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El censo de 1940 y la política social humanista del Frente Popular:
el reconocimiento de las meretrices como trabajadoras.
The 1940 census and the social humanist policy of the Popular Front:
the recognition of prostitutes as workers.
Ana Carolina Gálvez Comandini*
Jenny Monsalve Neira**
Resumen: El presente artículo busca analizar los motivos que promovieron que en el XI
Censo de Población realizado en 1940 en Chile, se incluyera por primera y única vez a las
prostitutas dentro de las ocupaciones, bajo la categoría censal de “meretrices”. Se plantea
que esto se logró gracias a la política social humanista del Frente Popular, la que fue apoyada
por el mundo intelectual, en busca de la reivindicación política, social y económica de los
sectores populares. En este último aspecto, se determina que el Director Nacional de
Estadística tuvo un rol clave en este proceso, ya que era un reconocido literato.
Palabras clave: prostitución, censo, Frente Popular, humanismo social.
Abstract: This article seeks to analyze the fundaments for the inclusion, for the first and
only time, of prostitutes in Chile's XI Census of Population, under the category
"meretrices". This decision could have been based on the humanist social policy of the
Frente Popular (Popular Front), which was supported by the intellectual world, lying on
the political, social and economic promotion of the popular sectors. Finally, it establishes
that National Director for Statistics played a main role in this process, since he was a
renowned writer.
Keywords: prostitution, census, Popular Front, social humanism.
Recibido: 12 diciembre 2019 Aceptado: 5 abril 2020
Introducción
El 28 de noviembre de 1940, en el primer gobierno de la coalición de centroizquierda llamada Frente
Popular, y bajo la presidencia de Pedro Aguirre Cerda, se llevó a cabo el XI Censo de Población de Chile.
Este censo ha representado un hito con respecto al tratamiento que se le venía dando al tema de la
* Chilena, autora principal, Dra. en Historia, especialidad historia de las mujeres y de la prostitución, Universidad Metropolitana
de Ciencias de la Educación.
** Chilena, autora secundaria, Licenciada en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile. Actualmente, en desarrollo de
Tesis de Magíster en Historia, Universidad Andrés Bello. Autora de “Retratos de nuestra identidad: los censos de población en
Chile y su evolución histórica hacia el Bicentenario” (INE, 2009).
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prostitución1 en el país, su representación y la posición que ésta ocupaba dentro de la organización social,
ya que, a diferencia de los censos previos y de los posteriores, el Censo de 1940 se caracterizó por
considerar a las prostitutas, en calidad de “Meretrices”, en el recuento de “Habitantes del país según
ocupación y sexo”, cuantificando a nivel nacional 2.025 mujeres meretrices versus 0 varones en el mismo
oficio. El Censo de 1940 consideró por primera vez, y de manera oficial, al comercio sexual femenino
como una forma recurrente y habitual de las mujeres para ganarse la vida, es decir, como un trabajo, a
través de la visibilización y conteo de una actividad altamente feminizada y estigmatizada en las ciudades.
A partir de esta evidencia, es que este artículo se propone estudiar cuáles fueron las condiciones
históricas, políticas y culturales que promovieron el reconocimiento y la incorporación de las prostitutas
como fuerza de trabajo en las estadísticas oficiales, cuáles fueron los actores claves de este proceso y la
forma en que este se llevó a cabo.
Proponemos que la política social humanista del Frente Popular, que se estructuró a través de un
discurso contra hegemónico respecto de las “vidas mínimas” de los sectores populares, otorgó
preponderancia a las condiciones sociales que generaban la pobreza, por sobre el determinismo biológico,
apoyado en teorías degeneracionistas de la población que se venían promoviendo en Chile desde el siglo
XIX2. Creemos, que esta visión política, tuvo influencia en el cambio de criterio respecto de la inclusión
de la prostitución en el Censo de 1940. Producto de esta influencia humanista en el nuevo gobierno,
podemos mencionar, además, que algunos intelectuales del mundo de las letras ocuparon cargos públicos
claves en este proceso, como el novelista, periodista y ensayista Emilio Rodríguez Mendoza, quien fue el
Director General de Estadística, entre 1939 y 1941.
En este sentido, el Censo de 1940 ha representado un desafío metodológico, ya que, a diferencia de
otros censos, este se encuentra incompleto. No obstante, Chile, al igual que los demás países de América
Latina, era miembro de la Unión Panamericana que, a través de las Conferencias Internacionales
Americanas, promovió desde 1910 entre sus miembros, la homogenización de criterios y categorías
estadísticas que permitiesen establecer comparaciones entre los países. Los censos fueron parte de esta
política. Por tanto, para complementar la información sobre Chile, hemos recurrido a estudiar la Ronda
de Censos de Población de otros países de la región.
Por otra parte, los estudios sobre censos de población realizados en Chile durante el siglo XX todavía
son escasos y por lo general se centran en el análisis de sus resultados enmarcados en la historia del país.
En la última década, visualizamos dos investigaciones que abordan este tópico desde la Historia: la
primera es “Retratos de nuestra identidad: los censos de población en Chile y su evolución hacia el
Bicentenario”, realizada por Jenny Monsalve Neira desde el Instituto Nacional de Estadísticas3. Este
trabajo contempla los más de 200 años de tradición censal en el país, estableciendo la relación entre la
operación censal y el proceso de construcción de identidad nacional en Chile, la historia del INE como
la institución encargada de las estadísticas del país, además de dar cuenta del avance técnico a lo largo del
tiempo y cómo éste fue influyendo en el perfeccionamiento de este instrumento. El segundo trabajo es
“Los censos chilenos del siglo XX” por el Premio Nacional de Historia del año 2012, Jorge Pinto
1 Los conceptos prostituta y prostitución fueron los utilizados regular y corrientemente para referirse al comercio sexual en Chile
en el periodo estudiado, y en este trabajo los usamos en ese sentido. Reconocemos que actualmente estos conceptos representan
una categoría estigmatizadora para el movimiento de trabajadoras sexuales que buscan el reconocimiento social, legal e
institucional a su forma de ganarse la vida.
2 Marcelo Sánchez, “La teoría de la degeneración en Chile (1892-1915)”, Historia (Santiago), V. II, N° 47, julio-diciembre 2014,
p. 375-400
3 Jenny Monsalve Neira, Retratos de nuestra identidad. Los censos de población en Chile y su evolución hacia el Bicentenario, Instituto Nacional
de Estadísticas, Santiago, 2009.
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Rodríguez4, que analiza cada uno de los censos realizados específicamente entre 1907 y 1992, en cuanto
a su preparación y resultados.
Hasta la publicación de estos trabajos, entonces, los estudios más exhaustivos sobre la metodología
y la operación del censo de 1940 provenían de fuentes: el prólogo de Rolando Mellafe Rojas al censo de
1952, titulado “Reseña de la historia censal del país”5 y el estudio de Robert McCaa de 1976, que
finalmente es el único que reproduce los datos obtenidos en el censo que analizamos en este artículo y
que termina finamente siendo referido como “Chile. XI Censo de 1940”6. Poder configurar el escenario
en que se efectúa el Censo de 1940 en nuestro país requirió abordar publicaciones contemporáneas donde
se da cuenta de la preparación de la operación censal y cómo ésta se enmarca en las otras experiencias
censales que casi simultáneamente se realizan en el resto del continente, lo que constituye la llamada
Ronda de los Censos de 1940 en Latinoamérica, así como los lineamientos emanados de las conferencias
estadísticas internacionales, que busca la estandarización de los criterios de operación y procesamiento
de información levantada en los censos.
Por último, es importante destacar los estudios específicos sobre los censos y la información que
éstos proveen sobre las mujeres y el mundo femenino. En este aspecto, el artículo de Elizabeth Quay
Hutchison, “La historia detrás de las cifras: la evolución del censo chileno y la representación del trabajo
femenino, 1895-1930”7, es un hito que ha propiciado una mirada hacia esta área, lo que posteriormente
será profundizado por la misma autora en “Labores propias de su sexo. Género, políticas y trabajo en
Chile urbano 1900-1930”8 (2006) y recogido por Lorena Godoy Catalán, Ximena Díaz Berr y Amalia
Mauro Cardarelli en “Imágenes sobre el trabajo femenino en Chile, 1880-2000”9. Sin embargo, aún queda
pendiente el análisis sobre la construcción hegemónica de categorías en la confección del cuestionario
censal y sus clasificaciones, sobre todo, considerando la década de 1940 en adelante.
Es en este contexto que nos interesa indagar en las políticas censales, para establecer en qué medida
la política social humanista del Frente Popular influyó en la inclusión de la prostitución en el Censo de
1940. Para responder estas preguntas, realizaremos un análisis del Censo de 1940 en dos dimensiones: 1)
desde el punto de vista la construcción técnica y metodológica del instrumento censal, y 2) desde el punto
de vista de las decisiones políticas que acompañaron dicha construcción. En este sentido, establecemos
que ambas dimensiones son inseparables, puesto que, tanto lo que se incluye, como lo que se omite, son
elementos representativos de lo que se considera políticamente relevante de medir en una sociedad
determinada.
4 Jorge Pinto Rodríguez, Los censos chilenos del siglo XX, Universidad de La Frontera y Programa de Estudios y Documentación en
Ciencias Humanas, Temuco/Osorno, 2010.
5 Rolando Mellafe Rojas, Xll Censo General de Población y I de Vivienda, Levantado el 24 de abril de 1952, Tomo I.
6 Robert McCaa, Chile XI Censo de Población (1940). Recopilación de cifras publicadas por la Dirección de Estadística y Censos,
Santiago, Centro Latinoamericano de Demografía (CELADE), 1976
7 Elizabeth Quay Hutchison, "La historia detrás de las cifras: la evolución del censo chileno y la representación del trabajo
femenino, 1895-1930", Revista Historia, N° 33, Pontificia Universidad Catolica de Chile, Santiago, 2000, pp. 417-434
8 Elizabeth Quay Hutchison, Labores propias de su sexo. Género, políticas y trabajo en Chile urbano 1900-1930, Santiago, Editorial LOM,
2006.
9 Lorena Godoy Catalán, Ximena Díaz Berr y Amalia Mauro Cardarelli, "Imágenes sobre el trabajo femenino en Chile, 1880-
2000”, Revista Universum, Nº 24, Vol. 2, Universidad de Talca, 2009, pp. 74-93
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Algunos antecedentes históricos de la prostitución
en Chile previos al Censo de 1940
Desde el año 1931, con la dictación del Código Sanitario de carácter abolicionista, la prostitución
autónoma o independiente estuvo permitida en el país, pero se castigaba la agrupación de mujeres en
prostíbulos o casas de tolerancia10. Este dictamen, respondía tanto a cuestiones sanitarias, producto de la
rápida e incontrolable propagación de enfermedades venéreas como la sífilis y la gonorrea (que en la
época no tenían cura, puesto que aún no se descubría la penicilina), y también a una connotación moral,
debido a que existía la creencia generalizada de que la prostitución estaba asociada directamente a
actividades de “trata de blancas”11, es decir, a la explotación sexual de mujeres en manos de mafias
nacionales e internacionales que las engañaban y obligaban a ejercer la prostitución. Se pensaba que la
prohibición de las casas colectivas de prostitución inhibiría, o al menos disminuiría, el tráfico de mujeres.
Lo cierto, es que la prostitución en Chile no estuvo realmente asociada a la “trata de blancas” por
mafias nacionales o internacionales, puesto que, según las estadísticas de la Oficina de Casas de
Tolerancia, y a estudios médicos y sanitarios de la primera mitad del siglo XX, aproximadamente el 97%
de las prostitutas en el país eran nacionales, es decir, chilenas12, y la “trata de blancas” suponía el tráfico
de mujeres desde Europa para explotarlas sexualmente fuera del viejo continente. No obstante, sí existía
un circuito local que promovía la movilidad de las prostitutas chilenas entre burdeles y entre ciudades,
sin embargo, no hemos encontrado en los archivos judiciales casos relevantes de redes locales organizadas
para la trata o tráfico de mujeres en el periodo de 1890 hasta 1940, que nos puedan indicar que este era
el principal eje articulador del comercio sexual en Chile. Es decir, la mayoría de las mujeres trabajaba por
cuenta propia, o con algún proxeneta que administrara el negocio.
A su vez, la mayoría de las mujeres que se dedicaron a la prostitución en Chile entre 1896 a 1936,
provenían de los sectores populares, eran mujeres pobres, lo que se puede inferir de las estadísticas
sanitarias y médicas, que indican que, en un porcentaje elevado, sus oficios anteriores estaban en los
rubros peor remunerados, tal como se observa en la Tabla 1.
Tabla 1
OCUPACIÓN ANTERIOR DE LAS PROSTITUTAS.
AÑOS 1896-1897-1898-1899-1900-1914-1916-1919-1920-1926-1936.
OCUPACIÓN 1896 1897 1898 1899 1900 1914 1916 1919 1920 1926 1936
Ninguna 81 46 78 74 63 48 268 222 166 44 -
Su casa - - - - - - - - - 6 89
Servidumbre 353 199 110 99 75 62 124 43 53 35 106
10 La prostitución estuvo reglamentada en Chile entre 1896 y 1925 y prohibida entre 1925 y 1931. Ver: Ana Gálvez Comandini,
“Lupanares, burdeles y casas de tolerancia: Tensiones entre las prácticas sociales y la reglamentación de la prostitución en
Santiago de Chile: 1896-1940”, en Tiempo Histórico, Año 5, N° 8, 2014, pp. 73-92
11 Ana Gálvez Comandini, “Trata de blancas y proxenetas extranjeros en Chile: La amplificación del discurso internacional del
victimismo en la prostitución. Estudio de caso, Santiago de Chile 1934”, Revista Historia UNISINOS, Vol. 22, N° 2, maio/agosto
2018, pp. 290-302
12 Ver: Elías Ascarrunz Vega, Base racional para el mejoramiento de la prostitución en Santiago, Memoria de Licenciatura de la Facultad
de Medicina y Farmacia, Universidad de Chile, 1901, p. 14; Luis Prunés, La prostitución. Evolución de su concepto hasta nuestros días. El
neoabolicionismo ante el nuevo Código Sanitario de Chile, Liga Chilena de Higiene Social, 1926, Imprenta Universo, p. 136; Hernán
Moya Bravo, Contribución al estudio de la prostitución y del delito de contagio venéreo, Tesis para optar al título de Médico Cirujano de la
Universidad de Chile, Santiago, Imprenta La Tarde, 1936, p. 28.
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Modista - - - - - - 28 38 46 3 -
Costurera 295 194 149 100 90 45 70 56 87 6 16
Chalequera - - - - - - - - - 1 -
Fabricana
(obreras)
60 10 2 4 5 - - - - 3 15
Lavandera 139 74 22 30 20 25 13 8 6 6 -
Cocinera - - - - - - 17 7 6 - -
Hortelana - - - - - - - - - 1 -
Estudiante - - - - - - - - - 4 -
Vendedoras
Ambulantes
- - - - - - - - - - 19
Floristas 7 1 4 0 1 - - - - -
Oficinistas - - - - - - - - - - 10
Telegrafistas - - - - - - 1 - -
Cajeras - - - - - - - - - - 5
Profesora de
Piano
- - - - - - - 1 - - -
Artistas de
Teatro
- - - - - - 4 - - - 3
Mecánica
Dental
- - - - - - - - 1 - -
Ocupaciones
indeterminadas
- - - - - - 18 - - - -
Sin datos - - - - - - - - - 12 -
TOTAL 935 524 365 307 254 180 543 375 364 119 263
Fuente: Elaboración propia.
Por tanto, el ejercicio de la prostitución fue una estrategia de subsistencia económica utilizada
principalmente por las mujeres de los sectores pobres de las ciudades, y estuvo impulsada por las
profundas desigualdades de clase y de género que existieron en Chile en la primera mitad del siglo XX,
situación que llevó a estas mujeres a establecer la separación de la sexualidad del placer y de la familia,
trasladándola desde el espacio privado doméstico al espacio público laboral, y estando este último
vinculado directamente con el sistema de producción capitalista, llevó a que la prostitución, poco a poco,
fuese adquiriendo una connotación laboral de la que no había gozado con anterioridad13.
Esta información es relevante, pues nos permite aproximarnos al contexto y al perfil de las mujeres
que ejercían la prostitución en Chile al momento del Censo de 1940, que, de acuerdo a estudios de los
13 Ver: Ana Gálvez Comandini, Subcapítulo de libro “Las políticas de la prostitución de los movimientos feministas en Chile a
comienzos del siglo XX”, En, Manuel Loyola, Rolando Álvarez y Ana Gálvez, (editores), Mujeres y Política en Chile, siglo XIX y
XX, Santiago, Ariadna Ediciones, 2019, Pp. 119-156; Ana Gálvez Comandini, “Trata de blancas y proxenetas extranjeros en
Chile: La amplificación del discurso internacional del victimismo en la prostitución. Estudio de caso, Santiago de Chile 1934”,
Revista Historia UNISINOS, Vol. 22, N° 2, 2018, pp. 290-302, 2018.
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médicos higienistas14, de la policía15 o inclusive de la oficina del trabajo16, eran mujeres jóvenes y pobres,
que muchas veces alternaban el trabajo de costurera, lavandera o servicio doméstico con el de prostituta.
