1. Depresión en la 3ª edad
Muy a menudo se suele decir que la depresión es una característica normal del proceso de
envejecimiento. Aunque es cierto que muchos ancianos presentan depresión en mayor o menor
grado, no debería ser considerado un hecho normal.
La depresión en las personas de más de 65 años es un problema al que hay que ponerle
especial atención a partir de los 65 años de edad, puesto que en muchas ocasiones se
presenta un elevado riesgo de suicidio debido en muchas ocasiones a la ausencia de apoyo
familiar o los problemas de salud asociados.
Diagnosticar una depresión en la vejez no es una tarea sencilla, puesto que muchas veces la
persona puede presentar otro tipo de enfermedades crónicas o degenerativas que estén
enmascarando o que hayan sido la base de la depresión.
En el desarrollo de la depresión en la tercera edad juegan un papel importante los cambios
psicofísicos a nivel cerebral propios de la edad, así como las enfermedades que pueden
provocar, muchas veces, una limitación física con la consiguiente pérdida de autonomía para la
persona que las sufre.
La situación social actual favorece también este tipo de patologías en las personas mayores,
puesto que la jubilación implica normalmente una pérdida de poder adquisitivo y una
disminución del estatus social. Si a eso le sumamos la inevitable pérdida de familiares o de
amigos, podemos visualizar la base del problema de depresión.
El síntoma inicial de la depresión en las personas mayores suele ser la apatía. La persona
empieza a sentir que no le apetece hacer nada o bien que ya no disfruta con las actividades
con las que disfrutaba anteriormente. A menudo suelen decir que «la vida no les ilusiona».
A medida que la depresión va avanzando las quejas suelen ser más bien somáticas, refiriendo
síntomas físicos inespecíficos o somatizaciones de tipo: dolor de cabeza, problemas
gastrointestinales o dolor en las extremidades.
Es importante tener en cuenta todos estos síntomas e intentar acudir a un profesional que
pueda diagnosticarlos adecuadamente. A menudo, en los pacientes mayores, el diagnóstico
debe hacerse conjuntamente entre un psicólogo y un neurólogo, que ayudará a descartar otros
problemas fisiológicos asociados con la edad.