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Migracion en chiapas
1. Tres ciclos migratorios en Chiapas: interno, regional e internacional
Daniel Villafuerte Solís* y María del Carmen García Aguilar**
* Investigador titular del Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica
de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, México.
** Investigadora-docente del Centro de Estudios Superiores de México y
Centroamérica de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, México.
Resumen
Este artículo describe y analiza el fenómeno migratorio chiapaneco en tres
momentos a partir de los cambios ocurridos en la economía interna, regional e
internacional. La hipótesis que subyace en el trabajo es que la migración
internacional de chiapanecos a Estados Unidos forma parte de un proceso cíclico
que inició con la migración interna, luego pasó a la migración interestatal para,
finalmente, dar paso a la migración internacional que presupone una acumulación
intergeneracional de experiencias migratorias que han dado como resultado la
formación de redes migratorias. La migración a Estados Unidos está ligada a la
irrupción del modelo neoliberal y sus políticas que profundizaron la crisis de la
producción rural, la lucha agraria y la pobreza, que articuladas a otros fenómenos
como el levantamiento zapatista del 1 de enero de 1994 y los efectos del cambio
climático, produjeron la sistemática migración que confluyó con los flujos
transfronterizos centroamericanos.
Palabras clave: Chiapas, migración, pobreza, crisis, flujos transfronterizos.
2. Abstract
This article describes and analyzes the Chiapas migratory phenomenon in three
stages entrenched in the transformations operated in the domestic, regional and
international economy. The hypothesis underlying this paper is that the
international migration process from Chiapas to the United States is part of a
cyclical process that began with internal migration, transited to inter-state
migration, and finally gave rise to the international migration through an
intergenerational accumulation of cross-border experiences and the formation of
migratory networks. This process is associated to the imposition of the neoliberal
model and its related policies, which have excavated the crisis of rural production,
the upsurge of the agrarian struggle, and the expansion of poverty; all this in close
interrelation with other phenomena such as the Zapatista uprising in January 1,
1994, the impacts of climate change in the region, and its convergence with the
rise of cross-border Central American migration flows.
Key words: Chiapas, migration, poverty, crises, cross-border flows.
Introducción
Chiapas es el estado más fronterizo del sur de México; comparte con Guatemala
una frontera de más de 800 km. En 2005 era una de las entidades del país con
mayor número de habitantes: con 4 millones 293 mil 459, ocupaba el séptimo
lugar, por arriba de Nuevo León, Michoacán y Oaxaca (INEGI, 2008). De acuerdo
con el Censo de Población y Vivienda de 2010, en Chiapas la población había
aumentado a 4 millones 796 mil 580, es decir, más de medio millón de personas;
según la misma fuente, el número de hablantes de lengua indígena de 5 años y
más alcanzó un millón 177 mil 432, lo que representa 17.6% de hablantes de
lengua indígena en el país y 24.5% en el estado, porcentajes que podrían
3. incrementarse al contabilizar los grupos minoritarios de otras lenguas, estos
indicadores dan cuenta de la diversidad y complejidad de la realidad social de
Chiapas y dificultan la comprensión del fenómeno migratorio.
