Prueba de evaluación Geografía e Historia Comunidad de Madrid 2º de la ESO
Síntesis del documento optatam totius
1. ARQUIDIÓCESIS DE BARQUISIMETO
SEMINARIO MAYOR “DIVINA PASTORA”
INSTITUTO DE ESTUDIOS SUPERIORES
DECANATO DE TEOLOGÍA
SÍNTESIS DEL DOCUMENTO OPTATAM TOTIUS SOBRE LA FORMACIÓN
SACERDOTAL
Argenis Arrieche
3er. Año de Teología
Orden Sacerdotal
Prof. Jackson Rodríguez
Barquisimeto, 06/04/2016.
2. Síntesis del documento Optatam Totius sobre la formación sacerdotal:
Este documento del Santo Concilio Vaticano II tiene como fin solicitar a toda la
Iglesia universal la elaboración de normas que orienten y garanticen la formación de
los nuevos ministros de la Iglesia en los Seminarios con el propósito de llevar a cabo
la renovación de toda la Iglesia y la continuación de la misión de Cristo de glorificar al
Padre y procurar la salvación de todos los hombres con la asistencia y ayuda del
Espíritu Santo; propósito que sólo es posible mediante la formación de sus ministros,
que actúan en nombre de Cristo y lo hacen presente en medio del Pueblo de Dios, sobre
todo, con su servicio desinteresado, con su entrega total, su dedicación a tiempo y a
destiempo y su testimonio de vida pobre y su disposición de estar en medio de todos
como el que sirve, configurándose así a Cristo, que no ha venido a ser servido sino a
servir. Asimismo, tales normas deben procurar amoldar la formación a las exigencias
y a los desafíos de las nuevas circunstancias humanas y sociales, en las que la Iglesia
se ve envuelta y desde la cual debe iluminar a todos los hombres para poder, a su vez,
responder a las necesidades actuales de éstos y garantizarles una guía segura para
orientar su vida en el siglo presente.
De este modo, tenemos que las normas particulares deben establecerse a los ámbitos
propios de cada nación, regiones, gentes o rito, promulgadas por las conferencias
episcopales y aprobadas por la Sede Apostólica y en total consonancia y
correspondencia con lsa leyes universales con miras a atender a las demandas y
necesidades de cada región. Del mismo modo, este documento nos muestra que toda la
comunidad cristiana es responsable del fomento de las vocaciones a la vida ministerial
y que todo ámbito eclesial, a su modo, colabora con el florecimiento de las semillas de
vocación, entre los cuales, podemos mencionar la familia (como primer seminario), la
parroquia que, por su vida fecunda hace partícipes a los adolescentes y a los jóvenes;
3. sus educadores también deben colaborar animándolos a una vida de entrega en la propia
vocación. No podemos dejar de mencionar a los mismos sacerdotes que, movidos por
su celo apostólico y su testimonio de vida (de total entrega) y su vida pobre atraen a
cada joven y despiertan en ellos el ánimo y les motiva a plantearse su entrega en el
sacerdocio, en la mutua caridad sacerdotal y en la unión fraterna en el trabajo. Tampoco
hemos de obviar la responsabilidad que tiene el Obispo de promover la vocación,
procurando una estrecha unión con quienes se sienten llamados y ayudándoles como
verdadero padre y consciente del don que Dios hace a sus elegidos de llamarlos,
dándoles los dotes necesarios y, comprobada la idoneidad de los candidatos, les llame,
una vez que, ellos han solicitado “tan gran dignidad con intención recta y libertad
plena…, los consagre con el sello del Espíritu Santo para el culto de Dios y el servicio
de la Iglesia”.
De igual modo, contamos con “los medios tradicionales de la cooperación común,
como son la oración constante, la penitencia cristiana y te la catequesis y la predicación
para que reconozcan la dignidad y la excelenuna más profunda y progresiva formación”
de todo el Pueblo de Dios mediancia da la vocación sacerdotal. A su vez, estas normas
deben trascender los límites de la propia región para responder a todas las necesidades
de la Iglesia universal, sobre todo, en aquellos lugares en que escasean más los
operarios. Los seminarios mayores son el lugar propicio donde crecen las semillas de
vocación y en ellos tienen un papel fundamental los formadores y el director espiritual,
quienes, con una caridad paternal, deben contribuir al florecimiento y maduración de
la formación sacerdotal y ellos, además de estar dotados de conocimientos
pedagógicos, espirituales, doctrinales y una sana psicología y, habiendo sido elegidos,
entre los mejores, asumen la gran tarea de elegir a los más idóneos para el sagrado
ministerio. Así como el seminario mayor es el semillero, también lo es el seminario
menor-y otros institutos especiales, incluidos los de vocaciones de avanzada edad-, en
el que ya los adolescentes y los jóvenes, al recibir una adecuada formación religiosa y
4. humana, se abren a la posibilidad de considerar la vocación sacerdotal como estilo de
vida y camino de servicio y de santificación personal y de todo el Pueblo de Dios.
