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MAIRE 
EL HOMBRE HORADADO 
-O LO QUE NACIÓ DE UN SUEÑO-GONZALO
EL HOMBRE 
HORADADO 
O LO QUE NACIÓ DE UN SUEÑO 
GONZALO MAIRE 
Editorial Rove
© Editorial Rove, 2013 
© Gonzalo Maire, 2013 
Editor: Emilio Vargas Poblete. 
Portada: Gabriela Consuegra. Sin título (2013). 14,5 x 19,5cm. Tinta 
china y acuarela sobre papel canson con retoques digitales. 
Contracubierta: Gabriela Consuegra. Sin título (2013). 14,5 x 19,5cm. 
Tinta china y acuarela sobre papel canson con retoques digitales. 
1ª edición 
Licencia Safe Creative: 1305245152385 
Santiago de Chile, 2013. 
Publicado en formato online en Buenos Aires, Argentina, 
mayo de 2013.
“Hay un pájaro azul en mi corazón que 
quiere salir 
pero soy duro con él, 
le digo quédate ahí dentro, no voy 
a permitir que nadie 
te vea” 
Charles Bukowski (1920-1994). 
“Hay un campo de rastrojos donde una negra lluvia cae. 
Hay un árbol pardusco que se yergue solitario. 
Hay un viento susurrante que abraza las chozas vacías. 
Qué triste este atardecer”. 
Georg Trakl (1887-1914).
Índice. 
Reseña del autor pág. 7 
Sobre las ilustraciones de este poemario pág. 9 
Preludio pág. 11 
Similar al cielo pág. 15 
∞ pág. 19 
All grown up pág. 21 
El guardabosque pág. 23 
Jirones pág. 26 
Imágenes puras pág. 28 
En un sólo lugar pág. 31 
No será de tristes figuras, sino cisnes sin alas pág. 34 
A mí, difícilmente, violonchelos pág. 38 
Insistiéndome pág. 41 
Amaneciendo pág. 44 
Fatamorgana pág. 47
Sólo me queda una nube amarilla pág. 52 
Tú sabes mi nombre, ángel desesperante pág. 54 
Basura pág. 57 
Desolación en la imagen de junio pág. 60 
A una María, lento árbol pág. 62 
Tosca elegía pág. 65 
El azul en que canto huérfanos pág. 70 
Breve estancia en el silencio pág. 73 
Escarcha dura pág. 77 
Pequeñas manecillas en medio de la sombras pág. 81 
Alrededor, gradualmente pág. 83 
Bajo el suelo, lámparas pág. 87 
Al lado de la carretera pág. 88 
Boceto de un vagón, a contrapelo pág. 90 
Despedida del hombre horadado pág. 93 
Plantaciones de té pág. 95
Reseña del autor. 
Gonzalo Maire es un historiador del arte y poeta nacido 
en Santiago de Chile, en el año 1987. Cursó sus estudios de 
pregrado en la Universidad de Chile, y actualmente realiza un 
Doctorado en Filosofía en la misma sede universitaria. 
Docente de historia y teoría del arte japonés, además de 
un invitado recurrente a espacios de debate académico y 
extensión sobre el tema, su línea de investigación se enmarca 
en la indagación de la cultura japonesa en el objeto arte, su 
historiografía, pensamiento filosófico-estético y dimensión 
mítica; síntesis y modos de ser y de mundo. 
Como poeta, ha trasladado sus inquietudes intelectuales a 
sus dos primeros libros: “Bajo cerezos en flor” (MAGO 
Editores, 2011) y “Caballos planetarios” (Editorial Rove, 
2012), en los que desarrolla las formas de apropiación de 
imaginarios cosmológicos orientales –lo japonés- sobre lo 
real: las significaciones de los sentidos a través el lenguaje en 
el primer poemario, y una antropología metafísica en su 
segunda obra. Su tercera entrega, “Así fue como vivimos” 
(Editorial Rove, 2012), corresponde a la introspección de su 
propio cauce germinal poético, el que no sólo se sustenta 
sobre la base de su objeto de estudio cultural, sino también 
la experiencia estética cotidiana del amor y la configuración 
de una retórica sobre la escena amorosa deshecha. 
7
Finalmente, cabe señalar la particularidad que, salvo el 
primer poemario, los demás títulos se encuentran en formato 
digital, online, y cuyo trabajo de elaboración y difusión es 
íntegramente gratuita a través de Editorial Rove, y en las 
plataformas de distribución del autor. La obra poética de 
Gonzalo Maire, prácticamente en su totalidad, no posee 
fines de lucro, quedando a completa disposición de quien lo 
desee. 
8 
Datos de contacto: 
Cuenta Blogger de Gonzalo Maire: La casa de té 茶室 
<http://gonzalomaire.blogspot.com/> 
Página web donde se encuentran alojados los títulos precedentes del 
autor: Issuu 
< http://issuu.com/gonzalomaire> 
Página web de Editorial Rove: 
< http://www.editorialrove.com/>
Sobre las ilustraciones de este poemario. 
Este libro posee un conjunto de imágenes sustanciales, 
que para mí, son revelaciones centelleantes de la huella de lo 
horadado, y formas complementarias de un discurso sobre la 
palabra, atravesado por la visualidad desde un sentido 
precario, pero a la vez profundo, enriquecedor, de la ocasión 
de la existencia humana como depósito residual de la vida. 
La autoría de este registro visual, le corresponde a Gabriela 
Consuegra Valenzuela (Santiago, 1989), Licenciada en Artes 
con mención en Artes Plásticas de la Universidad de Chile, 
estudiante tesista para optar al Título Profesional Mención 
Pintura. 
La autora se ha perfilado con un particular interés en el 
dibujo, el que se inscribe el trabajo con tinta china y aguadas, 
así como el manejo refinado tanto en tramas y achurados. Su 
obra pictórica se traslada a escenas donde el procedimiento 
técnico de la imagen se despliega sobre el testimonio y la 
construcción lúdica de realidades, relaciones de figura-fondo, 
y las transmutaciones significantes en y desde los espacios 
tensionados, en la puesta en marcha de un discurso visual de 
lo identitario. Los temas que aborda esta artista visual oscilan 
desde los paisajes marinos, constelaciones de zonas porteñas, 
mosaicos de espacios subjetivados a través del extrañamiento 
y configuración de escenas agorafóbicas. 
9
Algunas de las exposiciones donde ha participado Gabriela 
Consuegra: 
- Exposición de Pintura en “Mil manos por KreART”, 
Facultad de Artes, sede las Encinas, Universidad de Chile. 
Santiago. (2009) 
- Exposición “Taller Imaginario”; Producciones del taller de 
pintura del Departamento de Artes Visuales de la 
Universidad de Chile. Casa de Cultura Anselmo Cádiz de la 
Ilustre Municipalidad del Bosque. Santiago. (2010) 
- Exposición “Siluetas como retratos” del 17 de noviembre 
al 30 de noviembre, en sala de exposición del Edificio de 
Servicios Públicos de la municipalidad de Ñuñoa, Santiago. 
(2011) 
- Organizadora y expositora de la muestra permanente del 
“Colectivo Pie forzado” llamada “Arte y deporte” en la 
facultad de Odontología de la Universidad de Chile. (2012) 
- Seleccionada y ganadora de la segunda mención honrosa en 
el 2º Salón de Arte Otoño 2012 con la obra “desarticulación 
interna”, organizado por la facultad de Odontología de la 
Universidad de Chile. (2012) 
-Expositora en la Casona Nemesio Antúnez con la muestra 
colectiva “Ciudad Saturación”. (2012) 
10 
Datos de contacto: 
Página web con la obra visual de Gabriela Consuegra: Flickr 
<http://www.flickr.com/photos/gabriela_consuegra/>
Preludio. 
La modernidad nos dejó el problema de la representación. 
La unidad aparente de ser, de habitar, de conocer y percibir 
se ha licuado sin remedio, quedando bajo una relación 
meramente contemplativa, expectante, muerta ¿Qué es lo 
real, realidad finalmente, lo verdaderamente que buscamos 
mientras vivimos, y lo verdaderamente perdurable en el 
sentido de desplegarnos sobre nosotros mismos, de mí, tú, y 
el mundo? Hay un ser de todas las cosas que yace develado 
desde el origen; llámenlo Dios, universo o noúmeno, y está 
el ente, esa pobre geografía de apariencias y teatros, historia 
y relato. 
Somos los hijos de esa crisis existencial, de la modernidad 
como un eterno aborto, pero no en términos de disociación 
entre un accidente –parecer- y una permanencia –esencial y 
adherido-, sino en la escena de una pérdida de todo sentido. 
Lo difuso de los contornos, la laxitud de la voluntad es lo 
que describe al hombre contemporáneo, existencialmente; ya 
no es posible ningún juicio, ninguna reflexión o proyección 
de sí que no devenga en una profunda contradicción, un 
sinsentido ontológico, limitación de obrar, y pura negación. 
El lenguaje pone en escena esta ruptura en su propia 
precariedad relacional y nominal entre el sujeto y el objeto, el 
medio enaltecido por el que conocemos. La poesía presta un 
11
poco de auxilio, sí, es cierto, en el momento que se propone 
abrir las posibilidades de significación en el lenguaje y la 
experiencia, explorar a medio camino entre una analogía y un 
concepto, ese acontecer y suceder que perdemos en la 
representación. No obstante, su auxilio providencial no sale 
de unos manotazos de ahogado, sellados en la burbuja del 
hecho artístico o en la teoría estética, porque al fin y al cabo, 
es el ser humano quien se encuentra en el entredicho. 
¿Y cómo es que llamaríamos –si cabe todavía establecer la 
palabra “llamar” al hecho supuesto de autentificar y validar-a 
este tipo de organismo humano, a esta imagen acartonada, 
depositada en nuestro tiempo como simulacro? Un buen 
seudónimo es el de hombre horadado. 
Pienso que el hombre horadado se asemeja más a la existencia 
transhistórica, acumulativa de la angustia y el despojamiento 
radical de su propia voluntad, que el resultado de la 
sinceridad moderna al advertir su fragilidad en el mundo: la 
desfragmentación de su yo, corresponde a la duda y la 
miseria que genera su autonomía como individuo solitario, el 
anacronismo de un espíritu aplastado por la experiencia de lo 
real, que desgaja su inmanencia en síntomas binarios: cuerpo 
y alma, conciencia e inconciencia, bien y mal, razón y 
sentimiento, gesto e indicio, locura y cordura, hombre y 
mujer, vida y muerte, naturaleza y hombre, poesía y sentido. 
Ésta es la forma que nos han heredado, y de la que sin 
fuerzas y sin convicciones, nos acostumbramos a no eludir: 
el simulacro de la palabra y la vida. 
12
Vendido el Amor a un poder que está más allá de toda categoría, Hombre horadado, 
solamente subsistes, y tú eres el lugar donde cae la lluvia, y el peso de algo que ya no está. 
Sin título (2013). 14,5 x 19,5 cm. Tinta china y acuarela sobre papel 
canson con retoques digitales. 
13
14
Similar al cielo. 
Hay cosas bellas en el mundo, bellas realmente, 
como el cuervo que de pronto se hace luna, 
y sobre sus alas desenlaza una lentitud de acecho tinto, o 
ataúdes conmovedores; 
o también qué decir de la noche difunta, pesada gota estirada 
entre las flores solitarias, 
que de beso y de beso, extienden un denso amarillo, amargo, 
y acarician el sueño calcáreo, allí, en el aire oscuro de su ser 
nervioso, 
mordiendo el amor sobre las olas de mí. 
Oh, de lo hermoso, absoluto, ave y noche, y gemido, 
15
y de lo que se asoma tatuado de sitios y de lágrimas: 
yo sólo amo y sólo escribo a lo que da herida a las violetas 
secas o a las penumbras rotas. 
¿Pero por qué es que yo he nacido así, tan sordo, nocturno 
y devorado por los inmensos girasoles? 
Veo cada día de mi existencia órganos respirando, una forma 
estática 
como una sentencia del mismísimo miedo, 
y habitaciones con baldosas torcidas y un agua que atraviesa 
mis venas quebrantadas. 
Soy así, y no quiero. 
Mordido por todos lados, huyo empapado de un líquido 
oscuro, y desbordado desde mí mismo 
un espeso mar respira y habla de profundidades que yacieron 
alguna vez encadenadas. 
¿Qué me cabe ya esperar? 
16
Pero acontece, y es que, acontece… 
Que hoy habito en un mar incierto de cosas, y pregunto por 
ellas uniforme; 
no me acostumbro, 
y tengo el peso lúgubre de lo real: 
hojas suicidas se gastan en mi corazón sin materia, y el otoño 
madura sus uvas bajo mis pies. 
Soy tan sólo una sombra ardiente, un miserable anochecer. 
Veo una luz que no alcanzo, un corazón que no se completa, 
mientras las aves persiguen migraciones hacia el límite de lo 
ahogado, 
y de vuelo y de cenizas, caen hermosas y con estrellas entre 
tumbas frías, 
el viento penetra su lengua en la boca encendida de las nubes 
17
y desarrolla su beso cerrado de un amor puramente negro, 
de una sangre ahogada. 
