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Principales conceptos bajtinianos


                                                                                   David Viñas Piquer

Polifonía y dialogismo

        En sus trabajos, Bajtin privilegia el estudio de la novela porque piensa que se trata del género
que mejor permite analizar el discurso social, ya que refleja la modernidad y se convierte así en un
camino para conocer el mundo y el uso que en él hace el hombre del lenguaje. Es decir, la novela es
para él el género literario que más fidedignamente puede representar la historia y la vida social
contemporánea, con sus contradicciones y luchas. De ahí que aplique sus conceptos de análisis a la
novela, aunque tiene una idea amplia de novela, pues llama así a cualquier enunciado que refleje lo
inadecuado de las imposiciones canónicas y que incorpore el tesoro lingüístico de una época. Una
novela es, en su opinión, un texto abierto a la riqueza social. En realidad, no plantea una teoría de la
novela (como la de Lukács, por ejemplo), sino una teoría del discurso en la novela. La oposición
fundamental que establece Bajtin es la siguiente: novela fonológica (reduce el potencial de voces a una
sola voz autoritaria) frente a novela dialógica (se sirve de ciertas técnicas para incorporar una
pluralidad de voces en el texto).

        Bajtin se acerca siempre a la novela desde una perspectiva colectiva y social, la ve como reflejo
de un mundo plural, repleto de diálogos, de voces que resuenan, como el diálogo establece también con
otros enunciados, textos anteriores y posteriores, resulta que acaban uniéndose tiempos y espacios
distintos: un texto responde o cuestiona o replantea cuestiones tratadas en textos del pasado, y, a la vez,
plantea preguntas que futuros textos tratarán de responder.

        La idea tradicional es que en un texto existe una sola voz, la del autor, pero Bajtin trata de
encontrar la otredad, la alteridad. Para ello, sitúa el texto en su historicidad y trata de reconstruir el
horizonte ideológico con que el texto se encontraba en su origen. Lo hace desde el convencimiento de
que comprender un texto es ser capaz de captar la pluralidad de voces que ese texto contiene y, a la vez,
saber ubicar esas voces en su momento histórico con el fin de entender qué significado tenían para el
lector de la época. Tiene muy claro que el texto es un lugar en el que también habita el oyente, por eso
lo que le interesa es atender sobre todo al carácter dialógico de la lengua.

       Importa ahora centrarse en las ideas que Mijail Bajtin manejó en su estudio sobre las obras de
Dostoievski –Problemas de la obra de Dostoievski (1929)-, y que desarrolló con mayor profundidad
después en ensayos como “La palabra en la novela” (1934 -35) o “De la prehistoria de la palabra
novelesca” (1940). Recuérdese que, para Bajtin, Dostoievski era el creador de un nuevo tipo de novela
absolutamente revolucionaria que ilustraba nítidamente la tesis que, en su esfuerzo de síntesis entre
Formalismo y Marxismo, el propio Bajtin defendía: “la convicción de que toda obra literaria tiene
internamente, inmanentemente, un carácter sociológico” (1992:1919). En efecto, según Bajtin, en el
discurso novelesco de Dostoievski “se cruzan las fuerzas sociales vivas, y cada elemento de su forma
está impregnado de valoraciones sociales vivas”, de modo que un análisis en profundidad “ha de ver en
cada elemento de la estructura artística el punto de refracción de las fuerzas vivas de la sociedad”
(1992: 191).
Bajtin considera insuficiente una aproximación crítica que se centre en los aspectos temáticos y
trata de demostrar que en las novelas de Dostoievski el argumento tiene únicamente una función
auxiliar, que se necesita de él sólo para poder situar a los personajes en unas circunstancias concretas
que descubran con cierta claridad los enfrentamientos sociales. De este modo, es obvio que la
complejidad de la estructura supera con mucho el interés meramente argumental. Dostoievski se
mantiene al margen de la acción de la novela, silencia su propia voz y deja que se escuchen sólo las de
sus personajes, con lo que consigue desnudar sus conciencias objetivamente y dejar que se enfrenten
entre sí. Como escribe Bajtin: “se cruzan sus conciencias y sus mundos, se cruzan sus horizontes
enteros” (1992: 192). El resultado es un fiel reflejo de la realidad social, sin manipulaciones, y de ahí
que Dostoievski rechazara para sí el calificativo de psicólogo y prefiriera el de escritor realista, tal y
como puede leerse en su cuaderno de notas: “Yo soy tan sólo un realista en el sentido superior, es decir,
represento las profundidades del alma humana” (Bajtin, 1992: 193).

        Está claro que, para Bajtin, con “la interacción de muchas conciencias, no de muchas personas a
la luz de una sola conciencia, sino de muchas conciencias equitativas y de pleno valor” (1992: 327), se
consigue que la novela se convierta en un indicador de la lucha ideológica. Incorporando “distintas
voces ajenas” en su obra, el novelista –piensa Bajtin- puede hacer que estas voces entren “en lucha por
influir en la conciencia individual (de la misma manera que lucha también en la realidad social que los
rodea)” (1989: 164). La polifonía, pues, permite el dialogismo. El novelista introduce muchas voces en
su obra y las deja dialogar entre sí, con lo que se produce un cruce de ideologías en el seno de la
novela. Como afirma Iris M. Zavala interpretando a Bajtin: “lo dialógico es un fenómeno social que
presenta la lucha de clases” (1991: 137).

       Al objetivar los pensamientos de sus personajes permitiendo el acceso directo a sus conciencias,
sin que se interponga la voz del autor, está claro que Dostoievski alcanza un grado de realismo. La
polifonía –así lo ha destacado Wladimir Krisinsky- es claramente “un instrumento totalizador de la
realidad” (1998: 22). Como ocurre en la vida real, los personajes se presentan a sí mismos con sus actos
y sus palabras, y, a la vez, ayudan a perfilar la imagen de los otros personajes al referirse a ellos en
algún momento. Para reflejar objetivamente la realidad de las relaciones sociales no se precisa nada que
no puedan ofrecer los personajes novelescos por sí solos; la presencia de cualquier otro ingrediente
podría enturbiar el principio de objetividad, por eso Dostoievski, tal y como señala Bajtin, “desde las
primeras hasta las últimas páginas de su obra se dirigía por el principio de, para la objetivación y
conclusión de la conciencia ajena, no utilizar nada que no fuese accesible a la conciencia misma, que
estuviera fuera de su horizonte” (1992: 193). Son por tanto los pensamientos de los personajes,
materializados en sus palabras, lo verdaderamente importante en las novelas de Dostoievski, y, más
exactamente, lo que a este novelista le interesa reflejar son los diálogos que entablen las distintas voces
del entramado de una sociedad concreta. De este modo, queda claro que el argumento novelesco
cumple meramente una función secundaria; no es el tema en sí mismo lo que le interesa al autor, sino,
como observa Bajtin en Dostoievski, “la variación del tema en muchas y diversas voces, un
polivocalismo y heterovocalismo fundamental e insustituible del tema” (1992: 194).

       En el esbozo que precedió a la reelaboración que hizo Bajtin de su libro sobre Dostoievski para
la nueva edición de 1963 se ponía mayor énfasis todavía en así innovaciones técnicas que podían
detectarse en las novelas del escritor ruso, técnicas que, en su conjunto, supusieron la “superación del
monologismo” (1992: 325) y abrieron el camino a un nuevo tipo de novela capaz de ofrecer una
representación multidimensional del mundo humano: la novela polifónica o dialógica. Vuelve a
subrayar Bajtin en el citado esbozo la posición que adopta Dostoievski frente a sus novelas y llama
especialmente la atención sobre el hecho de que, a diferencia de lo que ocurría con la novela
fonológica, el escritor ruso no impone su voz, su visión del mundo, sino que sabe hacerse eco de otras
cosmovisiones y es capaz de situarlas al mismo nivel que la suya para que entren en diálogo
enfrentándose o saludándose cordialmente, pero, en cualquier caso, ilustrando la riqueza, la pluralidad
de la vida en sociedad. Asegura Bajtin que en las novelas de Dostoievski, “la conciencia ajena no se
enmarca en la conciencia del autor, sino que se manifiesta como algo puesto fuera y junto, con lo cual
el autor establece relaciones dialógicas” (1992: 324). Esto significa que el autor ha sabido crear
personajes con absoluta independencia y no se ha colocado por encima de ellos, sino a su mismo nivel,
en igualdad de condiciones. De este modo se consiguen personajes totalmente autónomos, no simples
monigotes, sino personalidades individuales con vida propia que provocan distintas, y hasta opuestas,
reacciones entre los lectores. Es obvia la importancia de este efecto artístico logrado gracias al hecho
de que el autor está ausente siempre del recinto de la novela. Si, por el contrario, se sirviera de sus
personajes como meros portavoces para transmitir su propia ideología, entonces se estaría ante lo que
Bajtin denomina novela monológica.

