1. CINE Y FILOSOFÍA
FILOSOFÍA
FILOSOFÍA FILOSOFÍA
FILOSOFÍA
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA
2. HISTORIA DE LA FILOSOFÍA
JOSE ORTEGA Y GASSET
IDEALISMO MATERIALISMO
PARMENIDES VS HERÁCLITO
MATRIX MEMENTO
PLATÓN ARISTOTELES
RENE DESCARTES DAVID HUME
INMANUEL KANT KARL MARX
3. THE MATRIX
Dirección y guión: Larry & Andy Wachowski.
País: USA (1999).
Interpretación: Keanu Reeves (Mr. Anderson / Neo), Laurence
Fishburne (Morfeo), Carrie-Anne Moss (Trinity), Hugo Weaving (Agente
Smith), Joe Pantoliano (Cifra / Sr. Reagan), Marcus Chong (Tanque),
Gloria Foster (Oráculo), Julian Arahanga (Apoc), Matt Doran (Ratón),
Belinda McClory (Switch), Anthony Ray Parker (Dozer)
Producción: Joel Silver. Producción ejecutiva: Andrew Mason, Barrie M.
Osborne, Erwin Stoff, Andy y Larry Wachowski.
Música: Don Davis.
Fotografía: Bill Pope.
Montaje: Zach Staenberg.
Diseño de producción: Owen Paterson.
Dirección artística: Hugh Bateup y Michelle McGahey.
Vestuario: Kym Barrett.
Decorados: Lisa Blitz Brennan, Tim Ferrier y Marta McElroy.
Efectos especiales: Amalgamated Pixels, Animal Logic, DFILM
Services
4. ¿QUE ES REAL?
FILOSOFÍA
FILOSOFÍA
FILOSOFÍA
FILOSOFÍA FILOSOFÍA
6. Los caballos que me llevan tan lejos como es mi y la diosa me recibió bondadosamente, con su
deseo me condujeron, después que guiándome mano mi mano
me llevaron al camino razonable derecha tomó y dirigiéndose a mí, habló de esta
de la diosa que lleva al hombre sabio por todos forma:
los lugares. “Oh joven, compañero de aurigas inmortales que
Por él fui llevado, pues por él me llevaron los llegas a nuestra morada con los corceles que te
diestros caballos llevan,
que tiraban del carro y unas doncellas indicaban salve. Pues no te ha impulsado una mala Moira a
el camino. seguir
En los bujes el eje emitía un silbido este camino (que está lejos de la senda que siguen
al calentarse (pues era acelerado por dos los hombres)
redondas sino Themis (el Derecho) y Dike (la Justicia). Es
ruedas, una de cada extremo) al llevarme con necesario que
rapidez conozcas todas las cosas,
las vírgenes Helíades -abandonando la mansión el corazón inconmovible de la Verdad bien
de la noche- redonda
hacia la luz -quitándose de la mano los velos de y las opiniones de los mortales en las que no está
la cabeza-. la verdad certera.
Allí estaba la puerta de los caminos de la noche Pero deberás aprender también esto: que lo que
y el día, aparece
la circundaba un dintel y un umbral de piedra. debe tenerlo por real quien lo recorra todo
Etérea está obstruida por grandes batientes absolutamente.
de los que Dike (la Justicia), severa castigadora, Pues bien, yo diré, guarda tú la palabra después
guarda las llaves de la recompensa, de haberla oído,
a la cual las persuasivas doncellas con suaves cuales son las únicas vías de investigación
palabras convencen hábilmente para que el pensables:
pasador asegurado con estacas les la una es que es y no es no ser
retire pronto la puerta; esta de los batientes es la vía de la Persuasión -pues sigue a la verdad-
dejó la inmensa abertura, subiendo a lo alto, la otra es que no es y es por necesidad no ser, te
haciendo girar alternativamente en los cubos sus digo que esta es una vía impracticable:
dos ejes de bronce pues no conocerías lo no ente -ya que no es
provistos de traviesas y pasadores. Por allí, a través posible- ni lo expresarías.
de ella, […] pues es lo mismo pensar que ser.
las doncellas condujeron rectamente por el
camino el carro y los caballos, Parménides, Poema de la Naturaleza (Proemio)
7. Los caballos que me llevan tan lejos como es mi y la diosa me recibió bondadosamente, con su
deseo me condujeron, después que guiándome mano mi mano
me llevaron al camino razonable derecha tomó y dirigiéndose a mí, habló de esta
de la diosa que lleva al hombre sabio por todos forma:
los lugares. “Oh joven, compañero de aurigas inmortales que
Por él fui llevado, pues por él me llevaron los llegas a nuestra morada con los corceles que te
diestros caballos llevan,
que tiraban del carro y unas doncellas indicaban salve. Pues no te ha impulsado una mala Moira a
el camino. seguir
En los bujes el eje emitía un silbido este camino (que está lejos de la senda que siguen
al calentarse (pues era acelerado por dos los hombres)
redondas sino Themis (el Derecho) y Dike (la Justicia). Es
ruedas, una de cada extremo) al llevarme con necesario que
rapidez conozcas todas las cosas,
las vírgenes Helíades -abandonando la mansión el corazón inconmovible de la Verdad bien
de la noche- redonda
hacia la luz -quitándose de la mano los velos de y las opiniones de los mortales en las que no está
la cabeza-. la verdad certera.