Pasan las horas y me siento a goterones, tartamudo, funeral. 
Todo tiene una existencia ajena, una amarga superficie. 
De la soledad mengua un pequeño rocío, sin perfume, y de 
lo bello, 
el aguacero de lo que siempre fue trastocado; 
ruina de todo origen, de números persistentes y melancolía. 
Tú eres mi silencio, Desamparo, como las entrañas de un 
horizonte parido: 
bajas y duermes en mi cama como una cópula de palomas 
lentas 
y cuchillas que entre tus párpados das, y estrofas nupciales 
que hacen de mí, tan similares al cielo. 
18
∞ 
Bienvenida, Madre Naturaleza, a la casa que asosiega a tu hijo, 
un todo perpetuo de silencio, letargo y cenizas 
que las paredes devoran hasta morirse, el retrato de otoños marchitos 
y la hierba que de rodillas, acaso como sombras en cruces, se multiplica 
al sonido de la soledad sin fin, 
y me desviste. 
La residencia que vive sobre tus senos a gotas, y derrama tu vientre 
negro en la noche fallecida, te saluda. 
Bienvenida a tu casa de viajeros, 
a las arañas deshechas y fatales, como las estrellas madurando, 
19
amontonadas y anónimas, floreciendo debajo de los patios entre los 
hospitales. 
Bienvenida, Madre Naturaleza, a la perforada residencia de tu hijo, 
hogar de lilas con lamento y quemaduras que no poseen un principio o 
mundo, 
sino piedras rojas y viento 
y calles agónicas y hojas y hombres y suicidas y sermones y crepúsculos y 
cosas hacinadas y olvidadas, 
como una sola azucena en el amor, como una sola y estéril trayectoria, 
una voz de precarias entidades sin un rostro, atadas, nacidas dentro de 
mis sueños 
y que se extienden esclavizando a miles y miles de pájaros con sus picos 
rotos. 
20
All grown up. 
Me di cuenta que había crecido, cuando en la mañana volaba 
un pájaro 
y dije que era rojo, 
y en la tarde compramos girasoles para la despedida de una 
compañera. 
Mi sombra entonces acumuló más peso, y mi alma acudió a 
romperse con el agua. 
Mariposa sin alas, 
el viento te lleva en su boca, 
y pasas a través de mí, y yo te pongo un nombre y colores y 
límites 
21
a través de las tumbas y las flores que guardan tu silencio. 
Pequeño mundo, diminuto, 
que se enrosca bajo los árboles, descosiendo las hojas, 
creciendo entre mis manos y los días, tú, detrás de una carta 
de amor que olvidé 
y regresando silenciosamente con el olor que nace de la 
tierra. 
Labra un campo para no saber de la vida, ni números en los 
años; y repitiendo las mismas palabras, 
una y otra vez, 
di una oración hacia donde tú duermas. 
22
El guardabosque. 
Otra vez he nacido, 
otra vez en esta incierta certidumbre de amor o vinagre 
oscura, de idénticas espinas sonando en silencio, 
un sólo fondo de trajes sepultados y orquídeas negras, 
desde los pelos hasta los pies, 
brasas en medianoche y arcilla de artesano, de números, de 
cuchillos, 
de un llanto de acordeones girando sobre sí mismo; 
otra vez terrestre y de luto con los sueños mordidos por una 
rosa redonda, 
y todo para conocerte a ti, 
buscándote adonde tú no estabas, 
23
caminando con el cuándo entre los dientes, el hambre, la 
piel, pequeñas superficies inconclusas por Dios, 
los porqués, 
bajo la tierra poblada de roncos árboles, un corazón sin tinta 
que describe temperaturas obscenas, 
y tiñendo con heridas el olor del viento, desnudo y solo, 
una despedida de algo que muchas veces, muchas veces, 
floreció para no ser. 
Sin brújulas y astrologías por los puentes decaídos, el día se 
establece en mis ojos, sólo por ti, 
y violines en los sanatorios y en los cines sin sombra muda, 
una mujer que eres, sólo por ti, 
voces llamando a través del miedo de las noches que 
acechan, 
una distancia que se mueve con un brillo tenue, 
y viejos océanos con el retrato de tu nombre, 
24
allí, sobre la boina de un hombre que comparece a su amor 
con un dedal muerto, 
y tijeras, y sastrerías, y el crimen de una botella con muchas 
lágrimas de medianoche. 
25
Jirones. 
Preguntaréis bajo un día de sol, quién es el que llora, 
quién es el que escarba entre cadáveres y ruiseñores 
buscando un violín que vuela por la noche. 
Preguntaréis a una nube en la melancolía, quién, quién es 
el que besa, besa y acaricia 
lo que se halla en un viento de corceles, 
y atiborrado de árboles que retroceden repletos de pena y 
de agua. 
Preguntaréis quién es, quien el que lava las palabras rotas 
de un planeta sin calles, 
y luces retumbantes de conversaciones entre luciérnagas, 
y quien posee los pies de la madera más vieja, y astilla los 
caminos cuando pasa y no lo ven, 
26
confundido con un quijote que mira al cielo retorcerse 
con sus estrellas dolorosas. 
¡Oíd los jirones llegando al oscuro placer, oídlos de oscuro 
placer! 
¡Oíd venenos azules en una sombra, zapaterías con olor a 
mujer sin lunas, oíd su voz de diana difunta! 
Preguntaréis quién. Preguntaréis… 
27
Imágenes puras. 
Un viento de pulmones incoloros asola las hojas más allá 
del horizonte 
y como brújulas sin remedio, transitan entre desolaciones 
sin casa. 
Largas tardes de iglesias marchitas me sobreviven como a 
una existencia arrancada de sí, 
y en cada rostro oscureciéndose sin fin, desde dentro un 
grito sobresale, 
excedido por todos lados de narcisos cubiertos de sangre, 
espejos amarillos que nadie puede sostener. 
A un sol que está de luto, conservo ojos de exterminio, 
28
un retrato que va andando entre lámparas 
por callejones aullantes de una madera podrida, 
letreros profanados de cuerpos vencidos 
por la furia, el lodo, el semen profundo de una amapola 
sin vida, 
o unas golondrinas sin alas, que vuelan como ángeles 
difuntos, 
o como una hebra entre la soledad, 
que de cierta ternura, cierto modo de sufrir, 
es una presencia hasta el fondo 
y esculpe en su torso los funerales y canciones de toda la 
extensión que brotan sobre este mundo. 
Al golpe de una gota, a la luz de una estrella, 
29 
bebo para mí, por mí, 
solo,
moviéndome a penas, fatigado, 
mientras que a mis espaldas un riachuelo ahoga mi 
sombra 
con un vino de cuyas botellas una tristeza sorda muerde y 
mosquitos 
30 
ya sin vuelo, 
y ciertas cosas también que un vagón detenido le roba a la 
noche.
Un sólo lugar. 
Extraña mañana de verano, 
en que intento llenar con cartas un agujero en el mar. 
Una contracción anida en el pecho, y una voz se desintegra en cualquier 
lugar. 
¿Es que estuve enamorado, o fue una triste invención? 
Sueños malformados me hablan con un sólo ojo, de algo, algo, 
algo, algo sin ninguna importancia. 
El sol deshoja sus pétalos en mi cara, 
y la falda de una mujer florece sobre sus líneas sexuales, nuevamente, 
y su juventud blanca peina un gorrión espeso en la noche alta. 
31
Los cerezos follan sin saber si mi pena va a pasar, 
o si la maleza seguirá haciendo jirones con las manchas de mis ropas. 
Una fresca brisa atardece las horas, y viento de úteros que soplan en mi 
boca 
haciendo sonar cascabeles de gato 
sobre la orilla de un mar con ostras, pinceladas púrpuras en el cielo y 
lienzos desgajados en melancolía. 
32
33 
El Hombre horadado no sufre 
ante la vida -el espectáculo de 
vivir-, pero llora en secreto la 
obstinación de la existencia que 
lo somete, y lo abandona. 
Despojado de todo cuerpo, el 
vacío se asemeja también al 
alma. 
Sin título (2013). 14,5 x 19,5 cm. Tinta china y acuarela sobre papel 
canson con retoques digitales.
No serán tristes figuras, sino de cisnes sin alas. 
Pequeña ave, criatura de ciertas tumbas, 
canta conmigo: 
inclina el aire, cúbrelo sobre tus sombras, 
acuéstate vestida en la cuna de mi esqueleto 
y reparte con tu voz la muerte entre los abandonados, 
la sílaba 
que ya no porta el trigo. 
Una estrella se expande con pieles gastadas sobre tu vuelo 
y una luz entre corchetes 
se deja caer y colma de engranajes mi corazón. 
34
Nacido dentro de una nuez azul, 
voy de sangre sin morirme y estoy triste, 
y a menudo como un grano de arena, estoy triste. 
Las parturientas que me visitan son similares a una luna 
enferma, 
enterradas en esponjas, gimiendo instrumentos pesados, 
y rodeándome las manos con un resplandor que no hace a su 
volumen, 
una buena luz. 
Como relámpagos a pasos de aire, 
precipitando la desnudez entre las urnas, 
la simpleza perdidamente del anillo 
y el fuego súbito de un beso, 
vas y vienes en la vida, siendo una vela o fantasma y asfixia; 
tú me tocas los huesos 
35
y lames con tu lengua la gota de un parto enrojecido, 
a menudo con alambres y rosas 
que no conducen a ninguna estación, 
y amamantas mi boca, 
y despiertas los sueños de los astilleros 
que se embarcan hasta los océanos para no existir. 
Los murmullos de los muertos 
se oyen a través de un navío sin proa, 
y la noche desciende hasta una vivienda vacía, 
arrastrando consigo sus caballos luminosos 
y una terrible nostalgia que desdibuja diminutos relojes. 
Las escobas en el cielo barren nuestros tejados 
-y sucedemos- 
36
con lluvia de polvo y ausencias sonando, 
orejas de vírgenes cortadas, 
un amor apasionado, la lujuria interminable, una ternura, 
y de pronto, 
y de pronto aquí estamos acercándonos en el frío, y nacemos 
como el cisne sin alas, 
atardeciendo. 
37
A mí, difícilmente, violonchelos. 
Yo nací como todos los hombres: 
residente de la historia, firme, dispuesto en alma toda para el 
amor inaplazable. 
Constelaciones de seres palpitando recibimos, planetas con 
un sonido puro al nacer, brillan como una sola sílaba, 
y es algo positivo para mí, positivo. 
Yo amo, extiendo y voy rompiendo calendarios con los 
cristales y las albas enronquecidas. 
Es un lento entierro de aguas agrias y rituales, que pasan por 
la vida, cósmicas imágenes de un punto en reposo, 
y un leve daño, 
38
que se derraman sobre la hora del encuentro y el nacimiento. 
De la noche un río púrpura arrastra el tiempo a pétalos, 
y muros invisibles arrullan la desnudez de una estrella, oh 
volumen de ostra cósmica, 
hasta dejarla caer quemada en el borde turbio de las cosas, 
de cierta ausencia y consigna, oscura sangre a contrapelo 
como una mariposa que se muere por la espada de un ángel, 
o un hombre viejo y perpetuo 
cuando ve la luna dentro de las cortinas y el aroma apretado 
de las orquídeas en los balcones, 
resbalando hacia su corazón una noche de violonchelos, 
mientras llora cuerdas duras y maravillosas 
y jazmines que recorren la superficie fémina de un contacto 
derrumbado, y demasiado remoto. 
39
Sin título (2013). 14,5 x 19,5 cm. Tinta china y acuarela sobre papel 
canson con retoques digitales. 
40 
Exiliado del mundo, la más 
pequeña habitación posee raíces 
muy profundas. El Hombre 
horadado sobrevive solo, 
desmenuzando la luz, y 
creando escaleras con tablones 
infinitos.
Insistiéndome. 
Pesada techumbre que empequeñece, inclusive, a la noche 
que porta sus cicatrices, 
jeringa cerrada con dolor a pezón 
que punza el aire arrebolado de criptas duras, sosiego 
de la razón sobre un mar de lágrimas rojas. 
Todo esto es un renacer impuro, una colmena de moscas 
amarillentas, 
girando 
y girando 
sobre el contorno de un sentimiento que no desaparece. 
41
Pobre piedad hace un río muerto a sus piedras, pobre luz al 
camino 
que siguen y alimentan a los muertos. 
De muchas cosas que sufren y les hablo para calmar, 
hoy yo soy una más, 
chorreando huesos y pus, delirando líquidos como los bares 
sin regreso. 
“Yo quiero que te acuestes y no despiertes”, me dije a mí 
mismo, 
“quiero constelar una guitarra enferma, y cantar a la soledad 
sus poemas, cultivar sus animales 
y degollar los árboles con la letra más triste que implore mi 
voz maldita”. 
