1. TEMA 1
Soy una persona que nació en una fecha. Me llamo fulanito (así me lo pusieron), tengo X años (la historia
contemporánea del yo). Ejerzo de mecánico, abogado, pescador , intereses, ilusiones etc.
Casado o soltero, descendencia , ascendencia ,Que hago, que hice, los hechos también son "yo".
A que dedico el tiempo libre. ¿Libre? Mis sentimientos, mis sensaciones, mis frustraciones, mis alegrías también soy
yo. Lo que hago soy yo
Pensamiento
Yo soy yo.
No soy quien tu quieres que sea,
ni quien mi madre ni mi padre quieren,
ni quien mis compañeros de trabajo quieren que sea,
Tampoco soy como la moda quiere que yo sea.
Yo soy yo.
No pienso como los demás, pienso yo mismo.
No actúo como mis ídolos, pues no los tengo.
Yo siento admiración por mi, por ser capaz de ser yo,
en una sociedad donde pensar está mal visto,
en donde debemos comprar lo que nos venden,
sentir que no somos perfectos por no estar delgados,
no ser altos o no tener la piel firme.
¿Sabes qué?,
la perfección es ser uno mismo,
aceptarse tal como sé es,
no intentar agradar a las demás personas
ni ser como ellas quieren.
Soy buena persona, ¿por qué debo cambiar?.
Acaso debo robar porque me roben,
debo insultar porque me insulten,
debo engañar porque me engañen,
NO. Las demás personas no cambiarán mi forma de ser.
Quien no me acepte, no compartirá mi vida.
Y tú, ¿quién eres?.
2. Aceptación a uno mismo
A veces nos sentimos feos, malos, viejos, tontos, inseguros, sin valor… porque nos comparamos con otros y
queremos tener la misma aceptación de otros. La necesidad de aceptación siempre será el motivo del
sentimiento de rechazo y el origen de sentirnos mal.
La necesidad de aceptación provoca que hagamos muchas cosas inconscientes por buscar la aceptación, y
cuando no lo logramos, es cuando nos sentimos mal por sentir el inevitable rechazo.
Cuando vivimos esperando la aceptación de los demás, viviremos actuando de forma que nos acepten, cada
rechazo es un objetivo no logrado, es cuando "nos sentimos". Es cuando pensamos "no me quiere", "algo
hice mal", "está enojado conmigo"... y todo se resume en: "no me aceptó". Somos felices cuando nos
muestran una sonrisa, cuando nos saludan, cuando nos dicen "te quiero", cuando nos sentimos "aceptados",
pero todo cambia cuando se siente un rechazo, aun cuando sea un rechazo imaginario. Muchas veces, hasta
buscamos "donde está el rechazo" en algunas palabras que nos hayan dicho. Pensamos: "Me dijo, nos
vemos después, ¿ no sé que quiso decir?, talvez quiso decir que ya no nos veamos"...: buscamos
donde estuvo el rechazo y terminamos encontrando una razón para seguir sintiendo un vacío interior.
Seguir buscando la aceptación en los demás es luchar contra una corriente imaginaria que nunca podremos
dominar. Es buscar afuera algo que nos hace falta adentro de nosotros. ¿Por qué buscar la aceptación en los
demás?
Dejar de buscar la aceptación en los demás es olvidarme si los demás me quieren o no me quieren, si
los demás se enojan conmigo o están contentos, dejar de buscar la aceptación es ser lo suficientemente
fuerte de olvidarme del cariño de los demás y darme el cariño a mi mismo. La necesidad de aceptación se
deja a partir de cuando me acepto a mi mismo. Si me amo a mi mismo, ¿porqué buscar afuera quien me
ame? Si me acepto, ¿porqué buscar afuera quien me acepte?
Si nos hacen un favor, no estamos comprometidos a responder de la misma manera, no tenemos porque
pensar que ya “debemos” un favor. Los favores no se hacen para pagar una deuda, los favores se hacen
porque nacen del corazón. El amor no se da para pagar un favor, el amor se da porque sale del corazón.
Deja de hacer favores, olvídate si debes favores a los demás, olvídate si necesitas ser aceptado por otros,
olvídate de la culpa, el chantaje y de todo lo que te haga daño. Acéptate a ti mismo, date amor a ti mismo,
quiérete, consiéntete, hazte cariñitos, y cuando estés lleno de amor, automáticamente darás amor.
Ayudarás no para evitar el rechazo, sino como algo que sale de tu corazón.
Cuando logres amarte a ti mismo, cuando logres aceptarte tal como eres, cuando logres consentirte… ese
día dejarás de esperar que te den aceptacion, desde ese momento dejaras de sentirte rechazado, y desde
ese momento comenzarás a ser libre.
3. Conclusión : Es importante auto conocerme (¿Cuáles son mis debilidades, defectos, aptitudes, actitudes, valores,
aspectos positivos, negativos?) para poder tener como plataforma la seguridad en mí mismo y para relacionarme
con los demás.
TEMA 3 PERSONALIDAD
Definición: La personalidad está formada por una serie de características que utilizamos para describirnos y que se
encuentran integradas mediante lo que llamamos el yo o "sí mismo" formando una unidad coherente.
Entre estas características se encuentra lo que en psicología se denominan rasgos (como agresividad, sumisión,
sociabilidad, sensibilidad...); conjuntos de rasgos (como extroversión o introversión), y otros aspectos que las
personas utilizan para describirse, como sus deseos, motivaciones, emociones, sentimientos y mecanismos para
afrontar la vida. Es decir, la personalidad es la forma en que pensamos, sentimos, nos comportamos e
interpretamos la realidad.
Generalmente, existe una tendencia a comportarse a través del tiempo de una forma determinada, pero esto no
quiere decir que una persona se comporte de ese modo en todos los casos. Por ejemplo, si decimos que una persona
es introvertida, significa que lo es la mayor parte del tiempo, pero no en todas las ocasiones. Los estados de ánimo
influyen también en el comportamiento, de modo que una persona puede variar en función de sus cambios de humor.
Sin embargo, y como veremos más adelante, esta variabilidad es un indicio de buena salud psicológica (siempre que
no sea extrema), ya que indica la existencia de una personalidad flexible, capaz de adaptarse a distintas situaciones.
Nuestro concepto de nosotros mismos
Un aspecto muy importante de nuestra personalidad es la forma en que nos vemos a nosotros mismos y al mundo
que nos rodea. Dos personas diferentes pueden interpretar la realidad de forma distinta. Al observar un bosque a lo
lejos ambas coincidirán en que allí hay árboles y montañas, pero mientras una de ellas puede ver un lugar lleno de
peligro, la otra puede estar viendo un paraíso en el que le gustaría perderse durante varios días.
Las personas reaccionan al mundo de acuerdo a su modo de percibirlo. La personalidad determina ese modo de ver
el mundo y de vernos a nosotros mismos, pero, al mismo tiempo, la manera de vernos a nosotros mismos influye en
nuestra personalidad. Por ejemplo, si varias personas le dicen a un niño que es muy inteligente, es muy probable que
piense de sí mismo que lo es, mientras que si le dicen lo contrario llegará a considerarse una persona poco
inteligente. Esto es debido a que es difícil comprobar si somos o no inteligentes (mientras que es bastante fácil
comprobar, por ejemplo, la fuerza física). Por este motivo, muchas veces recurrimos a los demás para definirnos,
basándonos en la opinión que otros tienen de nosotros. En otras ocasiones nos describimos tomando a los demás
como punto de referencia. Si alguien nos dice "soy un dormilón", lo que nos está diciendo es que duerme más horas
que la mayoría de las personas.
Cuando autoconcepto y realidad no coinciden
Es normal que haya cierta distorsión entre autoconcepto y realidad. Algunas personas se ven como más o menos
capaces de lo que son. Pero cuando este desajuste es muy grande se produce una psicopatología.
Supongamos que una persona se considera a sí misma como alguien capaz de mantener la calma en situaciones
tensas. Si se declara un incendio y se bloquea, siendo incapaz de reaccionar adecuadamente y poniéndose
excesivamente nerviosa, habrá una incongruencia bastante grande entre su autoconcepto y la realidad, debido a que
su comportamiento no ha estado de acuerdo con dicho autoconcepto. Cuando se produce este tipo de incongruencia
(llamada disonancia), resulta intolerable y tratamos de eliminarla inmediatamente. Esto se consigue de dos formas:
1) cambiando el autoconcepto para ajustarlo a la realidad, o 2) distorsionando la realidad para adaptarla al
autoconcepto. En este segundo caso podría producirse un trastorno psicológico.
Por tanto, para evitar que se den estas disonancias, tratamos de comportarnos siempre de acuerdo con nuestro
autoconcepto. De este modo, si pensamos algo de nosotros mismos, nos comportamos de acuerdo con eso, tanto si es
positivo como si es negativo. Por ejemplo, si alguien se considera agresivo, se sentirá incómodo al comportarse de
forma cariñosa, porque crea una incongruencia con su autoconcepto. Esto puede hacer difícil el cambio, pero no
imposible.
Psicopatología y trastornos de personalidad
4. Como hemos visto, las personas que se resisten a ajustar su autoconcepto a la realidad tienen mayores
probabilidades de padecer algún tipo de psicopatología. Una forma de ser demasiado rígida e inflexible está menos
dispuesta a hacer dichos ajustes. De este modo, vemos cómo la personalidad ejerce una gran influencia en la
existencia de problemas emocionales. De hecho, la mayoría de las personas con trastornos psicológicos tienen
dificultades cuyo origen está, al menos en parte, en ciertas características de su personalidad. La forma que tenemos
de vernos a nosotros mismos, al mundo y a los demás puede estar produciéndonos problemas y sufrimiento.
Las personas deprimidas, por ejemplo, se ven como individuos sin valor a los que nadie quiere; interpretan
comportamientos neutros como rechazo, desprecio, etc. Suelen dar gran énfasis a los acontecimientos negativos y
casi excluyen los positivos.
La personalidad sana La personalidad psicológicamente sana y equilibrada tiene las siguientes características:
o Es flexible. Se trata de personas que saben reaccionar ante las situaciones y ante los demás de diversas formas. Es
decir, poseen un repertorio amplio de conductas y utilizan una u otra para adaptarse a las exigencias de la vida, en
vez de comportarse de un modo rígido e inflexible.
o Lleva una vida más variada, realizando diversas actividades, en vez de centrar su vida alrededor de un mismo tema.
o Es capaz de tolerar las situaciones de presión y enfrentarse a ellas y no se viene abajo ante las dificultades y
contratiempos.
o Su forma de verse a sí misma, al mundo y a los demás se ajusta bastante a la realidad.
TEMA 4 TEORIAS DE LA PERSONALIDAD
A) TEORIA CONDUCTISTA
Nos comportamos del modo en que hemos aprendido a hacerlo de acuerdo con los resultados de todas nuestras
vivencias. Se encadenan las secuencias estímulo – respuesta y aprendemos a establecer conductas cuándo se ha
producido un reforzamiento o beneficio para la persona.
Son los estímulos del ambiente y no el libre albedrío lo que forja la personalidad. Creemos que alguien merece elogios
cuando decide libremente obrar bien y merece culpa cuando libremente obra mal. Sin embargo, para Skinner tanto el
elogio como la culpa son igualmente irracionales, dado que toda conducta está determinada por las contingencias de
reforzamiento, no por libre albedrío del individuo.
