Este documento resume la Primera Edad del Hierro en la Península Ibérica. Los fenicios introdujeron la metalurgia del hierro en el siglo VIII a.C. y su uso se expandió gradualmente. La cultura se caracterizó por poblados fortificados llamados "castros" ubicados en colinas, y por la cremación como rito funerario. Con el tiempo, la agricultura y la metalurgia del hierro se volvieron más importantes para la economía. La cultura celtibérica se desarrolló en la meseta central a
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1.- MARCO CRONOLÓGICO
Este período viene definido por la metalurgia del hierro. Se tiene conocimiento de su empleo antes, pero
serán los fenicios quienes difundan no sólo objetos elaborados en hierro, sino el conocimiento de su técnica de
fabricación, a partir del siglo VIII a.C.
Se desarrollan en el área oriental y meridional de la Península, cambios culturales relevantes, debido a la
influencia de fenicios y griegos. También se producen cambios tecnológicos que transforman los modos de
producción tradicionales. En cuanto a la estructura social, experimenta cambios, y son descritas como sociedades
complejas, en las que el poder recae en los grupos dominantes.
2.- METALURGIA DEL HIERRO
Con una cronología segura, la prueba más antigua, no sólo de objetos de hierro sino de actividades
metalúrgicas, procede de los asentamientos fenicios del sudeste peninsular, como el Morro de Mezquitilla en el
siglo VIII a.C.
Esta nueva tecnología aparecen en los yacimientos tartesios de los siglos VII y VI a.C. En estas épocas
iniciales es de uso minoritario, considerado un objeto de prestigio. Se usa en cuchillos afalcatados, muchas veces
con remaches de bronce, y ocasionalmente de plata. Más raramente aparece en objetos de uso personal como
en broches de cinturón.
Entre los grupos de Campos de Urnas, la nueva tecnología se documenta desde inicios del siglo VII a.C., y
sobre todo en el VI a.C., en útiles como cuchillos con remaches, puntas de flecha y de lanza, espadas de antenas,
bocados de caballo y excepcionalmente, en objetos de adorno como fíbulas, colgantes y anillos. También aquí es
de uso restringido y aparece sólo en algunos ajuares funerarios.
Tras el estadio en que se considera una materia exótica y de prestigio, su uso se va generalizando en el
armamento y el equipamiento del jinete, y a partir del siglo V a.C., se utiliza sistemáticamente en instrumentos
de trabajo, sobre todo en aperos de labranza, lo que mejora las técnicas agrícolas, proceso documentado sobre
todo en los poblados ibéricos.
3.- TERMINOLOGÍA
Se utiliza el nombre de Primera edad del Hierro para los grupos culturales entre 750 y 500 a.C. y Segunda
edad del Hierro para los que se desarrollan durante la segunda mitad del I milenio a.C. hasta los inicios de la
romanización. Hay que tener en cuenta que esta cronología no es uniforme para todo el territorio peninsular, y
que a partir del siglo V a.C. se habla de una iberización en el área oriental y meridional, y de la formación de los
grandes círculos culturales del Hierro céltico en el interior y noroeste, en la Segunda Edad del Hierro.
Se produce una expansión de la cultura celtibérica a partir del siglo VI a.C. desde las tierras altas del Sistema
Ibérico y de la Meseta oriental, hacia el norte y el oeste. A partir de esta fecha, los celtíberos ya se diferencian de
los grupos occidentales, con los que compartían origen y desarrollo cultural: organización jerárquica, sistema
organizativo social basado en estructuras suprafamiliares, gentilidades y castros, modelo de asentamiento
caracterizado por lugares altos con potentes defensas artificiales y generalización de la cremación como ritual
funerario. La difusión se debió a los desplazamientos continuos por parte de las élites guerreras y a los contactos
con otras comunidades, así como a la metalurgia del hierro y la cerámica torneada de cocción oxidante, todo ello
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por el norte, centro y occidente peninsular. La aculturación no fue uniforme ni sincrónica en todas las regiones,
siendo las tierras más occidentales del centro de Portugal y Galicia, las que más tarde y en menor grado
cambiaron.
4.- EL ÁREA ORIENTAL DE LA MESETA Y LAS
TIERRAS ALTAS DEL SISTEMA IBÉRICO
A partir del siglo VII a.C. se implanta el primer poblamiento de la Edad del Hierro en la zona de las
Cabeceras del Duero, el Tajo y el Jalón, procedente del sustrato existente del Bronce Final.
La Cultura de los Castros Sorianos, es aquella que se inicia en las provincias de Soria y Guadalajara, donde
los poblados tienen en común su emplazamiento en lugares con buenas condiciones naturales de defensa y una
buena fortificación. Los castros son normalmente hábitats pequeños, en donde en un solo recinto se reúnen
defensas naturales y artificiales, sobre todo murallas, que protegen lugares en los que el desnivel del terreno no
es suficiente defensa. Están rodeados de murallas construidas en paramentos exteriores rellenos de piedras, a
veces con torreones (El Collado) y con fosos externos que impiden el ataque frontal de la caballería.
