2. Una pregunta angustiosa
• Una de las preguntas más
frecuentes, al hablar de
Dios, es ésta: - ¿Por qué
Dios permite el mal? Sea lo
que unos hombres nos
hacemos a otros, sea el mal
físico, las enfermedades o
los desastres naturales.
Todos nos hemos hecho
esta pregunta. Y no parece
fácil encontrar respuesta.
Muchos dicen que es un
misterio. Otros, se rebelan.
No pueden aceptar que
haya un Dios que permita el
3. ¿Dónde está Dios?
• Cuando preguntamos por
qué Dios permite el mal, y
nos resulta insoportable,
parece que pensamos que
Dios está tan tranquilo, allá
en el Cielo, y no le afecta
que nosotros suframos. Al
hacernos esa pregunta,
parece que ese Dios es más
frío y menos compasivo que
nosotros mismos. Y un Dios
así no es aceptable.
4. Pero, como hemos visto, Dios
no está fuera del mundo, sino
que está en lo más íntimo de
cada uno, pues nuestra
existencia consiste en estar
siendo pensados y amados
por Dios. Somos un proyecto
ilusionado de Dios, estamos
en la intimidad de ese acto de
amor que nos crea. Y por
eso, Dios experimenta en
primera persona nuestras
alegrías y nuestros dolores.
Cuando sufrimos, Dios está
en nuestro interior, sufriendo
5. ¿Por qué Dios asume ese dolor que hay en
nuestras vidas?
• Cuando nos damos cuenta
de que Dios está dentro de
nosotros, de que somos un
amor ilusionado de Dios, y Él
sufre nuestros dolores en
primera persona, la pregunta
¿por qué Dios permite el
mal? cambia de significado.
Ya no es el desconcierto por
la supuesta frialdad de Dios.
Pero, si Él también sufre con
nosotros, ¿por qué son así
las cosas? ¿No podría Dios
parar a los que hacen daño a
los demás?
6. Dios nos quiere libres y respeta esa libertad
• Sólo tiene sentido crear personas
libres, que puedan ser felices,
porque son las únicas que ganan
algo con la creación, pues Dios
ya lo tiene todo. Por eso, Dios
respeta esa libertad que es el
único sentido de la creación.
Hacer el bien o el mal depende
absolutamente de nosotros. Pero
el amor de Dios que nos hace
existir no se echa atrás, tiene la
eternidad del mismo Dios.
Aunque le hagamos daño a Él
cuando nos destrozamos a
nosotros mismo o a sus otros
hijos, que existen en su amor.
7. Dios asume el riesgo de nuestra
libertad. Porque la libertad es el único
sentido de la creación: crear
personas realmente libres que
puedan responder a ese amor que
les crea, y así experimentar la
felicidad del amor mutuo, la mutua
entrega que es la vida eterna en el
8. Cuando hacemos o sufrimos daño, lo
siente Dios mismo
• Si Dios nos detuviera cada vez que
hacemos el mal, no seríamos libres. No
mira para otro lado, ni se desentiende, sino
que sufre en primera persona ese dolor,
porque ese que sufre existe porque Él lo
piensa y ama: es un amor de Dios quien
sufre: -“Tuve hambre y me diste de comer.
Tuve sed, y me diste de beber”, dice Dios.
Yo sentía su hambre, Yo sentía su sed, Yo
sentía su dolor, su soledad o su
humillación. Lo siente en primera persona.
Hacernos libres es asumir el dolor que
sufrimos y causamos. Dios no es ajeno a
nada de lo nuestro, tampoco al dolor. Pero
piensa que vale la pena sufrirlo, Él el
primero, porque sólo siendo libres podemos
amar y ser felices.
9.
10. Dios ha puesto la marcha de la historia en nuestras manos…
Nos da los medios para que vayamos creciendo en
humanidad… Pero eso es responsabilidad nuestra.
La construcción de un mundo justo depende de las
personas que habitamos este mundo injusto.
