El documento explora la naturaleza humana y lo que significa ser persona. Según la Biblia, Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, dándole un alma/espíritu que lo distingue de los animales. El hombre puede conocer y amar a Dios, y fue creado para servirlo y amarlo. Aunque el cuerpo humano está hecho de materia terrestre, el alma infundida por Dios es lo que hace al hombre un ser vivo e inteligente, capaz de relacionarse con su Creador.
VOLUMEN 1 COLECCION PRODUCCION BOVINA . SERIE SANIDAD ANIMAL
3 yo soy persona, hecha a imagen de dios
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YO SOY PERSONA, HECHA A IMAGEN DE
DIOS
¿SOMOS UN CONJUNTO DE CÉLULAS?
Hasta el 23 de septiembre de 1916, aproximadamente a las cuatro y media de la tarde, yo no creía que el hombre
tuviese alma, declaró mi viejo amigo el coronel M… Desde entonces no solo lo creo, sino que lo sé.
¿Y qué es lo que ha cambiado tan radicalmente su convicción?
Estaba en la trinchera junto a mi amigo el capitán S…, una de las personas más inteligentes y cultas que jamás he
conocido. Conversamos y él hizo algunas observaciones extraordinariamente ingeniosas sobre literatura oriental,
tema que le interesaba mucho, Hafiz, Omar. Ya sabe usted. Seguidamente recitó algunos versos de un poema de
Hafiz y de repente llegó el silbido y el impacto. Yo estaba ileso. Él estaba muerto. Pero lo que yacía muerto ante mí
no era él, era un cuerpo inmóvil, una envoltura vacía, una miserable nada. Su ciencia, su espíritu, todo se había
esfumado. Entonces comprendí claramente que él, lo auténtico y esencial de él se había separado de aquella
envoltura. ¿Por qué sonríe usted?
Porque su experiencia coincide con la enseñanza de uno de los más grandes filósofos de hace más de mil quinientos
años: san Agustín. Uno de sus discípulos le preguntó en una ocasión: “¿Cómo puedo saber que tengo alma?” San
Agustín le preguntó a su vez: “¿Eres idéntico a tu cadáver?” Él tiene tu pelo, tus facciones, todos tus órganos. ¿Pero
eres idéntico a él?” “No, no; reconoció su discípulo”. San Agustín asintió… “Pues no tienes más que restar tu cadáver
de persona y lo que queda es el alma” (Louis de Wohl: Adán, Eva y el mono).
YO SOY PERSONA HECHA A IMAGEN DE DIOS
Los hombres de todos los tiempos, asombrados por su grandeza y, a la vez por su fragilidad, se han hecho esta
pregunta: “¿Qué es el hombre?”
En uno de los salmos de la Biblia, un israelita pregunta a Dios en su oración:
Para dar respuesta a ese interrogante, la Iglesia recurre a dos relatos de la Sagrada Escritura que nos hablan de la
creación del mundo y del hombre: son textos que expresan la vida de Israel y de la Iglesia.
Los dos relatos de la Biblia sobre los orígenes narran poéticamente cómo Dios creó todo lo que existe. Pero lo
hacen de distinta manera.
El primer relato (Gen 1,1 – 2,4 a) resume y ordena la obra creadora de Dios en seis días de trabajo y un día de
descanso. En este primer relato leemos:
“qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser
humano para darle poder” (Sal 8,5)
“Dijo Dios: hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza.
Y creó Dios al hombre a su imagen:
a imagen de Dios los creó; varón y mujer los creó”
(Gen 1, 26 - 27)
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Dios creo al hombre como coronación de toda su obra y lo hace a imagen suya.
El hombre es como un resumen del universo porque en él se unen lo visible y lo invisible, lo material y lo
espiritual. El hombre, imagen de Dios, es superior a todo el universo material porque es capaz de conocer
y amar, de entrar en relación con Dios. La biblia añade que Dios encomendó al hombre la tarea de
gobernar la tierra. El hombre cumple esta tarea dirigiendo todas las cosas a Dios, dándole gracias por
ellas, cuidándolas y haciendo que estén a su servicio: esa es su dignidad y también su responsabilidad.
El segundo relato bíblico sobre la creación (Gen 2, 4b - 25) es una narración que a base de imágenes populares,
describe el origen del hombre y su destino.
El autor del texto sagrado imagina a Dios como un alfarero que modela con barro una figura humana, a la que
infunde un soplo de vida que la convierte en un ser viviente.
Dios coloca al hombre, así modelado, en un jardín o huerto para que lo cultive y guarde.
