1. Andrés Manjón y Manjón
Andrés Manjón y Manjón (Sargentes de la Lora, 30 de noviembre de 1846 - Granada,
10 de julio de 1923) fue un sacerdote y pedagogo español.
Vida
Hijo de Lino y Sebastiana Manjón, una familia de origen humilde, fue educado por su
tío, párroco de Sargentes, y por su madre, quien lo
indujo a ir a la escuela y recibir la enseñanza básica.
Aunque él era reticente a ir a la escuela, siempre
demostró grandes cualidades para el estudio, cosa
que sus padres y su tío vieron y deciden guiar sus
pasos hacia el sacerdocio. Así que en verano de
1858, Andrés comienza los estudios de latín. Fueron
unos años difíciles debido a la dureza con que se
aplicaban sus profesores con él, así que Andrés tuvo
tentaciones de volverse al campo.
No obstante, en 1861, su tío lo lleva al Seminario de Burgos, donde tras mucho trabajo
y enfrentamientos, supera el primer curso con excelentes calificaciones. Sus sucesivos
estudios fueron de Filosofía y Derecho, también con un resultado magnífico.
A los 26 años, terminados los estudios, llega a Valladolid, donde ejerce la docencia por
poco tiempo. En la Universidad de Salamanca ocupa la Cátedra de Derecho Romano.
En 1874 llega a Madrid al Colegio San Isidoro y continuó sus estudios en la Academia
de Jurisprudencia y Legislación. En 1878, gana por oposiciones la cátedra de Disciplina
Eclesiástica en la Universidad de Santiago de Compostela. En 1880, y tras una vacante,
le conceden la misma cátedra en la Universidad de Granada, ciudad en la que vivirá el
resto de sus días.
Es elegido por el cabildo de la Abadía del Sacro Monte para dar la asignatura
de Derecho Canónico y por entonces decide encaminarse al sacerdocio. El 19 de junio
de 1885 se ordena sacerdote y es nombrado canónigo de la Abadía.
2. Un día, a finales de 1888, cuando pasaba ante una de las cuevas en el Sacro Monte,
oyó a unos niños recitar el Ave María, lo que le llevó a iniciar su obra pedagógica con
aquellos niños, acompañando en un principio a la maestra que les enseñaba. Allí mismo
funda las Escuelas del Ave-María, su obra capital, a las que les dedica todo su dinero,
su empeño y su tiempo. Allí comenzó don Andrés Manjón su obra revolucionadora de
los métodos pedagógicos.
El proyecto avemariano lo trasladó a su pueblo natal. En 1918 había escuelas del Ave-
María en 36 provincias españolas. A lo largo de su vida, se abrieron unas 400 escuelas
por todo el mundo. Fundó, además, el “Seminario de Maestros” para formar a los futuros
responsables de las escuelas del Ave María: "no hay escuela sin maestro". Manjón daba
mucha importancia a la formación de los maestros, pues decía que el maestro podía ser
formador o deformador de caracteres. La inauguración del seminario de maestros tuvo
lugar el 12 de octubre de 1905. Fue una obra muy querida por él.
Durante los primeros años de su estancia en Granada escribe un tratado sobre Derecho
Canónico, considerado uno de los mejores de su época. Escribe, a lo largo de su vida,
muchas obras (más abajo se señalan algunas) de carácter pedagógico, al servicio de la
educación y de su ministerio sacerdotal, con un estilo carente de florituras, sin alardes
de erudito. Todos ellos están llenos de sencillez y claridad.
En 1900 es nombrado Hijo Predilecto de Granada y en 1909 Hijo Predilecto de la
Provincia de Burgos. Su humildad hacen que no asistiera a ninguno de estos actos. Don
Andrés mereció los elogios como persona responsable, sencilla y seria desde su
juventud, fue profesor concienzudo y sacerdote humilde y ejemplar. Su personalidad
sobria, hizo que los honores que en vida le rindieron, no hiciesen mella en él.
Al morir fue enterrado en una sencilla cripta en la capilla de la Casa Madre del Ave-
María. En su lápida están escritas las letras “A M” que rubrican su vida humilde y
sencilla.
En la casa madre se encuentra su museo personal con todo lo relacionado con él,
túnicas, etc. En la Archidiócesis de Granada tiene causa de beatificación abierta.
