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Pensamiento y Acción
El arte de pensar sería, para la persona de acción, el arte de
transformar el pensamiento en instinto. Y esto no quiere decir
que las personas de acción deban menospreciar la razón. Debe
haber meditado sobre lo que va a hacer, haber imaginado los
problemas que tendrá que resolver, haber observado un gran
número de hechos y, de sus observaciones, haber sacado leyes.
Pero esa meditación, esas observaciones y esas leyes deben
estar insertas en su cuerpo. Es preciso que en él, el pensamiento
haya alcanzado las capas profundas y esté hecho de buenos
reflejos. Porque sólo así adquirirá, en la decisión, esa fulminante
rapidez que exigen casi siempre los acontecimientos.
El general, en el campo de batalla, no hace razonamientos for-
males. De sus recuerdos históricos, de sus experiencias, de los
informes recibidos, surge la solución. El gran escritor, delante de
un texto, borra una frase, suprime un adjetivo, desplaza un verbo.
Si queremos explicar por qué estas correcciones mejoran el
párrafo, llegaremos a conseguirlo. Pero él no ha tenido necesidad
de explicárselo. El estilo de los maestros, largo tiempo estudiado,
le ha dado el instinto de la lengua.
Es que la información no es la cultura. En el espíritu del hombre
culto, los hechos aislados se hallan organizados para formar un
mundo viviente, imagen del mundo real. “El ser humano puede
más de lo que sabe”. “Hay que creer antes que saber”. Hay que
creer antes de saber porque hay que actuar antes de saber. El
arte de pensar es también un arte de creer, porque ninguna per-
sona podría, sin peligro, después de miles de años de civiliza-
ción, volver a poner en tela de juicio y someter a la conciencia
clara, todas las creencias individuales y sociales. La tabla rasa es
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pos de holganza. El ser humano debe, para actuar y vivir, aceptar
una gran parte de las reglas morales, sociales y religiosas que la
humanidad, antes de él, ha reconocido necesarias.
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tiva, la siguiente por las religiones asiáticas, griega, romana y
egipcia; la más rica, por el cristianismo, la más delgada por las
ideas modernas sobre la estructura del universo. Todo esto cons-
tituye nuestro ser, todo esto se halla inscrito en nuestras obras de
arte, en nuestros monumentos, en nuestras ceremonias, en
nuestros pensamientos, y una gran persona no se liberta del pa-
sado de la humanidad más de lo que se liberta de su propio cuer-
po. Un pensamiento sólido es aquel cuyos cimientos se hunden
hasta las capas más profundas del instinto, aunque sus torres y
sus campanarios suban a las regiones más luminosas y claras
del espíritu. El pensamiento acepta las leyes de la lógica que son
sus propias leyes. Observa, cuantas veces puede, las reglas del
pensamiento analítico que han demostrado su virtud por sus vic-
torias. Se apoya en las tradiciones humanas que sobreviven en
cada uno de nosotros. Busca y encuentra sus verdades más cier-
tas en el arte y en la religión. Piensa, en fin, con el cuerpo y por
esto se convierte en acción y poesía.
¿Son los milagros capaces de elevar la convicción? O bien la
convicción verdadera, la función más alta de nuestra personali-
dad ¿será el único y verdadero milagro que anuncia a Dios?
Cada milagro debe permanecer aislado en nosotros, sin ligarse al
resto de nuestra conciencia, ser un sueño. Por el contrario, una
íntima y profunda convicción moral, una contemplación divina, he
aquí lo que sería un milagro real que debería permanecer.
http://lanarrativadelconocimiento.blogspot.com Derechos reservados, 2014
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ha de venir; aunque ahora pareces olvidarlo.
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Mientras que el
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“Tienes que reflexionar sobre ti mismo y hacer luego lo
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