Estas son las palabras del texto sagrado:
Con esta bella narración, la Biblia quiere decir que el cuerpo del hombre está hecho de materia terrestre,
semejante a la materia de la que están hechos los minerales, plantas y animales.
Pero, por otra parte, al decir que Dios da la vida al barro con su aliento, el texto bíblico nos enseña que, en lo más
profundo del ser humano, hay algo que los distingue de los demás seres vegetales y animales.
Por su origen, el hombre vive gracias a un principio vital dotado de inteligencia y libertad, que Dios mismo le ha
infundido inmediatamente y que nosotros llamamos espíritu o alma.
Podemos resumir un poco estos textos respondiendo y razonando las siguientes preguntas:
¿POR QUÉ DECIMOS QUE EL HOMBRE HA SIDO CREADO A IMAGEN Y
SEMEJANZA DE DIOS?
El hombre como cooperador de Dios en la obra magnífica de la creación, aparece como un ser
único. El intérprete de lo creado es el hombre, que no siempre logra alcanzar ese modo de ser,
verdaderamente lo que está llamado a ser, el gran intérprete de la creación. A imagen de Dios
hemos sido creados. Quieres decir parecidos a Dios.
Ese parecernos a Dios, por allí, no lo hemos sabido cuidar y es tiempo de recuperar nuestro
parecido. Parecernos más al Señor que nos invita a reconstruir con Él el mundo que ha creado. De
todas las criaturas, el hombre es capaz de conocer y amar a su Creador. Es el único ser creado en
la tierra, al que Dios ha amado por sí mismo, dice el catecismo. Solo nosotros estamos llamados
a participar de amarlo, amándolo, de conocernos profundamente conociéndolo y haciendo de la
humanidad en toda su extensión, un lugar donde Dios pueda habitar.
“El Señor Dios modeló al hombre de arcilla del
suelo, sopló en su nariz, un aliento de vida, y el
hombre se convirtió en ser vivo” (Gen 2,7)
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¿CUÁL FUE EL MOTIVO PARA QUE DIOS ESTABLECIERA AL HOMBRE EN
SEMEJANTE DIGNIDAD DE SEMEJANZA?
Se lo plantea el catecismo de la Iglesia católica en una pregunta al comienzo de la reflexión en torno a la
creación del hombre y se responde: “Ciertamente, nada que no fuera el amor inextinguible con el que
Dios contempla a su criatura, y te dejaste cautivar de amor por ella, cita el texto a Santa Catalina, “Amor
por el que lo creaste, por amor le diste un ser capaz de gustar tu bien eterno”. Que esta gran dignidad a
la que el hombre se abre en el momento mismo de coparticipar de la semejanza con la que Dios lo ha
creado. Por haber sido hecho a imagen de Dios, nosotros tenemos la dignidad de persona.
No es solamente algo, sino alguien a quien Dios ha creado. Por ese alguien que somos, tenemos
capacidad de conocer, de poseernos a nosotros mismos y de darnos libremente y entrar en comunión con
otros semejantes, y en esta vocación de interrelación en el amor, abrir el espacio exacto para que sea
Dios quien habite en medio nuestro por una alianza de amor con Él, como Creador y como Redentor. Dios
creó todo para el hombre, pero al hombre lo creó para servir y amar a Dios, para ofrecerle toda la
creación.
Dice por allí san Juan Crisóstomo: “¿Cuál es el ser que va a venir a la existencia rodeado de semejante
consideración? Es el hombre, grande y admirable, figura viviente, más precioso a los ojos de Dios que la
creación entera. Es el hombre, para él existen el cielo y la tierra y el mar y la totalidad de la creación. Y
Dios ha dado tanta importancia a su salvación, que no ha perdonado a su hijo único por él, porque Dios
no ha cesado de hacer todo lo posible para que el hombre subiera hasta Él y se sentara a su derecha.
Dios nos hizo a semejanza suya y nosotros queremos parecernos cada vez más a Dios. Así lo anhela y
espera nuestro corazón.
Hay rasgos de la humanidad ante los cuales no siempre nos detenemos a ver, pero que son los que nos
hacen verdaderamente enamorados de lo que somos mirándonos en otros y descubrir la gran vocación
que tenemos de ser presencia de Dios en el mundo. Por ejemplo la capacidad de sonreír, ¿No te admira
eso, de que el hombre por su inteligencia pueda tener una mueca con la cual darle la bienvenida a la
existencia de todo lo creado? La capacidad de conocer, de amar, de solidarizarnos, de tender una mano,
la capacidad de elegir, la capacidad de autodeterminarse en la elección, de todos los rasgos que esconde
la humanidad que cuando la contemplas en comparación con el resto de lo creado se muestra la
diferencia.
