o incluso superior al poder civil. Además, la intervención en aspectos administrativos provocaría el enriquecimiento asombroso de generales y oficiales medios. Estos recibían cuantiosos subsidios y suministros a través de las intendencias y en algunos de los casos, existió mayores posibilidades políticas que nunca. A los militares se
  • 7. les mantendría alejado del poder civil, gracias a la presunción de la supremacía civil a través del partido. Las perspectivas fueron pocas y así la transacción hacia la democracia liberal se negociaría con poco éxito bajo la égida de la intervención y las constantes intentonas golpistas de unos oficiales recalcitrantes durante los períodos de ciertos aires democráticos. La democracia sería abortada y nuevamente la pobreza se expandiría notablemente. Así, la amenaza se mantendría aunque en los años setenta se producirían manejos todavía por explicar en las obscuridades de la infiltración de la CÍA, y los paramilitares supuestos del servicio secreto y del terrorismo de Estado. Quizás sólo en los traumas de la des- colonización, los dominicanos llegaríamos a ser intolerantes y la tentación de retener el poder de parte de los políticos fue inútil al hundirse la economía y pronto caeríamos bajo el escenario de la confrontación social. La guerra civil será el legado de la miseria dejando recuerdos en toda la sociedad, recuerdos estos y cicatrices que aún medio Siglo después no se han borrado. Los regímenes autoritarios sintieron afición por torturar a sus oponentes, dejando muchas madres solteras y padres sin trabajo, hundiéndonos de cabo a rabo bajo el peso de nuestra propia estupidez. La situación era más favorable a una intervención militar, sobre todo en la República Dominicana donde un grupo de comerciantes era capaz de manejar la economía, introduciendo conceptos ideológicos parecidos a épocas medievales. El dominicano aspiraba a esforzarse y vivir en orden con la esperanza (a menudo vana) de que un Mesías asumiese la redención de sus propósitos. De todos modos el más leve indicio de que los gobiernos del país cayeran en manos de los comunistas garantizaba el apoyo de los norteamericanos y como consecuencia no sólo se minó el sentimiento de autoestima, sino que el vacío que se produciría influiría en la voluntad dominicana de adherir otros valores extraños anteponiéndolos a los suyos. @jcespinal68 enserioonline@hotmail.com
  • 8. Impacto de las despoblaciones rurales en el desarrollismo capitalista pos Trujillo: 1970-1974. Por Juan Carlos Espinal . El "desarrollo" social y humano del desarrollismo capitalista 1966-1978, dirigido o no por el Estado, no resultaba del interés inmediato para la gran mayoría de los dominicanos que vivía del cultivo de sus propios alimentos, pues, nuestras fuentes de ingresos principales eran uno o dos cultivos de exportación, café, plátanos o cacao, productos que suelen concentrarse en áreas geográficas muy determinadas. Así pues, emularíamos a los chinos pobres de la parte Sur y a los indigentes africanos del Norte, quienes continuaban viviendo de la agricultura. De manera que la visión occidental del campesinado dominicano, estaba apenas iniciando una copia en calco de las migraciones en todo el continente del área rural a las urbes, volcando sobre nuestras ciudades olas de desempleados y que en apenas dos décadas cam- biarían las estructuras de Santo Domingo y Santiago. En algunas regiones fértiles y con una densidad poblacional no excesiva, como buena parte del Cibao, La Romana y Baní la mayoría de la gente se las había ingeniado para mantener un nivel de vida adecuado. La mayoría de las ciudades con baja densidad y empleo aún precario, no necesitaba del Estado dominicano, por lo general demasiado débil, y los habitantes de estas zonas prescindieron de los políticos y el poder, refugiándose en la autosuficiencia de la vida rural. Curiosamente, pocos países en procesos revolucionarios iniciaron la era de la independencia con mayores ventajas que los dominicanos, aunque nosotros muy pronto desperdiciaríamos la capacidad geopolítica del entorno. La mayoría de nuestros campesinos era mucho más pobre que los del resto del continente, y para colmo, estaban mucho peor alimentados, y la presión demográfica sobre una cantidad limitada de tierra, era más grave para la economía que nunca antes.
  • 9. No obstante, nuestros gobiernos entendieron conjuntamente con sus habitantes que la ma- yor solución a sus problemas no era mezclarse con quienes les decían que el desarrollo económico les proporcionaba riquezas y prosperidad sin ningún tipo de bulto, sino mantenerles pobres. La experiencia de décadas, tanto colectiva como individual era que nuestros antepasados nos inculcaron que nada bueno provenía de lo extraño. Generaciones de planificadores hicieron cálculos donde nos pretendieron asimilar que era mejor minimizar los riesgos antes que maximizar los beneficios. Esto nos mantendría al margen de la revolución económica global, que no sólo llegaría hasta los más aislados en forma de camiones viejos, sandalias de goma y despachos gubernamentales llenos de papeles, sino que además esta revolución, tendió a dividir a la población de estas zonas entre los que actuaban dentro o a través del mundo de la escritura y de los despachos y los demás. En la mayor parte del tercer mundo dominicano y rural la distinción básica era entre la costa y el interior, o entre la ciudad y los pueblos. El problema radicaba en como los ciudadanos y el gobierno marchaban juntos hacia la modernidad en un país lleno de cultos y analfabetos, modernidad y primitivismo, y un montón de estereotipos foráneos. Nuestras asambleas legislativas en lugar de anteponer la soberanía dominicana o los intereses patrios se resarcían asimismo con el ensanchamiento de la deuda. Apenas, habían licenciados, incluyendo pocos doctores, si es que existieron, y muy pocos habían cursado estudios secundarios o superiores. Por aquella época, nuestro territorio poseía una población analfabeta, más aún, toda persona que deseaba ejercer alguna actividad dentro del gobierno "nacional" en un estado pobre y aislado como el nuestro, tenía que saber leer y escribir, no por obligación, sino por la carencia de este elemental principio básico del ser humano. Pocos hablaban inglés, francés y esto se convertiría en un privilegio del que muy pocos dis- frutaban. Es por ello que los dominicanos que vivían en zonas alejadas y atrasadas se dieron cuenta de la ventaja de tener estudios superiores, aunque no pudieran compartirlos, o tal vez porque no podían obtenerlos. Así, conocimiento equivalía literalmente, a poder, algo
  • 10. especialmente visible en nuestro país, donde el Estado es a los ojos de los ciudadanos una máquina que absorbía sus recursos y los repartía entre los empleados públicos. Tener estudios era tener un empleo, a menudo un empleo asegurado, como funcionario y con suerte, hacer carrera, lo que le permitía al ciudadano obtener sobornos y comisiones y dar trabajo a parientes y amigos. Un pueblo como el dominicano, que invierte en los estudios de uno de sus jóvenes esperaba recibir a cambio ingresos y protección para toda la comunidad, gracias al cargo en la administración que estos estudios aseguraban. En cualquier caso, los funcionarios que tenían éxito eran los mejores pagados de toda la población. República Dominicana fue tan pobre, que los servidores públicos se enriquecieron brutalmente. Incluso, sus habitantes perderían la capacidad del ahorro y salario real. Donde parecía que la gente pobre del campo podía beneficiarse de la ventaja de la educación u ofrecérsela a sus hijos, el deseo de aprender era prácticamente universal, curiosamente en un país cercano a la modernidad y cerca del colonialismo. Estas ansias de conocimiento explican en gran medida la enorme migración del campo a la ciudad que despobló el agro y la capacidad productiva del país a partir de los años cincuenta. Y es que la ciudad resulta atractiva y ante todo ofrecía oportunidades de educación y formación de los hijos. La mentalidad vigente era que en la ciudad se podía "llegar a ser alguien". La escolarización abrió perspectivas más halagüeñas, pero en nuestro atrasado país, el mero hecho de conducir un vehículo moderno y poseer la piel clara podía ser la clave de una vida mejor. Lo primero que un campesino enseñaba a sus hijos y sobrinos era la esperanza de abrir el camino hacia un mundo moderno como "la capital", ya sea conduciendo un vehículo del transporte público o por el contrario crear un tarantín debajo de los edificios más modernos de la ciudad. Sin embargo, había un aspecto de la política de desarrollo económico que habría sido y resultaba atractivo, ya que afectaba a las tres quintas partes o más de los campesinos que vivían de la agricultura: la reforma agraria, era la consigna general de los gobiernos dominicanos, aun cuando no significó la gran cosa, desde la división y el reparto de los latifundios entre el campesinado y los jornaleros sin tierra, hasta la abolición de los regímenes de propiedad y las servidumbres de tipo feudal, desde la rebaja en los arrendamientos y sus reformas hasta la nacionalización y
  • 11. colectivización revolucionaria de la tierra. El agricultor dominicano apenas comenzaría a abandonar las cosechas y depredar los conucos. Es probable que jamás se hayan producido tantas reformas agrarias como en la década de los setentas, donde casi la mitad del género humano se estaba dando cuenta que se hacían más pobres. No obstante, a pesar de la proliferación de las declaraciones políticas, República Dominicana tuvo demasiadas revoluciones, descolonizaciones o derrotas militares como para que hubiese una reforma agraria exitosa. Los argumentos a favor de la reforma agraria eran básicamente políticos, para ganar demagógicamente el apoyo del campesinado de una manera ideológica y en algunas ocasiones económicamente, aunque no era mucho lo que la mayoría de reformadores "reformistas" esperaba conseguir con el simple reparto de tierras a campesinos tradicionales y a peones que tenían poca o ninguna tierra. De hecho, la producción agrícola cayó drásticamente luego de los repartos, aunque la preparación del campesinado mejoró. Los argumentos favorables al mantenimiento de un campesinado numeroso eran y son antieconómicos, ya que en la historia del mundo moderno el gran aumento de la producción agrícola ha ido en paralelo con el declive de los mercados en la medida de la proporción de agricultores, en especial luego de la Guerra Civil de 1965. La reforma agraria, sin embargo, podía demostrar que el cultivo podía ser más eficiente y flexible que el latifundio practicado en tierras despojadas por militares, políticos y empresarios y ciertamente cualquier intento se consideró una explotación capitalista que hizo que los productos llegaran más caros y con menos calidad a la población, debido pues, a los intermediarios. @jcespinal68 enserioonline@hotmail.com