42
Así fue que en un día, por fin me detuve. Y el mundo como 
una gran cebolla 
se fue descosiendo, y lagrimando oscura en mi alma sin 
consuelo, y a pedazos. 
43
Amaneciendo. 
Sobre una mesa que hiere el espacio, un vaso con agua da su 
lenguaje de enfermedad. 
Efigies de meras sombras rodean el sitio asolado, 
y acompañan con velas y escarabajos viudos los gritos de los 
pianos, 
y el desamparo de los días que se dilatan amaneciendo, 
y la tortura permanente de la noche 
con miles de juguetes dispersados entre los cementerios. 
Grandes pasos sin virilidad y puñales con sueño testifican la 
sangre inerte 
que hay dentro de una habitación con cuerpos volando, 
44
y estertores de coitos y depósitos siniestros. 
Oh, rituales del tiempo, fatalidad de hombre y sus condenas, 
el aire se enrosca con un deseo sincero de vida 
y el pulmón de las hojas estalla produciendo un silbido en las 
caras de las personas. 
Palomas con cabezas de petróleo anidan sin ser vistas, 
y se acumulan curiosas, merodeando el sexo agudo de una 
estatua que se conduce sorda. 
Yo quiero romper cristales en tu nombre, golpearme contra 
los números indefensos, 
subir hasta el cielo con alas en pleno llanto. 
Y mientras tanto las moscas se entretienen en mi cuerpo, y 
beben infinitos colores, 
45
y devoran los paisajes que descansan en mis ojos. 
Y mientras tanto germina un nuevo amanecer, y mientras 
tanto una débil pausa… 
No me des tanto tiempo ya, triste abandono, abandonado, 
ni rompas las jarros que vierten mi garganta en el crepúsculo, 
los vidrios malditos que dan forma a las casas 
porque de un segundo, 
de una sola lágrima que nazca con sus bocanadas negras, 
yo ahogaré en mi boca las espirales de un dolor inhumano, 
y cargado de lirios acumulados entre las sombras de la noche 
haré de la aurora su pura luz violeta; 
ligero candor de una abeja con traje de mañana y su suicidio 
amarillo. 
46
Fatamorgana. 
Suprimido ser, 
distante, 
similares a los ladridos ásperos y averiados de un perro antes de morir, 
tristemente transparentes, 
inconstante, 
como una carne deshecha por la luz, o por arañas sin ningún encanto o 
como uvas mordidas por el sexo, 
sediento ser, 
cobarde, doliente, como una higuera concibiendo a gritos el invierno; 
nadie sabe quién eres, 
y caes, 
47
y ruedas junto a mi nombre sin poder definirlo, recopilando el amor sin 
tocarlo, 
infructuosamente, 
como no se logra precisar el espanto y los mataderos de cisnes. 
Lleno de dientes oscuros, de seducción infecunda, 
de zorzales varados, 
tulipanes 
calientes, 
cruzas el alma de un socavón, y partes en úteros las flores, 
y eres la distancia del mundo. 
Abandonado, te pareces a una simple calle ciega, débil, y correteas con 
tus párpados sus cenizas, 
abandonado, 
juegas a no ser nada, 
extenuado de trajes sin medida, y joyas a lo alto de las iglesias, 
el sexo que se abre sin piernas, flotando, 
48
desintegrándose 
con orgasmos de ángeles descoloridos, consumiéndose igual un arcoíris en 
un rincón 
roto, 
y las primeras raíces que amanecen en las abejas, después de una noche 
redonda, 
anudan las arboledas secas, 
y te pareces a esa preciosa imagen del mundo, al polen grueso de mis 
pensamientos, 
a la claridad de las piedras, 
a la sangre de las hojas. 
Muslos con actitud de tijeras cortan la aurora: 
otro amor, 
una cama diferente, 
y la noche se desangra desde dentro. 
49
Secreto y herido, recalcitrante, dulce, se ahoga el tiempo con la historia, 
y se deshacen los castillos en el cuello de las copas 
que reducen tu ser a un puro y amargo movimiento de otoño en el vino. 
50 
Aves nocturnas se escuchan llorar, 
a lo lejos, 
traicionando sus propias creencias.
Sin título (2013). 14,5 x 19,5 cm. Tinta china y acuarela sobre papel 
canson con retoques digitales. 
51 
El Hombre horadado es 
un ser histórico, 
universal, y a la vez 
individual y encarnado; 
ley y relato, gesto y 
discurso: es lo más 
cercano a un juguete 
roto.
Sólo me queda una nube amarilla. 
Siento que mi alma se va secando como una cáscara en el 
viento, sin un rumbo estable, 
y un insomnio de cometas letales me hiere las uñas. 
Dejo caer mis dientes, suavemente, hacia el mundo. 
Como una tela ensangrentada yo solamente sufro, resignado, 
y acumulo un cajón que ya no tiene ropa, 
un rosario naranjo o una carta que murió sin saber leer, un 
revólver temblando, una bala abierta que huye, 
una esquina con su orina caliente, chicles sin sabor en las 
aceras, el nombre de una gata perdida, 
una mujer que baila en un burdel, un conejo sin sus patas, 
52
o una flor que muere como flor, marchitándose dentro de 
una primavera envenenada. 
Las cosas son como son, implacablemente, 
aunque escriba poemas sobre lo que todavía no nace, le 
cante a los pájaros el feliz recuerdo de sus nidos, 
su primer vuelo en sus alas, 
o pinte sobre las mariposas los murales que me dio el sol. 
Y sin embargo, incluso si nada, todo sigue igual. 
53
Tú sabes mi nombre, ángel desesperante. 
Por un momento en mi vida ésta, de ásperas flores que se 
gastan y se vacían, 
yo voy a cerrar mis ojos de espanto y de borbotones 
y me olvidaré que soy un fantasma haciendo jirones de frío, 
y andante, y penado al informe ego, 
acompañaré los gritos de animales suicidas 
para quienes soy la inútil materia de una noche en silencio, o 
el temblor de los colibríes 
que barren la tierra herida a gotas. 
Por un momento en mi vida ésta, extenderé mi substancia de 
ángel fatigado, 
desenredando alambres parecidos a las plumas y crucifijos 
alados, 
54
espadas amargas que desde mi pecho se renuevan con meses 
de plomo, 
y territorios obscenos. 
Lentamente. 
Como una carta que sobrevive con el perfume a tus manos 
de cadáver. 
Lentamente. 
Como sólo sabrás de mí por el carbón de los perros y una 
tarde con su color invertido, Lucifer. 
Lentamente. 
Como acariciando una mejilla sin valor, o un marcalibros 
muerto de un golpe de olvido, respirando 
el tiempo en espirales, haciendo con nuestros nombres el 
amor amando. 
Lentamente. 
55
¿Qué puedo yo decirte ya sin más que decir, qué puedo darte 
sin que tú lo supieras, 
y sufrir y amar en tu memoria y sufrir desde ti y desde ti 
amar, y desde ti a los demás 
que como tú, mueren, nacen, florecen 
y van a través de nuestras relampagueantes vidas, poblando 
la luz extensa del tiempo y las calles? 
Quiero pensar en muchas cosas, y yo quiero que tú vivas o 
mueras en esas cosas. 
56
Basura. 
Pequeños fragmentos de vida entran, de vez en cuando, a través de las 
ventanas. 
No son más que envoltorios sacudiéndose, más que tierra reunida. No 
es más que un olvido invencible 
y violonchelos muriéndose de pena. 
Imposible es una tarde que derrocha llanto con tu olor. 
Raíces por toda la tierra observan poses de menstruación fúnebre, y 
hojas sin nombres. 
Pequeñas abundancias de otros tiempos penetran, de vez en cuando, en 
mi corazón. 
57
No son más que sombras del mundo, escurriéndose, más que piel y 
orgullo y amor en completa inercia 
junto a unos ojos secos en el crepúsculo, cayendo, y cayendo con oscuras 
botas de la noche. 
58
De una voluntad sin atributos, y una palabra entre fronteras, nació la historia del 
teatro moderno. 
El Hombre horadado está en el límite del gesto de un músculo que no tiene 
dirección propia, y una estrella que se desnuda sin magia en los pantalones de la 
noche. 
Sin título (2013). 14,5 x 19,5 cm. Tinta china y acuarela sobre papel 
canson con retoques digitales. 
59
Desolación en la imagen de junio. 
Bajo la lluvia hay tanta espera, tanta, y un ruido de cristal 
roto muriendo, 
que lo frágil de un roce se ahoga y madura; 
pero largamente el amor está aquí, la distancia aquí, y caen 
en mi pecho sin vacilar las estaciones, 
porque soy el agua y soy el viento, 
y el límite de las cosas que definen la eternidad de un simple 
segundo. 
Bajo la lluvia se encuerdan las estériles afonías del alma, 
y hay un diminuto mar que se defiende de nosotros con sus 
olas perforadas y prófugas, a goterones, 
60
donde el tiempo va volando entre los dormitorios de la 
noche oscura, 
y no escribe ya, ni canta sobre los tejados, sino que sólo nos 
mira y con un sombrero, nos espera. 
Bajo la lluvia hay tanta pesadumbre, tanta, y sentimientos 
depuestos bajo las nubes lentas y los charcos, 
que tu voz huye, apenas, acompañando las brasas de un 
pálido fuego, 
sin vernos apenas, desnudos y con las manos entrelazadas, 
en una inmensidad que desencadena su desesperanza a lo 
lejos, tu imagen en mi amor, 
adonde las casas con sonrisas de madera van y mueren. 
61
A una María, un lento árbol. 
Como cerezos encinta te saludo, 
a cada rama que recorre tus manos, a ti que cruzas las llagas 
de un mes frío, 
pequeño retrato rosado, florero lleno de agujas 
¿has estado bien en una gota, gota sin piel, madurando en el 
silencio como el aire en las uvas 
y naciendo con cálidos brazos, y desmembrando el corazón? 
Huye de ti, tú y el amor con botas amargas, 
y eres una vendimia que cae en vasijas miserables, órganos 
de un pájaro carnavalesco. 
¿Hay en tu boca de tristes sonidos, una, una sola novedad? 
62
Los pétalos comienzan a incubar la vejez en nuestras camas, 
y el hierro de la sangre 
queda al cuidado de tu nombre con innumerables alas, y 
polluelos incubados y no nacidos. 
Todo llega al límite de tu ser como frágil lentitud de una 
vela, 
que se deshace en la tarde, bajo un puente viejo, de pronto. 
¿Cómo es la vida repartida entre el espacio de las aves y en 
las estrellas la distancia y en los trámites de oficina 
el orgullo que abunda en tu redonda oscuridad? 
Sin saber ya de ti, 
te escucho hablarme entre mis sueños, y tiendo a pensar que 
amanece mi alma entreabierta, 
coronada con tus uñas revestidas de sal, 
tan sólo si tú me tocaras e insistieras, una, otra vez, con tu 
voz susurrándome el paso del tiempo, 
63
y que sin embargo, no es real. 
Oh, pequeña mía, ¿hacia dónde tus manos se derrumban sin 
ti, y lo sonoro azul es un cielo 
que porta todas las vocales de un esqueleto sin pantalones y 
figurado en poeta? 
Demasiado temprano el tulipán de la primavera ha sido 
tapado por mordeduras, 
y gatos maltratados con sus colas en el olvido 
invocan las nubes cargando botellas, y Dios, que a cuyos 
peces acuden a ser de otros. 
64
Tosca elegía. 
Como gastadas ruedas de un conductor loco, 
el horizonte herido se llena en todas las botellas, y el andante 
bebe su desestimado camino. 
El humo denso viola un cigarro de la boca, y luego lo escupe 
en un corazón hosco. 
Canta un grito oscuro en la retina, 
y una fotografía se desvanece entre la basura. 
Maniquíes estrujados por la noche, neumáticos con rastros 
de semen; 
larga poesía entre mujeres con sus canastos de tumba fresca, 
bocas reventadas por órganos extraños, 
65
servilletas forradas de nombres inconclusos, y demasiados 
sentimientos… 
Los sueños me parecen una constante cavilación de girasoles 
negros 
y una soledad que mide su cáscara en resonancias suicidas. 
Oh, distante fuga, anchura desconocida del mundo, 
éste es un viaje arrebolado de mí, y mariposas de carbón. 
Soy tan quebradizo y eterno como la madera, como el otoño. 
Miro al cielo con un hollín en mi alma, y mi pecho abierto 
desde donde nacen larvas 
que se ahogan con un pozo entre la inmensa noche. 
Un graznido a lo lejos se muere, y una estrella se pudre. 
66
No hay culpa, ninguna culpa, 
sino un canto de desesperanza, la luz marchita. 
Sólo queda perderse en uno mismo, y lamentarse en una 
rosa de contradicciones. 
La sombra de una cama estremecida espera, deshojada de su 
ser, 
contrayendo una orilla peluda, crecida de alas y secretos, 
orinando un manto de oscura niebla y rojo atardecer. 