Sin embargo, y a pesar de ello, la prostitución no fue considerada como parte de los oficios
desarrollados por las mujeres para ganarse la vida en ningún censo hasta 1940, básicamente, por el estigma
social del oficio, que estaba (y aún hoy lo está) asociado al deshonor femenino. Es decir, la prostitución
representaba un atributo de desacreditación social17 tan potente para las mujeres, que impedía que sus
actrices fueran reconocidas socialmente como trabajadoras. Gail Peterson dirá al respecto que “una
prostituta se convierte así en alguien que vende su honra ofreciéndose a alquilar su cuerpo a cambio de
una ganancia o con fines innobles, específicamente una relación sexual” 18, siendo esto, históricamente,
un obstáculo primordial para alcanzar el estatus de trabajadoras.m
No obstante el estigma moral del oficio, la prostitución tenía una connotación comercial que había
comenzado a madurar con anterioridad al Censo de 1940, bajo el concepto de comercio sexual; expresión
que encontramos en diversos textos vinculados a la administración del Estado, siendo el principal de ellos
el Código Sanitario de 1931, que en su Libro II, Título III, párrafo 1 “De las enfermedades venéreas”,
prohibía los prostíbulos, es decir, las casas colectivas de prostitución, pero permitía la prostitución aislada
o independiente, denominándola como “comercio sexual”, y entendiéndola como prostitución en la cual
no mediaba la trata de blancas, siendo, por tanto, consentida.
El artículo 73 de dicho código señalaba que, “Para las personas que se dedican al comercio sexual,
se llevará una estadística sanitaria, no permitiéndose su agrupación en prostíbulos cerrados o casas de
tolerancia”19. Este párrafo, a nuestro juicio, implica el reconocimiento tácito de la autoridad sanitaria de
que existían personas (principalmente mujeres, aunque no exclusivamente), que se ganaban la vida
ejerciendo el oficio de prostituta.
Este era el contexto previo al XI Censo de 1940. Al respecto, vale preguntarse, ¿cuál fue la influencia
política del Frente Popular respecto de la inclusión de la prostitución en el Censo de 1940?, ¿cuáles fueron
los elementos o criterios censales que cambiaron en 1940?, y por otra parte ¿este cambio a nivel censal
representó un cambio a nivel social? Pasaremos a intentar responder estas preguntas.
El Frente Popular y la política social humanista
El año 1938 llegó al gobierno el Frente Popular, liderado por el Partido Radical, que según Collier y
Sater “Entre la década de 1930 y comienzos de la década de 1960, el partido unitariamente más importante
14 Elías Ascarrunz Vega, Base racional para el mejoramiento de la prostitución en Santiago, Memoria de Licenciatura de la Facultad de
Medicina y Farmacia, Universidad de Chile, 1901; Hernán Moya Bravo, Contribución al estudio de la prostitución y del delito de contagio
venéreo, Tesis para optar al título de Médico Cirujano de la Universidad de Chile, Santiago, Imprenta La Tarde, 1936; Luis Prunés,
La prostitución. Evolución de su concepto hasta nuestros días. El neoabolicionismo ante el nuevo Código Sanitario de Chile, Liga Chilena de
Higiene Social, Santiago, Imprenta Universo, 1926
15 Humberto Reyes R., La prostitución. Contribución a su estudio relacionado con el servicio de Carabineros, Instituto Superior de
Carabineros, Cátedra de Ciencia Policial, Santiago, Imprenta de Carabineros de Chile, 1941
16 Elena Caffarena y Elvira Santa Cruz, “Informe de las Inspectoras del Trabajo Srtas. Santa Cruz y Caffarena al Ministro del
Trabajo y de la Previsión Social”, Dirección General del Trabajo, Boletín N° 24, Chile, 1926; Elena Caffarena, “El trabajo a
domicilio”, Boletín Oficina del Trabajo, Año XIV, N° 22, Chile, 1924
17 Este aspecto ha sido ampliamente trabajado por Dolores Juliano y Gail Peterson, ver: Dolores Juliano, La prostitución: el espejo
oscuro, España, Icaria, Institut Catala d’Antropología, 2002 y Excluidas y marginales. Una aproximación antropológica, España, Ediciones
Cátedra, Universidad de Valencia e Instituto de la Mujer, 2010; Gail Peterson, El prisma de la prostitución, Madrid, Talasa Ediciones,
2000.
18 Gail Peterson, El prisma de la prostitución, p. 49
19 Código Sanitario, Decreto con Fuerza de Ley N° 226, Santiago 15 de mayo de 1931, Santiago de Chile, Talleres Gráficos de “La
Nación” S.A. Agustinas 1269, 1935 pág. 23
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(y, en el verdadero sentido, el más popular) fue el Partido Radical, que combinaba un delicado equilibrio
de intereses a menudo en conflicto”20.
Si bien el triunfo en las elecciones fue estrecho (50,2%), fue gracias a la izquierdización de las bases
populares del país que en 1938, el radicalismo, que históricamente había operado como un partido de
centro, de equilibrio entre la izquierda y la derecha, esta vez actuando como péndulo ideológico (en
palabras de Timothy Scully21), osciló hacía la izquierda, dando un golpe de timón a la política chilena al
proclamar a Pedro Aguirre Cerda como su candidato presidencial, formando alianza política con
socialistas, comunistas, demócratas y con organizaciones sindicales reunidas en la Confederación de
Trabajadores de Chile.
Esta alianza, dio impulso a un nuevo tipo de pensamiento social, que se sustentaba en el humanismo
revolucionario de corte socialista, donde la lucha por la conquista de la dignidad humana, la igualdad y la
libertad de los pueblos fueron su consigna principal, y que en el caso de Chile se articuló desde un
proyecto desarrollista/promotor social. Tal como señala Bárbara Silva, “El punto en común era generar
un proyecto nacional que se distanciara de la oligarquía, y que conllevara un proceso de transformación
social que hiciera efectivas las demandas de actores que asumían progresivamente su rol político e
intentaban ejercer sus derechos”22.
El escenario internacional también fue gravitante en la conformación de la coalición de gobierno,
puesto que tanto la Guerra Civil Española, como el avance del nazismo en Europa, promovieron
movimientos de lucha antifascista en Europa y América Latina, que en Chile estuvieron liderados e
impulsados por intelectuales de izquierda. El Partido Comunista se abrió a la posibilidad de establecer
alianzas con el centro a partir de la necesidad de luchar contra un enemigo común, el fascismo23, acción
que fue promovida a nivel internacional por la Komintern (en el marco de las resoluciones de su VII
Congreso). Bajo este marco político, llegó al país un gran contingente de exiliados españoles republicanos,
que venían imbuidos de un nuevo espíritu ilustrado por la izquierda antifascista. Un ejemplo icónico de
esta situación fue la llegada del barco Winnipeg a Valparaíso el 3 de septiembre de 1939, con alrededor
de 2.000 exiliados, que fue gestionada por el entonces cónsul en París encargado de la inmigración de los
refugiados de la guerra civil española, el poeta comunista Pablo Neruda, durante el primer año de
gobierno del presidente radical Pedro Aguirre Cerda24.
Es así como el Frente Popular fue apoyado por una importante red de intelectuales humanistas que
tenían un marcado interés por los temas sociales que afectaban a la población más pobre del país, y que
veían en esta nueva alianza política la oportunidad de cambiar por primera vez la historia de las elecciones
en Chile. La Sociedad de Escritores de Chile (1931) –SECH-, y la Alianza de Intelectuales de Chile para
la Defensa de la Cultura (1937) -AICH-, también dieron su apoyo al Frente Popular y a su vez recibieron
reciprocidad de parte la coalición política, la que los benefició con políticas culturales que reafirmaban el
compromiso de la izquierda con la educación y el mundo intelectual.
20 Simon Collier y William Sater, Historia de Chile, 1808-1994, Madrid, Cambridge University Press, 1999, p. 212
21 Timothy Scully, Los partidos de centro y la evolución política chilena, Santiago, Cieplan-Notre Dame, 1992.
22 Bárbara Silva, “La espacialidad y el paisaje en las representaciones nacionales durante el Frente Popular chileno. 1938 – 1941”,
Revista de Historia Social y de las Mentalidades, Volumen 22, Nº 1, 2018, p. 130
23 Ana Amelia Melo, “O Partido Comunista Chileno e Aliança de Intelectuais: Uma Frente pela democracia (1937-1940)”,
Izquierdas, N° 49, junio 2020, pp. 981-995; Rolando Álvarez, “El Partido Comunista de Chile en la década de 1930: entre “clase
contra clase” y el Frente Popular”, Pacarina del Sur, año 8, N° 31, abril-junio, 2017. [Citado el 22/07/2019]. Disponible en:
http://pacarinadelsur.com/home/oleajes/1474-el-partido-comunista-de-chile-en-la-decada-de-1930-entre-clase-contra-clase-y-
el-frente-popular
24 Carmen Norambuena y Cristian Garay, España 1939: Los frutos de la memoria. Disconformes y exiliados, artistas e intelectuales españoles
en Chile 1939-2000, Santiago, Universidad Santiago de Chile, 2001
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Autores como Alberto Romero, Nicomedes Guzmán, Gonzalo Rojas, Reinaldo Lomboy, Volodia
Teitelboim, y Pablo Neruda, entre otros, fueron parte de esta generación de escritores que se identificaba
con la siguiente premisa:
El auténtico compromiso de los escritores de vanguardia, parte de un
requisito de humanización, de una responsabilidad con su tiempo,
participando como sujetos sociales en todos los frentes que les fue posible:
la militancia política, el periodismo acusador, la academia, la bohemia, la
protesta callejera y la ejecución silenciosa de la escritura25.
Alberto Romero, socio fundador de la AICH, y siendo presidente del SECH, inició las gestiones con
el gobierno para crear el Premio Nacional de Literatura, tarea concluida finalmente en 1942, bajo la
presidencia de Juan Antonio Ríos, evidenciando el enlace y sintonía política entre los intelectuales y el
gobierno.
En la reciente investigación de Ana Amelia Melo, sobre el Partido Comunista chileno y la Alianza
de Intelectuales, la autora señala que para los intelectuales de izquierda, “o valor da cultura letrada na
tradição comunista e de esquerda, de modo geral, outorgava ao combate pela cultura sentido de
verdadeira cruzada na luta pela emancipação dos explorados”26, lo que a su vez explicaría el interés que
despertó en los literatos de este sector la crítica social y la denuncia a través de sus obras, considerando,
además, que gran parte de esta generación de escritores, provenía de los nuevos grupos medios o de los
sectores populares. Las novelas sociales escritas entre 1902 y 1950 en Chile, y que se refirieron directa o
indirectamente al tema de la prostitución, no sólo se dedicaron a revelar las fallas del sistema, sino que,
como sus mismos autores señalaron, el objetivo fundamental de este estilo literario fue proponer un
programa radical de enfrentamiento con la realidad desde el lenguaje27.
Esto, se tradujo en la preocupación de los intelectuales humanistas del Frente Popular por deslizar
objetos culturales, como los libros, hacia las bases de la sociedad, principalmente hacia los sectores
medios, lo que fue creando un ambiente cultural denominado “frentepopulista”, el que tuvo como
principal característica el apoyo prestado por el gobierno a los literatos que integraban los movimientos
de vanguardia nacional, con el objeto de que promovieran en sus relatos una noción de identidad
nacional28 desapegada de las alturas de la elite y la llevaran a valorar la vida y experiencias de las bases de
la sociedad, que eran el gran componente político de apoyo y estabilidad de la nueva alianza política.
Marta Brunet, en 1939, relataba este cambio en la vida literaria nacional de la siguiente forma,
La industria editorial en Chile es cosa próspera, hay posibilidades, si no
brillantes, por lo menos honrosas de publicación; existen premios
municipales, se acentúa la certeza de un Premio Nacional otorgado
anualmente a la obra de una vida entera de escritor, se propende bajo la
sugerencia de S.E. a la creación de una Editorial del Estado. En resumen: se
afana el propio Presidente de la República, la Sociedad de Escritores, la
25 José Alberto de la Fuente, “Vanguardias: del Creacionismo al Realismo Popular Constructivo”, Revista Universum, Versión on-
line, Nº 22, Vol. 2, 2007, p. 1
26 Melo, op. cit., p. 988 [el valor de la cultura letrada en la tradición comunista y de izquierda, de modo general, otorgaba al combate por la cultura
un sentido de verdadera cruzada en la lucha por la emancipación de los explotados.] traducción es nuestra.
27 Volodia Teitelboim, “La Generación del 38 en busca de la realidad chilena”, Revista Atenea, N° 380-381, Concepción. 1958, p.
107
28 Silva, op. cit., p. 135
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Alianza de Intelectuales, Los Amigos del Arte, la Cooperación Intelectual, el
Municipio y las filiales de provincia de muchos de estos grupos, en lograr para
el escritor el que desenvuelva su existencia en plano "de escritor", dentro de
una estimación literaria, social y económica.29
A cambio, el nuevo sistema político nacional, pedía el compromiso ideológico de los intelectuales en
uno de los principales proyectos modernizadores del Frente Popular, educar a los sectores medios y al
proletariado urbano en una conciencia de clase que se identificara con los proyectos políticos populares.
Esta fue una de las misiones de los nuevos grupos intelectuales de la época, los que por medio de su arte
y de una forma simbólica, ayudaron en la construcción de un imaginario mestizo, popular, que permitiera
a las bases sociales rescatar su libertad y autonomía dormida por siglos en manos de la elite. Las prácticas
sociales, designadas como “idiosincrasia del pueblo” por parte de la autoridad, es lo que las novelas
tratarán de rescatar y retratar, siendo los mismos autores parte de ese pueblo representado en las novelas.
Es por ello que proponemos que, una forma de mirar la política social humanista del Frente Popular
se encuentra en su relación con el mundo de la cultura, y con los escritores. Esta asociación es relevante
para nuestro estudio, porque durante la primera mitad del siglo XX, los escritores nacionales más
influyentes fueron particularmente sensibles a la temática de la prostitución en las ciudades.
En una primera etapa, autores como Augusto D’Halmar y su novela “Juana Lucero” (1902), Joaquín
Edwards Bello con “La cuna de Esmeraldo” (1918) y “El Roto” (1920), marcaron una tendencia en la
novela social y en el mundo de las letras con novelas realistas que trataban de manera abierta y descarnada
la temática de la prostitución en las ciudades, exponiendo su relación con el mundo de la elite y, a su vez,
su proliferación por falta de expectativas y oportunidades en los bajos fondos sociales. Esta experiencia
literaria, exitosa por cierto, influyó sobre escritores e intelectuales que posteriormente fueron aliados del
Frente Popular, como Alberto Romero que ya en 1930 escribía “La Viuda del Conventillo”, donde la
temática prostibularia está presente como escenario de fondo de la vida en los márgenes, o en Nicomedes
Guzmán con “La luz viene del mar” (1951) que relata la vida en un prostíbulo en el norte de Chile, y
Oscar Castro que en la década del 40 escribe “La Vida Simplemente”, publicada póstumamente en 1951,
que es considerada una autobiografía de su infancia, que transcurrió entre la calle y el prostíbulo en un
barrio en la ciudad de Rancagua.
Todos ellos, hombres destacados en la letras y líderes de organizaciones de intelectuales, dieron
visibilidad al mundo prostibulario y a la vida de las prostitutas, rescatándolas de la imagen de seres
degenerados y enfermos con que las caracterizaba la ciencia médica y la institucionalidad sanitaria, para
otorgarles humanidad, representando a la prostitución como un trabajo con altos costos sociales y físicos
para las prostitutas, exponiendo lo que las ordenanzas y reglamentos intentaban ocultar a ojos del pueblo.
A través de esta política cultural humanista del Frente Popular, se comenzaba a construir una nueva
imagen de la prostitución, como parte del nuevo proletariado urbano, utilizando elementos retóricos y
simbólicos presentes en el discurso de lucha de clases, enfatizando que estas mujeres económicamente
precarias, harían de la venta de su cuerpo como mercancía su principal recurso económico y de
subsistencia, transformándolas así en asalariadas víctimas del capitalismo30, como también lo fueron los
trabajadores de las industrias que entregaban su trabajo por un salario mezquino.
La conciencia sobre las necesidades y demandas sociales se agudizó en este periodo, tanto así que
todas las reformas gozaron de un marcado sentido social, de justicia y de igualdad, y creemos que el XI
29 Marta Brunet, Diario La Hora, Santiago 6 de junio de 1939
30 Elizabeth Q. Hutchison, “‘El fruto envenenado del árbol capitalista’: Women Workers and the Prostitution of Labor in Urban
Chile, 1896-1925”, Journal of Women’s History, Volúmen 9, Número 4, Nueva York, 1998
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Censo de 1940 no fue la excepción. En este contexto, es que intelectuales humanistas, pertenecientes al
mundo de las letras comenzaron a ocupar cargos de influencia política, como Emilio Rodríguez Mendoza,
Director General de Estadística entre 1939 y 1941.
El XI Censo de Población de 1940 y el oficio de Meretriz
El XI Censo de Población fue levantado a dos años de haber asumido el gobierno el Frente Popular,
y utilizando los adelantos técnicos y estadísticos que ofrecía el sistema estandarizado a nivel internacional
desde 1930, el sistema de Hollerith de codificación con tarjetas perforadas, por lo que en pocos meses se
pudo llegar rápidamente a resultados generales, estimando “5.023.539 habitantes en todo el país”31.
