1. MEMORIAS DE LAS
SOMBRAS ERRANTES
avego entre los óbolos de los párpados
de los muertos, llevándolos hacia la
concordia ausente que pretenden
encontrar en estos lares. Olvidaron quizá que aquí
no hay paz para los malditos, porque no hay
corazón que soporte el ardor de estas tierras. Por
ello nos encontramos los desterrados de afecto en
este lugar, que
sabe a muerto y a
sal.
N
Oigan el llanto de
la esperanza,
vagando por la
realidad, huyendo
de su portador
para dejarlo entre
mis manos, entre mi barca, entre mi laguna, entre
mis tantos.
Busquen en mi su muerte
y no la compasión
miren en mis ojos el presente,
llevaré sus almas donde no hay corazón
Algunos nombran mi río como a una mujer,
Estigia, otros sin embargo le tratan de hombre,
Aqueronte. Qué importancia tiene el nombre
cuando emerges de las aguas de la muerte.
Cuéntenme el sentido, si aquí todo carece de él
porque todo se dejó en el otro mundo. Excepto un
cuerpo solitario que aún no sabe cuán le queda
por sufrir. Vida acaba pero muerte “¿cuándo?”
La vejez me consume aún sin saber si llevo aquí
una vida o una muerte. Pero por viejo puedo
llegar contar una historia de amor, algo insólito e
inolvidable, como que el futuro dueño de vuestras
almas enamoróse una vez, no muy lejana,
depende quién la cuente.
Cuenta mi voz que su dueño
una vez nunca olvidó
que el amor existe en lo mas profundo
de estos lares y jamás murió
Perséfone se llamaba la hija de Zeus, jóven y
radiante como el sol que reinaba allá arriba, dulce
como la primavera en flor y desgraciadamente
irresistible un día en el que primavera durmió.
Relinchaban los caballos, el sol se alzaba entre
los cielos y ella jugaba a la inocencia mientras la
muerte descubrió
Alzó Perséfone sus ojos sobre la muerte
y esta cometió lo impesable,
el infierno hizo hueco al corazón
y los ojos del Hades fueron cegados
por un joven cerezo en flor
Se mostró tranquila y
sin miedo y por
primera vez Hades
sintió que su
presencia era
necesaria en su lecho.
Esa joven de ojos
brillantes cautivó lo
que ningún Dios
cautivó jamás.
El corazón del señor
de los muertos, de
aquel que juzga las
almas que yo le llevo,
aquel incapaz de sentir una vez, sintió.
Si me hubieran dotado de corazón, hubiese latido
por ella, joven mas hermosa nunca vi. Como osan
llamarlo rapto si fue amor. Ella vino en sus
brazos, arropada por el ser mas valiente ya que no
teme, como todos, a la muerte.
Mordió la granada,
condenó su alma por amor
a una vida
llevada a las tierras del ardor
Su madre rogó su vuelta, ansiando su regreso,
pero solo llegó a un pacto, ella, viajará a la Tierra
de los vivos una parte del año.
Cada vez que Gea presenciaba su regreso, brotaba
la primavera, llenando la vida de los colores que
ella se había
llevado consigo,
dotando al mundo
de una estación,
un fenómeno tan
explicable como
ella y su amor.