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LAS CRISIS FINANCIERA DE NORTEAMERICA
La Gran Depresión
Período de crisis económica y social.
¿Qué fue la Gran Depresión?
La Gran Depresión, también conocida como crisis de 1929, fue un período a principios
del siglo XX en el cual el mundo entero estuvo bajo una profunda crisis económica y
social, que perduró por aproximadamente una década.
La Gran Depresión comenzó en 1929 y se prolongó hasta 1940. Esta afectó a la mayoría
de los países del mundo, desde los más industrializados hasta los más pobres, y se
convirtió en el período de recesión económica más severo del siglo XX.
Entre sus principales causas y detonantes se encuentra la crisis financiera de Estados
Unidos, causada por la caída de la bolsa de valores, luego de la Primera Guerra Mundial.
Características de la Gran Depresión
1. Las principales características de la Gran Depresión fueron las siguientes:
2. Si bien se produjo desde la caída de la bolsa de Nueva York, Estados Unidos, se
extendió internacionalmente hacia todos los países del mundo.
3. Duró 4 años en Estados Unidos, sin embargo, sus efectos en el resto del mundo
continuaron hasta 1940.
4. Las dificultades económicas y sociales durante este período condujeron a grandes
cambios políticos en casi todas las regiones.
5. El sistema financiero se vio afectado luego de una gran época para la economía,
por lo tanto, se conoce a la Gran Depresión como una burbuja financiera.
Causas de la gran depresión
Las causas de la Gran Depresión se remontan a la Primera Guerra Mundial, la cual trajo
consecuencias económicas principalmente para Europa, donde hubo una disminución
del 10 % de la población.
Así, la mayor parte de los países europeos estaban sumidos en grandes deudas públicas
e inflación. Luego de la guerra, el mapa económico mundial cambió y hubo un impulso
económico e industrial en países no participantes, tal como EE.UU. y Japón.
El crecimiento acelerado de los EE. UU, frente a las diversas potencias europeas, generó
una transformación en su economía. Así, su uso excesivo del crédito (burbuja
especulativa) condujo a la caída de la bolsa de Nueva York.
La quiebra de Wall Street, conocida como el «martes negro», ocurrió el 29 de octubre de
1929, cuando hubo pérdidas en las acciones mayores al 50% de todas las empresas, así
como la quiebra sucesiva de cientos de bancos.
Coincidieron con el origen de la Gran Depresión otros hechos históricos, tal como la
Conferencia de Génova de 1922, que modificó los valores y los manejos del oro y la libra,
y así mismo otros factores políticos como la rigidez salarial.
La superproducción industrial, junto con un retroceso en la inversión en agricultura,
contribuyó con la expansión económica ficticia de países como EE. UU, Japón, Canadá
o Australia, mientras la economía europea permanecía en colapso.
Consecuencias de la Gran Depresión
La Gran Depresión produjo consecuencias económicas, sociales y políticas.
I) Consecuencias económicas
La principal consecuencia económica consistió en la reducción de consumo, la
cual llevó a cerrar a muchas empresas que se vieron afectadas por la falta de
demanda.
Además, se redujo notablemente la producción industrial y aumentaron las cifras
de desempleo a través de todo el mundo.
Por su parte, Estados Unidos pasó casi 4 años con indicadores económicos
negativos.
II) Consecuencias sociales
En cuestiones sociales, incrementó el fenómeno de desigualdad social y en todo el
mundo se presentaron altas cifras de hambre, pobreza e indigencia.
Las tasas de desempleo aumentaron junto con la inseguridad y la criminalidad.
Muchas familias cayeron en la pobreza e incluso las personas que conservaron sus
empleos, tuvieron una reducción en sus salarios.
III) Consecuencias políticas
A partir de la crisis mundial en diferentes países, principalmente europeos,
surgieron formas de gobierno totalitarias en países como Alemania, Italia y
España, que luego originaron la Segunda Guerra Mundial en 1939.
Además, la falta de trabajo y la desigualdad social incrementaron el comunismo
como pensamiento político e ideológico, ya que este modelo les proveía a las
personas un colchón económico asegurado ante la inestabilidad económica.
La crisis de 1980-82
En el IIº Congreso internacional de la CCI, celebrado en 1977, pusimos de relieve
que las políticas de expansión que venía empleando el capitalismo eran cada vez
menos eficaces y estaban llevando a un callejón sin salida. La oscilación entre el
«relanzamiento» que provocaba inflación y el frenazo que ocasionaba la recesión
conducía hacia lo que los economistas burgueses llamaban la «estanflación»
(recesión e inflación a la vez) mostrando la gravedad de la situación del
capitalismo y el carácter insoluble de sus contradicciones: el mal incurable de la
sobreproducción que, a su vez, agravaba globalmente las tensiones imperialistas
de tal forma que los últimos años de la década contemplaron una considerable
agudización de las confrontaciones militares y y un incremento del esfuerzo
armamentístico tanto a nivel nuclear como “convencional”.
Los años 80 empiezan con una recesión abierta que se prolonga hasta 1982 y
que en una serie de aspectos importantes es mucho peor que la anterior de 1974-
75. Hay un estancamiento de la producción (tasas negativas en Gran Bretaña y
en los países europeos), aumento espectacular del desempleo, (en 1982, Estados
Unidos registra en un solo mes medio millón de desempleados más), la
producción industrial cae en 1982 en Gran Bretaña al nivel de 1967 y, por primera
vez desde 1945, el comercio mundial cae durante 2 años consecutivos. Se
producen cierres de empresas y despidos masivos a un nivel jamás visto desde
la depresión de 1929. Comienza a desarrollarse una tendencia que va a continuar
creciendo desde entonces: es lo que se ha dado en llamar la desertificación
industrial y agrícola. Por un lado, regiones enteras de rancia tradición industrial
ven el cierre sistemático de fábricas y pozos mineros y el paro se dispara hasta
índices del 30%. Ocurre así en zonas como Manchester, Liverpool o Newcastle
en Gran Bretaña; Charleroi en Bélgica; Lorena en Francia, Detroit en Estados
Unidos. Por otra parte, la sobreproducción agrícola es tal que en numerosos
países los gobiernos o bien subvencionan el abandono de vastas extensiones o
bien recortan bruscamente las ayudas a explotaciones agropecuarias, lo que
causa la ruina en cascada de campesinos pequeños y medios y el desempleo de
los trabajadores del campo.
Sin embargo, desde 1983 se produce una reactivación de la economía que en un
primer momento quedará limitada a Estados Unidos y a partir de 1984-85
alcanzará a Europa y Japón. Este relanzamiento se consigue básicamente
mediante el endeudamiento colosal de Estados Unidos que hace subir la
producción y progresivamente permite que las economías de Japón y Europa
Occidental se incorporen al carro del crecimiento.
En eso consistió la famosa «Reaganomics» que en su momento nos fue
presentada como la gran solución a las crisis del capitalismo. Además, esta
«solución» se ofrecía como una vuelta a las «esencias del capitalismo». Frente a
los «excesos» de intervención estatal que caracterizaba la política económica de
los Estados durante los años 70 (el keynesianismo) y que era tildado de
«socialismo» o «proclividad» al socialismo, los nuevos teóricos de la economía se
presentaban como «neoliberales» y vendían a los cuatro vientos las recetas del
«menos Estado», el «libre mercado» etc.
En realidad, ni la Reaganomics solucionó gran cosa (a partir de 1985, como luego
veremos, hubo que pagar la factura del endeudamiento de Estados Unidos), ni
suponía una «retirada del Estado», un pretendido «menos Estado». Lo que hizo
el gobierno Reagan fue lanzarse a un programa masivo de rearme (lo que se dio
en llamar la «Guerra de las Galaxias» que contribuyó poderosamente a poner de
rodillas al bloque rival) mediante el recurso clásico al endeudamiento estatal. La
famosa locomotora no se alimentaba del combustible sano constituido por una
expansión real del mercado sino a través de la energía adulterada del
endeudamiento generalizado.
La «nueva» política de endeudamiento
Lo único novedoso en la política de Reagan es la forma de realizar el
endeudamiento. Durante los años 70 los Estados eran los responsables directos
del mismo a través de déficits crecientes del gasto público financiados por el
aumento de la masa monetaria. Esto suponía que era el Estado quien procuraba
el dinero a los bancos para que estos prestaran a las empresas, los particulares
o a otros Estados. Ello provocaba la depreciación continua del dinero y la
explosión correlativa de la inflación.