Los resultados se publicaron excepcionalmente de forma fraccionada en la Revista “Estadística
Chilena”, entre 1941 y 1946, que era una publicación de la Dirección General de Estadística, de carácter
mensual32. Esa información fue sistematizada por Robert McCaa, quien se encontraba realizando una
investigación sobre demografía histórica chilena para poder optar a su Ph.D., y fue publicada por
CELADE, Centro Latinoamericano de Demografía, con el nombre “Chile XI Censo de Población (1940).
Recopilación de cifras publicadas por la Dirección de Estadística y Censos” en el año 1976. Hasta ahora
no ha sido posible hallar una explicación oficial de por qué no se publicaron los resultados de la forma
convencional, es decir, en un libro33.
Al respecto, podemos inferir sobre algunos factores que llevaron a esta situación: Por una parte, la
muerte del presidente Pedro Aguirre Cerda durante el período post censal y la sucesión de Juan Antonio
Ríos, generó un impacto considerable en la institucionalidad, lo que se puede constatar en los sucesivos
cambios de directores de la Dirección General de Estadística entre 1941 y 1946, período en que se irán
publicando los resultados (luego de Emilio Rodríguez Mendoza, quien deja el cargo en 1941, asumirán
este cargo Carlos González Méndez, Guillermo Gandarillas, Víctor Masjuan y Rafael Agustín Gumucio).
Cabe señalar, además, que poco tiempo antes de la realización del Censo de 1940, la Dirección
General de Estadística había cambiado su dependencia del Ministerio de Hacienda al Ministerio de
Fomento (hoy, Ministerio de Economía, Fomento y Turismo), lo cual también pudo haber influido en
su inestabilidad institucional. Finalmente, es razonable suponer que, el contexto de la Segunda Guerra
Mundial y la consiguiente crisis económica y social, podrían también haber afectado en que estos
resultados no se dieran a conocer masivamente mediante una sola publicación.
El instrumento con el que se levantaron los datos – la Cédula Censal - tuvo veintidós preguntas,
según lo que señala Rolando Mellafe en su trabajo de investigación del Censo de Chile de 1952. Sin
embargo, hasta ahora, no ha sido posible hallar una reproducción del cuestionario utilizado en esta
operación, a diferencia del resto de los censos realizados en Chile34. Sin embargo, es posible reconstruir
las preguntas realizadas en esa instancia, a través de la comparación de las cédulas de los censos de 1930
31 Robert McCaa, Chile XI Censo de Población (1940). Recopilación de cifras publicadas por la Dirección de Estadística y Censos,
Santiago, Centro Latinoamericano de Demografía (CELADE), 1976
32 Un ex director de la Dirección General de Estadística, Roberto Vergara, da cuenta pormenorizada del panorama de esta
Institución al momento de la ejecución del Censo de 1940, en un reporte llamado “Las actividades estadísticas de Chile”, incluido
en Elizabeth Phelps, Statistical Activities of the American Nations. Inter American Statistical Institute, Washington D.C, 1941.
33 Hasta hoy el Censo de 1940 presenta grandes dificultades para su análisis, a pesar de los esfuerzos realizados por diversos
investigadores para poder presentar de forma más o menos exhaustiva sus resultados y metodología. Ver: Jenny Monsalve Neira,
Retratos de nuestra identidad. Los censos de población en Chile y su evolución histórica hacia el Bicentenario, Instituto Nacional de Estadísticas
de Chile, Santiago, 2009 y Jorge Pinto Rodríguez, Los censos chilenos del siglo XX, Universidad de La Frontera y Programa de
Estudios y Documentación en Ciencias Humanas, Temuco/Osorno, 2010.
34 A contar del año 2009 el Instituto Nacional de Estadísticas puso a disposición de la ciudadanía de forma digital en su página
web institucional http://www.ine.cl gran parte de las publicaciones con los resultados de los censos oficiales realizados en Chile.
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y 1952 y teniendo en perspectiva los cuestionarios utilizados en la realización de otros censos
hispanoamericanos de la ronda de 194035.
A pesar de la dificultad que señalamos anteriormente sobre este censo, es importante consignar que
podemos reconocer una metodología de captura y procesamiento de datos a través de los resultados
publicados y sus categorías. El Censo de 1940 ya era parte de los conocidos como “censos modernos”,
lo que nos ha permitido establecer parámetros de estandarización que habrían estado presentes en su
cédula censal: a) autodeclaración, se da la instrucción al empadronador para registrar lo que los
empadronados declaran y no debe interferir con sus respuestas; b) el secreto estadístico, que protege los
datos entregados por los empadronados, lo cual facilita que éstos aporten información fidedigna, lo que
va acompañado de, c) la publicación de resultados de forma innominada, resguardando a cada individuo
y su privacidad36.
Los censos modernos, obedecían y se encontraban insertos en un marco de recomendaciones de
organismos internacionales en el que se situaba su operación, dando cuenta de una política de
estandarización internacional de los datos, lo que, a su vez permitió, que estos fuesen comparables entre
países. Al respecto, podemos destacar cuatro hitos relevantes dentro de esta política de
internacionalización y estandarización, a la que Chile y otros países de la región se plegaron:
a) La Cuarta Conferencia Internacional Americana, realizada en Buenos Aires en 1910, que
establece “el levantamiento decenal del censo de su población, teniendo en cuenta los adelantos
de la ciencia y de los procedimientos técnicos”37.
b) Esto queda ratificado en la Quinta Conferencia Internacional Americana, celebrada en
Santiago de Chile en 1923, donde además se señala que los censos debieran contemplar “datos
sobre la población de hecho y, si es posible, también sobre la de derecho del país, y de cada una
de sus circunscripciones territoriales y entidades de población, clasificándose a los habitantes a
lo menos por sexos, edad, estado civil, nacionalidad, instrucción y medios de vida o profesión”.
Se añadía, además, la necesidad de compartir los criterios entre las oficinas estadísticas de los
países latinoamericanos, “como el mejor medio de propender a la uniformidad de los
procedimientos”, para que “los progresos alcanzados en cada país puedan ser aprovechados por
los demás del Continente”38.
c) Recomendaciones hechas por una Comisión Técnica de la Sociedad de Naciones,
reflejados en el caso específico de la ocupación en una “Clasificación de la población activa”39
35 Para este estudio se han analizado los resultados de los censos de población realizados en la ronda de 1940 de Argentina
(1947), Perú (1940), Brasil (1940), Colombia (1938), Cuba (1943), México (1940) y España (1940).
36 Estos elementos quedan resguardados en el Decreto N ° 483 de marzo de 1940, que consigna los deberes y obligaciones de
los empadronadores: “Los habitantes de la República, sin ninguna excepción, precisaba el decreto, están obligados a suministrar
los datos que les sean solicitados por los empadronadores’, agregando que éstos serán secretos y que su publicación o divulgación
queda absolutamente prohibida, como así mismo hacer preguntas por parte de los empadronadores que no estén consultadas en
los formularios. Sólo en caso de duda acerca de la edad, se podrá pedir comprobación de ella”, publicado por “El Mercurio” de
Santiago, el mismo jueves 21 de noviembre y recogido por Jorge Pinto Rodríguez, op. cit. p. 99.
37 Acta de la Cuarta Conferencia Internacional Americana, Buenos Aires, 12 de Julio - 30 de agosto de 1910. En Secretaria de
Relaciones Exteriores de México, Conferencias Internacionales Americanas 1889 – 1936. Recopilación de Tratados y otros documentos, 1990,
p. 210.
38 Acta de la Quinta Conferencia Internacional Americana, Santiago de Chile, 25 de marzo - 3 de mayo de 1923. En Secretaria
de Relaciones Exteriores de México, op. cit, pp. 272 - 273.
39 El aporte de la Sociedad de Naciones es destacado en la publicación de los resultados del Censo de Brasil de 1940 y el Censo
de Colombia de 1938. Ver para esta última experiencia, el trabajo de Victoria Estrada “¿Cuántos somos? Una historia de los
censos civiles y de la organización estadística en Colombia en la primera mitad del siglo XX”, Revista Historia Crítica, Universidad
de Los Andes, Colombia, N ° 64, abril – junio 2017, pp. 141 – 160.
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d) Por último, durante esta época se crea el Instituto Interamericano de Estadística (IASI),
fundado el 12 de mayo de 1940, con sede en Washington D.C. y donde también se compartirán
recomendaciones entre las oficinas estadísticas de la región40.
Si bien estas orientaciones y recomendaciones propendían a la colaboración entre los países
latinoamericanos en sus experiencias censales, no existía un formato estándar para la publicación y la
entrega de los resultados de los censos durante este período. Es decir, existían los códigos y estándares
de aplicación, pero no un patrón homogéneo o sistemático de publicación de los resultados.
Por ello, cabe preguntarse, cómo se gestó que, en el caso chileno, dentro del listado detallado de la
categoría “ocupación” que se ofrece en sus resultados, se incluya dentro de los oficios a las meretrices41.
Debemos considerar que Chile fue el único país hispanoamericano de la Ronda de Censos de 1940, que
incluyó esta categoría en el listado de ocupaciones, y que además lo publicó en sus resultados.
Este dato ha sido comprobado revisando la Ronda de Censos de 1940, de Perú (1940), Argentina
(1947), Brasil (1940), Colombia (1938), Cuba (1943), México (1940) y España (1940), donde hemos tenido
acceso a la clasificación estandarizada de códigos por ocupación para aplicar en el sistema de Hollerith.
Si bien Perú y Chile, fueron los dos países que consideraron en su clasificación de ocupaciones a las
prostitutas (caso peruano) y meretrices (caso de Chile), Chile fue el único país de la región que publicó
ese dato, porque en el caso peruano, si bien fueron contabilizadas, su número quedó subsumido en la
estadística general bajo la categoría de “ocupaciones remuneradas no clasificadas”, que incluía, además, a
la ocupación de “mendigo”42.
Esta información es de la mayor relevancia, porque nos lleva a concluir que, en el caso de Chile,
existió una decisión y voluntad política de contabilizar y visibilizar a las meretrices. Técnicamente, todos
los países estaban en condiciones de hacer esta medición, dado que habían implementado los códigos de
clasificación de ocupación para la utilización del sistema Hollerith, pero solo Chile optó por ello.
Por otro lado, la Comisión Censal en Chile no utilizó la palabra prostituta para incorporarla XI Censo
de Población, sino que se buscó un concepto menos estigmatizado, aunque altamente generizado. Porque
el término meretriz tiene una connotación de género implícita que se refiere, específicamente, a una
ocupación femenina, tal como son consideradas en este mismo censo modistas, costureras o niñeras,
ocupaciones en las cuales sólo se desempeñaban mujeres, siendo inexistente el registro de varones.
Soledad Chávez, experta en lexicografía, ha expresado que el concepto de meretriz tiene una historia,
que surge en la época clásica como “meretrix” y que significaba “la que se gana la vida ella misma,
asalariada”, y que ya en el siglo XIII, se encontraba en el vocabulario en español, con un valor idéntico,
pero de tipo más bien literario y formal43, siendo asociado a la presencia de las mujeres en el espacio
público.
En este sentido, que el concepto de prostitución haya sido reemplazado por el de meretriz, puede
obedecer a varios factores, ya sea porque “meretriz” era un concepto utilizado en la época de estudio
40 Jenny Monsalve Neira, op. cit., p.127. También es interesante revisar la ponencia de Roberto Vergara “Los Censos de Población
en Chile”, presentada en el Congreso en que se funda IASI, la cual es recogida en la publicación del Departamento de Estado
de EE. UU, Proceedings of the Eighth American Scientific Congress, Vol. VIII Statistics, Washington D.C., 1943.
41 Rolando Mellafe Rojas, en el análisis del Censo de 1952 puntualiza: “En el lapso cronológico 1920-1940, Chile vuelve a
incorporarse a la realización de censos decenales, que, si bien se efectuaron bajo los acuerdos internacionales de los años 1910 y
1923 a que nos hemos referido, carecían, sin embargo, de una metodología censal uniforme que permitiera la comparabilidad
internacional de los datos obtenidos”, Xll Censo General de Población y I de Vivienda. Levantado el 24 de abril de 1952, Tomo I. p. 32
42 República de Perú, Censo Nacional de Población y Ocupación 1940, Primer volumen, resúmenes generales, Lima, Editorial Ministerio
de Hacienda y Comercio, 1944, p. 638
43 Soledad Chávez, “Apéndice. Acerca de prostituta, meretriz, puta y ramera”, en Melissa Gira Grant, Haciendo de puta. La labor
del trabajo sexual, Santiago, Editorial Pólvora, 2016, p. 143-144
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para referirse de manera formal a las prostitutas, o porque la palabra prostituta remontaba a una imagen
vinculada más bien con la sexualidad, el vicio, la inmoralidad y el libertinaje, y no con el mundo del
trabajo, el que obviamente tenía otros valores adscritos, como el esfuerzo, la responsabilidad y la
honradez; por lo tanto, el uso de la palabra prostituta pudo resultar inapropiada si se le quería dar a la
prostitución la connotación de trabajo asalariado u “ocupación” remunerada, siendo plausible que el uso
de la palabra “meretriz” fuese una forma de disminuir el impacto que su inclusión en el censo podría
haber provocado en la sociedad chilena.
Clasificación de la variable ocupación: las claves del sistema Hollerith
En el campo de lo técnico, un factor fundamental para considerar la particularidad de que el censo
chileno de 1940 haya visibilizado la categoría “meretrices” dentro de la variable Ocupación, es que en
esta época ya se utilizaba el sistema de procesamiento de datos a través de máquinas Hollerith44.
Fue en el Censo de 1930 que se introdujo el sistema Hollerith de procesamiento de datos, el que se
utilizó hasta mediados de los sesenta. Este modelo facilitó el proceso de digitación de los cuestionarios y
el análisis de los datos obtenidos, traduciendo a un código cada una de las ocupaciones recogidas en el
censo, las cuales se unificaron en un manual de codificaciones. Esto llevó a generar un listado, una especie
de nomenclatura nacional de ocupaciones, que permitió clasificar lo que haya sido declarado por la
población empadronada.
La forma en que esta clasificación se llevaría a cabo fue explicada de forma explícita a la población a
través de la prensa:
Los datos obtenidos irán a máquinas cuyo origen se debe a Herman
Hollerith, director del Departamento de Censos en Estados Unidos, quien
imaginó escribir cifras elegidas convencionalmente para cada caso que
arroja la cédula o padrón. Digamos, por ejemplo, para la de zapatero la
cifra 125 y así, otras para sexo, país, estudios, etc. Por medio de
perforaciones en una tarjeta de tamaño invariable y en columnas
debidamente dispuestas, las máquinas van trabajando los datos del padrón,
y de ahí que el sujeto se convierte en un simple número, desapareciendo
como individuo.45
La definición del listado de ocupaciones y sus claves de codificación dependía, entonces, de una
decisión técnica, pero también pasaba por una ratificación de las autoridades políticas del censo. Ambas
instancias debían concordar cómo se clasificaría la información levantada. Esto se desprende a partir de
lo señalado por Rolando Mellafe, en la introducción del Censo de 1952, al referirse a la confección del
Código de Claves y el Manual del Codificador:
Una tarea en que entra en parte el criterio personal, como ésta, es siempre
objeto, además, de la vigilancia estrecha de las instancias directivas del censo,
desde el jefe de la sección hasta la Secretaría General y los órganos
consultivos de ésta. La labor codificadora sólo termina con la ‘reducción a
clave’ de la integridad de los datos del censo. Analizado por todos los
44 Jenny Monsalve Neira, op. cit., p.130 - 131.
45 El Mercurio de Valparaíso, jueves 28 de noviembre de 1940, citado por Jorge Pinto Rodríguez, op. cit. p. 103.
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conceptos que entran en juego en la cédula, el dato es convertido en el signo
específico que le corresponde en la clave. Las cédulas, así interpretadas, son
sometidas a revisión, para asegurar la aplicación correcta del código y evitar
los más frecuentes errores, por tergiversación u omisión. El material,
entonces, queda listo para la perforación de las tarjetas con las cuales se
tabulan los datos. Las normas que corresponden a esta función fueron
rigurosamente aplicadas, y la sección fue constantemente atendida por los
órganos directivos y técnicos del censo y de la administración estadística46.
Por tanto, y como hemos venido señalando, para cuantificar a las meretrices, tuvo que existir el
consenso técnico y político de la necesidad, primero de contabilizarlas, segundo, de registrarlas, y tercero,
de reconocer su oficio como un trabajo remunerado, publicándolo en los resultados del censo. El
establecimiento de este consenso técnico y político se ampara en la característica que comparten todos
los censos modernos, y es que deben cumplir con criterios estandarizados para la preparación, el
levantamiento y la publicación de resultados. Las preguntas del cuestionario censal, la sistematización de
sus datos, la codificación de sus categorías y la publicación de sus resultados: todo obedece a un diálogo
y un consenso entre lo político y lo técnico, porque en cada una de las instancias mencionadas debe
cumplirse con los estándares internacionales. Sin este consenso político y técnico, habría sido imposible
levantar la categoría “Meretrices” y publicar sus resultados. Y si bien el censo de 1940 es una fuente
incompleta e imperfecta, es a partir de las experiencias previas y posteriores nacionales, y de las
experiencias contemporáneas extraídas de la ronda de censos de la década de 1940, que hemos podido
trazar y establecer su situación dentro de aquella ronda censal.
En la publicación de los resultados del Censo de 1940, el listado detallado de ocupaciones aparece a
contar de la página 200, desagregado por sexo, provincia y comuna. Las “meretrices” aparecerán
registradas como 2.025 a nivel nacional, y como se aprecia en la Tabla 2, todas son mujeres.
