2. Nace en Cuenca, Ecuador, el 7 de noviembre de 1854. Sus padres, el doctor Francisco
Pebres Cordero Montoya y la señora Ana Muñoz. En el bautizo recibe el nombre de
Francisco. Grácil e inteligente el niño sufre, sin embargo, una seria deformación de los
pies que, prácticamente, lo inmoviliza hasta los cinco años. Mientras se distrae en el
amplio patio de la casa paterna cree ver a una hermosa Señora, toda vestida de blanco,
que le invita con dulzura hacia ella. Por primera vez se levanta y da algunos pasos. Poco
a poco llega a valerse por sí solo. Toda la vida, sin embargo, sufrirá de este defecto.
3. En 1863 llegan los primeros Hermanos de las Escuelas Cristianas al Ecuador
y abren una escuela en Cuenca. Entre los primeros alumnos se encuentra
Francisco, quien cuenta entonces 9 años. Lleno de admiración por sus
maestros, solicita en 1868 su ingreso en la congregación. La víspera de la
fiesta de la Anunciación recibe el hábito religioso y toma el nombre de
Hermano Miguel. Es el primer Hermano de América Latina en consagrarse a
Dios con votos perpetuos en la congregación de La Salle.
4. En 1869 es enviado a Quito, dejando Cuenca a la que no volverá. La capital será
ahora su campo de su apostolado durante 38 años, hasta su salida a Europa. Enseña
la lengua castellana a los cadetes de la academia llamada Escuela Práctica, fundada
por el presidente García Moreno.
Recibe con suma alegría el encargo de preparar a los niños para la Primera
Comunión y ejerce esta función con admirable celo durante 26 años. El trato
constante con los pequeños lo marcará permanentemente: unirá a su vasta cultura
una transparente sencillez. En 1882 emite los votos perpetuos que lo consagran a
Dios de por vida. Honrará a su Instituto realizando notables estudios y escribiendo
obras literarias de valor, especialmente dedicadas a la docencia y a la religión. Sin
embargo, lo que priva en su vida es el testimonio de santidad.
5. En el nuevo Instituto La Salle, abierto en Quito en 1890, ejerce con maestría los cargos de
profesor, inspector. En 1892 ingresa como miembro de la Academia Ecuatoriana de la
Lengua, correspondiente de la Real Española. Los trastornos de 1895 y los difíciles años
sucesivos ponen las obras lasallistas del Ecuador al borde de la ruina. La reanudación resulta
difícil. El Hermano Miguel es designado Maestro de Novicios y se dedica a su seria
formación y a acompañarlos en el proceso de madurez y discernimiento de su vocación.
Asume posteriormente el cargo de Director de la escuela de El Cebollar.
6. En 1907 parte hacia Europa. En la casa generalicia de los Hermanos en
Bélgica reanuda su tarea de escritor de textos dedicados a la enseñanza. Por
causas de salud, en 1908, los superiores le mandan a Premia de Mar,
Barcelona, donde encontrará un clima más benigno. La crisis política de
1909, llamada «semana trágica», le sorprende en Premia de Mar. Los
Hermanos se refugian apresuradamente en Barcelona. El Hermano Miguel
lleva consigo las hostias consagradas. De retomo a Premia, el Hermano
Miguel se ve afectado, durante el invierno, por una pulmonía doble. Muere
santamente, rodeado de sus Hermanos y de los aspirantes (1910).
7. En febrero de 1937, por gestiones del gobierno ecuatoriano, los restos mortales son
trasladados de España a Quito, donde son recibidos en triunfo por las autoridades y el
pueblo. La veneración siempre creciente del pueblo ecuatoriano ha contribuido a
preparar el reconocimiento solemne de la Iglesia universal. Con ocasión del
centenario de su nacimiento la ciudad de Quito le dedica un monumento en bronce y
mármol, llamándolo en palabras del señor Galo Plaza, presidente de la República: «el
mayor maestro ecuatoriano». El 30 de octubre de 1977 Pablo VI, en la Plaza de San
Pedro, lo eleva a los altares proclamándolo Beato. Juan Pablo II, el 21 de octubre de
1984 lo declara oficialmente Santo y modelo para toda la Iglesia universal.