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Juan Díaz de la Torre 
José Guadalupe Montaño Villalobos 
Alfonso Cepeda Salas 
Víctor Hugo Calvillo Mendoza 
Visión 
Colectiva 
de una Profesión: 
SNTE
Visión Colectiva de una Profesión: SNTE 
VISIÓN COLECTIVA 
DE UNA PROFESIÓN: SNTE 
1
VISIÓN COLECTIVA DE UNA PROFESIÓN: SNTE 
2 
Comisión Redactora: 
Juan Díaz de la Torre 
José Guadalupe Montaño Villalobos 
Alfonso Cepeda Salas 
Víctor Hugo Calvillo Mendoza 
Coordinador Editorial: 
José Guadalupe Montaño Villalobos 
Diseño e impresión 
Editorial del Magisterio 
ISBN: 978-6079-63496-4 
Año de Edición 2013 
primera edición 
derechos reservados c SNTE 2013 
Impreso en México 
Queda prohibida su reproducción parcial o total por cualquier medio impreso o 
electrónico sin la autorización previa por escrito del SNTE.
Visión Colectiva de una Profesión: SNTE 
A los trabajadores de la educación de México 
que se afanan cada día por elevar la calidad de la educación, 
y sienten genuino orgullo de pertenecer al SNTE 
3
4
Visión Colectiva de una Profesión: SNTE 
ÍNDICE 
PRESENTACIÓN 
INTRODUCCIÓN 
CAPÍTULO I. ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL SINDICALISMO 
MAGISTERIAL (1917-1943) 
CAPÍTULO II. LA CONSTITUCIÓN DEL SNTE Y SUS PRIMEROS AÑOS 
(1943-1949) 
CAPÍTULO III. ESTABILIDAD, CONSOLIDACIÓN Y DESARROLLO DEL 
SNTE (1949-1972) 
CAPÍTULO IV. NUEVA ESTRATEGIA SALARIAL Y PARTICIPACIÓN 
POLÍTICA DEL SNTE (1972-1989) 
CAPÍTULO V. REFORMA ESTATUTARIA Y FUNDAMENTO NORMATIVO 
DE LA PLURALIDAD POLÍTICA Y SINDICAL (1989-2000) 
CAPÍTULO VI. COMPROMISO DEL SNTE CON SU MATERIA DE TRABAJO 
(2000-2012) 
VALORACIÓN FINAL 
MEMORIA GRÁFICA 
REFERENCIAS 
SIGLAS 
5 
7 
9 
13 
45 
69 
127 
169 
219 
251 
253 
289 
300
6
Visión Colectiva de una Profesión: SNTE 
7 
PRESENTACIÓN 
Dentro de las corrientes historiográficas tradicionales se ha privilegiado 
una visión orientada en ofrecer una perspectiva macro de los hechos, que se 
limitan a narrar los grandes sucesos y dejan de lado las interpretaciones de 
pequeña escala de la realidad social, mismas que son la base en torno de la cual 
gira y se desenvuelve la historia. En este sentido es pertinente señalar, que sin 
un estudio concreto de los sucesos individuales, encuadrados y relacionados 
con su contexto, no se puede entender la verdadera dimensión del proceso 
histórico. Tal es el arreglo y disposición de los distintos capítulos que ofrece 
al lector la “Visión Colectiva de una Profesión: SNTE”. 
Este es un estudio puntual acerca de la evolución del magisterio y 
de su estructura organizativa sindical. Analiza su emergencia y su rápida 
transformación en una “profesión de Estado”. Hoy podría resultar extraño 
afirmar que, como indican los autores, la docencia en sus inicios fue una 
profesión del ámbito municipal, toda vez que los ayuntamientos dirigían y 
sostenían económicamente a las escuelas. En ese periodo, la unidad gremial 
del magisterio fue un factor importante para proteger a los profesores de 
los abusos que ejercían las autoridades y caciques locales, ante la necesidad 
de tener un salario digno que no se podía garantizar, por las penurias de los 
erarios estatales y municipales. 
Desde la antigüedad la manera más habitual de escribir la historia 
consistía en referirse al sujeto histórico como una persona individual, en la 
cual los entes relevantes o destacados eran quienes hacían la historia, así, ésta 
se convertía en el registro de hechos memorables de grandes hombres. De 
esta manera si el hombre es el verdadero protagonista de la historia, la escala 
temporal de la vida humana pasa a ser decisiva, sin embargo, ésta puede ser 
superada por la duración de las instituciones. 
En el presente estudio, el protagonista, el sujeto histórico, es un ente 
social que es capaz de transformar su realidad a partir de su visión del futuro 
y con ello generar historia; el magisterio con más de setenta años de ejercer
una vocación, íntimamente relacionada con la transformación de la estructura 
sociodemográfica del país, lo ha hecho con alta responsabilidad y compromiso 
con su materia de trabajo. 
Desde sus orígenes, al magisterio como actor central del proceso 
educativo, se le ha reconocido un papel fundamental en la formación del Estado 
mexicano así como en la edificación de las nuevas instituciones surgidas del 
movimiento armado de 1910. Después de haber superado el azaroso camino 
de las primeras organizaciones sindicales del magisterio, el SNTE llegó a 
constituirse, por medio de asambleas, consejos y congresos, en una de las 
fuerzas impulsoras que actúan en la sociedad para orientar la política educativa 
del Estado. 
El presente análisis muestra, a través de una detallada relación 
cronológica, los sucesos más visibles de la vida interna sindical y de cómo 
en la defensa de los derechos laborales de una profesión, su liderazgo lo 
llevó a constituirse en un interlocutor válido dentro del entramado político e 
institucional. 
La evolución de la organización sindical magisterial, como aparato 
institucional, debe mirar por su propia estabilidad y continuidad. Por una 
parte requiere utilizar instrumentos de concertación, controlar demandas 
excesivas, moderar disidencias y equilibrar presiones y, por otra, articular 
demandas concretas de los sectores sociales para satisfacer las expectativas 
de una vida mejor a través de la educación, para adquirir movilidad social, 
elevar competencias, obtener destrezas técnicas, credenciales laborales, 
capital cultural, etc. 
La legitimidad de estas aspiraciones se concreta en los hechos, como 
demandas políticas. En este sentido es importante destacar que el proceso 
de consolidación del SNTE propició a su vez la estabilización de la vida 
interna de la SEP. Esto es muy significativo en muchos planos y niveles, pues 
ambas instituciones constituyen la trama y la urdimbre del alma de la escuela 
mexicana, con su ambiente y estilo, sus preocupaciones vitales, la conciencia 
y vocación de sus maestros que la hacen única, así, es válido afirmar que esta 
investigación documental es una historia personal. 
8 
Profa. Lucila Garfias Gutiérrez
Visión Colectiva de una Profesión: SNTE 
INTRODUCCIÓN 
Reunir en una obra parte del quehacer y quizá del sentir de varias generaciones 
de mexicanos, que a lo largo de 70 años han compartido una vocación que se 
vuelve realidad en el rostro de la patria, es muestra de un propósito que se 
proyecta en torno a la huella que el magisterio ha impreso en la conciencia 
colectiva, como la más clara evidencia de que el ahora deviene del pasado, y 
que del actuar presente depende que el porvenir adquiera mayor sentido y 
dimensión. 
Vislumbrar un futuro de manera colectiva es una enseñanza que 
proviene de la voluntad y de la capacidad de los trabajadores de la educación 
para configurar, en diversos momentos y escenarios, respuestas que, por 
mucho, se han anticipado al planteamiento de las preguntas. 
Las asambleas, consejos y congresos en los que se construyeron 
las grandes definiciones, y en los que se establecieron los rumbos de una 
diversidad que se hace unidad en la educación al servicio del pueblo, 
constituyen el hilo conductor de una narrativa que reconoce a la educación 
y a los derechos laborales por igual como los dos pilares de una profesión 
compartida. 
Los objetivos de esta obra son: primero, establecer las bases de un 
proceso permanente de investigación en microhistoria, con el fin de que los 
agremiados hagan una valoración más justa de las acciones de sus antecesores 
y de su propia participación social, gremial y educativa; segundo, ofrecer a 
los trabajadores de la educación una visión histórica, integral e incluyente, 
que articule a su organización con sus diversos contextos y la construcción de 
su propio futuro, y tercero, documentar las luchas reivindicadoras del SNTE 
–en sus diversas etapas– en las cuales se han generado condiciones políticas 
y sociales que inciden en avances de consideración para los integrantes del 
Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, como resultado de la 
persistente acción gremial y de un responsable desempeño profesional de 
sus miembros, sin dejar de reconocer, por supuesto, que todavía falta mucho 
por hacer. 
9
Las investigaciones y trabajos académicos que dieron fundamento a 
los libros y diversos materiales que existen sobre la historia del sindicalismo 
magisterial, han dejado aportes de gran importancia, pero abordan sólo 
algunas de sus etapas o, en algunos casos, su estudio llega hasta cierto periodo 
de su desarrollo; sin embargo, hace falta una obra que integre una visión de 
conjunto hasta nuestros días, por lo que este trabajo espera ser el punto de 
partida para iniciar el proceso referido. 
Este libro es producto, en todas sus partes, de la investigación 
realizada en una gran cantidad de fuentes bibliográficas, hemerográficas y 
de otra naturaleza, como fueron: en primer lugar, las propias publicaciones 
del SNTE, particularmente, los trabajos denominados Apuntes históricos 
sobre el movimiento sindical del magisterio nacional, y Breve historia del 
movimiento sindical mexicano y comentario histórico del actual Sindicato 
Nacional de Trabajadores de la Educación, los cuales contienen datos de los 
acontecimientos que no deben ser desestimados pues sus autores fueron 
protagonistas de varios de los hechos descritos. 
Ambos documentos pertenecen al acervo histórico de este organismo 
gremial; fueron escritos por Enrique W. Sánchez y Valente Lozano Ceniceros 
para las Conferencias Regionales de Orientación Sindical que organizó el 
Comité Ejecutivo Nacional en 1965. En ellas los autores participaron como 
conferencistas y, después, entregaron sus aportaciones a la organización 
para que fueran publicadas, inicialmente, en la memoria de esas actividades 
(1966), y, en una edición conmemorativa del 25 aniversario del SNTE, tres 
años después. 
Asimismo, se leyeron las obras del licenciado Vicente Lombardo 
Toledano: La libertad sindical en México y Teoría y práctica del movimiento 
sindical mexicano, así como algunos textos de sus entrevistas, conferencias, 
artículos y discursos. De igual forma, se estudiaron libros de José Vasconcelos 
y las Memorias de Jaime Torres Bodet, además de los discursos, entrevistas 
y mensajes de ambos intelectuales y funcionarios educativos. También, se 
revisaron las obras de Gerardo Peláez Ramos, El sindicalismo magisterial 
1935-1943, la Historia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación 
y Diez años de luchas magisteriales (1979-1989), entre otros de sus textos. 
Se consultaron, además, los análisis de Alberto Arnaut relativos al tema, 
diversos libros escritos por estudiosos del origen y trayectoria del SNTE, así 
como varios trabajos de personajes relacionados con el sector educativo y con 
la investigación social, y, finalmente, se examinaron numerosos materiales 
publicados en internet. 
En lo que concierne a su contenido, en el capítulo I de este trabajo se 
abordan los antecedentes históricos del sindicalismo magisterial, con base 
en un resumen de los acontecimientos previos a la fundación del Sindicato 
10
Visión Colectiva de una Profesión: SNTE 
Nacional de Trabajadores de la Educación, que incluye una breve reseña de 
cada una de las organizaciones que le dieron origen, además de una síntesis 
de la evolución de los derechos laborales y sindicales de los trabajadores al 
servicio del Estado. 
En el capítulo II se sintetizan los sucesos relativos al Congreso 
Constituyente del SNTE; las condiciones que prevalecían en el país en aquel 
tiempo; las circunstancias en las que se desarrolló el trabajo sindical en los 
primeros años de vida de la agrupación; particularmente los problemas que 
enfrentaron los integrantes del primero y del segundo Comités Ejecutivos 
Nacionales, y la forma en que las pugnas –existentes entonces– afectaban la 
unidad interna de la organización gremial. 
En el capítulo III se analizan las circunstancias que posibilitaron la 
estabilidad, consolidación y desarrollo del SNTE a partir de que se regularizó 
su vida interna –de conformidad con sus Estatutos–, lo anterior a través de la 
realización periódica de congresos y consejos nacionales, así como congresos, 
plenos y asambleas delegacionales en las diversas secciones del país. Con 
ello se establecieron bases sólidas para cumplir mejor con los propósitos 
fundamentales del Sindicato, en favor de la educación pública y de su propia 
lucha reivindicativa por la vía institucional, orientada a generar mejores 
condiciones de vida para los trabajadores de la educación. 
En el capítulo IV se examina la nueva estrategia salarial del Sindicato y 
la proyección política que logró el SNTE con su participación, la cual propició 
que cuadros sindicales, no únicamente del ámbito nacional, sino también de 
las entidades federativas, pudieran acceder a puestos de elección popular, 
medularmente, diputaciones federales y locales, así como regidurías, y a la vez 
se registran las acciones que se efectuaron para lograr una mayor identidad 
profesional. 
En el capítulo V se describen los acontecimientos que originaron 
la necesidad de impulsar una reglamentación interna que permitiera 
fortalecer la vida democrática del organismo, con el fin de lograr, entre 
otros objetivos: la recuperación salarial de los agremiados y el de preservar 
la estructura nacional y unitaria del SNTE, en el marco de los retos que 
se tuvieron que enfrentar a partir de 1989, lo cual dio paso a la reforma 
estatutaria aprobada en el II Congreso Nacional Extraordinario, de la que 
se derivó el sustento normativo de la pluralidad sindical y política, con la 
aplicación del principio de representación proporcional en los procesos de 
elección interna, y con la creación y funcionamiento del Comité Nacional 
de Acción Política. 
En el capítulo VI se documentan las aportaciones del SNTE destinadas 
a mejorar su materia de trabajo, la cual pasa por una verdadera crisis, como 
un reflejo de los enormes problemas que existen en el panorama general, 
11
pues lo que acontece en la educación pública obedece a una gran diversidad 
de factores y actores que inciden en su propio desarrollo. 
Es muy evidente que con este trabajo no se agota el estudio de nuestra 
realidad histórica, pero se espera sea de utilidad para los trabajadores de la 
educación y sirva de base para estudios posteriores. 
12
Visión Colectiva de una Profesión: SNTE 
CAPÍTULO I 
ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL SINDICALISMO MAGISTERIAL 
(1917-1943) 
13 
1. El marco legal 
El 5 de febrero de 1917, se promulgó la Constitución Política de los Estados 
Unidos Mexicanos en la que se incluyeron las modernas garantías sociales. En 
el aspecto laboral el artículo 123 aprobado con el título: “Del trabajo y de la 
previsión social”, dio fundamento a la creación de sindicatos, federaciones y 
confederaciones en la República Mexicana, ya que en su fracción xvi estableció 
el derecho de los obreros y los empresarios para coaligarse en la defensa de 
sus respectivos intereses. 
A pesar de lo anterior, esa Ley fundamental no consideró “dentro de 
esas garantías a la burocracia, no obstante que en las deliberaciones se habló 
de la difícil situación en que vivía el trabajador al servicio del Estado”, quien 
no tenía ninguna protección jurídica, al igual que el magisterio nacional, como 
parte del sector aludido, por lo cual los maestros buscaron alianzas con los 
demás servidores públicos y con los obreros para defenderse de las injusticias 
de que eran víctimas, pues al no existir seguridad en el empleo eran cesados 
frecuentemente por los altos funcionarios de la Federación, quienes cometían 
todo tipo de atropellos fundamentados en la fracción ii del artículo 89 de la 
Constitución, que les otorgaba la facultad de nombrar y remover libremente 
a los altos, pero también a los demás empleados de la unión (Flores, 1966: 
188-189). 
En esas condiciones de total indefensión jurídica en las que estaban 
los maestros, la primera Legislatura Constitucional, que aprobó la Carta 
Magna de 1917, recibió el 27 de septiembre del mismo año, una iniciativa 
que fue presentada por los diputados Benito Ramírez y Enrique Viesca 
Lobatón –representantes de Veracruz y Coahuila, respectivamente–, en la 
que argumentaban que: “Siempre nos ha impresionado la triste posición del
maestro de escuela, siempre, unido como la sombra al cuerpo ha surgido el 
contraste en nuestro espíritu de su precaria situación económica y social, y 
de su grandiosa labor en bien de la patria y del pueblo”. Por ello propusieron 
una ley con dos artículos: el primero, para declarar el 15 de Mayo, Día del 
Maestro y, el segundo, que “los padres o tutores encargados de los niños, los 
enviarán en ese día a la casa de sus maestros, para saludarles, rindiendo el 
homenaje de su gratitud” (Cfr. Diario de los Debates de la Cámara de Diputados. 
Periodo ordinario. XXVII Legislatura, tomo ii. núm. 20, 28 de septiembre de 
1917). 
Finalmente, después de la discusión de la iniciativa en la Cámara de 
origen y sufrir modificaciones en la misma, se envió al Senado para continuar 
con el procedimiento legislativo correspondiente. Ahí fue aprobada el 17 de 
noviembre en los siguientes términos: “Artículo 1°. Se declara Día del Maestro 
el 15 de Mayo, debiendo suspenderse en esa fecha las labores escolares”, y 
“Artículo 2°. En todas las escuelas se organizarán ese mismo día festividades 
culturales que pongan de relieve la importancia y nobleza del papel social del 
maestro”, decreto que fue publicado en el Diario Oficial de la Federación el 3 
de diciembre de 1917. 
Cuando se decretó la celebración aludida, México comenzaba a 
recuperarse apenas del largo conflicto social, político y armado que fue la 
Revolución Mexicana, por lo tanto: 
[…] había que reconstruir el país y fundar un nuevo Estado; restablecer la unidad 
nacional; edificar las nuevas instituciones y desplegar el conjunto de políticas de salud, 
educación, seguridad y asistencia social; de desarrollo del campo y las ciudades que 
fueron las características del Estado social mexicano. 
En ese contexto, con todo por hacer hacia adelante, el homenaje que se instituyó 
para los maestros tuvo un doble y profundo significado: se reconocía explícitamente 
su elevada responsabilidad educativa y al mismo tiempo se les asignaba un papel 
fundamental para afrontar los grandes desafíos de la época, en una palabra, se les 
hacía partícipes de los esfuerzos para reconstruir la nación (Díaz, 2013). 
No obstante ese reconocimiento, los maestros continuaron sin una 
legislación que los protegiera por lo que fue natural que sintieran, al igual que 
los obreros, los campesinos y los burócratas, la necesidad de organizarse en 
defensa de sus intereses comunes. 
Aunque están documentados algunos intentos organizativos del 
magisterio para cohesionarse bajo este propósito antes de la promulgación 
de la Constitución de 1917, fue a partir de este trascendente acto legislativo 
cuando se iniciaron, en alianza con los demás trabajadores, las más eficaces 
acciones para constituir las primeras agrupaciones gremiales de los maestros 
en México; así quedó plasmado en el hecho histórico de la fundación de 
14
Visión Colectiva de una Profesión: SNTE 
la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM) en 1918, donde se 
integraron “grupos de maestros de Veracruz, Puebla, Tlaxcala y San Luis Potosí” 
que luchaban “por sus conquistas e intereses estrechamente vinculados a la 
clase obrera” (Sánchez, 1969: 7). 
Sin embargo, todo parece indicar que la participación del magisterio 
tuvo sus limitaciones en un principio pues, según Vicente Lombardo Toledano 
(1974: 190), la CROM establecía en su constitución que los grupos de 
trabajadores no manuales podían ingresar en su seno como “asociaciones 
culturales” con voz, pero sin voto dentro de la asamblea general, y con ese 
carácter se incorporaron “en ella algunos sindicatos de maestros de escuela”; 
posteriormente se rompió ese principio y “se nombró como miembro de una 
comisión de dictamen al representante de un sindicato de profesores, derecho 
sólo reservado a los miembros activos de la Confederación”; esto sirvió como 
base para solicitar “la incorporación sin restricciones de los profesores en el 
organismo obrero” tiempo después. 
Un antecedente fundamental para comprender la situación laboral 
de los maestros en esos años, es el que tiene que ver con la disposición 
constitucional que se aprobó en el Congreso Constituyente de 1917, por medio 
de la cual quedó suprimida la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes 
–que había sido creada en 1905–, lo cual dio origen a que en el artículo 32 de 
la Ley de Organización del Distrito y Territorios Federales –expedida por el 
presidente Venustiano Carranza, el 13 de abril de 1917– se estableciera que: 
“La instrucción pública primaria estará en el Distrito Federal y territorios de 
la Federación a cargo exclusivamente de los ayuntamientos…”; poco tiempo 
después se demostró que esa medida fue un error, ya que los municipios no 
estaban capacitados para esa tarea, 
…en vista de que su administración y funcionamiento requería de una preparación 
científica y pedagógica, así como de ingresos suficientes para llevar a la práctica 
los principios de laicidad, obligatoriedad y gratuidad. Se necesitaban edificios y 
mobiliario escolar, libros de texto y pago regular a los maestros, lo cual exigía el 
correspondiente presupuesto, legislación y administración escolares, adecuados 
para coordinar la parte técnica y no producir conflictos entre los diversos planes 
y programas de estudio o entre los mismos municipios del país; por consiguiente, 
pronto aparecieron por todo el territorio las protestas motivadas por diversas causas, 
sobresaliendo entre éstas, la clausura de escuelas por falta de pago a los profesores 
[…] Así pues, sólo en el Distrito Federal la instrucción primaria disminuyó en una 
proporción cercana al 75 % […]; los planteles jamás habían estado peor atendidos 
[…]; ello provocó huelgas de profesores, pues sólo se les pagaba el 75 % de su sueldo, 
y a pesar de eso, en la Ciudad de México el profesorado tenía tres decenas de retraso 
y seis en las municipalidades. Entre las razones que se adujeron para cometer esta 
arbitrariedad, estaba la de que no alcanzaban los fondos del erario para cubrirlos 
íntegramente (Gómez, 1982: 151-152). 
15
La municipalización de la educación se reflejó también en la merma de 
maestros de educación primaria que en 1910 ascendían a 21,017 (Martínez, 
358), y en 1919, de acuerdo con la SEP, sólo eran 9,560 (SEP, Historia de la 
SEP); es decir, se registró un decremento de 54.5 por ciento. 
En esas circunstancias surgió, en el Distrito Federal, en mayo de 1919, 
“un conflicto que [llevó] al estallamiento de la primera huelga magisterial de 
la historia de México, en demanda del pago de los sueldos devengados y la 
reposición en sus plazas de los maestros cesados”, de tal suerte que esta acción 
reivindicadora “impactó a la opinión pública debido a la novedad del fenómeno, 
el momento en que ocurría y el apoyo que logró movilizar”, lo cual le brindó 
“todavía mayor relevancia, puesto que se [convirtió] en el argumento histórico 
más usado por quienes en breve reanimarían el proyecto de federalización 
educativa” (Arnaut, 1998b: 144-145). 
La huelga de los maestros tuvo la solidaridad de los sindicatos de 
trabajadores, particularmente de los tranviarios, de los choferes, de los 
panaderos y de los obreros de los diarios y periódicos; además, “se efectuaron 
actos por parte del elemento femenino del profesorado, de verdadera 
heroicidad, pues al iniciarse el servicio de tranvías con rompehuelgas, las 
esforzadas educadoras se arrojaban a las vías para impedir el tráfico” (Salazar, 
1972: 260). 
La respuesta del gobierno del presidente Venustiano Carranza 
no se hizo esperar; aunque reconoció que el motivo de esa huelga era la 
“irregularidad consiguiente a la actual organización política del municipio 
de México” lo cual causó “el retardo en los pagos al personal de instrucción 
pública”, no cedió a ninguna de las demandas planteadas por los maestros; por 
el contrario, los reprimió y los llamó “perturbadores”. Finalmente, “publicó su 
determinación de mantener el orden a toda costa, declarando que no existía 
el derecho de huelga de los servidores de la nación” (Informe presidencial del 
1° de septiembre de 1919). 