Allí estaba la puerta de los caminos de la noche Pero deberás aprender también esto: que lo que
y el día, aparece
la circundaba un dintel y un umbral de piedra. debe tenerlo por real quien lo recorra todo
Etérea está obstruida por grandes batientes absolutamente.
de los que Dike (la Justicia), severa castigadora, Pues bien, yo diré, guarda tú la palabra después
guarda las llaves de la recompensa, de haberla oído,
a la cual las persuasivas doncellas con suaves cuales son las únicas vías de investigación
palabras convencen hábilmente para que el pensables:
pasador asegurado con estacas les la una es que es y no es no ser
retire pronto la puerta; esta de los batientes es la vía de la Persuasión -pues sigue a la verdad-
dejó la inmensa abertura, subiendo a lo alto, la otra es que no es y es por necesidad no ser, te
haciendo girar alternativamente en los cubos sus digo que esta es una vía impracticable:
dos ejes de bronce pues no conocerías lo no ente -ya que no es
provistos de traviesas y pasadores. Por allí, a través posible- ni lo expresarías.
de ella, […] pues es lo mismo pensar que ser.
las doncellas condujeron rectamente por el
camino el carro y los caballos, Parménides, Poema de la Naturaleza (Proemio)
9. -Después de eso -proseguí- compara nuestra naturaleza respecto de su educación y de su falta de educación con
una experiencia como ésta. Represéntate hombres en una morada subterránea en forma de caverna, que tiene la
entrada abierta, en toda su extensión, a la luz. En ellas están desde niños con las piernas y el cuello encadenados,
de modo que deben permanecer allí y mirar sólo delante de ellos, porque las cadenas les impiden girar en derredor
la cabeza. Más arriba y más lejos se halla la luz de un fuego que brilla detrás de ellos; y entre el fuego y los
prisioneros hay un camino más alto, junto al cual imagínate un tabique construido de lado a lado, como el biombo
que los titiriteros levantan delante del público para mostrar, por encima del biombo, los muñecos.
-Me lo imagino...
-Imagínate ahora que, del otro lado del tabique, pasan sombras que llevan toda clase de utensilios y figurillas de
hombres y otros animales, hechos en piedra y madera y de diversas clases; y entre los que pasan unos hablan y
otros callan.
-Extraña comparación haces, y extraños son esos prisioneros.
-Pero son como nosotros. Pues en primer lugar, ¿crees que han visto de sí mismos, unos de los otros, otra cosa
que las sombras proyectadas por el fuego en la parte de la caverna que tienen frente a sí?
-Claro que no, si toda su vida están forzados a no mover las cabezas.
-¿Y no sucede lo mismo con los objetos que llevan los que pasan del otro lado del tabique?
-Indudablemente.
-Pues entonces, si dialogaran entre sí, ¿no te parece que entenderían estar nombrando a los objetos que pasan y
que ellos ven?
-Necesariamente.
-Y si la prisión contara con un eco desde la pared que tienen frente a sí, y algunos de los que pasan del otro
lado del tabique hablara, ¿no piensas que creerían que lo que oyen proviene de la sombra que pasa delante de
ellos?
-¡Por Zeus que sí!
-¿Y que los prisioneros no tendrían por real otra cosa que las sombras de los objetos artificiales transportados?
-Es de toda necesidad.
-Examina ahora el caso de una liberación de sus cadenas y de una curación de su ignorancia, ¿qué pasaría si
naturalmente les ocurriese que uno de ellos fuera liberado y forzado a levantarse de repente, volver el cuello y
marchar mirando a la luz y, al hacer todo esto, sufriera y a causa del encandilamiento fuera incapaz de percibir
aquellas cosas cuyas sombras había visto antes? ¿Qué piensas que respondería si se le dijese que lo que había visto
antes eran fruslerías y que ahora, en cambio, está más próximo a lo real, vuelto hacia cosas más reales y que mira
correctamente?
10. -Después de eso -proseguí- compara nuestra naturaleza respecto de su educación y de su falta de educación
con una experiencia como ésta. Represéntate hombres en una morada subterránea en forma de caverna, que
tiene la entrada abierta, en toda su extensión, a la luz. En ellas están desde niños con las piernas y el cuello
encadenados, de modo que deben permanecer allí y mirar sólo delante de ellos, porque las cadenas les impiden
girar en derredor la cabeza. Más arriba y más lejos se halla la luz de un fuego que brilla detrás de ellos; y entre el
fuego y los prisioneros hay un camino más alto, junto al cual imagínate un tabique construido de lado a lado,
como el biombo que los titiriteros levantan delante del público para mostrar, por encima del biombo, los muñecos.
-Me lo imagino...
-Imagínate ahora que, del otro lado del tabique, pasan sombras que llevan toda clase de utensilios y figurillas
de hombres y otros animales, hechos en piedra y madera y de diversas clases; y entre los que pasan unos hablan y
otros callan.
-Extraña comparación haces, y extraños son esos prisioneros.
-Pero son como nosotros. Pues en primer lugar, ¿crees que han visto de sí mismos, unos de los otros, otra cosa
que las sombras proyectadas por el fuego en la parte de la caverna que tienen frente a sí?
-Claro que no, si toda su vida están forzados a no mover las cabezas.
-¿Y no sucede lo mismo con los objetos que llevan los que pasan del otro lado del tabique?
-Indudablemente.
-Pues entonces, si dialogaran entre sí, ¿no te parece que entenderían estar nombrando a los objetos que pasan
y que ellos ven?
-Necesariamente.
-Y si la prisión contara con un eco desde la pared que tienen frente a sí, y algunos de los que pasan del otro
lado del tabique hablara, ¿no piensas que creerían que lo que oyen proviene de la sombra que pasa delante de
ellos?
-¡Por Zeus que sí!
