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Boletín de difusión del Pensamiento
Publicación virtual quincenal
Textos y Fotografías de Fernando de Alarcón
Nueva época - Vol. IV No. 95 Octubre de 2014
Lógica y Razonamiento
Sería un proceso peligroso esperar los efectos felices o nefastos
de las frases y de las fórmulas para juzgar su valor. Las personas
han intentado regular la circulación de las palabras y a esto lo
han llamado Lógica, la cual debería ser el arte de seguir, en el
uso de las palabras, reglas que serían también garantías, porque
estas reglas del mundo interior coincidirían con las del mundo
exterior. Lo que llamamos las leyes de la razón humana son algu-
nas reglas de pensamiento que habrían de ser verdaderas para
todas las personas y para todos los tiempos.
Durante mucho tiempo, la humanidad ha esperado que, de los
principios evidentes, pudiera sacarse una suerte de gramática del
pensamiento que descarte al error. Esta lógica está lejos de ser
una disciplina desdeñable. Pone nuestros razonamientos a cu-
bierto de ciertas fallas, pero es insuficiente para constituir un arte
de pensar.
La lógica no puede inventar nada. Está condenada a repetir eter-
namente que A es A. Si añade alguna cosa, esta nueva noción
no puede tomársela prestada más que a la experiencia o a la
intuición que escapan, ambas, de la lógica. Ésta, ciertamente, ha
dado ligereza a los espíritus; los ha dotado de una agilidad que
no tenían, pero les ha dado también el hábito peligroso de creer
que todo está ganado cuando han hecho un razonamiento que
tiene apariencia de ser verdadero. Pero la historia de las doctri-
nas nos muestra que las personas, en el curso de los siglos, han
podido probarlo casi todo. Han podido probar la verdad de las
filosofías contradictorias, y después de su falsedad; han probado
la necesidad de la democracia y su imposibilidad; han probado la
distinción de las razas y su confusión.
Si nos hiciésemos el juramento de no dejarnos arrancar nunca
una decisión por sorpresa y de no formular jamás, por precipita-
ción, un juicio temerario, habríamos dado un gran paso hacia la
sagacidad del pensamiento.
Pero la precipitación no es la única causa de error, existe tam-
bién la prevención. No somos espejos planos sino espejos defor-
madores. Nos enfrentamos a las cuestiones, no como superficies
vírgenes y transparentes, sino con opiniones de familia, de clan;
nuestra naturaleza, nuestra herencia, nuestra educación nos im-
ponen sentimientos. Nuestros intereses son causa de preven-
ción. Todo lo que favorece nuestras pasiones nos parece verda-
dero; todo lo que las contraría nos pone rabiosos.
No hay absurdo ni contradicción a los cuales la pasión no pueda
conducir a una persona. Cuando el amor o el odio mandan, la
razón debe seguirles y encontrar razones para justificar sus locu-
ras. Toda prueba está claramente deshonrada por nosotros. Por-
que todo se puede probar si lo queremos con fuerza. Algunos se
creen independientes de su medio o de su país porque los acon-
tecimientos de su vida les han inspirado sentimientos de rebelión.
Pero su hostilidad no es una garantía de independencia. Es, por
el contrario, una forma aguda de prevención. El escritor que ha
padecido una infancia oprimida tendrá aire de espíritu libre ata-
cando religión y familia, pero su rebelión será una rebelión de
esclavo. El emigrado cree dar prueba de independencia cuando
ataca al tirano; ¿pero está calificado para juzgar un régimen y un
país que le han maltratado?. Los unos piensan con el clan; los
otros piensan contra el clan. Son dos formas diferentes, pero
equivalentes de prevención.
Tal vez lo mejor sea liberar a nuestra razón de las pasiones y
después emplearla bien; conducir por orden nuestros pensamien-
tos, yendo de los más simples a los más complejos; dividir las
dificultades en tantas partes como sea posible; hacer siempre
enumeraciones tan enteras y revisiones tan generales que se
esté seguro de no omitir nada. Este método ha rendido servicios
deslumbrantes al ejercicio del pensamiento.
Estas metodologías del pensamiento, aunque son un freno nece-
sario, no resuelven las dificultades y no son suficientes para diri-
gir nuestras acciones. ¿Cómo conducir por orden los pensamien-
tos cuando el factor tiempo se convierte en principal? ¿Cómo no
omitir nada cuando los términos del problema son innumerables?
Los métodos forman en nosotros un microcosmos de cristal y
acero cuyos engranajes, maravillosamente ajustados, encajan
con una precisión admirable, pero sabemos bien que el vasto
mundo no está hecho a imagen y semejanza de este reloj preciso
y transparente. Hay que seguir pensando.
Es necesario que el sistema moral se convierta en sistema de la
naturaleza. Las enfermedades se parecen al pecado en lo que
tienen de trascendente. Nuestros males son fenómenos de sen-
sación sublime, que quieren transformarse en fuerzas más altas.
Como el ser humano quiso transformarse en Dios, pecó. Las en-
fermedades de las plantas son animalizaciones, las de los anima-
les racionalizaciones, y las de las piedras vegetalizaciones.
¿Cada planta tendrá una piedra y un animal que le correspon-
dan?. Las plantas son piedras que están muertas, los animales
son plantas que están muertas.
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Dormida.
(fragmento)
Dormida, te encuentro dormida.
Envuelta en los sueños tu mente.
Tú, en un descanso de vida.
Yo, con tu nombre en la frente.
Dormida, sobre tu lecho tendida.
Limpia y brillante tu faz.
Y como en la verdad compartida,
reina en tu pecho la paz.
1988
Mientras que el
tiempo
se acerca, espe-
rando
“Tres clases hay de ignorancia: no saber lo que debiera sa-
berse, saber mal lo que se sabe, y saber lo que no debiera
saberse.”
Francois de la Rochefoucauld
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AeroShow, California - 1999