       La habilidad de ocultarse es, pues, una de las técnicas claves que permite la aparición de la
polifonía en la novela. Bajtin localiza los orígenes remotos de este rasgo –la polifonía- en ciertos
géneros serio – cómicos de la Antigüedad (diálogo socrático, sátira menipea, etc.), géneros que
marcarán una tradición literaria –en la que destacan autores como Rabelais, Cervantes o Stern-
caracterizada por una visión carnavalesca del mundo (Sánchez Mesa, 1996: 204 – 207).

        Siguiendo de cerca de Bajtin, varios autores consideran que la polifonía es consustancial al
género novelesco y, por tanto, uno de los rasgos más carácter´siticos de la novela (Bobes Naves, 1993:
55). Sullà advierte, sin embargo, que las categorías centrales de la poética bajtiniana “constituyen un
camino sugerente si se usan de la manera adecuada y no se considera que toda narración es polifónica”
(1996: 24). Lo mismo señala Krysinski: “el uso de tales categorías sólo es válido si va acompañado de
cierta cautela” (1998: 21).

        Al margen de estas consideraciones, lo que parece obvio es que Bajtin descubre –como escribe
Iris M. Zavala parafraseando a Wayne Booth- “la esencia polifónica de la existencia” (1991: 62). Su
objetivo es llamar la atención sobre la diversidad de lenguajes que conviven en una misma sociedad y
sobre las posibilidades literarias de esta realidad. De hecho, denuncia en varias ocasiones el camino
seguido por la estilística tradicional, que analiza los textos interesándose únicamente por el estilo del
autor, ignorando completamente “la vida social de la palabra fuera del taller del artista: la palabra de
los anchos espacios de las plazas públicas, de las calles, de las ciudades y aldeas, de los grupos
sociales, de las generaciones y las épocas” (1989: 77). Más que el estilo del escritor, a Bajtin le interesa
el estilo del texto, y trata de ver reflejada en él la riqueza lingüística de la sociedad. A su juicio, la
novela “es un fenómeno pluriestilístico, plurilingual y plurivocal”, de modo que un discurso novelesco
auténtico es, fundamentalmente, el resultado de “una combinación de estilos” (1989: 80). En otras
palabras: el “híbrido novelesco” tiene que ser visto como “un sistema de combinaciones de lenguaje
organizado desde el punto de vista artístico” (1989: 177).

        Bajtin insiste en que las múltiples voces que resuenan en una novela auténticamente polifónica
provienen de los distintos grupos que coexisten en el seno de una misma sociedad, poniéndose así de
relieve el fenómeno del plurilinguismo. Escribe al respecto:
La estratificación interna de una lengua nacional en dialectos sociales, en grupos, en argots
       profesionales, lenguajes de género; lenguajes de generaciones, de edades, de corrientes; lenguajes de
       autoridades, de círculos y modas pasajeros; lenguajes de los días, e incluso de las horas; social –
       políticos (cada día tiene su lema, su vocabulario, sus acentos); así como la estratificación interna de una
       lengua en cada momento de su existencia histórica constituye la premisa necesaria para el género
       novelesco: a través de ese plurilingüismo social y del plurifonismo individual, que tiene su origen en sí
       mismo, orquesta la novela todos sus temas, todo su universo semántico – concreto representado y
       expresado (1989: 81).

        Darío Villanueva ha subrayado cómo el dialogismo postulado por el semiólogo soviético
implica tres factores distintos, pero encaminados todos a subrayar la diversidad lingüística de la
sociedad: una heterofonía, o diversidad en el discurso narrativo; una heteroglosia o empleo de distintos
niveles de lengua; y una heterología o alternancia de variantes lingüísticas individuales (1989: 55).
        Por otra parte, Bajtin tenía muy presente en sus reflexiones lo que denominaba la “orientación
hacia el oyente” (1989: 97), un fenómeno que explicó con estas palabras:


               El hablante tiende a orientar su palabra, con su horizonte determinante, hacia el horizonte ajeno
       del que entiende, y establece relaciones dialogísticas con los elementos de ese horizonte. El hablante
       entra en el horizonte ajeno del oyente, y construye su enunciado en un territorio ajeno, en el trasfondo
       aperceptivo del oyente (1989: 99 – 100).

        Este tipo de observaciones de carácter lingüístico son absolutamente frecuentes en los trabajos
de Bajtin; de hecho, este autor desarrolló, como ha destacado Iris M. Zavala, una completa teoría del
lenguaje (1991: 40). Pero lo interesante para la teoría literaria es, por supuesto, la relación que
establece este autor entre la polifonía social y el discurso novelesco. En su opinión, la novela orquesta
el plurilinguismo de la sociedad; es decir: caben en este género literario todos los lenguajes o, si se
prefiere, toda la experiencia humana verbalizada. Y es que Bajtin está convencido de que los diferentes
lenguajes sociales –a saber: el lenguaje de los negocios, el jurídico, el comercial, el laboral, el de los
deportes, el de la política, el científico, el académico, las diversas jergas, el habla descuidada de la calle
y el bar, etc.- no funcionan en la realidad cotidiana separados dentro de sectores estancos, sino que
entran en contacto, en diálogo, hasta el punto de que incluso hay una contaminación incesante de unos
y otros. Y estas relaciones dialógicas son las que el novelista debe saber ilustrar. Polifonía y
dialogismo, pues, son rasgos esenciales del discurso novelesco. Y la prueba está en que ya Cervantes lo
demostró. De hecho, son varias las ocasiones en que Bajtin ejemplifica sus teorías apoyándose
precisamente en el Quijote. Incluso concluye el apartado dedicado a analizar las principales formas de
introducción del plurilinguismo en la novela destacado la “profundidad y amplitud excepcionales” con
que Cervantes realiza en esta novela “todas las posibilidades literarias de la palabra novelesca
plurilingüe y con diálogo interno” (1989: 141).

       Ya se ha visto que el recurso principal con el que se consigue introducir la polifonía y el
dialogismo en la novela consiste en la capacidad para disimular el control absoluto que ejerce el autor
sobre todos los resortes del texto. Es importante insistir en la noción de “disimulo” para evitar una
lectura ingenua de la maniobra señalada por Bajtin en las novelas de Dostoievski acerca de la
desaparición de la voz del autor para que sean otras voces la que se escuchen en la novela. Sería
erróneo pensar que el mérito de novelistas como Dostoievski o Cervantes o Galdós reside en una
cuestión de pasividad, de limitarse a recoger la opinión de otros silenciando la propia. Silenciarse,
apagar la propia voz, sería suicidarse, apagar la propia vida –la propia ideología- y nunca fue ésta la
intención de Dostoievski. Con palabras de Bajtin puede advertirse dónde reside exactamente el mérito
de este tipo de novelistas:

                Nuestro punto de vista no afirma en absoluto una pasividad del autor que sólo hace montaje de
los puntos de vista ajenos, de las verdades ajenas, rechazando totalmente su punto de vista, su propia verdad. No
se trata de esto, sino de una interrelación absolutamente nueva y especial entre la verdad propia y la verdad
ajena. El autor es profundamente activo, pero esta cualidad suya tiene un carácter dialógico. Una cosa es ser
activo en relación con una cosa muerta, un material sin voz que puede ser modelado y formado de cualquier
manera, y otra cosa es ser activo con respecto a una conciencia ajena viva y equitativa. Es una actividad
interrogante, provocadora, contestataria, complaciente, refutadora, etc., es decir, la actividad dialógica que no es
menos activa que la actividad concluyente, cosificante, la que explica causalmente y mata, la que hace callar la
voz ajena, nunca la concluye por su cuenta, es decir, desde la otra conciencia, la suya (1992: 325 – 326).

        Se entiende así, en definitiva, que la palabra del discurso novelesco es una palabra bifocal que
“sirve simultáneamente a dos hablantes, y expresa a un tiempo dos intenciones diferentes: la intención
directa del héroe hablante, y la refractada del autor” (Bajtin, 1989: 141 -142). De este modo, queda
claro que la polifonía contribuye en gran medida a evitar la ingenua identificación entre narrador y
autor real (Garrido Domínguez, 1996: 117). Recuérdese la conocida advertencia de Roland Barthes:
“quien habla (en el relato) no es quien escribe (en la vida) y quien escribe no es quien existe” (1970:
34). Tres instancias distintas quedan así establecidas: la del narrador, la del autor real, y una categoría
intermedia ala que Wayne Booth denominó el autor implícito y que Pozuelo Yvancos y Darío
Villanueva han desarrollado algo más al establecer la diferenciación entre autor implícito representado
y autor implícito no representado (Pozuelo Yvancos, 1988, 1988ª; Villanueva, 1991).