  • 12. Cual es la herencia de las privatizaciones en la era global del neoliberalismo en RD? Por Juan Carlos Espinal Mientras la disparidad de los ingresos de los dominicanos aumentaba el desarrollo económico se estancaba. La igualdad de la productividad se asemejaba a una distribución de pobreza. Verdaderamente, la gran desigualdad social de la República Dominicana no puede dejar de guardar relación con la ausencia de reforma agraria, en tanto esta fuera acogida por el campesinado, por lo menos hasta que se pasó de la colectivización de las tierras a la constitución de cooperativas, como fue norma general de los países comunistas. Sin embargo, lo que los modernizadores vieron en esta reforma no era lo que representaba para los campesinos a quienes no interesaban los asuntos macroeconómicos sino que veían la política nacional desde un punto de vista paralelo de los pensadores de las ciudades y cuyas demandas de tierras no se basaban en principios generales, sino en exigencias concretas Así la reforma agraria instituida por sectores del gobierno del doctor Joaquín Balaguer fracasó debido a que las comunidades campesinas han vivido en difícil coexistencia con las grandes haciendas ganaderas del país, a las que proporcionaran mano de obra, y la repartición de tierras fue vista simplemente como la justa devolución al campesino de las tierras despojadas por generales, políticos y terratenientes cuyos límites habían conservado en sus recuerdos durante siglos y cuya pérdida no habían aceptado. A los campesinos dominicanos no les importaba ni el mantenimiento de las viejas empresas como unidades de producción ni los experimentos cooperativistas, ni otras prácticas agrícolas innovadoras, sino la asistencia mutua tradicional en el seno de las comunidades que distaban mucho de ser igualitarias. Después de la reforma las comunidades volvieron a "ocupar" las tierras de las haciendas convertidas en cooperativas como si nada hubiese cambiado en el conflicto entre haciendas y comunidades. Para ellos nada había cambiado realmente. La reforma agraria sería pues un
  • 13. éxito político de los gobiernos de Joaquín Balaguer, pero sin consecuencias económicas de cara al desarrollo posterior agrícola de República Dominicana. No ha de sorprender que un estado postcolonial como el nuestro fuera una región dependiente del viejo mundo imperial e industrializado. Lo que básicamente ocurría era que para otras sociedades desarrolladas era factible tratar con sociedades pobres en comparación con el mundo desarrollado e incluso resultaba posible reconocernos como dependientes. De manera que se iría formando un pensamiento obtuso en materia económica donde se llegó a pensar que el mercado mundial del capitalismo o la libre iniciativa de la empresa privada doméstica proporcionaría el desarrollo social. Además, durante la guerra fría todos pensarían que era inevitable aliarse a los Estados Unidos o a la Unión Soviética. Nuestros pensadores en su mayoría no eran más que inspiradores radicales o ex revolucionarios anticolonialistas quienes se oponían a todo vestigio de crecimiento humano. Todos ellos, al igual que otros regímenes decían ser socialistas a su manera. Simpatizaban con la Unión Soviética o por lo menos estaban dispuestos a recibir su asistencia económica y militar, lo cual no resulta sorprendente ya que los Estados Unidos habían abandonado su tradición anticolonialista de la noche a la mañana, después de que el mundo quedase dividido y buscaban ostensiblemente aliados entre los elementos más conservadores del tercer mundo. No obstante, la diferencia de los simpatizantes de los Estados Unidos en República Dominicana era de la intención de unirse antes que verse en conflictos potenciales y crisis políticas. Aún así buena parte de nuestro país se mantuvo alejado de conflictos tanto globales como regionales hasta después de la revolución cubana. Cultural y lingüísticamente nuestra población era occidental, ya que la gran masa de los habitantes pobres eracatólicos. Si bien nuestro país había heredado de sus conquistadores ibéricos una egoísta jerarquía racial, también heredamos de los españoles, en su inmensa mayoría de sexo masculino una
  • 14. tradición de mestizaje en gran escala. Había poca gente que fuese totalmente blanca, salvo en asentamientos montañosos como Jarabacoa y Constanza y parte de la región sur del país (Baní) quienes fueron pobladas por inmigrantes europeos y con muy pocos indígenas o criollos. En ambos casos el éxito y la posición social borraron las distinciones raciales y ya para 1898 República Dominicana había tenido como presidente a un negro de ascendencia haitiana, Ulises Heureaux. Hasta el día de hoy nuestro país se ha mantenido al margen del círculo vicioso de política y nacionalismo étnicos que hace estragos en los demás continentes. Además, la mayor parte de la sociedad reconocía ser lo que ahora se denomina una dependencia "neocolonial” de una potencia imperial única, los Estados Unidos. Es por ello, por esta idea, que los gobiernos dominicanos están conscientes de lo inteligente que es, estar de lado de Washington. Si no lo conocen perfectamente, al menos nuestros políticos instintivamente sólo viéndose en el espejo de Cuba, quien hizo su revolución y estaba dispuesta a discrepar de los norteamericanos y la OEA la expulsó. Y sin embargo, justo en el momento en que en la República Dominicana, las ideologías basadas en el apogeo y el libre mercado comenzaron a eficientizar la economía tan pronto, como sucedió, empezó a desmoronarse. En los años setenta se hizo cada vez más evidente que un sistema en declive no podía abarcar adecuadamente a unos ciudadanos cada vez más diferentes. El sistema político sería útil para nos cuantos y nos hicieron pensar que el país estaba dividido entre ricos y pobres. Desde entonces nos designaron roles que se iban incrementando a los ojos de todos y el destino estaba plenamente justificado. La diferencia de PNB per cápita entre los ricos y pobres pasaría de colectivo a individual, es decir, había dos países en uno solo. Así nuestra sociedad, es evidente que ha dejado de ser una entidad única.
  • 15. Lo que nos dividió no fueron las ideologías sino fue básicamente el desarrollo económico que trajo la desigualdad social. Irónicamente la guerra de abril del año 1965 generó una oleada de desempleados en su mayoría sin formación terciaria, quienes desde cualquier punto de vista y hasta entonces se convirtieron en padres de familia sumamente pobres a escala nacional, sobre todo los que no poseían un hogar propio y eran individuos escasamente instruidos, por lo general obreros. Era pues, manifestamente imposible avanzar como país con un producto interno por debajo de la línea de la pobreza y con donaciones y erogaciones del gobierno norteamericano. A nuestros estados pobres situados en la dependencia casi absoluta y donde el creciente peso demográfico y baja productividad económica, sencillamente no nos iba tan bien.Pero a pesar de todo, resultaría evidente que por más desventajas que existiera para convertirnos en ricos, de esa misma manera casi invariablemente estábamos tentados a tirarlo todo por la ventana. Al llegar a los años ochenta nos llenaríamos de deudas. En segundo lugar, parte de nuestro país superaría su entorno tercermundista, algunos se industrializaban particularmente y ostensiblemente hasta unirse a ciudadanos del primer mundo, aunque continuasen muchos más pobres. Nuestras diferencias cuantitativas eran patentes. La República Dominicana del 1970 no es la misma de hoy, sin embargo sigue siendo tan pobre como ayer. Y esa es la realidad. Así que no existe ninguna definición exacta de las justificaciones de algunos teóricos sobre el tópico de que hemos avanzado colectivamente. De hecho, en la categoría de países en desarrollo seguimos siendo una economía de servicios, dependiendo incluso de las materias primas y remesas en dólares. Si estuviéramos dependiendo más allá de los límites de los países pobres nuestro sentido estricto hubiera sido la de una economía de mercado real, o sea, de una sociedad capitalista de derechos sociales y regulación estatal. @jcespinal68 enserioonline@hotmail.com
  • 16. Impacto social y cultural de la inmigración campesina en la economía urbana Por Juan Carlos Espinal Una serie de países emergieron o serían sumergidos en la pobreza. República Dominicana no escaparía a situarse en la cola de los países atrasados y aceptaría tácitamente el eufemismo de ser un país "en vías de desarrollo". Alguien tuvo la "delicadeza'" de crear un sub-grupo de países de renta baja en vías para clasificar a los tres mil millones de seres humanos cuyo PNB per cápita habría alcanzado un promedio de $330.00 dólares hasta 1989, distinguiéndolos de los quinientos millones de habitantes más afortunados de países menos pobres, como la República Dominicana, Ecuador y Guatemala, cuyo PNB medio era varias veces más bajo que el de los privilegiados del tercer mundo (Brasil, México y Mala- sia) con un promedio ocho veces mayor. Los aproximadamente ochocientos millones del grupo más próspero disfrutaban en teoría de un PNB por persona de $18,260.00 dólares, es decir, cincuenta y cinco veces más que las tres quintas partes de la humanidad, incluyendo obviamente nuestro país. En la práctica, en la medida que la economía mundial se fue globalizando, en serio, sobre todo tras la caída de la Unión Soviética, se fue convirtiendo en más puramente capitalización y dominada por el mundo de los negocios. Los inversionistas y empresarios descubrieron que gran parte del mundo no poseía ningún interés económico para ellos, a menos, quizás, que pudiesen sobornar a sus políticos y funcionarios, para que malgastaran en proyectos de prestigio, y el dinero, nos lo sacarían de los bolsillos a costa de las "consideraciones de los jefes de Estado". En nuestro país la cantidad desproporcionada de ciudadanos se encuentra en los mismos niveles de vida que países africanos. De manera, que, la guerra fría nos privó de ayudas económicas. Además, con el aumento de la división entre los pobres, la globalización de la economía produjo movimientos, en especial de personas, que cruzaban las fronteras y legiones. Turistas de países ricos nos invaden como jamás los habían hecho.