-¿Y que los prisioneros no tendrían por real otra cosa que las sombras de los objetos artificiales
transportados?
-Es de toda necesidad.
-Examina ahora el caso de una liberación de sus cadenas y de una curación de su ignorancia, ¿qué pasaría si
naturalmente les ocurriese que uno de ellos fuera liberado y forzado a levantarse de repente, volver el cuello y
marchar mirando a la luz y, al hacer todo esto, sufriera y a causa del encandilamiento fuera incapaz de percibir
aquellas cosas cuyas sombras había visto antes? ¿Qué piensas que respondería si se le dijese que lo que había visto
antes eran fruslerías y que ahora, en cambio, está más próximo a lo real, vuelto hacia cosas más reales y que mira
12. Pues bien, ¿qué soy yo, ahora que supongo haber alguien extremadamente poderoso y, si es lícito decirlo así,
maligno y astuto, que emplea todas sus fuerzas e industria en engañarme? ¿Acaso puedo estar seguro de poseer el
más mínimo de esos atributos que acabo de referir a la naturaleza corpórea? Me paro a pensar en ello con atención,
paso revista una y otra vez, en mi espíritu, a esas cosas, y no hallo ninguna de la que pueda decir que está en mí.
No es necesario que me entretenga en recontarlas. Pasemos, pues, a los atributos del alma, y veamos si hay alguno
que esté en mí. Los primeros son nutrirme y andar; pero, si es cierto que no tengo cuerpo, es cierto entonces
también que no puedo andar ni nutrirme. Un tercero es sentir: pero no puede uno sentir sin cuerpo, aparte de que
yo he creído sentir en sueños muchas cosas y, al despertar, me he dado cuenta de que no las había sentido
realmente. Un cuarto es pensar: y aquí sí hallo que el pensamiento es un atributo que me pertenece, siendo el único
que no puede separarse de mí. Yo soy, yo existo; eso es cierto, pero ¿cuánto tiempo? Todo el tiempo que estoy
pensando: pues quizá ocurriese que, si yo cesara de pensar, cesaría al mismo tiempo de existir. No admito ahora
nada que no sea necesariamente verdadero: así, pues, hablan-do con precisión, no soy más que una cosa que
piensa, es decir, un espíritu, un entendimiento o una razón, términos cuyo significado me era antes desconocido
[…]
Pero acaso suceda que esas mismas cosas que supongo ser, puesto que no las conozco, no sean en efecto
diferentes de mí, a quien conozco. Nada sé del caso: de eso no disputo ahora, y sólo puedo juzgar de las cosas que
conozco: ya sé que soy, yeso sabido, busco saber qué soy. Pues bien: es certísimo que ese conocimiento de mí
mismo, hablando con precisión, no puede depender de cosas cuya existencia aún me es desconocida, ni por
consiguiente, y con mayor razón, de ninguna de las que son fingidas e inventadas por la imaginación. E incluso
esos términos de «fingir» e «imaginar» me advierten de mi error: pues en efecto yo haría algo ficticio, si
imaginase ser alguna cosa, pues «imaginar» no es sino contemplar la figura o «imagen» de una cosa corpórea.
Ahora bien: ya sé de cierto que soy y que, a la vez, puede ocurrir que todas esas imágenes y, en general, todas las
cosas referidas a la naturaleza del cuerpo, no sean más que sueños y quimeras. Y, en consecuencia, veo clara-
mente que decir «excitaré mi imaginación para saber más distinta-mente qué soy» es tan poco razonable como
decir «ahora estoy despierto, y percibo algo real y verdadero, pero como no lo percibo aún con bastante claridad,
voy a dormirme adrede para que mis sueños me lo representen con mayor verdad y evidencia». Así, pues, sé con
certeza que nada de lo que puedo comprender por medio de la imaginación pertenece al conocimiento que tengo
de mí mismo, y que es preciso apartar el espíritu de esa manera de concebir, para que pueda conocer con distinción
su propia naturaleza.
Rene Descartes, Meditaciones metafísicas (Meditación Segunda)
13. Pues bien, ¿qué soy yo, ahora que supongo haber alguien extremadamente poderoso y, si es lícito decirlo así,
maligno y astuto, que emplea todas sus fuerzas e industria en engañarme? ¿Acaso puedo estar seguro de
poseer el más mínimo de esos atributos que acabo de referir a la naturaleza corpórea? Me paro a pensar en ello con
atención, paso revista una y otra vez, en mi espíritu, a esas cosas, y no hallo ninguna de la que pueda decir que está
en mí. No es necesario que me entretenga en recontarlas. Pasemos, pues, a los atributos del alma, y veamos si
hay alguno que esté en mí. Los primeros son nutrirme y andar; pero, si es cierto que no tengo cuerpo, es cierto
entonces también que no puedo andar ni nutrirme. Un tercero es sentir: pero no puede uno sentir sin cuerpo,
aparte de que yo he creído sentir en sueños muchas cosas y, al despertar, me he dado cuenta de que no las había
sentido realmente. Un cuarto es pensar: y aquí sí hallo que el pensamiento es un atributo que me pertenece, siendo
el único que no puede separarse de mí. Yo soy, yo existo; eso es cierto, pero ¿cuánto tiempo? Todo el tiempo
que estoy pensando: pues quizá ocurriese que, si yo cesara de pensar, cesaría al mismo tiempo de existir. No
admito ahora nada que no sea necesariamente verdadero: así, pues, hablando con precisión, no soy más que una
cosa que piensa, es decir, un espíritu, un entendimiento o una razón, términos cuyo significado me era antes
desconocido.