        En The Rhetoric of Fiction (1961) explica Booth que todo novelista, al escribir, deja “una
versión implícita de sí mismo” en el texto, una versión que no tiene por qué coincidir con la que deja en
sus otras obras ni, por supuesto, con su personalidad real (1974: 66 – 67). “Tal como las propias cartas
personales implican diferentes versiones de uno –afirma Booth- dependiendo de las diferentes
relaciones con cada corresponsal y del propósito de cada carta, así el escritor se manifiesta con un aire
distinto según las necesidades de cada obra” (1974: 67). Este “segundo ego” del autor –como escribe
Booth (1974: 68)-, diferenciable tanto de “quien existe” como del narrador, es el que da paso al
concepto de autor implícito o autor implicado. En general, suele aceptarse que son el estilo del texto y
la ideología que expresa las marcas del autor implícito. De hecho, Booth acuñó este concepto –y así lo
indica Mieke Bal- “para comentar y analizar los conceptos ideológicos y morales de un texto narrativo
sin precisar de una referencia directa a un autor biográfico” (Bal, 1995: 125). Ahí se encuentra la clave
para entender la función de la polifonía y el dialogismo en la novela. Al dejar que cada lenguaje tenga
su espacio propio en la novela, el autor implícito juega a esconder su voz –pero es un juego; siempre
está ahí: se escucha-, y deja que sean otras voces las que suenen, las que vayan conformando el texto.
Pero es él –sólo él- quien permite que esas voces ajenas estén en su novela y, por tanto, lo ajeno está al
servicio de lo propio, refleja la intención última del autor implícito, su ideología, su cosmovisión.
Convencido de que “ningún acontecimiento humano se desenvuelve ni se soluciona en los límite de
una sola conciencia” (1992: 328), Bajtin aplaude a quienes OTAN por iluminar la realidad representada
desde distintos ángulos, es decir, desde distintas conciencias, porque es así como se facilita la entrada
de la polifonía en la novela. Pero después de escuchar varias voces y de conocer, por tanto, varias
conciencias, tiene que quedar al descubierto la reflexión que quiere proponer el novelista. Es decir: tras
haber dirigido la orquesta unificando –nunca fundiendo- varias voces en una misma melodía, es la voz
que traduce su propia visión del mundo la que resuena con más fuerza. Entonces se comprende que el
autor no sólo es el organizador de un diálogo, sino que participa también en él. Aunque su voz no es
conclusiva, no es imperativa. Es sólo eso: su voz. Una más de cuantas participan en el diálogo social.


Carnavalización e inversión


        La novela dialógica defendida por Bajtin es la excepción, no la norma, y se relaciona con el
mundo carnavalesco. Si la dialogía supone comunicarse con el otro, el carnaval implica una inversión
de los valores establecidos y de toda estructura jerarquizada, de modo que tiene un poder liberador de
situaciones hegemónicas. Es una invitación a romper las murallas que nos encarcelan. Es decir, Bajtin
se acoge al símbolo del carnaval para destacar la posibilidad de subvertir y transgredir la organización
jerárquica establecida. Con este concepto de la carnavalización, Bajtin se refiere a la fiesta de
carnestolendas a un estilo literario concreto, el realismo grotesco, que, como su nombre lo indica, eleva
lo grotesco a categoría literaria. Tanto la fiesta del carnaval como el estilo literario anunciado se
caracterizan por desmontar el mundo, revelar la alteridad, invertir el orden, y se oponen a toda
producción cultural basada en la cohesión. Así, se deduce que carnavalización es un término cargado
de contenido político, pues revela una contraideología, una contracultura que se opone a la norma y
autoridad; es una propuesta de revolución cultural (una revolución a través de la risa) que conlleva la
reeducación de las clases (la carnavalización, de hecho, refleja cómo las clases sociales luchan entre sí
y se oponen unas a otras). Con la carnavalización, Bajtin se propone superar el monologismo y vencer
su efecto totalizador y unificador sobre las conciencias. Un texto carnavalizado opone la cultura de las
clases dominantes a la cultura popular, da voz a los oprimidos, a los marginados, incorpora, pues, la
alteridad, la otredad, y rompe así con el monologismo y la unidad de estilo. Dar voz a los marginados
es invertir el orden establecido por la clase / raza dominante, que es justo lo que ocurre en la fiesta del
carnaval. La literatura carnavalizada es transgresora, contestataria y desmitificadora. Se nutre del
lenguaje no elitista, se burla de él, lo ridiculiza. Un texto que recurre al proceso de carnavalización es
aquel en que pueden escucharse voces opositivas a la cultura establecida y en el que de algún modo se
refleja una inversión de la realidad social. En la fiesta del carnaval, todo el mundo invierte su papel
social, se disfraza para ser otro, para cambiar la realidad por unos momentos, para librarse de ella.

       La carnavalización se relaciona con un momento único, utópico, en el que el hombre se libera
de coerciones sociales y, al invertir toda la situación social, desafía las jerarquías dominantes, reta al
poder. En definitiva, supone una inversión del orden establecido. Esto significa que un texto
carnavalizado es que aquel que no sólo refleja, sino que además privilegia el discurso de los oprimidos.
De este modo, dice Bajtin, puede quedar representada claramente la lucha de clases. Una muestra de
carnavalización es la técnica de representación de los personajes denominada inversión, a la que alude
Vladimir Propp en su Morfología del cuento. La inversión es un procedimiento basado en la
modificación del orden jerárquico y la sustitución de un orden por otro, lo que puede provocar un
cambio (elevación o rebajamiento) en la situación de un personaje (por ejemplo: la sirvienta que acaba
convirtiéndose en reina). Parece claro que la carnavalización tiene un objeto ideológico – liberador,
mientras que el monologismo persigue un objetivo conservador.

        Es obvio que carnavalización y dialogía están estrechamente ligados. Son conceptos básicos en
la poética social de Bajtin, una poética con la que el semiótico ruso está en realidad formulando toda
una teoría de la cultura que distingue entre lo oficial y no oficial. Lo oficial se identifica con la cultura
culta, con la seriedad, lo normativo, el monologismo, mientras que lo no oficial se identifica con la
cultura popular, el espíritu festivo, la antinorma, la plaza pública, poliglosia o dialogismo. Aquí es
donde cabe hablar de la carnavalización y la cultura de la risa, que se alimenta de la corriente popular,
con toda su diversidad de fiestas y ritos, sus refranes y proverbios, su vocabulario familiar y grosero,
etc.

       Bajtin desarrolla el concepto de carnavalización en su libro sobre Rabelais, donde analiza otros
procedimientos característicos de la literatura carnavalizada: la parodia, la ironía y la estilización.


Parodia, ironía, estilización


         La estilización es una técnica mediante la cual el escritor utiliza palabras ajenas para expresar
sus propias ideas (por ejemplo: citas de autoridades); mientras que con la parodia y la ironía el escritor
utiliza también palabras ajenas pero que no comparte, sino que, más bien, se identifica con una postura
contraria. Bajtin afirma que para combatir el monologismo (la idea de un lenguaje unitario y
autoritario) puede recurrirse (como hizo Rabelais) a la risa, es decir, puede recurrirse a la ironía, la
parodia, etc., a las distintas manifestaciones del humor, en definitiva, porque es un modo de
desmitificar, de invertir la imagen oficial del mundo, un modo de volverlo todo al revés. En efecto, la
parodia y la ironía hacen que se reconozca el enunciado como la voz de otro emisor. La técnica irónica,
por ejemplo, no consiste únicamente en decir lo contrario de lo que se quiere decir (de hecho, esto iría
en contra de la economía con que solemos usar el lenguaje), sino que el locutor irónico quiere decir en
realidad varias cosas a la vez: “presenta, en un solo enunciado polifónico, por lo menos dos maneras
alternativas de considerar un objeto, más un análisis de cierto lenguaje y, con frecuencia, también una
crítica de las personas que usan ese lenguaje” (Reyes, 1994: 139). El hablante irónico se desdobla en un
locutor ingenuo al que hace decir algo con lo que él no está de acuerdo, y además espera que su
interlocutor se de cuenta de esto para que la situación comunicativa que ha generado tenga un final
feliz.