Tabla 2
Meretrices censadas por Provincia. Censo 1940
Provincia Hombres Mujeres %
Provincia de Tarapacá 0 50 2,44
Provincia de Antofagasta 0 113 5,53
Provincia de Atacama 0 82 4,01
Provincia de Coquimbo 0 21 1,02
Provincia de Aconcagua 0 31 1,51
Provincia de Valparaíso 0 435 21,48
Provincia de Santiago 0 348 17,03
Provincia de O’Higgins 0 76 3,72
Provincia de Colchagua 0 16 0,78
Provincia de Curicó 0 36 1,76
Provincia de Talca 0 45 2,20
Provincia del Maule 0 01 0,04
Provincia de Linares 0 41 2,00
Provincia de Ñuble 0 65 3,18
Provincia de Concepción 0 127 6,21
Provincia de Arauco 0 9 0,44
46 Rolando Mellafe Rojas, Xll Censo General de Población y I de Vivienda, Levantado el 24 de abril de 1952, Tomo I, pp. 79-80
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Provincia de Bío-Bío 0 21 1,02
Provincia de Malleco 0 43 2,10
Provincia de Cautín 0 184 9,00
Provincia de Valdivia 0 70 3,42
Provincia de Osorno 0 60 2,93
Provincia de Llanquihue 0 17 0,83
Provincia de Chiloé S/I S/I S/I
Provincia de Aysén 0 12 0,58
Provincia de Magallanes 0 122 5,97
Total País 0 2.025 100%
Fuente: XI Censo de Población. Recopilación de cifras publicadas por la Dirección de
Estadística y Censos, Roberto McCaa (Recopilador), Centro Latinoamericano de
Demografía, CELADE, Santiago de Chile, 1969.
Cabe preguntarse cuáles fueron las formas en que las mujeres dieron cuenta de su ocupación al
empadronador en el levantamiento censal, es decir, bajo qué concepto declararon su labor. Es probable
que no haya sido “meretriz”, sino que una de las varias otras maneras de referirse a esta ocupación en el
lenguaje popular, como “ganar con el cuerpo”47, o comercio sexual, por ejemplo, las cuales quedaron
simplificadas en el listado de nomenclaturas de ocupación bajo este concepto “técnico”.
Por los antecedentes técnicos ya expuestos, resulta evidente que la presencia excepcional de la
categoría “meretrices” en el Censo de 1940, tanto en relación a las experiencias censales chilenas, así
como también en comparación con la información levantada y publicada por los otros censos del
continente, pasó por una decisión consciente de los técnicos de la Dirección General de Estadística de
Chile de incluir esta variable en la sistematización de datos del período específico, asignándole un código
de entrada en la cédula censal, y a una confirmación política de las autoridades de la Institución.
La política social humanista del Frente Popular
en la Comisión Nacional Censal en 1940
Como hemos venido señalando, la construcción de un censo y el levantamiento de la información
responde tanto a criterios técnicos como políticos. En este sentido, podríamos decir que la Comisión
Nacional Censal representaba el ámbito político del censo, y que la Comisión Técnica, era la que
implementaba y ponía en marcha el trabajo práctico. No obstante, ambas comisiones trabajaban de
manera articulada y coordinada, es decir, las decisiones políticas debían tener una argumentación técnica,
y las decisiones técnicas debían tener un respaldo político.
En Chile, la Comisión Nacional que dirigió el Censo de 1940, estuvo compuesta por el “Director
General del Censo, señor Emilio Rodríguez Mendoza. Secretario General, don Alberto Parry Orrego.
Contador, don Roberto Gallegos Torres. Jefe de Propaganda, don Héctor Acosta Martínez Secretario de
Actas, don Carlos Bárrales Escobar”48. Para efectos de esta investigación es relevante destacar que el
Director General de Estadística y presidente de la Comisión Nacional Censal, era un escritor. Emilio
Rodríguez Mendoza, fue novelista, periodista y ensayista, militante del Partido Radical, y Director General
47 Así se ha evidenciado en numerosas causas judiciales por prostitución de la primera mitad del siglo XX en Chile. Ver: Archivo
Nacional de Chile, Causas Judiciales Santiago: caja N° 1269, expediente 13, año 1913; caja N° 948, expediente 1, año 1908; caja
N° 1328, expediente 30, año 1916; Archivo Nacional de Chile, Intendencia de Santiago, Vol. 866, 1934, “había ido a Cartagena
a pasear y no a ganar con su cuerpo…”
48 Tribuna, Órgano oficial de la Juventud Radical de la Primera Comuna, Año 1, N° 1, junio de 1940, p. 1
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de Estadística entre 1939 y 1941. Tuvo una destacada vida política, siendo secretario diplomático ocupó
el cargo de Embajador en Bolivia en 1919, fue embajador de Chile en Madrid en 1928 y, entre 1930-1938
Senador representante del Partido Radical en Santiago. Por tanto, era una persona comprometida con el
proyecto político social y humanista del Frente Popular, porque además de militante, él era un cronista
literario comprometido con el cambio social.
En este sentido, su obra literaria se destacó por denunciar y criticar los conflictos sociales de
comienzos del siglo XX. En su novela “Como si fuera ahora” de 1929, relataba la crisis social de la
República, haciendo un duro ataque a la decadencia política, así lo señalaba:
Creía hacer una tarea de profilaxis pública y trataría por todos los medios a
mi alcance de precipitar la huida del poder de los personajes de decadencia
que no habían llevado a la altura sino una mole de pesada materialidad,
negación inerte de todo lo que vibra o siente. He ahí los arquetipos de la
situación y era en ellos donde yo quería hincar mi pluma, que nunca fue cosa
apta para intrigas, sino instrumento de arte y combate.49
Si el Censo de 1940 estuvo en manos de un literato frente populista ¿pudo esto afectar en lo que se
percibía y registraba como importante para la sociedad? No dudamos que Emilio Rodríguez Mendoza,
como sujeto social inserto en el mundo “real”, debió verse influenciado por esta nueva construcción
social y colectiva, que se hacía desde el mundo de lo político hacia la literatura y el mundo humanista,
respecto de los sectores populares en general y de la prostitución en particular, es decir, visibilizar el
comercio sexual como una estrategia de subsistencia de las mujeres en las ciudades, como un trabajo u
ocupación que permitía a muchas llevar el sustento a su hogar, por lo que, probablemente, y atendiendo
a su sensibilidad de escritor y que militaba en el Partido Radical, fue más perceptivo y receptivo, y menos
resistente, a la necesidad de incluir al comercio sexual dentro de la fuerza de trabajo en la cédula censal.
No sabemos si fue el propio Rodríguez Mendoza quién sugirió incluir a las prostitutas en el censo, o si
fue su colega, el economista de la Universidad de Chile, Alberto Parry, u otro miembro de la Comisión
Nacional Censal, pero lo cierto, es que debió existir un consenso entre las comisiones política y técnica
para entregar un código censal a las meretrices. En definitiva, Emilio Rodríguez Mendoza como Director
General del Censo, se pudo haber opuesto a esta iniciativa, y no lo hizo, es más probable que la apoyara
y promoviera.
Imagen 1
Fuente: Revista Hoy, Año IX, N° 469, Santiago de Chile, 14 de noviembre de 1940, p. 9
49 Emilio Rodríguez Mendoza, “Como si fuera ahora”, p. 4. Citado por Víctor M. Valenzuela, Cuatro escritores chilenos, Editorial
Las Américas Publishing Co., New York, 1961, p. 63
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Esta acción censal es relevante, por cuanto, para quienes estudiamos la prostitución en Chile, representa
un acercamiento de la ocupación en el comercio sexual al reconocimiento de ésta como un oficio por
parte de las instituciones del Estado. Este es un deslizamiento de sentido que transitaba desde lo moral a
lo laboral, que tuvo que ver con una nueva visión y organización del mundo, gracias a los movimientos
sociales populares del siglo XX, los que a partir de una identidad de clase y organización política, fueron
conformando una identidad característica del grupo obrero trabajador, identidad que se articulaba en la
lucha de clases, y de la cual la prostitución también se nutriría, como grupo representativo de la
subordinación a la que fueron sometidas las mujeres de escasos recursos en los centros urbanos, en post
de alcanzar un ingreso económico para sobrevivir.
Si el censo era un llamado a la “realidad”, entonces la prostitución, en su calidad de trabajo
remunerado, comenzaba a ser reconocida oficialmente como parte importante en el escenario proletario
de la realidad nacional, trasladándose, desde la periferia al centro, siendo considerada como parte a la
economía nacional.
Es por ello que el dato censal de 1940 es de la mayor relevancia, por cuanto nos ofrece, igual que
una fotografía, y en palabras de Lucrecia Dattoli “… La imagen exacta de lo que somos y cómo vivimos,
en un instante dado.”50
Imagen 2
Fuente: Tribuna, Órgano oficial de la Juventud Radical de la Primera Comuna, Año 1, N° 1, junio de 1940, p. 10
Este censo, por tanto, nos muestra una imagen de la sociedad chilena, donde la prostitución
comenzaba a reconocerse y validarse institucionalmente como parte del grupo económicamente activo,
aunque esto no borraba los estigmas sociales de las prostitutas, es decir, la prostitución tenía un
reconocimiento económico, pero no reconocimiento social51. Este traslado de las realidades proletarias
al mundo político tendrá mucho que ver con la estrecha unión del Frente Popular con el mundo
proletario, literario e intelectual, lo que fue un aliciente para que muchos hombres de letras llegasen a
ocupar importantes cargos clave en el gobierno de Pedro Aguirre Cerda.
50 Lucrecia Dattoli Bravo. Manual Censal, Santiago, INE, 2002. [Citado el 17-03-2011]. Disponible en:
http://www.ine.cl/canales/chile_estadistico/censos_poblacion_vivienda/censo2002/manual_censal/pdf/manualcensal.pdf
51 Erwin Gofman, Estigma: La identidad deteriorada, Argentina, Amorrortu editores, 2006; Dolores Juliano, La prostitución. El espejo
oscuro, España, Icaria, Institut Catala d’Antropología, 2002.
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Conclusiones
A la luz de los antecedentes expuestos, nos resulta evidente que la inclusión de las prostitutas en el
Censo de 1940 fue parte de un proceso político y cultural, que hemos identificado como el proyecto de
humanismo social del Frente Popular, que tuvo sus antecedentes en los movimientos sociales del naciente
siglo XX, y que cobraron fuerza como cuerpo político mayoritario en el nuevo gobierno de la coalición
de centro izquierda.
La inclusión de la prostitución en el censo fue, a nuestro juicio, una forma de resistencia contra
hegemónica a lo que se había venido haciendo en Chile en el campo de las políticas públicas, es decir,
una forma de visibilizar las formas de vida y subsistencia en las ciudades, alejadas de las políticas de
caridad y de las connotaciones morales que se le había dado al comercio sexual hasta ese momento. La
prostitución siempre fue tratada como un tema sanitario-sexual, producto de la transmisión de
enfermedades venéreas lo que se asociaba directamente a la degeneración de la población, o como un
tema moral desde la caridad cristiana, donde las prostitutas eran tratadas más como víctimas del destino,
que como personas con derechos. En cambio, en el Censo de 1940, por primera vez se las sacó de esas
dos dimensiones o categorías dominantes, para ser tratadas como trabajadoras, lo que significó un salto
cualitativo respecto de las representaciones sociales dominantes, que provenían principalmente desde la
elite.
El Censo de 1940, por tanto, también fue un lugar de batalla política, donde quedó plasmada la visión
de la sociedad que tenía el Frente Popular, una visión amplia, donde había lugar para todos los oficios,
incluso aquellos que habían sido considerados innobles o inmorales, pero que ahora eran reconocidos
como parte de la experiencia de vida de las mujeres en las ciudades, y como parte de sus múltiples
estrategias económicas de subsistencia.
El rol desempeñado por Emilio Rodríguez Mendoza, creemos fue fundamental para traspasar ese
criterio político y social a la Comisión Nacional del Censo. Su rol como miembro del Partido Radical y
además como hombre del mundo de las letras, aventuramos, fue promotor de una visión y perspectiva
social y política más amplia de lo que se debía incluir en el censo, siendo éste una herramienta que debía
reflejar la realidad nacional, y en esa realidad se encontraban, desde siempre, las prostitutas.
A pesar de este paso adelante, no podemos dejar plantear la interrogante, de por qué se dejó de
incluir la prostitución en los siguientes censos. Desde el punto de vista de lo político, podríamos
mencionar que ninguno de los otros gobiernos del Frente Popular, estuvo tan comprometido con el
cambio social, como el de Pedro Aguirre Cerda. El Censo de 1952 se realizó bajo el mandato de Gabriel
González Videla, quien había entrado en abierto conflicto con el Partido Comunista, dando un giro
conservador a la línea política original del Frente Popular. Creemos que esto pudo influir en el cambio
del criterio censal.
Desde el punto de vista cultural, la historia nos ha enseñado que los procesos de cambio de las
mentalidades y de las construcciones sociales que le dan sentido al orden social, son lentos, y que para
que una idea asentada profundamente en las creencias sociales cambie, es necesario que esta se agote o
entre en crisis, es decir, que ya no cuente con el respaldo de la sociedad para reproducirse, provocando
una pérdida de sentido social con respecto a su representación.
Entonces, podríamos decir que los cambios observados a nivel político e intelectual por los partidos
y grupos de vanguardia que apoyaban la política social humanista del Frente Popular respecto de la
prostitución no lograron permear los grandes consensos sociales, sanitarios y morales que acompañaban
al meretricio. Y si bien hubo un intento bajo la política social humanista del Frente Popular de iniciar un
proceso de revalorización del proletariado urbano y, en ese camino, también de la prostitución, esta no
llegó a provocar transformaciones profundas en la sociedad de la época, de espíritu más bien conservador.
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El Censo de 1940 puede ser interpretado como un camino inicial por cambiar la perspectiva respecto
del lugar que ocupaba la prostitución en la sociedad chilena y en la vida de muchas mujeres, siendo un
avance en el sentido que logró movilizar, por primera vez, la imagen de la prostitución desde la
victimización o la inmoralidad, al reconocimiento formal y oficial de un trabajo asalariado.
Bibliografía
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El censo 1940 en Chile. Las meretrices.

  • 1. 49, junio 2020 4241-4261 4241 El censo de 1940 y la política social humanista del Frente Popular: el reconocimiento de las meretrices como trabajadoras. The 1940 census and the social humanist policy of the Popular Front: the recognition of prostitutes as workers. Ana Carolina Gálvez Comandini* Jenny Monsalve Neira** Resumen: El presente artículo busca analizar los motivos que promovieron que en el XI Censo de Población realizado en 1940 en Chile, se incluyera por primera y única vez a las prostitutas dentro de las ocupaciones, bajo la categoría censal de “meretrices”. Se plantea que esto se logró gracias a la política social humanista del Frente Popular, la que fue apoyada por el mundo intelectual, en busca de la reivindicación política, social y económica de los sectores populares. En este último aspecto, se determina que el Director Nacional de Estadística tuvo un rol clave en este proceso, ya que era un reconocido literato. Palabras clave: prostitución, censo, Frente Popular, humanismo social. Abstract: This article seeks to analyze the fundaments for the inclusion, for the first and only time, of prostitutes in Chile's XI Census of Population, under the category "meretrices". This decision could have been based on the humanist social policy of the Frente Popular (Popular Front), which was supported by the intellectual world, lying on the political, social and economic promotion of the popular sectors. Finally, it establishes that National Director for Statistics played a main role in this process, since he was a renowned writer. Keywords: prostitution, census, Popular Front, social humanism. Recibido: 12 diciembre 2019 Aceptado: 5 abril 2020 Introducción El 28 de noviembre de 1940, en el primer gobierno de la coalición de centroizquierda llamada Frente Popular, y bajo la presidencia de Pedro Aguirre Cerda, se llevó a cabo el XI Censo de Población de Chile. Este censo ha representado un hito con respecto al tratamiento que se le venía dando al tema de la * Chilena, autora principal, Dra. en Historia, especialidad historia de las mujeres y de la prostitución, Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación. ** Chilena, autora secundaria, Licenciada en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile. Actualmente, en desarrollo de Tesis de Magíster en Historia, Universidad Andrés Bello. Autora de “Retratos de nuestra identidad: los censos de población en Chile y su evolución histórica hacia el Bicentenario” (INE, 2009).