  • 17. A mediados de los años ochenta, miles de turistas procedentes de Europa motivarían la economía con una enorme mano de obra, procedente de sectores pobres siempre que las barreras políticas no lo frenasen. Por desgracia, en los decadentes años setenta y ochenta, los movimientos migratorios no se dirigían sólo hacia la capital. El número de campesinos en las grandes urbes rurales creció y se dispararía en millones en apenas 20 años (1965- 1985). La mayoría emigraba después de abandonar los conucos y las siembras pero una parte importante venía de la frontera escapando de la miseria y se convertirían en refugiados cada vez más difíciles de separar de los torrentes de hombres, mujeres y niños que huían desesperadamente hacia un mundo moderno. Así que desarraigados de su entorno y enfrentando a ciudadanos similares más capacitados se convertirían en virtuales refugiados en una capital sin ordenamiento urbano con excepción del algunos sectores privilegiados cuyos habitantes ni fomentaban, ni permitían, la entrada masiva de "inmigrantes", de otros barrios o pueblos a quienes consideraban al menos. Aún, cuando los teóricos no se refieran a este tópico, este rechazo podría considerarse como un nuevo síndrome social en la comunidad dominicana, la xenofobia local. De manera que el asombroso salto de la economía del mundo capitalista y su creciente globalización provocaría la división del concepto de nación de la República Dominicana, puesto que, el concepto de tercer mundo sería asimilado por aquellos que se situaron conscientemente en la práctica totalidad de los habitantes pobres del país y quienes viven en la actualidad en el mundo moderno. En realidad, muchos de los movimientos tradicionales y nominalmente conservadores ganarían terreno en un país con mentalidad oligárquica del tercer mundo, sobre todo, pero no exclusivamente, en la clase baja, quienes son masas irredentas que se resisten o los han empujado contra la modernidad y a los cuales se les ha aplicado esta vaga denominación.
  • 18. La gente sabe ahora que forma parte de un mundo que no era como el de nuestros abuelos. Los alimentos nos llegaban por autobús a través de avenidas polvorientas, en forma de bi- dones de leche, en forma de radio de pilas, en donde el mundo les llegaba a través de pilas, quizás, hasta a los analfabetos, en su propia lengua, o dialecto, no escritos, aunque esto suele ser un privilegio de las comunidades campesinas. Pero en un país donde la gente del campo emigra a Santo Domingo por millones, e incluso en ciudades como Santiago y Puerto Plata donde las poblaciones urbanas superiores a un tercio eran habituales, casi todos habían trabajado en la capital o tienen un pariente que vive aquí. Desde entonces, pueblo y ciudad, están unidos. Hasta los campos y regiones más despobladas, quienes viven en chozas sin electricidad, ni agua potable, se pueden observar- botellas de Coca Cola vacías y productos de consumo nacional a gran escala, e incluso relojes de marcas donde además se comercializan. En cualquier esquina de la capital podemos observar a ciudadanos dominicanos pobres vendiendo con el mismo nivel de habilidad de ciudadanos del primer mundo. La capital se ha convertido en el espejo del cambio aunque la verdad es que los capi tálenos no son modernos por definición, es decir, son atrasados. Aun así, la idea de un joven estudiante de uno de los barrios de la ciudad con niveles de marginalidad es inscribirse en una universidad privada, debido a que, sus padres o al menos el instinto, les dice que donde hay roce social hay progreso. Por más que los pobres dominicanos utilizasen las herramientas de la sociedad tradicional moderna para construir su propia existencia urbana, creando y habitando nuevos barrios "pujantes" en la capital y Santiago resulta demasiado, para, lo que, habían de superar yademás los hábitos propios de los inmigrantes de los campos entran en conflicto con los tradicionales. Por eso un cibaeño confrontará a un capitaleño y viceversa. Los estilos de vida son diferentes y las costumbres del hombre de la ciudad con mayores perspectivas, es natural, el rechazo regional.
  • 19. En ninguna otra faceta resultaba todo ello más visible en el comportamiento de las jóvenes adolescentes de cuya ruptura con las tradiciones de sus abuelas comentan con nostalgia sus madres. La idea de la modernidad en nuestro país pasó de la ciudad al campo, incluso donde todavía hoy, se vive del cultivo, de variedades de cereales diseñados científicamente y que apenas hoy se comienza a difundir, aún cuando tarde, a través del cultivo de exportación de frutas y vegetales para los mercados mundiales, gracias al transporte por vía aérea de productos perecederos y a las nuevas modas entre consumidores del mundo desarrollado. Los dominicanos no deben subestimar las consecuencias de estos cambios en el mundo rural. En ninguna otra parte, el choque ha sido tan frontalmente brusco como en los campos agrícolas y ganaderos, donde los hombres abandonan los cultivos y las mujeres se convierten en mercado. Además, uno de los casos más llamativos es el aumento del consumo de drogas narcóticas en la población rural. Ni hablar de los capitaleños, quienes hoy como moda consumen cocaína. La globalización ha desvirtuado el mercado y nos golpea despiadadamente colisionando, incluso, las estructuras más débiles de nuestra nación a través del turismo, la niñez. Además, llegaría la proliferación de cultivos de marihuana. ¿Cómo puede un agricultor de yuca y batata competir con un cultivo de marihuana? El modo de vida de la vida rural, ha comenzado a desarticularse. Es inestable, fruto de la pobreza cuasi donada y donde proliferan los bares y burdeles. El campo dominicano se ha transformado, pero esto ha dependido de la civilización urbana y las industrias, pues nuestra economía depende a menudo de las remesas de los inmigrantes como los denominados peyorativamente "york dominicans" y en el mejor de los casos "dominicanos ausentes" a quienes les debemos que todavía hoy somos al menos una nación Paradójicamente, en República Dominicana al igual que los Estados Unidos, la ciudad puede convertirse en la salvación de la economía rural, que de no ser por el impacto de aquella, podría haber quedado abandonada por unos ciudadanos que habían aprendido de la experiencia de la emigración, propia de nuestros campesinos, donde hombres y mujeres no
  • 20. tienen alternativas. Los dominicanos han descubierto que no es inevitable que tuvieran que trabajar como esclavos toda la vida sembrando en la tierra, defecando en letrinas, y sudando la gota gorda sin ninguna fortuna como lo hicieron sus antepasados. Numerosas poblaciones rurales de todo el país, en la impresionantes montañas dominicanas, desdeñan la agricultura y la hermosura de sus paisajes y han abandonado sus lugares de origen a partir de que se dieron cuenta que en la capital hay un mundo mejor. Olvidaron sus costumbres, sus tradiciones y prefirieron poner un puesto de frutas que no tenían que cultivar, aún cuando en sus mentes poseían su carácter agrícola, y saben que con el paso del tiempo a través de los ingresos procedentes de sus puestos de ventas tendrán otra procedencia social. @jcespinal68 enserioonline@hotmail.com
  • 21. La idea de la dependencia sociocultural en el pensamiento político- económico del Siglo 21. Por Juan Carlos Espinal Los problemas estructurales de República Dominicana podían llevar en sí mismos-a la situación política dominicana del Siglo 21- por caminos conocidos por ciudadanos del primer mundo. En nuestros países era probable que surgiese una clase trabajadora industrial que luchase por sus derechos y por la creación de sindicatos como lo demuestra la historia reciente. No tenían porque parecer partidos políticos populares al mismo tiempo, al modo de los movimientos democráticos de la República Dominicana del Caribe de 1930, aunque no deja de ser significativo que se produjeran manifestaciones políticas influyentes en el ámbito nacional, justamente de ese tipo en los años sesenta: el Partido Revolucionario Dominicano (PRD). Sin embargo, la tradición del movimiento obrero en su lugar de origen, era una combinación de un derecho laboral de corte populista con la militancia de obreros comunistas y la tradición de los intelectuales que acudieron en su apoyo con un izquierdismo sin fisuras como lo era la ideología del clero católico cuyo sostén contribuyó a llevar el proyecto de partido a buen puerto. Por otro lado, el rápido crecimiento de la industria tenderá a generar una clase profesional amplia y cultivada que, pese a no ser subversiva en absoluto, habría acogido con sumo gusto la liberalización de los regímenes autoritarios diferentes en la sociedad dominicana. No obstante, había amplias zonas del tercer mundo dominicano donde las consecuencias políticas de la transformación social, era realmente imposible de predecir. Lo que era seguro era que seríamos inestables e in- flamables como lo atestigua el medio siglo transcurrido desde el arribo al poder de Rafael Leonidas Trujillo (1930-l961). La mayor parte de Santo Domingo y Santiago proseguían siendo descolonizados aun cuando parecían ofrecer un modelo de progreso más adecuado y esperanzador que el resto de las urbes rurales. Cuando hubo pasado las guerras de independencia, restauración, primero, y de la guerra civil, después, y dejó de correr la sangre de los cadáveres y de las heridas, la mayor parte de lo que hasta 1970 había sido el sistema político dominicano ortodoxo se mantuvo
  • 22. intacto, pero bajo la autoridad de clanes y consagrado a la construcción de maquinarias electorales. El Partido Revolucionario Dominicano fue el único de los antiguos partidos dinásticos que sobrevivió a la dictadura de Trujillo, que hizo trizas al sistema oligárquico nacional, cuyo representante de todos los fieles trujillistas y que mantenía una relación especial con la Iglesia de Roma, Joaquín Balaguer, le sucedió. Los partidos políticos emergentes se desintegrarían bajo el peso de su propia derrota. Que el PRD sobreviviera como una sola entidad se debió probablemente a la revolución de abril pues las tensiones que habían acabado con los demás partidos anteriores aparecieron o reaparecieron en la república hasta finales de los años setenta cuando el sistema democrático abdicó bajo el régimen de los doce años (1966-1978). Lo que realmente nos trajo el futuro,lo que nació a principios de los años treinta fue un solo estado, mucho más atrasado que la república del siglo 19, pero de enormes dimensiones como prefieren presumir los clanes intelectuales izquierdistas en el período comprendido entre la Guerra de Abril 1965 y los períodos de postguerra dedicado a crear una sociedad diferente opuesta al capitalismo. En 1970 las fronteras de nuestro país hacia el mundo capitalista se ampliaron considerablemente. Europa incluyó la zona comprendida al este, de manera que hasta Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Yugoslavia, Rumania, Bulgaria y Alemania pasaron a la zona socialista, así como la parte ocupada de Alemania, ocupada por el ejército rojo después de la guerra. La mayoría de las ideas progresistas se irían perdiendo como consecuencia de la guerra y la persecución política (1966-1978) y apenas algunos reaparecerían en el camino del desarrollo que antes habían pensado para todos. Los partidos tradicionales fueron invadidos de seguidores socialistas y lograron legitimidad pública cuando comprendieron que todo estaba perdido. La entrada al escenario del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) estructurado sobre bases sociopolíticas justificadas como una "necesidad de la época" amplió el horizonte de mayor desconfianza para los representantes del status quo dominicano. Gracias al enorme pensamiento social de Juan Bosch esta entidad política sobrevivió a los embates y agresiones tan comunes en el cerrado sistema de partidos políticos.