De una habitación sin mundo, 
un par tetas redondas tientan el aire, la blanca entrepierna 
atravesada por ampolletas azules 
y la piel restante se expande sin un sentido, fluyendo, sin un 
mayor preámbulo. 
Yo no reconozco ningún rostro, ningún amor. 
67
Tan sólo advierto un funeral de muñecas, embudos y 
lágrimas que gimen mi nombre 
en las posiciones de una primavera seca, y sin embargo, de 
muchos frutos. 
Risas agudas se confunden con la infinita tristeza. 
Las vejaciones tienen un espacio entre las aves, y el lugar 
más sucio de una mujer 
abre su catarata para un fuego brusco, sin sonido, ilógico, 
grotesco, maravilloso 
como es estar perdido entre un campo de algodones usados 
y tibias soledades. 
Hoy, el violín rojo eyacula sus campanadas 
en la iglesia más alta de la tierra. 
68
El Hombre horadado: el Logos es la gran ley de la obediencia; déjate caer 
en cuerpo a un agua sin forma, hacia un sentimiento donde no te alcance 
ningún lugar. 
Sin título (2013). 14,5 x 19,5 cm. Tinta china y acuarela sobre papel 
canson con retoques digitales. 
69
Un azul en que canto huérfanos. 
Ya casi no te siento, ya casi como la nada, y un cuervo en 
que la tarde reposa, 
canta, 
y vas condensándote sobre el peso de una nube ácida, o una 
rama sin brotes que en el silencio golpea. 
Ya casi no te percibo en ningún lugar, y la noche te abraza 
como a una polilla en el fuego, 
adonde una estrella hambrienta consume las hojas, y recibe 
en sus brazos a tu hijo. 
Hoy te pareces a una luna cubierta de escamas, 
70
a un personaje que recorta fruta entre las piernas, y que 
luego la envuelve dentro de un pañuelo negro 
para salir huyendo por los riachuelos muertos en las cenizas, 
triste, 
en un estrado de púas, y corceles infectados con tu olor que 
galopan desde la oscuridad. 
Oh, indiferente y perpetuo y gigante el timbre de tu voz; 
cómo identificarte, 
cómo gritar para mí tu presencia perforada, 
lo metálico, 
si yo voy con un cadáver de cisne retozando entre las lilas 
y haciendo eco de un corazón tieso sobre un duro océano. 
La tarde cae con gaviotas y árboles agotados, con tu ausencia 
de guitarra en pena, 
71
y la poesía llega soplando desesperanza, 
una sombra coja que consume las caléndulas solitarias, las 
que tú sabes muy bien, 
se parecen a los niños huérfanos que duermen dentro de los 
jardines 
de un crepúsculo que también ya hemos abandonado. 
72
Breve estancia en el silencio. 
A la Muerte en nuestra alcoba sonreí, y mi corazón 
fue un instrumento para el agua, la tierra, el fuego; un teatro 
oscuro; 
toda mi carne ocupó los cielos, 
y un arcoíris cayó de repente, rebanando los azares sobre tu 
alma que sueña 
la inmensa noche que acorta los caminos y abre canciones en 
los amantes. 
El tiempo ha parado sus anillos, y entregado en cajones 
los días que se han secado igual a una cigarra en el verano, 
73
abandonando a un gusano torpe, o a una lluvia blandiendo 
alas caídas 
en cada persona, en cada lugar que yo amé y lloré, 
todas las palabras que fueron navegando en el cosmos de un 
picaflor celeste 
y a través de la nada. 
Hay un cometa de azufre que me saluda, una ciudad ahogada 
en violetas, 
una residencia donde el amor posee forma de antigua cuna: 
tan sólo es una ilusión a mi alma que huye, un eco ahorcado, 
una exigencia de vida muerta, 
tan sólo es un fantasma de pequeñas sonrisas 
y estrellas sedientas, y lunas azules coronadas sobre un cuello 
desconocido. 
74
La noche deja caer agujas en mis pensamientos, y carmines 
en la boca florecen 
de un ser invisible 
y su sencillo mundo. 
La noche es un túnel que me lleva con extraños trajes, 
andando sin parar por lugares mojados, 
con el Amor entre basuras insaciable, la Muerte y los sueños, 
la soledad y el dolor, volantines desmembrados. 
75 
Me voy moviendo. 
Sin definición las casas se rompen, abren sus techos, y la luz 
descansa cuando los caminos duermen. 
De pronto, como una nota de violín,
la caricia de un insecto se posa en mi ventana, ceñido en aire 
y cristal, 
y aletea y se esconde, 
y aletea y se va desde las luces que desaparecen, y me voy 
despidiendo de un nombre, 
hiriéndome el pecho en la tristeza absoluta, 
y serenatas de silencios purpúreos que resuenan y resuenan 
adentro de mis órganos. 
76
Escarcha dura. 
Anoche soñé contigo, y estabas desnuda, y sangrabas, 
y tu cuerpo arrastraba costras como de atardeceres sobre mi 
almohada. 
Pura natividad, pura inflorescencia en una hora sola, en una 
única cama, 
y en cuyos aromas, los relojes ya no se quejan. 
El abatimiento respira, colocando música a las hojas que 
caen, 
y repartiendo tristes lirios 
a cada fosa que no carga con su nombre, y deambulando 
como deambulan las luciérnagas 
77
que han agotado todas sus fuerzas para convertirse en 
inútiles polillas, pobres telas sucias, 
oh, difuntas polillas, racimo de putas silenciosas. 
Abierto igual que un tambor oxidado, el cielo echa cenizas 
con la voz de un lamento, 
y gritos de perras sin sentido, golpeadas. 
Oh, furia, licor de lámparas en la noche, párpados firmes que 
me observan, 
asustado y removido, campanas y gitanas vaginas pasan 
cuando intento recordar la forma que me ha parecido a mí el 
amor, 
y que hoy sólo es una mancha viscosa 
de una fruta triste, herida y amontonada en un cajón. 
78
Largos poemas sin títulos yacen por aquí, y golpes que no 
provienen de ninguna parte, 
tazas rotas que aparecen con la mañana, el susurro de una 
armónica… 
Nada es suficiente para consolar una palabra que nace siendo 
un cadáver 
y que al morderla en mi boca no destila más que un inocente 
dolor. 
79
Yo soy la Vida entre los brazos caídos, la 
sospecha de un robo en la boca, y todo lo que 
existe en el cansancio de los enamorados. 
Sin título (2013). 14,5 x 19,5 cm. Tinta china y acuarela sobre papel 
canson con retoques digitales. 
80
Pequeñas manecillas en medio de las sombras. 
Bajo esta vieja tarde de pájaros 
las puertas están mudas, 
acumuladas a mi alrededor, y el agua de un vaso sueña 
su propia luz, 
pero yo escribo, sin detenerme, 
el diario de vida de un árbol en el otoño 
y sigo a cada hoja su historia anterior, 
a cada extensión el espíritu que ahora es solamente tierra, 
y que construía vocales en otro tiempo; 
frutos que la melancolía muerde sin dientes, 
bufandas vestidas en el viento como las velas que yacen 
81
y pierden su moral; 
alondras volando enroscadas hacia la noche sin terminar. 
¿No eres acaso tú, oh, 
el fantasma que está solamente allí? 
¿No eres acaso tú, quien desviste los árboles de amor, 
y bajo la sombra de los puentes 
das paso al sueño y la poesía? 
El árbol que yo te escribo abre los techos de las casas, 
y hojas pelirrojas florecen, 
uniendo las estrellas 
con una voz desde la noche. 
82
Alrededor, gradualmente. 
Qué triste es una puta que ya no salta, ni habla con sudor, 
y de la que sólo palpamos en el amor sus heridas. 
Amado y amado, un puro error, crepusculario de lo falso. 
Cantemos sobre un piano las estocadas de su cuerpo 
pegajoso por mil orgías 
y disfrutemos la desnudez del “papito feo” en un cisne que 
fue desplumado. 
Qué triste es una mariposa derribada por el escupitajo de un 
hombre 
que se ha acostumbrado a vivir como un barco dentro de 
una botella. 
83
Océanos y océanos, naufragios que no se mueren de agua. 
Que nos escupa Dios su invisible investidura, 
y robemos de la mariposa, esos horribles ojos 
y que se incendie ciega en un río de resonancias sin voz. 
Qué triste es una tarde sin conversación, 
largos preámbulos de una soledad con formas de nubes 
ebrias 
que hacen de una arqueología, la tierra de los sueños. 
Demos espacio a tu voz, a mis palabras, 
tomados juntos de las manos, maltrechos por los graznidos 
de los pájaros, 
y digamos lo que somos en el otro, 
sobre el campo que se desquebraja con alimañas, en nuestro 
pequeño espacio. 
84
Qué tristes son los tulipanes con forma de vagina, 
accediendo a la tierra con tu número y tu retrato. 
Estepas desconocidas bordean plurales inconexos. Disfraces 
de muñeca 
excitan el paso de los cadáveres bien vestidos hacia la taquilla 
del subterráneo, 
y en cada dirección un olvido, un cuerpo que no se recupera 
a la fatalidad 
de no tener más que una impresión borrosa de sí. 
Efímeros hoteles no guardan el sitio de la penetración, ni en 
la cama reposa 
el aroma de las musas repartidas, sino que, en cambio, 
cruzan por sus ventanales y en sus desechos de hombre y 
mujer, toda la tristeza y la miseria 
de los que vagaron en círculos sin llegar nunca a ser. 
85
Una sustancia que retrocede entre las sombras, ¿qué es lo que proyecta? 
Pequeñas noches intermitentes me consuelan, mientras las mismas voces se 
repiten, una y otra vez, en la luna que quiero olvidar. 
Sin título (2013). 14,5 x 19,5 cm. Tinta china y acuarela sobre papel 
canson con retoques digitales. 
86
Bajo el suelo, lámparas. 
Hay una voz con olivos retorciéndose; un perro atrayendo la luz, una 
monja y una siniestra estrella. 
Multitudes tocan una partitura con instrumentos de tristeza. 
El cielo mira un socavón de ámbar, y objetos cayendo indefinidamente 
como enfermedades en el rocío: 
vivimos por tan poco, y también por mucho. 
Se agota la hora del grito, y no hay más peso en mis hombros que un 
arpa gimiendo en la muerte. 
Un punto azul resplandece dentro de la nada. 
Dios está aquí. Dios no está aquí. 
Una orquesta desencadena un vals de pájaros en la noche. 
87
Al lado de la carretera. 
Ayer murió alguien, ayer fue una mujer… 
Ay de ayer, de ayer que estaba, 
pero hoy, un nenúfar cerró sus pétalos a pleno sol, 
invirtiendo el destino de su corola bajo el agua, 
y la tristeza que anida sobre el crepúsculo, tendida como una 
cuerda roja, 
y un mar de duda en la forma alargada de la carretera, 
y un ave sin color que escapa del baúl de una niña 
adonde su cuerpo se posa con el tiempo apretado, y la voz 
con las ramas cayendo 
y en el cielo arrinconado, azucenas de barro florecen 
opacadas sobre la estación muerta, 
88
y los puñales en el viento, que envuelven y matan a toda la 
tierra. 
Hoy una sombra cuelga de un árbol, un pasto que crece con 
remordimientos; 
hoy el sol es una luz intermitente, una lluvia espesa, 
y dentro de unos ojos fijos, el rastro a contra luz de un 
arcoíris despidiéndose, 
solamente, despidiéndose. 
89
Boceto de un vagón a contrapelo. 
A través de un vagón de ferrocarril, 
las ramas de los árboles se acumulan sobre sí mismas como 
dedos amputados 
y las penumbras se trenzan en el intervalo de las luciérnagas, 
despertando desde el fuego tenue, 
un otoño con alas. 
En los rieles se desenlazan mis ojos, bajo la madera está tu 
boca durmiendo, 
y pitidos solitarios resuenan con las montañas. 
Es una vista enternecedora, pero muy triste. 
90
Los andenes amontonan cuerpos cabizbajos, volúmenes y 
direcciones, 
impuras apariciones de personas erradas, densas superficies, 
similares a un pensamiento fugaz, clavadas de pronto con 
agujas en la carne de mi corazón; 
y un amor que está lleno de miedo desciende como un río 
suavemente de la oscuridad. 
No hay alegría cuando un árbol se escucha caer, o cuando 
una golondrina se destiñe al volar. 
Óyeme amor, aún no nos conocemos. 
Porque después de todo sigo muerto. Después de todo yo 
no soy real. 
91
Yo te he vivido y amado, y en una 
existencia sin ser, yo soy, lo que nació de 
un sueño. 
Sin título (2013). 14,5 x 19,5 cm. Tinta china y acuarela sobre papel 
canson con retoques digitales. 
92
Despedida del hombre horadado. 
A los ojos del mundo escribo, y soy poeta. 
Tal vez quisieran los muertos que entonara siempre de cisnes 
el cielo 
o de duraznos florecidos los techos, 
y que el invierno no entregue sino caricias en las ventanas, 
largas tazas de café, 
himnos y migraciones, lluvia sin caer, 
una canción con barro y agua sorda, creciendo bajo los 
alerces en la mitad de la tormenta; 
pero el mundo es mundo 
y el dolor me quema en las manos. 