La bondad y la maldad son recompensadas. Nuestra conducta tiene razones, causas. Nos comportamos como lo
hacemos por algunas razones. los pensamientos y sentimientos no son auto-originados sino producidos por nuestra
interacción con el medio. Algo ocurre en el medio que nos hace sentir o pensar algo. La relación de la conducta con el
medio es recíproca. La conducta afecta al medio y el medio afecta a la conducta.
B) TEORIA HUMANISTA
Principales exponentes: Abraham Maslow y Rogers
Una Teoría positiva y optimista que mira hacia la auto realización del ser humano, representada principalmente por
Maslow y Rogers. Ambos estaban convencidos de la bondad del hombre y de las necesidades de permitirle ser él
mismo.
Todos tendemos a la Auto realización, es una motivación innata. La auto realización se conforma de:
• El desarrollo de las potencialidades.
• El desarrollo de nuestras capacidades.
• Y por la satisfacción de las necesidades (la pirámide de necesidades).
En términos de desarrollo general, nos movemos a través de estos niveles como si fueran estadios. De recién nacidos,
nuestros focos (o casi nuestro completo complejo de necesidades) está en lo fisiológico. Inmediatamente, empezamos
a reconocer que necesitamos estar seguros. Poco tiempo después, buscamos atención y afecto. Un poco más tarde,
buscamos la autoestima. Bajo condiciones de estrés o cuando nuestra supervivencia está amenazada, podemos
“regresar” a un nivel de necesidad menor. Por Ejemplo:
• Cuando nuestra gran empresa ha quebrado, podríamos buscar un poco de atención.
• Cuando nuestra familia nos abandona, parece que a partir de ahí lo único que necesitamos es amor.
5. La teoría de Rogers está construida a partir de una sola “fuerza de vida” que llama la tendencia actualizante. Esto
puede definirse como una motivación innata presente en toda forma de vida dirigida a desarrollar sus potenciales
hasta el mayor límite posible. No estamos hablando aquí solamente de supervivencia: todas las criaturas persiguen
hacer lo mejor de su existencia, y si fallan en su propósito, no será por falta de deseo. El ser humano presenta una
actitud innata hacia el desarrollo y su ideal máximo es la satisfacción de las necesidades para realizarse en la vida.
Rogers describe un elemento central de la personalidad, que él denomina el sí mismo, una configuración organizada
de las percepciones del sí mismo que son admisibles en la conciencia. El proceso de convertirse en persona de
acuerdo con los humanistas es el siguiente:
• Hacer a un lado las máscaras
• Dejar de sentir los deberías
• Abandonar las presiones externas
• Valorar lo que uno piensa y siente
• Aceptar nuestra responsabilidad
• Adaptarse a los cambios
• Asumir nuestra individualidad
• Aceptarnos como somos
• Aceptar a los demás
• Confiar en sí mismo
Cuando percibes una situación amenazante, sientes ansiedad. La ansiedad es una señal que indica que existe un
peligro potencial que debes evitar. define dos defensas: negación y distorsión perceptiva. La negación: bloquear por
completo la situación amenazante. La negación: si mantenemos fuera de nuestra consciencia un recuerdo o impulso
(nos negamos a recibirlo), seremos capaces de evitar la situación amenazante. La distorsión perceptiva es una
manera de reinterpretar la situación de manera que sea menos amenazante. Aquí también intervendría la proyección
como defensa.
C) Teoria de erickson
Erikson Postulaba la existencia de ocho fases de desarrollo que se extendían a lo largo de todo el ciclo
vital. Nuestros progresos a través de cada estadio está determinado en parte por nuestros éxitos o por
los fracasos en los estadios precedentes. Como si fuese el botón de una rosa que esconde sus pétalos,
cada uno de éstos se abrirá en un momento concreto, con un cierto órden que ha sido determinado por
la naturaleza a través de la genética. Si interferimos con este órden natural de desarrollo extrayendo
un pétalo demasiado pronto o en un momento que no es el que le corresponde, destruimos el
desarrollo de la flor al completo.
Cada fase comprende ciertas tareas o funciones que son psicosociales por naturaleza. Erikson les
llama crisis. Por ejemplo, un niño escolar debe aprender a ser industrioso durante ese periodo de su
vida y esta tendencia se aprende a través de complejas interacciones sociales de la escuela y la familia.
Las diversas tareas descritas por el autor se establecen en base a dos términos: una es la tarea del
infante, llamada “confianza-desconfianza”. Al principio resulta obvio pensar que el niño debe aprender
a confiar y no a desconfiar. Pero Erikson establece muy claramente que debemos aprender que existe
un balance. Ciertamente, debemos aprender más sobre la confianza, pero también necesitamos
aprender algo de desconfianza de manera que no nos convirtamos en adultos estúpidos.
Cada fase tiene un tiempo óptimo también. Es inútil empujar demasiado rápido a un niño a la adultez,
cosa muy común entre personas obsesionadas con el éxito. No es posible bajar el ritmo o intentar
proteger a nuestros niños de las demandas de la vida. Existe un tiempo para cada función.
Si pasamos bien por un estadio, llevamos con nosotros ciertas virtudes o fuerzas psicosociales que
nos ayudarán en el resto de los estadios de nuestra vida. Por el contrario, si no nos va tan bien,
podremos desarrollar maladaptaciones o malignidades, así como poner en peligro nuestro
desarrollo faltante. De las dos, la malignidad es la peor, ya que comprende mucho de los aspectos
negativos de la tarea o función y muy poco de los aspectos positivos de la misma, tal y como presentan
las personas desconfiadas. La maladaptación no es tan mala y comprende más aspectos positivos que
negativos de la tarea, como las personas que confían demasiado.
Estadio I
comprende primero año y medio de vida.
6. La tarea consiste en desarrollar la confianza sin eliminar completamente la capacidad para
desconfiar. Si papá y mamá proveen al recién nacido de un grado de familiaridad,
consistencia y continuidad, el niño desarrollará un sentimiento de que el mundo, especialmente el
mundo social, es un lugar seguro para estar; que las personas son de fiar y amorosas.
También, a través de las respuestas paternas, el niño aprende a confiar en su propio cuerpo y las
necesidades biológicas que van con él. Si los padres son
desconfiados e inadecuados en su proceder; si rechazan al infante o le hacen daño; si otros intereses
provocan que ambos padres se alejen de las necesidades de satisfacer las propias, el niño desarrollará
desconfianza. Será una persona aprensiva y suspicaz con respecto a los demás.
De todas maneras, es muy importante que sepamos que esto no quiere decir que los padres tengan que
ser los mejores del mundo. De hecho, aquellos padres que
son sobreprotectores; que están ahí tan pronto el niño llora, le llevarán a desarrollar una tendencia
maladaptativa que Erikson llama desajuste sensorial, siendo excesivamente confiado, incluso
crédulo. Esta persona no cree que alguien pudiera hacerle daño y usará todas las defensas disponibles
para retener esta perspectiva exagerada.
es peor aquella tendencia que se inclina sobre el otro lado: el de la desconfianza. Estos niños
desarrollarán la tendencia maligna de desvanecimiento Esta persona se torna depresiva, paranoide e
incluso puede desarrollar una psicosis.
Si se logra un equilibrio, el niño desarrollará la virtud de esperanza, una fuerte creencia en la que se
considera que siempre habrá una solución al final del camino, a pesar de que las cosas vayan mal.
Uno de los signos que nos indican si el niño va bien en este primer estadio es si puede ser capaz de
esperar sin demasiado jaleo a demorar la respuesta de satisfacción ante una necesidad: mamá y papá
no tienen por qué ser perfectos; confío lo suficiente en ellos como para saber esta realidad; si ellos no
pueden estar aquí inmediatamente, lo estarán muy pronto; las cosas pueden ser muy difíciles, pero ellos
harán lo posible por arreglarlas. Esta es la misma habilidad que utilizaremos ante situaciones de
desilusión como en el amor, en la profesión y muchos otros dominios de la vida.
Estadio II desde alrededor de los 18 meses hasta los 3-4 años
de edad. La tarea primordial es alcanzar un cierto grado de autonomía, aún conservando un toque de
vergüenza y duda.
Si papá y mamá (y otros cuidadores que entran en escena en esta época) permiten que el niño explore
y manipule su medio, desarrollará un sentido de autonomía o independencia. Los padres no deben
desalentarle ni tampoco empujarle demasiado. Se requiere, en este sentido, un equilibrio. La
mayoría de la gente le aconsejan a los padres que sean “firmes pero tolerantes” en esta etapa, y desde
luego el consejo es bueno. De esta manera, el niño desarrollará tanto un autocontrol como una
autoestima importantes.
es bastante fácil que el niño desarrolle un sentido de vergüenza y duda.
Si los padres acuden de inmediato a sustituir las acciones dirigidas a explorar y a ser independiente, el
niño pronto se dará por vencido, asumiendo que no puede hacer las cosas por sí mismo.
Debemos tener presente que el burlarnos de los esfuerzos del niño puede llevarle a sentirse muy
avergonzado, y dudar de sus habilidades. También hay otras
formas de hacer que el niño se sienta avergonzado y dudoso. Si le damos al niño una libertad sin
restricciones con una ausencia de límites, o si le ayudamos a hacer lo que él podría hacer solo, también
le estamos diciendo que no es lo suficientemente bueno. Si no somos lo
suficientemente pacientes para esperar a que el niño se ate los cordones de sus zapatos, nunca
aprenderá a atárselos, asumiendo que esto es demasiado difícil para aprenderlo.
un poco de vergüenza y duda no solo es inevitable, sino que incluso es bueno. Sin ello, se desarrollará
lo que Erikson llama impulsividad, se manifestará como el lanzarse de cabeza a situaciones sin
considerar los límites y los atropellos que esto puede causar. Peor aún
es demasiada vergüenza y duda, lo que llevará al niño a desarrollar la malignidad que Erikson llama
compulsividad. La persona compulsiva siente que todo su ser
está envuelto en las tareas que lleva a cabo y por tanto todo debe hacerse correctamente.
El seguir las reglas de una forma precisa, evita que uno se equivoque, y se debe evitar cualquier error a
cualquier precio. Muchos de ustedes reconocen lo que es sentirse avergonzado y dudar continuamente
de uno mismo
Si logramos un equilibrio apropiado y positivo entre la autonomía y la vergüenza y la culpa,
desarrollaremos la virtud de una voluntad poderosa o determinación. Una de las cosas más
admirables (y frustrantes) de un niño de dos o tres años es su determinación.
7. Su mote es “puedo hacerlo”. Si preservamos ese “puedo hacerlo” (con una apropiada modestia, para
equilibrar) seremos mucho mejores como adultos.
Estadio III Esta es el la edad del juego. Desde los 3-4 hasta los
5-6 años, la tarea fundamental es la de aprender la iniciativa sin una culpa exagerada.
La iniciativa sugiere una respuesta positiva ante los retos del mundo, asumiendo responsabilidades,
aprendiendo nuevas habilidades y sintiéndose útil. Los padres pueden
animar a sus hijos a que lleven a cabo sus ideas por sí mismos.
