Liderada por sus mujeres, una pequeña comunidad de Colombia lleva meses abanderando la resistencia contra dos gigantes: la gran apuesta económica del presidente Santos y la minera multinacional AngloGold Ashanti. Y lo hacen armados con una determinación inquebrantable a no perder lo único que tienen: la tierra que da de comer a sus hijos.
1. Campesinas contra la fiebre del oro
Mayra, Luz Marina y Memba en el puente de la entrada de Piedras
(Alex Zapico)
FUENTE:
NO HABRÁ PAZ SIN LAS MUJERES
IN VIDEOS ON DECEMBER 10, 2013
Entrevistas y texto: Patricia Simón
Vídeo y fotografías: Alex Zapico (Piedras, Tolima)
Liderada por sus mujeres, una pequeña comunidad de Colombia lleva
meses abanderando la resistencia contra dos gigantes: la gran
apuesta económica del presidente Santos y la minera multinacional
AngloGold Ashanti. Y lo hacen armados con una determinación
inquebrantable a no perder lo único que tienen: la tierra que da de
comer a sus hijos.
La exmonja y actual lideresa del ‘No’ a La Colosa, Ángela Méndez,
resume así estos meses de lucha: “Hemos sido un ejemplo para el
país, estamos dando la batalla a una empresa que es un monstruo al
que nadie le ha salido al paso en el mundo. Nosotros, un pequeño
pueblo de gente sana, lo hemos hecho sin provocar un
derramamiento de sangre, todo dentro de la normalidad. La policía y
el ejército sí atropellaron a la comunidad. Qué cobardía la del Estado,
atropellar a gente que no tiene nada en sus manos”.
2. Tres mujeres hacen guardia frente a un desvencijado puente de
piedra. Si llegan las máquinas, los camiones, los trabajadores que
pretenden explorar el subsuelo, darán la voz de alerta a sus vecinos
para volver a interponerse en su camino, como ya lo han hecho en
anteriores ocasiones, hasta que den media vuelta y se vayan por
donde han venido. Así desde hace siete meses, así, a base de agallas,
impidieron a la tercera empresa aurífera más grande del mundo
abrirse camino hasta su territorio, a los militares que les
acompañaban, a los policías montados a caballo. El municipio de
Piedras, en el departamento de Tolima, vive de los cultivos de arroz,
los mejores del país, del algodón y de la ganadería que pasta en las
extensas y fértiles planicies que nos rodean, verdecidas por los
caudalosos ríos Coello y Opia, conocido éste último por sus exquisitas
ostras de agua dulce, únicas en Colombia. Los mismos terrenos en
los que AngloGold Ashanti pretende establecer las plantas de
lixitación con cianuro para extraer el oro de los cientos de miles de
toneladas de rocas que tendrían que ser transportadas desde la boca
de la mina, situada a 75 kilómetros en el municipio de Cajamarca.
Mayra Camila Acosta, Luz Marina Guevara y Memba Barrero Millán
llevan turnándose con sus vecinos desde el 31 de enero “para impedir
que entren porque ellos nos dicen que, así sea por encima de la
gente, van a pasar, que antes nos tenemos que ir nosotros que ellos”
nos explican mientras, desde los automóviles en marcha los
pasajeros las saludan y animan. “Entraron con mentiras”.
Más del 40% del territorio colombiano –450.000 kilómetros
cuadrados, casi la superficie total del Estado español– está asignado
o solicitado por empresas mineras dedicadas a la extracción de
carbón, oro, níquel y otros minerales, localizados en muchos casos en
parques naturales, páramos donde afloran muchos de los acuíferos
del país, así como reservas de territorios de campesinos, indígenas y
afrodescendientes. Todo ello en un país donde el acceso a la tierra
sigue siendo la gran cuestión pendiente: el 77% está en manos del
13% de la población, de los cuales una oligarquía integrada por el
3,6% son propietarios del 30% del territorio nacional.
3. El apogeo de la industria extractiva tuvo su pistoletazo de salida con
la llegada de Álvaro Uribe Vélez a la presidencia. Si bien en toda la
década de los 90 se habían adjudicado unas 1.800 licencias, de 2002
a 2011 se concedieron hasta 8.000 y otras 20.000 fueron admitidas a
trámite. Con la sucesión en 2010 de Juan Manuel Santos, ministro de
Defensa en el anterior gobierno, la política minero-energética se
consolidó al plantearla como una de las locomotoras de desarrollo
que desembocaría en “la prosperidad de todos, más empleo, menos
pobreza y más seguridad”.