         La parodia es también un procedimiento en el que claramente queda reflejada otra voz: la de la
víctima parodiada. La ironía y la parodia son armas eficaces para subversión, pues en ellas se da un
fenómeno de bivocalidad (dos voces expresadas a la vez), y de una de las voces es la oficial y
parodiada, mientras que la otra es la transgresora que parodia o ironiza. Ironía y parodia son, pues, dos
modos de filtrar la voz ajena y permiten cuestionar la imagen oficial del mundo. Junto a otros
procedimientos, son formas de revelar la otredad del lenguaje y permiten ofrecer una visión dual del
mundo: la parte oficial y la no oficial. Y Bajtin relaciona esta situación con la inversión que se produce
en la fiesta del carnaval. Ironía y parodia pueden ser considerados usos de la carnavalización y, como
tales, formas de polemizar con los lenguajes oficiales y autoritarios que se erigen como único poder.


Voces enmarcadas


        En su Estética de la creación verbal, Bajtin subraya cómo todo enunciado, sea de las
dimensiones que sea, está precedido por enunciados de otros y le suceden enunciados - respuestas de
otros, de modo que todo texto establece una relación dialógica con otros textos anteriores y posteriores.
Para referirse a este fenómeno, Bajtin habla de voces enmarcadas (varias voces enmarcadas en un
mismo texto, es decir, un texto funciona de marco para que se reproduzca en él otro texto) o de
interdiscursividad, y fue julia Kristeva quien propuso después el concepto de intertextualidad (diálogo
entre textos). Es decir, conceptos estructuralistas como intertextualidad (Kristeva) o palimsesto
(Barthes, Genette) están inspirados en la idea de voces enmarcadas de Bajtin. Pero Kristeva y los otros
estructuralistas que emplearon el concepto de intertextualidad se ciñeron exclusivamente a un nivel
textual y desocializaron así el concepto bajtiniano de voz enmarcada. Lo que Bajtin quería explicar era
cómo un texto, al incorporar en su interior otro texto, lo hacía desde una ideología determinada y, por
tanto, cambiaba la ideología originaria del texto enmarcado. Al ser re - contextualizado, el texto citado
se impregna de un nuevo significado, es decir, se produce una re – semantización. En sistemas sociales
diferentes y con una entonación distinta (entendiendo por entonación el sello personal que cada época o
cada autor da un mismo tema), las semejanzas entre textos son ilusorias: muestran la existencia de un
diálogo, pero el significado de cada uno de los textos varías porque varían las circunstancias sociales.


Lo dicho y lo implicado


        Bajtin cree que en todo discurso, además del sentido manifiesto, existe en potencia un contenido
que espera ser actualizado y propone una teoría de lectura que revele lo que históricamente ha sido
institucionalizado y lo que ha sido reprimido y silenciado. Trata de interpretar lo no dicho, lo que no ha
quedado por decir en el texto, y realiza esta interpretación desde un punto de vista social, de modo que
lo social queda en el centro de su actividad crítica. Aunque tratar de interpretar lo no dicho puede
parecer algo extraño, piénsese que la Pragmática Lingüística desarrolló el concepto clave de
implicatura precisamente para explicar que a menudo los hablantes, al emitir un mensaje, decimos no
sólo lo que decimos, sino algo más que queda implícito en nuestro mensaje, y a veces el verdadero
significado de nuestro mensaje sólo se capta si el oyente es capaz de inferir lo que no hemos dicho pero
realmente queríamos decir. Vemos así cómo lo no dicho, lo implicado, puede existir en un enunciado,
cómo cuando uno dice algo, puede decir más de lo que literalmente dice o, incluso, puede querer decir
otra cosa. Esta relación de Bajtin con la Pragmática Literaria no es, desde luego, arbitraria, pues está
claro que tanto Bajtin como la Pragmática comparten un objeto de estudio –el habla- que los separa del
Estructuralismo, que estudia la lengua. De hecho, puede marcarse la diferencia entre Saussure, los
formalistas y los estructuralistas (se interesaron por la lengua y por el aspecto sincrónico de la
comunicación) y Bajtin (privilegió el estudio del habla, los enunciados individuales, porque lo que le
interesabab observar era el intercambio dialógico). Todo enunciado es socio – histórico, de modo que
la lengua vive y evoluciona históricamente en la comunicación verbal concreta, y no, como defiende el
Estructuralismo, en el sistema lingüístico abstracto.


       El cronotopo


        Un concepto clave dentro de las reflexiones de Bajtin es el cronotopo, con el que hace alusión a
los indicadores espacio – temporales que sirven para representar la imagen del ser humano en la
literatura. Con este concepto, Bajtin quiere subrayar la inseparabilidad e interconexión de las relaciones
temporales y espaciales en las obras literarias. En algún momento explica que el tiempo es el principio
básico del cronotopo.
Cronotopo es un término que procede del campo de las matemáticas, y el primero en utilizarlo
fue Einstein en su Teoría de la Relatividad, pero Bajtin lo utiliza en sentido metafórico, no en el mismo
sentido que Einstein. En su Teoría y estética de la novela analiza el cronotopo en distintas modalidades
novelescas (novela griega y otras formas de novela antigua, novela de caballerías, novela picaresca,
etc). Así, por ejemplo, afirma que el cronotopo específico de la novela de caballerías es: el tiempo de la
aventura (lo que duran las aventuras del héroe) en mundo milagroso (el héroe actúa en países lejanos,
exóticos, nunca precisados geográficamente, pero en lo que reina siempre la misma concepción del
heroísmo). Justamente, la primera manifestación paródica del Quijote es una violación del cronotopo
habitual en la novela de caballerías: “En un lugar de La Mancha…” es una frase inconcebible para una
novela de este género. Un lector acostumbrado a los libros de caballerías captaría en seguida el guiño
de complicidad de Cervantes: ninguna aventura emocionante puede pasar en un pueblo manchego,
donde todo era rutinario, cotidiano, aburrido. Y al hablar del cronotopo de la novela picaresca, Bajtin
dice que este cronotopo es: el tiempo de la peregrinación por los caminos de un mundo familiar,
cotidiano. Puede deducirse, pues, que Cervantes, en el Quijote, combina el tiempo de la novela
caballeresca (el tiempo de la aventura) con el espacio de la novela picaresca (el mundo cotidiano).

        Naturalmente, el pensamiento abstracto puede concebir por separado el tiempo y el espacio,
pero en la literatura son inseparables. Parece claro que el cronotopo puede ser un elemento a partir del
cual fijar los distintos géneros narrativos.

       Éstos son los principales cronotopos señalados por Bajtin al esbozar una historia de la novela
fijñandose sólo en los indicadores espacio – temporales:

   -   Cronotopo del encuentro (dos personajes se encuentran en un lugar determinado en momento
       determinado y ese encuentro determina el curso de la narración).
   -   Cronotopo del camino (con frecuencia ligado al cronotopo del encuentro: el encuentro se
       produce en medio del camino). El camino puede tener un sentido metafórico (el camino de la
       vida, el camino de la sabiduría, etc.) o bien referirse a un camino real (el aventurero de las
       novelas de caballerías, o don Quijote, salen al camino en busca de aventuras; el pícaro sale en
       camino en busca de comida y en busca de una mejora de su situación social). El cronotopo del
       camino facilita una de las características básicas que Bajtin señala en la novela: la
       plurivocalidad, pues en el camino se cruzan todas las clases sociales.
   -   Cronotopo del castillo (frecuente en un tipo de novela inglesa del siglo XVIII, la novela gótica):
       el castillo está impregnado de tiempo, de pasado histórico, pues en él vivieron los señores
       feudales y las distintas generaciones han dejado huellas en el edificio, en el ambiente (piénsese
       en la decoración, con armas antiguas expuestas, con retratos de antepasados, etc.). además,
       siempre existen leyendas y tradiciones que hacen revivir acontecimientos del pasado y
       desempeñan un importante papel en el argumento. En el cronotopo del castillo, como vemos, se
       advierte claramente cómo tiempo y espacio están estrechamente ligados.
   -   Cronotopo del salón recibidor (típico de la novela realista del XIX): en el salón recibidor se
       producen encuentros, reuniones, diálogos, etc., que son claves en la novela porque reflejan toda
       la realidad social (las circunstancias políticas, económicas, literarias, etc.). se mezcla lo público
       con lo privado, se hacen negocios, se intercambian rumores, la vida política se mezcla con
       secretos de alcoba, de modo que queda reflejado en ese espacio tanto el tiempo histórico (la
       sociedad burguesa del siglo XIX) como el tiempo biográfico de los personajes.
De los cronotopos examinados se desprende que éstos tienen una importancia clave en la
temática de la novela, en el argumento. Además, los cronotopos tienen una importancia figurativa,
permiten que se concrete, que se materialice todo elemento abstracto de la novela (reflexiones
filosóficas, ideas sociales, etc.). en resumen, para representar en imágenes los acontecimientos es
necesario el cronotopo: las señas del tiempo tienen que concretarse en determinados sectores del
espacio.