Por su extensión territorial, Chiapas es el estado número diez al disponer de
73,289 km2. La densidad de población de 58 habitantes por km2 se ubica por
arriba de la media nacional. Sin embargo, es la entidad que acusa los mayores
rezagos sociales y el menor grado de desarrollo económico. Presenta el grado de
marginación social más alto del país y los niveles de pobreza alcanzan
proporciones equiparables a la de algunos países de África subsahariana: 78.4%
de la población chiapaneca se encuentra en condiciones de pobreza y 32.8% en
pobreza extrema; 82.4% carece de seguridad social; 43.2% carece de acceso a
los servicios de salud y 30.3% padece hambre (Coneval, 2010). Chiapas
contribuye al grupo de los 100 municipios más pobres y marginados del país; en
este listado se localizan los municipios que cuentan con una población
mayoritariamente indígena, entre los que destacan Aldama, Chalchihuitán,
Chamula, Chanal, Huixtán, Chilón, Larraínzar, Mitontic, Oxchuc, Pantelhó, San
Juan Cancuc, Santiago el Pinar y Sitalá.[1]
Después de Oaxaca, Chiapas es el segundo estado con mayor población
indígena. Este sector, que representa poco más de 25% de la población
chiapaneca, es la más pobre y la que menos acceso tiene a los servicios básicos:
luz eléctrica, agua potable, drenaje, educación y salud. En las localidades rurales
e indígenas, la tasa de mortalidad infantil es de 75 por cada 1,000 menores. Por
otra parte, según la información del Centro Nacional para la Prevención y Control
del VIH/SIDA (2012), el número de infectados con VIH en el estado ha crecido
considerablemente: del onceavo lugar nacional que tenía en 2001 pasó al sexto en
2012, con 7,189 casos acumulados; en el caso de las mujeres ocupó el quinto
lugar con 1,925 casos. Habría que investigar cuántos de estos se relacionaron con
la migración, pues el mayor incremento coincide con el periodo 2002-2012, una
década de fuerte migración en el que se registraron 5,405 casos.
4. Chiapas representa el rostro más visible de la pobreza y la marginación en el
México posterior a la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América
del Norte (TLCAN). En contraposición se encuentra, en el norte de México, Baja
California, una entidad que comparte frontera con el estado de California, Estados
Unidos, cuyos indicadores de rezago social distan enormemente de los de
Chiapas: con casi tres millones de habitantes, sólo el 9.2% de su población tiene
pobreza de patrimonio; 2.3%, pobreza de capacidades, y 1.3%, pobreza
alimentaria. Las distancias geográficas y sociales son enormes, uno en el extremo
sur y otro en el extremo norte del territorio mexicano, uno comparte frontera con
Guatemala y el otro con Estados Unidos. ¿Se puede establecer alguna relación
entre pobreza y marginación con la vecindad?
La debilidad estructural de la economía se refleja en la distribución de la población
económicamente activa (PEA) y la generación del producto interno bruto (PIB): al
último trimestre de 2012, según la Encuesta Nacional de Ocupación y
Empleo (STPS, 2012), de la población ocupada, 42.6% correspondió al sector
psrimario, 12.5% al secundario y 44.7% al terciario. Sin embargo, el primario
escasamente genera el 10% del PIB, mientras que el terciario contribuye con más
del 64%. Además, en el campo conviven dos estructuras productivas: por una
parte, una agricultura campesina minifundista, con serias dificultades para producir
alimentos básicos que no garantizan la reproducción biológica y social de las
familias y, por otra, una actividad agropecuaria poco eficiente en el uso y manejo
de los recursos productivos que se traduce en un patrón productivo tradicional,
extensivo, poco diversificado e incapaz de favorecer el empleo de una mano de
obra creciente que se genera en el sector social de la agricultura.
En este marco, producto de un largo proceso histórico, tiene cabida un fenómeno
de singular importancia que ha venido creciendo en escasas dos décadas. Se
trata de la migración a Estados Unidos. Una migración que incluye, sobre todo, a
indígenas y campesinos, en menor medida a sectores medios y pobres de centros
urbanos que han sido afectados por el modelo económico neoliberal. Pensamos
que este fenómeno que comienza en la década de 1990 no puede explicarse sólo
5. por la crisis económica de los últimos años. Si bien la situación económica actual
es la principal responsable de los movimientos de población, es necesario
considerar la configuración de estructuras económicas, sociales y políticas que
dieron lugar a una dinámica migratoria que fue pasando de una fase a otra: del
ciclo de las migraciones internas a las interestatales y de éstas a la actual de
carácter internacional, mediada por una reorientación ascendente de las
migraciones de chiapanecos a los estados del sur de México hacia a las entidades
de la frontera norte.