¿Cuál es el rasgo que más te llama la atención? La capacidad de orar, de poder levantar las manos y
elevar una súplica a Dios de una manera inteligente. ¿Cuál de todas las capacidades humanas son las
que te admiran y por la cual te animas a ir por más sabiendo que hay otros rasgos de la humanidad que
nos entristecen? Pero hoy queremos insistir sobre lo que nos admira realmente y admirados de
semejantes dones derramados en la humanidad reconocer allí la semejanza con la que Dios nos hizo a
medida suya.
San Pablo nos dice que dos hombres dieron origen al género humano a saber Adán y Cristo. El primer
hombre, Adán fue un ser animado, el último Adán, un Espíritu que da vida. Aquel primer Adán fue creado
por el segundo, de quien recibió el alma con la cual empezó a vivir. El segundo Adán es aquel que cuando
creó al primero colocó en Él su divina imagen, de aquí que recibiera su naturaleza y adoptara su mismo
nombre para que aquel a quien había formado a su misma imagen no pereciera. El primer Adán es en
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realidad el nuevo Adán, aquel primer Adán tuvo principio, pero este último Adán no tiene fin, por lo cual
este último es realmente primero, como Él mismo afirma, “Yo soy el primero y Yo soy el último”.
Una reflexión bellísima de San Pedo Crisólogo. Es en el primer Adán, en Cristo Jesús, el primero, en donde
todo nuestro ser puede ser revitalizado porque en realidad, como dice el Concilio Vaticano II, en:
Gaudium et Spes 22,1
El misterio del hombre solo se esclarece en el misterio del verbo encarnado. Todo lo que
estamos llamados a ser encuentra su plenitud en la contemplación y en la identificación con
Cristo Jesús, en el verbo que se hizo carne, el primer Adán viene a traernos vida nueva.
Ponte al lado de una planta, o siente que estás pisando sobre tierra o sobre mosaicos o donde estés
parado, que es un ser inanimado, o sencillamente acaricia tu perro o tu gato, o tu loro o tu canario, y te
vas a dar cuenta de que hay una diferencia entre todo lo que miras o cuando miras a tu mamá, o tu
papá, o tu hermano, tu amigo, a tu compañero de colegio o a don Juan que justamente está pasando por
delante de tu casa para hacer las compras ¿Te das cuenta de la diferencia? ¿Dónde está la diferencia? Es
que además de tener un aspecto corpóreo, nosotros tenemos un alma, un espíritu que nos asemeja a
Dios. Dios formó al hombre con polvo, del suelo e insuflo en sus narices aliento de vida y resultó el
hombre un ser viviente.
Por tanto el hombre en su totalidad es querido por Dios, dice el catecismo. A menudo el término alma,
designa en la sagrada escritura la vida humana o toda la persona humana, pero designa también lo que
hay de más íntimo en el hombre, lo que más claramente nos distingue. No somos una cosa, por lo tanto
no somos un envase descartable, no somos de lo que se puede consumir y después tirar. En este sentido
el hombre merece todo nuestro respeto, toda nuestra consideración.
EL HOMBRE ¿ES CUERPO O ESPÍRITU?
EXPERIENCIA DE ANALISIS (Buscando huellas)
Cada uno, inspeccionando el entorno, ha de fijarse con detenimiento en cualquier detalle que nos ofrece la
naturaleza. Se trata de encontrar, localizar… todas aquellas pistas o curiosidades naturales (colorido, forma,
función…) que suelen pasar inadvertidas para el que sólo se preocupa de sus cosas, pero que siendo buen
observador nos llevan a conocer el verdadero rostro de Dios de quien somos imagen.
TRABAJO PERSONAL
¿Qué huellas he descubierto yo?
Nosotros, como grupo, ¿Qué podemos hacer, para descubrir el rostro de Dios en las cosas creadas?
¿Cómo podemos anunciar nuestro descubrimiento a los demás?
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Lee y completa:
Gn 2,7
Ez 37, 8-10
Mt 22,32
Sal 42, 3
Gn 1, 26-28
10 D
9 I
7 O
5 S
6 D
12 E
8 L
11 A
1 V
3 I
2 D
4 A
REFUERZO BÍBLICO
Jn 1, 12
Jn 11, 52
Rom 8, 16
1 Jn 3, 1-10
Gal 3,26
Prov. 1,19
Prov. 2,10;15
Prov. 3,27;31
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