Tan desbordado era el optimismo que en 2011 el entonces ministro
de Hacienda, Juan Carlos Echeverry, ante la preponderancia del
capital canadiense en la industria minera mundial, el 75% del total,
no contuvo su regocijo al proclamar: “los españoles descubrieron
América hace 500 años y los canadienses descubrieron Colombia
hace 10. De lo que estamos muy contentos”.
Judit con su madre y su hijo en su casa (Alex Zapico)
4. Rodeada de árboles frutales y flanqueada por un pozo de agua, Judit
Gómez nos recibe en su casa. En una silla, su padre anciano pasa las
horas en silencio observando a los nietos jugar por los alrededores.
Su anciana madre derrocha energía recogiendo bananos,
horneándolos, lavando platos, tendiendo ropa, mientras Judit hace
balance del recorrido que la llevó de una vida como ama de casa a
organizar con sus vecinos un referéndum que sorprendió al país con
su rotunda negativa a la mina de La Colosa. “Yo siempre he vivido en
el campo y ahora defendiéndolo. Es la primera vez que me he visto
en una situación como ésta, pero nos hemos visto obligados porque si
no lo hacemos nosotros, no hay quien lo haga. El gobierno es el que
nos está mandando a esta gente encima. Cuando llegaron y
escuchamos que iba a ser una empresa muy contaminante, yo no le
puse mucho cuidado porque lo mismo dijeron con la petrolera”.
Desde hace 25 años, 4.000 barriles de petróleo son extraídos de los
58 pozos que agujerean este municipio de menos de 5.500
habitantes, lo que no ha dejado ningún beneficio palpable en esta
población de caminos por asfaltar e instalaciones eléctricas
herrumbrosas.
Anglogold “dijo que venía a estudiar animalicos y plantitas, pero
después empezaron a meter maquinaria grandota, unos tanques y
empezamos a preguntarnos por qué nos mentían. La comunidad
empezó a abrir los ojos y decidimos pararnos en el puente, poner una
cadena. Por la noche eran tres mujeres, pero a las seis de la mañana
20, y por la noche éramos más de 100”, recuerda Judit, que explica
que sólo son cuatro los hombres activos en la oposición a AngloGold
porque ellos trabajan y no pueden compatibilizarlo.
Fue entonces cuando representantes de la minera empezaron a
reunirse con miembros de la comunidad y a “decirnos que nosotros
no sabíamos, que iban a traer escuelas, ordenadores, parques… Y ahí
vinieron los compañeros de la Universidad de Tolima a mostrarnos
5. vídeos e informes de lo que AngloGold Ashanti había hecho en otros
países”.
Jaime Andrés Tocora es uno de los estudiantes que durante meses ha
casi abandonado el campus universitario para adentrarse en las
veredas de Piedras y, casa por casa, explicar a sus habitantes las
consecuencias que tendría la construcción de una mina de oro a cielo
abierto en “el yacimiento más grande hallado en los últimos diez años
en todo el mundo” según declaró Rafael Hertz, el presidente de la
compañía. “Hace tres años creamos el Comité de Defensa de la Vida
para dar respuesta a la problemática de la mina de La Colosa, pero
entendíamos que esa pelea había que darla con todos los sectores de
la sociedad: campesinos, amas de casa, trabajadores… La minería a
cielo abierto extrae un gramo de oro de cada tonelada de roca, para
lo que se requieren 1.060 litros de agua. Para un kilo de carne se
emplean 15 litros, para la papa 0,7%, para el arroz 0,3%… La
agricultura es algo fundamental, pero ¿quién consumió oro para
poder vivir? Y además después de emplear el agua, la contamina con
arsénico, zinc, plomo. La multinacional prevé sacar más de 45
millones de onzas, pero ¿cuánto le va a quedar al país?”. Los
megaproyectos mineros de las transnacionales gozan en Colombia de
una de las tasas más bajas de impuestos del mundo: apenas un 5%
de los beneficios declarados de media y menos de un 4% en el caso
del oro. Mientras, el gobierno ha desatado una persecución contra la
llamada minería “artesanal”, ilegal por carecer de autorización, y que
en algunos casos es de donde obtienen el sustento poblaciones
rurales desde hace décadas.
