2. 1) Por que a los madrileños les llaman gatos
Los madrileños, con mucho orgullo patriótico se sienten halagados cuando los llaman “gatos”.
Muhammad I, emir de Córdoba en la Iberia Islámica fundó Madrid en al año 852, edificando una fortaleza
amurallada que controlaba todo el valle del Manzanares y la Sierra del Guadarrama.
Hubo muchos intentos por conquistar lo que los Ibéricos llamaban Madrid. El primero de ellos sucedió en el
año 924 DC, por trapas al mando de Fernán González, conde de Castilla-Arteguías,(El Buen Conde).
Más tarde, en el año 968 DC, Ramiro II de León (El Grande), a quien sus enemigos musulmanes llamaban El
Diablo por su ferocidad y energía, atacó y tomó la fortaleza, la cual dejó semi-destruída, antes que los moros-
pudieran ocuparla de nuevo cuando se marchó a liberar a Toledo.
Un día de mayo de 1085, las tropas del rey Alfonso VI, conocido por El Bravo (quien habiendo unido a Galicia
conLeón, se había convertido en rey de Castilla), se lanzaron contra lo que los moros llamaban“Magerit”.
Al amanecer las tropas de Alfonso El Bravo arribaron a la fortificación muy cautelosamente para sorprender al
enemigo, cuando de repente uno de los soldados comenzó a escalar la muralla, hincando su daga de combate-
entre las juntas de las piedras, subiendo tan ágilmente que sus compañeros comentaron entre ellos que el
temerario soldadotrepaba como si fuera un gato.Cuando comenzó la lucha el hombre ya había subido a lo mas
alto del torreón de la fortaleza y cambió la bandera Islámica por la enseña Cristiana.
En memoria de esta hazaña, desde entonces los madrileños llevan con orgullo el sobrenombre de gatos.
2) Los taxistas “gatos” tienen una enorme chispa nata,y utilizan suimagi-
nación para contrarrestar el fanatismo, la intolerancia y la estupidez.
En la Plaza de Cibeles, en la intersección de la calle de Alcalá con el paseo de Recoletos, en Madrid, una mu-
sulmana le hace señas a un taxi para que pare.Una vez dentro, le pide al taxista que apague la radio, (la cual
transmitía un tradicional Chotis de Pastora Soler), porque a ella no le era permitido oír música occidental debi-
do a su religión, alegando que en la época del profeta no había música como esa, y mucho menos radios, y que
siendo esa la música de los infieles, ella no tenía por qué escucharla.
El taxista apagó la radio, pero en la siguiente luz de tránsito detuvo el coche, salió del mismo y con mucha
amabilidad abrió la puerta trasera.La mujer, muy sorprendida le pregunta con gran enfado: -¿Qué pasa? ¡To-
davía no hemos llegado a mi destino!
Mire señora, le responde el taxista, en la época del profeta no existían taxis. Por lo tanto hágame el favor de
salir del mío y búsquese un camello para transportarse, como lo hacía su idolatrado profeta.
Richard F. De La Rosa se reserva la autoría de este escrito, compilado con datos de diversas fuentes.