Debemos alentar la fantasía, la curiosidad y la imaginación. Esta es la época del juego, no para una
educación formal. Ahora el niño puede imaginarse, como nunca antes, una situación futura, una que no
es la realidad actual. La iniciativa es el intento de hacer real lo irreal.
Pero si el niño puede imaginar un futuro, si puede jugar, también será responsable…y culpable. Si mi
hijo de dos años tira mi reloj en el váter, puedo asumir sin temor a equivocarme que no hubo mala
intención en el acto. Era solo una cosa dando vueltas y vueltas hasta desaparecer. ¡Qué divertido!.
¡Pero si mi hijo de cinco años lo hace…bueno, debería saber qué va a pasar con el reloj, qué ocurrirá
con el temperamento de papá y que le ocurrirá a el!. Podría sentirse culpable del acto
Ha llegado la capacidad para establecer juicios morales.
la crisis edípica comprende la renuencia que siente el niño a abandonar su cercanía al sexo opuesto.
Un padre tiene la responsabilidad, socialmente hablando, de animar al niño a que “crezca”; “¡que ya no
eres un niño!”. Pero si este proceso se establece de manera muy dura y extrema, el niño aprende a
sentirse culpable con respecto a sus sentimientos.
Demasiado iniciativa y muy poca culpa significa una tendencia maladaptativa que Erikson llama
crueldad. La persona cruel toma la iniciativa. Tiene sus planes, ya sea en materia de escuela,
romance o política, o incluso profesión.
El único problema es que no toma en cuenta a quién tiene que pisar para lograr su objetivo.
Todo es el logro y los sentimientos de culpa son para los débiles. La forma extrema de la crueldad es la
sociopatía.
La crueldad es mala para los demás, pero relativamente fácil para la persona cruel.
Peor para el sujeto es la malignidad de culpa exagerada, lo cual Erikson llama inhibición.
La persona inhibida no probará cosa alguna, ya que “si no hay aventura, nada se pierde” y
particularmente, nada de lo que sentirse culpable. Un buen
equilibrio llevará al sujeto a la virtud psicosocial de propósito. una palabra más acertada para esta
virtud hubiera sido coraje; la capacidad para la acción a pesar de conocer claramente nuestras
limitaciones y los fallos anteriores.
Estadio IV entre los 6 y 12 años La tarea principal es
desarrollar una capacidad de laboriosidad al tiempo que se evita un sentimiento excesivo de
inferioridad. Los niños deben “domesticar su imaginación” y
dedicarse a la educación y a aprender las habilidades necesarias para cumplir las exigencias de la
sociedad. Aquí los padres, la familia, compañeros y profesores contribuyen; los
padres deben animar, los maestros deben cuidar; los compañeros deben aceptar.
Los niños deben aprender que no solamente existe placer en concebir un plan, sino también en llevarlo
a cabo. Deben aprender lo que es el sentimiento del éxito, ya sea en el patio o el aula; ya sea
académicamente o socialmente.
Una buena forma de percibir las diferencias entre un niño en el tercer estadio y otro del cuarto es
sentarse a ver cómo juegan. Los niños de cuatro años pueden querer jugar, pero solo tienen
conocimientos vagos de las reglas e incluso las cambian varias veces a todo lo largo del juego escogido.
No soportan que se termine el juego, como no sea tirándoles las piezas a su oponente.
Un niño de siete años, sin embargo, está dedicado a las reglas, las consideran algo mucho más sagrado
e incluso puede enfadarse si no se permite que el juego llegue a una conclusión estipulada.
Si el niño no logra mucho éxito, debido a maestros muy rígidos o a compañeros muy negadores, por
ejemplo, desarrollará entonces un sentimiento de inferioridad o incompetencia.
Una fuente adicional de inferioridad, en palabras de Erikson, la constituye el racismo, sexismo y
cualquier otra forma de discriminación. Si un niño cree que el
éxito se logra en virtud de quién es en vez de cuán fuerte puede trabajar, entonces ¿para qué
intentarlo? Una actitud demasiado laboriosa puede llevar
a la tendencia maladaptativa de virtuosidad dirigida. Esta conducta la vemos en niños
a los que no se les permite “ser niños”; aquellos cuyos padres o profesores empujan en un área de
competencia, sin permitir el desarrollo de intereses más amplios.
8. Estos son los niños sin vida infantil: niños actores, niños atletas, niños músicos, niños prodigio.
admiramos su laboriosidad, pero si nos acercamos más, todo ello se sustenta en una vida vacía.
Sin embargo, la malignidad más común es la llamada inercia. Esto incluye a todos aquellos de
nosotros que poseemos un “complejo de inferioridad”. Si a la primera no
logramos el éxito, ¡no volvamos a intentarlo!. Por ejemplo, a muchos de nosotros no nos ha ido
bien en matemáticas, entonces nos morimos antes de asistir a otra clase de matemáticas.
Otros fueron humillados en el gimnasio, entonces nunca harán ningún deporte o ni siquiera jugarán al
basquetball. Otros nunca desarrollaron habilidades sociales (la más importante de todas), entonces
nunca saldran a la vida pública. Se vuelven seres inertes.
Lo ideal sería desarrollar un equilibrio entre la laboriosidad y la inferioridad; esto es, ser
principalmente laboriosos con un cierto toque de inferioridad que nos mantenga sensiblemente
humildes. Entonces tendremos la virtud llamada competencia.
Estadio V Esta etapa es la de la adolescencia,
empezando en la pubertad 13 años y finalizando alrededor de los 18-20 años. (Actualmente está claro
que debido sobre todo a una serie de factores psicosociales, la adolescencia se prolonga más allá de los
20 años, incluso hasta los 25 años).
La tarea primordial es lograr la identidad del Yo y evitar la confusión de roles.
La identidad yoica significa saber quiénes somos y cómo encajamos en el resto de la sociedad.
Exige que tomemos todo lo que hemos aprendido acerca de la vida y de nosotros mismos y lo
moldeemos en una autoimagen unificada, una que nuestra comunidad estime como significativa.
De una forma o de otra, la diferencia entre ese periodo de falta de poder, de irresponsabilidad de la
infancia y ese otro de responsabilidad propio del adulto se establece de forma clara.
Sin estos límites, nos embarcamos en una confusión de roles, lo que significa que no sabremos cuál es
nuestro lugar en la sociedad y en el mundo. Erikson dice que
cuando un adolescente pasa por una confusión de roles, está sufriendo una crisis de identidad. De
hecho, una pregunta muy común de los adolescentes en nuestra sociedad es “¿Quién soy?”.
Existe un problema cuando tenemos demasiado “identidad yoica”. Cuando una persona está tan
comprometida con un rol particular de la sociedad o de una subcultura, no queda espacio suficiente
para la tolerancia. Erikson llama a esta tendencia maladaptativa fanatismo.
Un fanático cree que su forma es la única que existe. Por descontado está que los adolescentes son
conocidos por su idealismo y por su tendencia a ver las cosas en blanco o negro.
Éstos envuelven a otros alrededor de ellos, promocionando sus estilos de vida y creencias sin
importarles el derecho de los demás a estar en desacuerdo. La falta de
identidad es bastante más problemática, y Erikson se refiere a esta tendencia maligna como repudio.
Estas personas repudian su membresía en el mundo adulto e incluso repudian su necesidad de una
identidad. Algunos adolescentes se permiten a sí mismos la “fusión” con un grupo,
especialmente aquel que le pueda dar ciertos rasgos de identidad: sectas religiosas, organizaciones
militaristas, grupos amenazadores Pueden embarcarse en actividades
destructivas como la ingesta de drogas, alcohol o incluso adentrarse seriamente en sus propias
fantasías psicóticas. Después de todo, ser “malo” o ser “nadie” es mejor
que no saber quién soy. Si logramos negociar con éxito esta etapa,
tendremos la virtud que Erikson llama fidelidad . La fidelidad implica
lealtad, o la habilidad para vivir de acuerdo con los estándares de la sociedad a pesar de sus
imperfecciones, faltas e inconsistencias. No estamos hablando de una lealtad ciega, así
como tampoco de aceptar sus imperfecciones. La fidelidad de la que
hablamos se establece cuando hemos hallado un lugar para nosotros dentro de ésta
Estadio VI la adultez jóven, la cual dura entre 18 años
hasta los 30 aproximadamente. La tarea principal es lograr un
cierto grado de intimidad, actitud opuesta a mantenerse en aislamiento. La intimidad
supone la posibilidad de estar cerca de otros, como amantes, amigos; como un partícipe de la sociedad.
Ya que posees un sentimiento de saber quién eres, no tienes miedo a “perderte” a ti mismo, como
presentan muchos adolescentes. El “miedo al compromiso”
que algunas personas parecen presentar es un buen ejemplo de inmadurez en este estadio.
Sin embargo, este miedo no siempre es tan obvio. Muchas personas enlentecen o postergan el proceso
progresivo de sus relaciones interpersonales. “Me casaré (o tendré una familia, o me embarcaré en
algún tema social) tan pronto acabe la universidad; tan pronto tenga un trabajo; cuando tenga una
casa; tan pronto…Si has estado comprometido durante los últimos 10 años, ¿qué te hace echarte
9. atrás?. El joven adulto ya no tiene que probarse a sí mismo. Una relación de
pareja adolescente sí busca un establecimiento de identidad a través de la relación. “¿Quién soy?. Soy
su novio”. La relación de adultos jóvenes debe ser una cuestión
de dos egos independientes que quieren crear algo más extenso que ellos mismos.
Intuitivamente reconocemos esto cuando observamos la relación de pareja de dos sujetos donde uno
de ellos es un adolescente y el otro un adulto joven. Nos percatamos del potencial de dominio que
tiene el último sobre el primero. A esta dificultad se añade que nuestra sociedad tampoco ha
hecho mucho por los adultos jóvenes. la fractura de las relaciones por
motivos de traslados y la naturaleza generalmente impersonal de la vida moderna, hacen que sea más
difícil el desarrollo de relaciones íntimas.
Yo soy una de esas personas que he tenido que mudarme de lugar docenas de veces en mi vida. No
tengo ni la más remota idea de lo que pasó con mis amigos infantiles o incluso de aquellos que tenía en
la universidad. Mis amigos más antiguos están a miles de kilómetros de donde vivo. Yo resido donde
las necesidades relativas a mi profesión me han llevado y por tanto, no tengo una sensación firme de
comunidad.
Si han crecido y afincado en una comunidad en particular, especialmente una rural, es muy probable
que ustedes tengan relaciones mucho más profundas y duraderas; probablemente se casaron con el
amor de toda su vida, y sienten un buen cariño por su comunidad. Pero este estilo de vida se está
volviendo rápidamente inusual.
La tendencia maladaptativa que Erikson llama promiscuidad, se refiere particularmente a volverse
demasiado abierto, muy fácilmente, sin apenas esfuerzo y sin ninguna profundidad o respeto por tu
intimidad. Esta tendencia se puede dar tanto con tu amante, como con
tus amigos, compañeros y vecinos. La exclusión es la tendencia maligna de
aislamiento máximo. La persona se aísla de sus seres queridos o parejas, amigos y vecinos,
desarrollando como compensación un sentimiento constante de cierta rabia o irritabilidad que le sirve
de compañía. Si atravesamos con éxito esta etapa,
llevaremos con nosotros esa virtud o fuerza psicosocial que Erikson llama amor. el amor se refiere a
esa habilidad para alejar las diferencias y los antagonismos a través de una “mutualidad de devoción”.