“En Ghana y en el Congo, AngloGold Ashanti provocó
desplazamientos masivos, problemas de salud por la contaminación y
tuvo vínculos con el paramilitarismo”, añade Jaime. Efectivamente, el
gobierno de Ghana suspendió en 2010 sus derechos a explotar uno
de sus dos yacimientos de oro, tras más de 12 años en el terreno,
por daños medioambientales. Pero los campesinos llevaban desde
2008 denunciando que AngloGold les estaba expulsando de sus
tierras. En la actualidad el Ministerio de Medio Ambiente también
6. investiga a la multinacional por falsear las ganancias obtenidas y por
evasión de impuestos. En el caso de la República Democrática del
Congo, la ONG Human Rights Watch reveló en 2005 que la
multinacional financió al grupo paramilitar Frente Nacionalista e
Integracionista – “uno de los más sangrientos” leemos en su
informe–, para tener acceso a las minas de oro, “mientras la
población civil sufría matanzas, violaciones y tortura”. Por todo ello,
Greenpeace la eligió en 2011 para su ‘galardón’ Public Eye
Award como la entidad más irresponsable socialmente.
“Y ahora nos traen a esta empresa a Colombia, donde el flagelo del
paramilitarismo todavía se siente”, recuerda Jaime. De hecho, la
superposición de los mapas del desplazamiento y de la concesión de
licencias mineras evidencia una flagrante coincidencia entre ambos.
Según cifras de la ONG internacional Brigadistas por la paz, que
acompaña, actuando como escudos humanos, a activistas y líderes
sociales amenazados, el 80% de las violaciones de derechos humanos
cometidas en Colombia han sido en zonas minero-energéticas, de
donde, además, proceden el 87% de los desplazados. Estamos
hablando del país con mayor número de refugiados internos: más de
6 millones de personas que han sido forzadas a abandonar sus
hogares y que siguen malviviendo en los arrabales de las ciudades,
subsistiendo gracias a la mendicidad, a la economía informal y a la
inherente capacidad del ser humano para resistir.
Sin embargo, no todas las licencias tienen la finalidad de explorar el
subsuelo. El paramilitarismo, las guerrillas y el narcotráfico han
encontrado en las minas una vía muy barata para blanquear el dinero
procedente de la exportación de la cocaína: lo retornan presentándolo
como beneficios de la explotación y tributan menos de un 4% al
Estado. Colombia, un país que duplicó su PIB y el gasto público en los
últimos veinte años, que sólo redujo la pobreza extrema en un 2% y
que sigue aumentando el abismo entre pobres y ricos hasta
encontrarse entre los cinco con mayor desigualdad en el mundo.
7. Tras numerosas manifestaciones, protestas y enfrentamientos con los
representantes de la mina, los vecinos de Piedras aliados con los
universitarios celebraron a finales de julio un referéndum con el
respaldo del alcalde y del gobernador, hechos que legitiman
constitucionalmente la consulta que consiguió convocar al 60% del
padrón electoral: 2.971 votos a favor, 24 en contra. Sin embargo, el
gobierno de Santos ha ninguneado el resultado amparándose en que
sólo la Administración nacional tiene potestad sobre el subsuelo.
Desde entonces, Anglogold ha seguido engrosando su web con
vídeos, informes, libros y publicaciones producidos con el fin de
demostrar que el manejo ambiental de La Colosa responde a los más
altos estándares medioambientales. Asimismo, la multinacional acusa
a la comunidad de Piedras de “satanizar” la minería y reitera que “La
Colosa es una oportunidad de oro para el Tolima, que traerá progreso
y bienestar gracias a una trayectoria probada en más de 20
operaciones en el mundo y a un compromiso permanente con la
comunidad y el medio ambiente”.
Por el contrario, Jaime advierte: “Más del 50% de la mina queda en
zona de una zona de reserva forestal y el resto es agrícola, con más
de 270 yacimientos de agua que abastecen los cultivos arroceros.
