1. LA REVOLUCIÓN DEL CONOCIMIENTO
¿Qué significa la revolución del conocimiento? Desde hace miles de
años la mente humana como instrumento que nos permite percibir el
mundo funciona fundamentalmente mediante un mecanismo de analogía
o comparativa que establece una memoria experiencial como base del
conocimiento de las cosas. Este mecanismo ha permitido el avance
desde el animal al humano, y en consecuencia está tan íntimamente
instalado en nuestra forma de contacto mental con la realidad que nos
cuesta concebir alguna otra forma de relación con los objetos, hasta el
punto de negar la posibilidad de un contacto directo con la verdad de las
cosas y relegando esta opción a una “experiencia paranormal” no
justificable ni verificable por medio alguno. Esta negación nos condena a
un conocimiento menor, y sobre todo aborta las posibilidades de que la
vía intuitiva sea desarrollada sin riesgo de hacerse esclava de una
manipuladora emocionalidad partidista de nuestros intereses personales.
La revolución del conocimiento nos abre la posibilidad a un tránsito
desde una forma de contacto con los objetos indirecto a uno directo.
Aunque nuestra propia ignorancia y temor nos lleven a permanecer
paralizados ante una puerta abierta de desarrollo a una
capacidad mental al intelecto, la historia testimonia que grandes
descubrimientos e inspiraciones muy valiosas para el progreso humano
han sido alcanzados sin intervención del intelecto razonativo y sin
necesidad de una experiencia anterior que las sostuviese. Es más, si el
desarrollo de la humanidad se hubiese limitado a los datos de la
experiencia pasada, no habríamos traspasado la Edad de Piedra.
2. Lamentablemente la vitoreada libertad de pensamiento de Occidente no
está siendo aprovechada en todo su potencial, no solo por la gran masa
sino incluso por la élite intelectual que en los medios de percepción del
mundo sigue siendo conservadora, y por tanto nos encontramos con
dificultades para realizar progresos evidentes en el conocimiento del
mundo.
Por supuesto que tenemos que asumir que nuestros primeros y
balbuceantes pasos en la dirección de un conocimiento directo o intuitivo
son vacilantes, pero esta no ha de ser una razón para atemorizarnos ni
desalentarnos, hay testimonios previos que podemos recoger y seguir sin
perjuicio de nuestra propia revisión experiencial.
Aunque las personas más intelectuales se vanaglorian de haber
trascendido las esclavitudes del dogma de la religión, desde aquí les
invito a que reflexionen si no han sido atrapados en el dogma de la
ciencia o de la filosofía, la una expresándose en su visión utilitaria de la
naturaleza para fines económicos humanos y la otra fiel servidora
del intelecto razonador. Invito también a que reflexionemos si
construimos nuestra vida según fórmulas que se corresponden con
nuestro propio sentido de la realidad o si estamos atrapados en
construcciones ajenas de la realidad. Con frecuencia cogemos el pez y
se nos olvida que sería preferible tener la caña.
El campo de nuestro conocimiento puede ser entrenado mucho más allá
del puro análisis y mucho más allá de la realidad material medible
instrumentalmente por medios físicos, todo lo que necesitamos es
explorar pacientemente esta posibilidad que está presente en los
3. orígenes de la práctica meditativa. Aunque en Occidente hemos
adoptado la meditación oriental como una forma de calmar nuestra
agitada mente dándole un significado puramente utilitario y puntual, el
entrenamiento meditativo está desarrollado en torno a la ampliación de
las capacidades de conocimiento sobre la vida y el mundo.
La experiencia obtenida mediante la práctica meditativa ha dado
testimonio de que ciertas formas de promover una pasividad intelectual, o
lo que es lo mismo un cierto cese en el hábito analítico reiterado, han
facilitado una respuesta creativa a los asuntos mayores o menores de la
vida. Sin embargo, el misticismo puro e interesado en una única
experiencia del “vacío”, ha demostrado ser poco operativo en la realidad
cotidiana del ser humano. Y es que las líneas de investigación mística no
está agotadas, y temporalmente ha habido una separación entre la vida
material y espiritual que las ha hecho parecer infértiles, y sin embargo
son un gran reto tanto para el científico como para el filósofo o para el
hombre de acción, el ejecutivo.
La revolución del conocimiento es la gran revolución que tenemos
pendiente como especie. El progreso en la vida material todavía afecta a
una minoría de la humanidad, pero con evidencia no puede ser seguro
en su expansión si no se progresa en la vida emocional, mental y
espiritual. Realmente hay poca diferencia entre las estructuras
emocionales del hombre primitivo y las del hombre actual, lo cual está
trayendo consecuencias graves como el deterioro de los recursos
materiales por falta de sensibilidad para con los demás y con la
naturaleza. Y pese al consumo de recursos se hace patente una
insatisfacción endémica que un mayor nivel tecnológico no soluciona y a
la que la fórmula básica de religión organizada e institucionalizada en
todas sus variables no aporta una salida.
Si podemos reconocernos en este escenario, opino que vale la pena que
dediquemos parte de nuestros recursos personales y temporales en el
avance hacia un conocimiento más íntimo y verdadero de las cosas. Para
ello parece obvio que primero tendremos que conquistar un
estado emocional menos alterado y agitado que afecta a la percepción,
esta primera niebla tiene que ser despejada para que la verdad de
nuestra vida pueda ser vivida con responsabilidad y con una participación
real de nosotros mismos. Cuando esa actitud serena y de equilibrio haya
sido conquistada en unos mínimos, estaremos listos para un desarrollo
en las propias formas del conocimiento que lleva siglos siendo augurado
4. y que en algún momento será dominante, el conocimiento por contacto
directo o conocimiento intuitivo verdadero.
Todavía no hemos llegado ni al umbral de las posibilidades de la mente,
y si nos reconocemos en un punto en el que nos abruma el exceso de
información pero no sabemos bien qué hacer con ella, se nos presenta
ante nosotros la posibilidad de apelar a la verdadera sabiduría y sus
caminos. La técnica que más nos aproxima actualmente a este nuevo
horizonte del conocimiento es la Meditación Integral, en la que se
combinan las herramientas que desarrollan capacidades mentales con
herramientas que nos ponen en contacto con la dimensión espiritual, en
la que residen los principios de desarrollo de una mente superior
humana.