Dios no es paternalista.
No hace en lugar nuestro lo que es obligación nuestra.
Muchas veces le pedimos a Dios que él cumpla
nuestras obligaciones.
Y, como es lógico, no lo hace…
Él no quiere suplantar nuestro lugar…
Puro rezar sin hacer nada, no sirve para nada…
Dios no puede apoyar actitudes irresponsables o injustas…
11. s necio que le pida a Dios que no me pase nada
i yo me tiro por un precipicio.
Es absurdo que le pidamos a Dios
que nos dé un buen presidente,
si nosotros no nos comprometemos
en una política limpia y eficaz…
Es necio suplicarle que me libre del dengue,
si no limpio los criaderos de larvas de mosquitos de mi patio…
¿Para qué sirven las “cadenas de oraciones” de gente irresponsable?
Es cara dura pedir a Dios aprobar un examen si no he estudiado…
¿Para qué pedir que se arregle mi matrimonio
si no estoy dispuesto a bajarme del pedestal de mi orgullo?
En la mesa le pedimos a Dios que cuide de los que
tienen hambre, y así nosotros podemos comer
tranquilos, sin tener que compartir nada…
¿Para qué pedir a Dios que no explote una bomba
que yo mismo he fabricado? ¿No sería mejor desmontarla?
Dios no puede atender la oración de los vago, los irresponsables, o los
injustos que no quieren cambiar de actitud… Los haría peores…
13. Parece difícil entender los males y dolores
naturales
• Hemos visto que Dios, que nos crea
libres, tiene que respetar nuestra
libertad, incluso cuando hacemos
mal. Si no, seríamos marionetas, no
personas libres. Pero ¿qué pasa con
el dolor, con la enfermedad, con los
terremotos y huracanes, con las
malformaciones genéticas? ¿Por qué
Dios ha hecho un mundo donde esto
es posible? Parece un error
incomprensible. Más aún cuando
sabemos que Él siente en primera
persona los dolores de aquellos que,
si existen, es porque Él está
poniendo el corazón en ellos. Parece
que, en un mundo bien hecho, no
debería existir la posibilidad de estos
desastres que tanto nos hacen sufrir,
a nosotros y a Él.
14. Dios nos quiere a ti y a mí, que somos
personas de carne
• Yo me he pasado muchos años
desconcertado con este problema.
Parece que Dios ha hecho mal este
mundo. Hasta que entendí que Dios
no quiere y crea mundos o personas
en general, sino a cada persona
concreta, a ti y a mí. Tú y yo no
somos ángeles sin cuerpo: no
seríamos tú o yo. Mi cuerpo forma
parte de mi identidad personal. Mi
libertad es la de una persona de
carne, cuya alma espiritual es la
forma organizadora de este cuerpo
mío, que tiene un código genético
concreto. Yo no soy persona, ni soy
yo, al margen de mi cuerpo. Y para
poder ejercer mi libertad, la materia
del mundo ha de tener
indeterminación, ha de ser flexible,
no rígida.
15. La libertad requiere indeterminación en las
leyes de la materia
• Para poder actuar con libertad en un
mundo material, tanto mi propio cuerpo
como el mundo en el que vivo tienen que
ser, digamos, blandos, como “plastilina”,
para permitir que yo pueda decidir hacer
esto o aquello, moverme de esta manera
o de la otra. Si el mundo fuera rígido, si
su comportamiento físico y químico
estuviera exactamente determinado por
las leyes naturales, como un reloj, no
habría indeterminación interna, no habría
flexibilidad. No habría “accidentes” como
los huracanes y terremotos. Pero yo no
podría actuar con libertad. Cada
movimiento de mi cuerpo estaría
determinado por las leyes de la
naturaleza, como pensaban muchos
físicos antes de Heisenberg.
16. No es posible creer en un Dios que, pudiendo, no impide el mal…
Un mundo en evolución no puede realizarse sin choques y sin catástrofes;
una vida limitada no puede escapar al conflicto, al dolor y a la muerte;
una libertad finita no puede excluir el fallo y la culpa.