Ya hemos visto el atolladero cada vez más cerrado en que se encontraba la
economía mundial y especialmente la americana a finales de los años 70. Para
salir al paso, en los dos últimos años de la administración Carter, el responsable
de la Reserva Federal, Volker, cambia radicalmente de política crediticia. Cierra
el grifo de la emisión de moneda, lo cual provocará la recesión de 1980-82, pero
simultáneamente abre la vía de la financiación masiva mediante la emisión de
bonos y obligaciones que se renuevan constantemente en el mercado de
capitales. Esta orientación será retomada y generalizada por la administración
Reagan y, más adelante, se extenderá a todos los países.
El mecanismo de «ingeniería financiera» es el siguiente: Por un lado, el Estado
emite bonos y obligaciones para financiar sus enormes y siempre crecientes
déficits que son suscritos por los mercados financieros (bancos, empresas y
particulares). Por otra parte, empuja a los bancos a que busquen en el mercado
la financiación de sus préstamos, recurriendo, a su vez, a la emisión de bonos y
obligaciones y a sucesivas ampliaciones de capital (emisión de acciones). Se trata
de un mecanismo altamente especulativo con el que se intenta aprovechar el
desarrollo de una masa creciente de capital ficticio (plusvalía ociosa incapaz de
ser invertida en nuevo capital).
De esta forma, el peso de los fondos privados tiende a ser mucho mayor que los
fondos públicos en la financiación de la deuda (pública y privada):
Financiación deuda pública en USA
Fondos Fondos
públicos privados
1980 ………….……. 24 ………..…. 46
1985 …………….…. 45 ………..…. 38
1990 …………….…. 70 ………..…. 49
1995 …………….…. 47 …..……. 175
1997 …………….…. 40 …..……. 260
Fuente: Global Development Finance, en miles de millones de dólares.
Esto no quiere decir ni mucho menos una disminución del peso del Estado (como
proclaman los «liberales») sino más bien responde a las necesidades cada vez
más agobiantes de financiación (y particularmente de liquidez inmediata) que
obligan a una movilización masiva de todos los capitales disponibles.
La puesta en marcha de esta política pretendidamente «liberal» y «monetarista»
significa que la famosa locomotora USA es financiada por el resto de la economía
mundial. Especialmente, el capitalismo japonés con un enorme excedente
comercial suscribe masivamente los bonos y obligaciones del Tesoro americano,
así como las diferentes emisiones de empresas de ese país. El resultado es que
Estados Unidos que desde 1914 era el primer acreedor mundial se convierte a
partir de 1985 en deudor neto y, desde 1988, en el primer deudor mundial. Otra
de las consecuencias es que a finales de los 80, los bancos japoneses poseen
casi el 50% de los activos inmobiliarios americanos. Por último, esta forma de
endeudamiento provoca que «mientras en el periodo 1980-82 los países
industrializados versaron a los llamados países en desarrollo 49 000 millones de
dólares más que lo que habían recibido, en el periodo 1983-89 son estos últimos
los que han proporcionado a los primeros 242 000 millones de dólares más»
(Prometeo nº 16, órgano de Battaglia comunista, «Una nueva fase en la crisis
capitalista», diciembre 1998).
Para rembolsar los intereses y lo principal de los bonos emitidos lo que se hace
es recurrir a nuevas emisiones de bonos y obligaciones. Ahora bien, esto significa
más y más endeudamiento y se corre el riesgo de que los prestatarios abandonen
la suscripción de las nuevas emisiones. Para seguir atrayéndolos, se suele recurrir
a una continua apreciación del dólar mediante diferentes artificios de reevaluación
de la divisa. El resultado es, por un lado, una enorme inundación de dólares sobre
el conjunto de la economía mundial y, por otra parte, Estados Unidos cae en un
gigantesco déficit comercial que año tras año bate nuevos récords. La misma
tónica, más o menos matizada, siguen la mayoría de los Estados industrializados:
juegan con la moneda como instrumento de atracción de capitales.
Todo ello conlleva una tendencia que se va a profundizar durante los años 90: la
adulteración y manipulación completa de las monedas. La función clásica de la
moneda bajo el capitalismo era la de medida de valor y patrón de precios, para lo
cual la moneda de cada Estado debía estar respaldada por una mínimo
proporcional de metales preciosos([4]). Esa reserva de metales nobles reflejaba
de forma tendencial el incremento y desarrollo de la riqueza del país lo cual se
traducía, también tendencialmente, en la cotización de su moneda.
Ya vimos en el artículo anterior cómo el capitalismo ha abandonado a lo largo del
siglo xx esas reservas y ha dejado que las monedas circularan sin contrapartidas
con los graves riesgos que ello conlleva. Sin embargo, los años 80 son un
auténtico salto cualitativo hacia el abismo: al fenómeno, ya de por si grave, de
monedas completamente separadas de la contrapartida en oro y plata, que se
continúa agudizando a lo largo de la década, se añade, en primer lugar, el juego
de apreciación/depreciación para atraer capitales lo cual provoca una tremenda
especulación sobre las mismas y, en segundo lugar, el recurso, de forma más
sistemática, a las llamadas «devaluaciones competitivas»: es decir, bajada por
decreto de la cotización de la moneda con objeto de favorecer las exportaciones.
Esta «nueva» política económica cuyos pilares son, por una parte, la emisión
masiva de bonos y obligaciones que se amplía constantemente cual bola de nieve,
y, de otro lado, la manipulación fuera de toda lógica, de las monedas, conlleva un
sofisticado y complicado «sistema financiero» que es en realidad una obra
conjunta del Estado y las grandes instituciones financieras (bancos, cajas de
ahorro y sociedades de inversión, las cuales a su vez guardan estrechos vínculos
con el Estado). En apariencia es un mecanismo «liberal» y «no intervencionista»,
en la práctica es una construcción típica del capitalismo de Estado a la occidental,
es decir, con una gestión basada en la combinación entre los sectores dominantes
del capital privado y el Estado.
Esta política se nos presenta como la pócima mágica capaz de conseguir
crecimiento económico sin inflación. El capitalismo durante los años 70 se había
estrellado ante el dilema insoluble inflación o recesión, pero ahora, los
gobernantes que, cualquiera que sea su coloración política («socialistas», de
«izquierdas» o de «centro») se convierten al nuevo credo «neoliberal» y
«monetarista», proclaman que el capitalismo ha superado ese dilema y que la
inflación ha sido reducida a niveles del 2 al 5% sin menoscabo del crecimiento
económico.
Esta política de «lucha contra la inflación» o de un pretendido «crecimiento sin
inflación» se basa en las medidas siguientes:
La eliminación de las capacidades productivas «excedentarias» en la industria y
la agricultura. El resultado es el cierre de numerosas instalaciones industriales y
los despidos masivos.
El recorte drástico de subvenciones a la industria y la agricultura que empuja en
la misma dirección de despidos y cierres.
La presión para reducir los costes y aumentar la productividad que significa en los
hechos una deflación enmascarada y gradual basada en violentos ataques contra
la clase obrera de los países centrales y una baja permanente del precio de las
materias primas
El traslado mediante mecanismos de presión monetaria y, muy especialmente,
mediante la invasión de dólares, de los efectos inflacionarios hacia los países más
periféricos. Así, en Brasil, Argentina, Bolivia etc. se producen explosiones de
hiperinflación llegando los precios a crecer hasta ¡ un 30% diario !.
Y sobre todo, reembolsar las deudas con nuevas deudas. Al pasar de la
financiación de la deuda mediante emisión monetaria a la realizada mediante
emisión de títulos de deuda (bonos y obligaciones estatales, acciones de
empresas etc.) se consigue aplazar algún tiempo más los efectos de la inflación.
Las deudas contraídas mediante una emisión se reembolsan con nuevas
emisiones. Estos títulos son objeto de una especulación desenfrenada. Con ello
se sobrevalora su precio (esta sobrevaloración se complementa con la
manipulación de la cotización de las monedas) y de esta manera la enorme
inflación subyacente se aplaza siempre para más tarde.
La medida nº 4 no resuelve la inflación sino que simplemente la cambia de sitio
(la traslada a los países más débiles). La medida nº 5 lo que consigue es aplazarla
para más tarde cebando como contrapartida la bomba de la inestabilidad y el
desorden a nivel financiero y monetario.
En cuanto a las medidas nº 1 a nº 3, aunque reducen realmente la inflación en el
corto plazo, sus consecuencias son mucho más graves en el medio y largo plazo.