Primer ciclo: las migraciones internas
Chiapas ha sido un estado de importantes movimientos poblacionales. Sin
embargo, hasta bien entrado el siglo XX, las migraciones habían sido de carácter
interno, generadas por dos factores: 1) la existencia de una estructura agraria
altamente concentrada, y 2) la consolidación de una economía de plantaciones
que demandaba una creciente mano de obra. Estos componentes tienen un peso
significativo en la formación económico-social regional caracterizada tanto por la
desigualdad en la dotación de recursos productivos —principalmente la tierra—
como por la especialización productiva.
El contexto de los mercados nacional e internacional va generando una división
regional del trabajo: la región del Soconusco se caracteriza por una estructura
productiva de plantaciones, favorecida en buena medida por la política de
colonización extranjera durante el régimen de Porfirio Díaz;[2] la región de la
Costa se especializa en ganadería bovina y agricultura comercial; la región Norte y
la Selva Lacandona se distinguen por la producción de maderas preciosas, café,
cacao, maíz, ganado bovino y porcino; la región de Los Altos, importante por su
población indígena, con una estructura agraria y agrícola bastante precaria, se
destaca por la producción y reproducción de mano de obra barata que demandan
otras regiones de Chiapas, como el Soconusco; finalmente, la región de los Valles
6. Centrales se especializa en la producción de ganado bovino y granos básicos,
elementos fundamentales para la reproducción del capital.
La especialización productiva que ocurre en Chiapas profundiza la dependencia
con respecto a los mercados nacional e internacional y permite la reproducción de
las desigualdades sociales. Es el caso de las plantaciones cafetaleras que
requieren de un gran <<ejército de jornaleros>>, lo cual es posible gracias al
desarrollo desigual generado por la propia estructura agraria y la lógica de las
relaciones capitalistas que se van extendiendo en todo el territorio chiapaneco. De
esta manera, regiones como Los Altos, con población mayoritariamente indígena,
se convierten en verdaderas fábricas de peones asalariados, y además con la
creación de mecanismos como el sistema de enganche —institucionalizado en
1937, durante la administración del presidente Lázaro Cárdenas, mediante la
creación de la Dirección de Asuntos Indígenas y del Sindicato de Trabajadores
Indígenas—, se aseguraba el abastecimiento de fuerza de trabajo en cada ciclo
agrícola (Morales et al., 1978; Fernández y Wasserstrom, 1977; Wasserstrom,
1980).
La expansión de la frontera cafetalera se convirtió en un poderoso factor de
atracción de mano de obra de los municipios alteños a las fincas del Soconusco.
En menos de cuatro décadas la superficie sembrada de café se multiplicó casi por
cuatro al pasar de 7 mil a 27 mil hectáreas en el periodo de 1908 a 1946. Báez
refiere que:
[...] de las 94 fincas registradas en el Soconusco a fines de los años treinta, 69
estaban en manos extranjeras, particularmente de alemanes. La actividad no sólo
la controlaban en el cultivo, sino en el beneficiado y su exportación. Las fincas
alemanas producían más de 100 mil quintales-oro y tenían en su poder más de 10
mil hectáreas, de las 60 mil que abarcaba toda la franja cafetalera, incluyendo
terrenos de bosques, potreros y monte (1985: 168).
El floreciente desarrollo capitalista en la región del Soconusco a partir de las
plantaciones agrícolas, en particular de la expansión de la frontera cafetalera, trajo
7. consigo una verdadera explosión demográfica. <<Soconusco empezó a cambiar
tanto física como estructuralmente. La población aumentó de 11,218 en 1883,
cuando la economía regional languidecía, a 28,907 habitantes en 1895, y a 36,000
a principios de siglo (Spencer, 1988, citado por Villafuerte, 2000: 142). En esta
misma línea, Viqueira (2008: 295) refiere que, <<junto con el café, la población del
Soconusco tuvo un crecimiento espectacular: en 50 años se multiplicó por más de
cinco veces, pasando de más de 17,000 habitantes en 1880 a más de 97,000 en
1930>>.