Ante la enorme presión del gobierno, los sectores solidarios con los 
profesores retiraron su apoyo y “el cuerpo docente, la falange educadora, 
quedó injusta y cruelmente abandonada a sus propios destinos” (Salazar, 260); 
aunque esa huelga fue derrotada cabe destacar que el movimiento sirvió para 
que se tomara mayor conciencia de la necesidad de poseer una organización 
gremial que defendiera con eficacia sus intereses legítimos, además de que 
pusiera en evidencia sus deplorables condiciones de trabajo. En toda la historia 
del sindicalismo magisterial, la falta del pago oportuno de los sueldos ha sido 
una fuente constante de justas inconformidades y protestas de los maestros 
en todos los niveles educativos. 
16
Visión Colectiva de una Profesión: SNTE 
2. Primeras organizaciones sindicales del magisterio 
En 1920, nació la Liga de Profesores del Distrito Federal –que es considerada 
la primera agrupación de maestros de carácter sindical–, formada por Vicente 
Lombardo Toledano, la cual, según José Antonio Espinosa (1982: 68), “al poco 
tiempo, [y] con sede en la Ciudad de México, ésta se [autodesignó la] Liga 
Nacional de Maestros”. 
Al respecto, su fundador explica en una entrevista que se le denominó 
de esa forma “porque había una tradición de ligas” y que, cuando nació 
ese organismo, “éramos muy pocos maestros universitarios, maestros de 
la escuela preparatoria y algunos maestros de las escuelas primarias de la 
Ciudad de México. Mi propósito era el comenzar a agrupar a los trabajadores 
de la enseñanza para estudiar los problemas pedagógicos del país” (Wilkie y 
Monzón, 1982: 47, 125). 
La agrupación referida, surgió bajo el amparo de la CROM, alianza que 
se confirma con el hecho de que Vicente Lombardo Toledano participó, en su 
carácter de secretario general de la Liga de Profesores del Distrito Federal, 
como delegado a la III Convención de la Central Obrera, que se realizó en la 
ciudad de Orizaba, Veracruz en 1921 (Ibíd., 47), y, después, en la V Convención 
Nacional de la mencionada Confederación, la cual se llevó a cabo en la ciudad 
de Guadalajara, Jalisco, en 1923; ahí “fue electo secretario de Educación del 
Comité Central de la CROM, y estuvo en él durante ocho años consecutivos 
hasta que renunció a seguir perteneciendo a esa Central Obrera” (Pliego, 2011). 
En ese sentido, el mismo intelectual, político y dirigente sindical decía 
17 
en julio de 1961: 
¿Quién organizó a los maestros? La clase obrera. En los demás países los profesores se 
han agrupado solos o los sindicatos obreros han intervenido; pero sólo recientemente 
para estimular la asociación profesional de los educadores. Además, la Revolución 
Mexicana creó dos instituciones democráticas de enseñanza: la escuela rural y la 
escuela secundaria, que por su propia naturaleza se ligaron al pueblo. […] Hubo, pues, 
vínculos de clase entre los obreros y los maestros; entre los maestros y los campesinos 
(Lombardo, 1961: 141). 
El 14 de febrero de 1922, se fundó en el Distrito Federal, la Liga Nacional 
de Maestros Racionalistas, la cual tuvo un importante desarrollo en Yucatán, 
Tabasco y Veracruz, debido al apoyo que le otorgaron los gobernadores Felipe 
Carrillo Puerto, Tomás Garrido Canabal y Adalberto Tejeda, respectivamente. 
Las bases ideológicas de esta corriente eran: la libertad y la igualdad de sus 
miembros. Sus principios pedagógicos fueron: la acción y el contacto directo 
con la naturaleza a través de la observación y la experimentación (Montes de 
Oca).
De acuerdo con algunos de sus postulados, la escuela racionalista 
luchaba por establecer una humanidad fuerte y libre, sin salarios, sin limosnas, 
ni fronteras; no reconocía deidades y se proponía terminar con los amos, 
dogmas y prejuicios políticos y militares, al tiempo que pugnaba por enseñar a 
oír la voz de la razón, pero nunca la voz del servilismo, y acabar con el régimen 
capitalista, para establecer el del proletariado (Ibíd.). 
Gerardo Peláez Ramos (1994: 14), registra también la fundación de 
la Unión Sindicalista de Profesores del Distrito Federal en 1924 “que pronto 
constituyó una federación [junto] con los sindicatos magisteriales del estado 
de Veracruz y algunos del norte de la República”. Señala además, que “esta 
agrupación redactó un programa avanzado, utilizó tácticas sindicales, buscó 
resolver los problemas del gremio y se unió a los trabajadores manuales”. 
Como resultado del Primer Congreso Nacional de Educación Primaria 
se fundó la Federación Nacional de Maestros (FNM), que fue una agrupación 
que “facilitó e impulsó la organización de los trabajadores de la SEP en diversas 
entidades federativas y la centralización en una agrupación que tendía a 
su unicidad” (Ibíd., 15). Dicho congreso, convocado por Vicente Lombardo 
Toledano en nombre de la CROM, se llevó a cabo en la Ciudad de México, del 30 
de diciembre de 1926 al 4 de enero de 1927, y en él participaron los profesores 
que integraban 21 delegaciones de los diferentes estados de la República. 
El lema de la FNM era: “Salud y Revolución Social”; el Comité Ejecutivo 
que se eligió en la reunión aludida lo formaron: Vicente Lombardo Toledano, 
secretario general; Martín Cortina, secretario del Interior; David Vilchis, 
secretario del Exterior; Elías Soto Campos, tesorero; y N. Ocampo Bolaños, 
secretario de Organización y Propaganda; aunque estos dos últimos ya no 
aparecieron en el informe que rindió la Federación el 3 de noviembre de 1927, 
sobre la huelga de maestros de Veracruz, pues en ese documento se registra 
como secretario Provisional de Organización, a Gumersindo Nava y, como 
Tesorero Sustituto, a Erasto Valle (La Huelga, 186). 
Lombardo Toledano cuenta en otra entrevista, que al nacer la FNM 
y ser electo secretario general, los maestros de algunas regiones del país se 
quejaban de que no les pagaban los sueldos puntualmente, y que en aquel 
tiempo: 
[…] los maestros eran vistos como funcionarios de segunda clase; primero cobraban 
los salarios los empleados administrativos y los maestros siempre eran los últimos 
en ser atendidos. 
Al crearse la Federación Nacional de Maestros comenzamos una lucha sistemática 
para reivindicar el papel del magisterio y también para exigir mejores salarios y pago 
puntual de su retribución (Wilkie y Monzón, 1982: 128-129). 
18
Visión Colectiva de una Profesión: SNTE 
La primera gran huelga encabezada por la Federación fue la que 
realizaron los maestros de Veracruz del 24 de septiembre al 16 de octubre 
de 1927, pues les debían de tres a nueve meses de sus sueldos. El Sindicato 
de Maestros Jalapeños y el Sindicato de Profesores del Puerto de Veracruz 
(integrantes de la FNM), con la ayuda solidaria de todas las organizaciones 
obreras del país (pertenecientes a la CROM), se fueron a un movimiento “toda 
vez que el gobernador Jara había manifestado hallarse imposibilitado para 
pagar los sueldos de los maestros” (La Huelga, 180-181). 
La huelga estalló en el Puerto de Veracruz, el 24 de septiembre, y 
en Jalapa, dos días después, en donde “los maestros permanecieron en los 
establecimientos y los obreros dieron (sic), guardias a la entrada para impedir 
el acceso de escolares y esquiroles” (Ibíd., 181-182). 
Por su parte, Vicente Lombardo Toledano, con el fin de iniciar una 
campaña en favor de los maestros veracruzanos, expuso la dura situación de 
los profesores en la sesión del 23 de septiembre de la Cámara de Diputados, 
justamente en la víspera del día en que estalló la huelga, “pidiendo la ayuda 
moral y pecuniaria de los representantes populares”. Los diputados se 
solidarizaron con ese movimiento y apoyaron con 493.37 pesos (Ibíd.,181). 
El conflicto concluyó tras 23 días de huelga con el arreglo al que 
llegaron con el gobierno, los comisionados de la FNM, Martín Cortina y 
David Vilchis y los integrantes de los comités de huelga de los maestros 
de Jalapa y Veracruz, el cual consistía, primero, en que se pagaría a los 
maestros la cuarta parte del adeudo; segundo, que en lo futuro los pagos 
serían puntuales, y, tercero, que el adeudo pendiente se haría efectivo 
decenalmente en el transcurso del año, hasta dejarlo concluido al finalizar 
el mismo (Ibíd., 184-185). 
Sin embargo, se realizó otra huelga en el Puerto de Veracruz del 14 de 
septiembre al 15 de octubre de 1928, porque a los maestros no les pagaban 
desde hacía cuatro meses, movimiento que también apoyó la FNM, pues según 
señaló Vicente Lombardo Toledano: 
Si hace un año los profesores suspendieron la huelga ante la promesa de honor que 
les hizo el gobernador de pagarles lo que se les debía, y salieron defraudados, hoy 
están decididos a continuar indefinidamente en su actitud, pues les consta que los 
arbitrios (impuestos), municipales son suficientes para cubrir el presupuesto, sólo 
que los fondos se han aplicado a fines ajenos a sus obligaciones y al mismo tiempo 
se disminuyen ciertas entradas por malos manejos (Telegrama). 
La huelga anterior, exitosamente ejecutada, dio origen al reconocimiento 
de que el Estado es patrón respecto a sus servidores, circunstancia que 
fortaleció a la Federación Nacional de Maestros y estimuló la creación de 
19
sindicatos de trabajadores al servicio del Estado, tal como lo describe Vicente 
Lombardo Toledano en una conferencia que impartió en el SNTE, en 1965 
(1966: 33-34): 
En el caso de los trabajadores del Estado, hay que hacer algunas consideraciones 
complementarias. El Estado en México es un patrón. Esta es una conquista de la clase 
obrera. Muy pocos de los maestros que están en esta sala saben que quien sentó el 
precedente de que el Estado es patrón en México respecto de los maestros, fue el 
movimiento obrero, a través de la Federación Nacional de Maestros […]. Había una 
huelga en el Puerto de Veracruz. Seis meses hacía que no se pagaban los salarios de los 
maestros dependientes del municipio y del gobierno del estado. La naciente federación 
peleó, y después de largas y enojosas discusiones en presencia del pueblo, como en 
los viejos cabildos de España, el alcalde, que era un hombre de la clase trabajadora 
—vendía pescado en el mercado—, dijo: tienen razón, yo acepto que el ayuntamiento 
es patrón de los trabajadores. 
La Federación Nacional de Maestros logró que se hiciera un acta bien fundada desde el 
punto de vista jurídico y social, y dos o tres semanas después, con motivo de una huelga 
en los trabajadores de camiones de la ruta de Azcapotzalco hubo otro precedente igual, 
hasta que logramos que se llegara a la jurisprudencia reconociendo que el Estado en 
México es un patrón respecto de sus servidores. 
De hecho, las huelgas aludidas no fueron las únicas que se registraron 
en la entidad veracruzana, que tenía una tradición de lucha magisterial, pues 
un estudioso del sindicalismo de los profesores, señala que en mayo de 1919 
y julio de 1925 se realizaron importantes huelgas de maestros en el Puerto 
de Veracruz (Peláez, 1994: 21). 
De acuerdo con Enrique W. Sánchez (1969: 7), en el Distrito Federal 
se formaron uniones, federaciones, asociaciones, grupos de maestros de 
los estados y de todo ese conjunto heterogéneo con deseos de organizarse, 
entonces surgió “la Confederación de Uniones Magisteriales, que contó con la 
adhesión de agrupamientos magisteriales de algunos estados como Veracruz, 
que es pionero en la lucha por la sindicalización de los educadores mexicanos. 
En esta etapa inicial sobresale la actuación de David Vilchis, que a pesar de 
sus errores y flaquezas, fue un esforzado luchador y guía de los maestros del 
Distrito Federal”. 
Es muy evidente, que cuando se alude en la cita anterior a la 
“Confederación de Uniones Magisteriales”, se trata en realidad de la 
Confederación Nacional de Organizaciones Magisteriales (CNOM), cuya 
fundación fue promovida por el profesor David Vilchis en el centro del país 
en 1930, (Ávila y Martínez, 1990: 16), agrupación “que desempeñó un rol 
destacado en la lucha por defender los intereses de los maestros e impulsar su 
organización” (Peláez), pero según José Antonio Espinosa (1982: 68), no era 
muy compacta, aunque admite que “aparentemente fue más representativa 
que las que la precedieron”. 
20
Visión Colectiva de una Profesión: SNTE 
En ese sentido, David L. Raby afirmó (1974: 69), que la CNOM “era muy 
limitada y escasamente representaba a la mayoría de los maestros del país”, 
pero que se “esforzó por mejorar las condiciones y coordinar las actividades de 
los sindicatos asociados”, y que en septiembre de 1931, su asamblea nacional 
“demandó mejores salarios y expresó su apoyo a los maestros que en esos 
momentos tomaban parte en disputas locales en Oaxaca y San Luis Potosí”. 
3. La obra educativa de José Vasconcelos 
En esos años, el sistema educativo se transformó radicalmente, primero, con 
el fuerte impulso que le dio el presidente Adolfo de la Huerta (1° de junio al 
30 de noviembre de 1920), quien designó a José Vasconcelos como jefe del 
Departamento Universitario y de Bellas Artes, cargo que incluyó la rectoría 
de la Universidad Nacional, desde donde inició la formulación del proyecto 
para crear la Secretaría de Educación Pública. 
En la siguiente administración se le ratificó en las responsabilidades 
aludidas. Días después del 3 de octubre de 1921, fecha en que se publicó el 
decreto de creación de la Secretaría de Educación Pública (SEP), en el Diario 
Oficial de la Federación (DOF), Vasconcelos fue designado primer titular de la 
misma, ya que él llevó a la práctica esa idea fundamental y venía desarrollando 
una significativa labor educativa, en su Campaña contra el Analfabetismo 
promovida con profesores honorarios, por lo que, como era de esperarse, 
supo responder con una gran visión, entusiasmo y laboriosidad a la enorme 
responsabilidad que le entregó el presidente Álvaro Obregón, quien sabía de 
lo que hablaba cuando en su primer informe ante el Congreso de la Unión, 
expresó: 
El Ejecutivo de la Unión ha dedicado y continuará dedicando atención muy preferente 
a la educación popular, por ser ésta la función más importante y trascendental del 
poder público, la más noble institución de los tiempos actuales, y, al propio tiempo, en 
alto grado fecunda para el bienestar social y económico de nuestros conciudadanos, 
no menos que para su mejoramiento moral y cultura cívica, pues su más amplia 
difusión en todos los ámbitos del país, hará imposible el restablecimiento de la 
tiranía que por tantos años ha deshonrado nuestra historia […]. A fin de impulsar 
vigorosamente la educación nacional en todo el país, y darle la necesaria unidad de 
propósitos, se inició la reforma del artículo 14 transitorio y del 73, fracción XXVII de la 
Constitución General, y aprobadas estas reformas, fueron debidamente promulgadas 
el 30 de junio del corriente año, faltando sólo que las Cámaras de la Unión aprueben 
la reforma respectiva en la Ley Orgánica de las Secretarías de Estado, a efecto de que 
la Secretaría de Educación Pública pueda dar principio a sus labores que serán de 
grandes beneficios para todos los pueblos de la República (1°de septiembre de 1921). 
21
El mismo José Vasconcelos cuenta (2011: 105), cómo se tomó el 
acuerdo para su nombramiento, lo cual se concretó el 12 de octubre de 1921: 
Por vía de fórmula dije a Obregón, una vez que la ley quedó aprobada: 
—Es éste mi último acuerdo como rector, y ahora procede que se sirva usted nombrar 
Ministro de Educación Pública. 
Se rió campechanamente, y tomando su calendario dijo: 
—Veamos: ¿qué día quiere que sea la protesta ministerial? 
Y se cumplió ésta, con gran sencillez y en el sitio usual del Salón de Embajadores, 
delante de los empleados y el personal y con todo el público que cupo en la sala, 
quedando afuera, en los corredores, buena porción de gente contenta. 
La nueva Secretaría tenía una estructura departamental, que 
consideraba tres grandes ramas, a saber: escuelas, bibliotecas y bellas artes, 
y en la primera de ellas estaban comprendidas, entre otras, la Dirección de 
Educación Primaria y Normal, así como todas las escuelas oficiales, primarias, 
secundarias y jardines de niños del Distrito Federal y territorios sostenidos 
por la Federación, y las escuelas e instituciones docentes que en lo sucesivo 
se fundaran con recursos federales (DOF, 3 de octubre de 1921). 
La obra educativa de esa etapa fue de una enorme significación, lo 
cual pudo lograrse, en gran medida, gracias a la importancia que se le dio al 
presupuesto educativo pues, por ejemplo, en 1922, ascendió a la cantidad de 
49 millones, 826 mil 716 pesos, lo que representó, según José Vasconcelos, que 
el gobierno de Álvaro Obregón subió “el gasto de poco menos de seis millones 
que pagaba Carranza a los cuarenta y nueve del presupuesto actual” (1975: 
217). En otras palabras, se incrementó en más de 700 por ciento, en sólo tres 
años, aunque el aumento fue todavía mayor, ya que en 1919 el gasto público 
en el ramo educativo no era de “poco menos de seis” sino de “mucho menos 
de seis”, pues su monto en realidad importaba dos millones 218 mil 165 pesos 
(Solana, Fernando et al, coordinadores, 591). 
Esta circunstancia favorable se reflejó en las percepciones de 
los profesores y en sus condiciones de trabajo de lo cual dejó constancia 
Vasconcelos (1975: 217-218), al afirmar que: 
Los sueldos de los maestros se han duplicado y en muchos casos triplicado, habiéndose 
logrado establecer el salario mínimo de tres pesos diarios para cada maestro, no 
obstante que el mínimo anterior era, a veces, menor de un peso por día. Al mismo 
tiempo se ha tratado de fortalecer el decoro de los maestros en la generalidad de los 
casos, el derecho de elegir candidatos para las jefaturas de los departamentos y 
dirección de escuelas, pues hemos juzgado que si nos hemos dedicado a educar 
hombres libres debemos empezar por hacer maestros libres. Lo que equivale a 
decir: páguese a los maestros lo más que sea posible y permítaseles que se organicen 
según su propio saber y experiencia, un saber y experiencia que será superior, por lo 
22
Visión Colectiva de una Profesión: SNTE 
menos, al criterio del político o de los consejos ejecutivos que en otras partes manejan 
los colegios (las negritas son nuestras). 
La obra de Vasconcelos al frente de la SEP fue sin duda trascendente. 
Reorganizó la Secretaría; continuó la Campaña contra el Analfabetismo, la cual 
se integró como política oficial de la institución gubernamental, con mayores 
apoyos que los que se le asignaban cuando se inició desde la rectoría de la 
Universidad; impulsó la educación rural y las misiones culturales; creó la 
escuela técnica; promovió la educación estética y el reparto de los desayunos 
escolares, y varias acciones más de subrayada importancia, como por ejemplo, 
la tarea de editar y divulgar profusamente a los escritores clásicos, tales como 
Platón, Esquilo, Dante, Shakespeare, Lope de Vega, Cervantes, Goethe, Tolstoi 
y Tagore, entre muchos otros. 
La federalización de la enseñanza fue el medio legal que impulsó 
Vasconcelos para difundir la enseñanza primaria por todos los ámbitos del 
país, incluso hasta los más remotos poblados, en donde no alcanzara a llegar 
la influencia educativa de los estados. “Su plan de educación es seguramente 
el más acertado, el más justo, el más mexicano de los planes que pueden 
pensarse” (Ramos, 1941: 19, 21). 
4. La escuela rural mexicana y las misiones culturales 
Con la creación de la Secretaría de Educación Pública surgió en 1922, la 
escuela rural mexicana “con proyecciones y características que la configuran 
como [una] institución educativa única en el mundo” (Sánchez, 1969: 7), 
llamada Casa del Pueblo, que era un centro escolar que se organizaba en cada 
región, edificado “con el esfuerzo de toda la comunidad y cuyas enseñanzas 
se extendían a los miembros adultos e iban más allá del programa escolar 
tradicional”, pues a la alfabetización se sumaba la castellanización, así como 
“pláticas instructivas de todo tipo” para todos, “prácticas de agricultura, 
pequeños oficios, economía doméstica y desarrollo de la vida social” (Loyo, 
1999: 10). 
Aunque había carencia de profesores para el campo, nada detuvo 
el inicio y desarrollo de este programa educativo, en el que destacaron los 
“primeros maestros rurales, misioneros voluntarios”, que peregrinaron 
por todas las regiones del país, “dejando a su paso escuelas y monitores o 
maestros instruidos por ellos mismos”, que fue la base para que, ante “la 
necesidad de una acción más perdurable y de mayor envergadura”, surgieron 
las misiones culturales, cada una de ellas conformada “por un grupo de 
maestros con diversas habilidades y conocimientos que impartían cursos 
breves en diferentes poblaciones preparando maestros dentro de las mismas 
23
comunidades”, pero además, “ayudaban a los vecinos a elevar su nivel de vida 
y mejorar sus técnicas de producción” (Ibíd., 10-11). 
Es una realidad que “ahí se encontraba, en esa masa de profesores 
de aldea y ejido, así como en las misiones culturales organizadas en 1923, el 
verdadero germen de la sindicalización del magisterio mexicano”, tal como 
lo afirma Enrique W. Sánchez (1969: 8), con el cual coinciden Ávila Carrillo y 
Martínez Brizuela (1990: 16), cuando señalan que “pronto, esa gran cantidad 
de trabajadores de la educación, dispersos por todo el país, inició luchas 
gremiales, aisladas algunas y otras en unión de sus comunidades”, y de que las 
misiones culturales, “se convirtieron en la semilla del sindicalismo magisterial, 
surgiendo gran cantidad de ligas, grupos o pequeños sindicatos de profesores 
en la gran mayoría de los estados de la República”. 
En el terreno educativo, las misiones culturales adquirieron en esos 
años una gran importancia, con avances debidamente documentados, por 
ejemplo, en el informe del 1° de septiembre de 1923, en el que el presidente 
Álvaro Obregón dejó constancia de que había 102 maestros misioneros y de 
que el número de alumnos que asistían a escuelas rurales había aumentado 
de 17 mil en 1922, a más de 34 mil al siguiente año. 
Pero con todo y su reconocida significación, la realidad fue que 
las misiones culturales eran instituciones complementarias de la escuela 
rural, que constituía el eje sobre el cual giraba el sistema educativo de la 
Revolución (Mejía, 207), lo que se corrobora con el crecimiento de este tipo 
de instituciones, circunstancia que se reflejó incluso en el cuarto informe 
presidencial, que se presentó al poco tiempo de culminar las acciones de 
guerra para derrotar la rebelión que encabezó Adolfo de la Huerta, cuando 
el presidente Álvaro Obregón expresó que las escuelas primarias y rurales 
establecidas eran 1,605, a las que concurrían 171,565 alumnos, atendidos 
por 3,922 maestros 
…y aunque estas cifras acusan un descenso en el número de escuelas primarias y 
en los alumnos que a ellas concurren, con respecto a las que hubo en el segundo 
semestre del año pasado, tal descenso se debe a que por las condiciones anormales 
que prevalecieron últimamente en los estados de Chiapas, Yucatán, Campeche y 
Tabasco, las escuelas federales quedaron desorganizadas y otro tanto sucedió con 
las del Distrito Norte de la Baja California (1° de septiembre de 1924). 