No es que Dios no pueda mantener un mundo sin mal, es que eso no es
posible: sería tan contradictorio como hacer un círculo-cuadrado…
Cada vez que pedimos a Dios que cure la enfermedad de un familiar estamos
suponiendo que lo puede hacer y, en consecuencia, que, si no lo hace, es
porque no quiere. Y un Dios que, pudiendo, no elimina los enormes males
que afectan al mundo, sería un ser mezquino, indiferente y cruel.
Hay que dar una vuelta radical a
nuestra manera de comprender a Dios.
Un Dios que crea por amor es evidente
que quiere sólo el bien para sus creaturas.
El mal existe porque es inevitable en las
condiciones de un mundo y de una libertad
finitos.
Por eso no debe decirse que «Dios lo manda» o que
«Dios lo permite», sino que lo sufre y lo padece
como frustración de la obra de su amor en
nosotros.
17. Los males naturales, precio de mi existencia y
libertad
• Cuando Dios nos quiere a ti o a mí,
personas de carne, quiere un mundo
material en el que podamos desarrollar
nuestra libertad. Y eso exige esa
flexibilidad, esa indeterminación que
incluye huracanes, terremotos y
enfermedades. Si me puedo mover en
el aire es porque el aire no es rígido,
porque sus moléculas tienen relaciones
flexibles, no rígidamente determinadas.
Y por eso mismo hay huracanes. Si el
aire fuera tan rígido como un bloque de
piedra no habría huracanes, pero yo no
me podría mover a través de él. Es la
indeterminación y flexibilidad de la
materia lo que permite mi libertad de
carne. Es necesaria para que yo exista,
y Dios me quiere a mí
18. • Es increíble, pero es así: Dios no quiere
personas en general, me quiere a mí, te
quiere a ti. Y por eso quiere un mundo
material como éste. A veces, no nos damos
tanta importancia como para pagar el
precio de nuestra existencia, pero Dios sí
nos da esa importancia. Dios, que siente
todos mis dolores en primera persona,
piensa que le vale la pena pagar ese
precio, con tal de que yo pueda existir y
ser eternamente feliz con Él en el Cielo.
Dios se toma en serio mi carne, y se toma
en serio mi libertad. Me quiere a mí, se la
juega conmigo, y asume el dolor que
cuesta mi carne, y el dolor que cuesta mi
libertad.
20. PROBLEMA DEL MAL
“En su poder Infinito, Dios podría siempre
crear algo mejor” (S. Tomás, S. Th. I, q. 25,
a. 6). Ha preferido el mundo tal como es: un
6
mundo que debe alcanzar su perfección. “Por
tanto, con el bien físico existe también el mal
físico, mientras la Creación no haya alcanzado
su perfección” (Idem, Suma contra los genti-
les 3, 71). Estudiaremos el problema del mal
71
más adelante.
CCE 308: Dios “es la causa primera que opera en y por las causas
308
segundas: ‘Dios es quien obra en vosotros el querer y el obrar,
como bien le parece’ (Flp 2, 13). Esta verdad, lejos de disminuir la
13
dignidad de la criatura, la realza”.
21. PROVIDENCIA DE DIOS
Por su providencia, Dios ha previsto que el hombre fuera partícipe
libremente de la vida bienaventurada, y le ha salido al encuentro.
Pero el hombre puede rechazar la llamada a esa vida bienaventura-
da y considerar los acontecimientos históricos como resultado ex-
clusivo de las acciones del hombre, sin reparar en su dimensión de
eternidad. Sin embargo, estos acontecimientos se mueven en las
manos amorosas de Dios, que no quiere el mal en la historia, pero
lo permite por respeto a la libertad creada y porque de esos males
puede sacar bienes.
La providencia infalible de Dios
no fuerza la acción libre de las
criaturas racionales. No sabremos
el sentido pleno de la historia has-
ta el final de los tiempos.