Pero acaso suceda que esas mismas cosas que supongo ser, puesto que no las conozco, no sean en efecto
diferentes de mí, a quien conozco. Nada sé del caso: de eso no disputo ahora, y sólo puedo juzgar de las cosas que
conozco: ya sé que soy, y eso sabido, busco saber qué soy. Pues bien: es certísimo que ese conocimiento de mí
mismo, hablando con precisión, no puede depender de cosas cuya existencia aún me es desconocida, ni por
consiguiente, y con mayor razón, de ninguna de las que son fingidas e inventadas por la imaginación. E incluso
esos términos de «fingir» e «imaginar» me advierten de mi error: pues en efecto yo haría algo ficticio, si
imaginase ser alguna cosa, pues «imaginar» no es sino contemplar la figura o «imagen» de una cosa corpórea.
Ahora bien: ya sé de cierto que soy y que, a la vez, puede ocurrir que todas esas imágenes y, en general, todas las
cosas referidas a la naturaleza del cuerpo, no sean más que sueños y quimeras. Y, en consecuencia, veo clara-
mente que decir «excitaré mi imaginación para saber más distintamente qué soy» es tan poco razonable como
decir «ahora estoy despierto, y percibo algo real y verdadero, pero como no lo percibo aún con bastante
claridad, voy a dormirme adrede para que mis sueños me lo representen con mayor verdad y evidencia». Así,
pues, sé con certeza que nada de lo que puedo comprender por medio de la imaginación pertenece al
conocimiento que tengo de mí mismo, y que es preciso apartar el espíritu de esa manera de concebir, para que
pueda conocer con distinción su propia naturaleza.
Rene Descartes, Meditaciones metafísicas (Meditación Segunda)
15. Los conceptos puros del entendimiento sólo pueden tener un uso empírico, nunca un uso trascendental...y los
principios de ese mismo entendimiento sólo pueden referirse a objetos de los sentidos nunca a cosas en general
(independientemente de cómo las intuyamos). La analítica trascendental llega, pues, a este importante resultado:..
el entendimiento nunca puede sobrepasar los límites de la sensibilidad... El pensar es el acto de referirse un objeto
a una intuición dada. Si esa clase de intuición no es dada, entonces el objeto es meramente trascendental, y el
concepto del entendimiento no tiene otro uso que el trascendental, a saber, como unidad de pensamiento de una
variedad en general... Por ello, sin las condiciones formales de la sensibilidad, las categorías puras sólo poseen una
significación trascendental, pero carecen de uso trascendental....Así pues, las categorías carecen de aplicación
cuando las separamos de toda sensibilidad....Sólo constituyen la forma pura del uso del entendimiento... nos son
más que formas del pensamiento que contienen simplemente la capacidad lógica de unificar a priori en una
conciencia la variedad dada en la intuición. Si les quitamos la intuición....sus posibilidades de significación son
todavía menores que las de las formas sensibles puras, ya que a través de éstas últimas se da. al menos, el objeto...
Por eso, cuando damos a ciertos objetos, en cuanto fenómenos, el nombre de entes sensibles (fenómenos)....los
oponemos a aquellos objetos llamados entes inteligibles (noumenos)....Si entendemos por noumeno una cosa que
no sea objeto de la intuición sensible, este noumeno está tomado en sentido negativo... Si, por el contrario,
entendemos por noumeno el objeto de una intuición no sensible, entonces suponemos una clase especial de
intuición, a saber, la intelectual... Este sería el noumeno en sentido positivo... Nunca podremos demostrar la
posibilidad de una cosa partiendo de intuiciones no sensibles........ Consiguientemente, si quisiéramos aplicar las
categorías a objetos no considerados como fenómenos, tendríamos que suponer una intuición distinta de la
sensible....., pero semejante intuición, es decir, la intelectual se halla absolutamente fuera de nuestra capacidad
cognoscitiva.....Doy el nombre de problemático a un concepto que carece de contradicción pero cuya realidad
objetiva no es en modo alguno cognoscible. Pues bien, el concepto de noumeno, es decir, el de una cosa que ha de
ser pensada como cosa en sí misma...,y no como objeto de los sentidos, no es en absoluto contradictorio... Sin
embargo, el resultado es que no se entiende la posibilidad de tales noumenos. Lo que está fuera del campo de los
fenómenos, es (para nosotros) vacío... tenemos un entendimiento que rebasa problemáticamente los fenómenos,
pero no una intuición... mediante la cual pueden dársenos objetos, fuera del campo de la sensibilidad. Así pues, el
concepto de noumeno no es más que un concepto límite... Aún así....no se trata de una ficción arbitraria, sino que
se halla ligado a la limitación de la misma.
Inmanuel Kant, Critica de la razón pura (Analítica trascendental)
16. Los conceptos puros del entendimiento sólo pueden tener un uso empírico, nunca un uso trascendental...y los
principios de ese mismo entendimiento sólo pueden referirse a objetos de los sentidos nunca a cosas en general
(independientemente de cómo las intuyamos). La analítica trascendental llega, pues, a este importante
resultado:.. el entendimiento nunca puede sobrepasar los límites de la sensibilidad... El pensar es el acto de
referirse un objeto a una intuición dada. Si esa clase de intuición no es dada, entonces el objeto es meramente
trascendental, y el concepto del entendimiento no tiene otro uso que el trascendental, a saber, como unidad de
pensamiento de una variedad en general... Por ello, sin las condiciones formales de la sensibilidad, las categorías
puras sólo poseen una significación trascendental, pero carecen de uso trascendental....Así pues, las categorías
carecen de aplicación cuando las separamos de toda sensibilidad....Sólo constituyen la forma pura del uso del
entendimiento... nos son más que formas del pensamiento que contienen simplemente la capacidad lógica de
unificar a priori en una conciencia la variedad dada en la intuición. Si les quitamos la intuición....sus posibilidades
de significación son todavía menores que las de las formas sensibles puras, ya que a través de éstas últimas se da.
al menos, el objeto...