Vamos a tener problemas de todos los órdenes, también de soberanía
alimentaria por un modelo que no responde a la vocación agrícola de
nuestro país”.
Por ello, los vecinos de Piedras siguen cerrando las puertas en las
narices a los trabajadores de la minería y les echan literalmente del
pueblo a empujones e insultos antes siquiera de que les puedan
persuadir con futuros escenarios de bonanza económica Pero su
determinación no es escudo suficiente para los intentos de
amedrentamiento.
Mari Ángela Méndez Sánchez es la presidenta de la Junta de Acción
Comunal -un órgano de gobierno ciudadano local- de la vereda
Campo Alegre, en el municipio de Piedras. Tras una vida dedicada al
8. activismo de los derechos humanos primero como monja y después
como ciudadana tras abandonar los hábitos para formar una familia,
contempla esta lucha como la última por problemas de salud. En una
asamblea en la que el consenso contra AngloGold era absoluto pero
no se plasmaban iniciativas concretas para ejercitarlo, “me subí a un
escaño del polideportivo y propuse lanzarnos a un parón, con esa
ansiedad que le lleva a una a defender lo suyo. Pero me conllevó
muchos riesgos (…) He recibido amenazas muchas veces, vinieron a
mi casa incluso, pero yo no les paré bolas. Parece que pueden ser
trabajadores de la empresa, aunque no puedo juzgar por la
información que tengo. Pero cualquier cosa que pudiera ocurrir por
defender el terruño, que pase lo que Dios quiera”.
Ya en 2009, la periodista Alma Liliana recibió una llamada
intimidatoria tras publicar una noticia titulada “Anglogold sigue
‘seduciendo’ a diputados” después de que la empresa invitara a
congresistas a la región para conseguir la licencia de explotación. Una
visita en la que no se admitió la presencia de los medios de
comunicación. El directivo de la consultora de comunicación Pontex,
contratada por la minera, llamó a Liliana para acusarle de haber
empleado términos tendenciosos y malintencionados, advirtiéndole
igualmente que el presidente de la minera “está muy molesto” y “va
a hablar con usted”, según denunció internacionalmente la Federación
de Asociaciones de Periodistas de Colombia (FECOLPER).
Este mismo verano, el comunicador John Fredy, de la radio de la
Universidad de Tolima, también ha denunciado haber sido agredido y
amenazado por un representante de la multinacional durante un acto
organizado por el Comité ambiental estudiantil, al que también
pertenece.
Estos episodios no resultarían tan alarmantes si Colombia no se
encontrara entre los países más peligrosos para ejercer el oficio
periodístico: 140 periodistas asesinados desde 1977, decenas de ellos
que han tenido que exiliarse en algún momento de sus carreras o que
9. han tenido que elegir entre abandonar su vocación, autocensurarse o
morir.
“Mi vida ha cambiado, ya no hay tranquilidad. Cada mañana nos
preguntamos, ¿qué va a pasar hoy? ¿Será que esta gente nos va a
hacer algo malo? De noche ya no salgo sola. Y además nos llegaron
dos demandas. Hay mucha gente a la que le da miedo decir ‘no’ por
no tener una zozobra como la que hemos tenido nosotros”, lamenta
Judit en medio de esta planicie verde radiante que es Piedras y donde
cuesta encajar las leyes de un mercado cuyas crisis europea y
estadounidense han provocado una huida de los inversionistas de las
monedas más poderosas para volver a refugiarse en el oro como
valor seguro, encareciéndolo en más de un 20%. Lehman Brothers
cae en Nueva York, Judit y sus vecinos pierden la tranquilidad,
AngloGold siembra la discordia. “Antes de llegar la mina no había
problemas de convivencia, pero la tolerancia se ha ido quebrantando
bastante. Hay peleas entre familias, entre quienes se vinculan a la
empresa por desconocimiento de la gravedad de los problemas que
conllevaría su llegada, y los que estamos en contra. Creo que es una
de las políticas que utiliza la megaminería y siempre quedarán las
secuelas”, lamenta Ángela antes de recuperar su tono combativo en
la palabra, calmado en el tono. “Aquí corresponde dar la batalla
jurídica. Si el Estado quiere matarnos diciendo que la minería va
porque sí, entonces que nos mate de una vez por todas para no sufrir
tanto: tener que salir como desplazados o dejarnos matar por la
contaminación. La comunidad tiene que arriesgarse”.