Incluye no solamente el amor que compartimos en un buen matrimonio, sino también el amor entre
amigos y el amor de mi vecino, compañero de trabajo .
Estadio VII Este estadio corresponde al de la adultez media.
Es muy difícil establecer el rango de edades, pero incluiría aquel periodo dedicado a la crianza de los
niños. Para la mayoría de las personas de nuestra sociedad, estaríamos hablando de un período
comprendido entre los 20 y pico y los 50 y tantos. La tarea fundamental aquí es lograr un
equilibrio apropiado entre la productividad o generabilidady el estancamiento.
La productividad es una extensión del amor hacia el futuro.
Tiene que ver con una preocupación sobre la siguiente generación y todas las demás futuras.
Con la productividad, no estamos esperando, al menos parece que no implícitamente, una reciprocidad
en el acto. Pocos padres esperan una “vuelta de su agradecimiento” de sus hijos, y si lo
hacen, no creemos que sean buenos padres.
Aunque la mayoría de las personas ponen en práctica la productividad teniendo y criando los hijos,
existen otras maneras también. Erikson considera que la enseñanza,
la escritura, la inventiva, las ciencias y las artes, el activismo social complementan la tarea de
productividad. En definitiva, cualquier cosa que llene esa “ vieja
necesidad de ser necesitado”. El estancamiento, por otro
lado, es la “auto-absorción”; cuidar de nadie. La persona estancada deja de ser un miembro productivo
de la sociedad. Es bastante difícil imaginarse que uno tenga algún tipo
de estancamiento en nuestras vidas, tal y como ilustra la tendencia maladaptativa que Erikson llama
sobrextensión Algunas personas tratan de ser tan productivas que llega un momento en que no se
pueden permitir nada de tiempo para sí mismos, para relajarse y descansar. Al final, estas personas
tampoco logran contribuir algo a la sociedad. Ustedes conocerán a alguien inmerso en un
sinnúmero de actividades o causas; o tratan da tomar todas las clases posibles o mantener tantos
trabajos…Al final, no tienen ni siquiera tiempo para hacer ninguna de estas actividades. Más
obvia todavía resulta la tendencia maligna de rechazo, lo que supone muy poca productividad y
bastante estancamiento, lo que produce una mínima participación o contribución a la sociedad. Y
desde luego que aquello que llamamos “el sentido de la vida” es una cuestión de cómo y qué
10. contribuimos o participamos en la sociedad. Esta es la etapa de la “crisis de la mediana
edad”. En ocasiones los hombres y mujeres se preguntan esa interrogante tan terrible y vasta de “¿Qué
estoy haciendo aquí?”. Detengámonos un momento a analizar esta pregunta. En vez de preguntarse por
quiénes están haciendo lo que hacen, se preguntan el¿ qué hacen?, dado que la atención recae sobre
ellos mismos. Debido al pánico a envejecer y a no
haber logrado las metas ideales que tuvieron cuando jóvenes, tratan de “recapturar” su juventud. El
ejemplo más evidente se percibe en los hombres. Dejan a sus sufrientes esposas, abandonan sus
tediosos trabajos, se compran ropa de última moda y empiezan a acudir bares de solteros.
Evidentemente, raramente encuentran lo que andan buscando porque sencillamente están buscando
algo equivocado. Pero si atravesamos esta etapa con éxito.
Desarrollaremos una capacidad importante para cuidar que nos servirá a lo largo del resto de nuestra
vida.
Estadio VIII Esta última etapa, la delicada adultez tardía o
madurez, o la llamada de forma más directa y menos suave edad de la vejez, empieza alrededor de la
jubilación, después que los hijos se han ido; digamos más o menos alrededor de los 60 años. Algunos
colegas “viejetes” rabian con esto y dicen que esta etapa empieza solo cuando uno se siente viejo y esas
cosas, pero esto es un efecto directo de una cultura que realza la juventud, lo cual aleja incluso a los
mayores de que reconozcan su edad. Erikson establece que es
bueno llegar a esta etapa y si no lo logramos es que existieron algunos problemas anteriores que
retrasaron nuestro desarrollo. La tarea primordial aquí es lograr
una integridad yoica con un mínimo de desesperanza. Esta etapa parece ser la más difícil de todas, al
menos desde un punto de vista juvenil.
Primero ocurre un distanciamiento social, desde un sentimiento de inutilidad; todo esto evidentemente en el marco
de nuestra sociedad. Algunos se jubilan de trabajos que han tenido durante muchos años; otros perciben que su tarea
como padres ya ha finalizado y la mayoría creen que sus aportes ya no son necesarios.
Además existe un sentido de inutilidad biológica, debido a que el cuerpo ya no responde como antes.
Las mujeres pasan por la menopausia, algunas de forma dramática. Los
hombres creen que ya “no dan la talla”. Surgen enfermedades de la vejez como artritis, diabetes,
problemas cardíacos, problemas relacionados con el pecho y ovarios y cánceres de próstata.
Empiezan los miedos a cuestiones que uno no había temido nunca, como por ejemplo a un proceso gripal o
simplemente a caerse. Junto a las enfermedades, aparecen las
preocupaciones relativas a la muerte. Los amigos mueren; los familiares también. La esposa muere. Es inevitable que
también a uno le toque su turno. Al enfrentarnos a toda esta situación, parece
que todos debemos sentirnos desesperanzados. Como respuesta a esta desesperanza,
algunos mayores se empiezan a preocupar con el pasado. Después de todo, allí las cosas eran mejores.
Algunos se preocupan por sus fallos; esas malas decisiones que se tomaron y se quejan de que no tienen ni el tiempo
ni la energía para revertirlas . Vemos entonces que algunos ancianos se deprimen, se
vuelven resentidos, paranoides, hipocondríacos o desarrollan patrones comportamentales de senilidad con o sin
explicación biológica. La integridad yoica significa llegar a los términos
de tu vida, y por tanto, llegar a los términos del final de tu vida. Si somos capaces de mirar atrás y aceptar el curso de
los eventos pasados, las decisiones tomadas; tu vida tal y como la viviste, como necesariamente así, entonces no
necesitarás temerle a la muerte. Aunque la mayoría de
ustedes no se encuentran en este punto de la vida, quizás podríamos identificarnos un poco si empezamos a
cuestionarnos nuestra vida hasta el momento. Todos hemos cometido errores, alguno de ellos bastante graves; si bien
no seríamos lo que somos si no los hubiéramos cometidos. Si hemos sido muy afortunados, o si hemos jugado a la
vida de forma segura y con pocos errores, nuestra vida no habría sido tan rica como lo es. La
tendencia maladaptativa del estadio 8 es llamada presunción. Esto ocurre cuando la persona “presume” de una
integridad yoica sin afrontar de hecho las dificultades de la senectud. La
tendencia maligna es la llamada desdén. Erikson la define como un desacato a la vida, tanto propia como la de los
demás. La persona que afronta la muerte sin miedo tiene la virtud que
Erikson llama sabiduría. Considera que este es un regalo para los hijos, dado que “los niños sanos no temerán a la
vida si sus mayores tienen la suficiente integridad para no temer a la muerte”.
D ) TEORIA PSICOANALITICA
En sus investigaciones y estudios, Freud encontró pruebas de que la conciencia del ser humano solo es una pequeña
parte de la mente humana, planteó la siguiente división:
11. Consciente Nivel en que los pensamientos y percepciones son plenamente comprendidos y percibidos
por la persona.
Pre consciente Se constituye por los pensamientos, recuerdos y aprendizaje no conscientes, que requieren
de una atención especial para acceder a ellos con facilidad.
Inconsciente Los deseos innatos reprimidos que han escapado a la conciencia.
En la Hipótesis Estructural, estableció que la estructura psíquica está compuesta de tres elementos que son el Ello, el
Yo y el Super Yo, éstos se encuentran en el inconsciente.
El Ello La parte biológica e instintiva, la que nos lleva a la supervivencia, es nuestro principio primitivo.
El Superyo Es la parte de moralidad y restricciones, nos integra a la sociedad, marca los limites y los valores, es
también el portador de “ideal del yo” con el que el “yo” se mide, al que aspira a alcanzar y cuya exigencia se empeña
en alcanzar.
El Yo (el ego La realidad que debe satisfacer los impulsos del ello en el momento en que el objeto esté
disponible y no todo el tiempo pues el superyo va a establecer los limites.
Según Freud, la personalidad se va desarrollando a través de etapas que ocurren en la infancia, que tienen una
función biológica como centro y plantea que los acontecimientos que se llevan a cabo en éstas fases pueden ser
determinantes en la formación de la personalidad del ser humano.
Etapas Psicosexuales de Freud
ORAL 0 a 18 meses . Interés en las gratificaciones centradas en la boca como: chupar, comer, morder, besar y
acariciar, el bebé siente placer al contacto con la piel materna. Si el niño disfruta fuertemente por comer en exceso,
puede tener una fijación en esta fase y desarrollar una personalidad oral receptiva que siguirá buscando por medio
de la boca. Como el placer de fumar, el comer de más y el ser una persona crédula. Por otro lado, si se frustran
repentinamente los placeres orales pueden quedar fijaciones que van a crear una persona oral agresiva, que procura
el placer siendo agresivamente verbal y hostil hacia los demás. La fase oral comienza desde el nacimiento hasta los 12
a 18 meses.
ANAL 18 meses a 3 años. Se distingue por la gratificación al expulsar y retener las heces fecales; aceptación de las
exigencias sociales relativas al control de esfínteres. Abarca del final de la etapa oral hasta los tres años de edad. Si los
padres son muy estrictos en sus métodos, los hijos pueden reaccionar de dos maneras:
• Retener las heces y desarrollar un carácter obstinado, mezquino y compulsivo
• Rebelarse expulsando las heces en un momento inoportuno, presentando rasgos de carácter destructivo, prepotencia,
desorden y falta de higiene.
FALICA 3 a 6 años Su preocupación inicial está en los genitales; se establece la diferenciación psicosexual
masculina o femenina y la identificación con el padre o la madre, llevando a cabo exploraciones sexuales o imitando
papeles de adultos. En esta etapa se resuelve el complejo de Edipo que conlleva a la identificación con el progenitor
del mismo sexo. Este complejo estructura la personalidad y el deseo humano y sirve para aceptar las normas sociales
por parte del individuo. Acontece de los tres a los seis años de edad.
DE LATENCIA De los seis años al inicio de la adolescencia. Existe una fuerte sublimación espontánea de los
sentimientos libidinales, por razones evolutivas existe para facilitar una integración cultural del sujeto.
GENITAL A partir de la pubertad. Se reafirma la identidad sexual del hombre o la mujer. El Yo libera la frustración
y la ansiedad por medio de los sueños, que tienen como finalidad satisfacer los deseos de forma disfrazada. Y por
medio de los mecanismos de defensa.
Mecanismos de Defensa
Represión Impide que los pensamientos y sentimientos dolorosos entren a la conciencia.