Por eso, cuando damos a ciertos objetos, en cuanto fenómenos, el nombre de entes sensibles (fenómenos)....los
oponemos a aquellos objetos llamados entes inteligibles (noumenos)....Si entendemos por noumeno una cosa que
no sea objeto de la intuición sensible, este noumeno está tomado en sentido negativo... Si, por el contrario,
entendemos por noumeno el objeto de una intuición no sensible, entonces suponemos una clase especial de
intuición, a saber, la intelectual... Este sería el noumeno en sentido positivo... Nunca podremos demostrar la
posibilidad de una cosa partiendo de intuiciones no sensibles........ Consiguientemente, si quisiéramos aplicar las
categorías a objetos no considerados como fenómenos, tendríamos que suponer una intuición distinta de la
sensible....., pero semejante intuición, es decir, la intelectual se halla absolutamente fuera de nuestra capacidad
cognoscitiva.....Doy el nombre de problemático a un concepto que carece de contradicción pero cuya realidad
objetiva no es en modo alguno cognoscible. Pues bien, el concepto de noumeno, es decir, el de una cosa que ha de
ser pensada como cosa en sí misma...,y no como objeto de los sentidos, no es en absoluto contradictorio... Sin
embargo, el resultado es que no se entiende la posibilidad de tales noumenos. Lo que está fuera del campo de los
fenómenos, es (para nosotros) vacío... tenemos un entendimiento que rebasa problemáticamente los fenómenos,
pero no una intuición... mediante la cual pueden dársenos objetos, fuera del campo de la sensibilidad. Así pues, el
concepto de noumeno no es más que un concepto límite... Aún así....no se trata de una ficción arbitraria, sino que
se halla ligado a la limitación de la misma.
Inmanuel Kant, Critica de la razón pura (Analítica trascendental)
18. MEMENTO
Dirección y guión: Christopher Nolan.
País: USA (2000).
Interpretación: Guy Pearce (Leonard Shelby), Carrie Anne-Moss
(Natalie), John Pantoliano (Teddy) Jorja Fox (mujer de Leonard) Mark
Booner Junior (Bart), Stephen Todolowsky (Sammy Jankis) Harriet
Sanson Harrys (mujer de Sammy), Larry Holden (Jimmy Grantz) Callum
Keith Rennie (Dodd)
Producción: Suzanne Todd y Jennifer Todd
Música: David Julyan
Fotografía: Wally Pfister A.S.C.
Montaje: Zach Staenberg.
Diseño de producción: Patty Podesta
Dirección artística: Hugh Bateup y Michelle McGahey.
Vestuario: Cindy Evans.
Decorados: Lisa Blitz Brennan, Tim Ferrier y Marta McElroy.
Casting: John Padsidera
19. ¿QUÉ ES REAL?
FILOSOFÍA
FILOSOFÍA
FILOSOFÍA
FILOSOFÍA FILOSOFÍA
21. 1. Los hombres no han llegado al conocimiento de este logos que ha existido desde siempre, ni antes de haber oído
hablar de él ni tampoco después. Pues, viniendo todas las cosas a la existencia según este logos, los hombres
parecen gentes inexpertas, cuando ensayan palabras y actos tales como los que yo describo detalladamente,
distinguiendo cada cosa según su naturaleza y expresando como es. Se les escapa lo que los hombres hacen en
estado de vigilia, igual que se les escapa lo que realizan durmiendo.
2. Por ello es necesario seguir lo que es común, pues lo común es lo que une. Pero, aunque el logos es común, la
mayoría viven como si cada cual tuviera una inteligencia particular.
8. Lo que se opone se une; de las cosas diferentes [nace] la más bella armonía.
10. Unamos: lo completo y lo incompleto, lo convergente y lo divergente, lo consonante y lo disonante. De todas
las cosas, una, y de una, todas.
30. Este mundo, el mismo para todos, ningún dios ni hombre lo hizo. Sino que ha sido siempre y es y será un
fuego siempre vivo, que se enciende según medidas y se apaga según medidas.
34. Oyen sin comprender; parecidos a los sordos. A ellos se aplica el proverbio: estando presentes están ausentes.
41. No hay más que una sabiduría: comprender el pensamiento que lo gobierna todo a través de todo.
49a. Entramos y no entramos en los mismos ríos. Somos y no somos.
51. No comprenden cómo lo que está en lucha consigo mismo puede estar de acuerdo: unión de [fuerzas]
contrarias, como el arco y la lira.
53. El conflicto es el padre de todas las cosas, el rey de todas las cosas. A unos ha hecho dioses y a otros hombres;
a unos ha hecho esclavos y a otros libres.
59. El camino recto y el tortuoso son uno solo y el mismo.
67. Dios es día y noche, invierno y verano, guerra y paz, abundancia y hambre. Pero se transforma como el fuego
que cae, cuando está mezclado con perfumes, recibe nombre según el perfume de cada uno.
88. Lo que está en nosotros es siempre uno y lo mismo: vida y muerte, vigilia y sueño, juventud y vejez ya que por
el cambio esto es aquello, y de nuevo por el cambio aquello es esto.
