1. LECCIONE S
PARA LA V I D A C R I S T I A N A
Ciclo 1: Puntos esenciales de su fe
Curso A: Ahora que Usted cree
Lección 1: Dios le ama tal y como es
Esta lección está dividida en dos secciones para ayudarle a terminar toda la lección
entendiendo el plan de Dios. A fin de renovar su mente con la Palabra de Dios y darle un
concepto de Él mas preciso, es muy importante que usted tome el tiempo necesario para
aprenderse los versículos antes de proseguir a la siguiente lección.
Sección 1
Al terminar esta sección de la lección 1, usted debe estar en capacidad de:
A. Entender lo que significa describir el amor de Dios como completo, incondicional,
inmerecido, inalterable, personal y radicalmente transformador de la vida.
B. Reconocer aspectos en los cuales usted ha creído algo que es falso acerca de Dios como el
que ama su alma eternamente.
C. Evaluar áreas en las cuales, erróneamente haya tratado de hacerse acreedor a que Dios lo
ame mas.
D. Reconocer ocasiones en las que haya dudado del amor completo e incondicional de Dios.
Lea Romanos 5:1-10
Una de las cosas mas difíciles de aceptar cuando conocemos al Señor Jesucristo por primera
vez es que Dios nos ama tal y como somos. Nosotros los humanos tenemos la tendencia de
luchar para “merecer” lo que tenemos. Posesiones materiales, familias amorosas, carreras
brillantes… son cosas que luchamos por ganarnos. El amor de Dios, sin embargo, jamás
podemos ganarlo por medio del esfuerzo humano. No hay absolutamente nada que podamos
hacer para lograr que Dios nos ame ni para hacer que nos ame más (Rom 5:8). Esto podemos
entenderlo intelectualmente, pero tenemos problemas para creerlo en lo profundo de nuestro
ser. A veces ni siquiera nos damos cuenta de nuestra lucha por creer completamente en el
amor de Dios, gratuito e inalterable.
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¿Alguna vez ha intentado usted lograr que Dios le ame más sirviéndolo de alguna forma o
esforzándose por vivir una vida “mejor”? Pidiendo a Dios el discernimiento personal necesario,
anote dos maneras en las que usted ha intentado ganarse más el favor de Dios.
Pese a lo que su pasado le imponga o a como se sienta en este momento, el amor de Dios
siempre le ha sido impartido gratuitamente. Dios derrama su amor en nosotros sin excepciones
ni condiciones. Amigo creyente en Cristo, Dios no comenzó a amarle en el momento en que
usted lo invitó a entrar en su corazón. Dios no comenzó a amarle al subir de las aguas del
bautismo. Por cierto, Dios jamás “comenzó” a amarle; sencillamente, siempre le ha amado.
Desde antes de creación del mundo Dios le conocía y le amaba (1 Jn 4:19; Sal 139:13; Jer
31:3).
Una verdad fundamental para explorar este aspecto del carácter de Dios es que su amor jamás
varía un grado a la derecha ni a la izquierda: siempre es exactamente lo mismo; jamás cambia
por toda la eternidad (1 Jn 4:16-17).
Esta puede ser una noticia sorprendente para usted ¿Alguna vez se ha sentido tan lleno de
remordimiento por algo que haya cometido que honestamente creyó que eso hizo que Dios le
amara menos?
Escriba acerca de una experiencia en particular que haya tenido y en la que sintió que Dios
podía amarle un poco menos debido a algo que haya hecho o dicho. ¿Qué sucedió y cómo se
sintió usted?
Casi todos hemos tenido ese temor en algún momento. No obstante, no importa cómo nos
hayamos sentido; en las Escrituras tenemos la seguridad de que el amor de Dios no cambia. Él
nos ama pese a lo que hagamos. En efecto, Él estuvo consciente de nuestra pecaminosidad
desde el principio. Al investigar el amor de Dios, examinemos honestamente la manera en que
Él nos ve.
Sección 2
Al terminar esta sección de la lección 1, usted debe poder:
A. Entender las implicaciones que el pecado de Adán y Eva tuvo el concepto de Dios acerca
de todos los hombres y las mujeres.
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B. Reconocer cómo se ha expresado su naturaleza pecaminosa en acciones, pensamientos,
actitudes o palabras.
C. Comprender su necesidad del Salvador memorizando y concentrándose en versículos
específicos de la Escritura.