  • 2. 49, junio 2020 4241-4261 4242 prostitución1 en el país, su representación y la posición que ésta ocupaba dentro de la organización social, ya que, a diferencia de los censos previos y de los posteriores, el Censo de 1940 se caracterizó por considerar a las prostitutas, en calidad de “Meretrices”, en el recuento de “Habitantes del país según ocupación y sexo”, cuantificando a nivel nacional 2.025 mujeres meretrices versus 0 varones en el mismo oficio. El Censo de 1940 consideró por primera vez, y de manera oficial, al comercio sexual femenino como una forma recurrente y habitual de las mujeres para ganarse la vida, es decir, como un trabajo, a través de la visibilización y conteo de una actividad altamente feminizada y estigmatizada en las ciudades. A partir de esta evidencia, es que este artículo se propone estudiar cuáles fueron las condiciones históricas, políticas y culturales que promovieron el reconocimiento y la incorporación de las prostitutas como fuerza de trabajo en las estadísticas oficiales, cuáles fueron los actores claves de este proceso y la forma en que este se llevó a cabo. Proponemos que la política social humanista del Frente Popular, que se estructuró a través de un discurso contra hegemónico respecto de las “vidas mínimas” de los sectores populares, otorgó preponderancia a las condiciones sociales que generaban la pobreza, por sobre el determinismo biológico, apoyado en teorías degeneracionistas de la población que se venían promoviendo en Chile desde el siglo XIX2. Creemos, que esta visión política, tuvo influencia en el cambio de criterio respecto de la inclusión de la prostitución en el Censo de 1940. Producto de esta influencia humanista en el nuevo gobierno, podemos mencionar, además, que algunos intelectuales del mundo de las letras ocuparon cargos públicos claves en este proceso, como el novelista, periodista y ensayista Emilio Rodríguez Mendoza, quien fue el Director General de Estadística, entre 1939 y 1941. En este sentido, el Censo de 1940 ha representado un desafío metodológico, ya que, a diferencia de otros censos, este se encuentra incompleto. No obstante, Chile, al igual que los demás países de América Latina, era miembro de la Unión Panamericana que, a través de las Conferencias Internacionales Americanas, promovió desde 1910 entre sus miembros, la homogenización de criterios y categorías estadísticas que permitiesen establecer comparaciones entre los países. Los censos fueron parte de esta política. Por tanto, para complementar la información sobre Chile, hemos recurrido a estudiar la Ronda de Censos de Población de otros países de la región. Por otra parte, los estudios sobre censos de población realizados en Chile durante el siglo XX todavía son escasos y por lo general se centran en el análisis de sus resultados enmarcados en la historia del país. En la última década, visualizamos dos investigaciones que abordan este tópico desde la Historia: la primera es “Retratos de nuestra identidad: los censos de población en Chile y su evolución hacia el Bicentenario”, realizada por Jenny Monsalve Neira desde el Instituto Nacional de Estadísticas3. Este trabajo contempla los más de 200 años de tradición censal en el país, estableciendo la relación entre la operación censal y el proceso de construcción de identidad nacional en Chile, la historia del INE como la institución encargada de las estadísticas del país, además de dar cuenta del avance técnico a lo largo del tiempo y cómo éste fue influyendo en el perfeccionamiento de este instrumento. El segundo trabajo es “Los censos chilenos del siglo XX” por el Premio Nacional de Historia del año 2012, Jorge Pinto 1 Los conceptos prostituta y prostitución fueron los utilizados regular y corrientemente para referirse al comercio sexual en Chile en el periodo estudiado, y en este trabajo los usamos en ese sentido. Reconocemos que actualmente estos conceptos representan una categoría estigmatizadora para el movimiento de trabajadoras sexuales que buscan el reconocimiento social, legal e institucional a su forma de ganarse la vida. 2 Marcelo Sánchez, “La teoría de la degeneración en Chile (1892-1915)”, Historia (Santiago), V. II, N° 47, julio-diciembre 2014, p. 375-400 3 Jenny Monsalve Neira, Retratos de nuestra identidad. Los censos de población en Chile y su evolución hacia el Bicentenario, Instituto Nacional de Estadísticas, Santiago, 2009.
  • 3. 49, junio 2020 4241-4261 4243 Rodríguez4, que analiza cada uno de los censos realizados específicamente entre 1907 y 1992, en cuanto a su preparación y resultados. Hasta la publicación de estos trabajos, entonces, los estudios más exhaustivos sobre la metodología y la operación del censo de 1940 provenían de fuentes: el prólogo de Rolando Mellafe Rojas al censo de 1952, titulado “Reseña de la historia censal del país”5 y el estudio de Robert McCaa de 1976, que finalmente es el único que reproduce los datos obtenidos en el censo que analizamos en este artículo y que termina finamente siendo referido como “Chile. XI Censo de 1940”6. Poder configurar el escenario en que se efectúa el Censo de 1940 en nuestro país requirió abordar publicaciones contemporáneas donde se da cuenta de la preparación de la operación censal y cómo ésta se enmarca en las otras experiencias censales que casi simultáneamente se realizan en el resto del continente, lo que constituye la llamada Ronda de los Censos de 1940 en Latinoamérica, así como los lineamientos emanados de las conferencias estadísticas internacionales, que busca la estandarización de los criterios de operación y procesamiento de información levantada en los censos. Por último, es importante destacar los estudios específicos sobre los censos y la información que éstos proveen sobre las mujeres y el mundo femenino. En este aspecto, el artículo de Elizabeth Quay Hutchison, “La historia detrás de las cifras: la evolución del censo chileno y la representación del trabajo femenino, 1895-1930”7, es un hito que ha propiciado una mirada hacia esta área, lo que posteriormente será profundizado por la misma autora en “Labores propias de su sexo. Género, políticas y trabajo en Chile urbano 1900-1930”8 (2006) y recogido por Lorena Godoy Catalán, Ximena Díaz Berr y Amalia Mauro Cardarelli en “Imágenes sobre el trabajo femenino en Chile, 1880-2000”9. Sin embargo, aún queda pendiente el análisis sobre la construcción hegemónica de categorías en la confección del cuestionario censal y sus clasificaciones, sobre todo, considerando la década de 1940 en adelante. Es en este contexto que nos interesa indagar en las políticas censales, para establecer en qué medida la política social humanista del Frente Popular influyó en la inclusión de la prostitución en el Censo de 1940. Para responder estas preguntas, realizaremos un análisis del Censo de 1940 en dos dimensiones: 1) desde el punto de vista la construcción técnica y metodológica del instrumento censal, y 2) desde el punto de vista de las decisiones políticas que acompañaron dicha construcción. En este sentido, establecemos que ambas dimensiones son inseparables, puesto que, tanto lo que se incluye, como lo que se omite, son elementos representativos de lo que se considera políticamente relevante de medir en una sociedad determinada. 4 Jorge Pinto Rodríguez, Los censos chilenos del siglo XX, Universidad de La Frontera y Programa de Estudios y Documentación en Ciencias Humanas, Temuco/Osorno, 2010. 5 Rolando Mellafe Rojas, Xll Censo General de Población y I de Vivienda, Levantado el 24 de abril de 1952, Tomo I. 6 Robert McCaa, Chile XI Censo de Población (1940). Recopilación de cifras publicadas por la Dirección de Estadística y Censos, Santiago, Centro Latinoamericano de Demografía (CELADE), 1976 7 Elizabeth Quay Hutchison, "La historia detrás de las cifras: la evolución del censo chileno y la representación del trabajo femenino, 1895-1930", Revista Historia, N° 33, Pontificia Universidad Catolica de Chile, Santiago, 2000, pp. 417-434 8 Elizabeth Quay Hutchison, Labores propias de su sexo. Género, políticas y trabajo en Chile urbano 1900-1930, Santiago, Editorial LOM, 2006. 9 Lorena Godoy Catalán, Ximena Díaz Berr y Amalia Mauro Cardarelli, "Imágenes sobre el trabajo femenino en Chile, 1880- 2000”, Revista Universum, Nº 24, Vol. 2, Universidad de Talca, 2009, pp. 74-93
  • 4. 49, junio 2020 4241-4261 4244 Algunos antecedentes históricos de la prostitución en Chile previos al Censo de 1940 Desde el año 1931, con la dictación del Código Sanitario de carácter abolicionista, la prostitución autónoma o independiente estuvo permitida en el país, pero se castigaba la agrupación de mujeres en prostíbulos o casas de tolerancia10. Este dictamen, respondía tanto a cuestiones sanitarias, producto de la rápida e incontrolable propagación de enfermedades venéreas como la sífilis y la gonorrea (que en la época no tenían cura, puesto que aún no se descubría la penicilina), y también a una connotación moral, debido a que existía la creencia generalizada de que la prostitución estaba asociada directamente a actividades de “trata de blancas”11, es decir, a la explotación sexual de mujeres en manos de mafias nacionales e internacionales que las engañaban y obligaban a ejercer la prostitución. Se pensaba que la prohibición de las casas colectivas de prostitución inhibiría, o al menos disminuiría, el tráfico de mujeres. Lo cierto, es que la prostitución en Chile no estuvo realmente asociada a la “trata de blancas” por mafias nacionales o internacionales, puesto que, según las estadísticas de la Oficina de Casas de Tolerancia, y a estudios médicos y sanitarios de la primera mitad del siglo XX, aproximadamente el 97% de las prostitutas en el país eran nacionales, es decir, chilenas12, y la “trata de blancas” suponía el tráfico de mujeres desde Europa para explotarlas sexualmente fuera del viejo continente. No obstante, sí existía un circuito local que promovía la movilidad de las prostitutas chilenas entre burdeles y entre ciudades, sin embargo, no hemos encontrado en los archivos judiciales casos relevantes de redes locales organizadas para la trata o tráfico de mujeres en el periodo de 1890 hasta 1940, que nos puedan indicar que este era el principal eje articulador del comercio sexual en Chile. Es decir, la mayoría de las mujeres trabajaba por cuenta propia, o con algún proxeneta que administrara el negocio. A su vez, la mayoría de las mujeres que se dedicaron a la prostitución en Chile entre 1896 a 1936, provenían de los sectores populares, eran mujeres pobres, lo que se puede inferir de las estadísticas sanitarias y médicas, que indican que, en un porcentaje elevado, sus oficios anteriores estaban en los rubros peor remunerados, tal como se observa en la Tabla 1. Tabla 1 OCUPACIÓN ANTERIOR DE LAS PROSTITUTAS. AÑOS 1896-1897-1898-1899-1900-1914-1916-1919-1920-1926-1936. OCUPACIÓN 1896 1897 1898 1899 1900 1914 1916 1919 1920 1926 1936 Ninguna 81 46 78 74 63 48 268 222 166 44 - Su casa - - - - - - - - - 6 89 Servidumbre 353 199 110 99 75 62 124 43 53 35 106 10 La prostitución estuvo reglamentada en Chile entre 1896 y 1925 y prohibida entre 1925 y 1931. Ver: Ana Gálvez Comandini, “Lupanares, burdeles y casas de tolerancia: Tensiones entre las prácticas sociales y la reglamentación de la prostitución en Santiago de Chile: 1896-1940”, en Tiempo Histórico, Año 5, N° 8, 2014, pp. 73-92 11 Ana Gálvez Comandini, “Trata de blancas y proxenetas extranjeros en Chile: La amplificación del discurso internacional del victimismo en la prostitución. Estudio de caso, Santiago de Chile 1934”, Revista Historia UNISINOS, Vol. 22, N° 2, maio/agosto 2018, pp. 290-302 12 Ver: Elías Ascarrunz Vega, Base racional para el mejoramiento de la prostitución en Santiago, Memoria de Licenciatura de la Facultad de Medicina y Farmacia, Universidad de Chile, 1901, p. 14; Luis Prunés, La prostitución. Evolución de su concepto hasta nuestros días. El neoabolicionismo ante el nuevo Código Sanitario de Chile, Liga Chilena de Higiene Social, 1926, Imprenta Universo, p. 136; Hernán Moya Bravo, Contribución al estudio de la prostitución y del delito de contagio venéreo, Tesis para optar al título de Médico Cirujano de la Universidad de Chile, Santiago, Imprenta La Tarde, 1936, p. 28.
  • 5. 49, junio 2020 4241-4261 4245 Modista - - - - - - 28 38 46 3 - Costurera 295 194 149 100 90 45 70 56 87 6 16 Chalequera - - - - - - - - - 1 - Fabricana (obreras) 60 10 2 4 5 - - - - 3 15 Lavandera 139 74 22 30 20 25 13 8 6 6 - Cocinera - - - - - - 17 7 6 - - Hortelana - - - - - - - - - 1 - Estudiante - - - - - - - - - 4 - Vendedoras Ambulantes - - - - - - - - - - 19 Floristas 7 1 4 0 1 - - - - - Oficinistas - - - - - - - - - - 10 Telegrafistas - - - - - - 1 - - Cajeras - - - - - - - - - - 5 Profesora de Piano - - - - - - - 1 - - - Artistas de Teatro - - - - - - 4 - - - 3 Mecánica Dental - - - - - - - - 1 - - Ocupaciones indeterminadas - - - - - - 18 - - - - Sin datos - - - - - - - - - 12 - TOTAL 935 524 365 307 254 180 543 375 364 119 263 Fuente: Elaboración propia. Por tanto, el ejercicio de la prostitución fue una estrategia de subsistencia económica utilizada principalmente por las mujeres de los sectores pobres de las ciudades, y estuvo impulsada por las profundas desigualdades de clase y de género que existieron en Chile en la primera mitad del siglo XX, situación que llevó a estas mujeres a establecer la separación de la sexualidad del placer y de la familia, trasladándola desde el espacio privado doméstico al espacio público laboral, y estando este último vinculado directamente con el sistema de producción capitalista, llevó a que la prostitución, poco a poco, fuese adquiriendo una connotación laboral de la que no había gozado con anterioridad13. Esta información es relevante, pues nos permite aproximarnos al contexto y al perfil de las mujeres que ejercían la prostitución en Chile al momento del Censo de 1940, que, de acuerdo a estudios de los 13 Ver: Ana Gálvez Comandini, Subcapítulo de libro “Las políticas de la prostitución de los movimientos feministas en Chile a comienzos del siglo XX”, En, Manuel Loyola, Rolando Álvarez y Ana Gálvez, (editores), Mujeres y Política en Chile, siglo XIX y XX, Santiago, Ariadna Ediciones, 2019, Pp. 119-156; Ana Gálvez Comandini, “Trata de blancas y proxenetas extranjeros en Chile: La amplificación del discurso internacional del victimismo en la prostitución. Estudio de caso, Santiago de Chile 1934”, Revista Historia UNISINOS, Vol. 22, N° 2, 2018, pp. 290-302, 2018.