89. Para los que están despiertos, hay un solo y mismo mundo.
91. Es imposible bañarse dos veces en el mismo río.
123. A la naturaleza le gusta ocultarse.
Heráclito, Sobre la naturaleza (fragmentos)
22. 1. Los hombres no han llegado al conocimiento de este logos que ha existido desde siempre, ni antes de haber
oído hablar de él ni tampoco después. Pues, viniendo todas las cosas a la existencia según este logos, los hombres
parecen gentes inexpertas, cuando ensayan palabras y actos tales como los que yo describo detalladamente,
distinguiendo cada cosa según su naturaleza y expresando como es. Se les escapa lo que los hombres hacen en
estado de vigilia, igual que se les escapa lo que realizan durmiendo.
2. Por ello es necesario seguir lo que es común, pues lo común es lo que une. Pero, aunque el logos es común, la
mayoría viven como si cada cual tuviera una inteligencia particular.
8. Lo que se opone se une; de las cosas diferentes [nace] la más bella armonía.
10. Unamos: lo completo y lo incompleto, lo convergente y lo divergente, lo consonante y lo disonante. De todas
las cosas, una, y de una, todas.
30. Este mundo, el mismo para todos, ningún dios ni hombre lo hizo. Sino que ha sido siempre y es y será un
fuego siempre vivo, que se enciende según medidas y se apaga según medidas.
34. Oyen sin comprender; parecidos a los sordos. A ellos se aplica el proverbio: estando presentes están
ausentes.
41. No hay más que una sabiduría: comprender el pensamiento que lo gobierna todo a través de todo.
49a. Entramos y no entramos en los mismos ríos. Somos y no somos.
51. No comprenden cómo lo que está en lucha consigo mismo puede estar de acuerdo: unión de [fuerzas]
contrarias, como el arco y la lira.
53. El conflicto es el padre de todas las cosas, el rey de todas las cosas. A unos ha hecho dioses y a otros
hombres; a unos ha hecho esclavos y a otros libres.
59. El camino recto y el tortuoso son uno solo y el mismo.
67. Dios es día y noche, invierno y verano, guerra y paz, abundancia y hambre. Pero se transforma como el fuego
que cae, cuando está mezclado con perfumes, recibe nombre según el perfume de cada uno.
88. Lo que está en nosotros es siempre uno y lo mismo: vida y muerte, vigilia y sueño, juventud y vejez ya que
por el cambio esto es aquello, y de nuevo por el cambio aquello es esto.
89. Para los que están despiertos, hay un solo y mismo mundo.
91. Es imposible bañarse dos veces en el mismo río.
123. A la naturaleza le gusta ocultarse.
24. Puesto que en la Naturaleza toda existe algo que es materia para cada género de entes -a saber, aquello que
en potencia es todas las cosas pertenecientes a tal género- pero existe además otro principio, el causal y activo
al que corresponde hacer todas las cosas -tal es la técnica respecto de la materia- también en el caso del alma
han de darse necesariamente estas diferencias. Así pues, existe un intelecto que es capaz de llegar a ser todas
las cosas y otro capaz de hacerlas todas; este último es a manera de una disposición habitual como, por
ejemplo, la luz: también la luz hace en cierto modo de los colores en potencia colores en acto. Y tal intelecto
es separable, sin mezcla e impasible, siendo como es acto por su propia entidad. Y es que siempre es más
excelso el agente que el paciente, el principio que la materia. Por lo demás, la misma cosa son la ciencia en
acto y su objeto. Desde el punto de vista de cada individuo la ciencia en potencia es anterior en cuanto al
tiempo, pero desde el punto de vista del universo en general no es anterior ni siquiera en cuanto al tiempo: no
ocurre, desde luego, que el intelecto intelija a veces y a veces deje de inteligir. Una vez separado es sólo
aquello que en realidad es y únicamente esto es inmortal y eterno. Nosotros, sin embargo, no somos capaces
de recordarlo, porque tal principio es impasible, mientras que el intelecto pasivo es corruptible y sin él nada
intelige [...]
Ahora bien, si el inteligir constituye una operación semejante a la sensación, consistirá en padecer cierto
influjo bajo la acción de lo inteligible o bien en algún otro proceso similar. Por consiguiente, el intelecto
-siendo impasible- ha de ser capaz de recibir la forma, es decir, ha de ser en potencia tal como la forma pero
sin ser ella misma y será respecto de lo inteligible algo análogo a lo que es la facultad sensitiva respecto de lo
sensible. Por consiguiente y puesto que intelige todas las cosas, necesariamente ha de ser sin mezcla -como
dice Anaxágoras- para que pueda dominar o, lo que es lo mismo, conocer, ya que lo que exhibe su propia
forma obstaculiza e interfiere a la ajena. Luego no tiene naturaleza alguna propia aparte de su misma
potencialidad. Así pues, el denominado intelecto del alma -me refiero al intelecto con que el alma razona y
enjuicia- no es en acto ninguno de los entes antes de inteligir. De ahí que sería igualmente ilógico que
estuviera mezclado con el cuerpo: y es que en tal caso poseería alguna cualidad, sería frío o caliente y tendría
un órgano como lo tiene la facultad sensitiva, pero no lo tiene realmente. Por lo tanto, dicen bien los que
dicen que el alma es el lugar de las formas, si exceptuamos que no lo es toda ella, sino sólo la intelectiva y
que no es las formas en acto, sino en potencia... Y es que la facultad sensible no se da sin el cuerpo, mientras
que el intelecto es separable.