12. Regresión Se regresa a una fase anterior de desarrollo ante ansiedad o conflicto.
Proyección Atribuimos a otros defectos, errores y deseos inaceptados.
Negación Se pretende ignorar las realidades desagradables para no enfrentarse a ellas.
Identificación Apropiarse de las cualidades de las personas que uno admira.
Introyección Incorporación de cualidades e imágenes de los padres por el bebé.
Racionalización Justifica las ideas y conductas propias ante el temor del rechazo de los demás.
Formación reactiva Se adoptan emociones o sentimientos contrarios a los verdaderos.
Fantasía Cuando se imagina lo que no se puede conseguir en la realidad.
Desplazamiento Descarga de hostilidad sobre un objeto que no tuvo la culpa.
Sublimación Aceptar y orientar los impulsos a otra actividad, artística, intelectual o social.
Tema 6 TRASTORNOS DE LA PERSONALIDAD
Los trastornos de la personalidad están estructurados en tres grupos (según la clasificación del DSM-IV).
El grupo A comprende aquellas personas que suelen ser consideradas como extrañas o excéntricas e
incluye los trastornos de la personalidad paranoide, esquizoide y esquizotípico.
Estas personas son muy aisladas, desconfiadas, con dificultad para procesar la realidad que los rodea y no pueden
diferenciar la información que proviene del exterior con la generada por ellos.
Trastorno paranoide de la personalidad: Desconfianza excesiva o injustificada, suspicacia,
hipersensibilidad y restricción afectiva
Trastorno esquizoide de la personalidad: Dificultad para establecer relaciones sociales, ausencia de
sentimientos cálidos y tiernos, indiferencia a la aprobación o crítica.
Trastorno esquizotípico de la personalidad: Anormalidades de la percepción, pensamiento, del lenguaje y
de la conducta; que no llega a reunir los criterios para la esquizofrenia.
El grupo B comprende personas con una clara inclinación al dramatismo, muy emotivas y con conductas
erráticas e incluye los trastornos de personalidad histriónico, narcisista, antisocial y límite. A estas personas les
cuesta mucho controlar sus impulsos. Son muy inestables emocionalmente, lo que les ocasiona ciertos problemas
para adaptarse a su entorno.
Trastorno histriónico de la personalidad: Conducta teatral, reactiva y expresada intensamente, con
relaciones interpersonales marcadas por la superficialidad, el egocentrismo, la hipocresía y la manipulación.
Trastorno narcisista de la personalidad: Sentimientos de importancia y grandiosidad, fantasías de éxito,
necesidad exhibicionista de atención y admiración.
Trastorno antisocial de la personalidad: Conducta antisocial continua y crónica, en la que se violan los
derechos de los demás. Se presenta antes de los 15 años y persiste en la edad adulta.
Trastorno límite de la personalidad: Inestabilidad en el estado de ánimo, la identidad, la autoimagen y
la conducta interpersonal.
El grupo C comprende a personas que acostumbran a ser ansiosas y temerosas e incluye los trastornos de
personalidad por evitación, por dependencia y el obsesivo compulsivo, así como una categoría llamada trastorno de
la personalidad no especificado( que incluye el trastorno pasivo agresivo de la personalidad y el trastorno depresivo
de la personalidad).
Son personas muy inseguras, ansiosas y con muchos miedos, que ponen en marcha una serie de mecanismos de
defensa cuando se sienten amenazados, los cuales determinan los distintos tipos de personalidad.
13. Trastorno de la personalidad por evitación: Hipersensibilidad al rechazo, la humillación o la vergüenza.
Retraimiento social a pesar del deseo de afecto, y baja autoestima.
Trastorno de la personalidad por dependencia: Pasividad para que los demás asuman las responsabilidades y
decisiones propias. Subordinación e incapacidad para valerse solo. Falta de autoconfianza.
Trastorno obsesivo-compulsivo: Perfeccionismo, obstinación, indecisión, excesiva devoción al trabajo y
al rendimiento. Dificultad para expresar emociones cálidas y tiernas.
TRASTORNOS DE LA PERSONALIDAD
Trastorno paranoide
La característica esencial del trastorno paranoide de la personalidad es un patrón de
desconfianza y suspicacia general hacia los otros, de forma que las intenciones de éstos son
interpretadas como maliciosas. Este patrón empieza al principio de la edad adulta y aparece en
diversos contextos.
Los individuos con este trastorno dan por hecho que los demás se van a aprovechar de ellos,
les van a hacer daño o les van a engañar, aunque no tengan prueba alguna que apoye estas
previsiones (Criterio A1). Con pocas o ninguna prueba, tienen base suficiente para sospechar
que los demás están urdiendo algún complot en su contra y que pueden ser atacados en
cualquier momento, de repente y sin ninguna razón. Frecuentemente, sin que haya prueba
objetiva de ello, sienten que han sido ofendidos profunda e irreversiblemente por otra persona
o personas. Están preocupados por dudas no justificadas acerca de la lealtad o la fidelidad de
sus amigos y socios, cuyos actos son escrutados minuciosamente en busca de pruebas de
intenciones hostiles (Criterio A2). Cualquier desviación que perciban en la fidelidad o la lealtad
sirve como prueba a sus suposiciones. Cuando algún amigo o socio se muestra leal con ellos,
están tan sorprendidos, que no pueden tener confianza o creer en él. Si se encuentran con
problemas, piensan que lo que van a hacer sus amigos o socios es atacarles o ignorarles.
Los sujetos con este trastorno son reacios a confiar o intimar con los demás, porque temen que
la información que compartan sea utilizada en su contra (Criterio A3). Pueden negarse a
contestar preguntas personales diciendo que esa información «no es asunto de los demás». En
las observaciones o los hechos más inocentes vislumbran significados ocultos que son
degradantes o amenazantes (Criterio A4). Por ejemplo, un sujeto con este trastorno puede
malinterpretar un error legítimo de un dependiente de una tienda como un intento deliberado
de no dar bien el cambio o puede ver una observación humorística de un compañero de trabajo
como si fuera un ataque en toda regla. Los halagos son frecuentemente malinterpretados (p. ej.,
un elogio de algo que acaban de comprar puede malinterpretarse como una crítica por ser
egoísta; un halago por algún logro se malinterpreta como un intento de coartar una actuación
mejor). Pueden ver una oferta de ayuda como una crítica en el sentido de que no lo están
haciendo suficientemente bien ellos solos.
Los individuos con este trastorno suelen albergar rencores y son incapaces de olvidar los
insultos, injurias o desprecios de que creen haber sido objeto (Criterio A5). El menor desprecio
provoca una gran hostilidad, que persiste durante mucho tiempo. Puesto que siempre están
pendientes de las malas intenciones de los demás, sienten a menudo que su persona o su
reputación han sido atacadas o que se les ha mostrado desconsideración de alguna otra
manera. Contraatacan con rapidez y reaccionan con ira ante los ultrajes que perciben (Criterio
A6). Los sujetos con este trastorno pueden ser patológicamente celosos, sospechando a
menudo que su cónyuge o su pareja les es infiel sin tener una justificación adecuada (Criterio
A7). Pueden reunir «pruebas» triviales y circunstanciales para confirmar sus sospechas,
quieren mantener un control total sobre las personas con las que tienen relaciones íntimas
para evitar ser traicionados y constantemente pueden hacer preguntas y cuestionar los
movimientos, los actos, las intenciones y la fidelidad del cónyuge o la pareja.
Trastorno esquizoide
La característica esencial del trastorno esquizoide de la personalidad es un patrón general de
distanciamiento de las relaciones sociales y de restricción de la expresión emocional en el
plano interpersonal. Este patrón comienza al principio de la edad adulta y se da en diversos
contextos.
14. Los sujetos con trastorno esquizoide de la personalidad no demuestran tener deseos de
intimidad, parecen indiferentes a las oportunidades de establecer relaciones personales y no
parece que les satisfaga demasiado formar parte de una familia o de un grupo social . Prefieren
emplear el tiempo en sí mismos, más que estar con otras personas. Suelen estar socialmente
aislados o ser «solitarios» y casi siempre escogen actividades solitarias o aficiones que no
requieran interacciones con otras personas Prefieren las tareas mecánicas o abstractas como
los juegos de ordenador o matemáticos. Pueden mostrar un interés muy escaso en tener
experiencias sexuales con otra persona y les gustan muy pocas o ninguna actividades Suele
haber una reducción de la sensación de placer a partir de experiencias sensoriales, corporales
o interpersonales, como pasear por una playa tomando el sol o hacer el amor. Estos individuos
no tienen amigos íntimos o personas de confianza, a excepción de algún familiar de primer
grado
Los sujetos con trastorno esquizoide de la personalidad suelen parecer indiferentes a la
aprobación o la crítica de los demás y no muestran preocupación alguna por lo que los demás
puedan pensar de ellos . Pueden abstraerse de las sutilezas normales en la interacción social y
a menudo no responden adecuadamente a las normas sociales, de forma que parecen
socialmente ineptos o superficiales y enfrascados en sí mismos. Habitualmente, muestran un
aspecto «blando» sin reactividad emocional observable y con pocos gestos o expresiones
faciales de reciprocidad, como sonrisas o cabeceo . Refieren que rara vez experimentan
emociones fuertes como ira o alegría. Frecuentemente manifiestan una afectividad restringida
y se muestran fríos y distantes. Sin embargo, en las raras ocasiones en que estos individuos se
sienten, aunque sea temporalmente, cómodos hablando de sí mismos, puede reconocer que
tienen sentimientos desagradables, en especial en lo que se relaciona con las interacciones
sociales.
Trastorno antisocial
La característica esencial del trastorno antisocial de la personalidad es un patrón general de
desprecio y violación de los derechos de los demás, que comienza en la infancia o el principio
de la adolescencia y continúa en la edad adulta.
Este patrón también ha sido denominado psicopatía, sociopatía o trastorno disocial de la
personalidad. Puesto que el engaño y la manipulación son características centrales del
trastorno antisocial de la personalidad, puede ser especialmente útil integrar la información
obtenida en la evaluación clínica sistemática con la información recogida de fuentes
colaterales.
Para que se pueda establecer este diagnóstico el sujeto debe tener al menos 18 años y tener
historia de algunos síntomas de un trastorno disocial antes de los 15 años . El trastorno
disocial implica un patrón repetitivo y persistente de comportamiento en el que se violan los
derechos básicos de los demás o las principales reglas o normas sociales apropiadas para la
edad. Los comportamientos característicos específicos del trastorno disocial forman parte de
una de estas cuatro categorías: agresión a la gente o los animales, destrucción de la propiedad,
fraudes o hurtos, o violación grave de las normas.
Las decisiones se toman sin pensar, sin prevenir nada y sin tener en cuenta las consecuencias
para uno mismo o para los demás, lo que puede ocasionar cambios repentinos de trabajo, de
lugar de residencia o de amistades. Los sujetos con un trastorno antisocial de la personalidad
tienden a ser irritables y agresivos y pueden tener peleas físicas repetidas o cometer actos de
agresión (incluidos los malos tratos al cónyuge o a los niños). Los actos agresivos necesarios
para defenderse a uno mismo o a otra persona no se consideran indicadores de este ítem. Estos
individuos también muestran una despreocupación imprudente por su seguridad o la de los
demás . Esto puede demostrarse en su forma de conducir (repetidos excesos de velocidad,
conducir estando intoxicado, accidentes múltiples). Pueden involucrarse en comportamientos
sexuales o consumo de sustancias que tengan un alto riesgo de producir consecuencias
perjudiciales. Pueden descuidar o abandonar el cuidado de un niño de forma que puede poner
a ese niño en peligro.