En efecto, esas medidas constituyen una deflación encubierta, es decir, una
reducción metódica y organizada por los Estados de las capacidades reales de
producción. Como señalamos en la Revista Internacional nº 59 «La producción,
que puede corresponder a bienes realmente fabricados, no es pues una
producción de valor, que es lo único que interesa al capitalismo. No ha permitido
una auténtica acumulación de capital. El capital global se ha reproducido sobre
bases más exiguas. O sea, que el capitalismo no se ha enriquecido, al contrario
se ha empobrecido»([5]).
Los procesos de desertificación industrial y agraria, la reducción enorme de
costes, los despidos y empobrecimiento general de la clase obrera que se han
venido operando sistemática y metódicamente por todos los gobiernos a lo largo
de los años 80 y que han proseguido a una escala superior durante los 90 han
supuesto un fenómeno de deflación encubierta y permanente. Mientras en 1929
se produjo una deflación brutal y abierta, el capitalismo se lanza desde los años
80 a una tendencia inédita: la deflación planificada y controlada, una especie de
demolición gradual y metódica de las bases mismas de la acumulación capitalista,
una suerte de desacumulación lenta pero irreversible.
La reducción de costes, la eliminación de sectores obsoletos y no competitivos, el
incremento gigantesco de la productividad no son sinónimo por sí mismos de
crecimiento y desarrollo del capitalismo. Es cierto que esos fenómenos
acompañaron las fases de desarrollo del capitalismo en el siglo xix pero tenían
sentido en la medida en que estaban al servicio de la extensión y la ampliación de
las relaciones capitalistas de producción, del crecimiento y formación del mercado
mundial. Su función a partir de los años 80 corresponde a un objetivo
diametralmente opuesto: protegerse de la sobreproducción; y sus resultados son
contraproducentes: la agravan aún más.
Por esa razón, esas políticas de «deflación competitiva» como púdicamente la
llaman los economistas, en realidad si bien reducen en el corto plazo las bases de
la inflación en realidad las estimulan y refuerzan en el medio y largo plazo, pues
la reducción de la base de la reproducción global del capital solo puede
compensarse con nuevas masas siempre crecientes de endeudamiento, por un
lado, y de gastos improductivos (armamentos, burocracia estatal, financiera y
comercial) de otro. Como señalamos en el Informe sobre la crisis económica de
nuestro XIIº Congreso internacional, «el verdadero peligro se sitúa en que todo
crecimiento, toda pretendida recuperación, está basada en un aumento
considerable del endeudamiento, en un estímulo artificial de la demanda, es decir,
en capital ficticio. Tal es la matriz que hace nacer la inflación porque expresa una
tendencia profunda en el capitalismo decadente: el divorcio creciente entre el
dinero y el valor, entre lo que ocurre en el mundo “real” de la producción de bienes
y un proceso de cambio que se ha convertido en “un mecanismo tan complejo y
artificial” que la misma Rosa Luxemburgo alucinaría al verlo» (Revista
Internacional nº 92).
Así pues y en realidad, lo único que sostiene la baja inflación de los años 80 y 90
es el aplazamiento sistemático de la deuda mediante el carrusel de nuevos títulos
de deuda que sustituyen a los anteriores y la expulsión de la inflación global hacia
los países más débiles (que son cada vez más numerosos).
Todo esto se ve claramente ilustrado con la crisis de la deuda que desde 1982
estalla en los países del Tercer Mundo (Brasil, Argentina, México, Nigeria etc.).
Estos Estados que con sus enormes deudas habían alimentado la expansión de
los años 70 (ver la primera parte de este artículo) amenazan con declararse
insolventes. Los países más importantes acuden rápidamente en su «ayuda»
mediante planes de «reestructuración» de la deuda (Plan Brady) o mediante la
intervención directa del Fondo monetario internacional. En realidad, lo que buscan
es evitar un hundimiento brutal de esos Estados que desestabilizaría todo el
sistema económico mundial.
Crisis 2007: Hipotecas Subprime, La crisis que lo comenzó todo
Hace doce años que estalló la crisis de las hipotecas subprime o hipotecas basura
conocidas así porque se concedieron a personas de escasa solvencia a altos tipos de
interés. El colapso de los mercados fue tan drástico que obligó a la Reserva Federal
(Fed) —y al Banco Central Europeo, (BCE)— a inyectar cientos de miles de millones y a
bajar los tipos de interés. Los bancos centrales se adentraron en aguas nunca exploradas
en la política monetaria y fiscal. Fueron medidas de choque que no atajaron las raíces
del problema: los bancos estaban infectados con unos productos diseñados por
matemáticos financieros que se basaban en créditos de escasa solvencia.
Eran hipotecas basura porque se concedieron a personas que tenían trabajos basura:
malas condiciones sanitarias, carencia de seguro médico o violaciones de la legislación,
como cobrar por debajo de los mínimos legales. Mientras el mercado de la vivienda
crecía sin sentido, parecía un negocio rentable. Pero hace diez años estalló la crisis de
liquidez y de confianza en la solvencia de las entidades y se provocó la mayor depresión
desde la II Guerra Mundial.
El común de los inversores se sumergía entonces en un curso acelerado en finanzas
para familiarizarse con nuevos términos como las hipotecas subprime, CDOs sintéticos,
conduits, los SIV o vehículos estructurados. El experimento de la Fed continúa porque la
crisis sigue viva, aunque mitigada. Ha entrado en una nueva fase, la del desmontaje de
todo el andamiaje que fue necesario para evitar el colapso de la economía.
Este décimo aniversario no lo celebra nadie en Wall Street pese a la que marcó la
conciencia de los reguladores y de los inversores. El Dow Jones cerró aquel 8 de agosto
de 2007 con la mayor caída en cuatro años por el temor a la crisis hipotecaria, ante la
que las autoridades no actuaron con firmeza y terminó convirtiéndose en el peor
monstruo imaginado. El Dow Jones cayó hasta los 13.270 puntos, aunque hoy ha
superado el bache y está en 22.000 puntos, un récord histórico. Un buen ejemplo de la
volatilidad de los mercados para unos y, para otros, el caso típico de que se ha llegado
a un nivel irracional previo a otro derrumbe.
El derrumbe del mercado de crédito estuvo marcado por la desaparición del banco de
inversión Bear Stearns, los fondos de BNP Paribas, los bancos hipotecarios de EE UU y
los problemas de la mayor aseguradora del mundo, AIG, que acabó sucumbiendo más
adelante.
Fue la peor calamidad financiera desde 1930. Durante los 19 meses que duró se
perdieron 8,7 millones de empleos, más de la mitad de los adultos vio perder su trabajo,
recortado su sueldo o forzado a trabajar a tiempo parcial. El consumo y el producto
interior bruto se contrajeron por la escasez de crédito y el incremento del coste de los
préstamos. El S&P 500 perdió la mitad de su valor.
Este movimiento sísmico fue de tal envergadura que hizo tambalear los resortes del
sistema financiero global y lo de dejó expuesto ante eventos como la ruptura del euro, la
crisis de la deuda soberana de Grecia o otras consencuencias políticas como eñ Brexit
y el surgimiento de los populismos. Una década después, los tipos de interés
permanecen históricamente bajos y los bancos centrales siguen comprando deuda para
sostener la economía.
"Los bancos prestaban en cualquier cosa"
Janet Yellen recuerda como se cocinó la crisis. “Los bancos ponían dinero en cualquier
cosa”, comentó hace unas semanas. La presidenta de la Fed estaba entonces al frente
del banco regional de San Francisco. “Nadie se paraba a analizar que pasaría si se
dejaba de pagar la deuda”, explicó. En realidad, lo que se hacía era empaquetarla para
ofrecerla a inversores que buscaban altos retornos.
Todas las crisis financieras tienen características comunes. Los bancos invierten en
activos de alto riesgo por su alta rentabilidad, que funcionan hasta que alguien dice que
son tóxicos y pierden su valor y liquidez. El desencadenante llega cuando la gente pide
recuperar el dinero en masa ante la pérdida de confianza y el efecto contagio se acelera.
La de 2007 no fue diferente. Empezó con las hipotecas subprime, se extendió a otros
productos y los bancos se quedaron sin capital para absorber las pérdidas.
El primer aviso de la recesión que venía lo dio el banco más grande de Europa, el HSBC,
uno de los más agresivos en el mercado inmobiliario de EE UU. En febrero de 2007
anunció que las pérdidas en las carteras de deuda hipotecaria iban a ser mayores de lo
esperado. Los desahucios se estaban disparando y la entidad no pudo anticipar cuántos
propietarios serían incapaces de pagar sus créditos.