       Cada cronotopo puede incluir un número ilimitado de cronotopos más pequeños, pues cada
motivo puede tener su propio cronotopo. Una obra puede presentar multitud de cronotopos que se
relacionan entre sí, y también es frecuente que en toda la producción literaria de un autor existan
cronotopos característicos de este autor (una especie de motivos recurrentes).




       Viñas, David: Historia de la Crítica Literaria. Barcelona, Ariel, 2002, pp. 462 – 470.
Viñas Piquer, David: Historia de la Crítica Literaria. Barcelona, Ed. Ariel, 2000.

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Principales conceptos bajtinianos: polifonía, dialogismo

  • 1. Principales conceptos bajtinianos David Viñas Piquer Polifonía y dialogismo En sus trabajos, Bajtin privilegia el estudio de la novela porque piensa que se trata del género que mejor permite analizar el discurso social, ya que refleja la modernidad y se convierte así en un camino para conocer el mundo y el uso que en él hace el hombre del lenguaje. Es decir, la novela es para él el género literario que más fidedignamente puede representar la historia y la vida social contemporánea, con sus contradicciones y luchas. De ahí que aplique sus conceptos de análisis a la novela, aunque tiene una idea amplia de novela, pues llama así a cualquier enunciado que refleje lo inadecuado de las imposiciones canónicas y que incorpore el tesoro lingüístico de una época. Una novela es, en su opinión, un texto abierto a la riqueza social. En realidad, no plantea una teoría de la novela (como la de Lukács, por ejemplo), sino una teoría del discurso en la novela. La oposición fundamental que establece Bajtin es la siguiente: novela fonológica (reduce el potencial de voces a una sola voz autoritaria) frente a novela dialógica (se sirve de ciertas técnicas para incorporar una pluralidad de voces en el texto). Bajtin se acerca siempre a la novela desde una perspectiva colectiva y social, la ve como reflejo de un mundo plural, repleto de diálogos, de voces que resuenan, como el diálogo establece también con otros enunciados, textos anteriores y posteriores, resulta que acaban uniéndose tiempos y espacios distintos: un texto responde o cuestiona o replantea cuestiones tratadas en textos del pasado, y, a la vez, plantea preguntas que futuros textos tratarán de responder. La idea tradicional es que en un texto existe una sola voz, la del autor, pero Bajtin trata de encontrar la otredad, la alteridad. Para ello, sitúa el texto en su historicidad y trata de reconstruir el horizonte ideológico con que el texto se encontraba en su origen. Lo hace desde el convencimiento de que comprender un texto es ser capaz de captar la pluralidad de voces que ese texto contiene y, a la vez, saber ubicar esas voces en su momento histórico con el fin de entender qué significado tenían para el lector de la época. Tiene muy claro que el texto es un lugar en el que también habita el oyente, por eso lo que le interesa es atender sobre todo al carácter dialógico de la lengua. Importa ahora centrarse en las ideas que Mijail Bajtin manejó en su estudio sobre las obras de Dostoievski –Problemas de la obra de Dostoievski (1929)-, y que desarrolló con mayor profundidad después en ensayos como “La palabra en la novela” (1934 -35) o “De la prehistoria de la palabra novelesca” (1940). Recuérdese que, para Bajtin, Dostoievski era el creador de un nuevo tipo de novela absolutamente revolucionaria que ilustraba nítidamente la tesis que, en su esfuerzo de síntesis entre Formalismo y Marxismo, el propio Bajtin defendía: “la convicción de que toda obra literaria tiene internamente, inmanentemente, un carácter sociológico” (1992:1919). En efecto, según Bajtin, en el discurso novelesco de Dostoievski “se cruzan las fuerzas sociales vivas, y cada elemento de su forma está impregnado de valoraciones sociales vivas”, de modo que un análisis en profundidad “ha de ver en cada elemento de la estructura artística el punto de refracción de las fuerzas vivas de la sociedad” (1992: 191).
  • 2. Bajtin considera insuficiente una aproximación crítica que se centre en los aspectos temáticos y trata de demostrar que en las novelas de Dostoievski el argumento tiene únicamente una función auxiliar, que se necesita de él sólo para poder situar a los personajes en unas circunstancias concretas que descubran con cierta claridad los enfrentamientos sociales. De este modo, es obvio que la complejidad de la estructura supera con mucho el interés meramente argumental. Dostoievski se mantiene al margen de la acción de la novela, silencia su propia voz y deja que se escuchen sólo las de sus personajes, con lo que consigue desnudar sus conciencias objetivamente y dejar que se enfrenten entre sí. Como escribe Bajtin: “se cruzan sus conciencias y sus mundos, se cruzan sus horizontes enteros” (1992: 192). El resultado es un fiel reflejo de la realidad social, sin manipulaciones, y de ahí que Dostoievski rechazara para sí el calificativo de psicólogo y prefiriera el de escritor realista, tal y como puede leerse en su cuaderno de notas: “Yo soy tan sólo un realista en el sentido superior, es decir, represento las profundidades del alma humana” (Bajtin, 1992: 193). Está claro que, para Bajtin, con “la interacción de muchas conciencias, no de muchas personas a la luz de una sola conciencia, sino de muchas conciencias equitativas y de pleno valor” (1992: 327), se consigue que la novela se convierta en un indicador de la lucha ideológica. Incorporando “distintas voces ajenas” en su obra, el novelista –piensa Bajtin- puede hacer que estas voces entren “en lucha por influir en la conciencia individual (de la misma manera que lucha también en la realidad social que los rodea)” (1989: 164). La polifonía, pues, permite el dialogismo. El novelista introduce muchas voces en su obra y las deja dialogar entre sí, con lo que se produce un cruce de ideologías en el seno de la novela. Como afirma Iris M. Zavala interpretando a Bajtin: “lo dialógico es un fenómeno social que presenta la lucha de clases” (1991: 137). Al objetivar los pensamientos de sus personajes permitiendo el acceso directo a sus conciencias, sin que se interponga la voz del autor, está claro que Dostoievski alcanza un grado de realismo. La polifonía –así lo ha destacado Wladimir Krisinsky- es claramente “un instrumento totalizador de la realidad” (1998: 22). Como ocurre en la vida real, los personajes se presentan a sí mismos con sus actos y sus palabras, y, a la vez, ayudan a perfilar la imagen de los otros personajes al referirse a ellos en algún momento. Para reflejar objetivamente la realidad de las relaciones sociales no se precisa nada que no puedan ofrecer los personajes novelescos por sí solos; la presencia de cualquier otro ingrediente podría enturbiar el principio de objetividad, por eso Dostoievski, tal y como señala Bajtin, “desde las primeras hasta las últimas páginas de su obra se dirigía por el principio de, para la objetivación y conclusión de la conciencia ajena, no utilizar nada que no fuese accesible a la conciencia misma, que estuviera fuera de su horizonte” (1992: 193). Son por tanto los pensamientos de los personajes, materializados en sus palabras, lo verdaderamente importante en las novelas de Dostoievski, y, más exactamente, lo que a este novelista le interesa reflejar son los diálogos que entablen las distintas voces del entramado de una sociedad concreta. De este modo, queda claro que el argumento novelesco cumple meramente una función secundaria; no es el tema en sí mismo lo que le interesa al autor, sino, como observa Bajtin en Dostoievski, “la variación del tema en muchas y diversas voces, un polivocalismo y heterovocalismo fundamental e insustituible del tema” (1992: 194). En el esbozo que precedió a la reelaboración que hizo Bajtin de su libro sobre Dostoievski para la nueva edición de 1963 se ponía mayor énfasis todavía en así innovaciones técnicas que podían detectarse en las novelas del escritor ruso, técnicas que, en su conjunto, supusieron la “superación del monologismo” (1992: 325) y abrieron el camino a un nuevo tipo de novela capaz de ofrecer una representación multidimensional del mundo humano: la novela polifónica o dialógica. Vuelve a