Primero, considere Génesis 1:26 en donde Dios crea al hombre a su imagen. ¿Qué es esa
“imagen”? Es la semejanza, aspecto y esplendor que saturó a Adán y a Eva. Sin embargo,
cuando el pecado entró en el mundo esta imagen divina se alteró. Por consiguiente, aunque
todo ser humano todavía participa de algunas de las dimensiones de la imagen de Dios (Sant
3:9), ha nacido en un mundo de pecado y rebeldía (Efe 2:13).
Segundo, debido a la pecaminosidad del mundo, la Escritura llama a todos los nacidos en
pecado, “impíos” (Rom 5:6). Nuestra “impiedad” es evidente por el hecho de que la imagen de
Dios ha sido desfigurada en cada uno de nosotros, por lo que ya no irradiamos a Dios. En todo
esto somos impotentes para salvarnos por nuestra propia cuenta o para restablecer una
relación adecuada con Dios.
Tercero, Dios nos ve a cada uno de nosotros como pecadores (Rom 3:10-12, 23). Esta es una
palabra que se usa bastante en distintas maneras, lo que dificulta poder discernir el verdadero
significado del término. La palabra original para “pecado” quiere decir “errar en el blanco”. Esto
significa que el pecador ha traspasado el límite de lo permitido por Dios. Puesto que “erra en el
blanco”, todo pecador es impotente para redimirse a sí mismo.
¿Falso o verdadero? El pecado ocultó la imagen divina de todos los humanos cuando Adán y
Eva desobedecieron a Dios.
Por breves minutos reflexiones en su diario acerca de su naturaleza pecaminosa. ¿Cuáles son
algunas maneras-actitudes, pensamientos, palabras o acciones, en las que su naturaleza
pecaminosa se ha expresado? En otras palabras, ¿cuáles son algunas maneras en las que
usted ha “errado en el blanco”?
Cuarto, Rom 5:10 describe claramente a todos los humanos como “enemigos” de Dios. Quizá
usted objete: “Bueno, aunque hubo un tiempo en el que yo no conocía a Cristo como Señor, por
supuesto que no creo que yo haya sido enemigo de Dios”. Este es un concepto erróneo. Si por
sus actos usted declara que no necesita la redención que Cristo ofrece, entonces se ha puesto
en contra de Dios, aunque se considere ser una “buena” persona. Dios no juzga a los hombres
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como nosotros nos juzgamos unos a otros. Una persona sólo puede evaluar los actos externos,
pero Dios juzga lo más recóndito de nuestro ser (Heb 4:12).
Quinto, Rom 3:10-18 nos pinta un cuadro desolador de la verdadera naturaleza del hombre.
Comienza diciendo: “No hay justo, ni aún uno”. Esta es una acusación en contra del concepto
de que nuestras buenas obras nos convierten en buenas personas. En pocas palabras, no hay
nada que podamos hacer para ganar el favor ni la aprobación de Dios.
Esa es la parte mala de la noticia. No obstante, hay gozo al comprender nuestra condición
verdadera y tenebrosa. Sólo al aceptar la profundidad de nuestra depravación podremos
apreciar n su totalidad hasta que extremo llega la gracia y el amor con los cuales Dios nos ha
salvado. En la siguiente lección examinaremos este perdón radical que Dios nos ofrece.
Oración: Padre, sé que soy un pecador, y que a pesar de mis mejores esfuerzos, estos nunca
han sido suficientes para alcanzar Tu gloria. Señor, no merezco tu favor, tu gracia o tu amor, y
sin embargo, sé que de cualquier forma Tú me colmas de estas cosas; yo jamás podría
ganarme mi entrada al cielo. Tú me has conducido hasta tú presencia eterna sin necesidad de
ninguna obra de mi parte. Te agradezco por amarme a mí, aunque tal parece que yo no te amo
siempre, y por ofrecerme el maravilloso regalo de la salvación eterna. Oro en el Nombre de
Jesús, Amén.
Antes de ir a la Lección 2, memorice Rom 5:8: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros,
en que aún siendo pecadores, Cristo murió por nosotros”.
Al pensar en el significado de su propia incapacidad delante de Dios, ¿Comprende usted cuán
grande es su necesidad del Señor Jesucristo? ¿Cómo cambia este versículo su concepto de
Dios que no sólo es amoroso, sino que personifica el amor en sí?
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