En esta zona también existen poblados a media altura y sin amurallamiento, fechados en el siglo VII a.C., los
cuales se relacionan con otros enclaves del llano. Hay una importante diferenciación conceptual entre los
poblados del valle agrícola, con pocas defensas y los castros serranos, dedicados a la ganadería y con un complejo
sistema defensivo. Tanto unos como otros comparten la misma cultura material, destacando la cerámica hecha a
mano, siendo más cuidada la destinada a uso de mesa y más tosca la de cocina y almacenaje.
4.1 ASENTAMIENTOS
Hay escasez de restos de la arquitectura doméstica, que contrasta con la solidez de las obras defensivas.
Parece ser que no hubo un modelo único, en el castro de Zarranzano, las viviendas más antiguas eran de planta
cuadrangular con hogar y basas en el interior, hechas de mampostería; en la misma zona de las montañas
sorianas, el Castillejo de Fuensaúco (Salamanca), los primeros hábitats eran de planta circular y en parte
excavados en la roca, realizando a partir del siglo VI a.C. los zócalos de mampostería, bien en planta circular como
rectangular. Sólo en La Coronilla (Guadalajara), sabemos por seis viviendas excavadas, que formaban una sola
manzana, estando adosadas a un muro trasero que hacía las veces de muralla.
Lo más sobresaliente de la construcción de esta cultura son sus defensas, sobre todo las de los poblados
castreños de Soria, protegidos con murallas de mampostería irregular, que van de 2,5 a 6,5 metros de ancho, en
algunos casos reforzadas con torreones, como en Valdeavellano de Tera. A veces el sistema defensivo se
completa con fosos y piedras hincadas a modo de barrera para impedir el avance del agresor a caballo. A partir
del siglo IV a.C. se generaliza el formato de las viviendas, que son de planta rectangular con zócalo de piedra y
paredes de adobe o tapial, con techumbre de vigas de madera. Carecen de divisiones internas y se agrupan en
una o más manzanas. Se siguen rodeando de murallas en todo su perímetro o sólo en las zonas vulnerables,
continúan los fosos pero desaparecen las piedras hincadas.
4.2 ENTERRAMIENTOS
Las necrópolis se sitúan fuera de los poblados, en los llanos o en las laderas de los cerros próximos. El rito
funerario para toda la Edad del Hierro es la cremación, los cadáveres ardían en un quemadero llamado
“ustrinum”, de ahí los huesos calcinados se pasaban a urnas de cerámica hechas a mano, depositándose en un
hoyo el cual se tapaba con una piedra llana o un cuenco; o bien se depositaban directamente en el suelo dentro el
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hoyo. En ambos casos iban acompañados de ofrendas y objetos personales. En la mayoría de los casos las
sepulturas estaban señaladas con estelas, e incluso se ordenaban en calles estrechas. También los había
cubiertos por pequeños túmulos. El ritual de enterramiento se mantiene a lo largo de toda la Edad del Hierro,
encontrándose en el mundo celtibérico (siglo III-II a.C.), enterramientos señalados por estelas y otros con
túmulos.
En los ajuares se aprecia con claridad que a partir del siglo VI a.C. la sociedad es jerarquizada, y en su
cúspide están los guerreros. En estas sepulturas se encuentran armas y objetos de adorno como fíbulas, que nos
muestran la existencia de intercambios entre estas regiones con las costas mediterráneas y sur peninsular. Hay
grandes diferencias entre unas tumbas y otras, además tumbas con armamentos completos hay muy pocas, lo
corriente es que el ajuar se componga de lanzas y cuchillos de hierro, como en Cabezo de Ballesteros (Zaragoza).
Sólo en el caso de enterramientos de individuos con grandes riquezas y alto estatus, se encuentran además
corazas, cascos y escudos de bronce, como en Aguilar de Anguita (Guadalajara) (Pág. 371).
Además de los enterramientos de guerreros, también se han encontrado tumbas ricas, atribuidas a
población civil. En la necrópolis de Carretiermes, se ha encontrado ocupando la zona central, tumbas con ricos
ajuares de cuchillos de hierro de hoja curva y vistosos pectorales de bronce, fíbulas, pulseras y collares de pasta
vítrea, siendo aquí lo general que las sepulturas contengan poco ajuar o ninguno.
4.3 ACTIVIDAD ECONÓMICA
Los poblados son pequeños y se sitúan en cumbres y laderas altas, dominando el territorio. Para los
situados en los altos, se les supone una economía ganadera, y a los de zona llana, agrícola. Predomina la cría de
cabras y ovejas, más por los productos derivados que por la carne, sobre los cerdos o bóvidos.
Avanzado el siglo V a.C. se producen cambios significativos en los asentamientos de la serranía soriana. En
todo el territorio celtibérico, los poblados se levantan sobre cerros elevados, en tierras llanas alejados de las áreas
montañosas, disponiendo con este nuevo modelo de mayores extensiones para el cultivo, haciendo frente al
aumento demográfico. Un ejemplo de la importancia creciente de la agricultura, lo tenemos en La Coronilla
(Molina de Aragón), con grandes silos excavados en el subsuelo.
Se intensifica la explotación del mineral de hierro, cuya base de la producción siderúrgica está en el Sistema
Ibérico (Moncayo y Sierra Menera), documentado en la abundancia de armas de hierro en las tumbas. En el
poblado de Oruña, Vera del Moncayo, se han analizado las escorias de su horno, confirmando la excelente calidad
del metal.