  • 6. 49, junio 2020 4241-4261 4246 médicos higienistas14, de la policía15 o inclusive de la oficina del trabajo16, eran mujeres jóvenes y pobres, que muchas veces alternaban el trabajo de costurera, lavandera o servicio doméstico con el de prostituta. Sin embargo, y a pesar de ello, la prostitución no fue considerada como parte de los oficios desarrollados por las mujeres para ganarse la vida en ningún censo hasta 1940, básicamente, por el estigma social del oficio, que estaba (y aún hoy lo está) asociado al deshonor femenino. Es decir, la prostitución representaba un atributo de desacreditación social17 tan potente para las mujeres, que impedía que sus actrices fueran reconocidas socialmente como trabajadoras. Gail Peterson dirá al respecto que “una prostituta se convierte así en alguien que vende su honra ofreciéndose a alquilar su cuerpo a cambio de una ganancia o con fines innobles, específicamente una relación sexual” 18, siendo esto, históricamente, un obstáculo primordial para alcanzar el estatus de trabajadoras.m No obstante el estigma moral del oficio, la prostitución tenía una connotación comercial que había comenzado a madurar con anterioridad al Censo de 1940, bajo el concepto de comercio sexual; expresión que encontramos en diversos textos vinculados a la administración del Estado, siendo el principal de ellos el Código Sanitario de 1931, que en su Libro II, Título III, párrafo 1 “De las enfermedades venéreas”, prohibía los prostíbulos, es decir, las casas colectivas de prostitución, pero permitía la prostitución aislada o independiente, denominándola como “comercio sexual”, y entendiéndola como prostitución en la cual no mediaba la trata de blancas, siendo, por tanto, consentida. El artículo 73 de dicho código señalaba que, “Para las personas que se dedican al comercio sexual, se llevará una estadística sanitaria, no permitiéndose su agrupación en prostíbulos cerrados o casas de tolerancia”19. Este párrafo, a nuestro juicio, implica el reconocimiento tácito de la autoridad sanitaria de que existían personas (principalmente mujeres, aunque no exclusivamente), que se ganaban la vida ejerciendo el oficio de prostituta. Este era el contexto previo al XI Censo de 1940. Al respecto, vale preguntarse, ¿cuál fue la influencia política del Frente Popular respecto de la inclusión de la prostitución en el Censo de 1940?, ¿cuáles fueron los elementos o criterios censales que cambiaron en 1940?, y por otra parte ¿este cambio a nivel censal representó un cambio a nivel social? Pasaremos a intentar responder estas preguntas. El Frente Popular y la política social humanista El año 1938 llegó al gobierno el Frente Popular, liderado por el Partido Radical, que según Collier y Sater “Entre la década de 1930 y comienzos de la década de 1960, el partido unitariamente más importante 14 Elías Ascarrunz Vega, Base racional para el mejoramiento de la prostitución en Santiago, Memoria de Licenciatura de la Facultad de Medicina y Farmacia, Universidad de Chile, 1901; Hernán Moya Bravo, Contribución al estudio de la prostitución y del delito de contagio venéreo, Tesis para optar al título de Médico Cirujano de la Universidad de Chile, Santiago, Imprenta La Tarde, 1936; Luis Prunés, La prostitución. Evolución de su concepto hasta nuestros días. El neoabolicionismo ante el nuevo Código Sanitario de Chile, Liga Chilena de Higiene Social, Santiago, Imprenta Universo, 1926 15 Humberto Reyes R., La prostitución. Contribución a su estudio relacionado con el servicio de Carabineros, Instituto Superior de Carabineros, Cátedra de Ciencia Policial, Santiago, Imprenta de Carabineros de Chile, 1941 16 Elena Caffarena y Elvira Santa Cruz, “Informe de las Inspectoras del Trabajo Srtas. Santa Cruz y Caffarena al Ministro del Trabajo y de la Previsión Social”, Dirección General del Trabajo, Boletín N° 24, Chile, 1926; Elena Caffarena, “El trabajo a domicilio”, Boletín Oficina del Trabajo, Año XIV, N° 22, Chile, 1924 17 Este aspecto ha sido ampliamente trabajado por Dolores Juliano y Gail Peterson, ver: Dolores Juliano, La prostitución: el espejo oscuro, España, Icaria, Institut Catala d’Antropología, 2002 y Excluidas y marginales. Una aproximación antropológica, España, Ediciones Cátedra, Universidad de Valencia e Instituto de la Mujer, 2010; Gail Peterson, El prisma de la prostitución, Madrid, Talasa Ediciones, 2000. 18 Gail Peterson, El prisma de la prostitución, p. 49 19 Código Sanitario, Decreto con Fuerza de Ley N° 226, Santiago 15 de mayo de 1931, Santiago de Chile, Talleres Gráficos de “La Nación” S.A. Agustinas 1269, 1935 pág. 23
  • 7. 49, junio 2020 4241-4261 4247 (y, en el verdadero sentido, el más popular) fue el Partido Radical, que combinaba un delicado equilibrio de intereses a menudo en conflicto”20. Si bien el triunfo en las elecciones fue estrecho (50,2%), fue gracias a la izquierdización de las bases populares del país que en 1938, el radicalismo, que históricamente había operado como un partido de centro, de equilibrio entre la izquierda y la derecha, esta vez actuando como péndulo ideológico (en palabras de Timothy Scully21), osciló hacía la izquierda, dando un golpe de timón a la política chilena al proclamar a Pedro Aguirre Cerda como su candidato presidencial, formando alianza política con socialistas, comunistas, demócratas y con organizaciones sindicales reunidas en la Confederación de Trabajadores de Chile. Esta alianza, dio impulso a un nuevo tipo de pensamiento social, que se sustentaba en el humanismo revolucionario de corte socialista, donde la lucha por la conquista de la dignidad humana, la igualdad y la libertad de los pueblos fueron su consigna principal, y que en el caso de Chile se articuló desde un proyecto desarrollista/promotor social. Tal como señala Bárbara Silva, “El punto en común era generar un proyecto nacional que se distanciara de la oligarquía, y que conllevara un proceso de transformación social que hiciera efectivas las demandas de actores que asumían progresivamente su rol político e intentaban ejercer sus derechos”22. El escenario internacional también fue gravitante en la conformación de la coalición de gobierno, puesto que tanto la Guerra Civil Española, como el avance del nazismo en Europa, promovieron movimientos de lucha antifascista en Europa y América Latina, que en Chile estuvieron liderados e impulsados por intelectuales de izquierda. El Partido Comunista se abrió a la posibilidad de establecer alianzas con el centro a partir de la necesidad de luchar contra un enemigo común, el fascismo23, acción que fue promovida a nivel internacional por la Komintern (en el marco de las resoluciones de su VII Congreso). Bajo este marco político, llegó al país un gran contingente de exiliados españoles republicanos, que venían imbuidos de un nuevo espíritu ilustrado por la izquierda antifascista. Un ejemplo icónico de esta situación fue la llegada del barco Winnipeg a Valparaíso el 3 de septiembre de 1939, con alrededor de 2.000 exiliados, que fue gestionada por el entonces cónsul en París encargado de la inmigración de los refugiados de la guerra civil española, el poeta comunista Pablo Neruda, durante el primer año de gobierno del presidente radical Pedro Aguirre Cerda24. Es así como el Frente Popular fue apoyado por una importante red de intelectuales humanistas que tenían un marcado interés por los temas sociales que afectaban a la población más pobre del país, y que veían en esta nueva alianza política la oportunidad de cambiar por primera vez la historia de las elecciones en Chile. La Sociedad de Escritores de Chile (1931) –SECH-, y la Alianza de Intelectuales de Chile para la Defensa de la Cultura (1937) -AICH-, también dieron su apoyo al Frente Popular y a su vez recibieron reciprocidad de parte la coalición política, la que los benefició con políticas culturales que reafirmaban el compromiso de la izquierda con la educación y el mundo intelectual. 20 Simon Collier y William Sater, Historia de Chile, 1808-1994, Madrid, Cambridge University Press, 1999, p. 212 21 Timothy Scully, Los partidos de centro y la evolución política chilena, Santiago, Cieplan-Notre Dame, 1992. 22 Bárbara Silva, “La espacialidad y el paisaje en las representaciones nacionales durante el Frente Popular chileno. 1938 – 1941”, Revista de Historia Social y de las Mentalidades, Volumen 22, Nº 1, 2018, p. 130 23 Ana Amelia Melo, “O Partido Comunista Chileno e Aliança de Intelectuais: Uma Frente pela democracia (1937-1940)”, Izquierdas, N° 49, junio 2020, pp. 981-995; Rolando Álvarez, “El Partido Comunista de Chile en la década de 1930: entre “clase contra clase” y el Frente Popular”, Pacarina del Sur, año 8, N° 31, abril-junio, 2017. [Citado el 22/07/2019]. Disponible en: http://pacarinadelsur.com/home/oleajes/1474-el-partido-comunista-de-chile-en-la-decada-de-1930-entre-clase-contra-clase-y- el-frente-popular 24 Carmen Norambuena y Cristian Garay, España 1939: Los frutos de la memoria. Disconformes y exiliados, artistas e intelectuales españoles en Chile 1939-2000, Santiago, Universidad Santiago de Chile, 2001
  • 8. 49, junio 2020 4241-4261 4248 Autores como Alberto Romero, Nicomedes Guzmán, Gonzalo Rojas, Reinaldo Lomboy, Volodia Teitelboim, y Pablo Neruda, entre otros, fueron parte de esta generación de escritores que se identificaba con la siguiente premisa: El auténtico compromiso de los escritores de vanguardia, parte de un requisito de humanización, de una responsabilidad con su tiempo, participando como sujetos sociales en todos los frentes que les fue posible: la militancia política, el periodismo acusador, la academia, la bohemia, la protesta callejera y la ejecución silenciosa de la escritura25. Alberto Romero, socio fundador de la AICH, y siendo presidente del SECH, inició las gestiones con el gobierno para crear el Premio Nacional de Literatura, tarea concluida finalmente en 1942, bajo la presidencia de Juan Antonio Ríos, evidenciando el enlace y sintonía política entre los intelectuales y el gobierno. En la reciente investigación de Ana Amelia Melo, sobre el Partido Comunista chileno y la Alianza de Intelectuales, la autora señala que para los intelectuales de izquierda, “o valor da cultura letrada na tradição comunista e de esquerda, de modo geral, outorgava ao combate pela cultura sentido de verdadeira cruzada na luta pela emancipação dos explorados”26, lo que a su vez explicaría el interés que despertó en los literatos de este sector la crítica social y la denuncia a través de sus obras, considerando, además, que gran parte de esta generación de escritores, provenía de los nuevos grupos medios o de los sectores populares. Las novelas sociales escritas entre 1902 y 1950 en Chile, y que se refirieron directa o indirectamente al tema de la prostitución, no sólo se dedicaron a revelar las fallas del sistema, sino que, como sus mismos autores señalaron, el objetivo fundamental de este estilo literario fue proponer un programa radical de enfrentamiento con la realidad desde el lenguaje27. Esto, se tradujo en la preocupación de los intelectuales humanistas del Frente Popular por deslizar objetos culturales, como los libros, hacia las bases de la sociedad, principalmente hacia los sectores medios, lo que fue creando un ambiente cultural denominado “frentepopulista”, el que tuvo como principal característica el apoyo prestado por el gobierno a los literatos que integraban los movimientos de vanguardia nacional, con el objeto de que promovieran en sus relatos una noción de identidad nacional28 desapegada de las alturas de la elite y la llevaran a valorar la vida y experiencias de las bases de la sociedad, que eran el gran componente político de apoyo y estabilidad de la nueva alianza política. Marta Brunet, en 1939, relataba este cambio en la vida literaria nacional de la siguiente forma, La industria editorial en Chile es cosa próspera, hay posibilidades, si no brillantes, por lo menos honrosas de publicación; existen premios municipales, se acentúa la certeza de un Premio Nacional otorgado anualmente a la obra de una vida entera de escritor, se propende bajo la sugerencia de S.E. a la creación de una Editorial del Estado. En resumen: se afana el propio Presidente de la República, la Sociedad de Escritores, la 25 José Alberto de la Fuente, “Vanguardias: del Creacionismo al Realismo Popular Constructivo”, Revista Universum, Versión on- line, Nº 22, Vol. 2, 2007, p. 1 26 Melo, op. cit., p. 988 [el valor de la cultura letrada en la tradición comunista y de izquierda, de modo general, otorgaba al combate por la cultura un sentido de verdadera cruzada en la lucha por la emancipación de los explotados.] traducción es nuestra. 27 Volodia Teitelboim, “La Generación del 38 en busca de la realidad chilena”, Revista Atenea, N° 380-381, Concepción. 1958, p. 107 28 Silva, op. cit., p. 135
  • 9. 49, junio 2020 4241-4261 4249 Alianza de Intelectuales, Los Amigos del Arte, la Cooperación Intelectual, el Municipio y las filiales de provincia de muchos de estos grupos, en lograr para el escritor el que desenvuelva su existencia en plano "de escritor", dentro de una estimación literaria, social y económica.29 A cambio, el nuevo sistema político nacional, pedía el compromiso ideológico de los intelectuales en uno de los principales proyectos modernizadores del Frente Popular, educar a los sectores medios y al proletariado urbano en una conciencia de clase que se identificara con los proyectos políticos populares. Esta fue una de las misiones de los nuevos grupos intelectuales de la época, los que por medio de su arte y de una forma simbólica, ayudaron en la construcción de un imaginario mestizo, popular, que permitiera a las bases sociales rescatar su libertad y autonomía dormida por siglos en manos de la elite. Las prácticas sociales, designadas como “idiosincrasia del pueblo” por parte de la autoridad, es lo que las novelas tratarán de rescatar y retratar, siendo los mismos autores parte de ese pueblo representado en las novelas. Es por ello que proponemos que, una forma de mirar la política social humanista del Frente Popular se encuentra en su relación con el mundo de la cultura, y con los escritores. Esta asociación es relevante para nuestro estudio, porque durante la primera mitad del siglo XX, los escritores nacionales más influyentes fueron particularmente sensibles a la temática de la prostitución en las ciudades. En una primera etapa, autores como Augusto D’Halmar y su novela “Juana Lucero” (1902), Joaquín Edwards Bello con “La cuna de Esmeraldo” (1918) y “El Roto” (1920), marcaron una tendencia en la novela social y en el mundo de las letras con novelas realistas que trataban de manera abierta y descarnada la temática de la prostitución en las ciudades, exponiendo su relación con el mundo de la elite y, a su vez, su proliferación por falta de expectativas y oportunidades en los bajos fondos sociales. Esta experiencia literaria, exitosa por cierto, influyó sobre escritores e intelectuales que posteriormente fueron aliados del Frente Popular, como Alberto Romero que ya en 1930 escribía “La Viuda del Conventillo”, donde la temática prostibularia está presente como escenario de fondo de la vida en los márgenes, o en Nicomedes Guzmán con “La luz viene del mar” (1951) que relata la vida en un prostíbulo en el norte de Chile, y Oscar Castro que en la década del 40 escribe “La Vida Simplemente”, publicada póstumamente en 1951, que es considerada una autobiografía de su infancia, que transcurrió entre la calle y el prostíbulo en un barrio en la ciudad de Rancagua. Todos ellos, hombres destacados en la letras y líderes de organizaciones de intelectuales, dieron visibilidad al mundo prostibulario y a la vida de las prostitutas, rescatándolas de la imagen de seres degenerados y enfermos con que las caracterizaba la ciencia médica y la institucionalidad sanitaria, para otorgarles humanidad, representando a la prostitución como un trabajo con altos costos sociales y físicos para las prostitutas, exponiendo lo que las ordenanzas y reglamentos intentaban ocultar a ojos del pueblo. A través de esta política cultural humanista del Frente Popular, se comenzaba a construir una nueva imagen de la prostitución, como parte del nuevo proletariado urbano, utilizando elementos retóricos y simbólicos presentes en el discurso de lucha de clases, enfatizando que estas mujeres económicamente precarias, harían de la venta de su cuerpo como mercancía su principal recurso económico y de subsistencia, transformándolas así en asalariadas víctimas del capitalismo30, como también lo fueron los trabajadores de las industrias que entregaban su trabajo por un salario mezquino. La conciencia sobre las necesidades y demandas sociales se agudizó en este periodo, tanto así que todas las reformas gozaron de un marcado sentido social, de justicia y de igualdad, y creemos que el XI 29 Marta Brunet, Diario La Hora, Santiago 6 de junio de 1939 30 Elizabeth Q. Hutchison, “‘El fruto envenenado del árbol capitalista’: Women Workers and the Prostitution of Labor in Urban Chile, 1896-1925”, Journal of Women’s History, Volúmen 9, Número 4, Nueva York, 1998
  • 10. 49, junio 2020 4241-4261 4250 Censo de 1940 no fue la excepción. En este contexto, es que intelectuales humanistas, pertenecientes al mundo de las letras comenzaron a ocupar cargos de influencia política, como Emilio Rodríguez Mendoza, Director General de Estadística entre 1939 y 1941. El XI Censo de Población de 1940 y el oficio de Meretriz El XI Censo de Población fue levantado a dos años de haber asumido el gobierno el Frente Popular, y utilizando los adelantos técnicos y estadísticos que ofrecía el sistema estandarizado a nivel internacional desde 1930, el sistema de Hollerith de codificación con tarjetas perforadas, por lo que en pocos meses se pudo llegar rápidamente a resultados generales, estimando “5.023.539 habitantes en todo el país”31. Los resultados se publicaron excepcionalmente de forma fraccionada en la Revista “Estadística Chilena”, entre 1941 y 1946, que era una publicación de la Dirección General de Estadística, de carácter mensual32. Esa información fue sistematizada por Robert McCaa, quien se encontraba realizando una investigación sobre demografía histórica chilena para poder optar a su Ph.D., y fue publicada por CELADE, Centro Latinoamericano de Demografía, con el nombre “Chile XI Censo de Población (1940). Recopilación de cifras publicadas por la Dirección de Estadística y Censos” en el año 1976. Hasta ahora no ha sido posible hallar una explicación oficial de por qué no se publicaron los resultados de la forma convencional, es decir, en un libro33. Al respecto, podemos inferir sobre algunos factores que llevaron a esta situación: Por una parte, la muerte del presidente Pedro Aguirre Cerda durante el período post censal y la sucesión de Juan Antonio Ríos, generó un impacto considerable en la institucionalidad, lo que se puede constatar en los sucesivos cambios de directores de la Dirección General de Estadística entre 1941 y 1946, período en que se irán publicando los resultados (luego de Emilio Rodríguez Mendoza, quien deja el cargo en 1941, asumirán este cargo Carlos González Méndez, Guillermo Gandarillas, Víctor Masjuan y Rafael Agustín Gumucio). Cabe señalar, además, que poco tiempo antes de la realización del Censo de 1940, la Dirección General de Estadística había cambiado su dependencia del Ministerio de Hacienda al Ministerio de Fomento (hoy, Ministerio de Economía, Fomento y Turismo), lo cual también pudo haber influido en su inestabilidad institucional. Finalmente, es razonable suponer que, el contexto de la Segunda Guerra Mundial y la consiguiente crisis económica y social, podrían también haber afectado en que estos resultados no se dieran a conocer masivamente mediante una sola publicación. El instrumento con el que se levantaron los datos – la Cédula Censal - tuvo veintidós preguntas, según lo que señala Rolando Mellafe en su trabajo de investigación del Censo de Chile de 1952. Sin embargo, hasta ahora, no ha sido posible hallar una reproducción del cuestionario utilizado en esta operación, a diferencia del resto de los censos realizados en Chile34. Sin embargo, es posible reconstruir las preguntas realizadas en esa instancia, a través de la comparación de las cédulas de los censos de 1930 31 Robert McCaa, Chile XI Censo de Población (1940). Recopilación de cifras publicadas por la Dirección de Estadística y Censos, Santiago, Centro Latinoamericano de Demografía (CELADE), 1976 32 Un ex director de la Dirección General de Estadística, Roberto Vergara, da cuenta pormenorizada del panorama de esta Institución al momento de la ejecución del Censo de 1940, en un reporte llamado “Las actividades estadísticas de Chile”, incluido en Elizabeth Phelps, Statistical Activities of the American Nations. Inter American Statistical Institute, Washington D.C, 1941. 33 Hasta hoy el Censo de 1940 presenta grandes dificultades para su análisis, a pesar de los esfuerzos realizados por diversos investigadores para poder presentar de forma más o menos exhaustiva sus resultados y metodología. Ver: Jenny Monsalve Neira, Retratos de nuestra identidad. Los censos de población en Chile y su evolución histórica hacia el Bicentenario, Instituto Nacional de Estadísticas de Chile, Santiago, 2009 y Jorge Pinto Rodríguez, Los censos chilenos del siglo XX, Universidad de La Frontera y Programa de Estudios y Documentación en Ciencias Humanas, Temuco/Osorno, 2010. 34 A contar del año 2009 el Instituto Nacional de Estadísticas puso a disposición de la ciudadanía de forma digital en su página web institucional http://www.ine.cl gran parte de las publicaciones con los resultados de los censos oficiales realizados en Chile.