Los sujetos con trastorno antisocial de la personalidad también tienden a ser continua y
extremadamente irresponsables. El comportamiento irresponsable en el trabajo puede
indicarse por períodos significativos de desempleo aun teniendo oportunidades de trabajar, o
por el abandono de varios trabajos sin tener planes realistas para conseguir otro trabajo.
También puede haber un patrón de absentismo no explicado por enfermedad del individuo o
de un familiar. La irresponsabilidad económica viene indicada por actos como morosidad en
las deudas y falta de mantenimiento de los hijos o de otras personas que dependen de ellos de
15. forma habitual. Los individuos con trastorno antisocial de la personalidad tienen pocos
remordimientos por las consecuencias de sus actos. Pueden ser indiferentes o dar
justificaciones superficiales por haber ofendido, maltratado o robado a alguien (p. ej., «la vida
es dura», «el que es perdedor es porque lo merece» o «de todas formas le hubiese ocurrido»).
Estas personas pueden culpar a las víctimas por ser tontos, débiles o por merecer su mala
suerte, pueden minimizar las consecuencias desagradables de sus actos o, simplemente,
mostrar una completa indiferencia. En general, no dan ninguna compensación ni resarcen a
nadie por su comportamiento. Pueden pensar que todo el mundo se esfuerza por «servir al
número uno» y que uno no debe detenerse ante nada para evitar que le intimiden.
Trastorno límite
La característica esencial del trastorno límite de la personalidad es un patrón general de
inestabilidad en las relaciones interpersonales, la autoimagen y la afectividad, y una notable
impulsividad que comienza al principio de la edad adulta y se da en diversos contextos.
Los sujetos con un trastorno límite de la personalidad realizan frenéticos esfuerzos para evitar
un abandono real o imaginado. La percepción de una inminente separación o rechazo, o la
pérdida de la estructura externa, pueden ocasionar cambios profundos en la autoimagen,
afectividad, cognición y comportamiento. Estos sujetos son muy sensibles a las circunstancias
ambientales. Experimentan intensos temores a ser abandonados y una ira inapropiada incluso
ante una separación que en realidad es por un tiempo limitado o cuando se producen cambios
inevitables en los planes (p. ej., reacción de desesperación brusca cuando el clínico les anuncia
el final de su tiempo de visita, angustia o enfurecimiento cuando alguien importante para ellos
se retrasa aunque sea sólo unos minutos o cuando tiene que cancelar su cita). Pueden creer
que este «abandono» implica el ser «malos». Estos temores a ser abandonados están
relacionados con la intolerancia a estar solos y a la necesidad de estar acompañados de otras
personas. Sus frenéticos esfuerzos para evitar el abandono pueden incluir actos impulsivos
como los comportamientos de automutilación o suicidas,
Los individuos con un trastorno límite de la personalidad presentan un patrón de relaciones
inestables e intensas Pueden idealizar a quienes se ocupan de ellos o a sus amantes las
primeras veces que se tratan, pedirles que estén mucho tiempo a su lado y compartir muy
pronto los detalles más íntimos. Sin embargo, cambian rápidamente de idealizar a los demás a
devaluarlos, pensando que no les prestan suficiente atención, no les dan demasiado o no
«están» lo suficiente. Estos sujetos pueden empatizar y ofrecer algo a los demás, pero sólo con
la expectativa de que la otra persona «esté allí» para corresponderles satisfaciendo sus propias
necesidades o demandas. Son propensos asimismo a los cambios dramáticos en su opinión
sobre los demás, que pueden ser vistos alternativamente como apoyos beneficiosos o
cruelmente punitivos. Tales cambios suelen reflejar la desilusión con alguna de las personas
que se ocupa de ellos y cuyas cualidades positivas han sido idealizadas o de quien se espera el
rechazo o abandono.
Puede haber una alteración de la identidad caracterizada por una notable y persistente
inestabilidad en la autoimagen o en el sentido de uno mismo .Se presentan cambios bruscos y
dramáticos de la autoimagen, caracterizados por cambios de objetivos, valores y aspiraciones
profesionales. Pueden producirse cambios bruscos de las opiniones y los planes sobre el futuro
de los estudios, la identidad sexual, la escala de valores y el tipo de amistades. Estos sujetos
pueden cambiar bruscamente desde el papel de suplicar la necesidad de ayuda hasta el de
vengador justiciero de una afrenta ya pasada. Si bien lo habitual es que su autoimagen esté
basada en ser perverso o desgraciado, a veces los individuos con este trastorno tienen también
el sentimiento de que no existen en absoluto. Estas experiencias suelen ocurrir en situaciones
en las que el sujeto percibe una falta de relaciones significativas, de ayuda y de apoyo. Estos
sujetos pueden presentar un mal rendimiento laboral o escolar.
Las personas con este trastorno demuestran impulsividad en al menos dos áreas
potencialmente peligrosas para ellos mismos Pueden apostar, gastar dinero
irresponsablemente, darse atracones, abusar de sustancias, involucrarse en prácticas sexuales
no seguras o conducir temerariamente. Los sujetos con trastorno límite de la personalidad
presentan comportamientos, intentos o amenazas suicidas recurrentes o comportamiento de
automutilación. El suicidio consumado se observa en un 8-10 % de estos sujetos y los actos de
automutilación (cortarse o quemarse) y las amenazas e intentos suicidas son muy frecuentes.
El intento de suicidio recurrente es con frecuencia uno de los motivos por los que estos sujetos
acuden a tratamiento. Estos actos autodestructivos suelen estar precipitados por los temores a
la separación o al rechazo, o por la expectativa de tener que asumir una mayor
16. responsabilidad. La automutilación puede ocurrir durante experiencias disociativas y a
menudo les proporciona un alivio por el hecho de reafirmarles en su capacidad para sentir o
por servirles de expiación de su sentimiento de maldad.
Los sujetos con trastorno límite de la personalidad pueden presentar una inestabilidad afectiva
que es debida a una notable reactividad del estado de ánimo (p. ej., disforia episódica intensa,
irritabilidad o ansiedad que normalmente dura sólo unas horas y que es raro que llegue a
persistir durante días) El estado de ánimo básico de tipo disfórico de los sujetos con un
trastorno límite de la personalidad suele ser interrumpido por períodos de ira, angustia o
desesperación, y son raras las ocasiones en las que un estado de bienestar o satisfacción llega a
tomar el relevo. Estos episodios pueden reflejar la extremada reactividad de estos individuos
al estrés interpersonal. Los sujetos con trastorno límite de la personalidad pueden estar
atormentados por sentimientos crónicos de vacío. Se aburren con facilidad y están buscando
siempre algo que hacer. Es frecuente que los sujetos con trastorno límite de la personalidad
expresen ira inapropiada e intensa o que tengan problemas para controlar la ira (Criterio 8).
Pueden mostrar sarcasmo extremo, amargura persistente o explosiones verbales.
Frecuentemente, la ira es desencadenada cuando consideran a una de las personas que se
ocupa de ellos o a un amante negligente, represor, despreocupado o que le abandona. Estas
expresiones de ira suelen ir seguidas de pena y culpabilidad y contribuyen al sentimiento que
tienen de ser malos. Durante períodos de estrés extremo, se pueden presentar ideación
paranoide transitoria o síntomas disociativos (p. ej., despersonalización) , pero generalmente
éstos son de duración e intensidad insuficientes para merecer un diagnóstico adicional. Lo más
habitual es que estos episodios ocurran como respuesta a un abandono real o imaginado. Los
síntomas tienden a ser pasajeros y duran entre minutos y horas. Con la vuelta real o percibida
de la ayuda de la persona que se ocupa de ellos puede producirse la remisión de los síntomas.
Trastorno histriónico
La característica esencial del trastorno histriónico de la personalidad es la emotividad
generalizada y excesiva y el comportamiento de búsqueda de atención. Este patrón empieza al
principio de la edad adulta y se da en diversos contextos. Los
sujetos con trastorno histriónico de la personalidad no están cómodos o se sienten
despreciados cuando no son el centro de atención . En general son vivaces y dramáticos y
tienden a llamar la atención, pudiendo, al principio, seducir a sus nuevos conocidos por su
entusiasmo, por ser aparentemente muy abiertos o por ser seductores. Sin embargo, estas
cualidades van atenuándose con el tiempo a medida que estos sujetos demandan
continuamente ser el centro de atención. Hacen el papel de ser «el alma de la fiesta». Cuando
no son el centro de atención pueden hacer algo dramático (p. ej., inventar historias, hacer un
drama) para atraer la atención sobre sí mismos. Esta necesidad suele ser evidente en su
comportamiento con el clínico (p. ej., adular, hacer regalos, hacer descripciones dramáticas de
los síntomas físicos y psicológicos que son reemplazados por síntomas nuevos a cada visita).
El aspecto y el comportamiento de los individuos con este trastorno suelen ser
inapropiadamente provocadores y seductores desde el punto de vista sexual. Este
comportamiento está dirigido no sólo a las personas por las que el sujeto tiene un interés
sexual o romántico, sino que se da en una gran variedad de relaciones sociales, laborales y
profesionales, más allá de lo que sería adecuado para ese contexto social. La expresión
emocional puede ser superficial y rápidamente cambiante. Los sujetos con este trastorno
utilizan permanentemente el aspecto físico para llamar la atención. Se preocupan mucho para
impresionar a los demás mediante su aspecto y emplean una cantidad excesiva de energías,
tiempo y dinero en vestirse y acicalarse. Parece que «busquen piropos» respecto a su aspecto y
pueden trastornarse fácilmente ante un comentario crítico sobre su apariencia o ante una
fotografía en la que les parece que no han quedado bien.
Estos sujetos tienen una forma de hablar excesivamente subjetiva y carente de matices
Expresan opiniones contundentes con un natural talento dramático, pero los argumentos
subyacentes suelen ser vagos y difusos y no se apoyan en hechos ni pormenores. Por ejemplo,
un sujeto con trastorno histriónico de la personalidad puede comentar que tal persona es un
excelente ser humano, aunque es incapaz de proporcionar ningún ejemplo específico de alguna
buena cualidad para apoyar esta afirmación. Las personas con este trastorno se caracterizan
por la autodramatización, la teatralidad y una expresión exagerada de la emoción. Pueden
molestar a los amigos y conocidos con sus demostraciones emotivas públicas (p. ej., abrazando
con demasiado ardor a gente que conocen poco, sollozando descontroladamente por
17. cuestiones sentimentales menores o con berrinches de mal genio). No obstante, es frecuente
que sus emociones parezcan encenderse y apagarse con demasiada rapidez para ser
consideradas profundas, lo que puede llevar a los demás a acusar a estos sujetos de fingir tales
sentimientos.