Los datos sobre el impulso en la década de los veinte a la educación 
rural son muy elocuentes pues, según Ma. Eugenia Espinosa Carbajal, de 1922 
a 1932, las escuelas rurales aumentaron de 309 a 6,796; y los maestros rurales 
de 400 a 8,442, los cuales pasaron de atender 17,925 a 593,183 alumnos; y 
José Manuel Puig Casauranc, secretario de Educación Pública en el gobierno 
del presidente Plutarco Elías Calles, afirmó que en los cuatro años de esa 
24
Visión Colectiva de una Profesión: SNTE 
administración, fue “casi una constante la fundación de mil escuelas rurales 
por año”, por lo que al concluir 1928, dejó “5,000 escuelas de este orden 
establecidas en toda la extensión de la República” (1936: 192-193). 
Por su parte, el profesor Rafael Ramírez Castañeda, quien fue Jefe del 
Departamento de Escuelas Rurales de la SEP, dijo en un artículo publicado 
en mayo de 1929, que había “regadas actualmente en la República” más de 
5,000 escuelas rurales, en las que hacen una “obra maravillosa” casi todos 
los maestros que, “en términos generales no han recibido una preparación 
especial para maestros”, pues fueron elegidos de “entre aquellas gentes que, 
sabiendo leer y escribir, daban muestras de alto espíritu de servicio”, y en 
seguida tenían que hacer un triple trabajo en el lugar donde prestaban sus 
servicios: enseñar a los niños, enseñar a los adultos y mejorar la comunidad 
(Ramírez Castañeda, 1999: 133). 
En el mismo sentido, al hacer un balance de la obra educativa de 
Obregón, el mismo José Manuel Puig Casauranc, señala que “a Vasconcelos 
se debe también la institución de las misiones culturales; aunque el general 
Calles y nosotros con él, las encontráramos apenas iniciadas en el último año 
de la obra administrativa” del gobierno anterior, por lo que lo único que se 
hizo fue “afirmar sus caracteres, darles carta de estabilidad y multiplicar su 
número”, de tal manera que al “término del periodo de Calles”, funcionaban 
“siete misiones viajeras para las comunidades rurales y cinco con carácter de 
permanentes” (1936: 165, 193). 
Es cierto que en el periodo del presidente Plutarco Elías Calles 
se continuó el programa de creación de escuelas rurales, en los términos 
indicados, pero es un hecho también que muchos maestros fueron perseguidos 
por su labor educativa y por su apoyo al gobierno durante la rebelión cristera 
de 1926 a 1929, ya que el clero no estuvo de acuerdo y combatía el principio de 
la educación laica establecido en el artículo 3° constitucional, no únicamente 
desde el púlpito, sino que además en ese lapso promovió que se hiciera por 
medio de las armas. En esos años, los cristeros quemaron escuelas, atacaron 
a los maestros y trataron “de boicotear la educación oficial, según ellos por 
motivos religiosos. Ocurrirían casos similares frecuentemente también en la 
década siguiente, en especial después de que se impuso la educación socialista” 
(Raby, 1974: 149). 
5. La Confederación Mexicana de Maestros 
En 1930, se organizó la Unión de Directores e Inspectores Federales de 
Educación, que era dirigida por Luis Tijerina Almaguer, J. Dolores Medina, 
Eliseo Bandala y otros, quienes “tal vez para dar mayor fuerza a su organismo y 
25
una base de sustentación masiva, promueven, inspirados por altas autoridades 
de la Secretaría de Educación, la constitución de una central que cuenta en su 
seno al magisterio rural que crecía cada año en forma considerable” (Sánchez, 
1969: 8). 
Esta Unión fue la base de la Confederación Mexicana de Maestros 
(CMM), que se constituyó en la Primera Convención Nacional, efectuada 
en Guadalajara, Jalisco, del 21 al 25 de marzo de 1932. En la reunión, se 
eligió el siguiente comité ejecutivo: secretario general, profesor Ramón 
G. Bonfil, entonces director Federal de Educación en el estado de Jalisco; 
Lamberto Moreno, secretario del Interior; César Martino, secretario del 
Exterior; Luis Tijerina Almaguer, secretario de Propaganda; Roberto 
Suárez, secretario de Estadística; Antonio Castellón y Zúñiga, primer 
comisario; Fernando Castellanos, segundo comisario; Juventino Naranjo, 
tercer comisario; Adela Reyna, primer vocal; y Rodrigo Arteaga, segundo 
vocal (Peláez, 1994: 21). 
Una de las primeras acciones que realizó fue la de solicitar un aumento 
de dos pesos diarios para los maestros federales de todo el país, que tenían 
“un salario mínimo de 85 centavos diarios, que les fue negado, inicialmente” 
por el secretario de Educación Pública, Narciso Bassols, pero después, “en una 
entrevista con el general Abelardo L. Rodríguez, presidente de la República, se 
les concedió”, con base en la cantidad diaria que había demandado la CMM, que 
al ser multiplicada por 30 días, ascendía a 60 pesos, “que con los descuentos 
respectivos se redujo” a 54.74 pesos mensuales (Lozano, 1966: 83). 
Valente Lozano Ceniceros afirmó que “la plataforma de lucha de la CMM 
tenía ideas muy avanzadas y establecía la necesidad de ligar sus luchas a las de 
los obreros y los campesinos” (Ibíd.); sin embargo, para José Antonio Espinosa 
(1982), a pesar de ello, lejanamente podía “dar apoyo a los maestros comunes 
y corrientes en sus pugnas con el gobierno”, porque estuvo desde un principio 
ligada a la política de la SEP, aunque “dado que por aquellos años la política 
educativa oficial asumía, al menos de palabra, posiciones izquierdistas”, no 
se abrió demasiado la brecha entre la dirección y los miembros de la citada 
Confederación. 
Pero, en virtud de que la mayor parte de los titulares de las inspecciones 
y direcciones de educación en las entidades eran miembros de la CMM, ésta 
recibía fuertes críticas de muchos maestros de base. Por ejemplo, Gaudencio 
Peraza Esquiliano (1946: 112), se expresaba en la forma siguiente: 
¿Qué unificación revolucionaria pueden hacer los que a través del tiempo han sido 
los más grandes mangoneadores del esfuerzo de los maestros? ¿Qué unificación 
podrán hacer los directores e inspectores que precisamente se han distinguido como 
capataces? ¿De qué “ideología revolucionaria” hacen gala quienes sólo quieren la 
unificación a condición de que esté controlada por ellos, los jefes, los agentes del 
26
Visión Colectiva de una Profesión: SNTE 
patrono? Sus intentos de crear organismos blancos, sus intentos de fachistización 
(sic) del magisterio, no detendrán la unificación verdadera del magisterio de la base 
porque éste la quiere y la necesita. 
La Confederación Mexicana de Maestros celebró su Segunda 
Convención en Toluca, Estado de México, del 10 al 13 de abril de 1933, en la cual 
se eligieron como integrantes del Comité Ejecutivo, a Celerino Cano, secretario 
general; Fernando Castellanos, del Interior; José G. Alcaraz, del Exterior; José 
Dolores Medina, Tesorero; Salvador Gutiérrez, de Propaganda; y Gilberto B. 
Becerra, de Estadística. Además, se designaron comisarios a José Suárez Ch., 
Francisco Madrigal Castro, María del Carmen Robles, Arcadio Lazcano, Pedro 
M. Flores y Jesús Brambila Oliva; y vocales, a Ignacio Hernández Orendáin 
y Aurelio Contreras. Al renunciar el profesor Celerino Cano, pocos meses 
después de su elección, asumió el cargo de secretario general, el profesor José 
Dolores Medina (Lozano, 1966: 83). 
En la segunda quincena de marzo de 1934, en la ciudad de Querétaro, 
Querétaro, se desarrollaron los trabajos de la III Convención de la CMM; los 
delegados concurrentes acordaron no apoyar a ninguna autoridad educativa 
para ocupar los puestos de dirección de la Confederación; y así resulta electo 
como nuevo secretario general, el maestro rural Fernando Castellanos; 
secretario del Interior y de Actas, Juan F. Pérez; secretario del Exterior, Benigno 
Amaro D.; tesorero, Delfino Sierra; secretario de Propaganda, Ruperto Torres 
L.; secretario de Estadística, Silvestre Gómez H.; primer comisario, Salvador 
de la Serna; segundo comisario, Luis González L.; tercer comisario, José 
Padilla Montoya; cuarto comisario, Albino Córdova; quinto comisario, Moisés 
González; sexto comisario, María Mercedes Vasto Lara; primer vocal, Ángel 
Bello Gómez; y segundo vocal, Justino Coiro (Peláez, 1994: 24-25). 
La IV Convención Nacional de la CMM se realizó en la Ciudad de 
México, del 15 al 20 de abril de 1935, y ese año tuvo tanta importancia, 
que para un estudioso de la historia del gremio, fue punto de arranque del 
sindicalismo magisterial de masas, como fenómeno de proyección nacional, 
que asimiló y llevó a un nuevo nivel la experiencia de los pequeños grupos y las 
organizaciones unitarias, ya que “sin exageración, representó un año frontera”, 
pues se desarrollaron y fusionaron los sindicatos existentes, “surgieron nuevas 
organizaciones y crecieron tendencias espontáneas y conscientes hacia la 
unidad” (Ibíd., 31, 35). 
En el caso de la Convención aludida, fue el secretario de Educación 
Pública, Ignacio García Téllez, quien hizo la inauguración, y en el informe que 
presentó Fernando Castellanos, secretario general saliente, se indicaba que 
“gremialmente la CMM representaba a la mayoría del magisterio mexicano” 
ya que agrupaba a las federaciones de maestros de trece entidades: Aguas- 
27
calientes, Coahuila, Durango, Guanajuato, Hidalgo, Jalisco, México, Nayarit, 
Oaxaca, Querétaro, Sonora, Tamaulipas y Distrito Sur de Baja California. 
Pero además contaba en su seno con varias organizaciones en los estados no 
mencionados, incluido el Distrito Federal en “donde también contaba con una 
agrupación de educadores” (Ibíd., 31-32). 
En la sesión del 19 de abril fue elegido el nuevo Comité Ejecutivo 
de la CMM, y quedó integrado de la siguiente manera: José Padilla Montoya, 
secretario general; Álvaro Palacios, secretario del Interior y Actas; Hilario 
Jurado, secretario del Exterior; Ignacio Hernández Orendáin, tesorero; José 
María Ocampo, secretario de Propaganda; y Edelmira Charles, secretaria de 
Estadística. Asimismo, Antonio Briceño, Mauro Hernández, Pedro P. Villalobos, 
Alfonso M. Urueta, J. Jesús Vite Mercado y Manuel Ocampo, vocales (Ibíd., 34). 
En diciembre de 1935, la Confederación Mexicana de Maestros 
organizó con éxito las Jornadas Nacionales del Magisterio, que se llevaron 
a cabo en la Ciudad de México, en donde se realizó una concentración que 
fue encabezada por el presidente Lázaro Cárdenas, quien abanderó a los 
contingentes de cada entidad federativa y recibió un pliego de demandas 
presentado por el secretario general, José Padilla Montoya (Lozano, 84). 
En el pliego de la CMM se formuló la solicitud de aumentos de salarios 
y otras peticiones, “entre las que se encontraban aquellas que tendían a dar 
garantías a los maestros frente a las acechanzas de que eran víctimas por la 
reacción, dada la identidad, el decidido apoyo y la solidaridad leal y decidida 
del magisterio con el régimen cardenista”. En respuesta a la demanda, en 
1936, el presidente Lázaro Cárdenas, elevó a 80 pesos mensuales los salarios 
de los trabajadores de la educación de escuelas primarias, que entonces eran 
de 54.74 y 68.44 pesos mensuales (Ibíd.). 
A pesar de lo exiguo del aumento y de que esa fue la única mejoría 
económica durante el sexenio de 1934-1940, los maestros siempre 
respondieron con mucho entusiasmo a los actos positivos del gobierno federal 
(Ibíd.), ya que “al magisterio de entonces se le supo infundir una mística 
creadora y colaboró con fervor patriótico en las grandes tareas emprendidas 
por el régimen cardenista”, tales como la expropiación petrolera, el reparto 
de tierras, la política internacional de defensa de los pueblos débiles, entre 
muchas otras (Sánchez, 9). Asimismo, en la crisis política derivada de la pugna 
Calles-Cárdenas que envolvió al país en 1935 y los primeros cuatro meses de 
1936, la mayoría de los profesores actuó decididamente en favor del gobierno 
de la República. 
En forma especial, se debe subrayar el entusiasta apoyo que la mayoría 
de los maestros le otorgó a todas las acciones orientadas a la aplicación de 
la reforma al artículo 3° constitucional, en la que se estableció la educación 
28
Visión Colectiva de una Profesión: SNTE 
socialista y que se publicó en el Diario Oficial de la Federación, el 13 de 
diciembre de 1934. 
En este periodo, sobre todo el maestro rural cardenista, “emprendió 
una cruzada nacional por todo el territorio a favor de la nueva educación y, en 
particular, de la reivindicación de las necesidades campesinas e indígenas”. 
Esta convicción y esta determinación ocasionaron no pocas tragedias en diversos 
estados de la República […] pues muchos padres de familia vieron en la educación 
socialista sólo el supuesto contenido antirreligioso; […] a todo ello se sumaban 
las generalizaciones que confundían socialistas con comunistas y a éstos con 
seres capaces de alejar a los hijos de sus familias, como había empezado a rezar 
la propaganda mundial al respecto […] pero en no pocas ocasiones los maestros 
quedaban inmersos en las pugnas de caciques locales, quienes veían amenazados 
sus intereses, en particular con el reparto agrario. 
En el municipio de Tabasco, Zacatecas, en 1935, la maestra María R. Murillo, enfrentada 
con el cacique del lugar porque no quería que sus trabajadores aprendieran a leer y 
escribir, y tachada de hereje por el cura, fue violada, golpeada y torturada con singular 
saña (González-Rubio, 59). 
Asimismo, de acuerdo con el autor antes referido, el maestro Carlos 
Toledano fue quemado vivo frente a sus alumnos en Tlapayocan, Veracruz, 
en una hoguera que hicieron “guardias blancas” con muebles de la escuela, 
cuadernos y libros; en noviembre de 1935, en Teziutlán, Puebla, fueron 
asesinados en presencia de sus alumnos tres maestros rurales: Carlos Sayago 
Hernández, Carlos Pastrana Jiménez y Librado Labastida Navarrete, a quienes 
apuñalaron al grito de ¡Viva Cristo Rey! a seis años de terminada la Guerra 
Cristera (Ibíd., 60). 
Según David L. Raby (1974: 154-156), en la zona de Colotlán, Jalisco, 
“hubo de 1935 a 1936 disturbios generalizados con frecuentes ataques a las 
escuelas y a los maestros por parte de personas cuyos motivos parecían ser 
religiosos” y que, de acuerdo con un informe del inspector Gilberto Ceja Torres 
a la autoridad educativa superior, en ese lapso, “de las 40 escuelas rurales 
de la región, 7 fueron incendiadas”, en muchas otras, “el trabajo docente era 
obstaculizado por los padres, que se rehusaban a mandar a sus hijos a la 
escuela”, como ejemplo, en Bocas, Mezquitic, “se informó que el maestro no 
sabía qué hacer y que a menudo no asistía, pero en muchos casos la población 
seguía las órdenes que había recibido del clero o estaba bajo la amenaza de 
las bandas armadas”, que les “prohibían colaborar con la escuela”. 
Son estas unas cuantas muestras de las agresiones contra los 
profesores en el sexenio del presidente Lázaro Cárdenas; pero al respecto, 
están plenamente documentados múltiples testimonios. 
29
6. EL Frente Único Nacional de Trabajadores de la Enseñanza 
En 1934 se formó la Liga de Trabajadores de la Enseñanza, afiliada a la 
Internacional de Trabajadores de la Enseñanza (ITE), con sede en París, 
Francia. Al nombrar a su órgano de dirección, quedaron integrados al mismo, 
los profesores Rafael Ramos Pedrueza, Miguel Arrollo de la Parra, Gaudencio 
Peraza Esquiliano, Melesio Rodríguez y Erasmo Pérez. Según Enrique W. 
Sánchez (1969: 9-10), “esta organización era de avanzada y no admitía la 
intromisión de las altas autoridades de la Secretaría” en su vida interna. 
Las tareas de la Liga, establecidas en el artículo 3° de su normatividad 
interna, eran luchar, en alianza estrecha con los obreros y los campesinos, 
por el mejoramiento efectivo de la situación material, económica y jurídica 
de los trabajadores de la enseñanza en México; laborar por la unificación 
revolucionaria de los trabajadores de la enseñanza; y pugnar, por el 
mejoramiento de la situación material y moral de los niños proletarios 
(Estatutos de la Liga). 
La Liga de Trabajadores de la Enseñanza hizo un llamado a la 
unidad de los maestros, que fue el inicio de una serie de reuniones entre las 
organizaciones magisteriales existentes, que culminaron con una reunión 
nacional los días 20 y 21 de abril de 1935, que dio origen al Frente Único 
Nacional de Trabajadores de la Enseñanza (FUNTE), en el que participaron 
la Confederación de Organizaciones Magisteriales, la Federación de Maestros 
Socialistas, la Liga de Trabajadores de la Enseñanza, y hasta la CMM; pero 
posteriormente esta última se retiró, con la pérdida de una parte de sus 
adherentes que siguió militando en el FUNTE (Lozano, 85). 
Eligieron como secretario general a Benigno Rivas Cid, quien compartió 
su responsabilidad con otros miembros de la dirección sindical, que eran Rafael 
Rojas, Manuel y Rafael Herrera Ángeles, Cándido Jaramillo, Jorge Fernández 
Anaya, Juan Negrete López, Manuel García Rodríguez y José Luis Figueroa, 
entre otros (Ibíd.). Aunque esta organización tuvo una existencia de menos 
de un año, dio origen a una nueva que sentó las bases para que se continuara 
con la unificación del magisterio nacional. 
7. La Confederación Nacional de Trabajadores de la Enseñanza 
En este proceso en el que se buscaba la unidad de los maestros, el FUNTE y 
otras organizaciones convocaron al Primer Congreso Nacional de Unificación 
Magisterial, que tuvo lugar en la Ciudad de México, del 8 al 15 de diciembre 
de 1935, del que surgió la Confederación Nacional de Trabajadores de la 
30
Visión Colectiva de una Profesión: SNTE 
Enseñanza (CNTE). En la reunión, se eligió un Comité Ejecutivo, en el que 
figuraron “Rafael Herrera Ángeles, como secretario general; Juan Carlos 
Hidalgo, de Trabajo y Conflictos; Ignacio Márquez Rodiles, de Organización y 
Propaganda; Salvador Monroy, de Finanzas; Cándido Jaramillo, de Estadística 
y Archivo; Luis Bazán, de Acción Educativa; Pedro S. Rodríguez, de Acción 
Obrera y Campesina; Macedonio Garza, de Correspondencia; y Luis González 
Robles, de Actas y Acuerdos” (Ibíd.). 
La CNTE, con base en las resoluciones adoptadas por su congreso 
fundacional, y con una plataforma avanzada, “se lanzó a una campaña abierta 
de proselitismo y reivindicaciones para el magisterio” y organizó en cada 
estado, “sindicatos únicos con los maestros federales y los que dependían de 
los gobiernos locales, los que de inmediato presentaban pliegos de peticiones 
a los gobernadores”, lo cual en ocasiones provocaba “paros y movimientos 
huelguísticos que a veces originaban choques entre los maestros y represiones 
violentas de las autoridades” (Ibíd.). 
Una muestra se desprende del siguiente oficio de la CNTE: 
31 
México, D. F., diciembre 21 de 1936. 
C. Lic. Gonzalo Vázquez Vela 
Secretario de Educación Pública 
C i u d a d. 
Con toda atención nos permitimos manifestar a usted, que los maestros federales del 
estado de Sonora, han acordado decretar un movimiento de huelga en solidaridad 
de los compañeros que dependen del gobierno del estado, a quienes se les adeuda la 
cantidad de trescientos mil pesos por concepto de sueldos, por cuyo motivo decretaron 
la huelga desde el día 10 de los corrientes. 
Por las razones arriba expuestas y por ser la única forma en que las autoridades 
superiores tomen en cuenta los frecuentes atropellos que se cometen a nuestros 
compañeros en lucha, esta Central ha autorizado a la Federación de Maestros de 
aquel estado para que verifique dicho movimiento, que deberá estallar el día 24 de 
los corrientes, si para esa fecha no se ha resuelto el problema de los compañeros del 
estado. 
Esperando que esa Secretaría intervenga inmediatamente a favor de nuestros 
compañeros, haciendo que el C. Presidente de la República intervenga directamente 
proporcionando el dinero que el gobierno del estado no puede pagar a los maestros, 
por la absoluta irresponsabilidad y mala administración de los intereses del mismo 
estado, reiteramos a usted nuestros respetos. 
Fraternalmente 
Trabajadores de la Enseñanza Uníos 
Por una Sociedad sin Clases 
Por el Comité Ejecutivo Nacional
El Secretario General 
Juan Carlos Hidalgo 
El Secretario de Trabajo y Conflictos 
Valente Lozano C. 
32 
(Véase AHSEP, México, caja 5585, 
Estado de Sonora, Personal, Generalidades). 
En el documento anterior se podrá advertir que no aparecen los 
dirigentes electos en el primer Comité Ejecutivo, la razón es que en “noviembre 
de 1936, el Comité Ejecutivo Nacional de la CNTE conoció de la renuncia 
del profesor Rafael Herrera Ángeles, quien pasó a ocupar un puesto como 
funcionario de la Secretaría de Educación Pública”, por lo que se le sustituyó 
en la secretaría general, “por el profesor Juan Carlos Hidalgo” y para cubrir el 
“puesto de secretario de Trabajo y Conflictos” se nombró al profesor Valente 
Lozano Ceniceros (Lozano, 86). 
En virtud de la intensa actividad de la CNTE, “que hizo cimbrar desde 
sus cimientos hasta la cima a la poderosa CMM, el Comité Ejecutivo Nacional 
de esta última agrupación, procedió a organizar con la élite de sus principales 
animadores (inspectores generales, directores de educación e inspectores de 
zona), la Unión Nacional de Encauzadores Técnicos de la Educación (UNETE)”, 
que se encargó de enfrentar a la CNTE, encabezada por su órgano de dirección 
integrado por Eliseo Bandala, secretario general; Ramón García Ruiz, de 
Conflictos; Consuelo Martínez, Tesorera; Luis G. Ramírez, de Organización; y 
Donato Munguía, de Actas y Acuerdos (Ibíd.) 
Un ejemplo de esa lucha de la CMM y la CNTE por el control de los 
maestros, que se desarrolló en todo el país, es el siguiente texto del profesor 
Fernando Ximello, entonces director de Educación Federal en Sonora, quien en 
un informe sobre un congreso de maestros realizado en esa entidad, dirigido 
al director general de Educación Primaria en los Estados y Territorios, con 
fecha 19 de junio de 1936, dijo lo siguiente: 
Creo conveniente informar a esa superioridad que, clausurado el congreso con la 
misma solemnidad con que fue inaugurado, la directiva convirtió dicho congreso en 
convención, con asistencia tan sólo de los maestros y después de tratar diferentes 
asuntos relacionados con el funcionamiento interior de la misma federación, se puso 
en el tapete de la discusión la adhesión a las matrices de México, o sea la Confederación 
de Trabajadores de la Enseñanza y la Confederación Mexicana de Maestros. Esto dio 
motivo a muy serias discusiones y provocó un verdadero cisma y honda división en los 
miembros integrantes de la convención; pues en tanto la directiva y otros miembros 
pugnaban por la adhesión a los Trabajadores de la Enseñanza, los representantes 
de otras uniones permanecían fieles a la Confederación Mexicana de Maestros. Al
Visión Colectiva de una Profesión: SNTE 
tomarse la votación según fui informado, 5 representantes de las uniones de maestros 
de zona votaron por la adhesión a los Trabajadores de la Enseñanza, 4 votaron por la 
Confederación Mexicana de Maestros, quedando sin votar dos uniones. 