  • 11. 49, junio 2020 4241-4261 4251 y 1952 y teniendo en perspectiva los cuestionarios utilizados en la realización de otros censos hispanoamericanos de la ronda de 194035. A pesar de la dificultad que señalamos anteriormente sobre este censo, es importante consignar que podemos reconocer una metodología de captura y procesamiento de datos a través de los resultados publicados y sus categorías. El Censo de 1940 ya era parte de los conocidos como “censos modernos”, lo que nos ha permitido establecer parámetros de estandarización que habrían estado presentes en su cédula censal: a) autodeclaración, se da la instrucción al empadronador para registrar lo que los empadronados declaran y no debe interferir con sus respuestas; b) el secreto estadístico, que protege los datos entregados por los empadronados, lo cual facilita que éstos aporten información fidedigna, lo que va acompañado de, c) la publicación de resultados de forma innominada, resguardando a cada individuo y su privacidad36. Los censos modernos, obedecían y se encontraban insertos en un marco de recomendaciones de organismos internacionales en el que se situaba su operación, dando cuenta de una política de estandarización internacional de los datos, lo que, a su vez permitió, que estos fuesen comparables entre países. Al respecto, podemos destacar cuatro hitos relevantes dentro de esta política de internacionalización y estandarización, a la que Chile y otros países de la región se plegaron: a) La Cuarta Conferencia Internacional Americana, realizada en Buenos Aires en 1910, que establece “el levantamiento decenal del censo de su población, teniendo en cuenta los adelantos de la ciencia y de los procedimientos técnicos”37. b) Esto queda ratificado en la Quinta Conferencia Internacional Americana, celebrada en Santiago de Chile en 1923, donde además se señala que los censos debieran contemplar “datos sobre la población de hecho y, si es posible, también sobre la de derecho del país, y de cada una de sus circunscripciones territoriales y entidades de población, clasificándose a los habitantes a lo menos por sexos, edad, estado civil, nacionalidad, instrucción y medios de vida o profesión”. Se añadía, además, la necesidad de compartir los criterios entre las oficinas estadísticas de los países latinoamericanos, “como el mejor medio de propender a la uniformidad de los procedimientos”, para que “los progresos alcanzados en cada país puedan ser aprovechados por los demás del Continente”38. c) Recomendaciones hechas por una Comisión Técnica de la Sociedad de Naciones, reflejados en el caso específico de la ocupación en una “Clasificación de la población activa”39 35 Para este estudio se han analizado los resultados de los censos de población realizados en la ronda de 1940 de Argentina (1947), Perú (1940), Brasil (1940), Colombia (1938), Cuba (1943), México (1940) y España (1940). 36 Estos elementos quedan resguardados en el Decreto N ° 483 de marzo de 1940, que consigna los deberes y obligaciones de los empadronadores: “Los habitantes de la República, sin ninguna excepción, precisaba el decreto, están obligados a suministrar los datos que les sean solicitados por los empadronadores’, agregando que éstos serán secretos y que su publicación o divulgación queda absolutamente prohibida, como así mismo hacer preguntas por parte de los empadronadores que no estén consultadas en los formularios. Sólo en caso de duda acerca de la edad, se podrá pedir comprobación de ella”, publicado por “El Mercurio” de Santiago, el mismo jueves 21 de noviembre y recogido por Jorge Pinto Rodríguez, op. cit. p. 99. 37 Acta de la Cuarta Conferencia Internacional Americana, Buenos Aires, 12 de Julio - 30 de agosto de 1910. En Secretaria de Relaciones Exteriores de México, Conferencias Internacionales Americanas 1889 – 1936. Recopilación de Tratados y otros documentos, 1990, p. 210. 38 Acta de la Quinta Conferencia Internacional Americana, Santiago de Chile, 25 de marzo - 3 de mayo de 1923. En Secretaria de Relaciones Exteriores de México, op. cit, pp. 272 - 273. 39 El aporte de la Sociedad de Naciones es destacado en la publicación de los resultados del Censo de Brasil de 1940 y el Censo de Colombia de 1938. Ver para esta última experiencia, el trabajo de Victoria Estrada “¿Cuántos somos? Una historia de los censos civiles y de la organización estadística en Colombia en la primera mitad del siglo XX”, Revista Historia Crítica, Universidad de Los Andes, Colombia, N ° 64, abril – junio 2017, pp. 141 – 160.
  • 12. 49, junio 2020 4241-4261 4252 d) Por último, durante esta época se crea el Instituto Interamericano de Estadística (IASI), fundado el 12 de mayo de 1940, con sede en Washington D.C. y donde también se compartirán recomendaciones entre las oficinas estadísticas de la región40. Si bien estas orientaciones y recomendaciones propendían a la colaboración entre los países latinoamericanos en sus experiencias censales, no existía un formato estándar para la publicación y la entrega de los resultados de los censos durante este período. Es decir, existían los códigos y estándares de aplicación, pero no un patrón homogéneo o sistemático de publicación de los resultados. Por ello, cabe preguntarse, cómo se gestó que, en el caso chileno, dentro del listado detallado de la categoría “ocupación” que se ofrece en sus resultados, se incluya dentro de los oficios a las meretrices41. Debemos considerar que Chile fue el único país hispanoamericano de la Ronda de Censos de 1940, que incluyó esta categoría en el listado de ocupaciones, y que además lo publicó en sus resultados. Este dato ha sido comprobado revisando la Ronda de Censos de 1940, de Perú (1940), Argentina (1947), Brasil (1940), Colombia (1938), Cuba (1943), México (1940) y España (1940), donde hemos tenido acceso a la clasificación estandarizada de códigos por ocupación para aplicar en el sistema de Hollerith. Si bien Perú y Chile, fueron los dos países que consideraron en su clasificación de ocupaciones a las prostitutas (caso peruano) y meretrices (caso de Chile), Chile fue el único país de la región que publicó ese dato, porque en el caso peruano, si bien fueron contabilizadas, su número quedó subsumido en la estadística general bajo la categoría de “ocupaciones remuneradas no clasificadas”, que incluía, además, a la ocupación de “mendigo”42. Esta información es de la mayor relevancia, porque nos lleva a concluir que, en el caso de Chile, existió una decisión y voluntad política de contabilizar y visibilizar a las meretrices. Técnicamente, todos los países estaban en condiciones de hacer esta medición, dado que habían implementado los códigos de clasificación de ocupación para la utilización del sistema Hollerith, pero solo Chile optó por ello. Por otro lado, la Comisión Censal en Chile no utilizó la palabra prostituta para incorporarla XI Censo de Población, sino que se buscó un concepto menos estigmatizado, aunque altamente generizado. Porque el término meretriz tiene una connotación de género implícita que se refiere, específicamente, a una ocupación femenina, tal como son consideradas en este mismo censo modistas, costureras o niñeras, ocupaciones en las cuales sólo se desempeñaban mujeres, siendo inexistente el registro de varones. Soledad Chávez, experta en lexicografía, ha expresado que el concepto de meretriz tiene una historia, que surge en la época clásica como “meretrix” y que significaba “la que se gana la vida ella misma, asalariada”, y que ya en el siglo XIII, se encontraba en el vocabulario en español, con un valor idéntico, pero de tipo más bien literario y formal43, siendo asociado a la presencia de las mujeres en el espacio público. En este sentido, que el concepto de prostitución haya sido reemplazado por el de meretriz, puede obedecer a varios factores, ya sea porque “meretriz” era un concepto utilizado en la época de estudio 40 Jenny Monsalve Neira, op. cit., p.127. También es interesante revisar la ponencia de Roberto Vergara “Los Censos de Población en Chile”, presentada en el Congreso en que se funda IASI, la cual es recogida en la publicación del Departamento de Estado de EE. UU, Proceedings of the Eighth American Scientific Congress, Vol. VIII Statistics, Washington D.C., 1943. 41 Rolando Mellafe Rojas, en el análisis del Censo de 1952 puntualiza: “En el lapso cronológico 1920-1940, Chile vuelve a incorporarse a la realización de censos decenales, que, si bien se efectuaron bajo los acuerdos internacionales de los años 1910 y 1923 a que nos hemos referido, carecían, sin embargo, de una metodología censal uniforme que permitiera la comparabilidad internacional de los datos obtenidos”, Xll Censo General de Población y I de Vivienda. Levantado el 24 de abril de 1952, Tomo I. p. 32 42 República de Perú, Censo Nacional de Población y Ocupación 1940, Primer volumen, resúmenes generales, Lima, Editorial Ministerio de Hacienda y Comercio, 1944, p. 638 43 Soledad Chávez, “Apéndice. Acerca de prostituta, meretriz, puta y ramera”, en Melissa Gira Grant, Haciendo de puta. La labor del trabajo sexual, Santiago, Editorial Pólvora, 2016, p. 143-144
  • 13. 49, junio 2020 4241-4261 4253 para referirse de manera formal a las prostitutas, o porque la palabra prostituta remontaba a una imagen vinculada más bien con la sexualidad, el vicio, la inmoralidad y el libertinaje, y no con el mundo del trabajo, el que obviamente tenía otros valores adscritos, como el esfuerzo, la responsabilidad y la honradez; por lo tanto, el uso de la palabra prostituta pudo resultar inapropiada si se le quería dar a la prostitución la connotación de trabajo asalariado u “ocupación” remunerada, siendo plausible que el uso de la palabra “meretriz” fuese una forma de disminuir el impacto que su inclusión en el censo podría haber provocado en la sociedad chilena. Clasificación de la variable ocupación: las claves del sistema Hollerith En el campo de lo técnico, un factor fundamental para considerar la particularidad de que el censo chileno de 1940 haya visibilizado la categoría “meretrices” dentro de la variable Ocupación, es que en esta época ya se utilizaba el sistema de procesamiento de datos a través de máquinas Hollerith44. Fue en el Censo de 1930 que se introdujo el sistema Hollerith de procesamiento de datos, el que se utilizó hasta mediados de los sesenta. Este modelo facilitó el proceso de digitación de los cuestionarios y el análisis de los datos obtenidos, traduciendo a un código cada una de las ocupaciones recogidas en el censo, las cuales se unificaron en un manual de codificaciones. Esto llevó a generar un listado, una especie de nomenclatura nacional de ocupaciones, que permitió clasificar lo que haya sido declarado por la población empadronada. La forma en que esta clasificación se llevaría a cabo fue explicada de forma explícita a la población a través de la prensa: Los datos obtenidos irán a máquinas cuyo origen se debe a Herman Hollerith, director del Departamento de Censos en Estados Unidos, quien imaginó escribir cifras elegidas convencionalmente para cada caso que arroja la cédula o padrón. Digamos, por ejemplo, para la de zapatero la cifra 125 y así, otras para sexo, país, estudios, etc. Por medio de perforaciones en una tarjeta de tamaño invariable y en columnas debidamente dispuestas, las máquinas van trabajando los datos del padrón, y de ahí que el sujeto se convierte en un simple número, desapareciendo como individuo.45 La definición del listado de ocupaciones y sus claves de codificación dependía, entonces, de una decisión técnica, pero también pasaba por una ratificación de las autoridades políticas del censo. Ambas instancias debían concordar cómo se clasificaría la información levantada. Esto se desprende a partir de lo señalado por Rolando Mellafe, en la introducción del Censo de 1952, al referirse a la confección del Código de Claves y el Manual del Codificador: Una tarea en que entra en parte el criterio personal, como ésta, es siempre objeto, además, de la vigilancia estrecha de las instancias directivas del censo, desde el jefe de la sección hasta la Secretaría General y los órganos consultivos de ésta. La labor codificadora sólo termina con la ‘reducción a clave’ de la integridad de los datos del censo. Analizado por todos los 44 Jenny Monsalve Neira, op. cit., p.130 - 131. 45 El Mercurio de Valparaíso, jueves 28 de noviembre de 1940, citado por Jorge Pinto Rodríguez, op. cit. p. 103.
  • 14. 49, junio 2020 4241-4261 4254 conceptos que entran en juego en la cédula, el dato es convertido en el signo específico que le corresponde en la clave. Las cédulas, así interpretadas, son sometidas a revisión, para asegurar la aplicación correcta del código y evitar los más frecuentes errores, por tergiversación u omisión. El material, entonces, queda listo para la perforación de las tarjetas con las cuales se tabulan los datos. Las normas que corresponden a esta función fueron rigurosamente aplicadas, y la sección fue constantemente atendida por los órganos directivos y técnicos del censo y de la administración estadística46. Por tanto, y como hemos venido señalando, para cuantificar a las meretrices, tuvo que existir el consenso técnico y político de la necesidad, primero de contabilizarlas, segundo, de registrarlas, y tercero, de reconocer su oficio como un trabajo remunerado, publicándolo en los resultados del censo. El establecimiento de este consenso técnico y político se ampara en la característica que comparten todos los censos modernos, y es que deben cumplir con criterios estandarizados para la preparación, el levantamiento y la publicación de resultados. Las preguntas del cuestionario censal, la sistematización de sus datos, la codificación de sus categorías y la publicación de sus resultados: todo obedece a un diálogo y un consenso entre lo político y lo técnico, porque en cada una de las instancias mencionadas debe cumplirse con los estándares internacionales. Sin este consenso político y técnico, habría sido imposible levantar la categoría “Meretrices” y publicar sus resultados. Y si bien el censo de 1940 es una fuente incompleta e imperfecta, es a partir de las experiencias previas y posteriores nacionales, y de las experiencias contemporáneas extraídas de la ronda de censos de la década de 1940, que hemos podido trazar y establecer su situación dentro de aquella ronda censal. En la publicación de los resultados del Censo de 1940, el listado detallado de ocupaciones aparece a contar de la página 200, desagregado por sexo, provincia y comuna. Las “meretrices” aparecerán registradas como 2.025 a nivel nacional, y como se aprecia en la Tabla 2, todas son mujeres. Tabla 2 Meretrices censadas por Provincia. Censo 1940 Provincia Hombres Mujeres % Provincia de Tarapacá 0 50 2,44 Provincia de Antofagasta 0 113 5,53 Provincia de Atacama 0 82 4,01 Provincia de Coquimbo 0 21 1,02 Provincia de Aconcagua 0 31 1,51 Provincia de Valparaíso 0 435 21,48 Provincia de Santiago 0 348 17,03 Provincia de O’Higgins 0 76 3,72 Provincia de Colchagua 0 16 0,78 Provincia de Curicó 0 36 1,76 Provincia de Talca 0 45 2,20 Provincia del Maule 0 01 0,04 Provincia de Linares 0 41 2,00 Provincia de Ñuble 0 65 3,18 Provincia de Concepción 0 127 6,21 Provincia de Arauco 0 9 0,44 46 Rolando Mellafe Rojas, Xll Censo General de Población y I de Vivienda, Levantado el 24 de abril de 1952, Tomo I, pp. 79-80
  • 15. 49, junio 2020 4241-4261 4255 Provincia de Bío-Bío 0 21 1,02 Provincia de Malleco 0 43 2,10 Provincia de Cautín 0 184 9,00 Provincia de Valdivia 0 70 3,42 Provincia de Osorno 0 60 2,93 Provincia de Llanquihue 0 17 0,83 Provincia de Chiloé S/I S/I S/I Provincia de Aysén 0 12 0,58 Provincia de Magallanes 0 122 5,97 Total País 0 2.025 100% Fuente: XI Censo de Población. Recopilación de cifras publicadas por la Dirección de Estadística y Censos, Roberto McCaa (Recopilador), Centro Latinoamericano de Demografía, CELADE, Santiago de Chile, 1969. Cabe preguntarse cuáles fueron las formas en que las mujeres dieron cuenta de su ocupación al empadronador en el levantamiento censal, es decir, bajo qué concepto declararon su labor. Es probable que no haya sido “meretriz”, sino que una de las varias otras maneras de referirse a esta ocupación en el lenguaje popular, como “ganar con el cuerpo”47, o comercio sexual, por ejemplo, las cuales quedaron simplificadas en el listado de nomenclaturas de ocupación bajo este concepto “técnico”. Por los antecedentes técnicos ya expuestos, resulta evidente que la presencia excepcional de la categoría “meretrices” en el Censo de 1940, tanto en relación a las experiencias censales chilenas, así como también en comparación con la información levantada y publicada por los otros censos del continente, pasó por una decisión consciente de los técnicos de la Dirección General de Estadística de Chile de incluir esta variable en la sistematización de datos del período específico, asignándole un código de entrada en la cédula censal, y a una confirmación política de las autoridades de la Institución. La política social humanista del Frente Popular en la Comisión Nacional Censal en 1940 Como hemos venido señalando, la construcción de un censo y el levantamiento de la información responde tanto a criterios técnicos como políticos. En este sentido, podríamos decir que la Comisión Nacional Censal representaba el ámbito político del censo, y que la Comisión Técnica, era la que implementaba y ponía en marcha el trabajo práctico. No obstante, ambas comisiones trabajaban de manera articulada y coordinada, es decir, las decisiones políticas debían tener una argumentación técnica, y las decisiones técnicas debían tener un respaldo político. En Chile, la Comisión Nacional que dirigió el Censo de 1940, estuvo compuesta por el “Director General del Censo, señor Emilio Rodríguez Mendoza. Secretario General, don Alberto Parry Orrego. Contador, don Roberto Gallegos Torres. Jefe de Propaganda, don Héctor Acosta Martínez Secretario de Actas, don Carlos Bárrales Escobar”48. Para efectos de esta investigación es relevante destacar que el Director General de Estadística y presidente de la Comisión Nacional Censal, era un escritor. Emilio Rodríguez Mendoza, fue novelista, periodista y ensayista, militante del Partido Radical, y Director General 47 Así se ha evidenciado en numerosas causas judiciales por prostitución de la primera mitad del siglo XX en Chile. Ver: Archivo Nacional de Chile, Causas Judiciales Santiago: caja N° 1269, expediente 13, año 1913; caja N° 948, expediente 1, año 1908; caja N° 1328, expediente 30, año 1916; Archivo Nacional de Chile, Intendencia de Santiago, Vol. 866, 1934, “había ido a Cartagena a pasear y no a ganar con su cuerpo…” 48 Tribuna, Órgano oficial de la Juventud Radical de la Primera Comuna, Año 1, N° 1, junio de 1940, p. 1