Sentado en frente le escucha con admiración Jaime, que podría ser su
nieto. Horas más tarde, le reencontramos en el campus universitario
de Ibagué, donde una incesante actividad desborda sus calles, salas y
aulas aún cuando nos encontramos en temporada de vacaciones
estivales. Jaime nos explica qué hacen algunos de esos estudiantes a
través de una concepción muy extendida en la formación colombiana:
“La universidad te da las herramientas para entender la realidad, aquí
te avisan de que hay otra verdad que no muestran los medios de
comunicación. Pero si te quedas sólo acá, pierdes. Acá le enseñan a
10. uno a encauzar la rebeldía y allá afuera nos están esperando para
poder transformar la realidad con la gente, aprendiendo de ella”.
La complicidad que han ido tejiendo los vecinos de Piedras y los
estudiantes del comité ha acercado dos mundos cada vez más
alejados: el rural y el universitario. Judit esboza una sonrisa limpia y
amplia cuando se le pregunta por ello. “Si vemos los noticieros, dicen
‘universitarios’ y suena a problema, a que son agresivos, revoltosos.
Eso es lo que dicen los medios de comunicación, viciosos. Pero
conviviendo y trabajando con ellos una se da cuenta de que es
mentira, que defienden algo porque no son pendejos, porque saben
sus derechos, las leyes y las hacen valer”. Judit no tuvo la
oportunidad de estudiar. Es más, cuando se lanzó a la defensa de su
territorio, su propio marido la achantó al principio, “usted no sabe
nada, ¿qué va a hacer por allá?”. Pero ella lo desarmó con un
argumento irrebatible, “pero puedo aprender y ellos me van a
enseñar”.
No vacila tampoco cuando se le plantea por cuál ha sido la principal
conclusión que ha extraído de esta nueva vida sujeta a sobresaltos y
pequeñas grandes victorias. “Yo pensaba que elegíamos a un
presidente, un ministro, personas estudiadas que defienden nuestro
país. Pero no, qué tristeza darse una cuenta de que es mentira, de
que es un fraude, que una ponga su voto y esperanza y que no nos
respalden. Y en lugar de darnos las gracias por estar donde están,
porque pueden tener mucho estudio y plata, pero si no existiéramos
ellos no son nada, porque somos hormiguitas que trabajamos y lo
damos todo para que lo tengan todo allá: pagamos impuestos y no
nos beneficiamos en nada. Entonces, uno se siente defraudado y les
digo que no les necesitamos porque son corruptos, porque sólo
trabajan para ellos, lo quieren todo para ellos. No piensan en el
futuro de las nuevas generaciones”. Un discurso que pasa a engrosar
el histórico abstencionismo colombiano, que en las elecciones de
2010 alcanzó el 51%.
11. Pero también un discurso que coincide con la mayor eclosión de
protesta social de las últimas décadas. Huelgas de campesinos por el
hundimiento de la agricultura por los Tratado de Libre Comercio y
protestas estudiantiles se solapan en Colombia mientras las
negociaciones de paz del gobierno con la guerrilla de las FARC
avanzan en Cuba, y a las que se prevé se unirá en breve el ELN.
Pero “la paz no se construye en La Habana, sino aquí, con toda la
sociedad” repiten incansablemente las organizaciones de derechos
humanos.
Por eso, la desafección política de Judit no es incompatible con el
resto de su discurso. “El aprendizaje más grande que he tenido es
que tenemos derechos y los podemos defender (…) Y que la unión
hace la fuerza, que si yo no puedo sola, puedo hablar con los vecinos
y entre todos podemos hacer mucho. Porque hay personas que. como
yo, no saben que existe una Constitución, unas leyes, y eso es una
lección muy bonita porque no defiendo sólo mi comunidad, sino el
futuro de mis hijos y de todos nosotros… Porque nadie ha dicho que
yo me vaya a morir mañana”. Ríe Judit mientras mira a a su joven
compañero, Jaime, quien reivindica lo mismo, con distintas palabras:
“Toca darle sentido a la vida, saberla vivir para que otros tengan la
posibilidad de vivirla más dignamente”.