Por las informaciones que me remitió la Unión de Huatabampo, cuyo representante 
votó por los Trabajadores de la Enseñanza, ésta rectificó su voto otorgándolo a la 
Confederación Mexicana de Maestros, quedando en estos momentos cinco a favor 
de la CMM, cuatro a favor de los Trabajadores de la Enseñanza y dos independientes. 
Esta dirección lamenta que no se hayan unificado los maestros para adherirse a una 
central única... (Véase AHSEP, México, caja 5763, exp. 26). 
En esa situación, es un hecho, que los profesores del país que estaban 
organizados en la CMM no permanecieron ajenos a la actividad de la CNTE, que 
contaba con más de 20 mil afiliados, según se afirmó en su primer congreso 
ya que de acuerdo con Gerardo Peláez Ramos (1994: 52), ésta fue “sin lugar 
a dudas, la primera gran organización auténticamente nacional”. 
Un acontecimiento que influyó señaladamente en el magisterio fue 
la constitución de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), en el 
Congreso de Unificación Proletaria, celebrado en la Ciudad de México, del 21 
al 24 de febrero de 1936, ya que en esa reunión participó un gran número de 
maestros, quienes se afiliaron a la citada agrupación. 
Es importante señalar que durante los años del sexenio cardenista, tanto los 
maestros federales como los estatales, a pesar de sus difíciles condiciones de 
vida, eran, por convicción, decididos promotores de la organización obrera y 
tenían el apoyo de las autoridades educativas de la Federación y de los estados. 
8. La Federación Mexicana de Trabajadores de la Enseñanza 
En 1936, las pugnas entre la CNTE y la CMM, que eran las agrupaciones 
predominantes, se agudizaron “al grado de que el propio presidente Lázaro 
Cárdenas exhortó a los organismos a conciliar intereses e integrar una central 
única” (Espinosa, 69). 
Con base en lo anterior, del 6 al 9 de febrero de 1937 se realizó en la 
ciudad de Querétaro un Congreso de Unidad, en el que la CNTE y la CMM se 
declararon disueltas para constituir la Federación Mexicana de Trabajadores 
de la Enseñanza (FMTE), la cual eligió al siguiente Comité Ejecutivo: secretario 
general, Cándido Jaramillo González; de Trabajo y Conflictos, Mariano Franco; 
de Organización, Juan de Dios Rodríguez; de Actas y Acuerdos, Juan F. Sevilla; 
de Acción Educativa, Miguel Huerta; de Acción Obrera, Octaviano Campos 
Salas; de Acción Campesina, Alfonso Ramírez Altamirano; de Acción Femenil, 
Edelmira Charles; de Estadística y Archivo, José Pérez y Pérez; de Relaciones 
Internacionales, Roberto Moreno García; y de Finanzas, Heriberto Salazar 
(Lozano, 87). 
33
La FMTE duró solamente un año. En su breve existencia, se generó una 
enconada lucha interna entre las corrientes comunista y cetemista, lo que no 
impidió que emprendiera numerosas acciones para consolidar su presencia en 
todas las entidades de la República. Impulsó el planteamiento de las demandas 
económicas de los maestros; dirigió varias huelgas, entre las que destacan las de 
los maestros de los estados de Oaxaca, Hidalgo, Chihuahua y Tamaulipas; obtuvo 
la federalización de la enseñanza en las entidades referidas; organizó la Primera 
Conferencia Pedagógica Nacional; ingresó a la CTM, para lo cual tuvo que 
aceptar la condición impuesta por el licenciado Vicente Lombardo Toledano, 
de celebrar otro congreso convocado por la Confederación de Trabajadores 
de México, a fin de que un número importante de maestros miembros de esa 
central en el Distrito Federal, que no asistieron al congreso de Querétaro, “se 
incorporaran a las filas de la organización magisterial” (Ibíd., 87-88). 
9. El Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza de la República 
34 
Mexicana 
Previa convocatoria de la CTM, se llevó a cabo el Congreso Constituyente del 
Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza de la República Mexicana (STERM), 
en la Ciudad de México, del 17 al 20 de febrero de 1938; en él se fusionaron los 
maestros agrupados en la FMTE y los que pertenecían a la corriente cetemista. 
El Comité Ejecutivo Nacional que se eligió, quedó integrado por: Octaviano 
Campos Salas, secretario general; Jesús Teja Andrade, secretario de Trabajo 
y Conflictos; Lino Santa Cruz, secretario de Organización; Guillermo Ibarra 
J., secretario de Acción Educativa; Manuel S. Hidalgo, secretario de Actas y 
Acuerdos; Rubén Magaña, secretario de Acción Campesina; Eicandro Ruiz, 
secretario de Acción Obrera; Dolores Uribe, secretaria de Acción Femenil; 
José Guadalupe Mata, secretario de Estadística y Archivo; Bernardo Cobos, 
secretario de Finanzas; y Roberto Moreno García, secretario de Relaciones 
Internacionales (Ibíd. 88). 
Durante esta gestión, se luchó por el pago y aumento de los sueldos 
de los maestros estatales y municipales; se continuó con la lucha por la 
federalización de la enseñanza en los estados que no la habían realizado, 
entre ellos el de Morelos; se llevaron a cabo varias conferencias de educación 
“que sirvieron para orientar a los maestros del país sobre los lineamientos 
educativos del régimen y sobre la colaboración que el magisterio debería dar 
para el fomento de la educación popular” (Ibíd.). 
En el STERM nació la que después sería la primera corriente sindical 
mayoritaria en el SNTE, la Fracción Nacional Revolucionaria del Magisterio 
que se constituyó, de acuerdo con Vicente Lombardo Toledano (1961: 137- 
138), debido a que:
Visión Colectiva de una Profesión: SNTE 
[…] el ambiente en nuestro país era tremendo. En aquel tiempo, los católicos fanáticos 
cortaban las orejas a los maestros rurales, incendiaban escuelas y asesinaban a 
los educadores. La clase obrera, no sólo porque estaba prohijando la creación del 
Sindicato, sino porque tenía el deber de ayudarlo a combatir a sus enemigos, algunos 
de ellos agazapados en sus propias filas, propuso la creación de un organismo en el 
seno del STERM, que tenía como tarea educar ideológicamente a los trabajadores de 
la enseñanza y, también, la de impedir que se desviara el Sindicato bajo la presión 
de los elementos de la extrema derecha o por la intervención en su seno de fuerzas 
ajenas a la organización. 
Así nació la Fracción Nacional Revolucionaria. No era un organismo para pelear 
con el Comité Nacional del Sindicato, para usurpar sus funciones o para entrar en 
competencia con él en las tareas que debía realizar. Por el contrario, la Fracción nació 
para apoyarlo en sus aspectos positivos y para criticarlo fraternalmente en sus errores. 
Era un organismo de vigilancia sindical y, al mismo tiempo, de orientación ideológica y 
de educación política de los maestros, para que pudieran llevar a la práctica el enorme 
y hermoso contenido del artículo 3° de la Constitución. 
El STERM inició también la tarea de unificar a los maestros estado 
por estado, contando con un fuerte apoyo del gobierno federal pero, bajo 
la superficie, continuaban las diferencias entre las facciones cetemista y 
comunista; las cuales no se pudieron superar, pese a que en el Congreso 
Constituyente del nuevo sindicato se integró un Comité Ejecutivo Nacional 
de composición. 
Una iniciativa muy importante del STERM, fue la Conferencia 
Nacional de Educación, que se realizó del 11 al 17 de diciembre de 1939, 
cuyo temario comprendió, legislación educativa, reglamentación del artículo 
3° constitucional, federalización de la enseñanza, bases financieras de la 
educación, y Ley General de Educación, entre otros. En la ceremonia inaugural, 
Vicente Lombardo Toledano, entonces secretario general de la CTM, pronunció 
un discurso en el que hizo una síntesis del desarrollo del proceso educativo 
mexicano, desde la época de la Colonia, hasta la etapa de la Revolución y 
defendió además, la educación socialista establecida en el articulo 3° de la 
Carta Magna (La Conferencia, 317). Todas las acciones previas a esta asamblea y 
los acuerdos de la misma, fueron antecedentes importantes de la Ley Orgánica 
de Educación, promulgada el 30 de diciembre de 1939. 
El Primer Congreso Ordinario del STERM, celebrado en la Ciudad de 
México, cuya convocatoria establecía que se realizaría del 18 al 22 de febrero 
de 1940, realmente inició sus labores el 20 de aquel mes, por los problemas 
internos que se presentaron como, por ejemplo, el señalado por José Antonio 
Espinosa (1982: 69-70), en el sentido que un día antes de que empezaran los 
trabajos de la reunión, “se generó un zafarrancho en el patio central de la SEP, 
chocando delegados pro y anticomunistas. Entre los primeros se encontraban 
figuras tan destacadas como Rafael Méndez Aguirre, Luis Álvarez Barret 
35
y Octaviano Campos Salas”, pero lo más grave fue que al día siguiente “los 
representantes derechistas instalaron un congreso rival, producto del cual 
surgiría el Sindicato Nacional Autónomo de Trabajadores de la Educación”, 
el SNATE. 
No obstante la situación descrita, el Congreso del STERM continuó sus 
trabajos con el apoyo de la CTM, pues incluso las credenciales de delegados 
efectivos eran firmadas por Vicente Lombardo Toledano y Fidel Velázquez, 
secretario general y de Organización y Propaganda de la organización obrera, 
respectivamente. En el informe que se presentó, se exponían, entre otros, los 
siguientes problemas: 
El Congreso Nacional debe saber que en varias entidades federativas, aún no es posible 
hacer entender a los compañeros maestros que para obtener éxito en la solución de 
sus distintos problemas, precisa que haya la unidad y una absoluta disciplina a los 
órganos representativos del sindicato [...], pues acostumbrados a gobernarse por sí y 
para sí, no aceptan las indicaciones de las autoridades sindicales. A ello se debió que 
algunos sindicatos únicos, se transformasen en secciones sin ninguna intervención. 
Ejemplos: Tabasco, Zacatecas, Durango, Chiapas, Sonora [...]. Sin embargo, después 
de intervenciones constantes y utilizando medios persuasivos, se logró que los 
compañeros reconocieran la autoridad e intervención del Comité Nacional, hasta 
conseguir la debida estructuración, legalizando su funcionamiento de acuerdo con 
el estatuto. 
Más adelante se expresó: “Esta Secretaría de Organización y 
Propaganda se complace en informar que ha logrado la consolidación del 
sindicato y mantenido su unidad, a pesar de que en algunos estados como 
Veracruz y Sonora, se haya pretendido establecer dos secciones, con el 
propósito de crear un nuevo grupo al margen de la organización única” 
(Informe al Primer Congreso del Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza de 
la República Mexicana, México, 18 de febrero de 1940). 
Las pugnas internas en el STERM hicieron crisis, precisamente, en 
este Primer Congreso Ordinario, en el que se eligió como secretario general 
del Comité Ejecutivo Nacional a Hermenegildo Peña Valencia, pero en el que 
la CTM trató de imponer a Raymundo Flores Fuentes. El problema se superó 
transitoriamente, porque se llegó al arreglo de que el primero ocupara el 
puesto, con la condición de que, si posteriormente un plebiscito se pronunciaba 
por el segundo, éste se haría cargo de la secretaría general (Lozano, 88). 
Los otros miembros del Comité Ejecutivo Nacional que se eligió 
fueron: Miguel Castellanos, secretario de Trabajo y Conflictos; Raymundo 
Flores Fuentes, secretario de Organización y Propaganda; Everardo Cárdenas, 
secretario de Acción Educativa y Juvenil; Octavio Fentanes, secretario de Actas 
y Acuerdos; Juan F. Pérez, secretario de Acción Campesina y Asuntos Indígenas; 
Herlindo Helenes Almada, secretario de Acción Obrera; Aurora Madinaveitia, 
36
Visión Colectiva de una Profesión: SNTE 
secretaria de Acción Femenil; Luis González Ramírez, secretario de Estadística 
y Archivo; Manuel Germán Parra, secretario de Relaciones Internacionales; 
y Agustín Peña Hernández, secretario de Finanzas. Posteriormente, los 
profesores Herlindo Helenes Almada y Manuel Germán Parra, renunciaron y 
fueron sustituidos por Gaudencio Peraza Esquiliano y Manuel Herrera Ángeles, 
en las secretarías que los primeros ocupaban (Ibíd., 88-89). 
En septiembre de 1940, el Comité Nacional de la CTM emitió el fallo 
sobre el plebiscito realizado, pero ello “ahondó más la división en el seno 
del STERM, pues muchos maestros quedaron inconformes con el triunfo 
otorgado en favor de Raymundo Flores Fuentes quien por este motivo 
ocupó la Secretaría General”, y Peña Valencia pasó a la de Organización 
(Ibíd., 89). 
10. El Sindicato Único Nacional de Trabajadores de la Enseñanza 
En diciembre de 1941, se fundó en Querétaro, el Sindicato Único Nacional de 
Trabajadores de la Enseñanza (SUNTE), que a pesar de que no tenía registro 
legal logró convertirse en “el organismo que controlaba el mayor número de 
maestros” (Sánchez, 1969: 16), pues antes de la fundación del SNTE, mantenía 
preeminencia en 18 entidades, “el STERM en 9 y el SMMTE en las 5 restantes” 
(Beltrán, 211). 
Los antecedentes de la formación del SUNTE se encuentran en la 
creación del Frente Nacional Revolucionario de Maestros de México (FNRMM), 
por un número importante de miembros del STERM que desertaron de sus 
filas y se aliaron de inmediato con la CNC, ya que de acuerdo con el entonces 
secretario general de la agrupación citada: 
El contacto que estos compañeros tienen con los campesinos los ha hecho vincularse 
de tal manera con sus problemas, que el campesino reconoce en el maestro rural a 
un camarada de lucha. El maestro llega a constituirse en el asesor del campesino, no 
se concreta al desempeño de sus labores magisteriales sino que le ayuda a resolver 
los problemas de otra índole que se le presentan. 
Ésta fue la causa para que un considerable número de maestros perteneciente 
al STERM formara el Frente Revolucionario de Maestros, exponiendo en su programa 
el deseo de actuar en estrecha colaboración con la CNC. Posteriormente se celebró 
en la ciudad de Querétaro la Asamblea Magisterial que concluyó con la formación del 
SUNTE, organismo con el cual guardamos estrechas relaciones y la cooperación que 
viene aportando a la Confederación Nacional Campesina ha permitido el desarrollo 
de nuestro programa en materia educacional (Sánchez Graciano, 1981, 307-308). 
Sin embargo, para Enrique W. Sánchez (1969: 16), no eran esos ideales 
los que movían a quienes organizaron esa agrupación, pues el Frente Nacional 
Revolucionario de Maestros de México “integraba su dirección por elementos 
37
que no habían podido satisfacer sus ambiciones de llegar a los puestos de 
mando, primero en la FMTE y después en el STERM”. 
Por su parte, Valente Lozano Ceniceros afirma que Roberto Barrios, 
Rubén Rodríguez Lozano, Plácido Ramón, Luis Iberri Aguilar, Salvador Monroy, 
Agustín Antonio Albarrán, Cerón Cardona y otros, aprovecharon la confusión 
por las desavenencias en el STERM, para promover un movimiento separatista 
de este sindicato y formar el FNRMM, en septiembre de 1940, y lograron el 
patrocinio del secretario general de la CNC, quien aspiraba a que el magisterio 
rural se adhiriera a su central (Lozano, 1966: 89). 
La realidad fue que la formación del FNRMM hizo mucho daño a la 
unidad del magisterio nacional, que vivía la etapa más agitada de su historia 
de 1939 a 1943. Desde los despachos de la SEP, se emprendió una serie 
de acciones contra los maestros, tales como ceses injustos y todo tipo de 
arbitrariedades. Ello coincidió con el estallido de la Segunda Guerra Mundial 
y el cambio de gobierno. Cárdenas entregó el poder al general Manuel Ávila 
Camacho. Factores internos y externos determinaron seguir una política de 
unidad nacional. 
En el ámbito educativo la situación se presentaba complicada, pues 
el primer secretario de Educación Pública del nuevo gobierno, Luis Sánchez 
Pontón había renunciado después del escándalo que armó la derecha contra 
los estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa (Guerrero), por la 
supuesta quema de la Bandera Nacional, agravio que, se dijo, ocurrió también 
en Tenería, Estado de México (Peláez, 1994: 145). 
De hecho, esta última acusación, que no tenía ninguna base, provenía 
del Frente Nacional Revolucionario de Maestros de México, tal como lo 
expresa Rubén Rodríguez Lozano (1958: 17), uno de los fundadores de esa 
agrupación quien, al referirse posteriormente a las pláticas para llegar al 
Congreso Constituyente del SNTE, señala que el FNRMM “había logrado con 
anterioridad la caída” del funcionario educativo aludido, tal como el STERM 
y el SUNTE “habían logrado” la renuncia de su sustituto, “empatándose los 
resultados de las luchas magisteriales en contra de las autoridades educativas 
que se consideraban como enemigas de determinadas tendencias y de 
determinados grupos”. 
Al dejar el cargo Luis Sánchez Pontón, se designó al licenciado y general 
Octavio Vejar Vázquez como titular de la dependencia, pero las circunstancias 
no mejoraron; al contrario, según Enrique W. Sánchez (1969, 14-15), el 
nuevo funcionario, “llegó a frenar todo impulso renovador y a perseguir a 
los hombres de pensamiento libre”, pues su obra “fue nociva en todos los 
órdenes”, ya que: 
38
Visión Colectiva de una Profesión: SNTE 
Empezó por demoler el corredor central que separaba los dos patios del edificio que 
ocupa la Secretaría y en donde se encontraba, a lo largo de todo el muro, la famosa 
inscripción: “En honor a los maestros caídos en defensa de la educación socialista”. 
Siguió con cambios, ceses y hostilización para todos los elementos que se habían 
distinguido en las lides sindicales. Agredió al Politécnico y separó al estudiantado 
de la Nacional de Maestros por sexos. Trató de abolir el sistema de coeducación de 
las escuelas primarias. 
Para consumar su acción perniciosa, buscó apoyo a su política educativa, saturada de 
desaciertos, en las facciones magisteriales personalistas que se prestaron a ayudarlo 
con tal de alcanzar notoriedad y obtener insignificantes ventajas individuales. 
El secretario de Educación Pública, a fin de ganar adeptos para la 
“reforma educativa que proyectaba de acuerdo con sus ideas”, otorgó su 
respaldo al Frente Nacional Revolucionario de Maestros de México, lo que 
“acentuó más la división”, incluso de mayores proporciones que las que 
prevalecieron en 1935 y 1936, lo que obligó al presidente Manuel Ávila 
Camacho a intervenir en el conflicto. Así, el 30 de septiembre de 1941, se 
firmó un pacto entre el STERM y el FNRMM, en el que se comprometieron 
a restablecer la unidad, para lo cual integraron una Comisión de Unidad del 
Magisterio, con un representante del Ejecutivo Federal, otro de la Central de 
Trabajadores del Estado; y siete representantes de cada organización sindical 
(Lozano, 90). 
La Comisión de Unidad del Magisterio lanzó una convocatoria para 
realizar un Congreso Nacional de Unificación Magisterial en Querétaro, que 
se llevaría a cabo del 27 al 29 de diciembre de 1941. Los trabajos que se 
efectuaron en esa ciudad no ayudaron en nada a impulsar la unidad de los 
maestros. El congreso ni siquiera llegó a instalarse “debido a que sólo tuvieron 
acceso al recinto en que éste se llevaría a cabo los delegados adictos” a Octavio 
Véjar Vázquez (Ibíd.). 
Los maestros salieron más divididos que nunca. Una facción minoritaria 
del Frente Nacional Revolucionario de Maestros de México (FNRMM), con el 
aval de la SEP, constituyó el Sindicato Mexicano de Maestros y Trabajadores 
de la Educación (SMMTE), que eligió al siguiente Comité Ejecutivo: José 
Calvo, secretario general; Rubén Rodríguez Lozano, secretario de Trabajo y 
Conflcitos; José Cerón Cardona, secretario de Organización; Salvador Monroy, 
secretario de Acción Social; Plácido Ramón, secretario de Acción Educativa; 
Luz. Ma. Vera, secretaria de Acción Femenil; Armando Ortega, secretario 
de Relaciones Internacionales; Antonio García López, secretario de Actas y 
Acuerdos; Valentín Vanegas, secretario de Finanzas; Cirilo Mendoza, secretario 
de Estadística y Archivo; y Heriberto Monroy, secretario de Acción Juvenil 
(Ibíd., 90-91). 
Por su parte, la franja mayoritaria del FNRMM se unió a una parte 
importante de “los delegados del STERM y así nació otra organización más 
39
en Querétaro: el Sindicato Único Nacional de Trabajadores de la Enseñanza 
(SUNTE)”, el cual eligió en su Comité Ejecutivo a: Roberto Barrios, como 
secretario general; Arcadio Noguera, secretario de Trabajo y Conflictos; Valente 
Lozano Ceniceros, secretario de Organización y Propaganda; Federico González 
Gallo, secretario de Acción Juvenil; Ramón López, secretario de Acción Obrera; 
José Ángel Aguilar, secretario de Acción Campesina; Joaquín Barrera Bravo, 
secretario de Relaciones Internacionales; Eugenio Miranda Fonseca, secretario 
de Estadística y Archivo; María Rangel, secretaria de Acción Femenil; y Cenobio 
Pérez, secretario de Finanzas (Ibíd., 91). 
Mientras tanto, los delegados del STERM que participaron en el fallido 
congreso de Querétaro y que representaban la otra parte que no se integró 
al SUNTE, al regresar a la Ciudad de México, llevaron a cabo una reunión con 
el apoyo de la CTM, en la que eligieron un nuevo Comité Ejecutivo Nacional, 
con los siguientes integrantes: José Fernández Zamorano, secretario general; 
Juan Urbina Hernández, secretario de Trabajo y Conflictos; David Vilchis, 
secretario de Organización y Propaganda; Rogerio Aranda, secretario de 
Educación y Acción Juvenil; F. Donato Mota, secretario de Actas y Acuerdos; 
Lauro Rendón, secretario de Acción Obrera; Cinosura Constantino, secretaria 
de Acción Femenil; Indalecio H. Sayago, secretario de Relaciones; y David Gallo, 
secretario de Finanzas (Ibíd.). 
En el ámbito nacional se profundizó la división del sindicalismo 
magisterial, pues el Sindicato Único Nacional de Trabajadores de la Enseñanza 
se dividió en dos: el SUNTE (a secas), y el SUNTE-CNC (Peláez, 1994: 181). 
Este cisma se concretó en el Tercer Consejo Nacional, convocado por el Comité 
Nacional de Vigilancia del SUNTE, y que se realizó del 25 al 27 de febrero de 
1943, en el que se eligió como secretario general del Comité Ejecutivo Nacional 
al profesor Gabriel Rivera Ramírez, quien era además secretario general de la 
Sección XXVI en Sonora (véase AGN, vol. 448, exp. 437.3/33, Convocatoria al 
Tercer Consejo Nacional del SUNTE y telegrama al presidente de la República 
de Gabriel Rivera). 
Se desconocen las razones por las que ese liderazgo nacional, no 
se encuentra debidamente documentado en la mayoría de los estudios y 
libros que se han escrito hasta la fecha sobre la historia del SNTE, salvo de 
manera breve por Gerardo Peláez Ramos (1994: 181), pero es una realidad 
que en el momento de surgir la organización actual del magisterio, el 
secretario general del SUNTE (a secas), entonces agrupación mayoritaria 
de los maestros, era el profesor Gabriel Rivera Ramírez, lo cual se puede 
comprobar al revisar el expediente correspondiente en el Tribunal Federal 
de Conciliación y Arbitraje. 