  • 23. Esta era precisamente la parte del Caribe donde el sistema social, a partir de un momento determinado de los años sesenta, pasaron a conocerse bajo la terminología "ideológica soviética", como países "realmente socialistas", irónicamente un término ambiguo que implicaba o sugería que podían haber otras clases distintas y mejores de socialismo, pero que en la práctica esta era la única que funcionaba. Nuestro sistema social y económico, además del régimen político se desmoronaría por completo hacia el tránsito de la década de los años setenta y ochenta, Antonio Guzmán (1978-1982) y Salvador Jorge Blanco (1982-1986). Nuestros partidos políticos se mantenían, aunque, la reestructuración económica que emprendieron representaba la liquidación de la democracia tal como hasta entonces la habían entendido los "caudillos" sobre todo en la decadente clase empresarial. Los regímenes autoritarios pos Lilis, desanimados geopolíticamente y que nosotros imitamos o nos inspirábamos en ellos, ya no les quedaba mucho de vida. Era obvio que lo primero que tuvimos que escribir acerca de la democracia es que durante la mayor parte de su existencia (si que alguna vez existió) formó un subuniverso autónomo y en gran medida unilateral. Las relaciones de nuestros gobiernos contemporáneos con el resto de la economía mundial, capitalista o dominada por el capitalismo de los países desarrollados, eran muy escasas. Incluso en el momento culminante de la expansión del comercio mundial, sólo alrededor de un 4 por dentro del 100 de las exportaciones de las economías de mercado desarrollados iba a parar a las "economías planificadas" como la nuestra. Llegados los años ochenta la proporción de exportaciones a la República Dominicana no era mucho mayor. Las economías pobres y dependientes exportaban una parte importante de sus modestas exportaciones al resto del mundo pero jamás lograrían crear riqueza interna en sus países. Además, dos tercios de nuestro comercio internacional en los años 70 y 80 se realizaban en nuestra propia zona. Por razones evidentes hubo pocos movimientos sociopolíticos y humanos entre nuestro "primer mundo" y "el segundo" aunque algunos
  • 24. comenzarían a fomentar la industria turística a partir de los años ochenta. La emigración y los desplazamientos temporales de nuestros ciudadanos estaban estrechamente vigilados y a veces eran prácticamente imposibles. Los sistemas de partidos nacionales eran básicamente imitaciones del sistema soviético los cuales no poseían relaciones equivalentes en el resto del mundo. Nuestros políticos basaban su liderazgo en fuertes voluntades y caracteres. Un ejemplo de ello fue José Francisco Peña Gómez quien monopolizaría el poder y gestionaba una planificación centralizada e impuso - por lo menos teóricamente a lo interno de su partido- un credo populista a los miembros del PRD. Esto motivaba a la división de clases entre los intelectuales cuyas incomprensiones mutuas poseían el grado de ignorancia para gobernar un país "en vías desarrollo". Durante largos períodos fue muy poca la información sobre nosotros mismos la que conocería el mundo. Rafael Leónidas Trujillo y Joaquín Balaguer encabezaron este proyecto de aislamiento, apoyados en principio y hasta el final por los empresarios, militares, iglesia e intelectuales cuyas generaciones aún mantienen presencia activa en sectores importantes de sus diferentes ramas lo cual nos presenta como una casta de dase sin propósitos más que individuales. A su vez, incluso, a ciudadanos cultos y refinados que no entendieron o se hicieron de la vista gorda, poco les resultaba importante lo que sucede en los sectores marginados de su propio país, debido a que no poseen conciencia de clase. Además, es comprensible que luchen por mantener su pasado- presente, sin separar las fortunas mal habidas y los "rasgos éticos". Conocidos los motivos fundamentales de la separación clasista de los gobiernos y de los partidos políticos, eran sin duda los residuos de la tiranía. Luego de la revolución de 1965, la izquierda dominicana veía en el capitalismo el enemigo que había que derrotar lo antes posible mediante la articulación del discurso hueco y la revolución urbana. Los izquierdistas se quedaron aislados, rodeados por una sociedad pobre que deseaba escuchar el aumento de los salarios reales y un pueblo fascinado por ser parte del inestable sistema político nacional el cual los haría ciudadanos ricos y honorables de la noche a la mañana. Este último rasgo representa una característica oculta que a los "pensadores" dominicanos les encanta evadir. @jcespinal68 enserioonline@hotmail.com
  • 25. Critica al mito de las doctrinas sociales del desarrollismo fondomonetarista en RD : 1980-2000 Por Juan Carlos Espinal A principios de los años ochenta República Dominicana quedó aislada rodeada por un mundo pre capitalista subdesarrollado, muchos de cuyos gobiernos deseaban impedir la consolidación de nuestras economías. El mero hecho de que en los años setenta a los dominicanos se les sellara el pasaporte cuando viajaban a Cuba resultaba una ofensa para los Estados Unidos. Tal es así, que hasta el reconocimiento diplomático de nuestra existencia podría considerarse como un reconocimiento, lo cual demuestra nuestra condición moderna como colonia. Trujillo, siempre realista, estuvo dispuesto, y hasta ansioso para colaborar con los norteamericanos en principio, con los europeos después, para luego encontrar con que los rusos no aceptaron su oferta. Así pues, República Dominicana se vería obligada a emprender un desarrollo autárquico, prácticamente aislada del resto de la economía mundial, que paradójicamente pronto le proporcionaría su argumento ideológico más poderoso: el nacionalismo per se; al parecer inmune a la persecución diplomática que asoló su régimen luego del asesinato de las hermanas Mirabal. La política contribuyó una vez más a aislar la economía dominicana en los años treinta y todavía más en los años sesenta. La guerra fría congelaría las relaciones tanto políticas como económicas con los países socialistas. A efectos prácticos, todas las relaciones económicas entre Santo Domingo y la zona izquierdista del mundo aparte de ser triviales o inconfesables tenían que pasar los controles estatales impuestos por ambos. El comercio entre República Dominicana, el bloque socialista y demás países capitalistas estaba en función las relaciones públicas. No fue hasta los años setenta y ochenta cuando aparecieron indicios de que el universo autónomo del poder político dominicano se estaba integrando en la economía mundial. Las economías de planificación centralizada y las de corte occidental podrían estar estrechamente vinculadas como lo demuestra la apertura
  • 26. hacia Cuba y los países de la "órbita socialista" como lo indicaban nuestras tarjetas de pasaporte hasta 1978. Este simple dato indicaba que nos estábamos integrando económicamente. Visto en perspectiva, puede decirse que ese fue el principio del final de las ideas socialistas en Santo Domingo. Aún cuando no existe razón teórica por la que la economía dominicana, tal como surgió de la revolución de 1965 y las expediciones de Maimón y Estero Hondo, no hubiese podido evolucionar en relación más íntima con el resto de la economía mundial. Los sectores oligárquicos de la República Dominicana, unidos a reaccionarios de la derecha conservadora estaban íntimamente vinculados, como demuestra- en la sociedad de 1970- que en un momento determinado los hombres de empresa obtenían la cuarta parte de sus importaciones y demandas políticas bajo un proteccionismo sin rodeos. Sin embargo, la república 'moderna" de la cual hablan los políticos con pensamientos "nuevos" fue la que surgió a partir de 1990 de la cual se ocuparan de hablarloshistoriadores y por la cual aún tenemos esperanzas de que podemos existir. El hecho fundamental de que la República Dominicana persista en sus afanes de "luchar contra la pobreza" significa al menos de que esperamos sobrevivir al aislamiento y fortalece la identidad de algunos "idealistas utópicos" de que pudiéramos convertirnos en el centro de liderazgo de una economía global en el Caribe. Ninguno de los partidos políticos nacionales y sus seguidores habían considerado necesarias- para el establecimiento de una economía de mercado- que en nuestro país estaban presentes las bases para el desarrollo social y económico. Los líderes y "pensadores nacionales" marchaban al paso de su propio atraso y veían sólo una masa ingente (pueblo), les protegía y maldecía cada cuatro años. Los gobiernos dominicanos les interesaban precipitar los estallidos sociales si partimos de sus ejecutorias cotidianas. Las condiciones previas para la construcción de la democracia no fueron exactamente lo que suponía que iba a ocurrir entre 1966-1986 y lo que parecía justificar la polémica decisión de trazar una estrategia para la conquista del poder de los remanentes de Trujillo, que significó en madres solteras, hijos huérfanos y una economía asistencialista de pobreza.