93
Pero de lo que amé, de lo que fue existiendo y cantando, y 
de lo que nació en tu nombre 
para ser de todos los nombres, 
mis versos. 
94
Plantaciones de té. 
A veces yo quisiera que no haya un sólo movimiento. 
A veces una tragedia de sauces, o un ombligo en cuya huella nacen ojos 
y plantaciones verdes. 
A veces quisiera una sola cosa heredada. Un molino que gire con 
gigantes violetas, la soledad de las vacas, su paciencia. 
A veces, no sé, el tiempo, los océanos, las libélulas y sus penas en el río, 
los himnos, las manzanas. 
Una pausa cuando todo sucede, y sucede con tristeza, a veces, cuando 
siento porque no estás, y eres constante y dolorosa 
como las mañanas en el mes de abril. 
95
Quiero descubrir en este tiempo que pido, la experiencia, la vagancia, 
el abandono, la sencillez del caos; 
y cobijado por el abrazo de una mujer, 
echar sobre mi boca sus verdes raíces, que entretejen nidos y alacranes. 
Quiero el crepitar de la madera con el jardinero, el letargo, 
la noche oscura, 
oscura como la conquista triste de un hacha sobre el árbol. 
Hora de fiebre y poda, escritura y solitaria, ésta, 
cuando puedo ser una criatura inmóvil, ebria medida del alma 
que se hace en el sin futuro. 
Y tijeras desde dentro de mí. 
Y un socavón donde nacen henos y corazones. 
96
Hora en que yo puedo observar las hojas muriendo bajo la distancia, 
y a ti, del brazo con ellas: la tarde va preparando la bebida de la luna. 
El horizonte abre entonces sus primeros embarazos, y las aves de la 
noche descansan, 
tan pesadas como curvas. 
97
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El hombre horadado

  • 1. MAIRE EL HOMBRE HORADADO -O LO QUE NACIÓ DE UN SUEÑO-GONZALO
  • 2.
  • 3.
  • 4.
  • 5. EL HOMBRE HORADADO O LO QUE NACIÓ DE UN SUEÑO GONZALO MAIRE Editorial Rove
  • 6. © Editorial Rove, 2013 © Gonzalo Maire, 2013 Editor: Emilio Vargas Poblete. Portada: Gabriela Consuegra. Sin título (2013). 14,5 x 19,5cm. Tinta china y acuarela sobre papel canson con retoques digitales. Contracubierta: Gabriela Consuegra. Sin título (2013). 14,5 x 19,5cm. Tinta china y acuarela sobre papel canson con retoques digitales. 1ª edición Licencia Safe Creative: 1305245152385 Santiago de Chile, 2013. Publicado en formato online en Buenos Aires, Argentina, mayo de 2013.
  • 7. “Hay un pájaro azul en mi corazón que quiere salir pero soy duro con él, le digo quédate ahí dentro, no voy a permitir que nadie te vea” Charles Bukowski (1920-1994). “Hay un campo de rastrojos donde una negra lluvia cae. Hay un árbol pardusco que se yergue solitario. Hay un viento susurrante que abraza las chozas vacías. Qué triste este atardecer”. Georg Trakl (1887-1914).
  • 8.
  • 9. Índice. Reseña del autor pág. 7 Sobre las ilustraciones de este poemario pág. 9 Preludio pág. 11 Similar al cielo pág. 15 ∞ pág. 19 All grown up pág. 21 El guardabosque pág. 23 Jirones pág. 26 Imágenes puras pág. 28 En un sólo lugar pág. 31 No será de tristes figuras, sino cisnes sin alas pág. 34 A mí, difícilmente, violonchelos pág. 38 Insistiéndome pág. 41 Amaneciendo pág. 44 Fatamorgana pág. 47
  • 10. Sólo me queda una nube amarilla pág. 52 Tú sabes mi nombre, ángel desesperante pág. 54 Basura pág. 57 Desolación en la imagen de junio pág. 60 A una María, lento árbol pág. 62 Tosca elegía pág. 65 El azul en que canto huérfanos pág. 70 Breve estancia en el silencio pág. 73 Escarcha dura pág. 77 Pequeñas manecillas en medio de la sombras pág. 81 Alrededor, gradualmente pág. 83 Bajo el suelo, lámparas pág. 87 Al lado de la carretera pág. 88 Boceto de un vagón, a contrapelo pág. 90 Despedida del hombre horadado pág. 93 Plantaciones de té pág. 95
  • 11. Reseña del autor. Gonzalo Maire es un historiador del arte y poeta nacido en Santiago de Chile, en el año 1987. Cursó sus estudios de pregrado en la Universidad de Chile, y actualmente realiza un Doctorado en Filosofía en la misma sede universitaria. Docente de historia y teoría del arte japonés, además de un invitado recurrente a espacios de debate académico y extensión sobre el tema, su línea de investigación se enmarca en la indagación de la cultura japonesa en el objeto arte, su historiografía, pensamiento filosófico-estético y dimensión mítica; síntesis y modos de ser y de mundo. Como poeta, ha trasladado sus inquietudes intelectuales a sus dos primeros libros: “Bajo cerezos en flor” (MAGO Editores, 2011) y “Caballos planetarios” (Editorial Rove, 2012), en los que desarrolla las formas de apropiación de imaginarios cosmológicos orientales –lo japonés- sobre lo real: las significaciones de los sentidos a través el lenguaje en el primer poemario, y una antropología metafísica en su segunda obra. Su tercera entrega, “Así fue como vivimos” (Editorial Rove, 2012), corresponde a la introspección de su propio cauce germinal poético, el que no sólo se sustenta sobre la base de su objeto de estudio cultural, sino también la experiencia estética cotidiana del amor y la configuración de una retórica sobre la escena amorosa deshecha. 7
  • 12. Finalmente, cabe señalar la particularidad que, salvo el primer poemario, los demás títulos se encuentran en formato digital, online, y cuyo trabajo de elaboración y difusión es íntegramente gratuita a través de Editorial Rove, y en las plataformas de distribución del autor. La obra poética de Gonzalo Maire, prácticamente en su totalidad, no posee fines de lucro, quedando a completa disposición de quien lo desee. 8 Datos de contacto: Cuenta Blogger de Gonzalo Maire: La casa de té 茶室 <http://gonzalomaire.blogspot.com/> Página web donde se encuentran alojados los títulos precedentes del autor: Issuu < http://issuu.com/gonzalomaire> Página web de Editorial Rove: < http://www.editorialrove.com/>
  • 13. Sobre las ilustraciones de este poemario. Este libro posee un conjunto de imágenes sustanciales, que para mí, son revelaciones centelleantes de la huella de lo horadado, y formas complementarias de un discurso sobre la palabra, atravesado por la visualidad desde un sentido precario, pero a la vez profundo, enriquecedor, de la ocasión de la existencia humana como depósito residual de la vida. La autoría de este registro visual, le corresponde a Gabriela Consuegra Valenzuela (Santiago, 1989), Licenciada en Artes con mención en Artes Plásticas de la Universidad de Chile, estudiante tesista para optar al Título Profesional Mención Pintura. La autora se ha perfilado con un particular interés en el dibujo, el que se inscribe el trabajo con tinta china y aguadas, así como el manejo refinado tanto en tramas y achurados. Su obra pictórica se traslada a escenas donde el procedimiento técnico de la imagen se despliega sobre el testimonio y la construcción lúdica de realidades, relaciones de figura-fondo, y las transmutaciones significantes en y desde los espacios tensionados, en la puesta en marcha de un discurso visual de lo identitario. Los temas que aborda esta artista visual oscilan desde los paisajes marinos, constelaciones de zonas porteñas, mosaicos de espacios subjetivados a través del extrañamiento y configuración de escenas agorafóbicas. 9
  • 14. Algunas de las exposiciones donde ha participado Gabriela Consuegra: - Exposición de Pintura en “Mil manos por KreART”, Facultad de Artes, sede las Encinas, Universidad de Chile. Santiago. (2009) - Exposición “Taller Imaginario”; Producciones del taller de pintura del Departamento de Artes Visuales de la Universidad de Chile. Casa de Cultura Anselmo Cádiz de la Ilustre Municipalidad del Bosque. Santiago. (2010) - Exposición “Siluetas como retratos” del 17 de noviembre al 30 de noviembre, en sala de exposición del Edificio de Servicios Públicos de la municipalidad de Ñuñoa, Santiago. (2011) - Organizadora y expositora de la muestra permanente del “Colectivo Pie forzado” llamada “Arte y deporte” en la facultad de Odontología de la Universidad de Chile. (2012) - Seleccionada y ganadora de la segunda mención honrosa en el 2º Salón de Arte Otoño 2012 con la obra “desarticulación interna”, organizado por la facultad de Odontología de la Universidad de Chile. (2012) -Expositora en la Casona Nemesio Antúnez con la muestra colectiva “Ciudad Saturación”. (2012) 10 Datos de contacto: Página web con la obra visual de Gabriela Consuegra: Flickr <http://www.flickr.com/photos/gabriela_consuegra/>
  • 15. Preludio. La modernidad nos dejó el problema de la representación. La unidad aparente de ser, de habitar, de conocer y percibir se ha licuado sin remedio, quedando bajo una relación meramente contemplativa, expectante, muerta ¿Qué es lo real, realidad finalmente, lo verdaderamente que buscamos mientras vivimos, y lo verdaderamente perdurable en el sentido de desplegarnos sobre nosotros mismos, de mí, tú, y el mundo? Hay un ser de todas las cosas que yace develado desde el origen; llámenlo Dios, universo o noúmeno, y está el ente, esa pobre geografía de apariencias y teatros, historia y relato. Somos los hijos de esa crisis existencial, de la modernidad como un eterno aborto, pero no en términos de disociación entre un accidente –parecer- y una permanencia –esencial y adherido-, sino en la escena de una pérdida de todo sentido. Lo difuso de los contornos, la laxitud de la voluntad es lo que describe al hombre contemporáneo, existencialmente; ya no es posible ningún juicio, ninguna reflexión o proyección de sí que no devenga en una profunda contradicción, un sinsentido ontológico, limitación de obrar, y pura negación. El lenguaje pone en escena esta ruptura en su propia precariedad relacional y nominal entre el sujeto y el objeto, el medio enaltecido por el que conocemos. La poesía presta un 11
  • 16. poco de auxilio, sí, es cierto, en el momento que se propone abrir las posibilidades de significación en el lenguaje y la experiencia, explorar a medio camino entre una analogía y un concepto, ese acontecer y suceder que perdemos en la representación. No obstante, su auxilio providencial no sale de unos manotazos de ahogado, sellados en la burbuja del hecho artístico o en la teoría estética, porque al fin y al cabo, es el ser humano quien se encuentra en el entredicho. ¿Y cómo es que llamaríamos –si cabe todavía establecer la palabra “llamar” al hecho supuesto de autentificar y validar-a este tipo de organismo humano, a esta imagen acartonada, depositada en nuestro tiempo como simulacro? Un buen seudónimo es el de hombre horadado. Pienso que el hombre horadado se asemeja más a la existencia transhistórica, acumulativa de la angustia y el despojamiento radical de su propia voluntad, que el resultado de la sinceridad moderna al advertir su fragilidad en el mundo: la desfragmentación de su yo, corresponde a la duda y la miseria que genera su autonomía como individuo solitario, el anacronismo de un espíritu aplastado por la experiencia de lo real, que desgaja su inmanencia en síntomas binarios: cuerpo y alma, conciencia e inconciencia, bien y mal, razón y sentimiento, gesto e indicio, locura y cordura, hombre y mujer, vida y muerte, naturaleza y hombre, poesía y sentido. Ésta es la forma que nos han heredado, y de la que sin fuerzas y sin convicciones, nos acostumbramos a no eludir: el simulacro de la palabra y la vida. 12
  • 17. Vendido el Amor a un poder que está más allá de toda categoría, Hombre horadado, solamente subsistes, y tú eres el lugar donde cae la lluvia, y el peso de algo que ya no está. Sin título (2013). 14,5 x 19,5 cm. Tinta china y acuarela sobre papel canson con retoques digitales. 13
  • 18. 14
  • 19. Similar al cielo. Hay cosas bellas en el mundo, bellas realmente, como el cuervo que de pronto se hace luna, y sobre sus alas desenlaza una lentitud de acecho tinto, o ataúdes conmovedores; o también qué decir de la noche difunta, pesada gota estirada entre las flores solitarias, que de beso y de beso, extienden un denso amarillo, amargo, y acarician el sueño calcáreo, allí, en el aire oscuro de su ser nervioso, mordiendo el amor sobre las olas de mí. Oh, de lo hermoso, absoluto, ave y noche, y gemido, 15