Los tipos de interés estaban entonces en el 5,25%. Las hipotecas subprime se ofrecieron
a clientes que no cumplían los requisitos más estrictos. HSBC mezcló esa deuda con
otra entre 2005 y 2006, en pleno auge inmobiliario. Un mes después de reconocer los
problemas la firma New Century Financial, especializada en ese mercado, cayó en
bancarrota.
Las cosas se pusieron feas cuando los primeros fondos estructurados con hipotecas
subprime reventaron en Bear Stearns, en junio de ese mismo año. Los problemas se
propagaron a grandes firmas financieras como Merrill Lynch, JPMorgan Chase, Citigroup
y Goldman Sachs. Al poco era el banco francés BNP Paribas el que anunciaba el cese
de las actividades en tres fondos especializados en deuda hipotecaria porque eran
insolventes. Alguno de ellos habían vendido participaciones en España.
Ben Bernanke, presidente en aquella época de la Reserva Federal, llegó tarde. Al
principio entendió que el creciente número de impagos de hipotecas no representaba un
riesgo para la economía. “Se dio por hecho de que el sistema se ajustaría solo”, admitió
después. Pero luego temió que se desencadenara una segunda Gran Depresión y
recurrió a todo lo que estaba en su poder para estabilizar la economía.
La respuesta a la crisis financiera se hizo de dos maneras. Se intervino primero para que
socorrer a las instituciones sistémicas, incluidas firmas que no supervisadas por la Fed
como AIG y Bear Stearns. Después, se establecieron mecanismos para facilitar la
liquidez que necesitaban los operadores financieros para sostener sus actividades y que
así el dinero llegara a la economía.
En dos días la Fed inyectó 87.500 millones de dólares y el BCE 156.000 millones más.
A la semana se recortó en medio punto el tipo de interés y por primera se reconocía que
el riesgo era real. Ese pesimismo repentino llevó al banco central recortar el precio del
dinero medio punto porcentual más, hasta el 4,75% el 18 de septiembre.
Hoy en pleno 2020 ¿Recesión? - Coronavirus: "Estamos muy cerca de una
recesión global" por el rápido avance de la pandemia
La rápida propagación del coronavirus, ahora convertido en pandemia, está provocando
pánico en los mercados financieros, fuga de capitales, devaluación de las monedas
frente al dólar y una creciente amenaza de recesión global.
Aunque en un principio la situación parecía estar confinada a los países asiáticos, el
escenario actual es completamente distinto: el brote está presente en al menos 114
países, ha contagiado a cerca de 120.000 personas y ha dejado más de 4.200 víctimas
fatales.
A la decisión de Italia de poner a todo el país en cuarentena -además de una rápida
propagación de la enfermedad en el resto de Europa y Estados Unidos- se suma el
desplome de los precios de petróleo y la montaña rusa de las bolsas, haciendo que
muchos expertos consideren que una recesión económica global durante el primer
semestre de este año sea casi inminente.
Jeffrey Frankel, profesor de la Escuela Harvard Kennedy, de la Universidad de Harvard,
le dice a BBC Mundo que la posibilidad de una contracción económica "parece haber
aumentado dramáticamente".
"Estamos muy cerca de una recesión global", advierte.
Una voz de alerta que ha comenzado a extenderse entre la mayor parte de los
economistas e inversores, especialmente ahora que los casos de contagiados están
aumentando velozmente.
Este miércoles Wall Street se hundió en un "mercado bajista" (bear market, en inglés),
luego de que el índice Dow Jones terminara un 20% más bajo en relación a su récord
alcista de febrero, poniendo fin al período más largo de alzas en los mercados bursátiles
en la historia de Estados Unidos.
El desplome bursátil se produjo después de que la Organización Mundial de la Salud
(OMS) anunciara que el coronavirus es oficialmente una "pandemia".
En el día a día, el temor al contagio y las medidas de aislamiento tomadas en algunos
países, han golpeado duramente al sector turístico, con aerolíneas reportando inéditas
pérdidas financieras que las han llevado a cerrar rutas aéreas o a operar vuelos
"fantasma" casi sin pasajeros.
Entre las medidas más drásticas, Estados Unidos anunció el miércoles la suspensión de
"todos los viajes desde Europa" hacia su país por 30 días.
Además, muchas empresas les han pedido a sus empleados que trabajen desde casa,
mientras que el cierre de fábricas en China y en otros lugares, han causado problemas
en las cadenas globales de producción.
En este escenario las empresas se están preparando para informar resultados en rojo, y
si el crecimiento económico se estanca -con descenso en las inversiones y menos
consumo en los hogares- los efectos económicos de la pandemia podrían generar un
aumento en el desempleo y estancamiento en los salarios.
"Amenaza con paralizar el crecimiento global"
"El coronavirus amenaza con paralizar el crecimiento global", le dice a BBC Mundo Tom
Orlik, economista jefe de Bloomberg Economics.
"Hace un mes, el escenario más probable parecía un brote importante limitado a China
y otros países que sufren efectos relativamente menores. Eso ahora se ve demasiado
optimista", agrega.
"Las posibilidades de que se produzca el peor de los escenarios, con las principales
economías sufriendo un impacto significativo, aumentan día a día".
En ese caso, el costo global podría llegar a los US$2,7 billones, si todos los países se
ven expuestos a las consecuencias de la pandemia.
Y si la economía estadounidense se contrae, plantea Orlik, la dinámica de las elecciones
presidenciales también podría verse afectada.
Rohan Williamson, profesor de finanzas de la Escuela de Negocios McDonough, de la
Universidad de Georgetown, Washington DC, también cree que estamos cerca de una
recesión global.
Los efectos del coronavirus y la volatilidad en los mercados bursátiles mundiales son
indicadores que preocupan a los inversores, comenta.
"Claramente ha habido un shock en la demanda global que provoca un gran impacto",
explica Williamson.
¿Y América Latina?
Marcos Casarin, economista jefe para América Latina de la consultora británica Oxford
Economics, proyecta que la contracción económica generalizada se dejará caer en el
primer trimestre y será de "corta duración".
Desde esa perspectiva, Casarin le dice a BBC Mundo que dadas las circunstancias,
"estamos muy cerca de una recesión global", aunque el principal signo de interrogación
es qué pasará con la recuperación que debería llegar en el segundo trimestre.
"Todo dependerá de cuántos bloqueos de emergencia se impongan más allá de marzo".
En el caso de América Latina, explica, estamos frente a un cóctel preocupante.
Las consecuencias para América Latina de la caída del precio del petróleo en medio de
la crisis por el coronavirus
"La combinación entre caída del precio del petróleo, desplome de las monedas y
coronavirus, es definitivamente negativa para el crecimiento", apunta el economista.
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Image caption Brasil, Chile y Colombia están entre los países más afectados por la
devaluación de sus monedas en lo que va del año.
Y los países que ya están en recesión (como Argentina, por ejemplo) "verán una recesión
más profunda", mientras que los que están al borde de una, como es el caso de México,
"se verán arrastrados a una recesión".
Sobre cómo se puede enfrentar la crisis en la región, Casarin dice que la mayoría de los
gobiernos prácticamente no tiene espacio para relajar la política fiscal, es decir, bajar las
tasas de interés, reduciendo el costo del crédito.
"Lo peor aún está por venir"
Aunque las proyecciones varían, existe una especie de consenso entre los analistas
financieros de que el panorama debería mejorar en la segunda mitad del año.
Sin embargo, muchos advierten que el impacto económico no ha tocado fondo, en la
medida que el virus sigue propagándose aceleradamente.
"Lo peor para la economía aún está por venir en los próximos meses", escribió Joachim
Fels en una nota a sus clientes, asesor económico global de PIMCO (Pacific Investment
Management Company), una firma que maneja fondos de inversión a gran escala.
Mientras que Jan Hatzius, economista jefe del banco de inversión Goldman Sachs, le
informó a sus clientes que la duración y la profundidad de la contracción económica
dependen de las medidas que tomen los gobiernos.
Habrá que ver "si las autoridades de salud pueden retrasar materialmente la propagación
del virus a través de un aumento en las pruebas, restricciones en las reuniones masivas
y cuarentenas de personas infectadas".
Neil Shearing, economista jefe de la firma de análisis Capital Economics, advirtió que si
las condicionesempeoran, se aproxima una "recesión aguda, pero probablemente corta".
Y agregó que a medida que el virus se propaga, hay una buena posibilidad de que el
escenario más negativo de las proyecciones económicas, se convierta en el más
probable.
Organismos internacionales también han hecho proyecciones barajando distintos
escenarios, según el ritmo de propagación del virus.