Con la llegada de los romanos se producen cambios importantes. Se abandonan emplazamientos en lugares
altos y se fundan otros en tierras llanas, que subsistieron a las guerras. Esta reorganización afectó a ciertos
asentamientos que se convirtieron en ciudades, como Segeda (sekaisa), considerada la ciudad más antigua de
Celtiberia, desplazada en el siglo II a.C. desde Poyo de Mara a una zona más llana de Durón de Belmonte.
5.- EL DUERO MEDIO
Con el nombre de Soto de Medinilla (pág. 373 y 374), poblado situado en un meandro del Pisuerga
(Valladolid), se define a una cultura compuesta por más de 60 yacimientos extendidos por la cuenca media del
Duero, sobre todo en los afluentes de su margen derecha, diferenciándose de la anterior, Cogotas I, tanto en su
forma de asentamiento como en su cultura material. El origen de esta cultura se supone foráneo aunque no está
claro, en cualquier caso la influencia se debió de ejercer desde ambos grupos. Cronológicamente se sugiere para
Soto I el inicio del siglo VII a.C. y para Soto II el año 650 a.C., sin saber si esta última es contemporánea de
Cogotas II.
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Hasta avanzado el siglo V a.C., esta cultura se desarrolló uniformemente, a partir de aquí se empiezan a
producir cambios importantes, sobre todo en las costumbres funerarias. Las características más importantes son
la cerámica a torno y la metalurgia del hierro, además del aumento de la población junto con la aparición de las
primeras necrópolis.
5.1 ASENTAMIENTOS
Se hace un gran uso del adobe en la construcción de casas, almacenes y murallas. En El Soto, se muestran
casas circulares de una sola dependencia, fabricadas y pavimentadas con adobe y reforzadas con un círculo
exterior de estacas, con cubierta cónica hecha de ramas y cañas unidas con barro, con hogar circular/cuadrado en
el centro y un banco corrido adosado a la parte exterior, además de paredes pintadas de vivos colores (Pág. 375).
En el interior del poblado las cabañas se distribuyen en grupos, estando junto a ellas las dependencias para
guardar el grano y demás alimentos, y el horno para cocer el pan.
En la cultura materia de la Edad del Hierro, se diferencia las dos etapas, en la generalización o no del
horno alfarero. En El Soto, la cerámica está fabricada a mano, lisa mayoritariamente, también las hay decoradas
con incisiones, impresiones a peine y dedos, grafitadas o pintadas en blanco, amarillo o rojo. El torno se
documenta a mediados del siglo IV a.C., aunque su introducción fue lenta.
La metalurgia se centra esencialmente en el bronce, trabajado artesanalmente mediante fundición en
crisoles y moldes. A partir del siglo IV a.C. sólo se utiliza para objetos de adorno, mientras que las armas y las
herramientas se realizarán en hierro.
5.2 ENTERRAMIENTOS
Poco conocemos de sus costumbres funerarias. Sólo se tiene costumbre de enterrar a los niños bajo las
casas, igual que en Cortes de Navarra, La Hoya y buena parte de los pueblos íberos. Hoy se tiende a integrarlo en
el círculo Atlántico, el cual se caracteriza por rituales funerarios que no dejan rastro.
5.3 ACTIVIDAD ECONÓMICA
Se asientan en lugares de fácil acceso, al lado de los ríos, buscando posibilidades defensivas en cerros y
colinas. Disponían así de agua, caza y tierras fértiles, muy excepcionalmente optaban por cerros elevados. Son
poblados pequeños que tienen muy cerca otros poblados vecinos.
A partir del siglo IV a.C. muchos de estos poblados pequeños desaparecen debido a la concentración en
núcleos más grandes, compartiendo las labores defensivas, lo que le da un carácter de verdaderos “oppida”.
Muchos de ellos existieron hasta finales del milenio transformándose en ciudades.
Económicamente dependían de la agricultura. Suponiéndoles una agricultura itinerante destinada a evitar
el agotamiento de las tierras por cultivo continuado, prueba de ello es la continua restauración de los hogares y el
repintado de las paredes. Sería una agricultura cerealista, sobre todo de trigo y cebada, avalado por los hallazgos
de grandes vasijas y graneros, además de hoces, molinos de mano, piedras para trillo y hornos de pan. Cultivos
complementarios serían las habas y determinadas setas.
La ganadería también se llevó a cabo, que aparte de para autoabastecerse alimentariamente, tenía fines
más amplios como el aprovechamiento de la lana (actividad textil de los vacceos).
6.- EL ÁREA OCCIDENTAL DE LA MESETA
Hay muy poca información de los inicios de la Edad del Hierro a ambos lados del Sistema Central. Los
hallazgos vinculados tanto a zonas de hábitats como a enterramientos, nos conforman relaciones con el área
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tartésica. En Sanchorrera los niveles de Hierro están superpuestos a otros del Bronce Final (Cogotas I), definidos
por cerámica hecha a mano y decorada a peine, que se pensaba exclusiva de Hierro II, o con motivos geométricos
pintados en blanco, rojo o amarillo (parecida a la del El Soto); vasos de cuello troncocónico y cilíndrico (Campos
de Urnas del Valle del Ebro), cerámicas a torno con bandas en rojo importadas del sur peninsular.
