1. Su poder, nuestra predicación
Artículo escrito por: Chuck Swindoll
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No hace mucho tiempo, a mitad de la semana, estuve caminando por el auditorio de
nuestra iglesia. El cuarto estaba vacío y había un silencio total. Es más, estaba
oscuro, excepto por los señalamientos de salida que nunca se apagan. Caminé por el
pasillo central y me paré allí sin que ninguna otra persona estuviera presente en el
auditorio. ¿Y sabe qué? La experiencia no fue tan emocionante o inspiradora. Sin la
presencia del pueblo de Dios y sin el Espíritu de Dios encendiendo el lugar con su
poder, no era gran cosa. Sólo era un cuarto vacío y oscuro.
He aprendido que lo mismo es cierto en cuanto al predicador.
Es importante que nosotros los pastores perfeccionemos nuestras habilidades en la
predicación y la enseñanza. Pero es aún más importante que dependamos del poder
del Espíritu Santo en estas cosas. Cualquier pastor que no se sienta débil – y a
veces nervioso y temeroso – no está siendo honesto consigo mismo. No haga eso.
Aún Pablo batallaba con tal debilidad: “Y estuve entre vosotros con debilidad, y
mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras
persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder,
para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder
de Dios” (1 Corintios 2:3-5).
Me encanta la humildad, la vulnerabilidad y la dependencia de Pablo. Él dice la
verdad. Él admite su debilidad. Él describe sus sentimientos. Él no se preocupa por
lo que los otros pensarán. Pablo realmente le dice a los corintos, “Soy una persona
necesitada al igual que ustedes, y necesito depender del poder del Espíritu al igual
que ustedes. Porque las cosas no tienen que ver conmigo; tienen que ver con el
Señor.”
Esta semana camine a solas en el salón donde usted predica. Párese allí por unos
minutos en la oscuridad, el silencio y el espacio vacío. Permita que el silencio le
envuelva. Recuérdese, como yo lo trato de hacer regularmente, que todo tiene que
ver ENTERAMENTE con Dios – SU poder y SU gloria – y nada tiene que ver con el
predicador.
Sin el poder de Dios obrando en nuestra debilidad, hermanos, nuestra predicación es
como ese cuarto oscuro y vacío.
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