  • 27. Los subsidios gubernamentales aumentaron considerablemente en los gobiernos de Balaguer (1966-1978) y se dispararían en los gobiernos del PRD Antonio Guzmán (1978-1982) y Salvador Jorge Blanco (1982-1986). No es ninguna coincidencia que estos gobiernos serán juzgados severamente por los historiadores contemporáneos. El Estado se convirtió, por lo tanto, en un programa para enriquecimiento ilícito de los políticos de turno lo que nos haría atrasados hasta el tope. Por lo tanto, para transformar países atrasados en avanzados es necesario acentuar discursos de campañas alrededor del "crecimiento económico" carente de atractivo con un sistema de partidos políticos de castas, sin planificación, y ni siquiera con los recursos humanos calificados. Esto los obliga desesperadamente a recuperar las "bases del pueblo" de donde provienen. Además, nuestro modelo económico todavía no es el más apropiado para nuestras realidades internas con el resto del mundo, que en su mayor parte aún reconoce la imagen, en el atraso político cultural rural de nuestros antepasados. La "fórmula dominicana" del desarrollo económico consiste en la construcción ultra rápida de grupos de poder alrededor de los líderes políticos dominantes de los respectivos partidos. Los conceptos de las infraestructuras esenciales para una sociedad industrial moderna son desconocidos por la mayoría de pre-candidatos presidenciales y está basado en el personalismo y en el mejor de los casos en su manera "mejor pensada". República Dominicana no resultaba un modelo atractivo de inversión que Puerto Rico, Jamaica o Cuba por el hecho de ser pobre, sino que a los inversionistas les parece más adecuado invertir su capital privado orientado a una mejor seguridad jurídica o por lo menos hacia una ventaja de persecución de beneficios. La idea de democracia inspiraría a una serie de líderes que acababan de arribar y convertirse en poco tiempo, es lo que hoy es la "pujante" clase empresarial dominicana. Rechazaban en público el proteccionismo y los bajos salarios, pero en privado les reprochaban a los gobiernos el pago de impuestos. Eso creó fuga de capitales y una evasión de impuestos que se manifiesta en inestabilidad económica. Luego, al pretender unirnos
  • 28. comercialmente con otros países la fórmula que habían utilizado para crecer desorbitadamente de manera económica y particular les pareció poco adecuada, debido a que se dieron cuenta del sistema primitivo y agrícola con que contaban - en comparación con países globalizados- con capacidad para competir con sus productos internacionalmente, era abismal. Este impacto se traduce hoy diariamente e ilustra fehacientemente nuestra desorientación política y económica. La tarea de la construcción del desarrollo les pareció descabellada a los políticos dominicanos quienes no comprendían lo que sucedía en su entorno. A esto se uniría el ritmo avasallante del transporte y la tecnología. Nuestros gobernantes en los períodos de guerra y sobre todo a principios de 1900 emprendieron fórmulas económicas ineficientes. El ritmo de crecimiento de la economía dominicana no superaría las expectativas salvo cuando en los primeros años "creceríamos más de prisa" de lo que éramos "ayer" hasta el punto de que "dirigentes" dominicanos creían sinceramente que de seguir la curva de crecimiento al mismo ritmo nuestra democracia superaría la producción en un futuro inmediato, como lo creían también los economistas de 1970. Más de un observador económico - de origen dominicano- de los años sesenta se debe estar preguntando si el desarrollo llegará a ocurrir. Es curioso que en las obras de los más "reconocidos" intelectuales falte cualquier tipo de discusión acerca de la planificación, que se convertiría en el criterio esencial de la democracia o acerca de una industrialización con prioridad para la producción, aunque la planificación esté implícita en una economía de mercado, pero antes y después de 1930, los pensadores, políticos y teóricos dominicanos habían estado demasiado tiempo "ocupados" como para pensar en serio en el carácter de la economía y la democracia, y antes de octubre de 1961 el propio Trujillo, en expresión de su propia cosecha no hizo ningún intento de "inventar" en lo desconocido. Fue la crisis de la guerra civil la que nos hizo enfrentarnos directamente con la realidad. La guerra nos condujo a otra aventura y ya para 1970 se organizó la lucha contra el "capital extranjero". Nuestra economía de guerra conllevó planificación y economía de Estado. Luego de la
  • 29. Guerra de Abril, los gobiernos dominicanos, sin excepción aplicarían el centralismo de- mocrático, y tendían por naturaleza o principio a evadir la gestión privada, asumir la pública y a prescindir del mercado y del mecanismo de los precios, sobre todo porque ninguno de estos elementos resultaba útil para improvisar la organización del esfuerzo nacional para el desarrollo de la noche a la mañana. @jcespinal68 enserioonline@hotmail.com
  • 30. Porque el Washington apoyo a las FFAA luego del Golpe del 63 y después a Balaguer después de la invasión del 1965? Por Juan Carlos Espinal Con su habitual realismo, Balaguer introdujo la nueva política económica a partir de 1966 lo que significaba en la práctica el restablecimiento del mercado y suponía una retirada del populismo de guerra al capitalismo de estado. Fue en ese mismo momento en el que la economía dominicana ya de por sí retrógrada había quedado reducida al 10 por ciento de su tamaño de antes de la guerra de abril (1965) cuando la necesidad de proceder a una industrialización masiva mediante la planificación estatal se convirtió en una prioridad para los norteamericanos. Y, aunque los organismos de "inteligencia" del Estado desmantelaron el "terrorismo urbano" el control y la coacción del Estado siguió siendo el único modelo conocido de una economía en que propiedad y gestión eran un pecado. La electrificación de la República Dominicana tenía como objetivo la modernización tecnológica, pero la planificación estatal tenía objetivos más generales y continuó existiendo con ese nombre hasta el fin de la Corporación Dominicana de Electricidad (CDE), utilizada sin contemplaciones para enriquecer a grupos económicos alrededor de los partidos políticos, sin excepción. Nuestros antepasados se convertirían en "inspiradores" de todas las instituciones estatales de planificación, o incluso de las dedicadas al control macroeconómico de la economía de los Estados del siglo XX y XXI. En los círculos de poder de los partidos políticos nacionales la democracia fue un tema de acalorada discusión. En la República Dominicana de los años setenta - el debate en las calles continuo - y volvió a serlo en los años de Balaguer, a principios de 1970, pero por la razón contraria. En los años sesenta se veía ve- nir una derrota de la derecha de San Isidro, o por lo menos como una desviación en la marcha hacia la izquierda, fuera del camino principal, al que era necesario regresar de un modelo a otro.
  • 31. Los radicales, agrupados tanto en la derecha de los hombres de empresa como en la izquierda foquista, querían romper lo antes posible con el sistema y emprender una campaña violenta acelerada, que fue la política que acabó adoptando Joaquín Balaguer (1966-1978). Los moderados, que habían dejado atrás el ultra radicalismo de los años sesenta, eran plenamente conscientes de las limitaciones políticas y económicas con que el sistema de partidos políticos tenía que actuar en un país más dominado incluso por la agricultura, que antes de la revolución, y eran partidarios una transformación gradual. Bosch, no puedo expresar adecuadamente su punto de vista - de frente a la oligarquía - y sobrevivió solamente hasta finales de 1980 pero, mientras pudo hacerlo, parece haber sido partidario de la postura gradualista. Por otro lado, las polémicas entre Balaguer y Bosch- en los años ochenta- eran análisis retrospectivos en la busca de una nueva alternativa en la historia social, una vía hacia una sociedad diferente de la que, ambos se habían propuesto. Esta polémica es hoy en día irrelevante. Si miramos hacia atrás podemos ver que la justificación original de la decisión de establecer un gobierno democrático en Santo Domingo desapareció cuando los sindicatos, y el "proletariado" lumpen no consiguieron adueñarse de República Dominicana. Y lo que es peor, República Dominicana, tras la guerra civil se encontraba en ruinas y mucho más atrasada que en la época de los trujillistas. Es cierto que Trujillo, y la "nobleza", grande y pequeña, habían desaparecido, incluso, hasta la celebración cada año del 30 de mayo. Culturalmente hablando, el estado continuaba siendo trujillista. Cerca de un millón de personas emigraron del país privando de paso al Estado dominicano de una gran proporción de los cuadros más preparados y también desaparecieron el desarrollo industrial de la época trujillista y la mayor parte de los obreros que formaban la base sociopolítica del "Partido Dominicano" muertos o dispersados por la revolución y la guerra civil, o trasladados a las oficinas del Estado y de los partidos. Lo que quedaba era una nación todavía más anclada en el pasado. La masa inmóvil e inalterable del campesinado - en las comunidades rurales restauradas - a quienes la revolución había dado tierras, o mejor, cuya ocupación y reparto de la tierra se había aceptado como el precio necesario de la victoria y la supervivencia. En muchos sentidos, la
  • 32. edad de oro para República Dominicana jamás ha llegado. Por encima de la masa estaba el personalismo. De manera que Balaguer, Bosch y Peña Gómez apenas representaban a nadie - en el término sociológico de la palabra- tal como lo reconocerían más tarde, con su lucidez individual y habitual, donde todo lo que el "partido" tenía a su favor era el hecho de haber sido "alguien" y eso significaba un verdadero éxito en sus concepciones políticas particulares. Con toda probabilidad, de continuar siendo, el gobierno, "aceptado" y "consolidado" el país, nada más, era necesario. Aún así, lo que gobernaba de hecho el país era una élite de burócratas grandes o pequeños,- apoyados militarmente por el Ejercito Nacional y la CIA- cuyo nivel medio de cultura y calificaciones era aún más bajo que antes. ¿Qué opciones tenían los gobiernos dominicanos y los capitalistas extranjeros del FMI preocupados por los activos y las inversiones de Wall Street en el país? Balaguer tuvo un relativo éxito en su empeño de restaurar la economía dominicana a partir de estado ruinoso en 1966. Al llegar los años setenta la producción dominicana se había recuperado sustancialmente de lo que era, aunque eso no quería decir mucho. La población dominicana seguía siendo tan abrumadoramente rural como en 1900 y de hecho sólo el 12.5 por ciento de la población trabajaba fuera del sector agrícola. Lo que el campesino quería vender a las ciudades, lo que quería comprarles, la parte de sus ingresos que quería ahorrar, y cuantos, de los muchos millones que habían decidido alimentarse, a sí mismos, en los pueblos, antes de enfrentarse a la miseria en la ciudad, querían abandonar sus conucos. Todo era determinante para el futuro económico de República Dominicana, pues, a parte de los ingresos estatales en concepto de impuestos, el país no tenía otra fuente de inversiones y de mano de obra. Dejando a un lado las consideraciones políticas, la continuación de la democracia representativa del Siglo 21, con, o sin enmiendas constitucionales, había producido en el mejor de los casos un ritmo de progreso modesto. Además, hasta que hubiese un desarrollo industrial mucho mayor, era muy poco lo que los campesinos podían comprar en las ciudades y que podían tentarles a vender sus excedentes antes que los intermediarios de los supermercados y de las haciendas los obligaran a comérselos y bebérselos en los pueblos.