La pedagogía de su tiempo
A finales del siglo XIX y a comienzos del XX, tienen lugar cuatro sucesos relevantes
para la pedagogía europea: la escuela activa, las tendencias hacia una mejor educación
cívica, la tutela de la juventud y el movimiento novel.
3. La idea fundamental de la escuela activa la dio a conocer Pestalozzi, influido por la
filosofía de Kant y Fichte, la empezó a aplicar en los jardines de infancia, intentando
despertar la actividad propia del niño en diversos sectores. Pero el impulso de la escuela
activa vino de la mano de la educadora italiana María Montessori y del alemán
Kerchensteiner, el cual trató de aplicarla en los institutos de Múnich, oponiéndose a la
‘escuela libresca’ que dominaba hasta entonces.
Kerchensteiner definió que la escuela activa es aquella que ‘mediante sus métodos y
con todos sus procedimientos de actuación realiza en el orden práctico los valores
culturales inmanentes de los elementos de la cultura’, o lo que es lo mismo, la escuela
activa es para él ‘la escuela de la elaboración autónoma de los elementos de cultura’ y
propone que debe ponerse al servicio de la educación cívica.
La educación cívica sufrió un impulso en el cambio de siglo, educación que convertía a
los jóvenes en ciudadanos, había quedado relegada a último término a partir del
advenimiento del absolutismo. La pedagogía de la época de las luces, tendía a liberar a
los hombres del dominio de las autoridades políticas y eclesiásticas, y a asegurarles los
derechos que como hombres poseían. Sin embargo, los períodos de reacción del siglo
XX fueron desfavorables para el desarrollo de este sector de la educación, ya que no se
querían ‘ciudadanos’, sino ‘súbditos obedientes’.
No obstante, a finales del siglo XIX, pareció producirse una transformación en lo
referente a la educación cívica, en especial, a partir de 1872, cuando tuvo lugar una
conferencia escolar en la que Federico Guillermo se pronunció a favor de una
enseñanza elemental de carácter social. En 1889, hizo un escrito que suscitó gran
interés y atención, llamado “la enseñanza de carácter social, complemento necesario de
la enseñanza de la historia”.
Los pedagogos de la época, hablaban de un ‘desierto de la juventud’, que iba de los 14
a los 20 años, etapa peligrosa, pues era el momento de abandonar la escuela e ingresar
en el ejército, quedando la juventud abandonada, sin disfrutar de la tutela educadora de
ninguna clase. Este mal se pretendió remediar con la tutela política de la juventud.
Se hizo cada vez más necesaria la preocupación del Estado por la juventud, ya que las
iglesias se habían hecho cargo de la misión educativa desde mediados del siglo XIX
hasta entonces, pero se iba apartando con mayor frecuencia a la iglesia por parte de
amplios círculos populares. Esto contribuyó a la tutela política de la juventud, aunque no
con el carácter neutral y antipartidista que se deseaba, pues estaba de antemano
inspirada por la idea de lucha contra la democracia social, exponiéndose en numerosas
4. ocasiones a la violencia de ciertas medidas de policía. Además, la tutela política de la
juventud, recibió un cierto carácter militar, ya que la mayoría de sus jefes eran oficiales
del ejército, matiz militarista de la educación que aumentó en grado considerable
durante la Primera Guerra Mundial.
Independientemente de esta ‘tutela de la juventud’ dirigida por adultos, se desarrolló
desde finales del siglo XIX un movimiento juvenil, debido a la libre iniciativa de los
jóvenes mismos. En este movimiento se expresaba un sentido romántico de la juventud,
se insinuaba hostilidad a la vida de la gran ciudad, un cierto sentido revolucionario contra
la casa paterna, la escuela y la violencia, proclamando el derecho de la juventud a una
existencia más ponderada, a una especie de ‘cultura juvenil’. El movimiento mostró
tendencias bastante útiles que la escuela no sólo soportó, sino que además llegó a
fomentar.
A medida que los individuos afiliados a dicho movimiento crecían en edad, la tendencia
se transmitió también a la juventud que estudiaba en las universidades. Se planteó
la autoeducación a partir de la asamblea de Meissner, donde se puso de manifiesto que
“la juventud libre quiere formarse su vida por su propia determinación y con vistas a una
responsabilidad personal.”