  • 16. 49, junio 2020 4241-4261 4256 de Estadística entre 1939 y 1941. Tuvo una destacada vida política, siendo secretario diplomático ocupó el cargo de Embajador en Bolivia en 1919, fue embajador de Chile en Madrid en 1928 y, entre 1930-1938 Senador representante del Partido Radical en Santiago. Por tanto, era una persona comprometida con el proyecto político social y humanista del Frente Popular, porque además de militante, él era un cronista literario comprometido con el cambio social. En este sentido, su obra literaria se destacó por denunciar y criticar los conflictos sociales de comienzos del siglo XX. En su novela “Como si fuera ahora” de 1929, relataba la crisis social de la República, haciendo un duro ataque a la decadencia política, así lo señalaba: Creía hacer una tarea de profilaxis pública y trataría por todos los medios a mi alcance de precipitar la huida del poder de los personajes de decadencia que no habían llevado a la altura sino una mole de pesada materialidad, negación inerte de todo lo que vibra o siente. He ahí los arquetipos de la situación y era en ellos donde yo quería hincar mi pluma, que nunca fue cosa apta para intrigas, sino instrumento de arte y combate.49 Si el Censo de 1940 estuvo en manos de un literato frente populista ¿pudo esto afectar en lo que se percibía y registraba como importante para la sociedad? No dudamos que Emilio Rodríguez Mendoza, como sujeto social inserto en el mundo “real”, debió verse influenciado por esta nueva construcción social y colectiva, que se hacía desde el mundo de lo político hacia la literatura y el mundo humanista, respecto de los sectores populares en general y de la prostitución en particular, es decir, visibilizar el comercio sexual como una estrategia de subsistencia de las mujeres en las ciudades, como un trabajo u ocupación que permitía a muchas llevar el sustento a su hogar, por lo que, probablemente, y atendiendo a su sensibilidad de escritor y que militaba en el Partido Radical, fue más perceptivo y receptivo, y menos resistente, a la necesidad de incluir al comercio sexual dentro de la fuerza de trabajo en la cédula censal. No sabemos si fue el propio Rodríguez Mendoza quién sugirió incluir a las prostitutas en el censo, o si fue su colega, el economista de la Universidad de Chile, Alberto Parry, u otro miembro de la Comisión Nacional Censal, pero lo cierto, es que debió existir un consenso entre las comisiones política y técnica para entregar un código censal a las meretrices. En definitiva, Emilio Rodríguez Mendoza como Director General del Censo, se pudo haber opuesto a esta iniciativa, y no lo hizo, es más probable que la apoyara y promoviera. Imagen 1 Fuente: Revista Hoy, Año IX, N° 469, Santiago de Chile, 14 de noviembre de 1940, p. 9 49 Emilio Rodríguez Mendoza, “Como si fuera ahora”, p. 4. Citado por Víctor M. Valenzuela, Cuatro escritores chilenos, Editorial Las Américas Publishing Co., New York, 1961, p. 63
  • 17. 49, junio 2020 4241-4261 4257 Esta acción censal es relevante, por cuanto, para quienes estudiamos la prostitución en Chile, representa un acercamiento de la ocupación en el comercio sexual al reconocimiento de ésta como un oficio por parte de las instituciones del Estado. Este es un deslizamiento de sentido que transitaba desde lo moral a lo laboral, que tuvo que ver con una nueva visión y organización del mundo, gracias a los movimientos sociales populares del siglo XX, los que a partir de una identidad de clase y organización política, fueron conformando una identidad característica del grupo obrero trabajador, identidad que se articulaba en la lucha de clases, y de la cual la prostitución también se nutriría, como grupo representativo de la subordinación a la que fueron sometidas las mujeres de escasos recursos en los centros urbanos, en post de alcanzar un ingreso económico para sobrevivir. Si el censo era un llamado a la “realidad”, entonces la prostitución, en su calidad de trabajo remunerado, comenzaba a ser reconocida oficialmente como parte importante en el escenario proletario de la realidad nacional, trasladándose, desde la periferia al centro, siendo considerada como parte a la economía nacional. Es por ello que el dato censal de 1940 es de la mayor relevancia, por cuanto nos ofrece, igual que una fotografía, y en palabras de Lucrecia Dattoli “… La imagen exacta de lo que somos y cómo vivimos, en un instante dado.”50 Imagen 2 Fuente: Tribuna, Órgano oficial de la Juventud Radical de la Primera Comuna, Año 1, N° 1, junio de 1940, p. 10 Este censo, por tanto, nos muestra una imagen de la sociedad chilena, donde la prostitución comenzaba a reconocerse y validarse institucionalmente como parte del grupo económicamente activo, aunque esto no borraba los estigmas sociales de las prostitutas, es decir, la prostitución tenía un reconocimiento económico, pero no reconocimiento social51. Este traslado de las realidades proletarias al mundo político tendrá mucho que ver con la estrecha unión del Frente Popular con el mundo proletario, literario e intelectual, lo que fue un aliciente para que muchos hombres de letras llegasen a ocupar importantes cargos clave en el gobierno de Pedro Aguirre Cerda. 50 Lucrecia Dattoli Bravo. Manual Censal, Santiago, INE, 2002. [Citado el 17-03-2011]. Disponible en: http://www.ine.cl/canales/chile_estadistico/censos_poblacion_vivienda/censo2002/manual_censal/pdf/manualcensal.pdf 51 Erwin Gofman, Estigma: La identidad deteriorada, Argentina, Amorrortu editores, 2006; Dolores Juliano, La prostitución. El espejo oscuro, España, Icaria, Institut Catala d’Antropología, 2002.
  • 18. 49, junio 2020 4241-4261 4258 Conclusiones A la luz de los antecedentes expuestos, nos resulta evidente que la inclusión de las prostitutas en el Censo de 1940 fue parte de un proceso político y cultural, que hemos identificado como el proyecto de humanismo social del Frente Popular, que tuvo sus antecedentes en los movimientos sociales del naciente siglo XX, y que cobraron fuerza como cuerpo político mayoritario en el nuevo gobierno de la coalición de centro izquierda. La inclusión de la prostitución en el censo fue, a nuestro juicio, una forma de resistencia contra hegemónica a lo que se había venido haciendo en Chile en el campo de las políticas públicas, es decir, una forma de visibilizar las formas de vida y subsistencia en las ciudades, alejadas de las políticas de caridad y de las connotaciones morales que se le había dado al comercio sexual hasta ese momento. La prostitución siempre fue tratada como un tema sanitario-sexual, producto de la transmisión de enfermedades venéreas lo que se asociaba directamente a la degeneración de la población, o como un tema moral desde la caridad cristiana, donde las prostitutas eran tratadas más como víctimas del destino, que como personas con derechos. En cambio, en el Censo de 1940, por primera vez se las sacó de esas dos dimensiones o categorías dominantes, para ser tratadas como trabajadoras, lo que significó un salto cualitativo respecto de las representaciones sociales dominantes, que provenían principalmente desde la elite. El Censo de 1940, por tanto, también fue un lugar de batalla política, donde quedó plasmada la visión de la sociedad que tenía el Frente Popular, una visión amplia, donde había lugar para todos los oficios, incluso aquellos que habían sido considerados innobles o inmorales, pero que ahora eran reconocidos como parte de la experiencia de vida de las mujeres en las ciudades, y como parte de sus múltiples estrategias económicas de subsistencia. El rol desempeñado por Emilio Rodríguez Mendoza, creemos fue fundamental para traspasar ese criterio político y social a la Comisión Nacional del Censo. Su rol como miembro del Partido Radical y además como hombre del mundo de las letras, aventuramos, fue promotor de una visión y perspectiva social y política más amplia de lo que se debía incluir en el censo, siendo éste una herramienta que debía reflejar la realidad nacional, y en esa realidad se encontraban, desde siempre, las prostitutas. A pesar de este paso adelante, no podemos dejar plantear la interrogante, de por qué se dejó de incluir la prostitución en los siguientes censos. Desde el punto de vista de lo político, podríamos mencionar que ninguno de los otros gobiernos del Frente Popular, estuvo tan comprometido con el cambio social, como el de Pedro Aguirre Cerda. El Censo de 1952 se realizó bajo el mandato de Gabriel González Videla, quien había entrado en abierto conflicto con el Partido Comunista, dando un giro conservador a la línea política original del Frente Popular. Creemos que esto pudo influir en el cambio del criterio censal. Desde el punto de vista cultural, la historia nos ha enseñado que los procesos de cambio de las mentalidades y de las construcciones sociales que le dan sentido al orden social, son lentos, y que para que una idea asentada profundamente en las creencias sociales cambie, es necesario que esta se agote o entre en crisis, es decir, que ya no cuente con el respaldo de la sociedad para reproducirse, provocando una pérdida de sentido social con respecto a su representación. Entonces, podríamos decir que los cambios observados a nivel político e intelectual por los partidos y grupos de vanguardia que apoyaban la política social humanista del Frente Popular respecto de la prostitución no lograron permear los grandes consensos sociales, sanitarios y morales que acompañaban al meretricio. Y si bien hubo un intento bajo la política social humanista del Frente Popular de iniciar un proceso de revalorización del proletariado urbano y, en ese camino, también de la prostitución, esta no llegó a provocar transformaciones profundas en la sociedad de la época, de espíritu más bien conservador.
  • 19. 49, junio 2020 4241-4261 4259 El Censo de 1940 puede ser interpretado como un camino inicial por cambiar la perspectiva respecto del lugar que ocupaba la prostitución en la sociedad chilena y en la vida de muchas mujeres, siendo un avance en el sentido que logró movilizar, por primera vez, la imagen de la prostitución desde la victimización o la inmoralidad, al reconocimiento formal y oficial de un trabajo asalariado. Bibliografía - Álvarez, Rolando, “El Partido Comunista de Chile en la década de 1930: entre “clase contra clase” y el Frente Popular”, Pacarina del Sur, año 8, N° 31, abril-junio, 2017. [Citado el 22/07/2019]. Disponible en: http://pacarinadelsur.com/home/oleajes/1474-el-partido-comunista-de-chile-en-la- decada-de-1930-entre-clase-contra-clase-y-el-frente-popular - Chávez, Soledad, “Apéndice. Acerca de prostituta, meretriz, puta y ramera”, en Melissa Gira Grant, Haciendo de puta. La labor del trabajo sexual, Santiago, Editorial Pólvora, 2016 - Collier, Simon y Sater, William, Historia de Chile, 1808-1994, Madrid, Cambridge University Press, 1999 - Dattoli Bravo, Lucrecia, Manual Censal, Santiago, INE, 2002. [Citado el 17-03-2011]. Disponible en: http://www.ine.cl/canales/chile_estadistico/censos_poblacion_vivienda/censo2002/manual_censal/ pdf/manualcensal.pdf - De la Fuente, José Alberto, “Vanguardias: del Creacionismo al Realismo Popular Constructivo”, Revista Universum, Versión on-line, Nº 22, Vol. 2, 2007 - Estrada, Victoria, “¿Cuántos somos? Una historia de los censos civiles y de la organización estadística en Colombia en la primera mitad del siglo XX”, Revista Historia Crítica, Universidad de Los Andes, Colombia, N ° 64, abril – junio 2017, pp. 141 – 160 - Gálvez Comandini, Ana, “Las políticas de la prostitución de los movimientos feministas en Chile a comienzos del siglo XX”, En, Manuel Loyola, Rolando Álvarez y Ana Gálvez, (editores), Mujeres y Política en Chile, siglo XIX y XX, Santiago, Ariadna Ediciones, 2019, Pp. 119-156. - Gálvez Comandini, Ana, “Trata de blancas y proxenetas extranjeros en Chile: La amplificación del discurso internacional del victimismo en la prostitución. Estudio de caso, Santiago de Chile 1934”, Revista Historia UNISINOS, Vol. 22, N° 2, maio/agosto 2018, pp. 290-302 - Gálvez Comandini, Ana, “Lupanares, burdeles y casas de tolerancia: Tensiones entre las prácticas sociales y la reglamentación de la prostitución en Santiago de Chile: 1896-1940”, en Tiempo Histórico, Año 5, N° 8, 2014, pp. 73-92 - Godoy Catalán, Lorena; Díaz Berr, Ximena y Mauro Cardarelli, Amalia, "Imágenes sobre el trabajo femenino en Chile, 1880-2000", Revista Universum, Nº 24, Vol. 2, Universidad de Talca, 2009, pp. 74-93 - Gofman, Erwin, Estigma: La identidad deteriorada, Argentina, Amorrortu editores, 2006 - Hutchison, Elizabeth Q., Labores propias de su sexo. Género, políticas y trabajo en Chile urbano 1900- 1930, Santiago, Editorial LOM, 2006. - Hutchison, Elizabeth Q., "La historia detrás de las cifras: la evolución del censo chileno y la representación del trabajo femenino, 1895-1930", Revista Historia, N° 33, Pontificia Universidad Catolica de Chile, Santiago, 2000, pp. 417-434 - Hutchison, Elizabeth Q., “‘El fruto envenenado del árbol capitalista’: Women Workers and the Prostitution of Labor in Urban Chile, 1896-1925”, Journal of Women’s History, Volumen 9, Número 4, Nueva York, 1998
  • 20. 49, junio 2020 4241-4261 4260 - Juliano, Dolores, La prostitución. El espejo oscuro, España, Icaria, Institut Catala d’Antropología, 2002. - Melo, Ana Amelia, “O Partido Comunista Chileno e Aliança de Intelectuais: Uma Frente pela democracia (1937-1940)”, Izquierdas, N° 49, junio 2020, pp. 981-995 - Monsalve Neira, Jenny, Retratos de nuestra identidad. Los censos de población en Chile y su evolución hacia el Bicentenario, Instituto Nacional de Estadísticas, Santiago, 2009. - Norambuena, Carmen y Garay, Cristian, España 1939: Los frutos de la memoria. Disconformes y exiliados, artistas e intelectuales españoles en Chile 1939-2000, Santiago, Universidad Santiago de Chile, 2001 - Peterson, Gail, El prisma de la prostitución, Madrid, Talasa Ediciones, 2000. - Pinto Rodríguez, Jorge, Los censos chilenos del siglo XX, Universidad de La Frontera y Programa de Estudios y Documentación en Ciencias Humanas, Temuco/Osorno, 2010 - Sánchez, Marcelo, “La teoría de la degeneración en Chile (1892-1915)”, Historia (Santiago), V. II, N° 47, julio-diciembre 2014, p. 375-400 - Scully, Timothy, Los partidos de centro y la evolución política chilena, Santiago, Cieplan-Notre Dame, 1992 - Silva, Bárbara, “La espacialidad y el paisaje en las representaciones nacionales durante el Frente Popular chileno. 1938 – 1941”, Revista de Historia Social y de las Mentalidades, Volumen 22, Nº 1, 2018 - Teitelboim, Volodia, “La Generación del 38 en busca de la realidad chilena”, Revista Atenea, N° 380-381, Concepción, 1958 - Valenzuela, Víctor M., Cuatro escritores chilenos, Editorial Las Américas Publishing Co., New York, 1961 Tesis medicina - Ascarrunz Vega, Elías, Base racional para el mejoramiento de la prostitución en Santiago, Memoria de Licenciatura de la Facultad de Medicina y Farmacia, Universidad de Chile, 1901 - Moya Bravo, Hernán, Contribución al estudio de la prostitución y del delito de contagio venéreo, Tesis para optar al título de Médico Cirujano de la Universidad de Chile, Santiago, Imprenta La Tarde, 1936 - Prunés, Luis, La prostitución. Evolución de su concepto hasta nuestros días. El neoabolicionismo ante el nuevo Código Sanitario de Chile, Liga Chilena de Higiene Social, Santiago, Imprenta Universo, 1926 Documentos - Caffarena, Elena y Santa Cruz, Elvira, “Informe de las Inspectoras del Trabajo Srtas. Santa Cruz y Caffarena al Ministro del Trabajo y de la Previsión Social”, Dirección General del Trabajo, Boletín N° 24, Chile, 1926. - Caffarena, Elena, “El trabajo a domicilio”, Boletín Oficina del Trabajo, Año XIV, N° 22, Chile, 1924. - Código Sanitario, Decreto con Fuerza de Ley N° 226, Santiago 15 de mayo de 1931, Santiago de Chile, Talleres Gráficos de “La Nación” S.A. Agustinas 1269, 1935 - Departamento de Estado de EE. UU, Proceedings of the Eighth American Scientific Congress, Vol. VIII Statistics, Washington D.C., 1943. - Instituto Nacional de Estadística y Geografía (México), 125 años de la Dirección General de Estadística: 1882-2007, Instituto Nacional de Estadística y Geografía, México 2010 - Phelps, Elizabeth, Statistical Activities of the American Nations, Inter American Statistical Institute, Washington D.C, 1941
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