  • 33. Este hecho sería la soga que acabaría estrangulando la democracia electoral. Cuarenta años después, circunstancias socio políticas y económicas similares ponen en juego el estado de derecho en nuestro país, desestabilizando la productividad. Hoy, aun cuando no es nuestra intención analizar el proceso actual, los trabajadores y las clases medias deben estar preguntándose por qué deben aumentar su salario real si de todas maneras la economía dominicana no les produce artículos de consumo para comprar con esos aumentos salariales. Este sencillo dato ilustra la posible desintegración de la tradicional y oligárquica democracia dominicana. Pero, ¿Cómo podían producirse esos artículos de consumo a menos que los trabajadores criollos aumentasen la productividad? Por consiguiente, no resulta muy probable que nuestra democracia lograra un crecimiento económico equilibrado basado en una economía agrícola de mercado dirigida desde arriba por el Estado. Para unos regímenes comprometidos con el clientelismo, en todo caso, los argumentos en contra son contundentes. Las escasas fuerzas dedicadas a la construcción de la sociedad quedaron a merced de la producción de mercancías en pequeña escala y de la pequeña empresa, que acabaron regresando al monopolio del capitalismo, que la revolución acababa de "derrocar", y sin embargo, lo que hizo vacilar a los partidos políticos tradicionales era el costo previsible de la derrota. De manera que la industrialización forzosa implicaba una segunda revolución económica, pero esta vez no desde abajo, sino impuesto por el poder del FMI al Estado, desde arriba. Balaguer, quien presidió la era del "boato" y la lisonja fue un autócrata feroz, con aptitud hacia la manipulación excepcional o, a decir de muchos, únicas. Pocos hombres han sumido la personalidad dominicana en tal escala. No cabe duda de que bajo su liderazgo de alguna manera los sufrimientos del pueblo dominicano aumentaron. No obstante, cualquier política de modernización acelerada de Santo Domingo, en las circunstancias de la época, había resultado correcta, aún despiadada con sus opositores ideológicos, imponiendo en contra de la mayoría de la población- a la que condenaba a grandes sacrificios- impuestos en buena medida por la coacción. La economía de dirección centralizada responde mediante los "planes" de llevar a cabo esta
  • 34. ofensiva industrializadora y estaba más cerca de una operación militar que de una empresa económica. Por otro lado, al igual que sucede con las empresas militares que tienen legitimidad moral popular, la búsqueda salvaje de los planes de desarrollo, ganó apoyo gracias a la irracionalidad apasionada que impuso la colectividad. Con toda certeza, por difícil que resulte de creer, nuestro sistema político convirtió a los pobres en siervos o dependientes de un sistema sin rumbo. @jcespinal68 enserioonline@hotmail.com
  • 35. Papel político de los empresarios frente al FMI en épocas de crisis social. Por Juan Carlos Espinal La economía planificada de los partidos políticos nacionales que sustituyó el centralismo estatal ejercido por Trujillo era un mecanismo rudimentario, mucho más rudimentario que los cálculos de los economistas pioneros de nuestra pobreza inflacionaria de los años se- tenta - desde Carlos Despradel hasta Bernardo Vega - que a su vez eran más rudimentarios que los mecanismos de planificación de que disponen los gobiernos y las grandes empresas a finales del siglo XX. Su tarea esencial era la de crear nuevas industrias más que gestionarlas dando máxima prioridad a las industrias pesadas básicas y a la producción de energía, que eran la base de todas las grandes economías industriales: carbón, hierro, acero, electricidad, petróleo, etc. La riqueza excepcional de nuestros pensadores políticos - en materia económica- radicaba más bien en muchedumbres enardecidas quienes cada cuatro años se abalanzaban a mimarles el más leve criterio aun sea un absurdo de proporciones risibles. De manera que se irían creando mitos socioculturales que jamás existieron, procurando cálculos específicos sobre promesas incumplidas y en el mejor de los casos asumir sus responsabilidades cuando se dieron cuenta que sus estrategias de desarrollo y crecimiento se las había tragado la deuda y sólo estaban en sus mentes. Al paso que íbamos, de la manera que nos hundieron, frisados en una pobreza cíclica eterna, no tendríamos alternativas y comenzaríamos a planificar justificaciones históricas. Balaguer hizo caso omiso de la democracia, fanfarroneando con objetivos realizados por sus gobiernos sacándole en cara al pueblo y sus adversarios lo que no fueron capaces de hacer, que hoy motiva a los pensadores mejor formados a preguntarse qué clase de país era el nuestro cuando un funcionario se vanagloriaba así mismo de la responsabilidad que estaba obligado a ejecutar. Este simple dato tipifica la atrasada visión cultural y política del sistema democrático dominicano. Los objetivos de producción se deben fijar sin tener en cuenta el costo, ni la relación costo- eficacia, ya que el criterio es si se cumplen cuándo y cómo. Como toda lucha política a vida o muerte, el método más eficaz para cumplir los objetivos y las fechas
  • 36. es dar órdenes urgentes que produzcan "efectos" de actualidad; es decir, la crisis en su forma de gestión. La economía dominicana jamás se ha consolidado como una serie de procesos rutinarios ininterrumpidos de vez en cuando por "esfuerzo superior de choque". Juan Bosch se desesperaría más tarde buscando una forma de hacer que el sistema funcionase sin que fuera a "gritos". Luego, Peña Gómez habría explotado sus métodos particulares solucionando crisis y fijando métodos a lo interno de un partido sin democracia a sabiendas que sus prácticas no eran realistas para estimular esfuerzos sobrehumanos. Además los objetivos, una vez fijados, tenían que entenderlos y cumplirlos, hasta en las más recónditas avanzadillas de la producción en el interior de República Dominicana donde administradores, gerentes, técnicos y trabajadores que, por lo menos en la primera generación, carecían de experiencia y de formación, y estaban más acostumbrados a manejar arados que máquinas. Un aventurero de apellido Hazard, que visitó la República Dominicana de siglos pasados, hizo un dibujo ilustrando la vida dominicana de 1800 simulando probablemente hacia sus adentros donde realmente se encontraba, intentando por descuido aparentar la sofisticación de sus análisis, menos en los niveles más altos, que, por eso mismo, cargaban con la responsabilidad de una centralización cada vez más absoluta. Al igual que la oposición, los gobiernos dominicanos habían tenido que compensar con becas las deficiencias técnicas de sus miembros, simpatizantes apasionados - sin apenas formación - que habían sido promovidos desde las más bajas graduaciones, del mismo modo que todas las decisiones pasaron a concentrarse – cada vez más - en el vértice del sistema del partido. La fuerte centralización caudillista de Bosch y Balaguer compensaba la escasez de gestores y lideres. El inconveniente de este proceder era la enorme burocratización del aparato económico así como del conjunto del sistema, donde habría que dar instrucciones claras a los "cuadros" del partido, donde era necesario obedecer "disciplinadamente", no importando cuan grave sería el desliz del líder del partido, cuyas órdenes consistían en su genialidad intelectual.