  • 3. subrayar Bajtin en el citado esbozo la posición que adopta Dostoievski frente a sus novelas y llama especialmente la atención sobre el hecho de que, a diferencia de lo que ocurría con la novela fonológica, el escritor ruso no impone su voz, su visión del mundo, sino que sabe hacerse eco de otras cosmovisiones y es capaz de situarlas al mismo nivel que la suya para que entren en diálogo enfrentándose o saludándose cordialmente, pero, en cualquier caso, ilustrando la riqueza, la pluralidad de la vida en sociedad. Asegura Bajtin que en las novelas de Dostoievski, “la conciencia ajena no se enmarca en la conciencia del autor, sino que se manifiesta como algo puesto fuera y junto, con lo cual el autor establece relaciones dialógicas” (1992: 324). Esto significa que el autor ha sabido crear personajes con absoluta independencia y no se ha colocado por encima de ellos, sino a su mismo nivel, en igualdad de condiciones. De este modo se consiguen personajes totalmente autónomos, no simples monigotes, sino personalidades individuales con vida propia que provocan distintas, y hasta opuestas, reacciones entre los lectores. Es obvia la importancia de este efecto artístico logrado gracias al hecho de que el autor está ausente siempre del recinto de la novela. Si, por el contrario, se sirviera de sus personajes como meros portavoces para transmitir su propia ideología, entonces se estaría ante lo que Bajtin denomina novela monológica. La habilidad de ocultarse es, pues, una de las técnicas claves que permite la aparición de la polifonía en la novela. Bajtin localiza los orígenes remotos de este rasgo –la polifonía- en ciertos géneros serio – cómicos de la Antigüedad (diálogo socrático, sátira menipea, etc.), géneros que marcarán una tradición literaria –en la que destacan autores como Rabelais, Cervantes o Stern- caracterizada por una visión carnavalesca del mundo (Sánchez Mesa, 1996: 204 – 207). Siguiendo de cerca de Bajtin, varios autores consideran que la polifonía es consustancial al género novelesco y, por tanto, uno de los rasgos más carácter´siticos de la novela (Bobes Naves, 1993: 55). Sullà advierte, sin embargo, que las categorías centrales de la poética bajtiniana “constituyen un camino sugerente si se usan de la manera adecuada y no se considera que toda narración es polifónica” (1996: 24). Lo mismo señala Krysinski: “el uso de tales categorías sólo es válido si va acompañado de cierta cautela” (1998: 21). Al margen de estas consideraciones, lo que parece obvio es que Bajtin descubre –como escribe Iris M. Zavala parafraseando a Wayne Booth- “la esencia polifónica de la existencia” (1991: 62). Su objetivo es llamar la atención sobre la diversidad de lenguajes que conviven en una misma sociedad y sobre las posibilidades literarias de esta realidad. De hecho, denuncia en varias ocasiones el camino seguido por la estilística tradicional, que analiza los textos interesándose únicamente por el estilo del autor, ignorando completamente “la vida social de la palabra fuera del taller del artista: la palabra de los anchos espacios de las plazas públicas, de las calles, de las ciudades y aldeas, de los grupos sociales, de las generaciones y las épocas” (1989: 77). Más que el estilo del escritor, a Bajtin le interesa el estilo del texto, y trata de ver reflejada en él la riqueza lingüística de la sociedad. A su juicio, la novela “es un fenómeno pluriestilístico, plurilingual y plurivocal”, de modo que un discurso novelesco auténtico es, fundamentalmente, el resultado de “una combinación de estilos” (1989: 80). En otras palabras: el “híbrido novelesco” tiene que ser visto como “un sistema de combinaciones de lenguaje organizado desde el punto de vista artístico” (1989: 177). Bajtin insiste en que las múltiples voces que resuenan en una novela auténticamente polifónica provienen de los distintos grupos que coexisten en el seno de una misma sociedad, poniéndose así de relieve el fenómeno del plurilinguismo. Escribe al respecto:
  • 4. La estratificación interna de una lengua nacional en dialectos sociales, en grupos, en argots profesionales, lenguajes de género; lenguajes de generaciones, de edades, de corrientes; lenguajes de autoridades, de círculos y modas pasajeros; lenguajes de los días, e incluso de las horas; social – políticos (cada día tiene su lema, su vocabulario, sus acentos); así como la estratificación interna de una lengua en cada momento de su existencia histórica constituye la premisa necesaria para el género novelesco: a través de ese plurilingüismo social y del plurifonismo individual, que tiene su origen en sí mismo, orquesta la novela todos sus temas, todo su universo semántico – concreto representado y expresado (1989: 81). Darío Villanueva ha subrayado cómo el dialogismo postulado por el semiólogo soviético implica tres factores distintos, pero encaminados todos a subrayar la diversidad lingüística de la sociedad: una heterofonía, o diversidad en el discurso narrativo; una heteroglosia o empleo de distintos niveles de lengua; y una heterología o alternancia de variantes lingüísticas individuales (1989: 55). Por otra parte, Bajtin tenía muy presente en sus reflexiones lo que denominaba la “orientación hacia el oyente” (1989: 97), un fenómeno que explicó con estas palabras: El hablante tiende a orientar su palabra, con su horizonte determinante, hacia el horizonte ajeno del que entiende, y establece relaciones dialogísticas con los elementos de ese horizonte. El hablante entra en el horizonte ajeno del oyente, y construye su enunciado en un territorio ajeno, en el trasfondo aperceptivo del oyente (1989: 99 – 100). Este tipo de observaciones de carácter lingüístico son absolutamente frecuentes en los trabajos de Bajtin; de hecho, este autor desarrolló, como ha destacado Iris M. Zavala, una completa teoría del lenguaje (1991: 40). Pero lo interesante para la teoría literaria es, por supuesto, la relación que establece este autor entre la polifonía social y el discurso novelesco. En su opinión, la novela orquesta el plurilinguismo de la sociedad; es decir: caben en este género literario todos los lenguajes o, si se prefiere, toda la experiencia humana verbalizada. Y es que Bajtin está convencido de que los diferentes lenguajes sociales –a saber: el lenguaje de los negocios, el jurídico, el comercial, el laboral, el de los deportes, el de la política, el científico, el académico, las diversas jergas, el habla descuidada de la calle y el bar, etc.- no funcionan en la realidad cotidiana separados dentro de sectores estancos, sino que entran en contacto, en diálogo, hasta el punto de que incluso hay una contaminación incesante de unos y otros. Y estas relaciones dialógicas son las que el novelista debe saber ilustrar. Polifonía y dialogismo, pues, son rasgos esenciales del discurso novelesco. Y la prueba está en que ya Cervantes lo demostró. De hecho, son varias las ocasiones en que Bajtin ejemplifica sus teorías apoyándose precisamente en el Quijote. Incluso concluye el apartado dedicado a analizar las principales formas de introducción del plurilinguismo en la novela destacado la “profundidad y amplitud excepcionales” con que Cervantes realiza en esta novela “todas las posibilidades literarias de la palabra novelesca plurilingüe y con diálogo interno” (1989: 141). Ya se ha visto que el recurso principal con el que se consigue introducir la polifonía y el dialogismo en la novela consiste en la capacidad para disimular el control absoluto que ejerce el autor sobre todos los resortes del texto. Es importante insistir en la noción de “disimulo” para evitar una lectura ingenua de la maniobra señalada por Bajtin en las novelas de Dostoievski acerca de la desaparición de la voz del autor para que sean otras voces la que se escuchen en la novela. Sería erróneo pensar que el mérito de novelistas como Dostoievski o Cervantes o Galdós reside en una cuestión de pasividad, de limitarse a recoger la opinión de otros silenciando la propia. Silenciarse, apagar la propia voz, sería suicidarse, apagar la propia vida –la propia ideología- y nunca fue ésta la
  • 5. intención de Dostoievski. Con palabras de Bajtin puede advertirse dónde reside exactamente el mérito de este tipo de novelistas: Nuestro punto de vista no afirma en absoluto una pasividad del autor que sólo hace montaje de los puntos de vista ajenos, de las verdades ajenas, rechazando totalmente su punto de vista, su propia verdad. No se trata de esto, sino de una interrelación absolutamente nueva y especial entre la verdad propia y la verdad ajena. El autor es profundamente activo, pero esta cualidad suya tiene un carácter dialógico. Una cosa es ser activo en relación con una cosa muerta, un material sin voz que puede ser modelado y formado de cualquier manera, y otra cosa es ser activo con respecto a una conciencia ajena viva y equitativa. Es una actividad interrogante, provocadora, contestataria, complaciente, refutadora, etc., es decir, la actividad dialógica que no es menos activa que la actividad concluyente, cosificante, la que explica causalmente y mata, la que hace callar la voz ajena, nunca la concluye por su cuenta, es decir, desde la otra conciencia, la suya (1992: 325 – 326). Se entiende así, en definitiva, que la palabra del discurso novelesco es una palabra bifocal que “sirve simultáneamente a dos hablantes, y expresa a un tiempo dos intenciones diferentes: la intención directa del héroe hablante, y la refractada del autor” (Bajtin, 1989: 141 -142). De este modo, queda claro que la polifonía contribuye en gran medida a evitar la ingenua identificación entre narrador y autor real (Garrido Domínguez, 1996: 117). Recuérdese la conocida advertencia de Roland Barthes: “quien habla (en el relato) no es quien escribe (en la vida) y quien escribe no es quien existe” (1970: 34). Tres instancias distintas quedan así establecidas: la del narrador, la del autor real, y una categoría intermedia ala que Wayne Booth denominó el autor implícito y que Pozuelo Yvancos y Darío Villanueva han desarrollado algo más al establecer la diferenciación entre autor implícito representado