Quienes más aportaron al desarrollo de la cafeticultura del Soconusco fueron los
migrantes indígenas de Los Altos de Chiapas. Los archivos de la Subsecretaría de
Asuntos Indígenas (hoy Secretaría de Pueblos Indios), reportan un promedio de
11,601 jornaleros al año hacia las fincas cafetaleras, durante el periodo 1979-
1986. A esta cifra debemos sumar una cantidad similar que se contrataba
directamente, sin intermediación del enganchador, con lo cual la cifra ascendería
entre 30 y 35 mil jornaleros por año. Un dato que apoya esta idea es aportado por
la mencionada Subsecretaría, que en 1979 reporta la contratación de 15,329
jornaleros. Durante este periodo la migración de la población indígena chiapaneca
a las fincas cafetaleras comenzaba a ser reemplazada por la de jornaleros
provenientes del altiplano guatemalteco, por ejemplo <<el número de jornaleros
guatemaltecos documentados en las garitas de Ciudad Hidalgo y Unión Juárez
pasó de 37,848 en 1984 a 60,944 en 1992>> (Martínez, 1994: 125).
El otro factor de migración interna fue el problema agrario, particularmente en las
tierras altas. La población de las regiones Sierra y Altos de Chiapas se reproducía
en minúsculas parcelas por lo que requería de ingresos complementarios a través
de la venta de mano de obra a las fincas cafetaleras, sin perder de vista la
posibilidad de conseguir tierras en otras regiones del estado. Es así que desde
mediados de los sesenta se inicia un proceso de migración espontánea y dirigida
con miras a colonizar la Selva Lacandona. Eran los años de la conquista del
trópico que resolvería —se decía— la presión sobre una estructura agraria
altamente concentrada y garantizaría la autosuficiencia alimentaria.
8. El movimiento campesino que cobra fuerza a mediados de los años setenta
expresa la primera gran crisis de una estructura agraria atrasada y rentista que
sostenía a una economía de plantaciones y una ganadería bovina extensiva, que
ocupa grandes superficies de tierra y genera muy poco empleo, en medio de una
pobreza de amplios sectores de la población chiapaneca, principalmente
campesinos e indígenas.[3]
Esto explica también la creciente oleada de migraciones hacia la Selva
Lacandona, ya sea de manera espontánea o dirigida por la política agraria del
momento. En el Reporte Final de Actividades del Fideicomiso de la Selva
Lacandona (CIES, 1977) podemos encontrar una tesis fundamental, que coincide
con nuestro punto de partida:
La problemática socioeconómica de Chiapas se centra básicamente en un amplio
fenómeno de polarización (distanciamiento y, frecuentemente, contradicción
económica y social). Esta polarización, que se tipifica en la contradicción entre la
población y recursos (amplios grupos de población pauperizada y regiones ricas
de poca densidad, donde, además, un pequeño grupo dispone de una gran
cantidad de recursos), tiene sus manifestaciones más características en las
diferencias de ingreso, en la apropiación diferenciada del espacio productivo del
estado, en la contradicción entre bienestar campesino y producción de
excedentes, especialmente ganaderos, y, en general en la existencia
profundamente conflictiva, de un sector de agricultura capitalista y otro de
economía campesina, vinculados por relaciones de fuerte explotación del segundo
por el primero (CIES, 1977).
Este documento hace revelaciones importantes que apoyan la tesis sobre el
fenómeno de la polarización social-agraria en Chiapas y explican en buena
medida los movimientos de la población:
En esta región —La Serranía Central—, de más de 300 mil habitantes en su
mayoría indígenas (tzotziles, tzeltales, choles y tojolabales), los promedios de
tierra son mínimos y la tierra es de mala calidad. La productividad de estos
9. municipios es muy baja. En 1970 seis municipios de Los Altos produjeron el 1.1%
del valor de la producción agrícola del estado, mientras que el municipio de
Tapachula por sí solo produjo el 10%.