6.1 ASENTAMIENTOS
Entre los siglos VI y V a.C. encontramos casas de forma rectangular y las estructuras defensivas se irán
generalizando a partir del siglo V a.C., visible en Los Castillejos de Sanchoreja (Ávila); sus murallas delimitan tres
recintos, uno principal, la acrópolis, y dos secundarios. Pero no siempre la muralla rodea a todo el poblado, sino
que protege solo los flancos más vulnerables, ya que a veces las defensas naturales pueden ser un río que sirve de
protección para un lado, como ocurre en Raso de Candeleda (Ávila).
Las casas tienen una arquitectura muy modesta, de planta rectangular con paredes de adobe o tapial sobre
zócalo de mampostería, el propio terreno sirve de suelo y los techos con entramado de vigas y de material
vegetal. El hogar se sitúa en una esquina o junto a una pared, pudiendo ir sobre el suelo o sobre una laja de
piedra; la mayoría carecen de divisiones interiores.
Da la impresión de que los poblados estaban poco planificados. En los que poseen varios recintos, las casas
agrupadas en manzanas o aisladas, se distribuyen de forma irregular, en su mayoría ocupan el recinto
correspondiente a la parte más alta, en otros su uso más generalizado era para corrales comunales y áreas
artesanales, en las que se realizaban diversas actividades como la alfarería.
6.2 ENTERRAMIENTOS
No hay documentación suficiente. Las sepulturas de ricos ajuares son casos excepcionales. En la mayoría
de las tumbas son hoyos excavados en el suelo, en cuyo interior se depositan los restos quemados del difunto,
cubriéndose con tierra o con lajas de piedra. En centros más grandes como Las Cogotas (Pág. 379) o en La Osera,
se encontraron túmulos y estelas.
Los ajuares muestran una sociedad muy jerarquizada, con grandes desigualdades basadas en el sexo, la
edad y el rango. Un aristócrata militar está a la cabeza de la jerarquía, viéndose en su tumba un rico ajuar
compuesto por armas espléndidas, decoradas con incrustaciones de hilos de plata, escudos y arreos de caballos.
En cuanto a las tumbas de la población civil, apenas hay representación, con excepción de las mujeres y los niños.
En las tumbas femeninas hay una clara diferencia entre las que poseen elementos relacionados con la actividad
textil (fusayolas) y las que poseen elementos de adorno (fíbulas y collares), suponiendo que las últimas serían de
la élite. En las de niños el ajuar más frecuente son las canicas de barro.
6.3 ACTIVIDAD ECONÓMICA
Los poblados se asentaban sobre las cimas o laderas de los ríos principales, en lugares de pasto, además de
pesca y caza. Estos escasos datos nos indican la existencia de cabañas ganaderas variadas con predominio de
ovicápridos seguidos por bóvidos y cerdos.
7.- CULTURA CASTREÑA DEL NOROESTE
La cultura castreña se desarrolla en un amplio territorio del noroeste peninsular, llamada esa zona en
época histórica las tierras Lusitanas, Galaicos y Astures. Esta cultura se caracteriza por lugares de habitación en
zonas elevadas y con viviendas circulares en piedra.
Se distinguen cuatro fases en la evolución de la cultura castreña:
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1. Etapa formativa: se desarrolla entre los siglos VIII-V a.C., coincidiendo con el Hierro I, aparecen los
poblados estables dotados de estructuras defensivas.
2. Etapa clásica: dura hasta finales del II milenio a.C.
3. Tercera etapa: la cultura castreña alcanza su máximo apogeo bajo la dominación romana. Se introduce el
torno del alfarero, se generaliza el uso de hierro y aparecen manifestaciones artísticas en los castros.
4. Última etapa: en la segunda mitad del siglo I d.C., se abandonan los castros mientras surgen numerosas
explotaciones agropecuarias organizadas como las “villae” romanas.
7.1 ASENTAMIENTOS
A partir del Bronce Final el modelo de cabaña fue de planta circular con cubierta cónica y durante mucho
tiempo los materiales de construcción fueron ligeros; troncos, varas y paja rebozados con barro para su mayor
duración y para estar más aislados del frío y la lluvia (Pág. 380).
A partir del siglo VII a.C. se empieza a generalizar las viviendas circulares de piedra. Sabemos poco de los
sistemas defensivos de esta etapa más antigua, parece que las murallas en algunos sitios eran de piedra, aunque
en otros estaban construidas de tierra. Muchos asentamientos incorporan a sus defensas plataformas de piedras
hincadas como en los castros sorianos.
En la última fase, muchos poblados se rodean de grandes fortificaciones, con fosos, terraplenes y murallas
de piedra delimitando un recinto cuya planta podía ser circular u ovalada. En los de mayor entidad, las casas
tienen una planificación en su organización (Santa Tecla, Coaña, Sanfins, etc.).
También se encuentran edificios públicos, bien políticos o religiosos, y los balnearios, con salas para baños
de vapor y de agua fría, que algunos relacionan con rituales de iniciación de jóvenes guerreros.