22. CAPÍTULO I: CREO EN DIOS PADRE
La Providencia de Dios
51. Si Dios lo sabe todo, ¿por qué no impide entonces el mal?
«Dios permite el mal sólo para hacer surgir de él algo mejor»
(Santo Tomás de Aquino). [309-314,324]
El mal en el mundo es un misterio oscuro y doloroso. El mismo Crucificado
preguntó a su Padre: «Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mt
27,46). Hay muchas cosas incomprensibles. Pero tenemos una certeza:
Dios es totalmente bueno. Nunca puede ser el causante de algo malo.
Dios creó el mundo bueno, pero éste no es aún perfecto. En medio de
rebeliones violentas y de procesos dolorosos se desarrolla hasta su
consumación definitiva. De este modo se puede situar mejor lo que la
Iglesia denomina el mal físico, por ejemplo, una minusvalía de
nacimiento o una catástrofe natural. Por el contrario, los males morales
vienen al mundo por el abuso de la libertad. El «infierno en la tierra»
(niños soldado, ataques de terroristas suicidas, campos de
concentración) es obra de los hombres la mayoría de las veces. Por eso
la cuestión decisiva no es: «¿Cómo se puede creer en un Dios bueno
cuando existe tanto mal?», sino: «¿Cómo podría un hombre con corazón
y razón, soportar la vida en este mundo si no existiera Dios?». La
Muerte y la Resurrección de Jesucristo nos muestran que el mal no
tuvo la primera palabra y no tiene tampoco la última. Del peor de los
males hizo Dios salir el bien absoluto. Creemos que en el Juicio Final
Dios pondrá fin a toda injusticia. En la vida del mundo futuro el mal ya
no tiene lugar y el dolor acabará. 40, 286287 22
I (1165), II (166278), III (279468), IV (469
23. PROVIDENCIA DE DIOS
CIC 303: “La solicitud de la divina Providencia
303
es concreta e inmediata; tiene cuidado de todo,
desde las cosas más pequeñas hasta los aconte-
cimientos decisivos del mundo y de la historia”.
Esta convicción implica que las cosas no suceden
al azar o por casualidad, y que el orden causal
del universo no deriva de una fuerza anónima
o de agentes que actúen al margen de Dios.
Se excluye especialmente la fatalidad, es decir, la idea supersticiosa
de que el hombre se encuentra dominado por energías ocultas en el
cosmos, que ejercerían sobre la existencia humana una influencia
negativa e inexorable. Visión fatalista y no providente en la brujería.
24. PROVIDENCIA DE DIOS
CIC 305: “Jesús pide un abandono filial en la
305
providencia del Padre celestial que cuida de las
más pequeñas necesidades de sus hijos: ‘No an-
déis, pues, preocupados diciendo: ¿qué vamos a
comer?, ¿qué vamos a beber? (...). Ya sabe vuestro
Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso.
Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas
cosas se os darán por añadidura’ (Mt 6, 31-33)”.
31-33
En Cristo, los cristianos aprenden la confianza en su Padre Dios.
No hay nada para un cristiano que no provenga de la mano amo-
rosa de Dios, porque ni siquiera los momentos más duros de la
existencia están alejados de la voluntad de Dios. Rom 8, 28:
28
“Todo coopera al bien de los que aman a Dios”.
25. PROVIDENCIA DE DIOS
Los santos, ante las adversidades más extremas, no dejan de invo-
car a Dios para que puedan verse libres de la amenaza, pero sobre
todo para que se cumpla el designio amoroso de Dios. Por eso no
tienen temor ante el dolor ni la muerte, ya que las adversidades de
la tierra no pueden más que unirles al cuerpo doliente del Señor.
Santo Tomás Moro, poco antes de su
martirio, para consuelo de su hija: “Nada
puede pasarme que Dios no quiera. Y
todo lo que Él quiere, por muy malo que
nos parezca, es en realidad lo mejor” (cfr.
CCE 313).
313