Aristóteles, Acerca del alma (Libro Tercero)
25. Puesto que en la Naturaleza toda existe algo que es materia para cada género de entes -a saber, aquello
que en potencia es todas las cosas pertenecientes a tal género- pero existe además otro principio, el
causal y activo al que corresponde hacer todas las cosas -tal es la técnica respecto de la materia- también
en el caso del alma han de darse necesariamente estas diferencias. Así pues, existe un intelecto que es capaz
de llegar a ser todas las cosas y otro capaz de hacerlas todas; este último es a manera de una disposición
habitual como, por ejemplo, la luz: también la luz hace en cierto modo de los colores en potencia colores en
acto. Y tal intelecto es separable, sin mezcla e impasible, siendo como es acto por su propia entidad. Y es que
siempre es más excelso el agente que el paciente, el principio que la materia. Por lo demás, la misma cosa
son la ciencia en acto y su objeto. Desde el punto de vista de cada individuo la ciencia en potencia es
anterior en cuanto al tiempo, pero desde el punto de vista del universo en general no es anterior ni
siquiera en cuanto al tiempo: no ocurre, desde luego, que el intelecto intelija a veces y a veces deje de
inteligir. Una vez separado es sólo aquello que en realidad es y únicamente esto es inmortal y eterno.
Nosotros, sin embargo, no somos capaces de recordarlo, porque tal principio es impasible, mientras que el
intelecto pasivo es corruptible y sin él nada intelige [...]
Ahora bien, si el inteligir constituye una operación semejante a la sensación, consistirá en padecer cierto
influjo bajo la acción de lo inteligible o bien en algún otro proceso similar. Por consiguiente, el intelecto
-siendo impasible- ha de ser capaz de recibir la forma, es decir, ha de ser en potencia tal como la forma
pero sin ser ella misma y será respecto de lo inteligible algo análogo a lo que es la facultad sensitiva
respecto de lo sensible. Por consiguiente y puesto que intelige todas las cosas, necesariamente ha de ser sin
mezcla -como dice Anaxágoras- para que pueda dominar o, lo que es lo mismo, conocer, ya que lo que
exhibe su propia forma obstaculiza e interfiere a la ajena. Luego no tiene naturaleza alguna propia aparte de
su misma potencialidad. Así pues, el denominado intelecto del alma -me refiero al intelecto con que el alma
razona y enjuicia- no es en acto ninguno de los entes antes de inteligir. De ahí que sería igualmente ilógico
que estuviera mezclado con el cuerpo: y es que en tal caso poseería alguna cualidad, sería frío o caliente y
tendría un órgano como lo tiene la facultad sensitiva, pero no lo tiene realmente. Por lo tanto, dicen bien los
que dicen que el alma es el lugar de las formas, si exceptuamos que no lo es toda ella, sino sólo la
intelectiva y que no es las formas en acto, sino en potencia... Y es que la facultad sensible no se da sin el
cuerpo, mientras que el intelecto es separable.
Aristóteles, Acerca del alma (Libro Tercero)
27. Veamos en qué se funda nuestra inferencia cuando concluimos a partir de [la causa] que [el efecto] ha
existido o existirá. Supóngase que veo una bola moviéndose en línea recta hacia otra; inmediatamente
concluyo que chocarán y que la segunda se pondrá en movimiento. Ésta es la inferencia de la causa al efecto;
y de esta naturaleza son todos nuestros razonamientos en la conducta de la vida…
Si un hombre, como Adán, hubiese sido creado con pleno vigor del entendimiento, pero sin experiencia,
nunca podría inferir el movimiento de la segunda bola a partir del movimiento y el impulso de la primera. No
es cosa alguna que la razón vea en la causa lo que nos hace inferir el efecto. Una inferencia así, si fuera
posible, equivaldría a una demostración. De lo cual hay esta prueba evidente. La mente puede siempre
concebir que se siga cualquier efecto de cualquier causa y también que cualquier suceso se siga de otro; todo
lo que concebimos es posible, al menos en un sentido metafísico: pero, dondequiera que tiene lugar una
demostración, lo contrario es imposible e implica una contradicción. No hay ninguna demostración, por lo
tanto, para ninguna conjunción de causa y efecto. Y éste es un principio generalmente admitido por los
filósofos.
Hubiera sido necesario, por lo tanto, que Adán (de no estar inspirado) hubiese tenido experiencia del
efecto que se siguió del impulso de estas dos bolas. Tendría que haber visto, en varios casos, que cuando una
de las bolas chocaba con la otra, la segunda siempre adquiría movimiento. Si hubiese visto un número
suficiente de casos de este género, en toda ocasión en la que viese una bola moviéndose hacia la otra, habría
concluido siempre sin vacilación que la segunda adquiriría movimiento. Su entendimiento se anticiparía a su
visión y formaría una conclusión adecuada con su experiencia pasada.
Se sigue, pues, que todos los razonamientos relativos a la causa y el efecto están fundados en la
experiencia y que todos los razonamientos que parten de la experiencia están fundados en la suposición de
que el curso de la naturaleza continuará siendo uniformemente el mismo. Concluimos que causas similares,
en circunstancias similares, producirán siempre efectos similares.