Por consiguiente, además de lo dicho antes sobre el seminario mayor, éste se
convierte en el lugar en el que cada candidato debe formarse hasta configurarse con
Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, Buen Pastor mediante el ministerio de la palabra
y su meditación, el ministerio del culto y la santificación, la Eucaristía y los demás
sacramentos, el ministerio pastoral; además del ámbito intelectual, el disciplinar y el
espiritual que deben estar orientados a la acción pastoral en comunión y en obediencia
fiel a su Obispo. Aunado a esto, está la responsabilidad de los profesores tanto de
filosofía como de teología para alcanzar una formación íntegra de todos los alumnos,
aquéllos, bajo la guía del rector y en comunión con su Obispo unirán sus esfuerzos por
asegurar la alegría de los llamados. Además, todos los presbíteros deben considerar el
seminario como el corazón de la diócesis y prestar su colaboración en el sostenimiento
y mantenimiento del mismo.
Como consecuencia de este esfuerzo mutuo de los responsables de la formación en
el seminario, ellos tienen la responsabilidad de considerar todos los elementos y
aspectos involucrados en la vida de cada uno de los llamados para asegurar que tengan
las condiciones necesarias -para ser aptos- para acceder al orden sagrado. De allí que
deban alentar a los dignos e idóneos y a los que no, orientarlos a vivir su vocación
seglar. ¡He aquí la importancia del seminario! Procure cada diócesis erigir el suyo, pero
si le es difícil, entonces, promuévanse los seminarios regionales o nacionales, con
estatutos de los Obispos interesados, aprobados aquéllos por la Sede Apostólica.
En consonancia con todo lo anterior, deben ser impregnados por el misterio de la
Iglesia y de Cristo, que se refleja en la comunión con su Obispo y con el de Roma; la
educación en el dominio de sí mismos para asumir el celibato sacerdotal y la valoración
del sacramento del matrimonio -signo del amor de Cristo por la Iglesia- para que,
renunciando “a lo lícito, pero inconveniente”, se asemeje “a Cristo crucificado”. Por
5. ello, los llamados deben ser advertidos por sus formadores de los peligros a su castidad,
aunque haciéndoles comprender que asumen la misma vida de Cristo y son testigos y
signo del Reino futuro y han de vivirlo con una vida de entrega total, libre y generosa,
sirviendo al Señor con un corazón indiviso y un profundo dominio tanto de su cuerpo
como de su alma, con “una madurez más completa y capten mejor la felicidad del
Evangelio”, que se traduce en una madurez afectiva, ordenada al proyecto de amor y
de vida, conforme a la voluntad del Señor. Todo esto será posible -y se garantiza- si el
candidato, desde sus inicios de formación en el seminario ha estado asumiendo libre y
responsablemente la disciplina y las exigencias propias de su etapa de formación y es
responsabilidad de los formadores aplicar las normas según la edad de cada uno de los
llamados.
Según lo afirmado más arriba, el Obispo es el primer responsable de las vocaciones,
quedan reservados a su juicio, dos cosas: La primera, la interrupción de los estudios
con miras a un ensayo pastoral para la aprobación de los candidatos. La segunda, el
retrasar la edad exigida por el derecho vigente “para las órdenes sagradas” y disponer,
una vez terminada la teología, que el candidato ejerza por un tiempo determinado el
diaconado antes de ser ordenado sacerdote.
En conclusión, la formación del futuro ministro de Dios debe ser íntegra, entendiendo
por ésta su formación intelectual tanto filosófica como teológica, humanística y
científica, espiritual, bíblica y magisterial, comunitaria, disciplinar, convivencia y
unión fraterna, según el misterio de Cristo y de la Iglesia, en su comunión con el
presbiterio de su diócesis y con su Obispo; además, en su configuración con Cristo,
Sumo y Eterno Sacerdote, víctima y altar, Buen Pastor, que abierto a todos, los gane a
todos para Cristo. Es la meta más alta que persigue esta formación que no sólo es para
esta vida temporal sino también para la consumación plena y participación de este
sacerdocio real de Cristo en la eternidad y glorificación de Dios Padre, Hijo y Espíritu
Santo.