7.2 ACTIVIDAD ECONÓMICA
El poblamiento más antiguo se encuentra en la franja costera y los valles que facilitan el paso hacia el
interior. Estos poblados se levantan sobre alturas medias, en promontorios costeros o en espolones fluviales,
tienen buena visibilidad y condiciones de defensa, además de ser zonas con recursos diversos. Su base
económica es la agricultura y ganadería, complementadas con la recolección de productos vegetales, caza, pesca
y marisco.
Los minerales de plomo y estaño, además de los excedentes agropecuarios, eran los productos que
intercambiaban con el exterior. El comercio fenicio llega hasta la costa del norte Atlántico de la Península a partir
del siglo VII a.C., con intercambio de materias primas por objetos de lujo como fíbulas y broches de cinturón
procedentes de Tartessos además de objetos y hierro que eran nuevos para los autóctonos.
La expansión demográfica se produce a partir del siglo V a.C., con el incremento de las actividades
agropecuarias. Se erigen nuevos poblados en tierras fértiles de las llanuras aluviales o en las vegas, y llegan desde
Cádiz cerámicas griegas y púnicas, vino, aceite y salazones de pescado, todo por vía comercial.
8.- EL SUR PENINSULAR
8.1 INTRODUCCIÓN: TARTESSOS
La cultura tartésica se gesta dentro de las sociedades indígenas del Bronce Final, desarrollándose hasta la
Edad de Hierro. En cuanto a su origen, existen dos hipótesis fundamentales:
Colonialista: Tartessos sería una provincia de la gran Koinés mediterránea orientalizante.
Evolucionista: Tartessos se debe a una evolución autóctona con un episodio orientalizante, que parece la
más razonable, al existir una continuidad en la cultura material y en la economía.
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8.1.1 Cronología, origen y evolución
Existió una etapa inicial anterior al impacto fenicio, el llamado periodo geométrico, que se desarrolló a
principios del primer milenio a.C. hasta el siglo VIII a.C., en donde se producen los primeros contactos entre
poblaciones autóctonas y fenicios.
Desde finales del siglo VIII a.C hasta mediados del siglo VI a.C. se produce el período orientalizante, en el
que la cultura autóctona, como consecuencia de contactos e influencias orientales (fenicios y griegos), sufre unas
transformaciones en sus tradiciones y modos de vida.
Como período final de Tartessos se acepta la conquista de Focea por los persas (546 a.C.) y la batalla de
Alalia, en la que la flota focense, aunque derrota a los etruscos y cartagineses, tiene que dejar sus bases en el
Mediterráneo, lo que provoca el colapso del comercio con Tartessos. El comercio fenicio se ve mermado por la
caída de Tiro (573 a.C.), lo que provoca una recesión económica en la Península Ibérica. Cronología:
1. Período inicial (geométrico): siglos X al IX a.C.
2. Período orientalizante: siglos VIII al VI a.C.
3. Período final: siglo V a.C.
8.1.2 Localización
Tartessos se puede definir como un proceso histórico cultural, que se desarrolla en un principio en el área
geográfica de los ríos Tinto, Odiel y bajo Guadalquivir. Esta área se irá extendiendo hasta llegar en el periodo
orientalizante a ocupar todo el sur peninsular comprendido entre las desembocaduras de los ríos Guadiana y
Segura.
8.2 PERIODO INICIAL
La economía tartésica en este periodo se basaba en la agricultura, la cría del ganado y la explotación de los
recursos minerales, debido a la riqueza de los mismos en el suroeste peninsular, formándose un importante foco
metalúrgico en la provincia de Huelva. Destacan los depósitos de cobre, estaño, plata y oro.
La estructura social de este periodo no era muy compleja. No existía aun una monarquía ni estamento
militar. La sociedad se estructuraba en torno a grupos de parentesco formando tribus.
Los centros de habitación más antiguos son poblados de cabañas de planta redondeada y sin habitaciones,
en barro y elementos leñosos. Paralelamente a la mejora económica producida por los intercambios, comienzan
a aparecer las murallas, construidas mediante dos muros de piedra sin labrar, con rellenos de piedras y tierra.
La cerámica de esta época se divide en “cerámica de retícula bruñida” y “cerámica pintada de estilo
Carambolo”. En ambas predominan los motivos geométricos en la decoración.
Cerámica de retícula bruñida: de tono negruzco, se realiza con técnicas muy rudimentarias: a mano o
como mucho con torno lento. Sus formas son recipientes abiertos, cuencos y carretes para sostener
vasos de fondo curvo. Los últimos tienen forma de diávolo y son muy característicos de esta época, al
igual que las cazuelas de sección almendrada y carena, que se suaviza y desaparece con el tiempo. Este
tipo de cerámica perdura durante bastante tiempo, hasta el siglo VII a.C. por lo menos, documentándose
en la Tierra Llana de Huelva y en el Bajo Guadalquivir.
Cerámica pintada de estilo Carambolo: es la más notable (Pág. 385). Su técnica es parecida a la anterior,
pero esta tiene mayor número de formas y su apariencia es distinta debido a la decoración, realizada
mediante motivos pintados en rojo en el exterior, sobre un fondo claro (ocre o anaranjado). La
decoración de motivos geométricos se organiza en bandas y metopas. Se manifiesta desde principios del
siglo IX hasta el siglo VIII a.C. Documentada mayormente en el Bajo Guadalquivir, Cádiz y Sevilla.