y autor implícito no representado (Pozuelo Yvancos, 1988, 1988ª; Villanueva, 1991). En The Rhetoric of Fiction (1961) explica Booth que todo novelista, al escribir, deja “una versión implícita de sí mismo” en el texto, una versión que no tiene por qué coincidir con la que deja en sus otras obras ni, por supuesto, con su personalidad real (1974: 66 – 67). “Tal como las propias cartas personales implican diferentes versiones de uno –afirma Booth- dependiendo de las diferentes relaciones con cada corresponsal y del propósito de cada carta, así el escritor se manifiesta con un aire distinto según las necesidades de cada obra” (1974: 67). Este “segundo ego” del autor –como escribe Booth (1974: 68)-, diferenciable tanto de “quien existe” como del narrador, es el que da paso al concepto de autor implícito o autor implicado. En general, suele aceptarse que son el estilo del texto y la ideología que expresa las marcas del autor implícito. De hecho, Booth acuñó este concepto –y así lo indica Mieke Bal- “para comentar y analizar los conceptos ideológicos y morales de un texto narrativo sin precisar de una referencia directa a un autor biográfico” (Bal, 1995: 125). Ahí se encuentra la clave para entender la función de la polifonía y el dialogismo en la novela. Al dejar que cada lenguaje tenga su espacio propio en la novela, el autor implícito juega a esconder su voz –pero es un juego; siempre está ahí: se escucha-, y deja que sean otras voces las que suenen, las que vayan conformando el texto. Pero es él –sólo él- quien permite que esas voces ajenas estén en su novela y, por tanto, lo ajeno está al servicio de lo propio, refleja la intención última del autor implícito, su ideología, su cosmovisión. Convencido de que “ningún acontecimiento humano se desenvuelve ni se soluciona en los límite de una sola conciencia” (1992: 328), Bajtin aplaude a quienes OTAN por iluminar la realidad representada desde distintos ángulos, es decir, desde distintas conciencias, porque es así como se facilita la entrada de la polifonía en la novela. Pero después de escuchar varias voces y de conocer, por tanto, varias conciencias, tiene que quedar al descubierto la reflexión que quiere proponer el novelista. Es decir: tras haber dirigido la orquesta unificando –nunca fundiendo- varias voces en una misma melodía, es la voz que traduce su propia visión del mundo la que resuena con más fuerza. Entonces se comprende que el
  • 6. autor no sólo es el organizador de un diálogo, sino que participa también en él. Aunque su voz no es conclusiva, no es imperativa. Es sólo eso: su voz. Una más de cuantas participan en el diálogo social. Carnavalización e inversión La novela dialógica defendida por Bajtin es la excepción, no la norma, y se relaciona con el mundo carnavalesco. Si la dialogía supone comunicarse con el otro, el carnaval implica una inversión de los valores establecidos y de toda estructura jerarquizada, de modo que tiene un poder liberador de situaciones hegemónicas. Es una invitación a romper las murallas que nos encarcelan. Es decir, Bajtin se acoge al símbolo del carnaval para destacar la posibilidad de subvertir y transgredir la organización jerárquica establecida. Con este concepto de la carnavalización, Bajtin se refiere a la fiesta de carnestolendas a un estilo literario concreto, el realismo grotesco, que, como su nombre lo indica, eleva lo grotesco a categoría literaria. Tanto la fiesta del carnaval como el estilo literario anunciado se caracterizan por desmontar el mundo, revelar la alteridad, invertir el orden, y se oponen a toda producción cultural basada en la cohesión. Así, se deduce que carnavalización es un término cargado de contenido político, pues revela una contraideología, una contracultura que se opone a la norma y autoridad; es una propuesta de revolución cultural (una revolución a través de la risa) que conlleva la reeducación de las clases (la carnavalización, de hecho, refleja cómo las clases sociales luchan entre sí y se oponen unas a otras). Con la carnavalización, Bajtin se propone superar el monologismo y vencer su efecto totalizador y unificador sobre las conciencias. Un texto carnavalizado opone la cultura de las clases dominantes a la cultura popular, da voz a los oprimidos, a los marginados, incorpora, pues, la alteridad, la otredad, y rompe así con el monologismo y la unidad de estilo. Dar voz a los marginados es invertir el orden establecido por la clase / raza dominante, que es justo lo que ocurre en la fiesta del carnaval. La literatura carnavalizada es transgresora, contestataria y desmitificadora. Se nutre del lenguaje no elitista, se burla de él, lo ridiculiza. Un texto que recurre al proceso de carnavalización es aquel en que pueden escucharse voces opositivas a la cultura establecida y en el que de algún modo se refleja una inversión de la realidad social. En la fiesta del carnaval, todo el mundo invierte su papel social, se disfraza para ser otro, para cambiar la realidad por unos momentos, para librarse de ella. La carnavalización se relaciona con un momento único, utópico, en el que el hombre se libera de coerciones sociales y, al invertir toda la situación social, desafía las jerarquías dominantes, reta al poder. En definitiva, supone una inversión del orden establecido. Esto significa que un texto carnavalizado es que aquel que no sólo refleja, sino que además privilegia el discurso de los oprimidos. De este modo, dice Bajtin, puede quedar representada claramente la lucha de clases. Una muestra de carnavalización es la técnica de representación de los personajes denominada inversión, a la que alude Vladimir Propp en su Morfología del cuento. La inversión es un procedimiento basado en la modificación del orden jerárquico y la sustitución de un orden por otro, lo que puede provocar un cambio (elevación o rebajamiento) en la situación de un personaje (por ejemplo: la sirvienta que acaba convirtiéndose en reina). Parece claro que la carnavalización tiene un objeto ideológico – liberador, mientras que el monologismo persigue un objetivo conservador. Es obvio que carnavalización y dialogía están estrechamente ligados. Son conceptos básicos en la poética social de Bajtin, una poética con la que el semiótico ruso está en realidad formulando toda una teoría de la cultura que distingue entre lo oficial y no oficial. Lo oficial se identifica con la cultura culta, con la seriedad, lo normativo, el monologismo, mientras que lo no oficial se identifica con la
  • 7. cultura popular, el espíritu festivo, la antinorma, la plaza pública, poliglosia o dialogismo. Aquí es donde cabe hablar de la carnavalización y la cultura de la risa, que se alimenta de la corriente popular, con toda su diversidad de fiestas y ritos, sus refranes y proverbios, su vocabulario familiar y grosero, etc. Bajtin desarrolla el concepto de carnavalización en su libro sobre Rabelais, donde analiza otros procedimientos característicos de la literatura carnavalizada: la parodia, la ironía y la estilización. Parodia, ironía, estilización La estilización es una técnica mediante la cual el escritor utiliza palabras ajenas para expresar sus propias ideas (por ejemplo: citas de autoridades); mientras que con la parodia y la ironía el escritor utiliza también palabras ajenas pero que no comparte, sino que, más bien, se identifica con una postura contraria. Bajtin afirma que para combatir el monologismo (la idea de un lenguaje unitario y autoritario) puede recurrirse (como hizo Rabelais) a la risa, es decir, puede recurrirse a la ironía, la parodia, etc., a las distintas manifestaciones del humor, en definitiva, porque es un modo de desmitificar, de invertir la imagen oficial del mundo, un modo de volverlo todo al revés. En efecto, la parodia y la ironía hacen que se reconozca el enunciado como la voz de otro emisor. La técnica irónica, por ejemplo, no consiste únicamente en decir lo contrario de lo que se quiere decir (de hecho, esto iría en contra de la economía con que solemos usar el lenguaje), sino que el locutor irónico quiere decir en realidad varias cosas a la vez: “presenta, en un solo enunciado polifónico, por lo menos dos maneras alternativas de considerar un objeto, más un análisis de cierto lenguaje y, con frecuencia, también una crítica de las personas que usan ese lenguaje” (Reyes, 1994: 139). El hablante irónico se desdobla en un locutor ingenuo al que hace decir algo con lo que él no está de acuerdo, y además espera que su interlocutor se de cuenta de esto para que la situación comunicativa que ha generado tenga un final feliz. La parodia es también un procedimiento en el que claramente queda reflejada otra voz: la de la víctima parodiada. La ironía y la parodia son armas eficaces para subversión, pues en ellas se da un fenómeno de bivocalidad (dos voces expresadas a la vez), y de una de las voces es la oficial y parodiada, mientras que la otra es la transgresora que parodia o ironiza. Ironía y parodia son, pues, dos modos de filtrar la voz ajena y permiten cuestionar la imagen oficial del mundo. Junto a otros procedimientos, son formas de revelar la otredad del lenguaje y permiten ofrecer una visión dual del mundo: la parte oficial y la no oficial. Y Bajtin relaciona esta situación con la inversión que se produce en la fiesta del carnaval. Ironía y parodia pueden ser considerados usos de la carnavalización y, como tales, formas de polemizar con los lenguajes oficiales y autoritarios que se erigen como único poder. Voces enmarcadas En su Estética de la creación verbal, Bajtin subraya cómo todo enunciado, sea de las dimensiones que sea, está precedido por enunciados de otros y le suceden enunciados - respuestas de otros, de modo que todo texto establece una relación dialógica con otros textos anteriores y posteriores. Para referirse a este fenómeno, Bajtin habla de voces enmarcadas (varias voces enmarcadas en un
