1. Peste
Juan José Millás
El País, 9092016
Este verano salió a la luz un estudio según el cual las personas que leen viven
más. Una noticia típica de agosto, no ya por ese empeño idiota en buscarle a la
lectura un sentido práctico, pero también porque, si uno se empeña, hallará otro
estudio según el cual las personas que más leen son también las que más fuman,
de modo que los años que ganan por un lado los pierden por el otro. Además,
suicidarse a base de no leer debe de ser dificilísimo. Tendría uno que no leer con
una intensidad desconocida. Sabemos de gente que lee con una pasión tal que
de vez en cuando han de dejar el libro a un lado y fumarse un Camel para
tranquilizarse, pero no vemos a nadie capaz de no leer con semejante ímpetu.
De hecho, en el metro son más los que se pasan de estación por leer que por no
leer.
De otro lado, qué entendemos por no-lector. El no-lector es necesariamente el
lector, pues solo él es capaz de echar de menos la lectura cuando no está
leyendo. En tal caso, si solo se puede ser no-lector siendo lector, la misma
persona que vive más por leer es la que muere antes por no hacerlo. No sé si
vamos explicándonos, pero cuando un estudio es confuso conviene poner todas
sus contradicciones al descubierto, para que dejen de engañarnos. Miren, yo he
leído el dichoso estudio y en ninguna parte se dice que hayan utilizado el
método “doble ciego”, dirigido a evitar que una investigación pueda resultar
defectuosa, cuando no completamente falsa, debido al “efecto placebo”.
Significa que, para alcanzar la conclusión citada más arriba, parte de los
individuos sujetos a la investigación deberían haber recibido una lectura que no
fuese lectura, lo cual es imposible, pues hasta el manual del microondas es una
lectura. Peste de aficionados.