Ambas cerámicas están fabricadas localmente, con influencias externas del Mediterráneo oriental y el
Egeo, y tampoco han aparecido sus precedentes directos.
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En arte destacan las más de 50 estelas decoradas aparecidas en el sudeste peninsular, encuadradas en el
Bronce Final. La ausencia de testimonios funerarios hace pensar en la generalización de ritos mortuorios que no
han dejado restos, sugiriéndose que arrojaban los muertos al agua porque se han encontrado espadas en el río
Genil y en el Guadalquivir, siendo el más espectacular el hallado en el río Odiel. Se fecha en el siglo X o IX a.C.
destacando cinturones de espadas, puntas, lanzas, fíbulas y dos cascos.
Poco se sabe del culto y creencias en este primer momento de Tartessos. Cabe destacar el Carambolo y el
de Montemolín como posibles lugares de culto, por el tipo de cerámica aparecido y por el hallazgo de fragmentos
de huevos de avestruz, aportación fenicia ligada al mundo funerario.
8.3 PERIODO ORIENTALIZANTE
Durante este periodo se produce un cambio cultural en Tartessos debido a las influencias de los fenicios.
La economía de los siglos VII y VI a.C. está basada en los intercambios que se organizan desde enclaves
costeros, principalmente desde Gadir (Cádiz). En los principales centros indígenas residían artesanos y
comerciantes de origen oriental, que atendían la demanda de objetos de lujo. A través del comercio fenicio
llegan a la Península Ibérica avances tecnológicos que afectaron a la minería y a la metalurgia, como es la
separación del oro y la plata del plomo. Se produce un gran desarrollo de la orfebrería, de filigrana, repujado y
granulado (Pág. 386, 387 y 388).
Colonos fenicios se asentaron en tierras fértiles del interior del Guadalquivir para explotar la riqueza
agrícola. Se desarrollaron la agricultura de subsistencia y comercial, destinada a producir vino y aceite para
intercambio con las poblaciones autóctonas, por plata y otros metales. Fueron importantes las salazones y la sal,
fundamentales en la dieta de los colonos fenicios.
Debieron ser frecuentes las poblaciones mixtas ya que algunas ciudades llegaron a conocerse por el
nombre fenicio. Los lugares elegidos para los asentamientos se encontraban en áreas fluviales, cerca de centros
tartésicos y próximos a la costa.
En el siglo VII a.C. llegan los griegos a Tartessos, estableciendo relaciones con el legendario rey Argantonio.
Introdujeron productos de altísima calidad y gran valor. Los griegos influyeron en la estructura socioideológica de
las poblaciones tartésicas, tratando de instaurar monarquías de tipo heroico, pero estos cambios se debieron
fundamentalmente a la aparición del urbanismo, que provocó la creación de nuevas clases sociales. A finales del
siglo VIII a.C., se evidencia arqueológicamente la existencia de una sociedad estratificada, con una monarquía y
una aristocracia hereditaria. Por los restos arqueológicos se ha documentado la existencia de distintos
principados o jefaturas, que puede que reconocieran una autoridad superior de un jefe con más poder que los
otros, pero en sin el poder absoluto. Comienza a diferenciarse una nobleza enriquecida como consecuencia del
comercio con fenicios y griegos. Al final de este periodo desaparece la monarquía sustituida por héroes
guerreros. La ausencia de necrópolis hace imposible reconstruir la historia social de Tartessos.
A finales del siglo VIII a.C. se evidencia la transformación de los hábitats de cabañas redondas del final de
la Edad del Bronce, en asentamientos urbanos con murallas y construcciones de prestigio. Si introducen las casas
de muros rectos y planta rectangular del mundo fenicio, con varias estancias que se construían con materiales
resistentes hechos con piedra, tapial y adobe, cubriéndola con maderas y fibras vegetales, pero no desaparecen
las chozas circulares.
Se reproduce el modelo de hábitat de las ciudades fenicias como en Castillo de Doña Blanca, Mezquitilla,
Cerro de Villar, etc. Las murallas se convirtieron en el símbolo de la ciudad y del poder que estas tenían, siendo
las más antiguas las del Castillo de Doña Blanca, Puerto de Santa María (Cádiz).
Hay que destacar Carambolo (Sevilla), contemporáneo de la colonización fenicia. Parece que ya existía a
mediados del siglo VIII a.C. Durante mucho tiempo se pensó que se trataba de una aldea de chozas cuyos
habitantes fabricaban a mano cazuelas y vasos grandes para almacenar alimentos. Hoy en día parece ser que una
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colonia oriental se instaló allí, junto a la población autóctona. Apareció una estatuilla de bronce de la diosa
Astarté con inscripción (Pág. 390) y excavaciones recientes han mostrado la presencia de un santuario de tipo
fenicio, con un gran patio central pavimentado en una de sus fases, con un suelo de conchas, y dos capillas con
sendos altares.
La cerámica de esta época se caracteriza por la generalización del uso del torno rápido. En un principio
(siglo VIII a.C.), esta cerámica se importaba, pero en el siglo VII a.C., tras el aprendizaje de la tecnología, se
produce localmente. Se seguirá realizando la cerámica a mano (estilo San Pedro, estilo Medellín), con decoración
digitada y con decoración grabada.