David Hume, Tratado de la naturaleza humana (Compendio)
28. Veamos en qué se funda nuestra inferencia cuando concluimos a partir de [la causa] que [el efecto] ha
existido o existirá. Supóngase que veo una bola moviéndose en línea recta hacia otra; inmediatamente
concluyo que chocarán y que la segunda se pondrá en movimiento. Ésta es la inferencia de la causa al
efecto; y de esta naturaleza son todos nuestros razonamientos en la conducta de la vida…
Si un hombre, como Adán, hubiese sido creado con pleno vigor del entendimiento, pero sin experiencia,
nunca podría inferir el movimiento de la segunda bola a partir del movimiento y el impulso de la primera. No
es cosa alguna que la razón vea en la causa lo que nos hace inferir el efecto. Una inferencia así, si fuera
posible, equivaldría a una demostración. De lo cual hay esta prueba evidente. La mente puede siempre
concebir que se siga cualquier efecto de cualquier causa y también que cualquier suceso se siga de otro;
todo lo que concebimos es posible, al menos en un sentido metafísico: pero, dondequiera que tiene lugar
una demostración, lo contrario es imposible e implica una contradicción. No hay ninguna demostración,
por lo tanto, para ninguna conjunción de causa y efecto. Y éste es un principio generalmente admitido por
los filósofos.
Hubiera sido necesario, por lo tanto, que Adán (de no estar inspirado) hubiese tenido experiencia del
efecto que se siguió del impulso de estas dos bolas. Tendría que haber visto, en varios casos, que cuando una
de las bolas chocaba con la otra, la segunda siempre adquiría movimiento. Si hubiese visto un número
suficiente de casos de este género, en toda ocasión en la que viese una bola moviéndose hacia la otra, habría
concluido siempre sin vacilación que la segunda adquiriría movimiento. Su entendimiento se anticiparía a
su visión y formaría una conclusión adecuada con su experiencia pasada.
Se sigue, pues, que todos los razonamientos relativos a la causa y el efecto están fundados en la
experiencia y que todos los razonamientos que parten de la experiencia están fundados en la suposición de
que el curso de la naturaleza continuará siendo uniformemente el mismo. Concluimos que causas
similares, en circunstancias similares, producirán siempre efectos similares.
David Hume, Tratado de la naturaleza humana (Compendio)
30. Totalmente al contrario de lo que ocurre en la filosofía alemana, que desciende del cielo sobre la tierra, aquí se
asciende de la tierra al cielo. Es decir, no se parte de lo que los hombres dicen, se representan o se imaginan, ni
tampoco del hombre predicado, pensado, representado o imaginado, para llegar, arrancando de aquí, al hombre de
carne y hueso; se parte del hombre que realmente actúa y, arrancando de su proceso de vida real, se expone
también el desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida […] La moral, la religión, la
metafísica y cualquier otra ideología y las formas de conciencia que a ellas corresponden pierden, así, la apariencia
de su propia sustantividad. No tienen su propia historia ni su propio desarrollo, sino que los hombres que
desarrollan su producción material y su intercambio material cambian también, al cambiar esta realidad, su
pensamiento y los productos de su pensamiento [...]
La producción de la vida, tanto de la propia en el trabajo, como de la ajena en la procreación, se manifiesta
inmediatamente como una doble relación -de una parte, como una relación natural, y de otra como una relación
social- ; social, en el sentido de que por ella se entiende la cooperación de diversos individuos cualesquiera que
sean sus condiciones, de cualquier modo y para cualquier fin. De donde se desprende que un determinado modo de
producción o una determinada fase industrial lleva siempre aparejado un determinado modo de cooperación o una
determinada fase social, modo de cooperación que es, a su vez, una fuerza productiva; que la suma de las fuerzas
productivas accesibles al hombre condiciona el estado social y que, por tanto, la historia de la humanidad debe de
estudiarse y elaborarse siempre en conexión con la historia de la industria y del intercambio [...]
Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que
ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que
tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios
para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al mismo tiempo, por término medio, las ideas de
quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son otra cosa
que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes
concebidas como ideas; por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominante son
también las que confieren el papel dominante a sus ideas.
Karl Marx, La ideología alemana
31. Totalmente al contrario de lo que ocurre en la filosofía alemana, que desciende del cielo sobre la tierra, aquí se
asciende de la tierra al cielo. Es decir, no se parte de lo que los hombres dicen, se representan o se imaginan,
ni tampoco del hombre predicado, pensado, representado o imaginado, para llegar, arrancando de aquí, al
hombre de carne y hueso; se parte del hombre que realmente actúa y, arrancando de su proceso de vida real, se
expone también el desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida […] La moral, la
religión, la metafísica y cualquier otra ideología y las formas de conciencia que a ellas corresponden pierden, así,
la apariencia de su propia sustantividad. No tienen su propia historia ni su propio desarrollo, sino que los hombres
que desarrollan su producción material y su intercambio material cambian también, al cambiar esta realidad,
su pensamiento y los productos de su pensamiento [...]
La producción de la vida, tanto de la propia en el trabajo, como de la ajena en la procreación, se manifiesta
inmediatamente como una doble relación -de una parte, como una relación natural, y de otra como una relación
social- ; social, en el sentido de que por ella se entiende la cooperación de diversos individuos cualesquiera que
sean sus condiciones, de cualquier modo y para cualquier fin. De donde se desprende que un determinado modo
de producción o una determinada fase industrial lleva siempre aparejado un determinado modo de cooperación
o una determinada fase social, modo de cooperación que es, a su vez, una fuerza productiva; que la suma de las
fuerzas productivas accesibles al hombre condiciona el estado social y que, por tanto, la historia de la humanidad
debe de estudiarse y elaborarse siempre en conexión con la historia de la industria y del intercambio [...]
Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase
que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante.
La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de
los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al mismo tiempo, por término medio, las
ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no
son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales
dominantes concebidas como ideas; por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase
dominante son también las que confieren el papel dominante a sus ideas.
Karl Marx, La ideología alemana