En el peor de los casos, el crecimiento económico mundial podría descender a la mitad
de lo que se había proyectado (bajando incluso hasta 1,5%), según la Organización para
la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).
Y la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD)
esta semana alertó que el costo de la crisis en el ingreso global podría llegar a US$2
billones, y que la duración y la profundidad de la crisis dependerán de tres cosas: cuán
lejos y cuán rápido se propagará el virus, cuánto tiempo pasará antes de que se
encuentre una vacuna y qué tan efectivos serán los gobiernos para mitigar el daño.

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Las crisis financiera de norteamerica

  • 1. LAS CRISIS FINANCIERA DE NORTEAMERICA La Gran Depresión Período de crisis económica y social. ¿Qué fue la Gran Depresión? La Gran Depresión, también conocida como crisis de 1929, fue un período a principios del siglo XX en el cual el mundo entero estuvo bajo una profunda crisis económica y social, que perduró por aproximadamente una década. La Gran Depresión comenzó en 1929 y se prolongó hasta 1940. Esta afectó a la mayoría de los países del mundo, desde los más industrializados hasta los más pobres, y se convirtió en el período de recesión económica más severo del siglo XX. Entre sus principales causas y detonantes se encuentra la crisis financiera de Estados Unidos, causada por la caída de la bolsa de valores, luego de la Primera Guerra Mundial. Características de la Gran Depresión 1. Las principales características de la Gran Depresión fueron las siguientes: 2. Si bien se produjo desde la caída de la bolsa de Nueva York, Estados Unidos, se extendió internacionalmente hacia todos los países del mundo. 3. Duró 4 años en Estados Unidos, sin embargo, sus efectos en el resto del mundo continuaron hasta 1940. 4. Las dificultades económicas y sociales durante este período condujeron a grandes cambios políticos en casi todas las regiones. 5. El sistema financiero se vio afectado luego de una gran época para la economía, por lo tanto, se conoce a la Gran Depresión como una burbuja financiera. Causas de la gran depresión Las causas de la Gran Depresión se remontan a la Primera Guerra Mundial, la cual trajo consecuencias económicas principalmente para Europa, donde hubo una disminución del 10 % de la población. Así, la mayor parte de los países europeos estaban sumidos en grandes deudas públicas e inflación. Luego de la guerra, el mapa económico mundial cambió y hubo un impulso económico e industrial en países no participantes, tal como EE.UU. y Japón. El crecimiento acelerado de los EE. UU, frente a las diversas potencias europeas, generó una transformación en su economía. Así, su uso excesivo del crédito (burbuja especulativa) condujo a la caída de la bolsa de Nueva York. La quiebra de Wall Street, conocida como el «martes negro», ocurrió el 29 de octubre de 1929, cuando hubo pérdidas en las acciones mayores al 50% de todas las empresas, así como la quiebra sucesiva de cientos de bancos.
  • 2. Coincidieron con el origen de la Gran Depresión otros hechos históricos, tal como la Conferencia de Génova de 1922, que modificó los valores y los manejos del oro y la libra, y así mismo otros factores políticos como la rigidez salarial. La superproducción industrial, junto con un retroceso en la inversión en agricultura, contribuyó con la expansión económica ficticia de países como EE. UU, Japón, Canadá o Australia, mientras la economía europea permanecía en colapso. Consecuencias de la Gran Depresión La Gran Depresión produjo consecuencias económicas, sociales y políticas. I) Consecuencias económicas La principal consecuencia económica consistió en la reducción de consumo, la cual llevó a cerrar a muchas empresas que se vieron afectadas por la falta de demanda. Además, se redujo notablemente la producción industrial y aumentaron las cifras de desempleo a través de todo el mundo. Por su parte, Estados Unidos pasó casi 4 años con indicadores económicos negativos. II) Consecuencias sociales En cuestiones sociales, incrementó el fenómeno de desigualdad social y en todo el mundo se presentaron altas cifras de hambre, pobreza e indigencia. Las tasas de desempleo aumentaron junto con la inseguridad y la criminalidad. Muchas familias cayeron en la pobreza e incluso las personas que conservaron sus empleos, tuvieron una reducción en sus salarios. III) Consecuencias políticas A partir de la crisis mundial en diferentes países, principalmente europeos, surgieron formas de gobierno totalitarias en países como Alemania, Italia y España, que luego originaron la Segunda Guerra Mundial en 1939. Además, la falta de trabajo y la desigualdad social incrementaron el comunismo como pensamiento político e ideológico, ya que este modelo les proveía a las personas un colchón económico asegurado ante la inestabilidad económica.
  • 3. La crisis de 1980-82 En el IIº Congreso internacional de la CCI, celebrado en 1977, pusimos de relieve que las políticas de expansión que venía empleando el capitalismo eran cada vez menos eficaces y estaban llevando a un callejón sin salida. La oscilación entre el «relanzamiento» que provocaba inflación y el frenazo que ocasionaba la recesión conducía hacia lo que los economistas burgueses llamaban la «estanflación» (recesión e inflación a la vez) mostrando la gravedad de la situación del capitalismo y el carácter insoluble de sus contradicciones: el mal incurable de la sobreproducción que, a su vez, agravaba globalmente las tensiones imperialistas de tal forma que los últimos años de la década contemplaron una considerable agudización de las confrontaciones militares y y un incremento del esfuerzo armamentístico tanto a nivel nuclear como “convencional”. Los años 80 empiezan con una recesión abierta que se prolonga hasta 1982 y que en una serie de aspectos importantes es mucho peor que la anterior de 1974- 75. Hay un estancamiento de la producción (tasas negativas en Gran Bretaña y en los países europeos), aumento espectacular del desempleo, (en 1982, Estados Unidos registra en un solo mes medio millón de desempleados más), la producción industrial cae en 1982 en Gran Bretaña al nivel de 1967 y, por primera vez desde 1945, el comercio mundial cae durante 2 años consecutivos. Se producen cierres de empresas y despidos masivos a un nivel jamás visto desde la depresión de 1929. Comienza a desarrollarse una tendencia que va a continuar creciendo desde entonces: es lo que se ha dado en llamar la desertificación industrial y agrícola. Por un lado, regiones enteras de rancia tradición industrial ven el cierre sistemático de fábricas y pozos mineros y el paro se dispara hasta índices del 30%. Ocurre así en zonas como Manchester, Liverpool o Newcastle en Gran Bretaña; Charleroi en Bélgica; Lorena en Francia, Detroit en Estados Unidos. Por otra parte, la sobreproducción agrícola es tal que en numerosos países los gobiernos o bien subvencionan el abandono de vastas extensiones o bien recortan bruscamente las ayudas a explotaciones agropecuarias, lo que causa la ruina en cascada de campesinos pequeños y medios y el desempleo de los trabajadores del campo. Sin embargo, desde 1983 se produce una reactivación de la economía que en un primer momento quedará limitada a Estados Unidos y a partir de 1984-85 alcanzará a Europa y Japón. Este relanzamiento se consigue básicamente mediante el endeudamiento colosal de Estados Unidos que hace subir la producción y progresivamente permite que las economías de Japón y Europa Occidental se incorporen al carro del crecimiento. En eso consistió la famosa «Reaganomics» que en su momento nos fue presentada como la gran solución a las crisis del capitalismo. Además, esta «solución» se ofrecía como una vuelta a las «esencias del capitalismo». Frente a los «excesos» de intervención estatal que caracterizaba la política económica de
  • 4. los Estados durante los años 70 (el keynesianismo) y que era tildado de «socialismo» o «proclividad» al socialismo, los nuevos teóricos de la economía se presentaban como «neoliberales» y vendían a los cuatro vientos las recetas del «menos Estado», el «libre mercado» etc. En realidad, ni la Reaganomics solucionó gran cosa (a partir de 1985, como luego veremos, hubo que pagar la factura del endeudamiento de Estados Unidos), ni suponía una «retirada del Estado», un pretendido «menos Estado». Lo que hizo el gobierno Reagan fue lanzarse a un programa masivo de rearme (lo que se dio en llamar la «Guerra de las Galaxias» que contribuyó poderosamente a poner de rodillas al bloque rival) mediante el recurso clásico al endeudamiento estatal. La famosa locomotora no se alimentaba del combustible sano constituido por una expansión real del mercado sino a través de la energía adulterada del endeudamiento generalizado. La «nueva» política de endeudamiento Lo único novedoso en la política de Reagan es la forma de realizar el endeudamiento. Durante los años 70 los Estados eran los responsables directos del mismo a través de déficits crecientes del gasto público financiados por el aumento de la masa monetaria. Esto suponía que era el Estado quien procuraba el dinero a los bancos para que estos prestaran a las empresas, los particulares o a otros Estados. Ello provocaba la depreciación continua del dinero y la explosión correlativa de la inflación. Ya hemos visto el atolladero cada vez más cerrado en que se encontraba la economía mundial y especialmente la americana a finales de los años 70. Para salir al paso, en los dos últimos años de la administración Carter, el responsable de la Reserva Federal, Volker, cambia radicalmente de política crediticia. Cierra el grifo de la emisión de moneda, lo cual provocará la recesión de 1980-82, pero simultáneamente abre la vía de la financiación masiva mediante la emisión de bonos y obligaciones que se renuevan constantemente en el mercado de capitales. Esta orientación será retomada y generalizada por la administración Reagan y, más adelante, se extenderá a todos los países. El mecanismo de «ingeniería financiera» es el siguiente: Por un lado, el Estado emite bonos y obligaciones para financiar sus enormes y siempre crecientes déficits que son suscritos por los mercados financieros (bancos, empresas y particulares). Por otra parte, empuja a los bancos a que busquen en el mercado la financiación de sus préstamos, recurriendo, a su vez, a la emisión de bonos y obligaciones y a sucesivas ampliaciones de capital (emisión de acciones). Se trata de un mecanismo altamente especulativo con el que se intenta aprovechar el desarrollo de una masa creciente de capital ficticio (plusvalía ociosa incapaz de ser invertida en nuevo capital).