Dentro de la cerámica a torno destaca la cerámica gris (destinada como vajilla de mesa), la de barniz rojo
(vajilla de mesa de lujo) y la decorada “estilo Lora” (destinada a ritos de sacrificios de animales).
Durante este periodo se practicó la cremación como rito funerario, y en las tumbas se depositan ricos
ajuares para el más allá, abundando los objetos de inspiración oriental. Aquí es donde mejor se manifiesta la
estructura social, ya que la élite indígena se enterraba con los objetos de lujo: bronce, plata, frascos de alabastro
para perfumes, joyas, etc., convirtiendo sus exequias en actos de ostentación de poder. Las tumbas más
ostentosas presentan una cámara de estructura tubular. Destacan las necrópolis de La Joya de Huelva y de
Acebuchal (Carmona). Se supone que celebraban banquetes funerarios ya que se han encontrado platos vacíos
en ambas necrópolis.
Los restos quemados se introducían en una urna de cerámica, que se depositaba en un hoyo o fosa en el
suelo, junto con las ofrendas y objetos personales. La fosa se cubría con un túmulo de tierra y se señalaba con
una estela. En otros casos el cadáver se quemaba en la propia tumba y luego la sepultura se cerraba con un
túmulo.
Se desconoce cualquier aspecto de la religión de los pueblos indígenas. El ajuar funerario de la alta
sociedad tartésica incorpora abundantes préstamos derivados de los contactos de fenicios y griegos, y es en estas
necrópolis donde se observa la aculturación religiosa, pero hay que tener en cuenta que en ellas sólo recibían
sepultura la alta sociedad tartésica.
Los tesoros más ricos en joyas de oro son los encontrados en La Aliseda (Cáceres), como parte de un ajuar
funerario y Carambolo, ocultado en un agujero abierto en una cabaña formado por 21 piezas de oro puro, con un
peso de tres kilos, con brazaletes, collares, diademas y pectorales (Pág. 392).
En yacimientos tartésicos se han encontrado magníficos productos de bronce. En las necrópolis se han
hallado joyas y braserillos (páteras con asas), que debían utilizarse en ceremonias de libación o purificación
durante los enterramientos.
El marfil tuvo gran importancia y fue utilizado para realizar piezas, decorar muebles o arquetas, peines,
cucharas y objetos de tocador. Abundó en Carmona, Setefilla, Osuna, Huelva.
En este periodo es cuando se documenta por primera vez entre las sociedades autóctonas de la Península
Ibérica, la escritura, con signos y grafitos en algunas cerámicas y en otros objetos, de difícil identificación.
8.4 PERIODO FINAL
En el siglo VI a.C. comienza la decadencia de Tartessos por causas no determinadas. Se apunta al declive de
la actividad minera, la reorientación del mercado internacional de metales, etc. Hubo un descenso de la
extracción en Riotinto. La crisis repercutió en otros sectores económicos, como el agropecuario, lo que provoca
el descenso demográfico o la desaparición de pequeños asentamientos rurales.
La fuerte dependencia de Tartessos con los colonos fenicios, hizo que la caída de Tiro en 573 a.C., arrastrara
a los tartesios. También la penetración de pueblos célticos del interior peninsular pudo ser una causa de su caída.
Se ha evidenciado una continuidad entre Tartessos y las culturas posteriores en la zona. Las culturas
ibéricas se formarán sobre la importante plataforma asentada por la civilización tartésica (área turdetana).
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RESUMEN REALIZADO POR SILVIA PÉREZ VÁZQUEZ CURSO 2012/2013 Página 10
8.5 ÁREA DE INFLUENCIA DE TARTESSOS
La cerámica de retícula bruñida hallada en Extremadura, Andalucía oriental y el sureste, dan una extensa
zona de influencia tartésica desde finales de la Edad del Bronce.
8.5.1 Extremadura
Zona con importantes recursos mineros, tales como oro, cobre y estaño, su importancia principal radica en
que era una zona de paso obligada hacia Portugal y las mesetas. Toda la ruta que luego sería la vía de la plata,
está salpicada de hallazgos de páteras y jarros de bronce similares a los yacimientos de La Joya (Huelva). Medellín
protegido por una muralla hecha de adobes, como las paredes de las casas, tiene al lado su necrópolis, que se
asemeja a la de la Cruz del Negro en Carmona; sus cadáveres están quemados y sus restos depositados en urnas
de cerámica tapadas con platos, o en hoyos. Sus ajuares se componen de objetos de bronce, fíbulas, cuchillos de
hierro, marfiles decorados con motivos orientales y cerámica tanto fenicia como indígena.
La aristocracia está bien representada en los siglos VII-VI a.C. En una cámara sepulcral cubierta con túmulo
se encontró el citado tesoro de la Aliseda (Cáceres), compuesto de casi 300 piezas de oro, cinturón, diadema,
pendientes, brazaletes, colgantes y anillos, un jarro de vidrio, tres recipientes de plata y un espejo de bronce. Se
ha excavado un edificio palacial en Cancho Roano, enclavado en un ambiente rural por el que pasan los caminos
que van al sur de Badajoz desde el Levante y desde el Bajo Guadalquivir por la Meseta. Tiene tres dependencias
privadas, almacenes y zonas de culto, con dos plantas que se organizan a partir de un patio abierto, situado a la
entrada y flaqueado por dos torres. Estaba protegido por una muralla y un gran foso, un fuego intencionado lo
destruyó a finales del siglo V a.C. (Pág. 395).