Pero la conquista del trópico se vio acompañada no sólo de colonización
campesina sino también de la expansión de la ganadería bovina que disputó el
uso del espacio productivo a los campesinos que ya vivían o que llegaron a
colonizar. Un pasaje del texto citado que nos parece revelador de este proceso es
el siguiente:
Las áreas boscosas de Tecpatán, donde se construyó la presa Malpaso y en las
que más de 10,000 habitantes, antiguos pobladores y colonizadores espontáneos,
trabajaban y convivían, y seguía existiendo la selva. En poco más de 10 años (de
1960 a 1972) el número de cabezas de ganado pasó de algo menos de 6,000 a
50,000 y, entonces sí, la selva desapareció y los campesinos comenzaron a
experimentar escasez de tierra, agotamiento de la capacidad de las áreas rurales
del municipio para recibir más campesinos. Tecpatán estaba siendo un área de
inmigración de tzotziles y comenzando un proceso de expulsión de campesinos
hacia las selvas contiguas de Veracruz y Oaxaca.
El entorno donde ocurren los movimientos internos de población es de un estado
fundamentalmente rural, donde no hay opciones de empleo en otros sectores de la
economía. En 1970, según las cifras del IX Censo de Población y Vivienda, la
población total de Chiapas ascendía a 1'569,053 habitantes, distribuidos en 7,740
localidades. Más de 97 de las localidades contaban con menos de 1,000
habitantes y concentraban 57% de la población. Otro grupo importante de
localidades, que se situaban en el rango de entre 1,000 y menos de 10,000
habitantes, que significaba 2.65%, concentraba 26.8% de la población chiapaneca.
En el polo opuesto, sólo 11 localidades de 10,000 habitantes y más, que
constituían solamente 0.12% de las localidades, agrupaban 16.2% de la población.
Es decir, cerca de 84% de la población vivía en localidades rurales menores de
10. 10,000 habitantes, lo que explica en buena medida la enorme presión sobre la
tierra.
Otro dato que debe tomarse en cuenta es la composición de la población por
edades. A mediados del siglo XX, 72.4% de la población era menor de 30 años, en
1960 este segmento de la población representó 73.2% de la población chiapaneca
y para 1970 ya constituía 74.3% de la población. Esto da una idea de la enorme
presión social sobre el recurso tierra, que se convierte en un recurso crítico para la
supervivencia de miles de familias campesinas. En 1970, el Censo Agrícola
Ganadero y Ejidal mostraba una realidad que poco había cambiado con el proceso
revolucionario y con la administración de Cárdenas.
Por otra parte, de los 4'763,854 hectáreas censadas en 1970, el 56% pertenecían
a ejidos y comunidades. Sin embargo, si nos atenemos a los datos de la población
descritos arriba veremos que la tierra por habitante disminuye considerablemente.
En contraposición, en el sector privado encontramos una concentración evidente:
de 28,119 predios en que se distribuye poco más de 2'960,000 hectáreas de
propiedad privada, sólo 1.7% de los predios concentraba 23.8% de la tierra, es
decir, medio millón de hectáreas. Esta enorme cantidad de tierras en manos de
476 propietarios se dividían de la siguiente manera: 327 predios contaban con una
superficie de entre 500 y 1000 hectáreas; 114 predios con una extensión de más
de 1,000 y hasta 5,000 hectáreas, y sólo 5 predios concentraban superficies
mayores de 5,000 hectáreas (Villafuerte, 2001).