Los sujetos con trastorno histriónico de la personalidad son altamente sugestionables Sus
opiniones y sentimientos son fácilmente influenciados por los demás y por las modas del
momento. Pueden llegar a ser incluso demasiado confiados, especialmente respecto a las
figuras con una autoridad fuerte, de quienes tienden a pensar que les van a resolver
mágicamente sus problemas. Son propensos a tener presentimientos y a adoptar convicciones
con rapidez. Los sujetos con este trastorno acostumbran a considerar las relaciones más
íntimas de lo que lo son en realidad, describiendo a casi cualquier conocido como «mi querido
amigo» o tuteando a los médicos después de haberles visto sólo una o dos veces en
circunstancias profesionales. Son frecuentes las evasiones hacia las fantasías románticas.
Trastorno narcisista
La característica esencial del trastorno narcisista de la personalidad es un patrón general de
grandiosidad, necesidad de admiración y falta de empatía que empieza al comienzo de la edad
adulta y que se da en diversos contextos.
Los sujetos con este trastorno tienen un sentido grandioso de autoimportancia. Es habitual en
ellos el sobrevalorar sus capacidades y exagerar sus conocimientos y cualidades, con lo que
frecuentemente dan la impresión de ser jactanciosos y presuntuosos. Pueden asumir
alegremente el que otros otorguen un valor exagerado a sus actos y sorprenderse cuando no
reciben las alabanzas que esperan y que creen merecer. Es frecuente que de forma implícita en
la exageración de sus logros se dé una infravaloración (devaluación) de la contribución de los
demás. A menudo están preocupados por fantasías de éxito ¡limitado, poder, brillantez, belleza
o amor imaginarios. Pueden entregarse a rumiaciones sobre la admiración y los privilegios que
«hace tiempo que les deben» y compararse favorablemente con gente famosa o privilegiada.
Los sujetos con trastorno narcisista de la personalidad creen que son superiores, especiales o
únicos y esperan que los demás les reconozcan como tales. Piensan que sólo les pueden
comprender o sólo pueden relacionarse con otras personas que son especiales o de alto status
y atribuyen a aquellos con quienes tienen relación las cualidades de ser «únicos», «perfectos» o
de tener «talento». Los sujetos con este trastorno creen que sus necesidades son especiales y
fuera del alcance de la gente corriente. Su propia autoestima está aumentada (por reflejo) por
el valor idealizado que asignan a aquellos con quienes se relacionan. Es probable que insistan
en que sólo quieren a la persona «más importante» (médico, abogado, peluquero, profesor) o
pertenecer a las «mejores» instituciones, pero pueden devaluar las credenciales de quienes les
contrarían.
Generalmente, los sujetos con este trastorno demandan una admiración excesiva Su
autoestima es casi siempre muy frágil. Pueden estar preocupados por si están haciendo las
cosas suficientemente bien y por cómo son vistos por los demás. Esto suele manifestarse por
una necesidad constante de atención y admiración. Esperan que su llegada sea recibida con un
toque de fanfarrias y se sorprenden si los demás no envidian lo que ellos poseen. Intentan
recibir halagos constantemente, desplegando un gran encanto. Las pretensiones de estos
sujetos se demuestran en las expectativas irrazonables de recibir un trato de favor especial.
Esperan ser atendidos y están confundidos o furiosos si esto no sucede. Por ejemplo, pueden
asumir que ellos no tienen por qué hacer cola y que sus prioridades son tan importantes que
los demás deberían ser condescendientes con ellos, por lo que se irritan si los otros no les
ayudan en su trabajo «que es tan importante». Esta pretenciosidad, combinada con la falta de
sensibilidad para los deseos y necesidades de los demás, puede acarrear la explotación
consciente o inconsciente del prójimo. Esperan que se les dé todo lo que deseen o crean
necesitar, sin importarles lo que les pueda representar a los demás. Por ejemplo, estos sujetos
pueden esperar una gran dedicación por parte de los demás y pueden hacerles trabajar en
exceso sin tener en cuenta el impacto que esto pueda tener en sus vidas. Tienden a hacer
amistades o a tener relaciones románticas sólo si la otra persona parece dispuesta a plegarse a
sus designios o a hacerle mejorar de alguna forma su autoestima. Con frecuencia usurpan
privilegios especiales y recursos extras que piensan que merecen por ser tan especiales.
Generalmente, los sujetos con trastorno narcisista de la personalidad carecen de empatía y
tienen dificultades para reconocer los deseos, las experiencias subjetivas y los sentimientos de
los demás. Pueden asumir que los otros están totalmente interesados en su bienestar. Tienden
a hablar de sus propios intereses con una extensión y un detalle inadecuados, en tanto que no
18. consiguen darse cuenta de que los demás tienen sentimientos y necesidades. A menudo son
desdeñosos e impacientes con los demás cuando éstos se refieren a sus propios problemas y
preocupaciones. Estos individuos pueden ser ajenos al daño que pueden hacer sus comentarios
(p. ej., explicar con gran alegría a un antiguo amante que «ahora tengo una relación para toda
la vida» o presumir de salud delante de alguien que se encuentra enfermo). Cuando se
reconocen las necesidades, los deseos o los sentimientos de los demás, es probable que sean
vistos con menosprecio como signos de debilidad o vulnerabilidad. Quienes se relacionan con
sujetos con un trastorno narcisista de la personalidad es típico que lleguen a una frialdad
emocional y una falta de interés recíproco.
Estos sujetos suelen envidiar a los demás o creen que los demás les envidian a ellos. Pueden
envidiar los éxitos y las propiedades ajenas, creyendo que ellos son más merecedores de
aquellos logros, admiración o privilegios. Pueden devaluar con acritud las aportaciones de los
demás, en especial cuando aquellos sujetos han recibido el reconocimiento o las alabanzas por
sus méritos. Los comportamientos arrogantes y soberbios caracterizan a estas personas.
Frecuentemente presentan actitudes snobs, desdeñosas o altivas
Trastorno de la personalidad por evitación
La característica esencial del trastorno de la personalidad por evitación es un patrón general
de inhibición social, unos sentimientos de inadecuación y una hipersensibilidad a la evaluación
negativa que comienzan al principio de la edad adulta y que se dan en diversos contextos.
Los sujetos con trastorno de la personalidad por evitación evitan trabajos o actividades
escolares que impliquen un contacto interpersonal importante, porque tienen miedo de las
críticas, la desaprobación o el rechazo. Pueden declinar las ofertas de promoción laboral
debido a que las nuevas responsabilidades ocasionarían críticas de los compañeros. Estos
individuos evitan hacer nuevos amigos a no ser que estén seguros de que van a ser apreciados
y aceptados sin críticas Hasta que no superan pruebas muy exigentes que demuestren lo
contrario, se considera que los demás son críticos y les rechazan. Las personas con este
trastorno no participan en actividades de grupo a no ser que reciban ofertas repetidas y
generosas de apoyo y protección. La intimidad personal suele ser difícil para ellos, aunque son
capaces de establecer relaciones íntimas cuando hay seguridad de una aceptación acrítica.
Pueden actuar con represión, tener dificultades para hablar de sí mismos y tener sentimientos
íntimos de temor a ser comprometidos, ridiculizados o avergonzados
Los sujetos con este trastorno, puesto que les preocupa la posibilidad de ser criticados o
rechazados en las situaciones sociales, tienen el umbral para detectar estas reacciones
exageradamente bajo Pueden sentirse extremadamente ofendidos si alguien se muestra crítico
o incluso levemente en contra. Tienden a ser tímidos, callados, inhibidos e «invisibles» por
temor a que la atención vaya a comportar la humillación o el rechazo. Piensan que digan lo que
digan los demás lo van a encontrar «equivocado» y que, por tanto, es mejor no decir nada.
Reaccionan mal a las bromas sutiles que son sugerentes de ridículo o burla. A pesar de sus
ansias de participación activa en la vida social, temen poner su bienestar en manos de los
demás. Los sujetos con trastorno de la personalidad por evitación están inhibidos en las
situaciones interpersonales nuevas porque se sienten inferiores y tienen una baja autoestima
Las dudas respecto a su aptitud social y su interés personal se hacen especialmente
manifiestas en las situaciones que implican interacciones con extraños. Estos sujetos se creen a
sí mismos socialmente ineptos, personalmente poco interesantes o inferiores a los demás.
Normalmente son reacios a asumir riesgos personales o a involucrarse en nuevas actividades,
ya que esto puede ponerles en aprietos Son propensos a exagerar el peligro potencial de las
situaciones ordinarias, y de su necesidad de certeza y seguridad puede surgir un estilo de vida
restrictivo. Los sujetos con este trastorno son capaces de anular una entrevista laboral por
temor a encontrarse en aprietos por no vestir adecuadamente.
Trastorno de la personalidad por dependencia
La característica esencial del trastorno de la personalidad por dependencia es una necesidad
general y excesiva de que se ocupen de uno, que ocasiona un comportamiento de sumisión y
adhesión y temores de separación. Este patrón empieza al principio de la edad adulta y se da
en diversos contextos. Los comportamientos dependientes y sumisos están destinados a
provocar atenciones y surgen de una percepción de uno mismo como incapaz de funcionar
adecuadamente sin la ayuda de los demás.
19. Los sujetos con trastorno de la personalidad por dependencia tienen grandes dificultades para
tomar las decisiones cotidianas (p. ej., qué color de camisa escoger para ir a trabajar o si llevar
paraguas o no), si no cuentan con un excesivo aconsejamiento y reafirmación por parte de los
demás Estos individuos tienden a ser pasivos y a permitir que los demás (frecuentemente una
única persona) tomen las iniciativas y asuman la responsabilidad en las principales parcelas de
su vida. Es típico que los adultos con este trastorno dependan de un progenitor o del cónyuge
para decidir dónde deben vivir, qué tipo de trabajo han de tener y de quién tienen que ser
amigos. Los adolescentes con este trastorno permitirán que sus padres decidan qué ropa
ponerse, con quién tienen que ir, cómo tienen que emplear su tiempo libre y a qué escuela o
colegio han de ir. Esta necesidad de que los demás asuman las responsabilidades va más allá de
lo que es apropiado para la edad o para la situación en cuanto a pedir ayuda a los demás (p. ej.,
las necesidades específicas de los niños, las personas mayores y los minusválidos). El trastorno
de la personalidad por dependencia puede darse en un sujeto con una enfermedad médica o
una incapacidad grave, pero en estos casos la dificultad para asumir responsabilidades debe ir
más lejos de lo que normalmente se asocia a esa enfermedad o incapacidad.
Los sujetos con trastorno de la personalidad por dependencia suelen tener dificultades para
expresar el desacuerdo con los demás, sobre todo con aquellos de quienes dependen, porque
tienen miedo de perder su apoyo o su aprobación. Estos sujetos se sienten tan incapaces de
funcionar solos, que se mostrarán de acuerdo con cosas que piensan que son erróneas antes de
arriesgarse a perder la ayuda de aquellos de quienes esperan que les dirijan. No muestran el
enfado que sería apropiado con aquellos cuyo apoyo y protección necesitan por temor a
contrariarles. El comportamiento no se debe considerar indicador de trastorno de la
personalidad por dependencia si las preocupaciones por las consecuencias de expresar el
desacuerdo son realistas (p. ej., temores realistas de venganza por parte de un cónyuge
agresivo).