  • 20. y de lo que se asoma tatuado de sitios y de lágrimas: yo sólo amo y sólo escribo a lo que da herida a las violetas secas o a las penumbras rotas. ¿Pero por qué es que yo he nacido así, tan sordo, nocturno y devorado por los inmensos girasoles? Veo cada día de mi existencia órganos respirando, una forma estática como una sentencia del mismísimo miedo, y habitaciones con baldosas torcidas y un agua que atraviesa mis venas quebrantadas. Soy así, y no quiero. Mordido por todos lados, huyo empapado de un líquido oscuro, y desbordado desde mí mismo un espeso mar respira y habla de profundidades que yacieron alguna vez encadenadas. ¿Qué me cabe ya esperar? 16
  • 21. Pero acontece, y es que, acontece… Que hoy habito en un mar incierto de cosas, y pregunto por ellas uniforme; no me acostumbro, y tengo el peso lúgubre de lo real: hojas suicidas se gastan en mi corazón sin materia, y el otoño madura sus uvas bajo mis pies. Soy tan sólo una sombra ardiente, un miserable anochecer. Veo una luz que no alcanzo, un corazón que no se completa, mientras las aves persiguen migraciones hacia el límite de lo ahogado, y de vuelo y de cenizas, caen hermosas y con estrellas entre tumbas frías, el viento penetra su lengua en la boca encendida de las nubes 17
  • 22. y desarrolla su beso cerrado de un amor puramente negro, de una sangre ahogada. Pasan las horas y me siento a goterones, tartamudo, funeral. Todo tiene una existencia ajena, una amarga superficie. De la soledad mengua un pequeño rocío, sin perfume, y de lo bello, el aguacero de lo que siempre fue trastocado; ruina de todo origen, de números persistentes y melancolía. Tú eres mi silencio, Desamparo, como las entrañas de un horizonte parido: bajas y duermes en mi cama como una cópula de palomas lentas y cuchillas que entre tus párpados das, y estrofas nupciales que hacen de mí, tan similares al cielo. 18
  • 23. ∞ Bienvenida, Madre Naturaleza, a la casa que asosiega a tu hijo, un todo perpetuo de silencio, letargo y cenizas que las paredes devoran hasta morirse, el retrato de otoños marchitos y la hierba que de rodillas, acaso como sombras en cruces, se multiplica al sonido de la soledad sin fin, y me desviste. La residencia que vive sobre tus senos a gotas, y derrama tu vientre negro en la noche fallecida, te saluda. Bienvenida a tu casa de viajeros, a las arañas deshechas y fatales, como las estrellas madurando, 19
  • 24. amontonadas y anónimas, floreciendo debajo de los patios entre los hospitales. Bienvenida, Madre Naturaleza, a la perforada residencia de tu hijo, hogar de lilas con lamento y quemaduras que no poseen un principio o mundo, sino piedras rojas y viento y calles agónicas y hojas y hombres y suicidas y sermones y crepúsculos y cosas hacinadas y olvidadas, como una sola azucena en el amor, como una sola y estéril trayectoria, una voz de precarias entidades sin un rostro, atadas, nacidas dentro de mis sueños y que se extienden esclavizando a miles y miles de pájaros con sus picos rotos. 20
  • 25. All grown up. Me di cuenta que había crecido, cuando en la mañana volaba un pájaro y dije que era rojo, y en la tarde compramos girasoles para la despedida de una compañera. Mi sombra entonces acumuló más peso, y mi alma acudió a romperse con el agua. Mariposa sin alas, el viento te lleva en su boca, y pasas a través de mí, y yo te pongo un nombre y colores y límites 21
  • 26. a través de las tumbas y las flores que guardan tu silencio. Pequeño mundo, diminuto, que se enrosca bajo los árboles, descosiendo las hojas, creciendo entre mis manos y los días, tú, detrás de una carta de amor que olvidé y regresando silenciosamente con el olor que nace de la tierra. Labra un campo para no saber de la vida, ni números en los años; y repitiendo las mismas palabras, una y otra vez, di una oración hacia donde tú duermas. 22
  • 27. El guardabosque. Otra vez he nacido, otra vez en esta incierta certidumbre de amor o vinagre oscura, de idénticas espinas sonando en silencio, un sólo fondo de trajes sepultados y orquídeas negras, desde los pelos hasta los pies, brasas en medianoche y arcilla de artesano, de números, de cuchillos, de un llanto de acordeones girando sobre sí mismo; otra vez terrestre y de luto con los sueños mordidos por una rosa redonda, y todo para conocerte a ti, buscándote adonde tú no estabas, 23
  • 28. caminando con el cuándo entre los dientes, el hambre, la piel, pequeñas superficies inconclusas por Dios, los porqués, bajo la tierra poblada de roncos árboles, un corazón sin tinta que describe temperaturas obscenas, y tiñendo con heridas el olor del viento, desnudo y solo, una despedida de algo que muchas veces, muchas veces, floreció para no ser. Sin brújulas y astrologías por los puentes decaídos, el día se establece en mis ojos, sólo por ti, y violines en los sanatorios y en los cines sin sombra muda, una mujer que eres, sólo por ti, voces llamando a través del miedo de las noches que acechan, una distancia que se mueve con un brillo tenue, y viejos océanos con el retrato de tu nombre, 24
  • 29. allí, sobre la boina de un hombre que comparece a su amor con un dedal muerto, y tijeras, y sastrerías, y el crimen de una botella con muchas lágrimas de medianoche. 25
  • 30. Jirones. Preguntaréis bajo un día de sol, quién es el que llora, quién es el que escarba entre cadáveres y ruiseñores buscando un violín que vuela por la noche. Preguntaréis a una nube en la melancolía, quién, quién es el que besa, besa y acaricia lo que se halla en un viento de corceles, y atiborrado de árboles que retroceden repletos de pena y de agua. Preguntaréis quién es, quien el que lava las palabras rotas de un planeta sin calles, y luces retumbantes de conversaciones entre luciérnagas, y quien posee los pies de la madera más vieja, y astilla los caminos cuando pasa y no lo ven, 26
  • 31. confundido con un quijote que mira al cielo retorcerse con sus estrellas dolorosas. ¡Oíd los jirones llegando al oscuro placer, oídlos de oscuro placer! ¡Oíd venenos azules en una sombra, zapaterías con olor a mujer sin lunas, oíd su voz de diana difunta! Preguntaréis quién. Preguntaréis… 27
  • 32. Imágenes puras. Un viento de pulmones incoloros asola las hojas más allá del horizonte y como brújulas sin remedio, transitan entre desolaciones sin casa. Largas tardes de iglesias marchitas me sobreviven como a una existencia arrancada de sí, y en cada rostro oscureciéndose sin fin, desde dentro un grito sobresale, excedido por todos lados de narcisos cubiertos de sangre, espejos amarillos que nadie puede sostener. A un sol que está de luto, conservo ojos de exterminio, 28
  • 33. un retrato que va andando entre lámparas por callejones aullantes de una madera podrida, letreros profanados de cuerpos vencidos por la furia, el lodo, el semen profundo de una amapola sin vida, o unas golondrinas sin alas, que vuelan como ángeles difuntos, o como una hebra entre la soledad, que de cierta ternura, cierto modo de sufrir, es una presencia hasta el fondo y esculpe en su torso los funerales y canciones de toda la extensión que brotan sobre este mundo. Al golpe de una gota, a la luz de una estrella, 29 bebo para mí, por mí, solo,
  • 34. moviéndome a penas, fatigado, mientras que a mis espaldas un riachuelo ahoga mi sombra con un vino de cuyas botellas una tristeza sorda muerde y mosquitos 30 ya sin vuelo, y ciertas cosas también que un vagón detenido le roba a la noche.
  • 35. Un sólo lugar. Extraña mañana de verano, en que intento llenar con cartas un agujero en el mar. Una contracción anida en el pecho, y una voz se desintegra en cualquier lugar. ¿Es que estuve enamorado, o fue una triste invención? Sueños malformados me hablan con un sólo ojo, de algo, algo, algo, algo sin ninguna importancia. El sol deshoja sus pétalos en mi cara, y la falda de una mujer florece sobre sus líneas sexuales, nuevamente, y su juventud blanca peina un gorrión espeso en la noche alta. 31
  • 36. Los cerezos follan sin saber si mi pena va a pasar, o si la maleza seguirá haciendo jirones con las manchas de mis ropas. Una fresca brisa atardece las horas, y viento de úteros que soplan en mi boca haciendo sonar cascabeles de gato sobre la orilla de un mar con ostras, pinceladas púrpuras en el cielo y lienzos desgajados en melancolía. 32
  • 37. 33 El Hombre horadado no sufre ante la vida -el espectáculo de vivir-, pero llora en secreto la obstinación de la existencia que lo somete, y lo abandona. Despojado de todo cuerpo, el vacío se asemeja también al alma. Sin título (2013). 14,5 x 19,5 cm. Tinta china y acuarela sobre papel canson con retoques digitales.
  • 38. No serán tristes figuras, sino de cisnes sin alas. Pequeña ave, criatura de ciertas tumbas, canta conmigo: inclina el aire, cúbrelo sobre tus sombras, acuéstate vestida en la cuna de mi esqueleto y reparte con tu voz la muerte entre los abandonados, la sílaba que ya no porta el trigo. Una estrella se expande con pieles gastadas sobre tu vuelo y una luz entre corchetes se deja caer y colma de engranajes mi corazón. 34
  • 39. Nacido dentro de una nuez azul, voy de sangre sin morirme y estoy triste, y a menudo como un grano de arena, estoy triste. Las parturientas que me visitan son similares a una luna enferma, enterradas en esponjas, gimiendo instrumentos pesados, y rodeándome las manos con un resplandor que no hace a su volumen, una buena luz. Como relámpagos a pasos de aire, precipitando la desnudez entre las urnas, la simpleza perdidamente del anillo y el fuego súbito de un beso, vas y vienes en la vida, siendo una vela o fantasma y asfixia; tú me tocas los huesos 35
  • 40. y lames con tu lengua la gota de un parto enrojecido, a menudo con alambres y rosas que no conducen a ninguna estación, y amamantas mi boca, y despiertas los sueños de los astilleros que se embarcan hasta los océanos para no existir. Los murmullos de los muertos se oyen a través de un navío sin proa, y la noche desciende hasta una vivienda vacía, arrastrando consigo sus caballos luminosos y una terrible nostalgia que desdibuja diminutos relojes. Las escobas en el cielo barren nuestros tejados -y sucedemos- 36
  • 41. con lluvia de polvo y ausencias sonando, orejas de vírgenes cortadas, un amor apasionado, la lujuria interminable, una ternura, y de pronto, y de pronto aquí estamos acercándonos en el frío, y nacemos como el cisne sin alas, atardeciendo. 37
  • 42. A mí, difícilmente, violonchelos. Yo nací como todos los hombres: residente de la historia, firme, dispuesto en alma toda para el amor inaplazable. Constelaciones de seres palpitando recibimos, planetas con un sonido puro al nacer, brillan como una sola sílaba, y es algo positivo para mí, positivo. Yo amo, extiendo y voy rompiendo calendarios con los cristales y las albas enronquecidas. Es un lento entierro de aguas agrias y rituales, que pasan por la vida, cósmicas imágenes de un punto en reposo, y un leve daño, 38
  • 43. que se derraman sobre la hora del encuentro y el nacimiento. De la noche un río púrpura arrastra el tiempo a pétalos, y muros invisibles arrullan la desnudez de una estrella, oh volumen de ostra cósmica, hasta dejarla caer quemada en el borde turbio de las cosas, de cierta ausencia y consigna, oscura sangre a contrapelo como una mariposa que se muere por la espada de un ángel, o un hombre viejo y perpetuo cuando ve la luna dentro de las cortinas y el aroma apretado de las orquídeas en los balcones, resbalando hacia su corazón una noche de violonchelos, mientras llora cuerdas duras y maravillosas y jazmines que recorren la superficie fémina de un contacto derrumbado, y demasiado remoto. 39
  • 44. Sin título (2013). 14,5 x 19,5 cm. Tinta china y acuarela sobre papel canson con retoques digitales. 40 Exiliado del mundo, la más pequeña habitación posee raíces muy profundas. El Hombre horadado sobrevive solo, desmenuzando la luz, y creando escaleras con tablones infinitos.