Cabe mencionar, que la representación del SUNTE, la tuvo en el proceso 
de formación del SNTE, el profesor Valente Lozano Ceniceros, quien no era 
40
Visión Colectiva de una Profesión: SNTE 
el secretario general, sino el secretario de Organización del Comité Ejecutivo 
Nacional, pues según una referencia: 
[…] en el año de 1999, tuve oportunidad de platicar ampliamente con uno de los 
fundadores del SNTE, el profesor Federico González Gallo, de Nayarit, a quien le 
pregunté la razón de que en los documentos constitutivos de nuestro Sindicato, no 
aparecía el nombre de Gabriel, y entonces me contestó que Gabriel Rivera Ramírez 
era un gran líder magisterial con el que conversó muchas veces, de tal manera que 
pudo darse cuenta que no le gustaba vivir en la Ciudad de México, pues era muy 
apegado a su familia que residía en Hermosillo, por lo que delegaba muchos asuntos 
en Valente Lozano Ceniceros, quien era su secretario de Organización, pero que todo 
lo que hacía Valente, tenía el aval del secretario general del Comité Ejecutivo Nacional 
del SUNTE (Montaño, 2013). 
11. Evolución de los derechos laborales y sindicales de los 
trabajadores al servicio del Estado 
En 1929, se reformó el artículo 123 constitucional, reservándose el Congreso 
de la Unión la facultad de expedir leyes sobre el trabajo, en virtud de que en 
el texto original se otorgaba a las entidades el derecho de legislar en materia 
laboral. 
Como consecuencia de esta reforma constitucional, en 1931 se 
aprobó la Ley Federal del Trabajo, que también dejó sin resolver el régimen 
jurídico aplicable a los trabajadores al servicio del Estado. El artículo 2 de este 
ordenamiento establecía que “las relaciones entre el Estado y sus servidores 
se regirán por leyes del servicio civil que se expidan”; pero esta circunstancia, 
aunque reflejaba que la referida Ley no se olvidaba del empleado público, 
no resolvió el problema, porque ni se crearon las leyes del servicio civil ni se 
garantizó la estabilidad en la plaza de los trabajadores al servicio del Estado 
(Flores, 189). 
Esta situación, “que se limitaba a postergar la regulación del problema” 
(Bensusan, 1985: 24), y dejaba a los trabajadores de ese sector en total 
desprotección, fue objeto de críticas de la más variada naturaleza. “Todas las 
fuerzas sociales y políticas se manifestaron en torno a los derechos laborales 
y sindicales de los trabajadores al servicio del Estado. Antes que nadie, los 
sindicatos demandaron igualdad en el trato a los empleados públicos y a los 
obreros industriales” (Peláez 1994: 111). 
Uno de los más activos dirigentes del magisterio en aquella época, 
declaró en 1934: “Tenemos el deber de luchar porque los servidores del 
Estado, en cuyas filas nos contamos, tengan los mismos derechos que los 
demás trabajadores”. Además, señalaba que la única forma de organización 
que puede servir para defender sus intereses y su derecho mismo a vivir 
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  • 1. Juan Díaz de la Torre José Guadalupe Montaño Villalobos Alfonso Cepeda Salas Víctor Hugo Calvillo Mendoza Visión Colectiva de una Profesión: SNTE
  • 2. Visión Colectiva de una Profesión: SNTE VISIÓN COLECTIVA DE UNA PROFESIÓN: SNTE 1
  • 3. VISIÓN COLECTIVA DE UNA PROFESIÓN: SNTE 2 Comisión Redactora: Juan Díaz de la Torre José Guadalupe Montaño Villalobos Alfonso Cepeda Salas Víctor Hugo Calvillo Mendoza Coordinador Editorial: José Guadalupe Montaño Villalobos Diseño e impresión Editorial del Magisterio ISBN: 978-6079-63496-4 Año de Edición 2013 primera edición derechos reservados c SNTE 2013 Impreso en México Queda prohibida su reproducción parcial o total por cualquier medio impreso o electrónico sin la autorización previa por escrito del SNTE.
  • 4. Visión Colectiva de una Profesión: SNTE A los trabajadores de la educación de México que se afanan cada día por elevar la calidad de la educación, y sienten genuino orgullo de pertenecer al SNTE 3
  • 5. 4
  • 6. Visión Colectiva de una Profesión: SNTE ÍNDICE PRESENTACIÓN INTRODUCCIÓN CAPÍTULO I. ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL SINDICALISMO MAGISTERIAL (1917-1943) CAPÍTULO II. LA CONSTITUCIÓN DEL SNTE Y SUS PRIMEROS AÑOS (1943-1949) CAPÍTULO III. ESTABILIDAD, CONSOLIDACIÓN Y DESARROLLO DEL SNTE (1949-1972) CAPÍTULO IV. NUEVA ESTRATEGIA SALARIAL Y PARTICIPACIÓN POLÍTICA DEL SNTE (1972-1989) CAPÍTULO V. REFORMA ESTATUTARIA Y FUNDAMENTO NORMATIVO DE LA PLURALIDAD POLÍTICA Y SINDICAL (1989-2000) CAPÍTULO VI. COMPROMISO DEL SNTE CON SU MATERIA DE TRABAJO (2000-2012) VALORACIÓN FINAL MEMORIA GRÁFICA REFERENCIAS SIGLAS 5 7 9 13 45 69 127 169 219 251 253 289 300
  • 7. 6
  • 8. Visión Colectiva de una Profesión: SNTE 7 PRESENTACIÓN Dentro de las corrientes historiográficas tradicionales se ha privilegiado una visión orientada en ofrecer una perspectiva macro de los hechos, que se limitan a narrar los grandes sucesos y dejan de lado las interpretaciones de pequeña escala de la realidad social, mismas que son la base en torno de la cual gira y se desenvuelve la historia. En este sentido es pertinente señalar, que sin un estudio concreto de los sucesos individuales, encuadrados y relacionados con su contexto, no se puede entender la verdadera dimensión del proceso histórico. Tal es el arreglo y disposición de los distintos capítulos que ofrece al lector la “Visión Colectiva de una Profesión: SNTE”. Este es un estudio puntual acerca de la evolución del magisterio y de su estructura organizativa sindical. Analiza su emergencia y su rápida transformación en una “profesión de Estado”. Hoy podría resultar extraño afirmar que, como indican los autores, la docencia en sus inicios fue una profesión del ámbito municipal, toda vez que los ayuntamientos dirigían y sostenían económicamente a las escuelas. En ese periodo, la unidad gremial del magisterio fue un factor importante para proteger a los profesores de los abusos que ejercían las autoridades y caciques locales, ante la necesidad de tener un salario digno que no se podía garantizar, por las penurias de los erarios estatales y municipales. Desde la antigüedad la manera más habitual de escribir la historia consistía en referirse al sujeto histórico como una persona individual, en la cual los entes relevantes o destacados eran quienes hacían la historia, así, ésta se convertía en el registro de hechos memorables de grandes hombres. De esta manera si el hombre es el verdadero protagonista de la historia, la escala temporal de la vida humana pasa a ser decisiva, sin embargo, ésta puede ser superada por la duración de las instituciones. En el presente estudio, el protagonista, el sujeto histórico, es un ente social que es capaz de transformar su realidad a partir de su visión del futuro y con ello generar historia; el magisterio con más de setenta años de ejercer
  • 9. una vocación, íntimamente relacionada con la transformación de la estructura sociodemográfica del país, lo ha hecho con alta responsabilidad y compromiso con su materia de trabajo. Desde sus orígenes, al magisterio como actor central del proceso educativo, se le ha reconocido un papel fundamental en la formación del Estado mexicano así como en la edificación de las nuevas instituciones surgidas del movimiento armado de 1910. Después de haber superado el azaroso camino de las primeras organizaciones sindicales del magisterio, el SNTE llegó a constituirse, por medio de asambleas, consejos y congresos, en una de las fuerzas impulsoras que actúan en la sociedad para orientar la política educativa del Estado. El presente análisis muestra, a través de una detallada relación cronológica, los sucesos más visibles de la vida interna sindical y de cómo en la defensa de los derechos laborales de una profesión, su liderazgo lo llevó a constituirse en un interlocutor válido dentro del entramado político e institucional. La evolución de la organización sindical magisterial, como aparato institucional, debe mirar por su propia estabilidad y continuidad. Por una parte requiere utilizar instrumentos de concertación, controlar demandas excesivas, moderar disidencias y equilibrar presiones y, por otra, articular demandas concretas de los sectores sociales para satisfacer las expectativas de una vida mejor a través de la educación, para adquirir movilidad social, elevar competencias, obtener destrezas técnicas, credenciales laborales, capital cultural, etc. La legitimidad de estas aspiraciones se concreta en los hechos, como demandas políticas. En este sentido es importante destacar que el proceso de consolidación del SNTE propició a su vez la estabilización de la vida interna de la SEP. Esto es muy significativo en muchos planos y niveles, pues ambas instituciones constituyen la trama y la urdimbre del alma de la escuela mexicana, con su ambiente y estilo, sus preocupaciones vitales, la conciencia y vocación de sus maestros que la hacen única, así, es válido afirmar que esta investigación documental es una historia personal. 8 Profa. Lucila Garfias Gutiérrez
  • 10. Visión Colectiva de una Profesión: SNTE INTRODUCCIÓN Reunir en una obra parte del quehacer y quizá del sentir de varias generaciones de mexicanos, que a lo largo de 70 años han compartido una vocación que se vuelve realidad en el rostro de la patria, es muestra de un propósito que se proyecta en torno a la huella que el magisterio ha impreso en la conciencia colectiva, como la más clara evidencia de que el ahora deviene del pasado, y que del actuar presente depende que el porvenir adquiera mayor sentido y dimensión. Vislumbrar un futuro de manera colectiva es una enseñanza que proviene de la voluntad y de la capacidad de los trabajadores de la educación para configurar, en diversos momentos y escenarios, respuestas que, por mucho, se han anticipado al planteamiento de las preguntas. Las asambleas, consejos y congresos en los que se construyeron las grandes definiciones, y en los que se establecieron los rumbos de una diversidad que se hace unidad en la educación al servicio del pueblo, constituyen el hilo conductor de una narrativa que reconoce a la educación y a los derechos laborales por igual como los dos pilares de una profesión compartida. Los objetivos de esta obra son: primero, establecer las bases de un proceso permanente de investigación en microhistoria, con el fin de que los agremiados hagan una valoración más justa de las acciones de sus antecesores y de su propia participación social, gremial y educativa; segundo, ofrecer a los trabajadores de la educación una visión histórica, integral e incluyente, que articule a su organización con sus diversos contextos y la construcción de su propio futuro, y tercero, documentar las luchas reivindicadoras del SNTE –en sus diversas etapas– en las cuales se han generado condiciones políticas y sociales que inciden en avances de consideración para los integrantes del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, como resultado de la persistente acción gremial y de un responsable desempeño profesional de sus miembros, sin dejar de reconocer, por supuesto, que todavía falta mucho por hacer. 9
  • 11. Las investigaciones y trabajos académicos que dieron fundamento a los libros y diversos materiales que existen sobre la historia del sindicalismo magisterial, han dejado aportes de gran importancia, pero abordan sólo algunas de sus etapas o, en algunos casos, su estudio llega hasta cierto periodo de su desarrollo; sin embargo, hace falta una obra que integre una visión de conjunto hasta nuestros días, por lo que este trabajo espera ser el punto de partida para iniciar el proceso referido. Este libro es producto, en todas sus partes, de la investigación realizada en una gran cantidad de fuentes bibliográficas, hemerográficas y de otra naturaleza, como fueron: en primer lugar, las propias publicaciones del SNTE, particularmente, los trabajos denominados Apuntes históricos sobre el movimiento sindical del magisterio nacional, y Breve historia del movimiento sindical mexicano y comentario histórico del actual Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, los cuales contienen datos de los acontecimientos que no deben ser desestimados pues sus autores fueron protagonistas de varios de los hechos descritos. Ambos documentos pertenecen al acervo histórico de este organismo gremial; fueron escritos por Enrique W. Sánchez y Valente Lozano Ceniceros para las Conferencias Regionales de Orientación Sindical que organizó el Comité Ejecutivo Nacional en 1965. En ellas los autores participaron como conferencistas y, después, entregaron sus aportaciones a la organización para que fueran publicadas, inicialmente, en la memoria de esas actividades (1966), y, en una edición conmemorativa del 25 aniversario del SNTE, tres años después. Asimismo, se leyeron las obras del licenciado Vicente Lombardo Toledano: La libertad sindical en México y Teoría y práctica del movimiento sindical mexicano, así como algunos textos de sus entrevistas, conferencias, artículos y discursos. De igual forma, se estudiaron libros de José Vasconcelos y las Memorias de Jaime Torres Bodet, además de los discursos, entrevistas y mensajes de ambos intelectuales y funcionarios educativos. También, se revisaron las obras de Gerardo Peláez Ramos, El sindicalismo magisterial 1935-1943, la Historia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y Diez años de luchas magisteriales (1979-1989), entre otros de sus textos. Se consultaron, además, los análisis de Alberto Arnaut relativos al tema, diversos libros escritos por estudiosos del origen y trayectoria del SNTE, así como varios trabajos de personajes relacionados con el sector educativo y con la investigación social, y, finalmente, se examinaron numerosos materiales publicados en internet. En lo que concierne a su contenido, en el capítulo I de este trabajo se abordan los antecedentes históricos del sindicalismo magisterial, con base en un resumen de los acontecimientos previos a la fundación del Sindicato 10
  • 12. Visión Colectiva de una Profesión: SNTE Nacional de Trabajadores de la Educación, que incluye una breve reseña de cada una de las organizaciones que le dieron origen, además de una síntesis de la evolución de los derechos laborales y sindicales de los trabajadores al servicio del Estado. En el capítulo II se sintetizan los sucesos relativos al Congreso Constituyente del SNTE; las condiciones que prevalecían en el país en aquel tiempo; las circunstancias en las que se desarrolló el trabajo sindical en los primeros años de vida de la agrupación; particularmente los problemas que enfrentaron los integrantes del primero y del segundo Comités Ejecutivos Nacionales, y la forma en que las pugnas –existentes entonces– afectaban la unidad interna de la organización gremial. En el capítulo III se analizan las circunstancias que posibilitaron la estabilidad, consolidación y desarrollo del SNTE a partir de que se regularizó su vida interna –de conformidad con sus Estatutos–, lo anterior a través de la realización periódica de congresos y consejos nacionales, así como congresos, plenos y asambleas delegacionales en las diversas secciones del país. Con ello se establecieron bases sólidas para cumplir mejor con los propósitos fundamentales del Sindicato, en favor de la educación pública y de su propia lucha reivindicativa por la vía institucional, orientada a generar mejores condiciones de vida para los trabajadores de la educación. En el capítulo IV se examina la nueva estrategia salarial del Sindicato y la proyección política que logró el SNTE con su participación, la cual propició que cuadros sindicales, no únicamente del ámbito nacional, sino también de las entidades federativas, pudieran acceder a puestos de elección popular, medularmente, diputaciones federales y locales, así como regidurías, y a la vez se registran las acciones que se efectuaron para lograr una mayor identidad profesional. En el capítulo V se describen los acontecimientos que originaron la necesidad de impulsar una reglamentación interna que permitiera fortalecer la vida democrática del organismo, con el fin de lograr, entre otros objetivos: la recuperación salarial de los agremiados y el de preservar la estructura nacional y unitaria del SNTE, en el marco de los retos que se tuvieron que enfrentar a partir de 1989, lo cual dio paso a la reforma estatutaria aprobada en el II Congreso Nacional Extraordinario, de la que se derivó el sustento normativo de la pluralidad sindical y política, con la aplicación del principio de representación proporcional en los procesos de elección interna, y con la creación y funcionamiento del Comité Nacional de Acción Política. En el capítulo VI se documentan las aportaciones del SNTE destinadas a mejorar su materia de trabajo, la cual pasa por una verdadera crisis, como un reflejo de los enormes problemas que existen en el panorama general, 11
  • 13. pues lo que acontece en la educación pública obedece a una gran diversidad de factores y actores que inciden en su propio desarrollo. Es muy evidente que con este trabajo no se agota el estudio de nuestra realidad histórica, pero se espera sea de utilidad para los trabajadores de la educación y sirva de base para estudios posteriores. 12
  • 14. Visión Colectiva de una Profesión: SNTE CAPÍTULO I ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL SINDICALISMO MAGISTERIAL (1917-1943) 13 1. El marco legal El 5 de febrero de 1917, se promulgó la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en la que se incluyeron las modernas garantías sociales. En el aspecto laboral el artículo 123 aprobado con el título: “Del trabajo y de la previsión social”, dio fundamento a la creación de sindicatos, federaciones y confederaciones en la República Mexicana, ya que en su fracción xvi estableció el derecho de los obreros y los empresarios para coaligarse en la defensa de sus respectivos intereses. A pesar de lo anterior, esa Ley fundamental no consideró “dentro de esas garantías a la burocracia, no obstante que en las deliberaciones se habló de la difícil situación en que vivía el trabajador al servicio del Estado”, quien no tenía ninguna protección jurídica, al igual que el magisterio nacional, como parte del sector aludido, por lo cual los maestros buscaron alianzas con los demás servidores públicos y con los obreros para defenderse de las injusticias de que eran víctimas, pues al no existir seguridad en el empleo eran cesados frecuentemente por los altos funcionarios de la Federación, quienes cometían todo tipo de atropellos fundamentados en la fracción ii del artículo 89 de la Constitución, que les otorgaba la facultad de nombrar y remover libremente a los altos, pero también a los demás empleados de la unión (Flores, 1966: 188-189). En esas condiciones de total indefensión jurídica en las que estaban los maestros, la primera Legislatura Constitucional, que aprobó la Carta Magna de 1917, recibió el 27 de septiembre del mismo año, una iniciativa que fue presentada por los diputados Benito Ramírez y Enrique Viesca Lobatón –representantes de Veracruz y Coahuila, respectivamente–, en la que argumentaban que: “Siempre nos ha impresionado la triste posición del
  • 15. maestro de escuela, siempre, unido como la sombra al cuerpo ha surgido el contraste en nuestro espíritu de su precaria situación económica y social, y de su grandiosa labor en bien de la patria y del pueblo”. Por ello propusieron una ley con dos artículos: el primero, para declarar el 15 de Mayo, Día del Maestro y, el segundo, que “los padres o tutores encargados de los niños, los enviarán en ese día a la casa de sus maestros, para saludarles, rindiendo el homenaje de su gratitud” (Cfr. Diario de los Debates de la Cámara de Diputados. Periodo ordinario. XXVII Legislatura, tomo ii. núm. 20, 28 de septiembre de 1917). Finalmente, después de la discusión de la iniciativa en la Cámara de origen y sufrir modificaciones en la misma, se envió al Senado para continuar con el procedimiento legislativo correspondiente. Ahí fue aprobada el 17 de noviembre en los siguientes términos: “Artículo 1°. Se declara Día del Maestro el 15 de Mayo, debiendo suspenderse en esa fecha las labores escolares”, y “Artículo 2°. En todas las escuelas se organizarán ese mismo día festividades culturales que pongan de relieve la importancia y nobleza del papel social del maestro”, decreto que fue publicado en el Diario Oficial de la Federación el 3 de diciembre de 1917. Cuando se decretó la celebración aludida, México comenzaba a recuperarse apenas del largo conflicto social, político y armado que fue la Revolución Mexicana, por lo tanto: […] había que reconstruir el país y fundar un nuevo Estado; restablecer la unidad nacional; edificar las nuevas instituciones y desplegar el conjunto de políticas de salud, educación, seguridad y asistencia social; de desarrollo del campo y las ciudades que fueron las características del Estado social mexicano. En ese contexto, con todo por hacer hacia adelante, el homenaje que se instituyó para los maestros tuvo un doble y profundo significado: se reconocía explícitamente su elevada responsabilidad educativa y al mismo tiempo se les asignaba un papel fundamental para afrontar los grandes desafíos de la época, en una palabra, se les hacía partícipes de los esfuerzos para reconstruir la nación (Díaz, 2013). No obstante ese reconocimiento, los maestros continuaron sin una legislación que los protegiera por lo que fue natural que sintieran, al igual que los obreros, los campesinos y los burócratas, la necesidad de organizarse en defensa de sus intereses comunes. Aunque están documentados algunos intentos organizativos del magisterio para cohesionarse bajo este propósito antes de la promulgación de la Constitución de 1917, fue a partir de este trascendente acto legislativo cuando se iniciaron, en alianza con los demás trabajadores, las más eficaces acciones para constituir las primeras agrupaciones gremiales de los maestros en México; así quedó plasmado en el hecho histórico de la fundación de 14
  • 16. Visión Colectiva de una Profesión: SNTE la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM) en 1918, donde se integraron “grupos de maestros de Veracruz, Puebla, Tlaxcala y San Luis Potosí” que luchaban “por sus conquistas e intereses estrechamente vinculados a la clase obrera” (Sánchez, 1969: 7). Sin embargo, todo parece indicar que la participación del magisterio tuvo sus limitaciones en un principio pues, según Vicente Lombardo Toledano (1974: 190), la CROM establecía en su constitución que los grupos de trabajadores no manuales podían ingresar en su seno como “asociaciones culturales” con voz, pero sin voto dentro de la asamblea general, y con ese carácter se incorporaron “en ella algunos sindicatos de maestros de escuela”; posteriormente se rompió ese principio y “se nombró como miembro de una comisión de dictamen al representante de un sindicato de profesores, derecho sólo reservado a los miembros activos de la Confederación”; esto sirvió como base para solicitar “la incorporación sin restricciones de los profesores en el organismo obrero” tiempo después. Un antecedente fundamental para comprender la situación laboral de los maestros en esos años, es el que tiene que ver con la disposición constitucional que se aprobó en el Congreso Constituyente de 1917, por medio de la cual quedó suprimida la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes –que había sido creada en 1905–, lo cual dio origen a que en el artículo 32 de la Ley de Organización del Distrito y Territorios Federales –expedida por el presidente Venustiano Carranza, el 13 de abril de 1917– se estableciera que: “La instrucción pública primaria estará en el Distrito Federal y territorios de la Federación a cargo exclusivamente de los ayuntamientos…”; poco tiempo después se demostró que esa medida fue un error, ya que los municipios no estaban capacitados para esa tarea, …en vista de que su administración y funcionamiento requería de una preparación científica y pedagógica, así como de ingresos suficientes para llevar a la práctica los principios de laicidad, obligatoriedad y gratuidad. Se necesitaban edificios y mobiliario escolar, libros de texto y pago regular a los maestros, lo cual exigía el correspondiente presupuesto, legislación y administración escolares, adecuados para coordinar la parte técnica y no producir conflictos entre los diversos planes y programas de estudio o entre los mismos municipios del país; por consiguiente, pronto aparecieron por todo el territorio las protestas motivadas por diversas causas, sobresaliendo entre éstas, la clausura de escuelas por falta de pago a los profesores […] Así pues, sólo en el Distrito Federal la instrucción primaria disminuyó en una proporción cercana al 75 % […]; los planteles jamás habían estado peor atendidos […]; ello provocó huelgas de profesores, pues sólo se les pagaba el 75 % de su sueldo, y a pesar de eso, en la Ciudad de México el profesorado tenía tres decenas de retraso y seis en las municipalidades. Entre las razones que se adujeron para cometer esta arbitrariedad, estaba la de que no alcanzaban los fondos del erario para cubrirlos íntegramente (Gómez, 1982: 151-152). 15
  • 17. La municipalización de la educación se reflejó también en la merma de maestros de educación primaria que en 1910 ascendían a 21,017 (Martínez, 358), y en 1919, de acuerdo con la SEP, sólo eran 9,560 (SEP, Historia de la SEP); es decir, se registró un decremento de 54.5 por ciento. En esas circunstancias surgió, en el Distrito Federal, en mayo de 1919, “un conflicto que [llevó] al estallamiento de la primera huelga magisterial de la historia de México, en demanda del pago de los sueldos devengados y la reposición en sus plazas de los maestros cesados”, de tal suerte que esta acción reivindicadora “impactó a la opinión pública debido a la novedad del fenómeno, el momento en que ocurría y el apoyo que logró movilizar”, lo cual le brindó “todavía mayor relevancia, puesto que se [convirtió] en el argumento histórico más usado por quienes en breve reanimarían el proyecto de federalización educativa” (Arnaut, 1998b: 144-145). La huelga de los maestros tuvo la solidaridad de los sindicatos de trabajadores, particularmente de los tranviarios, de los choferes, de los panaderos y de los obreros de los diarios y periódicos; además, “se efectuaron actos por parte del elemento femenino del profesorado, de verdadera heroicidad, pues al iniciarse el servicio de tranvías con rompehuelgas, las esforzadas educadoras se arrojaban a las vías para impedir el tráfico” (Salazar, 1972: 260). La respuesta del gobierno del presidente Venustiano Carranza no se hizo esperar; aunque reconoció que el motivo de esa huelga era la “irregularidad consiguiente a la actual organización política del municipio de México” lo cual causó “el retardo en los pagos al personal de instrucción pública”, no cedió a ninguna de las demandas planteadas por los maestros; por el contrario, los reprimió y los llamó “perturbadores”. Finalmente, “publicó su determinación de mantener el orden a toda costa, declarando que no existía el derecho de huelga de los servidores de la nación” (Informe presidencial del 1° de septiembre de 1919). Ante la enorme presión del gobierno, los sectores solidarios con los profesores retiraron su apoyo y “el cuerpo docente, la falange educadora, quedó injusta y cruelmente abandonada a sus propios destinos” (Salazar, 260); aunque esa huelga fue derrotada cabe destacar que el movimiento sirvió para que se tomara mayor conciencia de la necesidad de poseer una organización gremial que defendiera con eficacia sus intereses legítimos, además de que pusiera en evidencia sus deplorables condiciones de trabajo. En toda la historia del sindicalismo magisterial, la falta del pago oportuno de los sueldos ha sido una fuente constante de justas inconformidades y protestas de los maestros en todos los niveles educativos. 16
  • 18. Visión Colectiva de una Profesión: SNTE 2. Primeras organizaciones sindicales del magisterio En 1920, nació la Liga de Profesores del Distrito Federal –que es considerada la primera agrupación de maestros de carácter sindical–, formada por Vicente Lombardo Toledano, la cual, según José Antonio Espinosa (1982: 68), “al poco tiempo, [y] con sede en la Ciudad de México, ésta se [autodesignó la] Liga Nacional de Maestros”. Al respecto, su fundador explica en una entrevista que se le denominó de esa forma “porque había una tradición de ligas” y que, cuando nació ese organismo, “éramos muy pocos maestros universitarios, maestros de la escuela preparatoria y algunos maestros de las escuelas primarias de la Ciudad de México. Mi propósito era el comenzar a agrupar a los trabajadores de la enseñanza para estudiar los problemas pedagógicos del país” (Wilkie y Monzón, 1982: 47, 125). La agrupación referida, surgió bajo el amparo de la CROM, alianza que se confirma con el hecho de que Vicente Lombardo Toledano participó, en su carácter de secretario general de la Liga de Profesores del Distrito Federal, como delegado a la III Convención de la Central Obrera, que se realizó en la ciudad de Orizaba, Veracruz en 1921 (Ibíd., 47), y, después, en la V Convención Nacional de la mencionada Confederación, la cual se llevó a cabo en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, en 1923; ahí “fue electo secretario de Educación del Comité Central de la CROM, y estuvo en él durante ocho años consecutivos hasta que renunció a seguir perteneciendo a esa Central Obrera” (Pliego, 2011). En ese sentido, el mismo intelectual, político y dirigente sindical decía 17 en julio de 1961: ¿Quién organizó a los maestros? La clase obrera. En los demás países los profesores se han agrupado solos o los sindicatos obreros han intervenido; pero sólo recientemente para estimular la asociación profesional de los educadores. Además, la Revolución Mexicana creó dos instituciones democráticas de enseñanza: la escuela rural y la escuela secundaria, que por su propia naturaleza se ligaron al pueblo. […] Hubo, pues, vínculos de clase entre los obreros y los maestros; entre los maestros y los campesinos (Lombardo, 1961: 141). El 14 de febrero de 1922, se fundó en el Distrito Federal, la Liga Nacional de Maestros Racionalistas, la cual tuvo un importante desarrollo en Yucatán, Tabasco y Veracruz, debido al apoyo que le otorgaron los gobernadores Felipe Carrillo Puerto, Tomás Garrido Canabal y Adalberto Tejeda, respectivamente. Las bases ideológicas de esta corriente eran: la libertad y la igualdad de sus miembros. Sus principios pedagógicos fueron: la acción y el contacto directo con la naturaleza a través de la observación y la experimentación (Montes de Oca).