  • 8. mismo texto, es decir, un texto funciona de marco para que se reproduzca en él otro texto) o de interdiscursividad, y fue julia Kristeva quien propuso después el concepto de intertextualidad (diálogo entre textos). Es decir, conceptos estructuralistas como intertextualidad (Kristeva) o palimsesto (Barthes, Genette) están inspirados en la idea de voces enmarcadas de Bajtin. Pero Kristeva y los otros estructuralistas que emplearon el concepto de intertextualidad se ciñeron exclusivamente a un nivel textual y desocializaron así el concepto bajtiniano de voz enmarcada. Lo que Bajtin quería explicar era cómo un texto, al incorporar en su interior otro texto, lo hacía desde una ideología determinada y, por tanto, cambiaba la ideología originaria del texto enmarcado. Al ser re - contextualizado, el texto citado se impregna de un nuevo significado, es decir, se produce una re – semantización. En sistemas sociales diferentes y con una entonación distinta (entendiendo por entonación el sello personal que cada época o cada autor da un mismo tema), las semejanzas entre textos son ilusorias: muestran la existencia de un diálogo, pero el significado de cada uno de los textos varías porque varían las circunstancias sociales. Lo dicho y lo implicado Bajtin cree que en todo discurso, además del sentido manifiesto, existe en potencia un contenido que espera ser actualizado y propone una teoría de lectura que revele lo que históricamente ha sido institucionalizado y lo que ha sido reprimido y silenciado. Trata de interpretar lo no dicho, lo que no ha quedado por decir en el texto, y realiza esta interpretación desde un punto de vista social, de modo que lo social queda en el centro de su actividad crítica. Aunque tratar de interpretar lo no dicho puede parecer algo extraño, piénsese que la Pragmática Lingüística desarrolló el concepto clave de implicatura precisamente para explicar que a menudo los hablantes, al emitir un mensaje, decimos no sólo lo que decimos, sino algo más que queda implícito en nuestro mensaje, y a veces el verdadero significado de nuestro mensaje sólo se capta si el oyente es capaz de inferir lo que no hemos dicho pero realmente queríamos decir. Vemos así cómo lo no dicho, lo implicado, puede existir en un enunciado, cómo cuando uno dice algo, puede decir más de lo que literalmente dice o, incluso, puede querer decir otra cosa. Esta relación de Bajtin con la Pragmática Literaria no es, desde luego, arbitraria, pues está claro que tanto Bajtin como la Pragmática comparten un objeto de estudio –el habla- que los separa del Estructuralismo, que estudia la lengua. De hecho, puede marcarse la diferencia entre Saussure, los formalistas y los estructuralistas (se interesaron por la lengua y por el aspecto sincrónico de la comunicación) y Bajtin (privilegió el estudio del habla, los enunciados individuales, porque lo que le interesabab observar era el intercambio dialógico). Todo enunciado es socio – histórico, de modo que la lengua vive y evoluciona históricamente en la comunicación verbal concreta, y no, como defiende el Estructuralismo, en el sistema lingüístico abstracto. El cronotopo Un concepto clave dentro de las reflexiones de Bajtin es el cronotopo, con el que hace alusión a los indicadores espacio – temporales que sirven para representar la imagen del ser humano en la literatura. Con este concepto, Bajtin quiere subrayar la inseparabilidad e interconexión de las relaciones temporales y espaciales en las obras literarias. En algún momento explica que el tiempo es el principio básico del cronotopo.
  • 9. Cronotopo es un término que procede del campo de las matemáticas, y el primero en utilizarlo fue Einstein en su Teoría de la Relatividad, pero Bajtin lo utiliza en sentido metafórico, no en el mismo sentido que Einstein. En su Teoría y estética de la novela analiza el cronotopo en distintas modalidades novelescas (novela griega y otras formas de novela antigua, novela de caballerías, novela picaresca, etc). Así, por ejemplo, afirma que el cronotopo específico de la novela de caballerías es: el tiempo de la aventura (lo que duran las aventuras del héroe) en mundo milagroso (el héroe actúa en países lejanos, exóticos, nunca precisados geográficamente, pero en lo que reina siempre la misma concepción del heroísmo). Justamente, la primera manifestación paródica del Quijote es una violación del cronotopo habitual en la novela de caballerías: “En un lugar de La Mancha…” es una frase inconcebible para una novela de este género. Un lector acostumbrado a los libros de caballerías captaría en seguida el guiño de complicidad de Cervantes: ninguna aventura emocionante puede pasar en un pueblo manchego, donde todo era rutinario, cotidiano, aburrido. Y al hablar del cronotopo de la novela picaresca, Bajtin dice que este cronotopo es: el tiempo de la peregrinación por los caminos de un mundo familiar, cotidiano. Puede deducirse, pues, que Cervantes, en el Quijote, combina el tiempo de la novela caballeresca (el tiempo de la aventura) con el espacio de la novela picaresca (el mundo cotidiano). Naturalmente, el pensamiento abstracto puede concebir por separado el tiempo y el espacio, pero en la literatura son inseparables. Parece claro que el cronotopo puede ser un elemento a partir del cual fijar los distintos géneros narrativos. Éstos son los principales cronotopos señalados por Bajtin al esbozar una historia de la novela fijñandose sólo en los indicadores espacio – temporales: - Cronotopo del encuentro (dos personajes se encuentran en un lugar determinado en momento determinado y ese encuentro determina el curso de la narración). - Cronotopo del camino (con frecuencia ligado al cronotopo del encuentro: el encuentro se produce en medio del camino). El camino puede tener un sentido metafórico (el camino de la vida, el camino de la sabiduría, etc.) o bien referirse a un camino real (el aventurero de las novelas de caballerías, o don Quijote, salen al camino en busca de aventuras; el pícaro sale en camino en busca de comida y en busca de una mejora de su situación social). El cronotopo del camino facilita una de las características básicas que Bajtin señala en la novela: la plurivocalidad, pues en el camino se cruzan todas las clases sociales. - Cronotopo del castillo (frecuente en un tipo de novela inglesa del siglo XVIII, la novela gótica): el castillo está impregnado de tiempo, de pasado histórico, pues en él vivieron los señores feudales y las distintas generaciones han dejado huellas en el edificio, en el ambiente (piénsese en la decoración, con armas antiguas expuestas, con retratos de antepasados, etc.). además, siempre existen leyendas y tradiciones que hacen revivir acontecimientos del pasado y desempeñan un importante papel en el argumento. En el cronotopo del castillo, como vemos, se advierte claramente cómo tiempo y espacio están estrechamente ligados. - Cronotopo del salón recibidor (típico de la novela realista del XIX): en el salón recibidor se producen encuentros, reuniones, diálogos, etc., que son claves en la novela porque reflejan toda la realidad social (las circunstancias políticas, económicas, literarias, etc.). se mezcla lo público con lo privado, se hacen negocios, se intercambian rumores, la vida política se mezcla con secretos de alcoba, de modo que queda reflejado en ese espacio tanto el tiempo histórico (la sociedad burguesa del siglo XIX) como el tiempo biográfico de los personajes.
  • 10. De los cronotopos examinados se desprende que éstos tienen una importancia clave en la temática de la novela, en el argumento. Además, los cronotopos tienen una importancia figurativa, permiten que se concrete, que se materialice todo elemento abstracto de la novela (reflexiones filosóficas, ideas sociales, etc.). en resumen, para representar en imágenes los acontecimientos es necesario el cronotopo: las señas del tiempo tienen que concretarse en determinados sectores del espacio. Cada cronotopo puede incluir un número ilimitado de cronotopos más pequeños, pues cada motivo puede tener su propio cronotopo. Una obra puede presentar multitud de cronotopos que se relacionan entre sí, y también es frecuente que en toda la producción literaria de un autor existan cronotopos característicos de este autor (una especie de motivos recurrentes). Viñas, David: Historia de la Crítica Literaria. Barcelona, Ariel, 2002, pp. 462 – 470.
  • 11. Viñas Piquer, David: Historia de la Crítica Literaria. Barcelona, Ed. Ariel, 2000.