  • 45. Insistiéndome. Pesada techumbre que empequeñece, inclusive, a la noche que porta sus cicatrices, jeringa cerrada con dolor a pezón que punza el aire arrebolado de criptas duras, sosiego de la razón sobre un mar de lágrimas rojas. Todo esto es un renacer impuro, una colmena de moscas amarillentas, girando y girando sobre el contorno de un sentimiento que no desaparece. 41
  • 46. Pobre piedad hace un río muerto a sus piedras, pobre luz al camino que siguen y alimentan a los muertos. De muchas cosas que sufren y les hablo para calmar, hoy yo soy una más, chorreando huesos y pus, delirando líquidos como los bares sin regreso. “Yo quiero que te acuestes y no despiertes”, me dije a mí mismo, “quiero constelar una guitarra enferma, y cantar a la soledad sus poemas, cultivar sus animales y degollar los árboles con la letra más triste que implore mi voz maldita”. 42
  • 47. Así fue que en un día, por fin me detuve. Y el mundo como una gran cebolla se fue descosiendo, y lagrimando oscura en mi alma sin consuelo, y a pedazos. 43
  • 48. Amaneciendo. Sobre una mesa que hiere el espacio, un vaso con agua da su lenguaje de enfermedad. Efigies de meras sombras rodean el sitio asolado, y acompañan con velas y escarabajos viudos los gritos de los pianos, y el desamparo de los días que se dilatan amaneciendo, y la tortura permanente de la noche con miles de juguetes dispersados entre los cementerios. Grandes pasos sin virilidad y puñales con sueño testifican la sangre inerte que hay dentro de una habitación con cuerpos volando, 44
  • 49. y estertores de coitos y depósitos siniestros. Oh, rituales del tiempo, fatalidad de hombre y sus condenas, el aire se enrosca con un deseo sincero de vida y el pulmón de las hojas estalla produciendo un silbido en las caras de las personas. Palomas con cabezas de petróleo anidan sin ser vistas, y se acumulan curiosas, merodeando el sexo agudo de una estatua que se conduce sorda. Yo quiero romper cristales en tu nombre, golpearme contra los números indefensos, subir hasta el cielo con alas en pleno llanto. Y mientras tanto las moscas se entretienen en mi cuerpo, y beben infinitos colores, 45
  • 50. y devoran los paisajes que descansan en mis ojos. Y mientras tanto germina un nuevo amanecer, y mientras tanto una débil pausa… No me des tanto tiempo ya, triste abandono, abandonado, ni rompas las jarros que vierten mi garganta en el crepúsculo, los vidrios malditos que dan forma a las casas porque de un segundo, de una sola lágrima que nazca con sus bocanadas negras, yo ahogaré en mi boca las espirales de un dolor inhumano, y cargado de lirios acumulados entre las sombras de la noche haré de la aurora su pura luz violeta; ligero candor de una abeja con traje de mañana y su suicidio amarillo. 46
  • 51. Fatamorgana. Suprimido ser, distante, similares a los ladridos ásperos y averiados de un perro antes de morir, tristemente transparentes, inconstante, como una carne deshecha por la luz, o por arañas sin ningún encanto o como uvas mordidas por el sexo, sediento ser, cobarde, doliente, como una higuera concibiendo a gritos el invierno; nadie sabe quién eres, y caes, 47
  • 52. y ruedas junto a mi nombre sin poder definirlo, recopilando el amor sin tocarlo, infructuosamente, como no se logra precisar el espanto y los mataderos de cisnes. Lleno de dientes oscuros, de seducción infecunda, de zorzales varados, tulipanes calientes, cruzas el alma de un socavón, y partes en úteros las flores, y eres la distancia del mundo. Abandonado, te pareces a una simple calle ciega, débil, y correteas con tus párpados sus cenizas, abandonado, juegas a no ser nada, extenuado de trajes sin medida, y joyas a lo alto de las iglesias, el sexo que se abre sin piernas, flotando, 48
  • 53. desintegrándose con orgasmos de ángeles descoloridos, consumiéndose igual un arcoíris en un rincón roto, y las primeras raíces que amanecen en las abejas, después de una noche redonda, anudan las arboledas secas, y te pareces a esa preciosa imagen del mundo, al polen grueso de mis pensamientos, a la claridad de las piedras, a la sangre de las hojas. Muslos con actitud de tijeras cortan la aurora: otro amor, una cama diferente, y la noche se desangra desde dentro. 49
  • 54. Secreto y herido, recalcitrante, dulce, se ahoga el tiempo con la historia, y se deshacen los castillos en el cuello de las copas que reducen tu ser a un puro y amargo movimiento de otoño en el vino. 50 Aves nocturnas se escuchan llorar, a lo lejos, traicionando sus propias creencias.
  • 55. Sin título (2013). 14,5 x 19,5 cm. Tinta china y acuarela sobre papel canson con retoques digitales. 51 El Hombre horadado es un ser histórico, universal, y a la vez individual y encarnado; ley y relato, gesto y discurso: es lo más cercano a un juguete roto.
  • 56. Sólo me queda una nube amarilla. Siento que mi alma se va secando como una cáscara en el viento, sin un rumbo estable, y un insomnio de cometas letales me hiere las uñas. Dejo caer mis dientes, suavemente, hacia el mundo. Como una tela ensangrentada yo solamente sufro, resignado, y acumulo un cajón que ya no tiene ropa, un rosario naranjo o una carta que murió sin saber leer, un revólver temblando, una bala abierta que huye, una esquina con su orina caliente, chicles sin sabor en las aceras, el nombre de una gata perdida, una mujer que baila en un burdel, un conejo sin sus patas, 52
  • 57. o una flor que muere como flor, marchitándose dentro de una primavera envenenada. Las cosas son como son, implacablemente, aunque escriba poemas sobre lo que todavía no nace, le cante a los pájaros el feliz recuerdo de sus nidos, su primer vuelo en sus alas, o pinte sobre las mariposas los murales que me dio el sol. Y sin embargo, incluso si nada, todo sigue igual. 53
  • 58. Tú sabes mi nombre, ángel desesperante. Por un momento en mi vida ésta, de ásperas flores que se gastan y se vacían, yo voy a cerrar mis ojos de espanto y de borbotones y me olvidaré que soy un fantasma haciendo jirones de frío, y andante, y penado al informe ego, acompañaré los gritos de animales suicidas para quienes soy la inútil materia de una noche en silencio, o el temblor de los colibríes que barren la tierra herida a gotas. Por un momento en mi vida ésta, extenderé mi substancia de ángel fatigado, desenredando alambres parecidos a las plumas y crucifijos alados, 54
  • 59. espadas amargas que desde mi pecho se renuevan con meses de plomo, y territorios obscenos. Lentamente. Como una carta que sobrevive con el perfume a tus manos de cadáver. Lentamente. Como sólo sabrás de mí por el carbón de los perros y una tarde con su color invertido, Lucifer. Lentamente. Como acariciando una mejilla sin valor, o un marcalibros muerto de un golpe de olvido, respirando el tiempo en espirales, haciendo con nuestros nombres el amor amando. Lentamente. 55
  • 60. ¿Qué puedo yo decirte ya sin más que decir, qué puedo darte sin que tú lo supieras, y sufrir y amar en tu memoria y sufrir desde ti y desde ti amar, y desde ti a los demás que como tú, mueren, nacen, florecen y van a través de nuestras relampagueantes vidas, poblando la luz extensa del tiempo y las calles? Quiero pensar en muchas cosas, y yo quiero que tú vivas o mueras en esas cosas. 56
  • 61. Basura. Pequeños fragmentos de vida entran, de vez en cuando, a través de las ventanas. No son más que envoltorios sacudiéndose, más que tierra reunida. No es más que un olvido invencible y violonchelos muriéndose de pena. Imposible es una tarde que derrocha llanto con tu olor. Raíces por toda la tierra observan poses de menstruación fúnebre, y hojas sin nombres. Pequeñas abundancias de otros tiempos penetran, de vez en cuando, en mi corazón. 57
  • 62. No son más que sombras del mundo, escurriéndose, más que piel y orgullo y amor en completa inercia junto a unos ojos secos en el crepúsculo, cayendo, y cayendo con oscuras botas de la noche. 58
  • 63. De una voluntad sin atributos, y una palabra entre fronteras, nació la historia del teatro moderno. El Hombre horadado está en el límite del gesto de un músculo que no tiene dirección propia, y una estrella que se desnuda sin magia en los pantalones de la noche. Sin título (2013). 14,5 x 19,5 cm. Tinta china y acuarela sobre papel canson con retoques digitales. 59
  • 64. Desolación en la imagen de junio. Bajo la lluvia hay tanta espera, tanta, y un ruido de cristal roto muriendo, que lo frágil de un roce se ahoga y madura; pero largamente el amor está aquí, la distancia aquí, y caen en mi pecho sin vacilar las estaciones, porque soy el agua y soy el viento, y el límite de las cosas que definen la eternidad de un simple segundo. Bajo la lluvia se encuerdan las estériles afonías del alma, y hay un diminuto mar que se defiende de nosotros con sus olas perforadas y prófugas, a goterones, 60
  • 65. donde el tiempo va volando entre los dormitorios de la noche oscura, y no escribe ya, ni canta sobre los tejados, sino que sólo nos mira y con un sombrero, nos espera. Bajo la lluvia hay tanta pesadumbre, tanta, y sentimientos depuestos bajo las nubes lentas y los charcos, que tu voz huye, apenas, acompañando las brasas de un pálido fuego, sin vernos apenas, desnudos y con las manos entrelazadas, en una inmensidad que desencadena su desesperanza a lo lejos, tu imagen en mi amor, adonde las casas con sonrisas de madera van y mueren. 61
  • 66. A una María, un lento árbol. Como cerezos encinta te saludo, a cada rama que recorre tus manos, a ti que cruzas las llagas de un mes frío, pequeño retrato rosado, florero lleno de agujas ¿has estado bien en una gota, gota sin piel, madurando en el silencio como el aire en las uvas y naciendo con cálidos brazos, y desmembrando el corazón? Huye de ti, tú y el amor con botas amargas, y eres una vendimia que cae en vasijas miserables, órganos de un pájaro carnavalesco. ¿Hay en tu boca de tristes sonidos, una, una sola novedad? 62
  • 67. Los pétalos comienzan a incubar la vejez en nuestras camas, y el hierro de la sangre queda al cuidado de tu nombre con innumerables alas, y polluelos incubados y no nacidos. Todo llega al límite de tu ser como frágil lentitud de una vela, que se deshace en la tarde, bajo un puente viejo, de pronto. ¿Cómo es la vida repartida entre el espacio de las aves y en las estrellas la distancia y en los trámites de oficina el orgullo que abunda en tu redonda oscuridad? Sin saber ya de ti, te escucho hablarme entre mis sueños, y tiendo a pensar que amanece mi alma entreabierta, coronada con tus uñas revestidas de sal, tan sólo si tú me tocaras e insistieras, una, otra vez, con tu voz susurrándome el paso del tiempo, 63
  • 68. y que sin embargo, no es real. Oh, pequeña mía, ¿hacia dónde tus manos se derrumban sin ti, y lo sonoro azul es un cielo que porta todas las vocales de un esqueleto sin pantalones y figurado en poeta? Demasiado temprano el tulipán de la primavera ha sido tapado por mordeduras, y gatos maltratados con sus colas en el olvido invocan las nubes cargando botellas, y Dios, que a cuyos peces acuden a ser de otros. 64
  • 69. Tosca elegía. Como gastadas ruedas de un conductor loco, el horizonte herido se llena en todas las botellas, y el andante bebe su desestimado camino. El humo denso viola un cigarro de la boca, y luego lo escupe en un corazón hosco. Canta un grito oscuro en la retina, y una fotografía se desvanece entre la basura. Maniquíes estrujados por la noche, neumáticos con rastros de semen; larga poesía entre mujeres con sus canastos de tumba fresca, bocas reventadas por órganos extraños, 65
  • 70. servilletas forradas de nombres inconclusos, y demasiados sentimientos… Los sueños me parecen una constante cavilación de girasoles negros y una soledad que mide su cáscara en resonancias suicidas. Oh, distante fuga, anchura desconocida del mundo, éste es un viaje arrebolado de mí, y mariposas de carbón. Soy tan quebradizo y eterno como la madera, como el otoño. Miro al cielo con un hollín en mi alma, y mi pecho abierto desde donde nacen larvas que se ahogan con un pozo entre la inmensa noche. Un graznido a lo lejos se muere, y una estrella se pudre. 66
  • 71. No hay culpa, ninguna culpa, sino un canto de desesperanza, la luz marchita. Sólo queda perderse en uno mismo, y lamentarse en una rosa de contradicciones. La sombra de una cama estremecida espera, deshojada de su ser, contrayendo una orilla peluda, crecida de alas y secretos, orinando un manto de oscura niebla y rojo atardecer. De una habitación sin mundo, un par tetas redondas tientan el aire, la blanca entrepierna atravesada por ampolletas azules y la piel restante se expande sin un sentido, fluyendo, sin un mayor preámbulo. Yo no reconozco ningún rostro, ningún amor. 67