  • 19. De acuerdo con algunos de sus postulados, la escuela racionalista luchaba por establecer una humanidad fuerte y libre, sin salarios, sin limosnas, ni fronteras; no reconocía deidades y se proponía terminar con los amos, dogmas y prejuicios políticos y militares, al tiempo que pugnaba por enseñar a oír la voz de la razón, pero nunca la voz del servilismo, y acabar con el régimen capitalista, para establecer el del proletariado (Ibíd.). Gerardo Peláez Ramos (1994: 14), registra también la fundación de la Unión Sindicalista de Profesores del Distrito Federal en 1924 “que pronto constituyó una federación [junto] con los sindicatos magisteriales del estado de Veracruz y algunos del norte de la República”. Señala además, que “esta agrupación redactó un programa avanzado, utilizó tácticas sindicales, buscó resolver los problemas del gremio y se unió a los trabajadores manuales”. Como resultado del Primer Congreso Nacional de Educación Primaria se fundó la Federación Nacional de Maestros (FNM), que fue una agrupación que “facilitó e impulsó la organización de los trabajadores de la SEP en diversas entidades federativas y la centralización en una agrupación que tendía a su unicidad” (Ibíd., 15). Dicho congreso, convocado por Vicente Lombardo Toledano en nombre de la CROM, se llevó a cabo en la Ciudad de México, del 30 de diciembre de 1926 al 4 de enero de 1927, y en él participaron los profesores que integraban 21 delegaciones de los diferentes estados de la República. El lema de la FNM era: “Salud y Revolución Social”; el Comité Ejecutivo que se eligió en la reunión aludida lo formaron: Vicente Lombardo Toledano, secretario general; Martín Cortina, secretario del Interior; David Vilchis, secretario del Exterior; Elías Soto Campos, tesorero; y N. Ocampo Bolaños, secretario de Organización y Propaganda; aunque estos dos últimos ya no aparecieron en el informe que rindió la Federación el 3 de noviembre de 1927, sobre la huelga de maestros de Veracruz, pues en ese documento se registra como secretario Provisional de Organización, a Gumersindo Nava y, como Tesorero Sustituto, a Erasto Valle (La Huelga, 186). Lombardo Toledano cuenta en otra entrevista, que al nacer la FNM y ser electo secretario general, los maestros de algunas regiones del país se quejaban de que no les pagaban los sueldos puntualmente, y que en aquel tiempo: […] los maestros eran vistos como funcionarios de segunda clase; primero cobraban los salarios los empleados administrativos y los maestros siempre eran los últimos en ser atendidos. Al crearse la Federación Nacional de Maestros comenzamos una lucha sistemática para reivindicar el papel del magisterio y también para exigir mejores salarios y pago puntual de su retribución (Wilkie y Monzón, 1982: 128-129). 18
  • 20. Visión Colectiva de una Profesión: SNTE La primera gran huelga encabezada por la Federación fue la que realizaron los maestros de Veracruz del 24 de septiembre al 16 de octubre de 1927, pues les debían de tres a nueve meses de sus sueldos. El Sindicato de Maestros Jalapeños y el Sindicato de Profesores del Puerto de Veracruz (integrantes de la FNM), con la ayuda solidaria de todas las organizaciones obreras del país (pertenecientes a la CROM), se fueron a un movimiento “toda vez que el gobernador Jara había manifestado hallarse imposibilitado para pagar los sueldos de los maestros” (La Huelga, 180-181). La huelga estalló en el Puerto de Veracruz, el 24 de septiembre, y en Jalapa, dos días después, en donde “los maestros permanecieron en los establecimientos y los obreros dieron (sic), guardias a la entrada para impedir el acceso de escolares y esquiroles” (Ibíd., 181-182). Por su parte, Vicente Lombardo Toledano, con el fin de iniciar una campaña en favor de los maestros veracruzanos, expuso la dura situación de los profesores en la sesión del 23 de septiembre de la Cámara de Diputados, justamente en la víspera del día en que estalló la huelga, “pidiendo la ayuda moral y pecuniaria de los representantes populares”. Los diputados se solidarizaron con ese movimiento y apoyaron con 493.37 pesos (Ibíd.,181). El conflicto concluyó tras 23 días de huelga con el arreglo al que llegaron con el gobierno, los comisionados de la FNM, Martín Cortina y David Vilchis y los integrantes de los comités de huelga de los maestros de Jalapa y Veracruz, el cual consistía, primero, en que se pagaría a los maestros la cuarta parte del adeudo; segundo, que en lo futuro los pagos serían puntuales, y, tercero, que el adeudo pendiente se haría efectivo decenalmente en el transcurso del año, hasta dejarlo concluido al finalizar el mismo (Ibíd., 184-185). Sin embargo, se realizó otra huelga en el Puerto de Veracruz del 14 de septiembre al 15 de octubre de 1928, porque a los maestros no les pagaban desde hacía cuatro meses, movimiento que también apoyó la FNM, pues según señaló Vicente Lombardo Toledano: Si hace un año los profesores suspendieron la huelga ante la promesa de honor que les hizo el gobernador de pagarles lo que se les debía, y salieron defraudados, hoy están decididos a continuar indefinidamente en su actitud, pues les consta que los arbitrios (impuestos), municipales son suficientes para cubrir el presupuesto, sólo que los fondos se han aplicado a fines ajenos a sus obligaciones y al mismo tiempo se disminuyen ciertas entradas por malos manejos (Telegrama). La huelga anterior, exitosamente ejecutada, dio origen al reconocimiento de que el Estado es patrón respecto a sus servidores, circunstancia que fortaleció a la Federación Nacional de Maestros y estimuló la creación de 19
  • 21. sindicatos de trabajadores al servicio del Estado, tal como lo describe Vicente Lombardo Toledano en una conferencia que impartió en el SNTE, en 1965 (1966: 33-34): En el caso de los trabajadores del Estado, hay que hacer algunas consideraciones complementarias. El Estado en México es un patrón. Esta es una conquista de la clase obrera. Muy pocos de los maestros que están en esta sala saben que quien sentó el precedente de que el Estado es patrón en México respecto de los maestros, fue el movimiento obrero, a través de la Federación Nacional de Maestros […]. Había una huelga en el Puerto de Veracruz. Seis meses hacía que no se pagaban los salarios de los maestros dependientes del municipio y del gobierno del estado. La naciente federación peleó, y después de largas y enojosas discusiones en presencia del pueblo, como en los viejos cabildos de España, el alcalde, que era un hombre de la clase trabajadora —vendía pescado en el mercado—, dijo: tienen razón, yo acepto que el ayuntamiento es patrón de los trabajadores. La Federación Nacional de Maestros logró que se hiciera un acta bien fundada desde el punto de vista jurídico y social, y dos o tres semanas después, con motivo de una huelga en los trabajadores de camiones de la ruta de Azcapotzalco hubo otro precedente igual, hasta que logramos que se llegara a la jurisprudencia reconociendo que el Estado en México es un patrón respecto de sus servidores. De hecho, las huelgas aludidas no fueron las únicas que se registraron en la entidad veracruzana, que tenía una tradición de lucha magisterial, pues un estudioso del sindicalismo de los profesores, señala que en mayo de 1919 y julio de 1925 se realizaron importantes huelgas de maestros en el Puerto de Veracruz (Peláez, 1994: 21). De acuerdo con Enrique W. Sánchez (1969: 7), en el Distrito Federal se formaron uniones, federaciones, asociaciones, grupos de maestros de los estados y de todo ese conjunto heterogéneo con deseos de organizarse, entonces surgió “la Confederación de Uniones Magisteriales, que contó con la adhesión de agrupamientos magisteriales de algunos estados como Veracruz, que es pionero en la lucha por la sindicalización de los educadores mexicanos. En esta etapa inicial sobresale la actuación de David Vilchis, que a pesar de sus errores y flaquezas, fue un esforzado luchador y guía de los maestros del Distrito Federal”. Es muy evidente, que cuando se alude en la cita anterior a la “Confederación de Uniones Magisteriales”, se trata en realidad de la Confederación Nacional de Organizaciones Magisteriales (CNOM), cuya fundación fue promovida por el profesor David Vilchis en el centro del país en 1930, (Ávila y Martínez, 1990: 16), agrupación “que desempeñó un rol destacado en la lucha por defender los intereses de los maestros e impulsar su organización” (Peláez), pero según José Antonio Espinosa (1982: 68), no era muy compacta, aunque admite que “aparentemente fue más representativa que las que la precedieron”. 20
  • 22. Visión Colectiva de una Profesión: SNTE En ese sentido, David L. Raby afirmó (1974: 69), que la CNOM “era muy limitada y escasamente representaba a la mayoría de los maestros del país”, pero que se “esforzó por mejorar las condiciones y coordinar las actividades de los sindicatos asociados”, y que en septiembre de 1931, su asamblea nacional “demandó mejores salarios y expresó su apoyo a los maestros que en esos momentos tomaban parte en disputas locales en Oaxaca y San Luis Potosí”. 3. La obra educativa de José Vasconcelos En esos años, el sistema educativo se transformó radicalmente, primero, con el fuerte impulso que le dio el presidente Adolfo de la Huerta (1° de junio al 30 de noviembre de 1920), quien designó a José Vasconcelos como jefe del Departamento Universitario y de Bellas Artes, cargo que incluyó la rectoría de la Universidad Nacional, desde donde inició la formulación del proyecto para crear la Secretaría de Educación Pública. En la siguiente administración se le ratificó en las responsabilidades aludidas. Días después del 3 de octubre de 1921, fecha en que se publicó el decreto de creación de la Secretaría de Educación Pública (SEP), en el Diario Oficial de la Federación (DOF), Vasconcelos fue designado primer titular de la misma, ya que él llevó a la práctica esa idea fundamental y venía desarrollando una significativa labor educativa, en su Campaña contra el Analfabetismo promovida con profesores honorarios, por lo que, como era de esperarse, supo responder con una gran visión, entusiasmo y laboriosidad a la enorme responsabilidad que le entregó el presidente Álvaro Obregón, quien sabía de lo que hablaba cuando en su primer informe ante el Congreso de la Unión, expresó: El Ejecutivo de la Unión ha dedicado y continuará dedicando atención muy preferente a la educación popular, por ser ésta la función más importante y trascendental del poder público, la más noble institución de los tiempos actuales, y, al propio tiempo, en alto grado fecunda para el bienestar social y económico de nuestros conciudadanos, no menos que para su mejoramiento moral y cultura cívica, pues su más amplia difusión en todos los ámbitos del país, hará imposible el restablecimiento de la tiranía que por tantos años ha deshonrado nuestra historia […]. A fin de impulsar vigorosamente la educación nacional en todo el país, y darle la necesaria unidad de propósitos, se inició la reforma del artículo 14 transitorio y del 73, fracción XXVII de la Constitución General, y aprobadas estas reformas, fueron debidamente promulgadas el 30 de junio del corriente año, faltando sólo que las Cámaras de la Unión aprueben la reforma respectiva en la Ley Orgánica de las Secretarías de Estado, a efecto de que la Secretaría de Educación Pública pueda dar principio a sus labores que serán de grandes beneficios para todos los pueblos de la República (1°de septiembre de 1921). 21
  • 23. El mismo José Vasconcelos cuenta (2011: 105), cómo se tomó el acuerdo para su nombramiento, lo cual se concretó el 12 de octubre de 1921: Por vía de fórmula dije a Obregón, una vez que la ley quedó aprobada: —Es éste mi último acuerdo como rector, y ahora procede que se sirva usted nombrar Ministro de Educación Pública. Se rió campechanamente, y tomando su calendario dijo: —Veamos: ¿qué día quiere que sea la protesta ministerial? Y se cumplió ésta, con gran sencillez y en el sitio usual del Salón de Embajadores, delante de los empleados y el personal y con todo el público que cupo en la sala, quedando afuera, en los corredores, buena porción de gente contenta. La nueva Secretaría tenía una estructura departamental, que consideraba tres grandes ramas, a saber: escuelas, bibliotecas y bellas artes, y en la primera de ellas estaban comprendidas, entre otras, la Dirección de Educación Primaria y Normal, así como todas las escuelas oficiales, primarias, secundarias y jardines de niños del Distrito Federal y territorios sostenidos por la Federación, y las escuelas e instituciones docentes que en lo sucesivo se fundaran con recursos federales (DOF, 3 de octubre de 1921). La obra educativa de esa etapa fue de una enorme significación, lo cual pudo lograrse, en gran medida, gracias a la importancia que se le dio al presupuesto educativo pues, por ejemplo, en 1922, ascendió a la cantidad de 49 millones, 826 mil 716 pesos, lo que representó, según José Vasconcelos, que el gobierno de Álvaro Obregón subió “el gasto de poco menos de seis millones que pagaba Carranza a los cuarenta y nueve del presupuesto actual” (1975: 217). En otras palabras, se incrementó en más de 700 por ciento, en sólo tres años, aunque el aumento fue todavía mayor, ya que en 1919 el gasto público en el ramo educativo no era de “poco menos de seis” sino de “mucho menos de seis”, pues su monto en realidad importaba dos millones 218 mil 165 pesos (Solana, Fernando et al, coordinadores, 591). Esta circunstancia favorable se reflejó en las percepciones de los profesores y en sus condiciones de trabajo de lo cual dejó constancia Vasconcelos (1975: 217-218), al afirmar que: Los sueldos de los maestros se han duplicado y en muchos casos triplicado, habiéndose logrado establecer el salario mínimo de tres pesos diarios para cada maestro, no obstante que el mínimo anterior era, a veces, menor de un peso por día. Al mismo tiempo se ha tratado de fortalecer el decoro de los maestros en la generalidad de los casos, el derecho de elegir candidatos para las jefaturas de los departamentos y dirección de escuelas, pues hemos juzgado que si nos hemos dedicado a educar hombres libres debemos empezar por hacer maestros libres. Lo que equivale a decir: páguese a los maestros lo más que sea posible y permítaseles que se organicen según su propio saber y experiencia, un saber y experiencia que será superior, por lo 22
  • 24. Visión Colectiva de una Profesión: SNTE menos, al criterio del político o de los consejos ejecutivos que en otras partes manejan los colegios (las negritas son nuestras). La obra de Vasconcelos al frente de la SEP fue sin duda trascendente. Reorganizó la Secretaría; continuó la Campaña contra el Analfabetismo, la cual se integró como política oficial de la institución gubernamental, con mayores apoyos que los que se le asignaban cuando se inició desde la rectoría de la Universidad; impulsó la educación rural y las misiones culturales; creó la escuela técnica; promovió la educación estética y el reparto de los desayunos escolares, y varias acciones más de subrayada importancia, como por ejemplo, la tarea de editar y divulgar profusamente a los escritores clásicos, tales como Platón, Esquilo, Dante, Shakespeare, Lope de Vega, Cervantes, Goethe, Tolstoi y Tagore, entre muchos otros. La federalización de la enseñanza fue el medio legal que impulsó Vasconcelos para difundir la enseñanza primaria por todos los ámbitos del país, incluso hasta los más remotos poblados, en donde no alcanzara a llegar la influencia educativa de los estados. “Su plan de educación es seguramente el más acertado, el más justo, el más mexicano de los planes que pueden pensarse” (Ramos, 1941: 19, 21). 4. La escuela rural mexicana y las misiones culturales Con la creación de la Secretaría de Educación Pública surgió en 1922, la escuela rural mexicana “con proyecciones y características que la configuran como [una] institución educativa única en el mundo” (Sánchez, 1969: 7), llamada Casa del Pueblo, que era un centro escolar que se organizaba en cada región, edificado “con el esfuerzo de toda la comunidad y cuyas enseñanzas se extendían a los miembros adultos e iban más allá del programa escolar tradicional”, pues a la alfabetización se sumaba la castellanización, así como “pláticas instructivas de todo tipo” para todos, “prácticas de agricultura, pequeños oficios, economía doméstica y desarrollo de la vida social” (Loyo, 1999: 10). Aunque había carencia de profesores para el campo, nada detuvo el inicio y desarrollo de este programa educativo, en el que destacaron los “primeros maestros rurales, misioneros voluntarios”, que peregrinaron por todas las regiones del país, “dejando a su paso escuelas y monitores o maestros instruidos por ellos mismos”, que fue la base para que, ante “la necesidad de una acción más perdurable y de mayor envergadura”, surgieron las misiones culturales, cada una de ellas conformada “por un grupo de maestros con diversas habilidades y conocimientos que impartían cursos breves en diferentes poblaciones preparando maestros dentro de las mismas 23
  • 25. comunidades”, pero además, “ayudaban a los vecinos a elevar su nivel de vida y mejorar sus técnicas de producción” (Ibíd., 10-11). Es una realidad que “ahí se encontraba, en esa masa de profesores de aldea y ejido, así como en las misiones culturales organizadas en 1923, el verdadero germen de la sindicalización del magisterio mexicano”, tal como lo afirma Enrique W. Sánchez (1969: 8), con el cual coinciden Ávila Carrillo y Martínez Brizuela (1990: 16), cuando señalan que “pronto, esa gran cantidad de trabajadores de la educación, dispersos por todo el país, inició luchas gremiales, aisladas algunas y otras en unión de sus comunidades”, y de que las misiones culturales, “se convirtieron en la semilla del sindicalismo magisterial, surgiendo gran cantidad de ligas, grupos o pequeños sindicatos de profesores en la gran mayoría de los estados de la República”. En el terreno educativo, las misiones culturales adquirieron en esos años una gran importancia, con avances debidamente documentados, por ejemplo, en el informe del 1° de septiembre de 1923, en el que el presidente Álvaro Obregón dejó constancia de que había 102 maestros misioneros y de que el número de alumnos que asistían a escuelas rurales había aumentado de 17 mil en 1922, a más de 34 mil al siguiente año. Pero con todo y su reconocida significación, la realidad fue que las misiones culturales eran instituciones complementarias de la escuela rural, que constituía el eje sobre el cual giraba el sistema educativo de la Revolución (Mejía, 207), lo que se corrobora con el crecimiento de este tipo de instituciones, circunstancia que se reflejó incluso en el cuarto informe presidencial, que se presentó al poco tiempo de culminar las acciones de guerra para derrotar la rebelión que encabezó Adolfo de la Huerta, cuando el presidente Álvaro Obregón expresó que las escuelas primarias y rurales establecidas eran 1,605, a las que concurrían 171,565 alumnos, atendidos por 3,922 maestros …y aunque estas cifras acusan un descenso en el número de escuelas primarias y en los alumnos que a ellas concurren, con respecto a las que hubo en el segundo semestre del año pasado, tal descenso se debe a que por las condiciones anormales que prevalecieron últimamente en los estados de Chiapas, Yucatán, Campeche y Tabasco, las escuelas federales quedaron desorganizadas y otro tanto sucedió con las del Distrito Norte de la Baja California (1° de septiembre de 1924). Los datos sobre el impulso en la década de los veinte a la educación rural son muy elocuentes pues, según Ma. Eugenia Espinosa Carbajal, de 1922 a 1932, las escuelas rurales aumentaron de 309 a 6,796; y los maestros rurales de 400 a 8,442, los cuales pasaron de atender 17,925 a 593,183 alumnos; y José Manuel Puig Casauranc, secretario de Educación Pública en el gobierno del presidente Plutarco Elías Calles, afirmó que en los cuatro años de esa 24
  • 26. Visión Colectiva de una Profesión: SNTE administración, fue “casi una constante la fundación de mil escuelas rurales por año”, por lo que al concluir 1928, dejó “5,000 escuelas de este orden establecidas en toda la extensión de la República” (1936: 192-193). Por su parte, el profesor Rafael Ramírez Castañeda, quien fue Jefe del Departamento de Escuelas Rurales de la SEP, dijo en un artículo publicado en mayo de 1929, que había “regadas actualmente en la República” más de 5,000 escuelas rurales, en las que hacen una “obra maravillosa” casi todos los maestros que, “en términos generales no han recibido una preparación especial para maestros”, pues fueron elegidos de “entre aquellas gentes que, sabiendo leer y escribir, daban muestras de alto espíritu de servicio”, y en seguida tenían que hacer un triple trabajo en el lugar donde prestaban sus servicios: enseñar a los niños, enseñar a los adultos y mejorar la comunidad (Ramírez Castañeda, 1999: 133). En el mismo sentido, al hacer un balance de la obra educativa de Obregón, el mismo José Manuel Puig Casauranc, señala que “a Vasconcelos se debe también la institución de las misiones culturales; aunque el general Calles y nosotros con él, las encontráramos apenas iniciadas en el último año de la obra administrativa” del gobierno anterior, por lo que lo único que se hizo fue “afirmar sus caracteres, darles carta de estabilidad y multiplicar su número”, de tal manera que al “término del periodo de Calles”, funcionaban “siete misiones viajeras para las comunidades rurales y cinco con carácter de permanentes” (1936: 165, 193). Es cierto que en el periodo del presidente Plutarco Elías Calles se continuó el programa de creación de escuelas rurales, en los términos indicados, pero es un hecho también que muchos maestros fueron perseguidos por su labor educativa y por su apoyo al gobierno durante la rebelión cristera de 1926 a 1929, ya que el clero no estuvo de acuerdo y combatía el principio de la educación laica establecido en el artículo 3° constitucional, no únicamente desde el púlpito, sino que además en ese lapso promovió que se hiciera por medio de las armas. En esos años, los cristeros quemaron escuelas, atacaron a los maestros y trataron “de boicotear la educación oficial, según ellos por motivos religiosos. Ocurrirían casos similares frecuentemente también en la década siguiente, en especial después de que se impuso la educación socialista” (Raby, 1974: 149). 5. La Confederación Mexicana de Maestros En 1930, se organizó la Unión de Directores e Inspectores Federales de Educación, que era dirigida por Luis Tijerina Almaguer, J. Dolores Medina, Eliseo Bandala y otros, quienes “tal vez para dar mayor fuerza a su organismo y 25