  • 5. De esta forma, el peso de los fondos privados tiende a ser mucho mayor que los fondos públicos en la financiación de la deuda (pública y privada): Financiación deuda pública en USA Fondos Fondos públicos privados 1980 ………….……. 24 ………..…. 46 1985 …………….…. 45 ………..…. 38 1990 …………….…. 70 ………..…. 49 1995 …………….…. 47 …..……. 175 1997 …………….…. 40 …..……. 260 Fuente: Global Development Finance, en miles de millones de dólares. Esto no quiere decir ni mucho menos una disminución del peso del Estado (como proclaman los «liberales») sino más bien responde a las necesidades cada vez más agobiantes de financiación (y particularmente de liquidez inmediata) que obligan a una movilización masiva de todos los capitales disponibles. La puesta en marcha de esta política pretendidamente «liberal» y «monetarista» significa que la famosa locomotora USA es financiada por el resto de la economía mundial. Especialmente, el capitalismo japonés con un enorme excedente comercial suscribe masivamente los bonos y obligaciones del Tesoro americano, así como las diferentes emisiones de empresas de ese país. El resultado es que Estados Unidos que desde 1914 era el primer acreedor mundial se convierte a partir de 1985 en deudor neto y, desde 1988, en el primer deudor mundial. Otra de las consecuencias es que a finales de los 80, los bancos japoneses poseen casi el 50% de los activos inmobiliarios americanos. Por último, esta forma de endeudamiento provoca que «mientras en el periodo 1980-82 los países industrializados versaron a los llamados países en desarrollo 49 000 millones de dólares más que lo que habían recibido, en el periodo 1983-89 son estos últimos los que han proporcionado a los primeros 242 000 millones de dólares más» (Prometeo nº 16, órgano de Battaglia comunista, «Una nueva fase en la crisis capitalista», diciembre 1998). Para rembolsar los intereses y lo principal de los bonos emitidos lo que se hace es recurrir a nuevas emisiones de bonos y obligaciones. Ahora bien, esto significa más y más endeudamiento y se corre el riesgo de que los prestatarios abandonen la suscripción de las nuevas emisiones. Para seguir atrayéndolos, se suele recurrir a una continua apreciación del dólar mediante diferentes artificios de reevaluación de la divisa. El resultado es, por un lado, una enorme inundación de dólares sobre el conjunto de la economía mundial y, por otra parte, Estados Unidos cae en un
  • 6. gigantesco déficit comercial que año tras año bate nuevos récords. La misma tónica, más o menos matizada, siguen la mayoría de los Estados industrializados: juegan con la moneda como instrumento de atracción de capitales. Todo ello conlleva una tendencia que se va a profundizar durante los años 90: la adulteración y manipulación completa de las monedas. La función clásica de la moneda bajo el capitalismo era la de medida de valor y patrón de precios, para lo cual la moneda de cada Estado debía estar respaldada por una mínimo proporcional de metales preciosos([4]). Esa reserva de metales nobles reflejaba de forma tendencial el incremento y desarrollo de la riqueza del país lo cual se traducía, también tendencialmente, en la cotización de su moneda. Ya vimos en el artículo anterior cómo el capitalismo ha abandonado a lo largo del siglo xx esas reservas y ha dejado que las monedas circularan sin contrapartidas con los graves riesgos que ello conlleva. Sin embargo, los años 80 son un auténtico salto cualitativo hacia el abismo: al fenómeno, ya de por si grave, de monedas completamente separadas de la contrapartida en oro y plata, que se continúa agudizando a lo largo de la década, se añade, en primer lugar, el juego de apreciación/depreciación para atraer capitales lo cual provoca una tremenda especulación sobre las mismas y, en segundo lugar, el recurso, de forma más sistemática, a las llamadas «devaluaciones competitivas»: es decir, bajada por decreto de la cotización de la moneda con objeto de favorecer las exportaciones. Esta «nueva» política económica cuyos pilares son, por una parte, la emisión masiva de bonos y obligaciones que se amplía constantemente cual bola de nieve, y, de otro lado, la manipulación fuera de toda lógica, de las monedas, conlleva un sofisticado y complicado «sistema financiero» que es en realidad una obra conjunta del Estado y las grandes instituciones financieras (bancos, cajas de ahorro y sociedades de inversión, las cuales a su vez guardan estrechos vínculos con el Estado). En apariencia es un mecanismo «liberal» y «no intervencionista», en la práctica es una construcción típica del capitalismo de Estado a la occidental, es decir, con una gestión basada en la combinación entre los sectores dominantes del capital privado y el Estado. Esta política se nos presenta como la pócima mágica capaz de conseguir crecimiento económico sin inflación. El capitalismo durante los años 70 se había estrellado ante el dilema insoluble inflación o recesión, pero ahora, los gobernantes que, cualquiera que sea su coloración política («socialistas», de «izquierdas» o de «centro») se convierten al nuevo credo «neoliberal» y «monetarista», proclaman que el capitalismo ha superado ese dilema y que la inflación ha sido reducida a niveles del 2 al 5% sin menoscabo del crecimiento económico. Esta política de «lucha contra la inflación» o de un pretendido «crecimiento sin inflación» se basa en las medidas siguientes:
  • 7. La eliminación de las capacidades productivas «excedentarias» en la industria y la agricultura. El resultado es el cierre de numerosas instalaciones industriales y los despidos masivos. El recorte drástico de subvenciones a la industria y la agricultura que empuja en la misma dirección de despidos y cierres. La presión para reducir los costes y aumentar la productividad que significa en los hechos una deflación enmascarada y gradual basada en violentos ataques contra la clase obrera de los países centrales y una baja permanente del precio de las materias primas El traslado mediante mecanismos de presión monetaria y, muy especialmente, mediante la invasión de dólares, de los efectos inflacionarios hacia los países más periféricos. Así, en Brasil, Argentina, Bolivia etc. se producen explosiones de hiperinflación llegando los precios a crecer hasta ¡ un 30% diario !. Y sobre todo, reembolsar las deudas con nuevas deudas. Al pasar de la financiación de la deuda mediante emisión monetaria a la realizada mediante emisión de títulos de deuda (bonos y obligaciones estatales, acciones de empresas etc.) se consigue aplazar algún tiempo más los efectos de la inflación. Las deudas contraídas mediante una emisión se reembolsan con nuevas emisiones. Estos títulos son objeto de una especulación desenfrenada. Con ello se sobrevalora su precio (esta sobrevaloración se complementa con la manipulación de la cotización de las monedas) y de esta manera la enorme inflación subyacente se aplaza siempre para más tarde. La medida nº 4 no resuelve la inflación sino que simplemente la cambia de sitio (la traslada a los países más débiles). La medida nº 5 lo que consigue es aplazarla para más tarde cebando como contrapartida la bomba de la inestabilidad y el desorden a nivel financiero y monetario. En cuanto a las medidas nº 1 a nº 3, aunque reducen realmente la inflación en el corto plazo, sus consecuencias son mucho más graves en el medio y largo plazo. En efecto, esas medidas constituyen una deflación encubierta, es decir, una reducción metódica y organizada por los Estados de las capacidades reales de producción. Como señalamos en la Revista Internacional nº 59 «La producción, que puede corresponder a bienes realmente fabricados, no es pues una producción de valor, que es lo único que interesa al capitalismo. No ha permitido una auténtica acumulación de capital. El capital global se ha reproducido sobre bases más exiguas. O sea, que el capitalismo no se ha enriquecido, al contrario se ha empobrecido»([5]). Los procesos de desertificación industrial y agraria, la reducción enorme de costes, los despidos y empobrecimiento general de la clase obrera que se han venido operando sistemática y metódicamente por todos los gobiernos a lo largo