  • 72. Tan sólo advierto un funeral de muñecas, embudos y lágrimas que gimen mi nombre en las posiciones de una primavera seca, y sin embargo, de muchos frutos. Risas agudas se confunden con la infinita tristeza. Las vejaciones tienen un espacio entre las aves, y el lugar más sucio de una mujer abre su catarata para un fuego brusco, sin sonido, ilógico, grotesco, maravilloso como es estar perdido entre un campo de algodones usados y tibias soledades. Hoy, el violín rojo eyacula sus campanadas en la iglesia más alta de la tierra. 68
  • 73. El Hombre horadado: el Logos es la gran ley de la obediencia; déjate caer en cuerpo a un agua sin forma, hacia un sentimiento donde no te alcance ningún lugar. Sin título (2013). 14,5 x 19,5 cm. Tinta china y acuarela sobre papel canson con retoques digitales. 69
  • 74. Un azul en que canto huérfanos. Ya casi no te siento, ya casi como la nada, y un cuervo en que la tarde reposa, canta, y vas condensándote sobre el peso de una nube ácida, o una rama sin brotes que en el silencio golpea. Ya casi no te percibo en ningún lugar, y la noche te abraza como a una polilla en el fuego, adonde una estrella hambrienta consume las hojas, y recibe en sus brazos a tu hijo. Hoy te pareces a una luna cubierta de escamas, 70
  • 75. a un personaje que recorta fruta entre las piernas, y que luego la envuelve dentro de un pañuelo negro para salir huyendo por los riachuelos muertos en las cenizas, triste, en un estrado de púas, y corceles infectados con tu olor que galopan desde la oscuridad. Oh, indiferente y perpetuo y gigante el timbre de tu voz; cómo identificarte, cómo gritar para mí tu presencia perforada, lo metálico, si yo voy con un cadáver de cisne retozando entre las lilas y haciendo eco de un corazón tieso sobre un duro océano. La tarde cae con gaviotas y árboles agotados, con tu ausencia de guitarra en pena, 71
  • 76. y la poesía llega soplando desesperanza, una sombra coja que consume las caléndulas solitarias, las que tú sabes muy bien, se parecen a los niños huérfanos que duermen dentro de los jardines de un crepúsculo que también ya hemos abandonado. 72
  • 77. Breve estancia en el silencio. A la Muerte en nuestra alcoba sonreí, y mi corazón fue un instrumento para el agua, la tierra, el fuego; un teatro oscuro; toda mi carne ocupó los cielos, y un arcoíris cayó de repente, rebanando los azares sobre tu alma que sueña la inmensa noche que acorta los caminos y abre canciones en los amantes. El tiempo ha parado sus anillos, y entregado en cajones los días que se han secado igual a una cigarra en el verano, 73
  • 78. abandonando a un gusano torpe, o a una lluvia blandiendo alas caídas en cada persona, en cada lugar que yo amé y lloré, todas las palabras que fueron navegando en el cosmos de un picaflor celeste y a través de la nada. Hay un cometa de azufre que me saluda, una ciudad ahogada en violetas, una residencia donde el amor posee forma de antigua cuna: tan sólo es una ilusión a mi alma que huye, un eco ahorcado, una exigencia de vida muerta, tan sólo es un fantasma de pequeñas sonrisas y estrellas sedientas, y lunas azules coronadas sobre un cuello desconocido. 74
  • 79. La noche deja caer agujas en mis pensamientos, y carmines en la boca florecen de un ser invisible y su sencillo mundo. La noche es un túnel que me lleva con extraños trajes, andando sin parar por lugares mojados, con el Amor entre basuras insaciable, la Muerte y los sueños, la soledad y el dolor, volantines desmembrados. 75 Me voy moviendo. Sin definición las casas se rompen, abren sus techos, y la luz descansa cuando los caminos duermen. De pronto, como una nota de violín,
  • 80. la caricia de un insecto se posa en mi ventana, ceñido en aire y cristal, y aletea y se esconde, y aletea y se va desde las luces que desaparecen, y me voy despidiendo de un nombre, hiriéndome el pecho en la tristeza absoluta, y serenatas de silencios purpúreos que resuenan y resuenan adentro de mis órganos. 76
  • 81. Escarcha dura. Anoche soñé contigo, y estabas desnuda, y sangrabas, y tu cuerpo arrastraba costras como de atardeceres sobre mi almohada. Pura natividad, pura inflorescencia en una hora sola, en una única cama, y en cuyos aromas, los relojes ya no se quejan. El abatimiento respira, colocando música a las hojas que caen, y repartiendo tristes lirios a cada fosa que no carga con su nombre, y deambulando como deambulan las luciérnagas 77
  • 82. que han agotado todas sus fuerzas para convertirse en inútiles polillas, pobres telas sucias, oh, difuntas polillas, racimo de putas silenciosas. Abierto igual que un tambor oxidado, el cielo echa cenizas con la voz de un lamento, y gritos de perras sin sentido, golpeadas. Oh, furia, licor de lámparas en la noche, párpados firmes que me observan, asustado y removido, campanas y gitanas vaginas pasan cuando intento recordar la forma que me ha parecido a mí el amor, y que hoy sólo es una mancha viscosa de una fruta triste, herida y amontonada en un cajón. 78
  • 83. Largos poemas sin títulos yacen por aquí, y golpes que no provienen de ninguna parte, tazas rotas que aparecen con la mañana, el susurro de una armónica… Nada es suficiente para consolar una palabra que nace siendo un cadáver y que al morderla en mi boca no destila más que un inocente dolor. 79
  • 84. Yo soy la Vida entre los brazos caídos, la sospecha de un robo en la boca, y todo lo que existe en el cansancio de los enamorados. Sin título (2013). 14,5 x 19,5 cm. Tinta china y acuarela sobre papel canson con retoques digitales. 80
  • 85. Pequeñas manecillas en medio de las sombras. Bajo esta vieja tarde de pájaros las puertas están mudas, acumuladas a mi alrededor, y el agua de un vaso sueña su propia luz, pero yo escribo, sin detenerme, el diario de vida de un árbol en el otoño y sigo a cada hoja su historia anterior, a cada extensión el espíritu que ahora es solamente tierra, y que construía vocales en otro tiempo; frutos que la melancolía muerde sin dientes, bufandas vestidas en el viento como las velas que yacen 81
  • 86. y pierden su moral; alondras volando enroscadas hacia la noche sin terminar. ¿No eres acaso tú, oh, el fantasma que está solamente allí? ¿No eres acaso tú, quien desviste los árboles de amor, y bajo la sombra de los puentes das paso al sueño y la poesía? El árbol que yo te escribo abre los techos de las casas, y hojas pelirrojas florecen, uniendo las estrellas con una voz desde la noche. 82
  • 87. Alrededor, gradualmente. Qué triste es una puta que ya no salta, ni habla con sudor, y de la que sólo palpamos en el amor sus heridas. Amado y amado, un puro error, crepusculario de lo falso. Cantemos sobre un piano las estocadas de su cuerpo pegajoso por mil orgías y disfrutemos la desnudez del “papito feo” en un cisne que fue desplumado. Qué triste es una mariposa derribada por el escupitajo de un hombre que se ha acostumbrado a vivir como un barco dentro de una botella. 83
  • 88. Océanos y océanos, naufragios que no se mueren de agua. Que nos escupa Dios su invisible investidura, y robemos de la mariposa, esos horribles ojos y que se incendie ciega en un río de resonancias sin voz. Qué triste es una tarde sin conversación, largos preámbulos de una soledad con formas de nubes ebrias que hacen de una arqueología, la tierra de los sueños. Demos espacio a tu voz, a mis palabras, tomados juntos de las manos, maltrechos por los graznidos de los pájaros, y digamos lo que somos en el otro, sobre el campo que se desquebraja con alimañas, en nuestro pequeño espacio. 84
  • 89. Qué tristes son los tulipanes con forma de vagina, accediendo a la tierra con tu número y tu retrato. Estepas desconocidas bordean plurales inconexos. Disfraces de muñeca excitan el paso de los cadáveres bien vestidos hacia la taquilla del subterráneo, y en cada dirección un olvido, un cuerpo que no se recupera a la fatalidad de no tener más que una impresión borrosa de sí. Efímeros hoteles no guardan el sitio de la penetración, ni en la cama reposa el aroma de las musas repartidas, sino que, en cambio, cruzan por sus ventanales y en sus desechos de hombre y mujer, toda la tristeza y la miseria de los que vagaron en círculos sin llegar nunca a ser. 85
  • 90. Una sustancia que retrocede entre las sombras, ¿qué es lo que proyecta? Pequeñas noches intermitentes me consuelan, mientras las mismas voces se repiten, una y otra vez, en la luna que quiero olvidar. Sin título (2013). 14,5 x 19,5 cm. Tinta china y acuarela sobre papel canson con retoques digitales. 86
  • 91. Bajo el suelo, lámparas. Hay una voz con olivos retorciéndose; un perro atrayendo la luz, una monja y una siniestra estrella. Multitudes tocan una partitura con instrumentos de tristeza. El cielo mira un socavón de ámbar, y objetos cayendo indefinidamente como enfermedades en el rocío: vivimos por tan poco, y también por mucho. Se agota la hora del grito, y no hay más peso en mis hombros que un arpa gimiendo en la muerte. Un punto azul resplandece dentro de la nada. Dios está aquí. Dios no está aquí. Una orquesta desencadena un vals de pájaros en la noche. 87
  • 92. Al lado de la carretera. Ayer murió alguien, ayer fue una mujer… Ay de ayer, de ayer que estaba, pero hoy, un nenúfar cerró sus pétalos a pleno sol, invirtiendo el destino de su corola bajo el agua, y la tristeza que anida sobre el crepúsculo, tendida como una cuerda roja, y un mar de duda en la forma alargada de la carretera, y un ave sin color que escapa del baúl de una niña adonde su cuerpo se posa con el tiempo apretado, y la voz con las ramas cayendo y en el cielo arrinconado, azucenas de barro florecen opacadas sobre la estación muerta, 88
  • 93. y los puñales en el viento, que envuelven y matan a toda la tierra. Hoy una sombra cuelga de un árbol, un pasto que crece con remordimientos; hoy el sol es una luz intermitente, una lluvia espesa, y dentro de unos ojos fijos, el rastro a contra luz de un arcoíris despidiéndose, solamente, despidiéndose. 89
  • 94. Boceto de un vagón a contrapelo. A través de un vagón de ferrocarril, las ramas de los árboles se acumulan sobre sí mismas como dedos amputados y las penumbras se trenzan en el intervalo de las luciérnagas, despertando desde el fuego tenue, un otoño con alas. En los rieles se desenlazan mis ojos, bajo la madera está tu boca durmiendo, y pitidos solitarios resuenan con las montañas. Es una vista enternecedora, pero muy triste. 90
  • 95. Los andenes amontonan cuerpos cabizbajos, volúmenes y direcciones, impuras apariciones de personas erradas, densas superficies, similares a un pensamiento fugaz, clavadas de pronto con agujas en la carne de mi corazón; y un amor que está lleno de miedo desciende como un río suavemente de la oscuridad. No hay alegría cuando un árbol se escucha caer, o cuando una golondrina se destiñe al volar. Óyeme amor, aún no nos conocemos. Porque después de todo sigo muerto. Después de todo yo no soy real. 91
  • 96. Yo te he vivido y amado, y en una existencia sin ser, yo soy, lo que nació de un sueño. Sin título (2013). 14,5 x 19,5 cm. Tinta china y acuarela sobre papel canson con retoques digitales. 92
  • 97. Despedida del hombre horadado. A los ojos del mundo escribo, y soy poeta. Tal vez quisieran los muertos que entonara siempre de cisnes el cielo o de duraznos florecidos los techos, y que el invierno no entregue sino caricias en las ventanas, largas tazas de café, himnos y migraciones, lluvia sin caer, una canción con barro y agua sorda, creciendo bajo los alerces en la mitad de la tormenta; pero el mundo es mundo y el dolor me quema en las manos. 93
  • 98. Pero de lo que amé, de lo que fue existiendo y cantando, y de lo que nació en tu nombre para ser de todos los nombres, mis versos. 94
  • 99. Plantaciones de té. A veces yo quisiera que no haya un sólo movimiento. A veces una tragedia de sauces, o un ombligo en cuya huella nacen ojos y plantaciones verdes. A veces quisiera una sola cosa heredada. Un molino que gire con gigantes violetas, la soledad de las vacas, su paciencia. A veces, no sé, el tiempo, los océanos, las libélulas y sus penas en el río, los himnos, las manzanas. Una pausa cuando todo sucede, y sucede con tristeza, a veces, cuando siento porque no estás, y eres constante y dolorosa como las mañanas en el mes de abril. 95
  • 100. Quiero descubrir en este tiempo que pido, la experiencia, la vagancia, el abandono, la sencillez del caos; y cobijado por el abrazo de una mujer, echar sobre mi boca sus verdes raíces, que entretejen nidos y alacranes. Quiero el crepitar de la madera con el jardinero, el letargo, la noche oscura, oscura como la conquista triste de un hacha sobre el árbol. Hora de fiebre y poda, escritura y solitaria, ésta, cuando puedo ser una criatura inmóvil, ebria medida del alma que se hace en el sin futuro. Y tijeras desde dentro de mí. Y un socavón donde nacen henos y corazones. 96
  • 101. Hora en que yo puedo observar las hojas muriendo bajo la distancia, y a ti, del brazo con ellas: la tarde va preparando la bebida de la luna. El horizonte abre entonces sus primeros embarazos, y las aves de la noche descansan, tan pesadas como curvas. 97