  • 37. Mientras la economía se mantuvo a un nivel de semi-subsistencia nuestros gobiernos sólo tendrían que poner los cimientos de la industria moderna. Este sistema improvisado- que se desarrolló sobre todo en los años treinta- funcionó. Incluso, llegó a desarrollar una cierta flexibilidad, de forma igualmente rudimentaria. La fijación de una serie de objetivos no interfería necesariamente en la fijación de otra serie de objetivos, como ocurriría en el complejo laberinto de una economía moderna. En realidad, para un país atrasado y primitivo, carente de toda asistencia exterior, la industrialización dirigida, pese a su despilfarro e ineficacia, funcionó de una manera impresionante. La generación nacida a finales de los años sesenta y que hoy roza los 35 años, debe estar asombrada de lo que ha logrado el país con tantos niveles de escasez de gestiones. Así pues,. República Dominicana es aún hoy poco capaz como sociedad, aunque resulte difícil de entender, que la realidad que nos golpea radica en la incapacidad de gobernantes y gobernados de creer sinceramente que nuestro desarrollo social está al borde de la esquina. Hay que añadir que en pocos regímenes la gente no hubiera podido o querido soportar los sacrificios que todos hemos pagado por vivir en esta tierra. Pero si el sistema mantenía el nivel de consumo de la población bajo mínimos, les garantizaba en cambio un mínimo social. El Estado otorgaba trabajo, comida, ropa y vivienda de acuerdo con precios y salarios controlados, (subsidios), pensiones, atención sanitaria con un sistema de recompensas y privilegios especiales, con una estructura descontrolada tras la muerte de Trujillo. Es decir, la creatividad del ciudadano jamás se premiaba, enseñándoles desde arriba que el Gobierno está dispuesto a sacrificarse por el pueblo, a cambio de que al cuarto año votaran por una deuda prestada. Eso provocaría aun más pobrezas. Nuestra economía desde 1940 no garantizaba siquiera un par de zapatos para cada uno de los ciudadanos. Con mucha mayor generosidad, el Estado, a través de los partidos, proporcionaba también educación. Visto sin pasiones, se podría decir sin exagerar, que este dato demuestra que no seremos una nación viable a menos que cambiemos el modelo económico actual. @jcespinal68 enserioonline@hotmail.com
  • 38. Razones instrumentales de la sociedad civil en el escenario de la lucha política dominicana Por Juan Carlos Espinal La transformación de un país - en buena parte analfabeto - en la moderna República Dominicana, fue un logro gigantesco, para los millones de aldeanos, para los que incluso en los momentos más difíciles, el desarrollo dominicano representaba la apertura de nuevos horizontes, una escapatoria de oscurantismo y la ignorancia hacia la ciudad, la luz y el progreso, por no hablar de la promoción personal y la posibilidad de hacer carrera. Los argumentos a favor de la nueva sociedad resultaban convincentes. Por otra, tampoco conocían otra. Sin embargo, este éxito no se hizo extensivo a la agricultura y a quienes vivían de ella, ya que la industrialización se hizo a costa de la explotación del campesinado. Poco se puede decir a favor de la política agraria gubernamental, salvo, tal vez que los campesinos no fueron los únicos que cargaron con la acumulación primitiva de la tierra", fórmula favorita del balaguerismo a cuyos obreros les tocó asumir en parte la carga de generar recursos destinados a una futura reinvención. Los campesinos, quienes eran la mayoría de la población, no sólo pertenecieron a una categoría legal y política inferior por lo menos hasta la constitución de 1963. La política agrícola les forzaba más impuestos a cambio de menos protección. El efecto inmediato fue el descenso de la producción de cereales y la reducción a la mitad de la cabaña ganadera, lo que provocó una terrible hambruna entre 1914 y 1930, luego del huracán San Zenón. La colectivización hizo disminuir la ya de por sí baja productividad de la agricultura dominicana. Así, tras este sinuoso transitar los partidos políticos en manos del FMI - y sus dirigentes - rechazaban el libre mercado y la seguridad social viéndola desde un ángulo que no les per- mitía lograr sus objetivos particulares. Aun cuando no se advierte, pocos pensadores políticos se habrán dado cuenta que la identidad dominicana como sociedad está hecha pedazos. La familia tradicional -como núcleo central- está erosionada y sólo existen hogares aglutinados en entes particulares.
  • 39. La colosal mecanización que intentó realizar Trujillo, específicamente con la industria azucarera no pudo compensar nuestras carencias. Después de una etapa prometedora a finales de 1946, en que la economía dominicana llegó a producir modestos excedentes de destinados a la exportación, la agricultura dejó de ser capaz de alimentar a la población. A partir de los años setenta dependió del mercado mundial de cereales para cubrir a veces hasta la tercera parte de sus necesidades. Debió de ser por la ligera relajación del sistema colectivista, que permitió a los campesinos- que producían para el mercado en las pequeñas parcelas de su propiedad- alejarse de los consumidores quienes habían tenido poco que comer, salvo pan de agua . República Dominicana cambió una cultura campesina ineficiente por una agricultura de especulación de precios enorme. Como tantas veces ocurre este hecho reflejaba las condiciones sociales y políticas de la República Dominicana neo conservadora, más que el carácter cultural del propio proyecto neo trujillista. La creación de cooperativas y la colectivización, por ejemplo, combinadas en mayor o menor medida con la agricultura privada o incluso, como en el caso de los "jíbaros" portorriqueños- quienes operan con mayor eficiencia tecnológica- los dominicanos podrían tener éxitos, mientras que la agricultura campesina dominicana se ha mostrado con frecuencia más capaz de sacar subsidios a los gobiernos que beneficios a la tierra. Sin embargo, en Santo Domingo, no cabe duda de que la política agrícola fue un fracaso, que, sin embargo, copiaron con demasiada frecuencia, por lo menos en el principio, los regímenes populistas posteriores. Otro aspecto del "desarrollo" dominicano a favor del cual puede decirse poco es la enorme e inflada burocratización engendrada por la centralización estatal con la que no pudo siquiera Trujillo. Se ha sugerido incluso con la más absoluta seriedad, que el gran terror de la segunda mitad de años cincuenta fue un método desesperado de Trujillo para vencer la cultura burocrática y la fácil habilidad con que se eludía la mayor parte de controles y órdenes del Gobierno, o por lo menos para impedir que la disidencia oligárquica o los liberales acabaran adueñándose del poder, convertido en un aparato de gobierno disfuncional, como terminó sucediendo en la época de Báez y Santana. Todo intento de hacer más flexible y eficiente la administración no hacia mas que perjudicarla y hacerla aún más indispensable para los simpatizantes políticos. A finales de los años setenta, la administración pública creció cuatro veces y media por encima del
  • 40. ritmo medio de creación de empleo. Poco antes de la guerra (1965) había ya más de un administrador por cada dos trabajadores manuales (1962). En época de Lilís, los cuadros de los niveles superiores del escalafón eran – como ya se ha dicho antes - esclavos de un poder único, siempre al borde del desastre. Su poder y sus privilegios quedaban oscurecidos por la presencia constante de una "recompensa política". Después de Horacio Vásquez, o más bien después de la eliminación del último "Gran jefe"- Ulises Heureaux en 1898-, ya no había nada en el sistema que impidiera nuestro estancamiento. El tercer inconveniente del sistema, y el que acabó por hundirlo, era su inflexibilidad. Estaba concebido para generar un aumento constante de la producción de bienes cuya naturaleza y calidad había sido predeterminada, pero no estaba dotado de mecanismo ex- tremo alguno para variar la cantidad, ni la calidad, ni para innovar. En realidad, el sistema no sabía qué hacer con la iniciativa pública, y no los utilizaba en la economía privada, a diferencia de lo que ocurría en el complejo Estado - Industrial dominicano. En cuanto a los consumidores - que no contaban ni con el mercado ni con el estado - qué hacia que las economías extra oficiales no figuren, por definición, en los documentos oficiales, sólo podemos hacer conjeturas sobre su tamaño, pero a fines de los años setenta se calculaba que la población urbana dominicana gastaba su dinero en artículos de consumo y servicios médicos, legales privados y en "propinas" para asegurarse de ser atendidos. En resumen, el sistema económico estaba pensado para industrializar un país muy atrasado y subdesarrollado lo más rápidamente posible, dando por sentado que la población se conformaría con un nivel de vida que garantizaba unos mínimos sociales y que se hallaba algo por encima del de subsistencia, sí bien su nivel exacto dependía de lo que sobrara en una economía organizada para una continua industrialización. Por más ineficiente y derrochador que fuera el sistema estos objetivos se cumplieron. República Dominicana nunca se transformaría hacia una gran potencia industrial, al menos, en su área geopolítica y de hecho su condición de dependiencia colonial - en el Siglo 21- mantenida a lo largo de casi dos siglos, se basaba en el fracaso. Sin embargo, y contrariamente a lo que esperaban los "demócratas", el motor del desarrollo económico
  • 41. dominicano estaba diseñado de tal modo que frenaba en lugar de acelerar, cuando, después de que el vehículo había avanzado cierta distancia, el conductor apretaba el acelerador. El "dinamismo" de nuestra economía se mantenía en la "vigorosa" capacidad de los gobiernos hacia la anarquía. Su crecimiento contenía el mecanismo de su propio agotamiento. Y este era el sistema que, a partir de 1844, se convirtió en un "modelo" para las economías en las que vivía algo más de la mitad del pueblo dominicano. Sin embargo, las revoluciones también desarrollaron un sistema político muy especial. Los movimientos populares de iz- quierda, incluyendo los movimientos obreros y/o socialistas marxistas – a su manera- a los que nunca pertenecío Juan Bosch, se alimentaban de dos tradiciones: la democracia electiva pre establecida, y en ocasiones directas, y la ejecución de acciones revolucionarias dirigidas de forma centralizada, herencia de la etapa colonial de los españoles. Los movimientos obreros y socialistas de masas que surgieron casi por doquier en Santo Domingo a finales del siglo XX ya en forma de partidos, sindicatos y cooperativas, ya como la combinación de todo esto, eran profundamente anti democráticos tanto en su estructura interna como en sus aspiraciones políticas. En los lugares donde todavía no existía una democratización basada en un amplio sufragio (sector privado) se encontraban entre las fuerzas que luchaban con más empeño por ellas. A diferencia de los anarquistas de las famosas reivindicaciones huelgarias - las del transporte-, los marxistas del CP del PLD estaban fundamentalmente entregados a la acción política y se preocuparon más bien por dejar a la posteridad un partido sólido "para servir al pueblo" que continuar siendo una alegoría revolucionaria sin ser favorable para el país. Así que si la política era dirigida así también lo sería la economía. Esto refleja por una parte la historia de nuestras crisis y las peculiaridades donde un telegrafista analfabeto se convirtió en el dictador de la República Dominicana con el nombre de su propia elección, "Ciudad Trujillo". @jcespinal68 enserioonline@hotmail.com