A este cuadro es necesario agregar el uso del suelo, donde poco más del 25% de
las tierras censadas estaban ocupadas por la ganadería bovina, tanto en el sector
privado como en el sector ejidal. Se trata de casi 649 mil hectáreas en el sector
privado, sobre todo en el grupo con superficie mayor a 5 hectáreas, y de cerca de
555 mil hectáreas en el sector ejidal. Esto explica, en buena medida, la aparente
paradoja donde prevalece una población rural y una PEA dedicada mayormente a
las actividades primarias (72.8%) frente a un PIB sectorial que sólo aporta
alrededor de 30%. Este patrón de ocupación del uso del suelo y de la mano de
11. obra se reproduce en las décadas que siguen, situación que genera la
profundización de los conflictos por la tierra y los procesos migratorios internos.
En este marco podemos tener una mejor comprensión sobre los procesos
migratorios internos de carácter estacional, básicamente de la región de Los Altos
hacia la zona de central, también denominada Mesochiapas, y a la región
Soconusco, y de forma definitiva hacia la Selva Lacandona, mediante procesos de
colonización. En un horizonte de treinta años, que va de 1940 a 1970, podemos
observar claramente una correlación directa entre la precariedad de recursos
productivos de muchos municipios, principalmente de Los Altos, y la fuerte
expulsión de población, tal como se presenta en el cuadro 1.
Amatenango del Valle, Chalchihuitán, Chamula, Chanal, Larraínzar, Mitontic y
Teopisca pertenecen al selecto grupo de municipios de Los Altos de Chiapas con
mayor tasa de expulsión de población. Se trata de municipios pequeños, con un
problema estructural de recursos productivos. El conjunto de estos siete
municipios suman un extensión territorial aproximada de 1,132.8 km2 y su
12. población en 1940 ascendía a 40,505 habitantes, resultando una densidad de 35.7
habitantes por km2, una cifra muy superior a la media estatal que para ese año era
de 9 habitantes por unidad de superficie. Hacia 1970 la población de estos
municipios llegó a sumar 59,123 habitantes, con una densidad de 52.2 habitantes
por km2, mientras que el promedio estatal se estableció en 20.
El municipio de Chamula es el que presenta la mayor densidad de población del
grupo de municipios alteños al pasar de 195 habitantes por km2 en 1940 a 358
habitantes en 1970. En contraste, el municipio de Ocosingo, donde se ubica buena
parte de la Selva Lacandona, y que fue objeto de colonización espontánea e
inducida, poseía en 1940 un habitante por km2, y para 1970 había crecido a 3
habitantes. En este último año, Chamula tenía una población muy cercana a la de
Ocosingo: 29,789 frente 34,356. Además, es importante señalar que durante la
década de los sesenta, la tasa de crecimiento de la población de Ocosingo fue de
5.8%, muy por arriba del promedio del estado que se situó en 2.7%. Este periodo
coincide con la llegada de una gran cantidad de migrantes de Chiapas y de otros
estados a las tierras selváticas de la Lacandona.
Estos datos concuerdan con las evaluaciones realizadas en campo por el equipo
de investigación que participó en el Fideicomiso de la Selva Lacandona:
La zona suroccidental de la región Lacandona, zona de influencia de la ciudad de
Comitán, constituye una región de fuerte inmigración a pesar de que no cuenta,
como la zona norte de la selva, con vías de comunicación que la liguen con la red
caminera del estado y a los centros estatales de importancia comercial, financiera
y de servicios. La casi totalidad de los asentamientos de colonizadores cuentan
sólo con senderos abiertos a machete que los comunican entre sí con distancias
promedio de cuatro a cinco kilómetros, con un tiempo de una y media a dos horas
de recorrido a pie.
La colonización de esta zona, hecha por tojolabales de la tierra templada de
Margaritas, por tzeltales y tzotziles provenientes de Los Altos de Chiapas y de
gente proveniente de los municipios cercanos a la frontera guatemalteca, desde la
13. vertiente interna de la Sierra Madre hasta el municipio de La Independencia, data
de la década de los cincuenta, pero se vio fuertemente incrementada en la década
1960-70 y en lo que va de los años setenta (CIES, 1977: 37).