  • 8. de los años 80 y que han proseguido a una escala superior durante los 90 han supuesto un fenómeno de deflación encubierta y permanente. Mientras en 1929 se produjo una deflación brutal y abierta, el capitalismo se lanza desde los años 80 a una tendencia inédita: la deflación planificada y controlada, una especie de demolición gradual y metódica de las bases mismas de la acumulación capitalista, una suerte de desacumulación lenta pero irreversible. La reducción de costes, la eliminación de sectores obsoletos y no competitivos, el incremento gigantesco de la productividad no son sinónimo por sí mismos de crecimiento y desarrollo del capitalismo. Es cierto que esos fenómenos acompañaron las fases de desarrollo del capitalismo en el siglo xix pero tenían sentido en la medida en que estaban al servicio de la extensión y la ampliación de las relaciones capitalistas de producción, del crecimiento y formación del mercado mundial. Su función a partir de los años 80 corresponde a un objetivo diametralmente opuesto: protegerse de la sobreproducción; y sus resultados son contraproducentes: la agravan aún más. Por esa razón, esas políticas de «deflación competitiva» como púdicamente la llaman los economistas, en realidad si bien reducen en el corto plazo las bases de la inflación en realidad las estimulan y refuerzan en el medio y largo plazo, pues la reducción de la base de la reproducción global del capital solo puede compensarse con nuevas masas siempre crecientes de endeudamiento, por un lado, y de gastos improductivos (armamentos, burocracia estatal, financiera y comercial) de otro. Como señalamos en el Informe sobre la crisis económica de nuestro XIIº Congreso internacional, «el verdadero peligro se sitúa en que todo crecimiento, toda pretendida recuperación, está basada en un aumento considerable del endeudamiento, en un estímulo artificial de la demanda, es decir, en capital ficticio. Tal es la matriz que hace nacer la inflación porque expresa una tendencia profunda en el capitalismo decadente: el divorcio creciente entre el dinero y el valor, entre lo que ocurre en el mundo “real” de la producción de bienes y un proceso de cambio que se ha convertido en “un mecanismo tan complejo y artificial” que la misma Rosa Luxemburgo alucinaría al verlo» (Revista Internacional nº 92). Así pues y en realidad, lo único que sostiene la baja inflación de los años 80 y 90 es el aplazamiento sistemático de la deuda mediante el carrusel de nuevos títulos de deuda que sustituyen a los anteriores y la expulsión de la inflación global hacia los países más débiles (que son cada vez más numerosos). Todo esto se ve claramente ilustrado con la crisis de la deuda que desde 1982 estalla en los países del Tercer Mundo (Brasil, Argentina, México, Nigeria etc.). Estos Estados que con sus enormes deudas habían alimentado la expansión de los años 70 (ver la primera parte de este artículo) amenazan con declararse insolventes. Los países más importantes acuden rápidamente en su «ayuda» mediante planes de «reestructuración» de la deuda (Plan Brady) o mediante la
  • 9. intervención directa del Fondo monetario internacional. En realidad, lo que buscan es evitar un hundimiento brutal de esos Estados que desestabilizaría todo el sistema económico mundial.
  • 10. Crisis 2007: Hipotecas Subprime, La crisis que lo comenzó todo Hace doce años que estalló la crisis de las hipotecas subprime o hipotecas basura conocidas así porque se concedieron a personas de escasa solvencia a altos tipos de interés. El colapso de los mercados fue tan drástico que obligó a la Reserva Federal (Fed) —y al Banco Central Europeo, (BCE)— a inyectar cientos de miles de millones y a bajar los tipos de interés. Los bancos centrales se adentraron en aguas nunca exploradas en la política monetaria y fiscal. Fueron medidas de choque que no atajaron las raíces del problema: los bancos estaban infectados con unos productos diseñados por matemáticos financieros que se basaban en créditos de escasa solvencia. Eran hipotecas basura porque se concedieron a personas que tenían trabajos basura: malas condiciones sanitarias, carencia de seguro médico o violaciones de la legislación, como cobrar por debajo de los mínimos legales. Mientras el mercado de la vivienda crecía sin sentido, parecía un negocio rentable. Pero hace diez años estalló la crisis de liquidez y de confianza en la solvencia de las entidades y se provocó la mayor depresión desde la II Guerra Mundial. El común de los inversores se sumergía entonces en un curso acelerado en finanzas para familiarizarse con nuevos términos como las hipotecas subprime, CDOs sintéticos, conduits, los SIV o vehículos estructurados. El experimento de la Fed continúa porque la crisis sigue viva, aunque mitigada. Ha entrado en una nueva fase, la del desmontaje de todo el andamiaje que fue necesario para evitar el colapso de la economía. Este décimo aniversario no lo celebra nadie en Wall Street pese a la que marcó la conciencia de los reguladores y de los inversores. El Dow Jones cerró aquel 8 de agosto de 2007 con la mayor caída en cuatro años por el temor a la crisis hipotecaria, ante la que las autoridades no actuaron con firmeza y terminó convirtiéndose en el peor monstruo imaginado. El Dow Jones cayó hasta los 13.270 puntos, aunque hoy ha superado el bache y está en 22.000 puntos, un récord histórico. Un buen ejemplo de la volatilidad de los mercados para unos y, para otros, el caso típico de que se ha llegado a un nivel irracional previo a otro derrumbe. El derrumbe del mercado de crédito estuvo marcado por la desaparición del banco de inversión Bear Stearns, los fondos de BNP Paribas, los bancos hipotecarios de EE UU y los problemas de la mayor aseguradora del mundo, AIG, que acabó sucumbiendo más adelante. Fue la peor calamidad financiera desde 1930. Durante los 19 meses que duró se perdieron 8,7 millones de empleos, más de la mitad de los adultos vio perder su trabajo, recortado su sueldo o forzado a trabajar a tiempo parcial. El consumo y el producto interior bruto se contrajeron por la escasez de crédito y el incremento del coste de los préstamos. El S&P 500 perdió la mitad de su valor. Este movimiento sísmico fue de tal envergadura que hizo tambalear los resortes del sistema financiero global y lo de dejó expuesto ante eventos como la ruptura del euro, la
  • 11. crisis de la deuda soberana de Grecia o otras consencuencias políticas como eñ Brexit y el surgimiento de los populismos. Una década después, los tipos de interés permanecen históricamente bajos y los bancos centrales siguen comprando deuda para sostener la economía. "Los bancos prestaban en cualquier cosa" Janet Yellen recuerda como se cocinó la crisis. “Los bancos ponían dinero en cualquier cosa”, comentó hace unas semanas. La presidenta de la Fed estaba entonces al frente del banco regional de San Francisco. “Nadie se paraba a analizar que pasaría si se dejaba de pagar la deuda”, explicó. En realidad, lo que se hacía era empaquetarla para ofrecerla a inversores que buscaban altos retornos. Todas las crisis financieras tienen características comunes. Los bancos invierten en activos de alto riesgo por su alta rentabilidad, que funcionan hasta que alguien dice que son tóxicos y pierden su valor y liquidez. El desencadenante llega cuando la gente pide recuperar el dinero en masa ante la pérdida de confianza y el efecto contagio se acelera. La de 2007 no fue diferente. Empezó con las hipotecas subprime, se extendió a otros productos y los bancos se quedaron sin capital para absorber las pérdidas. El primer aviso de la recesión que venía lo dio el banco más grande de Europa, el HSBC, uno de los más agresivos en el mercado inmobiliario de EE UU. En febrero de 2007 anunció que las pérdidas en las carteras de deuda hipotecaria iban a ser mayores de lo esperado. Los desahucios se estaban disparando y la entidad no pudo anticipar cuántos propietarios serían incapaces de pagar sus créditos. Los tipos de interés estaban entonces en el 5,25%. Las hipotecas subprime se ofrecieron a clientes que no cumplían los requisitos más estrictos. HSBC mezcló esa deuda con otra entre 2005 y 2006, en pleno auge inmobiliario. Un mes después de reconocer los problemas la firma New Century Financial, especializada en ese mercado, cayó en bancarrota. Las cosas se pusieron feas cuando los primeros fondos estructurados con hipotecas subprime reventaron en Bear Stearns, en junio de ese mismo año. Los problemas se propagaron a grandes firmas financieras como Merrill Lynch, JPMorgan Chase, Citigroup y Goldman Sachs. Al poco era el banco francés BNP Paribas el que anunciaba el cese de las actividades en tres fondos especializados en deuda hipotecaria porque eran insolventes. Alguno de ellos habían vendido participaciones en España. Ben Bernanke, presidente en aquella época de la Reserva Federal, llegó tarde. Al principio entendió que el creciente número de impagos de hipotecas no representaba un riesgo para la economía. “Se dio por hecho de que el sistema se ajustaría solo”, admitió después. Pero luego temió que se desencadenara una segunda Gran Depresión y recurrió a todo lo que estaba en su poder para estabilizar la economía. La respuesta a la crisis financiera se hizo de dos maneras. Se intervino primero para que socorrer a las instituciones sistémicas, incluidas firmas que no supervisadas por la Fed
  • 12. como AIG y Bear Stearns. Después, se establecieron mecanismos para facilitar la liquidez que necesitaban los operadores financieros para sostener sus actividades y que así el dinero llegara a la economía. En dos días la Fed inyectó 87.500 millones de dólares y el BCE 156.000 millones más. A la semana se recortó en medio punto el tipo de interés y por primera se reconocía que el riesgo era real. Ese pesimismo repentino llevó al banco central recortar el precio del dinero medio punto porcentual más, hasta el 4,75% el 18 de septiembre.