  • 42. Mirando al futuro constitucional de las leyes sustantivas en el contexto de la costumbre. Por Juan Carlos Espinal Nuestra revolución independentista reflejaba por una parte la historia de la sociedad de los siglos por venir y también las peculiaridades de nuestros políticos, hijos de pueblo, provenientes de los estratos sociales más bajos de la nación, quienes se convertirían más tarde en presidentes y funcionarios y cuyas complejidades serían heredadas por un pueblo cuasi analfabeto. El modelo político de partidos, era pues, una organización disciplinada y eficiente de simpatizantes profesionales, con la misión de llevar a cabo tareas que les asignase la dirección central, potencialmente autoritaria, como señalaron desde el principio muchos intelectuales dominicanos revolucionarios. ¿Qué podría frenar la tendencia a la sustitución de las masas por el partido que aseguraba liderarlas, de sus miembros, o mejor, de los congresos en que expresaban sus puntos de vista, por los comités (elegidos), del comité central, por los dirigentes efectivos, hasta que el dirigente único (en teoría elegido) Bosch, Balaguer y Peña Gómez acabasen reemplazándolos a todos? El peligro, como se vio, no dejaba de existir por el hecho de que Balaguer ni quisiera ni estuviera en situación de ser un dictador ni por el hecho de que el partido Reformista - al igual que todas las organizaciones de ideología derechista- no operasen como un estado mayor militar sino corno un laboratorio de discusión permanente. Ese peligro se hizo más inmediato después de la aventura de manadas (1962), al pasar los izquierdistas de ser un grupo de unos cientos de activistas clandestinos a partidos de masas de cientos de miles de nuevos burócratas y al final, de millones de activistas profesionales, ejecutivos medios, administradores y supervisores de empresa que sumergieron a la "vieja guardia" en un limbo histórico y que sumergió a los demás pensadores socialistas –de antes de 1960-, que se les habían unido: Manolo Tavarez Justo. Esa gente no compartía la vieja cultura política de la derecha. Todo lo que sabían era que el comité central del partido 14 de Junio tenía razón y que las decisiones de la autoridad superior debían cumplirse si se quería salvar la revolución. Cualquiera que fuese la
  • 43. actividad prerevolucionaria de los residuos del neotrujillismo hacia la democracia - dentro y fuera de los partidos pos revolución-la libertad de expresión, las libertades civiles y la tolerancia, por ejemplo, en las circunstancias de entre los años 1963 y 1978, impusieron un modo de gobierno cada vez más autoritario dentro y fuera de un sistema consagrado a realizar cualquier acción que fuese o pareciera necesario para mantener el frágil y amenazado poder de los trujillistas. De hecho, al principio no fueron un gobierno de un solo partido, ni ejercitaban a la oposición, pero utilizaron el golpe de Estado (1963) como una dictadura monopartidista apuntalada por un poderoso aparato de seguridad que empleaba métodos terroristas contra los revolucionarios. En la misma línea, Balaguer abandonó la democracia representativa a lo interno de su partido al prohibirse la discusión colectiva de políticas alternativas. El concepto caudillista del "centralismo democrático", por el que los partidos se regían teóricamente, se convirtió en centralismo a secas, y los partidos dejaron de actuar de acuerdo a los estatutos. Las convocatorias anuales del congreso de los partidos se volvieron cada vez más irregulares, hasta que, en época de Peña Gómez, su convocatoria pasó a ser imprevisible y esporádica. Los años del activismo político de Juan Bosch relajaron la atmósfera de la derecha al margen de la política, pero no la sensación de que el Partido de la Liberación era una minoría amenazada que tal vez tuviese de su parte la historia., pero que actuaba al mismo ritmo de la tesis del orden y del momento presente. La decisión de emprenderla revolu- ción democrática desde abajo obligó al sistema capitalista a imponer su autoridad, de forma acaso menos despiadada (aunque en los años de la guerra civil fue brutal) , porque su maquinaria para el ejercicio continuo del poder era ahora mucho mayor. Bosch fue entonces uno de los últimos vestigios de la vieja separación de poderes; el modesto margen de maniobra que se reservaba era una oposición a los gobiernos de Balaguer, Salvador Jorge Blanco y Antonio Guzmán. Su dirección política unificó el sistema de partidos - aun cuando concentró el poder del PLD en sus manos - subordinando todo lo demás. Fue en ese punto cuando el sistema, bajo la dirección de Balaguer, se convirtió en una autocracia constitucional que intentaba imponer su dominio sobre todos los aspectos de la vida y el pensamiento de los ciudadanos, subordinando toda su
  • 44. existencia, en la medida de lo posible, al logro de los objetivos del sistema, definidos y especificados por la autoridad suprema. No era esto por supuesto lo que habían planeado Bosch y Peña Gómez, ni había surgido en los períodos del PRD (1978-1986) ni en la mayoría de los partidos. Así, Antonio Guzmán (1978-1982) que junto con Salvador Jorge Blanco (1982-1986) se convirtieron en los "jefes" del PRD fueron aislados y se disgregaron uno suicidándose y otro hecho preso por órdenes directas de Joaquín Balaguer. Esos gobiernos del PRD desembocaron en una desilusión tal, que ni siquiera los más fieles dirigentes de ese partido, (Jacobo Majluta) y ni siquiera los cuadros políticos y masas del PRD se proclamaron en rebeldía, pese a que mucho antes de sus respectivas campañas poseían apoyo popular, lo que reflejaba que el PRD había dejado ser un partido para convertirse en una multitud de intereses particulares. Los marxistas, pese a ser seguidores de Bosch, como por arte de magia no tuvieron reparo en asumir el pensamiento "Boschista" en lugar de sus propias ideas, y hasta cuando se tachaba a alguien de hereje, como a Rafael Alburquerque - acusado de "divisionista" - se daba por sentado que se trataba de un "adversario legítimo". La idea de que un partido socialista de centro tenía que obligar a todos los ciudadanos- militantes a pensar igual - y menos aun, la de otorgar poder al colectivo de sus dirigentes y que alguien intentase ejercer esas funciones - en solitario- era impensable y lo sigue siendo, algo semejante a la infalibilidad papal. Esto no habría pasado por la cabeza de ningún peledeísta destacado hasta finales de 1994. Podría decirse, a lo sumo, que el socialismo marxista era para sus adherentes un compromiso personal apasionado, un sistema de fe y de esperanza que poseía algunos de los rasgos de una religión secular, y que las sutilezas teóricas acabaron siendo – al PLD convertirse en un movimiento de masas - en un catecismo, en el mejor de los casos, y en el peor, en un símbolo de identidad y lealtad, como una bandera que había que reverenciar. Podía decirse que en el partido Reformista de Balaguer, o más bien en los demás partidos, tal como fueron concebidos por Balaguer y Bosch, la ortodoxia y la intolerancia habían sido implantadas, no como valores en sí mismos, sino por razones instrumentales prácticas.
  • 45. Como un buen general, y Joaquín Balaguer Ricardo fue ante todo un estratega, no quería discusiones en las filas "rojas" que pudiesen entorpecer su eficacia. Además, al igual que otros genios pragmáticos, Balaguer estaba convencido de estar en posesión de la verdad, y tenía poco tiempo para ocuparse de las opciones ajenas. En teoría era un autócrata ortodoxo de derechas- casi fundamentalista- porque tenía claro que jugar con el texto de una teoría constitucional o con un discurso social nacionalista -cuya esencia era la democracia - podía debilitarlo. No dudó en modificar las opiniones de Bosch y Peña Gómez, de la Iglesia y el empresariado, utilizando a su antojo a los militares a quienes vale decir les agregó ge- nerosos añadidos de cosecha propia, proclamando siempre la lealtad literal al maestro. Dado que hasta 1970, Bosch fue sobre todo un líder internacional y representante de una minoría burguesa atrincherada en el seno de la centro izquierda dominicana - e incluso dentro de la social democracia peñagomista ganó fama de ser intolerante con los disidentes y opositores-nunca dudo en castigar con expulsión a sus propios "compañeros de partido" y cuando cambió la situación política, en 1973, y el caos se apodero del PRD, los denunció públicamente, e incluso después del golpe de Estado (1963) se apoyó en su recia personalidad para imponer su autoridad moral y no sólo eso, sino que sus puntos de vista fueron aceptados sin discusión, salvo una que otra argumentación proveniente de un abogado inteligente, Euclides Gutiérrez Félix. Bosch, de haber seguido activo en la vida política, no cabe duda de que habría seguido demandado a sus contrincantes y aliados mayor compromiso social. Al igual que en el exilio, había demostrado su ilimitada tolerancia pragmática. Pero no hay prueba de que hubiese concebido, o hubiese tolerado, esa especie de versión liberal de la economía de mercado del ejercicio gubernamental de Leonel Fernández (1996-2000), a quien habría llamado una "mina de oro". Es posible que Balaguer lo intuyera conscientemente y no se limitara a enfrentar a Peña Gómez (1996) no así al PRD- como tal - sino que apeló al primitivismo de la sociedad dominicana, dividiendo al PRD y ejerciendo su enorme influencia ortodoxa en las derechas, apareciendo en público (Pacto Patriótico) seguro de que se habría salido con la suya. Sin embargo, hay algo que debe quedar claro.
  • 46. La posibilidad de un régimen autoritario en el Siglo 21 está implícita en cualquier régimen constitucional basado de partido único e inamovible, tal como ocurrió con la hegemonía política e institucional del PRD (2000-2004) en la República Dominicana. @jcespinal68 enserioonline@hotmail.com