  • 27. una base de sustentación masiva, promueven, inspirados por altas autoridades de la Secretaría de Educación, la constitución de una central que cuenta en su seno al magisterio rural que crecía cada año en forma considerable” (Sánchez, 1969: 8). Esta Unión fue la base de la Confederación Mexicana de Maestros (CMM), que se constituyó en la Primera Convención Nacional, efectuada en Guadalajara, Jalisco, del 21 al 25 de marzo de 1932. En la reunión, se eligió el siguiente comité ejecutivo: secretario general, profesor Ramón G. Bonfil, entonces director Federal de Educación en el estado de Jalisco; Lamberto Moreno, secretario del Interior; César Martino, secretario del Exterior; Luis Tijerina Almaguer, secretario de Propaganda; Roberto Suárez, secretario de Estadística; Antonio Castellón y Zúñiga, primer comisario; Fernando Castellanos, segundo comisario; Juventino Naranjo, tercer comisario; Adela Reyna, primer vocal; y Rodrigo Arteaga, segundo vocal (Peláez, 1994: 21). Una de las primeras acciones que realizó fue la de solicitar un aumento de dos pesos diarios para los maestros federales de todo el país, que tenían “un salario mínimo de 85 centavos diarios, que les fue negado, inicialmente” por el secretario de Educación Pública, Narciso Bassols, pero después, “en una entrevista con el general Abelardo L. Rodríguez, presidente de la República, se les concedió”, con base en la cantidad diaria que había demandado la CMM, que al ser multiplicada por 30 días, ascendía a 60 pesos, “que con los descuentos respectivos se redujo” a 54.74 pesos mensuales (Lozano, 1966: 83). Valente Lozano Ceniceros afirmó que “la plataforma de lucha de la CMM tenía ideas muy avanzadas y establecía la necesidad de ligar sus luchas a las de los obreros y los campesinos” (Ibíd.); sin embargo, para José Antonio Espinosa (1982), a pesar de ello, lejanamente podía “dar apoyo a los maestros comunes y corrientes en sus pugnas con el gobierno”, porque estuvo desde un principio ligada a la política de la SEP, aunque “dado que por aquellos años la política educativa oficial asumía, al menos de palabra, posiciones izquierdistas”, no se abrió demasiado la brecha entre la dirección y los miembros de la citada Confederación. Pero, en virtud de que la mayor parte de los titulares de las inspecciones y direcciones de educación en las entidades eran miembros de la CMM, ésta recibía fuertes críticas de muchos maestros de base. Por ejemplo, Gaudencio Peraza Esquiliano (1946: 112), se expresaba en la forma siguiente: ¿Qué unificación revolucionaria pueden hacer los que a través del tiempo han sido los más grandes mangoneadores del esfuerzo de los maestros? ¿Qué unificación podrán hacer los directores e inspectores que precisamente se han distinguido como capataces? ¿De qué “ideología revolucionaria” hacen gala quienes sólo quieren la unificación a condición de que esté controlada por ellos, los jefes, los agentes del 26
  • 28. Visión Colectiva de una Profesión: SNTE patrono? Sus intentos de crear organismos blancos, sus intentos de fachistización (sic) del magisterio, no detendrán la unificación verdadera del magisterio de la base porque éste la quiere y la necesita. La Confederación Mexicana de Maestros celebró su Segunda Convención en Toluca, Estado de México, del 10 al 13 de abril de 1933, en la cual se eligieron como integrantes del Comité Ejecutivo, a Celerino Cano, secretario general; Fernando Castellanos, del Interior; José G. Alcaraz, del Exterior; José Dolores Medina, Tesorero; Salvador Gutiérrez, de Propaganda; y Gilberto B. Becerra, de Estadística. Además, se designaron comisarios a José Suárez Ch., Francisco Madrigal Castro, María del Carmen Robles, Arcadio Lazcano, Pedro M. Flores y Jesús Brambila Oliva; y vocales, a Ignacio Hernández Orendáin y Aurelio Contreras. Al renunciar el profesor Celerino Cano, pocos meses después de su elección, asumió el cargo de secretario general, el profesor José Dolores Medina (Lozano, 1966: 83). En la segunda quincena de marzo de 1934, en la ciudad de Querétaro, Querétaro, se desarrollaron los trabajos de la III Convención de la CMM; los delegados concurrentes acordaron no apoyar a ninguna autoridad educativa para ocupar los puestos de dirección de la Confederación; y así resulta electo como nuevo secretario general, el maestro rural Fernando Castellanos; secretario del Interior y de Actas, Juan F. Pérez; secretario del Exterior, Benigno Amaro D.; tesorero, Delfino Sierra; secretario de Propaganda, Ruperto Torres L.; secretario de Estadística, Silvestre Gómez H.; primer comisario, Salvador de la Serna; segundo comisario, Luis González L.; tercer comisario, José Padilla Montoya; cuarto comisario, Albino Córdova; quinto comisario, Moisés González; sexto comisario, María Mercedes Vasto Lara; primer vocal, Ángel Bello Gómez; y segundo vocal, Justino Coiro (Peláez, 1994: 24-25). La IV Convención Nacional de la CMM se realizó en la Ciudad de México, del 15 al 20 de abril de 1935, y ese año tuvo tanta importancia, que para un estudioso de la historia del gremio, fue punto de arranque del sindicalismo magisterial de masas, como fenómeno de proyección nacional, que asimiló y llevó a un nuevo nivel la experiencia de los pequeños grupos y las organizaciones unitarias, ya que “sin exageración, representó un año frontera”, pues se desarrollaron y fusionaron los sindicatos existentes, “surgieron nuevas organizaciones y crecieron tendencias espontáneas y conscientes hacia la unidad” (Ibíd., 31, 35). En el caso de la Convención aludida, fue el secretario de Educación Pública, Ignacio García Téllez, quien hizo la inauguración, y en el informe que presentó Fernando Castellanos, secretario general saliente, se indicaba que “gremialmente la CMM representaba a la mayoría del magisterio mexicano” ya que agrupaba a las federaciones de maestros de trece entidades: Aguas- 27
  • 29. calientes, Coahuila, Durango, Guanajuato, Hidalgo, Jalisco, México, Nayarit, Oaxaca, Querétaro, Sonora, Tamaulipas y Distrito Sur de Baja California. Pero además contaba en su seno con varias organizaciones en los estados no mencionados, incluido el Distrito Federal en “donde también contaba con una agrupación de educadores” (Ibíd., 31-32). En la sesión del 19 de abril fue elegido el nuevo Comité Ejecutivo de la CMM, y quedó integrado de la siguiente manera: José Padilla Montoya, secretario general; Álvaro Palacios, secretario del Interior y Actas; Hilario Jurado, secretario del Exterior; Ignacio Hernández Orendáin, tesorero; José María Ocampo, secretario de Propaganda; y Edelmira Charles, secretaria de Estadística. Asimismo, Antonio Briceño, Mauro Hernández, Pedro P. Villalobos, Alfonso M. Urueta, J. Jesús Vite Mercado y Manuel Ocampo, vocales (Ibíd., 34). En diciembre de 1935, la Confederación Mexicana de Maestros organizó con éxito las Jornadas Nacionales del Magisterio, que se llevaron a cabo en la Ciudad de México, en donde se realizó una concentración que fue encabezada por el presidente Lázaro Cárdenas, quien abanderó a los contingentes de cada entidad federativa y recibió un pliego de demandas presentado por el secretario general, José Padilla Montoya (Lozano, 84). En el pliego de la CMM se formuló la solicitud de aumentos de salarios y otras peticiones, “entre las que se encontraban aquellas que tendían a dar garantías a los maestros frente a las acechanzas de que eran víctimas por la reacción, dada la identidad, el decidido apoyo y la solidaridad leal y decidida del magisterio con el régimen cardenista”. En respuesta a la demanda, en 1936, el presidente Lázaro Cárdenas, elevó a 80 pesos mensuales los salarios de los trabajadores de la educación de escuelas primarias, que entonces eran de 54.74 y 68.44 pesos mensuales (Ibíd.). A pesar de lo exiguo del aumento y de que esa fue la única mejoría económica durante el sexenio de 1934-1940, los maestros siempre respondieron con mucho entusiasmo a los actos positivos del gobierno federal (Ibíd.), ya que “al magisterio de entonces se le supo infundir una mística creadora y colaboró con fervor patriótico en las grandes tareas emprendidas por el régimen cardenista”, tales como la expropiación petrolera, el reparto de tierras, la política internacional de defensa de los pueblos débiles, entre muchas otras (Sánchez, 9). Asimismo, en la crisis política derivada de la pugna Calles-Cárdenas que envolvió al país en 1935 y los primeros cuatro meses de 1936, la mayoría de los profesores actuó decididamente en favor del gobierno de la República. En forma especial, se debe subrayar el entusiasta apoyo que la mayoría de los maestros le otorgó a todas las acciones orientadas a la aplicación de la reforma al artículo 3° constitucional, en la que se estableció la educación 28
  • 30. Visión Colectiva de una Profesión: SNTE socialista y que se publicó en el Diario Oficial de la Federación, el 13 de diciembre de 1934. En este periodo, sobre todo el maestro rural cardenista, “emprendió una cruzada nacional por todo el territorio a favor de la nueva educación y, en particular, de la reivindicación de las necesidades campesinas e indígenas”. Esta convicción y esta determinación ocasionaron no pocas tragedias en diversos estados de la República […] pues muchos padres de familia vieron en la educación socialista sólo el supuesto contenido antirreligioso; […] a todo ello se sumaban las generalizaciones que confundían socialistas con comunistas y a éstos con seres capaces de alejar a los hijos de sus familias, como había empezado a rezar la propaganda mundial al respecto […] pero en no pocas ocasiones los maestros quedaban inmersos en las pugnas de caciques locales, quienes veían amenazados sus intereses, en particular con el reparto agrario. En el municipio de Tabasco, Zacatecas, en 1935, la maestra María R. Murillo, enfrentada con el cacique del lugar porque no quería que sus trabajadores aprendieran a leer y escribir, y tachada de hereje por el cura, fue violada, golpeada y torturada con singular saña (González-Rubio, 59). Asimismo, de acuerdo con el autor antes referido, el maestro Carlos Toledano fue quemado vivo frente a sus alumnos en Tlapayocan, Veracruz, en una hoguera que hicieron “guardias blancas” con muebles de la escuela, cuadernos y libros; en noviembre de 1935, en Teziutlán, Puebla, fueron asesinados en presencia de sus alumnos tres maestros rurales: Carlos Sayago Hernández, Carlos Pastrana Jiménez y Librado Labastida Navarrete, a quienes apuñalaron al grito de ¡Viva Cristo Rey! a seis años de terminada la Guerra Cristera (Ibíd., 60). Según David L. Raby (1974: 154-156), en la zona de Colotlán, Jalisco, “hubo de 1935 a 1936 disturbios generalizados con frecuentes ataques a las escuelas y a los maestros por parte de personas cuyos motivos parecían ser religiosos” y que, de acuerdo con un informe del inspector Gilberto Ceja Torres a la autoridad educativa superior, en ese lapso, “de las 40 escuelas rurales de la región, 7 fueron incendiadas”, en muchas otras, “el trabajo docente era obstaculizado por los padres, que se rehusaban a mandar a sus hijos a la escuela”, como ejemplo, en Bocas, Mezquitic, “se informó que el maestro no sabía qué hacer y que a menudo no asistía, pero en muchos casos la población seguía las órdenes que había recibido del clero o estaba bajo la amenaza de las bandas armadas”, que les “prohibían colaborar con la escuela”. Son estas unas cuantas muestras de las agresiones contra los profesores en el sexenio del presidente Lázaro Cárdenas; pero al respecto, están plenamente documentados múltiples testimonios. 29
  • 31. 6. EL Frente Único Nacional de Trabajadores de la Enseñanza En 1934 se formó la Liga de Trabajadores de la Enseñanza, afiliada a la Internacional de Trabajadores de la Enseñanza (ITE), con sede en París, Francia. Al nombrar a su órgano de dirección, quedaron integrados al mismo, los profesores Rafael Ramos Pedrueza, Miguel Arrollo de la Parra, Gaudencio Peraza Esquiliano, Melesio Rodríguez y Erasmo Pérez. Según Enrique W. Sánchez (1969: 9-10), “esta organización era de avanzada y no admitía la intromisión de las altas autoridades de la Secretaría” en su vida interna. Las tareas de la Liga, establecidas en el artículo 3° de su normatividad interna, eran luchar, en alianza estrecha con los obreros y los campesinos, por el mejoramiento efectivo de la situación material, económica y jurídica de los trabajadores de la enseñanza en México; laborar por la unificación revolucionaria de los trabajadores de la enseñanza; y pugnar, por el mejoramiento de la situación material y moral de los niños proletarios (Estatutos de la Liga). La Liga de Trabajadores de la Enseñanza hizo un llamado a la unidad de los maestros, que fue el inicio de una serie de reuniones entre las organizaciones magisteriales existentes, que culminaron con una reunión nacional los días 20 y 21 de abril de 1935, que dio origen al Frente Único Nacional de Trabajadores de la Enseñanza (FUNTE), en el que participaron la Confederación de Organizaciones Magisteriales, la Federación de Maestros Socialistas, la Liga de Trabajadores de la Enseñanza, y hasta la CMM; pero posteriormente esta última se retiró, con la pérdida de una parte de sus adherentes que siguió militando en el FUNTE (Lozano, 85). Eligieron como secretario general a Benigno Rivas Cid, quien compartió su responsabilidad con otros miembros de la dirección sindical, que eran Rafael Rojas, Manuel y Rafael Herrera Ángeles, Cándido Jaramillo, Jorge Fernández Anaya, Juan Negrete López, Manuel García Rodríguez y José Luis Figueroa, entre otros (Ibíd.). Aunque esta organización tuvo una existencia de menos de un año, dio origen a una nueva que sentó las bases para que se continuara con la unificación del magisterio nacional. 7. La Confederación Nacional de Trabajadores de la Enseñanza En este proceso en el que se buscaba la unidad de los maestros, el FUNTE y otras organizaciones convocaron al Primer Congreso Nacional de Unificación Magisterial, que tuvo lugar en la Ciudad de México, del 8 al 15 de diciembre de 1935, del que surgió la Confederación Nacional de Trabajadores de la 30
  • 32. Visión Colectiva de una Profesión: SNTE Enseñanza (CNTE). En la reunión, se eligió un Comité Ejecutivo, en el que figuraron “Rafael Herrera Ángeles, como secretario general; Juan Carlos Hidalgo, de Trabajo y Conflictos; Ignacio Márquez Rodiles, de Organización y Propaganda; Salvador Monroy, de Finanzas; Cándido Jaramillo, de Estadística y Archivo; Luis Bazán, de Acción Educativa; Pedro S. Rodríguez, de Acción Obrera y Campesina; Macedonio Garza, de Correspondencia; y Luis González Robles, de Actas y Acuerdos” (Ibíd.). La CNTE, con base en las resoluciones adoptadas por su congreso fundacional, y con una plataforma avanzada, “se lanzó a una campaña abierta de proselitismo y reivindicaciones para el magisterio” y organizó en cada estado, “sindicatos únicos con los maestros federales y los que dependían de los gobiernos locales, los que de inmediato presentaban pliegos de peticiones a los gobernadores”, lo cual en ocasiones provocaba “paros y movimientos huelguísticos que a veces originaban choques entre los maestros y represiones violentas de las autoridades” (Ibíd.). Una muestra se desprende del siguiente oficio de la CNTE: 31 México, D. F., diciembre 21 de 1936. C. Lic. Gonzalo Vázquez Vela Secretario de Educación Pública C i u d a d. Con toda atención nos permitimos manifestar a usted, que los maestros federales del estado de Sonora, han acordado decretar un movimiento de huelga en solidaridad de los compañeros que dependen del gobierno del estado, a quienes se les adeuda la cantidad de trescientos mil pesos por concepto de sueldos, por cuyo motivo decretaron la huelga desde el día 10 de los corrientes. Por las razones arriba expuestas y por ser la única forma en que las autoridades superiores tomen en cuenta los frecuentes atropellos que se cometen a nuestros compañeros en lucha, esta Central ha autorizado a la Federación de Maestros de aquel estado para que verifique dicho movimiento, que deberá estallar el día 24 de los corrientes, si para esa fecha no se ha resuelto el problema de los compañeros del estado. Esperando que esa Secretaría intervenga inmediatamente a favor de nuestros compañeros, haciendo que el C. Presidente de la República intervenga directamente proporcionando el dinero que el gobierno del estado no puede pagar a los maestros, por la absoluta irresponsabilidad y mala administración de los intereses del mismo estado, reiteramos a usted nuestros respetos. Fraternalmente Trabajadores de la Enseñanza Uníos Por una Sociedad sin Clases Por el Comité Ejecutivo Nacional
  • 33. El Secretario General Juan Carlos Hidalgo El Secretario de Trabajo y Conflictos Valente Lozano C. 32 (Véase AHSEP, México, caja 5585, Estado de Sonora, Personal, Generalidades). En el documento anterior se podrá advertir que no aparecen los dirigentes electos en el primer Comité Ejecutivo, la razón es que en “noviembre de 1936, el Comité Ejecutivo Nacional de la CNTE conoció de la renuncia del profesor Rafael Herrera Ángeles, quien pasó a ocupar un puesto como funcionario de la Secretaría de Educación Pública”, por lo que se le sustituyó en la secretaría general, “por el profesor Juan Carlos Hidalgo” y para cubrir el “puesto de secretario de Trabajo y Conflictos” se nombró al profesor Valente Lozano Ceniceros (Lozano, 86). En virtud de la intensa actividad de la CNTE, “que hizo cimbrar desde sus cimientos hasta la cima a la poderosa CMM, el Comité Ejecutivo Nacional de esta última agrupación, procedió a organizar con la élite de sus principales animadores (inspectores generales, directores de educación e inspectores de zona), la Unión Nacional de Encauzadores Técnicos de la Educación (UNETE)”, que se encargó de enfrentar a la CNTE, encabezada por su órgano de dirección integrado por Eliseo Bandala, secretario general; Ramón García Ruiz, de Conflictos; Consuelo Martínez, Tesorera; Luis G. Ramírez, de Organización; y Donato Munguía, de Actas y Acuerdos (Ibíd.) Un ejemplo de esa lucha de la CMM y la CNTE por el control de los maestros, que se desarrolló en todo el país, es el siguiente texto del profesor Fernando Ximello, entonces director de Educación Federal en Sonora, quien en un informe sobre un congreso de maestros realizado en esa entidad, dirigido al director general de Educación Primaria en los Estados y Territorios, con fecha 19 de junio de 1936, dijo lo siguiente: Creo conveniente informar a esa superioridad que, clausurado el congreso con la misma solemnidad con que fue inaugurado, la directiva convirtió dicho congreso en convención, con asistencia tan sólo de los maestros y después de tratar diferentes asuntos relacionados con el funcionamiento interior de la misma federación, se puso en el tapete de la discusión la adhesión a las matrices de México, o sea la Confederación de Trabajadores de la Enseñanza y la Confederación Mexicana de Maestros. Esto dio motivo a muy serias discusiones y provocó un verdadero cisma y honda división en los miembros integrantes de la convención; pues en tanto la directiva y otros miembros pugnaban por la adhesión a los Trabajadores de la Enseñanza, los representantes de otras uniones permanecían fieles a la Confederación Mexicana de Maestros. Al
  • 34. Visión Colectiva de una Profesión: SNTE tomarse la votación según fui informado, 5 representantes de las uniones de maestros de zona votaron por la adhesión a los Trabajadores de la Enseñanza, 4 votaron por la Confederación Mexicana de Maestros, quedando sin votar dos uniones. Por las informaciones que me remitió la Unión de Huatabampo, cuyo representante votó por los Trabajadores de la Enseñanza, ésta rectificó su voto otorgándolo a la Confederación Mexicana de Maestros, quedando en estos momentos cinco a favor de la CMM, cuatro a favor de los Trabajadores de la Enseñanza y dos independientes. Esta dirección lamenta que no se hayan unificado los maestros para adherirse a una central única... (Véase AHSEP, México, caja 5763, exp. 26). En esa situación, es un hecho, que los profesores del país que estaban organizados en la CMM no permanecieron ajenos a la actividad de la CNTE, que contaba con más de 20 mil afiliados, según se afirmó en su primer congreso ya que de acuerdo con Gerardo Peláez Ramos (1994: 52), ésta fue “sin lugar a dudas, la primera gran organización auténticamente nacional”. Un acontecimiento que influyó señaladamente en el magisterio fue la constitución de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), en el Congreso de Unificación Proletaria, celebrado en la Ciudad de México, del 21 al 24 de febrero de 1936, ya que en esa reunión participó un gran número de maestros, quienes se afiliaron a la citada agrupación. Es importante señalar que durante los años del sexenio cardenista, tanto los maestros federales como los estatales, a pesar de sus difíciles condiciones de vida, eran, por convicción, decididos promotores de la organización obrera y tenían el apoyo de las autoridades educativas de la Federación y de los estados. 8. La Federación Mexicana de Trabajadores de la Enseñanza En 1936, las pugnas entre la CNTE y la CMM, que eran las agrupaciones predominantes, se agudizaron “al grado de que el propio presidente Lázaro Cárdenas exhortó a los organismos a conciliar intereses e integrar una central única” (Espinosa, 69). Con base en lo anterior, del 6 al 9 de febrero de 1937 se realizó en la ciudad de Querétaro un Congreso de Unidad, en el que la CNTE y la CMM se declararon disueltas para constituir la Federación Mexicana de Trabajadores de la Enseñanza (FMTE), la cual eligió al siguiente Comité Ejecutivo: secretario general, Cándido Jaramillo González; de Trabajo y Conflictos, Mariano Franco; de Organización, Juan de Dios Rodríguez; de Actas y Acuerdos, Juan F. Sevilla; de Acción Educativa, Miguel Huerta; de Acción Obrera, Octaviano Campos Salas; de Acción Campesina, Alfonso Ramírez Altamirano; de Acción Femenil, Edelmira Charles; de Estadística y Archivo, José Pérez y Pérez; de Relaciones Internacionales, Roberto Moreno García; y de Finanzas, Heriberto Salazar (Lozano, 87). 33