A los sujetos con este trastorno les es difícil iniciar proyectos o hacer las cosas con
independencia. Les falta confianza en sí mismos y creen que necesitan ayuda para empezar y
llevar a cabo las tareas. Esperarán a que los demás empiecen a hacer las cosas, porque piensan
que, por regla general, lo hacen mejor que ellos. Estas personas están convencidas de que son
incapaces de funcionar de forma independiente y se ven a sí mismos como ineptos y
necesitados de ayuda constante. Sin embargo, pueden funcionar adecuadamente si se les da la
seguridad de que alguien más les está supervisando y les aprueba. Pueden tener miedo a
hacerse o a parecer más competentes, ya que piensan que esto va a dar lugar a que les
abandonen. Puesto que confían en los demás para solucionar sus problemas, frecuentemente
no aprenden las habilidades necesarias para la vida independiente, lo que perpetúa la
dependencia.
Los sujetos con trastorno de la personalidad por dependencia pueden ir demasiado lejos
llevados por su deseo de lograr protección y apoyo de los demás, hasta el punto de presentarse
voluntarios para tareas desagradables si estos comportamientos les van a proporcionar los
cuidados que necesitan Están dispuestos a someterse a lo que los demás quieran, aunque las
demandas sean irrazonables. Su necesidad de mantener unos vínculos importantes suele
comportar unas relaciones desequilibradas y distorsionadas. Pueden hacer sacrificios
extraordinarios o tolerar malos tratos verbales, físicos o sexuales. (Debe tenerse en cuenta que
este comportamiento sólo debe considerarse indicador de trastorno de la personalidad por
dependencia cuando quede claramente demostrado que el sujeto dispone de otras
posibilidades.) Los sujetos con este trastorno se sienten incómodos o desamparados cuando
están solos debido a sus temores exagerados a ser incapaces de cuidar de sí mismos. Pueden ir
«pegados» a otros únicamente para evitar estar solos, aun cuando no estén interesados o
involucrados en lo que está sucediendo.
Cuando termina una relación importante (p. ej., la ruptura con un amante o la muerte de
alguien que se ocupaba de ellos), los individuos con trastorno de la personalidad por
dependencia buscan urgentemente otra relación que les proporcione el cuidado y el apoyo que
necesitan. Su creencia de que son incapaces de funcionar en ausencia de una relación estrecha
con alguien motiva el que estos sujetos acaben, rápida e indiscriminadamente, ligados a otra
persona. Los sujetos con este trastorno suelen estar preocupados por el miedo a que les
abandonen y tengan que cuidar de sí mismos. Se ven a sí mismos tan dependientes del consejo
y la ayuda de otra persona importante, que les preocupa ser abandonados por dicha persona
aunque no haya fundamento alguno que justifique esos temores. Para ser considerados
indicadores de este criterio, los temores deben de ser excesivos y no realistas. Por ejemplo, un
20. anciano con cáncer que se muda a casa de su hijo para que le cuide estaría presentando un
comportamiento dependiente que es apropiado dadas las circunstancias de esa persona.
Trastorno obsesivo-compulsivo
La característica esencial del trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad es una
preocupación por el orden, el perfeccionismo y el control mental e interpersonal, a expensas
de la flexibilidad, la espontaneidad y la eficiencia. Este patrón empieza al principio de la edad
adulta y se da en diversos contextos.
Los sujetos con trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad intentan mantener la
sensación de control mediante una atención esmerada a las reglas, los detalles triviales, los
protocolos, las listas, los horarios o las formalidades hasta el punto de perder de vista el
objetivo principal de la actividad. Son excesivamente cuidadosos y propensos a las
repeticiones, a prestar una atención extraordinaria a los detalles y a comprobar repetidamente
los posibles errores. No son conscientes del hecho de que las demás personas acostumbran a
enfadarse por los retrasos y los inconvenientes que derivan de ese comportamiento. Por
ejemplo, cuando estos individuos pierden una lista de las cosas que hay que hacer, son capaces
de invertir una gran cantidad de tiempo buscándola. en lugar de emplear unos minutos en
volver a confeccionarla de memoria y ponerse a hacer las tareas de que se trate. El tiempo se
distribuye mal y las tareas más importantes se dejan para el último momento. El
perfeccionismo y los altos niveles de rendimiento que se autoimponen causan a estos sujetos
una disfunción y un malestar significativos. Pueden estar tan interesados en llevar a cabo con
absoluta perfección cualquier detalle de un proyecto, que éste no se acabe nunca. Por ejemplo,
se retrasa la finalización de un informe escrito debido al tiempo que se pierde en reescribirlo
repetidas veces hasta que todo quede prácticamente «perfecto». Los objetivos se pierden y los
aspectos que no constituyen el objetivo actual de la actividad pueden caer en el desorden.
Los sujetos con trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad muestran una dedicación
excesiva al trabajo y a la productividad, con exclusión de las actividades de ocio y las
amistades. Este comportamiento no está motivado por necesidades económicas. Piensan muy a
menudo que no tienen tiempo para tomarse una tarde o un fin de semana para salir o
simplemente relajarse. Van posponiendo una actividad placentera, como son unas vacaciones,
de manera que nunca la llegan a realizar. Cuando dedican algún tiempo a las actividades de
ocio o a las vacaciones, se sienten muy incómodos, a no ser que hayan llevado consigo algo de
trabajo, de forma que no estén «perdiendo el tiempo». Puede haber una gran concentración en
el trabajo doméstico (p. ej., haciendo limpieza repetidamente, de manera que «hasta se podría
comer en el suelo»). Si pasan un tiempo con amigos, es probable que sea en algún tipo de
actividad organizada (p. ej., deportes). Se toman las aficiones o las actividades recreativas
como tareas serias que exigen una cuidadosa organización y un duro esfuerzo para hacerlas
bien. Lo que importa es que la ejecución sea perfecta. Estos sujetos convierten el juego en una
tarea estructurada (p. ej., corrigiendo a un niño por no ensartar los aros en los postes en el
orden correcto, diciendo a un niño que aún está aprendiendo a andar que conduzca su triciclo
en línea recta, convirtiendo un partido de pelota en una pesada «lección»).
Los sujetos con trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad pueden ser demasiado
tercos, escrupulosos e inflexibles en temas de moral, ética o valores Pueden forzarse a sí
mismos y a los demás a seguir unos principios morales rígidos y unas normas de
comportamiento muy estrictas. También son críticos despiadados de sus propios errores. Los
sujetos con este trastorno son rígidamente respetuosos con la autoridad y las normas, e
insisten en su cumplimiento al pie de la letra, sin saltarse ninguna norma por circunstancias
atenuantes.
Los sujetos con este trastorno son incapaces de tirar los objetos gastados o inútiles, incluso
cuando no tienen un valor sentimental. Admiten que son como esos animalitos que todo lo
guardan. Piensan que el tirar cosas es un despilfarro, porque «nunca se sabe cuando va a
necesitar uno alguna cosa» y les molesta mucho que alguien trate de desprenderse de algo que
ellos han guardado. Sus esposas y compañeros de habitación pueden quejarse de la cantidad de
espacio ocupado por ropa vieja, revistas, utensilios rotos y cosas parecidas.
Los sujetos con trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad son reacios a delegar tareas
o trabajo en otros. Insisten obstinada e irrazonablemente en que todo se haga a su manera y en
que la gente se adapte a su forma de hacer las cosas. Con frecuencia, dan instrucciones muy
detalladas sobre cómo se tiene que hacer todo (p. ej., hay una única forma de segar el césped,
de lavar los platos o de hacer una caseta para el perro) y se sorprenden e irritan si los demás
21. sugieren otras alternativas posibles. Otras veces rechazarán ofertas de ayuda, aunque sea de
una forma programada, porque piensan que nadie más lo puede hacer bien.
Los individuos con este trastorno pueden ser tacaños y avaros, y llevar un nivel de vida muy
inferior al que pueden permitirse debido a su creencia de que los gastos tienen que controlarse
mucho para prevenir catástrofes futuras Los sujetos con trastorno obsesivo-compulsivo de la
personalidad se caracterizan por la rigidez y la obstinación. Están tan preocupados por hacer
las cosas de la única forma correcta, que les cuesta estar de acuerdo con las ideas de nadie más.
Estas personas planifican meticulosamente cualquier detalle y son reacios a considerar la
posibilidad de un cambio. Puesto que están inmersos en su propia perspectiva, tienen
dificultades para acusar recibo de los puntos de vista de los demás. Los amigos y colegas
acaban frustrados por esa continua rigidez.
Tema 7 DEPENDENCIA EMOCIONAL
- CARACTERÍSTICAS
Se define la dependencia emocional como un patrón crónico de demandas afectivas frustradas, que buscan
desesperadamente satisfacerse mediante relaciones interpersonales estrechas. No obstante, como expondremos más
adelante, esta búsqueda está destinada al fracaso, o, en el mejor de los casos, al logro de un equilibrio precario.
A) Relaciones interpersonales Nos
centraremos en las relaciones de pareja por ser las más representativas, aunque gran parte de lo expuesto sobre
éstas se puede extrapolar perfectamente a otras, con las lógicas diferencias de la significación que tengan para el
individuo. Por ejemplo, un dependiente emocional puede tener pautas similares de interacción con un amigo y con su
pareja, pero la intensidad de sentimientos, pensamientos y comportamiento será menor.
Éstas son las características de las relaciones interpersonales, especialmente de pareja, de los dependientes
emocionales:
1…Necesitan excesivamente la aprobación de los demás.
Por supuesto, a medida que el vínculo es más relevante la necesidad es mayor, pero también hay cierta preocupación
por “caer bien” incluso a desconocidos. Lo excesivo de esta necesidad genera en ocasiones rumiaciones sobre su
aceptación por un determinado grupo, empeños en tener una buena apariencia, o demandas más o menos explícitas
de atención y afecto.
2….Gustan de relaciones exclusivas y “parasitarias”.
Éste es uno de los rasgos más molestos en estas personas, motivo frecuente de enfados y rupturas. La
necesidad de la pareja (o del amigo, hijo...) es realmente una dependencia como se produce en las adicciones, lo que
genera que el otro sujeto se sienta con frecuencia invadido o absorbido. El dependiente emocional quiere
disponer continuamente de la presencia de la otra persona como si estuviera “enganchado” a ella, aspecto
comportamentalmente similar al apego ansioso. Llamará continuamente a su pareja al trabajo,
le pedirá que renuncie a su vida privada para estar más tiempo junto, demandará de ella atención exclusiva y todavía
le parecerá insuficiente, etc. No debemos perder de vista que el motivo subyacente no es la posesión o el
dominio, sino la tremenda necesidad afectiva de estos individuos. En cualquier caso, es comprensible la sensación de
agobio que produce en sus parejas.
3…Su anhelo de tener pareja es tan grande, que se ilusionan y fantasean enormemente al comienzo de una relación o
con la simple aparición de una persona interesante.
En sus trabajos sobre la adicción al amor, Schaeffer compara este fenómeno con la intoxicación de los alcohólicos o
drogodependientes. Posiblemente, son de los pocos momentos verdaderamente felices de su vida: cuando
empiezan una relación o al menos tienen posibilidades de que esto ocurra. La excesiva euforia que manifiestan