Los mismos influjos culturales alcanzaron el suroeste de la Meseta. Yacimientos como Bienvenida, Alarcos
o el Cerro de las Cabezas, han proporcionado elementos materiales claramente adscritos al horizonte
orientalizante, entre ellos una cerámica protocorintia fechada en la segunda mitad del siglo VII a.C., hallada en el
primer yacimiento mencionado, o cerámicas pintadas postcocción, estrechamente relacionadas con las de
Medellín.
8.5.2 Sur de Portugal
Es una zona vinculada al área tartésica pero con diferencias importantes. Tienen en común la aparición de
grandes centros de población situados sobre las principales vías de comunicación, algunos con carácter
protourbano, con una organización compleja, en la que cohabitaban grupos étnicos diferentes, como en Alcacer
do Sal, situada en un cerro próximo a la desembocadura del río Sado, con una extensa necrópolis de los siglos VII-
V a.C., en la que sólo había tumbas de cremación, aunque con diferentes rituales y ajuares. En las cremaciones en
fosa o sobre suelo sin runa, hay ajuares de armas, joyas fíbulas y broches de cinturón de bronce, huevos de
avestruz pintados y elementos de carros. En las cremaciones con urna, algunas están decoradas a bandas
pintadas, ocupan la zona baja del cementerio y sólo tienen por ajuar una Lucerna y algún vaso de cerámica. Éstas
están relacionadas con población oriental, mientras que las primeras con los autóctonos.
Hay necrópolis de inhumación y de incineración, con estructuras tumulares de piedra y ajuares, en los que
abundan materiales de importación como: cerámica de barniz rojo, cuentas de pasta vítrea, escarabeos egipcios
fabricados por fenicios, etc., situadas en el Alentejo y el Algarbe.
En las necrópolis de Fuentesanta, Pego y en otros, se han encontrado estelas de piedra con inscripciones
grabadas, muy semejantes a las halladas en Andalucía occidental y Extremadura.
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RESUMEN REALIZADO POR SILVIA PÉREZ VÁZQUEZ CURSO 2012/2013 Página 11
9.- BALEARES
Con la aparición de la metalurgia del hierro, se desarrolla en las islas de Mallorca y Menorca, la fase II de la
cultura talayótica, abandonándose los talayots. Esta influencia, sobre todo con la colonia fenicio-púnica de Ibiza,
que comienza en el 650 a.C., prosigue hasta época islámica. El yacimiento donde aparece por primera vez el
hierro en el siglo VIII a.C. es Son Matge (Mallorca) y luego en So Na Caçana (Menorca), generalizándose desde el
600 a.C.
9.1 ASENTAMIENTOS
Continúan los tipos de poblados anteriores y se construyen otros nuevos, con casas de planta cuadrada,
rectangular y radial, abandonándose los talayots, como ocurre en Amallutx (Mallorca).
9.2 ENTERRAMENTOS
El rito usado es de inhumación y aparecen necrópolis complejas. Estan formadas por varios tipos de
sepulturas, generalmente navetiformes. En Menorca las navetas de enterramiento se sustituyen por la
deposición del cadáver en cuevas naturales o artificiales. Unas son pequeñas, de forma sencilla y con cámara de
planta oval; otras tienen grandes dimensiones, varias cámaras y columnas, y pilares internos para sostener la
techumbre plana; a veces las cámaras se comunican entre sí por puertas y ventanas, como en la necrópolis de Son
Morell en Ciudadela, con influencias arquitectónicas itálicas o siciliotas (Pág. 397).
Una de las características de Menorca, ausente en Mallorca, es la concentración de grandes tumbas que
debieron ser utilizadas por gente de estatus social relevante, no sólo de un asentamiento, sino de varios.
9.3 CULTURA MATERIAL
Aunque las piezas de metal no son muy abundantes, existen algunas piezas notables. Destacan las figuras
de bronce denominadas “Martes baleáricos”, relacionados con una divinidad semítica, Reshef, dios de la guerra
(Pág. 399). También son frecuentes las figuras de toros, cabezas y cuernos, como en el conjunto de Costitx,
fechado a partir del siglo IV a.C., además de figuras de paloma, gallos, serpientes y ciervos, en las que se percibe
una peculiar factura local, realizadas con la técnica de la cera perdida y retocadas mediante buril.
De esta fase son los pectorales y torques, que experimentan un gran desarrollo. Los pectorales, de
creación local, tienen forma creciente y están compuestos por un número de varillas cilíndricas que oscilan entre
4 y 10. Los torques, localizados en ambientes funerarios, tienen los extremos vueltos o de botón.
Del Bronce Final perduran las puntas de lanza y las hachas de cubo con y sin anillas para enmangar.
La cerámica es de forma muy sencilla, vasos troncocónicos, copas, ollas, cuencos y tazas, generalmente lisa,
aunque existe también cerámica pintada. Son notables los recipientes de formas denominadas pitoide y
carenada.