  • 13. Hoy en pleno 2020 ¿Recesión? - Coronavirus: "Estamos muy cerca de una recesión global" por el rápido avance de la pandemia La rápida propagación del coronavirus, ahora convertido en pandemia, está provocando pánico en los mercados financieros, fuga de capitales, devaluación de las monedas frente al dólar y una creciente amenaza de recesión global. Aunque en un principio la situación parecía estar confinada a los países asiáticos, el escenario actual es completamente distinto: el brote está presente en al menos 114 países, ha contagiado a cerca de 120.000 personas y ha dejado más de 4.200 víctimas fatales. A la decisión de Italia de poner a todo el país en cuarentena -además de una rápida propagación de la enfermedad en el resto de Europa y Estados Unidos- se suma el desplome de los precios de petróleo y la montaña rusa de las bolsas, haciendo que muchos expertos consideren que una recesión económica global durante el primer semestre de este año sea casi inminente. Jeffrey Frankel, profesor de la Escuela Harvard Kennedy, de la Universidad de Harvard, le dice a BBC Mundo que la posibilidad de una contracción económica "parece haber aumentado dramáticamente". "Estamos muy cerca de una recesión global", advierte. Una voz de alerta que ha comenzado a extenderse entre la mayor parte de los economistas e inversores, especialmente ahora que los casos de contagiados están aumentando velozmente. Este miércoles Wall Street se hundió en un "mercado bajista" (bear market, en inglés), luego de que el índice Dow Jones terminara un 20% más bajo en relación a su récord alcista de febrero, poniendo fin al período más largo de alzas en los mercados bursátiles en la historia de Estados Unidos. El desplome bursátil se produjo después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunciara que el coronavirus es oficialmente una "pandemia". En el día a día, el temor al contagio y las medidas de aislamiento tomadas en algunos países, han golpeado duramente al sector turístico, con aerolíneas reportando inéditas pérdidas financieras que las han llevado a cerrar rutas aéreas o a operar vuelos "fantasma" casi sin pasajeros. Entre las medidas más drásticas, Estados Unidos anunció el miércoles la suspensión de "todos los viajes desde Europa" hacia su país por 30 días.
  • 14. Además, muchas empresas les han pedido a sus empleados que trabajen desde casa, mientras que el cierre de fábricas en China y en otros lugares, han causado problemas en las cadenas globales de producción. En este escenario las empresas se están preparando para informar resultados en rojo, y si el crecimiento económico se estanca -con descenso en las inversiones y menos consumo en los hogares- los efectos económicos de la pandemia podrían generar un aumento en el desempleo y estancamiento en los salarios. "Amenaza con paralizar el crecimiento global" "El coronavirus amenaza con paralizar el crecimiento global", le dice a BBC Mundo Tom Orlik, economista jefe de Bloomberg Economics. "Hace un mes, el escenario más probable parecía un brote importante limitado a China y otros países que sufren efectos relativamente menores. Eso ahora se ve demasiado optimista", agrega. "Las posibilidades de que se produzca el peor de los escenarios, con las principales economías sufriendo un impacto significativo, aumentan día a día". En ese caso, el costo global podría llegar a los US$2,7 billones, si todos los países se ven expuestos a las consecuencias de la pandemia. Y si la economía estadounidense se contrae, plantea Orlik, la dinámica de las elecciones presidenciales también podría verse afectada. Rohan Williamson, profesor de finanzas de la Escuela de Negocios McDonough, de la Universidad de Georgetown, Washington DC, también cree que estamos cerca de una recesión global. Los efectos del coronavirus y la volatilidad en los mercados bursátiles mundiales son indicadores que preocupan a los inversores, comenta. "Claramente ha habido un shock en la demanda global que provoca un gran impacto", explica Williamson. ¿Y América Latina? Marcos Casarin, economista jefe para América Latina de la consultora británica Oxford Economics, proyecta que la contracción económica generalizada se dejará caer en el primer trimestre y será de "corta duración". Desde esa perspectiva, Casarin le dice a BBC Mundo que dadas las circunstancias, "estamos muy cerca de una recesión global", aunque el principal signo de interrogación es qué pasará con la recuperación que debería llegar en el segundo trimestre. "Todo dependerá de cuántos bloqueos de emergencia se impongan más allá de marzo". En el caso de América Latina, explica, estamos frente a un cóctel preocupante.
  • 15. Las consecuencias para América Latina de la caída del precio del petróleo en medio de la crisis por el coronavirus "La combinación entre caída del precio del petróleo, desplome de las monedas y coronavirus, es definitivamente negativa para el crecimiento", apunta el economista. Derechos de autor de la imagen Getty Images Image caption Brasil, Chile y Colombia están entre los países más afectados por la devaluación de sus monedas en lo que va del año. Y los países que ya están en recesión (como Argentina, por ejemplo) "verán una recesión más profunda", mientras que los que están al borde de una, como es el caso de México, "se verán arrastrados a una recesión". Sobre cómo se puede enfrentar la crisis en la región, Casarin dice que la mayoría de los gobiernos prácticamente no tiene espacio para relajar la política fiscal, es decir, bajar las tasas de interés, reduciendo el costo del crédito. "Lo peor aún está por venir" Aunque las proyecciones varían, existe una especie de consenso entre los analistas financieros de que el panorama debería mejorar en la segunda mitad del año. Sin embargo, muchos advierten que el impacto económico no ha tocado fondo, en la medida que el virus sigue propagándose aceleradamente. "Lo peor para la economía aún está por venir en los próximos meses", escribió Joachim Fels en una nota a sus clientes, asesor económico global de PIMCO (Pacific Investment Management Company), una firma que maneja fondos de inversión a gran escala. Mientras que Jan Hatzius, economista jefe del banco de inversión Goldman Sachs, le informó a sus clientes que la duración y la profundidad de la contracción económica dependen de las medidas que tomen los gobiernos. Habrá que ver "si las autoridades de salud pueden retrasar materialmente la propagación del virus a través de un aumento en las pruebas, restricciones en las reuniones masivas y cuarentenas de personas infectadas". Neil Shearing, economista jefe de la firma de análisis Capital Economics, advirtió que si las condicionesempeoran, se aproxima una "recesión aguda, pero probablemente corta". Y agregó que a medida que el virus se propaga, hay una buena posibilidad de que el escenario más negativo de las proyecciones económicas, se convierta en el más probable. Organismos internacionales también han hecho proyecciones barajando distintos escenarios, según el ritmo de propagación del virus.
  • 16. En el peor de los casos, el crecimiento económico mundial podría descender a la mitad de lo que se había proyectado (bajando incluso hasta 1,5%), según la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE). Y la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD) esta semana alertó que el costo de la crisis en el ingreso global podría llegar a US$2 billones, y que la duración y la profundidad de la crisis dependerán de tres cosas: cuán lejos y cuán rápido se propagará el virus, cuánto tiempo pasará antes de que se encuentre una vacuna y qué tan efectivos serán los gobiernos para mitigar el daño.