  • 35. La FMTE duró solamente un año. En su breve existencia, se generó una enconada lucha interna entre las corrientes comunista y cetemista, lo que no impidió que emprendiera numerosas acciones para consolidar su presencia en todas las entidades de la República. Impulsó el planteamiento de las demandas económicas de los maestros; dirigió varias huelgas, entre las que destacan las de los maestros de los estados de Oaxaca, Hidalgo, Chihuahua y Tamaulipas; obtuvo la federalización de la enseñanza en las entidades referidas; organizó la Primera Conferencia Pedagógica Nacional; ingresó a la CTM, para lo cual tuvo que aceptar la condición impuesta por el licenciado Vicente Lombardo Toledano, de celebrar otro congreso convocado por la Confederación de Trabajadores de México, a fin de que un número importante de maestros miembros de esa central en el Distrito Federal, que no asistieron al congreso de Querétaro, “se incorporaran a las filas de la organización magisterial” (Ibíd., 87-88). 9. El Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza de la República 34 Mexicana Previa convocatoria de la CTM, se llevó a cabo el Congreso Constituyente del Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza de la República Mexicana (STERM), en la Ciudad de México, del 17 al 20 de febrero de 1938; en él se fusionaron los maestros agrupados en la FMTE y los que pertenecían a la corriente cetemista. El Comité Ejecutivo Nacional que se eligió, quedó integrado por: Octaviano Campos Salas, secretario general; Jesús Teja Andrade, secretario de Trabajo y Conflictos; Lino Santa Cruz, secretario de Organización; Guillermo Ibarra J., secretario de Acción Educativa; Manuel S. Hidalgo, secretario de Actas y Acuerdos; Rubén Magaña, secretario de Acción Campesina; Eicandro Ruiz, secretario de Acción Obrera; Dolores Uribe, secretaria de Acción Femenil; José Guadalupe Mata, secretario de Estadística y Archivo; Bernardo Cobos, secretario de Finanzas; y Roberto Moreno García, secretario de Relaciones Internacionales (Ibíd. 88). Durante esta gestión, se luchó por el pago y aumento de los sueldos de los maestros estatales y municipales; se continuó con la lucha por la federalización de la enseñanza en los estados que no la habían realizado, entre ellos el de Morelos; se llevaron a cabo varias conferencias de educación “que sirvieron para orientar a los maestros del país sobre los lineamientos educativos del régimen y sobre la colaboración que el magisterio debería dar para el fomento de la educación popular” (Ibíd.). En el STERM nació la que después sería la primera corriente sindical mayoritaria en el SNTE, la Fracción Nacional Revolucionaria del Magisterio que se constituyó, de acuerdo con Vicente Lombardo Toledano (1961: 137- 138), debido a que:
  • 36. Visión Colectiva de una Profesión: SNTE […] el ambiente en nuestro país era tremendo. En aquel tiempo, los católicos fanáticos cortaban las orejas a los maestros rurales, incendiaban escuelas y asesinaban a los educadores. La clase obrera, no sólo porque estaba prohijando la creación del Sindicato, sino porque tenía el deber de ayudarlo a combatir a sus enemigos, algunos de ellos agazapados en sus propias filas, propuso la creación de un organismo en el seno del STERM, que tenía como tarea educar ideológicamente a los trabajadores de la enseñanza y, también, la de impedir que se desviara el Sindicato bajo la presión de los elementos de la extrema derecha o por la intervención en su seno de fuerzas ajenas a la organización. Así nació la Fracción Nacional Revolucionaria. No era un organismo para pelear con el Comité Nacional del Sindicato, para usurpar sus funciones o para entrar en competencia con él en las tareas que debía realizar. Por el contrario, la Fracción nació para apoyarlo en sus aspectos positivos y para criticarlo fraternalmente en sus errores. Era un organismo de vigilancia sindical y, al mismo tiempo, de orientación ideológica y de educación política de los maestros, para que pudieran llevar a la práctica el enorme y hermoso contenido del artículo 3° de la Constitución. El STERM inició también la tarea de unificar a los maestros estado por estado, contando con un fuerte apoyo del gobierno federal pero, bajo la superficie, continuaban las diferencias entre las facciones cetemista y comunista; las cuales no se pudieron superar, pese a que en el Congreso Constituyente del nuevo sindicato se integró un Comité Ejecutivo Nacional de composición. Una iniciativa muy importante del STERM, fue la Conferencia Nacional de Educación, que se realizó del 11 al 17 de diciembre de 1939, cuyo temario comprendió, legislación educativa, reglamentación del artículo 3° constitucional, federalización de la enseñanza, bases financieras de la educación, y Ley General de Educación, entre otros. En la ceremonia inaugural, Vicente Lombardo Toledano, entonces secretario general de la CTM, pronunció un discurso en el que hizo una síntesis del desarrollo del proceso educativo mexicano, desde la época de la Colonia, hasta la etapa de la Revolución y defendió además, la educación socialista establecida en el articulo 3° de la Carta Magna (La Conferencia, 317). Todas las acciones previas a esta asamblea y los acuerdos de la misma, fueron antecedentes importantes de la Ley Orgánica de Educación, promulgada el 30 de diciembre de 1939. El Primer Congreso Ordinario del STERM, celebrado en la Ciudad de México, cuya convocatoria establecía que se realizaría del 18 al 22 de febrero de 1940, realmente inició sus labores el 20 de aquel mes, por los problemas internos que se presentaron como, por ejemplo, el señalado por José Antonio Espinosa (1982: 69-70), en el sentido que un día antes de que empezaran los trabajos de la reunión, “se generó un zafarrancho en el patio central de la SEP, chocando delegados pro y anticomunistas. Entre los primeros se encontraban figuras tan destacadas como Rafael Méndez Aguirre, Luis Álvarez Barret 35
  • 37. y Octaviano Campos Salas”, pero lo más grave fue que al día siguiente “los representantes derechistas instalaron un congreso rival, producto del cual surgiría el Sindicato Nacional Autónomo de Trabajadores de la Educación”, el SNATE. No obstante la situación descrita, el Congreso del STERM continuó sus trabajos con el apoyo de la CTM, pues incluso las credenciales de delegados efectivos eran firmadas por Vicente Lombardo Toledano y Fidel Velázquez, secretario general y de Organización y Propaganda de la organización obrera, respectivamente. En el informe que se presentó, se exponían, entre otros, los siguientes problemas: El Congreso Nacional debe saber que en varias entidades federativas, aún no es posible hacer entender a los compañeros maestros que para obtener éxito en la solución de sus distintos problemas, precisa que haya la unidad y una absoluta disciplina a los órganos representativos del sindicato [...], pues acostumbrados a gobernarse por sí y para sí, no aceptan las indicaciones de las autoridades sindicales. A ello se debió que algunos sindicatos únicos, se transformasen en secciones sin ninguna intervención. Ejemplos: Tabasco, Zacatecas, Durango, Chiapas, Sonora [...]. Sin embargo, después de intervenciones constantes y utilizando medios persuasivos, se logró que los compañeros reconocieran la autoridad e intervención del Comité Nacional, hasta conseguir la debida estructuración, legalizando su funcionamiento de acuerdo con el estatuto. Más adelante se expresó: “Esta Secretaría de Organización y Propaganda se complace en informar que ha logrado la consolidación del sindicato y mantenido su unidad, a pesar de que en algunos estados como Veracruz y Sonora, se haya pretendido establecer dos secciones, con el propósito de crear un nuevo grupo al margen de la organización única” (Informe al Primer Congreso del Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza de la República Mexicana, México, 18 de febrero de 1940). Las pugnas internas en el STERM hicieron crisis, precisamente, en este Primer Congreso Ordinario, en el que se eligió como secretario general del Comité Ejecutivo Nacional a Hermenegildo Peña Valencia, pero en el que la CTM trató de imponer a Raymundo Flores Fuentes. El problema se superó transitoriamente, porque se llegó al arreglo de que el primero ocupara el puesto, con la condición de que, si posteriormente un plebiscito se pronunciaba por el segundo, éste se haría cargo de la secretaría general (Lozano, 88). Los otros miembros del Comité Ejecutivo Nacional que se eligió fueron: Miguel Castellanos, secretario de Trabajo y Conflictos; Raymundo Flores Fuentes, secretario de Organización y Propaganda; Everardo Cárdenas, secretario de Acción Educativa y Juvenil; Octavio Fentanes, secretario de Actas y Acuerdos; Juan F. Pérez, secretario de Acción Campesina y Asuntos Indígenas; Herlindo Helenes Almada, secretario de Acción Obrera; Aurora Madinaveitia, 36
  • 38. Visión Colectiva de una Profesión: SNTE secretaria de Acción Femenil; Luis González Ramírez, secretario de Estadística y Archivo; Manuel Germán Parra, secretario de Relaciones Internacionales; y Agustín Peña Hernández, secretario de Finanzas. Posteriormente, los profesores Herlindo Helenes Almada y Manuel Germán Parra, renunciaron y fueron sustituidos por Gaudencio Peraza Esquiliano y Manuel Herrera Ángeles, en las secretarías que los primeros ocupaban (Ibíd., 88-89). En septiembre de 1940, el Comité Nacional de la CTM emitió el fallo sobre el plebiscito realizado, pero ello “ahondó más la división en el seno del STERM, pues muchos maestros quedaron inconformes con el triunfo otorgado en favor de Raymundo Flores Fuentes quien por este motivo ocupó la Secretaría General”, y Peña Valencia pasó a la de Organización (Ibíd., 89). 10. El Sindicato Único Nacional de Trabajadores de la Enseñanza En diciembre de 1941, se fundó en Querétaro, el Sindicato Único Nacional de Trabajadores de la Enseñanza (SUNTE), que a pesar de que no tenía registro legal logró convertirse en “el organismo que controlaba el mayor número de maestros” (Sánchez, 1969: 16), pues antes de la fundación del SNTE, mantenía preeminencia en 18 entidades, “el STERM en 9 y el SMMTE en las 5 restantes” (Beltrán, 211). Los antecedentes de la formación del SUNTE se encuentran en la creación del Frente Nacional Revolucionario de Maestros de México (FNRMM), por un número importante de miembros del STERM que desertaron de sus filas y se aliaron de inmediato con la CNC, ya que de acuerdo con el entonces secretario general de la agrupación citada: El contacto que estos compañeros tienen con los campesinos los ha hecho vincularse de tal manera con sus problemas, que el campesino reconoce en el maestro rural a un camarada de lucha. El maestro llega a constituirse en el asesor del campesino, no se concreta al desempeño de sus labores magisteriales sino que le ayuda a resolver los problemas de otra índole que se le presentan. Ésta fue la causa para que un considerable número de maestros perteneciente al STERM formara el Frente Revolucionario de Maestros, exponiendo en su programa el deseo de actuar en estrecha colaboración con la CNC. Posteriormente se celebró en la ciudad de Querétaro la Asamblea Magisterial que concluyó con la formación del SUNTE, organismo con el cual guardamos estrechas relaciones y la cooperación que viene aportando a la Confederación Nacional Campesina ha permitido el desarrollo de nuestro programa en materia educacional (Sánchez Graciano, 1981, 307-308). Sin embargo, para Enrique W. Sánchez (1969: 16), no eran esos ideales los que movían a quienes organizaron esa agrupación, pues el Frente Nacional Revolucionario de Maestros de México “integraba su dirección por elementos 37
  • 39. que no habían podido satisfacer sus ambiciones de llegar a los puestos de mando, primero en la FMTE y después en el STERM”. Por su parte, Valente Lozano Ceniceros afirma que Roberto Barrios, Rubén Rodríguez Lozano, Plácido Ramón, Luis Iberri Aguilar, Salvador Monroy, Agustín Antonio Albarrán, Cerón Cardona y otros, aprovecharon la confusión por las desavenencias en el STERM, para promover un movimiento separatista de este sindicato y formar el FNRMM, en septiembre de 1940, y lograron el patrocinio del secretario general de la CNC, quien aspiraba a que el magisterio rural se adhiriera a su central (Lozano, 1966: 89). La realidad fue que la formación del FNRMM hizo mucho daño a la unidad del magisterio nacional, que vivía la etapa más agitada de su historia de 1939 a 1943. Desde los despachos de la SEP, se emprendió una serie de acciones contra los maestros, tales como ceses injustos y todo tipo de arbitrariedades. Ello coincidió con el estallido de la Segunda Guerra Mundial y el cambio de gobierno. Cárdenas entregó el poder al general Manuel Ávila Camacho. Factores internos y externos determinaron seguir una política de unidad nacional. En el ámbito educativo la situación se presentaba complicada, pues el primer secretario de Educación Pública del nuevo gobierno, Luis Sánchez Pontón había renunciado después del escándalo que armó la derecha contra los estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa (Guerrero), por la supuesta quema de la Bandera Nacional, agravio que, se dijo, ocurrió también en Tenería, Estado de México (Peláez, 1994: 145). De hecho, esta última acusación, que no tenía ninguna base, provenía del Frente Nacional Revolucionario de Maestros de México, tal como lo expresa Rubén Rodríguez Lozano (1958: 17), uno de los fundadores de esa agrupación quien, al referirse posteriormente a las pláticas para llegar al Congreso Constituyente del SNTE, señala que el FNRMM “había logrado con anterioridad la caída” del funcionario educativo aludido, tal como el STERM y el SUNTE “habían logrado” la renuncia de su sustituto, “empatándose los resultados de las luchas magisteriales en contra de las autoridades educativas que se consideraban como enemigas de determinadas tendencias y de determinados grupos”. Al dejar el cargo Luis Sánchez Pontón, se designó al licenciado y general Octavio Vejar Vázquez como titular de la dependencia, pero las circunstancias no mejoraron; al contrario, según Enrique W. Sánchez (1969, 14-15), el nuevo funcionario, “llegó a frenar todo impulso renovador y a perseguir a los hombres de pensamiento libre”, pues su obra “fue nociva en todos los órdenes”, ya que: 38
  • 40. Visión Colectiva de una Profesión: SNTE Empezó por demoler el corredor central que separaba los dos patios del edificio que ocupa la Secretaría y en donde se encontraba, a lo largo de todo el muro, la famosa inscripción: “En honor a los maestros caídos en defensa de la educación socialista”. Siguió con cambios, ceses y hostilización para todos los elementos que se habían distinguido en las lides sindicales. Agredió al Politécnico y separó al estudiantado de la Nacional de Maestros por sexos. Trató de abolir el sistema de coeducación de las escuelas primarias. Para consumar su acción perniciosa, buscó apoyo a su política educativa, saturada de desaciertos, en las facciones magisteriales personalistas que se prestaron a ayudarlo con tal de alcanzar notoriedad y obtener insignificantes ventajas individuales. El secretario de Educación Pública, a fin de ganar adeptos para la “reforma educativa que proyectaba de acuerdo con sus ideas”, otorgó su respaldo al Frente Nacional Revolucionario de Maestros de México, lo que “acentuó más la división”, incluso de mayores proporciones que las que prevalecieron en 1935 y 1936, lo que obligó al presidente Manuel Ávila Camacho a intervenir en el conflicto. Así, el 30 de septiembre de 1941, se firmó un pacto entre el STERM y el FNRMM, en el que se comprometieron a restablecer la unidad, para lo cual integraron una Comisión de Unidad del Magisterio, con un representante del Ejecutivo Federal, otro de la Central de Trabajadores del Estado; y siete representantes de cada organización sindical (Lozano, 90). La Comisión de Unidad del Magisterio lanzó una convocatoria para realizar un Congreso Nacional de Unificación Magisterial en Querétaro, que se llevaría a cabo del 27 al 29 de diciembre de 1941. Los trabajos que se efectuaron en esa ciudad no ayudaron en nada a impulsar la unidad de los maestros. El congreso ni siquiera llegó a instalarse “debido a que sólo tuvieron acceso al recinto en que éste se llevaría a cabo los delegados adictos” a Octavio Véjar Vázquez (Ibíd.). Los maestros salieron más divididos que nunca. Una facción minoritaria del Frente Nacional Revolucionario de Maestros de México (FNRMM), con el aval de la SEP, constituyó el Sindicato Mexicano de Maestros y Trabajadores de la Educación (SMMTE), que eligió al siguiente Comité Ejecutivo: José Calvo, secretario general; Rubén Rodríguez Lozano, secretario de Trabajo y Conflcitos; José Cerón Cardona, secretario de Organización; Salvador Monroy, secretario de Acción Social; Plácido Ramón, secretario de Acción Educativa; Luz. Ma. Vera, secretaria de Acción Femenil; Armando Ortega, secretario de Relaciones Internacionales; Antonio García López, secretario de Actas y Acuerdos; Valentín Vanegas, secretario de Finanzas; Cirilo Mendoza, secretario de Estadística y Archivo; y Heriberto Monroy, secretario de Acción Juvenil (Ibíd., 90-91). Por su parte, la franja mayoritaria del FNRMM se unió a una parte importante de “los delegados del STERM y así nació otra organización más 39
  • 41. en Querétaro: el Sindicato Único Nacional de Trabajadores de la Enseñanza (SUNTE)”, el cual eligió en su Comité Ejecutivo a: Roberto Barrios, como secretario general; Arcadio Noguera, secretario de Trabajo y Conflictos; Valente Lozano Ceniceros, secretario de Organización y Propaganda; Federico González Gallo, secretario de Acción Juvenil; Ramón López, secretario de Acción Obrera; José Ángel Aguilar, secretario de Acción Campesina; Joaquín Barrera Bravo, secretario de Relaciones Internacionales; Eugenio Miranda Fonseca, secretario de Estadística y Archivo; María Rangel, secretaria de Acción Femenil; y Cenobio Pérez, secretario de Finanzas (Ibíd., 91). Mientras tanto, los delegados del STERM que participaron en el fallido congreso de Querétaro y que representaban la otra parte que no se integró al SUNTE, al regresar a la Ciudad de México, llevaron a cabo una reunión con el apoyo de la CTM, en la que eligieron un nuevo Comité Ejecutivo Nacional, con los siguientes integrantes: José Fernández Zamorano, secretario general; Juan Urbina Hernández, secretario de Trabajo y Conflictos; David Vilchis, secretario de Organización y Propaganda; Rogerio Aranda, secretario de Educación y Acción Juvenil; F. Donato Mota, secretario de Actas y Acuerdos; Lauro Rendón, secretario de Acción Obrera; Cinosura Constantino, secretaria de Acción Femenil; Indalecio H. Sayago, secretario de Relaciones; y David Gallo, secretario de Finanzas (Ibíd.). En el ámbito nacional se profundizó la división del sindicalismo magisterial, pues el Sindicato Único Nacional de Trabajadores de la Enseñanza se dividió en dos: el SUNTE (a secas), y el SUNTE-CNC (Peláez, 1994: 181). Este cisma se concretó en el Tercer Consejo Nacional, convocado por el Comité Nacional de Vigilancia del SUNTE, y que se realizó del 25 al 27 de febrero de 1943, en el que se eligió como secretario general del Comité Ejecutivo Nacional al profesor Gabriel Rivera Ramírez, quien era además secretario general de la Sección XXVI en Sonora (véase AGN, vol. 448, exp. 437.3/33, Convocatoria al Tercer Consejo Nacional del SUNTE y telegrama al presidente de la República de Gabriel Rivera). Se desconocen las razones por las que ese liderazgo nacional, no se encuentra debidamente documentado en la mayoría de los estudios y libros que se han escrito hasta la fecha sobre la historia del SNTE, salvo de manera breve por Gerardo Peláez Ramos (1994: 181), pero es una realidad que en el momento de surgir la organización actual del magisterio, el secretario general del SUNTE (a secas), entonces agrupación mayoritaria de los maestros, era el profesor Gabriel Rivera Ramírez, lo cual se puede comprobar al revisar el expediente correspondiente en el Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje. Cabe mencionar, que la representación del SUNTE, la tuvo en el proceso de formación del SNTE, el profesor Valente Lozano Ceniceros, quien no era 40
  • 42. Visión Colectiva de una Profesión: SNTE el secretario general, sino el secretario de Organización del Comité Ejecutivo Nacional, pues según una referencia: […] en el año de 1999, tuve oportunidad de platicar ampliamente con uno de los fundadores del SNTE, el profesor Federico González Gallo, de Nayarit, a quien le pregunté la razón de que en los documentos constitutivos de nuestro Sindicato, no aparecía el nombre de Gabriel, y entonces me contestó que Gabriel Rivera Ramírez era un gran líder magisterial con el que conversó muchas veces, de tal manera que pudo darse cuenta que no le gustaba vivir en la Ciudad de México, pues era muy apegado a su familia que residía en Hermosillo, por lo que delegaba muchos asuntos en Valente Lozano Ceniceros, quien era su secretario de Organización, pero que todo lo que hacía Valente, tenía el aval del secretario general del Comité Ejecutivo Nacional del SUNTE (Montaño, 2013). 11. Evolución de los derechos laborales y sindicales de los trabajadores al servicio del Estado En 1929, se reformó el artículo 123 constitucional, reservándose el Congreso de la Unión la facultad de expedir leyes sobre el trabajo, en virtud de que en el texto original se otorgaba a las entidades el derecho de legislar en materia laboral. Como consecuencia de esta reforma constitucional, en 1931 se aprobó la Ley Federal del Trabajo, que también dejó sin resolver el régimen jurídico aplicable a los trabajadores al servicio del Estado. El artículo 2 de este ordenamiento establecía que “las relaciones entre el Estado y sus servidores se regirán por leyes del servicio civil que se expidan”; pero esta circunstancia, aunque reflejaba que la referida Ley no se olvidaba del empleado público, no resolvió el problema, porque ni se crearon las leyes del servicio civil ni se garantizó la estabilidad en la plaza de los trabajadores al servicio del Estado (Flores, 189). Esta situación, “que se limitaba a postergar la regulación del problema” (Bensusan, 1985: 24), y dejaba a los trabajadores de ese sector en total desprotección, fue objeto de críticas de la más variada naturaleza. “Todas las fuerzas sociales y políticas se manifestaron en torno a los derechos laborales y sindicales de los trabajadores al servicio del Estado. Antes que nadie, los sindicatos demandaron igualdad en el trato a los empleados públicos y a los obreros industriales” (Peláez 1994: 111). Uno de los más activos dirigentes del magisterio en aquella época, declaró en 1934: “Tenemos el deber de luchar porque los servidores del Estado, en cuyas filas nos contamos, tengan los mismos derechos que los demás trabajadores”. Además, señalaba que la única forma de organización que puede servir para defender sus intereses y su derecho mismo a vivir 41